La Sociedad de Los Deberes

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La sociedad de los deberes

DOM 26 MAY 2019 | 12:36 AM

P ocas cosas nos han causado más daño que la “cultura de los derechos”, la idea de que
podemos exigirle a un tercero (el estado, la empresa, el jefe, el vecino, etc.) que me
entregue beneficios o prestaciones que por principio merezco, pero que no suponen ninguna
responsabilidad u obligación propia.

Fomentar un decálogo cada vez más extenso de derechos y demandar su cumplimiento se


ha vuelto el deporte favorito de diversos sectores sociales, una posición obviamente muy
cómoda, donde siempre se demanda a otro, pero donde quien exige no se compromete a
nada.

Un hito en este tránsito fue la forma como la centroizquierda buscó cooptar al movimiento
estudiantil en 2011, con la intención de recuperar como fuera el poder perdido. A partir de
ahí, todo ha sido una escalada interminable en esta exigencia de nuevos derechos, donde a
la larga da lo mismo si existen reales condiciones para solventarlos en el tiempo y, sobre
todo, cuáles son las responsabilidades que ellos recíprocamente suponen.

El resultado de este verdadero maleficio social lo estamos experimentando ya en distintas


áreas. Un ejemplo: la idea del derecho universal a la gratuidad fue ofrecida a los
universitarios sin ningún cálculo respecto a su viabilidad financiera y, más grave aún, sin
exigencia alguna de mejorar los estándares académicos. Resultado: a corto andar, el
gobierno de la Nueva Mayoría tuvo que reconocer que la gratuidad universal no podría
alcanzarse antes de varias décadas y hoy tenemos estudiantes que realizan paros porque
están estresados y quieren disminuir su carga académica. ¿Alguien se imagina a alumnos de
Harvard o Columbia movilizándose porque quieren estudiar menos? Bueno, eso pasa hoy
en Chile.

Para evitar estos efectos, en países de tradición sajona o confuciana se ha empezado a


imponer un enfoque distinto: una “sociedad de los deberes”, que remplaza a la de los
derechos, y donde lo que se busca definir son los compromisos y responsabilidades que los
distintos actores deben adquirir con los demás. No es que los derechos dejen de importar,
sino al contrario: se ha llegado a la convicción de que para garantizar derechos, la vía más
adecuada es precisar los deberes y obligaciones que todos y cada uno debe cumplir. Y el rol
del estado, entre otras cosas, es ser muy severo a la hora de imponer las sanciones a
aquellos que incumplen su parte del “contrato social”.

Obviamente en sociedades con altos niveles de desigualdad, los deberes son mayores para
aquellos que tienen más. Por eso, la colusión de los poderosos, el uso de información
privilegiada o el tráfico de influencia poseen penas muy altas. Del mismo modo, el estado
tiene entre sus “deberes” desarrollar una política social que permita mejorar las condiciones
materiales de los más vulnerables, pero ello no supone liberarlos de todo compromiso y
responsabilidad.

En suma, es una manera distinta de entender el lugar y el rol de cada uno en la sociedad;
una donde al final del día deja de existir este gran y nocivo desequilibrio entre lo que me
siento con el derecho de exigir y lo que tengo el deber de aportar.

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