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3.4.

1 Descripción de la Actividad
De acuerdo con los conocimientos alcanzados, se requiere que usted como
aprendiz, seleccione un área natural y describa las características ambientales,
histórica, geográfica del lugar.
Realice esta actividad en un documento de Word y luego envíela a través
del enlace dispuesto en el menú principal, Actividad 1, Taller “características
ambientales, histórica, geográfica”.
https://www.utadeo.edu.co/es/articulo/crossmedialab/277626/el-salto-del-tequendama

DESARROLLO

La historia de esta leyenda, cuenta que en época de los Chibchas, durante días y
noches llovió tanto que se arruinaron los cultivos; las casas se vinieron al suelo, y
se mojaron tanto que lo mismo servía tener techo de palma o no.

Foto: Instagram solocolombia

Dicen que era alto y de piel colorada, con ojos claros, barba blanca y muy larga que
le llegaba hasta la cintura. Vestía una túnica también larga, sandalias, y usaba un
bastón para apoyarse.
Él les había enseñado a sembrar y cultivar en las tierras bajas que quedaban
próximas a la sabana y a orar. Cuando se iniciaron las lluvias, Bochica estaba
visitando el poblado de Sugamuxi (hoy Sogamoso), en donde había un templo
dedicado al Sol.

Los chibchas decidieron llamarlo, porque pensaron que Bochica era un hombre
bueno que podría ayudarlos, o todo el imperio se acabaría a causa de la gigantesca
inundación.

El anciano dialogó con dificultad con los caciques, pues no dominaba su lengua,
pero se hacía entender y le comprendían bastante. Se retiró a un rincón del bohío
que tenía por habitación, rezó a su dios, que decía era uno solo. Luego salió y señaló
hacia el suroccidente de la sabana.

Cuentan además, que cientos de indios organizaron una especie de peregrinación


con él. Se detuvieron después de varios días en el sitio exacto en donde la sabana
terminaba, pero las aguas se agolpaban furiosas ante un cerco de rocas. Los
árboles enormes y la vegetación selvática frenaban la furia del agua.

Bochica, con su bastón, miró al cielo y tocó con el palo las imponentes rocas. Ante
la sorpresa y admiración de unos y la incredulidad de todos, las rocas se abrieron
como si fueran de harina.

El agua se volcó por las paredes, formando un hermoso salto de abundante


espuma, con rugidos bestiales y dando origen a una catarata de más de 150 metros
de altura. La sabana, poco a poco, volvió a su estado normal. Y allí quedó el “Salto
del Tequendama”. Dicen que Bochica, tiempo después, desapareció
silenciosamente como había venido.

En 1923, al lado de la llamada creación divina, se construyó una casa inspirada en


el Museo Nacional de Río de Janeiro; fue inaugurada en 1927 por una firma
alemana. Su primer uso fue como estación terminal del ferrocarril del sur. Y luego
empezó a girar en torno a ser una casa aristocrática de estilo francés, en donde solo
ingresaba la primera clase de la élite capitalina.

Para la época, era una construcción sorprendente, puesto que fue hecha en un
precipicio y no se había conocido algo similar en el país; por esto, todo el mundo
quería irla a conocer. Debido a la masiva visita de personas, se decidió convertir la
edificación en un hotel, claro, muy exclusivo, donde seguía asistiendo solo la elite
de Bogotá y personalidades de todo el país.

Eran 1.480 metros cuadrados de construcción, cinco niveles, dos sótanos, dos pisos
principales y mil leyendas que comenzaron a tejerse alrededor del lugar.

Como hotel, funcionó hasta mediados de los años 50. Después, el Ministerio de
Obras Públicas, como cosa rara, decidió vender la propiedad a un particular. A
partir de ese momento, la construcción fue ocupada por varios dueños y ahí
comenzó el degeneramiento de la casa; a lo que se le sumó la contaminación del
río.

El Salto del Tequendama fue la casa de mamuts hace millones de años. Este lugar
prestó sus piedras para que un sin numero de personas de lanzaran a deshacerse
de sus problemas. Recibió a las grandes plumas del periodismo para que
cumplieran con contar centenares de historias, a través de la crónica roja. Fue lugar
de recreación, de aguardiente y paseos sabaneros.

Pero, durante años este rincón de Soacha padeció del olvido de los ciudadanos y
de los gobernantes, las ventanas de lo que originalmente fue una estación de tren,
luego hotel de lujo y después un restaurante eran cristales rotos y manchados.

Cuenta la leyenda que el dios Bochica, tras un fuerte diluvio, golpeó con un bastón
una muralla de piedras, desinundó la sabana y dio origen al Salto de Tequendama.

Pero el verdadero éxito del museo ha sido recordar las historias de los fatales
clavadistas que en seis segundos de caída libre, repetidos una y otra vez por varias
décadas imprimieron una memoria trágica en un de los paisajes más bellos y
lúgubres de Bogotá.

Las paredes rosadas que estaban deterioradas por la falta de mantenimiento ahora
son blancas y el techo volvió a tener tejas. Esta construcción de arquitectura
francesa está anclada al precipicio y anexa a la catarata de la que toma su nombre.
Guarda en su interior décadas de historia y costumbres del siglo pasado.

Luego de su reinauguración y aunque se encargan del mantenimiento de este


patrimonio que estaba en ruinas y también de la protección de los animales, como
insectos, aves, mamíferos, anfibios y especies de plantas silvestres que habitan
este ecosistema de bosque de niebla; el lugar recuerda la opulencia que lo
caracterizó hace décadas y su antigua estructura y pintura pelada inspiran esa
nostalgia típica de lugares que fueron y ya no son.

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