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EL HOMBRE QUE PLANTABA ÁRBOLES

(Música)

CIRCE: Hola amigos, ustedes no me conocen a mí, pero yo si a ustedes, porque los
he visto muchas veces cuando han ido con sus familias al bosque o de excursión con
el colegio o amigos. Habito entre las ramas de los árboles o en los arroyuelos de agua
limpia que corre en la naturaleza. Soy el Hada de los Bosques y vivo rodeada de
animales, plantas y el sonido tranquilo de la brisa. He venido para contarles una
historia maravillosa que ocurrió hace mucho tiempo, cuando ustedes ni siquiera
habían nacido…
Para conocer el carácter de una persona y saber que es un ser excepcional,
necesitamos observarlo durante mucho tiempo. Si sus hechos carecen de egoísmo, si
están dirigidos por una generosidad sin par, si resulta indudable que no han buscado
ninguna recompensa, nos encontraremos, sin temor a equivocarnos, ante una
personalidad inolvidable, una de esas personas que dejarán huellas... Pero...
¡¡¡Shisss!!! Silencio que empieza nuestra historia y aquí llega una de las
protagonistas de nuestro relato...

(Música)

(Entran Mari Carmen)

CIRCE: (En el atril) Esa mujer que vemos entrar, algo perdida y con cara de
susto se llama Elisa. Es una mujer alegre y buena y una de las cosas que más le
gusta hacer en el mundo es ayudar a los demás, por eso es enfermera. Recuerden
que esto ocurrió hace mucho tiempo, y por eso va vestida como una enfermera
antigua. Lo de la cara de susto lo digo porque está perdida, había salido a dar
uno de sus largos y solitarios paseos por el campo, se metió por un camino que
desconocía y le ha sido imposible encontrar el camino de vuelta Empezó su paseo
por aquellas tierras secas situadas a mucha altitud donde solo crecía el espliego y
encontrándose después de tres días de marcha en un paraje totalmente solitario,
acampó junto al esqueleto de un caserío abandonado. Se había quedado sin agua el
día antes y tenía que encontrarla. Observó que había una serie de casas agrupadas,
aunque en ruinas y también vió un antiguo nido de avispas, así que pensó que alguna
vez habría existido allí una fuente o un pozo y se puso a buscarlo. Finalmente
encontró la fuente pero... ¡Seca! Definitivamente, había llegado a un pueblo
abandonado... Era un espléndido y soleado día de junio, pero en aquellas tierras sin
abrigo y cercanas al cielo, el viento soplaba con brutalidad insoportable, así que tuvo
que levantar el campamento

(En todo este parlamento Mari Carmen irá representando lo que Circe va
contando. Además de los efectos de sonido que irán haciendo los músicos)

CIRCE: Después de cinco horas de marcha, seguía sin encontrar agua, no había nada
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que le diese esperanza de encontrarla, por todas partes la misma sequedad, las
mismas hierbas leñosas... La situación era desesperante. Después de andar y andar...
dió finalmente con uno de los pocos pueblos de la zona. Son pueblos que están
habitados por leñadores que hacen carbón de la madera. (Marioneta) Son sitios
donde se vive muy mal. No conocen el verano, siempre hace frío, así que todos sus
habitantes están siempre de mal humor y se han vuelto muy egoistas... por no
compartir no comparten ni un...

MARI: ¡¡Buenos días!! (La Marioneta, se da la vuelta sin contestar) Disculpe, le


he dicho buenos días, estoy algo perdida. Me podría decir en donde me
encuentro?

MARIONETA: Está en una ciudad

MARI: Ya lo veo, pero cuál?

MARIONETA: Si quiere llámela CIUDAD DEL VIENTO, nunca para de soplar…

MARI: Sí, es un poco incómodo este viento

MARIONETA: O la ciudad negra

MARI: Por qué negra?

MARIONETA: Aquí nos dedicamos al carbón. Es lo que nos da de comer. Pasamos


los días en la mina, cargamos los coches de carbón y vamos a venderlo. No se hace
otra cosa…

MARI: Nada más?

MARIONETA: Los domingos vamos a misa, hay que llegar pronto para que no nos
quiten los bancos

MARI: Compiten por los bancos de la iglesia?

MARIONETA: Oiga, aquí tenemos el carácter negro como el carbón y competimos


por todo, y nos quejamos de todo y no paramos de murmurar y si no le gusta ya sabe
lo que tiene que hacer

MARI: Qué?

MARIONETA: Marcharse!! (La marioneta desaparece y circe se cambia a pastor)

(Posibilidad de sacar aquí la otra marioneta y que se pongan a discutir entre


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ellas. Al final Circe desaparece y aparecerá con la capa del Pastor)

MARI: Que lugar más feo y que gente tan antipática, creo que seguiré mi camino.
Espero encontrar a alguien con quien pueda hablar si tener que escuchar tantos
gritos.. (Circe ya se habrá puesto la capa y estará en el otro extremo del
escenario)... ¡Un momento! ¿Qué es eso que veo allí? Parece el tronco de un árbol
solitario voy a ver... (Se dirige hacia Circe) (Antes de llegar) ¡¡Vaya, no es un árbol,
es un pastor... Allí estoy viendo a sus ovejas!!! (Sonido de ovejas) (Mari llega hasta
Circe)

MARI: Buenas tardes.

CIRCE: Buenas tardes.

MARI: Disculpe, señor, llevo mucho tiempo caminando y estoy muerta de sed.
¿Podría darme un poco de agua? (Circe no dice nada y le alcanza la cantimplora)
Muchas gracias, es usted muy amable.

CIRCE: ¡Sígame!

(Posibilidad de música para acompañar el camino)

MARI: (Al publico) (Sacamos la casa hacia delante) (Circe hace ahora lo que
Mari va narrando) Me llevó a su establo. Sacaba el agua, que era excelente, de un
hoyo natural muy profundo, encima del cual había instalado un torno. (A Circe) Este
agua es realmente exquisita... (Circe le quita el vaso, le da más agua y calla) (Mari
al público) Era hombre de pocas palabras, como todas las personas que viven solas,
pero se le veía seguro de sí mismo y confiado en esa seguridad. (Circe se va para
dentro de la casita) (Mari al público) No vivía en una cabaña, sino en una
verdadera casa de piedra que tenía el techo firme y bien cubierto. El soplo del viento
entre las tejas, era como el rumor de las olas en la playa (Sonidos) (Mari va para
atrás, como si entrara en la casa y Circe va mostrando todo lo que ella está
diciendo) (Mari, asomándose desde atrás) La casa estaba ordenada: La vajilla
limpia, el suelo barrido, su fusil engrasado y hervía sopa en la lumbre... (El mismo
juego que teníamos) Noté entonces, que su ropa estaba tan bien cosida que los
zurcidos eran invisibles...

CIRCE: Es la hora de comer. Venga adentro. (Desaparece dentro de la casita)

MARI: ¡¡Muchas gracias!! (Desaparece)

(Música)

MARI: La sopa estaba riquísima y la noche está preciosa... ¿No viene usted?
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(Aparece Circe con el saquito de las bellotas. Se sienta en el suelo y empieza a
contarlas y separarlas. Examinándolas con mucha atención)

MARI: ¿Son bellotas, verdad? ¿Y por que las cuenta y las separa con tanto cuidado?
¿Qué va a hacer con ellas? ¿Puedo ayudarle?

CIRCE: No, gracias, esto es cosa mía. (Y sigue haciendo la misma acción)

MARI: (Al público) Así que no insistí, el siguió contando bellotas hasta que tuvo
seleccionadas un montón suficiente y las contó de diez en diez. (Hacemos el juego
de contar las bellotas) cuando tuvo delante cien bellotas perfectas, paró y nos fuimos
acostar. (Se van para atrás Circe y Mari) (Mari asomándose) Pero, yo estaba
intrigada... ¿Para qué querría tantas bellotas? Así que pensé que al día siguiente, le
diría que estaba muy cansada y que si podía quedarme un día más con él...
¡¡¡Esperando que me dijera que sí, para descubrir el misterioso caso de las bellotas!!!
Y porque además daba paz la compañía de ese hombre...

(Música)

(Durante la música, Circe puede salir y apoyarse en la casa como viendo


amanecer)

MARI. (Saliendo de la casa. Desperezándose) ¡¡¡Muy buenos días!!!

CIRCE: Buenos días.

MARI: Quería preguntarle, si no le importa que me quede descansando un día más


en su casa. Ayer andé muchos kilómetros y no me siento con fuerzas para seguir hoy.

CIRCE: No hay problema, quédese el tiempo que necesite.

MARI: Mil gracias, pero no quisiera ser una molestia para usted.

CIRCE: No me molesta nada. (Entra en la casa para coger el cubo y el bastón)

MARI: (Al público) Y así era, nada parecía molestarle.... Pero... ¡Un momento!
¿Qué está haciendo? (Circe moja en un cubo el saquito de bellotas) ¿Está mojando
las bellotas en agua?

CIRCE: Voy a sacar a mis ovejas al pasto.

MARI: Muy bien, adiós. Yo quizá dé un paseo por los alrededores.

(Circe empieza a caminar)


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MARI: Por supuesto mi intención era seguirle, y así lo hice. (Empiezan a caminar
buscando la forma de echar la casa hacia atrás para dar sensación de
perspectiva) Observé que a modo de bastón llevaba una vara de hierro gruesa como
un pulgar y de un metro y medio de largo. Yo hice como que paseaba sin rumbo fijo,
descansando, y seguí un camino paralelo al suyo. Llegó a un valle que era donde
estaba el pasto de sus ovejas, a las que dejó al cuidado de su perro y subió hacia el
sitio donde yo me había escondido. Pensé que estaría enfadado conmigo por haberle
seguido...

CIRCE: ¿Quiere usted acompañarme?

MARI: Pues sí, iré con usted encantada. (Al público) Iba a doscientos metros de allí,
a la colina.

(Circe llega y se pone a hacer la acción de plantar)

MARI: Cuando llegó al sitio hincó la vara de hierro en la tierra haciendo un hoyo
donde echaba una bellota y después lo rellenaba... ¡Claro, ya sé porque separaba y
contaba con tanto cuidado las bellotas!

TODOS: ¡¡¡Plantaba robles!!!

MARI: (A Circe) ¿Esta tierra es suya?

CIRCE: No.

MARI: ¿Y de quién es?

CIRCE: No lo sé. Creo que esta tierra es de todos o a lo mejor de personas que no se
preocupan de ella. A mí me da igual. (Y sigue plantando bellotas)

MARI: Perdone mi curiosidad, ¿Cuántos años tiene usted?

CIRCE: Tengo 55 años y me llamo Elzeard Bouffier. He perdido a mi mujer y a mi


único hijo, y desde entonces vivo solo en esta colina. Me gusta vivir en calma con
mis ovejas y mi perro.

MARI: ¿Y desde cuando se dedica a plantar árboles?

CIRCE: Desde hace tres años. Este lugar está tan abandonado que morira por falta
de árboles y por eso he decidido poner remedio a este asunto.

MARI: Entonces, debe haber plantado muchos, ¿verdad?

CIRCE: He plantado cien mil. De los cien mil han brotado veinte mil. De estos
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veinte mil he perdido la mitad por causa de los roedores o de todo lo que es imposible
prever en los designios de la naturaleza, así que quedan diez mil robles que van a
crecer en estas tierras donde antes no había nada.

MARI: Pues dentro de treinta años, serán magníficos esos diez mil robles.

CIRCE: Si la vida me presta el tiempo necesario, en treinta años habré plantado


tantos, que esos diez mil serán como una gota de agua en el océano. Además estoy
estudiando ya la reproducción de las hayas y cerca de mi casa tengo un plantel de
ellas brotadadas de los hayucos.

MARI: (Al público) Realmente, eran hermosos los ejemplares que había protegido
de sus ovejas con una empalizada que pensaba también para terrenos que, me dijo,
encerraban cierta humedad a algunos metros de la superficie del suelo. Al día
siguiente, nos separamos.

PARTE DOS

(Música. “La cuatro estaciones” de Vivaldi.) (Baile del Hada)

MARI: Un año más tarde, estalló la guerra y trabajé como enfermera para ayudar a
los demás y olvidé al hombre que plantaba árboles. Pero cuando terminó esa horrible
guerra decidí volver a esas tierras que había conocido. Cuando llegúe no había
cambiado el paisaje y pensé que Eleazar Bouffier, el pastor, el hombre que plantaba
árboles, seguramente habría muerto...

CIRCE: (Atril) No había muerto. Había cambiado de oficio; ya no tenía nada más
que cuatro ovejas, pero en cambio, poseía un centenar de colmenas. Se había
desembarazado de las ovejas que ponían en peligro sus plantaciones de árboles...

MARI: (Al público) Eleazar, no se había enterado de ninguna guerra y había


seguido plantando y plantando árboles, de manera que los robles que yo había visto
plantar ya tenían más de 10 años y eran más altos que él o que yo. El espectáculo era
impresionante. Nos pasamos todo el día en silencio paseándonos por su bosque.
(Empiezan las dos a pasear entre el público) Los robles eran robustos y habían
pasado la edad en que están a merced de los roedores. En cuanto a los designios de la
naturaleza, serían precisos devastadores ciclones para destruir la obra creada. Había
admirables bosquecillos de abedules que había plantado en todos los terrenos donde
sospechaba, con buen motivo, que existía humedad a flor de tierra. Eran tiernos como
adolescentes y muy firmes. Por lo demás, esa creación parecía producirse en cadena
(Circe sigue plantado árboles) El no le prestaba atención y seguía plantando
árboles... El viento dispersaba las semillas y a la vez que reaparecía el agua, resurgían
sauces, mimbres, prados, jardines, flores y una razón de vivir.

(Posibilidad de que todo esto vaya acompañado de un colchón musical)


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CIRCE: (Atril) Pero todo este cambio se producía tan despacio que a nadie
extrañaba. Los cazadores que subían a las colinas, persiguiendo liebres y jabalíes, si
notaron que había más arbolillos, pero pensaron que eran cosas naturales de la tierra.

MÚSICO 1: ¡Cómo ha crecido este bosque!

MÚSICO 2: ¡Asombroso, realmente, asombroso!

CIRCE: Por eso no se había entrometido nadie en la obra de este hombre. Si


hubiesen sospechado de él, le habrían molestado, pero el pastor se encontraba por
encima de toda sospecha. ¡Quién habría podido imaginar una generosidad tan grande
y tan terca!

(Música)

MARI: (Aparece con un libro) Después de volver, nunca dejé que pasase más de un
año si visitar a Elzeard Bouffier y empecé a escribir un diario de mis visitas. Jamás lo
vi dudar ni desanimarse. Yo no he llevado la contabilidad de sus decepciones, pero
imaginaréis muy bien que para haber logrado un éxito semejante, tuvo que vencer a la
adversidad (repiten todos) que para asegurar la victoria de tal pasión tuvo que luchar
contra la desesperanza (repiten todos). Una vez, durante un año, plantó más de diez
mil arces. (Todos: ¿diez mil arces?) sí, todos murieron. (Todos: ¡Oohhh!) Al año
siguiente abandonó los arces, para continuar con las hayas y salieron mejor aún que
los robles. (Todos: ¡Bien!) Para tener una ideaa de como era este hombre no tenemos
que olvidar que eligió vivir completamente solo. Tanto, que al final de su vida había
perdido la costumbre de hablar...

CIRCE: O es que a lo mejor, no la necesitaba...

MARI: Un día, recibió la visita de un guardia forestal

MÚSICO 1: ¡Queda terminantemente prohibido encender fuegos al aire libre para


evitar un incendio en este bosque que ha crecido por si solo!

LAS DOS: ¡¡¡Jajajaja!!! Si ellos supieran porque ha crecido este bosque...

MARI: (Al músico) Oiga, aunque usted no se lo crea, este hombre, que ya tiene 75
años, va a plantar árboles a 12 kilómetro de su casa.

MÚSICO 2: ¡Menuda tontería! ¿Y cómo hace para volver después a su casa?

MARI: Pués piensa construir un casa sobre el mismo terreno.

MÚSICO 2: ¿Con esa edad? ¡No me haga reír!


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MARI: (Al público) Al año siguiente la construyó.

(Se escucha alboroto de voces. Los músicos hablan y hacen ruido)

CIRCE Y MARI: ¿Qué pasa? ¿Quienes son estos? Etc...

MARI: Es una delegación oficial que viene a examinar el bosque. Vienes un gran
personaje de la dirección de aguas y bosques, un diputado, técnicos, políticos... ¿Qué
dicen?
(Las dos se quedan escuchando)

(Los músicos empiezan a hablar entre ellos sin decir nada concreto)

MARI: Finalmente, decidieron que tenían que hacer algo con aquel bosque, pero
afortunadamente nuca hicieron nada.

CIRCE: Salvo lo mejor, prohibir cortar leña. Y es que eran tan hermosos aquellos
árboles que hasta el diputado se emocionó al verlos.

MUSICO 1: Me está usted diciendo, que el diputado, vamos, el politico, se


emocionó viendo el bosque?

CIRCE: Exactamente. ¿Un político llorando? Extraño, pero sí.

MARI: El caso es que entre los que fueron a examinar el bosque, había un capitán
forestal que era amigo mío y le expliqué el misterio. Un día de a semana siguiente
fuimos los dos a buscar a Elzeard Bouffier y lo encontramos plantando árboles a 20
kilómetros de allí... (Circe sigue plantando árboles)

MÚSICO 2: Ante esta belleza lo más inteligente es estar callado y admirar el paisaje.
Ese hombre sabe más que yo. Sabe mucho más que cualquiera, ha encontrado la
manera de ser feliz.

MARI: Ha encontrado la manera de ser feliz...

(Música)

CIRCE: Gracias a este capitán forestal, no solo quedó protegido el bosque, sino la
felicidad del buen hombre. Hizo que el bosque estuviera protegido para siempre...

RADIO: ¡¡¡Extra, Extra... ha estallado la guerra! Se necesita madera para el


combustible. Hay que talar todos los árboles posibles, para poder surtir de gasógeno a
los automóviles!!! ¡¡¡Extra, Extra...!!!
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(Mari y Circe se vuelven locas cambiando los árboles de sitio)

MARI: Los árboles de Elzeard empezaron a correr verdadero peligro, pero estaban
en lugares tan lejanos que no los encontraban, así que no corrieron peligro

LAS DOS: ¡¡¡Ufff!!!

MARI: ¿Y que le pasó a Elzeal Bouffier?

CIRCE: Pues que ni siquiera se enteró. Se encontraba a muchos kilómetro de allí,


prosiguiendo tranquilamente su tarea y sin enterarse de la guerra...

(Música)

MARI: La última vez que vi a Elzear Bouffier tenía ya 87 años. Llegué a uno de
aquellos pueblos de gente antipática y maleducáda pero ya no era lo mismo ya no
parecían hombres prehistóricos en casas abandonadas, ahora todo era mucho más
bonito. Hasta el aire era diferente. Habían arreglado las ruinas y habían recostruido
las casas. La aldea contaba ya con muchos habitantes. Las casas nuevas, estaban
rodeadas de huertos donde crecían flores y hortalizas, coles y rosales, puerros y bocas
de dragón, apios y anémonas. Era ya un sitio donde daba gusto vivir.

CIRCE: En las bajas faldas de la montaña, veía nacer pequeños campos de cebada y
de centeno. Y en el fondo de los valles existían prados verdes.

MARI: Solo habían pasado ocho años desde la primera vez que fui allí y ya no había
ruinas sino casas límpias donde se notaba que se vivía feliz y comodamente. Los
manantiales antiguos, alimentados por las lluvias y las nieves que retienen los
bosques, han vuelto a fluir.

CIRCE: Las aldeas se han reconstruido poco a poco y se ha establecido en la


comarca una población llegada de los llanos, aportando juventud, animación y
espíritu de iniciativa.

(Sacamos las marionetas)

MARI: Se ven por el camino personas bien alimentadas, chicos que saben reír y han
vuelto a tomar afición a las fiestas campestres. Contando la población antigua,
irreconocible desde que lleva una vida agradable, y los recién llegados, más de diez
mil personas deben su dicha a Elzear Bouffier.
(Ve a la marioneta que vió al principio) Vaya, yo a usted lo conozco, me lo
encontré en este mismo sitio hace mucho años

MARIONETA: Por supuesto que la recuerdo, es la amable mujer amiga del pastor
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MARI: (A público) Pues sí que ha cambiado este pueblo

MARIONETA: Tenía una disculpa pendiente con usted, la última vez que la vi fui
muy arisco

MARI: Un poco seco, sí

MARIONETA: Puedo ofrecerle un vaso de agua si lo quiere, hasta un caldo o un


asado

MARI: Se lo agradezco. Parece usted mucho mas felíz

MARIONETA: Todos lo somos, ya no nos dedicamos al carbón, seguimos trabajando


pero siempre pendientes de la naturaleza, si la cuidamos a ella, ella nos cuidará a
nosotros

MARI: Me alegro mucho, esa lección nos la ha enseñados a todos el pastor

CIRCE: Pensar que ha bastado un hombre solo con sus pequeñas manos y su
humildad para convertir un desierto en paraíso... Me parece que a pesar de todo, la
humanidad es admirable.

MARI: Elzeard Bouffier murió apaciblemente en el hospicio de Banon, pero su


historia y su obra quedará entre nosotros para siempre.

CIRCE: Nosotros queremos vivir en un mundo mejor y eso no depende sólo de los
políticos ni de las personas mayores, depende de nosotros

MARI: Por eso queremos que ustedes nos ayuden a seguir con el plan de nuestro
querido pastor y les vamos a regalar a cada uno de ustedes una semilla de árbol

CIRCE: Para que un día vayan a plantarla con sus papás o amigos o con el cole

MARI: Así harán de este mundo un lugar mejor. Recuerden que la naturaleza nos ha
regalado todo lo que tenemos, vamos a devolverle nosotros un pequeño favor

(Música final)

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