Está en la página 1de 224

UNIVERSIDAD DE CHILE

FACULTAD DE DERECHO

DEPARTAMENTO DE DERECHO INTERNACIONAL

VIOLENCIA POLICIAL Y VIOLACIONES DE DERECHOS HUMANOS EN LA


POBLACIÓN LA LEGUA DE SANTIAGO DE CHILE

Memoria para optar al grado de Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales

AUTORES:

Pascual Cortés Carrasco

Gonzalo García – Campo Almendros

PROFESOR GUÍA:

José Zalaquett Daher

Santiago, Chile

2014
A nuestros padres.

A Rosa. A los pobladores y pobladoras,

A quienes como ellos

apuestan cotidianamente por la vida,

pudiendo resignarse ante la muerte.

2
RESUMEN

La presente tesis estudia el fenómeno de la violencia policial que tiene lugar en


la población La Legua. Utiliza para ello un universo de 39 hechos de violencia
cometidos por funcionarios de Carabineros de Chile en contra de pobladoras y
pobladores de La Legua que constituyen violaciones de derechos
fundamentales. A partir de dichos hechos esta tesis intenta esclarecer qué
factores legales e institucionales de nuestro ordenamiento contribuyen a la
perpetuación del patrón de violación de derechos fundamentales que ha tenido
lugar en la población La Legua a contar de Plan de Intervención implementado
por el Estado de Chile a contar del año 2001.

La hipótesis de este trabajo es que existen múltiples factores a ser


considerados, pero que hay dos de especial relevancia, y que aquí son
analizados con detención. Se trata del control de identidad y de la justicia
militar. En el caso del primero, se sostiene que existe una regulación deficitaria
del mismo, que no establece límites claros al actuar policial. En lo que respecta
a la justicia militar, se afirma que en Chile este sistema carece de los
estándares mínimos del debido proceso, no pudiendo constituirse así en un
adecuado mecanismo de control del actuar policial.

El tipo de investigación es el que la doctrina ha llamado un “estudio de caso


investigativo”, por lo cual se estudian los hechos de violencia policial tal como
éstos son relatados por las víctimas, y se procede a su sistematización y
ordenamiento tomando en consideración el contexto específico en que dichos
hechos ocurren.

Para finalizar, esta tesis sugiere algunas modificaciones a las instituciones


comentadas, modificaciones que, a juicio de los autores, podrían contribuir a la
construcción de políticas de seguridad respetuosas de los derechos
fundamentales, especialmente en espacios como la población La Legua.

3
TABLA DE CONTENIDOS

INTRODUCCIÓN ................................................................................................................... 7
CAPÍTULO I. HISTORIA DE LA POBLACIÓN LA LEGUA............................................ 17
1. Los orígenes de la población: Legua Vieja y Nueva La Legua .............................. 17
2. Desde la fundación de Legua Emergencia hasta el golpe militar.......................... 18
3. La dictadura militar y la consolidación del narcotráfico ........................................... 20
4. Los gobiernos de la transición: consolidación y expansión del narcotráfico en la
población ................................................................................................................................ 24
5. Desde el Plan de Intervención hasta hoy .................................................................. 26
6. “Se trata de un nombre de fantasía…” ...................................................................... 29
EXCURSO: PRECISANDO EL CONCEPTO DE POBLACIÓN ................................... 34
CAPÍTULO II. MARCO TEÓRICO ..................................................................................... 37
1. Notas sobre un concepto en disputa: el estado de derecho y los límites del poder
estatal...................................................................................................................................... 37
2. Los límites del poder estatal al banquillo: jurisprudencia del sistema
interamericano de derechos humanos............................................................................... 52
2.1 El derecho a la vida ......................................................................................................... 55
2.2 El derecho a la libertad personal ................................................................................... 58
2.3 El derecho a la integridad física y psíquica.................................................................. 63
3. Mecanismos de control de las policías ...................................................................... 66
3.1 El control de la policía ..................................................................................................... 66
3.2 La policía y el uso de la fuerza ................................................................................... 68
3.3 Los mecanismos de control de la policía .................................................................. 72
CAPÍTULO III. ESTUDIO DE CASOS .............................................................................. 78
1. Introducción .................................................................................................................... 78
2. Análisis de casos ........................................................................................................... 82
2.1 Panorama General ....................................................................................................... 83
2.2 Patrones observados ................................................................................................... 86

4
2.2.1 Violencia policial en el marco del control de identidad ............................ 87
2.2.2 Violencia policial al margen de cualquier procedimiento establecido en
la ley 89
2.2.3. Violencia policial contra menores de edad ................................................ 91
2.2.4. Manejo de pruebas ....................................................................................... 93
2.2.5. La intervención policial como justificación de los actos de violencia .... 95
3. Conclusiones.................................................................................................................. 96
CAPÍTULO IV. FACTORES LEGALES E INSTITUCIONALES QUE FAVORECEN
LA VIOLENCIA POLICIAL ................................................................................................ 104
1. Introducción .................................................................................................................. 104
2. El régimen disciplinario de Carabineros .................................................................. 105
3. El control por parte de autoridades civiles .............................................................. 109
4. El control de identidad y la justicia militar ................................................................ 111
CAPÍTULO V. EL CONTROL DE IDENTIDAD .............................................................. 113
1. Finalidad del control de identidad ............................................................................. 113
2. Derechos fundamentales afectados por el control de identidad .......................... 118
3. Desarrollo histórico – legislativo del control de identidad ..................................... 123
3.1. Control de Identidad en el Código de Procedimiento Penal ................................ 124
3.2. El Control de Identidad en el Código Procesal Penal original ............................. 126
3.3. Primera modificación: la Ley 19.789 de 2002 ........................................................ 127
3.4. La Ley 19.942 de 2004 .............................................................................................. 130
3.5. La “agenda corta anti delincuencia”: ley 20.253 .................................................... 134
4. Análisis crítico de la regulación del control de identidad ...................................... 137
4.1. Análisis crítico del encabezado: un concepto problemático ................................ 138
4.2. El problema que suscita el registro ......................................................................... 145
4.3. El control de identidad y los estándares para restringir derechos en el Derecho
Internacional de los Derechos Humanos .......................................................................... 152
5. Conclusiones y recomendaciones ............................................................................ 154
CAPÍTULO VI. JUSTICIA MILITAR ................................................................................. 160
1. Introducción: Notas sobre los tiempos que corren................................................. 160

5
2. Justificación de la jurisdicción militar en tiempos de paz ...................................... 162
3. Breve contextualización del sistema de justicia militar chileno ............................ 173
3.1. Breve reseña histórica de la Justicia Militar en Chile hasta la Ley 20.477 ....... 173
3.2. La Ley 20.477: avances y (muchas) tareas pendientes ....................................... 176
4. ¿Impunidad o respuesta? el sistema de justicia militar y sus cifras.................... 185
5. Una posible explicación: las debilidades del sistema de justicia militar desde el
punto de vista del debido proceso .................................................................................... 193
5.1. Introducción: El Sistema de Justicia Militar en Chile y las garantías del debido
proceso................................................................................................................................... 193
5.2. La independencia como rasgo fundamental del debido proceso y su
(in)cumplimiento por los tribunales militares chilenos .................................................... 194
5.2.1. Los juzgados institucionales: el problema de la independencia en
primera instancia ......................................................................................................... 196
5.2.2. Carencia de independencia personal: la subordinación del juez de
primera instancia ......................................................................................................... 197
5.2.3. La falta de inamovilidad .............................................................................. 199
5.2.4. La falta de preparación jurídica de los jueces militares de primera
instancia 199
5.2.5. Los Fiscales ................................................................................................. 200
5.3. La falta de imparcialidad del sistema de justicia militar chileno .......................... 201
5.3.1. Relación entre los fiscales y los auditores .............................................. 202
5.3.2. El compromiso institucional de los jueces militares ............................... 203
6. Conclusiones y recomendaciones ............................................................................ 205
CONCLUSIONES FINALES ............................................................................................. 209
BIBLIOGRAFÍA................................................................................................................... 213

6
INTRODUCCIÓN
I.

El día 23 de septiembre de 2001 ante las cámaras de televisión, el entonces


subsecretario del Interior Jorge Correa Sutil declaró que “en Chile no existe un
Estado dentro de otro Estado”. Dichas declaraciones fueron emitidas a
propósito de la muerte de un conocido narcotraficante al interior de La Legua y
de las amenazas de un pariente de la víctima, que había promedio “cobrar
dicha muerte con sangre”.

Desde aquella actuación del subsecretario hasta el día de hoy, el Estado ha


llevado a cabo un plan de intervención en la población La Legua que ha
atravesado por distintas fases, teniendo distintas denominaciones y enfatizando
uno u otro aspecto de la acción.1 En el marco de esta intervención han tenido
lugar numerosos y graves hechos de violencia llevados a cabo por funcionarios
de Carabineros de Chile en contra de pobladores y pobladoras de La Legua. La
cantidad de casos utilizados en esta tesis alcanza a 39, en un lapso de diez
años.

En vista de lo dicho hasta aquí, la pregunta que esta tesis intenta contribuir a
responder puede ser formulada de la siguiente manera: ¿qué factores legales e
institucionales han contribuido a perpetuar la violencia policial en la población
La Legua, constituyendo un patrón de vulneración de los derechos humanos en
el marco del Plan de Intervención implementado por el Estado de Chile en dicha
población desde el año 2001?

La hipótesis, a su vez, que esta tesis sustenta, es que sí existen en nuestro


ordenamiento factores legales e institucionales que contribuyen a que los
hechos de violencia policial –descritos en detalle en los capítulos IV, V y VI de
esta tesis– se perpetúen y que merecen ser examinados en profundidad. Es la

1
En el capítulo que tiene por objeto el estudio de la historia de la población, examinaremos con
detalle las distintas etapas por las que ha atravesado la intervención.

7
existencia de estos factores la que ayuda a explicar que en un espacio reducido
como La Legua se pueda constatar tal cantidad de hechos de violencia policial,
no siendo solamente imputables a excesos puntuales de determinados
funcionarios policiales.

¿Cuáles son estos factores? Aunque se podría enumerar una larga lista, en
este trabajo nos enfocaremos en el análisis de dos instituciones sumamente
relevantes para explicar el fenómeno estudiado. La primera es el Control de
Identidad 2 . La hipótesis fundamental que se sostiene, en lo referido a esta
figura, es que el modo en que está regulada en nuestro ordenamiento jurídico
otorga un radio de acción demasiado amplio a los funcionarios que la practican.
Se ha destinado un capítulo entero al análisis de esta figura, con el objeto de
entregar los argumentos suficientes para justificar debidamente la hipótesis en
comento. Una segunda institución a analizar es la Justicia Militar. Por las
razones que se exponen detalladamente en el capítulo final de esta tesis,
consideramos que el Sistema de Justicia Militar contribuye a la perpetuación de
hechos de violencia policial. En términos generales, podemos afirmar que dicho
sistema no opera adecuadamente como un mecanismo de control de la
actividad policial. Los argumentos vertidos en el capítulo respectivo intentan dar
suficiente peso a esta afirmación.

II.

Los hechos de violencia policial constituyen un modo de violación de derechos


fundamentales de los ciudadanos. En países como el nuestro, que en su
memoria reciente conserva el recuerdo de una cruenta dictadura militar, la
violencia policial puede ser comúnmente asociada con uno de los tantos
excesos que se cometían en el marco de regímenes que parecían ejercer

2
El Control de Identidad se halla regulado en el artículo 85 del Código Procesal Penal, cuya
tipificación actual ha sido transcrita en el capítulo dedicado a su estudio específico. En el mismo
capítulo es tratado su evolución histórica, desde la entrada en vigencia del Código Procesal
Penal hasta hoy.

8
poderes omnímodos. Lamentablemente, la violencia policial dista de ser un
problema del pasado. En Chile aún es posible constatar la subsistencia de tales
hechos de violencia policial, que constituyen retos para regímenes que dicen
ser democráticos y basados en un Estado de Derecho. ¿Son los hechos de
violencia policial, entonces, un problema para la efectiva vigencia del Estado de
Derecho? Responder adecuadamente esta pregunta exige hacer un esfuerzo
previo por esclarecer qué podemos entender por Estado de Derecho. A ello
hemos dedicado la primera parte del marco teórico.

En Chile, los hechos de violencia policial han sido estudiados por varios autores
e instituciones. Los informes más destacados han sido elaborados por la
Universidad Diego Portales, el Instituto Nacional de Derechos Humanos y la
organización internacional Human Rights Watch” 3 . Dichos documentos han
dedicado importantes esfuerzos a sistematizar los hechos de violencia policial.
Sus conclusiones constituyen fuentes ineludibles para el estudio de estos
acontecimientos en nuestro país. No obstante lo anterior, los informes de estas
instituciones adolecen de un déficit. Ellos se han ocupado extendidamente de
estudiar la violencia policial en dos contextos determinados: (i) la violencia que
tiene lugar en la región de La Araucanía, en el marco del conflicto social del
Estado chileno con el pueblo mapuche; y (ii) los episodios de violencia
producidos en el marco de protestas sociales.

Una hipótesis para explicar por qué la violencia policial ha sido sistematizada
sólo en el marco de esos dos contextos puede hallarse en que en ambos se
visibilizan importantes demandas políticas, que conciernen a parte importante
de la población chilena. Ello supone, por tanto, que los hechos de violencia

3
“Human Rights Watch” es una organización no gubernamental con sede en Estados Unidos,
que según su propia definición constituye “una de las principales organizaciones internacionales
independientes dedicadas a la defensa y protección de los derechos humanos”. Dicha
caracterización se encuentra en http://www.hrw.org/es/about Visitada el 18 de enero de 2014.

9
policial alcanzan mayor difusión, puesto que los espacios en que tienen lugar
concitan por sí mismos gran atención.

Valgan, someramente, algunos datos para justificar el diagnóstico realizado.


Desde el año 2009 a la fecha, los Informes Anuales sobre la Situación de los
Derechos Humanos en Chile elaborados por la Universidad Diego Portales
(“Informe de la Universidad Diego Portales”, en lo que sigue), se han abocado al
análisis de la violencia policial en el marco de contextos determinados.4 Es así
como en el trienio 2009 – 2011 el Informe de la Universidad Diego Portales
contuvo siempre un capítulo titulado “Protesta Social y Derechos Humanos”, los
cuales dedicaron algunas páginas a analizar los hechos de violencia policial
ocurridos en dicho contexto. En su ejemplar de 2012, en cambio, el Informe de
la Universidad Diego Portales contiene un capítulo que lleva por título “Violencia
Policial y Derechos Humanos”. Este capítulo se proponía, a la vez que
identificar ciertos patrones por medio de los cuales operaba la violencia policial,
identificar grupos vulnerables a dicha violencia5. Lamentablemente, al momento
de explicitar cuáles son esos grupos vulnerables, el trabajo no hace mención
alguna a lo que ocurre en las poblaciones.

Similar panorama presenta el análisis de los Informes de Derechos Humanos


del Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH, en lo que sigue). El trabajo
de esta institución es mucho más reciente, contando hasta ahora con sólo
cuatro números, que van del año 2010 al año 2013. Mientras que en el Informe

4
Menester es reconocer, sí, que desde sus primeras ediciones el Informe de la Universidad
Diego Portales consideró como objeto de preocupación la violencia policial. Sin ir más lejos, en
su primer número, el año 2003, se analizó la práctica de la tortura en Chile pero, más que como
un problema del presente, como un resabio de prácticas que se consolidaron durante la
dictadura de Augusto Pinochet. Los dos siguientes números, publicados los años 2004 y 2005,
contienen aproximaciones al fenómeno de la violencia policial desde el prisma de la entonces
reciente Reforma Procesal Penal. Los autores veían en la misma un posible mecanismo de
control para los hechos de violencia policial. En estos tres números, sin embargo, la violencia
policial nunca fue estudiada en contextos particulares, que es lo que sí ha hecho este Informe a
contar del año 2009.
5
UNIVERSIDAD DIEGO PORTALES. 2012. Informe Anual sobre Derechos Humanos.
Santiago, Ediciones Universidad Diego Portales, p. 255

10
del año 2011 la violencia policial es estudiada en el marco de las
manifestaciones sociales, en el año 2012 el INDH publicó dos documentos de
interés. El primero es un capítulo del Informe Anual que emite el organismo que
lleva por título “Seguridad Democrática y Derechos Humanos”, que tiene como
objetivo, en palabras del mismo, proponer “una perspectiva de derechos en el
ámbito de la seguridad ciudadana”. 6 Dicho capítulo, al identificar en qué
contextos resulta especialmente agudo el problema de la violencia policial, se
remite a lo ocurrido en la zona de La Araucanía y lo que sucede en el marco de
las manifestaciones sociales. No contiene referencia alguna a la situación de las
poblaciones. El segundo documento importante publicado por el INDH el año
2012 tampoco se ocupa de la situación de las poblaciones, desaprovechándose
una oportunidad privilegiada para referirse a la situación de éstas. Se trata de
un extenso informe titulado “Derechos Humanos y Función Policial”, elaborado
en el marco de un programa homónimo. Decíamos que éste era una
oportunidad para referirse a la situación de las poblaciones porque el informe
hace un esfuerzo por identificar grupos particularmente vulnerables ante la
violencia policial, pero sólo se limita a mencionar a los pueblos originarios y a la
comunidad LGTBI.7

Por último, en lo que respecta a los Informes emitidos por “Human Rights
Watch”, éstos son mucho más breves que los de las instituciones ya referidas, y
si bien dedican algunas líneas al estudio de la violencia policial en Chile, lo
hacen de forma mucho más somera y remitidas exclusivamente a la violencia
policial que tiene lugar en La Araucanía. Solo en sus dos últimas ediciones ha
dedicado su atención a las manifestaciones sociales. No es posible, sin

6
INSTITUTO NACIONAL DERECHOS HUMANOS. 2012. Informe Anual 2012: Situación sobre
los Derechos Humanos en Chile. Santiago, Instituto Nacional de Derechos Humanos, p. 20.
7
INSTITUTO NACIONAL DE DERECHOS HUMANOS. 2012. Informe Anual 2012: Programa de
Derechos Humanos y Violencia Policial. Santiago, Instituto Nacional de Derechos Humanos, pp.
56 – 62.

11
embargo, encontrar en sus páginas alguna referencia a lo que sucede en las
poblaciones de nuestro país.

Si nos hemos detenido extensamente en describir el contenido de estos


Informes es porque pensamos que el mismo puede operar como justificación
del estudio emprendido en esta tesis desde dos puntos de vista. En primer
lugar, porque el que la violencia policial se haya instalado como tema de
discusión da cuenta de que hablar hoy de esta práctica en un contexto
específico no implica hablar de una experiencia aislada o una situación
extremadamente excepcional. El que la violencia policial esté siendo objeto de
estudio en distintos contextos permite inferir que puede haber problemas que
trascienden lo particular de cada uno de estos espacios y que conciernen al
modo de operar de la actividad policial en nuestro país. En este sentido, esta
tesis pretende contribuir a esclarecer qué factores legales e institucionales
contribuyen a la perpetuación de la violencia policial en Chile. En segundo
término, creemos que esta tesis puede contribuir a ampliar el estudio de la
violencia policial a un contexto que hasta ahora no ha sido debidamente
examinado: se trata de la realidad de las poblaciones. Una de las afirmaciones
de este trabajo es que las poblaciones presentan características particulares
que las constituyen como grupos especialmente vulnerables a la violencia
policial.

III.

Habiendo expuesto ya la pregunta que esta tesis pretende contribuir a


responder, y la hipótesis que sostiene, así como las razones que justifican el
esfuerzo emprendido, corresponde dar cuenta de la estructura general de la
misma.

Los dos primeros capítulos tienen como función dar un contexto mayor al tema
nuclear de este trabajo. Ambos constituyen el marco dentro del cual se

12
desenvuelven la pregunta de esta tesis y la hipótesis respectiva. Un adecuado
desarrollo de los mismos, por tanto, permite una comprensión más cabal del
problema a tratar.

De esta forma, el primer capítulo es dedicado a la historia de La Legua, desde


sus orígenes hasta el día de hoy. Creemos que una cabal comprensión de lo
que sucede hoy en esta población exige conocer su devenir histórico. Lo que
las más de ocho décadas de historia de la población nos muestran es que la
marginalidad, la pobreza y la vulnerabilidad no son asuntos de un tiempo
presente difícil, sino flagelos que han afectado desde antaño a sus habitantes.
Dado que el análisis de los hechos realizado en esta tesis parte del contexto
particular en que éstos ocurren, la historia de la población contribuye a una
mejor comprensión de los mismos.

Luego del capítulo I se ha añadido un brevísimo excurso cuya finalidad es


precisar de qué hablamos en esta tesis cuando hablamos de una población
como La Legua. La definición del concepto de población, por cierto, es asunto
que dista del ámbito jurídico, por lo cual hemos acudido brevemente a otras
disciplinas a fin de poder trabajar con una definición de población.

El capítulo II está constituido por el marco teórico de este trabajo. Así, su


función es entregar un marco conceptual para el análisis de casos que se va a
realizar a contar del capítulo III. El capítulo II, a su vez, se divide en tres
secciones, cada una de las cuales aborda distintos temas. Para efectos de
orden, las individualizaremos ahora como II.1, II.2 y II.3. En la sección II.1 se
intenta esclarecer el concepto de Estado de Derecho. Se contraponen para ello
las definiciones más influyentes en la literatura académica contemporánea para
poder afirmar fundadamente que la debida vigencia del Estado de Derecho
exige la prohibición de utilizar el poder estatal arbitrariamente. De este modo, el
uso arbitrario de la fuerza policial puede ser debidamente calificado como una
transgresión al Estado de Derecho. Luego, en II.2 se aborda la jurisprudencia

13
de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en lo que respecta al
derecho a la vida, el derecho a la libertad personal y el derecho a la integridad
física y psíquica. Se ha optado por el examen de estos tres derechos porque,
como se verá en el capítulo III, son los que resultan vulnerados por los hechos
de violencia policial que han tenido lugar en La Legua. La jurisprudencia de la
Corte Interamericana contribuye a delinear los contornos de dichos derechos, y
el modo en que debe comportarse el Estado para su debida protección. Por
último, en II.3 se abordan los mecanismos de control de las policías. Una
somera revisión de los tipos de mecanismos de control identificados por la
doctrina permite hacerse una idea general de los distintos instrumentos por
medio de los cuales los Estados controlan el accionar de las policías. Esto será
especialmente útil para comprender el análisis del sistema de la justicia militar
en Chile que se lleva a cabo en el capítulo V, pues podremos discernir si acaso
puede éste ser calificado como un adecuado mecanismo de control del actuar
policial.

El capítulo III consiste en el análisis de los casos de violencia policial que tienen
lugar en La Legua. Por las razones que en el mismo se explican, se ha
trabajado con un universo de 39 casos, que han tenido lugar entre los años
2004 y 2014. Del universo de casos estudiados se han eliminado aquellos
hechos que, constituyendo violaciones a derechos fundamentales, eran autoría
de funcionarios de la Policía de Investigaciones, conservando solamente
aquellos cometidos por funcionarios de Carabineros de Chile. Varias razones
explican esta decisión. La principal razón para limitar el estudio a los hechos
cometidos por Carabineros es que éstos constituyen la inmensa mayoría de los
hechos reseñados. Así, mientras que se han consignado 39 hechos
constitutivos de violaciones a derechos fundamentales cometidos por
Carabineros de Chile, se ha tenido noticia de sólo 5 hechos de igual magnitud
perpetrados por funcionarios de la Policía de Investigaciones. Una segunda
razón que fundamenta la opción adoptada es que es Carabineros la institución

14
que posee una presencia permanente en La Legua, transformándose para los
habitantes de la misma en el rostro más común y conocido de la presencia del
Estado en la población. La Policía de Investigaciones tiene una presencia
esporádica, circunstancial, mientras que hay funcionarios de Carabineros
apostados en las esquinas de la población durante las 24 horas del día.

De algún modo, el capítulo III es el núcleo de este trabajo, puesto que en él se


encuentran las voces de los pobladores y pobladoras de La Legua, y se
presenta sin mayores mediaciones la realidad vivida día a día en la población.

Vale agregar, al respecto, que las denuncias reseñadas consisten, solamente,


en el testimonio de los pobladores y pobladoras. Éstas no han podido ser
cotejadas en ninguna otra fuente, puesto que de ninguno de los hechos aquí
relatados existe registro en ninguna parte. Sabemos que ello puede ser visto
como una debilidad de esta tesis, pero, al mismo tiempo, se trata de un
condicionante ineludible, por el tipo de material con que se ha trabajado: la
recopilación de los hechos narrados por quienes los han vivido es la única
manera de preservarlos. De lo contrario, quedarían condenados al silencio y al
olvido.

El capítulo IV propone una aproximación general a los factores legales e


institucionales que favorecen la perpetuación de los patrones de violencia
estudiados. Los capítulos V y VI, por su parte, son respectivamente dedicados
al análisis en profundidad de sendas instituciones que a nuestro juicio
contribuyen a la perpetuación de la violencia policial en La Legua. Se trata del
control de identidad y del sistema de justicia militar. En el capítulo IV se hace
ver que existen en Chile otros factores legales e institucionales que contribuyen
a la perpetuación de la violencia policial. Tanto la enumeración de tales factores
como las razones para no profundizar mayormente en ellos son debidamente
expuestas en dicho capítulo.

15
Tanto el capítulo V como el capítulo VI finalizan con conclusiones que
contienen, además, recomendaciones acerca de reformas fundamentales que
deberían realizarse en ambas instituciones en pos de dotarlas de estructuras
que, junto con permitir que cumplan mejor las funciones que el legislador les ha
asignado, eliminen los rasgos que hoy permiten que operen como mecanismos
perpetuadores de la violencia policial y se ajusten, así, a los requerimientos de
un Estado de Derecho y a los estándares que impone un debido respeto a los
derechos fundamentales.

16
CAPÍTULO I. HISTORIA DE LA POBLACIÓN LA LEGUA

1. Los orígenes de la población: Legua Vieja y Nueva La Legua

La población La Legua, aunque suele ser nombrada y tratada como un solo


espacio, comprende en realidad a tres grupos humanos que llegaron a ella en
distintos tiempos y provenientes de distintos lugares. 8 Ellos dieron lugar a
Legua Vieja, Nueva La Legua y, por último, Legua Emergencia.

El nacimiento de la población La Legua está marcado por una larga serie de


migraciones y desplazamientos. De muchos lugares, de muchas historias,
arriban familias completas a poblar un lugar que hasta entonces no era sino una
extensión baldía hacia el sur de la capital en la que florecía la especulación
inmobiliaria llevada a cabo por una élite que, por su parte, cada vez se
desplazaba más hacia el nororiente de la ciudad.9Dichas familias provenían de
cités, conventillos y barriadas; otras venían de las afueras de la ciudad,
expulsadas de fuentes laborales asociadas al espacio agrario. No faltaban
tampoco los hijos o los hijos de los hijos de las víctimas de la declinación
salitrera10.

El primero de los tres grupos que llegó a ocupar el espacio que hoy
corresponde a La Legua, como su nombre bien lo denota, fue el que dio lugar a
Legua Vieja, cuyo asentamiento ocurrió hacia la década del 20, “cuando
familias provenientes mayoritariamente de las antiguas oficinas salitreras del
norte se trasladaron hacia la periferia sur para ocupar predios de Santa Rosa de
Macul, en la Viña La Legua […]”.11 La migración hacia los terrenos de Legua
Vieja se intensificaría luego de la crisis económica de 1929. Si bien los límites

8
ÁLVAREZ, P. 2014. Legua Emergencia: Una historia de dignidad y lucha. Santiago, Ediciones
Universidad Diego Portales, p. 54.
9
ÁLVAREZ, P. 2010. Vidas Intervenidas. La población Legua Emergencia (1949 – 2010).Tesis
para optar al grado de magíster en Antropología. Santiago, Universidad Alberto Hurtado, p. 48.
10
Ibíd.
11
ÁLVAREZ, P. 2014. op. cit. p. 71

17
de dicho emplazamiento no son totalmente claros, Álvarez los sitúa,
aproximadamente, en las calles Pedro Alarcón al norte, Cabildo al Poniente,
Salvador Allende al sur y Mateo de Toro y Zambrano al Oriente.12

Más de 20 años transcurrieron para que los terrenos aledaños a Legua Vieja
fueran ocupados. Se trataba de potreros pertenecientes al Seguro Obrero,
hacia los cuales, en el año 1948, “el Departamento de la Vivienda del
Comisariato General de Subsistencias comenzó a trasladar pobladores
provenientes de otras “poblaciones callampa” que se encontraban
peligrosamente superpobladas.” 13 Este asentamiento daría lugar a Nueva La
Legua. A diferencia de lo que había ocurrido con Legua Vieja, en que el origen
de muchos de quienes a ella llegaron podía ser asociado a un hecho específico,
como la declinación salitrera, los habitantes de Nueva La Legua provenían de
diversos lugares y su llegada a la población no podía ser asociada a una
coyuntura particular. Así, es posible hallar a personas que provenían de lugares
tan diversos como el Zanjón de la Aguada o de Ñuñoa. 14 Hacia fines de la
década del 40, por tanto, ya se encontraban poblados dos de los tres sectores
que constituyen lo que hoy es la población La Legua.

2. Desde la fundación de Legua Emergencia hasta el golpe militar

Hacia el final de la década del 40 e inicios de la década del 50’ comienza el


proceso de poblamiento de lo que hoy es Legua Emergencia. Se trata de un
proceso que se desarrolla en la frontera de la oficialidad “debido a que su
ocupación se sale de los marcos preestablecidos por la propia política impuesta
por el gobierno en materia de habitación”15: a partir de 1947 el Estado había
desarrollado, por medio de la entonces Caja de Habitación Barata, un plan de

12
ÁLVAREZ, P. 2014. op. cit. p. 67.
13
MONTALVA, P. 1951. Problemas médico-sanitarios de la población Nueva La Legua.
Facultad de Biología y Ciencias Médicas, Universidad de Chile, Santiago, p.11. Citado por
ÁLVAREZ, P. 2014. op. cit., p. 72.
14
ÁLVAREZ, P. 2014. op. cit., p. 72.
15
ÁLVAREZ, P. 2014. op. cit., p. 51

18
habitabilidad de casas de emergencia en todo el país. Quienes llegaron a
habitarla lo hicieron confiados en esa promesa: se trataría de un lugar de
transitoriedad del que partirán cuando el Estado entregase las prometidas
viviendas definitivas. Así lo atestiguan testimonios de los primeros pobladores,
para quienes “las casas parecían pesebreras, tenían un techo de zinc, suelo
encementado (sic), una pequeña ventana, una puerta; hacía mucho frío […]”16.

Al poco tiempo de llegados a dichos inmuebles de emergencia, los pobladores


comenzaron a experimentar que la promesa de casas definitivas no se
concretaba, lo que los llevó a asumir que el lugar al que habían llegado era
aquel en que debían comenzar a construir sus vidas de manera definitiva De lo
que se trataba, por tanto, era de comenzar a inventar distintas formas de
supervivencia en un lugar marcado por la pequeñez y estrechez de los hogares
y la dificultad ambiental, caracterizada por los problemas de salubridad que
ocasionaba vivir en los espacios aledaños al Zanjón de la Aguada. Eso, en la
práctica, significaba “que toda mejora, construcción, transformación de su
entorno inmediato, como la casa e incluso del espacio público, como la calle,
pase por ‘juntar peso por peso, unirse y solidarizar entre los vecinos”17.

El hecho de estabilizarse en el lugar supuso para las familias que habían


llegado nuevos desafíos, relacionados, fundamentalmente, con las mejoras de
las condiciones de vida, cuyo principal y gran problema era el hacinamiento. Se
podían llegar a encontrar familias de más de treinta integrantes que vivían en
casas con dos piezas.18 El hacinamiento se traduce y encarna como carencia
de espacios propios, generando fenómenos como la promiscuidad y la violencia
intrafamiliar. Como contracara del hacinamiento, y en parte producto del mismo,
se va consolidando el espacio público por antonomasia de la población: la calle.

16
Entrevista oral efectuada a Humberto e Inés por Paulo Álvarez recogida en: ÁLVAREZ, P.
2003. La voz desde el recuerdo en Legua Emergencia. Documento de Trabajo (Inédito).
17
Entrevista oral efectuada a la familia Lorca Núñez por Paulo Álvarez recogida en: ÁLVAREZ,
P. 2003. op. cit.
18
ÁLVAREZ, P. 2014. op. cit. p. 98.

19
En ella “se han formado parte importante de las seis generaciones que han
vivido [en La Legua]19.

Las dinámicas sociales generadas por la pobreza y marginación, exacerbadas


por los medios de comunicación de masas, van a contribuir a que sobre La
Legua se tienda un manto de estigmatización y discriminación. Los mismos
medios de comunicación, omitiendo cualquier esfuerzo por explicar los
mecanismos que generan la pobreza, la violencia, las prácticas delictivas
asociadas a sectores “marginales”, optaron constantemente por situar a estas
prácticas en el centro de la noticia, como si fueran ellas el modo que definía la
vida cotidiana de los pobladores de Legua Emergencia. . “Con el pasar del
tiempo, La Legua comenzó a aparecer en los medios de comunicación, siempre
en relación a las tensiones sociopolíticas –en el Chile de los 60, por ejemplo–, a
la delincuencia o la seguridad pública. Pero las problemáticas centrales y los
mecanismos que podrían explicar la existencia de tales situaciones no figuraban
en las páginas de la prensa, ni tampoco las inquietudes y desafíos de sus
pobladores”20.

3. La dictadura militar y la consolidación del narcotráfico

Las décadas de exclusión sufridas por los habitantes de La Legua fueron


configurando un “ethos” poblacional propio, caracterizado, como ya se ha
aventurado, por la acción colectiva destinada no sólo a la construcción de un
destino compartido, sino que, muchas veces, al mero acto de sobrevivir. Desde
el punto de vista de la acción estatal, La Legua se fue configurando como un
sector que recibía poca atención, el destino de promesas incumplidas al cual se
canalizaban escasísimos recursos. Había sido así al momento inicial de su
poblamiento, lo siguió siendo en los años siguientes, cuando los pobladores
hubieron de seguir adelante con sus vidas, sostenidos solamente por la

19
ÁLVAREZ, P. 2010. op. cit. p. 56.
20
ÁLVAREZ, P. 2014. op. cit. p. 124.

20
resistencia nacida de la horizontalidad y la camaradería. Y lo fue, sobre todo, a
contar del golpe militar.

El 11 de septiembre de 1973 es recordado por muchos pobladores como uno


de los días más cruentos en la historia de la población. Hay quienes incluso
aseveran que los militares evaluaron la factibilidad de bombardear la
población.21 El dolor, el terror, se fue extendiendo, eso sí, mucho más allá del
día del “golpe”, y comenzó a instalarse como una dinámica permanente. En La
Legua, y en especial en Legua Emergencia, la muerte comenzó a convertirse
en presencia cotidiana: la represión no escatimó en quitar la vida,
especialmente a aquellos que desde tiempo atrás estaban involucrados en
prácticas delictivas. Cuentan los que vivieron para poder contarlo que “a uno de
los cabros, choro, se lo llevaron pa´ atrás, adonde está la animita ahora, y lo
liquidaron ahí mismo”. Que a otro lo asesinaron apenas volvió de EE.UU. para
celebrar el 18 de septiembre. Que otro, el “Ácaro”, sobrevivió porque “se
desmayó en el mismo instante en que las demás personas con quienes estaba
caían ejecutadas en una fosa del Cementerio Metropolitano”. 22 Hechos como
los relatados se repiten por doquier: en La Legua los asesinatos perpetrados
por agentes de la dictadura sobrepasan la cincuentena. La crudeza con que la
represión dictatorial se desató en La Legua es graficada también por el alto
número de allanamientos (diez) que sufrió la población siendo superior sólo el
número de allanamientos sufridos por la población La Victoria, en la comuna de
Pedro Aguirre Cerda.23

La violencia que la dictadura militar desató sobre La Legua no solamente tenía


el crudo rostro de los asesinatos, ejecuciones arbitrarias o los allanamientos.
Fue, al mismo tiempo, adquiriendo formas que permeaban todos los tejidos de

21
ÁLVAREZ, P. 2010. op. cit. p. 66.
22
ÁLVAREZ, P. 2010. op. cit. pp. 66 – 67.
23
LIN, T. 2012. Desarmar el laberinto, violencia, estructura física e intervención en Legua
Emergencia. Tesis para optar al grado de magíster en Desarrollo Urbano. Santiago, Pontificia
Universidad Católica de Chile, p. 55.

21
la población. “La dictadura se encargó de aniquilar por completo toda
posibilidad de normalidad en la vida cotidiana de La Legua. La dictadura
convirtió lo anormal, la alteración del espacio público, en lo cotidiano” 24. De este
modo, se fue redefiniendo la cotidianeidad de los pobladores: familias que
quedan desvalidas, pérdida de los precarios espacios públicos de la población –
ahora repletos de militares–, hasta el límite insultante de alterar los recorridos
del transporte público más de una vez por semana, como ha relatado un
poblador de entonces.25 Todo ello obligó a buscar e inventar nuevas formas de
sobrevivencia. Y es posible encontrar entonces las primeras muestras de
solidaridad desde y para con las víctimas de la lógica de muerte: comenzaron a
funcionar los comedores populares en la comunidad católica Nuestra Señora de
La Paz, ubicada en el corazón de Legua Emergencia apenas una semana
después del golpe de Estado26, lo que no constituía sino una muestra más de la
camaradería y la solidaridad que había atravesado la corta historia de la
población.

Durante esos años, al hurgar en las prácticas que aseguraban el sustento


material de algunos habitantes de la población, comenzó a aparecer el
narcotráfico, una actividad ilícita nueva, para muchos y muchas aún
desconocida, y que se distanciaba de las prácticas delictivas “tradicionales”
(hurtos, robos, etc.) porque funcionaba bajo estricta confidencialidad,
expandiéndose como un secreto a voces, al contrario de la soltura con que eran
sabidas, por ejemplo, la vida de los “choros”.

Como es sabido, el narcotráfico actúa no sólo fuera de los márgenes de la


legalidad, sino que lo hace cubierto por un manto de impunidad que hace difícil
dar cuenta de sus formas de operar. Sin embargo, existen fuentes y

24
LIN, T. op. cit. p. 55.
25
Ibíd.
26
ÁLVAREZ, P. 2010. op. cit. p. 67.

22
antecedentes que nos permiten entender su penetración en La Legua. La
primera paradoja a la que uno se enfrenta es cómo la dictadura, que reprimió
con inusitada violencia a los autores de prácticas delictivas usualmente
asociadas al lumpen, pudo permitir el florecimiento del tráfico de drogas. Si
bien no se dispone de elementos concluyentes, podría inferirse que entre la
dictadura y el narcotráfico existió una relación de impunidad, que habría
involucrado a “altos personeros del Estado, no sólo del poder ejecutivo, sino
también judicial”27. Se trata de un fenómeno esquivo, difícil de ubicar espacial y
temporalmente: el narcotráfico teje sus redes desde muchos países, operando
con cifras multimillonarias y disponiendo de una “larga cadena de elementos y
actores involucrados”28. Todo esto implica que es un error pretender entender
el fenómeno del narcotráfico desde las prácticas delictivas que produce en los
últimos eslabones de la cadena: los asociados a la venta y el consumo,
comprensión que hoy parecieran alentar con insistencia los medios de
comunicación. El poder del narcotráfico, que le permite actuar como actúa,
radica justamente en los eslabones de la cadena que no conocen La Legua, y
que pueden operar cobijados por el manto de la impunidad que otorgan el
poder y el dinero.

Los motivos que llevaron a los pobladores de La Legua a ser parte del negocio
del narcotráfico eran, sin duda, variados, pero entre ellos, y sin pretender sobre
–explicarlo, puede identificarse una matriz común: la necesidad de sobrevivir. El
tráfico de drogas aparecía como una manera fácil y veloz de ganar dinero.
Representaba, así, una vía expedita y sencilla para dejar atrás el estado de
profunda vulneración y exclusión arrastrado, desde el origen, por La Legua, en

27
ÁLVAREZ, P. 2010. op. cit. p. 68 Sobre la relación entre la dictadura militar chilena y el
narcotráfico, existen algunas investigaciones periodísticas, entre las que destaca la de Rodrigo
de Castro y Juan Gasparini: DE CASTRO, R. y GASPARINI, J. 2000-2001. La delgada línea
blanca. Narcoterrorismo en Chile y Argentina. Santiago-Buenos Aires, Ediciones B.
28
ÁLVAREZ, P. 2010. op. cit. p. 68

23
especial por Legua Emergencia.29 Una vez inmersos en el tráfico de drogas, las
personas involucradas se sienten en la necesidad de mantener su estatus (y
los bienes que permiten la consecución de ese estatus) c que los impulsa a
seguir siendo parte de esa actividad. Además, salir del negocio no era fácil. La
posibilidad de ser acusado de traidor o de estar coludido con la policía hacía, y
sigue haciendo, que la “inmersión en el mundo del tráfico de drogas sea, casi,
sin retorno” 30 . El ingreso de los pobladores al tráfico de drogas comenzó a
modificar, progresivamente, la fisonomía de la población: comenzaron a
aparecer armas, y éstas se fueron transformando en fuente de reconocimiento y
respeto para quienes las detentaban; los jóvenes, por su parte, comenzaron a
abandonar un sistema formal de educación que ofrecía posibilidades mucho
menos auspiciosas que lo que prometía el mundo del narcotráfico. A contar de
entonces, para los más pequeños el mundo ligado a la droga se va
naturalizando hasta convertirse en el único posible. El narcotráfico ha generado
“los quiebres más significativos y duraderos que [La Legua] recuerde”31.

4. Los gobiernos de la transición: consolidación y expansión del


narcotráfico en la población

Si la dictadura constituyó el escenario apto para que el narcotráfico se


expandiera y consolidara en La Legua, lo que sucedió durante los primeros
gobiernos de la Concertación de Partidos por la Democracia puede ser descrito
como un proceso de continuidad con lo anterior, en que el terreno que había
sido fertilizado durante los oscuros años que van de 1973 a 1990 siguió siendo
arado con igual intensidad. Acaso la principal diferencia es que el tráfico de
drogas se volvió más visible, comenzó a tomarse las calles de la población. Y

29
LIN, T. op. cit. p. 58
30
LIN, T. op. cit. p. 69.
31
LIN, T. op. cit. p.70

24
lo que bajo la oscura sombra de la represión dictatorial se esbozaba al nivel del
murmullo, comenzó a formar parte del paisaje cotidiano de la población.

Si bien resulta difícil esclarecer el entramado de las redes del narcotráfico


durante estos años, y por tanto obtener alguna conclusión sólida acerca de su
funcionamiento, canales y estructuras, sí hay ciertas confluencias a la hora de
sindicar a quienes permitieron que el narcotráfico se asentara con firmeza en La
Legua durante la década del 90’. Las investigaciones confluyen en un nombre:
Manuel Fuentes Cancino, apodado “El Perilla”, quien en los postreros años de
la dictadura se hizo un “nombre” en el mundo del narcotráfico gracias al
padrinazgo que le otorgó el renombrado Mario Silva Leiva, más conocido como
“El Cabro Carrera” 32 . El “Perilla”, que contaba con prontuario penal por
actividades delictivas fuera del país, instaló en La Legua el “cuartel general” de
su negocio.33

Tai Lin, basado en los resultados de una investigación de ECO realizada a


inicios de la década del 2000, sostiene que al retornar la democracia, el tejido
de organizaciones de La Legua se desarticuló, a la vez que se fortaleció en
esos años una organización (informal) constituida por “el Perilla”, la que
involucraba a cada vez más vecinos en el tráfico de drogas.34 Se ha dicho que
el accionar de “El Perilla” cambió incluso la fisonomía de la población: para
resguardar la seguridad del “negocio”, llegó a pintar casas contiguas del mismo
color, las cuales, por supuesto, eran todas de su propiedad.35

Al masificarse la participación en un negocio en que abundaban las armas,


comenzaron a hacerse cada vez más frecuentes las balaceras en la población.

32
Las ya citadas investigaciones de ÁLVAREZ y LIN. Véase también VILLARUBIA, G. La
dictadura de los narcos que se adueñaron de La Legua. [en línea] CIPER. 10 de enero, 2011.
<http://ciperchile.cl/2011/01/10/la-dictadura-de-los-narcos-que-se-aduenaron-de-la-legua/>
[consulta: 16 febrero 2014]
33
VILLARUBIA, G. op. cit.
34
LIN, T. op. cit. p. 59
35
VILLARUBIA, G. op. cit.

25
Muchos de esos enfrentamientos se generaban por los roces entre “choros” y
“narcos”36. El nivel de violencia fue en aumento, lo que generó que hacia 1998
tuviera lugar una de las intervenciones policiales más crudas en años, que para
muchos pobladores fue como una vuelta a la dictadura militar, porque una vez
acabada ésta pensaron que nunca más iban a ser tratados con la misma
violencia. Pero el operativo que tuvo lugar el 8 de enero del ya mencionado año,
cuando un ex mirista (“el Guatón Pablo”) se enfrentó a balazos a Carabineros,
dando muerte a dos de ellos, lo que provocó un impactante operativo policial en
que abundaron allanamientos, detenciones a pobladores y vejaciones tanto
físicas como verbales, trajo a los pobladores el recuerdo y la crudeza de la
violencia de antaño; “un desastre que dejó sentimientos de rabia, decepción,
desesperanza y soledad.”37

Los once años y seis meses que transcurren entre el fin de la dictadura militar y
la intervención iniciada por el gobierno de Ricardo Lagos pueden ser descritos,
por lo hasta aquí dicho, como un tiempo de consolidación del mercado de la
droga en la población, el que al tiempo que elevaba figuras que representaban
poder, ostentación y confort, dejaba como su huella más terrible un sinnúmero
de niños, jóvenes y adultos literalmente botados, “dedicados las 24 horas del
día al consumo de drogas hasta quedar absolutamente desnudos ante cualquier
tipo de protección, incluso perdiendo la vida.”38

5. Desde el Plan de Intervención hasta hoy

La violencia hasta aquí descrita alcanzó uno de sus puntos más álgidos en
septiembre de 2001. Específicamente el día 23, cuando fue asesinado “el
guatón Ceni” (su nombre de pila era José Manuel Ortega Lara), sindicado por
algunos medios de comunicación social como “el jefe narco de La Legua”.

36
LIN, T. op. cit. p. 59
37
ÁLVAREZ, P. 2010. op. cit. p. 81
38
ÁLVAREZ, P. 2010. op. cit. p. 80.

26
Durante los funerales, y ante las cámaras de los periodistas que habían acudido
a la población a cubrir la noticia, una de las tías de la víctima, María Lara
Sandoval, sostuvo que “la vida de su sobrino sería cobrada con sangre”. La
respuesta causó revuelo. Para quienes se enteraron por la prensa, era el
síntoma indesmentible de una situación insostenible. Pero, por el contrario,
“nadie lo suficientemente familiarizado con las situaciones, hechos y
posibilidades locales podía sorprenderse”. 39 Las reacciones gatilladas por el
asesinato y especialmente por las posteriores declaraciones dieron lugar a lo
que, desde la perspectiva del discurso oficial, supone un punto de inflexión en la
forma en que el Estado había abordado la violencia que tenía lugar en la Legua,
en especial en Legua Emergencia, fundamentalmente porque por vez primera
un personero estatal de alto renombre se refería explícitamente al tema Ese
día, el entonces subsecretario del Interior, Jorge Correa Sutil, declaró que “en
Chile no hay un Estado dentro de otro Estado”. Acto seguido, anunció que el
gobierno implementaría en La Legua un Plan de Intervención, que obedecía a
un programa que llevaba por título “Comuna Segura, Compromiso Cien”.40

A partir de entonces se han sucedido una serie de iniciativas cuyo hilo


conductor no ha sido debidamente explicitado ante los pobladores de La Legua
Se han sucedido programas, talleres, estudios, impulsados ya desde el Estado
o desde organizaciones privadas en conjunto con éste. A eso se suma un
actuar policial cada vez más intenso y frecuente. Valga como ejemplo, uno
entre tantos: semanas después del anuncio del entonces subsecretario Correa,
Carabineros realizó un allanamiento a más de 300 casas de la población,
argumentando que su fin era terminar con el tráfico de drogas.

A pesar de la serie de iniciativas que los distintos gobiernos han dicho llevar a
cabo en Legua Emergencia, los años posteriores a la muerte de “El Guatón

39
ÁLVAREZ, P. 2010. op. cit. p. 82.
40
ÁLVAREZ, P. 2010. op. cit. p. 82

27
Ceni” siguieron siendo escenario de una cruda violencia. Continuaron
sucediéndose los tiroteos –que muchas veces terminan con víctimas fatales
producto de “balas locas”–, las incriminaciones callejeras a vecinos que son
sindicados como “sapos” y acusados de trabajar para la policía o el mismo
gobierno41 y no se logró la disminución ni de la masividad ni de la violencia con
que opera el tráfico de drogas en la población.

El Estado, por su parte, sostuvo una intervención que no posee plan definido ni
parece en condiciones de estabilizarse. Así se desprende de las equívocas
declaraciones oficiales, de las respuestas evasivas, de la poquísima claridad
con que la mentada intervención es tratada por las autoridades. Resulta en
extremo dificultoso hallar respuestas institucionales que expliciten cuál es
efectivamente la acción estatal desplegada en la población La Legua. Hacia el
año 2005, y luego de una serie de entrevistas, el investigador Paulo Álvarez
obtuvo de las autoridades la información de que el plan realizado en La Legua
llevaba por nombre “Plan Barrio Seguro”42, el cual fue concluido en La Legua
sin que existiera ningún tipo de evaluación clara, que permitiera control
comprender mejor la realidad de la población y los efectos de la acción estatal.

Lo cierto es que más allá de los vaivenes y los equívocos del discurso público,
hacia el interior de la población la intervención continuó, consolidando una
presencia cada vez mayor, y un actuar cada vez más violento de la policía, en
particular de Carabineros. Para algunos pobladores se trató de una
“militarización de la población”. Otro afirma que “[l]a intervención es un circo
para demostrar que el estado de derecho existe en la población”43.

Una de las muestras más palmarias de la intensificación de la acción policial es


el hecho de que a contar del año 2004 Carabineros y la Policía de

41
ÁLVAREZ, P. 2010. op. cit. p. 85
42
ÁLVAREZ, P. 2010. op. cit. p. 89
43
Los dos testimonios reseñados pueden ser hallados en ÁLVAREZ, P. 2010. op. cit. pp. 85 y
87.

28
Investigaciones comenzaron a realizar “amplios operativos en la Legua
chequeando las identidades de todas las personas que salen o entran a la
población”44. Si no fuera por lo relatado hasta ahora, estos hechos resultarían
impresionantes: durante el primer quinquenio de la Intervención (es decir, entre
los años 2001 y 2006), “al menos un 8,46% de los habitantes de la población La
Legua ha sido detenido” (estadísticas de CONACE)45.

6. “Se trata de un nombre de fantasía…”

El equívoco actuar de las autoridades a la hora de explicitar y transparentar en


qué consiste el Plan de Intervención en La Legua llevó a Paulo Álvarez Bravo
(poblador de la misma) a solicitar al Ministerio del Interior, en diciembre de
2009, información sobre el Plan, que permitiera esclarecer sus objetivos, fases
de implementación, evaluaciones, etc. Como respuesta, el Ministerio del Interior
presentó un resumen de proyectos sociales llevados a cabo en ese entonces en
la población, ninguno de los cuales hacía mención a algún plan de seguridad.

Ante dicha respuesta, el 20 de enero de 2010 Paulo Álvarez interpuso ante el


Consejo para la Transparencia (CPLT, en lo que sigue) un amparo de acceso a
la información pública en contra de la Subsecretaría del Interior, fundado en el
hecho de que la información entregada era incompleta.46

El CPLT estimó que no se aportaron los antecedentes suficientes por parte de


la autoridad que permitiesen afirmar la existencia de un plan de intervención
policial en la población La Legua o explicaran la presencia de Carabineros en la
misma47. En esas condiciones, razonó el CPLT, no se puede considerar que la
solicitud fue contestada satisfactoriamente48. El CPLT consideró que lo anterior
se produjo debido a que el organismo reclamado desvió la solicitud de su

44
ÁLVAREZ, P. 2010. op. cit. p. 90
45
ÁLVAREZ, P. 2010. op. cit. p. 91.
46
CONSEJO PARA LA TRANSPARENCIA. Decisión Amparo Rol C39-10.
47
Ibíd., Considerando 2º.
48
Ibíd., Considerando 3º.

29
sentido original, infringiendo el principio de facilitación consagrado en el artículo
11 f) de la Ley de Transparencia49. Estimó que dicha obstrucción de información
es especialmente delicada tomando en cuenta que la solicitud se refiere a
acciones de la autoridad que podrían haber incidido en derechos y libertades
ciudadanas, circunstancia que ameritaba una actitud especialmente diligente y
apegada al principio señalado50.

A pesar de que la autoridad recurrida negó la existencia de algún plan de


intervención en La Legua e incluso afirmó en la audiencia respectiva que dicho
plan era en realidad un “nombre de fantasía” utilizado para referirse a un
conjunto de políticas desarrolladas en la población, al CPLT le llamó la atención
que tras una somera búsqueda en internet haya dado con un abundante
número de declaraciones de autoridades públicas, incluyendo autoridades del
mismo Ministerio del Interior, en donde se aludía al plan de intervención,
supuestas fases del mismo plan, renovaciones de éste, nuevas medidas,
coordinación con otras autoridades, etc.51-52

Ponderados todos los antecedentes, el CPLT concluyó que “el Ministerio del
Interior ha tenido participación —y al parecer, en un rol coordinador— en
intervenciones en la Población de la Legua cuyo objeto ha sido elevar los
niveles de seguridad pública, lo que supondría contar con información sobre
esta materia al margen de la sanción formal de un plan específico. Por lo
demás, no puede aceptarse que la autoridad emplee nombres de fantasía que
aludan a ciertas realidades (en este caso claramente a acciones relacionadas
con la seguridad pública) y cuando se consulte sobre ellas se niegue su
existencia o su participación en las acciones que naturalmente se entenderían

49
Ibíd., Considerando 4º.
50
Ibíd., Considerando 4º.
51
Ibíd., Considerandos 5º y 6º.
52
Nótese que la insuficiencia de la respuesta del órgano requerido (la Subsecretaría del Interior)
fue tal, que el mismo CPLT refierió expresamente, en el considerando citado, que se hizo hecho
una “somera navegación en internet”, fruto de la cual citó algunas noticias aparecidas en
distintos portales electrónicos.

30
allí incluidas. Por el contrario, resulta esencial en un régimen democrático que
la autoridad rinda cuenta de sus acciones y lo haga de manera proactiva” 53. El
CPLT le ordenó al Ministerio del Interior entregar al solicitante la información
que tuviera sobre las acciones que se hubiesen realizado y se estuviesen
realizando en relación a la seguridad pública de la población La Legua, así
como entregar los fundamentos escritos o cualquier tipo de documento o acta
que tuviese sobre ese respecto54.

En su voto concurrente, el Consejero Juan Pablo Olmedo Bustos, hizo hincapié


en la relación entre la rendición de cuentas y la protección de los derechos
fundamentales de las personas. En concreto, señaló que existe un “deber
estatal de rendirle cuenta a los ciudadanos e informarles de los procesos de
planificación e implementación de planes adoptados en materia de seguridad
pública, particularmente para asegurar que su contenido respete integralmente
los derechos fundamentales de todas las personas”55.

Casi cuatro años después de la solicitud de información hecha por Paulo


Álvarez, el día 1 de julio de 2013 fue recibida por la Subsecretaría de
Prevención del Delito (también dependiente del Ministerio del Interior) una
solicitud de información realizada por Carlos Poblete Acuña, en la que éste
solicitaba a dicha Subsecretaría conocer “[i]nformación relativa a ‘Iniciativa
Legua’, plan implementado por la Subsecretaría de Prevención del Delito, en
dicha población”56. La Subsecretaría en cuestión contestó a la solicitud el día 8
de agosto de 2013, por medio de oficio N° 1889. En él se hace mención a que
la Iniciativa en comento tendría cinco ejes, cuales son: (i) Identidad y cultura; (ii)
Desarrollo social; (iii) Desarrollo urbano; (iv) Trabajo y fomento productivo; (v)
Educación, salud e Infancia. Si bien en algunos de estos ejes se hace mención

53
Ibíd., Considerando 10º.
54
Ibíd., Considerando 11º.
55
Ibíd., p. 10.
56
SUBSECRETARÍA DE PREVENCIÓN DEL DELITO. Solicitud de Información N°
AB091C0000001.

31
a la violencia de que la población es escenario cotidianamente, y se atiende a la
presencia del tráfico de drogas, no deja de llamar la atención que el actuar
policial no sea explícitamente desarrollado en ninguno de estos tópicos,
cuestión que parece problemática, por cuanto los testimonios entregados por
los pobladores no dan cuenta de una disminución de la presencia policial ni de
un cese de las conductas violatorias de derechos fundamentales descritas en la
sección siguiente. Al igual que en la respuesta entregada a Paulo Álvarez el año
2009, la Subsecretaría a cargo parecía descuidar uno de los aspectos más
relevantes de la Intervención estatal en La Legua. De este modo, la respuesta
entregada fue del todo inconsistente con la realidad vivida día a día en la
población.

Sólo al momento de referirse a las instituciones participantes en la “Iniciativa La


Legua” y al ser requerida por la participación de Carabineros de Chile en la
misma, el Oficio emanado de la subsecretaría se refirió a la actuación de esta
policía. Señaló éste que “no se trabaja con Policía de Investigaciones” y que
respecto a Carabineros de Chile “[e]sta institución participa de la ‘Iniciativa
Legua’ a través del diseño e implementación de ‘Servicio Focalizado Legua’ a
cargo de la Prefectura Oriente.” Al referirse a la misión de Carabineros en la
población, señala el oficio que “[e]ste pilar tiene como objetivo la recuperación
del orden público en el territorio a través de la acción focalizada de las distintas
agencias que permitan recuperar el espacio del crimen organizado facilitando
así la ejecución de distintos programas sociales.” (sic) Y agrega, finalmente,
que “[e]l responsable es el comisario de la 50° Comisaría de San Joaquín, el
Mayor Gustavo Saavedra.”

Nada más se dice acerca del rol de Carabineros de Chile en La Legua.


Cualquier observador más o menos atento a la realidad de la población puede
constatar la enorme brecha existente entre lo que se vive día a día en sus calles
y la vaguedad y brevedad con que responde el organismo responsable del

32
diseño y ejecución de los planes de seguridad pública en nuestro país, ente
gubernamental del que además depende directamente Carabineros de Chile.

El oficio hasta aquí analizado da otra muestra de la poca rigurosidad con que el
poder estatal se despliega en La Legua. Evidencia de ello encontramos en la
respuesta de la Subsecretaría al momento de referirse a la “Información relativa
a evaluaciones que se hayan hecho a la Iniciativa La Legua”, la cual señala que
“[a]l ser un trabajo que se viene desarrollando hace dos años, aún no es factible
técnicamente contar con evaluaciones de resultados”. Creemos que por lo visto
hasta aquí la respuesta de la Subsecretaría puede ser calificada, como mínimo,
de irresponsable, por cuanto se desentiende del actuar estatal que tiene, por lo
menos, una década.

En principio, es dable pensar que la imprecisión en la respuesta se deba a que


se trata de autoridades gubernamentales distintas y de una institución
57
relativamente reciente . Pero lo que está en juego son derechos
fundamentales de los ciudadanos. Y, adicionalmente, se trata de un grupo
especialmente vulnerado, como los habitantes de La Legua. Por ello, un plan
como el que aquí se estudia debiese entroncarse con los programas que lo han
antecedido, para recoger lo aprendido en la experiencia, para que se puedan
elaborar evaluaciones, diagnósticos y proyectos rigurosos y sustentables.

57
La Subsecretaría de Prevención del Delito fue creada por el gobierno de Sebastián Piñera en
febrero de 2011, mediante la Ley 20.502.

33
EXCURSO: PRECISANDO EL CONCEPTO DE POBLACIÓN

En este trabajo hemos sostenido que unos de los déficits de que ha adolecido el
estudio de la violencia policial en nuestro país desde una perspectiva de
derechos humanos, es que ha omitido atender algunos de los espacios en que
dicha violencia se despliega con más fuerza, constituyendo así un contexto de
marcada vulnerabilidad: se trata de las poblaciones. Para un mejor desarrollo
de este punto, es necesario ensayar una definición general de lo que es una
población. No pretendemos agotar todos sus elementos, sino solamente ofrecer
algunas pautas generales que permitan comprender qué características definen
a estos espacios, dentro de los cuales La Legua puede ser encasillada.

El concepto de “población” puede ser definido, como lo hace Tai Lin, desde el
concepto de barrio58, el cual, como reconoce él mismo, presenta características
difusas que dificultan la construcción de una definición unívoca. Ricardo Tapia
muestra que la definición de barrio que se adopte dependerá de la perspectiva
desde la cual se trabaje 59 , habiendo autores que enfatizan unas u otras
características salientes de lo que puede ser calificado como un barrio. Aun así,
una definición general la encontramos en los autores Merlin y Choay, para
quienes el barrio es una "[f]racción del territorio de una ciudad, dotada de una
fisonomía propia y caracterizado por las trazas distintivas que le confieren una
cierta unidad y una individualidad. Dentro de ciertos casos, el nombre del barrio
puede ser dado a una división administrativa, pero la mayoría de las veces, el
barrio es independiente de todo límite administrativo. Se habla todavía de barrio
para designar la comunidad de los habitantes de una parte de la ciudad." 60 A

58
LIN, T. op cit. p. 14.
59
TAPIA, R. Criterios para definir el concepto de barrio. Implicancias metodológicas y de política
pública. Documento de Circulación Interna Proyecto Anillos de Investigación en Ciencias
Sociales “Crimen y Violencia Urbana”. p. 2. [en línea]
<http://www.seguridadenbarrios.cl/docs/nt03_criterios_barrio.pdf> [consulta: 13 febrero 2014]
60
MERLIN, P. y CHOAY, F. 1988. Diccionario del Urbanismo. Presses Universitaires de France.
Citado por TAPIA, R. op. cit. p. 1.

34
nuestro juicio, es importante destacar de esta definición que un barrio no
necesariamente se define por sus límites administrativos; como veremos,
presenta características que exceden dichas fronteras. Entre estas
características podemos relevar las experiencias históricas y biográficas de los
habitantes de cada barrio, que convierte a éste en el lugar “desde donde
venimos y que a su vez es parte de lo que somos”61. Esta comprensión del
barrio pone énfasis en los vínculos sociales existentes entre los habitantes de
éste, los cuales –junto a determinadas formas de interacción social– han
persistido a lo largo del tiempo. Al examinar la historia de La Legua, vimos que
en ella estos últimos aspectos son marcadamente reconocibles.

El investigador francés Michel De Certeau enfatiza que el barrio es una noción


difícil de asir, convirtiéndose, por tanto, en una “noción dinámica”, que se
consolida con la apropiación que el usuario hace del espacio por medio de la
“repetición del cuerpo del usuario en el espacio público” 62 . Para efectos de
nuestro trabajo, el principal aporte de los rasgos esbozados por De Certau dice
relación con que el barrio es, finalmente, una “unidad reconocible desde la
experiencia y por lo tanto quienes mejor la reconocerían serían sus propios
usuarios”63

En síntesis, podemos afirmar que la utilización de una “población” como unidad


de estudio exige detenerse en los rasgos particulares que hemos explicitado en
este excurso, por cuanto nos enfrentamos a una noción -, “difícil de asir” -que
es inabarcable desde la mera categorización jurídica, y que por ello nos ha
exigido las referencias a otras disciplinas como el urbanismo o la antropología.
Un lugar como La Legua es imposible de entender sin relevar estos rasgos
particulares, sin fijar la mirada en los vínculos sociales que la definen, sin

61
TAPIA, R. op. cit. p. 2.
62
Citado por LIN, T. op. cit. p. 14.
63
LIN, T. op. cit. p. 14.

35
atender detenidamente al modo en que los propios habitantes de la población
conciben el lugar y las formas en que se identifican con él.

36
CAPÍTULO II. MARCO TEÓRICO

1. Notas sobre un concepto en disputa: el estado de derecho y los límites


del poder estatal

No cabe duda de que uno de los conceptos más invocados para hacer frente a
la discriminación y el uso arbitrario de la fuerza estatal es el concepto de
“estado de derecho”64. Detrás de esta tendencia se encuentra la idea de que la
manera mediante la cual las sociedades modernas han buscado restringir el
abuso del poder público es sujetando el ejercicio de dicho poder a reglas
conocidas por todos los ciudadanos. Aplicada esta idea al caso de la violencia
policial, la importancia del respeto del Estado de Derecho parece ser de crucial
importancia: para toda sociedad democrática es deseable que quien detenta el
ejercicio de la fuerza “legítima” y está a cargo de hacer cumplir la
medioambientales ley, esto es, la fuerza policial, deba sujetar su actuar a
ciertas reglas que permitan saber hasta dónde puede llegar el ejercicio de su
poder. Se suele entender que dicho límite está estrechamente relacionado con
el respeto de los derechos fundamentales como el derecho a la vida, a la
integridad física y psíquica y la libertad personal.

Pero lo cierto es que la noción de Estado de Derecho es de contornos oscuros


o, como lo ha dicho Jeremy Waldron, un concepto “esencialmente
65
controvertido” (essentially contested concept) . De acuerdo a Waldron,

64
VIEIRA, O. 2007. Desigualdad y estado de derecho. Sur Revista Internacional de Derechos
Humanos 6: 30.
65
WALDRON, J. 2002. Is the rule of law an essentially contested concept? Law and Philosophy
21: 137-164. Waldron toma como punto de partida las distintas y variadas acepciones del
estado de derecho utilizadas durante el debate en Florida a propósito del problema de conteo y
re-cuento de votos en la elección presidencial de George Bush y Al Gore, en 2000. Según
Waldron, surgieron interpretaciones tan variadas como las siguientes: que el ejercicio de la
discrecionalidad es un ejemplo del estado de derecho; que la discrecionalidad debe estar
limitada por las reglas del estado de derecho; que la litigación es una consumación del estado
de derecho así como su opuesto; que la resolución de cualquier conflicto corresponde al estado
de derecho en la medida que se haga a través de la jerarquía judicial. Otros, en cambio, opinan

37
existirían distintos niveles de complejidad asociados al concepto de Estado de
Derecho (rule of law). En un primer nivel, se usa el concepto de Estado de
Derecho para conjurar una lista de atributos que un sistema jurídico saludable
debería poseer66. Otras visiones postulan que el Estado de Derecho favorecería
ciertos tipos (o fuentes) de derecho sobre otras67. También se ha señalado que
la ley debería prevalecer sobre la autoridad soberana de turno 68 . Además,
existirían distintos valores que serían defendidos por el Estado de Derecho:
algunos lo asocian con el respeto por la equidad y la dignidad humana, otros
con la provisión de un ambiente propicio para la libertad, otros le dan un valor
puramente instrumental, teniendo que ver con la persecución de cualquier
objetivo que se le asigne a la ley69. Como se observa, el concepto de Estado de
Derecho es difuso y se suele utilizar con distintos y a veces contrapuestos
significados. Es esto lo que ha llevado a algunos a referirse incluso al Estado de
Derecho como un concepto de uso “promiscuo”70.

A pesar de lo controvertido de la expresión, es posible notar que el Estado de


Derecho ha sido entendido en la literatura contemporánea con referencia a dos
grandes concepciones: una concepción formal y una concepción sustantiva. De
acuerdo a la primera, el énfasis es puesto en la existencia de reglas cuya
observancia es requerida, pero sin poner atención al contenido de dichas

que la autonomía y falta de control de los jueces es precisamente el tipo de problema que el
estado de derecho se supone que debe combatir (pp. 145-147).
66
WALDRON, J. op. cit. p. 154.
67
WALDRON, J. op. cit. p. 156.
68
WALDRON, J. op. cit. pp. 156-157. A primera vista, esta frase puede resultar problemática en
una jurisdicción como la nuestra en donde la ley suele ser definida como una “declaración de la
voluntad soberana” (art. 1º del Código Civil). A lo que Waldron se refiere es a la prevalencia de
la ley sobre las autoridades políticas de turno, como los jueces que interpretan la ley y los
legisladores que la crean. Agrega Waldron que el Estado de Derecho (Rule of Law) continua
informando la doctrina de la separación de poderes que, entre otros postulados, busca que
quienes crean la ley queden sujetos a la misma ley que crean. En opinión de Waldron, en la
actualidad, aun el positivismo legal acepta alguna versión de la tesis según la cual la ley
controla la soberanía.
69
WALDRON, J. op. cit. p. 158.
70
RAZ, J. 1985. La autoridad del derecho. Distrito Federal, Universidad Nacional Autónoma de
México, pp. 264-265.

38
reglas. De acuerdo a la segunda, las reglas deben subordinarse a principios
superiores que inspiran todo el sistema legal, normalmente identificados con los
derechos fundamentales.

Las dos concepciones mencionadas se asemejan a las dos concepciones del


Estado de Derecho identificadas por Ronald Dworkin: por un lado la que él
denomina “rule-book conception” y la segunda que denomina como “rights
conception”71. Dworkin describe la rule-book conception como una concepción
que sólo insiste en que cualesquiera sean las reglas establecidas, éstas deben
ser obedecidas mientras no sean cambiadas o modificadas, sin atender en caso
alguno a su contenido72. La rights conception, según Dworkin, asume que los
ciudadanos son titulares de derechos morales y deberes recíprocos así como
de derechos políticos contra el Estado, abogando porque estos derechos sean
reconocidos en la ley positiva73. Luigi Ferrajoli hace una distinción de contenido
similar, identificando por una parte un sentido “lato”, “débil” o “formal” del Estado
de Derecho que designaría “cualquier ordenamiento en el que los poderes
públicos son conferidos por la ley y ejercitados en las formas y con los
procedimientos legalmente establecidos. En este sentido (…) son estados de
derecho todos los ordenamientos jurídicos modernos, incluso los más
antiliberales, en los que los poderes públicos tienen una fuente y una forma
legal”.74 En un segundo sentido que Ferrajoli denomina “fuerte” o “sustancial” el
Estado de Derecho comprende “sólo aquellos ordenamientos en los que los
poderes públicos están, además, sujetos a la ley (y, por tanto, limitados o
vinculados por ella), no sólo en lo relativo a las formas, sino también en los
contenidos. En este significado más restringido (…) son estados de derecho
aquellos ordenamientos en los que todos los poderes, incluido el legislativo,

71
DWORKIN, R. 1985. A matter of principle. Cambridge; London, Harvard University Press, p.
11.
72
Ibíd.
73
Ibíd.
74
FERRAJOLI, L. 2001. Pasado y futuro del estado de derecho. Revista Internacional de
Filosofía Política 17: 31. Las cursivas se encuentran en el original.

39
están vinculados al respeto de principios sustanciales, establecidos por las
normas constitucionales, como la división de poderes y los derechos
fundamentales”75.

Como toda noción controvertida76, la de Estado de Derecho ha sido objeto de


una importante evolución histórica, en la cual es dable observar la pugna entre
las dos concepciones que ya hemos descrito.

Ernst Böckenförde, quien ha realizado un lúcido análisis de dicha evolución


histórica, señala que una primera formulación del Estado de Derecho se
encuentra en el pensamiento racionalista, de acuerdo al cual, “el Estado de
Derecho es el Estado del derecho racional, esto es, el Estado que realiza los
principios de la razón en y para la vida en común de los hombres, tal y como
estaban formulados en la tradición de la teoría del derecho racional.” 77 Según
esta definición, el Estado de Derecho comprendería: (i) una renuncia a toda
idea u objetivo transpersonal del Estado; (ii) la limitación de los objetivos y
tareas del Estado a la libertad y seguridad de la persona y su propiedad; (iii) la
organización del Estado y la regulación de la actividad del Estado según
principios racionales78. Estos serían los rasgos primordiales de lo que se ha
entendido como el Estado de Derecho burgués79.

Böckenförde observa que este concepto originario del Estado de Derecho no es


clasificable como “material o formal”80. La tendencia hacia el formalismo no se
produciría sino hasta el siglo XIX, momento en el cual el Estado de Derecho
pasa a ser comprendido como “un elemento formal que está separado del
75
FERRAJOLI, L. 2001. op. cit. p. 31. Las cursivas se encuentran en el original.
76
Bástenos las referencias anteriores, acerca de las distintas acepciones del concepto, para dar
cuenta de que se trata de una noción controvertida, en tanto su significado no es unívoco. No
pretendemos usar el concepto controvertido, necesariamente, en el sentido en que ya lo ha
expuesto Waldron.
77
BÖCKENFÖRDE, E. W. 2000. Estudios sobre el estado de derecho y la democracia. Madrid,
Editorial Trotta, p. 19.
78
BÖCKENFÖRDE, E. W. op. cit. p. 19-20.
79
BÖCKENFÖRDE, E. W. op. cit. p. 22.
80
Ibíd.

40
objetivo y del contenido del Estado, que es algo adecuado para el poder o el
dominio políticos –sea este del tipo que fuere– y que, por lo tanto, si se quiere,
es algo ‘apolítico.”81 Desde este punto de vista, “el Estado de Derecho designa
una ‘determinada ordenación de la relación entre ley, Administración e
individuo’, y por cierto en el sentido de que la Administración no puede
intervenir en la esfera de la libertad del individuo, ni contra de una ley (contra
82
legem), ni sin una base legal (praeter o ultra legem).” Como lo nota
Böckenförde, bajo esta concepción “[e]l ‘imperio de la ley’ como garantía de la
libertad civil pervive en este concepto del Estado de Derecho; se concentra en
(y se reduce a) la ‘legalidad de la Administración’, que, junto a su garantía
judicial, se convierte en el contenido específico del Estado de Derecho.” 83
Ferrajoli, quien se refiere a este modelo como el “estado legislativo de derecho”,
agrega, en el mismo sentido, que el derecho es objeto de una refundación
“sobre el principio de legalidad como garantía de certeza y libertad frente a la
arbitrariedad.”84

El concepto formal del Estado de Derecho, que de acuerdo a Böckenförde,


siguió siendo un modelo de Estado de Derecho burgués, predominaría en
Alemania hasta el final de la República de Weimar, esto es, hasta 1933, año de
la toma del poder de Hitler como Canciller85. Más tarde, se convertiría en objeto
de críticas desde distintos flancos, mostrándose que la legalidad de este
modelo sería incapaz de sustituir la legitimidad86. Esto es lo que provocaría la
formulación de distintas concepciones materiales del Estado de Derecho.
Böckenförde sostiene que en este punto el rol de los derechos fundamentales
es decisivo: “[h]asta qué punto se diluye entonces el concepto tradicional del
Estado de Derecho puede hacerse patente de modo especial en el cambio que

81
BÖCKENFÖRDE, E. W. op. cit. p. 25.
82
BÖCKENFÖRDE, E. W. op. cit. p. 30.
83
Ibíd.
84
FERRAJOLI, L. op. cit. p. 32.
85
BÖCKENFÖRDE, E. W. op. cit. p. 31.
86
BÖCKENFÖRDE, E. W. op. cit. p. 32.

41
se produce en la interpretación de los derechos fundamentales: si los derechos
fundamentales se interpretaban como una garantía que delimitaba la libertad
individual frente al Estado, ahora, junto a esa función de defensa o incluso quizá
de forma más acentuada, aparecen como instituciones objetivas o bien como
una definición de valores cuya función no es ya tanto delimitar y controlar al
Estado como legitimar y estimular la realización de objetivos y tareas materiales
por éste.”87

Un último periodo de evolución del concepto de Estado de Derecho es aquel


que corresponde a la segunda mitad del siglo XX. La redefinición del Estado de
Derecho durante esta etapa se habría dado en dos direcciones: “por un lado
hacia un Estado social de Derecho en sustitución del Estado de Derecho liberal
(burgués); y, por el otro, a favor de un concepto material en lugar del concepto
formal del Estado de Derecho”88. Para Ferrajoli, el cambio que ocurre durante
este periodo viene dado por la “subordinación de la legalidad misma (…) a
constituciones rígidas, jerárquicamente supraordenadas a las leyes como
normas de reconocimiento de su validez.” 89 Finalmente, otra transformación
relevante, señala Ferrajoli, se da respecto a la naturaleza de la democracia: “[l]a
subordinación de la ley a los principios constitucionales equivale a introducir
una dimensión sustancial, no sólo en las condiciones de validez de las normas,
sino también en la naturaleza de la democracia, para la que representa un
límite, a la vez que la completa. Un límite porque a los derechos
constitucionalmente establecidos corresponden prohibiciones y obligaciones
impuestas a los poderes de la mayoría, que de otra forma serían absolutos. Y la
completa porque estas mismas prohibiciones y obligaciones se configuran como
otras tantas garantías de los derechos de todos, frente a los abusos de tales

87
BÖCKENFÖRDE, E. W. op. cit. p. 31.
88
BÖCKENFÖRDE, E. W. op. cit. p. 34.
89
FERRAJOLI, L. op. cit. p. 34.

42
poderes que –como la experiencia enseña– podrían de otro modo arrollar, junto
con los derechos, al propio método democrático.”90

Como ya hemos señalado, la literatura contemporánea nos enseña que el


concepto de Estado de Derecho ha sido comprendido dentro del marco
constituido por las dos concepciones predominantes a que hasta aquí hemos
hecho referencia. Si bien es difícil encontrar formas “puras”, las distintas
aproximaciones se asemejan más a una u otra concepción.

Una formulación del Estado de Derecho sumamente influyente durante el siglo


XX es la aportada por Friedrich August von Hayek: “Despojado de todo
tecnicismo significa que el gobierno está vinculado por normas fijadas y
publicadas de antemano –normas que hacen posible prever, con bastante
certeza, cómo usará la autoridad sus poderes coercitivos en determinadas
circunstancias y planear los asuntos de los individuos en base a este
conocimiento.”91

Hayek enumeró además ciertas características que serían constitutivas del


Estado de Derecho: a) la ley debe ser general, abstracta y prospectiva, de tal
modo que el legislador no pueda elegir arbitrariamente a una persona como
objeto de su coerción o su privilegio; b) la ley debe ser conocida y certera, para
que los ciudadanos puedan planificar; c) la ley debe aplicarse a todos los
ciudadanos y autoridades oficiales, para que disminuya el incentivo a promulgar
leyes injustas; d) debe haber una separación entre los legisladores y quienes
tienen el poder de aplicar la ley, los jueces o los administradores; e) la
posibilidad de revisión jurídica sobre las decisiones administrativas
discrecionales para corregir eventuales aplicaciones erróneas de la ley; f) la
legislación y la política también deben estar separadas, y la coerción estatal
sólo justificada mediante la legislación, para evitar la intimidación de los

90
FERRAJOLI, L. op. cit. p. 35.
91
Citado en: RAZ, J. op. cit. p. 263.

43
ciudadanos con propósitos individuales; y g) una Declaración de Derechos no
exhaustiva para proteger el ámbito privado92.

En virtud de las características que Hayek asigna al Estado de Derecho, no es


posible decir que sea ésta una concepción formal. Por el contrario, se trata una
concepción sustantiva del Estado de Derecho, marcada por la protección de
derechos liberales que buscan garantizar la propiedad privada y la economía de
mercado93.

Joseph Raz, quien al abordar el tema del Estado de Derecho comienza


analizando la concepción de Hayek, propone en su formulación una
concepción más formalista, despojada de tintes ideológicos, pero no por ello
carente de contenido.

Raz parte haciendo hincapié en que el Estado de Derecho es únicamente una


de las virtudes que un orden jurídico puede poseer94. Según Raz, el Estado de
Derecho no debe confundirse con nociones como democracia, justicia,
igualdad, derechos humanos, ni con el respeto de la dignidad humana 95. Es
más, de acuerdo a esta idea, “[u]n sistema jurídico no democrático, basado en
la negación de derechos humanos, en una gran pobreza, en segregación racial,
en desigualdad sexual y en la persecución religiosa puede, en principio,
conformarse a los requerimientos del estado de derecho mejor que
cualesquiera de los sistemas jurídicos de las más ilustradas democracias
occidentales.”96 Para Raz, el concepto de Estado de Derecho se reduce a dos
aspectos fundamentales: (1) que las personas deben ser regidas por el derecho

92
Citado en: VIEIRA, O. op. cit. pp. 31-32.
93
VIEIRA, O. op. cit. p. 32.
94
RAZ, J. op. cit. p. 264.
95
Ibíd.
96
Ibíd.

44
y deben obedecerlo, y (2) que el derecho sea de tal manera que la gente pueda
ser guiada por él97.

Desde el punto de vista de Raz, lo principal es que el derecho sea capaz de


guiar el comportamiento de los sujetos, lo que hace de su concepción una
concepción eminentemente funcional y formal. El mismo Raz reconoce que su
aproximación es formal y agrega que ésta “[n]o dice nada sobre cómo debe ser
creado el derecho: por tirano, mayorías democráticas, o de cualquier otra forma.
No dice nada sobre los derechos fundamentales, igualdad o justicia.” 98 Ahora
bien, a pesar de ser esta una concepción formal, no es una concepción carente
de contenido. De la idea de que el derecho debe ser capaz de guiar la conducta
humana Raz deriva ciertos principios que deben ser entendidos como parte de
la noción de Estado de Derecho. Dentro de éstos se encuentran, por ejemplo,
que las disposiciones jurídicas deben ser prospectivas, abiertas y claras, que
las disposiciones jurídicas deben ser relativamente estables la importancia de la
independencia del poder judicial, entre otros 99 . Junto con las características
enumeradas por Raz, y como consecuencia de éstas, se puede decir que el
Estado de Derecho es susceptible de ser contrastado con el ejercicio arbitrario
del poder.100

El jurista argentino Carlos Santiago Nino sigue a Raz en cuanto reconoce al


derecho “un valor instrumental, dada su función” cual es “permitir coordinar
comportamientos para facilitar la cooperación y evitar conflictos”. Dicha función,

97
RAZ, J. op. cit. p. 267.
98
Ibíd.
99
RAZ, J. op. cit. pp. 268-272. Los principios que enumera Raz son los siguientes: (i) Todas las
disposiciones jurídicas deben ser prospectivas, abiertas y claras; (ii) Las disposiciones jurídicas
deben ser relativamente estables; (iii) El establecimiento de disposiciones jurídicas particulares
(órdenes jurídicas particulares) debe ser guiado por disposiciones jurídicas abiertas, estables,
claras y generales; (iv) La independencia del poder judicial tiene que ser garantizada; (v) Los
principios de la justicia natural tienen que ser observados; (vi) Los tribunales deben tener
poderes de revisión sobre la implementación de los otros principios, (vii) Los tribunales deben
ser fácilmente accesibles; (viii) A los órganos de prevención criminal dotados de
discrecionalidad no se les debe permitir pervertir el derecho.
100
RAZ, J. op. cit. p. 274.

45
agrega Nino, “el derecho la maximizará en tanto sus normas satisfagan
[determinadas] exigencias.”101 ¿Cuáles son estas exigencias? El mismo autor
las enumera: “esas propiedades son: en primer lugar, su no retroactividad o, al
menos, la no retroactividad del núcleo central de ese conjunto de normas. En
segundo lugar, se aspira a que las normas jurídicas de un Estado de Derecho
tengan la propiedad de la claridad, es decir, que sean inteligibles para una
persona común, que estén expresadas en el lenguaje ordinario, el lenguaje en
el que comúnmente se habla. Una tercera propiedad es la estabilidad, esto es,
que no sean modificadas o alteradas de manera constante. Además, se exigen
otras dos propiedades muy ligadas al principio de que todos los hombres son
iguales ante la ley. Una es que las normas jurídicas sean generales, es decir,
que regulen situaciones de clases de individuos y no de individuos identificados,
por ejemplo, por sus nombres102 (…) Otra propiedad de las normas jurídicas en
el Estado de Derecho es que deben ser estrictamente aplicables, es decir,
aplicables a todos los casos que abarcan sin hacer más distinciones que las
que ya tienen incorporadas. 103 Para Nino, indubitadamente, se trata de
características que deben cumplir las normas jurídicas en tanto conforman “lo
que se denomina Estado de Derecho”104.

Pero Carlos Nino va un paso más allá y afirma que, de las características recién
enumeradas, las dos últimas, es decir, “la generalidad de las leyes y la idea de
no incluir más discriminaciones en la aplicación de las leyes que las que ya
están incorporadas en ellas, corresponden específicamente al cariz igualitario
del Estado de Derecho. Resulta, entonces, que un aspecto de la idea de
igualdad ante la ley forma parte de esta idea más general del Estado de

101
NINO, C. 2013. Ocho lecciones sobre ética y derecho. Buenos Aires, Siglo XXI Editores, p.
74.
102
NINO, C. op. cit. pp. 71 – 72.
103
NINO, C. op. cit. pp. 73
104
Ibíd. Cursivas en el original.

46
Derecho”105. Como se ve, Nino vincula la existencia del Estado de Derecho con
un ideal político particular, cual es la igualdad, expresada en la igualdad de
todos los ciudadanos ante la ley. Se trata de un claro ejemplo de una
conceptualización del Estado de Derecho que tiende hacia una concepción
sustancial.

En su Teoría de la Justicia, John Rawls también aborda el significado del


Estado de Derecho en un sentido que comparte ciertos elementos con la
anteriormente estudiada posición de Joseph Raz.

Rawls señala que la concepción formal de justicia, que implica la regular e


imparcial administración de normas públicas, se convierte en “estado de
derecho” (rule of law) al ser aplicado al sistema legal 106 . Rawls define un
sistema legal como un orden coercitivo de reglas públicas dirigidas a personas
racionales con el propósito de regular su conducta y proveer una estructura
(framework) para la cooperación social107. Agrega que en la medida que estas
reglas sean justas, establecerán una base para expectativas legítimas 108 . Si
estas bases son inciertas, inciertas serán también las fronteras de las libertades
humanas109. Rawls también enumera principios que se derivan de su noción de
Estado de Derecho: (i) El deber implica la posibilidad de cumplir el deber (ought
implies can); (ii) Los casos similares deben ser tratados de forma similar; (iii) El
principio de tipicidad penal (nullum crimen sine lege); (iv) El respeto de los
principios de la justicia natural dirigidos a la preservación de la integridad del
proceso judicial110.

Como se ve, la posición de Rawls en cuánto a qué es el Estado de Derecho se


acerca más a las concepciones formales, entendiendo el Estado de Derecho

105
NINO, C. op. cit. pp. 73 - 74
106
RAWLS, J. 1971. A theory of justice. Cambrigde, Harvard University Press, p. 235.
107
Ibíd.
108
Ibíd.
109
Ibíd.
110
RAWLS, J. op. cit. pp. 236-238.

47
como una base para guiar el comportamiento humano y para regular
expectativas.

Ya nos referimos a la distinción hecha por Dowrkin entre la que denomina rule-
book conception y la rights conception. Dworkin defiende esta última –que es
claramente una concepción sustantiva o material del Estado de Derecho– y
aunque la mayor parte de su análisis se centra en las consecuencias de optar
entre una y otra concepción en relación con el proceso de adjudicación judicial,
es de todos modos relevante considerar brevemente ciertos puntos de su
análisis.

La rights conception, defendida por Dowrkin, no requiere distinguir, como lo


hace la rule-book conception, entre Estado de Derecho y justicia sustantiva; por
el contrario, requiere que las reglas capturen y hagan cumplir derechos
morales111.

Es interesante la distinción que realiza Dworkin en cuanto a las posibilidades de


falla de cada concepción. Según Dworkin, la rule-book conception tiene solo
una dimensión de falla: puede usar su poder sobre los ciudadanos de manera
diversa a lo preceptuado en el rule-book 112. En cambio, la rights conception
presenta tres dimensiones: (i) el Estado puede fallar en el enfoque de los
derechos individuales que busca hacer cumplir, por ejemplo, declinando hacer
efectivos derechos contra sí mismo a pesar de conceder esos derechos a los
ciudadanos; (ii) puede fallar en la precisión (accuracy) de los derechos que
reconoce: puede proveer de derechos contra el Estado, pero errar en el
reconocimiento de derechos relevantes; (iii) o puede fallar en la justicia de la
ejecución de derechos: puede adoptar reglas que pongan a grupos

111
DWORKIN, R. op. cit. p. 12.
112
Ibíd.

48
desfavorecidos en una desventaja en cuanto a la protección de derechos que el
estado les reconoce113.

Finalmente, podemos destacar que Dworkin reconoce que existe una diferencia
entre ambas concepciones en cuanto a lo que puede ser llamado su
“neutralidad filosófica”. En este sentido, la rights conception parece ser más
vulnerable a objeciones filosóficas al suponer que los ciudadanos tienen
derechos morales que anteceden a su concesión por parte de la ley positiva 114.

Llegados a este punto, y luego de analizar la evolución histórica de esta noción


controvertida, podemos preguntarnos si acaso, a pesar de las diferencias
expuestas, existen elementos comunes entre las dos concepciones de Estado
de Derecho que hemos analizado.

No cabe duda que las formulaciones del Estado de Derecho que tienden hacia
lo que en el inicio hemos llamado concepciones sustantivas son más exigentes
en cuanto a las limitaciones que suponen al poder público en comparación con
las concepciones formales. A pesar de esto, el principal elemento común a
ambas tendencias es la aversión al uso arbitrario del poder. Ambas
concepciones buscan revestir al poder público de una racionalidad, sujetándolo
a la observancia de reglas. Como bien lo expresa Oscar Vilhena Vieira, “[a]l
favorecer la predictibilidad, la transparencia, la generalidad, la imparcialidad y al
otorgar integridad a la aplicación de la ley, la idea de Estado de derecho se
convierte en la antítesis del poder arbitrario. Por consiguiente, las diversas
perspectivas políticas que apoyan el Estado de derecho comparten su aversión
hacia el uso arbitrario del poder”115.

Böckenförde también intenta buscar aquella zona de convergencia entre las


distintas definiciones dadas al concepto de Estado de Derecho. En su opinión,

113
Ibíd.
114
DWORKIN, R. op. cit. p. 13.
115
VIEIRA, O. op. cit. p. 33.

49
“[a]l margen de las diversas formas en que se interpreta su contenido, el
concepto del Estado de Derecho se caracteriza en general por una cierta
incomodidad cara al fenómeno del dominio político. De acuerdo con su propio
significado fundamental, y siempre que no se lo deforme ideológicamente o se
lo instrumentalice, el Estado de Derecho busca siempre limitar y restringir el
poder y el dominio del Estado a favor de la libertad del individuo y realizar el
derecho material. El primado del derecho (legal) frente a la política se presenta
como un postulado que reaparece una y otra vez en la reflexión sobre el Estado
de Derecho.” 116 Agrega Böckenförde que “en el concepto del Estado de
Derecho está incorporado un contenido de la teoría constitucional que, con
independencia de todas las variantes de su significado, nunca llega a
desaparecer; más de un intento de reformular el concepto ha hallado en él una
resistencia que incluso ha podido llevarle al fracaso: tal contenido es la
referencia a la garantía de la libertad personal y a la limitación del poder del
Estado.”117

Podemos afirmar, entonces, que estamos en presencia de cierto consenso: el


Estado de Derecho se contrapone al uso arbitrario del poder. Y bien sabemos
que el poder puede ser usado arbitrariamente de muchas maneras. Una de
ellas es, por cierto, el uso arbitrario de la fuerza policial, que es la forma
específica que nos interesa para efectos de nuestro trabajo. Desde este punto
de vista, la forma más obvia de uso arbitrario de la fuerza policial será posible
cuando el ejercicio de ésta carezca de límites o estos sean límites
excesivamente abiertos o difusos. Cuando dichos límites sean claramente
establecidos, el uso de la fuerza policial que exceda dichos límites ya no será
propiamente arbitrario sino ilegal. En este segundo escenario la ley opera como
un estándar en función del cual se puede controlar el despliegue de la fuerza
policial. Entonces, el Estado de Derecho es, sin lugar a dudas, burlado y se

116
BÖCKENFÖRDE, E. W. op. cit. p. 44.
117
BÖCKENFÖRDE, E. W. op. cit. p. 45.

50
torna en una promesa vacía allí donde el ejercicio del poder puede ser de hecho
ejercido arbitrariamente. En la medida que se entienda que el respeto del
Estado de Derecho comprende la protección de ciertos derechos frente al
Estado (como es claro para las concepciones sustantivas), será importante,
para que no se torne en una promesa vacía, que la ley no permita la
transgresión de dichos derechos.

Existen otras formas a través de las cuales el Estado de Derecho se puede


volver una promesa vacía. Es especialmente interesante el argumento que
desarrolla Oscar Vilhena Vieira: que ciertas circunstancias, como la
desigualdad, la invisibilización de los marginados y la aplicación discriminatoria
de la ley contra ciertos grupos, erosionan la vigencia del Estado de Derecho.
Según Vieira, “la justicia respecto de la implementación de las leyes es tan
importante como la justicia respecto de la creación de las mismas. Si el
cumplimiento no se lleva a cabo con imparcialidad, de acuerdo con los debidos
estándares procesales fijados por la ley misma, el Estado de Derecho pierde
autoridad, y por consiguiente la gente no lo acepta como una guía admisible
para regir sus acciones” 118 . Agrega que “[p]ara algunos de los que no
experimentaron un tratamiento de igualdad y respeto por parte de los
responsables de implementar la ley y por la sociedad en general, no hay razón
para actuar según dice la ley. En otras palabras, para aquéllos nacidos bajo el
signo de la invisibilidad en las sociedades no tradicionales hay menos razones
morales e instrumentales para cumplir la ley.”119

Siguiendo a Vieira, y entroncando con lo que Nino expresara como un ideal


político, se puede decir que el Estado de Derecho pierde incluso su función más
básica de guiar la acción humana y de lograr que el derecho sea obedecido
cuando las reglas valen más para unos que para otros, o cuando el rigor de la

118
VIEIRA, O. op. cit. p. 40.
119
VIEIRA, O. op. cit. p. 43. El autor ocupa el término “tradicional” como contraste a los términos
“democrático” y “moderno”.

51
ley es mayor para ciertos grupos que para otros. Y aquí un ejemplo sería el
caso de grupos de la población que son objeto de un mayor nivel de violencia
policial únicamente en razón de su situación de excluidos, marginados o
estigmatizados. Sucede entonces que la promesa del Estado de Derecho y el
goce de libertades y derechos fundamentales tiende a ser una realidad
únicamente para los privilegiados. Y para los excluidos no pasa de ser una mala
broma.

2. Los límites del poder estatal al banquillo: jurisprudencia del sistema


interamericano de derechos humanos

La consagración de derechos –aquel reconocimiento de ciertos atributos que


los ciudadanos de una determinada comunidad política se realizan unos a otros
– es seguramente la forma más clara en que las sociedades contemporáneas
han buscado restringir el ejercicio arbitrario del poder estatal. Al proteger,
respecto de toda persona, derechos como el derecho a la vida, a la integridad
física y a la libertad personal, justamente lo que se busca es asegurar una
esfera de autonomía, seguridad, privacidad y libertad a toda persona, sin que le
sea permitido al poder estatal disponer arbitrariamente de la vida de una
persona, someter a una persona a tortura o tratos crueles, inhumanos o
degradantes, imponer una cierta creencia o privar arbitrariamente a alguien de
su libertad de desplazamiento. Como ya vimos, la vigencia del Estado de
Derecho también depende de que las reglas establecidas, y en este caso, los
derechos consagrados a favor de los ciudadanos, tengan igual vigencia
respecto de todos los sujetos, sin que existan individuos o grupos que puedan
ser objeto de un menor respeto de sus derechos en virtud de circunstancias
como el sexo, el origen étnico, la situación socioeconómica o –según un criterio
más atingente a nuestro estudio– la pertenencia a ciertos barrios.

El respeto de ciertos derechos como limitación al ejercicio arbitrario del poder


estatal en general, y del poder de las policías en particular, ha sido objeto de

52
preocupación del Derecho Internacional de los Derechos Humanos. Desde hace
mucho tiempo, tanto desde el Sistema Universal de Derechos Humanos como
desde los sistemas regionales de protección de los derechos humanos, han
emanado normas, principios y estándares que buscan equilibrar, por una parte,
el ejercicio del poder estatal y en especial el ejercicio de la fuerza para la
preservación de la seguridad y, por otra, el respeto de los derechos que los
Estados han consagrado internamente y que, además, como es el caso de
Chile, se han obligado a respetar al formar parte este Estado de los distintos
sistemas de protección internacional de derechos humanos.

En lo que sigue, pondremos la mirada sobre las normas, principios y estándares


relevantes que se pueden extraer del derecho internacional de los derechos
humanos, relacionados con la restricción del poder estatal y en especial, con la
restricción del empleo de la violencia policial. Estas normas, principios y
estándares nos permitirán contar con un marco normativo con el cual contrastar
lo que más adelante identificaremos como un patrón de violencia policial
atentatorio de importantes derechos de los cuales, no cabe duda, son titulares
los pobladores de la población La Legua.

Desde sus primeros pronunciamientos, la Corte Interamericana de Derechos


Humanos (en adelante, “Corte IDH”) se ha referido a aquella tensión que se
produce entre la preservación de la seguridad y el respeto de los derechos
humanos. Es así como la Corte ha señalado que “[e]stá más allá de toda duda
que el Estado tiene el derecho y el deber de garantizar su propia seguridad.
Tampoco puede discutirse que toda sociedad padece por las infracciones a su
orden jurídico. Pero, por graves que puedan ser ciertas acciones y por
culpables que puedan ser los reos de determinados delitos, no cabe admitir que
el poder pueda ejercerse sin límite alguno o que el Estado pueda valerse de
cualquier procedimiento para alcanzar sus objetivos, sin sujeción al derecho o a
la moral. Ninguna actividad del Estado puede fundarse sobre el desprecio a la

53
dignidad humana.” 120 Como se observa, la idea central aquí vuelve sobre el
núcleo de la noción del Estado de Derecho: la restricción del poder arbitrario.
Los límites de la arbitrariedad del poder vendrían dados, según el criterio de la
Corte, por el respeto del “derecho o la moral”, y más precisamente, por el
respeto de ciertos derechos. Efectivamente, la Corte ha señalado que el
Estado, al buscar garantizar su seguridad y mantener el orden público, debe
“realizar sus acciones dentro de los límites y conforme a los procedimientos que
permiten preservar tanto la seguridad pública como los derechos fundamentales
de la persona humana.”121

Refiriéndose a las políticas sobre seguridad ciudadana, la Comisión


Interamericana de Derechos Humanos (en adelante “Comisión IDH”) ha
observado que éstas políticas deben “incorporar los estándares de derechos
humanos como guía y a la vez como límite infranqueable para las
intervenciones del Estado.”122 La Comisión IDH ha agregado que los principios
internacionales de derechos humanos deben permear tanto el diseño, la
implementación como la evaluación de las políticas de seguridad ciudadana.”123

A continuación veremos la tensión que se produce entre el resguardo de la


seguridad y el orden, en relación con derechos específicos. Circunscribiremos

120
Corte IDH. Caso Velásquez Rodríguez Vs. Honduras. Fondo. Sentencia de 29 de julio de
1988. Series C No. 4, párr. 154. El mismo pronunciamiento o uno de muy similares términos se
encuentran también en: Corte IDH. Caso Godínez Cruz Vs. Honduras. Fondo. Sentencia de 20
de enero de 1989. Series C No. 5, párr. 162; Corte IDH. Caso Castillo Petruzzi y otros Vs. Perú.
Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 30 de mayo de 1999. Series C No. 52, párr. 204;
Corte IDH. Caso Durand y Ugarte Vs. Perú. Fondo. Sentencia de 16 de agosto de 2000. Series
C No. 68, párr. 69.
121
Corte IDH. Caso Castillo Petruzzi y otros Vs. Perú. Fondo, Reparaciones y Costas.
Sentencia de 30 de mayo de 1999. Series C No. 52, párr. 89 y 204; Corte IDH. Caso Durand y
Ugarte Vs. Perú. Fondo. Sentencia de 16 de agosto de 2000. Series C No. 68, párr. 69; Corte
IDH. Caso Bámaca Velásquez Vs. Guatemala. Fondo. Sentencia de 25 de noviembre de 2000.
Series C No. 70, párr. 143; Corte IDH. Caso Bulacio Vs. Argentina. Fondo, Reparaciones y
Costas. Sentencia de 18 de septiembre de 2003. Series C No. 100, párr. 124.
122
COMISIÓN INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS. 2009. Informe sobre
seguridad ciudadana y derechos humanos. Washington DC, Organización de Estado
Americanos, párr. 50.
123
COMISIÓN INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS. 2009. op. cit. párr. 51.

54
el análisis a ciertos derechos que estimamos son aquellos que normalmente se
ven involucrados en las relaciones entre las fuerzas policiales y la ciudadanía:
el derecho a la vida, el derecho a la libertad personal y el derecho a la
integridad física y psíquica.

2.1 El derecho a la vida

Quizás la forma más radical en que pueden colisionar el objetivo de la


seguridad y el orden con los derechos de las personas se da con el uso de la
fuerza letal contra un ciudadano. El uso de la fuerza letal por parte de las
policías y las circunstancias en las cuales es legítimo privar de la vida a alguien
en pos del objetivo de la seguridad y el orden deben ser objeto de estricta
regulación, justamente porque el Estado detenta el monopolio de la fuerza 124.

El derecho a la vida se encuentra resguardado en nuestra Constitución


Política125, así como en el derecho internacional de los derechos humanos126.

Pese a que la Convención Americana sobre Derechos Humanos consagra el


derecho a la vida a favor de toda persona, erigiendo así un límite al poder
estatal, la Corte IDH ha reconocido la legitimidad del derecho del Estado para
usar la fuerza, aun cuando ello implique la privación de una vida. En el caso
Neira Alegría la Corte sostuvo que la muerte de un individuo como
consecuencia de acciones desplegadas con el fin de mantener el orden puede

124
MEDINA, C. 2003. La Convención Americana: Teoría y jurisprudencia. Vida, integridad
personal, libertad personal, debido proceso y recurso judicial. Santiago, Universidad de Chile,
Centro de Derechos Humanos, p. 92.
125
Artículo 19 N° 1: La Constitución asegura a todas las personas: el derecho a la vida y a la
integridad física y psíquica de la persona.
126
La Convención Americana sobre Derechos Humanos consagra el derecho a la vida en su
artículo cuarto, cuyo inciso primero señala que “[t]oda persona tiene derecho a que se respete
su vida. Este derecho estará protegido por la ley y, en general, a partir del momento de la
concepción. Nadie puede ser privado de la vida arbitrariamente.” El Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos en su artículo sexto señala que “[e]l derecho a la vida es inherente
a la persona humana. Este derecho estará protegido por la ley. Nadie podrá ser privado de la
vida arbitrariamente.”

55
ser legítima, cumpliéndose ciertas condiciones 127 . En todo caso, se requiere
que el Estado establezca normas para regular el uso de la fuerza por parte de
sus agentes y que dicha regulación siga los “criterios de absoluta necesariedad
y de proporcionalidad que requiere toda afectación de un derecho humano para
no transformarse en una violación.”128

Siguiendo el criterio sentado por la Corte, la Comisión IDH ha reconocido que


“en situaciones en que la seguridad del Estado o de los ciudadanos se ve
amenazada por la violencia, el Estado tiene el derecho y la obligación de
brindar protección contra las amenazas y para ello puede utilizar la fuerza letal
en ciertas situaciones. Ello incluye, por ejemplo, el uso de la fuerza letal por
funcionarios encargados de hacer cumplir la ley en los casos estrictamente
inevitables para protegerse o proteger a otras personas contra una amenaza

127
Corte IDH. Caso Neira Alegría y otros Vs. Perú. Fondo. Sentencia de 19 de enero de 1995.
Series C No. 20. El caso versó sobre la desaparición en 1986 de Víctor Neira Alegría, Edgar
Zenteno Escobar y William Zenteno Escobar, todos procesados como presuntos autores de
delitos terroristas. La desaparición se produjo tras desatarse un motín en el recinto penitenciario
en el cual se encontraban, procediendo el gobierno a delegar mediante un decreto a las fuerzas
armadas para el control del motín. En el párrafo 74 la Corte sentenció que: “El artículo 4.1 de la
Convención estipula que ‘[n]adie puede ser privado de la vida arbitrariamente’. La expresión
‘arbitrariamente’ excluye, como es obvio, los procesos legales aplicables en los países que aún
conservan la pena de muerte. Pero, en el caso que nos ocupa, el análisis que debe hacerse
tiene que ver, más bien, con el derecho del Estado a usar la fuerza, aunque ella implique la
privación de la vida, en el mantenimiento del orden, lo cual no está en discusión. Hay
abundantes reflexiones en la filosofía y en la historia sobre cómo la muerte de individuos en
esas circunstancias no genera para el Estado ni sus oficiales responsabilidad alguna. Sin
embargo, como aparece de lo expuesto con anterioridad en esta sentencia, la alta peligrosidad
de los detenidos en el Pabellón Azul del Penal San Juan Bautista y el hecho de que estuvieren
armados, no llegan a constituir, en opinión de esta Corte, elementos suficientes para justificar el
volumen de la fuerza que se usó en éste y en los otros penales amotinados y que se entendió
como una confrontación política entre el Gobierno y los terroristas reales o presuntos de
Sendero Luminoso (supra párr. 52), lo que probablemente indujo a la demolición del Pabellón,
con todas sus consecuencias, incluida la muerte de detenidos que eventualmente hubieran
terminado rindiéndose y la clara negligencia en buscar sobrevivientes y luego en rescatar los
cadáveres.”
128
MEDINA, C. op. cit. p. 93-94.

56
inminente de muerte o lesiones graves o mantener por otros medios la ley y el
orden cuando sea estrictamente necesario y proporcionado.”129

Criterios más precisos aún pueden encontrarse en distintos instrumentos


emanados del Sistema Universal de Derechos Humanos. Bajo el alero de la
Organización de Naciones Unidas se han elaborado principios y estándares
específicos en materia de uso de la fuerza policial. En 1979 la Asamblea
General de la ONU adoptó el Código de Conducta para Funcionarios
Encargados de Hacer Cumplir la Ley130. Este instrumento regula situaciones en
las cuales puede hacerse uso de la fuerza, estableciendo, en general, que ésta
solamente debe utilizarse cuando sea estrictamente necesario y su empleo sea
proporcional a los objetivos perseguidos. También podemos destacar aquí los
Principios Básicos sobre el Empleo de la Fuerza y Armas de Fuego por los
Funcionarios Encargados de Hacer Cumplir la Ley 131 . Este instrumento fija
límites al uso de armas de fuego, determinando las circunstancias que lo hacen
procedente132.

129
COMISIÓN INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS. 2002. Informe sobre terrorismo
y derechos humanos. Washington DC, Organización de Estados Americanos, párr. 87.
130
Código de Conducta para funcionarios encargados de hacer cumplir la ley: Adoptado por la
Asamblea General de la ONU en su resolución 34/169 de 17 de diciembre de 1979. [en línea]
<http://www2.ohchr.org/spanish/law/codigo.htm> [consulta: 02 septiembre 2014]
131
Principios Básicos sobre el Empleo de la Fuerza y Armas de Fuego por los Funcionarios
Encargados de Hacer Cumplir la Ley. Adoptado por el Octavo Congreso de las Naciones
Unidas sobre Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente en La Habana, Cuba,
agosto/septiembre de 1990. [en línea] <http://www2.ohchr.org/spanish/law/fuerza.htm>
[consulta: 02 septiembre 2014]
132
Así, por ejemplo, el Principio 9 señala: “Los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley
no emplearán armas de fuego contra las personas salvo en defensa propia o de otras personas,
en caso de peligro inminente de muerte o lesiones graves, o con el propósito de evitar la
comisión de un delito particularmente grave que entrañe una seria amenaza para la vida, o con
el objeto de detener a una persona que represente ese peligro y oponga resistencia a su
autoridad, o para impedir su fuga, y sólo en caso de que resulten insuficientes medidas menos
extremas para lograr dichos objetivos. En cualquier caso, sólo se podrá hacer uso intencional
de armas letales cuando sea estrictamente inevitable para proteger una vida.”

57
2.2 El derecho a la libertad personal

Es frecuente que las vulneraciones a derechos fundamentales producto del


ejercicio arbitrario del poder policial sean consecuencia de algún tipo de
restricción de la libertad de desplazamiento. Normalmente las acciones
atentatorias de derechos desplegadas por la policía suponen que ésta haya
aprehendido físicamente a alguien. Dicha aprehensión puede haberse realizado
o no conforme a derecho o siendo posible que en uno u otro caso se dé paso a
otro tipo de vulneración. Cuando no se ajusta a derecho, se configura una
vulneración de derechos desde el momento mismo de la aprehensión física de
la persona. La protección jurídica respecto de aprehensiones arbitrarias
comienza con la consagración, a nivel constitucional133 e internacional134 , de la
libertad personal.

133
Nuestra Constitución Política consagra en su artículo 19 N° 7: “El derecho a la libertad
personal y a la seguridad individual.” Luego se desarrolla el contenido de este derecho, siendo
destacables las primeras tres letras: “a) Toda persona tiene derecho de residir y permanecer en
cualquier lugar de la República, trasladarse de uno a otro y entrar y salir de su territorio, a
condición de que se guarden las normas establecidas en la ley y salvo siempre el perjuicio de
terceros; b) Nadie puede ser privado de su libertad personal ni ésta restringida sino en los casos
y en la forma determinados por la Constitución y las leyes; c) Nadie puede ser arrestado o
detenido sino por orden de funcionario público expresamente facultado por la ley y después de
que dicha orden le sea intimada en forma legal. Sin embargo, podrá ser detenido el que fuere
sorprendido en delito flagrante, con el solo objeto de ser puesto a disposición del juez
competente dentro de las veinticuatro horas siguientes. Si la autoridad hiciere arrestar o detener
a alguna persona, deberá, dentro de las cuarenta y ocho horas siguientes, dar aviso al juez
competente, poniendo a su disposición al afectado. El juez podrá, por resolución fundada,
ampliar este plazo hasta por cinco días, y hasta por diez días, en el caso que se investigaren
hechos calificados por la ley como conductas terroristas (…).”
134
La Convención Americana sobre Derechos Humanos consagra en su artículo 7º la libertad
personal cuyos dos primeros numerales expresan: “1. Toda persona tiene derecho a la libertad
y a la seguridad personales. 2. Nadie puede ser privado de su libertad física, salvo por las
causas y en las condiciones fijadas de antemano por las Constituciones Políticas de los Estados
Partes o por las leyes dictadas conforme a ellas.” El Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos establece en su artículo 9º numeral primero: “Todo individuo tiene derecho a la libertad
y a la seguridad personales. Nadie podrá ser sometido a detención o prisión arbitrarias. Nadie
podrá ser privado de su libertad, salvo por las causas fijadas por ley y con arreglo al
procedimiento establecido en ésta.”

58
El derecho a la libertad personal interpretado de manera amplia “se asocia con
la posibilidad de auto determinarse”135, y en tanto tal, se encuentra en la base
de todos los catálogos de derechos humanos. Lo anterior permite demarcar el
ámbito de protección del artículo 7 de la Convención Americana de Derechos
Humanos, en base a la cual es posible afirmar que existe una privación del
mentado derecho cuando se produce “cualquier privación de libertad que
implique la detención de la persona en un espacio pequeño”136.

La Corte IDH ha dado un concepto amplio del ámbito de protección del artículo
7 de la Convención Americana. En el caso Chaparro Álvarez se estableció que
“[e]n lo que al artículo 7 de la Convención respecta, éste protege
exclusivamente el derecho a la libertad física y cubre los comportamientos
corporales que presuponen la presencia física del titular del derecho y que se
expresan normalmente en el movimiento físico. La seguridad también debe
entenderse como la protección contra toda interferencia ilegal o arbitraria de la
libertad física.”137

En cuanto a los supuestos en que la libertad personal se ve afectada, el


concepto de privación de libertad (que comienza normalmente con la detención)
identificable en el Sistema Interamericano también es amplio. Para la Corte
IDH, “una detención, sea por un período breve, o una ‘demora’, así sea con
meros fines de identificación, constituyen formas de privación a la libertad física
de la persona y, por ende, en tanto limitación a la misma debe ajustarse
estrictamente a lo que la Convención Americana y la legislación interna
establezcan al efecto, siempre y cuando ésta sea compatible con la

135
MEDINA, C. op. cit. p. 212.
136
MEDINA, C. op. cit. p. 213.
137
Corte IDH. Caso Chaparro Álvarez y Lapo Íñiguez. Vs. Ecuador. Excepciones Preliminares,
Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 21 de noviembre de 2007. Serie C No. 170, párr.
53.

59
Convención.” 138 Por tanto, la detención como forma típica de privación de
libertad no sólo comprende aquellos casos en que se ordena judicialmente la
detención de una persona o los casos de detención por flagrancia sino que todo
tipo de privación de libertad ambulatoria, aunque solo tenga fines de
identificación.

Una definición aún más precisa de privación de libertad es formulada por la


Comisión IDH. Según la Comisión, se debe entender por “privación de libertad”:
“[c]ualquier forma de detención, encarcelamiento, institucionalización, o
custodia de una persona, por razones de asistencia humanitaria, tratamiento,
tutela, protección, o por delitos e infracciones a la ley, ordenada por o bajo el
control de facto de una autoridad judicial o administrativa o cualquier otra
autoridad, ya sea en una institución pública o privada, en la cual no pueda
disponer de su libertad ambulatoria. Se entiende entre esta categoría de
personas, no sólo a las personas privadas de libertad por delitos o por
infracciones e incumplimientos a la ley, ya sean éstas procesadas o
condenadas, sino también a las personas que están bajo la custodia y la
responsabilidad de ciertas instituciones, tales como: hospitales psiquiátricos y
otros establecimientos para personas con discapacidades físicas, mentales o
sensoriales; instituciones para niños, niñas y adultos mayores; centros para
migrantes, refugiados, solicitantes de asilo o refugio, apátridas e
indocumentados; y cualquier otra institución similar destinada a la privación de
libertad de personas.”139

138
Corte IDH. Caso Fleury y otros Vs. Haití. Fondo y Reparaciones. Sentencia de 23 de
noviembre de 2011. Serie C No. 236, párr. 54. Ver también, Corte IDH. Caso Torres Millacura y
otros Vs. Argentina. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 26 de agosto de 2011. Series
C No. 229, párr. 76.
139
COMISIÓN INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS. 2008. Principios y buenas
prácticas sobre la protección de las personas privadas de libertad en las Américas. Documentos
aprobado por la Comisión en su 131º período de sesiones, celebrado del 3 al 14 de marzo de
2008.

60
Según la Corte IDH, una detención que se lleva a cabo conforme a la ley puede
ser no obstante, arbitraria. Como lo ha sentenciado la Corte IDH en más de una
oportunidad, “nadie puede ser sometido a detención o encarcelamiento por
causas y métodos que -aún calificados de legales- puedan reputarse como
incompatibles con el respeto a los derechos fundamentales del individuo por
ser, entre otras cosas, irrazonables, imprevisibles, o faltos de
140
proporcionalidad”

Lo relevante de determinar cómo y cuándo se configura la privación de libertad


es que toda modalidad de ésta debe cumplir con una serie de garantías
específicas. Tanto a nivel interno 141 como en la normativa internacional se
consagran estas garantías. Algunas de ellas, la tipicidad de la detención142, el
derecho a ser informado sobre las razones de la detención143, el derecho a ser
llevado sin demora ante un juez144, entre otras.

La Corte Interamericana ha entendido que el derecho a la libertad personal es


de los derechos más susceptibles de entrar en tensión con el objetivo de la
seguridad y el orden y que, además, es un derecho que, al ser vulnerado, por lo
general implica la transgresión de otras garantías. Como lo expuso esta Corte

140
Corte IDH. Caso Gandaram Panday Vs. Surinam. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia
de 4 de diciembre de 1991. Series C No. 16, párr. 47; Corte IDH. Caso López Álvarez Vs.
Honduras. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 1 de febrero de 2006. Series C No.
141, párr. 66; Corte IDH. Caso Usón Ramírez Vs. Venezuela. Excepción Preliminar, Fondo,
Reparaciones y Costas. Sentencia de 20 de noviembre de 2009. Series C No. 207, párr. 146;
Corte IDH. Caso Fleury y otros Vs. Haití. Fondo y Reparaciones. Sentencia de 23 de noviembre
de 2011. Serie C No. 236, párr. 57.
141
Véanse por ejemplo dentro del Código Procesal Penal los derechos del imputado privado de
libertad (art. 94); los plazos máximos de detención y la obligación de conducir al detenido a la
presencia de un juez (art. 131) y las restricciones a la duración del procedimiento del control de
identidad (art. 85).
142
Ver artículo 7.2. de la Convención Americana Sobre Derechos Humanos y el artículo 9.1. del
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.
143
Ver artículo 7.4. de la Convención Americana Sobre Derechos Humanos y el artículo 9.2. del
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.
144
Ver artículo 7.5. de la Convención Americana Sobre Derechos Humanos y el artículo 9.3. del
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.

61
en el caso Servellón García: “con la finalidad de mantener la seguridad y el
orden públicos, el Estado legisla y adopta diversas medidas de distinta
naturaleza para prevenir y regular las conductas de sus ciudadanos, una de las
cuales es promover la presencia de fuerzas policiales en el espacio público. No
obstante, la Corte observa que un incorrecto actuar de esos agentes estatales
en su interacción con las personas a quienes deben proteger, representa una
de las principales amenazas al derecho a libertad personal, el cual, cuando es
vulnerado, genera un riesgo de que se produzca la vulneración de otros
derechos, como la integridad personal y, en algunos casos, la vida.”145

Es posible que en aras de resguardar la seguridad y el orden, la vulneración de


la libertad personal no se produzca solamente en casos individuales, sino que
se torne una práctica sistemática. Es lo que ocurre cuando el Estado construye
estereotipos de sujetos peligrosos y despliega acciones que atentan contra la
libertad personal de manera preventiva. Es por ello que la práctica sistemática
de detenciones cuya única razón descansa en la sospecha debe ser mirada con
recelo, ya que, al pasar por sobre la presunción de inocencia, representa
además una transgresión arbitraria al respeto de la libertad personal 146 . El
peligro que subyace a las detenciones preventivas ha sido advertido por la
Corte Interamericana: “[e]l Tribunal entiende que la detención colectiva puede
representar un mecanismo para garantizar la seguridad ciudadana cuando el
Estado cuenta con elementos para acreditar que la actuación de cada una de
las personas afectadas se encuadra en alguna de las causas de detención
previstas por sus normas internas en concordancia con la Convención. Es decir,
que existan elementos para individualizar y separar las conductas de cada uno

145
Corte IDH. Caso Servellón García y otros Vs. Honduras. Fondo, Reparaciones y Costas.
Sentencia de 21 de septiembre de 2006. Serie C No. 152, párr. 87.
146
En Chile, por ejemplo, se sustituyó la figura de la detención por sospecha por el llamado
“control de identidad” (artículo 85 del Código Procesal Penal), intentando delimitar los supuestos
bajo los cuales la identidad de una persona podía ser objeto de control policial en la vía pública.
Más adelante nos referiremos en mayor profundidad al control de identidad.

62
de los detenidos y que, a la vez, exista el control de la autoridad judicial.” 147
Agrega la Corte que “Las detenciones programadas y colectivas, las que no se
encuentran fundadas en la individualización de conductas punibles y que
carecen del control judicial, son contrarias a la presunción de inocencia, coartan
indebidamente la libertad personal y transforman la detención preventiva en un
mecanismo discriminatorio, por lo que el Estado no puede realizarlas, en
circunstancia alguna.”148

2.3 El derecho a la integridad física y psíquica

Este derecho, ampliamente reconocido 149 , puede comprender dos caras: En


primer lugar, una prohibición: el derecho a la integridad física y psíquica excluye
y prohíbe ciertas conductas, en concreto, la tortura y los llamados penas o
tratos crueles, inhumanos o degradantes. En segundo lugar, “alude a la
cualidad de todo individuo de ser merecedor de respeto, sin que nadie pueda,
en principio, interferir con él o con sus decisiones respecto de él, sugiriendo, de
este modo, que el individuo es el dueño de sí mismo, tiene autonomía personal,
y por tanto, está facultado para decidir a su respecto, sin que el Estado tenga,
en principio, la facultad de impedírselo.”150

147
Corte IDH. Caso Servellón García y otros Vs. Honduras. Fondo, Reparaciones y Costas.
Sentencia de 21 de septiembre de 2006. Serie C No. 152, párr. 92.
148
Corte IDH. Caso Servellón García y otros Vs. Honduras. Fondo, Reparaciones y Costas.
Sentencia de 21 de septiembre de 2006. Serie C No. 152, párr. 96.
149
El artículo 19 No. 1 de la Constitución Política de la República consagra, junto al derecho a la
vida, el derecho “a la integridad física y psíquica de la persona”. La Convención Americana
estipula en su artículo 5: “1. Toda persona tiene derecho a que se respete su integridad física,
psíquica y moral. 2. Nadie debe ser sometido a tortura ni a penas o tratos crueles, inhumanos o
degradantes. Toda persona privada de libertad será tratada con el respeto debido a la dignidad
inherente al ser humano.” El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos establece en su
artículo 7: “Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o
degradantes. En particular, nadie será sometido sin su libre consentimiento a experimentos
médicos o científicos.”
150
MEDINA, Cecilia. 2003. La Convención Americana: Teoría y jurisprudencia. Vida, integridad
personal, libertad personal, debido proceso y recurso judicial. Santiago, Universidad de Chile,
Centro de Derechos Humanos, p. 138.

63
En lo que respecta a las conductas prohibidas, existe una diferencia de grado o
intensidad entre la tortura 151 y las penas o tratos crueles, inhumanos o
degradantes152. De todos modos, la prohibición de estas conductas –que debe
ser respetada por el Estado, sus agentes, así como por particulares– es
absoluta y no admite restricciones de ningún tipo.

Es claro que, en el marco del actuar policial, las afectaciones a la integridad


física y/o psíquica de una persona determinada normalmente implican que el
sujeto haya sido objeto de algún tipo de restricción a su libertad personal (un
control de identidad, una detención u otro tipo de privación de libertad). Es por

151
La Convención Contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes
define la tortura en su artículo 1 como: “todo acto por el cual se inflija intencionadamente a una
persona dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella
o de un tercero información o una confesión, de castigarla por un acto que haya cometido, o se
sospeche que ha cometido, o de intimidar o coaccionar a esa persona o a otras, o por cualquier
razón basada en cualquier tipo de discriminación, cuando dichos dolores o sufrimientos sean
infligidos por un funcionario público u otra persona en el ejercicio de funciones públicas, a
instigación suya, o con su consentimiento o aquiescencia. No se considerarán torturas los
dolores o sufrimientos que sean consecuencia únicamente de sanciones legítimas, o que sean
inherentes o incidentales a éstas.”
152
Para un análisis de la diferencia entre las distintas conductas prohibidas a la luz del Sistema
Interamericano, ver , MEDINA, C. op. cit. pp. 143 y ss. La Corte Interamericana ha dado
algunas luces sobre la distinción, por ejemplo, en el caso Loayza Tamayo al señalar que: “La
infracción del derecho a la integridad física y psíquica de las personas es una clase de violación
que tiene diversas connotaciones de grado y que abarca desde la tortura hasta otro tipo de
vejámenes o tratos crueles, inhumanos o degradantes cuyas secuelas físicas y psíquicas varían
de intensidad según los factores endógenos y exógenos que deberán ser demostrados en cada
situación concreta. La Corte Europea de Derechos Humanos ha manifestado que, aún en la
ausencia de lesiones, los sufrimientos en el plano físico y moral, acompañados de turbaciones
psíquicas durante los interrogatorios, pueden ser considerados como tratos inhumanos. El
carácter degradante se expresa en un sentimiento de miedo, ansia e inferioridad con el fin de
humillar, degradar y de romper la resistencia física y moral de la víctima (cf. Case of Ireland v.
the United Kingdom, Judgment of 18 January 1978, Series A no. 25. párr. 167). Dicha situación
es agravada por la vulnerabilidad de una persona ilegalmente detenida (cf. Case Ribitsch v.
Austria, Judgment of 4 December 1995, Series A no. 336, párr. 36). Todo uso de la fuerza que
no sea estrictamente necesario por el propio comportamiento de la persona detenida constituye
un atentado a la dignidad humana (cf. Ibid., párr. 38) en violación del artículo 5 de la
Convención Americana. Las necesidades de la investigación y las dificultades innegables del
combate al terrorismo no deben acarrear restricciones a la protección de la integridad física de
la persona.” Corte IDH. Caso Loayza Tamayo Vs. Perú. Fondo. Sentencia de 17 de septiembre
de 1997. Series C No. 33, párr. 57.

64
esto que en el Estado recae un deber especial de protección de aquellas
personas que se encuentran en cualquier hipótesis de privación de libertad.
Basándose en esta idea, la Corte Interamericana ha sostenido que si una
persona es detenida, corresponde al Estado dar explicaciones razonables en
caso de que dicha persona sea encontrada con signos de tortura u otras
conductas prohibidas con posterioridad a la detención153.

La Corte Interamericana ha sentenciado también que una detención ilegal es


capaz por sí misma de poner a una persona “en una situación agravada de
vulnerabilidad, de la cual surge un riesgo cierto de que se le vulneren otros
derechos, como el derecho a la integridad física y a ser tratado con dignidad”154.
De esto se podría derivar, como lo hizo la Corte en el caso Juan Humberto
Sánchez, que la mera detención ilegal constituye una vulneración del artículo 5
de la Convención Americana155.

La prohibición que recae sobre las policías de incurrir en actos de tortura u otros
tratos crueles, inhumanos o degradantes es evidente. Dado que en contextos
de privación de libertad el control que posee la policía sobre el sujeto privado de
libertad es prácticamente absoluto, la necesidad de contar con mecanismos de
control es indispensable. No obstante los mecanismos de control son
importantes para asegurar el respeto de todos los derechos que pueden verse
afectados en las relaciones entre policía y ciudadanía, la Comisión
Interamericana se ha referido en específico a la necesidad de los mecanismos
de control internos como externos para hacer frente a situaciones de tortura. En

153
Corte IDH. Caso Juan Humberto Sánchez Vs. Honduras. Excepción preliminar, Fondo,
Reparaciones y Costas. Sentencia de 7 de junio de 2003. Series C No. 99, párr. 100; Corte IDH.
Caso Bulacio Vs. Argentina. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 18 de septiembre de
2003. Series C No. 100, párr. 138.
154
Corte IDH. Caso de los “Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros) Vs. Guatemala. Fondo.
Sentencia de 19 de noviembre 1999. Series C No. 63, párr. 166; Caso Bulacio Vs. Argentina.
Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 18 de septiembre de 2003. Series C No. 100,
párr. 127.
155
Corte IDH. Caso Juan Humberto Sánchez Vs. Honduras. Excepción preliminar, Fondo,
Reparaciones y Costas. Sentencia de 7 de junio de 2003. Series C No. 99, párr. 98.

65
palabras de la Comisión: “la Comisión recuerda la necesidad que los Estados
Miembros adopten los recaudos necesarios para asegurar el funcionamiento de
mecanismos de investigación internos en las fuerzas policiales que prevengan
y, en su caso, investiguen y sancionen los casos de tortura. Las direcciones de
asuntos internos o inspectorías de policía constituyen mecanismos de control
fundamentales además para avanzar en una gestión transparente y
democrática de los organismos estatales, y debe complementarse con las
instancias externas de control, tanto político-parlamentarias, como
jurisdiccionales o cuasi-jurisdiccionales. Resulta fundamental que estos
mecanismos internos de control de los procedimientos policiales estén a cargo
de funcionarios técnicos, no sometidos a jerarquía policial, a los que el Estado
debe asignarle los recursos humanos y materiales adecuados para el
cumplimiento de una tarea eficaz y eficiente. (…).” 156

Como se podrá apreciar, la integridad personal se suma a la lista de aquellos


derechos que más frecuentemente son transgredidos cuando la policía se
extralimita en el ejercicio de sus funciones. No debe olvidarse que la policía es
aquel cuerpo del poder estatal que por antonomasia tiene a su cargo el ejercicio
de la fuerza legítima, contando con facultades para desplegar la fuerza física
en contra de los ciudadanos, que incluyen incluso, bajo ciertas circunstancias,
el empleo de la fuerza letal. La posibilidad de regular el actuar policial y de
determinar cuándo el ejercicio de la fuerza se transforma en arbitrariedad y
violencia ilegítima depende no solo de la existencia de límites consagrados en
la ley, sino que también de mecanismos de control adecuados. Justamente a
eso nos referiremos en la sección siguiente.

3. Mecanismos de control de las policías

3.1 El control de la policía

156
COMISIÓN INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS. 2009. op. cit. párr. 132.

66
Las razones existentes para controlar el actuar policial no distan en demasía de
aquellas tradicionalmente consideradas para controlar toda actividad estatal.
Como lo formularan en su momento Hamilton, Madison y Jay en los albores de
la formación del nuevo gobierno constitucional norteamericano, “[s]i los
hombres fuesen ángeles, el gobierno no sería necesario. Si los ángeles
gobernaran a los hombres, saldrían sobrando lo mismo las contralorías
externas que las internas del gobierno.”157 Así, todo gobierno de hombres y
mujeres supone ciertos riesgos que hacen necesaria la existencia de
mecanismos de control. Dichos riesgos dicen relación con el ejercicio arbitrario
del poder, el despotismo, el sometimiento de ciertos grupos bajo la dominación
de otros, etc158. Por otra parte, el control del poder estatal se ha entendido que
puede ser logrado mediante el diseño de una “estructura interior del gobierno de
tal modo que sean sus distintas partes constituyentes, por sus relaciones
mutuas, los medios de conservarse unas a otras en su sitio.”159 Se trata de la
conocida doctrina de los frenos y contrapesos, que tan bien expusieran
Hamilton, Madison y Jay en las páginas de El Federalista.

Como ya vimos, el apego al Estado de Derecho y la consagración a nivel local e


internacional de los derechos fundamentales han constituido importantes pilares
en la limitación del ejercicio arbitrario del poder. Sin embargo, la limitación del
poder público y la consagración formal de derechos muchas veces no son
suficientes para revertir situaciones concretas de abuso. Tratándose del actuar
de la policía puede ocurrir que, a pesar de estar éste sujeto a la observancia de

157
HAMILTON, A. “et al”. 2001. El federalista. 2ᵃ ed. Distrito Federal, Fondo de Cultura
Económica, p. 220.
158
El principal riesgo que tenían en mente Hamilton, Madison y Jay era la concentración del
poder. Como lo sostuvieron ante el pueblo del Estado de Nueva York: “la mayor seguridad
contra la concentración gradual de los diversos poderes en un solo departamento reside en
dotar a los que administran cada departamento de los medios constitucionales y los móviles
personales necesarios para resistir las invasiones de los demás. Las medidas de defensa, en
este caso como en todos, deben ser proporcionadas al riesgo que se corre con el ataque. La
ambición debe ponerse en juego para contrarrestar la ambición.” HAMILTON, A. “et al”. op. cit.
p. 220.
159
HAMILTON, A. “et al”. p. 219.

67
ciertas normas y al respeto de ciertos derechos, se produzcan de todos modos
hechos constitutivos de violencia arbitraria. Es por esto que se vuelve relevante
contar con mecanismos que persigan específicamente controlar que el actuar
policial no se desvíe de lo que la sociedad estima deben ser sus límites.

Se trata, en últimas, de lograr que el actuar la policía se ajuste a lo que Bayley


ha identificado como “criterios democráticos”. En opinión de Bayley, es posible
enumerar cuatro criterios: “1) La policía debe estar sujeta al derecho, no al
gobierno de turno; 2) la policía debe proteger los derechos humanos,
incluyendo los relacionados con la participación política; 3) existen límites al uso
de la fuerza policial que deben ser vigilados por parte de instituciones
independientes al cuerpo de la Policía; 4) la prioridad del cuerpo policial debe
ser la protección de los ciudadanos como individuos y grupos privados, no la
protección del Estado”160. Y es que, señala Bayley, “sería contradictorio afirmar
que un país es democrático si su cuerpo de policía arresta a personas
arbitrariamente, hace un uso irracional de la fuerza y persigue a la oposición.” 161

En lo que sigue de este apartado se ofrecen ciertas consideraciones


conceptuales sobre la función policial, su relación con el uso de la fuerza y los
llamados mecanismos de control.

3.2 La policía y el uso de la fuerza

Siguiendo la conceptualización de David Bayley, se puede afirmar que el


término policía hace referencia a un conjunto de personas autorizadas por una
determinada comunidad para regular sus relaciones interpersonales a través de

160
BAYLEY, D. 2006. Changing the Guard: Developing Democratic Police Abroad. New York,
Oxford University Press, citado por MOTA, M. “et al” 2012. Reforma policial en las democracias
violentas en América Latina. En: Seminario en Latinoamérica de Teoría Política y
Constitucional, Yale Law School, p. 7.
161
BAYLEY, D. 2006. op. cit. p. 18.

68
la aplicación de la fuerza física.162 Los elementos clave de esta definición serían
tres: 1) El uso de la fuerza física, 2) su uso al interior de una comunidad
determinada y 3) la autorización colectiva entregada por la comunidad a la
policía para el empleo de la fuerza 163 . Bayley agrega que la competencia
específica de la policía es el uso de la fuerza física, tanto su uso efectivo como
la amenaza de su uso, con el fin de afectar el comportamiento de determinadas
personas164. Lo que distinguiría entonces a la policía no sería el uso actual de la
fuerza sino que la autorización que detenta para emplearla165.

Entendiendo que el uso de la fuerza es aquello que caracteriza a la policía, el


problema que se presenta es cómo debe proceder la comunidad frente a las
situaciones en las que la policía se excede en el ejercicio de su función
característica, esto es, el uso arbitrario de la fuerza o el uso arbitrario de la
violencia. Es necesario precisar, por tanto, en qué sentido hablamos de
“violencia policial”. Bien sabemos que se trata de un concepto amplísimo,
dentro del cual cabe una multiplicidad de prácticas. Nuestro objetivo es poder
categorizar una serie de hechos que (i) normalmente escapan de lo permitido
por el derecho166; (ii) que son cometidos por funcionarios policiales; y (iii) que
son de una magnitud tal que resultan en vulneraciones de derechos
fundamentales167, ya se hallen estos derechos consagrados en la Constitución

162
BAYLEY, David. 1985. Patterns of policing. New Jersey, Rutgers University Press, p. 7.
163
Ibíd.
164
Ibíd. Posturas similares pueden encontrarse en otros autores, como lo señalan Patricia Arias
y Liza Zúñiga en ARIAS, P. y ZÚÑIGA, L. 2008. Control, disciplina y responsabilidad policial:
desafíos doctrinarios e institucionales en América Latina. Santiago, Flacso-Chile, p. 15.
165
BAYLEY, D. 1985. op. cit. p. 7.
166
Decimos “normalmente” porque no obstante los hechos que estudiaremos suelen escapar de
lo que el derecho permite, ello no siempre es del todo claro. Como se verá más adelante en
este trabajo, un problema es justamente cómo los límites legales a veces son difusos, abriendo
la posibilidad para que el intérprete de la norma concluya que ciertas acciones policiales que
nosotros podríamos calificar como hechos de “violencia policial” sean considerados dentro de lo
permitido por el derecho.
167
Téngase en cuenta algo que puede parecer obvio: cualquier ejercicio de la fuerza policial,
incluyendo el ejercicio de la fuerza “legítima”, afecta en alguna medida un derecho fundamental.
Aquí no nos referimos a esas afectaciones sino a las vulneraciones de derechos
fundamentales, según los límites a los que hicimos referencia en la sección anterior.

69
Política de la República o en Tratados Internacionales suscritos por el Estado
de Chile.

El concepto de violencia que utilizaremos en el presente trabajo es similar al


modo en que lo entiende el catedrático Efrén Rivera, para el cual, violencia es
“simplemente el ejercicio de la fuerza con el potencial de causar daño. Por
fuerza quiero decir todo tipo de fuerza: física, verbal, simbólica.”168

Respecto a los rasgos definitorios de los hechos aquí estudiados, valgan


algunas precisiones. En primer lugar, hemos sostenido que se trata de hechos
que escapan a lo que el derecho permite. Como bien lo ha señalado Efrén
Rivera, que un hecho esté permitido o no por el ordenamiento legal, no prejuzga
si resulta o no violento. Una acción es igualmente violenta esté permitida o
prohibida. Como lo dice gráficamente el mismo Rivera: “la cabeza [de una
persona golpeada] sangra igual.”169 Escapa de los límites y propósitos de este
trabajo la relación entre el derecho y la violencia.170 Lo que nos interesa es el
estudio de conductas llevadas a cabo por funcionarios policiales que van más
allá de lo que el marco legal que rige su actividad les permite, por cuanto es la
ejecución de éstas lo que resalta la importancia del estudio de los mecanismos
de control del actuar policial. Hemos señalado que, a la vez que ser cometidos
los hechos por funcionarios policiales, sus resultados son tales que devienen en
vulneraciones de derechos fundamentales: es importante no olvidar este
aspecto, por cuanto nos recuerda y advierte que todos los hechos relatados en
el curso de este trabajo son de suma gravedad.

Antes de seguir es necesario realizar otra precisión. El problema planteado,


esto es, cómo hacer frente al uso arbitrario de la fuerza policial, varía según el
contexto en el que nos situemos. No es igual pensar en un contexto en el cual

168
RIVERA, E. 2003. Derecho y violencia. Reflexiones bajo el influjo de una violencia extrema.
En: Seminario en Latinoamérica de Teoría Política y Constitucional, Yale Law School, p. 2.
169
RIVERA, E. op. cit. p. 2
170
El ya citado trabajo de Rivera estudia esta relación con bastante asertividad.

70
la arbitrariedad policial es casi total (como ocurre en regímenes dictatoriales
como los que azotaron a buena parte de América Latina, algunas décadas
atrás) que en el contexto actual de países que, como Chile, han vivido un
proceso de transición democrática que ha pretendido traer consigo una
reestructuración del poder público sobre el respeto de los principios
democráticos y de los derechos fundamentales. Algunos autores hablan,
incluso, de que el tránsito de dictaduras a gobiernos democráticos pudo haber
supuesto una transformación en los cuerpos policiales. De este modo, en varios
de los países azotados por dictaduras “se asumió que en las nuevas
democracias los cuerpos de policía que habían sido utilizados para mantener
gobiernos militares y autoritarios, convirtiéndose con frecuencia en agentes de
represión y de violaciones a los derechos humanos, se transformarían en
fuerzas más convencionales de policía, encargadas de mantener el orden
público y el respeto por la ley. En el nuevo orden, la policía serviría y protegería
los intereses legítimos de seguridad de los ciudadanos respetando sus
derechos políticos y civiles.”171 Existiendo un marco jurídico que restringe en
alguna medida el actuar policial, no es de esperar entonces que la policía actúe
en todo momento y en todo lugar con un total descontrol, sujetando al conjunto
de la población a la incertidumbre respecto a cómo será ejercida la fuerza. Sí es
de esperar, como de hecho ocurre, que la policía incurra en desviaciones de
conducta particulares o, como lo plantea Daniel Brinks, en pequeños actos de
sabotaje a los límites legales que debieran respetar.172 Lo problemático es que
esos pequeños actos de desviación se conviertan en patrones de violencia
dirigidos contra ciertos grupos. Esos grupos suelen ser los menos
empoderados, aquellos que, de acuerdo a la posición que ocupan en la
sociedad, pueden ser sometidos a la violencia policial sin causar escándalo

171
MOTTA, M. “et al”. op. cit. p. 5
172
BRINKS, D. op. cit. p. 5.

71
público.173 En este punto, entonces, vuelve a ser necesaria una referencia al
contexto: habrá que poner especial atención al tema de la violencia policial en
sociedades que presentan importantes niveles de desigualdad, toda vez que,
como esbozáramos, los grupos que presentan mayores niveles de precariedad
suelen ser con mayor frecuencia objeto de esta violencia. Es en estos contextos
en los cuales se hace necesario contar con mecanismos que permitan adecuar
el actuar policial a los límites que la sociedad le ha impuesto, buscando que la
vigencia de dichos límites sea igual respecto de todos los grupos de la
sociedad.

3.3 Los mecanismos de control de la policía

Puestas así las cosas, tenemos que el problema al que nos enfrentamos en
contextos como el chileno, no es precisamente la consagración de derechos
frente a la policía sino que más bien tiene que ver, primero, con una debida
consagración legal de los límites del actuar policial, y luego, con la identificación
de los mecanismos que permiten controlar que el actuar policial se conforme
con dichos límites. Esos mecanismos son los que genéricamente podemos
denominar mecanismos de control. La principal distinción que se realiza en la
literatura que aborda los mecanismos de control es entre aquellos que se
encuentran dentro y aquellos que se encuentran fuera de la institución
policial174. Esto es lo que se han denominado mecanismos internos y externos
de control. A modo de ejemplo, un típico mecanismo de control interno de la
policía lo representan las sanciones disciplinarias ordenadas por un superior
jerárquico (por ejemplo, dar de baja a un funcionario), mientras que un típico

173
Paul Chevigny se refiere a este punto, sosteniendo que es raro y riesgoso que la policía
intente subordinar a quienes no son susceptibles de ser subordinados, es decir, que ejerza
violencia degradante contra personas de estratos medios y altos. Esto porque, según observa el
autor, causa escándalo público cuando la policía, por equivocación, castiga irregularmente a
una persona perteneciente a los estratos superiores. CHEVIGNY, P. 1995. Edge of the knife:
Police violence in the Americas. New York, The New Press, p. 12.
174
BAYLEY, D. 1985. op. cit. p. 160. Ver también ARIAS, P. y ZÚÑIGA, L. op cit. p. 22.

72
control externo es aquel que ejercen los jueces sobre la policía. Como se puede
ver, la distinción se condice con la forma en que – desde Madison, Hamilton y
Jay, hasta nuestros días – se estima que deben ser controladas las distintas
autoridades estatales.

La doctrina también ha distinguido entre los llamados “mecanismos ex ante”, es


decir “estructuras y arreglos institucionales específicos (…) diseñados para
asegurar la independencia de la fuerza policial [respecto] de los intereses del
Estado y los que disponen que el cuerpo de policía deba rendirle cuentas a
personas externas a la organización misma” y los llamados “mecanismos ex
post”, que “contempl[an] la creación de un sistema de pesos y contrapesos en
el ejercicio de la acción policiva, sancionando las violaciones a los derechos
humanos y las infracciones de reglas disciplinarias”175

Una distinción adicional es sugerida por Bayley. Dentro de los mecanismos


externos se podrían identificar mecanismos externos exclusivos y mecanismos
externos inclusivos 176 . Los llamados mecanismos externos exclusivos son
aquellos que tienen dedicación exclusiva y completa al control de la policía.
Bayley cita como ejemplo las Comisiones Policiales (Police Commissions)
existentes en países como Japón o Canadá177. Estos son organismos situados
fuera del gobierno cuya función exclusiva es el control del actuar policial.
También se mencionan las Civilian review boards existentes durante los años
sesenta en Estados Unidos y el modelo de los ombudsmen escandinavos.178

Los mecanismos externos inclusivos se refieren a instancias de control que no


velan exclusivamente por el control policial, sino que, dentro de la multiplicidad
de funciones que ejercen, se encuentra el control de la policía. En esta
categoría se encuentran los jueces. En numerosos países, los jueces tienen el

175
MOTA, M. “et al”. op cit. p. 5
176
BAYLEY, D. 1985. op. cit. p. 161.
177
BAYLEY, D. 1985. op. cit. p. 162.
178
BAYLEY, D. 1985. op. cit. pp. 162-163.

73
poder de aplicar sanciones a funcionarios policiales por la comisión de delitos
en el ejercicio de sus funciones. 179 Es importante mencionar que en ciertos
países la justicia ordinaria no tiene competencia para conocer de ofensas
criminales cometidas por funcionarios policiales contra civiles en el ejercicio de
sus funciones. En algunos lugares, dichos asuntos son entregados a cortes
administrativas180; en Chile, a la justicia militar. Bayley también incluye dentro
de los mecanismos externos inclusivos al poder legislativo 181 y a la figura del
ombudsman, en la medida que tenga poder para recibir e investigar quejas y
denuncias sobre cualquier funcionario estatal.182

Los mecanismos de control que se encuentran al interior de la estructura policial


también pueden ser subdivididos. Dado que todos se refieren exclusivamente al
control, no cabe hablar de mecanismos exclusivos e inclusivos sino que de
mecanismos internos explícitos y mecanismos internos implícitos. Los primeros
están diseñados exclusivamente para el control; los otros asisten en el mismo,
pero no es su función primaria.183

Cuando se habla de mecanismos internos explícitos se hace referencia


fundamentalmente a los procedimientos disciplinarios existentes al interior de
los cuerpos policiales. La eficiencia del control interno dependerá entonces, en
buena medida, del tipo de procedimiento disciplinario existente. Como lo hace
notar Bayley, este es un asunto complejo. Existen muchos factores que varían
de un sistema a otro. Existen cuerpos policiales con códigos disciplinarios así
como otros que carecen de ellos; los códigos pueden ser específicos o
generales, extensos o acotados. La efectividad del control también depende de
179
BAYLEY, D. 1985. op. cit. p. 164.
180
BAYLEY, D. 1985. op. cit. p. 165.
181
Las principales funciones de control de la policía que Bayley atribuye al poder legislativo son
tres: (1) La creación de condiciones de servicio favorables a un correcto comportamiento de la
policía; (2) la sujeción de la actividad policial al escrutinio mediante interpelaciones e
investigaciones; y (3) la retención de recursos en caso de que la conducta policial no alcance
los niveles mínimos de efectividad o rectitud. BAYLEY, D. 1985. op. cit. p. 165.
182
BAYLEY, D. 1985. op. cit. p. 166.
183
BAYLEY, D. 1985. op. cit. p. 161.

74
la certeza, rapidez y severidad de las sanciones, así como de otros elementos,
tales como la existencia de personal dedicado exclusivamente a la
investigación, la naturaleza de los procedimientos, la protección frente a la auto-
incriminación, etc.184

Finalmente, los mecanismos internos implícitos, esto es, mecanismos


diseñados originalmente para propósitos distintos del control, pueden tener
algún efecto de control indirecto. Basta solamente mencionar algunos ejemplos.
Bayley destaca los sindicatos, las asociaciones profesionales, el sentido
vocacional, los premios y el manejo de ascensos y reconocimientos, entre
otros185.

¿Hay algún mecanismo de control más relevante que otro? ¿Deben los
sistemas de control enfatizar el uso de mecanismos externos o internos?

En opinión de Bayley es un error tener demasiada confianza en los


mecanismos externos de control. 186 Según sostiene, existen a lo menos tres
razones para preferir los mecanismos internos de control a los mecanismos
externos. 187 En primer lugar, el control interno cuenta con mayor y mejor
información que el control externo. En segundo lugar, el control interno puede
ser más completo y extenso. Y en tercer lugar, el control interno puede llegar a
ser más variado, preciso y con mejor capacidad de distinguir situaciones que el
control externo.

Bayley agrega que una fuerza policial dispuesta a adecuar su comportamiento a


los estándares impuestos por la sociedad tiene una efectividad potencialmente
mucho mayor que una policía que no está dispuesta a conformarse a dichos
estándares bajo la amenaza de un control externo. 188 Por otra parte, el control

184
BAYLEY, D. 1985. op. cit. p. 168.
185
BAYLEY, D. 1985. op. cit. pp. 169-170.
186
BAYLEY, D. 1985. op. cit. p. 177.
187
BAYLEY, D. 1985. op. cit. pp. 177-178.
188
BAYLEY, D. 1985. op. cit. p. 178.

75
externo refleja una cierta sospecha en el comportamiento policial y en la
capacidad de la institución policial de auto-regularse, lo que afecta el prestigio
de la policía y su auto-estima. Según Bayley, cierta evidencia empírica
confirmaría este análisis189. En definitiva, Bayley sostiene que debe existir una
combinación de mecanismos externos e internos, teniendo especial cuidado en
no incrementar demasiado las intrusiones externas190.

El razonamiento de Bayley no deja de ser interesante, pero puede no ser


aplicable a todos los contextos. Es difícil pensar que los mecanismos internos
son por definición más efectivos que los externos en países en donde, dadas
las coyunturas históricas, se ha forjado una cultura de impunidad que ampara el
actuar policial. Es el caso de varios países del continente americano, en donde
décadas de absoluto descontrol en el contexto de dictaduras militares han
creado prácticas, y en muchos casos, normas jurídicas que favorecen el actuar
policial libre de controles, ya sean internos o externos. No debe perderse de
vista que un aumento de los mecanismos externos de control puede encontrar
su causa, justamente, en “una pérdida de confianza pública en que la policía
pueda investigar hechos ilegales cometidos por sus integrantes.”191 Es en estos
contextos que los controles externos, como el que ejercen los jueces sobre la
policía, sí se tornan especialmente relevantes.

El estudio de Daniel Brinks da un sustento empírico a esta intuición. Brinks hace


un estudio comparativo de la respuesta judicial frente a una manifestación

189
Bayley cita el ejemplo de Estados Unidos, en donde la desconfianza hacia la policía es alta y
se tiende a preferir los mecanismos externos de control. Como resultado, habría información
que señala que el orgullo y la moral de la policía es baja y que los policías adoptan una actitud
defensiva ante la sociedad civil, muchas veces denegando la legitimidad de los controles
externos así como de los estándares que les impone la sociedad. Un caso opuesto sería el de
Japón, donde hay una opinión pública favorable al comportamiento policial y en donde las
desviaciones de conducta de los funcionarios policiales son sumamente infrecuentes en
relación a los estándares mundiales.
190
BAYLEY, D. 1985. op. cit. p. 180.
191
FRUHLING, H. 2009. Cambio e innovación en la policía latinoamericana. Una nueva mirada
a la reforma policial. En: Congreso Mundial de Ciencias Políticas, Santiago, p. 6. [en línea]
<http://paperroom.ipsa.org/papers/paper_1446.pdf> [consulta: 24 febrero 2014]

76
específica de la violencia policial: los asesinatos de civiles en manos de la
policía. El estudio analiza más de 500 casos en Uruguay, Córdoba, Buenos
Aires, Sao Paulo y Salvador de Bahia. Uno de los datos particularmente
interesantes que ofrece Brinks es que, precisamente en aquellos lugares en
que la policía usa la fuerza letal de manera más indiscriminada, es en donde el
sistema judicial castiga los homicidios policiales con menor frecuencia192. Este
dato apoyaría la tesis de que existe una importante relación entre los niveles de
violencia policial y la efectividad del más importante mecanismo de control
externo: los jueces.

De la información aquí reseñada se pueden concluir fundamentalmente dos


cosas. En primer lugar, que es relevante saber distinguir entre los distintos
mecanismos de control para poder evaluar un determinado sistema de control
policial. La segunda importante conclusión es que si bien tanto los mecanismos
internos como externos son relevantes; la importancia específica de cada uno
vendrá dada por el contexto particular que se analice. De este modo, no parece
conveniente entender que por definición un tipo de mecanismo es preferible a
otro, sino que debe ponerse atención a la realidad social y jurídica que rodea el
actuar policial.

192
Así, por ejemplo, Salvador de Bahia presenta la tasa más alta de homicidios y tiene un
porcentaje de condenas inferior al 5%, mientras que Uruguay tiene la tasa más baja de
homicidios y un porcentaje de condenas que alcanza a más del 50%. BRINKS, D. op. cit. p. 11.

77
CAPÍTULO III. ESTUDIO DE CASOS

1. Introducción

El núcleo de nuestro trabajo se funda en el estudio de casos que se expone a


continuación. Particularmente, se trata de lo que en la literatura se ha
denominado “estudio de casos investigativo”, que consiste en una “pesquisa
empírica en profundidad, que investiga un fenómeno contemporáneo en un
contexto real”.193 Es a partir de este estudio que pretendemos poder describir lo
que consideramos constituye un patrón de violencia policial en la población La
Legua, extrayendo algunas conclusiones de la realidad observada.

Corresponde, por tanto, que en primer lugar sea descrito el universo de casos
que será analizado.

Los casos de violencia que serán tratados en esta sección han tenido lugar en
la población La Legua entre los años 2004 y 2014. El total de casos estudiados
alcanza los 39. En el proceso de recolección de fuentes se tomó conocimiento
de 45 casos, seis de los cuales fueron excluidos de este estudio. La razón para
excluir cinco de estos seis casos fue que los autores de los hechos de violencia
eran funcionarios de la Policía de Investigaciones, y para efectos de esta tesis
solo hemos considerado los hechos de violencia cometidos por funcionarios de
Carabineros de Chile, como se explicó en la introducción. El otro caso fue
excluido porque los hechos descritos no eran de la magnitud suficiente como
para poder ser calificados como una vulneración a derechos fundamentales.

En lo que respecta al proceso de recolección de los casos, menester es señalar


que se ha tratado de un proceso sostenido en el tiempo no por los autores de
este trabajo, sino fundamentalmente por el tesón y la buena voluntad de

193
BORGES, R. 1995. El estudio de caso como instrumento pedagógico y de investigación en
políticas públicas. Santiago, Universidad de Chile, Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas,
Departamento de Ingeniería Industrial. p. 2.

78
algunos vecinos de la población, que se han ocupado de dejar testimonio de lo
ocurrido. En particular, cerca de dos tercios del total de los casos, han sido
recogidos por Paulo Álvarez Bravo, poblador de Legua Emergencia e integrante
del Comité de Defensa y Promoción de Derechos Humanos194 de la población
(“el Comité”, en lo sucesivo). Fue él quien desde los momentos tempranos de la
intervención recogió los relatos de violencia policial sufridos por pobladores, y
dejó testimonio de éstos. En virtud de que los autores de este trabajo forman
parte del Comité, Paulo Álvarez nos ha facilitado los casos a que él ha tenido
acceso. El acervo de testimonios por él recolectado constituye, con toda
seguridad, el archivo más grande de la población sobre esta materia.

El resto de los casos recopilados son denuncias de violencia policial recibidas


por el Comité durante los últimos años.

En cada uno de los casos se presentan los relatos de los hechos tal como éstos
han sido elaborados por las víctimas. Se han mantenido intactas las
narraciones que las mismas han hecho de los sucesos ocurridos. Ello explica
que los casos puedan aparecer bajo presentaciones incompletas o parcialmente
inconexas.

Hemos de referirnos, en segundo lugar, al tipo de análisis a que se someterán


los casos descritos. Como hemos dicho más arriba, se ha llevado a cabo un
“estudio de caso investigativo”. En virtud de las mencionadas características del
mismo hemos prestado atención al contexto real en que los hechos se
desarrollaron. Por ello, al momento de presentar los relatos de los actos
constitutivos de violencia policial hemos incorporado referencias a los lugares
en que éstos han ocurridos, haciendo mención a diversos espacios de la

194
El Comité de Defensa y Promoción de Derechos Humanos de la población La Legua es una
organización compuesta por vecinos de la población y por estudiantes de derecho fundada el
año 2010.

79
población, información que, esperamos, pueda ser enriquecida con lo expuesto
en el capítulo concerniente a la historia de la población.

La referencia al contexto en que han ocurrido los hechos es, por tanto, un factor
esencial para entender en plenitud el problema estudiado. Comprender las
causas, hechos e instituciones que permiten violaciones a derechos
fundamentales mediante el uso arbitrario de la fuerza estatal ocurridas con la
frecuencia aquí descrita exige atender a la realidad propia de la población La
Legua. Como sostiene Ramón Borges, es propio del estudio de caso
investigativo asumir “el contexto en donde ocurren los fenómenos o situaciones
como un elemento que condiciona fuertemente los fenómenos mismos (y el
proceso investigativo)”195196.

Siguiendo los lineamientos generales propuestos por la doctrina para


categorizar el “estudio de caso investigativo”, la presente sección combina “en
forma flexible estilos interpretativos y empiricistas de investigación”197 El énfasis
está dado por una metodología de carácter “empiricista”, toda vez que, como ya
se ha dicho, el cuerpo de esta sección lo constituye la revisión de casos, en la
cual se ha privilegiado –como también hemos ya señalado– la conservación
íntegra de los materiales sobre los cuales se ha trabajado; es decir, se han
transcrito las narraciones originales, lo que permite sostener que se cuenta con
un amplio material de corte empírico. Aun así, este capítulo también presenta
rasgos interpretativos, en tanto los fenómenos no son sólo enumerados, sino
que también se sacan conclusiones a partir de éstos. El razonamiento
interpretativo más importante y consistente de esta sección se halla en la
identificación de los patrones a través de los cuales se materializa la violencia
policial. Dicho razonamiento es expuesto en las conclusiones de esta sección.

195
BORGES, R. op. cit. p. 11
196
Acerca de nuestra convicción de que la violencia policial debe ser detenidamente analizada
en el contexto espacial de las poblaciones, véase la introducción general a esta tesis.
197
BORGES, R. op. cit. p. 10

80
Antes de proceder al estudio de casos propiamente tal, quisiéramos dejar
constancia de dos dificultades metodológicas a las que nos hemos enfrentado
al momento de sistematizar los relatos de los casos trabajados.

La primera dificultad dice relación con el intento de describir los procedimientos


policiales dentro de los cuales se enmarcan los hechos. En virtud de este
esfuerzo, es posible advertir que la mayoría de los casos narrados tienen lugar
en el marco del Control de Identidad, figura legal que es explicada más
adelante. Pero también nos hemos encontrado con hechos que tienen lugar en
el marco de actuaciones policiales en que funcionarios de Carabineros
interrumpen el tránsito de personas que caminan por la población, requiriendo
la identidad de éstas sin que se cumplan ninguno de los requisitos que la ley
exige para que se pueda practicar el Control de Identidad. Yendo aún más lejos,
nos hemos encontrado con hechos en que funcionarios de Carabineros, sin
siquiera requerir la identificación de los transeúntes, simplemente se limitan a
insultar a éstos, llegando incluso a detenernos y desnudarlos, sin ofrecer
ninguna justificación de su accionar.

Los límites entre uno y otro caso son difusos. Muchas veces el mismo accionar
de Carabineros es completamente equívoco. En otras ocasiones los afectados
no recuerdan el procedimiento íntegramente. Lo anterior explica que, si bien en
esta tesis hemos intentado clarificar el procedimiento en que ocurre cada uno
de los casos estudiados, no siempre lo hemos logrado con la precisión
deseada. Por tanto, al narrar los hechos se expondrán todos los antecedentes
existentes sobre cada uno de los casos, para que el lector pueda asomarse sin
mediación a una zona bastante nebulosa.

La segunda dificultad a que nos hemos enfrentado corresponde a la


imposibilidad de clarificar cuál ha sido el derecho fundamental transgredido en
cada caso. El problema más agudo a este respecto ha venido dado porque en
muchos de los hechos estudiados más de un derecho resulta vulnerado. A

81
modo de ejemplo, hay casos en que a la vez que privación de libertad las
víctimas sufren de violaciones a su integridad física y psíquica. O hay otros en
que la integridad física de la víctima es vulnerada a la par que su integridad
psíquica. Hemos intentado solucionar esta dificultad por distintas vías: algunos
casos han sido analizados a la luz de cada uno de los derechos involucrados.
Pero otros han sido estudiados solamente en el marco de uno de los derechos
en cuestión. Hemos optado por esta última solución en todos aquellos casos en
que la transgresión de un derecho es considerablemente más severa que la de
otro. Si bien puede considerarse que esta elección dista de lo ideal, puesto que
toda violación de derechos fundamentales es grave, hemos considerado que
es atingente para permitir la construcción de categorías que faciliten el
ordenamiento y la estructuración del universo de casos estudiados.

2. Análisis de casos

Corresponde ahora entrar derechamente al estudio de los casos recopilados


para este trabajo. Con dicho propósito es que se presentan distintos testimonios
que relatan hechos de violencia policial ocurridos al interior de La Legua o bien
en los accesos inmediatos198 a ésta.

Para efectos de una presentación ordenada de los casos, se realizará primero


una descripción del panorama general para luego agrupar los testimonios en
distintos patrones que consideramos relevante destacar. Al describir el
panorama general, nos referiremos al contexto en el que ocurren los hechos
estudiados así como los derechos más frecuentemente vulnerados, de acuerdo
al relato de las víctimas. Luego, cuando identifiquemos patrones recurrentes,
ahondaremos en aspectos comunes que se desprenden de los testimonios y
que consideramos especialmente importante analizar con mayor detención.

198
Hemos sido especialmente estrictos en la consideración de los accesos a la población,
entendiendo por éstos las esquinas que marcan las fronteras de la misma o bien espacios
aledaños a éstas.

82
Finalmente, intentaremos extraer algunas conclusiones de la información
expuesta, buscando perfilar lo que a nuestro juicio representa un patrón de
violencia policial atentatorio de una serie de derechos de quienes habitan en la
población La Legua.

2.1 Panorama General

Los testimonios de violencia dan cuenta de hechos que ocurren principalmente


en dos contextos. El primero, y mayoritario, es el contexto del procedimiento de
control de identidad. Si bien se describirá con mayor detalle, es preciso señalar
desde ya que es característico de estos casos que sea muy dudoso el apego
por parte de los funcionarios de Carabineros a los requisitos establecidos en la
ley para proceder a realizar un control de identidad. O quizás es más preciso
decir que en muchos casos Carabineros actúa suponiendo estar dentro de los
márgenes de la ley, pero realizando una interpretación muy laxa de sus
facultades legales, lo que es atribuible en buena parte también a la deficitaria
regulación del control de identidad en nuestro Código Procesal Penal.199 Es por
esto que los casos que según la Tabla 1 ocurren en el contexto de un control de
identidad agrupan todos los casos en los cuales los funcionarios policiales
expresamente señalan que se está llevando a cabo este procedimiento así
como casos en los que aparentemente se está llevando a cabo un control de
identidad aunque no se diga esto de manera clara200. Otra importante porción
de casos tiene lugar en el contexto de acciones policiales que carecen de un
fundamento jurídico identificable y que no pueden ser enmarcadas en ningún
procedimiento policial consagrado en la ley. Aquellos son los casos que en la

199
Para un estudio en detalle del Control de Identidad en el derecho chileno, véase el capítulo
IV de este trabajo.
200
Por ejemplo, fueron incorporados dentro de esta categoría todos los relatos en los cuales la
primera acción desplegada por los funcionarios policiales fue requerir a los sujetos involucrados
su cédula de identidad u otro documento de identificación.

83
Tabla 1 han sido clasificados como casos que se dan en un contexto “sin
justificación”.

Existen otros contextos que han sido escenario de algunas de las denuncias
estudiadas. Junto con aquellos a los que ya hicimos mención, es posible
encontrar hechos de violencia policial en el marco de allanamientos 201 ,
detenciones en las que se confunde a la persona que debía ser efectivamente
detenida, controles de licencia de conducir, persecuciones por supuestos robos,
entre otras. No nos ocuparemos de describir en mayor profundidad estas
circunstancias que rodean los hechos de ciertas denuncias puesto que, dentro
de la totalidad de casos analizados, representan hechos aislados.

Tabla 1. Casos de violencia policial según contexto en el que ocurrieron.

Contexto Número de casos Porcentaje


Control de Identidad 17 43,58
Sin justificación 13 33,33
Otros 9 23,07
Total 39 100

Tabla 2. Casos de violencia policial según derecho vulnerado.

Derecho vulnerado Número de casos Porcentaje

201
El procedimiento conocido comúnmente como “allanamiento” recibe el nombre de “entrada y
registro” en nuestra legislación procesal penal. La regulación específica se encuentra en los
artículos 205 y siguientes del Código Procesal Penal.

84
Integridad202 18 46,15
Libertad Personal 3 7,69
Integridad y Libertad 12 30,76
Personal
Otros 6 15,38
Total 39 100

En lo que respecta a los derechos vulnerados, habiendo hecho las


prevenciones respectivas en el apartado anterior, la gran mayoría de los casos
se refieren a actos de violencia que atentan contra la integridad física y/o
psíquica de la persona. Esto incluye situaciones de agresiones verbales así
como agresiones físicas, tanto en la vía pública como dentro de vehículos
policiales y comisarías. También se encuentran testimonios de tratos vejatorios
como desnudamientos y revisiones invasivas de partes íntimas, acompañadas
comúnmente de malos tratos y burlas. Es frecuente también que estos
atentados a la integridad de pobladoras y pobladores sean acompañados de
distintas formas de privación de libertad, afectando lo que en el marco teórico
de este trabajo identificamos como el derecho a la libertad personal. Estas
formas de privación de libertad van desde restricciones a la libertad de transitar
libremente por la calle, como en aquellos casos en que el control de identidad
se lleva a cabo sin observar los requisitos que lo hacen procedente, hasta
detenciones por varias horas al interior de vehículos policiales y comisarías.

En una menor proporción se pueden encontrar testimonios que atestiguan la


vulneración de otros derechos. Se han denunciado, por ejemplo, afectaciones a
la propiedad privada y a la intimidad en el marco de allanamientos a hogares
dentro de la población. También se han denunciado sustracciones de dinero y

202
Para efectos de este trabajo estadístico, hemos considerado como una sola categoría tanto
aquellos casos en que concurren vulneraciones a la integridad física o psíquica o bien a ambas.

85
objetos de valor del interior de viviendas y automóviles, lo que constituye otro
modo de vulneración del derecho de propiedad. No hemos podido registrar una
cantidad significativa de casos de privación de la vida de pobladores en manos
de funcionarios policiales, no obstante existen a lo menos dos denuncias en
donde las fuerzas de orden y seguridad se han visto involucradas, pero que por
distintas razones no han sido consideradas para este estudio.203

2.2 Patrones observados

Habiendo dado cuenta de la información más general que se puede desprender


de los testimonios estudiados, procederemos a describir con mayor detalle los
que nos parece son los patrones más llamativos de los casos analizados.

Para estos efectos, hemos identificados cinco patrones relevantes. Los dos
primeros dicen relación con los contextos en los que mayoritariamente se sitúan
las denuncias (más del 70% del universo de casos sobre que se ha trabajado).
Nos referiremos entonces a aquellos casos que ocurren en el marco de un
control de identidad así como a aquellos que ocurren al margen de cualquier
procedimiento policial establecido en la ley. El tercer patrón identificado agrupa
a aquellos casos en donde están involucrados menores de edad. En un cuarto
patrón hemos agrupado casos que dan cuenta de un manejo de los medios
probatorios por parte de los efectivos policiales. Finalmente, otro patrón

203
El primero de los hechos referidos no ha sido incorporado porque involucra a la Policía de
Investigaciones (PDI) y no a Carabineros. Se trata del caso en que la víctima fue el joven de 19
años, Jonathan Alvarado Donoso, quien de acuerdo al testimonio de vecinos de Legua
Emergencia habría muerto en la entrada de su casa al recibir un impacto de bala proveniente
del arma de servicio de un funcionario de la PDI. Cabe mencionar que la víctima no era
imputada de ningún delito, sino que se encontraba parada cerca del lugar en que se estaba
llevando a cabo un procedimiento policial en Legua Emergencia. El segundo caso es el de un
poblador que al haber sido perseguido por el supuesto robo de un auto en la comuna de
Vitacura fue baleado y dejado desangrarse durante más de 40 minutos en la calle, a pocas
cuadras del hospital de Carabineros, en la comuna de Ñuñoa, lugar hasta el que se había
extendido la persecución policial. Este caso tampoco fue considerado para este estudio ya que
ocurrió muy por fuera de los límites de la población.

86
frecuente da cuenta del uso que hacen los funcionarios policiales del hecho de
que La Legua se encuentre intervenida.

2.2.1 Violencia policial en el marco del control de identidad

Según atestiguan pobladoras y pobladores, es muy frecuente que en las calles


de la población los funcionarios policiales requieran la exhibición de la cédula
de identidad, para luego proceder a desplegar acciones que a simple vista
exceden los fines de identificación propios del control de identidad. El testimonio
de un poblador da cuenta de lo anterior: “en la esquina de ‘Toro Zambrano’ un
paco me paró, me pidió el carné. No lo tenía. Me tiró a la muralla. Como no
quería que me revisaran me pegó un lumazo en la espalda. Caí al suelo y
salieron los vecinos con la bulla. Un paco me pegó una patada. Las abuelitas
empezaron a alegar. Me quedé tirado en el suelo y ahí un paco me amenazó:
‘Cabro culiao cuídate que en cualquier momento caí’. Me levanté con la ayuda
de una señora mientras la gente pasaba y me miraba, me fui rápido a la casa,
pero antes de llegar a san Gregorio me encontré con los pacos de nuevo y me
dijeron ‘te salvaste’ y se fueron.” (sic)

Otro poblador relata haber sido objeto de un control de identidad en el que fue
sometido junto a un grupo de amigos a tratos que evidentemente escapan a los
fines propios del procedimiento en cuestión. En este caso, todos quienes fueron
objeto de control portaban su cédula de identidad, pero de todos modos fueron
víctimas de agresiones. En palabras del afectado, “nos pidieron los carné, y nos
preguntaron si andábamos comprando. Le dijimos que vivíamos en La Legua.
Nos pusieron contra la pared y a todos nos pegaron. A algunos en la espalda, a
otro en los testículos y a mí en las piernas. Nos dijeron que sabían que
andábamos en cosas raras así que soltáramos la pepa. (sic) Les explicamos
que íbamos a una fiesta y nada más. Nos humillaron haciéndonos que nos
pusiéramos de guata al suelo mientras otro paco nos revisaba y nos tocaba
hasta el ano. Nos amenazaron. Que dijéramos dónde vendían o si no nos iban

87
a sacar la cresta. Uno de nosotros se puso a llorar en silencio y saqué la voz
para que nos llevaran a la comisaría porque no podían tenernos ahí. Nos
subieron a lumazos y luego al llegar a la comisaría en un cuartucho nos
volvieron a pegar. Llamaron a nuestros viejos y después de un par de horas nos
soltaron.”

Frecuentemente se denuncia también que los controles de identidad que se


realizan al interior de la población implican el desnudamiento y la revisión de
partes íntimas de quien es objeto de control. Un testimonio relata la situación
vivida por un poblador, que al ir caminando junto a quien entonces era su
pareja, fue detenido por Carabineros para realizar un control de identidad. El
poblador relata: “Nosotros les pasamos nuestro carné y hasta ahí la situación
podría decirse que era ‘aceptable’. Pese a que ya habían confirmado por radio
nuestra identidad y por tanto verificado que ninguno de los dos tenía
antecedentes penales, de igual forma que a muchos vecinos y amigos, me
subieron a la parte trasera del furgón obligándome a desnudarme por completo,
revisándome y tocándome el culo, los genitales, revisando mi ropa, etcétera.
Todo esto frente a mi ex compañera, lo que entenderán como una situación aún
más vergonzosa y humillante.”

Otro testimonio es relatado por una pobladora que fue sometida junto con su
padre a un control de identidad durante los últimos días de su embarazo. Como
no portaban su cédula de identidad ambos fueron conducidos a la comisaría,
donde la mujer fue forzada a desnudarse por completo. El relato sigue así:
“[u]na carabinera me hizo agacharme y me metió los dedos en la vagina. Fue
incómodo. Me dijo pucha, que lo sentía, pero que tenía que hacer su trabajo. No
tengo nada y no me va a encontrar nada, le dije. También me tocó la guata para
ver si tenía algo. Igual fue una lata porque sacarme la ropa y después
ponérmela me costaba mucho. No entiendo por qué no me llevaron a la casa a
buscar el carné y me vieron los antecedentes allá. Igual fue humillante.” (sic)

88
Un cuarto testimonio acerca de hechos ocurridos en el marco del Control de
Identidad muestra el uso por parte de los funcionarios policiales de las
asimetrías de información existentes en cuanto a los límites legales del accionar
policial. Relata una mujer: “Ese día fui a buscar una cámara filmadora donde un
amigo, cuando de pronto, a dos metros de mi casa, se estaciona violentamente
un furgón de carabineros. Me piden los documentos, se lo doy, la dirección,
también se la doy, se alejan un buen rato, y aparece otro furgón detrás, se
vuelven a acercar y el carabinero me dice que me van a revisar. Se baja una
carabinera con guantes quirúrgicos, y a mí se me apretó la guata de nervio y de
asco al ver a esta mujer en una forma muy poco higiénica de mostrar el
procedimiento. Al ver esto, un compañero que iba conmigo le dijo que no me iba
a revisar las partes íntimas en la calle. Yo les dije que ya les había mostrado mi
carné, ya sabían dónde vivía y no me iban a revisar porque no tenían derecho.
Ellos dijeron:

- Señorita Usted sabe dónde está. Está en La Legua.


- Claro que sé, no ve que vivo aquí
- Bueno, ésta es una población intervenida, llena de delincuentes, y nosotros
tenemos todas la facultades de revisarle completa aquí, porque no la
revisamos en la calle si no que en el furgón. Y nosotros estamos totalmente
facultados para revisar sus partes íntimas aquí o en la comisaría” (sic)

2.2.2 Violencia policial al margen de cualquier procedimiento


establecido en la ley

Como ya lo adelantamos más arriba, una segunda mayoría de los testimonios


de violencia policial se refieren a acciones policiales que no son susceptibles de
ser enmarcadas en ningún procedimiento establecido en la ley.

Hay testimonios que describen situaciones en las que el proceder de los


funcionarios de Carabineros es similar al que se da en el marco de un control

89
de identidad, pero sin requerirse la identificación de la persona en ningún
momento, procediéndose a registrar y a agredir sin aducir razón alguna. Un
poblador cuenta lo siguiente: “estaba caminando por la calle San Gregorio y
doblé en Matta Vial cuando me pararon los pacos. Dijeron ‘párate ahí güeón’.
Me di vuelta y me tiraron contra la pared. Me abrieron de piernas mientras uno
me tiraba la cabeza contra el muro. Me revisaron los bolsillos de la chaqueta y
el pantalón. Me dieron vuelta para que los mirara, les pregunte exaltado por qué
me revisaban, qué había hecho. Cuando terminé de hablar uno me pegó un
lumazo en la espalda. Caí al suelo. Se llevaron mi plata y mis amigas se
acercaron a ayudarme.” Esta situación se repite en otro testimonio del siguiente
tenor: “[e]staba sacando las llaves para poder entrar a mi casa cuando los
pacos me tiran contra la pared, me dicen ‘qué hací ahí güeón’. Me revisan por
todos lados. Les digo que es mi casa, me pegan un palo en el estómago me
doblo para protegerme. Me tiran dentro de la camioneta y me llevan preso y aún
no sé por qué. Al llegar a la comisaría discutimos. Me dijeron lo que quisieron y
después de 4 horas me soltaron.” (sic)

En ciertos casos, la violencia policial no solo no se conforma a ningún


procedimiento policial. A veces, el único fin parece ser descargarse contra
alguien o la mera diversión. El que quizá sea el caso más emblemático es de
público conocimiento. Se trata de los tormentos a los que fue sometido Juan
Berríos Urra, joven legüino, indigente, que en el año 2010 apareció en un video
revelado por un reportaje de Canal 13. Las imágenes muestran a Juan dentro
de un vehículo policial perteneciente a la 50ª Comisaría de San Joaquín, siendo
amenazado por un Carabinero con su arma de servicio y forzado a cantar y
bailar. Los funcionarios policiales también lo amenazaron con un bate de
béisbol y le hicieron creer que iba a ser asesinado, poniéndole una pistola
cargada en el pecho.

90
Lamentablemente, la situación que salió a la luz en el referido reportaje no se
trata de un evento único y excepcional. El mismo Juan Berríos ha denunciado
haber sido sometido a tratos similares durante años. El testimonio de una
pobladora, también indigente, refuerza la idea de que estas prácticas no son
infrecuentes en la población: “[h]ace como un año, cuando me quedaba
dormida en la calle (siempre duermo en la calle Zárate, en La Legua) aparecía
el famoso ‘paco reggaetón’ y uno de los que venía en el furgón me pegaba con
el fierro que ellos usan para defenderse y pegarle a los cabros. Siempre me
aforraba el feroz palo en la raja y lógico que despertaba con dolor. (…) A esos
pacos malditos hay que puro darlos de baja porque abusan de un débil y, lo que
es peor, de una mujer. Hubo un tiempo que venían casi todos los días a puro
despertarme con ese palo.” (sic)

2.2.3. Violencia policial contra menores de edad

De las denuncias recopiladas, 6 casos corresponden a hechos en los que las


víctimas son menores de edad.

La mayoría de los casos denunciados en los que se ven involucrados menores


de edad se dan en el contexto de controles de identidad. Una madre cuenta
cómo fueron agredidos sus hijos de 13 y 16 años al ir transitando por las calles
de La Legua.:

“[f]ue cuando mi hijo iba a dejar a su polola, acompañado de su hermano.


Me acuerdo que yo estaba enferma, porque habitualmente los acompaño
yo, pero ese día me dolía mucho la espalda porque tengo una lesión en
la columna. Total que llegan a una esquina, dejaron a la niña, y se
quedaron viendo cómo caminaba para La Legua Emergencia, porque les
tengo prohibido que vayan para abajo.

(…)

91
Bueno, resulta que viene el patrulla y se da la vuelta y le dice ‘arriba las
manos, chuchadesumadres’. Los niños levantaron las manos. Los
empezaron a revisar porque no tenían carné, les decían que agacharan
la cabeza mientras les pegaban cachetadas. Como iban a la esquina de
la casa, nunca me imaginé que iban a tener problemas, cuando, en una
de esas, llega el más chico corriendo y me dice ‘mami, se van a llevar a
mi hermano’. En el lapso que voy corriendo para allá, el niño venía con el
brazo malo. Los pacos ya se habían ido. Mi hijo me dijo que le habían
pegado, que lo querían tirar arriba del furgón.

Él les decía que no era delincuente y se afirmó de la reja. Cuando los


carabineros escucharon eso uno de ellos le dice: ‘¿cómo que no?, tení la
pura cara de delincuente’. Le quedaron los deditos metidos en la reja.
Los carabineros le decían ‘saca las manos de ahí, chuchetumare, sino
querí que te las reviente con el bastón’. Quedó con todos los dedos
rebanados. Me dijo que le pegaban combos en los brazos para que se
soltara de la reja y meterlo al furgón. Tenía miedo porque hacía poquito
habíamos visto en televisión a un joven del sur que se lo habían llevado
preso y llegó muerto en el patrulla.” (sic)

Los desnudamientos, ya sea en dependencias policiales o en la vía pública,


también han tenido como víctimas a menores de edad. Un joven legüino relata
lo que le ocurrió al ir caminando con un grupo de amigos, todos de quince años,
y lo que pasó después de haberles sido requerida su identificación por
Carabineros: “ahí en plena calle nos hicieron bajarnos los pantalones, nos
tocaron por todos lados. La gente que pasaba nos miraba, nadie hacia nada. En
plena calle y con el poto al aire, con los brazos abiertos y las piernas también,
contra la muralla y con miedo. Como no nos encontraron nada nos dejaron ir,
pero aun cuando lo recuerdo me da mucha rabia. Cuando caminábamos

92
subiéndonos los pantalones nos dijeron ‘gracias chiquillos’ se rieron y se
fueron.” (sic)

Las denuncias que ocurren al margen de cualquier procedimiento legal también


aparecen dentro de los testimonios de menores de edad. Si bien no son la
mayoría, los relatos no dejan de ser alarmantes. Hay casos, por ejemplo, en
que se producen episodios de violencia policial contra escolares, incluso a la
salida del recinto escolar. Una madre relata cómo vio a su hijo ser interceptado
y agredido por Carabineros a la salida de su establecimiento educacional.
Según el relato, “los carabineros vinieron y lo tiraron a él contra una reja y le
pegaron un palo en la cabeza. Se lo llevaron y él les explicaba que no estaba
haciendo nada, que venía hacia la casa ya que no habían clases.” Otra
denuncia da cuenta de cómo dos hermanos menores de edad, uno de ellos
sordo y discapacitado, fueron violentamente agredidos por Carabineros sin
justificación alguna. Ambos fueron objeto de golpes de puño y patadas y
apuntados con las armas de servicio.

2.2.4. Manejo de pruebas

Una característica propia de numerosas denuncias tiene que ver con el manejo
por parte de los funcionarios policiales de elementos probatorios que se ven
involucrados en distintas situaciones concretas de violencia. Las dos prácticas
de mayor ocurrencia son la de “cargar”, por una parte, y la destrucción de
medios de prueba en manos de víctimas y/o testigos, por otra.

La práctica denunciada como la más frecuente es la de “cargar” a las personas


al ser objeto de control de identidad o de una detención. Esto consiste,
básicamente, en que los funcionarios policiales, al momento de controlar o
detener a alguien, proceden a “cargarle” objetos que podrían servir como
pruebas de la comisión de algún delito.

93
Una pobladora denuncia una situación en la que alguien habría sido “cargado”:
“[e]l 25 de febrero los pacos se llevaron a mi esposo sin entender por qué. Del
furgón policial me llaman a la casa de mi suegra para avisarme que les lleve el
carné, porque lo llevaron por control de identidad. Llego allá y un paco me dice
que ‘lo detuvieron por portar un papelillo de pasta base’ y al tiro con mi suegra
nos dimos cuenta que lo estaban cargando con droga, porque él no es
consumidor ni vendedor. Pasa el rato y nosotros sin saber qué hacer, por no
haber estado nunca en una situación así.” Quien fuera víctima de esta denuncia
cuenta que fue objeto de una acusación por parte del Ministerio Público y que
tuvo que pasar 3 meses en prisión preventiva. La indignación y el miedo que
genera haber sido víctima de un fraude de este tipo se hace patente en sus
palabras: “[h]ace unos días atrás, volví a sentir lo mismo. Cuando venía
caminando por la calle, una patrulla me detuvo y me pidieron carné, se lo
mostré, igual me llevaron a la comisaría para empelotarme y revisar hasta mis
calzoncillos. Nuevamente mis derechos fueron pasados a llevar. El mismo
miedo de salir a la calle, porque tengo temor a las balas, y lo peor, también a
carabineros, los que se supone te vienen a proteger. Si ellos actúan mal,
estamos solos. Además nos tenemos que cuidar de carabineros. Al estar en la
comisaría me vuelven fantasmas de lo que viví en prisión, fantasmas que no me
dejan vivir, ni dormir. ¿Cuándo se irá a acabar todo esto? ¿Hasta cuándo los
pobladores de La Legua tendremos que aguantar esto que nos sobrepasa?”

Situaciones similares constan en otros testimonios. Junto con casos en que las
personas habrían sido cargadas con droga, se encuentra otro en que la víctima
denuncia haber sido cargada con un arma. En este mismo caso se le imputó a
la persona cargada haber amenazado de muerte a Carabineros con la misma
arma.

El avance de la tecnología y la posibilidad de grabar imágenes y audio a través


de teléfonos celulares, ha hecho más probable la obtención de una prueba

94
contundente en contra de un funcionario policial autor de un episodio de
violencia.204 Pero como contrapartida, es frecuente escuchar de casos en los
que Carabineros, luego de agredir a alguien, proceden a requisar los teléfonos
celulares de los testigos, borrando las imágenes capturadas. Esta práctica ha
aparecido en recientes denuncias de violencia policial en las que pobladoras y
pobladores afirman haber perdido todas las imágenes que amigos, familiares o
vecinos habían logrado capturar en sus teléfonos. En ocasiones se denunció
que solamente eran borradas las imágenes, mientras que en otras se dijo que el
aparato era arrebatado y destruido o sencillamente requisado sin ser devuelto.

2.2.5. La intervención policial como justificación de los actos de


violencia

No son pocos los casos en los que Carabineros da a entender que en el


espacio específico de La Legua las facultades policiales son mayores que en
sectores no intervenidos policialmente. Así, por ejemplo, una pobladora relata lo
siguiente: “[f]rente a la pregunta de ¿por qué me revisan de esta manera?, el
policía que me registró y ‘acompañó’ al furgón me contestó: ‘Mire, esto es parte
del procedimiento regular…esta es una población intervenida’. Y nombrándome
un artículo que hoy no recuerdo me dio a entender que el detener, pedir el
carné, desnudar y humillar a las personas sin un porqué, era una situación
conforme a la legalidad y a los procedimientos regulares de carabineros en las
poblaciones intervenidas por el Estado de Chile.”

Otro testimonio da cuenta de cómo los funcionarios policiales recurren a la


justificación de la intervención para no dar ningún tipo de explicación por los
tratos a los que someten a quienes son objeto de sus procedimientos: “ya no
podía ver a mi amigo, ya era pánico lo que sentía, me dice que me baje los

204
No hay que olvidar que en los hechos contra Juan Berríos Urra ya descritos, las pruebas
contra los funcionarios policiales consistieron en vídeos grabados a través de un celular que se
“filtraron”

95
pantalones, yo no reaccioné y solo me salió un: ‘¿Qué?’ El paco me dice: ‘Mira
hueón, te voy a decir una vez no más, porque soy nuevo aquí. Esta población
está intervenida por el Estado, así que haz lo que digo no más sino querí que te
lleve pa la comisaría y ahí no te vamos a andar explicando hueás. No me hagay
perder el tiempo’. Yo me bajé los pantalones y luego me indicó que los
calzoncillos también. Al hacerlo él se rió burlescamente y me dice riendo: ‘Ya
ándate con cuidado hueón que aquí no estay en tu casa, aquí las cosas se
mueven distinto.’” (sic)

Un joven legüino, menor de edad, ofrece un testimonio que también muestra


cómo Carabineros se encarga de hacer creer que en La Legua los
procedimientos son especiales en virtud de la intervención: “estando con
amigos los carabineros nos detuvieron. En ese tiempo nosotros íbamos al
colegio, por tanto estábamos de uniforme. Nos piden los carné y nosotros no
andábamos con él. Nos revisan como es normal, pero luego nos dicen que
teníamos que subir al furgón y ahí nos obligan a bajarnos los pantalones y los
calzoncillos, los calcetines y los zapatos, nos hacían sentarnos. Nosotros
pensamos que así eran los procedimientos, porque nunca me habían parado
antes para detenerme, entonces no reclamé. Pero la segunda vez les pregunté
y me dijeron que era el procedimiento, porque estábamos intervenidos.”

3. Conclusiones

No cabe duda que en La Legua el control de identidad es la antesala de la


mayoría de los casos de violencia policial. Pareciera que este procedimiento,
que vino a reemplazar a la detención por sospecha, operara como una excusa
para desplegar una serie de acciones que van mucho más allá de la mera
comprobación de la identidad y los antecedentes de una persona. Debe tenerse
en cuenta que, de acuerdo al artículo 85 del Código Procesal Penal, los
funcionarios policiales no pueden decidir controlar la identidad de cualquier
persona a su arbitrio, sino que solamente “en los casos fundados, en que,

96
según las circunstancias, estimaren que existen indicios de que ella hubiere
cometido o intentado cometer un crimen, simple delito o falta; de que se
dispusiere a cometerlo; de que pudiere suministrar informaciones útiles para la
indagación de un crimen, simple delito o falta; o en el caso de la persona que se
encapuche o emboce para ocultar, dificultar o disimular su identidad.” Como ya
lo mencionamos, es probablemente una interpretación laxa de estos requisitos
lo que explica que Carabineros se propase al momento de realizar controles de
identidad en La Legua. Aunque la verdad es que de la crudeza de algunos
testimonios se puede afirmar que en no pocas ocasiones Carabineros
transgrede totalmente los límites que le impone la ley.

Como se puede colegir de las denuncias citadas, es usual que, en el marco de


un control de identidad, los funcionarios policiales se valgan de cualquier indicio
de resistencia para desplegar acciones violentas contra pobladoras y
pobladores. Incluso el hecho de no portar la cédula de identidad es interpretado
por Carabineros como razón suficiente para emplear una fuerza
205
desproporcionada .

También llama profundamente la atención que en casos en los cuales las


personas controladas de identidad portan su documento de identificación, de
todos modos declaran que se producen graves agresiones y humillaciones. En
estas situaciones, si la persona colaboró para efectos de ser identificada, todas
las agresiones posteriores, el empleo de la fuerza y la privación temporal de
libertad carecerían de sustento legal alguno, ya que a todas luces exceden los
fines propios del control de identidad.

Otra práctica a la que hicimos mención, cuya legalidad resulta sumamente


cuestionable, es el desnudamiento de la persona controlada, sobre todo si esto

205
Según el artículo 85 del Código Procesal Penal, “[e]n caso de negativa de una persona a
acreditar su identidad, o si habiendo recibido las facilidades del caso no le fuere posible hacerlo,
la policía la conducirá a la unidad policial más cercana para fines de identificación.”

97
ocurre en la vía pública. Pareciera que la policía, con el fin de registrar a la
persona, entiende que tiene la facultad de desnudar al controlado, muchas
veces en circunstancias absolutamente inadecuadas206.

La gravedad de las denuncias ocurridas en el marco de controles de identidad


viene dada, por una parte, por la vulneración de derechos que de estas
denuncias se colige. Los hechos denunciados transgrederían los límites
impuestos por el derecho a la libertad personal, cuando se procede a privar de
libertad ambulatoria a una persona, aun con fines de mera identificación, sin
que concurran los requisitos legales207. También es manifiesta la transgresión
del derecho a la integridad personal cuando los controles de identidad vienen
acompañados de agresiones físicas y/o verbales así como de situaciones
abiertamente humillantes.

Pero hay otra razón que hace que estos casos revistan una especial gravedad.
La razón es que estamos ante un procedimiento policial de inusitada frecuencia
y que incide de manera muy importante en la configuración del espacio público,
por ser un procedimiento que por naturaleza corresponde realizar en la vía
pública. Debe considerarse además que las principales esquinas de la
población La Legua tienen presencia policial permanente. De esta manera, los
hechos de violencia policial ocurridos durante la realización de controles de
206
El artículo 85 se refiere a la posibilidad de registrar a quien es objeto de un control de
identidad. Esto supone, por supuesto, que concurran los requisitos que hacen procedente el
control de identidad. Como lo consagra el mencionado artículo: “Durante este procedimiento, sin
necesidad de nuevos indicios, la policía podrá proceder al registro de las vestimentas, equipaje
o vehículo de la persona cuya identidad se controla”.
207
Como lo vimos en el marco teórico, la Corte Interamericana ha sido muy clara al establecer lo
que constituye una privación de libertad. Según la Corte, “una detención, sea por un período
breve, o una ‘demora’, así sea con meros fines de identificación, constituyen formas de
privación a la libertad física de la persona y, por ende, en tanto limitación a la misma debe
ajustarse estrictamente a lo que la Convención Americana y la legislación interna establezcan al
efecto, siempre y cuando ésta sea compatible con la Convención.” Corte IDH. Caso Fleury y
otros Vs. Haití. Fondo y Reparaciones. Sentencia de 23 de noviembre de 2011. Serie C No.
236, párr. 54. Ver también, Corte IDH. Caso Torres Millacura y otros Vs. Argentina. Fondo,
Reparaciones y Costas. Sentencia de 26 de agosto de 2011. Series C No. 229, párr. 76.

98
identidad afectan la vida cotidiana en los espacios públicos, sembrando temor
en los habitantes de la población. Este miedo aparece en los mismos
testimonios estudiados. Es así como un poblador víctima de uno de los casos
citados declaró: “ahora cuando veo una patrulla doblo pa’ cualquier lado pero no
paso ni cerca.”

Como vimos, hechos similares a los que ocurren en el contexto de un control de


identidad suceden en contextos que no pueden encuadrarse en ningún
procedimiento policial. Aquí la situación es a nuestro juicio aún más grave
porque revela una cruda arbitrariedad. Es decir, se trata de violencia policial que
sencillamente no tiene siquiera una justificación aparente. Si antes veíamos
que en el marco del control de identidad las denuncias indican que los
funcionarios policiales ofrecen justificaciones cuyo sustento legal resulta
sumamente cuestionable, en estos otros casos estaríamos ante situaciones en
las que los funcionarios policiales ni siquiera se molestan en ofrecer algún tipo
de justificación para proceder a detener, agredir y humillar.

En cuanto a los casos que involucraban a menores de edad, la crudeza de los


testimonios es abrumadora. Lo más preocupante es que pareciera que para
Carabineros el hecho de tratar con menores de edad no implica ningún freno
para el despliegue de violencia ilegítima, cuestión que contraviene incluso los
primeros y más básicos consensos del Derecho Internacional de los Derechos
Humanos sobre la materia208.

208
Tal como se señala en el préambulo de la Convención sobre los Derechos del Niño: “la
necesidad de proporcionar al niño una protección especial ha sido enunciada en la Declaración
de Ginebra de 1924 sobre los Derechos del Niño y en la Declaración de los Derechos del Niño
adoptada por la Asamblea General el 20 de noviembre de 1959, y reconocida en la Declaración
Universal de Derechos Humanos, en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (en
particular, en los artículos 23 y 24), en el Pacto Internacional de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales (en particular, en el artículo 10) y en los estatutos e instrumentos
pertinentes de los organismos especializados y de las organizaciones internacionales que se
interesan en el bienestar del niño”.

99
La especial vulnerabilidad de niñas y niños es lo que justifica un especial
cuidado y protección, lo que sería gravemente transgredido, a juzgar por las
denuncias analizadas. La Convención Americana sobre Derechos Humanos
consagra este deber de protección especial en su artículo 19, estableciendo
que “[t]odo niño tiene derecho a las medidas de protección que su condición de
menor requiere por parte de su familia, de la sociedad y del Estado”. La Corte
Interamericana, por su parte, ha señalado que esta disposición debe
entenderse como un derecho adicional, complementario, que el tratado
establece para seres que por su desarrollo físico y emocional necesitan de
protección especial209. La misma Corte ha dicho también que “el Estado debe
asumir una posición especial de garante con mayor cuidado y responsabilidad,
y debe tomar medidas especiales orientadas en el principio del interés superior
del niño”210 y que “el Estado debe prestar especial atención a las necesidades y
a los derechos de los niños, en consideración a su condición particular de
vulnerabilidad”211.

El especial estándar de cuidado y protección que debe observarse respecto de


menores de edad es claramente vulnerado en los casos revisados. Como
vimos, ni aun el tratarse de menores de edad con discapacidades, representaría
un impedimento para que funcionarios de Carabineros ejerzan actos de
violencia en los que no existe ni siquiera un atisbo de justificación de la
vehemencia y crudeza con que ésta se ejerce. Si bien no son demasiadas

209
Corte IDH. Condición Jurídica y Derechos Humanos del Niño. Opinión Consultiva OC-17/02.
Párrafos 53, 54 y 60 y Corte IDH.Caso Chitay Nech y otros Vs. Guatemala. Sentencia de 25 de
mayo de 2010. Párrafo 164.
210
Corte IDH. Condición Jurídica y Derechos Humanos del Niño. Opinión Consultiva OC-17/02.
Párrafo 164 y Corte IDH. Y Corte IDH. Caso Masacres de Río Negro v. Guatemala. Sentencia
de 4 de septiembre de 2012. Párrafo 142.
211
Corte IDH. Caso De la Masacre de las Dos Erres Vs. Guatemala. Sentencia de 24 de
noviembre de 2009. Párrafo 184, Corte IDH. Caso Rosendo Cantú y otra Vs. México. Sentencia
de 15 de mayo de 2011. Párrafo 201 y Corte IDH. Caso Masacres de Río Negro v. Guatemala.
Sentencia de 4 de septiembre de 2012. Párrafo 142.

100
denuncias, sí representan una proporción relevante dentro del total de causas
estudiadas y su gravedad amerita tenerlas especialmente en cuenta.

Vimos también cómo en varias denuncias los afectados declaraban haber sido
“cargados” por parte de la policía, llegando incluso a ser imputados y
condenados como resultado de dicha práctica. Lo cierto es que desconocemos
la finalidad última de la práctica de “cargar” personas con elementos que
después son utilizados en su contra, sin embargo es una situación que se
escucha con bastante frecuencia al interior de la población, como muestran los
testimonios expuestos. En un plano meramente especulativo se podría intuir
que sirve para construir una justificación aparente en casos en que se ha
procedido de forma violenta y arbitraria. También podría responder a una
necesidad de detener a personas por la comisión de ciertos delitos para
demostrar que en La Legua se cometen esta clase de hechos con frecuencia o
para intentar acreditar que la acción policial en la población obtiene resultados.
Otra posible explicación podría ser que exista algún tipo de exigencia por parte
de la jerarquía policial consistente en cumplir con una cantidad de detenciones
en un espacio de tiempo determinado. Sin embargo no tenemos ninguna
evidencia de que existan tales exigencias. De todos modos, al margen de
buscar una explicación, no puede admitirse bajo ninguna circunstancia la
práctica de “cargar” a una persona para convertirla artificiosamente en blanco
de la persecución penal.

En relación con el manejo del material probatorio que rodea los hechos de
violencia policial también dimos cuenta de casos en los que los funcionarios de
Carabineros proceden derechamente a eliminar las pruebas que podrían
perjudicarlos.

Es obvio que en casos como los estudiados Carabineros tiene un mayor control
sobre la situación, lo que en una denuncia de violencia policial resulta relevante.
Esto porque es sumamente difícil acreditar hechos como los hasta aquí

101
descritos si no es mediante testigos que hayan presenciado lo ocurrido. Aún
más difícil resulta dicha prueba si los hechos ocurren al interior de vehículos
policiales o comisarías. Las denuncias sugerirían s que en varias ocasiones hay
un esfuerzo por parte de los funcionarios policiales para garantizar la
impunidad de sus actuaciones violentas ilegítimas. Si a esto se suman otros
factores, como el miedo a denunciar a los policías y las deficiencias en los
mecanismos de control del actuar policial (a lo que nos referiremos en su
momento en profundidad), las probabilidades de hacer efectiva la
responsabilidad por estos hechos son extremadamente bajas.

¿Qué justificación razonable puede existir para legitimar acciones como las que
se han denunciado? Ciertamente ninguna. No obstante, las denuncias señalan
que los mismos funcionarios de Carabineros sostienen que lo que hacen se
justifica porque la población La Legua está intervenida.

Resulta muy preocupante el riesgo de que quienes habitan la población La


Legua se vayan acostumbrando a ser víctimas de hechos de violencia policial,
creyendo que ese es el trato que merecen por pertenecer a un espacio que ha
sido etiquetado como peligroso. Los mismos funcionarios policiales contribuirían
a reforzar dicha idea con su suposición de que la intervención de la población
les daría licencias excepcionales.

A nuestro modo de ver, este discurso no es una mera cuestión de palabra, sino
que, da cuenta de un problema de fondo. Éste consiste en que se estarían
aplicando políticas de seguridad indebidas; esto es políticas basadas en la
suposición implícita de que la violencia estatal puede ser utilizada de manera
desproporcionada en contra de aquellos cuyos derechos “valen menos”,
aquellos “ciudadanos de segunda categoría”.

Al referirnos a los muy nocivos efectos de la dictadura militar sobre La Legua


mencionamos como el legado de tal gobierno incluye “la normalización de lo

102
anormal”, la “naturalización de la violencia”. El Plan de Intervención, con sus
claroscuros, que han entregado, en la práctica, la definición de sus límites (o,
más bien, de la falta de éstos) a los funcionarios policiales, ha generado una
situación similar. La calle, el espacio de convivencia por antonomasia en La
Legua, se ha convertido en escenario de temor y violencia. Y no han sido solo
los balazos entre vecinos los causantes: no poco han contribuido a ella los más
visibles representantes del Estado en la población.

103
CAPÍTULO IV. FACTORES LEGALES E INSTITUCIONALES QUE
FAVORECEN LA VIOLENCIA POLICIAL

1. Introducción

Lo que hasta aquí hemos intentado demostrar es que existe al interior de la


población La Legua un patrón de violencia policial que se ha desarrollado en el
contexto de un errático plan de intervención y que dicho patrón de violencia ha
configurado, a su vez, un patrón de graves vulneraciones de derechos
fundamentales de pobladoras y pobladores. La pregunta que ahora nos ocupa
es la referida a posibles factores que expliquen el patrón de violencia policial
que hemos descrito. La identificación de dichos factores, estimamos, es un
paso hacia posibles reformas que permitirán, en el futuro, estructurar una
política de seguridad respetuosa de los derechos humanos.

No cabe duda que el espectro de causas es amplísimo. En efecto, éstas


alcanzan las raíces más profundas de fenómenos como la marginalidad, la
desigualdad, la segregación y el crimen. Son muchos los ámbitos de la política
pública implicados: educación, desarrollo urbano, vivienda, “seguridad
ciudadana”, formación de las fuerzas de orden y seguridad, etc. Sin desconocer
lo anterior, este trabajo tiene un enfoque específico. El punto de partida de
nuestro estudio sigue el siguiente análisis212: la policía, órgano que detenta el
monopolio de la fuerza “legítima”, debe someter su actuar, como todo órgano
estatal, a ciertos principios y reglas que están en la base de un Estado de
Derecho. El apego a dichas reglas por parte de la policía depende en buena
medida del control que sobre ella se ejerza. Es por ello que en este capítulo nos
interesa centrar la atención en aquellos factores legales e institucionales que
dicen relación con el control del actuar policial. En concreto, pretendemos

212
Véase el marco teórico de este trabajo.

104
identificar factores que favorecen la perpetuación del patrón de violencia
estudiado y que pueden ser encontrados ya sea en los límites normativos del
actuar de Carabineros de Chile o en lo que en el marco teórico identificamos
como “mecanismos de control”.

Habiendo delimitado el foco de estudio, nos referiremos en términos generales


a cuatro factores concretos que estimamos contribuyen a perpetuar el
mencionado patrón de violencia. Tres de ellos tienen que ver con déficits en
mecanismos de control, tanto internos como externos, del actuar de
Carabineros de Chile: el régimen disciplinario de Carabineros, el control por
parte de autoridades civiles y la justicia militar. El cuarto factor se refiere a una
falencia en los límites legales impuestos al actuar policial, específicamente, a la
deficiente regulación del procedimiento de control de identidad consagrado en
el artículo 85 de nuestro Código Procesal Penal. Luego de ofrecer un panorama
general acerca del modo en que se articulan estos elementos como factores
legales e institucionales que favorecen el patrón de violencia estudiado, nos
enfocaremos en el estudio detenido de aquellos que nos parecen más
relevantes para nuestro trabajo: el control de identidad y la justicia militar.

2. El régimen disciplinario de Carabineros

El régimen disciplinario de Carabineros es el principal mecanismo de control


interno de este cuerpo armado. Este régimen forma parte de lo que se ha
llamado “derecho sancionador militar” cuyo principal bien jurídico tutelado es la
obediencia. Vale señalar que la doctrina distingue distintos sistemas de
obediencia, dentro de los cuales podemos distinguir la llamada obediencia
absoluta o ciega y la obediencia relativa o reflexiva. De acuerdo a esta última,
“los inferiores están obligados solo al cumplimiento de órdenes lícitas, como
corresponde en un estado de derecho moderno respetuoso de los derechos

105
fundamentales de las personas.” 213 La obediencia absoluta, por su parte,
obligaría al inferior a cumplir todo tipo de órdenes, aun cuando éstas sean
ilícitas. Este sistema se halla “ampliamente superado en el Derecho Penal
Militar contemporáneo” 214 . Un sector doctrina sugiere que en Chile rige el
sistema de obediencia relativa o reflexiva, “porque el inferior, para eximirse de
responsabilidad, debe representarle al superior la ilegalidad de la orden, y solo
si este insiste, está obligado a cumplirla.”215. Para Mera, en cambio, lo que hay
es un sistema de obediencia absoluta, puesto que “a fin de cuentas, en caso de
insistencia, el inferior se encuentra obligado a cumplir la orden de cometer un
delito”216.

Como lo ha señalado Daniel Soto, “[e]l deber de obediencia es el origen de las


obligaciones de servicio que configuran la disciplina de los cuerpos armados”217.
La cautela de este bien jurídico se concreta mediante dos vías, una disciplinaria
y una penal218. En nuestro derecho, el principal cuerpo normativo que regula el
régimen disciplinario de Carabineros es el Reglamento de Disciplina de
Carabineros (Decreto 900 del Ministerio del Interior de 1967).

Dentro del régimen disciplinario de Carabineros caben todas aquellas


transgresiones a los estándares de conducta que no alcanzan a constituir
delito219. El título V del Reglamento establece las faltas que pueden cometer los
funcionarios de la institución. Llama la atención que en relación con faltas que
afectan intereses propios de la institución (la integridad moral del funcionario, el

213
MERA, J. 2003. Bases programáticas para la reforma integral del Derecho Penal Militar
chileno. Santiago, Universidad Diego Portales, p. 7
214
MERA, J. 2003, op. cit. p. 7
215
MERA, J. 2003, op. cit. p. 7
216
MERA, J. 2003, op. cit. p. 7
217
SOTO, D. 2012. El derecho disciplinario militar de Carabineros. En: Contraloría General de la
República. 85 años de vida institucional. Santiago, Edición propia, 2012, p. 381.
218
Ibíd.
219
El artículo 2° del Reglamento de Disciplina de Carabineros establece: “Para los efectos de
este Reglamento, se entenderá por falta toda acción u omisión en que incurra el personal y que,
sin alcanzar a constituir delito, lo aparte del cumplimiento de sus deberes profesionales o
morales.”

106
prestigio de la institución, la subordinación y el compañerismo, la reserva en
asuntos del servicio el buen servicio y el régimen institucional) la regulación es
bastante minuciosa, mientras que sobre lo que nos interesa, esto es, las
sanciones existentes cuando se cometen faltas contra civiles, la regulación es
exigua. Dichos actos solamente encuentran cabida en lo que aparece tipificado
en el Reglamento como “abuso de autoridad”. Al respecto se dispone un sólo
artículo, redactado de manera genérica y ambigua220:

“Art. 22 N° 5) De abuso de autoridad. Se considerarán comprendidas entre


ellas: Toda extralimitación de atribuciones, ya sea contra los subalternos o
contra el público, y todo hecho que pueda calificarse como abuso de funciones,
siempre que no alcance a constituir delito”.

Lamentablemente, no existe información detallada sobre la efectividad de los


mecanismos de control interno de Carabineros. La autonomía de que está
revestida la institución obstaculiza el conocimiento de cómo operan estos
mecanismos. En este sentido, Claudio Fuentes señala que “[l]a propia
institución Carabineros de Chile posee una autonomía operativa relativamente
alta respecto de otras organizaciones del Estado. Aquella autonomía se traduce
en que otras reparticiones del Estado y la sociedad en su conjunto no tengan un
cabal conocimiento de lo que sucede con el accionar de dicha institución. Por
ejemplo, Carabineros no publica en forma regular los resultados de sus
investigaciones administrativas en casos donde se denuncian abusos. Tampoco
se conoce el tipo de sanciones y la cantidad de oficiales afectados por razones
de abuso policial. La ausencia de transparencia atenta contra la propia
institución dado que queda la incertidumbre respecto de su accionar. Quizás los

220
A pesar de que en nuestro estudio hemos excluido el análisis del comportamiento de Policía
de Investigaciones, cabe destacar que en el respectivo reglamento se encuentra una norma
análoga a la del Reglamento de Carabineros: “Art. 6 N° 5º.- DEL ABUSO DE AUTORIDAD.
Configura esta clase de faltas, todo acto que ejecute un funcionario, abusando de su calidad de
tal en contra del público o de sus subalternos, o cualquier hecho que pueda ser calificado como
extralimitación de funciones.”

107
mecanismos internos son eficientes pero -al menos en forma pública- no
conocemos ni sus criterios, ni la cantidad de casos que se estudian, ni los
resultados de dichas investigaciones”221.

A lo anterior se suma el hecho de que el ejercicio del control interno no


corresponde solamente a un organismo. Parte importante del control interno es
realizado directamente por los superiores jerárquicos y sólo en ciertos casos222
entran a actuar entidades dedicadas a la investigación de hechos que podrían
ser sancionados disciplinariamente. El control de asuntos internos está radicado
en el Departamento de Asuntos Internos de la Inspectoría General de
Carabineros. Desde 2009 existen Fiscalías Administrativas en todas las Altas
Reparticiones y Reparticiones del país, que operan como órganos autónomos
en la investigación de faltas disciplinarias 223. No existe información detallada
sobre el funcionamiento o la estructura de la Inspectoría General de
Carabineros; tampoco sobre su gestión o procesos disciplinarios llevados a
cabo, sus causas y sanciones 224 . Hasta donde hemos podido averiguar,
tampoco está disponible dicha información respecto de las nuevas Fiscalías
Administrativas.

A nuestro entender, y para sintetizar este punto, los problemas radicados en el


control interno de Carabineros son fundamentalmente dos: por una parte, la
regulación del abuso de autoridad es en exceso genérica, lo cual torna a dicha

221
FUENTES, C. 2001. Denuncias por actos de violencia policial. Santiago, FLACSO, p. 64. El
estudio de Fuentes fue realizado hace ya varios años, pero estimamos que la situación a la que
se hace referencia no ha variado sustancialmente hasta el día de hoy.
222
Quienes están llamados a conocer y resolver las faltas que cometan los subalternos son los
Oficiales de Orden y Seguridad de Carabineros, que tienen mando jerárquico (art. 9 del
Reglamento). Cuando no se haya establecido fehacientemente la falta por la observación del
jefe o por la propia confesión del inculpado o si existen dudas sobre los hechos o grado de
responsabilidad, los hechos deben esclarecerse mediante una indagación administrativa. Véase
SOTO, D. op cit. p. 390.
223
Agradecemos al Mayor de Carabineros (J) Daniel Soto Muñoz por la aclaración de este
punto y en general por su orientación para comprender el régimen disciplinario de la institución
de Carabineros.
224
ARIAS, P. y ZÚÑIGA, L. 2008. op. cit. p. 44.

108
norma en un mal instrumento para guiar la acción de los funcionarios policiales
en su relación con los civiles. En segundo lugar, hay una profunda falta de
transparencia en cuanto a la forma de funcionar de los órganos encargados de
hacer efectivo el régimen disciplinario de Carabineros.

3. El control por parte de autoridades civiles

Las instituciones militares, dentro de las cuales se encuentra Carabineros de


Chile 225 , “asumen la misión del uso de la fuerza y, para ello, contraen una
obligación corporativa de ‘obediencia y no deliberancia’ respecto del poder
civil.”226 Esta subordinación tiene carácter constitucional desde la Constitución
de 1833 hasta la actual Constitución de 1980 227 . El mismo principio es
consagrado en la Ley Orgánica Constitucional de Carabineros de Chile 228. Por
lo demás, como bien apunta Daniel Soto, la calificación de “militar” “es un
atributo, condición o estatuto conferido por la ley” que “genera un vínculo
jurídico de obediencia entre el funcionario público militar y el Estado” 229. Estos
son los fundamentos que hacen relevante el control externo que ejerce el poder
civil respecto del poder militar.

Lo cierto es que esta relación de subordinación del poder militar respecto del
poder civil, formalmente consagrada a nivel normativo, es aún una relación
poco clara en el periodo posterior a la dictadura de Pinochet. Si bien dicha

225
Recuérdese que de acuerdo al artículo primero de su Ley Orgánica Constitucional,
“Carabineros de Chile es una Institución policial técnica y de carácter militar, que integra la
fuerza pública y existe para dar eficacia al derecho; su finalidad es garantizar y mantener el
orden público y la seguridad pública interior en todo el territorio de la República y cumplir las
demás funciones que le encomiendan la Constitución y la ley.” La cursiva es nuestra.
226
SOTO, D. op cit. p. 380.
227
Como lo señala Daniel Soto, “Así lo han determinado sucesivamente la Constitución de 1833
en los artículos 82 Nº 17, 156 y 157; la Constitución de 1925 en los artículos 22 y 72 Nº 13; y la
actual Constitución de 1980, en los artículos 32 Nº 17 y Nº 18, y 101 a 1058.” SOTO, D. op cit.p.
380.
228
En su artículo 2° inciso primero expresa: “Carabineros de Chile como cuerpo policial armado
es esencialmente obediente, no deliberante, profesional, jerarquizado y disciplinado y su
personal estará sometido a las normas básicas establecidas en la presente ley orgánica, su
Estatuto, Código de Justicia Militar y reglamentación interna.”
229
SOTO, D. op cit.p. 380.

109
subordinación no ha vuelto a ser puesta totalmente en jaque, son los reales
alcances de ésta los que aun son difíciles de esclarecer. Los patrones de
violencia que hemos estudiado dan cuenta de aquello. ¿Cómo puede ocurrir
que por más de 10 años se perpetúe un patrón de violencia policial sin que las
autoridades civiles puedan ejercer un real control del actuar policial? ¿Cómo
puede ocurrir que al ser consultado el poder ejecutivo respecto de los detalles
de un plan de intervención policial éste no sea capaz de dar ninguna respuesta
satisfactoria?230 Recuérdese que al ser requerido el Ministerio del Interior ante
el Consejo para la Transparencia en 2010 respecto del contenido concreto del
plan de intervención policial en La Legua dicho Ministerio respondió que dicho
plan no existía como tal y que se trataría nada más que de un “nombre de
fantasía”. Como también vimos, tres años después, al volver a requerirse
información al Ministerio del Interior la respuesta no fue mucho más completa.
La experiencia de la población La Legua demuestra que a pesar de que en la
actualidad se diga que se está implementando un plan de seguridad (que
deberá ser implementado por las fuerzas de orden y seguridad), el control
efectivo de la autoridad civil sobre las policías puede llegar a ser
extremadamente débil. El riesgo que eso significa para los derechos de los
ciudadanos es evidente.

Un avance en esta materia ocurrió en el año 2011. A partir de febrero de 2011


Carabineros de Chile y Policía de Investigaciones dependen del Ministerio del
Interior a través de la Subsecretaría del Interior. Con anterioridad, se producía
la confusa situación de que estas instituciones dependían administrativamente
del Ministerio de Defensa a través de una Subsecretaría, pero operativamente
dependían del Ministerio del Interior ya que éste tiene entre sus funciones el
resguardo de la seguridad y el orden público. De este modo, la ley 20.502 231 de

230
Véase el Capítulo I punto 6 de esta tesis.
231
CHILE. Ministerio del Interior. 2011. Ley N° 20.502: Crea el Ministerio del Interior y
Seguridad Pública y el Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de
Drogas y Alcohol, y modifica diversos cuerpos legales, febrero 2011. 13p.

110
2011 constituye un paso relevante en la centralización del control externo de
Carabineros e Investigaciones. Resta saber cómo esta modificación influye
efectivamente en el control de las fuerzas policiales.

4. El control de identidad y la justicia militar

Es en estos dos elementos en los que queremos enfocarnos para cerrar nuestro
estudio. Respecto del primero, queremos analizar lo que consideramos es un
problema grave en la delimitación normativa de las facultades de los
funcionarios policiales. Respecto del segundo, pretendemos demostrar cómo es
que la justicia militar, claramente un mecanismo de control externo de
Carabineros de Chile, funciona en nuestro país como un factor perpetuador de
la impunidad de la violencia policial.

Nos parece importante enfocarnos en estos dos factores porque se trata de dos
piezas clave de lo que, a la luz del patrón de violencia estudiado, estimamos
constituye un “círculo de impunidad”: mientras en las calles de lugares como la
población La Legua los funcionarios policiales pueden actuar con un amplísimo
margen de discrecionalidad, las posibilidades de que con posterioridad reciban
una sanción por parte de la justicia son mínimas.

Hemos seleccionado estos dos factores, además, porque las falencias son
claramente identificables. No ocurre lo mismo con los otros dos factores a los
que hemos hecho referencia. En el caso del régimen disciplinario de
Carabineros como mecanismo de control interno ya señalamos la dificultad que
existe para poder tener conocimiento acerca de su efectividad. En lo que
respecta al control por parte de autoridades civiles también nos referimos a lo
poco clara que es la relación entre poder civil y poder militar. Aunque en ambos
casos existen problemas que contribuyen a perpetuar la violencia policial, no
nos parece que podamos hacer un análisis demasiado profundo para
justificarlo. Dicho esto, en lo que queda nos abocaremos a hacer un análisis

111
más detallado de la regulación del control de identidad y de la institución de la
justicia militar como factores que contribuyen a perpetuar el patrón de violencia
policial que ha sido objeto de nuestro trabajo. Dedicaremos, por tanto, los
próximos dos capítulos a examinar cada uno de estos factores por separado.

112
CAPÍTULO V. EL CONTROL DE IDENTIDAD

1. Finalidad del control de identidad

En nuestro Código Procesal Penal el Control de Identidad tiene el carácter de


actuación policial autónoma, esto es, no requiere de autorización previa del
fiscal o del tribunal para que el funcionario policial pueda realizarla. Esta
característica se ha mantenido incólume desde la dictación del Código hasta
hoy, luego de la última reforma introducida por la Ley 20.253, de 2008.

Su finalidad, por tanto, debe ser cuidadosamente delimitada, puesto que al no


estar necesariamente subordinado a las finalidades investigativas del Ministerio
Público, hay que buscarla con mayor detención. Es dable afirmar –y en esto la
doctrina parece coincidir– que posee una finalidad mixta, de carácter preventivo
y represivo.

Al respecto, Ramos y Merino han señalado que “[d]esde un punto de vista


represivo, el control de identidad se vincula a la persecución penal, pues
constituye una herramienta idónea para la investigación de los delitos”, mientras
que “[d]esde un punto de vista preventivo, el control de identidad tiene por
finalidad evitar la perpetración de delitos (…)”232

El autor español Jesús María Casal afirma algo similar al decir que las
diligencias policiales de identificación pueden ser hechas en razón “de sus
funciones [de la policía] represivas” o también “con fines preventivos, es decir,
para evitar la comisión de actos delictivos o de otras acciones contrarias a la
seguridad pública”233.

232
RAMOS C. y MERINO C. 2010. Control de identidad: aplicación diferenciada de la regulación
del artículo 85 del Código Procesal Penal. Memoria para optar al grado de Licenciado en
Ciencias Jurídicas y Sociales. Santiago, Universidad de Chile, Facultad de Derecho, p. 211
233
CASAL, J. 1998. Derecho a la libertad personal y diligencias policiales de investigación.
Madrid. Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, p. 187.

113
Esta doble finalidad, y sus implicaciones, puede ser mejor comprendida si se
atiende a una tensión que, podríamos afirmar, subyace a la figura misma. Se
trata de la colisión que puede existir entre los objetivos de “seguridad
ciudadana”234 y la vigencia de los derechos fundamentales de los ciudadanos.
El control de identidad se halla en medio de esa tensión, pues al tiempo que,
dotado de una finalidad preventiva, puede servir a los funcionarios policiales
que lo efectúan para prevenir la comisión de hechos delictivos, debe ser
especialmente respetuoso de los derechos fundamentales de las personas cuya
identidad se controla, puesto que en ausencia de la imputabilidad de algún
hecho delictivo, carece de legitimación para una afectación mayor de derechos
fundamentales.

El equilibrio entre estas dos finalidades ha sido usualmente tenso. A nivel


doctrinal, se ha cuestionado la legitimidad de que exista una finalidad preventiva
en el marco de una legislación –como el Código Procesal Penal– cuyo fin es,
esencialmente, la persecución de hechos delictivos, es decir, la actuación con
finalidad represiva. Al respecto, el profesor Jorge Bofill señaló en el marco de la
tramitación de la Ley 20.253 que es válido “considerar la posibilidad de facultar
a las policías para proceder a los controles de identidad sin ningún indicio,
como mera medida preventiva, pero que esa autorización debe estudiarse, y
eventualmente incorporarse, en el marco de las leyes orgánicas de Carabineros
e Investigaciones y no dentro del Código Procesal Penal, porque una atribución

234
Reconocemos, con HORVITZ, que el concepto de “seguridad ciudadana” puede tener a lo
menos dos lecturas. La primera que la autora señala es entenderlo como seguridad jurídica,
perspectiva desde la cual se nos aparece como una noción esencial de los Estados de Derecho
“post revolucionarios”; mientras que la segunda, de pretensiones más estrechas, y que dice
relación con el objeto de este trabajo, supone entenderla como “la necesidad de prevención de
peligros potenciales, convirtiéndose entonces en un concepto simbólico que expresa dicha
función prospectiva”. Véase HORVITZ, M. 2012. Seguridad y garantías: Derecho penal y
procesal penal de prevención de peligros. Revista de Estudios de la Justicia 16: 99 – 118. Es
esta segunda acepción que al concepto en comento atribuye HORVITZ la que hemos
identificado sin más con la de “seguridad pública”.

114
de esta clase no tiene relación con la persecución criminal sino con la función
policial preventiva.”235 (sic)

Una opinión similar ha sostenido María Inés Horvitz, para quien “el
procedimiento penal sólo puede estar encaminado a la persecución penal de
hechos cometidos en el pasado, correspondiendo a la policía preventiva la tarea
de evitar que se cometan en el futuro nuevos delitos. De allí que no se pueda
utilizar legítimamente el proceso penal para fines de prevención general, como
a nuestro juicio ocurre con la institución del control de identidad (…), por
tratarse de un caso prototípico en que se manifiestan las distorsiones de
confundir las funciones preventivas y represivas de la policía.”236

A nivel legal, la regulación primigenia del Control de Identidad prestaba una


atención mucho mayor a los fines represivos de dicha figura. Recordemos que
en la redacción original del artículo 85, el Control de Identidad podía ser
practicado siempre que:

- La persona hubiere cometido o intentado cometer un crimen o simple delito.


- La persona se dispusiere a cometerlo.
- La persona [identificada] pudiera suministrar informaciones útiles para la
indagación de un crimen o simple delito.

Se trataba, por tanto de hechos que constituían “hipótesis jurídico-penalmente


relevantes, y por tanto, susceptibles de ser investigados y juzgados penalmente
(…) [De esta forma] el carácter preventivo del control de identidad constituía en
el CPP original una finalidad accesoria, pues la evitación de la comisión de

235
CHILE. Ministerio de justicia. 2008. Ley 20.253: modifica el código penal y el código procesal
penal en materia de seguridad ciudadana, y refuerza las atribuciones preventivas de las
policías, 6p. La Historia de la Ley se encuentra disponible en
http://www.leychile.cl/Navegar?idNorma=176595&idParte=0 [consulta: 17 de abril de 2014]
236
Citada por RABI, R. 2010. ¿Qué rol y justificación tiene el control de identidad de una
persona en nuestro sistema procesal penal considerando el actual texto del artículo 85 del
Código Procesal Penal? Revista de Estudios de la Justicia 13: 323 – 363

115
delitos era solo una consecuencia esperada de la realización de control de
identidad a sujetos sospechosos de comportamientos en sí mismo punibles”237

Es importante resaltar que la distinción entre una y otra finalidad –y la


preponderancia que a cada una se otorgue– no es sólo un debate de corte
doctrinario, sino que tiene importantes implicaciones prácticas, puesto que de
aceptarse la primacía de las finalidades represivas –por el hecho de
encontrarse “su regulación en un código que rige la actividad estatal dirigida a la
investigación y juzgamiento de los delitos”– el principio de ejecución del hecho
punible se convierte en un “requisito esencial para la realización de un control
de identidad.”238 Dicho de otro modo, si de lo que se trata es de la regulación de
actividades investigativas, solo se pueden investigar hechos que sean en sí
mismo punibles. Como se ve, asumir esta perspectiva restringe
considerablemente los alcances y posibilidades de practicar un Control de
Identidad.

La conclusión anterior no es, en todo caso, unánimemente compartida. Rabi, si


bien reconoce que “el control de identidad será justificado en la medida en que
sea útil para la investigación de delitos”, sostiene que “por otra parte, no es
necesario que se haya producido un delito para que tenga lugar el control de
identidad, sino que, en el fondo, se trata de actividades de control preventivo
(…) para evitar la eventual comisión de hechos delictivos”239, razonamiento que
no compartimos. Nos parece que incurre en una contradicción. Si se le atribuye
a esta diligencia una utilidad para la investigación de delitos, consideramos que
es un requisito mínimo el que se tenga conocimiento, al menos, del delito que
se va a investigar. No nos parece suficiente fundamento la eventual comisión de
un hecho delictivo, puesto que parece ser demasiado amplio para sustentar una
actuación que afecta derechos fundamentales de los ciudadanos. Es en virtud

237
RAMOS C. y MERINO C. op. cit. p. 211. El destacado es nuestro
238
RAMOS C. y MERINO C. op. cit. p. 212
239
RABI, R. op. cit. p. 339

116
de esta afectación (que será debidamente examinada más adelante) que la
precisión que ha de exigirse para su práctica ha de ser mayor.

Como se podrá observar con mayor detención en el análisis del desarrollo


histórico-legislativo del control de identidad, las sucesivas modificaciones
legales han ido otorgando mayor importancia a la finalidad preventiva de éste,
incorporando nuevas hipótesis que son inteligibles sólo si se considera que
están informadas por una finalidad de carácter preventivo. El ejemplo
paradigmático de esto lo constituye la Ley 20.253, que incorporó la posibilidad
de requerir la identificación de un ciudadano “que se encapuche o emboce para
ocultar, dificultar o disimular su identidad”. Lo que nos interesa en este punto
es sostener que la disposición es criticable porque obvia la doble finalidad
(preventiva – represiva) del Control de Identidad. Aparece, así, como el epítome
de la consagración legal de una finalidad puramente preventiva, para la cual es
intrascendente si el Control de Identidad tendrá relevancia para la investigación
de un hecho punible. Y ello entraña el peligro de que se extiendan en demasía
las facultades de los funcionarios policiales para poder llevar a cabo una gestión
que, como se explicará más adelante, tiene relevancia iusfundamental.

También resulta importante distinguir la finalidad preventiva de la represiva a la


hora de justificar la afectación de derechos fundamentales que el control de
identidad significa. Como señalan Ramos y Merino, “la realización de hechos
propiamente delictivos constituye la razón que justifica una mayor injerencia en
los derechos fundamentales desde un punto de vista cautelar (…) la intensidad
de la injerencia se gradúa según la gravedad y certeza que exista de la
perpetración de un hecho punible.” 240 Dicho de otro modo, es la finalidad
represiva, materializada en la investigación y juzgamiento de hechos punibles,
la que justifica una mayor intromisión en los derechos fundamentales de los
ciudadanos. Al mismo tiempo, “en caso de que el afectado sólo realice

240
RAMOS C. y MERINO C. 2010. op.cit. p. 214

117
comportamientos constitutivos de peligro –concreto– para la seguridad
ciudadana” (…) “no se justifica la aplicación de una intromisión equivalente en
derechos fundamentales”. Y es que en la perspectiva de la limitación de
derechos fundamentales “la seguridad pública no brinda una justificación
equivalente a la persecución penal de los delitos”241

2. Derechos fundamentales afectados por el control de identidad242

En el marco de la elucidación de los rasgos distintivos del Control de Identidad,


menester es hacer mención a un aspecto fundamental de éste: se trata de
determinar qué derechos fundamentales pueden verse afectados por el Control
de Identidad. Como veremos a continuación, la doctrina parece estar conteste a
la hora de afirmar que se trata de una figura de “relevancia iusfundamental”, en
tanto su práctica afecta derechos fundamentales de los ciudadanos que son
objetos del mentado control. En lo que no parece haber un consenso tan
categórico es en cuanto a la determinación de cuáles son los derechos
efectivamente afectados. Esta sección pretende contribuir a responder esa
pregunta.

Recuérdese que ya hemos visto que el Control de Identidad reposa sobre la


tensión entre la eficacia de la persecución penal y la vigencia de los derechos
fundamentales. Como bien señalan Ramos y Merino, “la necesidad de eficacia
en la persecución de los delitos, común a toda medida a realizar en el contexto
del proceso penal, se encuentra en una constante tensión con la protección de
los derechos fundamentales asegurados por la Constitución y los tratados
241
Ibíd.
242
En el marco teórico de esta tesis hemos examinado con detención el rol que cumplen los
derechos fundamentales como límites al ejercicio del poder estatal. Lo hemos hecho mirando,
recuérdese, el derecho a la vida, a la libertad personal y a la integridad física y psíquica. Luego,
en el estudio de casos, hemos visto cómo dicha tríada de derechos se ve afectada en la
población La Legua. La sección presente tiene, por tanto, un objetivo distinto a las anteriores.
Lo que aquí buscamos es dar cuenta de una discusión que ha suscitado la atención de la
doctrina, tanto nacional como extranjera. Se trata de dilucidar qué derechos afectará el Control
de Identidad en virtud de su estructura típica. Eso explica que aquí se haga mención a derechos
fundamentales distintos a los que se hizo referencia en el marco teórico.

118
internacionales de derechos humanos vigentes en Chile”. 243 Y es que “el
proceso penal es, junto al Derecho penal, el sector del ordenamiento en que
mayores poderes se conceden al Estado para la restricción de los derechos
fundamentales que la Constitución reconoce a los ciudadanos.”244

Expresando una idea similar, Rabi sostiene que “el control de identidad es una
herramienta de prevención y persecución penal, sin por ello ser un escollo para
el respeto de las libertades fundamentales entendidas de una manera
adecuada, esto es, como garantías de rango constitucional imprescindibles para
el sano funcionamiento de una sociedad.”245

A pesar de la claridad que parece existir en cuanto a la entidad de la tensión


descrita, no puede omitirse, como advierte Casal, que muchas veces se tiende
a desconocer o ignorar “la relevancia iusfundamental de la medida policial
consistente en controlar la identidad de una persona, es decir, en exigirle que
se identifique y en examinar la documentación que a tales efectos exhiba.”246

A nuestro juicio, el Control de Identidad es una diligencia que efectivamente


tiene relevancia desde el punto de vista de la vigencia de los derechos
fundamentales. Se trata de una actividad policial que supone una intromisión en
derechos que a todo ciudadano protege tanto la Constitución Política de la
República como los tratados internacionales de derechos humanos vigentes en
nuestro país. Esta intromisión suele justificarse aludiendo a su necesidad para
poder cumplir los fines propios del Control de Identidad, de la cual se deriva,
además, que la intromisión ha de ser proporcionada, es decir, ceñirse a lo
estrictamente indispensable para poder cumplir los mentados fines.247

243
RAMOS C. y MERINO C. op. cit. p. 161
244
GIMENO V. 1990. Proporcionalidad y derechos fundamentales en el proceso penal. Madrid,
Editorial COLEX, p. 7. Citado por RAMOS C. y MERINO C. op. cit. p. 161
245
RABI, R. op. cit., p.334
246
CASAL, J. op. cit. p. 311.
247
Véase, entre otros, RABI, R. op. cit. p. 324

119
Un segundo momento de esta pregunta consiste en esclarecer cuáles son los
derechos fundamentales afectados por el Control de Identidad. Y en este punto
no parece haber consenso tan nítido.

Para Ramos y Merino, el Control de Identidad afecta de manera relevante tanto


el derecho a la libertad personal como el derecho a la vida privada. Aquél se
halla consagrado en el artículo 19 N° 7 de la Constitución Política de la
República248; éste, en el N° 4 del mismo artículo.249

La noción de que el Control de Identidad afecta el derecho a la libertad personal


ha sido sostenida también por la jurisprudencia extranjera. Sin ir más lejos, “el
Consejo Constitucional francés señaló que, aun cuando no desemboquen en
una “verificación” de la identidad, o sea, en la ‘retención’ o conducción a
comisaría de quien no haya podido o querido identificarse, tales controles
afectan la libertad individual consagrada en el artículo 66 de la Constitución
francesa.” 250 Es interesante notar que para dicho tribunal la afectación a la
libertad personal se produce aunque la diligencia de identificación se agote en
sí misma. Tiene el potencial suficiente para significar una afectación al derecho
en cuestión. Los alcances de esta idea están lejos de ser superficiales, pues, en
palabras de Casal, citando un comentario a una sentencia dictada en Francia,
esto implica que “el legislador no puede ni definir de manera muy vaga las
circunstancias en las que están permitidos los controles de identidad, ni
abandonar a las autoridades administrativas la misión de apreciar si las
condiciones establecidas han sido cumplidas.” 251 Se trata de una conclusión
bastante categórica.

248
El artículo 19 N° 7 señala que: “La Constitución asegura a todas las personas: 7°.- El
derecho a la libertad personal y a la seguridad personal”
249
El artículo 19 N° 4 señala que: “La Constitución asegura a todas las personas: 4°.- El respeto
y protección a la vida privada y a la honra de la persona y su familia”
250
CASAL, J. op. cit. p. 312
251
CASAL, J. op. cit. p. 313.

120
Para Casal, en cambio, la afectación principal no ha de buscarse en el derecho
a la libertad personal, sino, justamente, en el derecho a la vida privada. En
palabras de dicho autor “no creemos que el requerimiento de identificación
constituya, por sí solo, una injerencia en el derecho a la libertad personal. Nos
parece igualmente dudoso que aquel afecte el derecho a la libre circulación (…)
En cambio, el solo requerimiento de identificación sí incide, a nuestro juicio, en
el derecho a la intimidad.”252 Casal no niega que la diligencia de identificación
pueda devenir en una afectación al derecho a la libertad personal si luego da
paso, por ejemplo, a una detención. Mas, a su juicio, si la diligencia se agota en
sí misma, solo significa una intromisión en el derecho a la intimidad o a la vida
privada.

Para afirmar lo anterior, Casal propone ampliar la comprensión del ámbito


protegido por el derecho a la vida privada. En palabras de Ramos y Merino, “es
insuficiente entender el derecho a la privacidad exclusivamente desde un punto
de vista negativo, sin considerar además su dimensión positiva, como un
derecho de control sobre el flujo de informaciones relativas al individuo.”253 Tal
comprensión implica que “se entiende incorporado en el derecho a la vida
privada el derecho a ejercer el dominio sobre los datos personales o derecho a
controlar la información concerniente a uno mismo.”254 Y es que, en palabras de
Pérez Luño “en nuestra época resulta insuficiente concebir la intimidad como un
derecho garantista de defensa frente a cualquier invasión indebida de la esfera
privada, sin contemplarla, al propio tiempo, como un derecho activo de control
sobre el flujo de informaciones que afectan a cada sujeto.”255

252
CASAL, J. op. cit. p. 315
253
RAMOS C. y MERINO C. op. cit. p. 182. Cursivas en el original
254
Ibíd.
255
PÉREZ LUÑO, A. Derechos Humanos. Estado de Derecho y Constitución. Citado por
CASAL, J. op. cit. p. 316.

121
En términos generales, este derecho ha sido llamado “derecho a la
autodeterminación informativa”256, cuyo rasgo fundamental dice relación con el
“derecho a ejercer un dominio sobre los datos personales” 257 . El control de
identidad, de este modo, “incide en una de las manifestaciones de la facultad de
control sobre los datos personales, el control de su captación”, puesto que “la
identidad es la ‘puerta de entrada’ de la intimidad”.258

En el caso chileno, la diligencia específica que en mayor medida representa una


intromisión en el derecho a la vida privada entendido como derecho a la
autodeterminación informativa, es la facultad de registro, la cual, como veremos
más adelante, se ha constituido en el escenario en que se producen, dentro de
los casos estudiados, una importante porción de las violaciones a derechos
fundamentales. Los oscuros límites de esta facultad, y una deficiente
comprensión de sus fines por parte de los funcionarios policiales dan pie para
que se lleven a cabo conductas vejatorias. Nos ocuparemos de ello en la
sección correspondiente. Baste mencionar, por lo pronto, que el registro se
halla regulado en el inciso segundo del artículo 85 del Código Procesal Penal
en los siguientes términos:

Durante este procedimiento, sin necesidad de nuevos indicios, la policía


podrá proceder al registro de las vestimentas, equipaje o vehículo de la
persona cuya identidad se controla, y cotejar la existencia de las órdenes
de detención que pudieren afectarle. La policía procederá a la detención,
sin necesidad de orden judicial y en conformidad a lo dispuesto en el
artículo 129, de quienes se sorprenda, a propósito del registro, en alguna
de las hipótesis del artículo 130, así como de quienes al momento del
cotejo registren orden de detención pendiente.

256
Véase RAMOS C. y MERINO C. op. cit. p. 182 y CASAL, J. op. cit. p. 316 que utilizan este
término.
257
CASAL, J. op. cit. p. 316
258
CASAL, J. op. cit. p. 316.

122
Para algunos autores, como Romero Muza, el requerimiento de identificación
afecta, en sí mismo, “en forma transitoria derechos fundamentales de las
personas como son la libertad ambulatoria”, mientras que la intromisión en el
derecho a la vida privada sólo va a concurrir si es que procede el registro.259

A nuestro juicio, Romero identifica de manera correcta que el registro


representa una intromisión en el derecho a la privacidad, por cuanto –regulado
como se halla en Chile– no se encarga la ley de establecerle un límite claro,
sino que lo regula en términos amplísimos, permitiendo a los funcionarios
policiales llevarlo a cabo sobre la vestimenta, el equipaje y el vehículo del sujeto
registrado, sin precisar además cuáles son las finalidades concretas del
registro. Como veremos más adelante, la doctrina discute qué finalidades son
lícitas. No todas tienen el mismo valor y reconocimiento. En ese sentido,
creemos que el citado artículo 85 permite una mayor intromisión en el derecho a
la intimidad al no precisar con qué finalidades ha de practicarse el registro. Con
dicha omisión abre espacio a una justificación demasiado amplia y difusa, la
que, por lo mismo, entraña un serio riesgo de arbitrariedad.

3. Desarrollo histórico – legislativo del control de identidad

La presente sección tiene como objetivo dotar el análisis crítico del control de
identidad de un marco histórico que dé cuenta de su evolución. Para ello se
analizará tanto la regulación del antiguo Código de Procedimiento Penal (CdPP,
en lo que sigue), que contenía figuras que, como se verá, pueden ser
calificadas de antecedentes del Control de Identidad, como la del Código
Procesal Penal (CPP, en lo sucesivo), examinando con detención sucesivas
modificaciones que el Control de Identidad ha sufrido.

259
ROMERO. R. 2006. Control de Identidad y Detención. Doctrina y Jurisprudencia. Santiago,
Librotecnia, p. 19

123
3.1. Control de Identidad en el Código de Procedimiento Penal

La doctrina es conteste a la hora de identificar el antecedente inmediato del


Control de Identidad en la “detención por sospecha” contemplada en el artículo
260 del CdPP. El mentado artículo establecía lo siguiente:

“Art. 260.- Los agentes de policía estarán obligados a detener a todo


delincuente de crimen o simple delito a quien se sorprenda infraganti. Están,
además, autorizados para detener:

3° Al que anduviere con disfraz o de otra manera que dificulte o disimule su


verdadera identidad y rehusare darla a conocer.

4° Al que se encontrare a deshora o en lugares o en circunstancias que presten


motivo fundado para atribuirle malos designios, si las explicaciones que diere de
su conducta no desvanecieran las sospechas “

Esta redacción fue objeto de numerosas críticas por cuanto se entendía que
constituía un peligro potencial para la vigencia de los derechos fundamentales
de los habitantes de la república, en la medida en que otorgaba a los
funcionarios policiales facultades para detener cuyos fundamentos se hallaban
en disposiciones legales de redacción demasiado laxa. A dicho temor había que
sumar que la norma era vista como una peligrosa puerta de entrada para actos
discriminatorios, por lo cual “[s]e criticaba el texto legal, en razón del tenor
sumamente amplio de su redacción, que permitía subjetivas interpretaciones
que ocasionaban arbitrariedades, desigualdades y discriminaciones,
especialmente respecto de jóvenes y personas de sectores pobres de la
población.”260 El análisis anterior, además de ser compartido por otros autores,
parece basarse no solo en un análisis puramente conceptual de la norma, sino

260
RAMOS C. y MERINO C. op. cit. p. 143

124
también en lo que la experiencia había indicado durante años: “existe
unanimidad en nuestra doctrina en afirmar que la detención por sospecha tuvo
una aplicación arbitraria y contraria a garantías fundamentales como el derecho
a la libertad ambulatoria, la igualdad ante la ley y otras de similar relevancia“ 261

La preocupación por poner coto a las vulneraciones de derechos que ocurrían


en el marco de la detención por sospecha es bastante anterior a la dictación del
Código Procesal Penal. Es así cómo “ya en 1993 un grupo de parlamentarios
presentó un proyecto que logró el respaldo del Ejecutivo, que buscaba eliminar
los números 3° y 4° del artículo 260 del Código de Procedimiento Penal,
buscando ‘compatibilizar los derechos de las personas con los procedimientos
penales y de detención’”.262

Rabi nos indica que es en la recién mencionada iniciativa donde podemos hallar
los primeros antecedentes que luego condujeron a la dictación de la Ley 19.567
que “incorporó al CdPP la nueva figura del control de identidad (art.260 bis263),
que facultaba a la policías a requerir la identificación de cualquier persona en
casos fundados, como los de existir indicios de haber cometido un delito, que
en caso de negativa a acreditarla o si no le había sido posible hacerlo, sería
conducida a la unidad policial más cercana para los fines de identificación; si

261
RABI, R. op. cit. p. 326
262
RABI, R. op. cit. p. 326
263
Para favorecer una mejor intelección del argumento desarrollado, hemos copiado los
artículos resultantes ya en las respectivas notas al pie o en el cuerpo del texto, según mejor se
adapte a la redacción de esta tesis. El artículo 260 bis señalaba lo siguiente:
Artículo 260 bis. La policía podrá solicitar la identificación de cualquier persona, en casos
fundados, tales como la existencia de un indicio de que ella ha cometido o intentado cometer un
crimen o simple delito, o de que se dispone a cometerlo, o de que puede suministrar
informaciones útiles para la indagación de un crimen o simple delito. La identificación se
realizará en el lugar en que la persona se encuentre, debiendo dársele todas las facilidades
posibles para acreditarla, lo que podrá hacer por cualquier medio. En caso de negativa de una
persona a acreditar su identidad o si, habiendo recibido las facilidades del caso no le ha sido
posible acreditarla, la policía la conducirá a la unidad policial más cercana, para dar
cumplimiento a lo dispuesto por el artículo 266. El ejercicio abusivo de esta facultad o la
negativa a dar facilidades para permitir la identificación serán sancionados disciplinariamente en
los términos del inciso final del artículo 293.

125
tampoco era posible identificarla, se le tomarían huellas digitales para los
mismos fines”264

3.2. El Control de Identidad en el Código Procesal Penal original265

La inclusión del Control de Identidad en el Código Procesal Penal suscitó ricos


debates sobre el modo en que éste debía ser regulado, puesto que era claro
que se trataba de una figura que tiene origen en una significativa tensión: por un
lado, el imperativos de consolidación de la seguridad pública; y, por el otro, el
necesario respeto a los derechos fundamentales de las personas. En palabras
de Rabi, lo que el legislador hizo fue asumir que los derechos fundamentales
“no tienen un alcance absoluto”, fenómeno que a su juicio se apreciaría
especialmente “en el ámbito del Derecho Procesal Penal”, por tratarse de un
ámbito “para el cual también es valiosa la persecución criminal”.266

El texto finalmente aprobado, e incorporado al recién dictado Código Procesal


Penal debe ser visto, entonces, como el resultado de un equilibrio entre los dos
factores en tensión. La regulación aprobada fue la siguiente267:

“Artículo 85.- Control de Identidad. Los funcionarios policiales señalados


en el artículo 83 podrán, además, sin orden previa de los fiscales,
solicitar la identificación de cualquier persona en casos fundados, tales
como la existencia de un indicio de que ella hubiere cometido o intentado
cometer un crimen o simple delito, de que se dispusiere a cometerlo o de
que pudiere suministrar informaciones útiles para la indagación de un
crimen o simple delito. La identificación se realizará en el lugar en que la
persona se encontrare, por medio de documentos de identificación

264
Véase RAMOS C. y MERINO C. op. cit. p. 144
265
El Código Procesal Penal correspondió a la Ley 19.696, publicada el 12 de octubre del año
2000
266
RABI, R. op. cit. p. 327
267
En tanto es de nuestro interés que el lector note detalladamente todas las modificaciones
introducidas a la norma, hemos transcripto en el cuerpo del texto la integridad del artículo
resultante de cada modificación.

126
expedidos por la autoridad pública, como cédula de identidad, licencia de
conducir o pasaporte. El funcionario policial deberá otorgar a la persona
facilidades para encontrar y exhibir estos instrumentos.

En caso de negativa de una persona a acreditar su identidad, o si


habiendo recibido las facilidades del caso no le fuere posible hacerlo, la
policía la conducirá a la unidad policial más cercana para fines de
identificación. Si no le hubiere sido posible acreditar su identidad, se le
darán en ese lugar facilidades para procurar una identificación
satisfactoria por otros medios distintos de los ya mencionados. Si esto
último no resultare posible, se ofrecerá a la persona ponerla en libertad
de inmediato si autorizare por escrito que se le tomen huellas digitales,
las que sólo podrán ser utilizadas para fines de identificación.

La facultad policial de requerir la identificación de una persona deberá


ejercerse de la forma más expedita posible. En caso alguno el conjunto
de procedimientos detallados en los incisos precedentes podrá
extenderse por un plazo mayor a cuatro horas, transcurridas las cuales
será puesta en libertad.”

3.3. Primera modificación: la Ley 19.789 de 2002

Para evaluar el impacto de la reforma procesal penal y los primeros resultados


de su aplicación, el entonces ministro de justicia, José Antonio Gómez mandató
a una Comisión para su evaluación: la llamada “Comisión de Evaluación e
Implementación de la reforma”, la cual, tras su trabajo, refirióse al control de
identidad y a posibles modificaciones que podían realizársele

Es interesante notar que, además de incorporar sugerencias específicas, la


mentada Comisión especificó ciertas dificultades de carácter general, cuyo
origen y fundamento se hallaba en la tensión subyacente a la regulación que ya
hemos descrito. Así, en el informe respectivo se dice que “el nuevo sistema de

127
controles que la reforma representa se ha constituido en un sistema bastante
eficaz sobre la legalidad de las actuaciones policiales, especialmente por la
intervención del juez y del defensor en las audiencias iniciales. Esta
constatación constituye un logro de la reforma que debe ser resaltado. No
obstante, la misma estrictez de los controles ha generado problemas operativos
que pensamos deben ser solucionados para evitar que el control sobre la
actividad policial sea percibido como un obstáculo al eficaz desarrollo del
mismo”.268 Nótese que a la luz de los problemas que generaba la detención por
sospecha, en la regulación primigenia del Control de Identidad los términos de
la tensión se han invertido: donde antiguamente había una debilidad (i.e., en la
excesiva arbitrariedad que la regulación permitía al funcionario encargado de
practicar la detención) ahora existía una fortaleza (i.e., un sistema bastante
eficaz de control), por lo cual el problema a solucionar era otro: la misma
eficacia de los controles podía derivar en una estrictez excesiva de los mismos,
lo cual podía significar un entorpecimiento para la persecución penal. A partir de
la flaqueza general ya descrita, la Comisión especificó las debilidades que la
nueva regulación presentaba, entre las cuales cabe destacar las siguientes:

“a) Improcedencia del control de identidad respecto de un sujeto del cual


se tuviere sospecha que hubiera participado en una falta o se dispusiera a
cometerla.

b) Insuficiencia del plazo de 4 horas en caso de que el sujeto se negara a


entregar su verdadera identidad, diera una falsa o simplemente no se
identificara, ya que el Servicio de Registro Civil e Identificación no
alcanzaba a mandar la información dentro de ese plazo.

268
RABI, R. op. cit. p. 328

128
c) Sólo se podía realizar un registro al controlado cuando lo aceptara
voluntariamente, lo que importaba un riesgo para la seguridad o integridad
del policía ante la eventualidad de que el sujeto se encontrara armado.”269

Es importante volver sobre el punto ya esbozado: ninguna de las insuficiencias


detectadas a la regulación del Control de Identidad decían relación con la
protección (o falta de ella) a los derechos fundamentales, sino que todas tenían
que ver con una búsqueda de mayor agilidad y efectividad de la persecución
penal.

Es posible detectar que la búsqueda de mayor agilidad y celeridad recién


descrita fue la que inspiró la modificación legal al Control de Identidad, la cual
se plasmó en la Ley 19.789, publicada el 30 de enero de 2002, de la cual
resultó el siguiente artículo:

“Artículo 85.- Control de identidad. Los funcionarios policiales señalados


en el artículo 83 podrán, además, sin orden previa de los fiscales,
solicitar la identificación de cualquier persona en casos fundados, tales
como la existencia de un indicio de que ella hubiere cometido o intentado
cometer un crimen, simple delito o falta, de que se dispusiera a
cometerlo o de que pudiere suministrar informaciones útiles para la
indagación de un crimen, simple delito o falta. La identificación se
realizará en el lugar en que la persona se encontrare, por medio de
documentos de identificación expedidos por la autoridad pública, como
cédula de identidad, licencia de conducir o pasaporte. El funcionario
policial deberá otorgar a la persona facilidades para encontrar y exhibir
estos instrumentos.

269
RAMOS C. y MERINO C. 2010. op. cit. p. 147 y 148

129
Durante este procedimiento, el policía podrá proceder al registro de
las vestimentas, equipaje o vehículo de la persona cuya identidad se
controla.

En caso de negativa de una persona a acreditar su identidad, o si


habiendo recibido las facilidades del caso no le fuere posible hacerlo, la
policía la conducirá a la unidad policial más cercana para fines de
identificación. En dicha unidad se le darán facilidades para procurar
una identificación satisfactoria por otros medios distintos de los ya
mencionados, dejándola en libertad en caso de obtenerse dicho
resultado. Si no resultare posible acreditar su identidad, se le tomarán
huellas digitales, las que solo podrán ser usadas para fines de
identificación y, cumplido dicho propósito, serán destruidas.

Los procedimientos dirigidos a obtener la identificación de una


persona en los casos a que se refiere el presente artículo, deberán
realizarse de la forma más expedita posible y el abuso en su ejercicio
podrá ser constitutivo del delito previsto y sancionado en el artículo
255 del Código Penal. En caso alguno estos procedimientos podrán
extenderse en su conjunto a un plazo superior a las seis horas,
transcurridas las cuales la persona que ha estado sujeta a ellos
deberá ser puesta en libertad.”270

3.4. La Ley 19.942 de 2004

Transcurridos dos años desde la entrada en vigencia de la Ley 19.789, por


Mensaje del entonces Presidente de la República, Ricardo Lagos Escobar –
recogiendo dos mociones parlamentarias anteriores–, se impulsó una nueva
reforma al Control de Identidad. En el mensaje del Ejecutivo tuvo lugar la
explicitación de los objetivos que la modificación legal se proponía, los cuales
270
RAMOS C. y MERINO C. op. cit. p. 151. Negritas en dicha tesis, que tienen por objeto
resaltar las modificaciones más importantes

130
en líneas generales consistían en: “fortalecer las facultades de la Policía,
facilitar la diligencias y la actuación de éstas ante denuncias de comisión de
delitos sin necesidad de orden judicial previa, solucionar los problemas de
aplicación práctica y uniformar las normas relativas al control de identidad en el
CPP y en CdPP”271

Es interesante notar que la modificación propuesta en la Ley 19.789 suscitó


algunas críticas de la doctrina. Así, el profesor Jorge Bofill llamó la atención
sobre “la complejidad de las modificaciones propuestas, máxime cuando el
punto de partida de estos procedimientos no es otro que la sospecha policial,
cuyo ejercicio discrecional no permite fiscalización alguna”. 272 La crítica del
profesor Bofill parece interesante de reseñar no sólo por su pertinencia en el
momento en que fue formulada, sino también porque, como veremos más
adelante, un punto crítico de la regulación actual –que a la Ley 19.942 debe
sumar la Ley 20.253, la cual será debidamente reseñada en su momento– es
que las sucesivas modificaciones al Control de Identidad han ido en la línea de
aumentar la posible discrecionalidad policial por medio de concebir la actuación
de los funcionarios a partir de la existencia de sospechas.

En el Informe de la Comisión de Constitución, se recuerda que: “el control de la


identidad, tomando como ejemplo la legislación española, configura una
hipótesis de intervención policial circunscrita a la existencia de indicios que
permiten suponer que una persona hubiese cometido o intentado cometer un
crimen o simple delito, de que se dispusiese a cometerlo o de que pudiere
suministrar informaciones útiles para la indagación correspondiente.”273 Como

271
RAMOS C. y MERINO C. op. cit. p. 152.
272
CHILE. Ministerio de justicia. 2002. Ley 19789: introduce modificaciones al Código Procesal
Penal, 2p. La Historia de la Ley se encuentra disponible en
http://www.leychile.cl/Navegar?idNorma=194154&buscar=19789 [consulta: 21 abril 2014] El
extracto citado corresponde al Informe de la Comisión de Constitución del Senado
273
CHILE. Ministerio de justicia. 2002. Ley 19789: introduce modificaciones al Código Procesal
Penal, 2p. La Historia de la Ley se encuentra disponible en

131
veremos en la sección correspondiente, lo cierto es que al día de hoy la
regulación del Control de Identidad en nuestro país difiere bastante de lo que
existe en España.

En resumen, los dos aspectos principales de la modificación fueron los


siguientes:

a) La solicitud de identificación dejó de ser una facultad para las Policías y pasó
a ser una cuestión imperativa si las personas se encuentran en los casos del
art. 85 CPP.

b) El conjunto de diligencias a que da lugar el control de identidad no puede


exceder de 6 horas274

Lo anterior dio como resultado el siguiente artículo:

“Artículo 85: Control de identidad. Los funcionarios policiales señalados


en el artículo 83 deberán, además, sin orden previa de los fiscales,
solicitar la identificación de cualquier persona en casos fundados, tales
como la existencia de un indicio de que ella hubiere cometido o intentado
comete un crimen, simple delito o falta, de que se dispusiere a cometerlo
o de que pudiere suministrar informaciones útiles para la indagación de
un crimen, simple delito o falta. La identificación se realizará en el lugar
en que la persona se encontrare, por medio de documentos de
identificación expedidos por la autoridad pública, como cédula de
identidad, licencia de conducir o pasaporte. El funcionario policial deberá
otorgar a la persona facilidades para encontrar y exhibir estos
instrumentos.

http://www.leychile.cl/Navegar?idNorma=194154&buscar=19789 [consulta: 21 abril 2014] El


extracto citado corresponde al Informe de la Comisión de Constitución del Senado
274
RAMOS C. y MERINO C. op. cit. p. 152.

132
Durante este procedimiento, la policía podrá proceder al registro de las
vestimentas, equipaje o vehículo de la persona cuya identidad se
controla.

En caso de negativa de una persona a acreditar su identidad, o si


habiendo recibido las facilidades del caso no le fuere posible hacerlo, la
Policía la conducirá a la unidad policial más cercana para fines de
identificación. En dicha unidad se le darán facilidades para procurar una
identificación satisfactoria por otros medios distintos de los ya
mencionados, dejándola en libertad en caso de obtenerse dicho
resultado. Si no resultare posible acreditar su identidad, se le tomarán
huellas digitales, las que solo podrán ser usadas para fines de
identificación y cumplido dicho propósito serán destruidas.

El conjunto de procedimientos detallados en los incisos


precedentes no deberá extenderse por un plazo superior a seis
horas, transcurridas las cuales la persona que ha estado sujeta a
ellos deberá ser puesta en libertad, salvo que existan indicios de
que ha ocultado su verdadera identidad o ha proporcionado una
falsa, caso en el cual se estará a lo dispuesto en el inciso siguiente.

Si la persona se niega a acreditar su identidad o se encuentra en la


situación indicada en el inciso anterior, se procederá a su detención
como autora de la falta prevista y sancionada en el N° 5 del artículo
496 del Código Penal. El agente policial deberá informar, de
inmediato, de la detención al fiscal, quien podrá dejarla sin efecto u
ordenar que el detenido sea conducido ante el juez dentro de un
plazo máximo de 24 horas, contado desde que la detención se
hubiere practicado. Si el fiscal nada manifestare, la policía deberá
presentar al detenido ante la autoridad judicial en el plazo indicado.

133
Los procedimientos dirigidos a obtener la identificación de una persona
en conformidad a los incisos precedentes, deberán realizarse de la
forma más expedita posible, y el abuso en su ejercicio podrá ser
constitutivo del delito previsto y sancionado en el artículo 255 del Código
Penal.”275

3.5. La “agenda corta anti delincuencia”: ley 20.253

Las leyes 19.789 y 19.942 deben su existencia, fundamentalmente, a la


búsqueda de una progresiva mejora de la aplicación de una reforma entonces
reciente, de lo cual es muestra elocuente el hecho de que cuando se dictaron
ambas leyes, el Código Procesal Penal aún no entraba en vigencia en todas las
regiones del país. Debido a lo anterior, es posible detectar que los hechos que
motivan las respectivas modificaciones son plurales. Algo distinto ocurre con la
ley 20.253, publicada el 14 de marzo de 2008, lo que se nota ya desde el “título
ciudadano” con que la ley fue conocida y que si se atiende a su historia aparece
de forma bastante nítida: se trató de una ley cuyo objetivo predominante fue
“introducir mejoras en el sistema, destinadas a reprimir con mayor energía al
delito y disminuir esa sensación de temor”, puesto que era posible detectar
señales de temor subjetivo en la ciudadanía ante la delincuencia.276

Son dicha motivación y objetivo los que explican la ley resultante, cuyos fines
esenciales son sintetizados desde el inicio de su tramitación, y consisten en
“modificar el Código Procesal Penal y el Código Penal en materia de seguridad
ciudadana y reforzar las atribuciones preventivas de las policías, y por otro,

275
RAMOS C. y MERINO C. op. cit. p. 152. Como ya hemos mencionado, las negritas son
propias de la tesis citada. Tienen por objeto resaltar las modificaciones hechas al control de
identidad que, a juicio de los autores, resultan más significativas.
276
CHILE. Ministerio de justicia. 2008. Ley 20.253: modifica el código penal y el código procesal
penal en materia de seguridad ciudadana, y refuerza las atribuciones preventivas de las
policías, 6p. La Historia de la Ley se encuentra disponible en
http://www.leychile.cl/Navegar?idNorma=176595&idParte=0 [consulta: 25 abril 2014]

134
liberar a Carabineros de la funciones administrativas para que dediquen más
tiempo al resguardo de la ciudadanía.”277

Como no se trata esta tesis de un análisis crítico de la Ley 20.253, incluimos las
referencias recién hechas porque creemos que explican las modificaciones
introducidas a la regulación del Control de Identidad. El artículo resultante reza
lo siguiente:

“Artículo 85.- Control de identidad. Los funcionarios policiales señalados


en el artículo 83 deberán, además, sin orden previa de los fiscales,
solicitar la identificación de cualquier persona en los casos fundados, en
que, según las circunstancias, estimaren que existen indicios de que
ella hubiere cometido o intentado cometer un crimen, simple delito o falta;
de que se dispusiere a cometerlo; de que pudiere suministrar
informaciones útiles para la indagación de un crimen, simple delito o
falta; o en el caso de la persona que se encapuche o emboce para
ocultar, dificultar o disimular su identidad. La identificación se
realizará en el lugar en que la persona se encontrare, por medio de
documentos de identificación expedidos por la autoridad pública, como
cédula de identidad, licencia de conducir o pasaporte. El funcionario
policial deberá otorgar a la persona facilidades para encontrar y exhibir
estos instrumentos.

Durante este procedimiento, sin necesidad de nuevos indicios, la


policía podrá proceder al registro de las vestimentas, equipaje o vehículo
de la persona cuya identidad se controla, y cotejar la existencia de las
órdenes de detención que pudieren afectarle. La policía procederá a
la detención, sin necesidad de orden judicial y en conformidad a lo
dispuesto en el artículo 129, de quienes se sorprenda, a propósito
del registro, en alguna de las hipótesis del artículo 130, así como de
277
RAMOS C. y MERINO C. op. cit. p. 154

135
quienes al momento del cotejo registren orden de detención
pendiente.

En caso de negativa de una persona a acreditar su identidad, o si


habiendo recibido las facilidades del caso no le fuere posible hacerlo, la
policía la conducirá a la unidad policial más cercana para fines de
identificación. En dicha unidad se le darán facilidades para procurar una
identificación satisfactoria por otros medios distintos de los ya
mencionados, dejándola en libertad en caso de obtenerse dicho
resultado, previo cotejo de la existencia de órdenes de detención que
pudieren afectarle. Si no resultare posible acreditar su identidad, se le
tomarán huellas digitales, las que sólo podrán ser usadas para fines de
identificación y, cumplido dicho propósito, serán destruidas.

El conjunto de procedimientos detallados en los incisos precedentes no


deberá extenderse por un plazo superior a ocho horas, transcurridas las
cuales la persona que ha estado sujeta a ellos deberá ser puesta en
libertad, salvo que existan indicios de que ha ocultado su verdadera
identidad o ha proporcionado una falsa, caso en el cual se estará a lo
dispuesto en el inciso siguiente

Si la persona se niega a acreditar su identidad o se encuentra en la


situación indicada en el inciso anterior, se procederá a su detención
como autora de la falta prevista y sancionada en el Nº 5 del artículo 496
del Código Penal. El agente policial deberá informar, de inmediato, de la
detención al fiscal, quien podrá dejarla sin efecto u ordenar que el
detenido sea conducido ante el juez dentro de un plazo máximo de
veinticuatro horas, contado desde que la detención se hubiere
practicado. Si el fiscal nada manifestare, la policía deberá presentar al
detenido ante la autoridad judicial en el plazo indicado.

136
Los procedimientos dirigidos a obtener la identidad de una persona en
conformidad a los incisos precedentes, deberán realizarse en la forma
más expedita posible, y el abuso en su ejercicio podrá ser constitutivo del
delito previsto y sancionado en el artículo 255 del Código Penal.”278

Desde la perspectiva de lo estudiado en esta tesis es importante subrayar el


modo en que las preocupaciones del legislador han ido sufriendo sustantivas
variaciones desde la creación de la figura del control de identidad hasta la
aprobación del artículo 85 hoy vigente. Explicitar estas motivaciones puede ser
un elemento hermenéutico significativo, no tanto por reafirmar interpretaciones
“originalistas” de la ley, sino porque explican, a juicio nuestro, el leit motiv de la
ley de turno. Así, es llamativo el tránsito de los motivos que llevaron a la
derogación de la detención por sospecha, que decían relación, esencialmente,
con las vulneraciones a los derechos fundamentales que en su marco podían
ocurrir, a los motivos fundantes de la Ley 20.253, en que el respeto (o la falta de
éste) por los derechos fundamentales deja de ser un tema en el que valga la
pena detenerse (es elocuente el hecho de que en las 905 páginas que tiene la
historia de la ley haya solo tres menciones a los “derechos fundamentales”, dos
de las cuales están contenidas en un Oficio del Tribunal Constitucional y una
que aparece en el informe del Defensor Nacional citado por la comisión de
Constitución). Esta diferencia puede ayudarnos a entender el porqué de las
diversas regulaciones y, puntualmente, la existencia del actual artículo 85, que
será objeto de un análisis más profundo.

4. Análisis crítico de la regulación del control de identidad

La regulación actual, recuérdese, contiene cuatro hipótesis distintas que pueden


dar lugar a un Control de Identidad, siempre que los funcionarios “según las
circunstancias, estimaren que existen indicios de que ella hubiere”:

278
RAMOS C. y MERINO C. op. cit. p. 159 y 160

137
i. Cometido o intentado cometer un crimen, simple delito o falta;
ii. Se dispusiere a cometerlo.
iii. Pudiere suministrar informaciones útiles para la indagación de un crimen,
simple delito o falta
iv. La persona que se encapuche o emboce para ocultar, dificultar o
disimular su identidad.

4.1. Análisis crítico del encabezado: un concepto problemático

Debemos detenernos, primero que todo, en lo que ha entendido la doctrina por


“indicios” suficientes como para justificar la realización de un control de
identidad. A nuestro parecer, se trata de una noción problemática, pues, como
veremos, está dotada de cierta ambigüedad que dificulta el esclarecimiento de
su alcance. Dicha ambigüedad no es solo un acertijo semántico a resolver, sino
una cuestión con decisivas aplicaciones prácticas. La suficiencia o no de un
indicio determina la procedencia y legalidad de una medida intrusiva de
derechos fundamentales. Desde ya, aun antes del riguroso examen del
concepto en comento, uno podría afirmar que resulta cuando menos
cuestionable que la legalidad de una medida de tal relevancia iusfundamental
como el control de identidad dependa del esclarecimiento de un concepto de tal
carácter. Así, en palabras de Romero Muza, la praxis nos enseña que “los
principales defectos que deslegitiman la diligencia de control de identidad,
derivan de la fundamentación precaria o contenido insuficiente que sustenta al
indicio invocado como caso fundado habilitante de la diligencia”279. A modo de
ejemplo, el autor identifica una serie de circunstancias que los funcionarios
policiales utilizan como indicios, pero que no cumplen las exigencias de
especificidad y rigurosidad necesarias como para practicar una medida intrusiva
de derechos fundamentales. Entre las circunstancias enumeradas por Romero
encontramos: “la actitud de los imputados, el perfil del sujeto controlado, la
279
ROMERO. R. op. cit. p. 74

138
conducta ante la presencia policial, la utilización de formulismos genéricos, el
lugar y circunstancias en que tuvo lugar la diligencia, y la sola invocación de las
máximas de la experiencia del funcionario que realiza la diligencia”.280

Para Rabi, el indicio constituye “uno de los elementos de la estructura lógica de


una presunción” (…) correspondiendo así al “hecho indicador o hecho conocido
del cual mediante el empleo de la deducción o inferencia, se colige el hecho
desconocido o deducido”, por lo cual puede ser definido como “una
circunstancia de hecho conocida, que permite conocer o inferir la existencia de
otro no percibido”.281 A juicio de este autor, la redacción actual de la norma, al
contemplar en su encabezado la fórmula “según las circunstancias, estimaren
que existen indicios”, representa la “voluntad legislativa de fortalecer la idea de
la relevancia del entorno fáctico en que tiene lugar el control de identidad”.
Yendo más allá afirma que “la reforma [la ley 20.253] refuerza claramente y sin
lugar a dudas la atribución de las policías de estimar por sí mismas, la
existencia de indicios que hacen aconsejable el control de identidad (…)”. 282

Dicha interpretación genera, a nuestro parecer, un escenario doblemente


peligroso, por cuanto, se deja en manos de la policía una apreciación construida
a partir de un concepto ambiguo como el de “indicios”, en la cual el factor más
determinante pasa a ser la experiencia del funcionario policial correspondiente.
Como hemos señalado e insistido, al tratarse de una actuación policial de
relevancia iusfundamental, debe evitarse en su regulación toda cabida a la
arbitrariedad. La del control de identidad, por lo hasta aquí expuesto, no soslaya
ese riesgo.

Como veremos inmediatamente en diversos fallos, el funcionario policial


debiese justificar por qué el hecho que ha motivado el control de identidad

280
Ibíd.
281
RABI, R. 2010. op. cit. p. 349.
282
RABI, R. 2010. op. cit. p. 351

139
puede ser efectivamente calificado como “indicio” de que va a tener lugar
alguna de las conductas del artículo 85 del CPP. Lo contrario supone el riesgo –
también lo ha detectado la jurisprudencia– de que el funcionario incurra en
conductas arbitrarias y violatorias de derechos fundamentales. Lo problemático
es que la redacción actual del artículo 85 ha abierto otro flanco a la arbitrariedad
de los funcionarios policiales, al incorporar en el encabezado del mentado
artículo que los policías deben calificar la existencia de un indicio “a partir de las
circunstancias”, cláusula ausente hasta antes de la Ley 20.253. Diversos fallos,
cuyos extractos son transcritos a continuación, dan cuenta de que la mera
referencia a “las circunstancias” abre la puerta para conductas discriminatorias
propias de la antigua detención por sospecha. Baste, si no, lo que se ha visto
hasta ahora en el estudio de casos.

Para Rabi, la mención a las circunstancias es un hecho positivo, puesto que


constituye “una referencia al razonable empleo de la experiencia en el trabajo
policial al apreciar las circunstancias de hecho”283, lo que a su parecer debe
entenderse en un contexto en que “las circunstancias particulares del entorno
del hecho son también relevantes. Así lo ha resuelto la Corte Suprema
norteamericana, considerando que las características de un lugar son
importantes para determinar si las circunstancias generan suficientes
sospechas como para merecer una investigación”284.

Por lo hasta aquí expuesto y argumentado, discrepamos de su interpretación.


No creemos que la mera referencia a las “circunstancias” signifique,
efectivamente, dar mayor realce al conocimiento de las funciones policiales que
los propios funcionarios habrían adquirido en el ejercicio de éstas, sino que más
bien estimamos, como ya hemos señalado, que éstas abren una peligrosa
puerta a la arbitrariedad.

283
RABI, R. 2010. op. cit. p. 343
284
RABI, R. 2010. op. cit. p. 348

140
Nos centramos ahora, específicamente, en lo insuficiente que nos parece el
concepto de “indicio”. Apoyémonos, para ello, en la jurisprudencia. En el
capítulo siguiente veremos que un problema adicional lo constituye la
inexistencia de un sistema sancionatorio adecuado para los casos en que el
funcionario incurre en conductas que pueden ser categorizadas como delitos en
virtud de lo tipificado en el artículo 255 del Código Penal. Y es que de ocurrir tal
situación, los casos son ventilados en sede de justicia militar. Ello provoca que
la jurisprudencia de los tribunales penales que conocemos, al referirse a la
legalidad de un control de identidad ya practicado, solo haya sido pronunciada
cuando éste haya sido seguido de una detención, por cumplirse los requisitos
para ello dispuestos en el mismo artículo 85. Por tanto, existe mucho menos
jurisprudencia de la que uno esperaría, si se tienen en cuenta hechos como los
relatados en el estudio de casos, en los cuales es posible observar que las
violaciones a derechos fundamentales se producen en el marco de un control
de identidad sin que tenga lugar una posterior detención.285

Aun así, la jurisprudencia en cuestión nos sirve para ilustrar que a la hora de
calificar si era procedente o no un control de identidad ya practicado, es
importante determinar si fue suficiente el indicio que lo motivó. En lo que sigue,
veremos algunos fallos en que los jueces han determinado la ilegalidad de la
detención “a partir de la insuficiencia del indicio invocado para fácticamente dar
contenido a la exigencia del artículo 85”286, siendo nuestro objetivo mostrar que
calificar un hecho como indicio debiera requerir de una acabada y consistente
fundamentación, lo que es escasamente cumplido por los funcionarios
policiales. En principio, puede afirmarse que esta fundamentación debe asistir al

285
Los fallos que aquí se citan no pretenden ser demostrativos de una práctica sistemática de nuestros
tribunales de justicia. El propósito de exponerlos, por el contrario, es solamente dar cuenta del modo en
que los casos son resueltos cuando el concepto “indicios” es interpretado de manera laxa. Es menester
indicar, por tanto, que los fallos seleccionados son los citados por los autores cuya referencia se
encuentra en el pie de página, no obedeciendo a una búsqueda exhaustiva de sentencias referidas a esta
materia.
286
ROMERO. R. op. cit. p. 123

141
funcionario al momento de practicar la diligencia en comento, de tal modo que
de ser conminado a fundamentar ex post las razones por las que practicó la
diligencia, pueda transmitirlas y dar cuenta debidamente de ellas.

En causa RUC 0500295766-5 del Juzgado de Garantía de San Joaquín,


sucedió lo siguiente: “[i]mputados, uno de pelo largo, van caminando por la
calle, divisan a carabineros y cruzan la calle cambiándose de vereda, para
luego separarse. Luego los carabineros regresan y una cuadra más abajo los
imputados han vuelto a reunirse. Carabineros les realiza un control de identidad
y les encuentran 3 gramos de droga que entregan voluntariamente”. Para el
fiscal que sostuvo la acusación “el indicio está constituido por los hechos
expuestos, unidos a las máximas de la experiencia del funcionario policial”. Al
momento de puntualizar a qué aludía al referirse a las “máximas de la
experiencia” el fiscal señaló que “ellas provienen de la actitud de los imputados,
de que los funcionarios son de la 50° Comisaría, de basta (sic) experiencia en
estos delitos, funcionarios que conocen el lugar y el perfil de las personas que
usualmente trafican y las modalidades de venta de droga”. Ante dicha
justificación, el juez declaró ilegal la detención por insuficiencia del indicio.

Que el indicio deba ser más que una simple sospecha, debiendo reunir una
serie de elementos que doten de plausibilidad y razonabilidad la práctica de un
Control de Identidad, podemos observarlo en fallos que los jueces sí han
aceptado la suficiencia de los mismos, debido a las características que
presentan. 287 El tribunal supremo de nuestro país, en causa 3048-11, hace
mención a un control de identidad practicado “dado el cúmulo de indicios de que
disponía” [el funcionario policial que lo practicó], entre los cuales pueden

287
Los fallos que aquí se citan no pretenden ser demostrativos de una práctica sistemática de nuestros
tribunales de justicia. El propósito de exponerlos, por el contrario, es solamente dar cuenta del modo en
que los casos son resueltos cuando el concepto “indicios” es interpretado de manera laxa. Es menester
indicar, por tanto, que los fallos seleccionados son los citados por los autores cuya referencia se
encuentra en el pie de página, no obedeciendo a una búsqueda exhaustiva de sentencias referidas a esta
materia.

142
enumerarse “señas de vestimentas, rasgos físicos, apodo y un estado etílico
que los ofendidos lograron recordar”. Es interesante que aquí la Corte califica
como suficientes los indicios considerando que se cuenta con un conjunto de
los mismos, lo que representa una situación de fiabilidad superior a aquellos
casos en que existe una señal aislada o una sospecha basada sólo en uno de
los rasgos antes mencionados. El hecho de que éstos se presenten
copulativamente en el mismo caso contribuye a una construcción razonable de
los indicios.

En la práctica, y es lo que habrá podido apreciar el lector en la reseña de los


casos que han tenido lugar en La Legua, los funcionarios que practican un
control de identidad suelen dar fundamentaciones vagas, sin ocuparse en
demasía de explicitar cuáles son los indicios que han tenido a la vista al
momento de practicar dicho control y de qué manera éstos justifican la práctica
del mismo. Yendo más allá, hay casos en que la justificación de los funcionarios
policiales se asemeja mucho a la que pudiera darse para practicar una
detención por sospecha. De este modo, en la causa RUC 0400227408 -1 del
Juzgado de Garantía de Chillán, el juez declaró ilegal un control de identidad
practicado al amparo de la siguiente justificación: “los funcionarios observaron
la presencia de tres individuos, los que se encontraban en actitudes
sospechosas y a su vez llamaron la atención de los oficiales policiales por
cuanto uno de ellos vestía jeans, camisa y corbata, vestimenta típica de los
delincuentes para salir a delinquir al sector céntrico de la ciudad, hecho el cual
motivó que fuesen fiscalizados por parte del personal aprehensor, solicitándoles
sus documentos de identidad, ante lo cual los tres manifestaron que no
portaban ningún documento que los identificara.”288

Un hecho que suelen argüir los funcionarios policiales como demostrativo y


constitutivo del indicio en cuestión es que el sujeto controlado “se encuentre

288
Citada por ROMERO. R. op. cit. p. 126

143
nervioso”. Se tiene registro de más de un control de identidad en que el indicio
que lo ha motivo ha estado constituido, justamente, por la nerviosidad
evidenciada por el sujeto ante la presencia de funcionarios policiales. Así, en
causa RUC 0510005267-0 del Juzgado de Garantía de los Andes, se afirmó
que “los antecedentes proporcionados por el parte policial y que ha dado a
conocer el Ministerio Público, a juicio de este tribunal, el simple hecho de que
una persona realice lo que a juicio de Carabineros pueda ser una conducta
evasiva o actos nerviosos sin haber especificado en forma concreta lo que
constituía dichas conductas evasivas, no puede ser considerado como un
indicio (…)” 289 . En términos muy similares se pronunció el juez Eduardo
Gallardo Frías en causa RUC 0600157657-5, en la cual los carabineros
justificaron la realización del control de identidad basados en que un ciclista
“apuró su marcha, manifestando gran nerviosismo frente a una patrulla policial”,
lo cual –señaló el juez– no constituye bajo esa descripción indicio alguno que
justifique controlar la identidad de un ciudadano y registrar sus vestimentas.”290

En conclusión, el concepto de indicio, como justificación suficiente para poder


practicar un control de identidad ha mostrado, a través de la praxis, un severo
déficit, puesto que ha permitido que los funcionarios policiales subsuman en él
una multiplicidad de hechos, sin dar mayor justificación acerca de las razones
por los cuales éstos constituyen, efectivamente, indicios de que se está en
presencia de alguna de las acciones enunciadas en el artículo 85. A nuestro
juicio, parte de esta problemática se resolvería si la ley misma especificara
alguna de las características necesarias, o fuera más severa a la hora de
puntualizar qué se debe entender por indicio. Pero al no hacerlo, y al sólo
requerir la existencia de un “indicio”, no formula mayores exigencias de
justificación.

289
Citada por ROMERO. R. op. cit. p. 127.
290
Citada por ROMERO. R. op. cit. p. 126

144
4.2. El problema que suscita el registro

La regulación original del Control de Identidad, tanto en el antiguo CdPP como


en su inclusión en el CPP, no contemplaba la posibilidad de que los
funcionarios policiales, al practicar un control de identidad, pudieren registrar la
vestimenta o el vehículo del sujeto controlado. Esta facultad sólo fue
incorporada con la promulgación de la Ley 19.789, primera modificación que en
el marco del CPP se hizo al control de identidad, como ya hemos visto.
Mediante dicha ley se agregó al artículo 85 un segundo inciso que señalaba:
“[d]urante este procedimiento, el policía podrá proceder al registro de las
vestimentas, equipaje o vehículo de la persona cuya identidad se controla”.

Incorporado por iniciativa del Ejecutivo, el registro tenía una doble finalidad:
“resguardar a los funcionarios policiales que están efectuando dicho
procedimiento de posibles ataques que pudiesen ser efectuados por quien se
encuentra bajo este control, además de permitir la averiguación acerca de la
existencia de evidencia del ilícito pesquisado”291. A juicio de Ramos y Merino
“la procedencia del registro del controlado de identidad, importa necesariamente
alterar la finalidad original de esta institución”292, puesto que ya no se limitaba
solo a corroborar la identidad de un sujeto hasta entonces desconocido, sino
que ahora se permitía ir un paso más allá, especialmente en virtud de la
segunda finalidad enunciada, esto es, permitir que en el marco de un control de
identidad el funcionario pudiere corroborar si existía evidencia del ilícito
pesquisado. Con la promulgación de esta ley se incorporó al ordenamiento
jurídico un motivo distinto en virtud del cual podían ser afectados derechos
fundamentales de los ciudadanos. Si en un principio éstos solamente podían

291
Historia de la Ley 19.789. Disponible en
http://www.leychile.cl/Navegar?idNorma=194154&buscar=19789 [Consultada 28 de abril de
2014]
292
RAMOS C. y MERINO C. op. cit. p. 216

145
verse afectados para lograr la identificación personal, luego de la Ley 19.789
esta afectación ha podido ir más lejos.

Lo problemático de esta incorporación es que la medida de registro es más


lesiva de derechos fundamentales que la mera identificación de un sujeto. Al
permitirse la indagación en el vehículo, equipaje y vestimentas del sujeto, se le
permite al representante del poder estatal entrar en un área de la privacidad
perfectamente cubierta por el derecho a la intimidad personal, protegido tanto
por la Constitución como por los Tratados Internacionales vigentes en nuestro
país. Como hemos visto aquí, el ejercicio del ius puniendi significa siempre una
injerencia en los mentados derechos fundamentales, cuya intensidad “se
gradúa según la gravedad y certeza que exista de la perpetración de un hecho
punible”293. En vista de que el Control de Identidad no supone la perpetración
de hecho punible alguno, la injerencia que tiene en los derechos fundamentales
ha de ser mínima. Incorporar, sin más, la facultad de registro a la de
corroboración de la identidad, supone un aumento en la intensidad de la
injerencia que carece de justificación desde este punto de vista.

En virtud del debido resguardo de los derechos fundamentales en juego, se ha


dicho que el registro “tiene intensidad limitada, de carácter superficial o ligera
sobre la vestimenta externa del sujeto, o sobre su equipaje o vehículo, bajo el
estándar del llamado cateo o cacheo, para verificar la presencia de armas que
arriesguen la seguridad del funcionario o de terceros, y verificando la existencia
de evidencias respecto del delito cuyo indicio se detectó. La superficialidad del
registro es proporcional a la superficialidad de la imputación que el indicio
supone”294.

La Corte de Apelaciones de Arica, en el fallo de Causa Rol N° 97 – 11, sostuvo,


que el “control de identidad tiene una lógica propia, porque en él no hay

293
RAMOS C. y MERINO C. op. cit. p. 214.
294
ROMERO. R. op. cit. p. 98

146
imputado ni persecución penal”, lógica que se trasunta a la práctica del registro,
el cual, por la misma razón, sólo puede limitarse a “las vestimentas, equipaje o
vehículo de la persona”. La Corte, en ese mismo falló, reconoció que al no
haberse practicado el registro en los términos permitidos por el artículo 85, se
“ha perturbado la garantía de la recurrente, contemplada en el N° 4 del artículo
19 de la Constitución Política de la República, referida al respeto y protección a
la vida privada y pública y a la honra de la persona y de su familia,
específicamente al ordenarle desvestirse y efectuar exámenes corporales
vedados por nuestro ordenamiento jurídico”.

A la luz del marco proporcionado, podemos examinar y rechazar algunos


ejemplos del modo en que se lleva a cabo un registro. Véase el siguiente
extracto, que si bien ya ha sido examinado en el capítulo correspondiente al
estudio de casos, transcribimos nuevamente para mejor comprensión de los
propósitos de esta sección. Relatan pobladores de La Legua que “nos pidieron
los carné, y nos preguntaron si andábamos comprando. Le dijimos que
vivíamos en La Legua. Nos pusieron contra la pared y a todos nos pegaron. A
algunos en la espalda, a otro en los testículos y a mí en las piernas. Nos dijeron
que sabían que andábamos en cosas raras así que soltáramos la pepa. Les
explicamos que íbamos a una fiesta y nada más. Nos humillaron haciéndonos
que nos pusiéramos de guata al suelo mientras otro paco nos revisaba y nos
tocaba hasta el ano. Nos amenazaron. Que dijéramos dónde vendían o si no
nos iban a sacar la cresta. Uno de nosotros se puso a llorar en silencio y saqué
la voz para que nos llevaran a la comisaría porque no podían tenernos ahí. Nos
subieron a lumazos y luego al llegar a la comisaría en un cuartucho nos
volvieron a pegar. Llamaron a nuestros viejos y después de un par de horas nos
soltaron.” (sic) Además de que en términos generales se trata de un
procedimiento totalmente lesivo de derechos fundamentales, que no cumple
ninguno de los requisitos establecidos en la ley, en términos específicos la
diligencia por la cual se produjo el abuso es por el registro, absolutamente mal

147
comprendido por los funcionarios en cuestión. Ya hemos visto que el registro ha
de ser ligero y superficial, y no una indagación profunda para acreditar la
existencia de un hecho delictivo.

Hay otros ejemplos en que la diligencia de registro muestra ser absolutamente


mal comprendida –o desviada de sus fines legislativos– por los funcionarios
policiales. Otro caso ya examinado, pero que es bueno recordar aquí, es así
relatado por su protagonista: “[n]osotros les pasamos nuestro carné y hasta ahí
la situación podría decirse que era ‘aceptable’. Pese a que ya habían
confirmado por radio nuestra identidad y por tanto verificado que ninguno de los
dos tenía antecedentes penales, de igual forma que a muchos vecinos y
amigos, me subieron a la parte trasera del furgón obligándome a desnudarme
por completo, revisándome y tocándome el culo, los genitales, revisando mi
ropa, etcétera. Todo esto frente a mi ex compañera, lo que entenderán como
una situación aún más vergonzosa y humillante.”

Nuevamente, aquí el registro es practicado de manera excesivamente intrusiva


i. Al haberse controlado debidamente la identidad de los sujetos requeridos,
solo cabía proceder a registrarlos superficialmente, si concurría alguna de las
finalidades de esta actuación, registro que además está sometido a una estricta
exigencia de proporcionalidad l, en virtud de no existir imputación de hecho
delictivo alguno al sujeto controlado. El desnudamiento, por tanto, es una acción
claramente improcedente.

Por otro lado, para definir la naturaleza y el alcance de la facultad de registro


practicada en el marco de un control de identidad, es menester considerar que
en el CPP ha existido desde su regulación original una facultad similar regulada
a propósito de la detención. En el artículo 89 se contempla que “[s]e podrá
practicar el examen de las vestimentas que llevare el detenido, del equipaje que
portare o del vehículo que condujere, cuando existieren indicios que permitieren
estimar que oculta en ellos objetos importantes para la investigación”. La

148
diferencia obvia, casi huelga decirlo, es que el registro del artículo 89 exige que
se cumplan los presupuestos necesarios para la detención, bien delimitados
tanto en el artículo 125 como en el artículo 129 del mismo cuerpo legal.

La doctrina coincide, en general, en que aunque se trate de procedimientos


redactados en términos similares (en ambos se permite registrar la vestimenta,
el equipaje y el vehículo del sujeto a quien afecta el procedimiento), no pueden
ser asimilados como una sola figura. La razón se encuentra en los
presupuestos que legitiman a cada una. No se puede registrar con igual
intensidad a quien cuya identidad se trata de corroborar que a una persona que
habiéndose cumplido los presupuestos legales, ha sido detenida. Ya lo hemos
visto: la intensidad de la intrusión en los derechos fundamentales ha de ser
graduada según la intensidad del hecho que la motive. De este modo, para
Moreno “el registro establecido en el control de identidad no es un registro
investigativo, como al que daría origen una detención, sino que se trata de un
registro dentro de la lógica de un procedimiento policial destinado a establecer
la identificación de un sujeto, que solo sería procedente cuando no habiendo
sido posible la identificación del mismo, éste deba ser trasladado a un cuartel
policial para continuar el procedimiento. En tal evento, el registro no
investigativo se justifica por razones de seguridad del personal policial.”295

Debido a su mayor relevancia iusfundamental, la procedencia del registro ha


suscitado interesantes discusiones en otras latitudes. Es así como en España,
bajo el rótulo de “cacheo”, se han discutido profusamente sus supuestos de
procedencia. El Tribunal Supremo español ha afirmado que “cuando la policía
realiza un cacheo o registro personal, puede ‘actuar por simples sospechas
siempre que éstas no sean ilógicas, irracionales o arbitrarias’” 296 . Casal ha
discutido esta interpretación en virtud de que “el registro personal, aun en los

295
Citado por ROMERO. R. op. cit. p. 58
296
Sentencia de 4 de febrero de 1994. Citada por CASAL, J. op. cit. p. 366

149
supuestos en los que se agote en una simple inmovilización, cruza en principio
el umbral de la privación de libertad”297. Las diferentes opiniones acerca de la
procedencia del registro en el ordenamiento español han llegado incluso a las
sentencias del tribunal constitucional hispano Aunque éste se ha pronunciado
sobre la procedencia de someter a un reconocimiento ginecológico a un grupo
de mujeres, al resolver “estableció un conjunto de principios aplicables a toda
invasión de la intimidad corporal, pues ‘si bastara, sin más, la afirmación de este
interés público para justificar el sacrificio del derecho, la garantía constitucional
perdería, relativizándose, toda eficacia’”298. El razonamiento, por supuesto, se
aplica a la diligencia del cacheo, puesto que “[u]n examen ginecológico
ocasiona una injerencia en la intimidad corporal muy superior a la derivada de
los cacheos, pero no es posible desconocer que éstos también inciden, muy
frecuentemente, en esa faceta del derecho a la intimidad”299.

La legislación española presenta, en efecto, una solución distinta a la chilena,


puesto que la facultad de registro es regulada de manera independiente de
aquella que permite controlar la identidad de un ciudadano. Así, mientras esta
última está contemplada en el artículo 20 de la Ley Orgánica de Protección de
300
la Seguridad Ciudadana , los requisitos para practicar un cacheo se
encuentran en el artículo 19.2301. La relevancia de que se encuentren regulados

297
CASAL, J. op. cit. p. 367
298
CASAL, J. op. cit. p. 368
299
Ibíd.
300
ESPAÑA. Jefatura del Estado. 1992. Ley Orgánica 1/1992 sobre Protección de la Seguridad
Ciudadana, marzo 1992, 19p. El artículo citado, en su número 1, señala el artículo “Los agentes
de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad podrán requerir, en el ejercicio de sus funciones de
indagación o prevención, la identificación de las personas y realizar las comprobaciones
pertinentes en la vía pública o en el lugar donde se hubiere hecho el requerimiento, siempre que
el conocimiento de la identidad de las personas requeridas fuere necesario para el ejercicio de
las funciones de protección de la seguridad que a los agentes encomiendan la presente Ley y
la Ley Orgánica de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad.
301
ESPAÑA. Jefatura del Estado. 1992. Ley Orgánica 1/1992 sobre Protección de la Seguridad
Ciudadana, marzo 1992, 19p. El mencionado artículo prescribe: “Para el descubrimiento y
detención de los partícipes en un hecho delictivo causante de grave alarma social y para la
recogida de los instrumentos, efectos o pruebas del mismo, se podrán establecer controles en
las vías, lugares o establecimientos públicos, en la medida indispensable a los fines de este

150
de manera independiente estriba, solamente, en que los requisitos dispuestos
para la práctica de uno y otro son distintos. El punto más relevante de la
diferencia es que la práctica del cacheo exige, como se desprende claramente
de la lectura del artículo, que exista un hecho delictivo, requisito ausente al
momento de establecer las causales de procedencia de un control de identidad.

No deja de ser llamativo que a pesar del tono explícito de la legislación, el


Tribunal Supremo hispano haya reconocido en algunos casos la validez de los
cacheos con fines preventivos. Se ha amparado para esto, en la Ley Orgánica
2/86, de 13 de Marzo, de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, más
específicamente en sus artículos 11 y 12. Pero ninguno de éstos autoriza en
forma expresa la práctica del registro. Por ello, la disposición en que se ha
fundado es el artículo 11.f, según el cual una de las funciones de las Fuerzas y
Cuerpos de seguridad del Estado es “prevenir la comisión de actos delictivos”.
A partir de esta función genérica, se ha fundado una práctica específica, cual es
la del registro. Parece ser ésta una solución problemática tratándose de una
actuación dotada de relevancia iusfundamental, puesto que debido a la
importancia que tiene la protección de tales derechos, es recomendable que
toda medida que supone una intrusión de los mismos esté expresamente
regulada en una ley.302 En virtud de lo anterior, Casal sugiere que habría que
prever esta medida “en disposiciones legales de carácter orgánico, las cuales
tendrían que subordinar el registro a la existencia de algún indicio –no de meras
sospechas o conjeturas– que vincularan (sic) al afectado con el acto delictivo

apartado, al objeto de proceder a la identificación de las personas que transiten o se encuentren


en ellos, al registro de los vehículos y al control superficial de los efectos personales con el fin
de comprobar que no se portan sustancias o instrumentos prohibidos o peligrosos. El resultado
de la diligencia se pondrá de inmediato en conocimiento del Ministerio Fiscal”
302
En nuestra doctrina esta exigencia recibe el nombre de “principio de reserva legal o
legalidad”, en virtud del cual “todo supuesto que establezca una restricción o privación de estos
derechos fundamentales debe estar consagrado en una ley, la que debe cumplir con el mandato
de determinación derivado del principio de legalidad”. Así, RAMOS C. y MERINO C. op. cit. p.
200

151
investigado”, a lo cual agrega que “[l]a ley debería limitar, además, el alcance
del cacheo, así como rodearlo de ciertas garantías.”303

4.3. El control de identidad y los estándares para restringir derechos


en el Derecho Internacional de los Derechos Humanos

Hasta aquí hemos intentado fundamentar por qué sostenemos que el control de
identidad afecta derechos fundamentales. Nos parece que en nuestra
legislación esto es sumamente claro, y en la medida que sucesivas reformas
legales han ampliado los márgenes de la discreción policial, la afectación de los
derechos en tensión se ha incrementado.

Si bien el control de identidad es una restricción de derechos establecida por


ley, existen otros estándares, además del principio de legalidad, que debe
satisfacer toda restricción de derechos. Es ahí donde estimamos se encuentran
los aspectos más problemáticos de la consagración de esta actuación policial
en nuestro ordenamiento, sobre todo teniendo en cuenta su aplicación concreta.

Las condiciones necesarias para restringir derechos de manera legítima han


sido desarrolladas de manera sumamente clara en el Derecho Internacional de
los Derechos Humanos. Tanto en el Sistema Interamericano como en el
Sistema Europeo estas condiciones han sido objeto de desarrollo
jurisprudencial. A la luz de la jurisprudencia de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos se ha establecido que toda restricción de derechos
humanos debe adecuarse a los siguientes requisitos304:

i. Debe estar establecida por ley.


ii. Debe tener una causa establecida en la Convención Americana sobre
Derechos Humanos (seguridad nacional, seguridad u orden público,

303
CASAL, J. op. cit. p. 370
304
MEDINA, C. 2003. La Convención Americana: Teoría y jurisprudencia. Vida, integridad
personal, libertad personal, debido proceso y recurso judicial. Santiago, Universidad de Chile,
Centro de Derechos Humanos, pp. 40-45.

152
protección de la salud o la moral pública o de los derechos y libertades
de los otros)
iii. Debe tratarse de una medida necesaria en una sociedad democrática.

La regulación del control de identidad pareciera satisfacer las primeras dos


exigencias ya que se trata de un procedimiento policial consagrado en la ley y
que evidentemente sirve a la causa de la seguridad y el orden público. Para
saber si se satisface el último requisito debe precisarse qué quiere decir que la
medida sea “necesaria en una sociedad democrática”.

La Corte Interamericana, siguiendo a la Corte Europea de Derechos Humanos,


ha sostenido que una medida necesaria en una sociedad democrática “(i) debe
responder a la ‘existencia de una necesidad social imperiosa’, es decir, debe
estar orientada ‘a satisfacer un interés público imperativo’, (ii) entre varias
opciones para alcanzar este objetivo ‘debe escogerse aquélla que restrinja en
menor escala el derecho protegido’; y (iii) la restricción debe ser ‘proporcionada
al interés que la justifica y ajustarse estrechamente al logro de ese legítimo
objetivo’.”305

Se puede conceder que el control de identidad responde a un interés público


imperativo. Ya sea que su finalidad sea preventiva o represiva, como lo vimos,
en uno u otro caso es posible considerar que se trata de una actuación policial
que responde al resguardo de la seguridad y el orden. Sin embargo, la
regulación del control de identidad se vuelve problemática en relación con los
otros dos aspectos que deben concurrir para que estemos ante una medida
necesaria en una sociedad democrática.

Las modificaciones legales de que ha sido objeto el control de identidad han


perseguido incrementar el margen de discrecionalidad del funcionario o
funcionarios encargado/s de llevar a cabo el procedimiento. Las consecuencias

305
MEDINA, C. op. cit., p. 45.

153
concretas de la decisión tomada por el legislador demuestran que, por una
parte, dentro de varias opciones para alcanzar la finalidad del control de
identidad, no se ha optado por aquella que afecta derechos en menor medida
(este es el segundo requisito), ni se trata de una medida proporcional al interés
que la justifica (este es el tercer requisito).

Bastan los ejemplos ofrecidos en este trabajo para demostrar hasta dónde
puede llegar la arbitrariedad policial en el marco de los controles de identidad,
llegando a situaciones que no guardan ninguna proporcionalidad con
cualquiera sea el fin legítimo que se le asigne al control de identidad. Esta
arbitrariedad es favorecida, como vimos, por la imprecisión de la ley al
determinar cuáles son los “indicios” que sirven de supuesto para realizar un
control de identidad y al delimitar los márgenes del registro que pueden
practicar los funcionarios policiales respecto del controlado.

En definitiva, es la aplicación concreta del actual diseño legal del control de


identidad lo que demuestra que se trata de una medida cuestionable desde el
punto de vista de los requisitos que deben concurrir para que estemos ante una
restricción de derechos legítima.

5. Conclusiones y recomendaciones

Lo examinado hasta aquí, tanto en este capítulo como lo que surge de


contrastar esta sección con el estudio de casos, nos parece suficiente para
sostener fundadamente que el Control de Identidad asoma como uno de los
factores que permiten la perpetuación del patrón de violencia policial que tiene
lugar en La Legua. Que aparezca ante nosotros –como han evidenciado las
estadísticas ofrecidas en este trabajo– como el escenario en el cual se produce
una cantidad considerable de violaciones a derechos fundamentales de los
habitantes de la señalada población, se debe a los déficits propios de su
regulación que hasta aquí hemos desarrollado. Teniendo en cuenta dichos

154
déficits, nos atrevemos a sugerir –a modo de conclusión– algunas
modificaciones a la presente institución que podrían contribuir a que ésta se
convierta en una actuación policial mucho más respetuosa de los derechos
humanos.

En primer lugar, nos parece que un punto importante a considerar para una
posible reforma, se encuentra en el inciso primero del artículo 85, que contiene
las hipótesis bajo las cuales es posible practicar un Control de Identidad. Ya
hemos visto de manera crítica que antes de enumerar las distintas situaciones
fácticas, la ley dispone que éstas han de ser apreciadas por los funcionarios
policiales, puesto que pueden practicar un control de identidad siempre que
“según las circunstancias, estimaren que existen indicios (…)”. Ésta es, a
nuestro juicio, una formulación deficiente, puesto que deja un margen muy
amplio a la apreciación policial, no exigiendo al funcionario que practica un
control de identidad mayor justificación que una mera apelación a lo que él
estime como existencia de un indicio para que el control de identidad se
encuentre suficientemente justificado.

Hemos visto ya en diversos fallos que la experiencia enseña que al exigirse a


los policías que constaten no más que un indicio o indicios de determinada
conducta, éstos suelen ampararse en que las conductas que motivaron la
práctica de un control de identidad son, en atención a su experiencia, indiciarias
de que concurre alguna de las conductas típicas del artículo 85. Y hemos visto,
al mismo tiempo que, las más de las veces, se enarbolan justificaciones
precarias, excesivamente vagas o difusas. Creemos, desde esta perspectiva,
que una regulación que añadiera cierta calificación al hecho que se toma como
indicio, podría ser útil para evitar que se practiquen controles de identidad que
no obedecen sino a un capricho de un funcionario determinado.

155
La doctrina suele atribuir al Control de Identidad una doble finalidad preventivo
306
– represiva. Además, para parte importante de la doctrina resulta
problemático que los fines preventivos del Control de Identidad estén regulados
en el Código Procesal Penal, puesto “el procedimiento penal solo puede estar
encaminado a la persecución penal de hechos cometidos en el pasado”.307 Si
se da primacía a los fines represivos que tiene el Control de Identidad, se ha de
buscar para éste una regulación que sea funcional al cumplimiento de dichos
fines. Creemos que en nuestro país el rumbo seguido los últimos años ha sido
justamente el contrario: se ha implementado una regulación del Control de
Identidad mucho más atenta a los fines preventivos que éste puede tener. La
muestra más palmaria de ello se halla en la hipótesis –incorporada por la Ley
20.253– en que el Control de Identidad puede ser llevado a cabo cuando una
persona se encapucha o emboza para ocultar su identidad. No hay en este
caso asomo alguno de existencia de un hecho punible, ni, por tanto, de una
investigación que haya de llevarse a cabo. Se trata, únicamente, de prevenir
una situación que a juicio del legislador podría representar un peligro para la
seguridad pública308.

Concordamos con la ya reseñada sugerencia que hizo hace años el profesor


Jorge Bofill, en cuanto a que actuaciones policiales que obedezcan
exclusivamente a su función preventiva deben estar reguladas en la Ley

306
Véase, acerca de la finalidad del control de identidad, y las discusiones en torno a la misma,
la primera parte del capítulo V, titulada “Finalidad del Control de Identidad”.
307
HORVITZ, M. citada por RABI, R. 2010. op. cit. ver nota 5 de este capítulo.
308
Las hipótesis son en extremo amplias. No se debe olvidar que “embozar” significa nada más
que cubrir el rostro por la parte inferior hasta las narices o los ojos, por lo que una persona que
cubre parte de su rostro con una bufanda debido al frío podría llegar a ser objeto de un control
de identidad y no se vislumbra cómo el funcionario policial podría juzgar si el propósito de esa
persona es, además, ocultar, dificultar o disimular su identidad. Y aún si el propósito de la
persona es ocultar su identidad no se ve en ello necesariamente una conducta peligrosa. De
hecho, es algo que a diario hacen personas “famosas” para no ser identificadas en la calle. A
nuestro juicio, esta causal se podría justificar, desde una finalidad preventiva del control de
identidad, en la medida que la conducta de ir encapuchado o embozado sirva para ocultar,
dificultar o disimular la identidad de la persona y así burlar su vinculación a un hecho punible,
por lo que se deberá atender a las circunstancias concretas que rodean la conducta.

156
Orgánica Constitucional de Carabineros, al tiempo que las actuaciones que
digan relación con la investigación de un hecho punible han de permanecer en
el Código Procesal Penal. Esta diferenciación permitiría crear mecanismos de
control aptos para cada situación. De tratarse de acciones propiamente
represivas, estimamos que éstas debiesen ser controladas en el marco de un
proceso penal, encuadrando así el control a la actividad policial dentro dl control
que existe, en general, en el conjunto del derecho procesal penal. Esto
facilitaría que su actividad quede sometida a un control jurisdiccional mucho
más estricto y transparente. Al mismo tiempo, podría diseñarse un mecanismo
de control distinto para el caso que se trate de actuaciones policiales que
obedecen al fin preventivo que tiene esta institución. Podría, de esta manera,
establecerse un sistema de juzgamiento que tome en cuenta la particularidad
de la actividad preventiva309, propia de la pericia policial, y que considere otras
variables que no parecen atingentes en el marco del procedimiento penal.

Un segundo aspecto que nos parece ha de ser objeto de examen urgente dice
relación con la facultad de los policías de registrar al sujeto cuya identidad se
controla. Recuérdese que, al día de hoy, sin necesidad de otros indicios que los
que han motivado el Control de Identidad, el funcionario policial puede registrar
la vestimenta, el equipaje y el vehículo del sujeto en comento. A nuestro juicio,
se trata de una facultad que no tiene mayor justificación. Las razones que
sustentan esta afirmación ya han sido explicitadas. En vista de que en el marco
del procedimiento penal el Control de Identidad ha de tener un fin
esencialmente represivo, creemos que el registro sólo se justifica para la
defensa personal del funcionario, y no para constatar si existen o no otros
hechos punibles distintos a aquellos que, en principios, han justificado la

309
No siendo el objeto de esta tesis el definir el alcance de esta actividad, podemos señalar que
en líneas generales ésta se diferencia de la actividad represiva por el dato fundamental de que
no existe hecho punible alguno que investigar, sino que se trata, solamente, de prevenir un
peligro para la seguridad pública.

157
realización del Control de Identidad. 310 Así, creemos que el registro sólo se
justifica para permitir que el funcionario que lleva a cabo el Control de Identidad
corrobore si el sujeto al que se controla porta algún arma o instrumento que
pueda poner en jaque la seguridad e integridad del policía.

La regulación del registro presenta, a nuestro parecer, una segunda carencia


relevante. Como hemos visto en varios de los casos que tienen lugar en La
Legua, los funcionarios que practican un Control de Identidad registran a los
habitantes del lugar sin límite alguno, procediendo a desnudamientos o
humillaciones que bajo ningún punto de vista caben en los fines de dicho
control. El artículo 85 del Código Procesal Penal no contribuye a poner coto a
este tipo de conductas, puesto que no establece límite alguno al registro. Si
bien se podría argüir, con razón, que no es necesario precisar que el registro ha
de ser respetuoso de los derechos fundamentales, porque esto se puede
concluir claramente al examinar el conjunto de nuestro ordenamiento jurídico,
creemos que sí sería provechoso que el artículo 85 estableciera de manera
nítida cuáles son los fines de este registro. Si se ha optado porque éste pueda
ser llevado a cabo –como sucede actualmente– sin que concurran otros indicios
que los que han motivado el control de identidad, creemos que debería
explicitarse qué fines específicos tendrá el registro. A nuestro juicio, el único fin
lícito es, ya lo hemos dicho, permitir al funcionario policial comprobar que el
sujeto controlado no porta armas o instrumentos que pongan en riesgo su
seguridad personal.

Otro elemento importante que podría incorporar el inciso segundo del artículo
85, además de la finalidad que tiene el registro, es establecer cuál ha de ser la
intensidad de éste. Actualmente no da pista alguna, puesto que abre la puerta a

310
Como ya vimos, cuando la facultad de registro se introdujo a nuestro ordenamiento, por
medio de la Ley 19.789, se la incorporó con una doble finalidad: “resguardar a los funcionarios
policiales que están efectuando dicho procedimiento de posibles ataques que pudiesen ser
efectuados por quien se encuentra bajo este control, además de permitir la averiguación acerca
de la existencia de evidencia del ilícito pesquisado”. Véase la nota 58.

158
que se registre vehículo, vestimenta o equipaje, sin establecer ninguna otra
precisión. Creemos que sería útil que la ley precisara la superficialidad con que
se ha de practicar el registro, cuestión que será mucho más clara si se entiende
que basta con que sea funcional al único objetivo lícito que, a nuestro juicio, el
registro tiene, y que ya ha sido explicitado.

159
CAPÍTULO VI. JUSTICIA MILITAR

1. Introducción: Notas sobre los tiempos que corren

Hacia fines del primer semestre de 2014, mientras esta tesis termina de
escribirse, el sistema de Justicia Militar en Chile ha vuelto a estar en la palestra.
Aunque los cuestionamientos a la competencia de éste han sido levantados
desde hace tiempo por la comunidad académica, el impacto político de los
mismos recién se revitalizó con el fallo de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos “Palamara Iribarne vs. Chile”, de 2005. Algunos de estos
cuestionamientos fueron recogidos –también lo analizaremos en detalle– en la
Ley 20.477, que modificó aspectos importantes del sistema en comento. Pero
muchos de aquellos cuestionamientos siguen vigentes, puesto que la estructura
del sistema de justicia militar mantiene intactos sus rasgos principales. Algunos
de estos rasgos –también lo analizaremos– colisionan con principios básicos
del debido proceso, haciendo imperativo ajustar el sistema de justicia militar a
las exigencias de un estado democrático de derecho.

Es así como durante el semestre en curso el recién asumido gobierno de la


presidenta Michelle Bachelet ha dado a conocer que durante el año 2015
enviará al Congreso Nacional un proyecto de reforma a la Justicia Militar. En
palabras del Ministro de Defensa, Jorge Burgos, a un medio de comunicación
de masas, “[l]a competencia de los tribunales militares en un Estado
democrático y de derecho debería ser excepcional.”311 Es por lo mismo que el
Ministro considera que la reforma que ha de llevarse a cabo debe completar las
modificaciones iniciadas por la Ley 20.477, puesto que ésta excluyó “a los

311
TORREALBA, F. “Jorge Burgos: La competencia de los tribunales militares en un Estado
democrático debería ser excepcional”. [en línea] La Tercera. 25 de mayo, 2014.
<http://www.latercera.com/noticia/politica/2014/05/674-579590-9-jorge-burgos-la-competencia-
de-los-tribunales-militares-en-un-estado-democratico.shtml> [Consulta: 9 junio 2014]

160
civiles sólo cuando éstos hubieren cometido el delito”312, pero la nueva reforma
que va a ser propuesta “tiene como una de sus finalidades excluir a los civiles
también cuando tengan la posición de víctimas del delito.”313 Nos parece que el
norte de la reforma es correcto, toda vez que apunta a lo que constituye, a
nuestro parecer, el déficit más importante del sistema actual: el hecho de que al
ser los civiles víctimas de un delito cometido por un funcionario militar 314, sea
este ilícito conocido por la Justicia Militar y no por la Justicia Ordinaria. El
sistema de Justicia Militar tiene serias deficiencias desde el punto de vista del
debido proceso, por lo cual resulta altamente conveniente que los hechos en
cuestión pasen a ser conocidos por los tribunales de la jurisdicción ordinaria.
Una afirmación importante de esta tesis es que el hecho que la Justicia Militar
opere como factor de impunidad de la violencia policial. Ello se debe a las
pocas garantías que ésta ofrece desde la perspectiva de un debido
procedimiento. Por tanto, una reforma en el sentido ya indicado constituiría un
gran paso adelante.

Si bien aún no se conocen detalles de la propuesta del gobierno, el Ministro de


Defensa ha adelantado otros ejes que tendrá la reforma. Además del ya
indicado, la reforma tendría dos grandes objetivos: modificar la estructura
orgánica de los tribunales que imparten la justicia militar y el procedimiento ante
los mismos. 315 La finalidad que hay detrás de ello, en palabras del ministro
Burgos, es limitar la competencia de los tribunales militares, de tal manera que

312
Ibídem
313
Ibídem
314
Aludimos con el término militar a todos aquellos funcionarios que el mismo Código de
Justicia Militar considera como tales en su artículo 6°.
315
TORREALBA, F. “Gobierno prepara profunda reforma al Código de Justicia Militar”. [en línea]
La Tercera. 25 de mayo, 2014. <http://www.latercera.com/noticia/politica/2014/05/674-579582-
9-gobierno-prepara-profunda-reforma-al-codigo-de-justicia-militar.shtml> [Consulta: 9 junio
2014]

161
se ciña “al conocimiento y juzgamiento de delitos militares cometidos por
militares.”316

Estimamos que esta última idea es un buen eje para idear una íntegra reforma
al sistema de Justicia Militar. Por las razones que más adelante se explican, las
reformas que se han hecho a este sistema carecen de sistematicidad,
modificando algunos aspectos específicos del mismo, sin ocuparse de dotarlo
de una nueva estructura acorde a los estándares internacionales. Si se tiene
como objetivo de fondo restringir la competencia de la Justicia Militar sólo a los
delitos militares cometidos por militares, creemos que se zarpa de buen puerto
para diseñar una reforma integral al Código de Justicia Militar, que reconfigure
completamente la fisonomía de éste, atendiendo a los específicos bienes
jurídicos que un sistema de justicia de este tipo debe cautelar para ser
respetuoso de un régimen democrático y de un Estado de Derecho.

2. Justificación de la jurisdicción militar en tiempos de paz

“La justicia militar es a la justicia, lo que la música militar es a la música”

Groucho Marx317

La existencia de un sistema de justicia militar318 se remonta históricamente a la


existencia, durante el Antiguo Régimen (el sistema político de monarquía
absoluta anterior a la Revolución Francesa) de fueros diferenciados para cada
estamento social, que tenían como propósito asegurar privilegios, exenciones e

316
TORREALBA, F. Jorge Burgos: “La competencia de los tribunales militares en un Estado
democrático debería ser excepcional”. [en línea] La Tercera. 25 de mayo, 2014.
<http://www.latercera.com/noticia/politica/2014/05/674-579590-9-jorge-burgos-la-competencia-
de-los-tribunales-militares-en-un-estado-democratico.shtml> [Consulta: 9 junio 2014]
317
Si bien la frase suele ser atribuida a Groucho Marx, hay quienes señalan que sería autoría
del político francés Georges Clemenceau
318
Recuérdese, como ya lo hemos precisado, que cuando hablamos de “justicia militar” nos
estamos refiriendo a una jurisdicción penal militar, es decir, a tribunales conformados por jueces
militares que conocen de hechos constitutivos de delito que la ley coloca dentro de la esfera de
su competencia.

162
319
inmunidades a sus titulares, tanto en sede civil como criminal . El
desbaratamiento de dichos fueros especiales vino de la mano de la
construcción de la idea de Estado de Derecho. Como lo señala Jaime Couso,
“[l]a racionalización del poder penal del Estado, entre otras formas, a través de
la unificación del derecho y la supresión de los fueros, se tradujo además en la
unificación de la potestad jurisdiccional desde la perspectiva del principio de
unidad jurisdiccional. Este principio, consecuencia de la doctrina acerca de la
separación de poderes del Estado, y de los principios de independencia del
Poder Judicial y de igualdad ante la ley, implica, a fin de cuentas, que todos
deben ser juzgados por los mismos jueces, y que éstos deben ser
independientes: nadie puede tener sus propios jueces, afines a su condición y
proclives a reconocerle privilegios.”320

Es pertinente preguntarse entonces: ¿Qué justifica la existencia de una justicia


especial militar, habiendo transcurrido más de dos siglos desde que los fueros
especiales fueron superados por el principio de unidad jurisdiccional?

Jeremy Bentham, quien era de la idea de combatir el “principio metafísico de


división” según el cual debía existir un tribunal para cada materia, estimaba, no
obstante, que la jurisdicción militar cabía dentro de las pocas excepciones que

319
Véase COUSO, J. 2002. Competencia de la justicia militar. Una perspectiva político-criminal.
En: Mera, J. (ed). Hacia una reforma de la justicia militar. Universidad Diego Portales.
Cuadernos de Análisis Jurídico 13 (Serie Publicaciones Especiales). p. 86 y ASTROSA
SOTOMAYOR, R. 1973. Jurisdicción penal militar. Estudio crítico y comparativo. Editorial
Jurídica de Chile, Santiago, p. 31.
320
COUSO, J. op. cit. p. 87. Una explicación similar ofrece Alberto Binder: “[e]n un contexto
como el de la sociedad feudal, donde la fuente principal de la ley era la costumbre,
estrechamente liga a la vida local, se hacía imprescindible que tanto el juez como los jurados
(con los que también se relaciona la idea de ‘juez natural’) conocieran la vida local y las
costumbres del lugar. (…) Con el desarrollo del concepto racional del Derecho y la aparición del
Estado monopolizador del poder – y del poder penal –, se fue perdiendo esta idea del juez
natural habilitado tanto por la comprensión del caso como por el conocimiento de la vida y las
costumbres locales de acuerdo con las cuales el caso debía ser juzgado. En los nuevos tiempos
el juez ya no era ese intérprete de la vida local sino, simplemente, quien le daba vida concreta y
real a las decisiones abstractas tomadas por el legislador racional.” BINDER, A. 1999.
Introducción al derecho procesal penal. Segunda edición, Ad-Hoc, Buenos Aires, p. 141-142.

163
debía hacerse al principio de la “competencia universal” 321 . La justificación
identificada por Bentham era que en un ejército o escuadra la exactitud de la
disciplina estriba en la pronta obediencia del soldado, quien responde mejor en
la medida en que el oficial que le manda es también quien puede juzgarlo y
castigarlo322. Agrega Bentham que para juzgar adecuadamente estos delitos “es
preciso entender el oficio”, y son precisamente los mismos militares quienes
323
más saben de su propia disciplina . Los argumentos que
contemporáneamente se han esgrimido para justificar la existencia de la
Justicia Militar siguen de algún modo la línea de la justificación ofrecida por
Bentham.

Hay, sin embargo, una distinción sumamente relevante que Bentham pasa por
alto y que es central para lo que sigue. Cuando Bentham ofrece sus razones
para justificar la existencia de un sistema de justicia penal militar, no precisa si
se está hablando de la justicia militar en tiempos de paz o de la justicia militar
en tiempos de guerra. Cada una responde a necesidades completamente
diferentes, por lo que no pueden fundarse ambas sobre los mismos cimientos.
Lo que a nosotros nos interesa es explorar la eventual justificación de la justicia
militar en tiempos de paz, aquella que aún en Chile conoce no sólo de delitos
propiamente militares sino que también de graves delitos cometidos por
uniformados en contra de civiles

La necesidad de una justicia militar en tiempos de paz ha sido sostenida sobre


dos ideas principales que interesa destacar aquí 324 . En primer lugar, se ha
justificado en razón de la especialidad y complejidad de los asuntos penales

321
BENTHAM, J. Tratados sobre la organización judicial y la codificación. Madrid, 1843, p. 28.
322
Ibíd.
323
Ibíd.
324
Se han invocado otras razones adicionales. Mera identifica también razones fundadas en la
guerra, campaña o maniobras y argumentos de carácter histórico, entre otros. MERA, J. 1998.
Razones justificatorias y ámbito de la jurisdicción penal militar en tiempo de paz. En: MERA, J.
(ed). Cuadernos de análisis jurídico 40. Universidad Diego Portales, p. 36-37.

164
militares. En segundo lugar, se ha sostenido que la justicia militar permite la
preservación de la disciplina militar. Nos detendremos en cada una de éstas.

De acuerdo al primer argumento, los asuntos penales militares estarían


revestidos de una especialidad y complejidad tal que ameritan ser objeto de
conocimiento de un juez especialmente capacitado que pueda resolver
efectivamente el conflicto sometido bajo su competencia. Desde este punto de
vista, existe una necesidad de que las infracciones de conducta de los militares
sean juzgadas por “técnicos” y como lo sostiene Renato Astrosa “es indudable
que los jefes militares están en mejor situación de apreciar el alcance de esas
transgresiones.”325 El conocimiento particular que se supone poseen los jueces
militares se relaciona con los valores y reglas que rigen el mundo y la vida
militar, siendo estos jueces entonces “los más capacitados para establecer si
los hechos imputados se han apartado o no de aquellos parámetros y
directrices”326.

El resguardo de la disciplina militar es la segunda razón principal que se usa


para fundamentar la existencia de una jurisdicción militar. Según Astrosa, hay
“una necesidad, exigida por la disciplina, de que los propios jefes militares, que
tienen la potestad de mando, posean, asimismo, la potestad disciplinaria y la
jurisdicción penal militar, para castigar todos aquellos hechos (faltas o delitos)
que signifiquen transgresiones a la disciplina. La intervención de autoridades
extrañas en el conocimiento de esos hechos constituiría un factor de
relajamiento de la disciplina.”327

¿Son suficientes las razones reseñadas para justificar la existencia de un


sistema de justicia militar con jueces uniformados con competencia para decidir

325
ASTROSA HERRERA, R. 1967. Código de Justicia Militar Comentado. 2ª ed. Imprenta de
Carabineros, Santiago, p. 7.
326
MERA, J. op. cit. p. 31.
327
ASTROSA HERRERA, R. 1967. op. cit., p. 7.

165
sobre asuntos que involucran no solo a militares sino también a civiles que han
sido víctimas de delitos cometidos por militares?

El primer argumento, esto es, que la justicia militar se justifica en razón de la


especialidad y complejidad de los asuntos que deben ser conocidos en virtud de
una sensibilidad especial del juez militar a diferencia de un juez civil, ha sido
duramente criticado en la literatura.

En primer término, cabe cuestionar si acaso aquella “especial sensibilidad” que


se atribuye al juez militar es una razón que contribuye a justificar la existencia
de la justicia militar. Pareciera que en realidad sucede todo lo contrario. Esa
especial sensibilidad solamente abona la tesis que sostiene que los tribunales
militares carecen de la independencia e imparcialidad que se exige a todo
tribunal. Como bien lo plantea Jaime Couso, “la idea de que para esa
evaluación diferenciada deba emplearse una cierta sensibilidad especial, que
sólo tendrían quienes hayan servido las filas militares, no convence. No porque
no sea plausible que existan sensibilidades especiales respecto de las
implicancias del deber militar o respecto del enjuiciamiento del miedo en la
cultura militar, sino porque no corresponde a un Estado de Derecho consagrar
esas sensibilidades especiales, representativas las más de las veces de una
328
subcultura, dotándolas de coerción penal.” Agrega Couso que “[n]o
corresponde decidir el juicio y la sanción penal, entonces, con base a criterios
no comunicables de forma racional, como lo sería una sensibilidad cultural por
completo minoritaria, cuya justificación se basa justamente en que es imposible
de ser comprendida por los que no participamos (casi todos) de esa cultura
minoritaria.”329

328
COUSO, J. op. cit. p. 91.
329
Ibíd., p. 92. En este mismo sentido, Mera sostiene que “tratándose de delitos militares, y no
sólo de faltas disciplinarias, rigen todos los límites garantistas del ius puniendi, que suponen
una aplicación objetiva, racional e imparcial de la ley penal por parte del juzgador, incompatible,
por tanto con sensibilidades especiales de este último.” MERA, J. op. cit. p. 32.

166
El hecho de que los jueces que componen los tribunales militares sean
miembros activos de las fuerzas armadas no sólo es objetable en razón de lo
relativo a su “especial sensibilidad” sino que también compromete gravemente
los estándares, comprendidos dentro de cualquier concepción de Estado de
Derecho, de independencia e imparcialidad de la judicatura. En un sistema
donde los jueces forman parte del estamento militar, no gozan de inamovilidad
en sus cargos y siguen sujetos a la cadena jerárquica militar, es evidente que
los principios de independencia e imparcialidad se ven seriamente
amenazados, cuando no derechamente transgredidos330.

Si realmente existe una necesidad de contar con conocimientos especializados


para la resolución de cierto tipo de conflictos propios del mundo militar, no se
requiere para eso contar con jueces militares. Esa necesidad puede suplirse,
como ya lo han sostenido algunos autores, con el apoyo de equipos de
profesionales especializados que colaboren con los tribunales penales
ordinarios, en caso de requerirse331.

330
Sobre la falta de independencia e imparcialidad de los tribunales militares en tiempos de paz,
véase la sección respectiva
331
Así lo sostiene Couso, opinando que “los conocimientos técnicos especiales bien pueden ser
proporcionados, en relación con materias o problemas específicos, que sean relevantes en una
causa en particular, por peritos que sí hayan pertenecido a las filas militares o que, por otra
razón, tengan suficientes conocimientos sobre aspectos técnicos de la materia castrense.”
COUSO, J. op. cit. p. 93. Sobre este punto Horvitz pone como ejemplo las jurisdicciones en las
que ha sido abolida la justicia militar en tiempos de paz, en donde “la atribución del juzgamiento
de los delitos propiamente militares a la jurisdicción ordinaria no ha planteado problemas en
cuanto al requerimiento de conocimientos especiales o una mayor celeridad en la decisión del
asunto, puesto que se han buscado mecanismos procesales – existentes también para otro tipo
de delitos complejos, como los económicos, medioambientales etc. – para salvar esos
problemas, como la existencia de fiscales especializados o salas especializadas en los
tribunales, o fórmulas de aceleración del juicio (juicios abreviados o inmediatos). En general, el
derecho penal militar comparado exhibe instituciones como los auditores militares sin derecho a
voto, quienes asesoran a los jueces en cuestiones jurídico-militares, o el recurso al derecho
disciplinario militar, para resolver los problemas de complejidad o celeridad en la imposición de
la sanción.” HORVITZ, M. 1998.. La justicia militar: justificación, competencia y organización en
el derecho comparado. Los principios de independencia e imparcialidad en la organización de
los tribunales militares chilenos. En: Mera, J. (ed). Cuadernos de análisis jurídico 40.
Universidad Diego Portales. p. 99.

167
La justificación de la justicia militar basada en el resguardo de la disciplina
tampoco es un argumento convincente. Es más, es un argumento que se funda
en una importante confusión. Ésta consiste en no divisar correctamente la
división ente la jurisdicción disciplinaria y la penal, que tienen justificaciones
distintas. Aun cuando el argumento del resguardo de la disciplina pueda servir
para justificar el régimen disciplinario interno de las Fuerzas Armadas o de
Carabineros, en ningún caso justifica la existencia de tribunales penales
militares con la amplia competencia que tienen en Chile.

En general, el derecho penal requiere satisfacer un estándar más exigente de


legitimidad que un régimen disciplinario por lo que equiparar las razones para
justificar el régimen disciplinario militar y el régimen penal militar implica incurrir
en un grave error. Como bien lo explica Mera, “[e]l derecho penal – incluido el
derecho penal militar – se legitima política, ética y socioculturalmente en la
necesidad de proteger bienes jurídicos verdaderamente vitales, esto es, de
carácter universal, en el sentido de que en su preservación esté interesada toda
la sociedad como tal y no sólo determinados sectores suyos.”332 Mera continua
señalando que en el caso del delito militar “el injusto no se configura por la sola
violación del deber militar, sino que es preciso que dicha violación afecte
significativamente la función esencial de la organización militar, que no es otra
que la protección de la seguridad exterior”333 o en otras palabras, la “eficacia de
las Fuerzas Armadas en su rol protector de la seguridad exterior” 334 . La
profesora María Inés Horvitz también sustenta esta postura al decir que “[l]a
única tarea que se encomienda en forma exclusiva y excluyente a las FFAA y
que podría justificar la existencia de un derecho penal especial es, muy
particularmente, la defensa de la integridad del territorio nacional en caso de
conflagración bélica y la seguridad de los usos y convenios de la guerra” 335. De

332
MERA, J. op. cit. p. 38.
333
MERA, J. op. cit. p. 39.
334
MERA, J. op. cit. p. 34.
335
HORVITZ, M. op. cit. p. 105.

168
esta manera, no cualquier infracción a la obediencia o a los valores militares
constituye un delito militar. Lo que los delitos militares persiguen, en definitiva,
es reprimir aquellas conductas que realmente comprometan la labor que la ley
le ha encomendado a los cuerpos armados de defender la nación y prevenir la
amenaza de guerra336.

Subsiste la duda de si acaso Carabineros de Chile queda comprendido dentro


de aquella “tarea exclusiva” que se le entrega a las Fuerzas Armadas y que
podría justificar la existencia de un derecho penal militar autónomo.
Evidentemente, la función primordial de las policías no es la defensa del
territorio nacional ante amenazas externas, sino que colaborar en el resguardo
de la seguridad interior. Según Horvitz, la seguridad interior no es en modo
alguno misión exclusiva de los cuerpos armados sino que de la sociedad en su
conjunto, lo que explica que la gran mayoría de las legislaciones entregue el
conocimiento de los delitos que atentan contra la seguridad interior del Estado –
tipificados en la ley penal común – al conocimiento de los tribunales
ordinarios337. De este modo, prácticamente no hay razones para que delitos
cometidos por funcionarios de Carabineros de Chile caigan bajo la competencia
de la justicia militar.

Hasta aquí, lo importante es recapitular primero, que existe una importante


diferencia entre régimen disciplinario-militar y régimen penal-militar, lo que resta
validez al argumento según el cual el resguardo de la disciplina opera como
fundamento de la justicia militar. Según la doctrina revisada, el derecho penal
militar solamente puede legitimarse en la protección de verdaderos bienes
jurídicos. Luego, debe tenerse presente que desde la literatura se ha precisado

336
HORVITZ, M. op. cit. p. 106
337
HORVITZ, M. op. cit. p. 104. Como agrega la misma, estos son los delitos que en nuestra
jurisdicción tipifica el Título II del Libro II del Código Penal que comprende los “crímenes y
simples delitos contra la seguridad interior del Estado”, de los cuales puede ser sujeto activo
cualquier persona.

169
que el bien jurídico que podría justificar la existencia de un derecho penal militar
autónomo es el resguardo de la defensa exterior del país.

Siguiendo el argumento desarrollado hasta acá, la pregunta que cabe formular


ahora es la siguiente: ¿Aun si existe alguna razón para justificar la existencia de
un derecho penal militar autónomo, es eso suficiente para justificar, a su vez, la
existencia de tribunales penales militares? La pregunta es relevante, porque no
es obvio que existiendo delitos militares propiamente tales estos deban ser
conocidos por tribunales castrenses. No se puede olvidar que el principio de
unidad de jurisdicción exige a priori que todos los delitos sean de conocimiento
de la justicia ordinaria. Deben existir pues, muy buenas razones para hacer una
excepción a dicho principio. Esto es lo que explica también que haya
jurisdicciones que hayan optado derechamente por abolir la justicia militar en
tiempos de paz338.

Si los bienes jurídicos que justifican la existencia de delitos militares son de una
entidad que resulta de interés para toda la sociedad, entonces lo lógico es
concluir que el conocimiento de dichos hechos delictivos debe quedar
entregado a la justicia ordinaria, aquella que por lo demás asegura mejores
estándares de independencia e imparcialidad. Y aun si se estimara que
subsisten razones para mantener una jurisdicción militar para conocer de delitos
propiamente militares, esto es, delitos que protegen bienes jurídicos
estrictamente militares, ésta jamás podría conocer de delitos comunes, ya sean
cometidos por civiles o por militares. Estos delitos comunes no afectan aquel
bien jurídico que protege el derecho penal militar, por lo que no hay justificación
alguna para entregar su conocimiento a un tribunal castrense.

Entre quienes tienen una visión crítica de la necesidad de contar con tribunales
penales militares en tiempo de paz, se ha sugerido que éstos podrían

338
Es el caso de Alemania, Francia y los países nórdicos. Véase HORVITZ, M. op. cit. pp. 79 y
80 y ASTROSA SOTOMAYOR, R. 1973, op. cit. p. 34.

170
mantenerse en la medida que se les entregue el conocimiento únicamente de
delitos que protejan bienes jurídicos estrictamente militares, “como ocurre con
los delitos contra la autoridad militar (insubordinación, indisciplina, sedición),
contra los subordinados (abuso de autoridad, maltrato de obra o de palabra) y
contra el servicio militar (deserción).” 339 Esto es lo que también se suelen
denominar “delitos de función”, a saber, ilícitos respecto de los cuales al
suprimirse el elemento militar, desaparece el delito. También se ha planteado
que conflictos de relevancia penal que se produzcan al interior de los cuarteles
o en el contexto de la convivencia militar podrían encontrar en la justicia militar
un cauce más eficaz de solución, a pesar de no ser necesariamente delitos que
afectan bienes jurídicos militares o delitos de función (puede ser el caso de una
riña con resultado de muerte al interior de un cuartel)340.

Una visión crítica de la Justicia Militar también ha aparecido en las sentencias


de tribunales internacionales como la Corte Interamericana de Derechos
Humanos. En términos generales, la Corte ha estimado que la justicia militar,
sobre todo cuando ésta alcanza a civiles, se encuentra en seria tensión con
garantías judiciales como el derecho a ser juzgado por un tribunal competente,
independiente e imparcial. Es así como en su sentencia en el caso “Durand y
Ugarte” estableció que “en un Estado democrático de Derecho la jurisdicción
penal militar ha de tener un alcance restrictivo y excepcional y estar
encaminada a la protección de intereses jurídicos especiales, vinculados con
las funciones que la ley asigna a las fuerzas militares. Así, debe estar excluido
del ámbito de la jurisdicción militar el juzgamiento de civiles y sólo debe juzgar a
militares por la comisión de delitos o faltas que por su propia naturaleza atenten
contra bienes jurídicos propios del orden militar.”341

339
MERA, J. op. cit. p. 47.
340
COUSO, J. op. cit. p. 96.
341
Corte IDH. Caso Durand y Ugarte v. Perú. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 16
de agosto de 2000, párr. 151. Citado en MEDINA, C. 2003. La Convención Americana: Teoría y

171
Otra sentencia relevante, en especial porque fue dictada en contra del Estado
de Chile es la conocida decisión del caso Palamara Iribarne. En dicha sentencia
la Corte señaló que el Estado chileno debe restringir su ámbito de competencia
solo a delitos cometidos por militares que afectan valores militares, sustrayendo
a los civiles de dicha jurisdicción342. La Corte concluyó que la justicia militar no
se ajustaba a ese estándar y precisó que los delitos que puede conocer la
justicia militar debieran ser únicamente aquellos “cometidos por los miembros
de las instituciones castrenses en ocasión de las particulares funciones de
defensa y seguridad exterior de un Estado” 343 . Agregó que “[l]a jurisdicción
penal militar en los Estados democráticos en tiempos de paz, ha tendido a
reducirse e incluso a desaparecer, por lo cual, en caso de que un Estado lo
conserve, éste debe ser mínimo y encontrarse inspirado en los principios y
garantías que rigen el derecho penal moderno”344.

De lo revisado en esta sección se pueden extraer conclusiones relevantes para


seguir adelante.

En primer lugar, las razones que tradicionalmente se esgrimen para justificar la


existencia de una justicia penal militar en tiempos de paz no son suficientes. Ni
el conocimiento técnico de los jueces militares ni el resguardo de la disciplina
militar son argumentos de peso. Al respecto es fundamental comprender que
hay una importante diferencia entre un régimen disciplinario y un régimen penal.

En segundo término, concordamos con la posición que sostiene que un sistema


de justicia penal militar solamente se justifica para la protección de bienes
jurídicos estrictamente militares, siendo incluso viable pensar que se puede
prescindir por completo de la justicia militar en tiempos de paz. En este

jurisprudencia. Vida, integridad personal, libertad personal, debido proceso y recurso judicial.
Santiago, Universidad de Chile, Centro de Derechos Humanos, p. 297.
342
Corte IDH. Caso Palamara Iribarne vs. Chile. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de
22 de noviembre de 2005. Serie C No. 135. Párrafo 139.
343
Ibíd., Párrafo 132.
344
Ibíd., Párrafo 132.

172
entendido, existen otros bienes jurídicos de suma relevancia, como la vida y la
integridad física y psíquica de un civil, que pueden ser afectados por el actuar
de militares, pero que no por eso deben ser tratados como bienes jurídicos
militares. Entonces, cuando estamos ante delitos comunes se vuelve imperativo
que éstos sean conocidos por la justicia ordinaria. No debe olvidarse que es la
justicia ordinaria la regla general, la que materializa el principio de la unidad de
jurisdicción: aquel principio que desde la idea de la igualdad ante la ley
promueve que la justicia sea una misma para todos y rechaza la existencia de
judicaturas “hechas a la medida” de grupos particulares.

3. Breve contextualización del sistema de justicia militar chileno

3.1. Breve reseña histórica de la Justicia Militar en Chile hasta la


Ley 20.477

La existencia de un sistema de Justicia Militar puede ser detectada ya en los


albores de nuestra historia republicana. Según Moreno, ya en el gobierno de
Bernardo O’Higgins es posible hallar normas referidas a la justicia militar.
Modificadas luego por el gobierno de Ramón Freire, más tarde por el de José
Joaquín Prieto, no sería sino hasta el siglo XX cuando nuestro país conocería
por vez primera una legislación orgánica en la materia.345

En el contexto de la crisis constitucional de 1924346, que llevó a la renuncia del


entonces presidente Arturo Alessandri, y ante la presión de los militares por la
aprobación de una serie de leyes, se dictó el primer Código de Justicia Militar
en nuestro país. Éste fue aprobado, finalmente, el 24 de diciembre de 1925, por
345
MORENO, M. 2012. Justicia militar: entre la reforma y la derogación. necesidad de un
procedimiento ajustado a los principios de bases del ejercicio de la jurisdicción. Memoria de
Prueba para optar al grado de Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales. Universidad de
Chile. Facultad de Derecho., pp. 113 y ss.
346
Debido al hecho que en el marco de esta crisis tuvo mayor repercusión, la crisis de 1924 ha
pasado a la historia con la denominación de “El Ruido de Sables”. Por todos, véase DE
RAMÓN, A. 2003. Historia de Chile. Desde la invasión incaica hasta nuestros días (1500-2000),
Santiago, Catalonia Ediciones, 322 pp.

173
medio del Decreto Ley N° 806.347 Luego de que la Corte Suprema ratificara su
constitucionalidad en 1926, el Código de Justicia Militar se mantuvo vigente, sin
mayores modificaciones, hasta 1973.

Luego del Golpe Militar encabezado por el General de Ejército Augusto


Pinochet, se llevaron a cabo una serie de reformas al Código de Justicia Militar.
El denominador común de todas ellas fue que “apuntaron a fortalecer la Justicia
Militar”, fundamentalmente sustrayendo del conocimiento de los Tribunales
Ordinarios una serie de hechos que hasta entonces eran parte de su
competencia. 348 Asimismo, en los cambios legales pueden distinguirse dos
grandes direcciones: por un lado, modificaciones a los Tribunales Militares en
tiempos de paz. Por el otro, “peligrosas licencias a la Justicia Militar en tiempos
de guerra.”349 Esta estructura binaria, que distingue los tribunales según sean
tiempos de paz o de guerra, se mantiene hasta el día de hoy. Es característica,
en general, de los sistemas de justicia militar.

Luego del fin de la dictadura, la primera reforma a la Justicia Militar tendría lugar
en 1991, mediante la dictación de la Ley 19.047, en el marco de las llamadas
“Leyes Cumplido”. Entre los objetivos generales que tenían las reformas ahí
contenidas, “se perseguía modificar el Código de Justicia Militar con el
propósito de volver su funcionalidad a la Justicia Militar, dotándola de la
independencia y autonomía que corresponden a un tribunal de justicia,
restaurar la vigencia de las garantías constitucionales sobre igualdad ante la ley
y ante la justicia (…)”350 A juicio de la misma autora, estas modificaciones iban
acompañadas de la “promesa futura de una gran reforma a la Justicia Militar.”351

347
MORENO, M. op. cit. p. 117. Si bien es cierto que en dicho trabajo se señala el 25 de
diciembre como fecha de aprobación de esta ley, lo cierto es que esto ocurrió el día 24 de
diciembre. La referencia exacta se encuentra en www.leychile.cl
348
MORENO, M. op. cit. p. 128.
349
MORENO, M. 2012. op. cit. p. 120.
350
MORENO, M. op. cit. p. 135.
351
Ibíd.

174
Llama la atención, a la luz de lo indicado recién, que no fuera sino hasta
entrada la década del 2000 que las discusiones sobre la necesidad de reformar
la Justicia Militar volviesen a estar en la palestra. Si bien la comunidad
académica produjo reflexiones más o menos constantes acerca del estado de la
Justicia Militar en nuestro país, en el terreno político-institucional el número de
proyectos que pretendían reformar la Justicia Militar aumentaron recién a contar
del año 2007. El hito que explica este hecho es una sentencia de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos a la que ya se ha hecho referencia en
este trabajo: la dictada en el caso Palamara Iribarne vs. Chile, en 2005.
Producto de esta sentencia, la discusión pasó a tener como objeto principal la
competencia de la justicia militar, “con especial énfasis en el juzgamiento de
civiles”. 352 Pero si acaso se pretendió establecer un período de discusión
prolongado, que diere lugar a una reforma profunda, lo cierto es que ello se vio
abruptamente interrumpido el año 2010. Hacia septiembre de ese año,
comuneros mapuches realizaban una huelga de hambre que se extendía ya por
cerca de dos meses, lo que obligó al Ejecutivo a ingresar, de urgencia, un
proyecto de ley que modificaba la justicia militar.353 El objeto fundamental de
este proyecto era “sustraer del conocimiento de la Justicia Militar las causas en
que los comuneros estaban presuntamente implicados”. Para ello, se procedió a
ingresar mediante Mensaje, “con fecha 9 de septiembre de 2010 un proyecto de
discusión inmediata que [se intitulaba] ‘Modifica Sistema de Justicia Militar y
establece un régimen más estricto de sanciones, tratándose de delitos contra
los miembros de las policías’” proyecto que derivó en la dictación de la Ley N°
20.477”.354

352
MORENO, M. op. cit. p. 174.
353
UNIVERSIDAD DIEGO PORTALES. 2012. Informe Anual sobre Derechos Humanos en
Chile. Ediciones Universidad Diego Portales, Santiago, p. 291
354
MORENO, M. op. cit. p. 138.

175
El rasgo más significativo de dicha ley fue, como se ha señalado, que sustraía a
los civiles que tenían calidad de imputados del juzgamiento militar. Ya en su
artículo 1° establecía:

Artículo 1°.- Restricción de la competencia de los tribunales militares. En


ningún caso, los civiles y los menores de edad estarán sujetos a la
competencia de los tribunales militares. Ésta siempre se radicará en los
tribunales ordinarios con competencia en materia penal.

Para estos efectos, se entenderá que civil es una persona que no reviste la
calidad de militar, de acuerdo al artículo 6º del Código de Justicia Militar.355-356

3.2. La Ley 20.477: avances y (muchas) tareas pendientes

La Ley 20.477, que establece la fisonomía actual de la Justicia Militar en Chile,


si bien puede ser reconocida como un avance, fundamentalmente porque salda
una deuda pendiente al sustraer a los civiles que tengan la calidad de

355
CHILE. MINISTERIO DE DEFENSA. Ley N° 20.477. Modifica competencia de tribunales
militares. 4p. Disponible en http://www.leychile.cl/Navegar?idNorma=1021613&buscar=20477
[Consulta: 15 mayo 2014]
356
El artículo 6° del Código de Justicia Militar, resultante de las modificaciones introducidas por
la misma Ley N° 20.477 establece lo siguiente:
"Artículo 6°.- Para los efectos de este Código y de las demás leyes procesales y
penales pertinentes, se considerarán militares los funcionarios pertenecientes a las
Fuerzas Armadas y de Carabineros de Chile, constituidos por el personal de planta,
personal llamado al servicio y el personal de reserva llamado al servicio activo.
Además, se considerarán militares los soldados conscriptos; los Oficiales de
Reclutamiento; las personas que sigan a las Fuerzas Armadas en estado de guerra; los
prisioneros de guerra, que revistan el carácter de militar, los cadetes, grumetes,
aprendices y alumnos regulares de las Escuelas Institucionales y de Carabineros de
Chile.
Con todo, los menores de edad siempre estarán sujetos a la competencia de los
tribunales ordinarios, de acuerdo a las disposiciones de la ley N° 20.084, que establece
un sistema de responsabilidad de los adolescentes por infracciones a la ley penal.
Para efectos de determinar la competencia de los tribunales militares, la calidad de
militar debe poseerse al momento de comisión del delito."
Disponible en http://www.leychile.cl/Navegar?idNorma=1021613&buscar=20477 [Consulta: 15
mayo 2014]

176
imputados de la competencia de la Justicia Militar, ha dejado, al mismo tiempo,
muchas tareas pendientes.357

Es interesante hacer notar, antes de analizar con detención los déficits de la


legislación examinada, un hecho que ha sido resaltado por el Informe Anual
sobre Derechos Humanos de la Universidad Diego Portales del año 2012, y
que, a juicio de los investigadores del mismo, “puede haber tenido incidencia en
este resultado deficiente [de la Ley 20.477]”.358 Se trata de que, “a diferencia de
la mayoría de los procesos de reforma judicial que ha enfrentado el Estado de
Chile, llevados o liderados por el Ministerio de Justicia, cuando se trata de la
reforma a la justicia militar se sigue un patrón distinto, al estar este proceso a
359
cargo del Ministerio de Defensa.” Esta decisión resulta problemática,
fundamentalmente, porque ambos Ministerios tienen misiones institucionales
diversas: mientras el Ministerio de Defensa es “el órgano superior de
colaboración del Presidente de la República en las funciones de gobierno y
administración de la defensa nacional”, el Ministerio de Justicia tiene como
misión “acercar la justicia a las personas, a través de la definición de políticas y
directrices tendientes a generar un Sistema de Justicia eficiente e igualitario,
aportando con ello a la construcción de una sociedad de oportunidades,
seguridades y valores”.360 La misión institucional de cada Ministerio, por cierto,
define la organización, competencia y “expertiz” de los mismos, determinado
así la idoneidad que pueden tener para llevar a cabo una reforma tan
importante como la estudiada. Es, por tanto, dable afirmar que el Ministerio que
se encuentra en mejores condiciones de emprender la reforma a la Justicia
Militar es, justamente, el de Justicia.

357
Es interesante notar que la Ley 20.477 no modificó en nada el artículo 5° del Código de
Justicia Militar, que delimita la competencia de la “jurisdicción militar”.
358
UNIVERSIDAD DIEGO PORTALES. op. cit. p. 292
359
Ibíd.
360
Las misiones institucionales de ambos Ministerios son citadas por el Informe de la
Universidad Diego Portales. Véase UNIVERSIDAD DIEGO PORTALES. op. cit. p. 292.

177
Volviendo ahora al análisis de la Ley 20.477, ésta no permite cumplir, se ha
afirmado, “con lo ordenado por la Corte IDH, ya que no modificó los aspectos
estructurales de esta judicatura.” 361 El déficit más significativo consiste, a
nuestro juicio, en que no ha sustraído de la competencia de la Justicia Militar
aquellos casos en que los civiles son víctimas de delitos cometidos por
cualquiera de los agentes que, en virtud del artículo 6° del CJM, son definidos
como militares. Esto ya había sido advertido por la Corte Suprema durante la
tramitación de la ley en comento, al señalar que “debe entenderse, pues será lo
correcto, que la expresión ‘civiles’ que se emplea en el precepto incluye también
a los que puedan revestir la calidad de ofendidos con alguno de los delitos
calificados de militares, lo cual convendría expresar claramente en la norma.” 362
El entonces presidente del máximo tribunal, Milton Juica, había manifestado
una aprensión similar, al expresar que “del texto del proyecto se entiende que
sólo se alude a los ‘civiles’ en calidad de imputados y no a los casos en que son
víctimas de delitos militares. Consideró que la expresión ‘en ningún caso’
debiera comprender tanto a los civiles imputados como aquellos que han sido
perjudicados por el delito de carácter militar.”363

Con miras a subsanar esta carencia, meses después de la aprobación de la Ley


20.477, un grupo de diputados presentó una moción que se hacía eco de esta
objeción ésta esta objeción. No obstante, se limitaba específicamente a la
situación de Carabineros. Por medio del Boletín 7999-07, los parlamentarios
sugirieron modificar el artículo 5° del Código de Justicia Militar en los siguientes
términos:

361
UNIVERSIDAD DIEGO PORTALES. op. cit. p. 291.
362
CHILE. MINISTERIO DE DEFENSA. Ley 20.477. Modifica competencia de los Tribunales
Militares. Historia de la Ley. Disponible en
http://www.leychile.cl/Navegar?idNorma=1021613&buscar=20477 [consulta: 15 mayo 2014], p.
170
363
CHILE. MINISTERIO DE DEFENSA. Ley 20.477. Modifica competencia de los Tribunales
Militares. Historia de la Ley. Disponible en
http://www.leychile.cl/Navegar?idNorma=1021613&buscar=20477 [consulta: 15 mayo 2014], p.
37

178
“ARTÍCULO ÚNICO. — Modifica el Código de Justicia Militar en el
siguiente sentido:

Modifícase el artículo 5° en lo siguiente:

Intercálese en el número 1°, inciso primero entre las expresiones


"cometidos" y "por", la frase "por Carabineros en actos del servicio o con
ocasión de él y".”364

El proyecto se apoyaba en la recién dictada Ley 20.502, que terminaba con la


doble dependencia de Carabineros, subordinándolo exclusivamente al
Ministerio de Interior y Seguridad Pública, lo que se traducía en que “la
dependencia directa de Carabineros de Chile en su actividad de resguardo de la
seguridad pública de la autoridad política civil y no militar y por tanto, su
actividad en este ámbito se debe enmarcar en la competencia de la justicia
ordinaria y no militar.”365 (sic)

La misma iniciativa reconocía, a su vez, el diagnóstico que hasta aquí hemos


expresado, al señalar que la Ley 20.477 “no modificó la competencia de la
justicia militar en cuanto a que los militares que cometen delitos comunes sean
juzgados por la justicia ordinaria y no por la jurisdicción militar.

En este sentido, actualmente los delitos cometidos por Carabineros en actos del
servicio, son de competencia de la justicia militar, especialmente el delito de

364
Bueno es recordar, para mejor intelección del argumento, que si prosperase la modificación
en comento el artículo 5° del Código de Justicia Militar tendría el siguiente tenor:
“Corresponde a la jurisdicción militar el conocimiento:
1° De las causas por delitos militares, entendiéndose por tales los contemplados en este
Código,
excepto aquéllos a que dieren lugar los delitos cometidos por Carabineros en actos de servicio
o con ocasión de él y por civiles previstos en los artículos 284
y 417, cuyo conocimiento corresponderá en todo caso a la justicia ordinaria (…)” [En cursivas el
contenido del proyecto en cuestión]
365
BOLETÍN 7999-07. Senado de Chile. Disponible en
http://www.senado.cl/appsenado/templates/tramitacion/index.php?boletin_ini=7999-07 [consulta:
15 mayo 2014]

179
violencias innecesarias, establecido en el artículo 330 del Código de Justicia
Militar.”366

A nuestro juicio, dicho proyecto, si bien no cumplía íntegramente con lo


prescrito en Palamara Iribarne vs. Chile, en tanto no sustraía de la competencia
de la Justicia Militar todos los casos en que los civiles eran víctimas de delitos
cometidos por militares, sí apuntaba en la dirección correcta, puesto que, al
excluir a Carabineros de la Justicia Militar, se sustraía de dicha competencia a
la rama de las Fuerzas Armadas que mayor relación tiene con la ciudadanía,
aumentando así el riesgo de que pueda cometer hechos delictivos que tengan
como víctimas a civiles. Ahora bien, fue justamente esta disparidad que se
generaría entre Carabineros y las otras ramas de las Fuerzas Armadas la que
llevó a la Corte Suprema a argumentar que la modificación generaría “no sólo
367
una discordancia sistemática, sino una desigualdad ante la ley.” La
desigualdad estribaría en que, mientras delitos cometidos por Carabineros
serían conocidos por la jurisdicción civil, los mismos delitos llevados a cabo por
otros militares, seguirían radicados en la jurisdicción militar. No obstante ello, en
la Corte las opiniones fueron encontradas. No es intención de este trabajo hacer
una cronología exhaustiva del devenir de este proyecto. Bástenos, por tanto,
señalar que, además de opiniones que informaron desfavorablemente del
proyecto, hubo jueces que se mostraron a favor de informarlo favorablemente.
Son los argumentos esgrimidos por estos últimos los que nos interesa reseñar
acá, puesto que nos parece que apuntan en la dirección correcta, al resaltar el
poco sustento que tiene la mantención de un sistema de justicia militar en
tiempos de paz en el marco de un régimen democrático: en éste, sostienen los
magistrados, “no resulta concebible que sus ciudadanos se encuentren

366
Boletín 7999-07.
http://www.senado.cl/appsenado/templates/tramitacion/index.php?boletin_ini=7999-07 [consulta:
15 mayo 2014]
367
CORTE SUPREMA. Oficio PL 46-2011. Disponible en
http://www.camara.cl/pley/pley_buscador.aspx?prmBuscar=7999 [consulta: 15 mayo 2014]

180
sometidos a dos clases distintas de justicia: para algunos, una impartida por un
órgano independiente del persecutor, oportuna (…) y para otros, una impartida
por un órgano vinculado de manera estrecha con el que investiga y, por
consiguiente, en la que se ven afectados los principios de imparcialidad e
independencia; además de aparecer en la actualidad tardía, sustentada en un
proceso escrito e inquisitivo.”368 Reconocen, por lo anterior, que lo importante
del proyecto es que apunta en la dirección correcta.

Especialmente interesante nos parece la opinión que entonces vertió el hoy


presidente de la Corte Suprema, don Sergio Muñoz, quien reconoció la
corrección de la intención que impulsaba la reforma legal. A juicio del
magistrado “la policía uniformada ha sido reglada como una fuerza militar, no
obstante asignársele funciones de carácter civil, circunstancia que se refleja al
entregarse su dependencia a la autoridad política -el Ministerio del Interior y
Seguridad Pública-, razón por la cual, estima, corresponde realizar un
tratamiento legislativo conforme a esta nueva realidad.”369

Como ya hemos visto, la Ley 20.477 ha de ser reconocida como un avance.


Pero también se ha de prestar atención a los déficits que aún resta por
subsanar. Es urgente, a nuestro parecer, que aquellos casos en que los civiles
son víctimas de delitos cometidos por militares –tal como define a éstos el
artículo 6° del Código de Justicia Militar- no caigan bajo la competencia de la
Justicia Militar, sino que sean debidamente sustanciados en el Sistema de
Justicia Ordinario. Éste ofrece mayores garantías desde el punto de vista del
debido proceso; derecho fundamental consagrado tanto en nuestra legislación
interna como en las más importantes fuentes del Derecho Internacional de los

368
CORTE SUPREMA. Oficio PL 46-2011. Disponible en
http://www.camara.cl/pley/pley_buscador.aspx?prmBuscar=7999 [consulta: 15 mayo 2014]
369
CORTE SUPREMA. Oficio PL 46-2011. Disponible en
http://www.camara.cl/pley/pley_buscador.aspx?prmBuscar=7999 [consulta: 27 mayo 2014]

181
Derechos Humanos370. Por otro lado, estimamos que ello es más coherente con
la función limitada que la Justicia Militar ha de tener en un estado democrático
de derecho: excepcional y destinada a proteger bienes jurídicos propiamente
militares.

Una decisión de esta índole, por lo demás, se ajustaría a lo prescrito por la


Corte IDH, la cual en la ya referida sentencia del caso Palamara Iribarne vs.
Chile ha indicado que “esos delitos [Militares] sólo pueden ser cometidos por los
miembros de las instituciones castrenses en ocasión de las particulares
funciones de defensa y seguridad exterior de un Estado.”371

En lo que se refiere al caso particular de Carabineros, creemos que existen


razones adicionales para que todo delito que sus funcionarios cometan recaiga
bajo la competencia de la Justicia ordinaria. Concordamos plenamente con la
opinión del actual presidente de la Corte Suprema, Sergio Muñoz, en orden a la
necesidad de homologar su régimen jurídico al de la policía de investigaciones,
y no al del resto de las Fuerzas Armadas, fundamentalmente por la labor que
realizan cotidianamente. Una medida así, por lo demás, concordaría con la
intención de la Ley 20.502, al convertir a Carabineros en una institución
exclusivamente dependiente del Ministerio del Interior y Seguridad Pública.
Además, pondría a nuestro país, finalmente, en una situación similar a la que
se da legislaciones extranjeras avanzadas. Y es que como ya lo ha advertido
Carlos López Dawson, “Chile es uno de los pocos países donde los policías son
juzgados por justicia militar y no, como pasa en todas partes (…) por los
civiles”.372

370
El debido proceso ha sido consagrado en instrumentos como la Convención Americana
sobre Derechos Humanos (art. 8) y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (art.
14). En nuestra Constitución Política puede hallarse en el artículo 19 N°3
371
Citado por el Informe de la Universidad Diego Portales. Véase UNIVERSIDAD DIEGO
PORTALES. op. cit. p. 304
372
UNIVERSIDAD DIEGO PORTALES. op. cit. p. 304

182
El problema del excesivo ámbito de competencia de la Justicia Militar en Chile
ha llegado a la jurisprudencia del Tribunal Constitucional. En diversos fallos
recientes, ha debido pronunciarse esta Magistratura acerca de la
constitucionalidad de que delitos comunes cometidos por militares373 en contra
de civiles sean conocidos por los tribunales militares. En la sentencia dictada en
causa ROL 2363-12 se planteó, por parte del Instituto Nacional de Derechos
Humanos, un requerimiento de inaplicabilidad por inconstitucionalidad en contra
de la norma del artículo 5 N° 3 del Código de Justicia Militar, en virtud del cual
corresponde a la justicia militar el conocimiento de “las causas por delitos
comunes cometidos por militares durante el estado de guerra, estando en
campaña, en acto del servicio militar o con ocasión de él, en los cuarteles,
campamentos, vivaques (…)”. Este requerimiento no fue finalmente aceptado,
puesto que, habiendo ministros que se pronunciaron a favor de acogerlo, y
otros que estuvieron por rechazarlo, no se obtuvo el quórum necesario para
darle lugar 374 , pero sí contiene un extenso voto a favor de acoger el
requerimiento, algunos de cuyos argumentos nos parecen destacables. En la ya
mentada sentencia, el Tribunal Constitucional estima que existen en Chile
“nuevos estándares en materia de justicia militar a partir de la obligación
impuesta al Estado de Chile, incluyendo esta jurisdicción constitucional, en
orden al deber de respetar y promover los derechos garantizados por esta
Constitución y por los tratados internacionales, ratificados y vigentes en
Chile”375. Estos estándares, a juicio de los ministros que estuvieron a favor de
acoger al recurso, se hallan desarrollados en la jurisprudencia de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, en particular, a partir del fallo “Palamara
Iribarne vs. Chile”. A la luz de esta sentencia, sostienen, es posible afirmar que
373
Cada vez que se habla de “militares” a secas, entendemos éstos en los mismos términos
que lo hace el artículo 6° del Código de Justicia Militar, que ya ha sido transcrito.
374
La votación, finalmente, resultó en un empate, y el artículo 93 N° 6 de la Constitución Política
de la República exige el voto de la mayoría de los miembros en ejercicio.
375
Sentencia ROL N° 2363-12, Voto a favor, Considerando 14°. La sentencia se encuentra
disponible en http://www.tribunalconstitucional.cl/wp/sentencias/busqueda-basica [Consulta 10
de julio de 2014]

183
el sistema de Justicia Militar chileno incumple los estándares de i) derecho a ser
oído por un juez o tribunal competente; ii) derecho a ser oído por un juez o
tribunal independiente e imparcial; y iii) derecho a un proceso público 376.

El fallo analiza, asimismo, la desfavorecida situación en que se encuentra la


víctima en la justicia militar, por comparación a su estatus en la justicia
ordinaria. En el Código Procesal Penal la víctima tiene calidad de interviniente
en el proceso (artículo 12 CPP), el Ministerio Público tiene la obligación de velar
por su protección (artículo 6 CPP), hay procedimientos a que sólo ella puede
dar inicio mediante una denuncia (artículo 53 CPP) y hay acciones que sólo ella
(o quienes actúen en su representación) puede impetrar (artículo 109 CPP).
Radicalmente distinta es la situación en el Código de Justicia Militar, en el que
“no existe un estatuto de la víctima”377, al punto que los términos usados son
“ofendido” o “perjudicado”. Nos encontramos, entonces, ante “un conjunto
mínimo de derechos que le impiden a la víctima el derecho a un proceso público
y un adecuado derecho a defensa que le permita velar por sus intereses,
máxime si el victimario es integrante de la misma institución jerárquica de quien
lo juzga, generando una vulneración al derecho a ser juzgado por el juez
natural”.378 La indefensión de la víctima, por tanto, parece bastante clara.

Si bien, como ya se ha dicho, en la sentencia comentada el Tribunal


Constitucional no acogió el requerimiento de inaplicabilidad, los argumentos del
voto a favor son especialmente relevantes, porque en una sentencia reciente,
dictada en causa ROL N° 2492-13, se acogió un requerimiento de
inaplicabilidad planteado en los mismos términos, y los argumentos que
376
Sentencia ROL N° 2363-12, Voto a favor, Considerando 14°. La sentencia se encuentra
disponible en http://www.tribunalconstitucional.cl/wp/sentencias/busqueda-basica [Consulta 10
de julio de 2014]
377
Sentencia ROL N° 2363-12, Voto a favor, Considerando 26°. La sentencia se encuentra
disponible en http://www.tribunalconstitucional.cl/wp/sentencias/busqueda-basica [Consulta 14
de julio de 2014]
378
Sentencia ROL N° 2363-12, Voto a favor, Considerando 27°. La sentencia se encuentra
disponible en http://www.tribunalconstitucional.cl/wp/sentencias/busqueda-basica [Consulta 10
de julio de 2014]

184
sustentaron esta decisión fueron exactamente los mismos que los vertidos en la
sentencia ROL N° 2363-12. Esta vez, la votación a favor se impuso por 6 votos
contra 3. Si bien en Chile todas las sentencias judiciales tienen efectos
particulares, nos parece importante que se pueda consolidar en sede de justicia
constitucional una visión restrictiva del alcance que ha de tener la justicia militar,
como la expresada en estas sentencias, y que fue sostenida por la mayoría de
los ministros, como se ha indicado, en la sentencia ROL N° 2492-13.

4. ¿Impunidad o respuesta? el sistema de justicia militar y sus cifras

Está claro que la efectividad de un derecho viene dada, en primer lugar, por el
respeto del mismo, es decir, por su no-transgresión. Esto es especialmente
claro cuando se trata, dicho en forma negativa, del derecho a no ser víctima de
violencia policial arbitraria, lo que, como hemos visto, puede tomar distintas
formas: una detención ilegal, una golpiza, una sesión de tortura física y/o
psicológica, distintos tipos de tratos vejatorios o incluso la privación de la vida.

Sin embargo, la efectividad de un derecho depende también de una serie de


otros factores que suelen involucrar a buena parte de la institucionalidad estatal
y del ordenamiento jurídico destinado a cautelar el derecho en cuestión. Esta
distinción aparece de manera clara en el artículo primero de la Convención
Americana Sobre Derechos Humanos que establece la obligación de los
Estados de “respetar los derechos y libertades reconocidos en ella y a
garantizar su libre y pleno ejercicio a toda persona que esté sujeta a su
jurisdicción”. Se puede identificar entonces una obligación de respeto, que
impone un deber de abstención por parte del Estado de vulnerar los derechos
humanos y una obligación de garantizar que, en palabras de la Corte
Interamericana, implica “organizar todo el aparato gubernamental y, en general,
todas las estructuras a través de las cuales se manifiesta el ejercicio del poder

185
público, de manera tal que sean capaces de asegurar jurídicamente el libre y
pleno ejercicio de los derecho humanos.”379

Dentro de los elementos que deben concurrir para satisfacer la obligación de


garantizar se encuentra la respuesta judicial efectiva frente a la vulneración
concreta de un determinado derecho, que en el caso del derecho a no ser
víctima de violencia policial arbitraria – que reconduce al derecho a la integridad
personal, a la libertad personal y a la vida – es especialmente relevante. En el
mismo párrafo de la sentencia de la Corte Interamericana recién citada se
precisa que como consecuencia de la obligación de garantizar, “los Estados
deben prevenir, investigar y sancionar toda violación de los derechos
reconocidos por la Convención y procurar, además, el restablecimiento, si es
posible, del derecho conculcado y, en su caso, la reparación de los daños
producidos por la violación de los derechos humanos.” De esta manera, si la
respuesta judicial frente a hechos de violencia policial es efectiva, la judicatura
funcionará, de acuerdo a lo que hemos planteado en el marco teórico de este
trabajo, como un verdadero mecanismo de control externo del actuar policial,
contribuyendo a garantizar los derechos humanos involucrados. Por el
contrario, si la respuesta judicial es ineficaz y condescendiente con los hechos
de violencia policial, la judicatura se transformará en un garante de la
impunidad, contribuyendo a perpetuar los patrones de violencia.

De acuerdo a los estudios realizados por Daniel Brinks, la relevancia de la


respuesta judicial frente a la violencia policial tiene un respaldo en cifras. Como
ya lo adelantábamos en el marco teórico, de acuerdo a Brinks, existe una
correlación inversamente proporcional entre el número en de condenas y el
número de denuncias de hechos de violencia policial por uso de fuerza letal. Es
decir, los países con mayor cantidad de denuncias de violencia policial son

379
Corte IDH. Caso Velásquez Rodríguez Vs. Honduras. Fondo. Sentencia de 29 de julio de
1988. Serie C No. 4. Párrafo 166.

186
aquellos con una menor tasa de condenas por los mismos hechos. De la
información recopilada por Brinks se desprende que en Sao Paulo y Salvador
de Bahía, que tienen el mayor número de denuncias de asesinatos en manos
de policías en Brasil, la tasa de condena no supera el 6%. En el extremo
opuesto se encuentra Uruguay, con el menor volumen de denuncias de
asesinatos y una tasa de condenas del 52%. En una situación intermedia se
hallan Buenos Aires y Córdoba, con tasas de condena de 18.14% y 37.88%,
respectivamente380.

Estas cifras por sí solas nos hablan de la importancia que reviste la respuesta
de los jueces frente a casos de violencia policial. Siendo la respuesta judicial
relevante, también cobra relevancia el tipo de tribunal que conozca de los
hechos de violencia policial y sus posibilidades para operar como un verdadero
mecanismo de control. En este entendido, cabe revisar cuál es la respuesta que
dan nuestros tribunales militares frente a las denuncias de violencia policial.

Lo que nos interesa examinar en lo que sigue es el desempeño de la justicia


militar en nuestro país, cuestión que abordaremos mediante una exposición
estadística que da cuenta de la capacidad de reacción de este sistema ante
hechos de violencia policial.

Los estudios que intentan dar cuenta del funcionamiento de la justicia militar no
son abundantes, y todos coinciden en que tener un panorama acabado del
modo en que opera este sistema de justicia es difícil: “el sistema de registro de
los juzgados militares no es computacional, se basa en el conteo manual de los
expedientes que se encuentran en los distintos juzgados militares del país;
además, los registros de esas causas no están disponibles para el público en la
página web del Poder Judicial”.381 A pesar de ello, en los últimos años algunas

380
BRINKS, D. op. cit. p. 11 y 57.
381
UNIVERSIDAD DIEGO PORTALES. 2010. Informe Anual sobre Derechos Humanos en
Chile. Ediciones Universidad Diego Portales, Santiago, p. 304.

187
instituciones han hecho destacables esfuerzos por sistematizar las cifras de
tramitación en los tribunales que ejercen la jurisdicción militar. El estudio más
acabado y actualizado que se ha realizado hasta el momento es obra del
Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH), fue publicado en febrero de
2014 y sistematiza todas las denuncias existentes en los Juzgados Militares de
Santiago y Valdivia382-383, cuya jurisdicción comprende, en conjunto, desde la
región de Coquimbo hasta la Región de Los Lagos. A él nos ceñiremos en la
presente sección, acudiendo a estudios complementarios cuando sea necesario
para un mejor logro de los objetivos de este trabajo.

Las denuncias por violencia policial que se estudian en el mencionado texto


“corresponden a aquellas prácticas policiales que exceden el uso proporcional y
razonable de la fuerza, y que tienen por consecuencia un daño a la integridad
física y/o psicológica de las personas. Estos actos pueden incluir situaciones
como homicidios, cuasi delito de homicidio, violaciones, tortura, agresiones
físicas, maltrato, entre otros.”384

Las denuncias ante los Juzgados Militares consisten, en realidad, en lo que se


califica como querellas en la justicia ordinaria.385 Ante la Justicia Militar estas
denuncias pueden ingresar por tres vías: (i) pueden presentarlas las víctimas o
sus representantes; (ii) pueden ser derivadas desde tribunales ordinarios en lo
penal que se declaran incompetentes; y (iii) pueden provenir de partes policiales
emitidos por comisarías, las que son llevados a los tribunales militares.386

382
INSTITUTO NACIONAL DE DERECHOS HUMANOS. 2014. Estudio Exploratorio. Estado
chileno y pueblo mapuche: Análisis de tendencias en materia de violencia estatal en la Región
de La Araucanía. Instituto Nacional de Derechos Humanos, Santiago, 129 pp.
383
En el análisis del Juzgado Militar de Valdivia se han incluido los libros del ahora inexistente
Juzgado Militar de Concepción. Cfr. Estudio Exploratorio. Estado chileno y pueblo mapuche:
Análisis de tendencias en materia de violencia estatal en la Región de La Araucanía. Santiago.
Instituto Nacional de Derechos Humanos, p. 58.
384
INSTITUTO NACIONAL DE DERECHOS HUMANOS. op. cit. p. 53
385
Ibíd.
386
Ibíd.

188
Los actos de violencia examinados por este trabajo son aquellos ejercidos por
Carabineros en contra de civiles, y que constituyen delitos en virtud de la
tipificación del artículo 330 del Código de Justicia Militar, que contiene el
llamado delito de “violencias innecesarias”387. Esta norma resulta problemática
por cuanto se superpone a lo dispuesto en el artículo 150 A del Código Penal,
que contiene el delito de apremios ilegítimos, cuyo sujeto activo es todo
empleado público 388. Ante dicha superposición “los tribunales de justicia y el
Ministerio Público, tratándose de hechos en los que pudiera aparecer
involucrado personal de Carabineros, han resuelto aplicar el delito contenido en
el Código de Justicia Militar y consecuencialmente, entregado el conocimiento
de estos hechos a los Tribunales Militares, privilegiando esta jurisdicción.” 389

Cabe resaltar, eso sí, que el principal problema en este punto es la dualidad de
normas, es decir, que convivan una disposición como la del artículo 150 A del
Código Penal y la del artículo 330 del Código de Justicia Militar, puesto que,
existiendo ambas, es razonable que los hechos sean subsumidos bajo el tipo
penal del Código de Justicia Militar, en virtud de que la norma especial tiene
preferencia por sobre la norma general. Para evitar un problema como éste, hay
que eliminar la dualidad de normas.

387
En lo relevante, dispone el artículo 330: “El militar que, con motivo de ejecutar alguna orden
superior o en el ejercicio de funciones militares, empleare o hiciere emplear, sin motivo racional,
violencias innecesarias para la ejecución de los actos que debe practicar; será castigado (…) Si
las violencias se emplearen contra detenidos o presos con el objeto de obtener datos, informes,
documentos especies relativos a un hecho delictuoso, las penas se aumentarán en un grado.”
388
El inciso primero del artículo 150 A del Código Penal señala que El empleado público que
aplicare a una persona privada de libertad tormentos o apremios ilegítimos, físicos o mentales,
u ordenare o consintiere su aplicación, será castigado con las penas de presidio o reclusión
menor en sus grados medio a máximo y la accesoria correspondiente.
389
INSTITUTO NACIONAL DE DERECHOS HUMANOS, 2013. Informe sobre la situación de los
Derechos Humanos en Chile. Santiago, Instituto Nacional de Derechos Humanos, p. 81.

189
El siguiente gráfico 390 muestra que en el período 1990 – 2011, sólo en las
regiones IV, V, VI y Metropolitana, hubo un total de 14.310 denuncias por actos
de violencia cometidos por Carabineros.

Una cantidad mucho menor de denuncias encontramos durante el mismo


período en las regiones VII (Maule), VIII (Concepción), IX (Temuco), XIX (Los
Ríos) y X (Los Lagos), como lo muestra el siguiente gráfico.391 El total de las
denuncias alcanza a 4.657. La proporción, en todo caso, parece ser consistente
con la diferencia de habitantes existentes entre el primer conjunto de regiones y
el segundo.

390
El gráfico se encuentra en la obra ya citada: Estudio Exploratorio. Estado chileno y pueblo
mapuche: Análisis de tendencias en materia de violencia estatal en la Región de La Araucanía.
Instituto Nacional de Derechos Humanos, Santiago, p. 55, y ha sido elaborado por el propio
INDH recogiendo las denuncias existentes en las respectivas fiscalías militares.
391
INSTITUTO NACIONAL DE DERECHOS HUMANOS. 2014. op. cit. p. 58. El gráfico ha sido
elaborado por el propio Instituto Nacional de Derechos Humanos recogiendo las denuncias
existentes en las respectivas fiscalías militares.

190
Para el período estudiado tenemos, por tanto, que el total de denuncias por
violencia policial alcanza, entre las regiones de Coquimbo y Los Lagos, la cifra
de 18.967. Lo iluminador de este estudio, de todos modos, aparece cuando se
compara la proporción entre denuncias existentes y condena por parte de los
tribunales militares. Al momento de analizar detenidamente las formas de
terminación de estas causas en las regiones IV, V, VI y XIII (zona central, en lo
sucesivo)392 es posible percatarse que la cifra de sobreseimientos nunca, para
todo el período estudiado, ha sido inferior al 85% de las causas, alcanzando
incluso la impresionante magnitud de un 97% de causas sobreseídas, como
ocurrió el año 2004.393 Las cifras son similares para las regiones VII, VIII, IX,
XIX y X (zona sur, en lo que sigue), alcanzando incluso mayores porcentajes de
causas terminadas por sobreseimiento: del total de causas terminadas en los
años 2004 y 2010, por ejemplo, el índice de causas sobreseídas alcanzó el
99,7%.394

392
En el análisis de la forma de terminación de las causas en la zona central el estudio no
considera el año 1999. Sí lo incluye, en cambio, en el total de denuncias, como se puede colegir
del gráfico expuesto.
393
INSTITUTO NACIONAL DE DERECHOS HUMANOS. 2014, op. cit. p. 53, pp. 56 – 57.
394
INSTITUTO NACIONAL DE DERECHOS HUMANOS. 2014, op. cit. 61-62

191
Como el mismo estudio indica, el sobreseimiento “procede, entre otras razones,
por no haberse demostrado la existencia del delito o la de quienes participaron
en dicho delito.” Sostiene, como hipótesis, que probablemente una cifra tan alta
de sobreseimientos se debe “a la falta de información respecto del funcionario o
funcionaria de Carabineros que eventualmente realizó el delito. Normalmente,
las personas no conocen su nombre y eso propicia el sobreseimiento de la
causa.”395

Por contraste, en ambas zonas geográficas el índice de sentencias


condenatorias es bajísimo: en la zona central, el promedio de sentencias
condenatorias para el total del período estudiado, es cercano al 2,2%. No son
muy distintas las cifras en la zona sur: el promedio de sentencias condenatorias
para el total del período alcanza, apenas, el 2,5% del total de las causas
tramitadas. En esta zona, incluso, hay más de un año en que no existe ninguna
sentencia condenatoria.

Es interesante notar, como bien remarca el estudio del Instituto Nacional de


Derechos Humanos, que el mayor porcentaje de sentencias condenatorias se
encuentra hasta el año 2004, disminuyendo ostensiblemente para el período
entre los años 2005 y 2011. Lo interesante es, justamente, que en este último
período el número de denuncias ha aumentado, por lo que se puede afirmar
que “el aumento de denuncias por violencia innecesaria tiene una correlación
negativa con el comportamiento en los fallos condenatorios de los Tribunales
Militares”. 396 Sin duda, excede el propósito y recursos de este trabajo el
esclarecer las causas de esa correlación. Habría que contar con índices mucho
más detallados acerca de la terminación de todas las causas para poder
esbozar alguna hipótesis.

395
INSTITUTO NACIONAL DE DERECHOS HUMANOS. 2014, op. cit. p. 61.
396
INSTITUTO NACIONAL DE DERECHOS HUMANOS. 2014, op. cit. p. 64.

192
Lo que nos interesa mostrar a través de las cifras recopiladas es que los
porcentajes de condenas en justicia militar por hechos de violencia policial son,
en general, bajos. Lo son al menos comparativamente tomando en cuenta los
porcentajes de condena de los países estudiados por Daniel Brinks. Además,
se puede tener en cuenta, a modo meramente ilustrativo, que según las últimas
cifras del Ministerio Público (del periodo enero – septiembre de 2014), el
porcentaje de sentencias condenatorias, dentro del total de causas terminadas,
ha sido de un 12%. Debe considerarse que en la justicia penal ordinaria existen
salidas alternativas como la suspensión condicional que ocupa un 14% del total
de términos en el mismo periodo397.

5. Una posible explicación: las debilidades del sistema de justicia militar


desde el punto de vista del debido proceso

5.1. Introducción: El Sistema de Justicia Militar en Chile y las


garantías del debido proceso

Existe consenso en la doctrina en torno a que el Sistema de Justicia Militar


chileno presenta serias deficiencias desde el punto de vista del cumplimiento de
los estándares del debido proceso, lo que supone un serio problema, toda vez
que éste constituye una garantía fundamental, consagrada tanto en nuestra
Constitución Política como en los más importantes Tratados Internacionales
Derechos Humanos.398 El debido proceso está constituido, en palabras de la
Corte Interamericana de Derechos Humanos, por “(…) las condiciones que
deben cumplirse para asegurar la adecuada defensa de aquellos cuyos
derechos u obligaciones están bajo consideración judicial”.399 En el marco de

397
Estas cifras pueden ser consultadas en los distintos boletines estadísticos del Ministerio
Público en: http://www.fiscaliadechile.cl/Fiscalia/estadisticas/index.do?d1=0
398
Véase Constitución Política de la República de Chile, Artículo 19 N° 3.
399
Corte Interamericana de Derechos Humanos, Opinión Consultiva N° 9 del 6 de octubre de
1987, párrafo 28. Citado por DUCE, M. 1998. El derecho a ser juzgado por un tribunal

193
los requisitos del debido proceso, encontramos la imparcialidad de los
tribunales y la independencia de los mismos. Ambos constituyen “garantías
centrales del debido proceso”400.

En lo que sigue, examinaremos si el Sistema de Justicia Militar chileno cumple


con estas garantías. La pluralidad de aspectos que constituye el debido proceso
justificaría un estudio mucho más extenso que el presente. Nuestra razón para
ceñirnos solo a los dos aspectos mencionados dice relación con que se trata de
aspectos centrales de la garantía en estudio. Su importancia puede ser
expresada con estas palabras de Roxin, para quien “la causa de atribución de
competencia al juez (y no a otros órganos del Estado) para autorizar las
injerencias en los derechos fundamentales de las personas es, precisamente, la
garantía de su independencia”401 . El esquema que seguiremos para nuestro
análisis es el siguiente: atenderemos en primer lugar a la independencia de los
tribunales como un rasgo esencial para el debido proceso; examinaremos, a la
luz de ese criterio, si los tribunales militares chilenos en tiempos de paz 402
presentan las características que permitan calificarlos de independientes. En
segundo término abordaremos la imparcialidad de los tribunales como otro
rasgo distintivo del debido proceso, y realizaremos la misma operación:
aquilatar si los tribunales militares chilenos en tiempos de paz pueden ser
considerados imparciales.

5.2. La independencia como rasgo fundamental del debido


proceso y su (in)cumplimiento por los tribunales militares
chilenos

independiente e imparcial y la justicia militar chilena. En: Cuadernos de Análisis Jurídicos,


Universidad Diego Portales, Escuela de Derecho, Santiago, Chile, p. 337
400
DUCE, M. op. cit. p. 338.
401
Citado por HORVITZ, M. op. cit. p. 133
402
Acerca de la distinción entre tribunales militares en tiempos de paz y tribunales militares en
tiempos de guerra, véase la sección respectiva.

194
La independencia judicial es, al mismo tiempo, un “requisito indispensable de
los tribunales de justicia en un Estado de Derecho” y una “garantía fundamental
de los ciudadanos frente al Estado” 403 . Para Julio Maier la independencia
judicial implica que “cada juez, cuando juzga y decide un caso concreto, es libre
–independiente de todo poder, inclusive el judicial- para tomar su decisión y
sólo se le exige que su fallo se conforme con la aplicación del derecho vigente,
esto es, que se someta a la ley” 404. La idea según la cual la independencia
judicial busca asegurar que el juzgador decida el caso sometido a su
conocimiento, libre de todo incentivo distinto a la sujeción a la ley, ha sido
sostenida también por la Corte Europea de Derechos Humanos, para la cual la
decisión a que arribe un tribunal “debe encontrarse exclusivamente basada en
la libre percepción del tribunal acerca de los hechos y de los aspectos legales
en juego, sin que exista compromiso alguno con las partes o las autoridades
públicas (…)”.405

En opinión de Cristián Maturana, la importancia de la independencia radica en


que se trata de un valor instrumental: por medio del aseguramiento de la
independencia del juez se busca cautelar su sola sujeción a la ley. Así, la
independencia es una “institución funcionalmente dirigida a asegurar la efectiva
realización de un principio que la trasciende: el de legalidad.”406

Se ha sostenido en la doctrina que la independencia tiene al menos dos caras:


la independencia personal, que atiende a la posición en que se halla cada juez,
y la independencia institucional o colectiva, que mira a la estructura del poder
judicial y su relación con otros órganos o dependencias estatales.407 El análisis

403
HORVITZ, M. op. cit. p. 133.
404
Citado por DUCE, M., op. cit. p. 341.
405
Ibíd.
406
MATURANA, C. 2009. Tribunales, Árbitros y Auxiliares. Apuntes de clase. Facultad de
Derecho Universidad de Chile, p. 21.
407
Ésta es la distinción que utiliza HORVITZ en el artículo ya citado. Cfr. HORVITZ, M. op. cit. p.
133. MATURANA, por su parte, divide la independencia en (i) independencia orgánica o política;
(ii) independencia funcional e (iii) independencia personal. Las dos primeras cautelan el

195
que realizaremos en esta sección tiene como objeto de estudio la
independencia personal, por cuanto, siguiendo a Binder, consideramos que ésta
“es la base de la independencia judicial, en tanto que es un atributo personal del
juez, siendo la independencia institucional un concepto secundario o derivado
de la primera.” 408 La independencia personal, por tanto, ha de cautelar la
independencia del juez no sólo frente a otros poderes del Estado, sino también
dentro del mismo poder judicial. Como ha sostenido Maturana, “[l]a
independencia del Poder Judicial desde el punto personal, importa que las
personas que desempeñen la función jurisdiccional son enteramente
autónomas del resto de los Poderes del Estado e incluso dentro del Poder
Judicial para los efectos de construir el juicio lógico de la sentencia que ha de
resolver el conflicto sometido a su decisión.”409

A continuación examinaremos si la posición que ocupan los jueces dentro del


sistema de Justicia Militar se aviene con la debida independencia que han de
tener al momento de resolver casos sometidos a su conocimiento.

Lo haremos por medio del análisis de algunos de los órganos que componen la
jurisdicción militar chilena. Los órganos que analizaremos serán, en primer
lugar, los juzgados institucionales; y, en segundo término, los fiscales. No nos
detendremos en la situación de los tribunales superiores, por considerar que un
examen de lo que ocurre en primera instancia es suficiente para apreciar el
cumplimiento o incumplimiento de la garantía de independencia.

5.2.1. Los juzgados institucionales: el problema de la


independencia en primera instancia

adecuado funcionamiento del poder judicial en tanto institución; la tercera, la debida


independencia del juez al momento de enfrentarse a un caso particular.
408
HORVITZ, M. op. cit. p. 145.
409
MATURANA, C. op. cit. p. 25.

196
El artículo 17 del Código de Justicia Militar establece que corresponde a los
Juzgados Institucionales “Conocer en primera instancia de todos los asuntos
civiles y criminales que constituyan la jurisdicción militar (…)” Existen Juzgados
Institucionales de cada una de las ramas de las Fuerzas Armadas. Su
organización, en términos generales, está regulada en los artículos 13 a 23 del
Código de Justicia Militar. En palabras de Duce, “[l]a conformación y
funcionamiento de estos juzgados institucionales de primera instancia presenta
varios elementos que contradicen los presupuestos básicos sobre los cuales se
afirma la existencia de independencia del órgano que juzga (…)” 410 Seguiremos,
en términos generales, el mismo esquema que utiliza Duce para analizar qué
aspectos de la organización de los juzgados institucionales ponen en mayor
riesgo la garantía de independencia.411

5.2.2. Carencia de independencia personal: la subordinación del


juez de primera instancia

El artículo 16 del Código de Justicia Militar dispone que “la función de juez
institucional en los tribunales militares en tiempos de paz recae en distintos
funcionarios del servicio activo de las respectivas Fuerzas Armadas”. 412-413Esto
resulta problemático porque “se trata de funcionarios en servicio activo, que se
encuentran subordinados jerárquicamente a las autoridades de la institución
militar correspondiente y que, por tanto, no ofrecen garantías objetivas de

410
DUCE, M. op. cit. p.342.
411
El análisis de DUCE es bastante exhaustivo y clarificador. He ahí las razones por las cuales
seguiremos el mismo esquema que él utiliza.
412
DUCE, M. op. cit. p. 342.
413
El artículo en comento, en su inciso primero, señala que: “El Comandante en Jefe de la
respectiva División o Brigada en el Ejército de cada Zona Naval, Escuadra o División de la
Armada, el Jefe del Estado Mayor General de la Fuerza Aérea y el Comandante en Jefe de la
respectiva Brigada Aérea, cuando correspondiere, tendrá la jurisdicción militar permanente en el
territorio de sus respectivos Juzgados y sobre todas la fuerzas e individuos sometidos al fuero
militar que en él se encuentren.”

197
autonomía e independencia en el ejercicio de sus funciones jurisdiccionales y
libre de interferencias de los mandos superiores de su respectiva institución.”414

Recordemos que la independencia personal exige que “el juez en el


cumplimiento de su tarea, tiene que estar libre de influencias e intervenciones
extrañas, tanto si provienen del gobierno, del parlamento, del electorado o de la
opinión pública.”415 Es dable concluir que si quien ejerce el rol de juez es un
funcionario en servicio activo, en el marco de una estructura jerárquica vertical,
se carecerá de la debida independencia. Así lo ha sostenido la Corte
Constitucional de Colombia, según la cual “[n]o se garantiza una administración
de justicia independiente e imparcial si quienes intervienen en el proceso de
juzgamiento son oficiales en servicio activo, esto es, funcionarios que tienen
una relación de dependencia y subordinación, un vínculo jerárquico con la
institución y específicamente con sus superiores jerárquicos, en virtud del
ligamen del mando militar jerárquico (…)”416.

A lo anterior hay que agregar dos problemas adicionales. Por un lado, debe
recordarse que son los mismos superiores de la institución los que, mediante
distintos sistemas de nombramiento, determinan el grado de cada funcionario, y
así, quienes ejercerán el rol de jueces. En segundo lugar, ha de tenerse en
cuenta la disposición del inciso segundo del citado artículo 16 del Código de
Justicia Militar, que permite delegar la función de juez institucional en un
funcionario de grado inferior, lo que supone un riesgo adicional para la
independencia de quien ha de juzgar.417

414
HORVITZ, M. op. cit. p. 134.
415
MATURANA, C. op. cit. p. 26
416
Sentencia 141/95, de 29 de marzo de 1995. Citada por HORVITZ, M. op. cit. p. 135.
417
Dispone el inciso segundo del artículo 16: “No obstante, las autoridades allí señaladas podrán
delegar la jurisdicción militar en un Oficial General que se desempeñe bajo su mando, mediante
resolución fundada que deberá transcribirse a la respectiva Corte Marcial.”

198
5.2.3. La falta de inamovilidad

Una forma de proteger la independencia personal de los jueces es la


consagración de su inamovilidad, “puesto que con ello se asegura a los que
desempeñan la función jurisdiccional su permanencia en el cargo para evitar
que se puedan ejercer presiones sobre [ellos] para conducirlo hacia un camino
distinto a aquel que le conduce su soberano razonamiento.” 418 La Comisión
Europea de Derechos Humanos, en la misma línea, ha señalado que “la
inamovilidad de los jueces durante sus mandatos, sean éstos por un período
limitado o permanentes, es un corolario necesario para su independencia
(…)”419 Tal es su importancia que en su artículo 80 nuestra Constitución Política
resguarda la mentada inamovilidad.

Por ser, en el Sistema de Justicia Militar, funcionarios activos quienes ejercen la


labor judicial, se incumple la garantía de inamovilidad. Ejercen, así, la labor de
jueces mientras dura el grado militar correspondiente, o bien, hasta que dejan
dicho grado por otras decisiones de las autoridades superiores, como pueden
ser los mecanismos de ascenso, la aplicación de medidas disciplinarias, o la
asignación a otras tareas militares.

5.2.4. La falta de preparación jurídica de los jueces militares de


primera instancia

La preparación jurídica de los jueces es considerada como otro factor esencial


de la independencia judicial. Así lo sostuvo la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos, al decir que dicha preparación “tiende a asegurar esa

418
MATURANA, C. op. cit. p. 26.
419
Citado por DUCE, M. op. cit. p. 343.

199
independencia y el correcto cumplimiento de las delicadas funciones que le son
encomendadas.”420
Se ha estimado que una adecuada preparación jurídica dota al juez de
elementos que son esenciales a la hora de conocer de cualquier caso, cuales
son, por ejemplo, las distintas materias procesales y penales involucradas, o los
principios jurídicos que pueden ser aplicados a cada caso sometido a su
conocimiento, etc.
Por estar compuestos los juzgados institucionales por oficiales en servicio
activo, es fácil colegir que no se cumple el requisito de la adecuada preparación
jurídica. Ello explica, por lo demás, que hayan de ser asesorados por los
Auditores, que son “oficiales de justicia”.421
De todos modos, es importante hacer notar, como lo hace Duce, que
posiblemente la sola carencia de formación técnico-jurídica de los jueces no
contraviene la garantía de independencia, pero que ella, sumada a las otras
deficiencias hasta aquí vistas, agrava el incumplimiento de esta garantía.

5.2.5. Los Fiscales

En virtud del artículo 13 del Código de Justicia Militar, corresponde a los fiscales
el ejercicio de la jurisdicción militar en tiempos de paz. El artículo 24 del mismo
Código, a su vez, señala que “[l]os Fiscales son los funcionarios encargados de
la sustanciación de los procesos y formación de las causas de la jurisdicción
militar, en primera instancia.”

No obstante la magnitud de la tarea que la ley encomienda a los fiscales, la falta


de independencia de éstos es notoria. El artículo 37 del Código de Justicia
Militar consagra las facultades de los auditores generales de cada rama de las

420
Informe sobre la Situación de los Derechos Humanos en Chile, de 1985, párr. 139, capítulo
VIII. Citado por DUCE, M. op. cit. p.343.
421
Véanse los artículos 20, 34 y 39 N° 1 del Código de Justicia Militar.

200
Fuerzas Armadas, en las que es dable observar la intensa supervigilancia que
ejercen sobre las labores de los fiscales.422 Es posible afirmar, por tanto, que
“los fiscales carecen totalmente de independencia, tanto frente al juez
institucional, militar en servicio activo de mayor rango jerárquico que además lo
califica, como respecto de los Auditores Generales, respecto a los cuales no
sólo se encuentran subordinados jerárquica y funcionalmente, sino también
disciplinariamente.”423 Horvitz considera que, dado este dispositivo institucional,
resulta inocua la referencia que el artículo 37 del CJM hace al artículo 12 del
Código Orgánico de Tribunales.424-425

5.3. La falta de imparcialidad del sistema de justicia militar chileno

No menos importante que la garantía de independencia, y en estrecha relación


426
con ella, se halla la imparcialidad del tribunal. Se ha dicho que la
imparcialidad del juzgador es una de las bases de la legitimidad de la justicia y
del Estado democrático de derecho. 427 El objeto central de la garantía de
imparcialidad se halla en la persona del juez y su relación con el caso concreto
que ha de conocer. Así, en palabras de Luis Francia Sánchez, por medio de

422
Entre las facultades que el artículo 37 otorga a los Auditores Generales podemos encontrar:
2° Supervigilar la conducta funcionaria de los Fiscales de su respectiva jurisdicción, sin perjuicio
de las facultades disciplinarias que corresponden a los Juzgados Institucionales y sin
menoscabo de la independencia que consagra el artículo 12 del Código Orgánico de Tribunales,
pudiendo imponerles las medidas disciplinarias que establezca para este efecto un Reglamento
especial. Las resoluciones que impongan estas medidas serán apelables en el solo efecto
devolutivo ante la Corte Marcial respectiva;
3° Tomar conocimiento por sí mismo, cuando lo estime conveniente, de cualquiera causa
pendiente ante los Tribunales de su Institución, aunque se hallare en estado de sumario, o
recabar informe;
4° Dictar instrucciones a los Fiscales de su respectiva jurisdicción, de carácter general sobre la
manera de ejercer sus funciones;
423
HORVITZ, M. 1998. op. cit. p. 137.
424
Vid. Nota 106. El artículo 12 del Código Orgánico de Tribunales dispone que: “El Poder
Judicial es independiente de toda otra autoridad en el ejercicio de sus funciones.”
425
HORVITZ, M. op. cit. p. 137
426
La relación es tal que la garantía de imparcialidad es, en estricto rigor, una creación
doctrinal, no recogida normativamente, como sí lo ha sido la independencia.
427
MATURANA, C. op. cit. p. 29.

201
esta garantía se busca que “el magistrado que conozca un proceso no tenga
ideas anticipadas que lo induzcan a una u otra decisión. Se refiere
específicamente a la relación que debe existir entre el magistrado y el inculpado
en el caso concreto.”428 Para cautelarla correctamente, la doctrina suele hacer
una distinción entre “imparcialidad subjetiva” e “imparcialidad objetiva”. La
“imparcialidad subjetiva” busca evitar que la convicción personal del juez se vea
afectada, o bien, que exista un “compromiso intelectual o afectivo respecto de
una de las tesis en disputa en la persona del juez.” 429 La “imparcialidad
objetiva”, en cambio, “impone la obligación de que las condiciones estructurales
del sistema eviten que el juez se encuentre o pueda encontrarse en una
posición en la que se perjudique a una parte a favor de la otra. En este sentido
se habla de imparcialidad objetiva, es decir, cuando lo que se pretende evitar es
que la composición y organización del tribunal o las diversas funciones que
cumplen uno o más de sus miembros los influyan de manera que se pueda ver
afectada su imparcialidad.”430

En lo que sigue analizaremos algunos dispositivos institucionales propios de


nuestro Sistema de Justicia Militar que ponen en jaque la imparcialidad de
quienes han de ejercer la jurisdicción militar en tiempos de paz.

5.3.1. Relación entre los fiscales y los auditores

Anteriormente citamos el artículo 37 del Código de Justicia Militar,


específicamente, sus numerales segundo al cuarto, para dar cuenta de lo
problemática que es la relación entre los fiscales y los auditores generales de
cada rama de las fuerzas armadas. Al déficit ya indicado, que dice relación con

428
FRANCIA, L. 1998. Justicia Militar y Derecho a un tribunal independiente e imparcial:
¿diferencias o incompatibilidades? En: MERA, J. (ed). Cuadernos de Análisis Jurídicos,
Universidad Diego Portales, Escuela de Derecho, Santiago, Chile p. 316
429
DUCE, M. op. cit. p. 350.
430
DUCE, M. op. cit. p. 350.

202
la falta de independencia de los fiscales, hay que añadir que esta relación pone
en jaque la imparcialidad que como juzgador tendrá el auditor general
respectivo, puesto que éstos –como lo señalan los artículos 48 y 70-A del
Código de Justicia Militar– son miembros de las respectivas Cortes Marciales y,
en el caso del Auditor General del Ejército, integra la Corte Suprema, en los
casos en que el mismo artículo 70-A lo dispone.

Al ser los Auditores Generales miembros de los tribunales superiores, y a la


vez, tener facultades ligadas a la supervigilancia del órgano acusador, se
transforman en juez y parte de los casos en que tienen participación, puesto
que, “el Auditor General al tener facultades de supervigilar al fiscal, pudiendo
incluso aplicar sanciones disciplinarias, y facultades de dictarle instrucciones
generales sobre la forma de actuar en los casos concretos, asume
necesariamente parte de las responsabilidades en la persecución penal del
imputado propias de la fiscalía o parte acusadora, ´perdiendo así su
imparcialidad que luego le permitiría actuar como juez en la Corte Marcial o en
la Corte Suprema.”431

5.3.2. El compromiso institucional de los jueces militares

Una de las exigencias que plantea la garantía de imparcialidad es que el juez


no tenga “opiniones preconcebidas, ni compromisos con las partes y que no
tome partido a favor o contra de alguna de ellas”.432 Los compromisos que el
juez puede tener con una de las partes involucradas en el proceso pueden ser
de diverso tipo. Así como la imparcialidad subjetiva cautela que el juez carezca
de vínculos afectivos o intelectuales con los intervinientes, la imparcialidad
objetiva procura asegurar que quien ha de juzgar se encuentre en una posición

431
DUCE, M. op. cit. p.. 352
432
FRANCIA, L. op. cit. p. 317. El destacado es nuestro.

203
estructural que le permita decidir libremente, es decir, sin encontrarse inclinado,
por el diseño institucional de la judicatura a la que pertenece, a decidir en uno u
otro sentido.

En el caso de la justicia militar es dable concluir que por ser los jueces
institucionales funcionarios en servicio activo, poseen un compromiso con la
institución a la que pertenecen, esto es, la respectiva rama de las Fuerzas
Armadas. Cuando un conflicto sometido al conocimiento de un juzgado
institucional involucra, por un lado, a un particular y, por el otro, a un funcionario
de la misma institución a que pertenece el juez, es predecible que éste se
asomará al caso con un compromiso ya pre-contraído, que desnivela las
posiciones en que las partes del proceso se hallan. No se trata de indagar en el
fuero interno del juez para verificar cuáles son sus sentimientos puntuales frente
al caso particular, sino que evaluar la posición en que estructuralmente se
encuentra al momento de ejercer su función. Y es que la garantía de
imparcialidad es tan importante que “la sola sospecha de su incumplimiento
debe entenderse como suficiente para excluir cualquier duda al respecto.” 433434
La estructura de la judicatura militar chilena, al entregar el ejercicio de la
jurisdicción a funcionarios en servicio activo, siembra, a lo menos, dudas

433
DUCE, M. 1998. op. cit. p. 353.
434 Si acaso quedasen dudas de lo importante que es eliminar toda apariencia de parcialidad,
recuérdese lo que sucedió en un caso tan emblemático como el juicio del ex dictador Augusto
Pinochet. El día 28 de octubre de 1998 el Real Tribunal Superior de Londres declaró, por tres
votos contra dos, la inmunidad de Pinochet. El Servicio Fiscal de la Corona apeló ante la
Cámara de los Lores, que dictó sentencia el 25 de noviembre de 1998. Este fallo fue
sumamente significativo porque revocó la sentencia del Tribunal Superior, quitando la
inmunidad a Pinochet, entonces Senador de la República de Chile, por tres votos contra dos. El
día 17 de diciembre de 1998 la Cámara de los Lores revocó el fallo, por estimar que uno de los
jueces que había votado a favor de quitar la inmunidad a Pinochet, Lord Leonard Hoffmann,
generaba la sospecha de parcialidad, por tener la calidad de director ad honorem de Amnistía
Internacional, organización que había sido parte en el proceso. Célebre es lo que entonces dijo
Lord Browne-Wilkinson a Peter Duffy, abogado de Amnistía Internacional: "la primera cosa que
se aprende del Derecho británico es que no sólo se debe hacer justicia sino que se debe dar la
impresión de que se está haciendo justicia".

204
fundadas acerca de la imparcialidad de los tribunales militares en tiempos de
paz.

6. Conclusiones y recomendaciones

Más allá de todos los cuestionamientos que se han formulado durante los
últimos años a la justicia militar chilena, lo que hemos intentado hacer es una
observación crítica de nuestros tribunales militares en tanto mecanismos de
control externo del actuar policial. Como hemos podido constatar, la respuesta
concreta de la justicia militar frente a denuncias de violencia policial muestra
una baja tasa de condenas. Esta tendencia no parece ser casual si se atiende a
la estructura misma del sistema de justicia militar, la cual es abiertamente
contraria a los principios de independencia e imparcialidad que rigen toda
actividad jurisdiccional. Hay, entonces, fundadas razones para pensar que la
justicia militar en Chile funciona más como garante de impunidad que como un
verdadero mecanismo de control de la policía.

De acuerdo a estas conclusiones y tomando en cuenta también las objeciones


que se han planteado sobre la justificación de la justicia militar en tiempos de
paz, somos de la idea de suprimir la competencia de estos tribunales, o al
menos restringirla de modo tal que bajo ningún supuesto algún civil caiga bajo
la esfera de su competencia. Esto forzaría a transferir la competencia de los
jueces militares en tiempo de paz a la justicia ordinaria. Este es, por lo demás,
el parecer de la gran mayoría de los autores que han escrito sobre el tema,
varios de los cuales ya fueron analizados a lo largo de este trabajo.

Probablemente, el principal cuestionamiento que podría formularse a esta


propuesta es que no se puede asumir que el simple traspaso del conocimiento
de las causas de violencia policial a la justicia ordinaria asegure que habrá un
incremento sustancial del control del actuar policial que se traduzca

205
fundamentalmente en un aumento en la tasa de condenas. Dicho
cuestionamiento es, por cierto, atendible. Sin embargo, a nuestro parecer, en el
contexto de nuestro país, el hecho de que los casos de violencia policial pasen
a ser de conocimiento de la justicia ordinaria es un paso en buena dirección.

Es interesante, para abordar este punto, atender a una de las conclusiones a


que llega Daniel Brinks luego de estudiar la respuesta judicial a la realidad de
violencia policial en tres países de nuestra región. Según plantea este autor, el
principal factor que determina una respuesta efectiva de la justicia frente a
hechos de violencia policial no es tanto el diseño institucional, sino que el
involucramiento activo del interés estatal en el sentido de respaldar la
reivindicación del derecho conculcado y el adecuado esclarecimiento de los
hechos. Siguiendo la misma argumentación, Brinks sostiene que allí donde el
Estado no interviene de manera activa en favor de los denunciantes, la
respuesta judicial dependerá de los recursos que tengan éstos y serán
esperables distintos y desiguales niveles de resultado de acuerdo con la
composición de la población435.

Una experiencia interesante a tener en cuenta es la del efecto de la llamada


“Ley Bicudo”436 (Ley 9299-96) en Brasil, mediante la cual el conocimiento de
homicidios cometidos por agentes policiales fue transferido a la justicia
ordinaria. De acuerdo a los datos ofrecidos por Brinks, con anterioridad a la
“Ley Bicudo”, la tasa de condenas en Sao Paulo por homicidios en manos de
policías era cercana a un 3%. Luego de la transferencia dicha cifra aumentó

435
Brinks analiza la influencia de distintos factores en la posibilidad de obtener una condena
frente a un asesinato en manos de funcionarios policiales. La conclusión es que en razón de
factores como el lugar de residencia, el grupo socioeconómico y la presencia de un abogado
privado, existe una enorme desigualdad respecto de la probabilidad de una condena. El factor
más influyente, según los datos de Brinks, es la presencia de un abogado privado. En Buenos
Aires, por ejemplo, la probabilidad de obtener una condena se duplica cuando el denunciante
cuenta con un abogado privado. BRINKS, D. op. cit., p. 77-79.
436
Así nombrada porque fue iniciativa de Helio Bicudo, conocido defensor de derechos
humanos de ese país.

206
solamente a un 6%. En opinión de Brinks, quienes impulsaron dicha reforma
fallaron en hacerse cargo de la disparidad de recursos entre los denunciantes y
la policía en la construcción de los casos. Agrega que se asumió
equivocadamente que el ministerio público podría manejar de manera adecuada
estos casos, ya que, en los hechos, los fiscales siguieron descansando
demasiado en la información incompleta y sesgada entregada por la policía. En
definitiva, para mejorar los resultados de la “Ley Bicudo”, era necesario hacerse
cargo del desequilibrio entre las partes en cuanto a la producción de la llamada
“verdad procesal” (procedural truth)437.

Aun cuando concordamos con las observaciones realizadas por Brinks, según
las cuales la solución al problema de la violencia policial no se agota en el
diseño institucional de la justicia, nos sigue pareciendo fundamental que en
Chile todo hecho de violencia policial constitutivo de delito deje de ser conocido
por la justicia militar. La razón es la siguiente: las características estudiadas de
la justicia militar chilena no generan ningún incentivo para que los hechos de
violencia policial se esclarezcan sino que, al contrario, facilitan la inactividad y el
aseguramiento de la impunidad, lo que se ve corroborado en las cifras
disponibles. Cualquier mecanismo judicial de control de externo requiere de
jueces y fiscales independientes del poder militar, donde la investigación pueda
llevarse a cabo con plena libertad. En otras palabras, la justicia militar, tal como
la conocemos en nuestro país, imposibilita la existencia de un verdadero control
judicial externo de la policía. Así, el traspaso del conocimiento de los hechos de
violencia policial desde la justicia militar a la justicia ordinaria puede que no sea
una condición suficiente, pero no cabe duda que es una condición necesaria
para avanzar hacia un real control del actuar policial.

Siguiendo a Brinks, estimamos que debe avanzarse hacia el mejoramiento de la


capacidad de investigación de la entidad persecutora de estos casos,

437
BRINKS, D. op. cit. p. 248.

207
incrementando también el incentivo a hacer uso de esa capacidad. Esto
justificaría la creación, al interior de la entidad persecutora, de un equipo
especializado en la persecución de delitos militares, incluyendo hechos de
violencia policial en contra de civiles438. En nuestra opinión, es completamente
factible que el Ministerio Público incorpore un equipo especializado en delitos
militares que se ocupe, entre otras cosas, de los hechos de violencia policial
constitutivos de delito, reemplazando así la labor que actualmente realizan los
fiscales militares.

Sobran entonces las razones para que la justicia militar deje de conocer los
hechos de violencia policial cometidos por carabineros en contra de civiles.
Hasta que eso no ocurra, contaremos con un factor institucional más que
contribuye a perpetuar una cultura de impunidad de la violencia policial de
ocurrencia cotidiana en lugares como la Población La Legua.

438
BRINKS, D. op. cit. p. 249.

208
CONCLUSIONES FINALES

Como se aventuró en la Introducción, la pregunta a que se intentó responder en


esta investigación fue qué factores legales e institucionales contribuyen a
perpetuar hechos de violencia policial, constitutivos de violación a derechos
fundamentales, como los que ocurren en la población La Legua a contar del año
2001, luego de la implementación de un Plan de Intervención por parte del
Estado de Chile. Al abordar esta pregunta fue necesario partir por demostrar
que al interior de la población La Legua efectivamente existen preocupantes
patrones de violencia policial, para lo cual acudimos a los relatos de legüinas y
legüinos que han sido víctimas de estos hechos.

La hipótesis que ha guiado esta tesis es que existe una multiplicidad de factores
legales e institucionales que contribuyen a perpetuar el fenómeno descrito. Nos
hemos enfocado en dos de ellos: el control de identidad y la justicia militar.
Creemos que la investigación desarrollada ha demostrado que, efectivamente,
estas instituciones operan en el sentido de favorecer la impunidad. En lo que
respecta al control de identidad, sostenemos que la regulación legal de esta
figura es defectuosa, por cuanto impone límites muy laxos al funcionario policial
que lo practica, permitiendo así un ámbito de discrecionalidad demasiado
amplio. El principal factor explicativo de este ámbito de discrecionalidad lo
constituyen los antecedentes que han de concurrir para que se permita al
funcionario policial controlar la identidad de un ciudadano. A nuestro juicio, el
que sólo se exijan indicios de haber cometido o disponerse a cometer
determinadas conductas es un estándar ambiguo, cuya interpretación queda
entregada, en cada caso, al funcionario policial de turno. La ley debiese
contener una regulación más específica para autorizar la práctica de un control
de identidad, expresada en términos tales que no sea el funcionario policial
quien pueda ajustar la interpretación a su antojo, como ocurre frecuentemente
en La Legua.

209
Adicionalmente, creemos que la deficiente regulación del control de identidad es
más que un problema de redacción o de elección de términos. Esto es sólo el
síntoma de un déficit que consideramos más profundo, y dice relación con que
el legislador no distingue adecuadamente los fines preventivos de los fines
represivos que el control de identidad puede tener. Creemos que nuestro
ordenamiento puede caminar hacia una regulación diferenciada, en que se
otorguen a los funcionarios policiales distintas atribuciones según se trate de
una diligencia que tiene por fin evitar un peligro (control con finalidad
preventiva) o de una diligencia cuyo objetivo es sancionar una conducta punible
(control con finalidad represiva). En el primer caso las facultades policiales han
de ser mucho más restringidas, al no existir un antecedente punible que
justifique la diligencia.

En lo que respecta a la justicia militar, creemos que ha sido suficientemente


demostrado que ésta no cumple con los estándares que exige un debido
proceso, lo cual impide que pueda desempeñar adecuadamente el rol de control
de la actividad policial. Como hemos visto a lo largo de este trabajo, la
judicatura está llamada a controlar el uso arbitrario de la fuerza policial, por
medio de la fiscalización de la legalidad de la actividad policial, estableciendo
las sanciones que en cada caso correspondan. El problema de nuestro país es
que el diseño de la justicia militar no le permite cumplir esta función, puesto que
los jueces no se hallan en una posición imparcial ante las partes y no poseen la
suficiente independencia para sancionar a los militares439, ya que pertenecen a
la misma institución que éstos. Dicho de otro modo, en los casos de que
conocen actúan como juez y parte.

Las deficiencias de cada una de estas instituciones se agravan, a nuestro


parecer, cuando son analizadas en conjunto. Esto porque, en un primer

439
Como en el resto de la investigación, usamos el término “militares” dándole la misma
extensión que le da el artículo 6 del Código de Justicia Militar.

210
momento, el control de identidad no establece límites lo suficientemente claros
al actuar policial, permitiendo a los funcionarios de turno actuar con peligrosa
discrecionalidad. Ello contribuye a que en la población La Legua los abusos
sean frecuentes. De este modo, a nuestro parecer, la regulación del control de
identidad abre un importante espacio para la arbitrariedad y la ocurrencia de
hechos de violencia ilegítima. En un segundo momento, es de esperar que
estos hechos queden impunes ya que en nuestro país, como lo hemos visto, si
la víctima de un hecho policial violento, constitutivo de violación de derechos
fundamentales, quiere reclamar por los daños sufridos, buscando al mismo
tiempo que se establezcan las responsabilidades correspondientes, no
encontrará un sistema de juicio adecuado. Todo lo contrario: lo visto hasta aquí
permite afirmar que se enfrentará, al momento de exigir la tutela judicial de sus
derechos, a un sistema que asegura, o al menos facilita, la impunidad de los
funcionarios policiales involucrados. La conjunción de estos dos factores, por
tanto, aumenta la desprotección de la ciudadanía, enfrentada a la arbitrariedad
en el uso de la fuerza y luego a un sistema judicial que es sordo a sus
reclamos.

Por esto, nos parece de primera importancia que se restrinja la competencia de


la justicia militar. Como primera medida, han de ser excluidos de su jurisdicción
todos casos en que se hallan involucrados civiles, como imputados o como
víctimas (como ya lo ha hecho la Ley 20.477). No existe una razón conceptual
poderosa para mantener a los civiles dentro de la esfera de la justicia militar: los
casos en que éstos se hallan involucrados no ponen en juego bienes jurídicos
militares, que es lo único que debiese cautelar la justicia militar. El sistema de
justicia ordinaria, regido por las reglas del Código Procesal Penal, ofrece todas
las garantías para el juzgamiento de hechos de violencia cometidos por
funcionarios policiales.

211
La debida vigencia del Estado de Derecho exige, como se ha visto en el marco
teórico, el control del uso de la fuerza por parte del Estado. Todo exceso o
arbitrariedad en el uso de esta fuerza tensiona la vigencia del Estado de
Derecho. Esto se vuelve especialmente grave cuando la fuerza estatal se usa
de manera arbitraria en lugares determinados, como sucede en la población La
Legua. Al constituirse patrones de violencia como los descritos, se transgrede el
igual trato que todos los ciudadanos han de recibir por parte del Estado. La
igualdad ante la ley, como se ha mencionado en este trabajo, es un pilar del
Estado de Derecho. En esta tesis se han reseñado 39 denuncias de hechos de
violencia policial constitutivos de violación de derechos fundamentales
cometidos por Carabineros de Chile, lo cual supone una altísima cantidad para
un lugar pequeño como La Legua. Es posible inferir que hay características
particulares de este espacio que explican que la violencia policial se dé con
tanta sistematicidad y frecuencia. La historia de la población muestra que
desde sus inicios ésta ha estado cruzada por la marginación, la exclusión y la
precariedad material. Al mismo tiempo, en ella han proliferado actividades
delictivas, o cuando menos ilegales, que han contribuido –sumado a las
características ya señaladas– a que sobre La Legua se construya un estigma
que la asocia a un “lugar peligroso” o “conflictivo”. Es por eso que si nuestro
país quiere desterrar este tipo de prácticas no sólo ha de idear arreglos
institucionales que impidan y fiscalicen su no ocurrencia (como la derogación de
la justicia militar, por ejemplo), cuestión que de todos modos es urgente, sino
que ha de dar un paso más allá, permitiendo a todos los ciudadanos una vida
digna, y asegurando que nadie sea víctima de esa profunda y multifacética
condena y pérdida de libertad que es la pobreza.

212
BIBLIOGRAFÍA

Tesis
1. ÁLVAREZ, P. 2010. Vidas Intervenidas. La población Legua Emergencia
(1949 – 2010) Tesis para optar al grado de magíster en Antropología.
Santiago, Universidad Academia de Humanismo Cristiano
2. LIN, T. 2012 Desarmar el laberinto, violencia, estructura física e intervención
en Legua Emergencia. Tesis para optar al grado de magíster en Desarrollo
Urbano. Santiago, Pontificia Universidad Católica de Chile, Facultad de
Arquitectura, Diseño y Estudios Urbanos.
3. MORENO, M. 2012. Justicia militar: entre la reforma y la derogación.
necesidad de un procedimiento ajustado a los principios de bases del
ejercicio de la jurisdicción. Memoria de Prueba para optar al grado de
Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales. Santiago, Universidad de Chile,
Facultad de Derecho.
4. RAMOS, C. y MERINO, M. 2010. Control de identidad. Aplicación
diferenciada de la regulación del artículo 85 del Código Procesal Penal.
Memoria para optar al grado de Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales.
Santiago, Universidad de Chile, Facultad de Derecho.

Libros
1. ÁLVAREZ, P. 2014. Legua Emergencia: Una historia de dignidad y lucha.
Santiago, Ediciones Universidad Diego Portales.
2. ASTROSA HERRERA, R. 1967. Código de Justicia Militar Comentado. 2ª
ed. Santiago. Imprenta de Carabineros.
3. ASTROSA SOTOMAYOR, R. 1973. Jurisdicción penal militar. Estudio crítico
y comparativo. Santiago. Editorial Jurídica de Chile.

213
4. ARIAS, P. y ZUÑIGA, L. 2008. Control, Disciplina y Responsabilidad Policial:
desafíos doctrinarios e institucionales en América Latina. Santiago,
FLACSO.
5. BAYLEY, D. 1985. Patterns of policing. New Jersey, Rutgers University
Press.
6. BAYLEY, D. 2006. Changing the guard: developing Democratic Police
Abroad. New York, Oxford University Press.
7. BENTHAM, J. 1843. Tratados sobre la organización judicial y la codificación.
Madrid. Oficina del Establecimiento Central.
8. BINDER, A. 1999. Introducción al derecho procesal penal. Segunda edición,
Buenos Aires, Ad-Hoc.
9. BÖCKENFÖRDE, E. W. 2000. Estudios sobre el estado de derecho y la
democracia. Madrid, Editorial Trotta.
10. BRINKS, D. 2008. The judicial response to police killings in Latin America.
Cambridge, Cambridge University Press.
11. CASAL, J. 1998. Derecho a la libertad personal y diligencias policiales de
investigación. Madrid. Centro de Estudios Políticos y Constitucionales.
12. CHEVIGNY, P. 1995. Edge of the Knife: Police Violence in the Americas.
New York, The New Press.
13. DE CASTRO, R. y GASPARINI, J. 2000-2001. La delgada línea blanca.
Narcoterrorismo en Chile y Argentina. Santiago-Buenos Aires, Ediciones B.
14. DE RAMÓN, A. 2003. Historia de Chile. Desde la invasión incaica hasta
nuestros días (1500-2000), Santiago, Catalonia Ediciones.
15. DIÉZ, José Luis. La Política Criminal en la Encrucijada. Buenos Aires, Euros
Editores, 2007.
16. DWORKIN, R. 1985. A matter of principle. Cambridge, Massachusetts;
London, England, Harvard University Press.
17. FUENTES, C. 2001. Denuncias por Actos de Violencia Policial. Santiago,
FLACSO.

214
18. GIMENO V. 1990. Proporcionalidad y derechos fundamentales en el proceso
penal. Madrid, Editorial COLEX.
19. EL FEDERALISTA. 2001. Por Alexander Hamilton “et al”. 2ᵃ ed. México,
Fondo de Cultura Económica.
20. MARSHAL, T.H. 1992. Citizenship and Social Class. London, Pluto Press.
21. MEDINA, C. 2003. La Convención Americana: Teoría y Jurisprudencia.
Santiago, Centro de Derechos Humanos. Facultad de Derecho. Universidad
de Chile.
22. MATURANA, C. 2009. Tribunales, Árbitros y Auxiliares. Apuntes de clase.
Facultad de Derecho Universidad de Chile
23. MERLIN, P. y CHOAY, F. 1988. Diccionario del Urbanismo. Presses
Universitaires de France.
24. NINO, C. 2013. Ocho lecciones sobre ética y derecho. Buenos Aires, Siglo
XXI Editores.
25. RAWLS, J. 1971. A theory of justice. Cambrigde, Harvard University Press.
26. RAZ, J. 1985. La autoridad del derecho. Distrito Federal, Universidad
Nacional Autónoma de México.
27. ROMERO. R. 2006. Control de Identidad y Detención. Doctrina y
Jurisprudencia. Santiago, Librotecnia.
28. SOTO, D. 2012. El derecho disciplinario militar de Carabineros. En:
Contraloría General de la República. 85 años de vida institucional. Santiago,
Contraloría General de la República, pp. 379 – 401.

Artículos de Revista
1. DUCE, M. 2000. Políticas públicas, libertad provisional y seguridad
ciudadana en Chile. Nueva doctrina penal. pp. 325 – 362.
2. FERRAJOLI, L. 2001. Pasado y futuro del estado de derecho. Revista
Internacional de Filosofía Política 17: 31 – 46.

215
3. HORVITZ, M. 2012. Seguridad y garantías: Derecho Penal y Procesal Penal
de Prevención de Peligros. Revista de Estudios de la Justicia 16: 99 – 118.
4. RABI, R. 2010. ¿Qué rol y justificación tiene el control de identidad de una
persona en nuestro sistema procesal penal considerando el actual texto del
artículo 85 del Código Procesal Penal? Revista de Estudios de la Justicia.
13: 323 – 363.
5. VIEIRA, O. V. 2007. Desigualdad y estado de derecho. Sur Revista
Internacional de Derechos Humanos 6: 28 – 51.
6. WALDRON, J. 2002. Is the rule of law an essentially contested concept?
Law and Philosophy 21: 137 - 164

Informes
1. COMISIÓN INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS. 2009. Informe
sobre Seguridad Ciudadana y Derechos Humanos.
2. HUMAN RIGHTS WATCH. Informes Anuales para el Estado de Chile, años
2009, 2010, 2011, 2012 y 2013. Disponibles en:
http://www.hrw.org/es/search/apachesolr_search/Informe%20mundial%2020
11%3A%20Chile?filters=tid%3A58&date_filter%5bvalue%5d%5byear%5d=2
013 [Consulta enero de 2014]
3. INSTITUTO NACIONAL DE DERECHOS HUMANOS. 2010. Situación de los
Derechos Humanos en Chile, Santiago, Instituto Nacional de Derechos
Humanos.
4. INSTITUTO NACIONAL DE DERECHOS HUMANOS. 2011. Situación de los
Derechos Humanos en Chile. Santiago, Instituto Nacional de Derechos
Humanos.
5. INSTITUTO NACIONAL DE DERECHOS HUMANOS. 2012. Situación de los
Derechos Humanos en Chile. Santiago, Instituto Nacional de Derechos
Humanos.

216
6. INSTITUTO NACIONAL DE DERECHOS HUMANOS. 2012. Programa de
Derechos Humanos y Violencia Policial. Santiago, Instituto Nacional de
Derechos Humanos.
7. INSTITUTO NACIONAL DE DERECHOS HUMANOS. 2013. Situación de los
Derechos Humanos en Chile. Santiago, Instituto Nacional de Derechos
Humanos.
8. INSTITUTO NACIONAL DE DERECHOS HUMANOS. 2014. Estudio
Exploratorio. Estado chileno y pueblo mapuche: Análisis de tendencias en
materia de violencia estatal en la Región de La Araucanía. Santiago.
Instituto Nacional de Derechos Humanos.
9. UNIVERSIDAD DIEGO PORTALES. 2003. Informe Anual sobre Derechos
Humanos. Santiago, Universidad Diego Portales.
10. UNIVERSIDAD DIEGO PORTALES. 2005. Informe Anual sobre Derechos
Humanos. Santiago, Universidad Diego Portales.
11. UNIVERSIDAD DIEGO PORTALES. 2009. Informe Anual sobre Derechos
Humanos. Santiago, Universidad Diego Portales.
12. UNIVERSIDAD DIEGO PORTALES. 2010. Informe Anual sobre Derechos
Humanos en Chile. Santiago, Ediciones Universidad Diego Portales.
13. UNIVERSIDAD DIEGO PORTALES. 2012. Informe Anual sobre Derechos
Humanos. Santiago, Universidad Diego Portales.
14. UNIVERSIDAD DIEGO PORTALES. 2013. Estado de Chile y Pueblo
Mapuche. Denuncias por Violencia Policial. Voces Institucionales, Voces de
Comunidades afectadas. Santiago, Instituto de Ciencias Sociales,
Universidad Diego Portales.

Jurisprudencia
1. CORTE IDH. Caso Velásquez Rodríguez Vs. Honduras. Fondo. Sentencia
de 29 de julio de 1988. Series C No. 4.

217
2. CORTE IDH. Caso Godínez Cruz Vs. Honduras. Fondo. Sentencia de 20 de
enero de 1989. Series C No. 5.
3. CORTE IDH. Caso Gandaram Panday Vs. Surinam. Fondo, Reparaciones y
Costas. Sentencia de 4 de diciembre de 1991. Series C No. 16
4. CORTE IDH. Caso Neira Alegría y otros Vs.Perú. Fondo. Sentencia de 19
de enero de 1995. Series C No. 20.
5. CORTE IDH. Caso Loayza Tamayo Vs. Perú. Fondo. Sentencia de 17 de
septiembre de 1997. Series C No. 33.
6. CORTE IDH. Caso Castillo Petruzzi y otros Vs. Perú. Fondo, Reparaciones y
Costas. Sentencia de 30 de mayo de 1999. Series C No. 52.
7. CORTE IDH. Caso de los “Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros) Vs.
Guatemala. Fondo. Sentencia de 19 de noviembre 1999. Series C No. 63.
8. CORTE IDH. Caso Durand y Ugarte Vs. Perú. Fondo. Sentencia de 16 de
agosto de 2000. Series C No. 68.
9. CORTE IDH. Caso Cantoral Benavides Vs. Perú. Fondo. Sentencia de 18 de
agosto de 2000. Series C No. 69.
10. CORTE IDH. Caso Bámaca Velásquez Vs. Guatemala. Fondo. Sentencia de
25 de noviembre de 2000. Series C No. 70.
11. CORTE IDH. Caso Hilaire, Constantine y Benjamin y otros Vs. Trinidad y
Tobago. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 21 de junio de 2002.
Series C No. 94.
12. CORTE IDH. Caso Juan Humberto Sánchez Vs. Honduras. Excepción
preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 7 de junio de 2003.
Series C No. 99.
13. CORTE IDH. Caso Bulacio Vs. Argentina. Fondo, Reparaciones y Costas.
Sentencia de 18 de septiembre de 2003. Series C No. 100.
14. CORTE IDH. Caso Palamara Iribarne vs. Chile. Fondo, Reparaciones y
Costas. Sentencia de 22 de noviembre de 2005. Serie C No. 135.

218
15. CORTE IDH. Caso López Álvarez Vs. Honduras. Fondo, Reparaciones y
Costas. Sentencia de 1 de febrero de 2006. Series C No. 141.
16. CORTE IDH. Caso Servellón García y otros Vs. Honduras. Sentencia de 21
de septiembre de 2006. Series C No. 152.
17. CORTE IDH. Caso Chaparro Álvarez y Lapo Íñiguez vs. Ecuador.
Excepciones preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 21
de noviembre de 2007. Series C No. 170.
18. CORTE IDH. Caso Usón Ramírez Vs. Venezuela. Excepción Preliminar,
Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 20 de noviembre de 2009.
Series C No. 207.
19. CORTE IDH. Caso Fleury y otros Vs. Haití. Fondo y Reparaciones.
Sentencia de 23 de noviembre de 2011. Serie C No. 236.
20. CORTE IDH. Caso Torres Millacura y otros Vs. Argentina. Fondo,
Reparaciones y Costas. Sentencia de 26 de agosto de 2011. Series C No.
229.
21. CORTE IDH.Caso Chitay Nech y otros Vs. Guatemala. Fondo, Reparaciones
y Costas. Sentencia de 25 de mayo de 2010.
22. CORTE IDH. Caso Masacres de Río Negro v. Guatemala. Fondo,
Reparaciones y Costas. Sentencia de 4 de septiembre de 2012.
23. CORTE IDH. Caso De la Masacre de las Dos Erres Vs. Guatemala.
Sentencia de 24 de noviembre de 2009
24. CORTE IDH. Caso Rosendo Cantú y otra Vs. México. Sentencia de 15 de
mayo de 2011.

25. CONSEJO PARA LA TRANSPARENCIA. Decisión Amparo Rol C39-10.


Disponible en www.consejotransparencia.cl [Consulta 10 de diciembre de
2013]

26. TRIBUNAL CONSTITUCIONAL. Sentencia ROL N° 2363-12. Disponible en


http://www.tribunalconstitucional.cl/wp/sentencias/busqueda-basica
[Consulta 10 de julio de 2014]
219
Leyes o Decretos
1. CHILE. Ministerio de Defensa. 1987. Decreto Supremo N° 41. Reglamento
Orgánico de la Policía de Investigaciones de Chile, 8 de junio de 1987.
2. CHILE. Ministerio de Justicia. Decreto 2226. Código de Justicia Militar, 19
de diciembre de 1944.
3. CHILE. Ministerio de Justicia. Ley 19.696. Código Procesal Penal, 12 de
octubre de 2000.
4. CHILE. Ministerio de justicia. 2002. Ley 19789: Introduce modificaciones al
Código Procesal Penal, 30 de enero de 2002.
5. CHILE. Ministerio de justicia. 2008. Ley 20.253: Modifica el código penal y el
código procesal penal en materia de seguridad ciudadana, y refuerza las
atribuciones preventivas de las policías, 14 de marzo de 2008.
6. CHILE. Ministerio del Interior. Ley N° 20.502. Crea el Ministerio del Interior y
Seguridad Pública y el Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación
del Consumo de Drogas y Alcohol, y modifica diversos cuerpos legales, 21
de febrero de 2011.
7. CHILE. Ministerio de Defensa. Ley N° 20.477: Modifica competencia de
tribunales militares, 30 de diciembre de 2010.
8. CHILE. Dirección General de Carabineros de Chile. 1991. Orden General N°
825 de la Dirección General de Carabineros de Chile, 9 de diciembre de
1991.
9. CHILE. Dirección General de Carabineros de Chile. Orden General N° 1.785
de la Dirección General de Carabineros de Chile, 4 de diciembre de 2007.
10. ESPAÑA. Jefatura del Estado. 1992. Ley Orgánica 1/1992 sobre Protección
de la Seguridad Ciudadana, marzo 1992.
11. ORGANIZACIÓN DE ESTADOS AMERICANOS. 1969. Convención
Americana de Derechos Humanos
12. ORGANIZACIÓN DE NACIONES UNIDAS. 1987. Convención contra la
tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes

220
13. ORGANIZACIÓN DE NACIONES UNIDAS. 1990. Convención sobre los
derechos del niño

Otros
1. ÁLVAREZ, P. 2003. La voz desde el recuerdo en Legua Emergencia.
Documento de Trabajo (Inédito).
2. BOLETÍN 7999-07. Senado de Chile. Disponible
enhttp://www.senado.cl/appsenado/templates/tramitacion/index.php?boletin_
ini=7999-07 [consulta: 15 mayo 2014]
3. BORGES, R. 1995.El Estudio de Caso como Instrumento Pedagógico y de
Investigación en Políticas Públicas. Santiago, Universidad de Chile, Facultad
de Ciencias Físicas y Matemáticas, Departamento de Ingeniera Industrial.
4. COMISIÓN INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS. 2008.
Principios y buenas prácticas sobre la protección de las personas privadas
de libertad en las Américas. Documentos aprobado por la Comisión en su
131º período de sesiones, celebrado del 3 al 14 de marzo de 2008.
5. CORTE IDH. Condición Jurídica y Derechos Humanos del Niño. Opinión
Consultiva OC-17/02.

6. CORTE SUPREMA. Oficio PL 46-2011. Disponible en


http://www.camara.cl/pley/pley_buscador.aspx?prmBuscar=7999 [consulta:
15 mayo 2014]
7. COUSO, J. 2002. Competencia de la justicia militar. Una perspectiva
político-criminal. En: Mera, J. (ed). Hacia una reforma de la justicia militar.
Universidad Diego Portales. Cuadernos de Análisis Jurídico 13 (Serie
Publicaciones Especiales): 73 – 146.
8. DUCE, M. 1998. El derecho a ser juzgado por un tribunal independiente e
imparcial y la justicia militar chilena. En: Cuadernos de Análisis Jurídicos,
Universidad Diego Portales, Escuela de Derecho, Santiago, Chile, pp. 337 –
356.

221
9. FRANCIA, L. 1998. Justicia Militar y Derecho a un tribunal independiente e
imparcial: ¿diferencias o incompatibilidades? En: MERA, J. (ed). Cuadernos
de Análisis Jurídicos, Universidad Diego Portales, Escuela de Derecho,
Santiago, pp. 309 – 336.
10. FRUHLING, H. 2009. Cambio e Innovación en la policía latinoamericana.
Una nueva mirada a la reforma policial. En: Congreso Mundial de Ciencias
Políticas, Santiago, Chile. Disponible en
http://paperroom.ipsa.org/papers/paper_1446.pdf [Visitado el 24 de febrero
de 2014]
11. HORVITZ, M. 1998. La justicia militar: justificación, competencia y
organización en el derecho comparado. Los principios de independencia e
imparcialidad en la organización de los tribunales militares chilenos. En:
Mera, J. (ed). Cuadernos de análisis jurídico 40. Universidad Diego Portales,
pp. 79 – 160
12. MERA, J. 2003. Bases programáticas para la reforma integral del Derecho
Penal Militar chileno. Santiago, Centro de Investigaciones Jurídicas
Universidad Diego Portales.
13. MERA, J. 1998. Razones justificatorias y ámbito de la jurisdicción penal
militar en tiempo de paz. En: MERA, J. (ed). Cuadernos de análisis jurídico
40. Universidad Diego Portales, pp. 15 – 79.
14. MOTA, M., TREBILCOCK, M. y HARTFORD, P. 2012. Reforma policial en
las democracias violentas en América Latina. En: Seminario en
Latinoamérica de Teoría Política y Constitucional: 7 a 10 de junio de 2012.
Ciudad de México, Yale Law School.
15. ORGANIZACIÓN DE NACIONES UNIDAS. 1979. Código de Conducta para
funcionarios encargados de hacer cumplir la ley: Adoptado por la Asamblea
General de la ONU en su resolución 34/169 de 17 de diciembre de 1979.
Disponible en: http://www2.ohchr.org/spanish/law/codigo.htm

222
16. ORGANIZACIÓN DE NACIONES UNIDAS. 1990. Principios Básicos sobre
el Empleo de la Fuerza y Armas de Fuego por los Funcionarios Encargados
de Hacer Cumplir la Ley. Adoptado por el Octavo Congreso de las Naciones
Unidas sobre Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente en La
Habana, Cuba, agosto/septiembre de 1990. Disponible en:
http://www2.ohchr.org/spanish/law/fuerza.htm
17. RIVERA, E. 2003. Derecho y Violencia. Reflexiones bajo el influjo de una
violencia extrema. En: Seminario en Latinoamérica de Teoría Política y
Constitucional: junio de 2003. Cuzco, Perú, Yale Law School.
18. SUBSECRETARÍA DE PREVENCIÓN DEL DELITO. Solicitud de
Información N° AB091C0000001.
19. TAPIA, R. Criterios para definir el concepto de barrio. Implicancias
metodológicas y de política pública. Documento de Circulación Interna
Proyecto Anillos de Investigación. En: Ciencias Sociales “Crimen y Violencia
Urbana”. [En
línea]<http://www.seguridadenbarrios.cl/docs/nt03_criterios_barrio.pdf>
[consulta: 13 febrero 2014]
20. TORREALBA, F. Jorge Burgos: “La competencia de los tribunales militares
en un Estado democrático debería ser excepcional”. [en línea] La Tercera.
25 de mayo, 2014. <http://www.latercera.com/noticia/politica/2014/05/674-
579590-9-jorge-burgos-la-competencia-de-los-tribunales-militares-en-un-
estado-democratico.shtml> [Consulta: 9 junio 2014]
21. TORREALBA, F. Gobierno prepara profunda reforma al Código de Justicia
Militar. [en línea] La Tercera. 25 de mayo, 2014.
<http://www.latercera.com/noticia/politica/2014/05/674-579582-9-gobierno-
prepara-profunda-reforma-al-codigo-de-justicia-militar.shtml> [Consulta: 9
junio 2014]

223
22. VILLARUBIA, G. 2011. La dictadura de los narcos que se adueñaron de La
Legua. CIPER. Disponible en: http://ciperchile.cl/2011/01/10/la-dictadura-de-
los-narcos-que-se-aduenaron-de-la-legua/ [consulta: febrero 2014]

224

También podría gustarte