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APORTES Y LIMITACIONES CLÍNICAS DEL MODELO

PSICODINÁMICO
Prof. Jaime Coloma A.

Hace algunos años, conversando con el psicoanalista francés Marcel Czermak, (quien habla
correctamente el castellano), me hizo ver la importancia de diferenciar entre formalización y
modelo. Respecto de esta ponencia es posible que se justifique hablar de modelos psicodinámicos.
No obstante me parece que en relación a lo psicoanalítico cabe hablar más precisamente de la
formalización de un modelo psicodinámico.

La diferencia entre modelo y formalización, a mi entender, reside en que el primero determina un


referente externo, en sí formalizado, al que se remite para aproximarse a comprender un
concepto, un evento o una situación. Vale decir la noción que interesa sólo se comprende por
aproximación. En el caso de la formalización, ésta da cuenta directa y esencialmente del fenómeno
a través de rasgos establecidos que son particularmente distintivos. Dado que el modelo
psicodinámico incluye una diversidad de perspectivas psicoemocionales en su campo, es justificado
hablar de un modelo al cual éstas se asimilan.

En cambio el psicoanálisis, en el ámbito de este modelo, aborda formal y específicamente el


fenómeno de lo inconsciente y sus derivados, dando cuenta de su estructura y su funcionamiento
en todos los campos del pensamiento, tanto emocionales como racionales. El psicoanálisis, por
tanto, se trataría, en el decir de Czermak, de una formalización.

El psicoanálisis puede integrar diversas escuelas en la comprensión de aquello a que se refiere,


en cuanto éstas contemplen el determinante de lo inconsciente dinámico en su fundamento. Se
entiende así que todo comportamiento opera en función de una estructura estable y permanente
a su base, lo inconsciente dinámico. Insisto en esto porque no basta la sola consideración de lo
inconsciente como componente del aparato psíquico, ya que es indispensable que, para que su
comprensión sea psicoanalítica, incluya lo dinámico. Lo que permite hablar más que de un modelo
físico energético, de una formalización físico energética. La idea de energía es, entonces,
necesaria.

Cuando Lacan aborda el tema desde la perspectiva del lenguaje, podría pensarse que se excluye
la dimensión dinámica, reemplazándola por la estructural. Sin embargo, en mi criterio, la selección
de la palabra como elemento básico del lenguaje, no ocurre de modo independiente de la pulsión
y el deseo inconsciente, vale decir de lo dinámico. Se puede afirmar que el lenguaje opera desde
lo cultural que envuelve al individuo, en tanto la pulsión y el deseo inconsciente lo hacen desde lo
individual, entramando así, energía y lenguaje, dinámica y estructura. Sin duda esto es tema para
discutir, aunque me resulte difícil entender como la pulsión podría no ser energética, aunque en
su gestación se considere crucial la demanda paterna. (Lacan)

Pero el tema de esta ponencia, según lo solicitado, alude a lo psicodinámico. No específicamente


a lo psicoanalítico. Y yo soy psicoanalista. Tendré que pensar, entonces, que hay posiciones
teóricas psicodinámicas que no son psicoanalíticas. ¿Cómo podría ser esto excluyendo la
comprensión psicoanalítica? No lo sé. Pero debe serlo. No he tenido ocasión de leer sobre el
llamado modelo integrativo. Pero me he informado que éste incluye la noción de lo inconsciente
entre los determinantes que establecen para explicar la conducta, aunque tal dimensión no es
caracterizada como aquello que es lo propio de lo psicoanalítico. Es otra perspectiva sobre lo
inconsciente. Mi interés en precisar esto tiene que ver con alguna tendencia de ciertos enfoques
no psicoanalíticos a afirmar que también consideran lo inconsciente. Lo que no incluye
necesariamente lo dinámico. No toda inclusión de lo dinámico incluye la noción de lo inconsciente
dinámico. Se pueden suponer otras fuerzas energéticas, al mismo modo como se establece el
supuesto de lo inconsciente.

La distancia que se establece entre esta aproximación general y lo psicoanalítico reside en que
para este último, primero, lo inconsciente no es un determinante, sino es el determinante. Junto
a esto es necesario considerar que es, en segundo lugar, igualmente imprescindible que se lo
entienda con una particularidad dinámica, vale decir influenciado radicalmente por la pulsión y el
deseo inconsciente. No es cualquier tipo de dinamismo.

No he sabido cuál es la concepción de lo inconsciente en el ya mencionado modelo integrativo.


Pero entiendo que pulsión y deseo no forman parte de sus nociones. Del mismo modo como en
otras consideraciones denominadas dinámicas. La dinámica de la pulsión y lo inconsciente es
exclusiva, según me parece de lo psicoanalítico. De hecho el concepto de pulsión es definida sólo
en esta corriente teórica.

Lo inconsciente, por tanto, no es una concepción objetiva. Es sólo observable en la medida que se
atribuya al comportamiento un trasfondo de este tipo que lo orienta como fundamento teórico. Se
observa desde lo pensado. Se busca lo que se define conceptualmente. En este caso según la
dinámica de lo inconsciente. Es en su tejido donde podemos registrar funcionamientos dotados
de sentido. Apreciamos principalmente el sentido de estos funcionamientos. A mi entender ese es
el único carácter empírico de lo psicoanalítico: la interpretación de los sentidos psicoanalíticos de
lo observado. De los sentidos inconscientes. ¿Podría esto concebirse como una limitación? Para
algunos parece que sí, aun dentro del psicoanálisis.

La concepción de lo exterior objetivo como fuente de contrastación contradice radicalmente los


supuestos psicoanalíticos que consideran al mundo interno como realidad psíquica, siendo
la realidad psíquica concebida como la verdadera realidad. De hecho el concepto de realidad alude
a un constructo yoico. La realidad no existe sino como la caracteriza el Yo. Otra cosa es el Real.
La contrastación de los asertos psicoanalíticos, por tanto, opera exclusivamente en el campo del
mundo interno, a lo que se accede revisando la consistencia entre lo afirmado y el modo como lo
que se afirma configura los objetos internos del objeto de estudio. Por lo cual el ámbito de
contrastación se ubica en la mente analizada del analista y no en lo que se ha llamado enfoque
empírico, que sitúa la validez en una existencia fuera del sujeto, siguiendo las determinantes del
positivismo. Esto, para los amantes de la objetividad como criterio determinante, podría ser una
limitación de este modelo psicodinámico, en la medida que en tal objetividad no se considera el
objeto interno. Una desventaja. Para aquellos que están en el lado opuesto tal forma de enfrentar
las cosas, la contrastación al interior de la mente del analista es una ventaja, una fuente de
creatividad. Lo que ha impulsado Donald Winnicott en el psicoanálisis.
En relación al tema que nos ocupa, lo recién expuesto comprendería, entonces, a la vez una
ventaja y una limitación de la aproximación psicoanalítica. Ventaja, en tanto la dimensión teórica
formaliza de modo complejo y explícito la consideración de la realidad. Sin esta formalización, la
realidad aparece como testimonio exclusivo de lo objetivo, desconociendo implícitamente de tal
forma la marca de las concepciones propias de todo observador y el sello fecundo de las
interpretaciones que este sujeto realiza. Limitación, en la medida que la realidad ligada al sujeto,
se hace múltiple y variante. Además de pecar de no objetiva. Para algunos lo objetivo se identifica
con lo verdadero.

En particular, no podemos considerar el resultado de las operaciones psicoanalíticas como


observable perceptual, excepto en cuanto observemos, como fuente de contrastación, lo que
teorizamos sobre la realidad. Lo que logramos confrontar es, lo reitero, la consistencia interior de
lo formulado. Es allí donde confirmamos o desconfirmamos nuestras tesis. Su contrastación con
una realidad externa objetiva es secundaria. Aunque imprescindible y necesaria en tanto campo
de operación de lo psicoterapéutico. El psicoanálisis debe ser efectivo en lo que compromete la
vida cotidiana del analizado. No en el mero modo como se sigue a la técnica, criterio que,
sorprendentemente algunos sostienen con vehemencia. Lo terapéutico, en mi criterio, es el último
sentido de lo psicoanalítico.

La ventaja de observar desde una concepción que contempla al observador, vale decir el valorar
como fecundo lo subjetivo, se opone a la desventaja de no lograr obtener hallazgos objetivos,
independientes del sujeto , y por lo cual, aplicables a una realidad abstracta. En realidad la
consideración de lo desventajoso o ventajoso en este campo, refleja principalmente una escala de
valores en la consideración de lo que vale atender de la realidad. Esta escala de valores se
despliega entre los polos de lo cuantitativo o lo cualitativo como criterio de verdad. De lo objetivo
o lo subjetivo como criterio de validez, lo que es válido y ventajoso para unos no lo es para otros.

Esta aparente paradoja se resuelve en tanto tengamos presente que la perspectiva teórico práctica
psicoanalítica se justifica en la medida que oriente una técnica o un tratamiento que se aprecie
como eficiente en la apreciación de cambios en la vida cotidiana del paciente, tal como lo decíamos
unos párrafos atrás. Y los cambios en la vida cotidiana no cabe entenderlos psicoanalíticamente,
sino sólo en su dimensión Real pre-Simbólica y pre-Imaginaria. Por ejemplo las relaciones sociales
de un paciente no cabe interpretarlas psicoanalíticamente, en su dimensión existencial, sino sólo
como manifestaciones concretas de un modo de aproximación satisfactorio o perturbado. Las
satisfacciones o perturbaciones son existenciales, no conceptuales. En una relación de pareja el
psicoanalista puede captar que el paciente, por ejemplo, impregna tal relación con la experiencia
de una madre emocionalmente significativa. El paciente lo vive , en todo caso, según las
satisfacciones o frustraciones vitales y reales que tal relación le produce, sin que en su vida diaria
le quepa tener presente la influencia de su experiencia materna. Quiero decir que el psicoanálisis
debe conducir a un modo mejor de vida que aquel que motivaba la consulta. No tiene como meta
demostrar que el psicoanálisis ha sido bien llevado por parte del analista. Si lo último tuviere lugar,
sin considerar las ventajas existenciales obtenidas, sin duda el psicoanálisis sería desventajoso
para el paciente. Si las interpretaciones de aquello que compromete al paciente no se hacen
eficientes en la vida concreta, son algo similar a una rueda que da vueltas en banda.

Entonces la mera consideración de lo inconciente como variable no agrega nada a la observación.


Freud dejó claro que el inconsciente descriptivo no era el que interesaba. Si no se especifica el
modo como se da su estructura y funcionamiento, su presencia no comporta valor alguno.
Sabemos que la noción psicoanalítica de lo inconsciente afecta estructuralmente al funcionamiento
del pensar, dando lugar en este campo a lo que se conoce como proceso primario y proceso
secundario,ambos diferentes en aquello que compete al peso de la identidad y de las constancias
espacio temporales. Ambos fuente de comprensión de la realidad, ambos determinando el modo
como se enfoca ésta. Acceder a la comprensión de los procesos primarios del pensar amplía la
noción de realidad, llevándola a abarcar la trama indisoluble del sujeto y el objeto. No hay
subjetividad que se tramita excluyendo la objetividad y viceversa, lo objetivo carente de los
matices de la subjetividad entienden el mundo de lo animado como inanimado, una realidad
anímica entendida sólo en sus condiciones cerebrales. O algo similar.

Adjudicar identidad a los objetos de la realidad y considerar su relación absoluta con lo espacio
temporal es lo atingente a los procesos secundarios y, por lo tanto, a todo aquello que suponga a
la objetividad como medida de lo atendible. El psicoanálisis, al definir lo objetivo como aquello que
es subjetivo, carece entonces de estas posibilidades de confirmación de lo correctamente pensado
por una pensador objetivo, llamado por muchos, un pensador científico. Esta limitación supuesta
del psicoanálisis respecto de lo científico, identificado éste, lo científico, con el logro de una
metodología que remita a lo que ocurre en el llamado campo empírico de contrastación, sería, por
tanto una limitaciónpropia de lo psicoanalítico psicodinámico. El psicoanálisis sería así una
propuesta que no cumple con las exigencias de una contrastación valedera para aquellos que
piensan que lo valedero habita el ámbito de lo cuantitativo identificado con lo objetivo.

En mi criterio lo objetivo sólo determina la existencia del objeto como opción del sujeto, definiendo
así un estado de relación objetal en el sujeto. Es un tema de lugar, no de valor. Sin embargo es
común que se lo considere desde una posición axiológica, descalificando como válido aquello que
oriente el pensar sin referir su calidad a la presencia o ausencia de referentes externos que , en
estos criterios, lo confirmen o desconfirmen.

Esto ha llevado a que, dentro de la perspectiva psicoanalítica, haya surgido un tendencia que
busca reparar esta llamada limitación. Aparece así la Escuela Empírica del Psicoanálisis. Escuela
que intentaría con sus postulados corregir esta supuesta limitación. Para ello propone como
referente la primacía de lo empírico por sobre la potencia de lo teórico. Tal primacía a mi entender
lesiona y vulnera los principios básicos de lo psicoanalítico. Encorseta al psicoanálisis en exigencias
que validan una realidad que no es el objeto de atención de lo psicoanalítico.

La consideración de lo inconsciente es establecida por Freud como una realidad psíquica. Esto que
es una desventaja para los empiristas, sería a la vez una ventaja para aquellos que sostienen que
la realidad es la realidad psíquica. Ventaja en tanto se hace cargo de aquello que, desde Dilthey,
se ha incluido en la ciencia como el lugar determinante del observador. El psicoanalista evalúa lo
que propone científicamente, no sólo en la consistencia de lo planteado, sino también en la
formalización de esto según los postulados del psicoanálisis. Vale decir la consideración que opone
a un sistema de pensamiento preconsciente ajustado a los caracteres propios de la realidad,
supuestamente objetiva y externa, la existencia de un pensamiento paralelo y simultáneo cuyas
características generan por sobre la realidad objetiva la de una realidad plenamente subjetiva e
interna al sujeto, llamada por Freud, como lo estipulamos previamente realidad psíquica.
Es esta realidad psíquica la fuente principal de las ventajas y desventajas de la formalización
psicoanalítica. Tales calificaciones son ventajas para unos y desventajas para otros. Quienes
privilegian aquellas metas que prometen verdades claras y distintas, como lo exige la tradición
cartesiana, entenderán que el psicoanálisis carece de la posibilidad de operar prácticamente en
lo que, para ellos, de hecho importa: en una cultura que le da supremacía a un criterio de lo
eficiente como aquello observable y traducible cuantitativamente como testimonio de lo
verdadero. Quienes encuentran en la condición humana rasgos que la muestran como plenamente
subjetiva y gestora de pensamientos e interpretaciones que van orientando las épocas de la
cultura, encontrarán en el psicoanálisis una fuente de comprensión y de acción que amplíe el
conocimiento y el saber propio de tales características. Esto de tal modo que considere en la
subjetividad la fuente de la creatividad y la inspiración intuitiva. Tal abordaje tiene el valor
agregado de asumir la realidad como una realidad propia y construida por nuestros enfoques,
realidad que desde esa manera impulsa al ser humano a hacerse cargo del mundo en que vive.
Mundo que determina su ser, pero que también es expresión de ese ser. Es todo el campo de la
responsabilidad que abre el insight y la introversión.

Mi interés en este escrito ha sido afirmar que lo ventajoso y desventajoso de una propuesta teórico
práctica, reside en las posibilidades que adquiere el sujeto en su cultura para gestar modos de
ser, haciéndose cargo, a la vez, de su compromiso y responsabilidad con esa cultura. Implica
considerar que la existencia refleja su posición en la vida, más que la eficiencia que sus conductas
puedan reportarle. Es frecuente que el propósito de este enfoque particular de lo psicodinámico,
se lo conciba como radicalmente interesado en hacer consciente lo inconsciente.

Pero esta gestión de una conciencia incluye, como sus fundamentos filosóficos básicos, un afán
de lograr en el Hombre y en la Mujer una apertura a su realidad subjetiva que dimensiona y orienta
toda condición llamada objetiva. Y esto proviene de una escala de valores que determinará siempre
lo desventajoso o ventajoso de cualquier propuesta. Lo ventajoso y desventajoso, dependiendo
siempre, en último término de una posición de sujeto. Determinada, se dice, por el lenguaje. Pero
el lenguaje, cuando posiciona, transmite una escala de valores en la que están implícitamente
todas las múltiples dimensiones que son fundamento del logro de la palabra. Es por esto que,
desde que conozco la distinción de Lacan entre Yo y Sujeto, tal distinción me ha parecido crucial
para entender el lugar de nuestras interpretaciones psicoanalíticas de la condición humana. Para
mí, esto es una de las ventajas que conlleva la posición psicoanalítica: reemplazar el lenguaje de
la eficiencia como medida de lo válido, por el discurso de la interpretación de lo manifiesto,
reemplazo que, a mi entender, sin duda abre al sujeto, al profesional, al analista, al analizado, a
un mundo menos disociado y más rico en sentidos existenciales. A un mundo en el cual la
revelación de lo posicional en el sujeto supera los logros empíricos de las eficiencias yoicas en el
plano de las relaciones objetales. Ponderar la posición del sujeto por sobre la relación objetal abre
el psicoanálisis a un mundo mas psicoanalítico y menos conductista. No es que esté mal lo
conductista. Es que se ubica en el polo opuesto a lo psicoanalítico.

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