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AUTODEFENSAS OBRERAS (ADO)

FEREX ALBERTO RACEDO ROSSI

CESAR MEDRADO DE LA HOZ

DIEGO DORIA BALLESTA

OSCAR PADILLA

PROFESORA

DENIRE MOLINA ARTETA

UNIVERSIDAD DE CÓRDOBA

FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS

PROGRAMA DE DERECHO

JUSTICIA TRANSICIONAL - IV SEMESTRE

2018.
AUTODEFENSA OBRERA (ADO)

En el contexto de violencia que ha vivido Colombia durante su vida constitucional,


son muchos los grupos y movimientos subversivos que se han formado en pro de una lucha
por los derechos de los menos favorecidos, y sustentados en filosofías como la Marxista,
Leninista, Maoísta y Trotskista, que para los años sesenta y setenta tuvo su mayor furor en la
región latinoamericana. Uno de estos movimientos fue el que, en sus inicios, fue denominado
por la prensa colombiana como Movimiento de Autodefensa Obrera-MAO.

El movimiento de Autodefensa Obrera – MAO, como lo llamaron los medios de


comunicación- o simplemente Autodefensa Obrera (ADO) – como ellos se denominaron-, se
inició con mínimas actividades en 1974. En distintos espacios reivindicaron su nacimiento
desde 1976, en pleno florecimiento de la guerrilla urbana en Colombia, aplicada como una
modalidad que, a diferencia de las FARC, el ELN o el EPL, privilegió las ciudades, para su
acción armada, y la ciudad no como simple “auxiliar” o “red urbana” sino como el epicentro
principal de la lucha.

Al principio se trató de un pequeño núcleo formado por integrantes de algunos


sindicatos, estudiantes de universidades o colegios y barrios populares. Entre 1974 y 1976
realizaron un trabajo silencioso, de acumulación de fuerzas; inicialmente su accionar lo
reivindicaban con el nombre de Comando de Autodefensa Obrera Camilo Torres Restrepo.
Aproximadamente en el año de 1977 se produce un cambio, el Comando Camilo Torres
Restrepo pasa a llamarse Autodefensa obrera como producto de una cualificación identitaria
y no como resultado de algún tipo de ruptura. El grupo fundador y los grupos que se venían
organizando alrededor de la apuesta organizativa iniciada en el año de 1974 comienzan a
generar un profundo debate interno referente a la simbología y elementos de identidad que
poseía la estructura.

Las Autodefensas Obreras- ADO se dio a conocer con ese nombre por algunas
acciones armadas que realizaron en Bogotá; la primera fue en 1977, la toma del salón cultural
del barrio San Carlos, en el sur de Bogotá, donde repartieron volantes. Se cuenta también,
entre sus acciones iniciales, la toma de oficinas del Ministerio de trabajo, el 2 de mayo de
1978. (Villamizar, 2017).
El fundador de ADO fue un brasilero llamado Giomar O´Beale que usaba el
seudónimo de Juan Manuel González Puentes y que huyó de su país después de la derrota de
las guerrillas urbanas, a comienzos de los años setenta, primero a Venezuela, donde estuvo
preso y se fugó de la prisión, y luego a Colombia; con esas experiencias pudo aportar los
primeros conocimientos de las técnicas de lucha en las ciudades. Era una persona muy celosa
las cosas, tanto que muy pocos compañeros conocían su verdadero nombre.

Bajo el liderazgo del brasilero, como también se le conoció, se fue formando el grupo
armado que aglutinó a estudiantes y trabajadores, entre ellos los hermanos Héctor Fabio,
Edgardo y Adelaida Abadía Rey, y su esposo, Alfredo Camelo Franco. Al principio lo
llamaban Grupo de Autodefensa, luego empezaron a prepararse militarmente para defender
sus intereses concretos y a la vez conquistar sus reivindicaciones.

Aquí, conviene anotar que en la única entrevista que concedió el brasilero, publicada
en el periódico de su organización, afirmó que “el nombre de Autodefensa se refería al
aspecto estratégico, a la situación del pueblo delante de la burguesía y oligarquía que los
explotaba, los ataba y los obligaba a la lucha armada en defensa de sus derechos como seres
humanos. Afirmaba que eran autodefensa por que no eran los que desataban esa guerra, ellos
eran los agresores, ellos eran los que violaban los derechos del pueblo, ellos eran los
respondían a las huelgas y a las manifestaciones pacíficas con la violencia, ellos eran los que
torturaban y asesinaban, pues, cuando los obreros realizaban una huelga, se estaban
manifestando de manera pacífica, luchando pacíficamente, porque nadie podía afirmar que
los brazos caídos son violencia. Sin embargo, ¿Qué hacía la clase patronal? Lanzaba sus
aparatos represivos para golpear, encarcelar, atemorizar e incluso eliminar físicamente a los
trabajadores” (Villamizar, 2017). Así pues, para el brasilero, “era la clase explotadora con su
sistema capitalista, los violentos, los que atentaban contra la paz. Entonces su deber como
hombres agredidos era defenderse, según él, de esa minoría rapaz y belicosa, porque entre
otras cosas salía más barato en vidas para ellos una guerra revolucionaria que los cien mil
muertos anuales por desnutrición” (Villamizar, 2017, p.36).

De hecho, su proyecto estratégico consistió en conformar las Fuerzas de Autodefensa


Popular (FAP), que comprendía la organización de autodefensas en espacios estudiantiles,
campesinos y obreros; por la misma coyuntura política y social en el gobierno del Dr. Alfonso
López, y el desarrollo de la propuesta popular, fueron las Autodefensa Obreras las que
tomaron mayor fuerza, y a partir de las cuales comenzó el proceso de articulación de la
organización político-militar.

Ahora bien, su énfasis en el trabajo con la clase obrera hizo que muchos los
encasillaran como una organización Trotskista, aunque ellos se definían sencillamente como
marxistas. El concepto de la OPM estaba intrínsecamente ligado al desarrollo de la nueva
izquierda y de la guerrilla urbana; era un tipo de organización que en sus lineamientos
generales y composición -dirigencia, militancia y base social- combinaba los aspectos
políticos y militares, a diferencia de otras que separaban las tareas políticas del partido y
militares del ejercito o grupo armado, o de las organizaciones de la izquierda legal – maoístas,
comunistas y trotskistas- que solamente contemplaban lo político.

Por otra parte, la concepción y estructura de la OPM fueron altamente desarrolladas


en el Cono Sur por los Montoneros, Tupamaros y el ERP argentino; en Colombia fue el M-
19 la organización que más insistió en la necesidad de superar el trabajo del aparato político-
militar clandestino, con experticia en las acciones armadas y buenos recursos técnicos y
logísticos, para descubrir nuevas proyecciones políticas y superar el aislamiento. A diferencia
de las guerrillas rurales, y de las tesis de la guerra popular prolongada que planteaba el avance
del campo a la ciudad, ADO proponía consolidarse en la ciudad para luego trasladarse al
campo y conformar un ejercito revolucionario; de hecho, en algún momento de su existencia
quiso formar autodefensas campesinas, para fortalecer su idea de las FAP (Fuerzas de
autodefensas populares).

En este orden de idea, durante la conmemoración del 1o de mayo de 1977 fue evidente
el llamado desde distintas organizaciones de trabajadores y empelados para llevar a cabo un
paro cívico nacional en contra de las políticas económicas y sociales del gobierno de López
Michelsen; y no era para menos, los precios de la canasta familiar habían aumentado en un
49% entre mayo de 1976 y mayo de 1977; para el mismo mes los salarios habían bajado u
22% con respecto a septiembre de 1970. (DANE, 1993). La discusión sobre la convocatoria
y los contenidos de la propuesta se tomó las reuniones de sindicatos, juntas barriales,
asambleas estudiantiles y movimientos y partidos políticos de izquierda. Finalmente, hubo
acuerdo entre las centrales sindicales UTC, CTC, CSTC Y CGT y el sindicalismo
independiente, y se conformó una instancia de coordinación denominada Consejo Nacional
Sindical (CNS) para orientar las acciones y garantizar el éxito del paro. La fecha escogida
fue el 14 de septiembre de 1977.

El paro cívico del 14 de septiembre de 1977, convocado por las cuatro centrales
sindicales: CTC, UTC, CSTC y CGT, que se agruparon en el Consejo Nacional Sindical y
orientaron que, para esa fecha obreros, trabajadores y pueblo en general debían salir a las
calles a protestar y así fue, el 14 de septiembre fue una jornada de protesta impresionante, la
mayor que se vivió después del 9 de abril del 48, la gente en las calles estaba indignada por
la carestía y el desempleo (El Espectador, 2008).

El paro cívico del 14 de septiembre fue un éxito para sus organizadores y un fracaso
para el gobierno, hubo un número indeterminado de muertos, especialmente en Bogotá,
producto de la acción represiva del estamento militar del Estado, se habla de cifras entre
quince y cincuenta personas muertas, en muy disímiles circunstancias, pero todas en medio
de muchedumbres enfurecidas, esto fue duramente criticado por sectores de la prensa y la
política, lo cual llevó al ministro Rafael Pardo Buelvas a renunciar el 30 de septiembre de
1977.

La llegada de Julio Cesar Turbay Ayala al poder en 1978, permitió implantar un


régimen que se armó de instrumentos coercitivos para acallar las voces de protesta de las
organizaciones populares y de la oposición, que ya se sentían frente a las alzas desmedidas
en los artículos de primera necesidad, y para controlar el continuo accionar guerrillero. Es
así, como un mes después de su posesión expide el Decreto 1923 del 6 de septiembre, “por
el cual se dictan normas para la protección de la vida, honra y bienes de las personas y se
garantiza la seguridad de los asociados”, mejor conocido como Estatuto de seguridad. Las
medidas contemplaban penas, o el aumento de las ya existentes, en los casos de secuestro
con móviles “puramente políticos o de publicidad”, rebelión, asociación para delinquir,
perturbación del orden público o “alteración del pacífico desarrollo de las actividades
sociales”, daño en cosa ajena, extorsión y distribución y porte de armas. Además, establecía
la censura a la radio, la televisión y los medios escritos, y otorgaba nuevas competencias a la
justicia penal militar, con la ampliación de sus funciones, que pasaron al ámbito judicial, con
la aplicación de la justicia penal militar a los civiles. Como ejemplos del aumento de penas,
basta señalar dos situaciones: el delito de rebelión, definido en el Estatuto de seguridad como
“cualquier acto organizado que busque el derrocamiento o cambio del gobierno legítimo, que
tenía pena de cuatro a seis años en la normatividad anterior, contemplaba ahora pena de ocho
a catorce años de prisión; “causar o participar en alteraciones de orden público o alterar el
desarrollo de actividades sociales”, que era penado hasta con treinta días de arresto, según es
Estatuto de Seguridad sería de uno a cinco años de prisión. De acuerdo con el informe ¡Basta
ya! del centro de Memoria Histórica, durante su vigencia se denunciaron 82.000 casos de
detenciones arbitrarias y torturas en guarniciones militares.

A raíz de la implantación del Estatuto de Seguridad, ADO desplego acciones político-


militares de solidaridad con los huelguistas de Croydon, asaltó uno de los almacenes de la
empresa, luego se apoderó de un furgón de Carulla cargado de alimentos y repartió el
contenido entre los trabajadores de Croydon; lo mismo hizo en la pasteurizadora Prodelbo,
de donde se llevó cinco toneladas de leche (Villamizar, 2017). Así, el primer gran reto del
Estatuto de seguridad fue el ya mencionado asesinato de Rafael pardo Rueda, ex ministro de
gobierno en la anterior administración de López Michelsen, el comando 14 de septiembre de
ADO fue el autor del crimen.

En efecto, el 12 de septiembre de 1978 ADO, reivindicando su derecho a la rebelión


armada, asesinó a Rafael Pardo Buelvas en su residencia. A las pocas horas del asesinato se
conocía un comunicado en el que se decía: “al cumplirse un año de la masacre del 14 de
septiembre pasado, la autodefensa obrera rinde un homenaje a sus hermanos, a los que luchan
por sus derechos y se encuentran en huelga, a los que cayeron víctimas de las balas asesinas
de los ricos… la justicia revolucionaria llega a los culpables de las desgracias del pueblo,
llega a los verdugos… Rafael Pardo Buelvas, como Ministro de Gobierno en la época del
paro cívico, fue el directo responsable de la masacre y ha sido castigado…” (El Espectador,
2008). Con esta argumentación, ADO afirmaba que se podía tomar justicia por mano propia.
¿Pero por qué Pardo Buelvas? Por lo que significaba, por lo que simbolizaba. Con su muerte
el ADO le aclaraba al pueblo las causas de la masacre del 14 de septiembre, y le mostraba
que en este país la oligarquía tiene total impunidad, pues el ministro de gobierno había
ordenado masacrar al pueblo y había obtenido solo felicitaciones (El Espectador, 2008).

Este crimen fue ampliamente repudiado por la clase política, no sólo bipartidista, la
revista Alternativa, expresión de importantes sectores de izquierda, editorializó sobre el
crimen diciendo que este crimen “no era ni autodefensa, ni es obrero. Es un acto de
provocación”, las centrales sindicales, igualmente lamentaron y repudiaron el hecho y
dejaron en claro que nada más alejado de sus convicciones (El Espectador, 2008). Por
supuesto que en la izquierda armada el acto fue recibido como legítimo y parte de “la guerra
contra la oligarquía”, izquierdas y derechas recurrían con argumentos al uso de la violencia.
Según El espectador (2008), el propio ministro de la Defensa, general Luis Carlos Camacho
Leyva, llamó a la población a armarse y defender sus derechos con las armas en la mano, lo
cual por supuesto fue criticado en su momento. Otras acciones de ADO fueron el asesinato
del abogado penalista Enrique Cipagauta Galvis, la explosión de una bomba en la casa de la
periodista María Jimena Duzán, y sus amenazas de muerte al exministro Alfredo Vázquez
Carrizosa.

Por el crimen de Pardo Buelvas, hubo una acción de investigación policial, que llevó
a juicio a tres personas, no sin antes haber sido salvajemente torturadas en dependencias
oficiales: Héctor Fabio Abadía Rey, Alfredo Camelo Franco y Manuel Bautista fueron
condenados a veinticinco años de prisión, de los cuales cumplieron ocho efectivos, por
estudio, trabajo y buen comportamiento en la cárcel, sumaron doce años a su pena y fueron
puestos en libertad en 1987.

Ahora bien, la situación para ADO, tras la captura de su jefe el brasilero y de una
parte importante de sus integrantes, se hizo más difícil. Los detenidos Alfredo Camelo
Franco, Manuel bautista González y Armando López Suarez, coleta, fueron juzgados bajo la
justicia penal militar en consejo verbal de guerra, por la muerte de Pardo Buelvas. Como reos
ausentes por el mismo delito se juzgó a Héctor Fabio y Edgardo Abadía Rey. Por rebelión, a
Juan Manuel González Puentes y Héctor Julio Sierra, quienes se encontraban presentes, y
como reos ausentes por ese delito, a Claudio Arturo Medina, Mariana Amaya Rey, Constanza
Abadía Rey y Adelaida Abadía Rey. Las penas por el homicidio fueron de entre quince y
veinte años de prisión, y de entre tres y doce años por rebelión. Los jesuitas Restrepo y
Arango pasaron a la justicia ordinaria y, de acuerdo con lo establecido en el Concordato,
quedaron a disposición del provincial de la justicia, fueron recluidos en el Colegio San
Bartolomé; en septiembre siguiente, un juez determinó su inocencia.

Pero la historia de ADO no termina allí. El 12 de septiembre de 1979, a un año de la


muerte de Pardo Buelvas, una explosión sacudió la cárcel La Modelo de Bogotá. Por el hueco
que dejó en uno de los muros se fugaron diez personas: 6 presos comunes, 2 guerrilleros del
ELN y 2 de ADO. La acción tenía como objetivo principal rescatar a González Puentes y a
Coleta, y para ello introdujeron una dinamita con la que elaboraron una bomba de tiempo.
Dos meses más tarde el 19 de noviembre, un comando de ADO asaltó una sucursal del Banco
de Colombia, y en la retirada se enfrentaron con la policía. En la balacera murió Edgardo
Abadía Rey, sus dos hermanos, Adelaida y Héctor Fabio, fueron capturados junto con
Mariana Amaya Rey, su prima. Como ya era costumbre se les sometió a intensos
interrogatorios y torturas que posteriormente fueron documentados por Amnistía
Internacional (AI) en una visita al país durante enero de 1980, para enterarse de las múltiples
denuncias de detenciones arbitrarias, desapariciones y asesinatos. (Villamizar, 2017). Según
este mismo autor, las actividades de AI fueron descalificadas por autoridades civiles y
militares, que los señalaron de estar parcializados y de querer desprestigiar la imagen de
Colombia en el exterior. Las fugas de ADO hicieron historia en el movimiento guerrillero
por su audacia y significado para el momento en que se presentaron, o por los personajes que
se fugaron.

En este orden de ideas, en 1982, Belisario Betancur, juró ejercer un mandato de paz,
justicia social y democracia para todos los colombianos. Para alcanzar la paz, reconoció las
causas objetivas y subjetivas que alimentaban la inconformidad social y el conflicto armado,
propuso el dialogo como medio, el regreso del ejercito a los cuarteles, la reactivación de la
economía, ofreció empleo, salud, educación, vivienda, créditos y alimentos baratos. Para ello,
formó la Comisión Asesora de gobierno Para la Paz Pública y Social, a cuya cabeza estaba
el expresidente Carlos Lleras Restrepo.
Así pues, el 19 de noviembre, el presidente Belisario Betancur sancionó la Ley 35 de
1982, “por la cual se decreta una amnistía y se dictan normas tendientes al restablecimiento
y la preservación de la paz”. El texto contemplaba en diez artículos la concesión de amnistía
general a los autores, cómplices o encubridores de hechos constitutivos de delitos políticos
cometidos antes de su vigencia. La amnistía significó la libertad de varios cientos de presos
políticos de distintas organizaciones guerrilleras condenados o en proceso de serlo por delito
de rebelión, sedición o asonada y los conexos con estos. La Ley no contemplaba la entrega
de armas, pero aumentó las penas por fabricar, traficar, almacenar o portar armas de uso
privativo de las fuerzas militares o de la policía.

Posteriormente, el presidente Belisario Betancur hizo el primer intento por establecer


un diálogo con las Farc. Esas gestiones concluyeron con el acuerdo de la Uribe, firmado el
28 de marzo de 1984. Como consecuencia se produjo un cese al fuego bilateral convenido
con las Farc (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), la ADO (Autodefensa
Obrera), el EPL (Ejército Popular de Liberación) y el M-19, y nació la Unión Patriótica (UP)
como partido político. Sin embargo, nunca fueron diáfanos los mecanismos para hacer eficaz
el diálogo y poco a poco se hizo claro que el intento había sido un fracaso. (Semana, 1997,
párr.1)

No obstante, el fracaso de los diálogos, finalmente, “una facción mayoritaria del ADO
inició un proceso de negociación con el gobierno el 23 de agosto de 1984. Gracias a los
acuerdos iniciales, miembros de esta facción se integraron al partido político Unión
Patriótica. Luego de una tregua prolongada, los miembros del ADO se desmovilizaron en
1991, entregando las armas para ser fundidas, sin contraprestación mayor. (IEGAP, 2012, p.
15).
Referencias bibliográficas

Instituto de Estudios Geoestratégicos y Asuntos Políticos (IEGAP). (2012). Antecedentes del


caso colombiano: una aproximación. En Agendas de negociación en procesos de paz:
elementos técnicos y políticos 1989- 2012, Cuaderno de Análisis 01/12 (pp. 13-20).
Bogotá: Universidad Militar Nueva Granada

DANE (1993). Las estadísticas sociales en Colombia. Recuperado de:


http://biblioteca.dane.gov.co/media/libros/LD_9832_EJ_3.PDF

El Espectador (12/09/2008). Rafael Pardo Buelvas. Treinta años de su asesinato. Recuperado


de: https://www.elespectador.com/impreso/nacional/articuloimpreso-rafael-pardo-
buelvas-30-anos-de-su-asesinato.

Revista Semana, (17/ 28/1997). Los fracasos de la paz. Recuperado de:


https://www.semana.com/nacion/articulo/los-fracasos-de-la-paz/33250-3

Sacarías, C. (2017). A.D.O. Autodefensa obrera. Recuperado de:


https://prezi.com/ssoautm_2now/ado-auto-defensa-obrera/

Villamizar, D. (2017). “Las guerrillas en Colombia. Una historia desde los orígenes hasta los
confines”. Ed. House. Bogotá.

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