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2.

clasificación/tipo

Se diferencian 5 grandes tipos de autismo, por lo que las personas que lo padecen pueden
situarse en cualquier punto del espectro:

 Autismo.

 Síndrome de Rett.

 Síndrome de Asperger.

 Trastorno
desintegrado infantil o síndrome de Heller.

 Trastorno generalizado
del desarrollo no especificado.

1.1 Autismo

Es un trastorno que habitualmente comienza durante los 3 primeros años de vida,


siendo los padres los primeros que comienzan a identificar en su hijo
comportamientos diferentes a los niños de su edad. Algunos de estos síntomas
extraños son: nula o muy escasa comunicación verbal, el niño es muy poco sociable y
solitario o no mostrar interés en identificar objetos o llamar la atención de los padres.

1.2 Síndrome de Ret

La característica diferencial de este tipo de autismo es que se presenta casi con


exclusividad en niñas y tiene carácter regresivo. Las personas afectadas comienzan a
sufrir un proceso degenerativo y progresivo del sistema nervioso que se manifiesta en
forma de alteraciones en la comunicación, la cognición y la motricidad (tanto fina
como gruesa) alrededor de los 2 años. Estas niñas tienen un desarrollo psicomotor
normal, al menos en apariencia, hasta entonces. De cualquier modo, diversos
estudios demuestran que, incluso en el periodo asintómático, se produce una
reducción del tono muscular (hipotonia).

1.3 Síndrome de Asperger

Es el tipo de autismo más difícil y, en ocasiones, tardío de diagnosticar porque las


personas afectadas no tienen ningún tipo de discapacidad intelectual ni rasgo físico
que lo identifique. El déficit se encuentra por lo tanto en el campo de las habilidades
sociales y el comportamiento, siendo lo suficientemente importante como para
comprometer seriamente su desarrollo e integración social y laboral. Problemas de
interacción social, falta de empatía, poca coordinación psicomotriz, no entender las
ironías ni el doble sentido del lenguaje y la obsesión con ciertos temas, son algunas
de las características más habituales en el Asperger.

1.4 Trastorno desintegrado infantil o síndrome de Heller

Suele aparecer sobre los 2 años, aunque en ocasiones no se hace evidente hasta
pasados los 10. Coincide con los otros tipos de autismo en afectar a las mismas áreas
(lenguaje, función social y motricidad), pero se diferencia en su carácter regresivo y
repentino, hasta el punto de que en ocasiones el mismo niño se da cuenta del
problema, mostrando su preocupación a los padres.

1.5 Trastorno generalizado del desarrollo no especificado

Es una etiqueta diagnóstica que se utiliza en aquellos casos en que los síntomas
clínicos son demasiado heterogéneos como para ser incluidos en alguno de los otros
tipos. También se presentan trastornos de reciprocidad social, problemas severos de
comunicación y la existencia de intereses y actividades peculiares, restringidas y
estereotipadas.

3. Tratamiento

Son muchas las “terapias” que se han sugerido para las personas con TEA y sus familias.

Infortunadamente muchas de ellas se asientan en estudios metodológicos débiles y, al


plantearse como intervenciones que trabajan aspectos puntuales, no cumplen con el
objetivo fundamental:

 estar enfocadas en el desarrollo global del niño y formar a sus cuidadores.

 Existen varios modelos terapéuticos pero cualquiera que se escoja deberá


ser psicoeducativo, individualizado, transdisciplinario, estructurado y predecible, y
deberá incluir el análisis permanente de las conductas problema y las variables del
contexto en el que se desenvuelve el paciente, para lograr un impacto positivo en
su calidad de vida y la de su familia.

 La farmacoterapia puede ser utilizada en los niños con TEA cuando hay un
síntoma objetivo específico (autoheteroagresión, hiperactividad, inatención,
comportamientos repetitivos o estereotipados) o una condición comórbida
(ansiedad, depresión, trastornos del sueño) para ayudarles a aumentar su
capacidad para beneficiarse de las diferentes intervenciones terapéuticas, como las
educativas, además de permitir su desarrollo en ambientes menos restrictivos, a
través de la estabilización de conductas disruptivas.

 La risperidona y el aripiprazol han sido aprobadas por la FDA para el


tratamiento de la irritabilidad, que consiste principalmente en agresión física y
rabietas graves asociadas con el autismo.

 El clínico debe mantener un papel activo en la planeación del tratamiento a


largo plazo, ofreciendo un apoyo constante a las familias y al individuo, pues las
necesidades del núcleo familiar cambiarán en las diferentes etapas vitales.

 Para los niños muy pequeños, lo más importante girará alrededor de las
dificultades para larealización del diagnóstico y la identificación de los programas
de tratamiento más adecuados.

 Para los niños en edad escolar, los problemas de comportamiento y la


necesidad de uso de medicamentos se vuelven más prominentes. Para los
adolescentes, el entrenamiento vocacional y la planificación de la
independencia/autonomía se vuelven más importantes. Como parte de este
compromiso a largo plazo, los padres y los hermanos de los niños con TEA
necesitarán un apoyo constante; y es relevante resaltar que, aunque la crianza de
un niño con autismo presenta grandes retos, las tasas de separación y divorcio de
los padres no son mayores que entre los padres de niños sin TEA.

 El clínico debe preguntar específicamente sobre el uso de tratamientos


alternativos/complementarios y estar preparado para discutir sus potenciales
riesgos y beneficios. Aunque la mayoría de dichos tratamientos tiene evidencia
muy limitada, estos son frecuentemente usados por las familias de los niños con
esta condición. Por lo tanto, es fundamental que el médico sea capaz de discutir
estos tratamientos con los padres, reconociendo la motivación que los lleva a
buscar cualquier tratamiento posible.

En la mayoría de los casos, estos tratamientos tienen poco o ningún beneficio


comprobado, cuentan con poco riesgo; sin embargo, algunas “terapias” tienen más riesgos
para el niño, tanto directos, por ejemplo, la morbimortalidad asociada con la terapia con
quelantes, como indirectos, tales como la desviación de recursos económicos del núcleo
familiar o las alteraciones psicosociales.

Cabe resaltar la importancia de la adecuada capacitación del personal médico y educativo


a cargo acerca de las necesidades y el rango de habilidades de los niños con TEA, así como
el entrenamiento en el uso de estrategias conductuales, soportes de comunicación,
refuerzo positivo y estrategias de contención, orientación e inclusión escolar, para que, en
definitiva, se cuente con un equipo que va a contribuir en una evolución satisfactoria,
tanto del paciente como de su familia.

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