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VERSIÓN CLÁSICA

La hormiga trabaja a brazo partido todo el verano bajo un calor aplastante.

Construye su casa y se aprovisiona de víveres para el invierno.

La cigarra piensa que la hormiga es tonta y se pasa el verano riendo, bailando y jugando.

Cuando llega el invierno, la hormiga se refugia en su casita donde tiene todo lo que le hace
falta hasta la primavera. La cigarra tiritando, sin comida y sin cobijo, muere de frío.

VERSIÓN DE LA HORMIGA Y LA CIGARRA BOLIVARIANA


La hormiga que trabajó a brazo partido todo el verano bajo un calor aplastante construyó su
casa y se aprovisionó de víveres para el invierno. La cigarra pensó que la hormiga era una
tonta y se pasó todo el verano riendo, bailando y jugando en la casa del Partido.

Cuando llegó el invierno, la hormiga se refugió en su casita donde tenía todo lo que le hacía
falta hasta la primavera. La cigarra, ahora muerta de hambre, organiza una manifestación de
las cigarras sin techo y arman tremendo alboroto con rueda de prensa de por medio, donde
protestan por qué la hormiga tiene derecho a vivienda y comida, cuando hay otros bichos,
con igual derecho que ella, que tienen frío y hambre.

La televisión oficialista organiza un programa en vivo en el que la cigarra sale pasando frío
y calamidades y a la vez muestran extractos del vídeo de la hormiga bien calentita en su
casa y con la mesa llena de comida. Los del partido oficialista opinan muy acaloradamente
en cuanto programa de TV y periódico que existe. Dicen de cómo en un país con tanta
riqueza como el suyo dejen sufrir a la pobre cigarra mientras hay otros que viven en la
abundancia. El tema se vuelve nacional y pronto los grupos dirigidos, apoyados,
financiados y formados por ejércitos de cigarras y otros bichos con camisas y gorras rojas
se unen para solicitarle a la opinión pública que se resuelva el problema. El Presidente, un
cigarrón negro, rechoncho y con una verruga en la trompa, desde su programa dominical
televisado Aló Cigarrón, incita a que los robolucionarios que busquen una solución por
ellos mismos que el Gobierno los apoyará incondicionalmente y le ordena a que se formen
inmediatamente grupos de avispas coloradas que apoyen a las masas proletarias en la calle
y ataquen a todos los que pretendan atacar al Gobierno. Todas las colmenas zumban de
alegría, se movilizan las cucarachas con pancartas que dicen «Déjenos pasar, también
tenemos derecho»; siguen los ciempiés, marchando para hacer ruido; vuelan las moscas en
formación; salen de las hendijas las termitas en apoyo incondicional contra los que quieren
hacer desalojos de viviendas, y así, hasta los sindicatos de ratas y ratones, enemigos a pesar
de ser familia pero ahora unidos en la nueva república de la robolución bichovariana donde
todos deben ser iguales excepto el Cigarrón, que debe ser el presidente de por vida, le
claman a los poderes públicos en garras del Poder Popular, la A.N. (Animalada Nacional)
que decrete, legalmente, por supuesto, todas las leyes que sean necesarias para que todo el
mundo disfrute arrastrándose por el suelo, así sea dejando a los que tienen algo, sin nada,
porque en este país de los bichos, como dijo el Cigarrón, todos son iguales, solo que unos
son más bichos que otros, es decir, como yo

Las asociaciones de Los Sin Techo y de los Derechos Animales se manifiestan delante de la
casa de la hormiga. Los periodistas de los medios organizados y pagados por el Gobierno
organizan una serie de ataques en los que cuestionan cómo las hormigas se han enriquecido
a espaldas de las cigarras e instan al Gobierno a que aumente los impuestos de las hormigas
de forma que los bichos puedan vivir mejor.

Respondiendo a las encuestas de opinión, el Poder Ejecutivo elabora una ley con carácter
retroactivo sobre la igualdad económica y contra la discriminación, imbuido de su nuevo
espíritu robolucionario que la A.N. aprueba sin oposición. Los impuestos de las hormigas
se aumentan y además les aplican una multa porque no contratar a la cigarra a pedido de la
CUT. Acto seguido, las autoridades populares embargan la casa de la hormiga, ya que ésta
no tiene suficiente dinero para pagar la multa y los impuestos. La hormiga queda en la
calle, pero no puede buscar refugio en los grupos que ayudan a los sin techo, a pesar de
tener ahora la misma condición por haber sido contrarrevolucionaria. La hormiga, como
acto desesperado, en lo que puede, se va del país después de conseguir un pasaporte a
través del pago de una habilitación especial y se instala en Miami.

Pero volviendo al país de la igualdad de los de abajo, a los meses la televisión hace un
reportaje donde sale la cigarra con sobrepeso, ya que se ha comido casi todo lo que había
mucho antes de que llegue la primavera y ella vuelca su desgracia en un reclamo al
gobierno porque la reforma no fue integral y no tiene con qué trabajar. Ahora, sin comida,
solicita que le provean de trabajo en el ampliado sistema de misiones, mercados populares,
y otros tantos servicios públicos como PDVSA (Para Darse Vida S.A.), las alcaldías y las
gobernaciones rojas, pero el Gobierno Nacional que centraliza a todas las decisiones,
concluye que en vista de la deficiencia de casas por culpa de las hormigas, ahora todas las
casas de las hormigas deben convertirse en albergues sociales para cigarras, sin pagar
alquiler, porque el bien común prevalece sobre el particular.

Pero la inconformidad no tiene fin porque el país ahora es de todos. Al gobierno se le


reprocha no disponer los medios necesarios que siguen entrando en abundancia desde el
Imperio Baigón. Para estudiar la situación y lograr una solución en el menor tiempo
posible, el Cigarrón designa una comisión de investigación con un presupuesto de 100
millones de dólares para que viajen a Cuba a estudiar los programas de computación
cubanos que son los que pueden explicar cómo es que allá han estado haciendo para que
todo el mundo navegue por el mar de la felicidad, y lo que sobre para contratar a los
expertos asesores técnicos que vendrán de Nicaragua y Bolivia. Cigarrón dixit.

Entretanto, la cigarra inundada de alegría se dedica a cantar más aún, y todas las tardes se
va a los barrios populares hasta que un mal día, porque las noches son peores por aquello de
la delincuencia, muere en una pelea callejera con los socios de farra que nunca son
aprehendidos por la Policía. El parte policial se limita a decir que fue por exceso de canto
que explotó, pues solamente encontraron el carapacho seco varias semanas después, y la
reseña informativa no la mencionó por ser una noticia del tipo de la guerra mediática que
tienen contra el presidente Cigarrón. La casa hoy está ocupada por una banda de arañas
pirañas que devoran a los otros bichos que entran a verla a pesar de que alguien dijo que la
iban a declarar monumento nacional. Nadie cree en nadie. Esa es la consigna.

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