Licenciada: Martha Proaño TRAGICOMEDIA LA VIDA ES UN SUEÑO Se inicia con Rosaura, vestida de hombre, y Clarín que llegan hasta la cueva. En el momento en que entran, Segismundo pronuncia su primer monólogo. Y cuando el preso se da cuenta de que no está solo, intenta matar a Rosaura pero luego le perdona la vida. Irrumpe Clotaldo, seguidor de Basilio y a yo de Segismundo, y detiene a los dos viajeros por encontrarse en lugar prohibido. Clotaldo entonces reconoce la espada que ciñe Rosaura: es la espada que había dejado a la madre de Rosaura, abandonándola. Sin embargo, Clotaldo no reconoce aún ante todos a quien cree ser su hijo y encubre lo descubierto, decidiendo llevar ante el rey a su hijo (Rosaura) y al gracioso, Clarín. El rey Basilio, revela la existencia de su hijo, Segismundo, que había provocado la muerte de la reina Clorilene al nacer. Cuenta el terrible nacimiento de su hijo y explica lo que vaticinó al leer en las estrellas: Segismundo sería un rey tirano y cruel. Basilio decidió hacer una prueba y dar una oportunidad a su hijo. Lo llevarían a palacio pero de manera que si efectivamente resulta ser un tirano su estancia en el palacio le parezca tan solo un sueño. Si Segismundo resulta tener templanza y razón, será el heredero del trono, si no, lo serán Estrella y Astolfo, unidos por matrimonio (los siguientes en línea de sucesión). Tras confesar a todo el pueblo la existencia de su hijo, deja libres a Rosaura y a Clarín. Pero Clotaldo quiere saber quién es el enemigo de Rosaura, la cual vino a estas tierras para satisfacer un agravio, y preguntando averigua que es el sobrino del rey, Astolfo, cuyo casamiento con Estrella quiere evitar Rosaura. Basilio ha ideado un engaño para ver si Segismundo es realmente cruel: lo llevan dormido a palacio y le permiten ver cuál sería su destino, pero guardándose la posibilidad de hacerle creer que todo fue un sueño, en caso de que se demuestre malvado. Rosaura entra de dama de Estrella con el falso nombre de Astrea. Segismundo se comporta como un príncipe déspota lanzando un criado por la ventana al poco de despertar, intenta forzar a Rosaura, hiere a Clotaldo que sale en ayuda de su hija, y se enzarza en una pelea a espada con Astolfo. En vista del comportamiento, el rey Basilio decide volver a dormirlo y llevarlo de vuelta a la torre. Astolfo corteja a Estrella, pues con su unión compartirían la sucesión en lugar de competir por ella, una vez que Segismundo ha quedado fuera de juego. Astolfo descubre que Astrea es en realidad Rosaura y rompen definitivamente. La jornada termina con el monólogo de Segismundo encerrado nuevamente en la torre. Los últimos versos de este monólogo son los que dan nombre a la obra: En el soliloquio el tema más importante es la libertad y el libre albedrío. El autor la trata haciendo que el personaje se compare con todos los animales de la naturaleza y haciendo mención también de los cuatro elementos; el agua, la tierra, el fuego y el aire, donde para cada una de ellas encuentra un animal. Con lo que primero se compara es con el ave en la tercera décima donde los recursos que utiliza son variados. En primer lugar se puede observar un retruécano donde se mezclan un ramillete de flores con un ala donde la flor toma el lugar del ala y el ramillete toma el lugar de las plumas; «...es flor de pluma / o ramillete con alas...». También en esta décima se hace alusión a la libertad con la que goza un ave cuando él lo que más ansía es poder tener la mínima libertad. Ya todos sabemos que Segismundo fue encerrado por lo que los hados habían dictado, pero por qué, si él ansiaba tanto su libertad, cuando fue libre le privó la libertad a otras personas y no era capaz de reconocer que este efecto podría llegar a ser contraproducente. Para concluir esta décima Segismundo plantea una pregunta retórica: «¿y teniendo yo más alma/ tengo menos libertad?». Estas preguntas se encuentran al final de cada décima, con el fin de cuestionar la existencia de la décima siguiente Segismundo se compara con un animal al cual lo denomina bruto. Esta décima comienza desde el principio con una metáfora la cual es la mencionada anteriormente (la de denominar bruto al animal). También se puede encontrar una hipérbaton donde el orden sintáctico del verso es modificado «apenas signo es de estrellas», luego hace una referencia a Dios por medio de una metonimia la cual lo menciona como el «docto pincel». En esta décima también podemos encontrar la referencia al minotauro mencionada anteriormente, esta mención hace referencia a su posición académica ya que demuestra sus conocimientos sobre la mitología griega. Para culminar esta décima la pregunta retórica es la siguiente «... ¿y yo, con mejor instinto, / tengo menos libertad?...» está cuestionando a los cielos por que razón él que es un ser humano el cual según Segismundo tiene más alma y más instinto que un animal y que un ave, no puede tener su libertad. El instinto en la novela no es un tema muy mencionado o fundamental pero este puede relacionarse con el autodominio. Este como problema se expresa en la obra como el triunfo del libre albedrío sobre la predestinación, pero también como una victoria de la conciencia, de la condición humana sobre los instintos y los horóscopos, triunfo que además es característico y virtud propio del buen rey en que se convertirá Segismundo una persona si esta es inferior a todo lo que hay sobre la Tierra. En la quinta décima Segismundo se compara con un pez. Los primeros versos se ven plagados de metáforas despectivas hacia estos «insignificantes animalitos» que viven en tan vasto espacio como es el océano, cuando Segismundo es la completa antítesis de un pez, una persona tan grande, como una bestia encerrada en tan reducido recinto, confinada a vivir en aislamiento completo, sólo manteniendo contacto con una persona, Clotaldo. Segismundo se refiere al pez como un «...aborto de ovas (...) bajel de escamas...» y una imagen visual la cual dice «...sobre las ondas se mira...» aludiendo a las olas u ondas que existen en todo medio acuoso. Al final de esta décima Segismundo cuestiona nuevamente el albedrío, el cual evidentemente es un tema que se repite varias veces en este texto. En la sexta décima Segismundo hace alusión al arroyo, el cual contiene el elemento vital para la vida de todos los seres sobre la tierra, el agua. Segismundo en esta décima se refiere al arroyo como una culebra la cual serpea las planicies en busca de su fin. Este arroyo el cual está destinado a su cauce durante toda su historia y no tiene vida, tiene más libertad que este pobre hombre. En esta décima Calderón utiliza dos sentidos para describirnos el arroyo primero utiliza una imagen visual «sierpe de plata» luego una imagen auditiva «músico celebra» y culmina la descripción del arroyo mostrando como este no tiene restricción alguna para vivir ya que este tiene «el campo abierto a su huida» ya que este pide a los «cielos la piedad» y estos se la «dan con majestad». En esta décima la pregunta es «... ¿y teniendo yo más vida/ tengo menos libertad?...». Aquí hace mención a un concepto básico, la vida. Finalmente la última décima utiliza la diseminación y recolección para concluir y cerrar este soliloquio el cual va a dar a conocer la relación entre Segismundo, Rosaura y Clarín. En el comienzo de esta décima encontramos la ya antes mencionada hipérbole sobre el volcán Etna. En esta décima también nos enteramos de que Segismundo cree que todos los hombres de la tierra están en la misma situación que él, ya que la pregunta que se hace es «... ¿Qué ley, justicia o razón/ negar a los hombres sabe/ privilegio tan suave/ excepción tan principal, / que Dios le ha dado a un cristal, / a un pez, a un bruto y a un ave?...». En esta última pregunta retórica, el personaje plantea un privilegio, el cual se convierte en derecho cuando una persona nace, del cual él fue privado desde el momento en que nació, que es la libertad. También esto demuestra un error de conceptos debido al poco roce social que Segismundo tuvo, ya que la única persona que conoce es Clotaldo. Los últimos dos versos sintetizan el monólogo, estos dos son la mención de cada uno de los elementos con los cuales él se fue comparando a medida que el soliloquio ocurría que son; un cristal o el arroyo, un pez, un bruto y un ave. Para el ave tenemos el alma, de la que carecen los animales, pero tienen más libertad. Para el bruto tenemos el instinto el cual los animales tienen en sobremanera de forma tal que no lo pueden controlar y en ocasiones deben pagar con sus vidas. Para el pez tenemos el albedrío el cual es el tema fundamental de la época barroca ya que la contrarreforma se basa en el pensamiento del libre albedrío con tal de refutar el ideal de la predestinación de los luteranos. Para finalizar tenemos el cristal o el arroyo el cual hace mención a la vida ya que por un lado es el único de los mencionados que no tiene vida pero es el encargado de transportar el material más necesitado por todos los seres vivos sobre la tierra. La libertad que es el punto de comparación para todas estas preguntas la cual es la relación fundamental de la obra, en la cual todas las lecturas convergen. La representación dramática de la posibilidad o imposibilidad del hombre de decidir libremente su destino, su salvación, recoge las polémicas contrarreformistas sobre el libre albedrío y la predestinación. Aquellos que opten por la predestinación sostendrán que existe un designio divino que condena o salva, mediante la gracia y la Fe, que es un don de Dios, más allá de la forma en que los hombres actúen. Quienes postulan el libre albedrío creen en la salvación a través de las buenas obras que los hombres realicen en su vida. BIOGRAFIA DE PEDRO CALDERON DE LA BARCA Pedro Calderón de la Barca y Barreda González de Henao Ruiz de Blasco y Riaño nació en Madrid el 17 de enero de 1600 y fue bautizado en la parroquia de San Martín. Su padre, Diego Calderón, era hidalgo de origen montañés (Viveda, Cantabria); heredó de su padre el cargo de secretario del Consejo y Contaduría Mayor de Hacienda, y sirvió en él a los reyes Felipe II y Felipe III. Se casó en 1595 con Ana María de Henao, perteneciente a una familia también de origen noble.1 Pedro fue el tercero de los seis hijos que el matrimonio alcanzó a tener (tres varones y tres mujeres, de los que solo cuatro pasaron de la infancia: Diego, el primogénito;2 Dorotea -monja en Toledo-;3 Pedro y Jusepe o José4).5 Estos hermanos estuvieron siempre bien avenidos, como declaró Diego Calderón en su testamento (1647): Siempre nos hemos conservado todos tres en amor y amistad, y sin hacer particiones de bienes... nos hemos ayudado los unos a los otros en las necesidades y trabajos que hemos tenido.6 Sin embargo tenían también un hermano natural, Francisco, que ocultaron bajo el apellido de "González" y fue expulsado de la casa paterna por don Diego, aunque este dejó escrito en 1615 que se le reconociera como legítimo a no ser que hubiera contraído matrimonio "con esa mujer con quien trató de casarse", en cuyo caso sería desheredado.7
D. Pedro Calderón de la Barca
Caballero del Orden de Santiago, Capellán de Honor de S. M. y de Reyes Nuevos en Toledo, Poeta Cómico en quien compitió la invención ingeniosa, con la urbanidad y belleza del Lenguaje. Nació en Madrid año 1601, y murió allí a los 81 años. El linaje de los Calderón de la Barca es muy antiguo y amplio. El padre fray Felipe de la Gándara escribió un libro sobre esta materia en 1661, cuyo capítulo XII.º "De los Calderones de Sotillo, en la jurisdicción de Reinosa", está dedicado a la rama a la que pertenece el dramaturgo. El escudo de la familia consistía en cinco calderones negros en campo de plata y por orla ocho aspas de oro en campo de gules; portaba el lema "Por la fe moriré".8 Empezó a ir al colegio en 1605 en Valladolid, porque allí estaba la Corte, pero el padre, de carácter autoritario, decidió destinarlo a ocupar la capellanía de San José en la parroquia de San Salvador que había reservado la abuela Inés de Riaño y Peralta al hijo mayor de la familia que fuese sacerdote.9 Ya en Madrid, la familia se instaló en 1607 en unas casas de la calle de las Fuentes que hacían esquina a la bajada a los Caños del Peral. Pedro Calderón ingresó en el Colegio Imperial de los jesuitas de Madrid en 1608, situado donde ahora se encuentra el Instituto San Isidro, y allí permaneció hasta 1613 estudiando gramática, latín, griego y teología. Cuando ya llevaba dos años, falleció su madre de sobreparto, así como la niña a que dio a luz (22 de octubre de 1610) 10 En 1613 falleció la abuela Inés de Riaño y se abrió su testamento, en que declaraba su voluntad de que el mayor de sus nietos ocupase la citada capellanía. Don Diego desenviudó al casarse en segundas nupcias en 1614 con la dama Juana Freyle Caldera, de buena pero empobrecida familia; pero también el padre falleció súbita e inesperadamente al año siguiente, el 21 de noviembre de 1615. Por este motivo Pedro, que había ingresado en la Universidad de Alcalá el año antes, tuvo que interrumpir sus estudios para que se leyeran las abusivas cláusulas del testamento, que indispusieron a los hermanos contra su madrastra,11 con la que entablaron un pleito aun siendo menores de edad (el mayor, Diego, tenía diecinueve años, pero la mayoría de edad se otorgaba entonces a los veinticinco), fallado con un concierto fechado en Valladolid en 1618.12 Doña Juana se volvió a casar y los hermanos quedaron desde 1616 bajo la tutela, educación y manutención de su tío materno Andrés Jerónimo González de Henao. En el ínterin, el futuro poeta marchó a la Universidad de Salamanca (1615), donde en 1619 se graduó de bachiller in utroque, esto es, en derecho canónico y civil, sin llegar a ordenarse como había deseado su padre. En 1621 participó en el certamen poético habido con motivo de la beatificación de San Isidro y posteriormente en el de su canonización, en 1622, y ganó un premio tercero. Decidió dejar los estudios religiosos por la carrera militar y llevó una vida algo revuelta de pendencias y juego. Hubo también problemas en el ámbito familiar, pues los hermanos hicieron declaración oficial en 1621 de su estado de penuria y tuvieron que vender un censo o renta de bienes heredados para poder subsistir.13 Además, en el verano de ese mismo año él y sus hermanos anduvieron enredados en el homicidio de Nicolás Velasco, hijo de Diego de Velasco, criado del condestable de Castilla, y tuvieron que refugiarse en casa del embajador de Austria hasta que lograron un concierto con los querellantes que exigió el pago de una crecida indemnización.14 Acaso por estas estrecheces económicas tuvo Pedro que entrar al servicio del duque de Frías, con quien viajó por Flandes y el norte de Italia entre 1623 y 1625 participando en varias campañas bélicas, según su biógrafo Juan de Vera Tassis,15 aunque falta documentación que lo confirme, y en 1625 marchó como soldado al servicio del Condestable de Castilla. Su primera comedia conocida, Amor, honor y poder, fue estrenada con éxito en Palacio con motivo de la visita de Carlos, príncipe de Gales, el 29 de junio de 1623, por la compañía de Juan Acacio Bernal; siguió en ese mismo año Judas Macabeo, representada por la de Felipe Sánchez de Echeverría, así como otras muchas; en 1626 el primogénito Diego Calderón, ya mayor de edad, pudo vender el oficio de Secretario del Consejo de Hacienda de su padre en la persona de Duarte Coronel a cambio de 15.500 ducados; con ello la familia logró salir de sus apuros económicos. Desde 1625, fecha de su comedia La gran Zenobia, representada por la compañía de Andrés de la Vega, Calderón proveyó a la Corte de un extenso repertorio dramático: El sitio de Bredá (1626), El alcalde de sí mismo (1627), La cisma de Ingalaterra (1627), y, en 1628, Saber del mal y el bien, Hombre pobre todo es trazas, Luis Pérez, el gallego, y El Purgatorio de San Patricio; pero, en 1629, el irrumpir con sus hermanos en sagrado persiguiendo a un actor, concretamente en el Convento de las Trinitarias de Madrid, donde se encontraba la hija de Lope, le causó la enemistad del monarca de la escena cómica, Lope de Vega, y del famoso orador sagrado gongorino fray Hortensio Félix Paravicino. Calderón correspondió a los ataques de este último burlándose en un pasaje de su comedia El príncipe constante, escrita en ese año, al igual que La dama duende, su primer gran éxito.16 En 1630 ya era lo bastante famoso como para que Lope de Vega elogiara su talento poético en El laurel de Apolo y en 1632 se ganó también las alabanzas de Juan Pérez