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Existen dos tradiciones epistemológicas para la cultura occidental acerca del conocimiento
cuyas bases vienen de Platón y Aristóteles: el racionalismo cuyo argumento sobre el
verdadero conocimiento se basa en un proceso mental, racional, fundamentado en axiomas,
que lleva a la verdad, y no en una experiencia sensorial como lo sostiene el empirismo, que
tiene como argumento que no existe el conocimiento a priori y que la única fuente del
conocimiento es la experiencia sensorial, siendo su punto de vista de que todo tiene una
existencia objetiva. Las matemáticas son un ejemplo del primer caso y las ciencias
experimentales para el segundo. Las dos corrientes son distintas en cuanto a la fuente del
conocimiento y al método de cómo se obtiene el conocimiento, para el racionalismo prima
la deducción, utilizando construcciones mentales como conceptos, leyes o teorías; mientras
que para el empirismo el conocimiento es derivado mediante la inducción de experiencias
sensoriales (Nonaka y Takeunchi, 1995)
Estos dos puntos de vista fueron heredados al racionalismo Francés y al empirismo británico.
El racionalista Francés René Descartes, propuso cuatro reglas para el pensamiento general:
(Hernández, 2005)
Yuasa (1987)
La dialéctica de Sócrates y Platón es diferente en la práctica del budismo zen. Sus maestros
aunque utilizan conversaciones basadas en preguntas y respuestas para evaluar la habilidad
del estudiante para explorar temas paradógicos, se da en una conversación metafórica y
abductiva, más que con lógica, deducción e inducción, es más, se les pide que se alejen de la
lógica en su proceso de aprendizaje. Esta tradición valora el conocimiento producto de la
experiencia personal directa. Sus tradiciones de la unidad humano-naturaleza y unidad
mente-cuerpo han llevado a los japoneses a valorar la interacción entre uno mismo y el otro,
por el contrario las visiones occidentales son atomicistas y mecánicas, en tanto que la
japonesa es colectiva y orgánica dando importancia a la inteligencia intuitiva y al
conocimiento subjetivo. Un occidental conceptúa las cosas desde un punto de vista objetivo
mientras que el japonés lo hace a partir de la relación que hace con las personas y las cosas.
La misma estructura de la lengua japonesa comunica un mensaje a través del contexto,
demanda que tenga algo de conocimiento tácito acerca de cada contexto, ven la realidad en
la interacción física con la naturaleza y otros seres humanos (Nonaka y Takeuchi, 1995).
Al racionalismo de Descartes se opuso el empirismo del inglés John Lucke, quien sostuvo
que las cosas en el mundo real son objetivas por naturaleza y que solo la experiencia provee
a la mente de ideas, para él hay dos tipos de experiencias: la sensación y la reflexión, con la
primera se refería a la percepción sensorial como la fuente de la mayoría de ideas y a la
segunda a la operacionalización de la mente que toma la experiencia para entender las ideas.
Posteriormente en el siglo xviii, se unifican las dos corrientes con Kant, quien sostenía que
la base del conocimiento es la experiencia, pero no como única fuente, sostenía que el
conocimiento surgía cuando tanto el pensamiento lógico del racionalismo como el sensorial
del empirismo trabajaban juntos. Posteriormente, para el filósofo Hegel, el conocimiento
empieza con la percepción, que se purifica con la dialéctica de los sentidos, alcanzando la
etapa del “espíritu absoluto”, que es tener conocimiento. Luego aparece la postura de Marx
quien sostiene que en la búsqueda del conocimiento, tanto sujeto como objeto se encuentran
en un proceso continuo y dialéctico de adaptación mutua, donde el objeto se transforma con
el sujeto en el proceso de conocerlo (Russell, 1961); (Nonaka y Takeuchi, 1995).
El conocimiento en la teoría económica y administrativa.
Penrose (1959) se concentró en los procesos de cambio como un conjunto; para ella “una
compañía es una organización administrativa como un conjunto de recursos productivos,
materiales y humanos (…) solo los servicios que los recursos pueden generar proveen la
fuerza necesaria para el proceso productivo, nunca los recursos en sí mismos”, lo que lleva a
concebir la empresa como un depósito de conocimientos y exclusivos de la compañía, donde
los modelos mentales son dados en el proceso de planificación, valorando los puntos fuertes
y débiles según sus servicios productivos y las oportunidades y limitantes que provee el
medio (Nonaka y Takeuchi, 1999).
Nelson y Winter (1977, 1982) consideran las compañías como depósitos de conocimiento al
hacer eco del pensamiento hayekiano, para ellos en las compañías se deposita el
conocimiento en patrones de conducta regulares y predecibles denominados rutinas, siendo
la innovación una mutación de tales rutinas, reconocieron que la esencia de la tecnología es
el conocimiento, pero no trabajaron la forma de cómo se crea (Nonaka y Takeuchi, 1995).
Posteriormente se desarrolla la idea que son los individuos los que aprenden y crean
conocimiento para resolver los problemas en las organizaciones. Weick (1979) señala que la
información y el significado compartido asumen estructuras tanto en los significados como
en los comportamientos, a través del desarrollo de dichos significados los comportamientos
se vuelven más razonables y adquieren significados en sí mismos, interpretando las
convergencias ente los individuos como un sistema.
Porter (1990) desarrolla el concepto de las cinco fuerzas para explicar cómo las empresas
pueden mantener sus ventajas competitivas. Con su modelo se puede entender la industria y
cómo se llevan a cabo sus cambios, examinando las barreras de entrada en el mercado y el
poder de negociación de los compradores y de los proveedores, así como la amenaza de los
productos sustitutos y la rivalidad de los competidores existentes, crea el modelo de cadena
de valor para analizar las fuentes de ventaja competitiva, asumiendo la importancia del
conocimiento estratégico, pero excluye el poder tratar cuestiones de valores y creencias y la
posibilidad de crear conocimiento o de visión. Da importancia a la información y
conocimiento explícito, manipulado por sus altos directivos, desperdiciando el conocimiento
tácito que está en los integrantes de la organización; tampoco presta atención a la importancia
del conocimiento tácito en la competitividad, privilegiando el pensamiento inductivo y
deductivo y el conocimiento explícito en los altos mandos de la organización (Nonaka y
Takeuchi, 1995).
Para Schein (1985) “es necesario que haya experiencia compartida para alcanzar una visión
compartida, siendo la cultura un producto aprendido de la experiencia del grupo”. Schein
define la cultura como “un patrón de ideas básicas, descubiertas o desarrolladas mientras
aprende a resolver sus problemas de adaptación externa e integración interna, que ha
funcionado suficientemente bien como para ser considerado válida, y por lo tanto para ser
enseñado a nuevos miembros como la forma correcta para percibir, pensar y sentir en relación
con los problemas”. En ese mismo sentido, Pfeffer (1981) señaló la importancia de las
creencias, considerando las organizaciones como “sistemas de significados y creencias
compartidos en donde la construcción y el mantenimiento de sistemas que aseguren la
conformidad, compromiso y efectos positivos continuos por parte de los participantes, es una
actividad administrativa crítica”.
Los estudios de cultura organizacional han destacado la importancia de los recursos humanos,
los valores, los compromisos, los significados, los símbolos y las creencias y han preparado
todo el camino para investigar el aspecto del conocimiento tácito, donde con los significados
compartidos se puede aprender, cambiándose a sí misma por medio de la interacción social
entre sus miembros y con el ambiente. A partir de la mitad de la década de los ochenta ha
habido nuevos intentos de unificación de las corrientes humanista y científica con tres ramas
de la bibliografía: 1) las conjeturas sobre la sociedad del conocimiento, 2) la teoría del
aprendizaje organizacional y 3) los enfoques de la administración estratégica basados en los
recursos o capacidades críticas (Nonaka y Takeuchi, 1995).
Drucker (1993) introduce el término de sociedad del conocimiento, donde el recurso básico
ya no es el capital sino el conocimiento, indicando que los “trabajadores del conocimiento”
tendrían gran influencia y un papel protagónico en la vida de las organizaciones,
preparándose para abandonar el conocimiento actual y aprender cosas nuevas por medio del
mejoramiento continuo de sus actividades y un proceso de innovación permanente. No da
importancia al conocimiento tácito al afirmar que la única forma de aprender es a través de
la experiencia y de la interacción humana, y que se requiere para la conversión del
conocimiento, así como la necesidad de compartir el conocimiento en grupos de personas, lo
que hace afirmar que Drucker se encuentra más cerca del campo científico que del humanista
(Nonaka y Takeuchi, 1995)
La necesidad de cambiar constantemente puesta por Drucker, ha sido durante mucho tiempo
la columna vertebral del aprendizaje organizacional. El aprendizaje so concibe como de dos
tipos: 1) para obtener el konw-how para resolver problemas puntuales y 2) para establecer
nuevas premisas como paradigmas, esquemas, modelos mentales o perspectivas, aprendizaje
de Tipo I y de tipo II para Bateson (1973) o de primer ciclo y segundo ciclo para Argyris y
Schón (1978) y como un requisito entre la relación de los dos tipos de aprendizaje para para
la creación del conocimiento Nonaka y Takeuchi (1995).
Toffler (1990), Drucker (1993) y Quinn (1992) comparten que el conocimiento es la fuente
del poder de la más alta calidad y la clave para el cambio, que la producción de una
organización se basa en sus capacidades intelectuales y de servicio basados en el
conocimiento como el “Know- How” tecnológico. Indicaban que el futuro pertenecía a la
sociedad del conocimiento donde el “trabajador con conocimiento” sería el activo más
importante.
A partir de la teoría del aprendizaje organizacional propuesta por Argyris y Schon (1978) se
insiste en la dificultad para el aprendizaje de doble ciclo y se propone que sea necesaria una
intervención, pero en la visión de Nonaka y Takeuchi (1995), no debe ser una tarea especial
y difícil, sino más bien una actividad cotidiana en la organización, pues las organizaciones
crean conocimiento permanentemente reconstruyendo sus perspectivas, los marcos teóricos
y las premisas existentes.
PREGUNTAS A RESOLVER.
Luego de la lectura anterior, tome una hoja y márquela con su nombre, escriba allí la
respuesta a cada una de las siguientes preguntas dedicando media cuartilla a cada pregunta,
y no olvide llevarla a la siguiente clase.
1. ¿Cuáles son las dos epistemologías principales que describe la lectura?. Cuáles son
sus principales representantes?
2. ¿Con base en qué epistemología aprendemos?
3. ¿Qué relación hay entre las posiciones epistemológicas y los recursos humanos?
BIBLIOGRAFÍA