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Biografía de Jean-Jacques Rousseau

Jean-Jacques Rousseau nació el 28 de Junio de 1712 en Ginebra, Suiza y falleció en Ermenonville, Francia, el 2 de julio de 1778.
Fue escritor, filósofo, botánico, naturalista y músico de la ilustración, a pesar de las profundas contradicciones que lo separaron de los
principales representantes del movimiento. Sus primeros años de vida, de especial dureza, marcaron su existencia y su pensamiento. Debido a
motivos religiosos, la familia Rousseau se exilió a Ginebra cuando era una ciudad-estado independiente.
Isaac Rousseau era relojero, y formaba parte de un grupo de artesanos del barrio de Saint-Gervais. Su madre, Suzanne Bernard, murió a los
nueve días después del parto y Jean-Jacques, fue criado por su tía materna y su padre Isaac Rousseau, le educa en casa leyendo con él toda suerte
de novelas e historias, entre ellas Astrea de D'Urfé y las Vidas Paralelas de Plutarco. Estas lecturas avivaron la fantasía de Rousseau y acrecentaron
su sensibilidad.
Por causa de un duelo, su padre se vio obligado a exiliarse de Ginebra para evitar la cárcel, por lo que abandonó al pequeño Jean-Jacques a los
diez años de edad, que es acogido por su tío. Con esta familia disfrutó de una educación que él consideraría ideal, calificando esta época como la
más feliz de su vida. Junto con su primo, Rousseau fue enviado como pupilo a la casa del pastor calvinista Lambercier, en Bossey, durante dos años.
En la escuela del pastor recibe por primera vez una cierta educación escolar. Allí Rousseau, en pleno campo, pasa dos años felices.
A su regreso en 1725, trabajó como aprendiz de relojero y, posteriormente, con un maestro grabador, Ducommun, que lo sometió a un trato
brutal, por lo que sin finalizar su aprendizaje, a los 16 años abandonó Ginebra. Sin embargo, desarrolló la suficiente experiencia para vivir de estos
oficios toda su vida.
Tras abandonar Ginebra fue a parar al pueblo de Confignon, siendo recogido en la casa del propio cura del lugar quien le dio carta de
presentación para madame de Warens, una mujer convertida del calvinismo al catolicismo, que lo envió a un catecumenado en Turín, donde abandonó
el calvinismo y fue bautizado como católico. Con Madame de Warens, trece años mayor que él, muy culta, que le ayudó en su educación y en su
afición por la música, estableció una amistad materno-filial, que con el tiempo se transformó en amorosa y apasionada.
Trabajó en el catastro de Saboya y dio lecciones de música, diez años de lecturas, estudios, obras literarias de poca monta, aventuras, viajes,
rupturas y regresos a Annecy, hasta que se produce la ruptura definitiva con la mujer que hasta entonces le había dado estabilidad emocional., pues
un nuevo amante de Madame de Warens le obligó a salir de su casa.
Residió seis semanas en Montpellier por una enfermedad grave, y a su regreso fue preceptor en Lyon, ejerció de periodista y tuvo contacto con
Fontenelle, Diderot o Marivaux.
En 1745, con 33 años, vuelve a París, donde presenta a la Academia de Ciencias un Proyecto concerniente a nuevos signos para la música, que es
rechazado; compone la ópera Les Muses galantes, Mme. d´Épinay lo introduce en el ambiente distinguido y es nombrado secretario de embajada en
Venecia. Cuando volvió a París en 1744, continuó su trato con Diderot y con otros filósofos, como d´Alembert o Rameau, y su colaboración en
artículos para la Enciclopedia. Fue en esa época cuando conoció a Thérèse Levasseur, una modista analfabeta con la que tuvo cinco hijos seguidos, a
los que internaba en la Maternidad pública, un hospicio, a medida que iban naciendo (Un contrasentido para quien tanto escribió sobre la libertad en
la educación de los niños. Aunque daba la excusa de carecer de medios, en el volumen IX de sus Confesiones afirma que era para separarlos del
ambiente de incultura de la familia de su mujer). Es en esta época cuando escribe sus escritos que le han hecho popular.
En 1754 regresó a Ginebra e intentó readquirir sus derechos como ciudadano, se reconcilió con el calvinismo y escribió su discurso sobre la
desigualdad entre los hombres: Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres.
En 1756 se instaló en la residencia de su amiga Madame de Epinay, donde se retiró para trabajar y escribir intensamente algunas de sus obras
más importantes.
Durante los años siguientes escribió La nueva Eloisa (1761), El contrato social (1762), obra proscrita en Francia y finalmente, Emile, texto
publicado en 24 de mayo de 1762 y condenado a la hoguera, simultáneamente con el pedido de captura del autor, que huyó a Neuchatel, en Suiza,
donde es acogido como protegido de Lord Keith, pero su casa en Môtiers es apedreada por una turba furiosa en 1765.
Su amigo Hume lo acogió junto con Thérèse en Inglaterra, y vivieron retirados en el campo durante dos años (1765-1767), debido a la opinión que
la mayoría de los ingleses tenía de él: un loco, malo y peligroso hombre que vive en pecado con Thérèse. En 1767, con 55 años, volvió a Francia con un
nombre falso. Allí se casó con Thérèse un año más tarde. En 1770 se le permitió regresar oficialmente con la condición de que no publicase nada
más.
En París permaneció hasta 1778; vuelve a copiar música (de lo que vivía), clasifica hierbas y escribe sobre botánica Mientras tanto publicó
Confesiones (1767-1771), escritas en buena parte durante su estancia en Inglaterra, y escribe y no acaba Las meditaciones de un paseante solitario.
Escribió sus memorias, las Confesiones, y se dedicó a vivir de sus patrones y lecturas públicas que hacía de ellas. En 1772 Madame d'Epinay,
escandalizada por lo que Rousseau relata de su relación con ella, pide a la policía que prohíban tales lecturas. Con una salud mental resquebrajada
definitivamente, se alejó del mundo. Aunque siguió escribiendo, su salud mental le hacía ver enemigos en todas partes y no pudo disfrutar de su
fama.
En mayo de 1778, invitado por el marqués de Girardin, se trasladó al pabellón situado frente al castillo de Ermenonville, en donde falleció víctima
de una apoplejía. El 9 de octubre de 1779, por decisión de la Asamblea Constituyente, sus restos son trasladados al Panteón.
Barón de Montesquieu

(Charles-Louis de Secondat, barón de Montesquieu; La Brède, Burdeos, 1689 - París, 1755) Pensador francés. Perteneciente a una familia
de la nobleza de toga, Montesquieu siguió la tradición familiar al estudiar derecho y hacerse consejero del Parlamento de Burdeos (que
presidió de 1716 a 1727). Vendió el cargo y se dedicó durante cuatro años a viajar por Europa observando las instituciones y costumbres
de cada país; se sintió especialmente atraído por el modelo político británico, en cuyas virtudes halló argumentos adicionales para
criticar la monarquía absoluta que reinaba en la Francia de su tiempo.

El barón de Montesquieu

Montesquieu ya se había hecho célebre con la publicación de sus Cartas persas (1721), una crítica sarcástica de la sociedad del momento,
que le valió la entrada en la Academia Francesa (1727). En 1748 publicó su obra principal, Del espíritu de las Leyes, obra de gran impacto
(se hicieron veintidós ediciones en vida del autor, además de múltiples traducciones a otros idiomas).

El pensamiento de Montesquieu debe enmarcarse en el espíritu crítico de la Ilustración francesa, con el que compartió los principios de
tolerancia religiosa, aspiración a la libertad y denuncia de viejas instituciones inhumanas como la tortura o la esclavitud; pero
Montesquieu se alejó del racionalismo abstracto y del método deductivo de otros filósofos ilustrados para buscar un conocimiento más
concreto, empírico, relativista y escéptico.

En El espíritu de las Leyes, Montesquieu elaboró una teoría sociológica del gobierno y del derecho, mostrando que la estructura de
ambos depende de las condiciones en las que vive cada pueblo: en consecuencia, para crear un sistema político estable había que tener
en cuenta el desarrollo económico del país, sus costumbres y tradiciones, e incluso los determinantes geográficos y climáticos.
De los diversos modelos políticos que definió, Montesquieu asimiló la Francia de Luis XV (una vez eliminados los parlamentos)
al despotismo, que descansaba sobre el temor de los súbditos; alabó en cambio la república, edificada sobre la virtud cívica del pueblo,
que Montesquieu identificaba con una imagen idealizada de la Roma republicana.
Equidistante de ambas, definió la monarquía como un régimen en el que también era posible la libertad, pero no como resultado de una
virtud ciudadana difícilmente alcanzable, sino de la división de poderes y de la existencia de poderes intermedios -como el clero y la
nobleza- que limitaran las ambiciones del príncipe. Fue ese modelo, que identificó con el de Inglaterra, el que Montesquieu deseó aplicar
en Francia, por entenderlo adecuado a sus circunstancias nacionales. La clave del mismo sería la división de los poderes ejecutivo,
legislativo y judicial, estableciendo entre ellos un sistema de equilibrios que impidiera que ninguno pudiera degenerar hacia el
despotismo.
Desde que la Constitución de los Estados Unidos plasmó por escrito tales principios, la obra de Montesquieu ejerció una influencia
decisiva sobre los liberales que protagonizaron la Revolución francesa de 1789 y la posterior construcción de regímenes
constitucionales en toda Europa, convirtiéndose la separación de poderes en un dogma del derecho constitucional que ha llegado hasta
nuestros días.
Junto a este componente innovador, no puede olvidarse el carácter conservador de la monarquía limitada que proponía Montesquieu,
en la que procuró salvaguardar el declinante poder de los grupos privilegiados (como la nobleza, a la que él mismo pertenecía),
aconsejando, por ejemplo, su representación exclusiva en una de las dos cámaras del Parlamento. Pese a ello, debe considerarse a
Montesquieu como un eslabón clave en la fundamentación de la democracia y la filosofía política moderna, cuyo nacimiento cabe situar
en los Dos ensayos sobre el gobierno civil(1690) de John Locke y que, después de Montesquieu, hallaría su más acabada expresión en El
contrato social (1762) de Jean-Jacques Rousseau.
Voltaire

(François-Marie Arouet; París, 1694 - 1778) Escritor francés. Figura intelectual dominante de su siglo y uno de los principales pensadores de la
Ilustración, dejó una obra literaria heterogénea y desigual, de la que resaltan sus relatos y libros de polémica ideológica. Como filósofo, Voltaire fue un
genial divulgador, y su credo laico y anticlerical orientó a los teóricos de la Revolución Francesa.

Voltaire estudió en los jesuitas del colegio Louis-le-Grand de París (1704-1711). Su padrino, el abate de Châteauneuf, le introdujo en la sociedad libertina
del Temple. Estuvo en La Haya (1713) como secretario de embajada, pero un idilio con la hija de un refugiado hugonote le obligó a regresar a París. Inició
la tragedia Edipo(1718), y escribió unos versos irrespetuosos, dirigidos contra el regente, que le valieron la reclusión en la Bastilla (1717). Una vez
liberado, fue desterrado a Châtenay, donde adoptó el seudónimo de Voltaire, anagrama de «Árouet le Jeune» o del lugar de origen de su padre, Air-
vault.

Un altercado con el caballero de Rohan, en el que fue apaleado por los lacayos de éste (1726), condujo a Voltaire de nuevo a la Bastilla; al cabo de cinco
meses, fue liberado y exiliado a Gran Bretaña (1726-1729). En la corte de Londres y en los medios literarios y comerciales británicos fue acogido
calurosamente; la influencia británica empezó a orientar su pensamiento. Publicó Henriade (1728) y obtuvo un gran éxito teatral con Bruto (1730); en
la Historia de Carlos XII (1731), Voltaire llevó a cabo una dura crítica de la guerra, y la sátira El templo del gusto (1733) le atrajo la animadversión de los
ambientes literarios parisienses.

Pero su obra más escandalosa fue Cartas filosóficas o Cartas inglesas (1734), en las que Voltaire convierte un brillante reportaje sobre Gran Bretaña
en una acerba crítica del régimen francés. Se le dictó orden de arresto, pero logró escapar, refugiándose en Cirey, en la Lorena, donde gracias a la
marquesa de Châtelet pudo llevar una vida acorde con sus gustos de trabajo y de trato social (1734-1749).

El éxito de su tragedia Zaïre (1734) movió a Voltaire a intentar rejuvenecer el género; escribió Adélaïde du Guesclin (1734), La muerte de
César (1735), Alzire o los americanos (1736) y Mahoma o el fanatismo (1741). Menos afortunadas son sus comedias El hijo pródigo (1736) y Nanine o el
prejuicio vencido (1749). En esta época desempeñó un importante papel como divulgador de Newton con sus Elementos de la filosofía de Newton (1738).

Ciertas composiciones, como el Poema de Fontenoy (1745), le acabaron de introducir en la corte, para la que realizó misiones diplomáticas ante Federico
II. Luis XV le nombró historiógrafo real, e ingresó en la Academia Francesa (1746). Pero no siempre logró atraerse a Madame de Pompadour, quien
protegía a Prosper Jolyot de Crébillon; su rivalidad con este dramaturgo le llevó a intentar desacreditarle, tratando los mismos temas que
él: Semíramis (1748), Orestes(1750), etc.

Su pérdida de prestigio en la corte y la muerte de Madame du Châtelet (1749) movieron a Voltaire a aceptar la invitación de Federico II el Grande.
Durante su estancia en Potsdam (1750-1753) escribió El siglo de Luis XIV (1751) y continuó, con Micromégas (1752), la serie de sus cuentos iniciada
con Zadig (1748).

Después de una violenta ruptura con Federico II, Voltaire se instaló cerca de Ginebra, en la propiedad de «Les Délices» (1755). En Ginebra chocó con la
rígida mentalidad calvinista: sus aficiones teatrales y el capítulo dedicado a Miguel Serveten su Ensayo sobre las costumbres (1756) escandalizaron a
los ginebrinos, mientras se enajenaba la amistad de Rousseau. Su irrespetuoso poema La doncella(1755), sobre Juana de Arco, y su colaboración en
la Enciclopedia chocaron con el partido «devoto» de los católicos.

Frutos de su crisis de pesimismo fueron el Poema sobre el desastre de Lisboa(1756) y la novela corta Cándido o el optimismo (1759), una de sus obras
maestras. Se instaló en la propiedad de Ferney, donde Voltaire vivió durante dieciocho años, convertido en el patriarca europeo de las letras y del nuevo
espíritu crítico; allí recibió a la elite de los principales países de Europa, representó sus tragedias ( Tancrède, 1760), mantuvo una copiosa
correspondencia y multiplicó los escritos polémicos y subversivos, con el objetivo de «aplastar al infame», es decir, el fanatismo clerical.

Sus obras mayores de este período son el Tratado de la tolerancia (1763) y el Diccionario filosófico (1764). Denunció con vehemencia los fallos y las
injusticias de las sentencias judiciales (casos de Calas, Sirven y La Barre). Liberó de la gabela a sus vasallos, que, gracias a Voltaire, pudieron dedicarse
a la agricultura y la relojería. Poco antes de morir (1778), se le hizo un recibimiento triunfal en París. En 1791, sus restos fueron trasladados al Panteón.

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