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H ISTORIA SENCILLA

DE LA F I L O S OF I A
D E C IM O N O V E N A EDICIÓN

E D IC IO N E S RIALP, S, A .
MADRID

0 Z 3 2 .
© 1961 by R afa e l G am bra C iudad Cett K Vi
INDICE
© 1994 de la presente edición by E D IC IO N E S R IA LP , S. A .
Alcalá, 290. 28027 M A D R ID

Primera edición: octubre 1961


Segunda edición: septiembre 1963
Tercera edición: septiembre 1965
Cuarta edición: enero . 1969
Quinta edición: octubre 1970
Sexta edición: agosto 1972
Séptima edición: agosto 1973 Págs.
Octava edición: marzo 1975
Novena edición: febrero 1976 Pr e á m b u l o , . .................................................................................... 11
Décima edición: marzo 1977
Undécima edición;.julio 1979
. Duodécima edición: inayo 1981 ¿Q U E ES F IL O S O F IA ?
Decimotercera edición: mayo 1984
Decimocuarta cdiciónragosto 1985 El pensar filosófico........................................................................... 17
Decimoquinta edición: agesto 1987 División de la filosofía .................................................................... 25
Decimosexta edición: julio 1989 La utilidad de la filosofía............................................................... 30
Decimoséptima edición: septiembre 1991 Filosofía y filosofías .............................................. ......................... . 35
Decimooctava edición: octubre 1992 El origen de la filo so fía .............. .................................................. 40
Decimonovena edición: septiembre 1994

L A F ILO SO FIA E N L A A N T IG Ü E D A D

La filosofía en Grecia............................ 43
Los primeros filósofos cosm ó lo go s............................................ .—T7
Pitágoras y su escuela...................................................................... -5 0
Heráclito y Parm énides....................................... 53
Los sofistas y Sócrates.................................................................... 58 ""
xf Platón.................................................................................................... 65
ISBN: 84-321-0282-2 -«^■Aristóteles............ ................................................ ............................. 72—-'
Depósito legal: M , 24,043-1994 — El estoicism o..................................................................... 86
Impreso en España Printed in Spain — El epicureismo.............................................................................. 91
La filosofía en Roma: Lucrecio y Séneca................................ 98
Alizos, S. L. - Fuenlabrada (Madrid) La filosofía alejandrina: Plctino ........................... 104
ÍNDICE

Págs. M E M O R IA S C A R I GENITORIS
Q U I M IH I VERTTATIS V IR T U T ISQ U E V IA M EXEM PLO CONSTANTER

L A F ILO SO FIA C R IS T IA N A A N T IG U A OSTENDIT

Y M E D IE V A L HUNO LIBRTJM ET PIE TATIS ET A M O R I S M O N U M E N IU M


M ITTO

— Cristianismo y filosofía.............. ..................................................... 113


=*# San Agustín ......................................................................................... 122
La cuestión de los universales.............................. ....................... 131
E l siglo xii: Abelardo y San Bernardo de C laraval........... 138
La recepción de Aristóteles en O ccid en te............. ................ 144 :
jf Santo Tomás de A q u i n o ............................................................... 148^
La filosofía del frañciscanism o................................................... 158
La decadencia escolástica: O c c a m ............................................ 165

L A F IL O S O F IA M O D E R N A

El Renacimiento............ ...................................... ........................... 171


U n a nueva concepción filosófica: el racionalismo .............. 180
«¿''Descartes............, .............................................................................. 186
Él racionalismo continental: Malebranche, Espinosa,
Leibniz............................................................... ............................. 195
E l empirismo in g lé s ................ ............................. ......................... 206
E l siglo de las Luces y la Revolución fra n ce sa ................., . 215
*s®?íManuel; K a n t............................................................ 22 3 —
E l idealismo alem án......... .............................................................. 238
E l m a rx ism o ...................................................................................... 244

L A FILO SO FIA A C T U A L

Crisis del racionalismo..................................... .............................. 259


Una nueva actitud filosófica: el existencialismo................... 271
E l renacer de la metafísica en nuestro siglo— ..................... 281
Filosofía cientificista y estructuralismo................................... 291
El presente y el fu tu ro .......................................................... 299
I ndice o n om ástico ........ ....................................................... 305
PREAMBULO

Quizá ningún sector de la cultura resulte tan refrac­


tario a ser resumido de una forma breve y clara como
el de la filosofía en su evolución histórica. Por esto
mismo, pocos dominios del saber tan desalentadores
como el filosófico para el estudiante que empieza o
para el profano deseoso de «hacerse una idea» de la
materia. La extrema y profunda complejidad de su ob­
jeto, el rigor con que debe tratarse, el entrecruza­
miento y diversidad de sistemas, la oscuridad y ar­
cano de su lenguaje, son causas permanentes de la
prevención con que generalmente se aborda él co­
nocimiento filosófico y del desánimo que acompaña
tantas veces a tos primeros esfuerzos del princi­
piante.
Hasta tiempos cercanos la especializaciórí más ri­
gurosa reinaba en el campo de la filosofía. Podía
suponerse que la filosofía era «lo que hacen los fi­
lósofos», esos sabios de un saber inútil que mantie­
nen a lo largo de los siglos sus querellas inacabables,
siempre en la sutileza de una terminología para uso
privado.
12 RAFAEL GAMBRA PREÁMBULO 13

H oy esta actitud hacia la filosofía es ya imposible compendio y ios exigencias que debe imponerse el
para el hombre culto de cualquier especialidad, y va que afronte la tarea de hacerlo si quiere evitar, en
siendo cada vez menos posible para el hombre en lo posible,, sus peligros. «La vida es corta—dice—y
general. Las nuevas concepciones físicas y sus con­ el conocimiento, sin límites: nadie tiene tiempo para
secuencias técnicas o destructivas requieren un in­ saberlo todo, y en la práctica nos vem os obligados
mediato apoyo filosófico si no tocan ya por sí mis­ a éscoger entre una exposición demasiado corta o
mas el dominio resolutivo o último de la filosofía. ■ renunciar a ese saber. El resumen es un mal nece­
Asimismo, las grandes experiencias políticas, socia­ sario, y el que lo afronta debe hacer lo mejor posi­
les y económicas de nuestra época representan ver­ ble una labor que, aunque intrínsecamente mala;
siones prácticas de sistemas filosóficos diversos, vale más que renunciar a ella. Es preciso que sepa
como si éstos hubieran dado un salto desde la quie­ simplificar sin llegar a deformar. Es necesario que
tud de su milenario apartamiento a la arena de unas aprenda a dirigir su atención hacia los elementos
realidades fabulosas y amenazadoras. De modo tal esenciales de una situación, pero sin abandonar de­
que ningún estudiante de Derecho, de Economía o masiado los flancos que matizan la realidad. De este
de Política, incluso de ciencias físico-naturales, pue­ modo llegará quizá a conservar, no toda la verdad
de iniciar ya su especialidad sin un cierto conoci­ (porque esto es incompatible con la brevedad en
miento de la filosofía, y de la evolución de sus gran­ casi todas la cuestiones importantes), pero conside­
des sistemas. . rablemente más que las peligrosas aproximaciones,
Sin embargo, subsiste la dificultad de abordar la que han sido siempre moneda corriente en el pen­
filosofía como conocimiento auxiliar y no especiali­ samiento.»
zado. Y en grado superior a esa dificultad, la difi­ En esta H istoria sencilla de la filosofía he pro­
cultad previa de resumir en ideas claras y trabadas curado atenerme a esas exigencias: simplificar sin
entre sí el pensar filosófico en su génesis histórica. deformar, perseguir la trama del pensamiento his­
Todo resumen o esquema cultural tiene algo de fa­ tórico sin ocultar su complejidad ni sus tensiones
laz y de deformante, porque su misma sencillez y creadoras. No abrigo ninguna pretensión de haberlo
trabazón lógica se obtienen casi siempre a costa de conseguido, ante todo porque lo que tiene de nece­
la matización y aun del sentido de una realidad sario el intento lo tiene de inasequible su logro ade­
complejísima, extensamente ramificada en su creci­ cuado. De aquí que para que un resumen de ése
miento. Los esquemas, además, copiándose y simpli­ género cumpla su misión se haga necesaria la cola­
ficándose unos a otros, repitiendo siempre determi­ boración del lector, al menos en la actitud y el espí­
nados temas y fórmulas, avanzan generalmente en ritu con que emprenda su lectura. Esta colaboración
el sentido contrario a la vida, que es diversificación supondrá en él la consciencia de lo que puede ob­
y enriquecimiento. tener y de lo que no puede esperar de un resumen
Compendiar es difícil y arriesgado; pero no por como el que tiene ante sí. Podrá alcanzar quizá
esto es menos necesario. Aldous Huxley ha expresa­ una noción adecuada, no forzada ni deformante, de
do con concisión y profundidad esta necesidad del lo que es la filosofía y del impulso espiritual que
RAFAEL GAMBRA
PREÁM BULO 15
14
Cumplirá su objetivo este trabajo—que no puede tener
históricamente la ha engendrado. Pero—entiéndase otra pretensión que la síntesis ni otro valor que la
bien—sólo «una noción», es decir, algo que nunca de­ claridad—si sirve a alguno de sus lectores para relacionar
berá tomarse por un verdadero conocimiento teórico ideas antes dispersas o para alumbrar en su espíritu el in­
o histórico de la filosofía: Porque en tal caso se con­ centivo del pensar filosófico.
vertiría automáticamente en la caricatura de lo que
es un esfuerzo de profundizacióti cuyo pasado en­
vuelve tres milenios de cultura humana.
Puede también obtener el lector de esta H istoria
SENCILLA otro fruto de su lectura sosegada: adquirir
la afición al pensar filosófico, esto es, un impulso
de interés hacia la « ciencia de las causas últimas».
Pero tampoco más que esa afición o ese impulso. Lo
cual no le eximirá, para una adecuada y más profun­
da comprensión de tos temas filosóficos, de un aden-
tramiento sistemático de las disciplinas que com­
ponen la filosofía.
He pensado muy especialmente al escribir este
libro en los alumnos que se disponen a iniciar sus
estudios universitarios y que han de improvisar al
término de su bachillerato esa comprensión de las
grandes corrientes del pensar filosófico, imprescin­
dible en el manejo de los textos corrientes en la Uni­
versidad.
Con posterioridad a la primera edición he com­
prendido la necesidad de ampliar los capítulos fina­
les referentes a la filosofía actual debido a la natural
curiosidad del lector hacia los temas y pensadores
del presente. He dado así cabida a escuelas y
sistemas actuales cuya existencia al menos es del
dominio general y cuyo conocimiento me parece
hoy necesario para una adecuada comprensión de
nuestro presente cultural, y ello aun a riesgo de
que su exposición, algo más minuciosa y menos esen­
cial, rompa la línea y aun el tono de la exposición
general.
i

¿QUE ES FILO SO FIA ?

EL PENSAR FILOSOFICO

El concepto de filosofía permanece aún hoy bas­


tante oscuro para la generalidad de los hombres,
para todos aquellos cuyos estudios no se aproximan
al campo mismo de la filosofía. Por lo general evoca
en ellos ideas muy dispares y confusas. La palabra
filosofía sugiere, en primer lugar, la idea de algo
arcano y misterioso, un saber mítico, un tanto im­
pregnado de poesía, que hunde sus raíces en lo pro­
fundo de los tiempos, y es sólo propio de iniciados.
Evoca, en segundo lugar, la idea de un arte de vivir
reflexiva y pausadamente. Una serena valoración de
las cosas-y sucesos exteriores a nosotros mismos,
que produce una especie de imperturbabilidad inte­
rior. Así, cuando se dice en el lenguaje vulgar: «Fu­
lano es un filósofo», o bien «te tomas las cosas con
filosofía».
Sin duda, algo de verdad habrá en estos concep­
tos, como lo hay en todo y como se encuentra siem­
pre en las ideas de dominio vulgar. Ya decía Aristó­
teles en el libro I de su Metafísica que «el amigo de
la filosofía lo es en cierta manera de los mitos, por-
1S HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 19

que en el fondo de las cosas está siempre lo ma¡ü oscura convicción que tiene el niño de no estar en
villoso». Y no es menos cierto que el poseer una co­ condiciones de llegar a entenderlo todo, de otra, nos
herente visión del Universo ha de producir en el hacen aceptar fácilmente una visión del Universo
ánimo del filósofo una serena beatitud, y, con ella, que, en la mayor parte de los casos, será definitiva
una independencia de las pasiones interiores y de la e inconmovible.
varia fortuna exterior, com o pusieron de relieve los Sin embargo, si adviniéramos al mundo en estado
estoicos. adulto, nuestra perplejidad sería semejante a la del
La filosofía es, sin embargo, la Actividad más na­ hombre que, perdido el conocimiento, amaneció en
tural del hombre, y la actitud filosófica, la más pro­ un lugar desconocido. Si este mundo que nos parece
piamente humana. tan natural y normal fuera de un m odo absoluta­
Imaginemos a un hombre que salió de su casa y ha mente distinto nos habituaríamos a él con no mayor
sufrido un accidente en la calle a consecuencia del dificultad. Llegada la inteligencia a su estado adulto
cual perdió el conocimiento y fue trasladado a una suele, en algún momento al menos, colocarse en el
clínica o a una casa inmediata. Cuando vuelve en sí punto de vista del no habituado, de su nesciencia
se encuentra en un lugar que le es desconocido, en profunda frente al mundo y a sí mismo. En ese ins­
una situación cuyo origen no recuerda. ¿Cuál será tante está haciendo filosofía. Muchos hombres aho­
su preocupación inmediata, la pregunta que en se­ gan en sí esa esencial perplejidad: ellos serán los
guida se hará a sí mismo o a los que le rodean? No menos dotados para la filosofía; otros la reconocen
será, ciertamente, sobre la naturaleza o utilidad de como la única actitud sincera y honesta y se entregan
los objetos que ve a su alrededor, ni sobre las me­ a . ella: éstos serán—profesionales o no—filósofos.
didas de la habitación o la orientación de su venta­ La filosofía, pues, lejos de ser algo oscuro y su-
na. Su pregunta será una pregunta total: ¿qué es perfluo situado sobre la sencilla claridad de las cien­
esto? O, mejor, «na que englobe su propia situación: cias particulares, es el conocimiento que la razón
¿dónde estoy?, ¿por qué he venido aquí? humana reclama de modo inmediato y natural.
Pues bien, la situación del hombre en este mun­ Para llegar a una más clara noción de lo que sea
do es en un todo semejante. Venimos a la vida sin filosofía, tratemos de sentar y de comprender una
que se nos explique previamente qué es el lugar á definición de la misma. Aunque se han propuesto
donde vamos ni cuál habrá de ser nuestro papel en muchas definiciones de filosofía en los diferentes
la existencia. Tampoco se nos pregunta si queremos sistemas filosóficos, podemos atenemos a la defini­
o no nacer. Cierto que, como no nacemos en estado ción clásica, en la que coincidirán casi todos los fi­
adulto sino que en la vida se va formando nuestra lósofos; ella nos servirá después para delimitar lo
inteligencia, al mismo tiempo nos vamos acostum­ que es filosofía de lo que no lo es en el seno de los
brando a las cosas hasta verlas como lo más natural posibles modos de conocimiento humano:
e indigno de cualquier explicación. A los prime­
ros e insistentes porqués de nuestra niñez respon­ Ciencia
den nuestros padres como pueden, y el inmenso pres­ de la totalidad de las cosas
tigio que poseen para nosotros de una parte, y la por sus causas últimas,
adquirida poi la luz de la tazón.
20 RAFAEL GAMBRA HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 21

Ciencia: Muchos de nuestros conocimientos no son pregunta ¿qué se hace de los demás?, ¿qué dei todo
científicos. Así el conocimiento que los hombres como unidad? El hombre en el mundo, como el que,
siempre tuvieron de las fases lunares, de la caída de en nuestro ejemplo, despierta en aquel ambiente des­
los cuerpos. Así el que tiene el navegante de la pe­ conocido, no puede satisfacerse con explicaciones par­
riodicidad de las mareas, etc. Estos son conocimien­ ciales sobre los diversos objetos que le rodean. De esta
tos de hechos, vulgares, no científicos. Pero quien visión de totalidad sólo se hace cargo la filosofía, y
conoce las fases de la Luna en razón de los movi­ en esto se distingue de cada una de las ciencias particu­
mientos de la Tierra y su satélite, la caída de los lares.
cuerpos por la gravedad, las mareas por la atracción
lunar, conoce las cosas por sus.causas, esto es, posee Por sus razones más profundas: Cabría pensar, sin
un conocimiento científico. Para hablar de ciencia, embargo, que, si de cada ciencia particular se dife­
sin embargo, hay que añadir la nota (o caracterís­ rencia la filosofía por la universalidad de su objeto,
tica) de conjunto ordenado, armónico, sistemático, no se distinguiría; en cambio, del conjunto de las
frente a la fragmentaiiedad de conocimientos cien­ ciencias particulares, de lo que llamamos enciclo­
tíficos aislados. La filosofía es, ante todo, conoci­ pedia. Si las ciencias particulares se reparten la
miento por causas, esto es, no se trata de un mero realidad en sectores diversos, el conjunto de las
conocimiento de hechos, ni tampoco de una expli­ ciencias estudiará la realidad entera. Por otra parte,
cación mágica—por relaciones no causales—de las si cada ciencia se hace cargo de un sector de la rea­
cosas; y en forma coherente, unitaria, por oposición lidad y todos los sectores tienen su correspondiente
a cualquier fragmentarismo. Por ello Aristóteles de­ ciencia, no quedará ningún objeto posible para otro
finía a la ciencia—y a la filosofía, que para él se saber de carácter filosófico.
identifican-—como « teoría de las causas y princi­ Para distinguir la filosofía de la enciclopedia de­
pios». bemos hacernos cargo antes de la distinción entre
objeto material y objeto formal de una ciencia. Ob­
De la totalidad de las cosas: La filosofía no re­ jeto material es aquello sobre lo que trata la cien­
corta un sector de la realidad para hacerlo objeto cia. El objeto material de la enciclopedia (la totali­
de su estudio. En esto se distingue de las ciencias dad de las cosas) coincide con el de la filosofía. Ob­
particulares (la física, las matemáticas, las ciencias jeto formal es, en cambio, el punto de vista desde
naturales), que acotan una clase de cosas y prescin­ el que una ciencia estudia su objeto. Así la geología
den de todo lo demás. y la geografía tienen un mismo objeto material
Heidegger, un filósofo alemán existencíalista, falle­ {'Geos, la Tierra), pero distinto objeto formal, pues
cido en 1976, empezaba uno de sus más memorables mientras a la primera le interesa la composición de
artículos destacando la angustia, la esencial insatis­ las capas terrestres,, la geografía estudia la confi­
facción que el hombre experimenta ante la delimita­ guración exterior de la Tierra; otro tanto sucede
ción que cada ciencia hace de su objeto propio: la física con la antropología, la psicología, la anatomía, la fi­
estudia el mundo de los cuerpos... y nada más; la bio­ siología, que estudian todas al hombre desde distin­
logía, el mundo de los seres vivos... y nada más. Y se tos puntos de vista.
RAFAEL GÁMBHA h is t o r ia s e n c il l a d e l a f il o s o f ía 23
22

Así, cada ciencia, y enciclopedia como suma tie una concepción racional de la realidad, porque, como
ellas, estudia sus propios objetos por sus causas o dice Aristóteles: «es indigno del hombre no ir en
razones inmediatas, propias e inmanentes a ese sec­ busca de una ciencia a que puede aspirar».
tor de la realidad. La filosofía, en cambio, estudia su La filosofía responde, pues, a la actitud más natu­
objeto por las razones últimas o más generales. Ca­ ral del hombre. En rigor, todo hombre posee, más
da ciencia parte de unos postulados o axiomas que o menos confusamente, una filosofía. Piénsese, por
no demuestra, y ateniéndose a ellos trata su objeto. ejemplo, en la India, ese pueblo apático, indiferen­
La filosofía, en cambio, debe traspasar esos postu­ te, que se ha dejado siempre gobernar por extran­
lados científicos y llegar a una visión coherente del jeros sólo por no tomarse el trabajo de hacerlo por
Universo por sus razones más profundas. Las cosas sí mismo; en el fondo de su actitud ante la vida
se explican fácilmente unas por otras, lo difícil es hay toda una concepción filosófica: ellos son pan-
explicar que haya cosas. Este problema, radical, so­ teístas, creen que el mundo es una gran unidad, de
bre la naturaleza del ser y sobre su origen y sentido la que cada uno no somos más que una manifesta­
constituye el objeto formal de la filosofía, por el ción, y a la que todos hemos de volver. Ante este
que se distingue del conjunto de las ciencias. La fi­ fatalismo que anula la personalidad, la consecuencia
losofía y la enciclopedia, en fin, se diferencian como natural es el quietismo.
la suma del todo: no se explica al hombre, por Los pueblos occidentales, en cambio, han sido
ejemplo, describiendo su hígado, su bazo, su pul­ siempre activos, emprendedores. También les mueve
món, etc. una filosofía, que es en ellos colectiva: creen en la
personalidad de cada uno como distinta de las cosas
Adquirido, por ta luz de la razón: Cabría todavía y de Dios, y como perfectible por su propio obrar.
confundir la filosofía con otra ciencia que trata tam­ ,A semejanza de aquel que escribía en prosa sin sa-.
bién de la realidad universal por sus últimos prin­ berlo, todo hombre es filósofo aunque no se dé
cipios, envolviendo la cuestión del origen y el senti­ cuenta.
do: la teología revelada o, más exactamente, el saber En sus orígenes, filosofía era lo mismo que cien­
religioso. Distínguense, sin embargo, por el medio cia; filósofo, lo mismo que sabio o científico. Así,
de adquirir ambos conocimientos, pues al paso que Aristóteles trata en su obra no sólo de esas profun­
el saber religioso procede de la revelación y se das cuestiones que hoy se reservan los filósofos,
adquiere por la fe, el saber filosófico ha de cons­ sino también de física, de ciencias naturales... Fue
truirse con las solas luces de la razón. Al revelar Dios más tarde, con el progreso del saber, cuando se fue­
el contenido de la fe quiso que todo hombre tuvie­ ron desprendiendo del tronco común las llamadas
ra el conocimiento necesario de su situación y de su ciencias particulares. Cada una fue recortando un
fin para salvarse; pero este conocimiento, aunque trozo de la realidad para hacerlo objeto de su estu­
para el creyente sea indudable, no constituye por sí dio a la luz de sus propios principios. Esto consti­
una concepción del Universo, sino sólo los datos e tuyó un proceso necesario por la misma limitación
hitos prácticos necesarios para la salvación, y no exi­ de la capacidad humana para saber. Hasta después
me al hombre de la necesidad y del deseo de poseer del Renacimiento hubo todavía—excepcionalmente—
24 RAFAEL GAMERA D IVISIO N DE LA FILOSOFIA

algún sabio universal: hombres que poseían cuanto


en su época se sabía. Descartes, por ejemplo, fue uno
de ellos. Quizá el último sabio de este estilo fuera
Leibniz, un pensador de la escuela cartesiana que
vivió en el siglo xvn. Después nadie pudo poseer ya
el caudal científico adquirido por el hombre, y hoy
ni siquiera es ya posible con cada una de las cien­
cias particulares.
Sin embargo, por encima de esta inmensa y ne­
cesaria proliferación de ciencias independientes, sub­
siste la filosofía como tronco matriz, tratando de
coordinar y dar sentido a todo ese complejísimo
mundo del saber y planteándose siempre la eterna
y radical pregunta sobre el ser y la estructura del
Universo.

Cuando la filosofía abarcaba todo el ámbito de la


ciencia, Aristóteles dividió los modos del saber por
lo que él llamó los grados de abstracción. Abstraer
es una operación intelectual que consiste en separar
algún aspecto en el objeto para considerarlo aisla­
damente prescindiendo de lo demás. Este poder de
abstraer se identifica realmente con la facultad in­
telectual o racionalidad del hombre: traspasar las
cosas concretas, singulares, que conocen también ios
animales, para quedarse con lo que tienen de común,
con su esencia o concepto, prescindiendo de lo que
tienen de individual, es la función racional, propia­
mente humana. Intelectual procede de esto: iritus
legere, leer dentro, captar la idea o universal sepa­
rando todo lo demás.
Cabe realizar la abstracción en tres grados suce­
sivos : en el primero se prescinde de los caracteres
individuales, concretos, de las cosas que nos rodean,
para quedarnos sólo con sus caracteres físicos o na­
turales, y ello determina la física y las ciencias de
X>\FAf f r\ a \fT*lí a HISTORIA SENCILLA DE JLA FILOSOFÍA 27
26

la naturaleza. En un segundo grado de abstracción, de a las tres más generales categorías del ser real:
el cosmos o conjunto ordenado del mundo material,
se prescinde también de toda cualidad específica o
natural y nos fijamos sólo en la cantidad pura—el inerte; las almas, como algo distinto e irreductible
número—, engendrándose así las ciencias matemáti­ a la materia, y Dios, que sobrepasa y no correspon­
de a ninguno de los dos grupos.
cas. En un tercero, por fin, prescindimos también
En la filosofía del conocimiento cabe distinguir
de la cantidad y nos quedamos únicamente con el dos ciencias: la lógica y la teoría del conocimiento.
ser—lo que tienen de común todas las cosas—, esa
noción generalísima y primera, y éste es el origen El pensamiento no se produce espontáneamente, de
un modo anárquico, en la mente del sujeto, sino que,
de la metafísica, a la que Aristóteles llamaba filoso­ sea lo que quiera lo que se piense, debe sujetarse a
fía primera. unas formas y leyes, que son la estructura misma
Sin embargo, dado que posteriormente se han ido del pensamiento. A una persona que no hilvane su
separando las ciencias particulares y hoy no se con­ pensamiento de acuerdo con un orden y consecuen­
sidera filosofía a ciencias como las matemáticas o cia la llamamos ilógica, y a quien no razona en ab­
las físiconaturales, ha prevalecido otra división en el soluto conforme a esas leyes, lo recluimos en un ma­
seno de los estudios que hoy se reserva la filosofía. nicomio. Esas formas y leyes del pensamiento son
Esta división es debida a un alemán—Christian el objeto de la lógica. Para estudiarlas no es necesa­
W olff—^que fue discípulo de Leibniz, a quien ya co­ rio salir del pensamiento m ism o: al lógico no le in­
nocemos. Dividía W olff la filosofía en tres grupos ge­ teresa que lo pensado esté de acuerdo con la reali­
nerales de materias: la filosofía real, la filosofía del dad, sino que esté de acuerdo con las leyes del pen­
conocimiento y la filosofía de la concLucta, La pri­ samiento. Imaginemos el siguiente razonamiento:
mera estudia el ser y las cosas en general; la segun­
da trata de ese gran fenómeno que se da en nuestra Los cuadrúpedos son racionales.
mente y que nos pone en relación con las cosas ex­ Las aves son cuadrúpedos.
teriores—el conocimiento— , fenómeno que nos dife­ Luego las aves son racionales,
rencia de una piedra, por ejemplo, que, no teniendo
conocimiento, está cerrada sobre sí, no entra en re­ En él todo lo que se afirma es falso; sin embargo,
lación con lo que está fuera de ella; la tercera estu­ para la lógica es un razonamiento válido, porque es­
dia la acción y las normas que la rigen: comple­ tá trazado según las reglas del silogismo. Suponga­
mento del conocer es el obrar, el reaccionar sobre mos este otro:
las cosas que se nos manifiestan en el conocimiento.
Cada uno de estos grupos abarca varias ciencias. Algunos españoles son andaluces.
Algunos españoles son sevillanos.
La filosofía real se divide en metafísica general y Luego los sevillanos son andaluces.
metafísica, especial. La primera, que es la fundamen­
tal y determina en cada filósofo la naturaleza toda Todas las proposiciones son en él verdaderas, pero
de su sistema, estudia el ser en cuanto ser, el ser-en lo son por casualidad, porque la consecuencia es
sí. La especial se divide en cosmología, psicología y ilógica: lógicamente es rechazable.
teología natural o teodicea. Esta división correspon­
28 RAFAEL GAMBRA h is t o r ia s e n c il l a d e l a f il o s o f ía 29

Cabe, pues, que fuera de la lógica nos planteemos psicología, la ética, etc., que son, al fin y al cabo,
otra pregunta sobre el conocimiento en general: ¿co­ su aplicación o prolongación. Así, de todos los gran­
rresponde el pensamiento con la realidad o nos en­ des sistemas filosóficos de la historia puede decirse
gaña en sus datos? ¿O se tratará, incluso, dé una que surgieron de una idea madre, fundamental, de
creación de la mente? A esta pregunta trata de res­ una concepción original del ser y del Universo. El
ponder la otra rama de la filosofía del conocimiento: sistema de Heráclito, por ejemplo, surge de la idea
la epistemología o teoría del conocimiento. de identificar el ser con el devenir; el de Parméni-
Pero entre sujeto y objeto no se tiende sólo el des, de la unicidad panteística del ser; el de Aris­
puente del conocimiento, sino también el de la ac­ tóteles, de su tesis del acto y la potencia; el de
ción. Si en el conocimiento el objeto impresiona al Kant, de su concepción del espacio y el tiempo como
sujeto trasmitiéndole su imagen, en la acción es el formas a priori; el de Bergson, de su idea de la du­
sujeto quien reacciona sobre el objeto modificándo­ ración o tiempo real, etc.
le. Pues bien, el obrar, como el pensar, está también
sometido a sus normas, que son inmutables y uni­
versales. El niño, al mismo tiempo que conoce la
noción de verdadero y falso, y antes de llegar a las
de lógico e ilógico, aprende a distinguir las de bue­
no y malo, la licitud o ilicitud de los actos. Pues
bien, la parte de la filosofía que estudia las leyes de
la licitud o moralidad de los actos y su fundamento
es la ética.
Tenemos, con esto, el sistema de las ciencias pro­
piamente filosóficas, que podemos condensar en este
cuadro:
Metafísica gei eral o filosofía primera.
real í cosmología.
Metafísica esp :cial < psicología.
( teología natural,
Filosofía. < ( 1 Apira
del conocimiento ) «
del conocimiento.
de la conducta... ética.

A pesar de estas divisiones, la filosofía es, esen­


cialmente, una. Es decir, que la concepción básica
que se tenga del ser en la metafísica general deter­
mina las posteriores visiones de la cosmología, la
LA UTILIDAD DE LA FILOSOFIA HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 31
ésta: el animal, ante un objeto cualquiera, si es des­
conocido para él, puede mostrar algo parecido a la
perplejidad inquisitiva, pero lo que oscuramente se
pregunta e s: ¿para qué sirve esto?, ¿en qué relación
estará conmigo?, ¿se trata de algo perjudicial, indi­
ferente o beneficioso? Cuando el animal se tranqui­
liza respecto a esta cuestión no siente otra preocu­
pación ante las cosas. El hombre, en cambio, es el
único animal que traspasa esta esfera utilitaria y se
pregunta además ¿qué es? A esto sólo se puede res-
ponder con la esencia de las cosas, cuya reproducción
en la mente del hombre es la idea o concepto. Ante
un extraño fenómeno que aparece en el cielo no se
satisface un hombre asegurándole «que está muy le­
jos» o que «es inofensivo». Será preciso explicarle
que se trata, por ejemplo, de una aurora boreal, y
si sabe qué es ello se dará por satisfecho. De este
género de curiosidad puramente cognoscitiva es de
lo que nunca dio muestras un animal. Por eso los
Es muy frecuente oír la pregunta de para qué animales no hablan: expresan, sí, su temor, o su
sirve, cuál es la utilidad de la filosofía. ¿Para qué dolor, su contento, todas sus reacciones sentimenta­
ciertos hombres se dedican a abstrusas cavilaciones „ les ante las cosas, pero el hablar consiste en expre­
sobre el origen y la naturaleza última de las cosas? sar juicios, y en los juicios uno por lo menos de sus
¿Para qué sirven estos estudios? ¿Qué utilidad prác­ términos (el predicado) ha de ser un concepto o
tica pueden reportamos? ¿Simplemente, como pare­ universal. Porque lo individual sólo se puede atri­
ce acontecer, la de engendrar nuevas especulaciones buir a ello mismo («este pan» o «Juan» sólo se pue­
y enseñarlas a nuevas generaciones? de predicar de este pan o de Juan). ¡Por eso tampoco los
En términos generales, ha de contestarse a esta animales ríen. Porque la risa se provoca por el contraste
objeción que la filosofía, en efecto, no sirve para- entre una idea que poseemos y la realidad concreta, que*
nada, pero que en esto precisamente radica su gran­ resulta mucho más baladí. Por eso tampoco los animales
deza. Las diversas técnicas sirven al hombre y el progresan, porque la técnica nace de la ciencia, y la cien­
hombre sirve a la filosofía en cuanto que la esencia cia se forma de leyes y principios, que son juicios.
diferencial de su naturaleza propiamente humana es Muchas masas humanas viven de acuerdo con una
la racionalidad, y ésta le exige la contemplación in­ organización de la vida que se asemeja .mucho a la
telectual del ser, el conocimiento desinteresado de la vida animal. Viven en una actividad incesante, fe­
esencia de las cosas. La diferencia fundamental en­ bril, encaminada a producir medios o útiles para sa­
tre la animalidad y la racionalidad es, precisamente, tisfacer las necesidades de la vida misma. Diríase
32 RAFAEL CAMBRA HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 33

■que su existir es un ciclo estéril que sólo sirve para todo sucede fatalmente, necesariamente, y por eso la
mantenerse a sí mismo y repetirse indefinidamente. metafísica y la cosmología carecen para ellos de im­
S i se suprimiese el todo se habrían resuelto dos pro­ portancia. El único interés filosófico lo centran en
blemas a la vez: el de la producción y el de la vida, la actitud que el hombre debe adoptar ante ese acon­
y podría pensarse que nada se ha perdido. Quienes tecer predeterminado; ,1a filosofía tendrá así por ob­
viven de tal forma sólo conciben preguntar ante una jeto inspirar al hombre la indiferencia o imperturba­
obra de arte, ¿cuánto valdrá?, o ante un descubri­ bilidad del sofos (sabio), la libertad interior y el des­
miento científico, ¿para qué servirá? La filosofía—la precio hacia las cosas exteriores y su varia fortuna;
ciencia pura—y el arte son precisamente las cosas La filosofía viene así a quedar reducida a una ética
que rompen ese círculo vicioso y confieren un sen­ o, mejor, un arte de vivir.
tido y un valor a la vida. El científico especulativo La moderna escuela fenontenológica, en cambio,
—el matemático, el físico, el químico, etc.—investi­ exagerando puntos de vista de Platón y de Aristóte­
gan por la contemplación pura, por el conocer sin les, sostiene que la filosofía ha de ser una pura y des­
más, aunque en estas ciencias, por la cercana y posi­ interesada contemplación de esencias.
ble aplicación técnica de sus resultados, sea frecuen­ Frente a una y otra concepción debemos afirmar,
te el que al investigador lo muevan también miras siguiendo en esto a Santo Tomás y a la escolástica
utilitarias, prácticas. Pero esto, que no ocurre siem­ cristiana, que la filosofía es, primaria' y fundamen­
pre al científico, no sucede nunca al filósofo porque talmente, contemplación pura; pero* por lo mismo
su campo está más allá de la posibilidad de aplica­ que es saber radical y de totalidad, incluye la per­
ciones técnicas. Así, y como dice Aristóteles, «entre sona y la vida del sujeto que contempla, y así la con­
las ciencias, aquella que se busca por sí misma, sólo templación alumbra además del ser el valor, y mue­
por el ansia de saber, es más filosófica que la que ve con ello la voluntad al mismo tiempo que ilumi­
se estudia por sus resultados prácticos; así como la na el entendimiento. La filosofía no es así ciencia
que domina a las demás es más filosófica que la que pura, sino más bien sabiduría, saber total, íntimo,
está subordinada a otra» (Met. 1, 2 .) que incluye y compromete al hombre todo con sus
La filosofía, pues, no es un medio, sino un fin ; facultades diversas. De este modo, cuando decimos
no sirve, sino que es servida por todas las cosas, por que todo hombre tiene en el fondo su filosofía, que
el hombre mismo, por lo más noble de él, que es su es filósofo sin saberlo, queremos significar, no sólo
facultad intelectual. que posee una concepción de la existencia, sino que
Sentado, pues, que la filosofía no tiene una utili­ adopta, en consecuencia, una determinada actitud
dad técnica, cabría, sin embargo, retraer la cuestión ante la vida.
a un plano más profundo—mctafísico o personal—y Y esta fusión de la filosofía y la vida humana, en
preguntar si la filosofía podrá tener alguna repercu­ su sentido más profundo, hace que la historia de la
sión útil de carácter espiritual. Y a esta pregunta filosofía coincida, en rigor, con la historia de la vida
han sido varias y opuestas las respuestas a lo largo del hombre. Ambas, filosofía y vida, se penetran de
de la historia. tal modo a lo largo de la historia universal que unas
Los estoicos dan por sentado que en el Universo veces es la filosofía la que determina la evolución
RAFAEL GAMBRA FILOSOFIA Y FILOSOFIAS
34

de la humanidad y otras es la evolución humana la \


que exige una determinada filosofía. Así, por ejem­
plo, los grandes acontecimientos políticos y sociales
de la Revolución francesa, que cambiaron la fa 2 del
mundo, estaban preformados en las obras de los fi­
lósofos empiristas—Locke y Hume—y en el movi­
miento filosófico de la Enciclopedia. A la inversa,
la nueva actitud estética y antirreligiosa que trajo
consigo el Renacimiento y sus grandes genios exigía
una filosofía congruente, de carácter subjetivista y
racionalista, y esta filosofía fue, casi un siglo des­
pués, la de Renato Descartes.
Por esto, puede decirse con toda propiedad que
la más profunda historia de la humanidad que pue­
de escribirse es la historia de la filosofía.

En los dos párrafos anteriores hemos rozado dos


objeciones que suelen poner los que creen que junto
al saber de las ciencias no cabe el de la filosofía,
porque el campo de ésta ha sido o debe ser absor­
bido por ellas. Era la primera que, si las diversas
ciencias particulares se reparten todo el campo de
la realidad, no queda objeto para la filosofía. La se­
gunda achacaba a la filosofía su inutilidad. Nos que­
da aludir aquí a una tercera objeción muy frecuente
contra la licitud de lo que llamamos filosofía: las
ciencias—se dice—se caracterizan por su unidad, y
ello es el m ejor indicio de su realidad y de su ver­
dad. Cuando se habla de la física, de la química,
por ejemplo, no es preciso aclarar de cuál de ellas,
porque no hay más que una. En cambio, si de filo­
sofía se trata, hay que determinar en seguida si nos
referimos a la filosofía kantiana, o a la escolástica, o
a la platónica... Si acaso surgen disparidades entre
los científicos sobre las últimas investigaciones, al
poco se resuelven tales discrepancias y predomina
36 RAFAEL GAMBRA HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 37

la verdad comprobada que todos reconocen: la mar­ mergida por las aguas a consecuencia de trastornos
cha de las ciencias es así rectilínea, en una sola di­ geológicos. Esto es para ellos cosa sabida porque el
rección. En filosofía, por el contrario, diríase que testimonio les merece un crédito absoluto. También
cada filósofo se saca de la cabeza su propia filoso­ es claro su conocimiento del lago en la capa superior
fía, que sale de ella toda entera como Minerva de la o más superficial de sus aguas: allá penetran los
cabeza de Júpiter, 7, pasado el tiempo, subsisten los rayos del sol y pueden distinguirse claramente los
mismos sistemas antagónicos con sus partidarios tan peces diversos que las cruzan y las algas que deben
irreductibles como el primer día, sin que parezca esquivar. Sobre este sector no puede surgir una du­
haber surgido ningún acuerdo o comprobación. rable discusión entre los observadores: cada dato
La respuesta a esta objeción se deduce de la mis­ puede ser comprobado sin más que verlo, y con ello
ma definición que hemos dado de la filosofía: por surge necesariamente el acuerdo.
sus últimas o más profundas razones; pero la vere­ Fondo y superficie de las aguas son conocidos para
mos con mayor claridad a través de un ejemplo. aquel pueblo, pero ¿bastará a aquellos hombres este
Este ejemplo nos servirá también para superar una conocimiento del lago? Indudablemente, no. Hay, en
última objeción que suele hacerse a la filosofía o, primer lugar, una extensa zona intermedia de la
más bien, a que nosotros hagamos filosofía, y este que nada dice el testimonio de los antiguos ni puede
nosotros se refiere a los que tenemos una fe religio­ penetrarse con la vista. ¿Qué animales poblarán es­
sa a la que nos adherimos con toda firmeza, sin te­ tas oscuras aguas en las que apenas penetran los
m or a errar. Vosotros los creyentes— se ha dicho—no rayos solares? Existirá, por otra parte, en los hom­
podéis hacer filosofía porque cada uno, en el fondo, bres que allí viven el deseo de penetrar con los me­
sabéis muy bien cuál es el origen, la esencia y el fin
dios a su alcance hasta donde sea posible en la pro­
del Universo y de vosotros mismos, y antes de em­
pezar se puede ya saber en lo que vais a terminár. fundidad de las aguas con la aspiración de establecer
Vuestra especulación no puede ser nunca libre, ra­ una cierta continuidad entre las dos zonas que son
cional, sincera, sino sólo una especie de apologética conocidas, de adquirir así una visión unitaria de lo
interesada en demostrar lo que de antemano creéis. que es el lago en su conjunto. De este modo, son­
Pues bien, imaginemos un pueblo que vive de an­ deando con. la mirada bajo las distintas luces del
tiguo en las márgenes de un lago profundo y miste­ día los últimos confines de lo visible, unos creerán
rioso. Es uno de esos lagos de montaña cuyas aguas ver unas cosas, otros, otras; unos interpretarán de
han cubierto un abismo, el hondo cono de un cir­ un modo las sombras que creen percibir, alguno
cuito de altos picos que no tiene más que una muy creerá ver el confín donde se asienta la antigua ciu­
alta salida para las aguas. El color de estas aguas dad; todos, en fin, se habrán hecho una composición
tiene el negro de la profundidad, y los .más largos de lugar sobre la estructura del lago que tienen
sondeos dudosamente han tocado suelo en su parte siempre junto a sí, composición de lugar para la que
central. Los habitantes de este pueblo saben por tes­ habrán partido de lo que claramente se ve en la su­
timonio de sus antepasados que en el fondo del lago perficie, para la que se habrán orientado por lo que
existen las ruinas de una antigua ciudad que fue su­ creen hay en el fondo, pero que será en todo caso
1» RAFAEL GAMBRA HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 39

un esfuerzo personal por satisfacer su anhelo de tiano, por ejemplo— que hace filosofía. Lo que por
penetrar el misterio y de saber. fe se sabe que existe en el fondo del lago orienta,
La situación del hombre ante la realidad en que sí, la mirada de los investigadores y les dice también
está inserto es por muchos aspectos semejante: la cuando han caído en error si entran en contradicción
zona clara, penetrada por los rayos del sol y com­ con sus datos, pero en modo alguno les exime de
probable por la experiencia sensorial, es la realidad su labor, ni les constriñe en su concepción sobre una
que estudia la ciencia físico-matemática, El fondo inmensa zona dejada a su libre inspección. La fe
del lago, con sus realidades últimas, son los datos religiosa depara al hombre sólo las verdades nece­
que nos proporciona la fe. El esfuerzo por penetrar sarias a su salvación; pero, aun contando con ellas,
en las ignotas profundidades de la zona media y por todo el Universo queda libre a la interpretación ra­
lograr una visión unitaria, sintética, es la filosofía. cional de los hombres, pudiendo existir sobre bases
¿Qué de extraño tiene que el conocimiento filosó­ ortodoxas, como de hecho existen, multitud de sis­
fico no posea la evidencia y la comprobabilidad que temas filosóficos.
posee el de las ciencias, si, por principio, versa so­ Cabría, sin embargo, pensar, si cada filósofo forja
bre cosas no experimentales, alejadas de ese terreno una concepción que ninguna relación guarda ni nada
manual, claro y distinto, de lo sensible? Su ineviden­ tiene de común con las demás, que la tendencia filo­
cia viene exigida por su misma naturaleza. Ella aca­ sófica del hombre es un impulso baldío, irrealizable.
rrea, a su vez, la pluralidad y la permanente coexis­ Algo como querer llegar al horizonte o coger el humo.
tencia de sistemas filosóficos diversos y hasta en­ En este caso, aunque la aspiración sea legítima, el
contrados. resultado es estéril. No sería otra cosa que el símbo­
Si cada sistema filosófico es un esfuerzo de pe­ lo de la tragedia humana: la tela de Penélope, teji­
netración y de interpretación—inevidentes e incom­ da por el día, destejida por la noche,
probables por principio—para lograr una visión uni­ Pero esto no es así. Aunque la evidencia y la po­
taria del Universo, nada más natural que la multi­ sibilidad de comprobación experimental no acompa­
plicidad de sistemas que, a menudo, se complementan ñen al saber filosófico, no puede dudarse que mu­
y corrigen entre sí en su humilde esfuerzo por chas de sus conclusiones han pasado al acervo común
aclarar'en lo posible el misterio del ser y de la vida. de la filosofía como adquisiciones permanentes. Es
Este destino antidogmático se halla escrito en el un hecho, por otra parte, que ningún filósofo co­
origen y en la raíz del nombre mismo de filósofo; mienza a pensar en la soledad de su propia visión:
cuando León, rey de los filiacos, preguntó a Pitágo- todo gran pensador construye contando con la obra
ras cuál era su profesión, no se atrevió éste a de sus predecesores, a partir de la situación filosó­
presentarse como sofos (sabio) al modo de sus ante­ fica de su época. Así—y como veremos—la historia
cesores, sino que se presentó humildemente como de la filosofía contiene una continuidad y un sentido
filósofo (de fileo, amar, y sofia, sabiduría), amante Clarísimos: es la trama del más grande empeño del
de la sabiduría. hombre, rico en frutos, o, como dijimos antes, la-
Semejante también a la de los moradores de las más profunda historia de la humanidad.
orillas del lago es la situación del creyente—del cris­
EL ORIGEN DE LA FILOSOFIA HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 41

siempre iguales a sí mismas. Las ideas geométricas,


los conceptos físicos, las leyes científicas, no varían,
son inmutables, unas y universales. Los sentidos, en
cambio, le ponen en contacto con un mundo en que
nada es igual a otra cosa, un mundo compuesto de
individuos diferentes entre sí (ni una hoja de árbol
es igual a otra), en que nada es inmóvil, sino todo
en movimiento, en constante cambio y evolución.
Este contraste desgarrador en el seno mismo de su
experiencia provoca la admiración o extrañeza en
el pensador, en el hombre en general, que experi­
menta una incomprensión natural hacia el hecho del
movimiento, del cambio, hacia su propio envejeci­
miento, hacia el constante paso de las cosas.
Durante veinticinco siglos, desde la época fabulosa
de los Siete Sabios de Grecia hasta nuestros días, el
«Lo que en un principio movió a los hombres a espíritu humano se debate en esta tremenda lucha
hacer las primeras indagaciones filosóficas—dice consigo mismo y con una realidad que se le desdo­
Aristóteles—fue, como lo es hoy, la admiración.» bla en dos experiencias contradictorias. Asistiremos
Para comprender la inspiración filosófica es preciso a esta gran tragedia del hombre y su existencia en­
sentir, en algún momento al menos, la extrañeza hebrando los grandes sistemas filosóficos que se han
por las cosas que son o existen, librarse de la habi­ sucedido a través de los tiempos, buscando senci­
tuación al medio y a lo cotidiano, ponerse en el llamente lo que cada uno ha añadido, y percibiendo
puesto del que abre los ojos en un ambiente desco­ al mismo tiempo el sentido y la continuidad de la
nocido y extraño. lucha misma.
Existe una primera admiración directa ante la
existencia. Si las cosas fueran de un modo comple­
tamente distinto de como son nos habríamos habi­
tuado a verlas con igual naturalidad.
Existe una segunda admiración, reflexiva; el hom­
bre posee dos experiencias; la que le proporcionan
sus sentidos, la vida sensible, que le es común con
el animal, y la que le depara su razón, ese superior
modo de conocimiento que le es privativo. Pues bien,
la razón le informa de un mundo de conceptos, de
ideas, de leyes, que son universales, invariables.
u

LA FILOSOFIA EN LA ANTIGÜEDAD

LA FILOSOFIA ENE GRECIA

Cuando indagamos el origen—en lo humano—-de


nuestra cultura—de esta que llamamos occidental,
que es también la cultura que ha predominado en
el mundo civilizado—nos remontamos siempre has­
ta la Grecia antigua, y de allí no pasamos.
Fue Grecia (siglos vi a 11 antes de I. C.) un pueblo
excepcionalmente dotado para el pensar filosófico, y
en él suele buscarse también el origen de la filoso­
fía. Estas condiciones especialmente aptas brotan
de una peculiaridad general de aquel pueblo: su ca­
rácter esencialmente humanista. Toda la cultura
griega se desarrolla en torno al hombre, y brota de
la serena contemplación de la naturaleza humana.
El arte griego no representa a descomunales dioses
ni a desatadas fuerzas de la naturaleza, como aconte­
cía en los otros pueblos de su época, sino al hombre
armónico, al canon de sus perfecciones. Un Apolo o
una Venus griegos tienen como medidas somáticas
la media aritmética de multitud de medidas experi­
mentalmente tomadas. La concepción arquitectónica

I
44 RAFAEL GAMBRA HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 45

de sus templos busca psicológicamente la serenidad que quiere descubrir la más profunda sabiduría en
en la contemplación del espectador, incluso defor­ los textos sagrados de la India, y no ve en la cultura
mando ligeramente las líneas teóricas para corregir griega más que una reducción de proporciones y de
las ilusiones ópticas. La vida política se construye horizontes respecto a la filosofía oriental, que le ha
ajustada al verdadero hombre, como una democracia proporcionado cuanto tiene de positivo. Piénsese en
de libre, humana y flexible administración. Hasta el culto de Dyonisos, en los mitos órficos, en el pi­
sus mismos dioses son hombres oon sus facultades tagorismo, en el propio Platón, en el período helenís­
potenciadas, pero armónica y bellamente potenciadas. tico. Consecuentes oon esto, Schopenhauer y Pablo
Pues bien, este espíritu humanista liberó en Gre­ Deussen, entre otros, intentan construir su sistema
cia al pensamiento del armazón irracional—mito y bajo la inspiración de la filosofía hindú.
religión—con que se presenta en los pueblos ante­ Aunque la verdad no se halla siempre en el término
riores y exteriores a Grecia, e hizo posible la refle­ medio, como acontece con la virtud, sí parece encon­
xión puramente filosófica. trarse en este caso. Es cierto que en los libros sagra­
Se ha discutido largamente si es justo hacer co­ dos de Confucio y en los Vedas se halla toda una
menzar la filosofía con la cultura griega, despre­ concepción del Universo expresada en mil máximas
ciando cuanto de filosófico pueda haber en las más éticas y psicológicas. No lo es menos que el hombre
antiguas culturas orientales. No puede dudarse de ejercitó desde su origen la facultad racional, que no
que en los libros sagrados indios, por ejemplo, se es monopolio de invención de ningún pueblo. Sin em­
oculta un gran caudal de sabiduría. Según unos, la bargo, ha de afirmarse también que es en Grecia
filosofía comienza en Grecia porque el pueblo grie­ donde por primera vez aparece un planteamiento
go descubrió la razón. Admiten los que esto opinan verdaderamente filosófico, es decir, donde se concibe
que los antiguos egipcios conocían, por ejemplo, me­ a la realidad como asequible a la razón, y a ésta
dios geométricos para la agrimensura, tan necesaria como el instrumento adecuado para lograr una con­
entre ellos por las avenidas del Nilo; que los caldeos cepción- del Universo.
sabían astronomía; que los indios y chinos poseían No debe despreciarse, pues, el caudal de sabiduría
profundos conocimientos éticos y psicológicos. Pero filosófica que se encierra en las literaturas orienta­
suponen que tales conocimientos, aunque fuera ra­ les, pero es justo que comencemos por Grecia nues­
cional su origen, eran poseídos ambientalmente, no tro estudio de este esfuerzo titánico del hombre
como productos de la razón, sino como revelaciones contra el misterio que le rodea que llamamos filoso­
mágicas, o como «secretos de la naturaleza» casual fía, porque allá encontramos las primeras soluciones
o sobrenaturalmente revelados. Sólo en Grecia se verdaderamente racionales. La sabiduría oriental,
plantean racionalmente las cuestiones y sólo allá la por otra parte, influye sobre numerosos temas del
razón fue utilizada como un medio adecuado de pe­ pensamiento griego, con lo que, indirectamente, ha­
netrar en la realidad. Los griegos tomaron conoci­ bremos de entrar en contacto con su contenido y
miento del valor de la actividad racional, descubrie­ con su espíritu.
ron la razón. Como esquema previo adelantamos este cuadro de
En los antípodas de esta teoría se encuentra otra los principales capítulos que trataremos de la filoso-
46 RAFAEL GAWBRA LOS PRIM ERO S FILOSOFOS COSMOLOGOS

fía clásica, antigua c greco-romana. En él se incluye


lina Situación cronológica por siglos:

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Alejandrina (ihii d.) ..........{ Gnosticismo.


«3 rt 8^
w Mileto-—puerto griego de la costa de Asia Menor—

Plotino.
Ow la época y el escenario de los más remotos intentos
filosóficos de que poseemos noticia. Allí vivió un per­
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sonaje cuyo conocimiento llega hasta nosotros en­
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O>— ■ O vuelto en la oscuridad de la leyenda y del mito:
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O
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nuT3 Tales de Mileto, uno de los fabulosos Siete Sabios de
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Ph Pcl, Grecia.
Lo que movió a los hombres a filosofar fue, como
hemos dicho, la admiración, y lo que históricamente
les admiró fue, ante todo, el cambio y la multiplici­
dad de individuos, experiencias que parecen contra­
© decir vivamente a la inmutabilidad y unidad de las
c3
ideas..
Pues bien, los primeros filósofos procuraron en­
contrar en el mundo físico—en la realidad material
siempre cambiante que nos rodea—un fondo estable,
v.n sustrato permanente al que todas las sustancias
sé redujeran, algo ante lo que la multiplicidad y el
'id cambio se convirtieran en apariencias..
7>
M
—I
' De Tales no sabemos más de lo que Aristóteles
O
uO nps dice: que el principio buscado creyó encontrarlo
O ¿n el agua, sustancia originaria que estaría en el
PU
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48 RAFAEL CAMBRA h is t o r ia s e n c il l a d e l a f il o s o f ía 49
fondo de todas las cosas. Podemos suponer algunos debió aparecer a los ojos de Anaxímenes como el
motivos que psicológicamente actuarían en aquel medio vital, la capa que envuelve a la tierra, fuente
pensamiento todavía primitivo: el agua del mar es de la vida y origen de todas las cosas. El aire, por
el límite de la tierra, y más allá de nuestro mundo otra parte, tiene la apariencia sutil, indivisible y
aseguran los navegantes que se extiende el océano amorfa que Anaximandro reclamaba para el princi­
infinito; si profundizamos bajo nuestro suelo encon­ pio universal.
tramos frecuentemente agua; el agua desciende del Esta meditación sobre el Cosmos o universo mate­
cielo y hace brotar la vida de las plantas, que son, a rial se prolonga en el siglo siguiente (V antes de J, C.)
su vez, el alimento de los animales; el agua, en fin, con otros filósofos que suelen agruparse bajo el nom­
puede transformarse por la temperatura en sólida y bre de pluralistas. Sus rasgos comunes estriban en
en gaseosa: el principio (arjé) de todas las cosas será, admitir rio una sola sustancia o arjé, sino una plura­
pues, el agua. lidad de elementos materiales irreductibles entre sí,
Anaximanáro, otro filósofo de aquel legendario nú­ y también en suponer una fuerza cósmica que expli­
cleo milesio, opinó que ese principio o fondo común que el movimiento o cambio de las cosas.
de todas las cosas no debe ser el agua precisamente, El primero de estos sistemas es el de Empédocles
sino una sustancia indeterminada, invisible y amorfa de Agrigento, quien sostuvo por primera vez la cos­
de donde el agua y todos los elementos de la na­ mología de los cuatro elementos —tierra, fuego, aire,
turaleza proceden. Llamó a este principio el apei- agua—, de cuya combinación se forman todos los
ron (lo indeterminado). Y como lo indeterminado cuerpos. En ella se encuentra el origen de la física
viene a identificarse con el caos para los griegos, cualitativa de los antiguos (por oposición a la moderna
pueblo amante de lo concreto limitado, de la per­ física cuantitativa). Junto a estos elementos admitía dos
fección de la forma, habrá de buscarse en la afir­ fuerzas, una el amor, que congrega y armoniza, y otra el
mación de Anaximandro la primitiva creencia griega odio, que disgrega o separa.
de que el mundo (el Cosmos, ordenado) procede Anaxágoras, por su parte, concibió el Cosmos como
del Caos, creencia que ya expresaba la Teogonia de agregado de unas realidades últimas cualitativamente
Hesíodo: diversas y en número indefinido, a las que denominó
homeomerías. Como principio de su movimiento y de
Mucho antes de todas las cosas existió el C a o s; la armonía resultante supuso la existencia de un ñus
después, la Tierra espaciosa.
Y el amor, que es el más hermoso de todos los Inmortales.
o mente ¡suprema, que venía a identificarse con Dios.
Esta teoría es el precedente más antiguo de la física
Un tercer filósofo de Mileto, por fin, Anaxímenes, de Aristóteles (teoría hilemorfista), que veremos más
sostuvo que el principio común de la aparente mul­ adelante.
tiplicidad y variabilidad de las cosas es él aire. El Por fin, Demócrito de Abdera supuso que el mundo
debió aparecer a los ojos de Anaxímenes como el material estaba compuesto de un número incalculable
medio vital, la capa que envuelve a la tierra, fuente de partículas diminutas, indivisibles —los átomos—,
de la vida y origen de todas las cosas. El aire, por que se mueven eternamente en un vacío sin límites.
otra parte, tiene la apariencia sutil, indivisible y Esta teoría atomística será el precedente remoto de
-da física cuantitativa de la Eda'd Moderna.
PITAGORAS Y SU ESCUELA HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 51

Los pitagóricos fueron los introductores de este nue­


vo culto verdaderamente religioso y atormentado,
por oposición al humanismo con que en Grecia se
concebía a la religión y al esteticismo de que se la
rodeaba. Los griegos suponían que bajo su inspira­
ción se realizaban sacrificios crueles y orgías, prác­
ticas inconcebibles para la mentalidad griega.
No es ésta, sin embargo, la principal aportación
de esta escuela en orden a la filosofía. Los pitagóri­
cos fueron grandes cultivadores de las matemáticas
y creyeron encontrar en los números el principio
{arjé), que los milesios habían creído descubrir en
los elementos naturales.
Ellos observaron que en la matemática es donde
únicamente se puede obtener la exactitud completa
y la evidencia absoluta; que el movimiento de los
cuerpos celestes puede estudiarse matemáticamente
Poco antes de estos últimos filósofos (siglo v), en la y predecirse así los eclipses y demás fenómenos; que
colonia griega del sur de Italia (Magna Grecia) fundó hasta en las bellas artes, la música está sometida a
Pitágoras una asociación que era a la vez escuela número y medida. Y fácil les fue concluir que el
filosófica y comunidad religiosa. Esta escuela, en la secreto del Universo está escrito en signos matemá­
que no sabemos qué debe atribuirse a su fundador ticos, que ellos son el principio fundamental del que
y qué a sus discípulos, tenía algo de secreto y mis­ todo se deriva.
terioso, como misterioso y nuevo era el culto al dios Pero, como participaban de la afición oriental a lo
Dyonisos, cuya fe profesaban. El culto dionisíaco se arcano y misterioso, envolvieron también esta teoría
inspiraba en los misterios órficos (reveládos al poe­ con el velo de un saber oculto, reservado sólo a los
ta y músico Orfeo), pero representaban en realidad iniciados. Asignaron así a los números una significa­
una penetración en el mundo heleno de las oscuras ción cabalística y a algunos un simbolismo sagra­
religiones, predominantemente monoteístas, de los do. De este modo creían poseer una clave para la
puenlos orientales. Se ha contrapuesto muchas veces interpretación del Universo. Todo para ellos se ha­
lo apolíneo y lo dionisíaco. Apolíneo es el espíritu llaba regido por el número y el orden; los cuerpos
griego: culto a la forma, a lo limitado, a 1¿ serena siderales, en su acompasado movimiento, interpre­
claridad de lo humano perfecto; dionisíaco, el domi­ tan una sinfonía musical, que no es percibida por el
nio de las fuerzas oscuras de la naturaleza, la inten­ oído humano. Esta idea de la armonía musical de
sidad de las pasiones profundas, el principio inde­ las esferas fue recogida por Fray Luis de León en
terminado, caótico, informe, que precedió y que ro­ su Oda a Salinas. Aquí se halla sin duda el origen
dea amenazante al orden limitado de lo humano. de la «música celestial».
52 RAFAEL GAMBRA HERACLITO Y PARMENIDES

Este mismo concepto de orden universal hizo ad­


mitir otra aportación de la filosofía india: el eterno
retorno, la pervivencia terrena de las almas que tras­
migran a otro cuerpo cuando sobreviene la muerte,
repitiendo así la sinfonía infinita del Universo. Esta
idea de la metempsícosis pasará, como veremos, a
Platón, que recoge varios temas del pitagorismo.

La viva antítesis entre la serena experiencia inte­


ligible y la cambiante experiencia de los sentidos
llega a su planteamiento definitivo y a soluciones
contradictorias con dos filósofos, también del siglo v
antes de J. C., que han sido llamados los padres de
la metafísica.
~Heráclito de Efeso, llamado el Oscuro, tuvo la agu­
da percepción de la variabilidad y fugacidad de
cuanto existe, de su diversidad y perpetua mudanza;■
Tzávza peí {paula reí), todo cambia, es la conclusión
en que expresa lo que la realidad le ofrece. Nada
de cuanto existe es, al momento siguiente, igual a
sí mismo. Ni en el mundo ni en nosotros mismos-
hay nada que pueda considerarse permanente, sino
sólo un continuo fluir. «La existencia—dice—es la
corriente de un río, en el cual no podemos bañamos
dos veces en las mismas aguas.» Si esto es así, ¿en
qué para la universalidad de nuestros conceptos, la
necesidad de nuestras ideas? En nada, absolutamen­
te; en la vanidad de un intento imposible, contra-
Íi\?iJl/, .
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HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA '55
EjrrJa L-
¡dictorio. Podemos ver el correr tumultuoso de las Posteriormente conozco otras ideas: la
¡aguas de un río que de continuo se penetran y fun- caballo, triángulo, justicia, etc. Y, después"}
|den entre sí. Pero para coger, para captar esa co- Senti' r f "
dos me informan de un mundo de individuo'
! miente no podríamos sino helar las aguas y tomar diferentes, cambiantes, perecederos...
¡los bloques sólidos. Y en ese momento habríamos Pero ¿es esto posible? Para que todas estas poste­
matado la corriente, el objeto de nuestro intento ha­ riores realidades puedan existir será necesario que
bría desaparecido. Aprehender la realidad en con­ el ser, lo más inmediata y seguramente conocido,
ceptos fijos, inmóviles, es com o helar la corriente tenga unos límites posibles, porque donde algo es
del río, matar la realidad en lo que tiene de más ilimitado no cabe nada más. Y ¿con qué limitará el
puramente real. El hombre es semejante, con su ser? ¿Con el ser? En este caso no limitaría, porque
razón, al legendario rey Midas, al que, en su afán nada limita consigo mismo. ¿Con el no ser? A esto
de riquezas, le fue concedido el poder de transfor- responde Parménides: el no ser, no es; es imposi­
, mar en oro cuanto tocaba, y su tragedia ante la ble, impensable. Si yo obtengo la idea de ser de
■realidad viva es semejante a la de ese rey cuando cuanto hay, ¿con qué derecho hablaré de algo desco­
quiso abrazar a su propia hija. La razón, como un nocido, incognoscible? Luego el ser no limita ni con
talismán maldito, es sólo capaz de crear conceptos el ser, ni con el no-ser; lo que vale como decir que
estáticos, muertos, lo más ajeno a la realidad y a no limita, que es ilimitado, infinito. Pero si es infini­
la vida misma. Y como el filósofo encama el ansia to, es uno, porque no hay lugaF para otro. Es, ade­
: humana de conocer, de poseer intelectualmente, se más, eterno, porque ¿qué le precederá?, ¿qué le se­
i representa a Heráclito llorando, es decir, como al guiría? ¿El ser?, ¿el no ser?... Es, asimismo, inmuta­
¡ hombre que llora su fracaso, la imposibilidad de sus ble, porque ¿de dónde vendría?, ¿a dónde iría?...
í afanes. Se dice de Heráclito que vio en el fuego el Y este ser uno, infinito, eterno, inmutable, es lo que
' principio de todas las cosas, pero esto es en él sólo el filósofo de Elea llama Dios; fuera de él nada hay.
un sím bolo: el fuego no es propiamente una entidad, De este modo Parménides cae en el panteísmo:
sino una destrucción; representa la naturaleza cam­ cuanto existe es parte, manifestación, de una sola
biante de las cosas, su tránsito vertiginoso, irrepa­ sustancia, de un solo ser, que es Dios. La existencia
ra b le , hacia la nada. de individuos y la mutación de las cosas son mera
Parménides de Elea fue ligeramente posterior a apariencia, engaño de «los ojos ciegos, los oídos sor­
í Heráclito y, contra el pensamiento de éste, que iden- dos, la Lengua que es sólo un eco», propios del vulgo.
I tífica con el del vulgo imprudente y ciego, construye Un discípulo de Parménides—Zenón de Elea—ilus­
su propia concepción del Universo. «Para que algo tró la tesis de su maestro con unos cuantos ejem­
fluya—comienza sentando—es preciso que haya añ­ plos prácticos que han pasado al dominio popular
il tes ese algo, es decir, un sustrato permanente, un ser y perdurado en él hasta nuestra época: él;
í en sí. La razón me pone en contacto con ese algo, de los pies ligeros, el mejor corredor. dtjLj^tica, no:*
|con la inmutabilidad de las ideas, pero, ante todo, adelantará nunca a la tortuga en su c
|con una idea que es la base de las demás: la idea de gamos que la tortuga le precede en uñáoste:
s ser, por la que me hago cargo de todo lo que es. cia. Cuando Aquiles llegue al punto (táoni

./
RAFAEL GAMBRA HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 57
56

cuentra la tortuga, ésta, como por principio no está Podemos observar cómo en este período de ini­
inmóvil, habrá andado algo, por poco que sea. Y ciación (preático o presocrático) de la filosofía grie­
cuando Aquiles llegue al nuevo punto, tampoco esta­ ga, el pensamiento humano ha ascendido ya a tra­
rá en él la tortuga, por la misma razón. Y así suce­ vés de los grados de abstracción de que hemos ha­
sivamente, el argumento nunca quebrará. Pero, aún blado. Los primeros filósofos cosmólogos, con su
más, Aquiles no puede moverse-, imaginemos que búsqueda de un principio material de todas las co­
debe recorrer un reducido sector de espacio. Para sas, representaban el primer grado de abstracción:
llegar al cabo del mismo tiene que pasar por el pun­ la abstracción física. Pitágoras y su escuela, a su
to medio, y para llegar a éste tendrá que pasar por vez, ascendieron al segundo grado o abstracción ma­
el punto medio de esta mitad, etc., etc. Habría de temática. Heráclito y Parménides, primeros filósofos
recorrer infinitos puntos para alcanzar su objeto y, metafísicos, alcanzaron, por fin, el tercer y último
como el infinito no se puede recorrer en un tiempo grado, la abstracción metafísica.
limitado, Aquiles no puede moverse. Él movimiento
es imposible, racionalmente contradictorio.
Cuéntase que mientras Zenón exponía sus tropos
—o dificultades—contra la posibilidad de movimien­
to, otro filósofo, Diógenes, se levantó y anduvo ante
los circunstantes, de donde toma origen la frase
vulgar: el movimiento se demuestra andando. Pero
Zenón hubiera contestado fácilmente que eso era
mostrar el movimiento, no demostrarlo. La contra­
dicción entre la experiencia sensible y la inteligible
subsiste, y en la duda Zenón, con su maestro Par-
ménides, se decidía por la segunda, porque el reino
de la razón es el reino de la evidencia.
Así, pues, en la contradicción radical que movió
a los hombres a filosofar, Heráclito resolvió a favor
del mundo de los sentidos, negando la razón, y
Parménides a favor de la razón, negando la experien­
cia sensible. Ambos abocan a dos actitudes ante la
vida que son esencialmente opuestas al espíritu he­
leno y occidental: el escepticismo en Heráclito, el
quietismo contemplativo en Parménides. Ello exigía
del genio filosófico griego otras más profundas so­
luciones capaces de recomponer la integridad del
hombre y, con ella, su armonía y actividad.
LOS SOFISTAS Y SOCRATES HISTORIA SENCILLA DE L A FILOSOFÍA 59

procede de lo que realmente llegaron a ser los so­


fistas.
Grecia no tuvo unidad política hasta los tiempos
de Alejandro, que son los de su decadencia. Se go­
bernaba por ciudades (polis) independientes, y en
forma democrática, con la espontánea democracia
de los pequeños grupos sociales. En el agora se ad­
ministraba justicia públicamente, y cada ciudadano
defendía su propia causal En estas condiciones pue­
de comprenderse la inmensa importancia que para
todos tenía el saber exponer brillantemente y con­
vencer a los jueces. Pues bien, los sofistas fueron
precisamente maestros 'dedicados a la enseñanza de
retórica y dialéctica, esto es, del arte de exponer,
defender y persuadir públicamente. Lo que hasta esa
época había sido el libre y desinteresado ejercicio
de la más noble dedicación, convirtióse entonces
Entre el v y el iv se halla el Siglo de Oro de la en una actividad mercantil; éste fue el primer sen­
filosofía griega. Es el período ático, que producirá, tido peyorativo que, en la época, adquirió la palabra
además de a Sócrates, a las dos figuras quizá más sofista: el _que -cobra por enseñar—o r mejor aún, -en­
grandes de la filosofía de todos los tiempos: Platón seña por cobrar.
y Aristóteles. Una característica fundamental señala Pero~cs ~otro y más profundamente peyorativo el
el límite de su comienzo: el espíritu reflexiona sobre sentido que la palabra adquirió a lo largo de la
sí mismo, y abandona, por el momento, el estudio historia, y ello se deriva del vicio intelectual en que
del mundo exterior. ¿Para qué conocer el mundo—se fueron a dar los sofistas con el ejercicio de su fun­
pregunta Sócrates—si no me conozco a mí mismo? ción. A fuerza de enseñar a defender todas las cau­
¿Qué soy yo mismo y qué mi razón, ese instrumento sas, y aun de lograr que sus alumnos triunfasen a
de que me valgo para conocer? Tal es el problema veces con causas injustas, casi indefendibles, se ex­
para este período, que se ha llamado humanístico, tendió entre ellos un espíritu escéptico, irónico ha­
de la filosofía griega. cia el concepto de verdad, y una fe ciega en el po­
En la iniciación de esta nueva época hay que des­ der humano de convicción y en su habilidad dialéc­
tacar un fenómeno de carácter social, que es lo que tica. Uno de los sofistas que registra la historia,
se conoce en la historia con el nombre de sofística. Protágoras (485-411), expresó esta convicción en su
Sofista no quiere decir en sí más que sabio o maes­ conocido principio «el hombre es la medida de to­
tro de sabiduría, y así era empleada esta palabra en das las cosas». Lo que vale tanto como decir que
aquella época. El sentido peyorativo y hasta insul­ el conocimiento es algo del sujeto, algo que se da
tante que hoy tiene (hábil falsario en el discurso) en su mente, por lo que el hombre puede ■crearlo y
60 RAFAEL GAMBRA HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 61

presentarlo como mejor le acomod.e; es cuestión de Dijimos al principio que según algunos «el pueblo
habilidad. griego descubrió la razón». Pues bien, esta signifi­
Este movimiento social fue la ocasión de que el cación de los griegos se encarna propiamente en la
espíritu griego se apartase de los temas objetivos figura de Sócrates. .-Sócrates afirmó la razón como
—metafísicos o cosmológicos—para polarizarse en medio adecuado para penetrar la realidad. Y hubo
la contemplación de lo interior, del hombre mismo de sostener esta afirmación frente á~~dós clases de
y su intelecto. ¿Qué es la verdad, eso que los sofis­ contradictores. Primeramente^ contra los sofistas:
tas ponen en entredicho? ¿Qué es la razón, eso que la razón bien dirigida sirve para alumbrar la reali­
nos sirve para el descubrimiento de la verdad? dad, no es una linterna mágica que forja visiones a
capricho sin relación con lo que es. Después, contra
los irracionalistas, contra los filisteos de la cultura.
Mucha gente en Atenas, como en todas partes, pa­
En el seno del movimiento sofístico surge una figu­ saba por especialista o profesional en una materia
ra que conmovió profundamente aquel ambiente, y sin que una verdadera comprensión de la misma ci­
que habrá de ser inspiradora y maestra de los más mentase aquel conjunto de- conocimientos. Sabían
grandes filósofos griegos de la Edad de Oro: Sócra­ cosas porque se las habían enseñado, pero a poco
tes (.409-399). Este filósofo no escribió nada, ni tuvo que se escarbase en su saber se descubría en seguida
tampoco un círculo permanente donde expusiera y que estaba montado en el aire. En el fondo, todos
sistematizara su pensamiento; él negaba su inclusión éstos, como los pueblos orientales y los bárbaros,
entre los sofistas «porque no cobraba por enseñar». sabían de un modo irracional, basado en la revela­
Sócrates habló únicamente; habló con sus amigos, ción o en el mito.
con sus conciudadanos, libremente, con la esponta­ Sócrates paseaba por las calles de Atenas y tro­
neidad del diálogo. Por ello de su personalidad y pezaba, por ejemplo, con un militar o con un retó­
de su pensamiento sabemos muy poco de modo rico. Les hace una pregunta sobre cualquier extre­
concluyente. Además, los discípulos que de él nos mo relacionado con su profesión. Ellos dan una
hablan—Jenofonte y Platón—son, cada uno por su respuesta más o menos acertada; entonces Sócrates
les pide una aclaración sobre los fundamentos en
estilo, malos biógrafos. El uno por defecto y el otro que ello se basa, preguntándoles, simplemente, ¿por
por exceso. Jenofonte no ve en Sócrates más que qué? Las más de las veces, los interrogados no re­
al ciudadano honorable y justo—una especie de sisten dos de estas preguntas y comienzan a divagar
burgués ejemplar—, que fue condenado injustamente o a dar respuestas huecas. No hay en ellos verdadera
por la ciudad y que aceptó la muerte con insupera­ ciencia porque no la han adquirido mediante el
ble entereza. Platón, en cambio, ve la profundidad ejercicio de la razón, sino por autoridad o por la me­
de la posición del maestro, pero en sus Diálogos, de moria.
los que Sócrates es protagonista, mezcla su propio
pensamiento con el de su maestro, sin que resulte A esta experiencia llega Sócrates valiéndose del
fácil delimitar el que corresponde a uno y a otro. primer aspecto de su método, que se ha llamado
62 RAFAEL CAMBRA HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 63

ironía. Para la segunda experiencia se valdrá de la rehúsa la escapatoria de la cárcel —y de la muerte—


mayéutica, nombre que proviene del oficio de su que lé ofrecían sus discípulos, y su famoso «discur­
madreé que era partera; esto es, « arte de dar a luz». so de las Leyes» en el que explica esta su decisión,
Sócrates interroga a un esclavo—el hombre más nos aclaran algo sobre el sentido de su muerte: él
ignorante— , y mediante preguntas graduadas que le muere en defensa de las Leyes, es decir, del orden
obligan a discurrir por sí mismo, va alumbrando la político y religioso de Atenas bajo cuyo cobijo ha
verdad y llegando a resultados muy superiores a vivido y vivieron sus padres. Si, huyendo, diera pú­
los que obtuvo con los hombres más cultos. blico testimonio de desobediencia al Tribunal de Ate­
La nesciencia (ignorancia! es. pues, el punió do nas, se haría merecedor de la sentencia dictada. Le­
partida, en nuestra búsqueda de la verdad, «Sólo sé jos de aparecer como un rebelde o un enemigo de
que no sé nada, pero aun supero a la generalidad las leyes, da su vida por defender a éstas contra sus
de los hombres que no saben esto tampoco.» Des­ verdaderos enemigos: de una parte, contra aquellos
pués, la búsqueda misma ha de realizarse con la pro­ que con su pereza mental las convierten en rutina y
decadencia; de otra, contra los impíos que extinguen
pia vis intelectual de cada uno, con la razón, que es sus fundamentos morales y religiosos (en este caso,
el instrumento de pentrar en la realidad. El resul­ los sofistas).
tado de esta búsqueda racional es el hallazgo de la Pudieron servir de epitafio a Sócrates sus propias
verdad—verdad diáfana, evidente, cimentada—? Esta y conocidas palabras: «Dios me puso sobre la ciudad
verdad no es creación de la mente ni de su habili­ como al tábano sobre el caballo, para que no se
dad dialéctica, sino descubrimiento ( alecéia). Este duerma ni amodorre».
hallazgo es una aventura de la mente que, lejos
de admitir falsos y extraños ídolos, debe seguir su
propio impulso (genio o demonio— datmon—inte­ La influencia histórica que Sócrates dejó tras de sí
rior.) De aquí el lema que Sócrates adoptó para su fue extensa y variada, como varias pudieron ser las
pensamiento, tomado del frontispicio del templo de interpretaciones de su magisterio y de su testimonio
Apolo en Delfos: «Conócete a ti mismo.» personal.
Mayores sombras aún que las que envuelven su Entre las llamadas «escuelas socráticas menores»,
obra y personalidad cubren las causas de su muerte. cabe aludir a los .drénateos y a los cínicos. Aristipo de
Sabemos que fue condenado por el tribunal de Ate­ Cirene acentuó en la enseñanza de Sócrates su impe­
nas a beber un vaso de cicuta, que los motivos oficia­ rativo de independencia personal y de búsqueda del
les fueron impiedad y corrupción .de la juventud. bien. Pero el bien fue concebido por esta escuela co­
Mártir, según unos, de la claridad interna y de la mo el placer o el refinamiento en el placer, objetivo
para una vida guiada por la razón. Es esta la primera
lucha racional contra el m ito; introductor, según escuela hedonista (hedoné, placer), que influiría un
otros, de formas refinadas de sexualidad, es lo cier­ siglo más tarde en las teorías de Epicuro de Samos.
to que, con su ironía metódica, no debió tener muy Antístenes interpretó, en cambio, que ese bien u
propicias a las clases cultas y a los valores consa­ objetivo último de una vida serena y racional era la
grados socialmente. El acto final de su vida en el que virtud, es decir, el dominio de las propias pasiones y
64 RAFAEL CAMBRA
PLATON
apetencias. El sabio debe vivir ateniéndose a lo indis­
pensable, despreciando todo lo superfluo como fuen­
te de esclavitud moral. Los cínicos prescindían así
de todas las convenciones sociales y hacían gala de
sinceridad y aun de desfachatez en sus juicios y res­
puestas. De aquí el concepto de «cínico» que ha lle­
gado hasta nuestros días. En lo demás, se sometían
a una vida mísera y ascética como imperativo de la
virtud. El nombre de la escuela deriva de Cinosargos,
de donde era su fundador, pero coincide también con
el nombre del perro (kutov, can), cuyas cualidades
elogiaban como modelo de vida: su sobriedad, salud,
alegría, impudicia y fidelidad. Los cínicos serán pre­
cedente de la escuela estoica, en el siglo siguiente.
Se consideran «escuelas socráticas mayores» las de
Platón y Aristóteles.

La empresa socrática de penetrar con ías armas


de la razón en la realidad que nos rodea y ascender
a la serena contemplación de la verdad, ganó para
la filosofía a uno de los más grandes espíritus de la
humanidad: Aristoclés, llamado familiarmente por
sus compañeros Platón (427-347). Fue el suyo un
espíritu de extraordinaria sensibilidad estética, que
supo . recubrir su per sarmentó con la belleza del
mito y de la fantasía;, consciente, por otra ...parte,
de su condición de filósofo—amante de la sabidu­
ría—, huyó siempre del dogmatismo y del sistema
cerrado, para atenerse a la actitud Humilde.. del
rapsoda y del poeta, que se expresan por analogías
y comparaciones. La misión filosófica de Platón ha­
bría de consistir en reparar la desgarradura que en
la concepción del. Universo habían 'abierto tanto
Heráclito como Pqrménides.. No, no era’ posible al
hombre renunciar sin más a una de sus dos expe.
néncias inmediatas; la cíe los sentidos o la de la
HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 67
66 RAFAEL GAMBRA

razón. Ello importaría renunciar, al mismo tiempo, significa etimológicamente lo que se ve, es el uni­
a la acción’ porque tanto el eícepticisiri© de Herá- versal, la esencia pura desprovista de toda indivi-
clito como el panteísmo de Parménides implican una pero__e ^ t m t e ' fuera de la
actitud quetista. mente, con .una existencia purísima perfecta. en
Puesto que Platón quiere sugerirnos su pensa­ aquel lugar bienaventurado donde el alma vivió en
miento a través de mitos y hermosas imágenes (es­ un tiempo anterior. (El hombre en sí, el caballo en
pecie de parábolas filosóficas), tratemos de descu­ sí, la justicia en sp son ideas subsistentes del cielo
brirlo en sus dos más conocidos mitos: el del carro empíreo.
alado, que se encuentra en su obra Fedro ó del Amor, Podemos imaginar, por ejemplo, una casa que ha
y el de la Caverna, que expone en el libro VII de la sido edificada. Sin duda que, por bien que se haya
República o el Estado. El primero envuelve su con­ realizado el proyecto, siempre será su realidad más
cepción general del Universo y el viejo problema de imperfecta que el plano del arquitecto que la ideó.
la «verdadera realidad» del arjé o principio. El se­ Pero el plano contiene también las imperfecciones
gundo procura explicar cómo están constituidas las de la materia en que se ha plasmado, y será muy
cosas concretas, materiales, de este mundo. Ambos inferior a la idea que el arquitecto forjó. Pues bien,
se complementan en el intento de dar una explica­ la propia idea del arquitecto, que se da en un cere­
ción armónica de la realidad. bro material e imperfecto, no alcanza tampoco a la
«El alma—dice en el Fedro—es semejante a un carro idea en sí, cuya pureza y perfección está por encima
alado del que tiran dos corceles—uno blanco y otro de toda limitación de la materia. «Aquel lugar su-
negro—regidos por un auriga moderador.» El caballo praceleste—el lugar de las Ideas—ningún poeta le
blanco simboliza el ánimo o tendencia noble del alma; el alabó bastante ni habrá quien dignamente lo alabe,
negro, el apetito o pasión baja, bestial; el auriga, a la ra­ porque la esencia existente en sí misma, sin color,
zón que debe regir y gobernar el conjunto. El alma así figura ni tacto, sólo la puede contemplar el puro
representada vivía en un lugar celeste o cielo empíreo, entendimiento.»
donde existió pura y bienaventurada antes de encamar En la vida celestial de algunas almas sobreviene,
en un cuerpo y descender a este mundo. En ese mundo o sin embargo, una caída. El caballo negro—la pa­
cielo de las Ideas el alma estaba como en su elemento, sión—, cuyo tirar es torcido y traidor, puede en un
sin experimentar la contradicción entre la experiencia momento más que el blanco—el ánimo esforzado,
sensible y la inteligible porque sólo existía allí la visión noble—y da en tierra con coche y auriga. Hallamos
intelectual. El alma, en este lugar celeste, contemplaba aquí quizá un eco lejano de la revelación primitiva
las Ideas. del pecado .^original, como se encuentra en muchos
Es preciso comprender lo que Platón entiende por de los más viejos textos de la humanidad. A conse­
Idea, porque es la base de su concepción y difiere cuencia de esta caída el alma desciende a este mundo
de la acepción corriente. Para nosotros, idea es algo y se une a un cuerpo, al que permanecerá adherido
mental, subjetivo: el concepto, que puede atribuirse como la ostra a su concha. Én su nuevo y desven­
a varios objetos a los que representa en lo que tie­ turado estado ha olvidado las Ideas que antes con-
nen de común. Para Platón, Idea es algo objetivo: templó intuitiva, directamente. Ahora tendrá que co-
RAFAEL OAMBRA
68 HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 69
nocer a través de los sentidos corporales, y sólo per­ por la senda son las diversas Ideas o arquetipos de
cibirá cosas concretas, sii^jaíaresJ Sin embargó. Tas las cosas; las sombras, en fin, son las cosas de este
cosas que le rodean varlícivan—como el hombre' mundo. La forma de estas sombras,- distinta en Uñas
mismo— en la Idea, aunque ñor otra parte estén de otras, procede de las Ideas; las cosas de este
indi vidú afijados p or su inserción en la materia. mundo a ello deben sus
Y el alma, al percibirlas, se siente subyugada, lla­ perfecciones, _su_ .entidad^.Jñ_qiie_sjmJ.., Esta idea de
mada interiormente a la búsqueda de algo muy ín­ participación (mecexis) es fundamental en Platón.
timo que aquellas cosas le sugieren. Experimenta Pero en las sombras observamos en seguida su ca­
algo así como la extraña emoción que nos invade rácter negativo; son—-diríamos—u n j o ser; este ca­
al encontramos en un lugar en que discurrió nues­ ballo concreto, por ejemplo, participa ^or’ una parte
tra infancia y que, aunque olvidado, evoca en nuestra de la idea caballo y eso le hace ser lo que es; pero
espíritu el recuerdo vago y la nostalgia del pasado. por otra, está inserto en materia, y esto le hace no
Prende entonces en el alma el eros (amor), que es, ser el caballo-en-sí, el caballo perfecto, sino este ca­
para Platón, un impulso _comjLcrrmIati.yo.- Dc él nace ballo, individual, imperfecto, temporal, en tránsito
un esfuerzo por recordar, esfuerzo que consigue aflo­ continuo hacia la muerte. La materia es así, para
rar a la consciencia^ el recuerdo que estaba latente Platón, algo negativo, o scufó v^ópacó~cÍemeD"to de
de «las'integras' sencillas, inmóviles y bienaventu­ limitación, de individuación. Las cosas, porque son
radas Ideas». El conocimiento. m materiales, soñ cóm o”sombras, débiles trasuntos de
asT según Platón, por rQcoxÁaiÁári^(anárnnesis). aquello que les confiere su única y débilísima enti­
" E Í ' segunSo" mito, el de la Caverna, pretende suge­ dad : la Jdsa, que es la verdadera y subsistente rea­
rir lo que Platón piensa sobre la naturaleza de las lidad.
cosas concretas, materiales, de este mundo. La con­ La ética y la política de Platón son consecuencia
dición humana es semejante a la de unos prisione­ de su metafísica; el fin jjltimo dehjfmaquc.ha.caíclo
ros que, desde su infancia, estuvieran encadenados y se ha encarnado en un cuerno es purificarse de. la
en una oscura caverna, obligados a mirar a la pared materia y elevarse a la pura y serena contemplación
de su fondo. Por delante de la caverna cruza una deTas~ideas7~ITberarse de las sombrasr~v~Ímscar'To
senda escarpada por la que pasan seres diversos. que reatrfícnte es. Para lograr esta purificación que
Los resplandores de una gran hoguera proyectan so­ permite el ascenso ^IS"£ohfempráción, es preciso ad­
bre el fondo de la caverna las sombras vacilantes de quiiir-y- practicar Ta vi rTcícTT a ~inrtúcL es. para Pla­
los que pasan ante la entrada. Los encadenados.. que tón™ praK Sóm Tdd"alm a, un estado de tensión de
..sólo c onocen las sombras, dan a éstas el. nombre de las diversas' parfes ¿leí ’aTma y uña justa proporción
las cosas mismáT'y nÓ"^eFn"^eexista otra realidad entre ellas. Al ánimo o apetito noble corresponde la
qué la fortaleza, virtud que lo estimula y mantiene vigoro­
La significación del mito no ofrece ya dificul­ so y esforzado; el apetito inferior o pasión debe ser
tad: la hoguera es la Idea de Bien, idea fundamen­ refrenado por la templanza; la razón debe ser guia­
tal y primera dér^cielo empíreo que muchos comen­ da por la prudencia, virtud del recto y ponderado
taristas identifican con Dios; los seres que desfilan iuicio: la armonía, en fin. de estas partes del alma
RAFAEL GAMBRí
70 HISTORIA SENCILLA DE L A FILOSOFÍA 71

constituye para Platón la virtud de la justicia. Las cia sensible v la inteligible se salvan en él con ia ad-
almas que por la virtud y la contemplación ascien­ hfiisión de dos mundos, aunque■JLmo.„de_jellos sea el
den a la esfera inteligible, transmigran al morir a se­ "yéfdádérí y confiera su ser y sentido al otro.
res superiores, o se liberan. Las que se enlodan, en "“T T o B íir ae Platón es además una joya estética y
cambio, en los bienes y placeres materiales, reencar­ literaria de valor universal, quizá nunca superada.
nan en animales inferiores más alejados del mundo Bsrnard Shaw ha escrito que él creía en el progreso
inteligible. Platón hereda de los pitagóricos esta idea absoluto de la cultura como en algo inconcuso. Era
de la metempsícosis. uno de los pilares de su pensamiento. Sin embargo,
En política, supone Platón que la polis o ciudad un día abjuró públicamente de su progresismo: ha­
ideanaebe^constriiir^.afu^^Br'^rjHombreú^ceísUr^ bía leído a Platón. Si la humanidad ha producido tal
zar en cuanto pueda la Idea, de hombre hace veinticinco siglos, obligado es confesar
algo superior al hombre concreto, material, A cada que la cultura no ha progresado en todos sus as­
una de Tas“partes "del" atina’ corresponderá una cíase pectos.
de la sociedad: a la pasión o apetito inferior, el Sin embargo, la concepción filosófica de Platón
pueblo, encargado de los trabajos materiales y utili­ deja planteados problemas de no fácil solución, cues­
tarios ; al ánimo, los guerreros o defensores; a la ra­ tiones difícilmente comprensibles que no se sabe có­
zón, los filósofos, que deben ser los directores del mo admitir; ante todo la pluralidad y diversidad de
Estado. Cada clase debe ser guiada por la virtud co­ ideas en el cielo empíreo; si la diferenciación de
rrespondiente: el pueblo por la templanza, los gue­ las cosas procede de la materia, y las ideas en aquel
rreros por la fortaleza, los sabios por la prudencia. lugar superior son simples y no materiales, ¿cómo
Esta idea orgánica y estamentaria (por clases) de se diversificarán? Más bien parece que tendría aquí
la"^ciedad pasaid, comd veremós'rá Tá^sociedad cris- razón el viejo Parménides al admitir sólo una idea,
tiana de la Ed'ádTTVIedia, que se construirá de acuer­ la de ser o de Dios. En segundo lugar, no resulta fá­
do con estos cilmente comprensible la idea de participación; com­
Podemos apreciar por medio del siguiente esque­ préndese muy bien lo que es participar en algo ma­
ma la articulación interna del pensamiento de Pla­ terial, una comida, por ejemplo; cada comensal se
tón en el mito, en psicología, en ética y en política: lleva una parte y de este modo participa. Pero en
M ito Psicología Etica Política
algo espiritual, simple, intangible, ¿qué participación
cabe, en un sentido entitativo, constitutivo del ser?
Caballo negro ----- Apetito Templanza Poeblo Por último, ese concepto de materia, que parece ser
Caballo blanco ... Animo Fortaleza Guerreros algo puramente negativo, mera limitación, ¿cómo
A m iga moderador. Razdn Prudencia Filósofos concebirlo? Todo lo que es y actúa ha de tener al­
Carro alado .. .. .. .. Alm a Justicia Ciudad
gún género de entidad.
Estas serán las cuestiones que Platón—que dio un
La filosofía de Platón constituye, en fin, un primer paso de gigante en el pensamiento humano—hubo
e ilustre esfuerzo por superar el antagonismo y la de dejar planteadas a la especulación posterior, con­
parcialidad de Heráclito y Parménides. La experien­ cretamente a su discípulo Aristóteles.
A R I S T O T E L E S
h is t o r ia s e n c il l a d e l a f il o s o f ía

democrática de ciudades independientes, y tal fue


el régimen político de sus mejores tiempos. Alejan­
dro no era ya espiritualmente un griego, y su domi­
nio, que introdujo la relación de soberano a súbdi­
to, y su imperio, que sometió a pueblos extraños, re­
presentaron la ruina del ambiente griego en sus más
originales raíces y precipitaron su fin. Son curiosas
las relaciones que el azar dispuso entre el más alto
representante del genio griego y Alejandro de Ma-
cedonia. Nunca llegaron a entenderse; hablaban len­
guajes diversos y la disensión no tardó en surgir.
Vuelto a Atenas, fúnda Aristóteles una institución si­
milar a la Academia, el Liceo, en la cual ejerció un
fecundo magisterio. Cundió en el Liceo la costum­
bre de dialogar paseando por un jardín, por lo que
se le llamó también Leripato— que significa paseo—
Aristóteles (384-332) fue, sin duda, el fruto intelec­ y peripatéticos a los discípulos y seguidores de Aris­
tual más granado de aquella civilización refinada, es­ tóteles.
pecialmente idónea para la filosofía, verdadera «edad Entre las obras que de Aristóteles se conservan
dorada» de la cultura humana. Espíritu profundísi­ hay que destacar en primer lugar, por su carácter
mo e investigador incansable, no poseyó en tan alto introductorio, la Lógica, que él llamó Organon (o
grado las condiciones literarias y poéticas de su maes­ instrumento, instrumento del saber). Es notable el
tro Platón, pero supo continuar la obra de éste con hecho de que esta compleja ciencia de la estructura
un rigor y profundidad que hicieron de su filosofía interna del pensamiento fue descubierta y expuesta
algo considerado durante siglos como definitivo. casi en su totalidad por Aristóteles, sin que toda la
En la primera parte de su vida, Aristóteles perte­ humanidad posterior haya podido añadir otra cosa
nece a la Academia, escuela filosófica fundada por que leves detalles o aspectos. Toda la minuciosa doc­
Platón que prolongará su vida hasta el siglo vi des­ trina de las formas generales del pensamiento (con­
pués de Cristo. Muerto su fundador, Aristóteles sale cepto, juicio y raciocinio) con sus clasificaciones, le­
de Atenas para ocuparse de la educación del hijo del yes y combinaciones, y toda la teoría de las formas
rey Filipo de Macedonia, el que habría de ser Ale­ particulares . del pensamiento científico (definición,
jandro Magno, unificador de Grecia y conductor de división, método), aparecen en el Organon aristoté­
sus ejércitos hasta la conquista de un dilatado im­ lico casi en la forma en que son estudiadas hoy
mismo.
perio. Pero el dominio macedónico y el imperio de
Alejandro no representan el apogeo de Grecia, sino Pero aquí nos interesa su Metafísica, obra que
su decadencia. Eugenio griego creó la organización condensa la concepción ari.stotélica^del ser y prolon­
ga el pensamiento filosófico en el punto en que lo
RAFAEL CAMBRA
74 HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 75

dejamos, Aristóteles dio a este tratado el nombre mente ; el individuo sólo es accesible a la experiencia
de Filosofía primera; el de metafísica le advino des­ sensible.
pués, en razón del lugar que ocupaba en su obra, Imaginemos una familia a la que ha llegado un
detrás de la física. Esta Filosofía primera es, según pariente que residió siempre en América. Un miem­
su gypla_itefinici<5n, ía ciencia del ser en cuanto ser, bro de la familia va al puerto a recibirle. Los restan­
és decir, la ciencia que restílfa del tercer' grado" He tes miembros sienten viva curiosidad por el que aca­
abstracción. ... ba de llegar. Para satisfacerlos, el familiar que se
'Comienza Aristóteles admitiendo con Platón un destacó Ies habla por teléfono intentando explicar­
universal que es causa de las perfecciones de las co­ les cómo es. Les dirá, por ejemplo, que es alto, mo­
sas, es decir, de que sean esto o aquello. Pero este reno, de edad mediana, etcétera. Es decir, destacará
universal no está para él en un mundo superior y de él varios conceptos universales, generales, y, con
distinto, sino en las cosas mismas, como uno de los ello, podrá comunicar quizá a los ausentes una idea
principios metafíisicos que las constituyen. En la rea­ aproximada; pero, aunque pasara toda su vida ex­
lidad sólo existen para Aristóteles _las_ cosas indivi­ presando rasgos diferenciales de la personalidad del
duales, concretas, j o que él llama.,sustancias, Pero recién venido, no lograría transmitir la imagen con­
estas sustancias realizan, cada ana a su manera, un creta, viva, real, que él adquirió en un instante con
universal o Inodo"deT’sér^ geñéráI¡Ta, “ésénci^ aquell¿ sólo verle. La individualidad es impenetrable a la
que ía cosa es, y cuyo ser comparte con los demás razón e incxpresablc, pór tanto; la intelección se rea­
individuos de su misma especie. Así, por ejemplo, liza siempre por medio ele lo universal.
sólo existen real y separadamente hombres concre­ La materia prima es, en cambio, «un principio pa- ,
tos, diferentes, pero todos realizan el mismo univer­ sivo, inerte,' origen- de la individuación». Por la ma- 1
sal hombre, que es su esencia com ún Esta individua- teria los seres se individúan, se Jhacen está" cosa~con- ,0
lidad y esta universalidad que se dan unidas en las creta7 dtL"TCriTére77abmsma. La materia no es ya para /
"cosas materiales concretas se explican, según Aristó­ Aristóteles^ algo meramente "riief^ivo^Iimtairióin de
teles, "p ord os” "pimcipíos^ fjsjpqs, -que él llama ma- ser—como era en Platón, sino un principio o causa
feria y forma (ulé. y morf-é-, en griego, de aquí eT "riel ser que7'crimumcándóse, fundiéndose con la for­
nombre de hilemorfismo que se da a esta teoría). ma, da lugar _al ser existente o sustancia.
. La forma, . heredera de la.ideau,platónica, es «un Üh carpintero, pór'rijémplo"'’ construye mesas de
principio universal, causa de las perfecciones especi­ acuerdo con una idea o esquema que posee. La forma
ficas de un ser, y origen de inteligibilidad». La forma. de esos objetos será esa idea con arreglo a la que
—hombre, caballo, Justicia—^ hacen que este hom- fueron hechos. Si ese carpintero tiene que transmitir
breTése caballo, aquel acto justo, sean lo que son; a otro la idea de su mesa, con que lo haga una vez,
hombre, caballo, justicia. Ademas, por la fo rma com- si lo hace bien, será suficiente; la repetición sería
prend ernos las cosas: comprender algo es, como ve­ prolijidad innecesaria; lo mismo acontece con todas
remos, a modo de una iluminación de su forma que las ideas u objetos inteligibles. En cambio, si lo que
realiza el entendimiento. Lo que las cosas tienen de debe transmitirse o entregarse son las mesas mis­
puramente individual es incomprensible..íptelectuat mas, aunque sean todas iguales, no dará lo mismo
RAFAEL CAMBRA h is t o r ia s e n c il l a d e l a f il o s o f ía 77
76

que sea una o que sean cien. Se trata ya de sustan­ en la acción del ser inteligente, sino que también
cias diferentes, realizadas en materia, individualiza­ ~sSTíaípri[mpr&sa en la"naturaleza. T7á~forhÍaJ7Ie"Tos-
das por ella. Tratemos de llegar a ver qué es esto que “séreíT tiende en ellos a su propia perfección, abrién­
Aristóteles llama materia prima. Si preguntamos al dose paso a través de la limitación, de la imperfec­
carpintero, nos dirá que «su materia prima» es la ción, que le imponen la materia y la individualidad,
madera, y si al herrero, que el hierro; sin embar­ por ello, los seres poseen tendencias naturales y
go, esto no es todavía la materia prima filosófica, unos tienden hacia otros, ya que, así como todos tie­
porque hierro y madera son también sustancias exis­ nen una primera fraternidad en el ser, poseen otras
tentes que tienen una forma, lo que diferencia la afinidades que los hacen mutuamente perfectibles,
madera del hierro. Materia prima será el sustrato por una ley universal de armonía que preside al
común de ambas cosas, un algo indeterminado, in­ Cosmos. Unos tienden a su fin ciegamente, como
cognoscible por principio, que, penetrándose con la acontece en las afinidades químicas de los cuerpos,*
forma, depara al ser que existe su concreción indi­ por ejemplo; otros instintivamente, como los anima­
vidual ; '—- C-iU-v; . ~ _ les, conociendo su objeto, pero no la razón de ape­
Materia y fornta. son las dos primeras causas del tecerlo; otros, en fin—los hombres— , racionalmen­
' ser ~gue Aristóteles enumera ; explicar un ser^-diccv— te, libremente, conociendo la razón de apetibilidad
' es dar cuenta de las causas qucTian intervenido en y pudiendo, al no estar determinados por los obje­
sü existencia". Estas son cuatro t causa material, for- tos mismos, apartarse de su cumplimiento en razón
málj^fxcréñté y final. Irnaginémos una estatua de Ju- de otros motivos inferiores. De aquí que la finalidad
' lío César. Podemos decir que depende o es efecto no sea sólo un modo de apetecer y de obrar los se-
de estas cosas: de la idea de Julio César que el es­ res~dofadó~s~ de^ cóhUcimieñto.' sino que está impresa
cultor poseía y que imprimió al mármol (causa for­ éíi las formas mismas (enfelequias) y en el orden
mal) ; del mármol mismo, sin el cual no habría es- :geheTá7“3 H T ^ v é ^ o 7 ” ....
tatúa (causa material); de la acción del escultor, i:::gÜompIementa "a.esta teoría de las causas del ser
que con su escoplo y su martillo sacó de su indeter­ otra sobre los principios miel devenir universal, so­
minación a la materia (causa eficiente), y del fin que bre el movimiento en general. Recordemos que los
el escultor se propuso al hacer la estatua (agradar dbs pfóbíemñs primeros que movieron al hombre a
a César, ganar dinero, realizar la belleza...) (causa filosofar fueron la pluralidad de los seres y el mo­
final). A las dos primeras cansas les llamó Aristó­ vimiento, esto es, el cambio, la caducidad de las co­
teles intrínsecas porque actúan desde dentro, pene­ sas. La teoría de la materia y la forma respondía al
trándose, para la producción del ser; las otras dos primero de estos problemas; la que vamos ahora a
son extrínsecas: la eficiente es la acción—causa im­ ver, al segundo. Trátase de la ^teoría de la potencia
pulsiva—de que es capaz el ser ya existente; la final !y el acto., que es central en el _pens,amiento de.,Aris­
se opera a través de la mente del que obra, que co­ tóteles.
noce el término de la acción y en vista de él—atrac­ Parménides, como recordamos, no admitía el mo­
tivamente—obra. vimiento, porque oponía el ser al no-ser y rechazaba
Esta causa final no se da sólo, según Aristóteles, éste por impensable. Pero entre el ser y el no-ser
.CSTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 79
78 RAFAEL GAMBRA

hay' más que m era oposición, hay contrariedad; ca- porque en aquel razonamiento, al suponer una e in­
he entre ambos un tercer término: el ser en poten­ finitas veces el punto a donde llegará para afirmar
cia. Lo que no es todavía. pciq puede U e g a r . _ iL . s e r , en él que la tortuga habrá avanzado más, descom­
la capacidad de ser. La potencia es ser comparado pongo el movimiento en infinitas situaciones inmóvi­
con Ia~nadaTño-ser. en comparación con el ser. Pues les y el espacio en infinitos puntos, pero ni éste es
bien.~todos los seres de la naturaleza contienen una divisible más que en potencia, ni el movimiento se
mezcla de potenciaT y"acio; poseen un ser actuaP^ac- compone de inmovilidades, sino que es un m odo de
t'cPL y PñinHííñr_3cQLspo siciones—potencias—que se­ serdistinto e irreductible: el tránsito de la potencia
rán, o no, actuadas (realizadas) durante su existen- al acio. Y, comparados movimientos, puede uno muy
y. cia. (El rñóyírnieniá^es. precisamente, el tránsito de “bien superar a otro.
j la potencia al acto, la actualización de potencias. Procede después Aristóteles a hacer una división
* Y el movimiento—el cambio— es éí mócío- de^exiS- del ser en grandes grupos, lógicamente trazados, en
tir de todas las cosas naturales por razón de su mis­ los que se distribuya toda la realidad. A esta divi­
mo ser, que es mezcla de acto y de potencias que sión dio el nombre de categorías. Divídense, ante L
han de ser actualizadas sucesivamente, en el tiempo. todo, las cosas en sustancícTy accidente. Es sustancia
Supuesto que la materia es por sí inerte y no puede lo que existe en sí, accidente lo que requiere de
movérsPa sí misihar esfe mtmdo en movimiento ha otro p^á~éxistIr~eiT él. Así, una mesa, un árbol, son
de ser movido por un primer motor inmóvil—acto sustancias; pero el color blanco, la bondad, el reír,
pu ro^ P qüe es lo qqe Aristóteles qníjende por Dios. son accidentes porque no se dan solos, aislados, sino 1
Por"este camino filosófico llegó Aristóteles al cono­ en otro, en algo que es blanco, que es bueno o que
cimiento de un solo Dios (monoteísmo), acto puro y ríe. Los accidentes se dividen a su vez en cantidad, -J
ser necesario, que tanto se aproxima al Dios del Cris- cualidad, refácwn, accum jpasfónr lunar, fiemvo, po- ,.. :
tianismo. Alguien le llamó por esto «cristiano pre- sicióñ y estádd. Sí á ellos se antepone la sustancia
i / existente». Claro que el Dios de Aristóteles es sólo tendremos UásHiez categorías aristotélicas, que son
*í un Dios filosófico que nada sabe del Dios personal como grandes casilleros en los que..^ntran3 Qaas~Jis
‘ cristiano! ni siquiera del concepto de creación en el cosas. Sírvanos de ejemplo esta frase descriptiva. El
i tiempo—pues suponía al mundo existente desde gran “(cantidad) caballo (sustancia) castaño (cuali­
\ siempre, aunque dependiendo de Dios—, ni mucho dad) de Alejandro (relación) está (posición o pasión)
^ menos de "la idea de providencia. comiendo (acción) ensillado (estado) por la mañana
A la luz de esta teoría del acto y la potencia puede (tiempo) en el patio (lugar).
Aristóteles dar una respuesta a los tropos u obje­ Más allá de estas categorías o géneros supremos
ciones de Zenón de Elea contra la posibilidad del de las cosas no se puede alcanzar más que un con­
movimiento. Aquiles sí puede moverse porque la dis­ cepto más general, que los abarca de un modo espe­
tancia que ha de recorrer sólo potencialmente es di­ cial: el concepto de ser. Este concepto ha de cap­
visible en infinitos puntos; en acto no existe tal in­ tarse con una gran finura conceptual, pues sólo así
finito, sino sólo un segmento limitado y concreto. puede hacérsele compatible con esa, nuestra doble
Aquiles adelantará, si se lo prepone, a la tortuga experiencia cognoscitiva, y con el dualismo que re-
80 RAFAEL GAMBRA HlSTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFIA 81

quiere el hecho de que seamos libres para obrar. La nos, al concepto de ser, y veía en ellos solamente
noción que, según Aristóteles, debe tenerse del ser modos artificiosos y equívocos de llamar a las cosas.
nos servirá para recapitular sobre el planteamiento La concepción unívoca conduce, en cambio, al mo­
que del problema metafíisico hicieron Heráclito y nismo (doctrina que admite un solo ser) o al pan­
Parménides. ..._____ teísmo. Este fue el caso de Parménides. Reconocien­
Según su modo de aplicarse,jun término) (que es do un solo modo de ser, un concepto de ser unívo­
la expresión del concepto) puede ser unívoco, equí­ co, no podía concebir límite o diferenciación alguna
voco o análogo. Unívoco es aquél"término que se erri- para la variedad de los seres, y hubo de afirmar
fiTéa siempre en'el mismo....senJlda: cuando digo re- en consecuencia un solo ser eterno, infinito e in­
íoj7~por ejemplo, significo siempre lo misrnoT'Es móvil. Ambas concepciones, que, como dijimos, se
equívoco, en cambio? anneFotro que se emplea en traducen prácticamente en un quietismo tan ajeno
s e n t id o s totalmente diversos. Así, el término vela, al espíritu occidental y al griego en particular,. se
aúeTpuede aplicarse a la vela de un barco,o_a..jyma superan en el pensamiento de Aristóteles con esta
b ujía de cera. Es análogo, en fifi? jahuel que se refie- forma radical de captar el ser que permite su poste­
re a cosas 'diversas, pero no totalmente heterogé-. rior contracción a modos y categorías diversos de
Seas,' sino? derivadas de tona significación original. El ser y de obrar.
término alegré, por ejemplo, si lo aplico a un paisa­ Veamos ahora cómo a la luz de estos principios
je quiero decir que produce alegría; si a un rostro,
que expresa alegría; si a un carácter, que es alegre; Esto que llamamos hombre es para él nna unidad
cosas todas diversas, pero emparentadas entre sí, sustancial, no una mera y episódica unión acciden­
análogas. tal de alma y cuerpo, como en Platón. En su seno
Pues bien, la noción de ser no debe concebirse-£ar supone Afistoteles 'húc hace cTáhnapapel de forma
mo unívoca ni como equívoca, sino como análoga. V el.cuerpo de.materia. No sera^ s i'posible'Ta'pfe-'
« Ser—dice Aristóteles—se dice de muchas maneras .>r existencia ni la transmigración cíenlas almas? Esta
ÑcTse dice lo mismo de la sustancia que^^Tacci^en- ""doctrina' de la unión sustancial es, sin duda, la que
te, de Ta~potencía que del acto, de l3fos que de Xas más responde a los hechos, esto es, a la estrecha so­
cosas? n.atura]es, Tampo se diice de modo 'totalmen­ lidaridad en que se encuentran en nosotros los fe­
te diverso, sino según un principio de analogía. Sólo nómenos psíquicos y los fisiológicos.
partiendo de esta concepción se puede, según Aris- La concepción aristotélica del conocimiento rés-
tóteles, superar los primeros y fundamentales esco­ ponde,"asimismo, a su met¿física.~EÍ espíritu indivi­
llos del filosofar y salvar la posibilidad de una me­ dual, que no ha preexistido en el Cielo de las Ideas,
tafísica que se adapte a la realidad tal como es y adviene a este mundaJlmnio de todo conocimiento.
contenga así perspectivas de progreso. La concep­ .. q u e jia ^ d ^ ^
ción equívoca del ser da origen al escepticismo; esto El conocimiento se inicia a través de los sentidos;
aconteció a Heráclito, que, teniendo ojos solamente 3™ES-Ssté_jpnvndo?^?^togapsZ5oZ^SgE?ñaqp3iñir
para la infinita diversidad de las cosas, no reconocía ninguna vida psíquica, Pero el c onocimiento intelec­
ningún valor real a los conceptos universales ni, me­ tual, aunque parta del conocimiento sensible, es algo
82 RAFAEL CAMBRA h is t o r ia s e n c il l a d e l a f il o s o f ía 83

superior y distinto, algo que no posee el animal. Es mas. La virtud se manifiesta como un «hábito del
u n lé e r dentro ( intus-tegere), un poder de penetrar término medio», ya que esa tensión y fuerza conduce
en el interior del objeto e iluminar en él su forma a un obrar armónico, equidistante de extremos vi­
para lograr esa reproducción en la mente que es lo ciosos. Así, la fortaleza o valor equidista de la cobar­
que se llama idea o concepto. Puede compararse la día (decadencia del ánimo) y de la temeridad (ánimo
función del entendimiento a la que en los cuerpos no sometido a razón).
ejercen los rayos X : una iluminación interior, el des­ Aristóteles distingue entre las virtudes éticas, que
cubrimiento de una realidad profunda que no es regulan la vida activa, y las dianoéticas, que rigen la
accesible a los sentidos. Merced a esta facultad pue­ vi^I^S^mplatiya^^j^exiQr. J"
de el hombre traspasar la esfera de las cosas con­ También se halla en relación con su teoría gene-b|
cretas o individuales en que se mueve el animal para ral del «universal fundado en las cosas mismas» la
penetrar en el mundo inteligible de las esencias uni­ concepción, política que sostiene Aristóteles. El prin­
versales, mundo que le permite un modo superior cipio básico en que se asienta es la afirmación de
de existir, de relacionarse y de progresar. que el hombre es social por naturaleza, que es «un
La ética o moral de Aristóteles coincide en sus lí- áñirnáf f>oíítico ». La sociabilidad brota del hombre
neas generales con la platónica. El hombre tiende concreto; su más profunda naturaleza le lleva a vi­
naturalmente a la felicidad (endemonia), cosa dis­ vir en sociedad. Quiere esto decir que la sociedad
tinta del placer (hedoné), que proponen como fin su­ jio debe concebirse-como algo ajeno al individuo:
premo del hombre las teorías hedonistas. Un hombre ni como el fruto de un acuerdo o convención con
puede disfrutar de muchos placeres en su vida y no sus semejantes, ni tampoco com o algo primario y
ser feliz en absoluto, incluso muy desgraciado; y a subsistente por sí que determine el ser de los indi­
la inversa, puede disponer de pocos placeres y con­ viduos como el todo determina a sus partes. La so-
siderarse fundamentalmente feliz. Tampoco estriba ciedad es algo real, pero que brota del hombre con^,
el bien supremo en la adquisición de la virtud, por­ critoT a] cual perfecciona y depara un medio vital
que la virtud es sólo el medio para alcanzar una vida necesario.
feliz. La felicidad es. en rigor, una repercusión en el 70 ser la sociedad un hecho de la naturaleza hu­
alma de lo que para Aristóteles constituye ef supremíL mana, no sólo están representadas en sus clases las
bien humano: e f e je r c ic iq jo á s .ja lía _ g t diferenci&L facultades del alma, como suponía Platón, sino que
facultad deFhombre, que es el entendimiento. Aris- ; se construye respondiendo a los dos estratos reales
tóteTésbóiicibe así la felicidad como el momento su- que comprende el ser humano: la racionalidad y la
premo de la contempIaciorT intelectual: la fruición animalidad, el intelecto y e] instinto. Consecuente
def "comprender, o la prolongación sin límite de-esm
con esto, rechaza Aristóteles los intentos de consti­
mstañte^luminoso en que el espíritu entiende o des- tuir una ciudad ideal por medios exclusivamente ra­
cubrL la verdad! cionales; antes bien, se atiene a la experiencia de
Para alcanzar ese bien supremo se requiere de la los regímenes políticos históricos y existentes para
virtud, que es a la vez fuerza que potencia a las di­ determinar su valor y sentido. Divide así las formas,
versas facultades y tensión armónica entre las mis- de gobierno en monarquía, aristocracia y democra-
84 RAFAEL GAMBRA HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 85

cía, según que el poder rector resida en uno solo, en todo tiempo, la concepción aristotélica ejercerá,
en el grupo de los mejores o en la totalidad del pue­ como veremos, una especie de función reguladora;
blo. A estas formas justas de gobierno en que el po­ será a modo de un centro de gravedad, una cons­
der se ejerce para sü—fifi- natura], que es el bien tante llamada al fiel de la balanza en los repetidos
común, se oponen las injustas, en que se ejerce en vaivenes de la especulación filosófica. Tal fue en la
beneficio de los propios gobernantes: tiranía, oli­ Edad Media la profunda y estable concepción teoló-
garquía y demagogia; o lo que es lo mismo, gobierno gico-filosófica que bajo la inspiración aristotélica for­
arbitrario de uno solo, de unos pocos no selecciona­ jó Santo Tomás de Aquino, y que, por su solidez y
dos, y de los peores instintos, o la más baja frac­ ortodoxia, ha sido elevada a filosofía usual en los
ción del pueblo. El mejor régimen es para Aristóte- centros docentes de la Iglesia. Tal, en la época con­
les la monarquía, porque puede ejercerse^ con la temporánea, la renovación filosófica—-superadora del
eficacia y responsabilidad, que es patrimonicT de la idealismo— que, a través de Brentano, procede de las
sustancia primera ó individuo, ser real existente. Él más puras fuentes aristotélicas.
peor, la tíráma, porque es la corrupción del más
noble. Sin embar^l~éllmd~s~¡7cfféc'to régimen sería
uñq„aue_armQnizase las tres formas rectas~9e gobier­
no. No puede olvidarse que Aristóteles propugna una Aunque Platón y Aristóteles fueron maestro y dis­
coexistencia natural de instituciones y clases que cípulo, y el aristotelismo fue una prolongación de la
representan las facultades del hombre y sus necesi­ Academia, inician uno y otro sendas corrientes gene­
dades sociales, autónomas en cierto modo, aunque rales del pensamiento humano que contienden en
aglutinadas por un poder, rector. Así sugiere un réjgi- muchas ocasiones a lo largo de la historia, pero que,
men mixto que sea democrático en rás lñ^tltucToñes en su sentido más profundo, se complementan mu-
inferiores, aristocrático en la minoría directora, mo- tuamente; aquella corriente que huye de este mundo
narauico .siroremó. Toda' esta"teoría'ha que nos rodea para buscar la realidad verdadera en
ejercido una gran influencia a lo largo de la historia, un trasmundo superior, y aquella otra que parte del
tanto efi las concepciones jurídicas (jusnaturalismo) ser y del valer de la realidad que vivimos y que en su
como en las políticas. seno descubre el mundo de la razón y la profundidad
El sistema aristotélico, con su visión profunda, ar­ del conocimiento. Ambas corrientes se prolongan a
mónica y conciliadora'del Universo, ha sido llamado través de la época clásica, coexisten durante toda la
por alguien (W. James) «el sentido común codifica­ Edad Media, y aún es posible descubrirlas en el pen­
do», y durante siglos fue considerado como la más samiento moderno y contemporáneo.
alta conquista del espíritu humano, y, en cierto
modo, como el logro de unas líneas generales defi­
nitivas e inconmovibles de la filosofía. Claro que
muchas y variadísimas han de ser todavía las peri­
pecias y empresas en que habrá de embarcarse el
pensamiento, humano en su empresa filosófica, pero.
EL ESTOICISMO h is t o r ia s e n c il l a d e l a f il o s o f ía 87

reísmo) que dejarán tras de sí una larga influencia,


mayor en el terreno práctico que en el especulativo.
Zenón de Citium (335-263) fue el fundador de una
nueva escuela filosófica cuyos miembros departían
entre sí en un pórtico o galería decorada con pintu­
ras murales, de donde procede el nombre de escuela
del Pórtico ( o t o a xot.zi'Xrj), y el de estoicos que se dio
a sus miembros. Pero Zenón no fue más que uno
entre las varias figuras filosóficas de la escuela—nin­
guna de primer plano— que coexisten o se suceden
en su seno: Oleantes, Panecio, Posidonio... La de
mayor relieve, sin duda, será Séneca, que correspon­
de ya a la prolongación romana del estoicismo. La
doctrina hay que atribuirla, pues, a la escuela de un
modo genérico.
La filosofía estoica, como toda filosofía de deca­
dencia, comienza por uña negación,.por una actitud"'
Después de Aristóteles, la filosofía griega traspasa negativa. Combaten los estoicos, ante todo, la creen­
los límites del ámbito heleno para extenderse por cia jfiafqnicabh trrrmimdó separado de ideas, y tam­
todo el mundo conocido y civilizado a lo largo del bién"lá afirmación aristotélica de unas esencias uni­
Mediterráneo. Son causa de esta universalización, en versal es_.en el seno de las cosas, así coiho de todos
primer lugar, el imperio de Alejandro, que difunde los principios filosóficos: forma, materia, sustancias,
el conocimiento de la cultura griega por los pueblos etcétera. Sólo existen para ellos las cosas materiar
conquistados, y la dominación de Roma, más tarde, les, capaces de impresionar a nuestros séñtidos. Este
que se apropia de esta misma cultura y la propaga principió n e 's 'T a ^ jfesentenderse de la metafísica,
por los dilatados horizontes de su imperio. Esta aunque para ser consecuentes con su postulado ma­
propagación coincide, sin embargo, con la decaden­ terialista tienen que admitir cosas mucho menos ve­
cia de la filosofía griega. Del mismo modo que el rosímiles que las formas y esencias; así a tocas
imperio de Alejandro representa la muerte del am­ aquellas realidades que se ven forzados a admitir las
biente político griego, la filosofía postaristotélica re­ adjudicáb natm Dios y ¿l almay las
presenta el ocaso del genio filosófico de aquel pue­ virtudes, los sentimientos e incluso las acciones como
blo ; una reducción de sus límites y de la profundidad el andar, el amar, tienen para ellos un ser corpo­
<le sus planteamientos. ral. La.jrealidad universal es para el estoicismo qbje­
En Atenas, centra filosófico que irradiará ahora su to de la físicáT'beLO'Csta física tampoco tiene para :
influencia sobre todo el mundo clásico, aparecen, jun­ éHos trn valor"en sí, sino que sirve sólo de supuesto'
to a La Academia y al Liceo, otras dos escuelas : la previo a la ética, que. es.Ia. única parte de la filosofía
del Pórtico (Stoa, estoicismo) y la del Jardín (epicu- hacia la que muestran verdadero interés. El Universo
HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA gp
88 RAFAEL GAMBRA
es una conducta necia, opuesta al verdadero ser de
material está penetrado por una fuerza o hálito di­ la naturaleza, ya que cuanto sucede es lo único que
vino, que conciben bajo la forma física de fuego, de podría suceder, nada se puede evitar ni nada debe
modo que Dios es alma y razón del mundo. El acon­ deplorarse. Todo cuanto existe en el Universo físico
tecer universal es, así, necesario, fatal. Ni el azar pertenece por entero al acaecer universal, divino;
ni la libertad existen más que como apariencia o sólo un dominio queda al hom bre: su propia interio­
ilusión. Todo acaece de acuerdo con las raiiones semi­ ridad, su espíritu, su libertad-interior. Según un es­
nales o germinativas mediante las cuales Dios vivifica toico, el principio de ,lá mo ralid ád'*jestri B á c n dis-
el mundo. Si, pues, esto es así, el hombre debe desen­ tingmrTo qúé~depende~,tle'nQ'sb'trós'~de'do',qúé nos es
tenderse esa realidad panteística que sólo Dios extraño. Según Zcñon dé CiTium,~"eL hombre debe
comprenderá adecuadamente y ceñirse a la cuestión áeeptar esa fatalidad universal, refugiarse en su inte­
de qué actitud debe adoptar ante lo que de suyo es rioridad, de la que podrá llegar a ser amo y señor, y
inexorable. organizaría según estricta consecuencia. Vivir con­
Imaginemos que un hombre ha contraído una en­ secuentemente es la forma de responder con elegan­
fermedad incurable que, tras un proceso conocido de cia a esa certeza de la propia situación.
desintegración orgánica, acarrea determinado género
de muerte. El ha sabido su diagnóstico y, por ser Los estoicos posteriores representan el ideal del
médico, conoce perfectamente el proceso que nece­ sabio bajo el lema de libertad. Sólo el sabio, como
sariamente le espera y el desenlace irremediable. los dioses, es libre. Esta liberta'cTs’e dcímíTpor rela­
¿Cuál será, en lo humano y personal, la única pre­ ción a llíi doí 'esclavitudes que puede sufrir el hom­
ocupación para este hombre? Puesto que es necesa­ bre: los afectos interiores (o pasiones) y las cosas
rio admitir el destino que se impone, "" admitirlo exteriores, la varia fortuna. Las pasiones son impul­
dignamente, con éleganciaj como diríamos áufiTlioy, sos que por su desmesura alteran el solemne orden
en ePlenguáje vulgar, estoicamente. universal. Son, por otra parte, engañosas, sin objeto,
Este problema es el único que para los estoicos y causas de dolor y de menospreció de sí mismo. J21_
ofrece interés ; lo que_ellos llaman■4a, aetitud,_del^ sa­ sabio las dominará no deseando nada: ésta es la
bio, enténdienda^6¿r-sabicr-el-hembre^qpue obra con apatía estoica, que ~íebe Tc)grarse"pór la austeridad y
<^n^ícncia_cle__su destino, de su situación en el mun- el ascetismo. Las cosas exteriores, por otra parte, no
do.~Si lá rñetafísica se 'disolvía para ellos en física, dependen dé nosotros ni deben afectar a nuestra
ésta vfene^u:ediicirsg-:áuuia^éj;ica o doctrina de obrar serena interioridad: .el sabio debe lograr la imper­
sabiamentq. Es característica general de todasía s turbabilidad y la autarquía absolutasl~Practicando la
épocas de decadencia la falta de interés hacia lo es­ apátía y Ta™ímperturbabilidad, -el -hombre adquiere
peculativo y metafísico para limitarse sólo a lo prác-
tico y humano. la virtud y se convierte en sabio. Es característico
El suprcmó ibien o ara el hombre consiste, según el orgullo estoico, el desdén del sabio hacia el vulgo
'los estoicos, en vivir conlgxme.jimaturiúñzA.-- El vulgo que corre como dementado tras las sómbras de lo
se afana tras las cosas, obedece a sus pasiones, se que. cree a su alcance, o se mueve como autómata al
alegra o entristece por la varia fortuna. Pero esto servicio de las pasiones. Sólo el sabio se basta a sí
90 RAFAEL GAMBRA EL EPICUREISMO

mismo, sólo él logra la autarquía. Sólo él, por fin,


se penetra con el alma del Universo, identificándose
—por vía práctica—con el ser verdadero e inmutable.

El juicio que los estoicos han merecido a lo largo


de la historia ha sido muy diferente y extremado.
Para unos (Montesquieu, por ejemplo) constituye­
ron una secta maravillosa en la que rayaron a su
máxima altura las virtudes humanas. Para otros
(Mommsern) no fueron sino unos fariseos que escon­
dían la más refinada soberbia bajo las apariencias
de virtud. Otros, en fin, quisieron ver en ellos una
feliz anticipación a muchas ideas y al espíritu del
Cristianismo. Pero a esta última opinión aludiremos
al tratar del más grande de los estoicos—Séneca—■
que alcanza ya los primeros tiempos de la Iglesia. Contemporánea de la escuela del Pórtico es otra
escuela filosófica que fundó Epicuro (341-207) en Ate­
nas, instalándola en e] jardín de su propia casa, de
donde el nombre de escuela del Jardín con que se
la conoció. Su significación es muy semejante a la
estoica, aunque en el lenguaje de hoy día se entien­
da—y no sin un fundamento—por epicúreo algo
opuesto a estoico. Si esto evoca ascetismo, aquello
sugiere una idea de refinamiento en el placer. Fácil
nos será comprender cómo se hermanan y se opo­
nen a la vez una y otra escuela.
Comparte Epicuro con los estoicos su aversión a
las entidades metafísicas de Platón y de Aristóteles,
para no admitir más que la realidad material y sen­
sible. Esto le hace prescindir del plano metafísico y
limitarse al cosmológico o físico.vAquí admite una
concepción más lógica que la de los estoicos dentro
de su principio materialista. No es que todas las co­
sas deban ser concebidas con una naturaleza mate­
rial, sino que no existen otras realidades que los
92 RAFAEL CAMBRA h is t o r ia s e n c il l a d e l a f il o s o f ía 93

átomos o partículas indivisibles de materia que, so­ xnos en su caída. Un hombre que cae desde lo alto
metidas a una causalidad ciega y necesaria, producen de una casa no puede, ciertamente, evitar la caída
cuanto hay. Concepción esta que renueva la teoría una vez iniciada, pero puede imprimir un movimien­
llamada atomismo que inició Demócrito.^ Nosotros to a su cuerpo que le haga caer algo más acá o más
imaginamos al mundo construido según un pian in­ allá, en una postura o en otra. Algo semejante su­
teligente y suponemos que al obrar lo hacemos en pone Epicuro que puede acontecer en los átomos
vista de un fin y libremente. Nada más puramente materiales que integran nuestra alma, y en ello pre­
ilusorio. Si los copos de nieve poseyeran consciencia tende fundar la posibilidad de una actuación moral
podrían imaginar, en su caída muelle y pausada, que y de una ética. Pero esto es en realidad un subterfu­
caen por su propia espontaneidad. El mundo es una gio basado en una mera comparación, ya que el
inmensa estructura de átomos materiales sometida determinismo universal o lo es realmente, o, si tiene
a leyes necesarias, como puede ser la lluvia o la el más ligero fallo, desaparece como tal y ha de ad­
nieve. mitirse la indeterminación y la libertad por restrin­
Con esto, pasa Epicuro al problema práctico de la gido que sea su campo.
actitud que debe adoptar el hombre ante este acon­ Sentadas estas premisas, se pregunta Epicuro cuál
tecer necesario. La física no constituye para él más será el fin que el hombre puede y debe alcanzar en
que una antesala de la ética, como sucedía a los es­ esta vida, es decir, la dirección en que el hombre
toicos. Pero en seguida se le plantea una grave difi­ debe lograr esta desviación o clinamen en su caer a
cultad para conciliar esta concepción física del Uni­ lo largo de la existencia. Y la respuesta no ofrece
verso con la posibilidad de una ética. Toda ética se para él ninguna duda: es un hecho de experiencia
propone establecer unas normas—-de obligación o de evidente, que todos los hombres han tendido siem­
consejo—para el ordenamiento de la conducta. Ello pre, consciente o inconscientemente, acertada o erró­
supone la posibilidad en el sujeto moral—el h o m b r e - neamente, hacia el placer. Esto para Epicuro es un
de seguirlas, de ajustar a ellas sus actos; esto es, hecho indudable que debe admitirse sin más. Cier­
la libertad. Si todo—incluso el hombre—es de na­ to que los hombres trabajan y buscan cosas que no
turaleza material y obedece a leyes necesarias, ¿qué son el placer mismo, pero se trata sólo de medios
objeto o utilidad podrán tener unas normas mora­ para mantener la vida—condición del placer futu­
les? Aquellos que actúan de ese modo—o aquellos ro—-o para procurarse fuentes de placer. Todo en la
que actúan de ese otro—lo harán porque así resulta vida del hombre tiene valor de medio, menos el pla­
de la causalidad universal. Unos serán vulgo, por cer, que tiene valor de fin. La dificultad fundamen­
ejemplo, y otros sabios, irremediablemente, por ne­ tal con que los hombres chocan para llevar una vida
cesidad física. Pero a nadie se predique que obre de serena y verdaderamente natural que busque direc­
otro modo, porque toda autodeterminación es im­ tamente el placer que, en el fondo, todos buscan,
posible. Pues bien, para conciliar la concepción- de­ estriba en un temor que les persigue de por vida:
terminista con la posibilidad de una ética, sostiene el que nace de la creencia en la justicia de Dios y
Epicuro una teoría tan curiosa como ilógica: lo que en el más allá. Pero en esta estructura material re­
él llama el clinamen, o ligera inclinación de los áto- gida por causalidad mecánica no hay sitio para la
94 RAFAEL GAMBRA HISTORIA SENCILLA DE L A FILOSOFÍA' 95

acción de los dioses. Estos existen, según Epicuro, deseables? En un principio se decide Epicuro por
pero llevan una existencia feliz en el lejano Olimpo, los espirituales, porque se pueden traer a voluntad
sin preocuparse para nada de los hombres. El alma, y, por tanto, sujetan al hombre a las cosas exterio­
por otra parte, es una especie de burbuja material res y a la variable fortuna. Pero los placeres espi­
que se disuelve en la nada al morir el hombre. Tam­ rituales consisten para Epicuro en recordar, imagi­
poco la muerte misma debe temerse, porque mien­ nar o proyectar situaciones placenteras, y esto no
tras vivimos no está ella presente, y cuando ella es posible, naturalmente, si no existen previamente
llega, ya no estamos nosotros. urnas auténticas y originales situaciones placenteras.
Parece, pues, que el camino del placer está abierto Estas no pueden consistir sino en los placeres del
para el hombre y desembarazado de toda traba re­ cuerpo.
ligiosa o filosófica. Epicuro comienza así haciendo Divide a continuación los placeres en lo que él
abierta profesión del más alegre hedonismo, que es llama placeres en reposo y placeres en movimiento.
aquella doctrina ética que establece el placer (hédo- Son en reposo aquellos placeres que advienen al
né) como valor supremo. Mas he aquí que, acto segui­ alma como algo natural a su actividad, como la sa­
do, tiene que enfrentarse con la terrible antítesis de tisfacción de una necesidad, el fácil y grato ejerci­
todo hedonismo : cualquier ética, para serlo, ha de cio de sus operaciones. Son en movimiento aquellos
pretender dar unas normas con carácter general e otros que experimenta el alma como algo sobreaña­
imperativo; pero el placer es un hecho subjetivo, dido a su naturaleza, algo que se ha de buscar en
que se realiza en la intimidad del sujeto sin que el exterior porque no resulta de su normal actividad.
cada hombre pueda tener experiencia más que del El placer de reposar tras la fatiga, el beber agua
propio. Imaginemos que se manda o aconseja a un con sed, son típicos placeres en reposo. Las drogas,
hombre que, para lograr una vida placentera, se abs­ el beber bebidas alcohólicas, son ejemplos de place­
tenga de drogas, como el opio, por ejemplo. Pero él res en movimiento. Epicuro opta decididamente por
responde: el placer de un momento que el opio me los placeres en reposo, porque los en movimiento
depara es para mí superior a todos los placeres que producen a la larga dolor, y, convertidos en hábito,
podría ofrecerme una larga vida; por mi parte, lo esclavizan al alma sometiéndola a las cosas exte­
cambio con gusto y nadie puede discutirme el dere­ riores.
cho, porque el placer es mío y sólo yo puedo cono­ Y aquí, el viraje y la sorprendente conclusión del
cerlo y valorarlo. Esto es incontestable desde el pun-- hedonismo epicúreo: si los placeres espirituales vie­
to de vista puramente hedonista, y, por ello, toda nen a reducirse a los corporales' y sí en estos soló
ética de este género ha de enfrentarse, antes de deberT’adm itirse por tales pTácérés los en reposo,
nada, con el problema de objetivar el placer, hacer resultará qliK ct ilnico fin dé'~Iá*'ridá'é^~eT uIacer-áe-
de él algo objetivo que pueda erigirse en fin con­ rivado desatlslacér las~Y5as~et^ñeñtaTes necesidades
creto y norma para todos los hombres. de la naturaleza. Lo cual exige del hcmbjñe uñ .abs­
A este efecto divide, en primer lugar, los placeres tencionismo ascético, una estricta austeridad^ El sa­
posibles en placeres corporales y placeres espiritua­ bio epicúreo, en la práctica y por camino bien dis­
les. ¿Cuáles serán los superiores y, por tanto, los tinto, habrá de tener las mismas características del
96 RAFAEL CAMBRA
HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 97

estoico. El sistema que empezó proclamando un El tipo humano del sabio estoico y epicúreo no
alegre hedonismo, el culto libre y sin trabas del pla­ deja, sin embargo, de poseer cierta grandeza. En él
cer, acaba en un riguroso ascetismo. Más aún: como se expresa el cansancio decadente del vivir, la vejez
al sabio epicúreo le falta aquella visión panteística digna y orgullosa de una cultura ilustre. En esta
de un mundo inflamado por el espíritu divino, que retirada a posiciones mínimas, pero autárquicas y
poseía el estoico, no encuentra un verdadero e ilu­ llenas de serenidad, se revela una vez más la íntima
sionado objetivo a esta vida escéptica a que le ha genialidad del espíritu griego.
conducido su propio sistema, y tampoco lo encuen­ Puede ser una encamación típica del espíritu es­
tra, por tanto, a la vida misma. Por eso, pocos pane­ toico aquel sabio que tomaba plácidamente el sol
giristas han cantado a la muerte y al suicidio como ante una puerta de Salónica cuando se presentó ante
Epicuro. él, atraído por la fama de su virtud y sabiduría, el
De este modo, el mismo desarrollo de la ética propio rey Alejandro. «Pídeme lo que quieras:—ofre­
epicúrea demuestra cómo el hedonismo conduce por ció el monarca al sabio, que ni se había incorpora­
sí mismo a la desesperación y a la nada. Como no do—, y te lo concederé en seguida.» «Hacedme en­
puede fundarse ,una moral sobre el placer, que es tonces merced—contestó éste—de apartaros un poco,
solo una reacción, un tono afectivo, que acompaña a señor, que me estáis quitando el sol.»
lrysmetO's"7pero nunca una realidad en~sí misma que
puedar~brtscarsé~~como objetivó último, i^l placer.
como la caza, aparece muchas veces en nuestro ca­
mino cuando no lo buscamos, pero rara vez si mar­
chamos en su busca.
En política, por fin, opina Epicuro que la partici­
pación en la vida pública es impropia del sabio, por­
que ni suele ser compatible con la existencia placen­
tera ni merece la pena dentro del ideal ascético y
mínimo de cada vida. Por ello estima Epicuro que
la tiranía es el gobierno más deseable, porque aho­
rra a todos los ciudadanos la preocupación de las
cosas públicas al hacerse cargo de ellas uno solo.
Esta apatía hacia cuanto se salga de la propia vida
y de su más útil organización es un signo más de
la decadencia que representan estos sistemas filosó­
ficos, y también de la pasiva actitud, del pueblo
griego que, dominado primero por Alejandro de Ma-
cedonia y ocupado después por Roma, estaba ya casi
en el término de su misión histórica.
HISfORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 99
LA FILOSOFIA EN ROMA: LUCRECIO
Y SENECA griego, por lo que la filosofía romana es sólo una
Continuación de las escuelas existentes en la última
época de Atenas. El espíritu romano fue fundamen­
talmente práctico en consonancia con su misión his­
tórica. Conquistador y organizador de pueblos, crea­
dor de un derecho que ha perdurado inconmovible
a través de los tiempos, el pueblo romano supo
como ninguno en la historia asimilar pueblos ex­
traños, respetando sus instituciones propias, insu­
flándoles al mismo tiempo su espíritu hasta llegar
a su romanización, esto es, a hacerles solidarios de
su propia civilización y de su vida política. De este
modo la cultura racional del pueblo griego y el ge­
nio político del romano colaboran en la formación
de este mundo latino o mediterráneo, que fue el nú­
cleo de la que hoy llamamos civilización occidental
o europea.
Este mismo espíritu práctico de los romanos hizo
Al pueblo romano cupo en la historia una misión que su filosofía se inclinara a prolongar aquellas
extraordinaria: fue el medio de que se extendieran escuelas de tipo eticista que hemos visto en la de­
por todo el mundo mediterráneo la ciencia y la filo­ cadencia griega: la estoica y la epicúrea, aparte de
sofía griegas, haciendo de ellas el germen de lo que algunos ensayos de eclecticismo (o mezcla de siste­
habría de ser la civilización occidental. Así una cul­ mas) sobre un fondo escéptico, como el de Cicerón.
tura propiamente humanista, basada en la razón, El epicureismo encontró entre los poetas romanos
salía de los límites de un pueblo para formar espi­ del siglo i de Jesucristo un expositor maravilloso,
ritualmente, con sus inmensas posibilidades de en­ dotado de profunda sensibilidad, que supo expresar
tendimiento y de progreso, todo un extenso medio una versión cordial y personalísima de la concep­
de pueblos civilizados. ción epicúrea: Tito Lucrecio Caro (98-55), autor del
Desde principios del siglo n antes de Jesucristo, poema filosófico De rerum natura (De la naturaleza
sabios griegos marchaban a Roma—-el pueblo joven de las cosas). En este poema tiene Lucrecio la rara
y rico que irrumpía en la vida mediterránea—como habilidad de exponer estéticamente, e incluso con in­
preceptores de las grandes familias patricias. Roma superable grandeza y sensibilidad, un tema esencialmente
conquistó a Grecia en ese siglo y se apropió de la árido y antipoético como la concepción atomista y
cultura griega, que, a partir de esta época, se co­ mecanicista del Universo que propugnó Epicuro. Qui­
noce con el nombre de greco-latina. La filosofía ro­ zá haya conseguido este poema de Lucrecio la unidad
mana es así una prolongación de la griega. de visión y de tono que faltaba, como vimos, a la
Pero el genio romano no fue de inclinación inte­ obra de Epicuro, alegre hedonismo en su comienzo
lectual, ni heredó en filosofía el espíritu creador del
h is t o r ia s e n c il l a d f . l a F IL O S O F IA 101
RAFAEL CAMBRA
100
y desesperado ascetismo en sus conclusiones. El poe­ eterna. Esto dulcifica en gran modo la situación del
ta romano centra su obra en una inmensa compa­ hombre en el mundo. El tipo del sabio estoico expe­
sión hacía la humanidad angustiada y doliente, a la rimenta a través de su obra una mutación notable:
que quiere librar de las preocupaciones de ultra­ ya no será aquél espíritu puramente teórico, infle­
tumba. Del desarrollo del ciego mecanicismo de la xible, satisfecho de sí mismo, despreciativo con el
naturaleza deriva para el alma una suave despre­ vulgo, desesperado en el fondo de su imperturbabi­
ocupación, una nueva e íntima forma de libertad, lidad. Ese tipo humano en el que tantos críticos han
que es el motivo inspirador del poema. Todo él se visto la personificación del fariseo... Antes bien, el
halla penetrado de un inmenso sentido humano—ca­ sabio senequista comprende que, como hombre, dis­
racterístico del romano—dapaz de deparar un calor ta mucho de la grandeza y magnanimidad que su
personal y tierno a esta visión de la-más deshuma­ situación en el mundo le exigiría; y que el vulgo,
nizada de las concepciones del Universo. humano como él, lleva a menudo con heroica resig­
La misma influencia de ese cordial sentido huma­ nación su humilde suerte. Los imperativos teóricos
no se percibe en la obra del más gránde represen­ se humanizan, las distancias se acortan y, al calor
tante del estoicismo romano: el cordobés Lucio de la idea de hermandad entre los hombres, se true­
Anneo Séneca (4 a. J. C. 65 d. J. C.), que puede con­ ca la relación entre la teoría y la vida humana; no
siderarse también como el más notable de todos los estará ésta al servicio de la teoría, sino aquella vi­
estoicos. Romanizada buena parte de España, arrai­ sión de la realidad al servicio del hombre. El mismo
gó en la Bélica—Andalucía—una sólida y profunda fondo triste y desesperado de la visión estoica del
cultura hispano-romana, que hizo de ella una de las Universo conduce a Séneca no a la fría abstención,
provincias más ilustres del imperio. Séneca nació sino a una inmensa y cordial compasión de los hu­
en Córdoba, en el seno de este ambiente. Filósofo y manos hasta ver en todos, incluso en los esclavos,
autor de tragedias al mismo tiempo, fue una de las hermanos en una misma naturaleza y en idéntica
más brillantes figuras de la Roma de los Césares, suerte.
hasta llegar a preceptor de Nerón. La filosofía estoi­ En muchos puntos se aproxima tanto el senequis-
ca, que se adaptaba muy bien al espíritu conserva­ mo a la doctrina moral del Cristianismo, por enton­
dor, moral y familiar de los romanos, halló en él ces incipiente, que se ha hablado de una relación
un continuador de primera magnitud. La doctrina epistolar entre Séneca y San Pablo, e, incluso, de
estoica se convierte en sus manos en algo real, vivo una secreta conversión del filósofo cordobés. Pero
y profundamente humano. Se aparta, ante todo, de ambas cosas son falsas; el fondo de su concepción
la rígida visión panteística de la escuela para apro­ permanece rigurosamente estoico; el mismo Séneca,
ximarse a la idea de un Dios personal, más compa­ cansado y desesperado de vivir, enumera en uno de
sus capítulos los medios indoloros de suicidarse; y
tible con la libertad humana.
La ética deja de ser para Séneca un imperativo su propia muerte, abriéndose las venas por orden
filosófico y se convierte en una fuente de paz y de de Nerón, mientras consolaba triste y serenamente
consuelo para los humanos que comparten esta exis­ a sus deudos, revela la motivación interna de su éti­
tencia infeliz y ansian elevarse a una vida ideal y ca, tan alejada del Cristianismo.
102 RAFAEL GAMBRA
HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 103
El vigoroso y profundo lenguaje de Séneca impre­
sionó a sus contemporáneos. Algo semejante es la su paso a la historia, de su muerte. Sin embargo, en
impresión personal que Ganivet nos refleja en su la obra de Séneca no todo es caducidad y agota­
Jdearium: «Cuando leí la obra de Séneca, quedé miento: hay también como un germen de algo nue­
aturdido y asombrado, como quien, perdida la vista vo y esperanzador, el presentimiento gozoso de una
y el oído, los recobra repentinamente y ve los obje­ renovación. Su siglo conoce ya, más o menos vaga­
tos antes confusos salir ahora en tropel y tomar la mente, el nacimiento y la irrupción de un mundo
consistencia de cosas reales y tangibles.» Esta im­ nuevo: el Cristianismo. La fe de Cristo será, a par­
presión y esta influencia fueron más notables y dura­ tir de este siglo, como la tercera dimensión de la
deras en su patria, Andalucía. Todavía se califica allá filosofía. Dijimos que la filosofía había nacido de
de Séneca al hombre que destaca por su prudencia y la antítesis entre dos experiencias radicales: el mun­
sabiduría. El fondo cultural hispano-romano perdu­ do de los sentidos—concreto y móvil—y el de la ra­
ró en el alma de Andalucía durante siglos resistien­ zón—uno e inmutable—. A ellos habría de añadirse
do, claramente diferenciado, a la invasión, goda y a una tercera experiencia: la de la fe—la fe cristia­
la musulmana, y constituyendo un factor importan­ na—, qué, como un hecho radical e incontenible,
te en la génesis de nuestra nacionalidad a lo largo cambiará la faz de la tierra, el modo de ser de los
de la Reconquista. Y en este espíritu profundísimo, espíritus, y sacará un mundo nuevo de las ruinas
la influencia de Séneca siguió viviendo, inconscien­ —morales y materiales— del mundo antiguo.
temente, hasta nuestros días. La indolencia, la indi­ Pero la filosofía clásica, antes de morir, tendrá
ferencia fatalista ante cualquier suerte, el sentido un fulgor postrero, una. especie de canto de cisne..
humano, personal y compasivo son rasgos del espí­ Será la reacción del mundo antiguo ante la nueva
ritu español que deben mucho al senequismo. fe que llegaba desde el pueblo judío. De ella nace
la filosofía alejandrina o neoplatónica, que veremos
a continuación.

Hemos asistido, después de Aristóteles, a una con­


tinua reducción de los horizontes de la filosofía, que
es propia de las épocas de decadencia. Estoicos y
epicúreos se interesan solo por el problema ético
de la «actitud del hombre frente a la vida», en vista
de un fatalismo cosmológico que admiten con pesi­
mismo sin demasiado análisis.
En Séneca la filosofía no será ni siquiera una ética
teórica y rigurosa, sino sólo una «consolación del
hombre». Parece como si el mundo clásico greco-
latino, cansado de vivir, buscase en la dios ofía sólo
un consuelo a su tedio, a la consciencia dolorosa de
LA FILOSOFIA ALEJANDRINA: PLOTINO h is t o r ia s e n c il l a d e l a f il o s o f ía 105

Ante esta rápida invasión de la nueva fé, que trajo


a la mente de todos una auténtica preocupación reli­
giosa, reaccionó el espíritu greco-latino con una re­
viviscencia efímera pero vigorosa de su genio, que
hubiera podido considerarse, en filosofía al menos,
como agotado. Esta reacción dio lugar a un movi­
miento filosófico, un tanto artificioso y heterogéneo
en sus ingredientes, que se llamó neoplatonismo. La
sede de este nuevo movimiento filosófico fue la ciu­
dad de Alejandría, donde, por su situación geográ­
fica, se cruzaban culturas diversas y donde se formó
un mundo cultural muy complejo. Había sido fun­
dada esta ciudad por Alejandro Magno y convertida
por sus sucesores en la metrópoli de la cultura grie­
ga; conquistada después por Roma, mantuvo por su
situación un contacto permanente con las civiliza­
En el siglo i conoció Roma el hecho inesperado, ciones del Oriente próximo. De aquí que a este pos­
extraordinario, de la rápida difusión en su seno de trer período de la filosofía clásica se le conozca por
la religión que predicó en Palestina un judío que, el nombre de alejandrino.
años atrás, había sido ajusticiado bajo el mando de La esencia de estos sistemas filosóficos, que cons­
un gobernador romano. No sirvieron las persecucio­ tituyen una reacción defensiva de la cultura greco-
nes ni los martirios ni los halagos para cortar aquel latina, viene a ser ésta: la verdadera sabiduría hu­
hecho insólito: no se trataba sólo de gentes humil­ mana es la alcanzada por la filosofía, principalmente
des, de esclavos o desheredados de la fortuna, sino por el más alto y profundo de los filósofos, que fue
que en las más altas clases de la sociedad romana Platón; las religiones positivas expresan no otra cosa
se registraban también estas extrañas conversiones J que las verdades filosóficas, pero de un modo sen­
a la nueva religión extranjera. Esto era para la men­ cillo, concretado en mitos e imágenes, a fin de que
talidad romana inexplicable, simplemente absurdo; puedan ser captadas por el pueblo. La religión, en
pero, además, humillante, ofensivo para su orgullo una palabra, es una popularización de la filosofía,
cultural y nacional. El pueblo judío era para los ro­ una filosofía para el pueblo. El saber filosófico se
manos un pueblo oriental, exterior a su cultura, un identifica para estos sistemas con el religioso, pero
pueblo sometido a su imperio. sobre la báse de una supremacía o prioridad de
La venida de Cristo al mundo no sólo determinó ; aquél.
una nueva civilización, sino el hecho central de la Tres fueron las corrientes capitales del neoplato­
historia universal. La cronología se cuenta hoy en nismo alejandrino, correspondientes a las tres reli­
todo lugar del planeta con referencia al nacimiento giones que convivían en la Alejandría de aquellos
de Cristo, tanto para su posteridad como para los si­ tiempos: la pagana, la cristiana y la judía no cris­
glos históricos precedentes.
RAFAEL CAMBRA
106
HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 107
tiana. La misma irrupción del Cristianismo dio a co­
nocer en el mundo mediterráneo la religión judaica, que prolonga la línea de los grandes pensadores de
y un miembre de la comunidad hebrea de Alejandría la filosofía. Veamos cuál fue la esencia de su pen­
—Filón (s. i)—ensayó una síntesis entre su religión samiento.
y la filosofía platónica, de la que no vamos a ocu­ Como los primeros filósofos, empieza Plotino por
pamos. Existe, en segundo lugar, un neoplatonismo buscar la realidad originaria, que está en el fondo de
pseudo-cristiano, que se llamó gnosticismo y será todos los cambios. Esta había sido para Platón la
fuente de las primeras herejías del Cristianismo. Pre­ idea de bien, sol que ilumina a las demás ideas. Pero
tendían los gnósticos que existe un saber racional Plotino, por imperativo de su época, concibe ese prin­
(gnosis) más alto que la fe (pistis), del que ésta no cipio de un modo religioso. Será para él un algo di­
representa más que una versión popular en símbolos vino, a lo que llama el Uno, y de lo que tiene una
y parábolas. concepción muy especial.
Existió, por fin, una tercera corriente en la filosofía Cuéntase de un faquir indio que solía permanecer
alejandrina que pretendió esa misma síntesis, pero a orillas del Ganges en actitud meditativa, haciendo
entre la filosofía platónica y el paganismo grecolatino. constantemente con su mano el signo de negar. Al­
El fin de este movimiento era el de prestigiar ante el guien averiguó lo que estaba haciendo en tan extraña
pueblo romano el politeísmo tradicional, que desde actitud: el faquir estaba pensando en Dios. Para el
hacía siglos había caído en el mayor descrédito. La re­ faquir, Dios no era materia, ni espíritu, ni sustancia,
ligión pagana, lejos de ser una mitología puramente ni accidente, ni esencia, ni existencia, ni siquiera ser;
estética, contendría, según esto, un gran valor sim­ de Dios nada se podía afirmar porque está por enci­
bólico, pues expresaría, de un modo plástico y popu­ ma de todos nuestros conceptos; de aquí que nues­
lar, las profundas verdades que alcanzó la antigua tro pensamiento acerca de Dios no pueda ser más
filosofía. Esta concepción, que encontró en Pío- que una continua negación y un superar cuanto de-
tirio (204-270) un Intérprete de primera fila, consti­ él pueda pensarse. Esta es la idea que de la realidad'
tuye la más íntegra y orgullosa reacción del espíritu ¡ originaria posee Plotino; del Uno no pueden darse
clásico, que no acepta nada de las nuevas religiones más que conceptos negativos; su mismo nombre de
orientales, sino que les opone paganismo y filosofía Uno es también negativo, porque indica no más que
platónica, en estrecha unidad, como la única sabidu­ negación de pluralidad y de partes. Sólo una cosa-
ría humana y divina. El neoplatonismo de Plotino pre­ cabe decir del Uno según Plotino; que es causación
tende ser una mera reviviscencia del pensamiento de constante, principio activo y causa de cuanto existe.
Platón, ampliado y completado en ciertos puntos que Pero esta causalidad no la ejerce el Uno como el
el maestro dejó inéditos o inacabados. Pero, en rea­ Dios de Aristóteles, moviendo desde fuera la cadena-
lidad, se mueve ya en un mundo cultural completa­ de las causas; ni como el Dios del Cristianismo, que
mente distinto: parte de una visión religiosa del pro­ crea de la nada un mundo distinto de E l: el Uno es
blema metafísico y propende a soluciones panteístas causa de las cosas por emanación o extravasación de-
y místicas, cosas todas bien ajenas al verdadero pla­ su propio ser. Como realidad plena, se expande por
tonismo. Plotino es, en realidad, un pensador original íntima necesidad, pero sin perder nada de su plenitud
ni de su simplicidad. Como los rayos brotan del sol
RAFAEL GAMBRA
108 HISTORIA.SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 109

sin menoscabo de su realidad y producen una luz y limitación. Algo semejante al frío y silencioso vacío
un calor cada vez más débiles según se alejan de sur que rodea al ser y le sirve de fondo. Algo que origina,
origen, así el Uno produce las cosas de su propio ser por el enfriamiento y la distancia, la imperfección y
en estratos cada vez más imperfectos a medida que la debilidad de las cosas.
de él se separan. Este proceso degenerativo de las causas, que desde
Estos estratos de ser son los que Plotino llama las el Uno desciende a la materia, se completa, según Plo­
causaciones cósmicas, que son, por este orden, el es­ tino, con otro de sentido inverso que asciende desde
píritu, el alma, las cosas singulares y la materia. El la materia, siguiendo la tendencia de los seres, hasta
espíritu es una especie de imagen o duplicación del la eterna simplicidad del Uno. Cada grado de las co­
Uno, que Plotino concibe como el conjunto de las sas depende del anterior en cuanto a su origen, pero
ideas que Platón suponía en el cielo empíreo. Al ema­ también en cuanto a su finalidad, pues a él aspiran to­
nar el Uno fuera de sí, su ser se descompone en iri­ das según su propia naturaleza. El mundo tiene im­
saciones múltiples, como la luz del sol a través de la presa en su ser una tendencia, que es, en definitiva,
lluvia. Estas son las ideas o realidades inteligibles, un retomo a la plenitud del Uno. El proceso primero
que poseen a la vez la unidad de su origen y la mul­ de emanación era, sin embargo, necesario para que
tiplicidad que procede de la contemplación. el espíritu penetrase hasta en la materia más rebelde
La fuerza expansiva y creadora del Uno, descom­ a su recepción y fuese posible ese retorno de las co­
puesta primero en la multiplicidad de las ideas, pro­ sas a su origen.
duce después las almas, que son la segunda de las Así, los seres materiales, concretos, poseen unas
causaciones cósmicas. El alma, como el Uno, es pura tendencias que les impulsan hacia la imitación de la
energía, actividad. La contemplación es su actividad idea o tipo específico que ha servido para su forma­
esencial. Pero una especie de egoísmo, de tendencia ción. El alma, que por su cara superior está en con­
& limitar su expansión para concentrarse en sí, indi­ tacto con el mundo inteligible del espíritu, puede
vidualiza al alma y engendra las almas concretas, in-, elevarse, por una purificación ascética, hasta la pura
dividuales, que son ya un estrato inferior en la cos­ contemplación ideal, y de aquí a la unión mística con
mogonía o génesis del mundo. Las almas por una de el Uno. Esta elevación puede realizarla el alma por
sus caras miran a las ideas y las poseen de cierta tres vías diferentes : el ascetismo, que brota del amor
manera, pero por la otra están vueltas hacia la ma­ y mata la tendencia material; la filosofía, que hace
teria. Ello hace que imprima, por medio de los ver en las cosas concretas las ideas eternas; y el
conceptos (imágenes de las ideas), una forma a la arte, que realiza en la materia la belleza inmarcesible del
materia, dando lugar de este moldo a las cosas con­ espíritu. De aquí puede originarse un momento decisivo
cretas materiales, que poseen todavía un débil re­ y único: el íntimo olvido de la propia individualidad y la
flejo del espíritu. Las cosas concretas son así el tercer entrega inefable a la contemplación pura por la que el al­
grado de las causaciones cósmicas. La materia, por. ma, saltando sobre su propio ser, se diviniza y retoma
fin, el último grado de esta jerarquía del ser, es lo de este modo al simple y bienaventurado principio de lo
ajeno al espíritu, algo informe, origen del mal y de que. es. Así como un hombre que penetra en el tabernácu­
la fealdad, principio ciego y opaco de negación, de lo del templo deja atrás las imágenes varias de los dioses
HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 111
110 RAFAEL GAMBRA
Historia que es la Encamación del Verbo, preservarán
para conocer al Dios verdadero, así también el alma tras­ para la humanidad aquel germen de verdad y de liber­
pasa la multiplicidad de las ideas para identificarse con tad, fecundándolo con una fe y una doctrina verdadera­
el ser del Uno. mente salvífica y humana.

La filosofía de Plotino, y la de toda la época ale­


jandrina, lejos de ser un verdadero neoplatonismo,
constituye, como hemos visto, una especulación ori­
ginal en la que intervienen factores platónicos, aris­
totélicos y estoicos. Pero, sobre todo, hay que señalar
en ella el desarrollo de aquellos gérmenes orienta­
les—hindúes, sobre tocto—que encontramos en el
pensamiento de Platón, heredados de los pitagóricos.
El principio emanantista de las causaciones cósmi­
cas y la absorción final en el ser del Uno tienen una
raíz esencialmente panteísta. Puede constituir un símbo­
lo del ideal ético de Plotino aquel asceta hindú que, res­
paldado en el tronco de un árbol, permanecía en muda
contemplación del Uno y Todo. Inmóvil y arrobado pasó
días y meses, sin advertir que los pájaros hacían nido en
su cabellera, que sus brazos, rígidos y secos, se conver­
tían poco a poco en ramas nudosas semejantes a las de
aquel árbol, que la savia del propio árbol comenzaba a
correr por sus venas, que todo él, en fin, era reasumido
por el impulso ciego e impersonal de la vida y retomaba
de este modo al alma de la naturaleza.
Contra este germen panteísta que mata la duali­
dad del ser y la posibilidad de la acción, luchó desde
sus orígenes la filosofía griega, y esta lucha consti­
tuyó la posibilidad misma de nuestra civilización y
su impulso fecundo. Ahora, en esta postrer mani­
festación de aquella cultura y en su última decaden­
cia, la vemos aceptar este monismo panteísta que
conduce necesariamente al quietismo, a la inacción.
Pero nuevos y providenciales elementos de civilización,
cuyo origen estriba en ese hecho nuevo y central en la
la FILOSOFIA CRISTIANA ANTIGUA
Y MEDIEVAL

CRISTIANISMO Y FILOSOFIA

El Cristianismo no es una filosofía, sino una re­


ligión, Sin embargo, como fue el hecho central en la
historia de los hombres y de él surgió un mundo
nuevo y una nueva mentalidad, no pudo por menos
de tener una inmensa influencia en el desarrollo de
la investigación filosófica. EL da lugar a una segunda
época de la filosofía, que, si continuadora de la es-
peculación anterior y de sus primeros y eternos pro­
blemas, lo será en una forma y bajo unos criterios
absolutamente peculiares. Cristo sé encama en un
momento histórico providencial, «en la plenitud de )
los tiempos» . y esto puede decirse también con ple­
no sentido desde el ángulo de la evolución filosófica;
el hecho se produce cuando el espíritu grecolatino
estaba agotado en sus fm entescrcadorasy vivía del
recuerdo de las escuelas de la decadencia griega. El
final estaba anunciado por su propia disolución
interna. Pero en el momento elegido no se había pro­
ducido la ruína política del Imperio romano, que,
antes bien, vivía todavía momentos de plenitud. De
114 RAFAEL CAMBRA

HISTORIA SENCILLA DE L A FILOSOFÍA 115


-este modo, aquel mundo relativamente homogéneo,
civilizado y pacífico fue el mejor vehículo para la e, incluso, la interpretación lo más literal posible de
difusión rápida de la nueva fe, y el Cristianismo al* los textos sagrados.
canza así a guiar y proteger al mundo antiguo” en En una posición antitética a esta de la identijica-
la caída del Imperio romano salvando cuanto de la ción hállase la teoría de la ininfluencia o absoluta
cultura clásica podía salvarse, para sacar de aquella Independencia de religión y filosofía. En la Edad Me­
universal tragedia una nueva civilización: la civili­ dia se llamó a esta posición «teoría de las dos verda-
zación cristiana. des», y tuvo muy pocos defensores dentro del Cris-
El Cristianismo es, en primer lugar, un conjunto tianismo, al paso que fue muy frecuente en el mun­
de verdades reveladas para que el hombre conozca" do islámico por la dificultad de conciliación racional
de su situacLón en el mundo lo necesario para sal­ que presentaba este credo religioso. Según tal teoría,
varse, y, en segundo, _una ley cuyo cumplimiento hay una verdad religiosa y otra filosófica que pueden
condiciona su salvación. Pero esta estructura geñe- aparecer no sólo como diferentes, sino como contra­
ral religiosa hallábase ya contenida para el pueblo dictorias, y ser ambas admitidas a un mismo tiempo,
judío en la antigua Ley y en_ los profetas. El Cristia­ porque pertenecen a órdenes diferentes. Esta con­
nismo es propiamente una buena nueva, un hecho cepción fue modernamente renovada por determina­
feliz y gratuito que viene a cambiar—centro ;le la dos filósofos que han supuesto que la fe pertenece
misma verdad religiosa del pueblo judío—la situa- al sentimiento y no puede tener una fundamentación
ción del hombre en el mundo al darles la posibilidad racional. Unos y otros—medievales y modernos—fue­
y el medio de una efectiva salvación, 'eterna. Secun­ ron también condenados por la Iglesia, que no ad­
dariamente, el Cristianismo es un nuevo espíritu, un mite, como es lógico, que, procediendo de Dios tan­
espíritu de amor sobrenatural que, desbordando el íñóvil to el contenido de la fe como la razón, puedan opo­
divino de la redención, debe penctrar las reíaciones de nerse entre sí. ,
los hombres entre sí y con el mismo Dios, encamado en Una tercera opinión a la que ya hemos aludido,
la persona de Cristo. bastante extendida entre los filósofos de los dos úl­
La existencia de una filosofía cristiana es un hecho timos siglos, afirma la incompatibilidad entre filoso­
histórico del que no se puede dudar porque, clara­ fía y religión, esto es, K~imposibilidad de una filoso­
mente diferenciada, llena toda una edad de la His­ fía cristiana. El cristiano—dicen sus defensores—
toria. Por ello es preciso preguntarse en qué relación posee de antemano la certeza de una concepción del
se halla la filosofía con ía religión para el cristiano Universo que le depara la fe, y su filosofía tiene que
que filosofa. Vimos cómo upa ccxrieiite del munVln terminar, en eso necesariamente. El cristiano sólo
antigu o,pretendió subsumlr el Cristianismo ienf la puede hacer apologética, nunca verdadera filosofía,
filosofía clásica, presentándolo como una «versión esto es, libre y sincera búsqueda racional de la es­
popularizada del saber filosófico». Pero estaT teoría". tructura y sentido del Universo. El filósofo aparece
uei>echazada.como heré- .. en el hombre en tanto que desaparece su fe. Esta
tica por lajlgiesia,"que siempre defendió la sustan- teoría pugna con la experiencia histórica de la Edad
tividad, la concreción real y vivá'deT hecho religioso Media cristiana, en la que, como vamos a ver, se
construyen profundísimos y diversos sistemas filo­
116 RAFAEL GAMBRA HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 117

sóficos que aún perviven, y hoy mismo orientan el nidos que, aunque racionales, no hubieran sido ha­
pensamiento de gran parte de los filósofos, incluso llados—o no lo fueron, al menos—sin la ayuda de
entre los no cristianos. la revelación. Tal, por ejemplo, la definición de
Frente a las tesis de la identidad, de la ininfluen­ Dios como el ser cuya esencia es existir, que dio
cia y de la incompatibilidad, el cristiano ha defen­ Jehová de sí mismo en el monte Sinaí (Ego sum
dido siempre la tesis de la influencia parcial de la qui sum), y que ha servido de base a la teología ra­
religión sobre la filosofía. El dogma cristiano no es cional del Cristianismo.
una filosofía, ni es algo irracional, ni tampoco im­ Pero en cualquiera de estas interpretaciones la in­
pone al pensador unas soluciones filosóficas deter­ fluencia de la fe sobre la filosofía-negativa o po­
minadas. Son objeto del dogma aquellas verdades sitiva—es solamente parcial y directa, dejando an­
reveladas o inspiradas cuyo conocimiento conviene cho campo a la libre especulación filosófica. Recor­
a nuestra salvación, caá todas las cuales son de demos.. nuestro ejemplo del lago profundo, en el que
carácter suprarracional. ¡Este orden superior conoci­ el conocimiento por fe de lo que hay en su fondo no
do por la fe, puesto que pertenece al mismo mundo exime, sino que más bien estimula, el esfuerzo por
que el que es objeto de la investigación racional, penetrar con la vista en las oscuras aguas, más allá
influye, naturalmente, en la filosofía cristianá, pero de donde alcanzan los rayos solares.
con una influencia parcial, estableciendo sólo unos De hecho, el impulso filosófico, lejos de adorme­
hitos muy generales, dentro de los cuales cabe una cerse durante los siglos cristianos, reverdeció en
ilimitada posibilidad de soluciones filosóficas. ellos, dando lugar a una profunda especulación que
Cabe todavía interpretar de diverso modo esta se destaca sobre todas por su sinceridad y conti­
parcial influencia del contenido de la fe sobre la fi­ nuidad.
losofía, y ello es. cuestión discutible y discutida en­ La filosofía cristiana comprende dos períodos cla-
tre los autores cristianos. Según unos, se trata de ramente diferenciados. Uno corresponde a las postri­
una influencia indirecta, meramente negativa: la fe merías del Imperio romano (siglos i a iv). En él los
advierte al filósofo creyente cuándo ha errado en sus ]1amados ^Padres de la Iglesia sistematizan el dogma
conclusiones, indicándole únicamente lo que no debe "y realizan" Tos" primeros ensayos de una armoniza-
sostener, nunca lo que debe afirmar. Según otros, 'cióh~mcioñál'~eritre la fe cristianá yrTa~fiIosofía.~Es-f
esta influencia parcial tiene también un cierto ca­ tós ésfuerzos cüfrm5anl~coñ~Tar obra ingente—aislada
rácter positivo. La fe orienta, aunque en un sentido en su magnitud—3e~Süri Agustín.
muy general, a la razón, deparándole unas directri­ ‘ "Consumada después la división "y ruina del Impe­
ces fundamentales que marcan una dirección al pen­ rio romano, el Occírieinte europeo- conoce siglos d e
samiento. Esto tampoco prejuzga el sistema filosófi­ invasión y de incultura, siglos que, desde el pünto’de
co en sí, porque si a un peregrino que quiera arri­ vista ele la filosofía, se'han llamado «siglos en blan­
bar, por ejemplo, a Jerusalén se le dice que debe co». La Iglesia recoge durante ellos en sus cenobios
caminar hacia Oriente, no se le exime, ciertamente, y monasterios los restos de la cultura grecoiatma y"
del trabajo de buscar su camino. Según otros, en, los transmite a~Ta posterfdfHl"baclcnfló'~asT''pI)SÍT51e
fin, la fe depara a la filosofía incluso algunos conte­ que, a través de una íaíga gestaciónr^rafazca^llñu
HISTORIA s e n c il l a d e l a f il o s o f ía 119
118 RAFAEL CAMBRA
a la revelación primitiva y a influencias mosaicas y
segunda época de la filosofía cristiana en la cultura de los profetas. Así, lejos de haber contradicción
medieval que abarca del siglo is al xv. El primero entre la ciencia antigua y la nueva fe, debe conside­
de estos períodos suele llamarse patrística" y el se- rarse a ésta la coronación de la vieja filosofía y el
gundo/ eSc^iSízca/ dHiiclo á sü origen erT7as escue­ alumbramiento de la verdad plena de que estaba pre­
las eclesiásticas dé la áltT~E ciad Media; ñada.
La posición contraria es la representada por Tertu­
liano. Para este exaltado apologeta la antigua filoso­
fía es, ante Dios, pura insensatez; Jerusalén es la
antítésis de Atenas; la Iglesia de la Academia. Suya
En los primeros esbozos, del pensamiento cristiano es la conocida sentencia: «Credo quia absurdum,
—entre los apologistas del siglo i—pueden ya obser­ creo porque es absurdo»; tan necia e inútil es la
varse como en germen las dos actitudes generales de ciencia de la razón que la mejor garantía de la ver­
la filosofía cristiana que perdurarán a lo largo de los dad de la fe es precisamente su irracionalidad.
siglos, rivalizando en muchos casos y, en el fondo, Ningún autor cristiano ha defendido posteriormen­
completándose mutuamente. Llámase apologética a te esta extremosa e irracional actitud de Tertuliano,
un género de literatura defensiva de la fe cristiana pero ella es, como la de San Justino, el preludio e
frente a sus enemigos de la época, los paganos y los inspiración de una gran corriente de pensamiento.
herejes (gnósticos). La acusación capital que los Mirando hacia atrás puede reconocerse en Tertuliano
cristianos tenían que afrontar dei mundo antiguo era un eco de la actitud platónica y en San Justino.de
el dictado de irracionalistas con que frecuentemente la aristotélica. Platón, como Tertuliano, se refugiaba
se los tachaba. El orgullo grecolatino quería ver én en la íntima y secreta, experiencia del alma y descu­
ellos una contradicción esencial de la cultura filosó­ bría la única verdad en un mundo superior ante el
fica, una especie de locura ( insania crucis) que se cual cuanto en éste nos rodea es sombra efímera y
contagiaba desde el ambiente extranjero de los judíos. desdeñable. Aristóteles, con San Justino, valora, en
Frente a esto la reacción de los apologetas cristianos cambio, la ciencia humana, empírica, y la realidad
fue doble: unos se esforzaban en demostrar la falsedad concreta, para penetrar a su través en el ser y en la
de tal impugnación, procurando conciliar la antigua verdad.
filosofía y la nueva fe; otros, en cambio, se refugiaban Del mismo modo, hacia adelante, asistiremos a la
en la pureza de la fé y en la sencilla relación^ del acción y reacción de dos grandes corrientes de nen-
alma con Dios, despreciando las vanas construcciones samiento cristiano: una que se recluirá en la intima
del saber profano, los estériles sistemas de la filosofía y~sFrena^éTacion del alma en gracia con Dios, des­
que nada resuelven ni nada valen ante el saber revelado. entendiéndose én general dé la^ha't^ sü es­
Representa la primera posición, entre los apologe­ tructura, y otra qüe leerá la verdad en e ífo n d o de
tas del siglo i, San Justino Mártir, que trata en sus Jó creado, y _en3 jv'OT pfqfundq
obras de presentar a la filosofía clásica como ante­ el secreto de la salvación. La primera, que predomi-
sala y preparación de la fe cristiana; las doctrinas nará en la tradición de los primeros siglos de la
de Platón y de Aristóteles deben mucho, según él,
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HISTORIA SENCILLA DE
San Justino.
Período antiguo o Apologetas ..
Tertuliano.
de iniciación (si­
glos i a iv) ........... Patrística ............ San Agustín.

Período de transi- I Casiodoro.


ción (siglos v a Boecio.
vm) ........................ I San Isidoro,
Lj\ FILOSOFÍA
Filosofía cristiana ., P e r í o d o de i Escoto Eriúgena.
i n i c jación (
San Anselmo.
(s. ix a xi). (

Abelardo.
P e r í o d o de
La mística: San Bernardo.
madurez'
Las escuelas de traductores. Alusión
(s. x n ) ......
E s c o lá s t ic a (s ig lo s i x a la filosofía islámica.
a x iv ) .......................
A r i s t o t e l i s m o ( San Alberto.
Siglo de Oro ] cristiano.......... ( Santo Tomás.
( x m ) ............ I F i l o s o f í a del ( S. B u en a v e n tu ra .
( franciscanismo. | Duns Escoto.

D e c a d encia
Occam. L>
\ (s, xiv) .....
H IS T O R IA s e n c il l a d e l a f il o s o f ía 123
SAN AGUSTIN
ceridad, lo llevaron a plantearse a sí mismo los pro-
blemas filosóficos radicales sobré la verdad y el sen-
riíclodela vidárProfésó én'~im'p'fíncimo Tá filosofía
Ipóst^<^.jieL.persa.MaKÍXmamqttQÍsnio‘),'quérdéfehdj¡a.
la existencia d e d o s principios, uno del bien v otro
del mal," que contienden entre sí. Pronto se dio cuen-1
.íli.Sán Agustín de. .qué...el 'p’ri ncjpio del mal np puede .
ponerse en pie de igualdad con el dél bien, porque
el mal esTéríf fealiBad iraTSefecto o falta en el ser, ■
eme es bueno en sí,'y'Yóló puede EabérTíh Dios, que-
es el principio del sen" ...... ...
Así, cansado de esas vagas especulaciones, fue a
dar en la Academia Nueva, que se le presentaba al
menos cargada de tradición filosófica y de profun­
didad. Sin embargo, el academismo había caído, co-
mo sabemos, en un escepticismo casi absoluto; para
él sólo cabía admitir una~cferfa jñ-obabílldacl en
nuestros juicios, pero' fiada qué' pueda afirmarse conp
El primer período de la filosofía cristiana—o pa-

■AY-
certeza; la verdad éri si es inas equibleC^Agustfn me-
ttí ^i c^” Cul mi na--e©s— es dita* profundamente estos temas en su rsed inexhaus­
upo..de los .pensadores . más grandes., y representati­ ta de verdad y de amor, y acaba viendo la insinceridad
vos del Cristianismo. La figura de San Agustín se cómoda de esta posición: quien afirma lo probable
halla situada en la cumbre de las dos vertientes que conoce de alguna manera lo verdadero; la probabi­
dividen el mundo antiguo de la nueva civilización lidad se dice en razón de la verdad, carecería de
cristiana. Su'significación personal es todo un sím­ sentido sin ella. No es lícito al hombre encerrarse
bolo de aquella coyuntura trágica por que atravesó en una posición de' éscépticu YncTffeféncia' cuáñdo
la historia de la humanidad. ■fbcó su espiritu clama por la verdad y la supone ,
Hojafere ,de .extraordinaria lealtad interior, su p en- érTe! fondo dé sü pensar y de su hacer. Él que duda,
sanuento coincide con su vida, más quizúque en 'sáBe' quédüda, y posee con ellb~una certeza. La ín-
ningún otro filósofo, hasta constituir, enr^alidad, tima percepción de su propia existencia, esto es’, del
una profunda. historia de su conversión. ^Nacido a espíritu que busca incán.Yáble' !á verdad, es la expe-
mediados., del siglo iv- en'fNum’iSia—territoriQ^xqma- Kénciá fimdámentál qué süpéra^él Escepticismo aban-
Úih del norte de.Africa, correspppdiente a lo que boy donándoló' por ántinatürál é ilógico."
es Túnez y. en otio -tienapg_¿ug^Cartagp , llevó la V La filosofía neoplafónica abrió la mente de San
juventud despreocupada y escéptica que era com una AgustírTA la contemplación Ale las verdades eternas
a los romanos de su época. Pero pronto la visión de “qué" existen por sí- éñ el münctó- cl'el espírifu, Iá“" sé-
aquel mundo que vivía alegre e inconsciente en me­ gun3a™dé Las causaciónés cósmicas. Todo saber u -
dio de inminentes peligros, y su misma profunda sin-
124 RAFAEL GAMBRA HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFIA 125

obrar—la lógica, la matemática, la ética—se asien­ apoyo en verdades eternas que valen por sí mismas,
tan en verdades inmutables que el alma no hace*, que preexistieron al pensar, y que el espíritu nojy
sino descubrir. Pero la lejana y abstracta realidad "hace sino descubrir. ¿Uué son ésas verdades eternas
de las ideas no podía satisfacer al espíritu de Sam y de dónde reciben su valor absoluto? Y aquí radi- X
'Agusfíñ, "qué“b”üs cábaTél sentido y el origen—cohcre^Z óa lá ónginálidád déTagTSstiñismo: esos atributos de
T ó j ^ t m B e d í á t o ' l á . " [ realidad} En" e&te. la verdad son los atributos de Dios; las ideas o -y
. p 0ñfo 7_pbr gracia sin duda "a la limpia sinceridad del verdades eternas son ideas de Dios, esto es, los pairo- \
hes o arquetipos ideales por lós que Dios crlcuél -V
mundo. La esencia deteste que podemos llamar neo- Xr
largo peregrinar desde las primeras amarguras de platonismo cristiano consiste en esto: hacer del Dios \
la duda hasta Xa serena posesión de la verdad, desde "personal dcl Cristianismo la sustancia o sujeto de las \
Ta inquietud en el pecado hasta ia íntima alegría de ideas platónicas, sustituir por El al Uno de Plotino. 3,
la gracia,“nos lo refiere San Agustín con emocionar?" ~y hacer del mundo ideal no una imagen o duplica- 3,
te” veracidad "éñ“”süs| Cóñfesióñes^^For estar escritas ción emanativa de la divinidad, sino ser mismo de -t
con Confesiones constituyen un do­ Dios, ideas divinas que se confunden en la simplici- -U
cumento autobiográfico único, en el que se nos habla dad de su ser. —L
en el lenguaje de hoy mismo porque es el lenguaje El aIma~~y~Dios—conocido así a través de la vida 3-
del hombre de todos los tiempos. del espíritu—son los dos polos fundamentales entre q
Una vez en el Cristianismo, dedica Agustín a la los qu¿Tse mueve el pensamiento agustiniano. Deum ¿
nueva fe todo el ímpetu apasionado de su espíritu et añimam ^sare~'cüpio^^\^ Sáñ Agustín—nihüne
africano, multiplicando su actividad en la lucha con­ magis? Nihil omnino. Frente a ambas íntimas y cor­
tra la herejía y el paganismo y en la organización diales realidades, poco cuenta para San AgustírTTo"
de la Iglesia, en cuya jerarquía ocupó la silla episco­ demás; eF~t.mmdo"~éxterior le' sirve sólo para descu­
pal de Hipona. brir en ¿1 los rastros de Dios, las 1^añones seminales
El sistema filosófico de San Agustín sigue los pa- gérmenes de actividad y de vida—^que animan a las
s os~cfe su |conversión/ dé Tá cuál es _cóm cf la versión ~ cosas y fueron depositados por Dios en todo cuanto
teórica. La certéza~liHñmria para el homBre radica > existe.
en su "inferior. « Puede disputarse 3 De Dios no podemos alcanzar un concepto positi-3-
— dice San Agustín—sTTas cosas en general y el alma -1 vo porque, como decía Plotino, está por encima de F
eñ^ partícuTár están TiecHas“ de^Tíiego7~3e~aire o de L cuanto pudiéramos pensar de El. Cabría atribuirle f-
otro éleiB^toy^pm^ deTra^ueTio^udamíngún hom- -1 en grado eminente las perfecciones reales que vemos
l5re "es^Ué"'qIíé'^vívei"óBra', "plénsá. arha^o desea.» ÉT^ en las cosas creadas, pero tales conceptos resultan
caíñino lrácia la" verdEad~ se ábrela través de esta víái-¿ vanos porque el ser de Dios es simple y en El cosas
que se ofrece con la claridad de lo propioTde lo pej>“ que podríamos considerar opuestas, como la infini­
s oralmente vivido. Noli~Joras iré :~iñ" inteñori~~Tio- ta justicia y la infinita misericordia, sé confunden
~fnine Habitat vertías. Pero la actividad espiritual—elj^ en una unidad. Sólo cabe atribuirle, pues, conceptos
conocer y el querer—nos muestran en seguida su 4- negativos. Unicamente es adecuada la concepción de .j
12 6 RAFAEL GAMBRA
HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 127
Dios como aquel ser cuya esencia es su misma exis- '
tenciay cuyo ser es existir. Asi~comcTTodas las de­ Génesis y en contra de Platón, el alma no contem­
más cosas tienen una esencia, pero son indiferentes pló las ideas en una vida anterior, sino que fue
para existir—hubo un tiempo en que no existieron creada de la nada. Como tampoco puede conocerlas
y otro en que no existirán—, la esencia de Dios re­ a través de los sentidos, es preciso preguntarse cuál
clama por sí la existencia, es un ser por sí, no por será el origen de su conocimiento. San Agustín süJX
otro. Pero esta simplicidad e inmutabilidad de Dios giere aquí su teoría de la, iluminación. Es JUios quien V
no supone en El una pasividad ajena al mundo, ni alumbra en nuestro espíritu las ideas universales, S
una producción de seres sólo por emanación de su dándonos así una especie de visión superior, divina, .X
propio ser, como la del Uno. Dios es, antes bien J de cuanto nos rodea y se ofrece a nuestros sentidos.
pura actividad, cognoscitiva y amorosa; esto es, ac-i, El entendimiento iiOsT^pa3recé~así~como ñn quid di
tividad personal, providente. Para conciliar esta ac- - vmutn (.un algo divino!, y la contemplación intelec-y
tividad y sus productos con la simplicidad entitati- tual como la obra del averbo iluminando con su ve­
va de Dios, aprovecha San Agustín el misterio de la nida a todos los hombres», de que se nos habla en
Trinidad, del que procura dar así una remota expli­ el_prúlog<x-de-SarLJiian. La filosofía agustiniana—teo-
cación racional: Dios es activo, y lo es en el sentidoX c entrismo y animismo a la vez— sé~resuelve en la re­
d e ja s tres facultades" anímicas capitales: memoria,3, íaJón en tre alma y Dios, en la natural'y entrañable
entendimiento y voluntad J Ca cóñtiimTdad~‘é“'fctenfí- - aspiración del iiíma JJetornar hacia su origen y su
dáa^é~Dios~consigo misino (memoria) es el Padre; 3 descansa La^umntenmlacíón v el amor abren al alma V
el conocimiento que Dios tiene de sí mismo es el > el camino de elevación ascética que San Agustín des-X
Hijo, y ello constituye una persona distinta dentro 3 cribe eiLváfiñs eTapás hasta llegar á su culminación X
de la misma esencia, porque la simplicidad de Dios 2 eh el ^idasis~" rmsticoT"En "el tiénésu deslance toda
no es compatible con la dualidad cognoscitiva; el 1 la economía de la creación, que revierte así a su ori­
amor que Dios se profesa a sí mismo constituye, en 1 gen, y en la visión beatífica se llena el alma de la
fin y por la misma razón, la tercera persona, que es i auténtica y cumplida ciencia. «Ensancha, Señor, mi
el Espíritu Santo. \L corazón en tu amor por que sepan todas mis fuerzas
El alma del hombre es, según San Agustín, una> y sentidos cuán dulce cosa sea resolverse todo y na­
sustancia activa, de natñráTezá espffitüál. Mo preexis- d. dar hasta sumirse debajo de las olas de tu amor...
tró en un mundo anterior, sino que fue" creada p or> Hazme, Señor, nadar en ese río, ponme en medio de
Dios de la nada e infundida a un cñérpo en el qnp t esa corriente, para que me arrebate y lleve en pos
vive cqmflL-SQ- prisión anhelando siempre" su bien, X de sí donde nunca más perezca y todo sea yo consu­
bien que no puede hallar sino en la posesiórT~de su ~ mido y transformado en amor.» .
Dios y Señor. «Fuimos creados para Ti, Señor, y — En su Ciudad de Dios, por fin, nos ha dejado San
ñuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Agustín el primer ensayo de una filosofía de la His­
toria. Según ella, la Historia se forma de la trama

x %
Ti.» El alma humana conoce no sólo las cosas con-
cretas,máfénálés,sinÓlás"Ídéas"ümvefsáIes~b^esen- de acciones libres de los hombres; pero Dios, sin
cías~dFlas~cdsás'r~S:h em bargoj de acuerdo con el menoscabo de ésá libértadT^ordeña los grandes ácorF
tecimTiéhtQsThistóH^ós. erMIb Jehérátl"b^la Historia, y
/ItSTORIA SENCILLA DE L A FILOSOFÍA 129
128 RAFAEL GAMBRA

zantinismos). Al final de este proceso (año 529) el


de forma que en él resulte el premio o castigo de los ^ emperador Justiniano ordena la clausura de la Aca­
ffómTJréFy^T'triüS la Iglesia de Cristo. yL demia platónica eje Atenas, como perjudicial para la
Esta visión ^o^id^ciaiista^se^^pGyaT^nS^^oinim salud del Estado, y los sabios emigran al Oriente
experiencia de que las acciones de los hombres se próximo, donde son acogidos en Siria y en la corte
vuelven a la larga muchas veces contra el fin que del rey Cosroes de Persia. Allá prolongarán su débil
perseguían, de que «Dios escribe derecho con renglo­ tradición cultural y no tardarán en participar en
nes torcidos». una curiosa peripecia histórica que veremos más
tarde.
Entre tanto el Occidente europeo, escenario de la
sangrienta irrupción de pueblos diversos y de con­
San Agustín es así el autor de la primera gran tinuas y encontradas invasiones, cae en una época de
síntesis filosófica del Cristianismo, realizada entre la incultura casi absoluta. Del siglo v al IX puede de­
fe y la filosofía neoplatónica dominante desde la cirse que la filosofía no existe en Europa, al menos
época helenística. Durante su vida hubo de soportar como especulación original. Durante esos siglos cabe
muchas veces la acusación que la Roma pagana ha­ señalar únicamente la actividad aislada de sabios
cía al Cristianismo de ser causa de la decadencia como Casio doro, Boecio y San Isidoro de Sevilla,
y del desmoronamiento de su imperio. El, que era que procuran--compilar la ciencia grecolatina que
de espíritu profundamente romano, escribió su Ciu­ poseían para trasmitirla a las nuevas generaciones.
dad de Dios principalmente para demostrar la fal­ Los únicos centros de actividad cultural son en es­
sedad de tal afirmación: no el Cristianismo, sino tos siglos los cenobios benedictinos y las escuelas
sus propios vicios, han llevado al pueblo romano a catedrales, que se alimentan de la tradición teológi-
tal situación. Tampoco le faltó en sus últimos días co-filosófica agustiniana. La Iglesia—única institu­
la amargura de ver a los vándalos llegar hasta las ción que se hizo respetar de los pueblos b á rb a ros-
puertas de su propia ciudad de Hipona, durante cuyo fue la depositaría y la transmisora de la cultura clá­
asedio murió.
sica durante este largo eclipse cultural. Ella fue for­
Después de San Agustín se precipita ya la ruina mando lentamente durante estos oscuros siglos una
del Imperio romano— que era como decir de todo nueva cultura filosófica, profundamente inspirada
el mundo civilizado— con las sucesivas invasiones por el Cristianismo, que se llamó Escolástica, por
bárbaras y su división en Oriente y Occidente. El am­
su origen en las escuelas monásticas de la alta Edad
biente filosófico alejandrino permanecerá en el Im­
perio de Oriente o bizantino, que, aislado en su án­ Media.
Durante los primeros siglos de la filosofía medie­
gulo sureste de Europa, habrá de conocer todavía val apenas se conservaba en Occidente ninguna obra
siglos de paz y continuidad. Pero en su seno el neo­
platonismo decae en su vitalidad filosófica, convir­ original de los grandes maestros clásicos. La obra de
Aristóteles era casi totalmente desconocida; la de
tiéndose en una especulación predominantemente re­ Platón sólo se conocía a través de las derivaciones
ligiosa, y poco a poco viene a reducirse a un estéril
de los neoplatónicos, que forman así la tradición
marasmo de minúsculas cuestiones inoperantes (bi-
130 RAFAEL CiAMBRA
LA CUESTION DE LOS UNIVERSALES
más antigua de la Escolástica. San Agustín es, fun­
damentalmente, el padre espiritual de la filosofía
medieval en su primera época, que se extiende des­
de sus manifestaciones iniciales en el siglo j x hasta
principios del xm , siglo este en que conoce el Oc­
cidente cristiano una profunda renovación cultural.
Sin embargo, después y durante toda su historia, el
agustinismo será uno de los polos entre los que ha­
brá de moverse el pensamiento cristiano y la fuente
inspiradora de las corrientes místicas y animistas.

La primera vez que la filosofía sale de los aisla­


dos grupos monásticos para formar un medio filosó­
fico más amplio, fue con ocasión del Imperio de
Carlomagno en el siglo VIII. Entonces fueron llama­
dos a la corte del emperador los ¡sabios dispersos
que en aquel mundo desconectado e inculto habían
adquirido renombre por su ciencia. La obra no tardó
en fructificar, y ya en el remado de Carlos el Calvo
—nieto de Carlomagno—explicó en la escuela pala­
tina él primer filósofo creador y original de la Edad
Media: el inglés Escoto Eriúgena.
El problema que aguzó los espíritus en aquel pri­
mer ambiente filosófico fue el que se conoce en la
historia con el nombre de cuestión de los universa­
les. En un libro de Porfirio— discípulo de Plotino—,
que era de las pocas obras antiguas que se maneja­
ban entonces porque había sido vertida al latín por
Boecio, se hacían unas preguntas, .que el autor de­
jaba sin respuesta juzgando que excedían a su ma­
teria: ¿Existen realmente las especies o universales
132 RAFAEL GAMBRA HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 133

— «el hombre», «el caballo»—o son puras ficciones lo y abriéndole unos horizontes que eran desconoci­
de la mente? Si existen, ¿qué naturaleza tienen? dos al mundo antiguo.
¿Existen fuera de las cosas materiales concretas, o Las soluciones a este problema de los universales
están implicados en ellas? Es decir: nosotros habla­ fueron varias: en los extremos—en el sí y el n o -
mos, por ejemplo, del triángulo, del hierro, del hom­ encontraremos el realismo absoluto y el nominalis­
bre, cosas todas que no se refieren a una cosa o mo. Entre ambos, diversas concepciones armoniza-
individuo concreto, sino que se pueden aplicar a doras, que veremos sucesivamente. En estos prime­
muchos. Evidentemente, nadie ha visto nunca tales ros siglos de la Escolástica (ix a xi) no encontrare­
entidades aisladas en sí, pero todo el mundo entien­ mos más que las soluciones extremas, por lo que, de
de lo que con ellas se quiere decir. La realidad se momento, reservaremos a ellas nuestro estudio.
compone de cosas que, aparte de ser individuos con­ El realismo absoluto opina que los universales
cretos, realizan una naturaleza específica. Este hom­ existen fuera de la menté y fuera de las cosas con
bre con quien yo hablo, además de ser Juan, indivi­ una. realidad sustancial, aislada, concreta, com o la
dual, inconfundible, es hombre: esto es, posee una de las cosas de este mundo. Los más caracterizados
naturaleza que comparte con otros muchos. Por otra defensores de esta tesis—que, como se adivina, ha
parte, la ciencia versa sobre estos conceptos uni­ de deber mucho al platonismo—son dos ingleses ;
versales, y la ciencia es útil, la realidad responde a Escoto Eriúgena, ya citado, y San Anselmo de Can-
ella: parece, pues, que esos universales han de te­ terbury. Vamos a ver algo sobre lo que en esencia
ner alguna clase de ser. ¿Cuál será éste? pensaron para comprender el porqué de su posición
En la cuestión que late en el fondo de estas pre­ realista ante la cuestión de los universales.
guntas puede reconocerse fácilmente el eterno y fun­ Juan Escoto Eriúgena (810-877) fue un pensador
damental problema que movió a los hombres a filo­ vigoroso y audaz que se adelanta en casi dos siglos
sofar: la oposición entre el mundo de los sentidos a los primeros maestros de la filosofía medieval.
y el. mundo de la razón. Los primeros filósofos grie­ Parte de la forzada identidad de resultados éntre la
gos partían de la experiencia racional y se admiraban obra de la razón y la verdadera fe. Entre ellas no;
ante el cambio constante de las cosas individuales. puede haber contradicción porque la unidad y verá-:
Movimiento e individualidad eran sus problemas ra­ cidad de Dios, autor dé una y otra, las garantiza;
dicales. El hombre medieval parte, a la inversa, de la Su motivo inspirador era, pues, una fe absoluta, in­
experiencia inmediata de los sentidos y se sor­ conmovible ; una fe que excluye de raíz toda posi­
prende ante la universalidad de las ideas. La expre­ bilidad dé conflicto éntre la fe y la razón. Sin-
sión es opuesta; el fondo, el mismo. No se trata, sin embargo, aunque su intención sea plenamente orto­
embargo, de un mero recomenzar la labor filosófica doxa, su mismo entusiasmo le llevó a conclusiones
arruinada por la disolución violenta del mundo an­ imprudentes, de expresión heterodoxa, que ocasio-
tiguo, sino más bien de prolongarla desde un plano náron la condenación eclesiástica de su obra. El ejer­
diferente. La experiencia fundamental de la fe cris­ ciólo de lá razón (la filosofía) debe preceder, según
tiana orientará y matizará de un modo enteramente él, a la fe, que sólo aparecerá clara y patente, llena
nuevo a la nueva especulación, deparándole un: esti­ de sentido, cuando resulte la coronación y concre-
HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 135
134 RAFAEI. GAM-BRA
lo que se refiere a la relación de fe y razón. Opina
ciáxi de lo que se ha razonado. Aún m ás: si llegase
San Anselmo que el conocimiento y aceptación de
a surgir conflicto entre razón y autoridad, debe, hon­
la fe dehe preceder al ejercicio de la razón y ser
radamente, anteponerse la razón, porque la autori­
dad procede de la razón, y no ésta de aquélla. Escoto después fundamentado racionalmente. San Anselmo
es consciente de la limitación de la razón, y de su
abriga la íntima convicción—basada en una fe to­ vulnerabilidad por el error y por las pasiones, y. cree
tal—-de que el recto uso de la razón acabará, aun a
por otra parte en el poder de orientación y guia
través de contradicciones aparentes, por coincidir dé la fe. No hacer preceder la fe—dice contra Esco­
con el verdadero y esencial contenido de la fe.
to—es presunción; no apelar después a la razón
Sobre estas bases metódicas pasa a construir úna
teoría del Universo que recuerda mucho a las cau­ —añade contra los irracionalistas de la fe—es negli­
saciones cósmicas de Plotino. Escoto supone que esta gencia. Esta posición, plenamente ortodoxa, se resu­
concepción, elaborada racionalmente, debe identifi­ me en su fórmula: Credo ut intelligam, es decir,
carse con el contenido de la fe, o, más bien, ser su «creo para comprender», no «comprendo para tener
misma expresión. La creación es, según él, un proceso fe». Y en las posibilidades de la razón para, poste­
en que se distinguen cuatro etapas: 1 Natura natú- riormente, comprender el contenido revelado, San
rans et non naturata (la naturaleza creadora y no Anselmo no reconoce límites.
creada), que es Dios, ser primero y causa de cuanto Así, la parte de su filosofía que ha pasado a la his­
existe. 2.° Natura naturata et naturans (creada y toria como algo universalmente conocido es el razo­
creadora), que es el mundo de las ideas, arquetipos namiento por el cual, una vez que poseemos la idea
por los que Dios creó a las cosas y que son. coeter­ de Dios, se demuestra que Dios existe. Este es el
nas con El. 3.° Natura naturata sed non naturans que se ha conocido por el nombre de «argumento
(creada pero no creadora), esto es, las criaturas de ontológico» o anselmiano para probar la existencia
este mundo, finitas y concretas, que reciben su ser de Dios. En resumen, puede expresarse de esta ma­
de las ideas divinas, y no crean ulterior realidad; nera: Poseemos la idea de un ser que reúne en sí
y 4.° Natura non naturata ñeque naturans (ni creada todas las perfecciones, un ser mayor del cual no
ni creadora), que es el mismo Dios en cuanto fin y puede pensarse otro. Esta idea la posee todo hom­
elevador providente de todo lo que existe. bre; no es contradictoria (como «círculo cuadrado»,
Puede verse cómo esta versión cristiana del plato­ por ejemplo) porque incluso el «insensato» que dice
nismo—mucho más literal que la de San Agustín— «Dios no es», entiende lo que quiero decir cuando
exige una solución realista del problema de los uni­ digo Dios; él lo niega, no en su mente, sino en su
versales: las ideas—el hombre, el caballo, la justi­ corazón. Una cosa es existir en la mente y otra exis­
cia—tienen una realidad fuera de la mente, como tir en la realidad, pero aquel ser que exista en la
primer estrato del ser, verbo o palabra de Dios. mente y en la realidad será mayor, más perfecto, que
Comparte la posición realista de Escoto otro de otro que existiese sólo en la mente. Luego si poseo
los más grandes filósofos y teólogos de la iniciación la idea de un ser perfecto, mayor del cual no puede
escolástica: San Anselmo (1033-1109), arzobispo de haber otro, ese ser tiene que existir, so pena de ser
Canterbury, que es, sin embargo, su contradictor en un concepto contradictorio: si ese ser más perfecto
136 RAFAEL CAMBRA

H is t o r ia s e n c il l a d e l a f il o s o f ía 137
no existiese, sería y no sería a la vez el más perfecto,
lo que encierra contradicción. en lá designación. Se cita como principal represen­
Este argumento impresiona por el rigor quasi ma­ tante del nominalismo a Roscelino, canónigo de Com-
temático con que pretende demostrar la existencia piégne, que vivió también en el siglo xi, aunque de
de Dios deduciéndola de su esencia. Sin embargo, él apenas se conserva escrito alguno.-
no le faltaron contradictores en su misma época, y El fondo implícito en esta teoría es el empirismo
posteriormente otros filósofos como Santo Tomás lo escéptico, es decir, la concepción que no acepta otra
rechazaron por no concluyente. Su defecto estriba realidad que la concreta, singular, aquella que es
en considerar a la existencia como una perfección perceptible por los sentidos. El hombre, según ella,
más de la esencia, siendo así que se trata algo radi­ forja sistemas explicativos de la realidad, en los que
calmente distinto, que no puede deducirse de ella. La a menudo se excede creando principios y entidades
esencia de un ser es la misma si existe que si es me­ cuya admisión es muy difícil. Así, para el realista de
ramente posible o imaginario. Una peseta imaginaria tipo platónico, la humanidad—el hombre en sí—exis­
no tiene menos céntimos que una peseta real. El fon­ te en un mundo superior y diferente; para el empi-
do metafísico que lleva a San Anselmo a admitir este
rista escéptico, en cambio, no existen más que los
argumento es su creencia en las ideas como algo an­ hombres concretos, de carne y hueso.
terior y superior a las cosas mismas, esto es, en que
la realidad se rige por la idea, y no la idea por la La crítica escéptica ha servido a lo largo de la
Historia como válvula de escape para el pensamien­
realidad. O, en otras palabras, su realismo absoluto to cuando éste se hallaba cargado y exigía una reno­
ante la cuestión de los universales, que nace de la vación. Su obra demoledora ha sido causa y acicate,
influencia platónica sobre todo esta primera y más en muchas ocasiones, para la aparición de los más
antigua escolástica. grandes movimientos filosóficos. Tal fue el caso de
En el extremo opuesto al realismo absoluto se re­ la sofística griega, tras la cual surgieron, como vimos,
gistra en esta época otra posición, que se llamó no­ los sistemas de Platón y Aristóteles. Tal es, ahora, el
minalismo. Según ella, los universales no sólo no nominalismo, tras el cual se engendrará el esplendor
existen con una existencia sustancial y separada, sino de la Escolástica de los siglos x i i y x i i i . Tal será, en
que no existen de ninguna manera. Los conceptos fin, el caso que veremos repetirse muchas veces a
que nuestra mente forja no corresponden a nada lo largo de la prolongada vida del esfuerzo filosófico.
real, son sólo simples nombres (de aquí el título de
la escuela), ftatus voris (palabras vacías) con que
designamos a un conjunto de cosas que se asemejan
entre sí o que son fácilmente relacionables. Del mis­
mo modo que los astrónomos ponen nombres a las
constelaciones sin que ello quiera decir _que aquel
conjunto de estrellas forme ninguna clase de uni­
dad, así nosotros aplicamos nombres colectivos que
no tienen más valor que la comodidad y brevedad
HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 139
EL SIGLO X II: ABELARDO Y SAN BERNARDO
DE CLARAVAL platónica de San. Agustín y de los compiladores.
Toda la filosofía medieval ha sido hasta aquí de cor­
te platónico. De Aristóteles se conocía solamente la
lógica, y se tenían ideas muy oscuras e inexactas
sobre su sistema metafísico.
Pues bien, a principios de este siglo irrumpe en
la vida filosófica una figura realmente extraordina­
ria para su época: el clérigo francés Pedro Abelar­
do (1079-1142). Dialéctico sagacísimo, discute públi­
camente con su maestro Roscelino; ataca también
a los realistas platonizantes, y sugiere soluciones
nuevas y profundas que sorprenden a todos los es­
píritus cultos de la época. Para oírle en la escuela
catedral de París, acuden gentes de todo el mun­
do, a pesar de lo desconectado del ambiente eu­
ropeo y lo difícilmente transitable de la Europa de
El siglo xii es quizá el más característico y recia­ aquella época.
mente escolástico. Es la época en que se manifiesta El hecho que tal expectación despertaba era éste:
con mayor fuerza el genio creador y de sencilla y Abelardo había adivinado, en lo esencial y sin cono­
natural adaptación de aquel medio cultural cristia­ cer más que la lógica, la teoría del conocimiento y
no que se caracteriza por una síntesis de religión y la metafísica de Aristóteles. Ello abría de golpe
vida. Es la época en que el arte románico culmina ante sus contemporáneos todo un mundo de suges­
y florece en las más perfectas y espiritualizadas lí­ tiones, la visión en lontananza de nuevos horizon­
neas del gótico, la expresión más característica del tes. El conocimiento intelectual—enseña Abelardo—
espíritu medieval y cristiano. En el orden de la cul­ no se realiza por recordación ni por iluminación su­
tura son, sin duda, superiores y más profundas las perior, sino por abstracción, penetrando en las cosas
grandes síntesis filosóficas del siglo xm, pero el im­ mismas conocidas por los sentidos; el universal no
pulso humano creador procedía de esta época que es una realidad separada como querían los platóni­
le antecede, en la cual la abierta y devota ingenui­ cos, ni tampoco una palabra vacía como pretendían
dad del espíritu cristiano no se oculta todavía bajo los nominalistas, sino un concepto aplicable, por de­
la preocupación teorética y sistemática que carac­ recho propio, a la pluralidad de objetos que realizan
terizará a la siguiente. _
la misma esencia. Esta teoría, que recibió en la épo­
Hemos dicho que en todos estos primeros siglos
de la Escolástica medieval no eran apenas conoci­ ca el nombre de conceptualismo, es la tercera solu­
dos los grandes maestros de la filosofía griega en ción que media en la disputa de los universales, y
sus fuentes originales, y sólo se conocía parcial­ que prepara ya la respuesta plenamente aristotélica
mente el platonismo a través de la tradición neo- que enunciará Santo Tomás de Aquino.
HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 141
140 RAFAEL GAMBRA
Esta posición brotó en el siglo xn de los cenobios
En lo humano, Abelardo, a pesar de ser quizá el benedictinos y halló su representante más caracteri­
más característico representante del escolasticismo, zado en el abad de Claraval San Bernardo (1091-
es un espíritu abierto que ama la vida y la belleza. 1153), que ha sido llamado con justicia el padre de
Dotado de una fina sensibilidad poética, no puede la mística medieval. San Bernardo, sin rechazar ni
admitir una ruptura entre el mundo antiguo y el despreciar a la razón, vio en el auge de la afición
Cristianismo, una proscripción de los poetas, artis­ dialéctica e intelectual un movimiento peligroso, una
tas o filósofos de la antigüedad clásica, juzgándolos desviación respecto al primitivo y sencillo espíritu
espíritu de vanidad, insania del paganismo. Antes del Cristianismo. Para él los dos más famosos teó­
al contrario, se complace en imaginarlos com o pre­
cursores de la fe cristiana, espíritus iluminados por logos y los dos principales filósofos de su época
el ñus divino, que es esencialmente belleza y ciencia. —uno de los cuales era Abelardo—eran «los cuatro
La personalidad de Abelardo, por otra parte, perte­ laberintos de Francia».
nece a la literatura universal por sus célebres amo­ «La única verdadera sabiduría—dice San Bernar­
res con Eloísa, que tuvieron trágico desenlace. do—es Jesús, o, más concretamente, Jesús Crucifica­
Después de él escribió Abelardo úna corresponden­ do.» La ciencia de Dios se adquiere por la humildad,
cia fingida con su amada cuyo objeto era perpetuar y ésta se logra ante la Cruz de Cristo. San Bernardo
la memoria de aquel amor. describe los doce grados de la humildad, y la ver­
dad que de ellos nace, que es el reconocimiento de
pero todo movimiento teorético o especulativo ha la propia miseria. De aquí, y a través de otros tres
provocado siempre en el seno de la cultura cristiana grados de verdad en que nuestro estado y nuestro
una reacción de hostilidad basada en la sencillez de fin se nos hacen cada vez más claros y vividos, ascen­
la pura relación entre el alma y Dios, en los datos demos al éxtasis en el que el alma se fúnde con Dios
estrictos y concretos del contenido de la fe. Cristo y se deifica por el amor.
no fue un dialéctico ni un filósofo; no vino a ense­ A pesar del desprecio por la ciencia profana que
ñamos una complicada ciencia, sino un espíritu y rezuman las páginas de San Bernardo, su pluma,
una f e ; El amaba a las almas sencillas y a los niños, movida por el amor de Dios, discurrió por cauces
al paso que resistía a los que se tenían por sabios; altamente estéticos y de profundo sentido poético
a todos invitaba a hacerse como niños ante Dios que muestran bien a las claras un gran conocimien­
para entrar en el reino de los cielos. De este modo, to y comprensión de los clásicos latinos. Veamos
el movimiento dialéctico y la afición filosófica que como ejemplo este inspirado y conmovedor poema
representa Abelardo y la escuela de París en sus días litúrgico que dedica a la posesión por el alma de
ocasionaron, la primera reacción de este género en la Jesús, Hijo de Dios:
escolástica cristiana. Por lo general, al paso que los
movimientos teoréticos se inspiran en el aristotelis- Jf.su, dulcís .m em oria ,
mo, este género de reacciones, que son también filo­ D ans vera cord i gaudia:
sofía, buscan su apoyo en Platón a través de las Sed su p er niel, eí or-inía
Ejus dulcís prcesentia.
fuentes animistas y afectivas del agustinismo.
142 RAFAEL GAMBRA HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 143

N ih il canitur suavius, propiamente cristiana de la filosofía, habría de ser,


Nihil auditur juctmdius,
Nihil cogitatur dulcías, precisamente, el racionalismo. En realidad ambas co­
Quam Jesús D e i filius. rrientes teñían razón en sus temores sobre la exa­
Jesu spes pceniltenlrbus geración de la tendencia contraria, y las dos actua­
Quam plus es petentibus!, ban rectamente, porque de la tensión entre ambas
Quam bonntis es qu arentlbu s !, había de resultar la salud y la ortodoxia del pensar
Sed qu id invenientibus?
cristiano: la devoción y la ciencia, la búsqueda de
(Jesús, dulce recuerdo,
Verdadera alegría en el corazón: Dios mismo y la comprensión de la sabiduría de
Más su presencia dulce su obra.
Que la miel y todas las cosas.
Nada ss canta más suave,
Nada se oye más alegre,
Nada se piensa más dulce
Que Jesús hijo de Dios.
Jesús, esperanza para los penitentes,
¡Qué piadoso eres para los que piden!,
¡ Qué bueno para los dolientes!
¿Y qué serás páralos que te hallen?)

En el siglo x i i , aunque no es todavía el siglo de


oro de la filosofía medieval, nos aparecen ya clara­
mente las dos tendencias cuya lucha constituye la
trama misma del pensamiento cristiano. Aquella que
busca construir un esquema racional de la realidad
en el que la fe corone la obra de la razón o la gracia
completa a la naturaleza, y aquella otra que busca
la experiencia cordial y sencilla del hecho religioso,
el coloquio amoroso del alma con Dios, junto al cual
toda ciencia resulta pura superfluidad. La primera
tendencia teme de la otra que, a través del misticis­
mo, acabe en una concepción panteísta que divorcie
radicalmente al hombre de la fe y al hombre de la
razón. La segunda, en cambio— la platónico-agusti-
niana—, teme que 3a vanidad de la ciencia racional
disuelva en el paganismo la experiencia viva e inefa­
ble del hecho religioso. Diríase que esta tendencia
adivinaba que la gran desviación de la edad moder­
na, que señalaría el fin en la historia de la época
LA RECEPCION DE ARISTOTELES HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 145
EN OCCIDENTE
Son varios los filósofos de importancia en esta épo­
ca, tanto árabes—Alkendi, Alfarabi, Avicena—como
judíos, dado que la cultura hebraica vivió durante
estos siglos como enquistada en el mundo islámico.
La filosofía musulmana chocó, sin embargo, con
grandes dificultades para arnionizar la obra de la
razón con el dogma islámico, por lo cual la mayor
parte de los filósofas optaron por la teoría j&e las
dos verdades, que separa radicalmente la esfera re-
ijgiosá de hrülosófica y mantiene a ésta en una posi­
ción de libertad. Pero esta actitud Les atrajo muchas
veces la acusación de impiedad y, al cabo, una au­
téntica persecución. Por aquel tiempo y a partir del
califato de Cófdoba^Ja España musulmana se dis­
tinguió por su tolémncTa y ofíeció así a la especulación
filosófica un Clima jnas propicio. . Ello determinó
que fuese en este siglo X II sede de la edad de oro
La clausura de la Academia platónica de Atenas en de la filosofía islámica y judía, que culminaron aquí
el siglo vi por orden del emperador de Oriente Jus- con las figuras de Averroes y Maimónides, sus más
tiniano hizo emigrar, como vimos, a un extenso gru­ altos representantes, respectivamente.
po de sabios hasta Persia, donde fueron acogidos fitverrÓéTrH 126-1198) fue un médico cordobés, gran
por el rey Cosroes. Allí les sorprende la expansión de C(jiÍO'c.cdor':5>' admirador de ArístoteIes7^so5re cuya
los árabes, que ocupan todo el Oriente próximo y obra escribió una larga serie de comentarios. Se ha­
extienden su dominio por el norte de Africa. El mua- bía propuesto dar una versión auténtica del maes­
do islámico toma así contacto, al principio de su tro de la filosofía griega librándolo de las amañadas
expansión"' con los textos originales de la filosofía interpretaciones religiosas de los árabes anteriores.
griega que para el Occidente cristiano eran descono­ Sin embargo, en aquel ambiente, el decurso de los
cidos. La civilización árabe se desarrolla y conoce su siglos había ido mezclando las teorías aristotélicas
apogeo entre el siglo v il y el xir, en un mundo des­ con las neoplatónicas, y sobre la formación de Ave­
conectado y autónomo respecto al Occidente europeo, rroes pesaban muchas de estas concomitancias, por
cuyo lento despertar a la cultura hemos seguido has­ lo que su versión de Aristóteles se tiñó de un matiz
ta aquí. Durante esta época la cultura medieval mu­ panteístamuy ajeno"^á^a'me.ntalidad del filósofo
sulmana es superior y más refinada que la cristiana, griego. Así, por" ejemplo, interpreta Averroesque "la
por el doble motivo de asentarse en un medio más inmortalidad es patrimonio del entendimiento agen-'
homogéneo y de haber pogeídoja tradición cultural te.7 ese quid ríívímmr capaz de penetrár los univer­
greeolatina de un modo más directo y auténtico 'qüe sales, del que participan todos los hombres; pero que el
eflínundo occidental. entendimiento posible, que es lo propiamente individual,
HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 147
146
RAFAEL GAMBRA
utilizaban los árabes, determinó la formación en España
perece con la muerte. Es decir, que, según él, lo único in­ de encuétasele traductcyfps, que recibirían más tarde la
mortal es el espíritu humano en general, pero no el espí­ protección del rey dé Castilla Alfonso X el Sabio. En
ritu de los individuos, que es perecedero. Lo cual choca ellas colaboraban un sabio musulmán, que leía los textos
con el verdadero pensamiento de Aristóteles, para el que en su propia lengua; otro judío, que los vertía al latín
el entendimiento agente y el posible son dos potencias de
una misma facultad que está radicada en la mente de los vulgar, y un tercero, cristiano, que procedía a redac­
hombres individuales. tarlos en latín culto. La más famosa de estas escuelas fue
la que funcionó en Toledo bajo la protección del arzobis­
Maimónides (1135-1204), en cambio, aunque preten­ po don Raimundo. De ellas surgió el primer filósofo cris­
de armonizar la filosofía aristotélica con su religión tiano influido por Aristóteles: el arcediano de Segovia
judaica, logra una concepción mucho más próxima
al verdadero espíritu del aristotelismo. Domingo González o Gundisalvo.
Mientras tanto, el Occidente cristiano no conocía Por medio de esta complicada historia—a través
de "'Aristóteles, como hemos dicho, más que la lógica de los sabios griegos desterrados, de los árabes y de
y muy porro de su metafísica por' réferenc íás, no España—son conocidas en Europa las doctrinas aris­
siempre exactas, de otros autores. Se sabía oscura­ totélicas al cabo de seis siglos de peregrinar de co­
mente de la inmensa importancia del fundador del mentarista en comentarista. Naturalmente, muchas
Liceo, y del predicamento en que la antigüedad le de estas doctrinas llegaban contaminadas de las teo­
tuvo, pero el mundo cristiano temía más que desea­ rías de los intermediarios y de las influencias neo-
ba su descubrimiento, porque era opinión común que platónicas que sobre ellos pesaban. La impresión que
sus doctrinas resultarían difícilmente conciliables causaron estos textos en las por entonces nacientes
con el dogma e, incluso, que propendían al panteís­ universidades europeas y en los medios cultos en
mo. Esta opinión—y este temor—tuvieron una apa­ general fue inmensa, pues aquellas ideas venían a
rente confirmación con la interpretación que de revolucionar el panorama científico no sólo en la filo­
Aristóteles jhizo Averroes, la cual, importada a la cris­ sofía, sino en las ciencias aplicadas y en las artes.
tiandad, llegaría a constituir la herejía llamada ave- La Iglesia, temiendo por la fe, se apresuró a tomar
rroísmo latino. medidas preventivas. El Concilio provincial de París
Los espíritus cultos, sin embargo, aunque como de 1210 prohibió la lectura de los nuevos textos aris­
cristianos participasen de ese temor, esperaban ávi­ totélicos, y el Papa Gregorio IX reiteró pocos años
damente el conocer un caudal de nuevas ideas que después la prohibición hasta tanto se procediera a
podrían cambiar su ambiente cultural, y que las una expurgación de los mismos. Pero la irrupción de
circunstancias históricas parecía iban a poner a su Aristóteles era ya un hecho de la Historia que no se
alcance. En efecto: la más selecta cultura del mundo podía cortar con censuras: sólo cabía esperar en la
árabe llevaba siglos asentada en la península espa­ vitalidad del espíritu cristiano que encajase e inter­
ñola y en convivencia—guerrera o fronteriza—con pretase ortodoxamente aquel nuevo material sobre
los pueblos hispanocristianos que luchaban por la el que ls razón había ya, necesariamente, de trabajar.
/ reconquista. La relativa madurez cultural del siglo xii
\^y la curiosidad ambiente hacia los textos clásicos que
HISTORIASENCILLA.d e LA FILOSOFÍA 149
SANTO TOMAS DE AQUINO
que podría prolongarse durante siglos, con el consi­
guiente dano~para las almas. i¿ este era el dcmor"y
la gran ansiedad dominante en aquella Europa que
veía ya a algunos espíritus contagiados de lo que se
llamó averroísmo latino (el aristotelismo de Ave-
rroes), que, desde un punto de vista religioso, cons­
> tituía una grave herejía.
La intuición salvadora brotó en la mente de un jo­
ven estudiante de la Universidad de París, el que
habría tie ser Santo Tomas He Aquino (1225-1274):
el Aristóteles .verdadero, esto 'es, "expurgado de ele­
mentos extraños, no sólo era conciliable con el Cris­
tianismo, sino que lo era mucho más fácil y pro­
fundamente que el propio platonismo. Lejos de
constituir un peligro para la fe, el arístotetTs~mo,íe-
bidamenté adaptado^ proIoSgaao, podría constituir
n^ .p xofijpdn v\.r.oh<aMnte>^MagnnL.,^ fióctipn^ fflpftffii-
E l siglo x iix constituye la edad de oro de la Esco­ co-teológica _aue acabase con la vieja pugna Mitre el
lástica cristiana! Erf él culmina el~proceso demádu- Hombre de la fe^y”"el ámáhté^deda ántigüá cultura,
ración que se había operado a través del siglo xn. E s entre el naturalismo de la razón y el sobreñatura-
el siglo de las grandes catedrales góticas y de las lismo de la gracia, lucha que muchas veces se ope­
grandes síntesis téológico-filosóficas que se llamaron raba en la propia mente de cada hombre.
Surtimos; el siglo en que la cultura sale del ámbito Santo Tomás era hijo de los condes de Aquino,
de las escuelas caiecfra1es para iundar las primeras una de las más nobles familias de la Italia central.
universidá’desl Sin eiñbargb; está época se inicia, Vivió sólo cuarenta y nueve años, pero al cabo de
cómo hemos visto7T>ajcO;LsignoIj3e^^ ellos dejó realizada.una,obra, verdaderamente gigan­
de un profundo desconcierto. N o es que' Tos cs~pTri- tesca, sistematizada en la Summa Theolpgica, que
fus cultor de aquélla sociedad esencialmente cristiana pretendiq ser una síntesis del,saber tilosóiico y .teo­
temieran por la fe en sí, que profesaban de todo co­ lógico. Puede considerarse a Santo Tomás como, uno
razón, sin sombra de duda ni temor a estar errados; de los más altos ejemplos humanos de constancia y
pero la aparición de una obra como la de Aristóte­ de esfuerzo heroico en el cumplimiento de un desig­
les, que TñváóTfríá~Tócl"os lós~of3enes deTTa cultura, nio, de fidelidad á uria vocacxon^or encima de todas
áimmñuñbólrTos bómbreshTsabef profano y~qüS7~al las~dIEcunádés~^r~9esaTiehtós.~Páfñ~reaIizar su idea
parecer,'~se"íTesvlába "profundamente dél credo cris- fundamental hubo de vencer Santo Tomás la opo­
tiano hasta negar la inmortalidad del alma, podría sición, primero, de sus padres, que lo destinaban
represéntarpára la cristiandad el peligro de una gran al ejercicio de las armas; la nueva oposición de la
heterodgxiaríi^g"trir^arfamiÍehfÓ'"cüTfuiid~dFTirTe familia—que había transigido con su ingreso en la
150 . RAFAEL GAMBRA
HISTORIA SENCILLA DE L A FILOSOFÍA 151
abadía de Montecasino en el designio de verlo abad
puntos de adaptación al Cristianismo y aquellos
de la misma—a que profesase en la nueva Orden de otros que hubieron de ser corregidos en orden a esa
Santo Domingo, hacia la que se sintió llamado por
su dedicación a la vida intelectual; la dificultad mis­ armonización.
Sienta Santo Tomás ante todo la distinción de jór-
ma de adquirir los materiales auténticos sobre los denes diversos He verdades según las potenciasEcog-
que trabajar; la oposición, en fin, del ambiente a la
noscitivas de los seres. Él animal, que no dispone
nueva y vigorosa concepción. Todas fueron superadas "más que del conocimiento de los sentidos, capta sólo
por la voluntad de hierro de este fraile humilde, el mundo de cosas concretas, singulares : este hom-
que nos pintan siempre concentrado y taciturno, con re, aquel caballo. El hombre, que posee además el
la pluma en la mano, entregado en cuerpo y alma
entendimiento, agente o facultad intelectiva, puede ad­
a una obra que había de deparar a la filosofía uno quirir también las idas o conceptos universales ( el
de los más grandes sistemas de la Historia y a lá
cristiandad la IsahaHó n d é u n ^ é rig ro y f á p ó si5T~ hombre, el caballo), que son desconocidos para el
iídad y el TmpuTso para™su~ma!;~gran"de época. Por animal. El entendimiento agenté crea uñ medio en
eso fue consagra cTd~SañTó""Tomá.s~d patrono del el cual se realiza la intelección racional: del mismo
e s tu d io s o d e l intelectual cristiano. modo que la visión de las cosas materiales no puede
verificarse más que en la luz, que es su medio ade­
Después de s"ñs~prTmerds’’ años ele formación en cuado, el cognoscente que no posee entendimiento
Montecasino, pasó Santo Tomás a la Universidad agente no puede captar ideas. Pero hay todavía un
de París, donde conoció a San Alberto Magno, el medio superior para un conocimiento más alto, que
más famoso de los maestros dominicos. San Alberto es tan desconocido para el hombre como el conoci­
había sido el primero en comprender la inmensa im­ miento de ideas para el animal. Es lo que llaman los
portancia del aristotelismo recién descubierto y en teólogos la luz de gloria, en la que podría verse a
hacer unas trascripciones de los textos aristotélicos Dios en su ser mismo y comprender los misterios
usuales acompañados de paráfrasis y comentarios como la Trinidad, la Encarnación, la Eucaristía, re­
para facilitar a sus hermanos de Orden el conoci­ lativos al ser y al obrar de Dios. Esta luz de gloria
miento y la comprensión de Aristóteles. Pero Santo podrá brillar para nosotros en la bienaventuranza
Tomás se dio cuenta de que los textos procedentes por un gratuita donación o gracia divina que eleve
de la cultura árabe contenían multitud de interpola­ nuestra naturaleza a ese medio superior, pero no
ciones de comentaristas que a menudo no respon­ pertenece a ñuestra naturaleza. Por eso tales ver­
dían a la doctrina original. En consecuencia, encargó dades son para nosotros misterios—no irracionales,
a otro dominico, perfecto conocedor del griego—Gui­ sino superracionales—y objeto, no de la filosofía,
llermo de Mccrbeka—, para que marchase a Oriente,
a favor de las Cruzadas, con objeto de -obtener y sino de la teología revelada.
Según esta doctrina, la filosofía deja de ser una
traducir de sus fuentes originales las obras aristo­ mera aclaradora, sierva de la teología ( ancilla theo-
télicas.
logice), para convertirse en ciencia autónoma con
La concepción tomista coincide en sus líneas ge-dV" _un objeto propio y distinto. Pero considerada la rea­
nerales con la aristotélica. Veremos sólo aquellos >- lidad universal en su conjunto, no existe solución de
HISTORIA SENGILLA DE LA FILOSOFÍA 153

RAFAEL CAMBRA
^ ¿i" ( ^ L?' prueba que lo demuestre? No será la prueba o ar-;,
continuidad, ni mucho menos contrariedad, entre el; gumento ontológico (de San Anselmo), que para
orden de la fe y el de la razón. La unidad de Dios,. Santo Tomás no es válida: aunque la esencia de Dios
de quien todos los órdenes del ser y del üonocer reclame en sí la existencia, no es ello visible para
proceden, gáfanTizaTTaT armóma y contiriüidad “entre nosotros, por no sernos asequible su esencia; nos­
eiros7 Aúñ~ mas~'ria faz^ñ~~aTcahzá~li cóhoceó~cl límÍté otros no podemos derivar la existencia desde las
o frontera donde se enlazan el orden natural y el esencias porque éstas las adquirimos precisamente
sobrenatural: en ese límite se encuentran unas ver- . abstrayendo a partir de las cosas concretas existen­
dades inicíales o básicas para la fe que han sido tes. La prueba válida de la existencia- de Dios no,1
debe ser a príorT~(antefióf JTFespecto~de~ía existéncia-
reveladas, pero que son también accesibles a la ra- - cfeTas cosas que nos rodean, sino a posteriori (pos-*
zón. Tal es el caso de la existencia de Dios, que, ^ teiuórXó'lí'partir' dé~lás~cósás' imsirás7 ásc'efKÍÍenc.ó
según Santo Tomás, podemos conocer racionalmente, ,
pero que, siendo necesaria a nuestra salvación ,~TXios '\ de’ los efectos a sií causa, de lo contingente a lo he"
ha reveladó fáírnbien para'aquellos que no lleguen á7 cesario. Por"cíñccTvías' di ce" Santo Tomás que' puede
demostrarse la existencia de DiosTTCas' cüatro pri­
éná por^lá' liiz LlF Iá Tázoñ. Estas vertládésAhnite, ~ meras tienen un fondo cómun, pór lo que nos iimitá-
que para unos son de razón y para otros de fe, cons-
tituyen lo que Santo Tomás llama praambuta fidei remos a una desellas: es evidéfTte que "algóexiste^„
(preámbulos a la fe). -J- pero to3cTlb~que~existe requiere una causa, porque
nada es causa de sí mismo. Podría pensarse en una
Con esta teoría fundamenta Santo Tomás la solu- 7 cadena infinita ele causas, pero esto es insostenible,
ción media y ortodoxa sobre~la cuesTfóñ'TréTíúésFro .7 porque si la serie es infinita quiere decirse que no
c o n ^ Ifméñtó~"d'e~TlTos7'^}uc~"sé""liaTrá"éntré~nos"llos hay primera causa, y no habiendo primera causa, no
extremos heréticos que se conocen por agnosticismo hay segunda ni tercera, ni esta que está aquí ac­
„ — *'■'logismo. El primero de esfos~éfrores sostiene tuando. Luego si algo existe debe haber una causa
que el conocimiento religioso pertenece a un orden 7 primera, pausa de sí misma, que es lo que llamamos
rádicaTménte Tfistinto del racional,'al queda razón ño - Dios. ^ “ ~ ~~ '
pueHe™teneFñ^g^*lnio3o^e^cceÍo7y rim O ñ g ism o 7 OTquinta vía es diferente y, aunque no es metafísi-
camente necesaria, es quizá la que más convence al
evidente, de Dios, cuya existencia nó requiereT por hombre en general. Se saca del orden y gobiemoTTe
táñtó7 deinosfr^ioH*.- Seguir Santo Tomás, a'lá'éxis- . las cosas, y podría expresarse mediante este ejem­
tenH^á_den3íos77^ue~no es inasequible ni evidente— plo^ imaginemos que, andando' por iá~ callé, encon-
puede llegarse racionalmente por discurso demostra­ tramos en la acera un bloque de letras de imprenta
tivo. De su esencia, en cambio, no podemos alcanzar J en que se halla compuesta una página de la Biblia.
más que un cierto conocimiento analógico e impro­ Supondremos, por ejemplo, que han sido sacadas de
pio, atribuyéndole en grado eminente las perfeccio­ una imprenta cercana o que alguien las ordenó allí
nes positivas que encontramos en las cosas del mismo. Lo que no podríamos jamás pensar es que
mundo. esos tipos de imprenta fueron arrojados aisladameti-
Si al conocimiento de la existencia de Dios puede
llegarse por la razón, ¿cuál será el razonamiento o la
h is t o r ia s e n c il l a d e l a f il o s o f ía 155
rAi y iy¡ v-B-fíS-Q ,
te por la ventana de un alto piso y que casualmente El mundo fue creado libremente por Dios de la
cayeron en ese orden. Pues bien, el mundo en que náda y tuvo "uñ comienzo en el tiempo. Como pen­
habitamos es una estructura infinitamente más com­ saba Arístdtelés, los únicos seres realmente existen­
pleja y bien dispuesta que esa composición tipográ­ tes en la naturaleza son las sustancias o cosas con­
fica; el más diminuto ser vivo contiene una perfec­ cretas, singulares, que se componen de materia y
ción tal que no puede el hombre soñar con cons­ de forma. La materia es causa de su individualiza­
truir organismo semejante. Es, pues, preciso admitir ción; la forma, de sus perfecciones generales o es­
una inteligencia soberana que dio el ser y el orden pecíficas. En el conocimiento intelectual se ilumina
a todo este inmenso Universo. He dicho que este la forma, que es el universal de las cosas, y se en­
argumento no es metafísicamente concluyente, por­ gendra en el sujeto la idea o concepto, que es el uni­
que no puede negarse que una posibilidad entre las versal en la mente. . Dé aquí se deduce la solución
infinitas posibles es esa en que las letras de im­ que Santo Tomás da al problema de los üniversa-
prenta forman una página de la Biblia: no hay en lésC que se conoce con el nombre de realismo mode­
ello imposibilidad metafísica, pero sí imposibilidad rado, y qué puede” considerarse como la~iultima"^”
práctica, de tal forma que nadie podría admitirlo, definitiva palabra de esta controversia en la Edad
como, según Santo Tomás, nadie podría concebir a Media: «El universal- es concepto y existe sólo en la
este mundo como formado al acaso. mente, pero con fundamento irt re (en la cosa).» El
Pero el Dios a cuyo conocimiento cierto llega San- ; fundamento es, naturalmente, la forma impresa por
to Tomás a través" de"estas vías no es el Dios mera- - Dios a las cosas. Así, tomando la cuestión en toda
mente' filosófico" fle~Snst8Sles7“pnmér motor íñmó^ su extensión, el universal tiene una triple realidad:
vil, acto puro que mueve "sin personalidad ni provi-J ante rem (antes de la cosa), en la mente divina
dencia a las cosas de este mundo, sino que se trata; como patrón o arquetipo con arreglo al cual Dios la
del Dios concreto, personal y vivo del Cristianismo?' creó (idea agustiniana); in re (en la cosa), como
Para garantizar"esta concepción acmtúir^añto^To- forma de la misma; y post rem (después de la cosa),
más la diferenciación entre Dios y el mundo para en la mente del cognoscente que la abstrae de las
que no pueda interpretarse aquel primer motor como cosas mismas. Puede verse en esta teoría un des­
una causa inmanente a las cosas, con lo que se daría arrollo del conceptualismo de Abelardo, en el que
en una concepción panteística. Utiliza para esto la se insiste en el fundamento real, objetivo, de los
■feoría (que ya vimos en Aristóteles) de la analogía conceptos.
del ser con la que, sin romper el vínculo o Ifélaclórí El hombre, como ser de la naturaleza, es también
éñtre Dios y las cosas creadas, afirma su radical di­ unaTsusfancia formada de la unión de forma y mate­
ferenciación ; y también la composición, en los seres ria. En esto se opone Santo Tomás al DÍátonísmajdé,
creados, de esencia y-existencia, que en Dios coinci­ Sán "Agustín "y d!TIa"lirímrri\^r&^.QÍá,sii^mciue^^ña-
den, de acuerdo con la definición mosaica de soy el fiía al alm^uñlZlá ’'a'ccldcñtilrñente al cuerpo, y al
que soy. Este ser diferente del mundo, causa y prin- hombre sin esa unidad sustancial, interna, que pa-
cipio de cTiantó ' éxTstér é~á~eTT)iÓ5 personal” "provi- recen 'dcmÓsTráFToT nuestra experiencia no
dente y amoroso del Cristianismo. se resigna a ver en el cuerpo no más que una prisión
l
156 RAFAEL CAMBRA HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 157

del alma, algo ajeno a nuestro verdadero ser, que fundamentalmente, contemplación, intelección per­
sería el alma solamente. Antes bien, nos sentimos fecta, plenitud y descanso de nuestra razón y, por
como hombres un ser uno en sí, que es tanto cuerpo tanto, de nuestro amor. Secundariamente, placer
como espíritu. Según Santo Tomás, en este compues­ completo y sin límites.
to sustancial que es el hombre, el alma hace el paper
de forma y él 'cnefpo~cle rnateria. Féro" cuerpo^- sirria
no son simplemente mátcría“ y~ forma, sino sustan­
cias también, bien que incompletas. De aquí que El pensamiento tomista no es una mera adapta­
pueda el alma supervivir a la muerte o separación ción del aristotelismo a la fe cristiana. Puede consi­
del cuerpo, aunque en un estado antinatural, nece­ derarse más bien una prolongación y una aplicación
sitante de una nueva unión, que se realizará con la a mil órdenes y aspectos nuevos de la concepción
resurrección del cuerpo, condición necesaria para general del maestro griego. A este elemento me­
una perfecta bienaventuranza. dular filosófico (el aristotelismo), unió en perfecta
La facultad diferencial, superior y característica, síntesis los elementos más valiosos del pensamiento
del hombre es- la razóñTXa racionalidad determina cristiano, procedentes sobre todo del agustinismo. El
en el hombre la libertad o libre albedrío. Jtin el ani­ tomismo ha pasado a la Historia como la sistema­
m ar eTl>5jeto~p^^ conocimTéñto es la cosa tización más completa, original y sólida de la filo­
concreta, singular, y este conocimiento determina sofía cristiana.
en él una apetición o una repulsión necesarias se­
gún que la cosa conocida convenga o no a su na­
turaleza. Pero la razón humana conoce el ser en ge­
neral, y al paso que ante el ser puro y perfecto (Dios)
se hallaría determinada a quererlo porque llenaría
su inteligencia y su voluntad^ frente a las cosas con­
cretas, que sólo imperfectamente realizan el ser, es,
en cambio, libre para desearlas o no. Ante estas co­
sas se da cuenta el hombre del bien que posee y de
su jerarquía dentro del conjunto de bienes, pero sin-N
tiéndose atraído por los diversos géneros de bien
que se dan en las cosas, tiene la facultad de pecar y
también la de merecer por sus actos. Esto depara al
hombre la posibilidad incomparable de construir
por sus actos su propia vida y de salvarse o conde-,
narse por su propia voluntad. La bienaventuranza es
concebida por Santo Tomás com ouná graciosa ele­
vación á~tln~ordeii superiür~qae no elírnlna^ a nuestra
naturaleza, smo que la completa y sa'tisTacerElla~ es,
HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 159
LA FILOSOFIA DEL FRANCISCANISIMO
No podrían faltar ambas reacciones y contrapesos
al pensamiento de Santo Tomás. La primera de estas
reacciones surgirá en el siglo xrv, y constituirá ya,
con su empirismo escéptico, la decadencia de la Es­
colástica y el fin del pensamiento medieval. La se­
gunda—el sobrenaturalismo de la fe—estará repre­
sentado en el mismo siglo xm por el movimiento
espiritual que se conoce por el nombre de francis-
canismo.
La Orden de San Francisco fue fundada por este
Santo a principios del siglo xiii , por la misma época
que la de Santo Domingo. El motivo inspirador del
franciscanismo fue un impulso de amor hacia todo
lo creado, que representa la obra de Dios, y canta
en su ser las perfecciones del Creador, y el espíritu
que el Santo de Asís transmitió a sus hijos en reli­
gión fue la difusión de la humildad y de la caridad
fraterna. En un principio la orden, respondiendo a
Dos condiciones fundamentales reunía la gran sín­ este espíritu, se mantuvo alejada de las actividades
tesis filosófica y teológica del tomismo: la de consti­ intelectuales, pero en 1231 se produjo el hecho ex­
tuir una profunda sistematización metafísica y la de traordinario de que uno de los más famosos maes­
ser un intelectualismo cristiano. Santo Tomás no tros de la Universidad de París-—Alejandro de Ha­
despreciaba el conocimiento de la naturaleza para les—solicitó el ingreso en la Orden de San Francisco.
refugiarse en el sobrenaturalismo de la gracia, sino Con él se inicia una gran corriente de pensamiento
que concebía a la gracia como culminación y perfec­ filosófico que, siempre bajo la inspiración inicial del
cionamiento de la naturaleza, a través de cuyo recto franciscanismo, habría de reanudar en esta época la
cumplimiento habría de ascenderse a la meta sobre­ filosofía teocentrista y afectiva del agustinismo.
natural. Hemos visto a, lo largo de nuestro camino Dos grandes figuras se señalan en la filosofía fran­
por los cauces históricos del pensamiento cómo a ciscana: San Buenaventura y Duns Escoto. El siste­
toda construcción filosófica que procura dar una ma de San Buenaventura no constituye en modo
explicación racional de la realidad, y que para ello alguno una réplica u oposición al tomismo, sino
utiliza entidades y explicaciones metafísicas, provo­ una síntesis filosófica realizada sobré elementos dis­
ca siempre una reacción empirísta y escéptica que tintos en aquel mismo siglo de madurez cultural. El
no acepta sino lo concreto y sensible, y cómo todo de Duns Escoto será, en cambio, como veremos más
intelectualismo filosófico ha hallado siempre en el tarde, una crítica acerba del tomismo, construida,
seno del cristianismo el contrapeso de un pensa­ como sistema, sobre un previo conocimiento de éste.
miento que retoma a la pura y mística relación del La vida de Juan de Fidanza—conocido por San
alma con Dios.
160 RAFAEL CAMBRA HISTORIA SENCILLA DE L A FILOSOFÍA 161

Buenaventura—puede considerarse paralela con la ria, entendimiento y voluntad). Elevada y purificada


de Santo Tomás. Nació cuatro años antes (1221), el alma con esta previa visión de Dios por vestigio y
se doctoró el mismo día que el autor de la Smnma, por imagen, se abre para ella la vía mística o unitiva
y murió en el mismo año. El objeto último de nues­ en la que el alma se desnuda, en cierto modo, de sí
tro saber es para San Buenaventura Dios, y El es misma y es penetrada y transfundida por Dios en el
también la luz en que todo conocimiento se hace éxtasis místico. Todas las facultades y sentidos del
transparente y eficaz. Las cosas vistas a través de alma participan en esa entrega amorosa al Creador
Dios se nos revelan penetradas de una nueva luz de la vida. Cabe preguntarse qué es lo que en nos­
y parecen adquirir un sentido de que antes care­ otros constituye nuestra íntima y verdadera per­
cían. De Dios sólo poseemos un conocimiento muy sonalidad, No parece que sea el cuerpo, que puede
imperfecto e inadecuado por la razón, y algunas mutilarse sin disminución de nuestra personalidad;
ideas sobre su ser por medio de la fe. Lp plena ni los sentidos, que a veces son defectuosos y los
posesión de este bien último será sólo asequible en cambiaríamos, si fuese posible, por los de otras
una vida futura. Pero aquel imperfecto conocimien­ personas. Ni la memoria, de la que casi todo el mun­
to engendra en el alma una sed permanente de~ver- do se muestra quejoso. La inteligencia parece radi­
dad y de amor, algo semejante al eros, que, según car más en la personalidad, porque nadie se mani­
Platón, experimenta el alma desterrada de la patria fiesta descontento con la que le ha correspondido.
de las ideas. Y uno de los accesos posibles para Otro tanto podría decirse de la voluntad. Sin embar­
acercarse el alma a Dios es e) saber racional, la fi­ go, la crítica que no hacemos exteriormente de esas
losofía. Porque nada más dulce para el amante que facultades la hacemos en la intimidad de nuestro
conocer al objeto de su amor. De aquí que la obra diálogo interior, en el que a menudo envidiamos las
principal de San Buenaventura se titule Itinerarium de otros, que gustosamente cambiaríamos por las
mentís¡ in Deum («Itinerario de la mente hacia nuestras. Hay, sin duda, algo más profundo—la sus­
Dios»). tancia misma del alma—, algo que no cambiaríamos
Este ascenso o itinerario racional hacia el bien del con nadie porque tal cosa carecería de sentido: su­
alma, que se realiza a impulsos del amor y de la pondría la anulación de nuestra personalidad y su susti­
atracción que nos inspira la idea imperfecta que de tución por otra que nos sería absolutamente ajena. Pues
Dios tenemos, consta de tres fases consecutivas; en bien, San Buenaventura explica cómo las facultades con­
la primera descubre el alma las huellas o vestigios tribuyen a la entrega mística del alma a Dios, pero reser­
de Dios en las cosas de la naturaleza. El Universo va la culminación del momento estático para lo que él
clama a Dios y canta su bondad cuando es contem­ llama el apex mentís (ápice de la mente); que es ese fondo
plado por el alma henchida de amor. En la segunda mismo del alma, la pura e inalienable intimidad de nues­
fase el alma se vuelve sobre sí misma y contempla tra personalidad individual.
en ella algo que es más que vestigio divino: la Si el pensamiento de San Buenaventura es, sim­
propia imagen de Dios reflejada en la unidad y es­ plemente, un sistema diferente del tomismo, realiza­
piritualidad del alma, y la trinidad de sus personas do bajo otras inspiraciones, el sistema que construi­
en la triplicidad de las facultades anímicas (memo­ rá Juan Duns Escoto (1270-1308), otro franciscano
162 RAFAEL GAMBRA
H1STORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 163
que vivió casi medio siglo más tarde, representa ya
una abierta controversia con. el intelectualismo aris­ tas condiciones le colocan a derecha e izquierda, y
totélico. a igual distancia, dos montones de cebada exacta­
Duns Escoto no puede asentir a la idea de que los mente iguales. E3 asno delibera, y concluye, en pri­
seres se individúen por la materia, de que el alma mer término, que entre comer y no comer, debe
sea meramente forma del compuesto humano, de optar por la afirmativa, puesto que tiene hambre y
que los seres inmateriales como los ángeles no lo necesita su organismo. Pero se plantea la segunda
sean individuos... La individualidad, lejos de con­ cuestión: ¿por cuál de los dos montones comenzar?
tener algo de imperfección o mengua, es el dato pri­ Y como no existe ninguna razón que aconseje uno
mario de la realidad, y debe proceder de la forma sobre otro, y el conocimiento del animal sobre ello
misma, que es el principio de las perfecciones del es perfecto, cuenta Buridán que su famélico asno
ser. En consecuencia, sostiene Escoto que los seres murió de hambre en presencia de ambos montones.
sustanciales, individuales, poseen no una forma, sino Como tal visión de los hechos pugna con la reali­
una superposición de formas, que van desde lo más dad, resuelve Escoto que la voluntad se decide por
general que esos seres son hasta su misma indivi­ sí misma, construye la vida moral y es la primera
dualidad. Así, este hombre concreto posee las for­ entre las facultades del hombre.
mas ser, ser corpóreo, viviente, animal, racional u Escoto extiende esta, posición a su idea sobre la
hombre, y una última foim a que le confiere su indi­ naturaleza: las leyes de la naturaleza y las normas
vidualidad, el ser éste y no otro. A esta forma indi­ morales valen sólo porque.Dios ha querido por su
vidualizante llama Escoto la haecceitas. libre y espontánea voluntad establecerlas. No es que
sean irracionales, pero Dios podría haber dejado de es­
Mayor rivalidad estalla con los tomistas en la cues­
tablecerlas o sentar otras diferentes. Esta concepción re­
tión de cuál de las facultades humanas posee el pri­ cibe el nombre de contingentismo o voluntarismo. En re­
mado, la superioridad y dirección sobre las demás.
lación con ella se halla la defensa que Duns Escoto hizo
Según Santo Tomás, cada modo de querer sigue a de la Inmaculada Concepción de María, que en su tiempo
un modo de conocer. Así la apetición sensible sigue
al conocimiento sensible, y la voluntad al conoci­ no había sido definida como dogma por la Iglesia y era
cuestión disputable. Frente a Santo Tomás, que afirmó la
miento racional. Si el hombre es libre ante las cosas necesidad con que el pecado original había de afectai* a
concretas es porque realizan éstas imperfectamente todos los hijos de Eva, Duns Escoto sostenía la posibili­
el bien, y el conocimiento del hombre sobre su in­
dad de una preservación divina, valiéndose de su célebre
trínseca razón de bien es también imperfecto. Bu-
razonamiento: (Dios) pudo, quiso, luego hizo. Por esto es
ridán, un discípulo de Escoto, expone en un ejemplo
conocido Escoto como el apóstol de la Inmaculada Con­
muy gráfico la objeción contra La doctrina tomista. cepción.
Es lo que se ha llamado el caso del «asno de Buri-
dán>. Se trata de un asno que es puramente inte­ La síntesis de Duns Escoto, menos sólida y cohe­
lectual; su voluntad se mueve únicamente por mo­ rente que la de Santo Tomás, es, sin embargo, más
tivos presentados por el entendimiento. El animal, humana y más individualista. Representa una lla­
mada hacia los datos existenciales, primarios, inex­
que ha ayunado largamente, siente hambre. En es­ plicables, de esta realidad en que estamos envuel-
164 RAFAEL GAMBRA. LA DECADENCIA ESCOLASTICA: OCCAM
tos, y una visión de cómo es imposible reducirlos
sin residuo a un esquema explicativo. En ella, sin
embargo, se anuncia ya como en germen el nomina­
lismo escéptico, que se reproducirá en el siglo xiv
com o síntoma de la decadencia y disolución de la
Escolástica.

El criticismo, que se inicia con Escoto, y la lucha


de escuelas, resquebrajaron la fe y el espíritu cons­
tructivo que habían animado a las grandes síntesis
teológico-filosóñcas de los siglos xii y XIII, y van a
determinar, en el siglo xiv, un ambiente crítico y es­
céptico que constituirá la decadencia y disolución de
la Escolástica.
Un franciscano—Guillermo de Occam (1300-1350)—
es el inciador de la tendencia más característica de
esta época. Su pensamiento^ representa, como he-
mos dicho, la reacción emnirista y escéptica que
suele seguir a toda época metafísica. Comienza Oc-
cara por exagerar el individualismo de Escoto: la
doble afirmación de Aristótoles y de Santo Tomás
según la cual sólo existen los individuos, pero la
ciencia trata de lo universal, es contradictoria. Si
sólo existen los individuos, ellos son el único objeto
posible de nuestro conocimiento. Es cierto que po­
seemos conocimientos que no parecen referirse a
ningún objeto individual. Así, el hombre, el trian-
HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 167
166 RAFAEL CAMBRA
miento natural y el de la fe trae como consecuencia
guio, es decir, eso que llamamos conceptos o uni­ la absoluta libertad en el terreno del pensamiento y
versales. La explicación, según Occam, es ésta: cuan­ la posibilidad de que la ciencia y la filosofía se des­
do conocemos con claridad poseemos el conocimien­ entiendan del orden sobrenatural abandonándolo a
to concreto de lo individual, de Juan, por ejemplo. la fe, esto es, se secularicen. Empirismo, agnosticis-
Pero cuando a Juan lo vemos de lejos tenemos ún mo y secularización son las características Sel pen-
conocimiento confuso en que no podemos distin­ sarnientcTdél?ccam~yenásT>asárah como rasgos fun­
guirlo de otros seres parecidos, y a este conocimien­ damentales al pensamiento moderno, que se inicia
to confuso le ponemos un nombre. Así decimos que con el Renacimiento.
es un hombre, palabra o término que puede aplicar­ El nominalismo del siglo xrv, en nombre de la sen­
se también a los otros objetos con que le confun­ cillez y claridad del pensamiento, se empeña en una
dimos. SÍ Juan se acercase más podríamos decir, por concienzuda destrucción de cuantas construcciones
ejemplo, que es un militar, concepto también, y metafísicas se habían propuesto dar una explicación
como tal confuso, pero más cercano del conoci­ racional del Universo durante los siglos anteriores.
miento perfecto, propiamente individual. Con esta Como todo escepticismo, logra mil argumentos para
doctrina restaura Occam el nominalismo de Rosee- impugnar estas obras de la razón humana, apoyán­
lino, y se coloca a dos pasos del escepticismo, por­ dose en la experiencia inmediata de los sentidos,
que, si no hay conocimiento más que de lo indivi­
dual y concreto, ¿cómo poseer el conocimiento uni­ que sólo nos da a conocer individuos concretos, ma­
versal y necesario de las leyes científicas? teriales, diferentes. Pero, al cabo, esta labor demole­
Las formas inteligibles, la materia individualiza- dora coloca al hombre ante el mundo fragmentario,
dora y demás conceptos metafíisicos son para Oc­ dividido en experiencias contradictorias, que provo­
cam entidades inútiles e imaginarias. Occt.m enuncia có la iniciación de la filosofía en la Grecia presocrá­
un principio, que él llama de economía del pen­ tica. Y el hombre volverá a recomenzar la labor.
samiento ^ entia ñon sunt muttiplicanda sine rteces- Sin embargo, tras cada período de aniquilación
multiplicarse sin necesi- escéptica, el esfuerzo filosófico no vuelve a empezar
dad) ;.,p bién : nq expliques por lo más lo que puede por el principio. Tampoco prosigue simplemente la
explicarse, por lo menos. especulación metafísica en el punto en que la deja­
No sólo la metafísica es imposible y falsa para Oc­ ron los últimos grandes pensadores. Recomienza en
cam, sinó 'qu¡r^también lo ¿s ja teórpgia racioñár o una esfera distinta, en un mundo nuevo que cuenta
cohocírnierito dé T)ÍG la razón. Las pruebas to ­ con la obra de todos los filósofos anteriores, pero
mistas ~dé„.la .existencia de Dios no concluyen, por­ también con las críticas de sus impugnadores. Así,
que siempre sería posible una serie infinita de cau­ el espíritu crítico y demoledor del nominalismo oc-
sas, .y aunque- se llegase a una primera causa, nada camista acaba con la vigencia en aquel siglo de la
nos dice que eso sea lo que llamamos Dios. De Dios concepción general del Universo que late bajo los
sólo podemos adquirir una cierta probabilidad de que grandes sistemas de la Escolástica cristiana, y abre
existe, y lo demás sóíól buecle conocerse por la fe. la puerta a una nueva edad del pensamiento—la ma-
Esta radical separación entre el mundo del conoci­
168 RAFAEL CAMBRA
HISTORIA SENCILLA DE L A FILOSOFÍA
169
dermdad—que nos llevará ya de la mano al mundo
espiritual en que vivimos. misterio con que siempre habría de chocar, y el con­
suelo a sus finales-fracasos; y toda mística lindante
ya con el ontologismo encuentra en el intelectualis­
mo de tipo tomista la llamada a una jerarquizada
Hemos visto desde los primeros días de la filoso­ realidad que, por vías naturales y ayudada de la
fía cristiana y a través de toda la Edad Media la gracia, va también a Dios y es camino fijo y seguro
alternancia de dos corrientes de pensamiento que de verdades demostradas.
en mil casos se rectifican mutuamente y contienden Si la filosofía es permanente esfuerzo racional por
entre sí. La corriente que podríamos llamar plató- penetrar en ese profundo fondo de la realidad a don­
nico-agustiniana y que desde Tertuliano y San Agus­ de no llega la evidencia de lo experimental, es na­
tín pasa a través de Escoto Eriúgena, San Anselmo, tural la coexistencia de vías y modos distintos de
San Bernardo y la mística, hasta la filosofía del fran- mirar, modos que, a través de diferentes visiones par­
ciscanismo, y aquella otra que encuentra sus ante­ ciales, se complementen y coordinen desde una vi­
cedentes en los padres latinos y, a través de Abelar­ sión global, sub specie ceternitatis.
do y los primeros aristotélicos, culmina en Santo
Tomás.
La perennidad de ambas corrientes en el seno de
la misma ortodoxia y del espíritu del Cristianismo
no podría explicarse si entre ellas existiera una ra­
dical oposición. Esto nos sugiere que ambos modos
de pensar son, en el fondo, complementarios. La
verdadera ciencia, el fondo de nuestro saber, y tam­
bién el sentido de nuestro recto obrar, proceden de
lo alto, del espíritu divino, de su gracia, que es lo
verdaderamente importante. Pero ello no exime al
hombre de «ganar su ser en la vida», vivir, conocer
y querer en medio y a través de las cosas de este
mundo, cuya naturaleza y jerarquía puede y debe
llevamos también a Dios.
Y no sólo se complementan ambas corrientes en
su contenido, sino que históricamente sirvieron tam­
bién para corregirse—y apoyarse así—mutuamente.
Todo excesivo intelectualismo que, sobre bases cris­
tianas, pretende llegar a una sistematización de la
realidad universal, halla en la sencilla intimidad del
agustinismo el refugio de la verdad última, la luz del
LA FILOSOFIA MODERNA

EL RENACIMIENTO

La preocupación teorética del siglo x m ahogó en


cierto modo el espíritu abierto, humano, de sencilla
adaptación a la vida que caracterizó a la antigua cul­
tura medieval. La afición estética y la estima por los
poetas latinos, que perseguimos a través de Abelardo
y de San Bernardo, culminaba en los albores del si­
glo x m con las Florecillas de San Francisco de Asís,
impulso profundo de amor hacia todo lo creado. Pe­
ro los grandes espíritus del siglo de oro de la Esco­
lástica se sintieron absorbidos por dos grandes
empresas intelectuales: realizar la síntesis entre Cris­
tianismo y aristotelismo, que ellos consideraban co­
mo la última palabra del saber divino y humano, y
presentar, con ese arma invencible, batalla definiti­
va a la cultura islámica, que empezaba ya a declinar.
Quizá en ninguna otra época de la Historia se en­
tregaron los hombres a una obra del espíritu tan
de lleno, con tanto entusiasmo y desinteresada bue­
na fe. La filosofía escolástica es colectiva y casi anó­
nima: cada innovación doctrinal procura esconderse

I
172 RAFAEL G AMERA HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 173

tras el nombre y el prestigio de las grandes autori­ ticos. En su consecuencia, el latín al uso en los tex­
dades para buscar la mayor eficacia. Las individua­ tos medievales pasa a ser considerado como latín
lidades parecen totalmente absorbidas por la obra bárbaro, y hace su aparición ya entre los precurso­
misma, sin que ésta les dejase margen ni aun para res del Renacimiento en el siglo xiv un dolce stil
el más lícito interés egoísta. nuovo en Petrarca, por ejemplo, y aun antes en Dan­
En estas condiciones no es de extrañar que la afi­ te Aligbieri, que procuran revestir su lenguaje de
ción por el «buen decir», por el cultivo de las for­ gracia y formas amables. En estos autores no hay
mas literarias, cediese ante el interés puramente teó- todavía asomo de heterodoxia o rebelión contra la
- ,co. De las tres materias que componían el trivium que representaba la cultura cristiana. Antes al con­
romano—ciclo escolar de lo que se llamaban «huma­ trario, la Divina Comedia de Dante, por ejemplo,
nidades»—la gramática y la retórica cayeron en desu­ puede considerarse como una visión poética de la
so, al tiempo que la dialéctica (arte de la discusión) filosofía de Santo Tomás, un descubrimiento de cuan­
se hipertrofiaba. Las obras de los grandes escolás­ to de bello, humano y esperanzador se escondía
ticos del siglo xiii y del XIV son tan profundas, agu­ bajo el sistematismo estricto de la Summa Theoló-
zadas y minuciosas com o desprovistas de gracia li­ gica.
teraria. El siglo xiv, por su parte, sin mejorar este La actitud de los primeros renacentistas habría de
aspecto, sino más bien empeorándolo, aplicó, como ser simplemente un ilusionado abrirse a la belleza
hemos .visto, una acerada crítica a las grandes cons­ de la vida, al valor que la naturaleza tiene por sí
trucciones teológico-filosóficas, especialmente a la misma. En un principio se utilizaron como fuentes
de Santo Tomás, en que habían culminado. De este de inspiración los poetas latinos, que habían caído
modo el hombre de esta época se encuentra en una en olvido desde el siglo x i i i ; pero más tarde la toma
situación de crisis profunda: se siente inmerso en de Constantinopla por los turcos ocasionó la emi­
una cultura que no le ofrece los encantos de la be­ gración hacia el Occidente europeo de muchos sa­
lleza ni el amor a la vida, y que tampoco poseerá la bios bizantinos, que difundieron el conocimiento de
fe y el entusiasmo hacia aquello que creía alcan­ los textos originales de la filosofía griega. Dijimos
zar: si no la verdad misma, el camino firme de su que la Europa cristiana conocía la obra de Platón
posesión. Ante esta ciencia árida, que no le habla desde la alta Edad Media, y la de Aristóteles desde
ya a la sensibilidad ni a la inteligencia, experimenta el siglo x i i i . Pero se trataba del conocimiento de sus
el hombre necesidad de una profunda renovación. doctrinas, generalmente a través de comentaristas
El movimiento espiritual con que se inicia la Edad y derivaciones, y no de las obras mismas, que no
Moderha es el que conocemos con el nombre de Re­ podían difundirse, entre otras razones, porque no
nacimiento. Este movimiento es, en su iniciación y era común entre las clases cultas el dominio de la
por una de sus caras, un movimiento negativo, la opo­ lengua griega. Los sabios bizantinos traen ahora, con
sición de un no rotundo a lo que en aquel tiempo ha­ la difusión del idioma, las obras mismas, y la posi­
bían llegado a ser la filosofía y la ciencia escolásticas. bilidad de su comprensión y del aprecio de su belle­
Oposición, en primer término, a la despreocupación za. La impresión que produjo en los espíritus la obra
formal—literaria y estética—de los autores escolás­ maravillosa de Platón fue enorme. Todo, un mundo
174 RAFAEL GAMBRA
HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 175

poético, cargado de una secreta intimidad personal


sólo sugerible en mitos y en imágenes, se descubre la que renegaba del carácter teocentrista, de la pro­
de pronto ante aquella generación polarizada de an­ funda inspiración religiosa, que alentó en todo su
tiguo en la filosofía objetiva y la trascendencia re­ ser y su obrar. Esta segunda negación constituía pa­
ligiosa. ra la filosofía—y la cultura toda—moderna un ger­
Entonces se apodera de los espíritus una profun­ men de progresiva secularización, que producirá, co­
da admiración hacia la cultura griega, unida a un rriendo el tiempo, frutos de anticristianismo y de
absoluto desprecio por todo lo medieval. No se tra­ ateísmo. Pero por el momento—en siglos todavía pro­
ta ya de la reacción, muy justa, contra el abandono fundamente cristianos—se manifestó solamente en
de las formas literarias, sino que los mismos estilos una irrefrenable tendencia a desasir al pensamiento
artísticos del medievo—el gótico y el románico—se humano de todo género de trabas o autoridades hu­
consideran estilos bárbaros y son sustituidos por un manas o que tuvieran una concreción humana. Y
nuevo estilo, que pretende inspirarse exclusivamente esto tuvo dos diferentes realizaciones, una en el do­
en los cánones griegos. Este entusiasmo literario y minio de la ciencia y otra en el de la religión.
artístico—especie de reencuentro del hombre con­ En el dominio de la ciencia esta demanda de li­
sigo mismo, con el gusto por la vida, tras un perío­ bertad era bastante justa: la cultura medieval se
do de aridez y desabrimiento—fue el motivo que había centrado casi exclusivamente en la teología y
inspiró en un principio al siglo renacentista. Es la en la filosofía, o, mejor, en la búsqueda de una sín­
época de Miguel Angel, Rafael, Leonardo de Vinci..., tesis entre ambas. Para la primera, el dogma consti­
la gran eclosión del espíritu creador, que rcpresén- tuía una fuente y una autoridad indiscutible; para la
ta en el terreno del arte análoga plenitud a la que segunda, el magisterio de Platón y de Aristóteles eran
en el terreno intelectual representó el siglo x m con la base que la filosofía medieval prolongaba y adap­
sus grandes síntesis filosóficas. taba. Pero la autoridad de Aristóteles y de los maes­
Sin embargo, aquel fetichismo hacia la antigüedad tros griegos se había extendido durante los siglos
pagana originó pronto la tendencia a restaurar una medios a las ciencias de la naturaleza, con la acep­
cultura humanística, es decir, una cultura cuyo cen­ tación de sus principios y el abandono de la experi­
tro fuera, como en la antigua Grecia, el hombre, con­ mentación concreta y del verdadero interés por esta
cebido como la medida y el fin de todas las cosas. fuente del saber. Un sano espíritu de investigación
Pero este nuevo humanismo no podría ser ya el hu­ experimental, con olvido de los viejos y caducos dog­
manismo ingenuo y sano de los antiguos griegos, mas, presidirá desde esta época el dominio de las
porque estaban por medio quince siglos de Cris­ ciencias particulares, que poco a poco arrancarán a
tianismo y de cultura teocentrista, contra los cua­ la filosofía y a la teología el primado en la atención
les, en cierto modo, surgía. De una manera velada, de los hombres.
e inconsciente para la mayor parte de los humanis­ En el terreno religioso, la negación del principio
tas del Renacimiento, en ese humanismo se oculta­ de autoridad adoptó un carácter muy distinto, ya
ba la segunda de las negaciones—mucho más gra­ que, por su misma esencia, no es éste campo franco
ve—que la cultura moderna oponía a la medieval: para la libre y espontánea elaboración de los hom­
bres. Algunos vicios de la Iglesia en aquella época,
176 h is t o r ia s e n c il l a d e l a f il o s o f ía 177
RAFAEL QAMBRA

así como un supuesto o real abuso en sus atribu­ Él protestantismo—la más extensa y profunda he­
ciones—en materia de bulas e indulgencias—, fueron rejía de la historia de la Iglesia—pretendía retomar
la ocasión para que algunos espíritus renacentistas simplemente al Cristianismo primitivo. Pero su obra,
comenzaran a considerar a la Iglesia en sí como una en los países en que predominó, consistió en despo­
especie de monopolio y organización puramente hu­ seer al Cristianismo de su necesaria estructura dog­
mana de lo que es esencialmente espiritual, perso­ mática y jurídica, y, minimizado y dividido en mil
nal y libre: la palabra de Dios dada a todos los sectas diferentes, desprestigiarlo ante los ojos de los
hombres. Según esta opinión, la Iglesia romana, in­ hombres haciendo de él una creencia inoperante en
terpretando abusivamente el poder dado por Jesu­ el seno de una sociedad falta ya de principio supe­
cristo a los apóstoles, se había declarado administra­ rior de unidad y de dirección.
dora de la gracia y los sacramentos, y, por medio de Esta segunda de las negaciones que hemos reco­
ellos, especialmente del de la penitencia, alcanzado nocido en el origen de la filosofía moderna—la del
un poder inmenso que tiranizaba los espíritus y fal­ carácter teocentrista de la cultura medieval, causa
seaba la pura intimidad del hecho religioso. Esta es del protestantismo y de la secularización—no es con­
la esencia del protestantismo, consecuencia del espí­ secuencia obligada de la primera de las negaciones,
ritu renacentista, que pretendió constituir una re­ aquella que afectaba a la aridez de estilo y gusto
forma de la Iglesia volviéndola a sus primitivos lí­ artístico de la decadencia escolástica.. Así, puede ha­
mites y funciones. Su iniciador fue el agustino blarse de un Renacimiento filosófico puramente cris­
Martín Lutero, y su gran teorizador y sistematizador, tiano, que tuvo por principal escenario a nuestra pa­
Felipe Melanchton. Según los protestantes, lo único tria durante los siglos xv a x v i i , es decir, durante su
que procede realmente de Dios es la Sagrada Escritu­ edad de oro. Aquí se adoptan las formas literarias, los
ra, que debe ser libremente interpretada por el cre­ estilos y el esplendor artístico del Renacimiento ita­
yente sin que se interponga ningún otro interpretador. liano, pero dentro de una estricta ortodoxia católica
.Religioso y cristiano es únicamente, según ellos, esa y de un renovado entusiasmo religioso. En España
relación del alma con Dios al recibir aquéllá la pa­ se prolonga el pensamiento cristiano medieval con
labra divina. Las consecuencias de esta reclusión de representantes tanto de un renacimiento pedagógico
lo religioso en la intimidad de lo subjetivo, fueron (Vives, Vitoria), como del teológico (Molina) o del
inmensas: la vida de la cultura y de la política que­ filosófico (Fonseca, Suárez, Juan de Santo Tomás).
daban desligadas de lo religioso por ser hechos ex­ Los españoles de ésta época pudieron considerarse
teriores a lo subjetivo; la libertad de pensamiento
en aquel tiempo como el brazo de Dios para la de­
y la secularización del Estado quedarían así cimen­ fensa de la Iglesia contra la gravísima herejía con'
tadas por el protestantismo. La religión dejaría de
ser un vínculo o unión superior de hombres y pue­ que abre su historia la modernidad. Ellos defendie­
blos, para convertirse en asunto puramente indivi­ ron con las armas y con el pensamiento la fe cató­
dual que no podrá erigirse ni imponerse ya como lica, manteniendo con todo su esfuerzo la idea de
principio directivo de la cultura o de la vida en co­ la cristiandad como unidad estructural de la socie­
mún de los hombres. dad, esto es, como comunión de los espíritus y prin­
cipio informador de los estados. A esta idea se opu-
h is t o r ia s e n c il l a d e l a f il o s o f ía
179
178 RAFAEL GAMBRA
negación en negación, hasta la indiferencia religiosa
so la de Europa, una Europa religiosamente neutra, y el ateísmo. Pero este aspecto crítico de la filosofía
sin otra unidad que la meramente política—huma­ moderna, que es el inicial, se complementa con otro
na—de los estados. La vigencia de la cristiandad co ­ positivo, en el que se halla envuelto el sentido más
m o unidad y patria de tocios los hombres termina profundo del pensamiento moderno.
para Europa en 1645, cuando los españoles, agota­
dos, se rinden a los hechos en la paz de Westfalia.
No obstante, el predominio católico llega hoy en Eu­
ropa hasta la línea a que llegaron las armas espa­
ñolas; y, por otra parte, el renacimiento cultural
cristiano de nuestra patria hizo posible la verdade­
ra reforma de la Iglesia, que se llevó a cabo en el
Concilio de Trento, del cual fueron los españoles
principales propulsores y mantenedores. Al otro la­
do de los mares, en fin, conquistaron y cristianiza­
ron un nuevo mundo para la fe católica, salvando
así para el mundo una posibilidad de unidad y de
concordia en la verdadera luz descendida de Dios a
los hombres.

Resumiendo: hemos encontrado ante todo en la


filosofía moderna un sentido negativo, de hostilidad
a la cultura medieval, oposición motivada inicial­
mente por la decadencia en que ésta se hallaba, pero
que pronto caló a estratos más profundos y consti­
tutivos de su estructura. Una negación primero de
su esquematismo doctrinario, la cual tuvo como co­
rrelato creador el renacimiento artístico y el sano
humanismo, que recibía su nombre de las abando­
nadas «humanidades». Una negación después del teo-
centrismo o concepción religiosa de la cultura me­
dieval, la cual dio lugar al humanismo paganizante
primero, y más tarde al retomo a las ciencias de la
naturaleza y al protestantismo. Este será el origen
de un proceso de secularización que conducirá, de
181
UNA NUEVA CONCEPCION FILOSOFICA: HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA
EL RACIONALISMO
mo, antes de penetrar en los sistemas que de diverso
modo lo realizan; antes, incluso, del de Descartes,
que se considera como su iniciador.
Hemos de distinguir» para evitar confusiones, en­
tre el racionalismo moderno y aquel otro ramonalts-
m¡o"'^íe^EsiffiaS""óeto9"‘"c á fa c tS g ^ E 3 K rJa--ahtigua
cultura griega." 1EtL ;;i^cipnÍHÍTOa-:de^los griegos (de
Sócrates, sobre todoj éra simplemente la creen cia
eri ^Trazon como medio de penetrar en la realidad
que nos rodea.;., a diferencia de los oHentaleaT"para
Icis" que la verdadera ciencia procede solamente de
una revelación superior, de signos mágicos o de ca­
suales descubrimientos de secretos de la naturaleza,
los griegos vieron la posibilidad de obtener un ver-
cfcaierb saber utilizando.lj£~'razón,' comprendiendo. El
racionalismo moideriialYrát^^ los
griegos: constituyé una muy concreta concepción del
No basta para comprender el pensamiento moder­ Universo. '" ■*“" — - • —— —
no el señalar sus aspectos de crítica u oposición a
la cultura que le antecede, ni aun sus principios idea­ Varias veces hemos distinguido ya entre la esencia
les estéticos o manifestaciones artísticas. Pronto se y la existencia. Esencia de una cosa. es lo que esa
fue dibujando en medio de esos impulsos negativos cosa es. Así, el hombre es un «animal racional»;
y renovadores una concepción positiva, una visión ésta es. su esencia. Existencia, en cambio, es algo in­
original del Universo que será la estructura funda­ definible, una noción inmediata: el estar una cosa
mental de todos los grandes sistemas filosóficos de entre las cosas de la realidad. La esencia responde
la modernidad. Esta base común del pensamiento a la pregunta: ¿qué es?; la existencia, a la pregun­
moderno es lo que se ha llamado muy propiamente ta: ¿es? o ¿existe? Así, podemos preguntar qué es
racionalismo. Vimos cómo los sistemas filosóficos el hombre y qué el centauro. La respuesta será sú
de la Edad Media cristiana partían de un esquema definición, o sea, su esencia. Pero, una vez conocida,
básico en el que estaban todos dé acuerdó: éste múrí- puedo hacer otra diferente y también radical pre­
dó" fue" creado por ' tin Dios di feren te. de ese’ mímelo, gunta sobre su ser: ¿existe? Y la respuesta será di­
al que todas Tas’ cosas tienden como a su fin natu­ ferente en ambos casos, afirmativa en el primero,
ral, y la criatura, humana de un modo consciente y negativa en el segundo. En las cosas de la naturaleza
libre- Pues bien, la misma posición fundamental que la existencia es, evidentemente, algo diferente de la
esta concepción teística tuvo para la filosofía me­ esencia, algo que adviene a la esencia, que es, por sí
dieval, tendrá el racionalismo para la moderna. Por misma, indiferente para existir o no. Yo mismo, co­
lo cual vamos a ver qué sea, en esencia, el racionalis- mo ejemplo de ser de la naturaleza, tengo una esen­
cia, consisto en algo; sin embargo, hubo un tiempo
182
RAFAEL CAMBRA
183
HTSTORTA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA
en que no existía, advine un día a la existencia, y mo que «las partes del mundo son cinco» o que «Na­
habrá un tiempo en que ya no existiré. Mi esencia poleón venció en Ratisbona», pero concibiendo que
—que ha sido siempre la misma—no exige, pues, la bien podría ser o haber sido de otra manera, lo que
existencia por sí misma. Este modo de ser de los no hubiera entrañado contradicción alguna. Según
seres que pueden o no, existir. cuyaTesencia no con- la concepción racionalista, la contingencia no esmígo
Úeya_ la e x is te H S á ,^ ,Jlamaron
Cjontingejicia. Todos los seres de la naturaleza son cosas! de nuestra capacidad de conocer. Eri un co-
contingentes. Él' cCTcépto de contingente se opófle noSlffllento adecuado, perfecto, de las cosas de la
ár d e necesario. 'tTn séí"~riec’esario seHa aq'ueT~cuya naturaleza, éstas se verían tan necesarias como cual­
eslá^áT.fuera.!eMstjr, 'aqueTeñ^queTa*existencia ño quier proposición matemática. Porque el Universo
füera~im‘^ ^ d >“éxteríor a su ser, llovido un día sobre es en sí necesario, tiene una estructvr^racioñat,'y
él y desaparecido otro, sino algo ínsito en su propio su clave se halla escrita en signos matemáticos. La-
ser. La filosofía cristiana—v ,1a...aristotélica tam- place acertó a expresar la tesis general del raciona­
bién—átri'b^eron ese modo de ser necesario a Dios. lismo en una forma muy gráfica: «Si una inteligen­
Dios es el ser por sí, los demás seres sen p o f otro, cia humana potenciada—dice—llegase a conocer el
por un acto exterior a su propio ser. El concepto de estado y funcionamiento de todos los átomos que
contingencia es correlativo con el de necesidad y componen el Universo, éste le aparecería con la cla­
conduce a él. Así, el descubrir la contingencia en los
ridad de un teorema matemático: el futuro sería pa­
seres de la naturaleza era el argumento clásico para
demostrar que ha de existir un ser necesario o f>ios. ra ella predecible y el pasado deductible.» Es decir,
para el racionalismo la realidad no se halla asenta­
Pues bien, la filosofía moderna, obedeciendo secre­
da sobre ~ünós~'dalbT~cma^osT contingentes, es decir1,
tamente a ése^mp3ilsShTiosfirsrteocentrismo, es de­
cir, a la concepción religiosa del Universo, pretendió qüe^ocfíñan^séri'ÓtrÓg^iféféStSs; hVén sü desenvol-
trasladar esa condición de ser necesario desde Dios vimiento hay tampoco contingencia—indetermina­
al mundo en que vivimos. Nó es que adjudicase la ción o azar—, sino que la existencia es un desarrollo
"necesidad a cada una de las cosas reales existentes, necesario, algo de naturaleza racional que, conocido
ya que esto pugna con la experiencia, pero sí ^al etí‘^Ta^^brseTD$@iEI3Ear'^|r^Brpro^!a^iaiicia. La
mundo universo.,.considerado como unidad. Nosotros"" realíqad no es una cosa corilingdntB que recibió la
vemos unas cosas como necesarias y otras com o con­ existencia y necesita'^SeTSETseTDaecésario como cau­
tingentes. Un teorema matemático, si lo he compren­ sa, sino que, en su ser total,. ........."i
es unjivser ■■■' necesario, algo
dido, me aparece como algo necesario porque se re­ que descansa en sí mismo y se explica por si.
fiere a relaciones entre esencias. Así afirmo yo, por Esta concepción básica explicará también dos ca-
ejemplo, que «los ángulos de un triángulo valen (ne­ rac'téHstfcas^muygenerales en el pensamiento m o
cesariamente) dos rectos», de forma tal que cosa dis­ deimó i Tá pnmera de éstas es una tendencia a re-
tinta sería contradictoria, impensable. En cambio, "dúcir los órdenes superiores y más complejos dé Ja
las cosas existentes en la naturaleza o acaecidas en realidad a los inferiores, hasta llegar al matemático,
el tiempo me aparecen como contingentes. Así afir- que es puramente racional. Es decir, un método que
HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 185

184 RAFAEL GAMBRA


sición hacia una restauración de la metafísica que
es el quehacer filosófico más característico de nues­
exige, por ejemplo, reducir lá religión a fenómenos
psicológicos; la psicología, a fisiología; la fisiología, tra época.
a física; la física, en fin, a matemática. O, lo que
es lo mismo, tender a comprender la realidad toda
como esencia, como algo racional o matemáticamen­ S
te necesario. La segunda característica estriba en el .¿3
CJ a £3
ideal del progresó—^ prógeso~'g'eTas ciencias- cTpf o- O 2 X u
$ oí .c n 417J fií -C Tí (Lí
gresismo—, que es típico de toda la Edad Moder- i ,2 C?rS o fe Ua M U O
es
]ít COhC >
pre en unjgrogjgso, a cuyo término se hallará el co­ S «so -C
O § o co « .*o2
nocimiento omnicomprensivo o total de la realidad, e ‘■M O
E eC
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es decir, esa visión de las cosas que nos pintaba o o a>
B O CO. ooo o g
Laplace, en la que todo aparece con la evidencia de p¡j +■* o £ o 3
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lo necesario. No es que el progresismo crea en la Oo Sc 6 o
en
‘S 0 feo ’Z» —
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posibilidad práctica de que los hombres lleguen algu­ ■CH‘«3 rt o 1 E M
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^g o E C- feo
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na vez a ese estado, pero cree en la posibilidad teó­ B’Sj
w I úü a: .1 §
> fe K 2 Z 2
r ic o p o r q u e la realidad tiene en sí una estructura O cd <9
racional, necesaria, y la marcha del saber humano o E Oí
debe ser un constante aproximarse a ese ideal cog­ E T3 a G
O O
noscitivo. <3 en c ’o E
» .a
La filosofía moderna, como veremos, tratará de S 'O «J S
o 15 G
concebir por mil modos diferentes ese ideal del ra­ PÍ QO
0> o «■8
cionalismo, hasta los albores del siglo presente, que 53 X tL)
marcan el ocaso de la concepción racionalista.
Descartes, primer gran filósofo de la modernidad, 2
sentará las bases del racionalismo. Dos grandes co­ CA
fc a
•Q’flí
rrientes de ~pénsámieri to— el racionalismo sistemáti­
c o o continental y empirista o inglés—confluirán en
la formación de un racionalismo más complejo y re­
¡I
«S3"G
finado: el formalismo de Kant, Este dará lugar a la eofl «5°
O
culminación de la concepción racionalista en el idea­
lismo absoluto de Hegel y su escuela. Por fin, ya en
nuestro tiempo, la visión de cómo el racionalismo es
Insuficiente y falso dará lugar a la nueva filosofía
irracionalista y existencialista, que tiene, ante todo,
un sentido de reacción y de crisis, a modo de tran-
DESCARTES
HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 187

lascarmas y á las letras; tampoco escribe solamente


en latín, sino que inicia'' el uso para fines científicos
de su lengua nativa, el francés, que utilizaba con
particular elegancia. Descartes fue un espíritu uni­
versal, en el que se compendia toda su época. Estu­
dió en el mejor colegio de Francia de su tiempo,
el de la Fleche, regentado por los jesuitas, donde
entró en contacto con- la ciencia y la filosofía toda- i
vía oficiales y al uso, de corte aristotélico y esco­
lástico; conoció toda la matemática y la física de
su época, en cuyos dominios es también una prime­
ra figura de la historia; viajó por Europa, toman­
do parte bajo distintas banderas en las guerras de
religión. A los treinta y dos años todo el mundo de
conocimientos, de ideas y de ambientes de su época
gravitaban sobre su mente. A esta edad decidió reti­
La época renacentista es, en el orden del pensa­ rarse a la soledad para meditar serenamente sobre
miento, una época de crisis y de reacción, en la que aquel complejísimo mundo cultural al que no veía
se debaten aquellos impulsos negativos, antiéscolás- unidad, ni base, ni sentido. J
ticos, que señalamos al principio. En el campo de la En este momento, la vida de su espíritu es una
filosofía se registran sólo escuelas de fondo litera­ imagen de la atormentada crisis del Renacimiento.
rio, en las que sé restaura y cultiva el Platón y el Descartes, que conoce la ciencia de su época, la es­
Aristóteles originales, con su propio espíritu. El hom­ colástica de sus maestros y la cultura antigua en­
bre moderno necesitaba, sin embargo, apoyar los tonces en boga, carece, sin embargo, de sistema:
pies en una concepción del Universo, que sustituye­ sus ideas pugnan unas con otras; desconfía de todo,
ra, como una fe humana o divina, al aristotelísmó y no puede encontrar un punto firme, un cimiento
cristiano, que dos siglos de crítica y asceptieisfíTo ha­ seguro, en donde sustentar un principio y construir.
bían desplazado del aprecio de los hombres. Pero Entonces decide meditar sincera, serenamente, en la'
el primer gran filósofo constructivo de la Edad Mo­ soledad -de su propio diálogo interior. Es preciso-
derna no aparece hasta principios del siglo xvn con
poner orden y empezar por el principio. Cuando a
fá figura del francés Renato Descartes. El recogerá
en su concepción el espíritu ambiental, y sentará las un hombre le empiezan a fallar todos los negocios
bases de la nueva mentalidad racionalista. y empresas que creía sólidos y en los que asentaba
.a figura de Descartes (1596-1650) simboliza Ta del su vida, y llega a desconfiar de los amigos o conse­
filósofo moderno por oposición al medieval. No se jeros que le rodean, delibera consigo mismo, busca
trata ya de un clérigo, sino de un noble dedicado a un algo—recurso o amigo— que le aparezca induda­
ble por humilde que sea, y a partir de ello empren-

a
I
HISTORIA s e n c il l a d e l a f il o s o f ía 189
188 RAFAEL GAMBRA

de un nuevo camino, duro quizá, pero seguro, diá­ así no fuera, tampoco poséanos un criterio para
fano y asentado en tierra firme. distinguir la realidacLdel sueñLr'norquc cuando so-
(Desearles quiere hacer lo mismo con el medio cul­ ñamos también creemos en la realidad d é lo que ve-
tural en que se halla envuelto y para ello sienta el mos... Sin embargo, se ~tíetiene^Descartes ante una
principio de desconfiar de todo, de partir de una ' 'ñropósií^nneE
pro£OSl$uíí eü~lar^'qU...iTlb^e
.. p o s íf^ ^ ... ......... íu ,
duda universal. Es frecuente interpretar que Descar­ 'Tfttíí;:pá2a-los-més-xefiTiaasriir^meñToir3e los cscép’- '
tes hace con esto una profesión de escepticismo, 'HcosT~Esfari5r^ósícíoír"es su tan conoc!do:“Wé1^Si
pero nada más alejado de la realidad, porque ni la luego existo (« cogito, ergo sum»). Dudo de todo, pero
duda cartesiana es escéptica ni lo es su intención, - al^Ttdar-estoy-pensando^'y"srjTlC'nso, existo. Me^iapL
que, antes bien, se dirige, precisamente, a salvar al
hombre del escepticismo que le amenaza. La duda; que piensa y, pcñs"ando,
que^-propugna Descartes no es una duda real, "sino existeTEíí esa proposición, la existencia no se deduce
metódica. Descartes buscar ante todo, un mélodo-;- del pensar por vía racional o discursiva, sino que es
~su~obra fundamental, muy breve, se titula Discurso todo ello una intuición, un golpe de vista en que roe
del Método. Método viene de las palabras griegas aprehendo como un ser que existe pensando. Este
odos (camino) y meta (hacia): camino, dirección,, será para Descartes el asidero firme, el punto de apo­
que lleve rectamente hacia el fin que se pretende. EL yo sobre el que pueda construirse el sistema del
método que busca Descartes es el que le\conduzca, saber.
por vía segura y con pasos firmes, hacía la cons­ Á continuación trata Descartes de descubrir lo. qne.
trucción hace a ese principio, a diferencia de todo lo .demás,
razón las-debidas garantías. Así, Descartes no se, inviolable a cualquier género de duda: v lo encuen-
propone dudar realmente de todo, cosa que es im-„ _tra en el hecho de ser evidente. Una idea es evidente
posible, prácticameñFér~sino obrar ~como si dudase de para Descartes cuando se presenta al enteñdhmgrrtrr
todo, dudar universaímente por método. Es como conlio clara~\~distinia. Clará~es aauefieTidea que se
un desposeérse jgóiñéntáneairient'e de~toda adhesión conoce..separada, bien deumitada d é lo demás: dis­
-JL cuantó la. ciencia^ .' tan .enseñado pára tinta. aquella divas partes o elementos se destacan' u
ver si céntre , todo ese confuso y desordenado reper­ ordenan con nitidez en su interior. Descartes encuen- i
torio de cosas hav. al menos, algo que so salvé de tra. pues, la verdad básica v fundamental ._eii^.ppa
cualquier-posibilidad de, .duda, y sobre lo aue'poder idea («cogito, ergo sum») que le aparece clara y cus- ¡
.ucoastmirujdespués el, edificio del saber, «Arquímedes tinta. La verdad para la filosofía anterior era úna
-—dice Descartes—para levantar la tierra y transpor­ , .propiedM-jdsüfl&JiiisiQ&^mtfc^Qnsistía en estar de
tarla a otro lugar pedía solamente un punto de apoyo acuerdo con la realidad exterior. Es verd a d u n a ^ íf-'
firme e inmóvil; también yo podré concebir grandes “"^arción lo que es. El criterio para
esperanzas sólo si tengo la fortuna de hallar una cosa conoccr da venlad estribaba para^Tla en la evidencia
que sea cierta e indudable.» ~q^teiiva. esto es, ^TlSa^HanHaH^éroBjeto^exterioy
Todo aparece, dudoso a Descartes en algún aspec­ que l o ^ atíeZjreorodñt^^
to: los sentidos nos engañan muchas veces; aunque errar, Parn-Degcartes. en su duda universal metódi-
190 HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 191
RAFAEL GAM3RA

ca, había encontrado motivos para dudar de la. mis- sófico. Sentada la realidad del propio yo como pen­
ma existencia del mundo exterior al sujete que pien­ sante, analiza las ideas que posee en su mente y
sa (cabe que todo ssa su pifio V El r.ritm-ín Tvr*ím baila una—la de Dios—que posee una propiedad muy
especial f me persuade por sí misma de que el ser
de verdad para asignar esta condición a aauella pri­
que es su objetó existe en sí, fuera de la mente que
mera idea indudable no será, pues, su adecuación lo concibe. La idea clara y distinta me revela que
don ér inimcio extenor, 'sinoTuna propiedad de la mis-~~ yo existo como ser pensante, pero esta idea de Dios
,;aa-.ideal~£sl__a partir _de~Tjescart.es. el ^pensamiento
——y sólo ésta—me pone en contacto con la existen-;
filosófico se encierra en el sujeto, y capta él ser y la cia del objeto. EL existir pertenece a la esencia mis-i
verdad en~eT^smeto m ism o, en su^proñigT razón. con ma de Dios: no puede concebirse a esta ideq sin que/
lo que, naturalmente, se aspirará a concebir a todo su objeto exista, como no puede concebirse un hom-;
el universo com o racional, es decir, con la interTia bre sin razón o un triángulo sin tres ángulos. Sd
riecesida3^que™caiFact^iza a las ideas evidentes en trata aquí de una reviviscencia, en forma muy s emej
sTmismaSr '
jante, del argumeñto óntológico de San Anselmo. Dé
E neT lliscurso del Método propone Descartes va- la existencia de estas dos realidades—yo pensante y
dirigir la razón y buscar is Dios— deduce Descartes la existencia real del mund©
YerHtcTen las^encias>?:J^ n ^ en iF ^ rn F ialIa~ ^ m o en exterior .o de las cosas. En efecto: si nuestros sen­
germen~Tób'á~larn^ncepcj.ón racionalista del Univer- tidos nos dicen que existe ese mundo de cosas ma­
so. _Ea._mlraera_.£Xige-mo_ adm itir por verdadero m á ? teriales, en cuya realidad todo hombre cree espon­
que aquello que se presente com o claro y distinto, táneamente, y si, además, existe Dios, ese rrund<|>
és decir, con las~cüalidades de la evidencia interior. tiene realmente que existir. Lo contrario se opondríá
racional. La j mánda dividir cada dificultad a la verticidad y bondad de Dios, autor de nuestro^
que se examine en tantas partes como sea necesario sentidos y de cuanto existe, que se complacería en
para llegar a su resbiución.' Aqui sc'haTIá fiñplicattaT mantenernos en un engaño irremediable y absoluto'
la tendencia que reconocimos como general en el Demos t uda así, a partir de la experiencia racioi-
pensamlc n fb ~ ^ coñsiTtente7^éñreda¿íy~fióa?r nal y a través de Dios, la existencia del mundo de
orden de la Realidad a los inferiores o más evidentes las cosas reales, pasa Descartes a analizar la natu­
hasta llegar á la comprensión matemática, esto es, raleza y clases de las cosas existentes. Y ve, con la
racionáf o 'necesaria. La~tcreera~ breserilie conducir misma evidencia, que todas las cosas reales respon­
^meladamente ér^ensamiento partiendo a e e so so b - den a las leyes y modo de ser de la materia, menos
jatos simples ^'évidentes hasta, llegar al conocimien­ una clasé de cosas: las almas, que son de una natu­
to de lo más complejo, sin salirse de esa línea de raleza del todo diferente. El atributó (o caracterís­
comprensión racional. La cuarta, en fin, sugiere ha-_ tica) de la materia es la extensión: todo lo qué es
c e r r ecuentos y revfeionñff'^eñeráldi~para no perder material es extenso. El atributó de las almas es el
le vísta ~Ia~éstrúCtnra rracional del "cbnfñnto. pensamiento: todo lo que es espiritual piensa. La
Sobre el punto de apoyo indudable del pienso, lue­ experiencia de su propia afina—única asequible—se
go existo, y por los cauces del método racionalista, la ha mostrado como pensante. Esto le lleva a con-
construye Descartes después su propio sistema filo­
RAFAEL GAMBRA
j 192 HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 193
i
|cluir que en el mundo existen dos sustancias a las consiguientes, reglas del Discurso del Método, prin­
j que todo se reduce: materia y espíritu, o cuerpos y cipios que sientan las bases de la concepción racio- ^
|almas. A ellas se añade una tercera sustancia, qué ^palista del Universo.
¡ es Dios. Xo~que no es pensante’nq^’es"'arm£^_¿^^úí La posterior elaboración metafísica de Descartes
j su extracta idea Sé que los animales son meros mc- tiene un valor relativo y episódico. Su recurso al
f cámsmqs, puramente materiales. Esas dos sustancias análisis de la idea de Dios para concluir la existen­
I s6n’FáHíca!mén^"®efentes; no cabe*éntre ellas hin- cia ho es válido después de la refutación que del
| gSn^cTdq de unidad: Descartes vuelve por ésté ca- argumento ontológico hizo Santo Tomás. Mucho me­
mino a ja antigua doctrina de la unión accidental, en nos lo será, por tanto, su salida al mundo exterior
el hombre, de cuerpo y alma. El Hombre no posee de las cosas a través de la veracidad de ese Dios
unidad sustancial : ei alma vive en el cuerpo como así deducido. La filosofía antigua y medieval partía
el jinete en el caballo o como el marino en la nave. como dato inicial de la relación primaria entre el
De esta radical heterogeneidad entre el ser de los sujeto que conoce y la cosa conocida, esto es, del
cuerpos y el de las almas renacerá un viejo y arduo momento luminoso en que el espíritu capta la rea­
problema, con el que se enfrentarán los grandes filó­ lidad exterior. La filosofía moderna, en cambio, se
sofos discípulos de Descartes, dándole entre todos encierra con Descartes en la experiencia interior,
todas las soluciones posibles, que les llevarán a con­ hace radicar la verdad fundamental en el pensamien­
cepciones filosóficas bien diferentes y aletadas en­ to puro, en la subjetividad, prescindiendo de su .cm
tre sí. relación con el mundo exterior. Descartes mismo, y~
muchos filósofos después de él, pretenderán salir
de los límites de la subjetividad (del interior del
pensamiento) a la objetividad (al mundo exterior);
Descartes recoge todo un ambiente filosófico difu­ pero de la cárcel de la razón es muy difícil salir
so desde la época del Renacimiento y lo encauza una vez que se le ha otorgado la condición de reali­
por un camino muy definido, que es precisamente dad verdadera y básica. Así, la historia de estos
_el del racionalismo. En aquella situación de profun­ esfuerzos será la historia de sus fracasos, y las dis­
dísima crisis espiritual busca Descartes la verdad tintas corrientes racionalistas irán cayendo, como
primaria y cree hallarla en la propia experiencia inte­ veremos, en la concepción filosófica _que se llama
rior, en el análisis de su propio pensamiento. Como idealismo, que es la culminación del racionalismo.
consecuencia, toda la posterior elaboración filosófica Idealismo es aquella teoría que niega la existencia
deberá hacerse a imagen y por extensión de esta ex­ del mundo exterior, de las cosas bréales, fuera del
periencia racional: comprender una cosa será con­ sujeto que piensa y conoce, porque, según ella, la
templarla reducida a la claridad y distinción de las realidad es creación del pensamiento y sólo existe en
verdades racionalmente evidentes. Lo realmente im- " cuanto es conocida.
portante de la filosofía cartesiana es su Intento de Se considera a Descartes como una de las fuentes
buscar en el análisis del pensamiento interior la del espíritu de claridad que caracteriza a la cultura
verdad que fundamenta el edificio del saber, y las francesa. El Discurso del Método presentó al hombre
194 : RAFAEL GAMBRA EL RACIONALISMO CONTINENTAL:
MALEBRANCHE, ESPINOSA, LEIBNIZ
moderno un nueva acceso a la filosofía a través de
ideas claras, sencillas, dominables intelectualmente.
Por otro lado, abrió ante sus ojos la posibilidad de
un Universo y de una ciencia que se basen en sí
mismos y que por sí mismos se expliquen, es decir,
que no tengan que recurrir a otra realidad (Dios)
para ser concebidos. El embarcarse en esta doble
empresa puede considerarse como la gran aventura
intelectual de la Edad Moderna, y también su gran
pecado y el origen de su tragedia final.

La división de la realidad hecha por Descartes en


dos sustancias—materia y espíritu—radicalmente di­
ferentes entre sí, que conviven unidas en el hombre,
planteó en. seguida un problema muy grave y de
difícil solución: el que se ha llamado de la comu­
nicación de tas sustancias. ~~
Parece como"cosa clara que, dentro del hombre, el
alma actúa sobre el cuerpo y el cuerpo sobre el
alma. A un acto de mi espíritu—por ejemplo, el de­
seo de mover un brazo—responde un hecho físico,
material, el propio movimiento del brazo. Un hecho
físico, como la presión de una fuerza sobre mi epi­
dermis, produce a su vez un fenómeno psíquico, la
sensación táctil o dolorosa que experimenta mi es­
píritu.
¿Cómo es esto posible? Puede comprenderse que
los cuerpos actúen sobre los cuerpos y las almas
sobre las almas, porque son d éla misma naturaleza.
Que un móvil material impulse a otro, o que un
espíritu convenza a otro o influya sobre él, no encie-
196 RAFAEL GAMBRA h is t o r ia s e n c il l a d e l a f i l o s o f ía 19"

rra dificultad. Admitiendo la existencia de la forma una solución a este problema del conocimiento: Aris­
y la materia aristotélicas y suponiendo que el alma tóteles, por ejemplo, ideó dos teorías complementa­
es forma y el cuerpo materia del hombre, podría rias que procuran dar una explicación a esa miste­
comprenderse también esa interacción de alma y riosa relación: en el objeto, la teoría de la forma
cuerpo, puesto que serían dos principios que por su y la materia; en el sujeto cognoscente, la doctrina
misma naturaleza están llamados a fundirse y ac­ de la abstracción o captación intelectual. Pero la
tuar unidos. Pero si se parte de una radical hetero­ teoría de las dos sustancias de Descartes, que rom-
geneidad entre f alma y cuerpg o ^spíritu y materia'/ pe toBcLvínculo o 'relación ’met7iUmca” Sitrc alnía''y
¿como concebir esa_ifiteracción que parecermÓstTmr"' 'c^r|m7“ pTántear"en" su crudeza cí”/irobTé-"’
la realidad? Parecería más lógico que las almas fue­ m a a e í con ocinnentój e s d e cir, de la acción de la
ran insensibles a los cuerpos y los cuerpos inasequi­ materia sobre el espíritu y el problema inverso o
bles para las almas, como acontece con los espíritus del actuar, esto es7~cte“ Ijr~acción del espíritu sobre
puros o separados, que atraviesan las paredes sin la materia. Este problema, que se conoce en el car­
encontrar obstáculo en ellas. tesianismo con el nombre de «problema de la comu-
La filosofía cartesiana renueva así uno de los más nicación de las sustancias», ocupará, como hemos
grandes problemas filosóficos de todos los tiempos: dicho, a los grandes/Hosofos del siglo xvil y los lle-j
lo que podríamos llamar el misterio del conocimien­ vará, a través de distintas soluciones, a concepciones
to. Un ser que no posee conocimiento—una piedra, metafísicas bien diferentes.
por ejemplo—existe cerrado sobre sí mismo, sin que Descartes mismo se había ya planteado el proble­
para él existan otros seres a su alrededor o, mejor, ma que originaba su principio de las dos sustancias,
sin que éstos entren con él en la relación sujeto- pero le dio una solución totalmente ilógica y un
objeto. Los seres dotados de conocimiento, en cam­ tanto infantil, que resultaba muy poco de acuerdo
bio, no'se^ñcíerran en síTlimo"*que_ poseen unas a con su propósito de no afirmar más que lo claro y
modo de ventanas al exterior que son sn"s*~pbTé5cias distinto. Admitía Descartes la teoría de los espíritus
Cognoscitivas": la realidad circundante eT"p5ra ellos animales que profesaban la filosofía antigua y la
algo luminoso;' las cosas presentes a sus sentidos no escolástica. Los espíritus animales son una especie
son meramente cosas, sino objetos, objetos de cono- de pneuma o aire vital que corre a través del cuer­
jfimiento, es decir, son^captados' cognoscitivamente po, vivificándolo. Los espíritus animales llegan, se­
pÓFiáT mente del sujeto que conoce. Ahora bien, en gún Descartes, a la glándula pineal, en el cerebro, y
£ esta|apfópiación "cognoscitiva)el sujeto no toma físi­ mueven una especie de badajo en ella existente, con
camente el objeto; antes bien, el objeto no se altera lo que comunican movimiento al cuerpo. Esta solu­
por ser conocido, ni la potencia cognoscitiva sale ción, además de falsa científicamente, es, desde el
tampoco fuera de la mente del ser que conoce. punto de vista filosófico, contradictoria con sus pro­
¿Cómo es entonces posible que un objeto exterior a pios principios. Consiste en admitir una realidad
la mente, y material, se asimile o adecúe con” el es- intermedia—el pneuma vital—que es espiritual a los
pífltü'eü “érSeclicrHeí conocimiento?~TóaosTos sisíe- efectos de ser principio vivificador, y que es mate­
mas íilosohcos anteriores buscaron incesantemente rial a los efectos de poder mover el organismo. Es
198 RAFAEL GAMBRA h is t o r ia s e n c il l a de l a f i l o s o f ía 199

decir, consiste en romper el radica] dualismo de sus- ñol, cuyos padres, tras la expulsión, se refugiaron en
tancias para admitir una tercera, mediadora. Holanda, donde vivió Benito. (Suele escribirse su
ETprimero en enfrentarse con el problema en tér­ nombre con ortografía germanizada—Spinoza— , pero
minos adecuados fue iNíicolá» de Malebranche su apellido era el castellano Espinosa, de origen se-
1715), un abate francés afecto ¿1 cartesianismo. Ad­ goviano.) Espinosa quiso llevar el cartesianismo hasta
mitida la esencial.heterogeneidad de las sustancias, sus últimas consecúencíaira^men^se’a^^^e^Éicteilir
"SSáletíranche resuelve en seguida-la imposibilidad de cían fáéiOilaTrSii 'oBf^^ámtaTla^títúío
IIP)'i r
W
una acción recípjrocaTTEl cuerpo extenso, capaz sok) rHetnco demonstrata («Etica expuesta al modo geométri­
a

de una acción mecánica, no puede originar las sen- co»). El tema de la obra excede con mucho al título de
saciones en el alma inextensa, espiritual. ¿Cómo, Etica, pues abarca toda una concepción filosófica, pero
púesTja acción sincrónica de las dos sustancias * que' en él se encierra la intención de crear un sistema absolu­
es uni hecho de la experiencia^? Lo que sucede—res­ tamente racional, con el rigor y la precisión de la mate­
ponde WíáTébránche—es que no son las cosas de este mática.
mundo—almas o cuerpos—las que actúan, sino qué Espinosa sacó, como hemos dicho, la consecuen­
esTTHos el único autor de todo movimiento, sujeto
cia que Malebranche, detenido sin duda por la fe,
único de causalidad y actuación. Dios pone de acuer­
no se había atrevido a extraer: si no hay posible in-
do—sincroniza—las dos sustancias, produciendo, éñ
eT°aíma sensaciones con ocasión de los hechos ffsi- teracción
— — entre las sustancias,
_____ «os actúa, las
cos, y movimientos en et cuerpo con ocasión de voli­ criaturas
criatura no serán sino manifestaciones TimciHentes)
auto expl icat¡-
ciones nombre'
con que se conoce a esta teoría. va, que^nsJTHos- Un Dios que se identifica con la na­
gún Malebranche,(£iq) son producidas ' poFdas^cósas turaleza, y de cuya sustancia todas las cosas—y nos­
exteriores, sino por una iluminación divina con oca- otros entre ellas—formamos parte. En esta afirmación
sion de los movimientos exterioresT~El conocimiento consiste precisamente ei panteísmo, teoría que reasu­
deí hombre es una visión deltas cosas en Dios. ' me todo el ser en el Uno y Todo que es Dios. Para
f e r o si la s c r í afuxls "bo sas "de~e síé‘"m unelo llegar a esta conclusión se apoya"~íámbien ’ Espinosa
no son más que ocasml^R^ ^ S H D ^ o £ ^ S r ^ e l l a s en la definición que Descartes daba de sustancia:
no actúan física ni espiritualmente, brota en seguida auod in se est, et per se concipitur (lo que es en sí
la consecuencia de que las criaturas sobran como v se concibe por si m ism oj; la definición tradicio-
tales sustancias; en realidad, no habrá más sustancia nal de sustancia no era más qúe’lt? que'dTlíñ~sí~por
oposición a accidente—lo aue es en otro—TuncoTor.
rnfe.^taeione.s rie_la-.acción divina. E sta consecuencia por ejemplo). Descartes anadia «y se concibe por
no la extrajo Malebranche, que era un buen cre­ sí», porque su racionalismo exigía que aquellas rea-
yente, ya que por su carácter panteístico pugnaría
con su fe. Pero la extrajo el segundo de los grandes señ a l| o 'p e se sustente en si, que en sí mismo ten-
filósofos del cartesianismoBenito Espinosa, ‘ ga' su causrr^^emlic'ácn^^ TÉspm^a cTOchn’e: lo
^Mspmosa'% 1632-1677i era un judío de origen espa­ que se explique por sñ.aa de. serl.aólQ una sustancia
aquella en que se resuelvan todas las dem ás, la que las
200 RAFAEL GAMBRA
HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 201

sustente y sea su suprema unidad: ésta será la naturale­


za o Universo, algo que para él constituirá un todo sin fi­ tituciones científicas. Cuéntase la extrañeza de Leib­
sura, objeto único de causalidad y de acción, de lo que niz al tener que conducir su carroza de gran señor
todas las cosas serán meras manifestaciones. Si nosotros hasta el más sórdido rincón del puerto holandés
vemos un mundo de cosas diferentes que actúan cada para encontrar al otro primer filósofo de su tiempo,
una a su modo, y en cuyo obrar domina el azar, es por­ y la sorpresa de los cargadores y marinos de aque­
que las vemos a ras de tierra; pero, si por un amor inte­ lla taberna al ver a aquel magnate descendiendo de
lectual de Dios (iamor Dei intellectualis) nos elevásemos a su carroza para preguntar por el extraño tipo que
una más alta contemplación, veríamos el Universo sub habitaba en la buhardilla de encima.
specie aeternitatis, como una unidad, autoexplicativa en Leibniz da al problema de la comunicación de las
sí, perfecta en sü ser y necesaria en su obrar. A ésta uni sustancias una solución distinta a la de Malebran-
dad suprema o Universo le confiere Espinosa el ser de la che y a la de Espinosa. Solución que es la única que
divinidad, de un modo arbitrario, porque llegando a ad­ quedaba partiendo de la tesis de la dualidad de sus­
mitir una unidad o todo, igual da concebirla como Dios tancias. Sirvámonos de un ejemplo que utiliza el
(panteísmo) que como Universo causa de sí (universalis­ propio Leibniz; imaginemos dos relojes que, de he­
mo ateo). cho, marchan siempre a la misma hora, perfecta­
La concepción de Espinosa provocó, como podía espe­ mente sincronizados. ¿Cómo puede ello explicarse?
rarse, la más viva repulsa de aquella sociedad, todavía Cabe sustentar, en primer lugar, que uno de los re­
muy cristiana incluso en sus clases cultas, que hubo de lojes influya sobre el otro por un mecanismo inte­
ver en su filosofía una forma de ateísmo. Espinosa man­ rior—un eje común intermedio—, obligándole a aco­
tuvo frente a todos su independencia de pensamiento y modarse a su marcha. Esta era la solución de Des­
hasta rechazó algún ofrecimiento de cátedra que le cartes, que pugnaba con su propio supuesto de la
habría impuesto la sumisión a las ideas aceptadas en la heterogeneidad de las sustancias. Puede pensarse, en
sociedad. En consecuencia, vivió toda su vida pobremen­ segundo lugar, que un relojero se emplea de conti­
te, en unas estrechas habitaciones situadas sobre una ta­ nuo en rectificar los errores y hacer que conserven
berna del puerto de La Haya. Allí se dedicaba al oficio de su sincronía. Esta era la explicación de Malebran-
pulimentador de cristales, que le daba lo necesario para che. Cabe suponer, en tercer lugar, que ambos relo­
mantenerse y le dejaba tiempo que dedicar a la filosofía. jes no sean sino esferas de un solo reloj y que no
Fue pintoresca la visita que el tercero de los gran­ hubiera, por tanto, más que una marcha. Es la res­
des filósofos del racionalismo cartesiano—Guillermo puesta de Espinosa. Pero cabría, por último, imagi­
Leibniz—hizo a Espinosa, del que sólo sabía por re­ nar que estos relojes, siendo realmente autónomos,
lación epistolar. Leibniz (1646-1716) era, por el con­ estuvieran tan perfectamente construidos—como he­
trario, una de las más brillantes figuras de la Europa chos por Dios—que, sincronizados en el principio de
del xvri: espíritu universal—gran científico y mate­ los tiempos, marchen al unísono durante toda su
mático, inventor del cálculo infinitesimal, además de existencia. Tal es la teoría de Leibniz, que se conoce
filósofo—, fúe, al mismo tiempo, uno de los más ac­ con el nombre de armonía weestablecida.
tivos diplomáticos europeos y gran propulsor de ins­ Leibniz reacciona, ante todo, en nombre de la in­
dividualidad de los seres vivos, contra el monismo
RAFAEL GAMBRA h is t o r ia s e n c il l a d e l a f il o s o f ía 203

de Espinosa, para quien los individuos eran un de­ La teoría de Leibniz constituye, como se ve, otra
fecto de nuestro conocimiento que desaparecería, distinta realización del principio general racionalista
para una visión adecuada, en el seno de la sustancia que inspira a todos los filósofos desde Descartes:
infinita de Dios. La realidad, para Leibniz, está cons­ en el Universo nada es, ni acaece de un modo irra­
tituida por un número incalculable de sustancias in­ cional, imprevisible, azaroso; cuanta hay y sucede
dividuales, cualitativamente diversas. Estas realida­ es el desarrollo racional de algo que es necesario
des no pueden reducirse tampoco a átomos materia­ en s í; el pasado, el presente y el futuro no son algo
les cualitativamente iguales, dependientes sólo de real e insuperable, sino modos nuestros de ver las
leyes matemáticas. Antes bien, todas las cosas de la cosas. Sólo sucede lo que había de suceder, pero no
naturaleza son diferentes entre sí, y en el fondo de según una necesidad impuesta por los dioses o la
todas hay un alma: lo vivo, lo activo no puede ex­ fatalidad, como creían los pueblos orientales, sino
plicarse por lo muerto, por lo pasivo, como quería según una necesidad racional. De acuerdo con esto,
el atomismo materialista, sino que es lo inerte lo aspira Leibniz a constituir una ciencia universal que
que se explica por lo vivo. Estas sustancias espiri­ abarque el sistema total de verdades, del mismo
tuales, activas, que están en el fondo de todas las modo que el Universo abarca el sistema total de los
cosas—especie de átomos de fuerza y cualidad—es seres. Distingue Leibniz lo que él llama verités de
lo que Leibniz llama mónadas (de monos, u n o : uni­ raison y verités de fait (verdades de razón y verda­
dades). Cada alma de un ser vivo es una mónada, y des de hecho). Las primeras son las que aparecen a
las cosas materiales son agregados de mónadas, esto nuestra inteligencia como necesarias; las segundas,
es, de principios vivos y activos a los que todo se las que llamamos contingentes. Pues bien, según
reduce. Leibniz, las verdades de hecho se reducen a las de
Pero estas sustancias irreductibles o mónadas no razón en la mente divina, que lo ve todo como nece­
se relacionan unas con otras ni actúan entre sí: son sario. No se trata aquí de la afirmación de la eterni­
dad de Dios, a cuya mente está todo presente y no
sustancias radicalmente heterogéneas y, como tales, tiene misterio el futuro—pues esta afirmación no
impenetrables; su acción es inmanente a ellas mis­ niega que Dios vea lo necesario como necesario y lo
mas, no sale fuera de s í: las mónadas se ignoran contingente, casual o libre, como contingente casual
unas a otras. ¿Cómo, pues, su aparente armonía y o libre—, sino del principio de la reducción última
causalidad mutua, la sincronización de sus movi­ y real de todas las cosas a un acaecer racional y
mientos? Y es a esto a lo que responde Leibniz con necesario. La inteligencia divina tiene aquí para él
su teoría de la armonía preestablecida: las mónadas —que era cristiano—la misma significación que aque­
realizan, cada una a su modo, el proceso general del lla «inteligencia potenciada», dueña de la ciencia
mundo, cada mónada lleva escrita en sus repliegues universal, tendría para Laplace.
la historia del Universo. Su aparente interferencia Una dificultad plantea a Leibniz, como creyente, su
procede, en cada mónada, de una perfecta realización propia concepción: si este mundo está concebido por
de su propio dinamismo, que la pone en armonía con Dios desde sus orígenes en su ser necesario, y si
las restantes. la Historia se halla impresa por El en las mónadas
204 RAFAEL GAMBRA HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 205
como una melodía en un disco de gramófono, ¿cómo cepción Ieibniziana—habrá de prolongar- su vida du­
puede admitirse la existencia del mal en el mundo rante todo el siglo xvin, sobre todo en Alemania, a
---dolor, pecado, miseria—sin menoscabo de la per­ través de un discípulo y expositor notable de Leib­
fección y bondad divinas? Y para responder a esta niz, Cristian Wolff, cuya influencia llega hasta la épo­
dificultad arbitra Leibniz una teoría, que se ha lla­ ca de Kant, que es el gran centro de la filosofía mo­
mado optimismo universal. Según ella, este mundo derna en el que confluyen racionalismo continental y
en que vivimos es el mejor de los mundos posibles empirismo inglés.
(teóricamente posibles), y por eso lo eligió Dios. Es
cierto que existe algo que puede considerarse como
mal, pero es como el fondo necesario para que desta­
que el bien existente; es el mínimo mal para hacer
posible el ser y el dinamismo del máximo bien ima­
ginable.
Malebranche, Espinosa y Leibniz parten, como he­
mos visto, de los mismos principios generales del
cartesianismo: la dualidad de sustancias, las ideas
claras y distintas, el racionalismo. Son, sin embar­
go, tres espíritus bien diferentes entre sí: un abate
católico francés, un judío librepensador, un hombre
de Estado alemán. Y los tres, por caminos siempre
divergentes, llegan a las más heterogéneas concep­
ciones filosóficas: el ocasionalismo, el panteísmo, el
pluralismo animista.
El racionalismo, que comenzó en Descartes por
ideas claras y sencillas, produjo en seguida una flo­
ración de sistemas metafísicos llenos de complica­
das realidades y principios—las ocasiones del obrar
divino, la unidad panteística, las mónadas—que fuer­
zan la imaginación aún más que las formas y ente-
lequias de la filosofía aristotélica y escolástica. Se
hará necesaria, como en tantas ocasiones de la His­
toria, la acción saneadora del empirismo escéptico
para descargar el ambiente y preparar urr nuevo y
vigoroso impulso del pensamiento. Tal será la mi­
sión del empirismo inglés, que en esta época inicia
su labor crítica y destructora. Sin embargo, en el
continente, el racionalismo sistemático—en su con­
HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 207
EL EMPIRISMO INGLES
fía moderna. Ellos pretenden también encontrar la
verdad en un análisis' de lá razón y suponen asimis-

_________________ ya para
estos filósofos un depósito de'ideas y principios, que
serían también principios de la realidad, sino una
máquina cuya estructura hay que conocer para co-“

El primer filósofo ele importancia dentro de esa


corriente fuesfjohn LockS (1632-1704). De un modo
semejante al ae Descartes, Locke, saturado de la en­
señanza complejísima y dogmática que recibió en
Oxford, busca la sencillez y claridad de una verdad
inmediata y de un método seguro que sanee y sim­
plifique aquel ambiente. Es característica general del
Al racionalismo continental, que desde Descartes pueblo británico una pasión por las cosas concretas,
llega basta Leibniz, se le ha llamado, no, sin razón, prácticas!y eficaces, cuyo reverso es una natural aver­
racionalismo doemático. Estos filósofos parten de la sión a toda clase de abstracciones, principios o
razón y la aceptan como si se tratase de un fiogmaT fórmulas que le aparten de la realidad viva y ope­
Descartes analiza los conocimientos ya rante. Por eso no ha sido Inglaterra país de grandes
para encontrar entre ellos la verdad y el principio filósofos constructivos, ni de grandes reformadores,
de su construcción filosófica; del análisis de otra sino más bien de políticos, economistas y militares.
idea deduce la existencia de Dios y del mundo exte­ Ella ha heredado, en cierto modo, el genio político
rior; guiándose de la claridad y distinción de las del Imperio romano, maestro en la incorporación
ideas, en fin, construyen él y sus seguidores la teo­ pacífica de pueblos y autor de una tradición política
ría de las dos sustancias. Pero lo que nunca se pre­ de continuidad secular y de eficacia en la adminis­
guntaron estos filósofos es qué sea la razón misma tración y en la justicia. Este carácter se refleja en
y cuál su funcionamiento, es “Ifieciri'^I^^do^coino” la filosofía empirlsta, típica creación británica, e
elabora las ideas. Y estofes, precisáinTenlSr^Ó"‘*cué inspira el pensamiento de Locke desde su iniciación.
se píantéari“íos' firósofos de otra corriente de pensa­ Locke comienza por desconfiar del método adopta-
miento que se inicia en Inglaterra durante la época do por Descartes, consistente en analizar las ideas
de Leibniz (segunda mitad del xvii): la que se ha cí^ pensanü^lolpáfaraprehendér'CT^'e^sT'a^eafidaH’'
llamado empirismo inglés. inmediata e indudable. El método cartesiano supo-
Los empiristas ingleses no se salen por ello de la nía implícitamente -1,la existencia. ...ii,Li_en el.ii j i espíritu ae
i>-i u i nni|
il i ji

mentalidad racionalista, que es general en la filoso-


20 8 RAFAEL GAMBRA HISTORI A SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 209

ideas innatas (que nacen con el mismo espíritu}, es son las sensaciones, y ellas son, para él, el dato ori­
decir, j o .procedentes de la experiencia sensiblería* ginario v verdaHerainente real qüe.poseenuestro es­
les como las ideas matemáticas, la idea de Dios, etc! píritu. Otro emp ir ista f amos o—Condiil ac-z^sírñbt)“i-
Locke inicia su obra demostrando que el esp íritu situación inicial del espíritu por una estatua
no ^pesc e .tales^adeas- .nmátu esto es, Que adviene a que tuviera sólo la facultad de recibir sensaciones y
este .mundo como un papel blanco en '•q'üe5rn a ^ t}^ ' la de hablar. Y al acercar a esta estatua una rosa, la
b.a,..escEÍt&,~>g’odo pmcede~^~Ta~experienciar de los estatua diría: «soy olor de rosa»; al hacer sonar
datos sensonales, que es lo primero que adquiere una trompeta ante ella diría: «soy sonido de trompe­
el espíritu del niño. Locke exhuma én su apoyo lina ta». Es decir, el espíritu, antes de recibir una sensa-
conocida senteñeiá que los escolásticos aristotélicos ción, no es naca; cuandoreüibe una, podría definir-
(los tomistas) empleaban contra los platónicos: nihit ' se a sí mísMo cromo esa sensación recibida, porque
est in intellectu quod prius non fuerit in sensu (nada TÍmguna otra cosa hay en él/ Después, por la memo-
Jja^,ga,el^efltendimiento;iquc_nq haya estado antes’ ria, poseería vanas sensaciones a un ticmpo v apren-
der^LñZdL^n^H H asendresiYasí mismo de ellas.
'¿orno recordamos, Platón creía que las ideas uni­ Por fin, por una facultad asociativa o combinatoria
versales eran poseídas por el alma de un modo in­ de sensaciones, forjaría las «ideas compuestas». Las
nato porque las contempló en una vida anterior y «ideas compuestas» no son sino combinaciones, de
en ésta puede recordarlas. Frente a esta opinión, ideas simóles que forja nuestro espíritu por meca­
los aristotélicos sostenían que ias ideas se obtie­ nismos que én él mismo residen.
nen por abstracción a partir del conocimiento sen­ “ La filosofía queda así reducida
sible de las cosas singulares. Ellos emplearon, pues, lef*e^Dfrír^‘
el aforismo que ahora renuevan los empiristas, pero _ íricinió
en un sentido completamente distinto al que és­ la, pretende
_
tos le dan. Ijs^mpiriataa_preignd_ejg, al enunciar- ____ con ese análisis
1°> no que la idea ,es algo distinto b e..la. sensación^ a-.este efecto las ideas en ideas
que necesita de .Japrevia existencia de ésta para* ñas. Son secundam
ser forjaba*,,sipo, que la idea o concepto es un“sfm~
pie complejo de sensaciones, esto es, que se forma
de la cómbinación de éstas. Las sensacic3Ss*s^Tir No se puede oír un color o ver un sonido. Primarios
única realidad del espíritu, de Ta que se priginan.„to-
3bFT5s^^^gm ñi^fds^T^áÉe^bsIgna~cSn^'nbm bre a8f^ s . s ^ dps.,A5i.-e^o-yiffiient.Q. rá ' oe las
g£$gg£2J&ss j & ^ eos^s. Ja-.extensión. riué pueden verse. jero tambiéi
co— o sea, del espíritu- -tanto a lo que nosotros 11a-
^ ^ n a s ^ ^ ^ s ^ ó a ^ ^ m ó e lo que entendemos por
percepción. a_po.r .imagen, por recuerdo o por idea
propiamente t a í .> ^ j f e ^ 3 ^ Í i ^ l e á Í , 16 que él llama
«ideas simples» é «ideas compuestas». jLas primeras
210 RAFAEL GAMBRA
HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 211

inmensas: restaura^ en primer lugar, respecto al va-


lor de las ideas o conceptos, una teoría semejarité' a” sólo coordinar y defender las libertades de los indi­
lo q u e los 'medievales llamaron nommalisincT: la na­ viduos, y las crientaciones epe deban guiar a los
turaleza ha de ser conocida v ^om í^ H a'ñor Ta'éx-' ~ qué gobiernen procederán de la voluntad de la ma­
penénclaj sólo existe lo concreto y sensible: las yoría, empíricamente consultada mediante el su-
ideas son elajbpraciones que en nuestra mente sufren
Pero mucho mayores y más sorprendentes conse­
rgáhdadv^ lto cuencias sacó de estos principios el segundo de los
no quiere decir que no sea posible un conocimiento
grandes filósofos empiristas: el obispo anglicano Jor-
total, necesario o exhaustivo, de la naturaleza, como ^¿TffSrícetey^j 1685-1757). Berkeley es el primer filó-
quería el racionalismo. Pero este conocimiento ha de so t o q u e c S r ae de la actitud general racionalista
adquirirse por la experiencia concreta, porque ni,po­ su consecuencia natural, que es el idealismo. Vere­
seemos ideas innatas ni nuestros conceptos repre­ mos qué es el idealismo y por qué camino llega a
sentan nada real y estable para poder derivar de
ello, por vía de deducción, verdadera ciencia. él este filósofo.
| Locke había distinguido entre las cualidades pn-
Otra consecuencia del sistema de Locke es la po­ manas y las secundarias, y concluyó que las pnma-
sibilidad, según “ el, "de estudiar la "vida del espíritu rias, contrastadas por varios sentidos, son reales, al
por el mismo procediihienW:^ ^ ^ ^ n e n t iI "v ''-ma'tg:^ paso que las secundarias, privativas de cada uno,
estudian a la son meramente ”
“naturaleza. Si en la mente no hay rnas qu.e .sensa
olor, no existen fuera de..jm?
” nes que se asocian. cQmpóhen 'd 'rdívi3Sn,"'seg¿m‘’BS- js Jpífitu. B erkeley acepta esta última..aiirmacioEL _perQ.
. RspíriTii" podrá tintarse'la no ve ninguna razón para atribuir realidad, exterior
psfcoTcj^t.,,.^ jaod o-anájíogo. el a las cualidades primarias. Nuestro espíritu trata
ll — i.mimiji.TTifiWiHI ■'«»■■■ - — r - V—j—TiT-1
""—rV■ In . I nMIi IIIIIHIHII n ~~1
lefñ ° Ia astronomía los astros sólo con «ideas» (sensaciones y sus compuestos):
iiijuii iii

y sus movimientos. Además, podrán cuantificarse los nosoLr.ps^knpnnem(^SSir*lse^m ^3o^ldE3y^rent^.


hechos psíquicos y estudiarse matemáticamente. De es representación de otro mundo que és exterior a
Locke partió una corriente psicológica llamada gso- nosotros mismos. Pero ese mundo o b ie tiv o no do
c ia c io n i^ o ^ u .e pretende estodia^Jalo^sdcj^ma^L- visto' hádic, porque nadie ha salido jamás de su
m o d o físico-matemáticol pomo una ciencia .m ás: la ^ropía'menterp'Por qué aíirfnáf 'Tonque' riüruá^se lia
psicología experimental^ ^nSto^niTporprincipio, es posible ver? Puedo supo-
La tercera consecuencia del empirismo es de or­ ner—dice Berkeley—a ese mundo exteri.oFbmii''men-Sli
den político. Se considera a I.oeke como el padre te como se me antojeTsienapre sera «el mentir ae
del liberalismo 'democrático. Si las ideas en general Tas estrellas» porque nunca traspondré yo—ni na­
son meras formaciones del e'splrllu—d ¿“ cada espí­ die—los límites del propio conocimiento para com­
ritu concretó—y no tienen una realidad ni liria va­ probarlo. La consecuencia es, para Berkeley, el idea-
lidez objetivas, a nadie se le pueden imponer, ni de­ T í^ m » -^ b ^ E ^ ^ u r “consIstTen negar la existencia
ben erigirse, por tanto; en norma o principios de la
gobernación del Estado. Función. del Estado será
212
RAFAEL GAMBRA HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 213

(esse est yercm ú. Las. cosas; Existen.J^ la pinta, aunque su tacto se altere, aunque desapa­
son percibidas ñor m í: cuando deio de nercibirlas. rezca aquel olor. Pero yo no he visto nunca estL~suSs
dejan ellas áe existir, porque su ser no era otro que tancia mesa, ni puedo YeHáT pórque mis sentidos no
YaénGifonnanr^ñaTaq^ei!^^"sl¡S^iafí^^es*?S&^ihr^T
liste idealismo berkeleyano es el que se conoce en TPt^‘‘^ é^n7orrcés^ádmTCíf""gómó'rMFTó^q"u"e^hb^he
filosofía con el nombre de idealismo psicológico. visto? Otro tanto su^de”’conHTav"^usandadT^o'sTéá-
Como los empiristas parten 3cl^nabsi^“^él'‘ espíHtü to, por ejemplo, que hace calor. Y observo, una y
individual, concreto, la consecuencia de Berkeley es otra vez, que un objeto metálico—un carril del tren,
que el ser de las cosas es"creación de su propio es- ~ por ejemplo—se dilata cuando esto sucede. Y digo
qué sólo el ;(3éf^ley^"existé7 y To' que «el calor es causa de esta dilatación», o que «esa
aemas existe solo en cuanto percibido por su espí­ dilatación es efecto del calor». Pero la causalidad
ritu., Más adelante veremos otra clase de idealismo, misma no la he visto, ni la ha visto nadie. Si quiero
el idealismo lógico, que supondrá a la realidad crea­ “ser éxactó^én 'm'í1testimonio, podré decir solamen­
ción del espíritu, pero del espíritu humano o razón te que a un aumento de temperatura ha seguido
en general, de la que participan todos los hombres. una dilatación en ese cuerpo, pero no me será líci­
Todavía cabe un paso más. en este análisis demo­ to interponer ese nexo de causalidad del que nada
ledor de los empiristas británicos, y éste lo da el sé por experiencia. ¿Para qué darle entonces carta
filósofo escocés^P^id^ffnOT^ ( 1711-1776). Locke ha- de realidad?
b ía . concluido de Tsu examen que sólo una clase de Ni la idea de sustancia ni la de causalidad tienen
lós''cta'tos liensibles tienen un fundamení^en la rea­ un^m3amSaS*rea^según Hume. La consecuencia
lidad. BerkeleyT daiiiHo~5 ñ ,,m Ié^'pa^^^á^ 5^ a 3n"ohi7‘~ Ts4c 1 ^ M r 3 f^ ^ ^ ^ s e “éxcé3^ar*adínífíf^gueeTO^loy*
3etividad afócTo conocimiento: sólo existe''eT^éspirr1 una sustancia respecto a los hechos o fenómenos
tu^nSnid^aT com o'sw ct^'o^ susTmHa^’dFTos^mña^ psíquicos, y cine esos fenóinenm
menos psíquicos y los propios fenómenos psíquicos sados por mi espíritu, esto es. reconocen en mí su
causados ó producidos por el espíritu. Pues bien, Hu- causa, fin rigor, sólo
me \ljr'lodavr¿rslña?TejosT's;,^ ^ ^ ^ ^ 2clccil|
arjU^ckggj ( > ^ dé los fenómen os..mismo?,, (fenómeno procede del
verbo griego faino—aparecer—. e?,.decir,. lo que ^tP%-
rece). La realidad y el yo se han disuéltó a manos del
Empirismo en una sucesión de fenómenos, sin más.
nf^fuvo*s^ ^ ^ ffo B*mng^^^^^^^;%g°°^S^^aFoirlgs ^ s i- De hechos psíquicos y combinaciones de éstos. La
sta mesa que tengo anteroi me es conocida conclusión de Hume va, pues, más lejos del escepti­
por* úna impresión visual de color gris, por otra tác­ cismo absoluto, hasta los límites del nihilismo.
til de suavidad, por otra olfativa de madera fresca,
etcétera. Yo no conozco más que esto, pero supongo
que todo ello son accidentes de un sujeto común (o
sustancia) que S iesta mesa, un algo que supongo
idéntico y permanente aunque el color varíe si se
214 RAFAEL C',AMERA EL SIGLO DE LAS LUCES Y LA REVOLUCION
FRANCESA
ción, aplica una dura y progresiva crítica a las cons­
trucciones metafísicas del racionalismo continental.
Aunque puramente destructor, tuvo, como todo es­
cepticismo, una misión histórica muy concreta: agu­
zar y depurar la corriente ideológica vigente, y ha­
cer así posible—y necesario—un sistema profundo y
coherente que busque una solución adecuada y com­
prensiva a las objeciones internas. Este sistema se­
rá, como veremos, el de Manuel Kant.

El espíritu del racionalismo y, en general, de la


nueva filosofía se mantiene durante los siglos XVI
y xvii confinado en medios filosóficos y universita­
rios muy reducidos. La sociedad en general y el ré­
gimen político de los pueblos se conservan durante
estos siglos muy semejantes a lo que habían sido
durante la Edad Media. El espíritu religioso conti­
nuaba vivo en todas las clases de la sociedad, pues,
aunque el protestantismo había escindido a los cris­
tianos y las guerras de religión asolaban a Europa,
una auténtica religiosidad dominaba incluso entre los
mismos protestantes, que no podían prever, natu­
ralmente, las consecuencias de la herejía. La socie­
dad estamentaria y la monarquía por derecho divino
se mantenían en todas partes.
Durante el siglo xviu el espíritu de secularización,
de suficiencia racional y de escepticismo invadieron
la sociedad, no en sus clases medias y populares,
que fueron las más adictas a la fe y al antiguo ré­
gimen, sino en los medios aristocráticos y cultos.
216 RAFAEL CAMBRA HISTORIA SENCILLA DE L A FILOSOFIA 217

Los ideales del racionalismo y el espíritu de eman­ hombres de la Ilustración: La Enciclopedia o dic­
cipación penetran en los salones de la alta sociedad, cionario razonado de las ciencias, las artes y los ofi­
sobre todo en la corte esplendorosa de Luis XV, y cios. En ella colaboraron las primeras estrellas de
sé forma en ellos, en torno a damas ilustres o mag­ aquel firmamento de «las luces»: Dionisio Diderot,
nates cultos, un ambiente filosófico cuya principal Juan d’Alembert e, incluso, Voltaire y Rousseau. La
manifestación era la crítica demoledora de los prin­ que fue famosa Enciclopedia es hoy, como tal, una
cipios y supuestos teóricos en que la sociedad y la obra arcaica y superada que nadie consulta; pero,
monarquía se apoyaban todavía. De este ambiente a más de constituir el exponente de aquel movimien­
frecuentado por la aristocracia, los hombres de le­ to, tuvo la importancia simbólica de ser el primer
tras, la magistratura, la burguesía rica y cierto nú­ libro de lo que se ha llamado espíritu cientificista,
mero de «abates ilustrados», brotó un movimiento hijo del racionalismo. Según ese modo de pensar
que se conoce en la historia con el nombre de ilu- cientificista, lo que llamamos conocimiento religión
mirtismo o ilustración. En el orden intelectual este so y filosofía metafísica no son más que explica­
movimiento es esencialmente superficial y, como to­ ciones imaginarias que el hombre forja sobre aque­
do el siglo llamado «de las luces», no tiene verdade­ llos sectores de la realidad adonde aún no ha llegado
ra importancia filosófica, pero sí la tiene histórica el conocimiento científico, puramente racional, sec­
y políticamente, supuesto que se trata de la irrup­ tores que el progreso de la ciencia va reduciendo
ción en la sociedad de las ideas y anhelos del racio­ paulatinamente y que acabará por anular, haciendo
nalismo, y ello arrastrará tras de sí grandes conse­ ver la esterilidad y falsedad de tales pseudociencias.
cuencias. Un filósofo posterior—Augusto Comte (1798-1857)—,
El nombre de iluminismo procede del ideal implí­ que supo captar muy bien La concepción implícita
cito en este movimiento de «iluminar» todos los sec­ en la Ilustración y en el cientificismo, supuso que
tores de la realidad para hacer que el hombre se la humanidad atraviesa en su evolución por tres es­
guíe sólo de su razón, y promover así el- progreso. tadios sucesivos: el estadio religioso, el metafísico
Según la concepción implícita en la ilustración, el y el científico o positivo. De aquí el nombre de posi­
hombre ha vivido hasta aquí prisionero de creencias tivismo que dio a su sistema- Según él, el hombre, en
irracionales y de saberes oscuros y supersticiosos, un principio, lo ignora todo, y teme a la naturaleza
basados en la autoridad y en la costumbre ; pero ha que le rodea creyéndola animada y movida por pode­
llegado la época en que la razón se ha hecho cargo res ocultos, por fuerzas sobrenaturales. La realidad se
de su papel de directora de los destinos de la huma­ explica para él por el poder de los dioses y espíritus
nidad. Ella arrinconará a los antiguos ídolos de la superiores. Más adelante, la razón va depurando esta
ignorancia e iluminará la realidad toda, hasta que visión de las cosas, y la pluralidad de dioses (poli­
ésta aparezca al hombre sin misterio ni facticidad teísmo fetichista) se va convirtiendo en un Dios úni­
irracional: clara y evidente como un teorema mate­ co (monoteísmo), y este solo Dios va perdiendo sus
mático. caracteres divinos y sobrenaturales para convertirse
A esta obra de iluminación racional va dedicada en un principio metafísico. Este es el tránsito del es­
la gran obra constructiva a que se aplicaron los pro­ tadio religioso al metafísico, que realizó la humani­
H1STORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 219
218 RAFAEL CAMBRA

dad en tiempos ya remotos, aunque históricamente nal que ante ella debe adoptar el hombre: ésta fue
la aparición de un estadio no anula la supervivencia la voz de Juan Jacobo Rousseau (1712-1778). La aca­
de la concepción superada (de las religiones, en este demia de Dijón propuso en 1749, para un certamen
caso). Pero más tarde la evolución del progreso ra­ de trabajos, esta cuéstión: «¿Ha contribuido el pro­
cional lleva a ver en esos oscuros principios metafí- greso de las ciencias y las artes (esto es, la civiliza­
sicos algo también irreal e innecesario: basta con ción) al mejoramiento moral del hombre?» A esta
el conocimiento concreto, científico, basado en la pregunta todos los enciclopedistas e ilustrados hu­
observación de hechos y en la deducción matemá­ bieran contestado de modo afirmativo: la civiliza­
tica para ir penetrando el Universo, que, si de he­ ción libera al hombre de las nieblas de la ignorancia
cho no nos es conocido en su totalidad, lo puede ser y del mito y lo acerca al ideal de la omnisciencia.
en un futuro teórico. Este es el estadio racional o Pero Rousseau sorprendió a sus contemporáneos
positivo, «definitivo» de la humanidad, en el que la respondiendo negativamente. El hombre, según él,
razón toma conciencia de su propio poder. Lo des­ nace bueno, y es la sociedad—la sociedad existente,
conocido se convierte así de misterio en problema; basada en creencias y tradiciones irracionales—la
el misterio—es decir, lo suprarracional o simplemen­ que lo hace malo, desconfiado, simulador, injusto.
te fáctico—desaparece para ser conceptuado como Para Rousseau el advenimiento de la era racional de
mero problema, es decir, como algo que se resolve­ la humanidad ño se realizará por sus pasos conta­
rá cuando poseamos todos los datos. dos, en un lento pero necesario abandono de los
La actitud personal de los enciclopedistas, con­ ídolos (o viejas creencias), porque la irracionalidad
gruente con esta concepción, era meramente crítica : (con sus productos culturales y sociales) no es me­
un altivo desdén hacia las perecederas creencias del ramente un estado previo que se transformará en
vulgo ignorante y la pasividad espectadora del «ini­ ilustración, sino que es la causa del mal, del único
ciado», que espera tranquilamente el proceso que él mal posible, origen de la perversión del hombre, que
conoce y ha de venir necesariamente por sus pasos. es naturalmente bueno. Las instituciones, las leyes,
El enciclopedista puro no era un revolucionario res­ la sociedad toda nacida a la sombra de los ídolos no
pecto al medio en que vivía; su actitud hacia las sólo malea al hombre, sino que perpetúa el mal con
creencias, antiguas teorías y viejas instituciones era un ambiente definitivamente viciado. Es preciso, en
meramente crítica y despectiva. Semejábase esta ac­ consecuencia, destruir esa sociedad para, sobre ella,
titud a la que, respecto a las creencias religiosas, edificar la nueva sociedad racional, en la que el hom­
adoptaban los antiguos gnósticos, para quienes no bre, libre de esas influencias nocivas y sometido
sólo a un poder mínimo, recupere el máximo posible
eran éstas más que visiones imaginativas, representa­ de libertad y, con ella, de su espontánea inocencia.
ciones populares de una más profunda verdad, que Entonces surge en el seno de aquel ambiente el es­
es la concepción filosófica del Universo. - píritu revolucionario, por oposición y en contraste
Sin embargo, en el seno de la Ilustración surgió con el plácido espíritu enciclopedista, que simple­
una voz que, si participante del espíritu general del mente esperaba la evolución.
movimiento, era disidente respecto a su filosofía de La consecuencia de todo este largo movimiento de
la historia y, por ende, respecto a la actitud perso­
220 RAFAEL GAMBRA HISTORIA SENCILLA de LA FILOSOFIA 221

secularización y racionalismo, espoleado al fin por porque se basan en principios (religiosos y mora­
esta ideología revolucionaria, fue el hecho histórico les) que pertenecen a la interioridad y al artificio
■que se conoce con el nombre de «Revolución fran­ de cada mente, y no pueden imponerse socialmente.
cesa». En un principio, la Revolución francesa fue En tercero, de acuerdo con el espíritu general del
sólo un motín popular contra un estado de abando­ racionalismo, porque no son racionales.
no y mal gobierno circunstanciales ; pero como el am­ Destruidas las instituciones históricas intermedias
biente estaba intelectualmente minado en aquellas entre el poder del Estado y los individuos, queda­
clases superiores en que debía apoyarse la monar­ rán tan sólo el individuo y el Estado, el cual habrá
quía, terminó en alzamiento contra la propia monar­ de tener una función meramente negativa y jurídica:
quía y cuanto el antiguo régimen representaba. Cuan­ la salvaguardia de las libertades individuales y la
tió en 1793 rodó la cabeza de Luis XVI segada por coordinación de derechos. Ello responde también a
la guillotina, caía un régimen político que hundía la concepción roussoniana que ve al hombre natural­
sus raíces y su prestigio en los más remotos tiem­ mente inocente, y a su obrar, tanto mej ores cuanto
pos de la Edad Media, y comenzaba para los pueblos más cerca estén de una espontaneidad sin influen­
el régimen de suelo revolucionario. Esta revolución cias. En cuanto el poder de este Estado-gendarme,
parisina, en la que el pueblo amotinado adoró en la concibe el sistema liberal que no procede de Dios
catedral a la diosa Razón, habría de representar en o de una legalidad superior al hombre, sino de un
la Historia y en la vida de los hombres una mudan­ pacto entre los individuos, de la voluntad de éstos,
za sólo comparable con la que representó la entrada en definitiva. La concreción de este poder, y el ma­
de los bárbaros en Roma, es decir, la caída del mun­ tiz que imprimirá a su actuación en esa mínima fun­
do antiguo. ción que le concierne, dependerán de la opinión po­
El nuevo sistema político derivado de la Revolu­ pular recogida individual y matemáticamente en el
ción francesa, que se extenderá rápidamente a todos sufragio universal. Este aspecto responde, como vi­
los países, tras sus diversos períodos revoluciona­ mos, a la teoría de Locke, que, a fuer de empirista,
rios, recogerá el conjunto de ideas que hemos per­ no admitía más realidad que los individuos, y de
seguido desde los albores del racionalismo, a través su concepción de las ideas compuestas como com­
principalmente de Locke y de Rousseau, y que será plejos de sensaciones que se dan en una mente
conocido por los nombres de liberal o democrático. individual. Por fin, el sistema de instituciones políti­
Este régimen político supondrá, ante todo, una ne­ cas y de órganos jurídicos del Estado deberá esta­
gativa rotunda a las instituciones políticas y sociales blecerse en una Constitución política trazada exclu­
que la vida de los pueblos había formado en una sivamente a la luz de la razón. Ello representará,
evolución de siglos (gremios, clases, municipios au­ para cada país, el abandono de los viejos ídolos y
tónomos, etc.), y ello por tres razones: En primer de las instituciones irracionales y su entrada, por
lugar, de acuerdo con Rousseau, porque estas insti­
tuciones, encuadrando al hombre y quitándole liber- la senda del progreso, en el reino de la razón. Esta
i tad, lo malean; son la sociedad histórica causa de visión de la vida humana colectiva como penetrable
su perversión. En segundo, de acuerdo con Locke, y organizable totalmente .por la razón responde, na-
22 2
RAFAEL GAMBRA MANUEL KANT
turaLmente, a la concepción filosófica general del ra­
cionalismo.
Con el establecimiento del régimen democrático o-
liberal se consuma en la vida política de los hom­
bres la revolución secuIari2adora y racionalista, que
desde la época del Renacimiento se fraguaba en el
campo del pensamiento filosófico.

El protestantismo en el terreno religioso, el cien­


tificismo en el campo del conocimiento de la natu­
raleza, el liberalismo en el político, son sucesivas
aplicaciones del mismo movimiento de autonomía
humana y de racionalización que durante este si­
glo xvin parecía querer encuadrar la vida toda en
moldes intelectuales.
Pero el iluminismo del Siglo de las Luces, si se Kant nació en Konigsberg en 1724, y en la Uni­
lo considera desde el punto de vista de la filosofía, versidad He esta ciudad explicó durante toda la se­
es un movimiento débil y superficial. En realidad, gunda mitad del siglo xvni. En Konigsberg murió
esta mitad del siglo xvni corresponde a un momen­ en 1804 sin que en su vida hubiera traspasado los
to de grave crisis para la filosofía: el empirismo ha reducidos límites de la Prusia Oriental, su patria.
hecho una dura crítica del racionalismo cartesiano, Era un hombre ordenado y sedentario, una mente
pero esta crítica ha terminado en un escepticismo profunda e infatigable, típicamente alemana. Filosó­
llevado hasta sus últimas consecuencias: el fenome- ficamente, se formó, como alemán, en la escuela de
nismo de Hume. Será preciso replantear los proble­ Leibniz y Wolff, pero conoció después el empirismo
mas para encontrar una solución más profunda y inglés, que le abrió los ojos al llamado problema
amplia que salve a la concepción general racionalis­ crítico, es decir, a la cuestión del origen y límites del
ta de la demolición empírista y escéptica. Esta será conocimiento humano.
la tarea de Manuel Kant, en quien confluyen racio­ En Kant se reúnen así las dos corrientes,, cartesia­
nalismo continental y empirismo inglés, los dos hi­ na y empirista. El racionalismo continental partió
los del pensamiento moderno. de Ideas necesarias (contenidos prefórmados) que su­
ponía existentes de por sí en el pensamiento huma­
no y por los que se explicaba la realidad universal.
Los ingleses, en cambio, criticaron la existencia de
estas ideas y partieron de un análisis de la mente
subjetiva (del sujeto individual), disolviéndolo todo
HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 225
224 RAFAEL GAMBRA

en meros fenómenos que ni poseían universalidad o to y afirmo porque la experiencia me autoriza a ello,
necesidad ni respondían a la realidad exterior. Kant, es decir, después dé la experiencia; por esto los lla­
no partS- ni de las ideas en sí ni de la mente subje^ ma Kant juicios a posteriori.
tiva, sino de la existenc. ~¿z ob ietiva de la ciencia, ela-. Pues bien, dice Kant, nuestro saber (esto es, la
boracía por la mente,_pero dotada de una innegable ciencia) no puede estar compuesto ni de juicios ana­
validez universal. Puesto que la cfeTTcia existe, ¿có= líticos sólo, ni de juicios sintéticos sólo, ni tampoco
mcEes posible en sí misma y en su elaboración? De de una mezcla de analíticos y sintéticos sin más.
este modo, su planteamiento incluye, superándolos, ¿Por qué? El saber científico reúne dos condiciones
los puntos de vista del cartesianismo y del empiris­ fundamentales, que son la necesidad y la pregresivi-
mo. La concepción de Kant es un tanto completa, Las leyes científicas no son meras constatacio­
pero como es el centro del pensamiento moderno, nes de. hechos, como son los conocimientos histó­
trataremos de comprenderla en su esquema funda­ ricos, ni siquiera de hechos habituales, sino que
mental. pretenden tener una validez universal y realizarse ne­
Todo pensamiento—y el pensamiento científico cesariamente. Cuando se dice en física que «el calor
también—se reduce a juicios. Y la lógica tradicional dilata a los cuerpos» no se quiere expresar mera­
divide los juicios en juicios analíticos y juicios sin­ mente un fenómeno a que nos tiene acostumbrados
téticos. Analíticos son aquellos juicios en que el pre­ la naturaleza, sino que se pretende ligar a ambas
dicado es una de las notas de la esencia del sujeto, realidades—-el calor y la dilatación de los cuerpos—
en el que estaba comprendido. Por ejem plo: el jui­ en una relación necesaria y universal. La ciencia es,
cio «el triángulo tiene tres lados». Supuesto que por otra parte, progresiva. Por medio de la ciencia
parto de que el triángulo es un polígono de tres la­ adquirimos saber nuevo, unos conocimientos engen­
dos, ese juicio será analítico, es decir, el predicado dran a otros, y, de descubrimiento en descubrimien­
se deduce de un análisis del sujeto. Estos juicios son to, ha recorrido la ciencia un largo camino desde
universales y necesarios, los emito sin temor a errar tiempos de Arquímedes o de Galeno.
y no necesito de comprobar su verdad en la expe­ Pero estas dos características—necesidad y progre-
riencia, porque si ello no fuera así, si un triángulo sividad—no se dan reunidas ni en los juicios analí­
no tuviese tres lados, no sería triángulo, puesto que ticos ni en los sintéticos. Los analíticos son, cierta­
he partido de llamar triángulo al polígono de tres mente, universales y necesarios, pero, según Kant,
lados. Por esta cualidad llama Kant a estos juicios estos juicios son meras tautologías o repeticiones: no
a pricri, es decir, anteriores a la experiencia. Sinté­ hacen sino expresar lo que estaba ya implícito en el
ticos son, en cambio, aquellos otros en que el predi­ sujeto. Así, puedo afirmar con necesidad (apriórís-
cado no pertenece a la esencia del sujeto, no se ha­ ticamente) que «el pentágono es un polígono», pero
lla comprendido en ella. Por ejemplo, el juicio «la será porque en el concepto de pentágono estaba ya
Tierra gira alrededor del Sol». De la esencia la Tie­ contenido el de polígono. Si la ciencia se compusiera
rra no se deduce en modo alguno que gire alrededor sólo de juicios analíticos, dice Kant, no sería más
del Sol. De, la verdad de estos juicios no puedo es­ que una continua petición de principio, un estéril
tar cierto sin comprobarlo en?la experiencia: los emi­ dar vueltas a los conceptos poseídos inicialmente:
RAFAEL CAMBRA
226
HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 227

algo incapaz de novedad y de progreso! Los juicios


sintéticos, en cambio, al atribuir al sujeto algo aje­ posibilidad de engendrar ciencia nueva? Esta . es .la
no a su esencia, informan de una cosa nueva, pero gran cuestión que se propone Kant en su pbra fun­
carecen de universalidad y de necesidad. Que «los damental, titulada Crítica de la Razón pura.
ácidos con las bases forman una sal» es un cono­ Para resolverla divide Kant esta cuestión en tres
cimiento que no se deduce de los conceptos mane­ preguntas, en razón de los tres grandes grupos en
jados, pero que no pasa de ser algo observado y que las ciencias se dividían clásicamente: las cien­
muchas veces repetido, cuya necesidad no sabemos cias puras o matemáticas (aritmética y geometría),
cómo fundamentar. Los empiristas dirían que se. las físicas (ciencias de la naturaleza) y las metafísi­
trata simplemente de un modo habitual de obrar la cas (cosmología, psicología y teodicea). Estas pre­
naturaleza. Si la ciencia se compusiera sólo de jui­ guntas son, consecuentemente: ¿cómo son posibles
cios sintéticos sería, sí, un saber útil y progresivo, los juicios sintéticos a priori en la matemática...,
pero carecería de universalidad y necesidad, como en la física..., en la metafísica? Y son tratadas en
un mero informar de hechos. tres distintas partes de su obra que se titulan: «Es­
Sin embargo—dice Kant—, la ciencia existe; no tética trascendental», «Analítica trascendental» y
necesita demostración porque basta su mostración. «Dialéctica trascendental».
Ahí está, con sus leyes que se cumplen universal Todos poseemos espontáneamente las nociones de
y necesariamente, con una continua adquisición de espacio y de tiempo. Así hablamos dé que una cosa
nuevos y eficaces conocimientos desde los tiempos está encima o debajo, a derecha o izquierda, a más
remotos hasta hoy. Si, pues, la ciencia existe, y no o menos distancia de otra—lo que son determina­
podría existir con los solos juicios analíticos y sin­ ciones espaciales— ; o qué un hecho sucedió antes
téticos—concluye Kant—-, será necesario que exista o después, más o menos tarde que otro—lo que son
en ella una tercera clase de juicios que participen determinaciones temporales— . Las ciencias puras o
de la necesidad de los primeros y de la fecundidad matemáticas se basan en el espacio—geometría—y
de los segundos. Y a estos juicios, que forzosamen­ en el tiempo—aritmética (sucesión discontinua)-—, o,
te deben darse, los llama Kant juicios sintéticos a mejor aún, estudian estas realidades prescindiendo
priori. Tanto daría llamarlos sintético-aralíticos o de las cosas que se numeran o de las cosas que po­
a posterior i-a priori, pero Kant prefiere esta deno­ seen tal o cual figura; esto es, tratan del número y
minación, que, en gracia a la eufonía, mezcla los dos de la figura espacial en sí. Sin embargo, aunque todos
modos de llamar a los juicios. poseemos éstas nociones y en ellas vivimos y somos,
Y, llegado a este punto de un razonamiento que nos pondrían en un gran compromiso si nos pre­
Kant juzga riguroso e incontrovertible, se plantea guntasen qué es el espacio y qué el tiempo. Trate­
el problema fundamental de su filosofía con esta mos de imaginar que no existen cosas: pensamos
pregunta: ¿cómo son posibles los juicios sintéticos entonces en los espacios siderales más allá de los
a priori? Es decir, puesto que los juicios que maneja límites de la creación, en lo que había antes de exis­
la ciencia han de ser de esta clase, ¿de dónde pro­ tir ésta: podemos suponer que eso es el espacio, pero
cederá su necesidad y universalidad, y de dónde su en realidad viene a ser la nada; el espacio ¿sin las -l
cosas que hay en él es.., nada: se nos disuelve entre
228 RAFAEL CAMBRA HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 229

las manos. Supongamos el tiempo sin acontecimien­ que poseo, por ejemplo, no se halla debajo o detrás
tos que en él se sucedan...: la nada también. de una idea o imagen, sino antes o después, en el hilo
¿Qué son, pues, el espacio y el tiempo? Y a esto de mi vida interior. Espacio y tiempo son así los dos
responde Kant: el espacio y el tiempo no se pue­ grandes moldes o casilleros—formas—que condicio­
den representar (imaginar) porque no son realida­ nan la sensibilidad. Por eso llama Kant a esta prime-
des en sí, sino formas, formas de nuestra sensibili­ rá parte de su Crítica «Estética trascendental»: hoy
dad o facultad de poseer sensaciones. Para entender se entiende por estética ía ciencia de lo bello, pero en
a Kant es preciso comprender lo que entiende por su sentido etimológico (de aiscesis, sensación) signi­
forma, que es algo enteramente distinto de lo que fica ciencia de las ^sensaciones, habiéndose de aquí
esa palabra significaba en Aristóteles y Santo To­ contraído a'Ta' sensaciÓndc lo bello o sensación
más. Formase opone, en Kant, a contenido. El agua, estética.
por ejemplo, decimos que es un contenido, algo que ¿Cómo será, pues, posible el carácter a la vez
adopta la forma del recipiente en que se la intro­ sintético y a priori en los juicios de la matemática?
duzca. La forma, en cambio, es la del recipiente; en Simplemente, porque lafc sensaciones procedentes del
sí misma, vacía no es nada; pero todo lo que en el mundo exterior deparan el carácter sintético, nuevo
recipiente se introduzca adoptará su contorno o igu- o progresivo, al paso que las formas de espacio y
ra. Este es el sentido de forma en Kant. Aplicado a tiempo, radicadas en el sujeto e inmóviles, garanti­
la cuestión, quiere decir que el espacio_y el tiempo zan la universalidad y necesidad de los mismos.
no son nada que exista fuera del sujeto cognoscen- Pero el espíritu ño se limita a captar sensaciones.
te, sino formas efe la facultad de conocer, de poseer Después las agrupa y funde hasta formar objetos, y
sensaciones. Nuestras sensaciones se ordenan espa­ a éstos los conexiona entre sí de diverso modo.
cial y temporalmente, porque espacio y tiempo son Cuando yo veo una mesa, por ejemplo, recibo una
las formas de nuestra sensibilidad, y sólo en ellas se serie de sensaciones, pero relacionadas de tal modo
convierten las sensaciones en objeto de conocimiento.. que no veo su simple suma, sino el objeto, la mesa.
Lo exterior a mí, la cosa..en sí, es, según Kant, incog­ En esta unificación y conexión utiliza el espíritu ele­
noscible como tal. El mundo exterior envía al sujetó mentos que no existen en la realidad misma, sino
ló que Kant llama un caos de sensaciones, es decir, que los pone de sí. Recordamos la crítica que Hume
un conjunto desordenado, informe, caótico, de sensa­ hacía de las ideas de sustancia y de causalidad: ni
ciones. Estas, al ser recibidas por mi sensibilidad, se una ni otra son objeto de la sensibilidad (no pue­
ordenarí en esos moldes o formas de espacio y tiem­ den verse), luego no deben admitirse como cosas rea­
p o; y de esa inserción .ordenadora resulta el conoci­ les. Estos y otros muchos elementos que contribuyen
miento fenoménico (de fainomenon, lo que aparece), a la elaboración de nuestro conocimiento de la reali­
que es el único posible para el hombre. Las sensacio­ dad física son puramente subjetivos y formales, unas -V-
nes exteriores se ordenan espacialmente: una cosa formas de segundo grado que Kant ilama categorías
que veo, por ejemplo, está delante, detrás, encima, del entendimiento, en las que el caos de sensaciones.......'
debajo., de las que la rodean. La sensibilidad interior, ya ordenado espacio-temporalmente, sufre una nueva
en cambio, se ordena temporalmente: un recuerdo ordenación, de la que bnota va él rnimefo fenoméni-
HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 231
230 RAFAEL GAMBRA
que en el conocimiento que poseo (conocimiento fe- -
co de nuestra experiencia habitual. Kant deduce Jas,V
noménico hay un elemento que no procede de mí, -
categorías de las diversas clases de juicios que dis->f sino del exterior. Este elemento es lo que Kant llama
tingue la lógica tradicional, no porque las categorías^ el caos de las sensaciones. Esas sensaciones desor­
procedan de los juicios, sino, al revés, porque éstos -V- denadas se insertan en unos casilleros mentales—for- .
proceden de las categorías. Algo semejante a como -V- masf'de la razón—, que son el espacio y el tiempo,^
se busca el fuego por el humo, es decir, por un en las que reciben una primera ordenación o infor­
efecto claramente visible: mación. El entendimiento después unifica y conexio­
na estas sensaciones por medio de otras formas de
Correspondientes segundo grado— las categorías—, en cuyos moldes se
División lógica de los juicios categorías, según
Kant producen ya los conceptos usuales que emplean las
ciencias de la naturaleza. Al hombre, pues, no le es
universales Totalidad. lícito preguntar qué es el espacio y el tiempo o cada
Por la cantidad ... | particulares Pluralidad. una de las categorías, porque no son nada en la rea­
sir guiares Unidad. lidad exterior, no son en sí, ' sino en mí, son meras
formas del conocimiento. «Las formas' sin contenido
Por la cualidad ... jafirmativos
negativos
indefinidos
Afirmación.
Negación.
Limitación.
— dice Kant-—son vacías; el contenido sin las for­
mas es ciego (incognoscible).»
Imaginemos un viajero que r e c ju e el inundo mi­
Por la relación ... jcategóricos
hipotéticos
disyuntivos
Sustancialidad
Causalidad.
Acción recíproca.
rándolo siempre a través de unas gafas rojas: será
inútil que busque el rojo o la causa del rojo en la
asertóricos Realidad. realidad que le circunda; sin embargo, el rojo, como
Por la modalidad ... | apodícticos Necesidad.
problemáticos Posibilidad.
cualidad de sus gafas, es condición de su facultad de
ver si suponemos que sin esas gafas nada vería. Ima­
ginemos que, en vez de unos simples cristales de co­
Es decir, que en las ciencias físico-naturales los lor, las gafas ajustan a cada ojo un complicado calei­
juicios sintéticos a priori son posibles porque las ca­ doscopio. A través de ellas ese hombre llegará sin
tegorías a priori del entendimiento garantizan su duda a poseer un cierto conocimiento y manejo de la
universalidad y necesidad, al paso que las sensacio­ realidad—superior, sin duda, al de un ciego—, pero
nes provinentes del mundo exterior—ya ordenadas lo subjetivo no será ya solo el color, sino una compli­
en el espacio y en el tiempo—deparan el carácter cada estructura óptica que crea unas constantes en
nuevo, sintético, de los conocimientos. su modo de ver (una forma de estrella múltiple, por
El esquema de la realidad viene a ser así para ejemplo). Pues bien, para Kant, nuestro espíritu es
Kant: el sujeto cognpscente o espíritu—no- conside­ un inmenso caleidoscopio de complicadísima estruc­
rado individualmente, sino en general—sg a fre n ta tura. Sólo podemos ver a través de él, y casi todos
con un .mundo exterior..que. en-su -ser- -en- sí, resulta los elementos de nuestra visión dependen de esa es­
absolutamente inasequible. Deduzco, sin embargo, tructura. Sin embargo, podemos deducir la existen-
que esa. cosa en sí (o noúmeno) debe de existir por-
232 RAFAEL GAMBRA
HISÍORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 233
cia de un elemento exterior (de un contenido), sin
el cual no se iluminaría ni entraría en juego el ca­
leidoscopio, pero que, en sí, nos resulta absoluta­ desde sus orígenes hasta hoy, con sus resultados
mente incognoscible, un perfecto misterio. prácticos, técnicos. Esto no ocurre con la metafísi­
Las consecuencias de esta concepción son inmen­ ca; según Kant, cada filósofo extrae de su cabeza el
sas. Veamos una entre muchas: el hombre se ha pre­ propio sistema metafísíco sin tener apenas en cuen­
guntado siempre sobre qué sea este mundo consi­ ta lo que pensaron sus predecesores, resultando así
derado como unidad y sobre cuál sea su causa y la historia de la filosofía algo semejante a la tela de
origen. Ya vimos cómo la filosofía y la teología tra­ Penélope, tejida por el día, destejida por la noche.
dicionales encontraban la mejor p,rueba.„de la exis- Si esto es así, habrá que preguntar no cómo son po­
tencia de Dios en el argumento de causalidad, es sibles estas ciencias, sino si son posibles. Y la res­
decir, en elevarse de causa en causa Kástá una pri­ puesta de Kant, de acuerdo con su sistema, es resuel­
mera que sea origen de cuanto existe, Pero a esto tamente negativa: Tres son los grandes temas que
Kant contestaría: al preguntarnos por el mundo en constituyen el objeto de la metafísica: e lTtosniós o
sí, como totalidad, estamos utilizando las categorías Universo material tomado como uindád~ ( có smole-
de unidad y de sustancialidad, y haciendo, por tan­ gíáj, eí alma, como sustancia (psicología), y Dios
to, una extensión abusiva de lo que es puramente como obféto de la razón (teología racional ó teodi­
subjetivo y formal a lo que es realidad y contenido cea). Pero el conocimiento es para Kant, como he­
exterior. Y lo mismo, al preguntarme por las causas mos visto, una síntesis o unión de dos elementos:
de las cosas y querer buscar una primera de la que las sensaciones desordenadas que provienen de la
dependan las demás, estoy sirviéndome de la causa­ cosa exterior y las formas y categorías del sujeto
lidad, que es otra categoría del entendimiento. Con cognoscente; y en el supuesto conocimiento metafí-
ello obro como el niño que mira tras la pantalla del sico falta uno de estos dos elementos. En efecto, para
cine para encontrar las figuras que en él ha visto, o que haya sensaciones es preciso que el objeto cono­
como los hombres con gafas de nuestro ejemplo si cido" esté ante el sujeto, afecte a su sensibilidad.
supusieran a la realidad exterior de color rojo o en P'ero ni Dios, ni1ch alina, ni el mundo como unidad,
forma de estrella. se hacen patentes a nuestros sentidos. Del mundo
Esta concepción se completa en la tercera y últi­ material veo zonas, elementos, pero nunca su tota­
ma parte de la Crítica de la Razón pura, titulada lidad. Luego, faltando uno de los elementos de la
[«Dialéctica trascendental». En ella se pregunta Kant síntesis, ésta no se realiza; y la metafísica viene a
ser una pseudociencia en la.' que las formas y cate­
por la posibilidad de los juicios sintéticos a. priori
gorías actúan sobre sí mismas, giran faltas de con­
en las ciencias metafísicas. Pero con una particulari- tenido en una actividad estéril, siempre recqmen-
3ad: ■aqní'm’cr'se“'pre'Ouñra, como en las anteriores, zable.
Cómo son posibles esos juicios, sino si son posibles.
Kant se declara así agnóstico; el acceso a Dios
En efecto: las ciencias positivas—matemáticas y fí-ri por vía racional es imposible, y también son. inase­
sicas—le aparecen a Kant como un hecho evidente, — quibles para la razón el alma y el cosmos, es decir,
indiscutible; allí están con su progreso rectilíneo i cuanto trasciende del mundo de la realidad fisico­
matemática. Sin embargo, si los objetos metafísicos
HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 235
234 RAFAEL GAMBRA
tiene también, entre otras, esta formulación: «obra
son inasequibles por vía especulativa, existirá para de modo que trates a la persona racional como fin
Kant otra vía—la vía práctica— , por la que podrá y no como medio».
hallarse un modo de acceso a ellas. Esto resulta de Ahora bien, la ley o imperativo moral, puesto que
la segunda de sus obras—complemento de la ante­ existe, requiere, según Kant, ciertos supuestos, sin
rior—que se titula Crítica de la Razón práctica. los cuales sería incomprensible. Puesto que, de he­
En ella se plantea Kant el problema de lajmorali- cho, hay quienes no cumplen la ley moral y la vida
dad, de la conciencia moral. ¿En qué estriba la bon- no premia o castiga adecuadamente las diversas con­
dacF‘'b ta malicia de los actos? Los anteriores siste­ ductas, es necesaria. de„ una oarte, la existencia de
mas de ética—dice Kant—han buscado la moralidad-' un Dios remunerador, y, de otra, la supervivencia
érTeí fin de los actos, es decir, fían hecho radicar la del almfíy. 'hatüfál mente,, su previa cxistenciá como
bondad en su adaptación a un fin concreto, deter­ susfárreia. Aquí 'radica la entrada práctica cue bus­
minado. Así, por ejemplo, los hedonismos, que des­ ca Kant para el conocimiento de Dios y del alma
cubren este fin en el placer, o la moral religiosa, que Así como en la filosofía tradicional la ley moral se
lo señala en el cumplimiento de una ley divina. Pero derivaba de la existencia de Dios, en el kantismo
el que así obra, dice Kant, no obra por razones mo­ la existencia de Dios se deriva de la moral.
rales, sino por algo ajeno a lai1moral misma; la
verdadera moral no es heterónoma (ley ajena, im­
puesta), sino autónoma; sólo obra moralmente el
que actúa por respeto a la Ley sin razones distintas Puede considerarse a Kant cómo el gran sistema­
a este cumplimiento mismo. Y ¿cuál es esa ley en
qué estriba toda lá moralidad? Aquí Kant encuen­ tizador del racionalismo moderno, en quien culmi­
tra una nueva forma, una forma de la razón prác­ nan las corrientes parciales del cartesianismo y del
tica, como el espacio y el tiempo lo eran de la razón empirismo en un. sistema profundo y total que im­
especulativa. Esta forma es lo que él llama impera­ presiona por su rigor y coherencia. En Kant se con­
tivo categórico o ley moral, que puede formularse suma la tendencia an1:mpocentrista, que, por opo­
con estas palabras: «obra de modo que la norma de sición al téocentrismo medieval, se j.nició en el
tu jconducta pueda erigirse en norma de, conducta Renacimiento. Aparte de un algo inccgnoscible é in­
universal ». Es 'decir,' sí ante úna acción cualquiera determinado que se supone fuera del yo, en la razón
podernos admitirla sinceramente como norma de del hombre se halla el secreto del ser y del cono­
conducta general, esa acción es lícita moralmente; cer. En el espíritu, y no en la realidad exterior,.^ra­
en caso contrario, no. Esta ley o imperativo es pu­ dica lfíTSlvefsairdad y necesidad de la ciencia, del
ramente formal: en sí misma no manda nada ecn único conocimiento posible; en otra forma de la
cretó, pero sirve para cualquier clase de contenidos razón halla su origen la moralidad del obrar. La
o actos. Según Kant, no debe hacerse un acto por­ única éxpénénciá ^físíblé—éT cónocimiénto fenomé­
que sea bueno, sino qúc és büeno ’p orqíie debe ha- nico—depende por entero de las formas de la razón
cersé^ Lb móral rádica solo en una forma del ha­ pura. Dios se convierte en un mero supuesto auxi­
cer, de la razón práctica. El imperativo categórico
23 6 RAFAEL GAMBRA HISTORIA SENCILLA DE L A FILOSOFÍA 237

liar de la ética, de la cual arranca todo sentido so- no sería absolutamente incognoscible. La segunda
brenaturál?~~'-' explicación sería que el espíritu actúe espontáneamen­
El único conocimiento posible queda reducido para te en la aplicación de estas formas y categorías, con
Kant a lo que entendemos por ciencia físico-mate­ lo cual el conocimiento sería una creación del suje­
mática, es decir, la parte luminosa, claramente visi­ to^ y la cosa en sí y las sensaciones resultarían un
ble del lago de nuestro ejemplo. El conocimiento elemento inútil en la génesis del conocimiento, lo
religioso y el metafísico se condenan como imposi­ que contradice también a la teoría de Kant.
bles, fantasmagóricos. La_jfiosofía^se reduce para La decisión por uno de los dos términos de este
Kant a una reflexión.,sobrc las- condicróKgS':y ~posibi- dilema dará lugar al último y definitivo capítulo del
lidad del conocimiento. Sin embargo, como aconte- racionalismo, esta gran aventura intelectual de la
cérá'dT'm ísm o’ Cointc, que rechaza la filosofía, y Edad Moderna,
como sucede con el propio escepticismo, en el fon­
do de todos los sistemas se alberga implícitamente
una concepción filosófica del Universo. Esto aconte­
ce con el de Kant, que constituye una visión racio­
nalista total basada en la idea de las formas y cate­
gorías del espíritu. Sin embargo, una objeción in­
contestable se opuso en seguida al sistema kantiano,
y ella fue causa de que, aunque Kant tuvo muchos
seguidores, ninguno lo fuera sin introducir funda­
mentales modificaciones a su pensamiento.
La objeción es ésta: Kant dice que para la for­
mación de nuestros conceptos colaboran un elemen­
to exterior absolutamente indeterminado—el caos de
las sensaciones—y unas formas y categorías (mol­
des) del espíritu, en que esas sensaciones vienen a
insertarse, como un líquido se introduce en un reci­
piente y adopta su forma. Sin embargo, en la for­
mación del conocimiento se utilizan unas veces una
forma y otras, otra; unas véces una categoría; otras,
otra. Esto sólo puede tener dos explicaciones: la
primera es que haya algo en las sensaciones proce­
dentes del exterior que pida su inserción en uno u
otro de estos moldes, en cuyo caso ya no serían
esas sensaciones absolutamente indeterminadas, caó­
ticas, como quiere Kant, sino que habría en ellas un
principio de diferenciación, de orden. La cosa en sí
EL IDEALISMO ALEMAN
HISTORIA SENCILLA DE L A FILOSOFÍA 239

problema en estos términos generales o supraindivi-


duales: la realidad será forjada por el desenvolvimiento
del espíritu humano en una evolución que obedece a
unas leyes o a un ritmo impreso en el propio espíritu.
Los principales pensadores del idealismo alemán
—llamados también filósofos del romanticismo— son
Juan Teófilo Fichte, Federico Schelling y Guillermo
Hegel. Todos ellos parten de lo que llamaban una
intuición 'frascendénta¡^o~:vísion inmediáta"He un ab-
soÍuio7~ésto ésT~flé^ñá rea!Ida^l:um
por sí, que se identifica corPel espiHtuTl^a5aTino~iiÍe
estos filósofos interpreta, sin emBáfgo, de manera
distinta a esa realidad primaria de acuerdo con su
propio temperamento. Este absoluto crea o engendra
de sí cuanto existe en un proceso de actividad que
varía también de acuerdo con la previa concepción
del espíritu en cada uno de estos filósofos. No sólo
EnJ&_f!ificultíMÍ. que plantea la filosofía kantiana, el conocimiento, sino la realidad toda, y la historia
los discípulos inmediatos del gran maestro alemán del mundo y de los hombres, se explican por las fa­
tomaron el p'arKdp jjue estaba más de acuéfdo~£on ses de este autodesarrollo del espíritu.
el espíritu del ración nlismo: declarar inexistente a Fichte (1762-1814) es un hombre de actividad—un
l^^oga en s l .^ suponer,en.el.espíritu. no sólo"el po­ moralista y un político— ; suyos son los famosos
der informador de una materia ajena a él, sino él Discursos cl la nación alemana, que levantaron el es­
"ser creador del conocimiento en toda su extensión. píritu prusiano frente a los ejércitos triunfantes de
Con ello estos filósofos llegan al íáetfízsmoáBsoliito Napoleón. Parte Fichte de la intuición trascendental
—la realidad es creación del espíritu—, pero no al de un yo absoluto. Este será para éí la realidad pri­
idealismo psicológico de Berkeley, sino al que se mera, ~Sb1solríTS7 que_ se crea v explica por sí misma.
llamará idealismo lógico o universalista. Berkeley La esencia de este' yo es para ^ch'^activtdaST'KS-^
admitía sólo la existencia de su propio espíritu y su­ tuando, crea el yo algo en cierto sentido ajeno a sí
ponía a la realidad creación de su personal conoci­ mismo: la realidad material, que Fichte llama el
miento (ser es ser percibido, percibido por mí mis­ no-yo. Obrando sobre este no-yo, superándolo en su­
mo como sujeto). Pero Kant había tratado de hallar las cesivas acciones y reacciones, se desarrolla la vida
condiciones formales en, según él, que se realiza todo co­ espiritual del Yo, que es siempre un hacer, una em­
nocimiento, es decir, la estructura del espíritu en gene­ presa práctica de redención y superación.
ral, que está por encima de cada individualidad psicoló­ Schelling (1755-1854), en cambio, es un tempera­
gica. Los nuevos idealistas, en consecuencia, verán el mento artístico, un poeta. Parte de lo que él llama
la intuición genial de un absoluto, que es belleza,
240 RAFAEL GAMBRA. HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 241

comprensión^ y armonía. Se opone a Fichte en su taron la1tesis en la Historia de los hopabres; la an­
consideración de la naturaleza material como algo tigüedad 'clásica (cultura racional! cofistituve su
negativo y opuesto al espíritu (un no-yo). Antes al anfítesis; la Edad Media cristiana (religiosa e inte­
contrario, la naturaleza aparece a Schelling como lectual ,<lue. a su véz,“ es tesis
animada y vivificada por la más sutil inspiración del páyC pS 3ü¿e^p.roceso en el que ia Edad Moderna
espíritu. Materia y espíritu son creación del absolu­ es antítesis, etc.
to, que obra así según la ley de armonía, que es la La realidad y la Historia carecerán así de miste­
superación de lo vario. rio para el idealismo hegeliano, y ni aun los datos
v ^ s r m m s m t por fin, es el más famoso de es- primarios de la existencia, como la sucesión tempo­
tosfilósoBosT^rTecabe una posición representativa ral de pasado, presente y futuro, tendrán para éV
en la historia de la filosofía, Si Fichte era un espíritu una significación real e insuperable; el pasado podrá
activo, y Schelling un artista, Hegel es un teórico deducirse racionalmente del presente, como las pre­
o intelectual puro. La intuición^rasceifdHTt'gl Tg-re^ misas de la conclusión, y el futuro, predecirse com­
ía seguridad de quién ve la solución de un problema
ceñido como razón.. que sera origen creador dé la matemático. El hombre será así creador y poseedor
l^ ^ M lu n iv e r s a L lXa i S a ^ v ^ u^ ^ - ^ ^ r T r u ^ . del Universo.
mo o ~e§íU5ttufa. En el terreno práctico y político, una consecuen­
Primero establece el espíritu una afimacl^n^jíSJfcles- cia de gran importancia se deriva del idealismo ale­
pués halla las contradicciones o insuficiencias’ dé la mán: la aparición del socialismo totalitario. El re-
misma (antítesis); por último engendra una jtesis planteamiento de la íiíosoiia moderna hecho por
más amplia f síntesis), que abarca, superándolas, la Kant arrumbó el análisis psicológico e individual que
tesis pfimexa^da^ntíteIl§rE^g^íntesis~se~~convierte hicieron los empiristas para situarlo en un plano
en tesis y así recomienza incesahtemente' ér ploSeso. universal, en el del espíritu en sí, del que participan
EslBelTímí» '<l<riá 'lagS’lTSspfinffiraBso^^ todos los hombres. Si el empirismo condujo al idea­
el ritmo- a que ITé'lhT^ nírttti individual, lismo psicológico de Berkeley, el pensamiento kan­
y a él responde la génesis del Universo, que es crea­ tiano nos ha llevado al idealismo lógico o absoluto-
ción de la actividad espirit^¿X*X"' ' " 'u' de Hegel. El régimen liberal-democrático era con­
En el sistema filosófico de Hegél culmina el pen­ secuencia, como vimos, del racionalismo empirista,
samiento racionalista, es decir, el proceso filosófico especialmente de Locke. La voluntad y el poder del
de la Edad Moderna. Más allá de sus límites no se Estado proceden de la voluntad de los ciudadanos:
puede avanzar ya por este camino. El sistema idea­ contrastada individuar y empíricamente en el sufra­
lista pretende explicar, con la evidencia de lo racio­ gio. Al suprimirse la visión individualista y empíri­
nalmente necesario, la realidad universal, que no será ca, e imponerse la consideración del espíritu univer­
sino la manifestación exterior del desenvolvimiento sal como realidad primaria y creadora, se pasa en
de la idea. La Historia aparece también a Hegel política a considerar al Estado no como un acuerdo
como tma_ creációp-dej-espMtqrA^. por ejemplo, lo s ' o _uxmv^u.eián--entre^ri^3í^mtoCIS3Sa3fciísXZsi5K“
puebles orientales (cultura mítico-réligiósa) represen- como—una realidad primaria, representación del es-
HISTORIA SENCILLA DE L A FILOSOFÍA 243
242 RAFAEL GAMURA

tomo del espíritu absoluto, encontramos a un filó­


píritu, de la ..que existe y se sofo de expresión oscurísima, Cristian Krause, que,
justifica por sí mismo. De aquí arrancan las teorías aunque de segunda fila dentro del movimiento, tuvo
estatistas' n ^é5‘cMlisfás "cn‘Tas' que el Estado se con- mucha repercusión en España durante la segunda
sidera un poder absoluto al que los individuos están mitad del siglo xix a causa de que su filosofía fue
sometidos como 'éT efecto a la bausán.y al "que se importada aquí casualmente por un emdito español
supone' encargado de órgamzar por entero la vida —Sanz del Río—que marchó a Alemania respondien­
de la sociedad y de los hombres. Esta concepción do a la idea de europeizar el pensamiento español. El
panteísta del Estado arranca de Fichte y de Hegel, krausismo fue el sistema característico de la Insti­
pero encontró una derivación insospechada en un tución Libre de la Enseñanza, movimiento de gran
discípulo de este último: Carlos Marx. influencia dentro del izquierdismo intelectual.
Marx admite en la Historia las mismas fases dia­ Sin embargo* durante esta época surge en España
lécticas de la idea hegeliana: tesis, antítesis y sín­ la figura de un filósofo vigoroso que adquiere signi­
tesis. Pero sustituye la concepción intelectual del ficación muy amplia: el catalán Jaime Balmes (1810-
absoluto por otra de carácter económico-material. 1848). El fue el primero que dio a conocer entre
Desde la sociedad estamental (tesis), pasando por la nosotros la filosofía de Fichte, y combatió el panteís­
economía capitalista (antítesis), la evolución condu­ mo que llevaba implícito, propugnando un retomo a
ce necesariamente hacia el socialismo moderno (sín­ la fe y al realismo de la Escolástica. Balmes puso
tesis). La clase obrera es la vanguardia de este últi­ de manifiesto la insuficiencia de la razón para pe­
mo y definitivo paso de la evolución económica y la netrar exhaustivamente la realidad; mucho más para
encargada de apresurarlo. Llegado este punto, el Es­ suponerla su causa creadora. A este efecto adopta lñ
tado socialista estructura a la sociedad sobre bases teoría del sentido común: muchos de los conoci­
colectivistas. Pero el marxismo, por su extraordina­ mientos y certezas que creemos adquirir racional­
ria influencia histórica, merecerá consideración apar­ mente los poseernos en realidad por un instinto na­
te. Otros sistemas socialistas se han concebido sobre tural—el sentido común—que nos cerciora de cosas
patrones no estrictamente proletarios e intemacio­ que distan mucho de ser evidentes por sí, pero que
nalistas, sino nacionales o racistas; si bien sobre nos resultan tan ciertas o más que las propias evi­
ellos no obra ya sólo la influencia del idealismo he- dencias racionales. El pensamiento de Balmes cons­
geliano, sino también motivos de la nueva filosofía tituye ya una crítica del racionalismo, y es precur­
vitalista y existencialista con que se iniciará nuestro sor, en cierto modo, de la crisis de este sistema,
que llegará a ser la principal característica del pen­
la corriente del idealismo alemán cabe tam­ samiento contemporáneo.
bién citar a dos filósofos más, muy conocidos: Artu­
ro Schopenhauer (1788-1860), que une al idealismo
diversos temas inspirados en la antigua filosofía hin­
dú, y que, por escribir en forma divulgadora y muy
expresiva, alcanzó una gran popularidad. Y, por fin,
en esa especie de ambiente místico que se creó en
EL MARXISMO HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 245

es una teoría puramente económica que ha sido su­


perada y 'désriiéMida «TTpím por la evolución
histórica posterior; teoría qué, aunque no le falte
fundamento en algunos aspectos, nadie sostiene hoy
con pretensión científica. El segundo plano de ideas
marxistas—más amplio y profundo que la anterior
teoría—-constituye la filosofía de la Historia del mar­
xismo, y es lo que se conoce por materialismo histó­
rico. Tampoco esta interpretación de la Historia
puede hoy ser sostenida sin fuertes reservas y limi­
taciones, pero perdura al menos como actitud metó­
dica en la investigación histórica. El tercer plano,
en fin, constituye toda una concepciórT del TJmverso
y “dé la vidá7~cón una fe subyacente que es com o la
prolongación hasta sus últimas consecuencias del ra­
cionalismo moderno. Es ta fe m~la~razón-fiumanarpa-
Aunque desde el punto de vista filosófico el mar­ ra organizar desde su raíz Ta sociedad humana, y ésta
xismo no pase de ser una derivación —y no demasia­ fe rió sólo permanece viva en el marxismo ortodoxo,
do lógica, como veremos— del hegelianismo, ha lle­ sino que ha logrado extenderse hasta sectores muy
gado a adquirir una tal fuerza y significación histórica alejados del marxismo que se ven influidos a menu­
como movimiento político social, que parece nece­ do, de forma inconsciente, por los supuestos básicos
sario dedicarle un capítulo que explique la combi­ del socialismo.
nación de teorías y actitudes espirituales que han Será preciso aludir a cada uno de estos tres órde­
producido tan extraordinario movimiento humano. nes de ideas.
Indudablemente, desde que Carlos Marx (Í818- La teoria económica., ele Marx se apoya en dos con­
1883) escribió el Manifiesto comunista hasta la diso­ ceptos fundamentales y bien conocidos: el de la
lución de la Unión Soviética en 1991, pasando por plusvalía y el de la .llamada Jey. de. concentraáán-o
las Internacionales y por la revolución rusa, ha trans­ de^exjimpi.acián automátj.acL.de la riqueza. El valor
currido una larga historia, con un tan extenso cúmulo de los productos es para Marx equivalente al trabajo
de realidades diversas, que no cabe hacerse de ello empleado en elaborarlos, medido en horas de jornal.
una idea sin establecer algunas distinciones previas. No niega Marx que la utilidad sea condición de todo
El marxismo, en tanto que doctrina, abarca tres valor de uso, pero el valor de cambio está determi­
nado por la cantidad de trabajo requerido en su pro­
planos de ideas que, aunque involucrados lm la mente ducción, «Consideradas como tales valores, las mer­
de Marx y de los primeros marxistas, han alcanza­ cancías no son más que trabajo humano cristaliza­
do posteriormente un desarrollo muy desigual, con do.» Así, el valor de cambio que produce un obrero
esferas de influencia también diferentes. El primero que trabaje diez horas será éste precisamente, lo
246 RAFAEL GAMBRA
HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 247
mismo trabaje en producir paños que carbón. A ese
precio de diez ñoras de trabajo lo venderá el patrón. ce una renta mediante el trabajo de otros. El ré­
Pero éste—el capitalista—como dice Marx—no paga gimen capitalista advino, a través de numerosas
al obrero esas diez ñoras de trabajo, sino sólo una circunstancias históricas, que Marx analiza con pro­
parte, cinco o menos; estrictamente lo necesario para lijidad: apertura de nuevas vías de comunicación
mantener esa actividad de diez horas diarias, es de­ con la improvisación de nuevos capitales y de nue­
cir, de acuerdo con la misma ley que determina el vos mercados, creación de los grandes bancos, com­
valor, «la cantidad de trabajo necesario para pro­ pañías de colonización, formación de los estados
ducir la fuerza de trabajo». Un ingeniero, por ejem­ modernos y de las deudas públicas, etc. Fenóme­
plo, sabe muy bien cuál es el valor de un caballo de nos todos que iniciaron la concentración de capita­
vapor, que medirá en kilogramos de carbón emplea­ les en pocas manos y la paulatina expropiación de
dos en producirlo. «Lo que caracteriza a la época los artesanos modestos. Pero el objetivo del capita­
-capitalista es que la fuerza, de trabajo adquiere la lismo tenía que ser la adquisición de esa mercancía
forma de una mercancía. Su valor se determina, única que tiene la virtud de engendrar la plusvalía;
como el de cualquier otra, por el tiempo necesario es decir, el trabajo a jornal.
para su producción.» «El tiempo necesario para la Era preciso, para ello, desvincular esa fuerza del-
producción de la fuerza de trabajo se resuelve en él trabajo de sus instrumentos de producción, privar
tiempo de trabajo necesario para producir los me­ al artesano de la pequeña propiedad y de la pro­
dios de subsistencia de aquel que lo ejercita.» Lo piedad comunal que lo protegía, suprimir la servi­
cual no es más que expresar en términos científicas dumbre y el régimen corporativo. Convirtiendo en
la vieja ley clásica de Turgot y Ricardo que se llamó libre el trabajo se brindaría al trabajador la coyun­
ley de bronce, según la cual los salarios tienden fa­ tura única de «venderse voluntariamente, puesto que
talmente a reducirse al mínimo necesario para la ya no le quedaría otra cosa que venderá. El artesano
subsistencia. Este excedente de trabajo que el capi­ qüe durante generaciones vendió sus modestos pro­
talista se apropia es lo que llama Marx plusvalía. ductos sin intermediario se vio un día en la alterna­
Para llegar a este régimen de asalariado en el que tiva de tener que venderse a sí mismo. La procla--^
unos hombres—los capitalistas—pueden disponer de mación de los Derechos del Hombre y de la libertad
esa maravillosa mercancía que produce el fenómeno de trabajo no fueron más que la expresión de la vic­
de la plusvalía, fue necesario un largo proceso, cu­ toria capitalista.
yos actos describe Marx en todo su dramatismo. El Desde este momento el interés del capitalista se
capital existía, sin duda, en la sociedad estamental centrará en aumentar el margen de la plusvalía, en
anterior al predominio de la burguesía, pero bajo que radica su beneficio. Todo el posterior desarrollo
una forma vincular en la que la mayoría dedos tra­ de la gran empresa industrial—la civilización capita­
bajadores poseían sus instrumentos de producción o lista-—irá dirigido a esa finalidad. Lo conseguirá por
se iban haciendo con ellos a lo largo de sus vidas. dos procedimientos: alargando en lo posible la jor­
Pero no existía bajo aquella forma que Marx llama nada de trabajó y disminuyendo el número de ho­
propiamente capital, que es todo aquello que produ- ras dedicadas a producir la subsistencia del obrero.
A este fin se tratará de emplear mujeres, o niños, de

I
HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 249

24 8 ■*Hf a e l gambra
cisamente de la ley de concentración. El desarrollo
manutención más económica, o se crearán econo­ incesante de la gran producción, ya bajo la forma del
matos de consumo, que abaraten para el obrero de maqumismo, exige la formación de grandes socieda­
des y trusts, en los que el capitalista es expropiado
la empresa los productos de primera necesidad. En por la superempresa internacional. Así se nutren por
fin, provocando superproducción, con las consiguien­ legiones las masas humanas, que con esa constante
tes crisis y paros, obtendrá el capitalista una cante­ concentración en pocas manos va haciendo entrar a
ra inagotable de aspirantes a obreros sin otra posi­ innumerables propietarios en el salariado. De este modo
ble exigencia que su material manutención. el capitalista trabaja por aumentar indefinidamente
La característica de la teoría económica marxista el número de sus enemigos natos: «la burguesía produce,
es presentar los motivos y la génesis del capitalismo ante todo, sus propios sepultureros».
no bajo el aspecto de una injusticia de origen bu- Paralelamente a este fenómeno, la superempresa
mano y moral, ni siquiera como un desdichado azar se transforma en sociedad por acciones, en la cual
o acontecimiento histórico, sino como la fase actual la propiedad individual se volatiliza en títulos y cu­
de una evolución necesaria. Aunque parezca para­ pones : se hace verdaderamente anónima, como dice
dójico, en esto radica la fuerza y la supervivencia la ley. La función de patronato y dirección, que era
del marxismo respecto a los demás socialismos de aneja a la propiedad, desaparece hasta del recuerdo;
su época. El capitalista obrando así no roba al obre­ el beneficio capitalista se manifiesta en toda su des­
ro ni hace cosa diferente de lo que podría hacer: nudez como dividendo separado de todo trabajo per­
paga la mano de obra a su justo precio, es decir, sonal y surgen dos tipos humanos bien distintos: el
según la propia teoría, a su verdadero valor de cam­ accionista parásito y el gerente asalariado.
bio. «La cosa es clara— dice— ; el problema está re­ El momento en que el proceso de concentración
suelto en todos sus términos: la ley de los cambios haya llegado a su término será el de la automática
ha sido rigurosamente observada: equivalente por expropiación socialista: de un plumazo todas las ac­
equivalente.» No es el capitalismo obra de los capi­ ciones de los capitalistas pasarán a nombre de la
talistas, sino éstos él producto humano de aquél. In­ nación sin que nada cambie, ni siquiera el gerente.
cluso reconoce Marx al capitalismo el mérito de Así, mediante la socialización de los instrumentos
haber roto un estadio de economía cerrada e inmó­ de producción—tierra, fábricas, capitales—, la pro­
vil dentro de la evolución económica general. piedad revierte a sus verdaderos dueños, los traba­
Pero, como queda dicho, su teoría de la plusvalía jadores otro tiempo expropiados, pero en una forma
se completa con lo que él llama ley de concentración nueva y colectiva. La expropiación socialista será,
o de expropiación forzosa. Según ella, el librecambio según Marx, la'última de la historia, porque no se
capitalista es, a su vez, una fase de la evolución eco­ hará en beneficio de una clase, sino de todas, y ad­
nómica, que está en trance de perecer por las. propias quirirá así una forrha definitiva.
e internas fuerzas de disolución. Frente a la idea Esta teoría estrictamente económica de Marx tiene
de los fisiócratas, para quienes el libre cambio era numerosos fallos teóricos, que la posterior evolución
la ley natural y definitiva de la economía, Marx no ha puesto de manifiesto: los mismos marxistas no
Otorga a éste más que un cometido transitorio é ines­
table, que se resolverá en el comunismo a través pre­
250 RAFAEL CAMBRA
HISTORIA.SENCILLA DE LA FILOSOFIA 251
la defienden hoy más que como teoría regulativa,
«dadas determinadas condiciones teóricas», y en su lo que necesariamente advendrá y las leyes cientí­
valor para la acción. Ante todo, contra la opinión de ficas que rigen el proceso. Este supuesto descubri­
Marx, el valor de cada producto no puede determi­ miento del secreto de la Historia y de su futuro des­
narse sólo por la cantidad de trabajo, supuesta su enlace es lo que expresa el materialismo histórico:
utilidad, sino por multitud dé factores, algunos de los medios y las relaciones de trabajo forman la es­
raíz espiritual y difícilmente precisable, como el gus­ tructura real de la sociedad y sobre ella se edifica
to o la moda. En segundo lugar, la ley de bronce o lo demás—ideas, sistemas, creencias-—, que cons­
de reducción al mínimo de los salarios que Marx he­ tituyen la superestructura y evolucionan con aquella.
reda como racionalista de la economía política clá­ «El molino a brazo—dice Marx—engendra la socie­
sica, especialmente de Ricardo, se ha visto desmen­ dad del señor feudal; el molino a vapor, la sociedad
tida por la realidad. Como es sabido, la gran expan­ capitalista o industrial.» En el prólogo a su Crítica
sión industrial posterior a Marx, principalmente la de la Economía Política expresa esta tesis en térmi­
norteamericana, se ha basado en salarios relativa­ nos más concisos y, a la vez, más moderados: «El
mente altos, que revierten en poder adquisitivo y modo de producción de la vida material determina,
abren nuevos mercados. En fin, el principio de con­ en general, el proceso social, político e intelectual
centración y expropiación automáticas tampoco se de la vida. No es la conciencia del hombre lo que de­
ha revelado como una verdadera ley. La socializa­ termina su manera de ser, sino que es su manera
ción de empresas se ha operado más bien por un de ser social lo que determina su conciencia.»
hecho revolucionario o por una ocupación militar Esta tesis tuvo en su tiempo una acogida y una
—países soviéticos o prosoviéticos—que por una evo­ difusión que rebasaron los límites del marxismo. El
lución normal, dado que en los países capitalistas ideal racionalista de alcanzar una explicación cientí­
es todavía muy vacilante y discutible, aun habiéndo­ fica, racional, de la realidad en todas sus sectores
se operado la formación de los grandes trusts o su- vio en esta teoría la posibilidad, sumamente desea­
perempresas. ble, de reducir el complejo e incierto mundo de la
y Pero esta teoría económica de Marx se incluye, historia cultural humana al concreto sector de la
como indicamos, en otra más amplia y vigente, que economía, susceptible de ser expresado en leyes sen­
es el materialismo histórico. Este—la llamada inter­ cillas y comprobables. La dialéctica de la Historia,
pretación materialista de la Historia—constituye la con su férreo eslabonamiento en tesis, antítesis y
sociología y la filosofía de la Historia marxistas. La síntesis, quedaría así revelado por la economía, y
diferencia fundamental que separa la teoría econó­ con ella el secreto para prever v dominar el futuro
mica marxista de los otros socialismos (Fourier, de la humanidad.
Proudhon...) es que éstos tratan de establecer un Con posterioridad a Marx la critica histórica, k>
deber ser en las relaciones laborales: deploran o mismo que las investigaciones etnológicas y antropo­
condenan lo que eh ese orden existe, y propugnan lógicas, han demostrado ampliamente la insuficien­
ün sistema de reforma social. Marx, en cambio, cia de la tesis materialista al otorgar al mito y a la
pretende descubrir lo que es, y, como consecuencia, creencia, en su sentido radical, una prioridad sobre
las mismas relaciones de producción y de trabajo,
252 RAFAEL GAMBKA HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 253

particularmente en la vida del primitivo, que es esen­ y el orden total de la realidad. Sólo con lograr la li­
cialmente mágico-religiosa. Sin embargo, el materia­ bertad del individuo y la espontaneidad del orden
lismo histórico ha pervivido, aun fuera del marxis­ social se alcanzará una feliz coincidencia.
mo, como un método de investigación más que como La tercera, en fin—el marxismo—, no reconoce
una teoría. Frente a la antigua historiografía mora­ una estructura trascendente al hombre (metafísica),
liza dora y providencialista (la Historia, maestra de pero sí una estructura dinámica, un conflicto entre
la vida), el materialismo histórico ha representado las condiciones reales en que se mueve el hombre de
en la crítica moderna una versión del principio gene­ cada época (estructura económica) y las ideologías
ral de economía del pensamiento (no expliques por e instituciones de la superestructura. El marxismo
lo más lo que puedas explicar por lo menos). exigirá entonces una operación radical sobre el cuer­
Pero, en fin, este círculo de ideas filosófico-histó- po social que consista en adaptarlo a la dialéctica
ricas de Marx (el materialismo histórico) se incluye materialista de la Historia, en sincronizar definitiva
a su vez en un círculo más amplio y, éste sí, de un y racionalmente la superestructurá con la estructura
influjo y una vigencia enormemente superiores a los real y su dinámica.
de los anteriores estratos ideológicos. Se trata de lo Según el mismo crítico, asistimos hoy a una di­
que podríamos llamar la concepción del Universo, solución—como actitud al menos—de la segunda de
o más bien la fe íntima, del marxismo. Si la teoría esas concepciones (la individualista), con la consi­
puramente económica de Marx no se ve mantenida guiente polarización de las actitudes en las otras
ahora ni aun por los maxistas estrictos, si del ma­ dos: cristianismo y marxismo. Quizá fuera más exac­
terialismo histórico sólo puede hablarse como su­ to decir que el marxismo es una prolongación o
puesto metódico, este estrato más profundo del mar­ cumplimiento de la segunda concepción, es decir,
xismo es hoy, en cambio, no sólo lo que mantiene del punto de vista racionalista transformado, a tra­
la coherencia del mismo, sino una actitud mental vés del hegelianismo, de su versión individualista a
difundida e infiltrada en sectores muy extensos, con­ su modalidad totalitario-socíalista. Así se enfrentan
siderablemente más amplios que el marxismo. Se dos actitudes radicales basadas en dos profesiones
trata de la fe en la posibilidad de la razón para orga­ de fe : la fe en Dios, en su ley y en su providencia,
nizar el mundo del hombre desde su raíz, para darle de una parte; la fe en la razón y en la organización
una nueva y definitiva estructura. socialista del mundo, de otra. Es en este sentido
Según un crítico marxista de la actualidad (V. Le- como se ha dicho que el marxismo es la fe de nues­
febvre) tres son las concepciones del Universo o las tra época, en cuanto que muchos espíritus, incons­
actitudes ante la vida que ha conocido el hombre cientemente a veces, se ven influidos de socialismo
moderno: la cristiana, la individualista o liberal y y adoptan una actitud socialista, organizativa ra­
la marxista. La primera, parte de un orden o jerar­ cional.
quía externos, objetivos, y establece los fines y nor­ La gran fuerza de la actitud marxista, lo que la
tinas de la conducta humana, los deberes del hombre. hizo predominar sobre las demás formas de socia­
La segunda se apoya en el individuo y supone una lismo y convertirse en un factor formidable de nues­
espontánea armonía entre la razón de ese individuo tro mundo actual fue su alianza con el cientificismo.
HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 255
25 4 RAFAEL GAMBRA
vivir un hecho inevitable—el condenado a muerte,
es decir, su pretensión de entrañar una visión cientí­ por ejemplo—■, puede, sin embargo, afrontarlo se­
ficamente averiguada, cierta, de la evolución econó­ rena o desesperadamente. El ideal ético de la anti­
mica de la sociedad. En virtud de ese supuesto, «el gua sabiduría fue la imperturbabilidad ante el ciego
comunismo ha de venir», no simplemente «debe acontecer exterior; el antiguo, que nunca pudo pen­
venir», y esta convicción científica presta al mar- sar en dominar el determinismo natural, aspiró, sim­
xista una reserva de seguridad incalculable, sólo plemente a afrontarlo conservando su libertad inte­
comparable con la fe del creyente. Pero el marxismo rior. Como fundamento metafísico último- de ésta
añade a esta certeza de lo que advendrá un llama- posibilidad, los epicúreos propusieron su ilógica teo­
. miento a la acción para facilitar o apresurar su ad­ ría del clinamen o ligera desviación de los átomos
venimiento. Tal es el sentido del «trabajadores de en su caer necesario. Lo mismo que un hombre que
todos los países, unios» del Manifiesto comunista. cae en el vacío no es libre de evitar la caída, pero
Tal el de las sucesivas reuniones de la Internacional, puede desviar ligeramente su cuerpo por un im-'
tal el de la acción del partido. pulso y caer en una o en otra postura, así los áto­
Sin embargo., aquí radica la gran aporía o dificul­ mos anímicos no son libres de someterse o no a las
tad teórica de la actitud marxista. ¿Cómo es posible leyes naturales, pero sí de adoptar una u otra actitud
conciliar una concepción determinista del acontecer moral.
universal en el que todo sucede según leyes científi­ La moderna actitud marxista ha buscado otra solu­
cas inquebrantables, con la libertad e indetermina­ ción a esa antítesis entre determinismo y libertad de
ción que suponen la voluntaria unión de los trabaja­ acción. La consciencia del determinismo universal
dores y su acción revolucionaria por un designio —la ciencia—abre al'hombre la posibilidad no ya de
común? separarse desdeñosamente de él como el sabio anti­
El mundo antiguo, en sus sistemas culminantes, guo, sino de poseerlo o dominarlo. El marxista es
atravesó por una aporía semejante. Para estoicos y consciente de las leyes necesarias económicas que
epicúreos el mundo estaba regido por un determinis- rigen la vida del hombre; lo es también del carác­
mo natural; todo acaece fatalmente según leyes in­ ter de superestructura emanada del orden económi­
soslayables. Sin embargo, epicureismo y estoicismo co que tienen las ideologías e instituciones de cada
son sistemas de moral que predican una actiud y un época. Pero cree que esta misma consciencia cientí­
comportamiento determinados en el hombre, en el fica le otorga el poder—por primera vez en la His-
sabio. ¿Cómo puede propugnarse una decisión libre toria-r—de adelantar esa formación de ideas e insti­
y una conducta consecuente dentro de un mundo tuciones poniéndolas de acuerdo, sincronizándolas,
donde todos y cada uno están determinados a mo­ con la evolución económica, es decir, con su ritmo
verse según leyes y designios superiores? Los anti­ y sus objetivos. De esta operación revolucionaria re­
guos intentaron resolver la aporía mediante la neta sultará el final de las luchas entre la estructura eco­
diferenciación entre el fuero interno de la conciencia nómica y la superestructura ideal: la justicia y la
y el mundo exterior, entre lo que depende de uno paz sobre la tierra.
mismo y la «varia fortuna» del acontecer exterior,
regido por leyes necesarias. El hombre que ha de
256 RAFAEL CAMBRA
HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFIA 257
Las dos últimas décadas han conocido, sin em­
bargo, una evolución importante en la ideología (y crear así una cultura nueva. El ariete para esa
la praxis) del marxismo. Se trata de la obra que el transformación será el Partido, voluntad colectiva
marxista Antonio Gramsci (1891-1937) escribió du­ y disciplina que tiende a hacerse universal. Su mi­
rante sus últimos años en las cárceles de la Italia sión será la infiltración en la cultura existente para
fascista. En ella se da una moderación de las tesis transformarla en otra nueva materialista, al mar­
rigurosas del materialismo histórico con fines más gen de la idea de Dios y de todo valor transcen­
bien tácticos. Para Gramsci las ideas y creencias no dente.
son simple emanación pasajera de la economía, Su arma principal será la lingüística (la gramáti­
sino que poseen una realidad que constituye la cul­ ca normativa) que penetre en el lenguaje coloquial,
tura en que cada hombre y cada pueblo vive in­ alterando el sentido de las palabras y sus connota­
merso. ciones emocionales, hasta crear en quien habla una
La idea propulsora del pensamiento gramscxano nueva actitud espiritual. Si se cambian los valores,
que la Revolución nunca se realizará verdadera­ se modifica el pensamiento y nace así una cultura
mente mientras no se produzca de un modo en cier­ distinta. El medio en que esta metamorfosis puede
to modo orgánico y dialéctico dentro de lo que realizarse es el pluralismo ideológico de la de­
Gramsci llama una cultura, que es lo que habrá que mocracia, que deja indefenso el medio cultural ata­
desmontar y sustituir al propio tiempo que se utili- cado, porque en ella sólo existen «opiniones» y to­
> za. Si la revolución brota de un hecho violento o de das son igualmente válidas. La labor se realizará
una ocupación militar, siempre será superficial y actuando sobre los «centros de irradiación cultu­
precaria, y se mantendrá asimismo en un estado ral» (universidades, foros públicos, medios de difu­
violento. El hombre no es una unidad que se yuxta­ sión, etc.) en los que, aparentando respetar su
pone a otras para convivir, sino un conjunto de in­ estructura y aun sus fines, se inoculará un criticis­
terrelaciones activas y conscientes. Todo hombre mo que les lleve a su propia autodestrucción. Si se
vive inmerso en una cultura que es organización logra infiltrar la democracia y el pluralismo en la
mental, disciplina del yo interior y conquista de propia Iglesia (que tiene en esa cultura el mismo
una superior conciencia a través de una autocríti­ papel rector que el Partido en la marxista), el éxito
ca, que será motor del cambio. La vida humana es será fácil. La democracia moderna será como una
un entramado de convicciones, sentimientos, emo­ anestesia que imposibilitará toda reacción en el pa­
ciones e ideas; es decir, creación histórica y no na­ ciente, aun cuando esté informado del sistema por
turaleza. De aquí el interés de Gramsci por el cris­ el que se está penetrando su mente.
tianismo al que considera germen vital de una cul­ De aquí la revolución cultural, meta principal del
tura histórica que penetra la mente y la vida de los actual marxismo, y movimientos como cristianos
hombres, sus reacciones profundas. Será preciso, para el socialismo y otros semejantes que jalonan
para que la revolución sea orgánica y «cultural», esto que se ha llamado la autodemolizione de la
adaptarse a lo existente y, por la vía de la crítica y Iglesia.
la autoconciencia, desmontar los valores últimos y
LA FILOSOFIA ACTUAL

CRISIS DEL RACIONALISMO

El tránsito del siglo xix al xx señalará la divisoria


de dos épocas en la historia de la cultura cuando
medie unár- perspectiva que permita apreciarlo, por­
que en esos años se inicia la crisis del racionalismo
como concepción del Universo y se extiende la duda
hacia üñ idealcultural que guiaba al pensamiento
desde hacía casi cuatro siglos.
Tres clases de hechos provocarán esta crisis del
racionalismo en la época que sigue al idealismo ab­
soluto de Hegel, hechos anómalos dentro de una ex­
plicación racionalista del Universo que provocarán
la aparición de un nuevo ambiente espiritual.
La primera de estas clases de hechos corresponde
al terreno puramente científico. Según la visión ac­
tual de la ciencia, el Universo material no es una
máquina que funciona con absoluta precisión, con
rigor causal, sino que existe cierta amplitud—inde­
terminación—en su modo de funcionar. Los fenóme­
nos naturales sólo son previsibles por procedimien-

I
260 RAFAEL GAMBRA HtSTORl A SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 261

to estadístico (aproximativo), pero no por determi­


nación rigurosa. Y esta contingencia o azar con que pío, si se halla en debidas condiciones de conserva­
ción, no varía con el tiempo. Si de todos modos lo
hoy aparecen enlazados los fenómenos físicos no es
hace, podemos decir en sentido figurado que ha en­
un defecto de nuestro conocimiento, sino un saber vejecido, pero en realidad sólo se ha .operado en
positivo. La mecánica cuantista, la indeterminación ella un proceso químico que podría—teóricamente ál
de Heisenberg, han puesto de manifiesto este con- menos—revertir, es decir, someterse a un proceso in­
tingentismo u holgura en el obrar de la naturaleza. verso, y retornar, sin variación alguna, al estado pri­
Por otra parte, la doctrina de la entropía —la progre­ mitivo. Si no hubiera un ser consciente que contem­
siva nivelación de las temperaturas— demuestra la ple estos hechos del mundo material no podría
irreversibilidad del tiempo cósmico y una finitüd del decirse que hubiera en él tiempo, sino sólo coexisten­
mundo en el tiempo, así como la teoría de la relati­ cia y sucesión.
vidad (Einstein) apunta a una finitud en el espacio. Am­ Cosa muy distinta acontece en la vida interior, es­
bas nos hablan de un Universo no infinito y nece­ piritual, en la duración que constituye la vida de
sario como el desarrollo de la Idea, sino concreto y cada uno. Aquí no es posible retomar a situaciones
limitado a unos datos existenciales. pasadas. El avance temporal y el paso del presente
Otros descubrimientos de parecida significación se a pasado es una categoría radical, insuperable. El
operaron en el terreno de la filosofía. El filósofo francés tiempo psicológico es irreversible. Soñamos a veces
Enrique Bergson (1859-1941) puso de manifiesto, sobre con volver a situaciones pasadas, con recomenzar la
ejemplos vivos, una concepción del tiempo radicalmente vida. Pero aunque todas las circunstancias exterio­
distinta de la que poseía el racionalismo. Para éste, la ra- res—sitio, compañía, ocupación—se reunieran una
dicalidad con que nos aparece la sucesión temporal es vez para colocamos en el ambiente pasado que año­
sólo un modo nuestro, imperfecto, de ver las cosas. rábamos, pronto comprenderíamos que ni nosotros,
A nuestra experiencia aparece el futuro como algo por ni los que nos rodean, somos ya los mismos. El
venir, incierto e imprevisible; el pasado, como algo con­ tiempo no ha sido para nosotros espectador de unos
sumado ya e irremediable; el presente, como algo fugaz, procesos reversibles, sino que ha constituido, en
casi inaprehensible, entre el pasado y el futuro. Pero el cierto modo, nuestra propia sustancia, la trama mis­
racionalismo no veía en estos tres momentos temporales ma de nuestro ser. En cada momento de nuestra
más que el despliegue necesario de la Idea, algo que en vida gravita todo el pasado, de forma que ese mo­
sí no encierra misterio ni radicalidad de ninguna clase. mento es una especie de condensación de la vida
Quien posea la Idea absoluta (o ciencia universal) verá to­ anterior, y el yo que en él actúa, un producto de la
do como presente, necesario y perfecto como los trámi­ experiencia pasada.
tes de un teorema matemático. En la vida del espíritu no se dan ésos hechos psí­
Bergson distingue dos modos diferentes de durar quicos aislados como átomos mentales, que suponía
los seres, dos distintas temporalidades. Una es la la psicología del empirismo y del.asociacionismo, sino
duración exterior del mundo de los cuerpos, en la que existe sólo una duración pura, un cambio sin
que el tiempo es un mero espectador que no penetra cesar, sin límite precisable entre un estado y otro.
en su realidad. Una sustancia química, por ejem- Los hechos psíquicos se funden y penetran de for­
262
HISTORIA SENCILLA DE L A FILOSOFÍA 263
ma tai que en el mas simple de ellos se relieja el
alma entera. La vida del espíritu puede compararse temática, la primera ruptura expresa con la concep­
con el incesante caer de una bola de nieve por la ción racionalista del Universo. Como precedentes
ladera de un monte, creciendo siempre, incremen­ concretos del sistema de Bergson debemos citar el
tándose al avanzar. pragmatismo del norteamericano William James
Este modo de durar—acumulativo e irreversible— (1842-1910) y del inglés C. S. Schiíler (1864-1937).
nos es íntimamente conocido porque es la propia du­ Para el pragmatismo o filosofía de la acción ( prag-
ración de nuestro ser. Como no existen átomos o ele­ ma), las ideas y la verdad misma no tienen otra en­
mentos discontinuos en el espíritu, tampoco cabe tidad ni sentido que su utilidad para la acción. Las
mensurar o tratar matemáticamente la vida psíqui­ mismas religiones son verdaderas en tanto resultan
ca porque es una evolución original hacia estados útiles para la vida humana y mientras ello sucede.
siempre diferentes en los que se puede hablar de Esta teoría es prolongada más tarde por el norte­
cualidad, pero no de cantidad. En esta evolución, en americano John Dewey (1859-1952), que mezcla las
fin, no domina la necesidad, sino la contingencia; teorías pragmatistas con una concepción de fondo
es un proceso siempre nuevo en el que el tiempo materialista.
tiene un sentido radical o, más bien, se identifica Junto a la figura de Bergson y dentro de esta co­
con él mismo. Según Bergson, para entrar en con­ rriente, es preciso referirse también a la del alemán
tacto oon la vida del espíritu en su ser auténtico, W. Dilthey (1833-1911), cuya interpretación del vita­
es preciso valerse de un modo de conocimiento di­ lismo ha ejercido una dilatada influencia, ha vida
recto, adaptado a la vida, que él llama intuición, es para Dilthey conexión de sentido y la vida indi­
porque la razón especulativa diseca la evolución sin vidual se articula con un contexto histórico en el
llegar a comprenderla. Bergson descubre, pues, en que consiste la cultura de los pueblos o naciones.
el ser que nos es más íntima e inmediatamente co­ El problema de la filosofía es para él la compren­
nocido—nuestro espíritu—una realidad contingente sión de la vida como unidad superior y explicativa.
y libre, que resulta inasequible para la concepción No se conoce por sólo la inteligencia, sino a través
racionalista basada en causas necesarias. Y él pien­ de todas nuestras facultades anímicas, por una es­
sa que la evolución contingente y siempre original pecie de connaturalidad con sla vida. Su teoría del
de la vida precede—es anterior—a la necesidad que tiempo ha influido, en mayor grado que la de Berg­
rige en el mundo exterior, porque, según él, la mate­ son, en el pensamiento de Heidegger y del existen-
ria con su obrar necesario es vida degenerada, soli­ cialismo. El eco del Dilthey se prolonga en el pe­
dificada. dagogo Spranger y en los filósofos de la Historia
Se considera a Bergson como el pensador más Oswald Spengler y A. J. Toynbee. Dentro de esta
profundo dentro de la filosofía vitaíista, de la que corriente puede incluirse también la figura del es­
había sido exaltado precursor Federico Nietzsche pañol José Ortega y Gasset (1883-1955), cuyo sistema,
(1844-1900) y que representa, con su descubrimiento llamado raciovitalismo, une a una concepción vitaíista
de la vida como un modo de ser original e irreduc­ temas racionalistas de origen neokantiano.
tible a las leyes y categorías de la ciencia físico-raa- Otro filósofo contemporáneo de Bergson—Fran-
cisco Brentano (1838-1917)—puso de manifiesto, con
HISTORIA SENCILLA DE L A FILOSOFIA 265
264 RAFAEL GAMBRA

cios interpuestos. La legitimidad de nuestro saber


éxito, una antigua teoría olvidada'del aristotelismo csrfibFlm aTcanzar en su nitidez eidética (o esen­
escolástico: si se examinan en sí mismos determi­ cial) aquello que la conciencia nos ofrece, sin inter­
nados hechos psíquicos, de un modo directo y sin pretarlo previamente como fenómeno subjetivo o
prejuicios, se descubre en ellos una característica como mero nombre colectivo, etc. Para llegar a las
que les es inseparable: lo que se llama su míengip- cosas mismas, a las puras esencias, propone Husserl
nálidad, es decir, la propiedad de referirse a algo, a un método encaminado a mostrar, precisar y escla­
’otra cósa distinta de ellos mismos, exterior al pen­
recer lo que cognoscitivamente nos es dado. Este
samiento. Una sensación visual de rojo, por ejemplo, método fenomenológico consta de varios trámites:
nos informa, en primer lugar, del color rojo como la epojé (abstención) histórica, por la cual se pres­
distinto de otro cualquiera, y, en segundo, de que se
trata de una realidad distinta de mí, independiente cinde de previas opiniones interpretativas; la reduc­
ción eidética, por la que se prescinde también de la
de mi pensamiento, el cual no hace mas que infor­
marme de ella. En cambio, un dolor, por ejemplo, existencia singular o individual del objeto en cues­
es una vivencia o hecho psíquico que tiene también tión para quedarse, en fin, con la pura esencia.
una cualidad determinada, pero que no se refiere a La experiencia filosófica descubre así en esta épo­
otra cosa, a algo distinto de mí mismo, sino que, ca, de una parte, una realidad contingente—irreduc­
por carecer de esa intencionalidad, me informa de tible a la necesidad del conocimiento científico—en
que sucede en mí mismo. De aquí se deriva la Jal- la propia interioridad de lo psíquico, y, por otra par­
sedad del idealismo, que suponía a los hechos psi- te, reencuentra la objetividad exterior de lo conoci­
nuic<)iTct)mo meros sucesos de la mente, porque mu- do, incluso las esencias puras, que habían negado
tíTa^^rñntaríarnente nuestra experiencia admitiendo los sistemas idealistas.
uno de sus datos y negando arbitrariamente otro. El tercer grupo de hechos que consuman la crisis
De la influencia de Brentano ha brotado una es­ del racionalismo corresponde al campo de los suce­
cuela filosófica llamada f enomenología (de fainome- sos históricos y políticos. Después de la Revolución
non, lo _c¡ue~apare.cel que mmtén ^ ^ jd y a r^ d g...las vi- francesa y de la instauración del régimen constitu­
vensias^^síqg^ggs^Jns^^mímas^imj^m^E^^en^ellas, cional y democrático se suponía haber acabado con
de un modo directo. jún nrocesQ de_ahstraccion. La el ambiente irracional de privilegios y luchas histó­
fenomenología-—cuyo fundador fue Edmundo Mus- ricas, para establecer el imperio de la razón, de la
serijo 1859-1938) en su gran obra Investigaciones lógi­ justicia y del orden. La consecuencia previsible hu­
cas—, ha constituido un biera sido una aproximación a la «era definitiva de
muy empleado en el pensamiento contemporáneo y cooperación y de progreso» de que nos habla Com-
también el pórtico déla restauración de la metafísica te. Sin embargo, la experiencia de los últimos cien
en nuestro siglo, a la que ñas referiremos más tarde. anos ha sido muy otra, cómo está en la conciencia
Según Husserl, la filosofía moderna está viciada de de todos. Las revoluciones interiores se han sucedi­
subjetivismo psicoMgico_v de nominairsmcr~~Es~ió im- do en los pueblos, y las guerras parecen cada vez
pjde a las ciencias—y, sobre todo, a la filosofía—lle- más generales y temibles; al mismo tiempo nuevas
gar a las cosas mismas libre de supuestos v de prejui- y desconocidas fuerzas de lucha y descomposición
O ____ _ |IT~|— ||TIÍ--,0 "T " nrn- ■■ 1 --
RAFAEL GAMBR4
266
HISTORÍ 4 SENCILLA DF 1 \ FT1 0 < í0 c í i 267
han aparecido en el subsuelo de la sociedad organi­
zada racionalmente, engendrando problemas de mi­ un amplio sentido, existencíaíisrno. ira taremos de
seria, de tiranía y de odio, que el hombre no sabe exponer en el próximo capítulo la génesis y natura­
cómo resolver o contener. El maqumismo, el poder leza de este movimiento típicamente contemporáneo
creciente del Estado, la masificación humana, son y de sus principales corrientes.
fuerzas absolutamente históricas—irracionales—que
el hombre no puede dominar, ni aun explicar con su
razón.
Estas tres experiencias han formado en la mente No sé piense, sin embargo, que todo en nuestro
del hombre contemporáneo una experiencia de con­ siglo han sido movimientos renovadores. El racio­
junto: no, la razón humana no ha llegado a domi­ nalismo y el espíritu cientificista de la época ante­
nar el mundo en que vive; pero, lo que es más gra­ rior se prolonga a lo largo del mismo, como no po­
ve, el mundo en sí no es dominable por la razón dría por menos de suceder, y da lugar a movimien­
porque su estructura más radical escapa a la com­ tos filosóficos de importancia, movimientos y escue­
prensión racional. En sí misma, la realidad en que las que tampoco dejan de contribuir—por acción o
vivimos no es racional, sino un algo existente, con­ por reacción—a lo que hemos llamado restauración
tingente, fáctico, algo que es así—y sobre lo que la metafísica de nuestra época. Son estos movimientos
razón puede operar parcialmente— , pero que lo mis­ el marxismo, que ya hemos examinado, y el neo kan­
mo podía haber sido de modo completamente dis­ tismo, que pudo considerarse la filosofía oficial en
tinto, con iguales posibilidades para la razón. lá Europa de comienzos de este siglo.
El hombre actual, que perdió en tiempos ya leja­ Hemos de distinguir entre la concepción filosófi­
nos la fe en una explicación sobrenatural o religio­ ca racionalista que pretende constituir a la ciencia
sa, ve fallar ahora la concepción racionalista que le como único saber posible, otorgándole una dimita-
había mantenido desde entonces. Ya no puede sen­ ción de alcance o posibilidades, y la ciencia misma
tirse dueño y centro—creador quizá—dé una estruc­ como saber empírico-matemático. La ciencia, con su
tura universal que se explica por sí misma y des­ prodigioso desarrollo en los últimos cien años y con
cansa sobre sí. Ahora vuelve a sentirse, como el hom­ sus espectaculares aplicaciones técnicas y terapéu­
bre que recupera el sentido tras un accidente, en un ticas, no puede dejar de constituir un legítimo or­
mundo extraño y desconocido, navegando en uno de gullo para el hombre moderno. Aunque al hombre
tantos planetas, sobre un mundo oscuro, quizá sin contemporáneo se haya planteado la crisis de la
sentido alguno; marchando en todo caso hacia me­ concepción racionalista del Universo, la ciencia mis­
tas ignoradas y desde orígenes también misteriosos. ma no podía dejar de aparecerle como el saber por
Este descubrimiento de la existencia, es decir, de antonomasia, el realmente eficaz y objetivo. De aquí
la contingencia o irracionalidad de lo que existe, la permanente tentación, sentida hasta nuestros días
constituye la experiencia fundamental del hombre de por un extenso número de pensadores, de convertir
este siglo. De aquí que, en el campo de la filosofía, a la filosofía en una mera reflexión sobre el saber
haya adoptado una actitud que puede llamarse, en de la ciencia.
Los neokantianos fueron en sus varias escuelas
268 RAFAEL GAMBRA HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFIA 269

(Marburgo, Badén) una genuina representación de tuvo una posición más abierta y comprensiva—no
ese modo de pensar que heredan de positivistas y estrictamente cientificista—y va a representar una
empiristas. Según ellos, la filosofía posterior a Kant apertura del movimiento heokantianó hacia la , filo­
se había perdido en abstrusas construcciones meta­ sofía de la vida y del ser. Pueden citarse como sus
físicas (el idealismo alemán) por entero alejadas de principales representantes a Windelband y Rickert
la realidad. Es preciso restaurar a Kant en sus de­ (1863-1936). Ellos no parten de un anáfisis del sa­
signios y en las líneas generales de su pensamiento. ber científico concibiéndolo como ciencia de la na­
¡Volvamos a Kant!, tal es el lema inicial de los mo­ turaleza o físico-matemática, sino que lo interpretan
vimientos neokantianos. en su sentido más amplio de cultura, entendiendo
Sin embargo, los neokantianos hacen una interpre­ por ella la realización histórica de valores. Tampoco
tación especial de Kant, en cuyo pensamiento intro­ para ellos es la Crítica de la Razón pura la esencia
ducen (al igual que los idealistas, pero en otro senti­ del pensamiento kantiano, sino más bien la Crítica
do) importantes modificaciones. Según ellos, Kant de la Razón práctica que abre un acceso al valor con­
no fue metafísico ni para él existe una intuición que cebido como un deber ser. El juicio verdadero, según
nos ponga en contacto con una realidad absoluta, ni la escuela de Badén, corresponde a una norma ideal
a través del conocimiento especulativo ni a través de ser, independiente del conocimiento mismo y de
del práctico. La cosa en sí no existe para ellos, es sus condiciones formales o categoriales.
sólo un supuesto explicativo en el pensamiento de Contemporáneos del neokantismo, y dentro de esta
Kant: el conocimiento consiste en el despliegue pro­ filosofía cientificista, son los intentos más famosos
gresivo de juicios, y no hay otro objeto real que el de estudiar la realidad espiritual (la vida psíquica)
resultado de esta actividad. Tampoco las realidades por los mismos métodos y procedimientos que em­
metafísicas (Dios, el alma) que Kant deduce de la plean las ciencias de la naturaleza, es decir, redu­
ley moral son para les neokantianos más que «ideas ciendo sus contenidos a fenómenos elementales efi­
regulativas», meros supuestos que carecen de toda cientes y mensurables. Se trata de una prolongación
realidad objetiva. La filosofía no es otra cosa que renovada del asociacionismo empirista que adopta
una teoría de la ciencia, y las Críticas de Kant tie­ ahora la modalidad llamada conducismo o behavio-
nen, en su sentido conjunto, el fin de mostrar la rismo ( behaviour, en inglés, conducta o comporta­
imposibilidad de toda metafísica. Ni el conocimiento miento). Esta escuela psicológica, cuyo principal teó­
teorético ni la ética necesitan de fundamento meta- rico es John Watson (1878-1959), renuncia a estudiar
físico: su sentido se agota pn el ámbito de las for­ los hechos psíquicos por introspección (observación
mas y las categorías. Este idealismo antimetafísico interior, subjetiva) para limitarse a explicar la con­
era para los neokantianos, especialmente para la es­ ducta o comportamiento exterior, observable por una
cuela de Marburgo—Cohén (1842-1918), Natorp (1854- pluralidad de sujetos, como acontece con los hechos
1924)—la justificación filosófica de la ciencia como físicos. Dentro de esta concepción psicológica han
único saber posible, producto de la actividad lógica sido famosas las teorías del ruso Pavtov (1894-1936),
del sujeto trascendental. que pretende explicar toda la vida psíquica por re­
La otra escuela neokantiana (la de Badén) man­ flejos inhibidos o condicionados, y la del médico
UNA NUEVA ACTITUD FILOSOFICA:
270 RAFAPr G A M flP A
EL EXISTENCIALISMO
vienes Segismundo r retid (it5:>6-iy3y), que xa explica
por complejos de la subconsciencia cuyo motor se
encuentra en la libido. El método creado por Freud
—el psicoanálisis—ha tenido una aceptación mucho
más amplia que su teoría general psicológica, y, de­
purado del exclusivismo causal de esa teoría, se
emplea hoy umversalmente en psiquiatría.

Se cita como precursor e iniciador de lo que hoy


llamamos concretamente existencialismo a un filóso­
fo danés: Soren Kierkegaard (1813-1855). Era éste
un hombre atormentado espiritualmente por algo
que él suponía un pecado de su familia que pesaba
sobre él, y también por el grave y amargo defecto
físico de ser jorobado. Lo concreto existente, el m odo
como cada hombre está agarrado a la tierra y a su
cuerpo, lo imperfecto y miserable del existir, tenían
que aparecerle con una viveza aguda y dolorosa.
Kierkegaard vivió en la primera mitad del siglo xix,
en los mejores tiempos de la burguesía liberal, cuan­
do la filosofía parecía culminar en la síntesis del
idealismo hegeliano. El asistió a las clases de Hegel,
el gran maestro de su tiempo, y oyó aquellas bri­
llantes exposiciones en que la realidad brotaba, ideal
y perfecta, del espíritu absoluto en el movimiento
de sus fases dialécticas. Todo ello le pareció esen­
cialmente artificioso y falso. Allí estaba junto a to­
dos, en todos, la verdadera realidad con su apremio
272 RAFAEL GAMBRA HISTORIA SENCILLA DE L A FILOSOFÍA 273

y su incertidumbre, con .su imperfección y su mise­ conciencia ensordecida, de espaldas a la verdadera


ria, con la muerte como fin irremediable. Los mis­ realidad. La angustia lleva en Kierkegaard a la bús­
mos filósofos que así hablan—dice Kierkegaard—- queda de Dios y a nuestra radical dependencia
emplean para consolarse en su vida categorías muy de El.
distintas de las que manejan 'en sus peroraciones Pero Kierkegaard pasó inadvertido en su tiempo.
solemnes. Todo en ellos es mentira e hipocresía, y la No fue más que una voz ahogada por el ambiente.
filosofía debe ser el campo de la verdad y de la since­ Nuestro Unamuno tuvo el gran mérito de haber vis­
ridad. La filosofía de aquella época correspondía es­ to con muchos años de anticipación la enorme sig­
trictamente, según el filósofo danés, al ambiente nificación que hoy todo el mundo le reconoce como
social que imperaba: la burguesía egoísta y codicio­ primera voz de una nueva actitud y de un gran mo­
sa, que vivía satisfecha en un mundo oficialmente vimiento filosófico. La filosofía de Unamuno está,
perfecto y libre, que ignoraba deliberadamente los en gran parte, trazada sobre motivos kierkegaar-
trágicos fenómenos del pauperismo, del desarraigo dianos.
de los humildes a su medio, de la esclavitud maqui­ El descubrimiento de la angustia, esto es, la per­
nista, que se iban engendrando a sus espaldas. cepción de la existencia y de la radical insuficiencia
Sólo una palabra tomaba, una y otra vez, a la de la visión racionalista, es la aportación fundamen­
mente de Kierkegaard cuando escuchaba a aquellos tal de Kierkegaard, que caracterizará como existen-
filósofos y vivía aquel ambiente: existencia. La exis­ ciatismo a la filosofía contemporánea.
tencia es como un dato radical, 3r se revela a todo El concepto de existencialismo puede entenderse
hombre que sinceramente piensa y vive por un sen­ de modos diferentes, según la mayor o menor ampli­
timiento que habita en el fondo de su conciencia: tud con que se lo tome. En un sentido amplísimo, es
la angustia. El hombre se angustia cuando ve lo que existencialista toda filosofía que admita y reconozca
hay y reconoce lo que del mismo modo podía no ha­ la existencia como~~aigo deferente de~T5~~‘éSeifcia.
ber, y la nada en que todo se sostiene. «La angustia ÉTñ^^ste sentido la filosofíá"^ntígu^^-Tá''‘escoIás-
surge—dice Kierkegaard—cuando el espíritu quiere tica son existencialistas, y deja sólo de serlo la filo­
poner la síntesis de todo y la libertad fija la vista sofía del racionalismo y del idealismo. En un sentido
en el abismo de su propia posibilidad y echa mano más concretó, dícese existencialista al pensamiento
de la finitud para sostenerse.» «Cuanto existe me que encuentra su punto.de partida y su motivo ins­
inquieta—dice en otro lugar—, desde el más diminu­ pirador en esa percepción de la existencia como algo
to mosquito hasta los misterios de la religión; todo dado, misterioso e irreducible a la esencia. Se ad­
se me hace inexplicable, misterioso, y yo mismo so­ vierte en él una intención negativa respecto del frío
bre todo.» esencialismo de lós sistemas racionalistas. En este
La angustia de Kierkegaard es, fundamentalmente, sentido, toda, o casi toda, la filosofía de nuestros
una angustia religiosa: vivimos sobre un universo días es existencialista, pero a muchos de los siste­
hecho libremente por Dios, pero nos entretenemos mas actuales la existencia les sirve sólo de punto dé
con el uso de nuestra razón, con el mundo social partida para buscar después úna trascendencia (un
que hemos creado, y vivimos artificialmente, con una ir más allá), sea en el terreno religioso o en el meta-
274 RAFAEL GAMBRA
HISTORIA SFNCILLA DE L A FILOSOFÍA 275
físico. Tal es el caso de Jaspers, de Berdiaeff, de Mar-
cel..., tal era el del propio Kierkegaard. Dasein es una palabra alemana que, por dtlicilmente
Pero puede entenderse en un tercer sentido, más traducible, se suele transcribir en todos los idiomas.
estricto, el existencialismo: el de aquellos sistemas Significa ser-ahí, y, en definitiva, se refiere al hombre
filosóficos para los que la existencia no es sólo el como arrojado a la existencia, ser que existe en el
punto de partida y el motivo inspirador, sino el cam­ mundo y actúa sobre las cosas, que tienen, ante todo,
po en que se moverán siempre, sin trascenderlo o el sentido de instrumentos del Dasein. La filosofía,
salir de él en ningún momento. Tal es el caso del según Heidegger, no puede ser más que una analítica
filósofo alemán Martín Heidegger y de varios fran­ e interpretación del Dasein. No es posible trascender­
ceses (Sartre, Camus, etc.), que se consideran como lo hacia un mundo idead o religioso porque todo género
lo más característicamente existencialista y el pro­ de ideas o de cosas se halla implicado, inserto, en él
ducto típico de la época actual. Uno y otros (él ale­ mismo.
mán y los franceses) representan, como veremos, las Este análisis del Dasein descubre, ante todo, la
dos caras de una filosofía que afirma sólo lo concre­ contingencia de su ser. El Dasein aparece inexplica­
to y existente, la existencia sin trascendencia. blemente en la realidad, sobrenada durante su vida
Heidegger (1889-1976) opina que la primera misión en el poder-no-ser, esto es, suspendido sobre la nada,
de toda filosofía es aclarar el sentido del ser, lo que y, entre sus muchas y fortuitas posibilidades, sólo
significa ser. Kant partía para su sistema de un aná­ una es necesaria: el morir. El Dasein es un «ser
lisis de la ciencia, de la posibilidad de los juicios para la muerte» (Sein zum Tode). Dentro de esta
en la ciencia. Pero Heidegger encuentra que la cien­ estructura fundamental en la que, según este análi­
cia es un hacer del hombre, es decir, algo que tiene el sis existencial, se mueve el Dasein, se registran dos
modo de ser del hombre que la hace. modos opuestos de actuar, de enfrentarse con la rea­
Más aún, ya desde Platón el hombre occidental, se­ lidad: la que Heidegger llama existencia inauténtica
gún Heidegger, no se somete al ser, sino que somete y la existencia auténtica. La primera—la inauténti-
el ser a sí mismo y lo reduce a representaciones has­ ca—es un entretenerse con las cosas, un entregarse
ta hacer del mundo imagen. Así, el hombre postpla­ a la trivialidad de las relaciones sociales o de los
tónico occidentat dice que conoce cuando posee e-vi­ placeres estéticos, un olvidar la profunda tragedia
dencia, es decir, visión, retrato, eidos. Esto consti­ de la existencia. La auténtica, en cambio, es un abra­
tuye, según él, un descarrío intelectual. El hombre zarse con la angustia, un vivir consciente de la tra-
preplatónico conocía en cuanto estaba atento al ser gicidad del existir, una presencia constante del desti­
(especie de unión intuitiva o mística), y el hombre no último de la existencia: la nada, a través de la
medieval cristiano conocía en cuanto que era y se muerte.
sentía criatura. Ni uno ni otro, Isegún Heidegger, re­ El existencialismo heideggeriano tiene una doble
dujeron el ser a la condición de objeto convocado a significación en la historia del pensamiento: por una
la presencia del hombre. parte constituye un reconocimiento del fracaso final
La realidad primaria, donde el ser se capta con su de la concepción racionalista e idealista, es decir, el
sentido original, es lo que Heidegger ilama el Dasein. descubrimiento de la contingencia y la finitud en el
ser que nos es más directa e inmediatamente cono­
276 RAFAEL GAM 6RA HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 277

cido : el JJasein. Pero de oirá, responde al postulado char la vida, que es sólo una, irreversible, sin repetición
general de la filosofía moderna, que exige al hombre posible ni sanción ulterior. Según Juan-Pablo Sartre
bastarse a sí mismo, no apoyarse en un mundo de (1905-1979), la existencia precede, es anterior, a la esen-
realidades superiores, en un orden sobrenatural. En cia. Es decir: las esencías7^1as~idéas y las teñí-fus son
resumen, esta filosofía concluye: «efectivamente, el coñstmida^i^r^liom ^cIB b^üés^elaexistencia y res­
hombre no es el absoluto esencial y centro de la pondiendo a ella. Él hombre es un ser que vive en perpe­
realidad que creyó el racionalismo, pero, aun contin­ tua-opción y que, actuando libremente, se construye a sí
gente y limitado, es lo único que existe, y tras de mismo y^se define, si, de acuerdo con Bergson, en cada
él nada hay». La analítica del Dasein conduce a una momento dé la vida del hombre actúa todo su pasado, si
situación de inexplicabilidad y de desesperación: la la personalidad se forma de lo que el hombre haya vivido
realidad es, simplemente, el hombre finito lanzado a en el proceso acumulativo e irreversible de su existir,
una existencia incierta y sin sentido, sosteniéndose habrá de concluirse que una actuación más intensa de­
sobre la nada, y abocado fatalmente a la muerte. terminará una personalidad más rica.
Existe para cada hombre, sin embargo, una posible La filosofía de Sartre pretende constituir lo que
salvación: aceptar la propia situación, dar un enér­ él llama «un ateísmo coherente». Según él, la filoso­
gico sí a los hechos y autoafirmarse por la acción y fía moderna suprimió la idea de Dios, o dejó de
por la lucha. apoyarse en ella, pero mantuvo, como colgados en el
Puede reconocerse una influencia de esta filosofía aire, los preceptos morales que antaño se suponían
en la actitud de la juventud alemana en las filas del mandatos divinos. Pero—dice Sartre—, suprimida la
nacional-socialismo durante la última guerra mun­ existencia de Dios, debe caer por su base la existen­
dial. Actitud desengañada, escéptica, respecto a valo­ cia objetiva de esos preceptos superiores, y su pro­
res universales, pero que, por un enérgico volunta­ pia filosofía es la llamada a consumar esta conse­
rismo, afirma y deifica su propia existencia colectiva cuencia lógica: sobre el hombre, y antes de su obrar
—la raza y él Estado germánico—, y se entrega deses­ concreto, ninguna ley ni ideología abstracta existe.
peradamente a una lucha de la que esperaba ver El hombre, en su actuar, lo crea todo, incluso su
surgir su propio ser y el sentido de su vida. propia moral. La única norma que, según Sartre,
He dicho que este existencialismo alemán consti­ debe presidir esta actuación creadora del hombre se
tuye sólo una de las dos caras del existencialismo. deduce de lo que él llama engageme.nt (compromi­
Es la aceptación de la contingencia y de la finitud, y so) ; el hombre debe entregarse, comprometerse, en
su superación por un vivir en presencia de la muerte: cada acción, en un actuar intenso, responsable y
filosofía de tragedia y de desesperación. El reverso, pleno de experiencias. Pero, al decidirse en una op­
en cambio, tiene algo de irreflexivo y hedonista: el ción y actuar, el hombre no sólo se compromete a
existencialismo interpretado por los filósofos y litera­ sí mismo, sino que compromete con su acción a los
tos franceses de la actual posguerra. Si no hay otra demás hombres; si me adhiero, por ejemplo, a un
cosa que la existencia concreta del hombre, sostenida sindicato socialista, afirmo con ese acto la validez y
y limitada—antes y despuéi^por~hr nad-a^da-conse- utilidad universal del socialismo; si me caso, afir­
mo implícitamente la conveniencia de la monogamia
HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 279
77P RAFAF.T
Existencialismo trágico y nihilista de Heidegger, o
y aei matrimonio como norma general. Si ennc 10 existencialismo activista de los franceses, fueron,
que hago y lo que pienso hay coherencia, es decir, oomo he dicho, el anverso y el reverso de una mis­
si mi pensamiento no contradice los supuestos im­ ma concepción y de una misma actitud ante la rea­
plícitos en mi acto, la acción es moral, se da en ella lidad. El hombre del Renacimiento, desvinculado vo­
Ja sinceridad, ei engagement o compromiso verda­ luntariamente de los cimientos religiosos y estructu­
dero. Y en este plano de coherencia o sinceridad rales en que toda cultura se asienta, creyó ver en el
puedo obrar libremente; al cabo, seré creador del racionalismo un asidero fundamentador: el ideal de
acto, de lá norma y de mi propia personalidad. Un un Universo qué se explica por sí mismo. Fracasada
actuar, un comprometerse intenso y siempre renova­ la concepción del racionalismo en la experiencia cul­
do será el secreto de mi autocreación y la posibili­ tural e histórica de los últimos años, el hombre se
dad de liberarme. encontró solo, con la angustiosa percepción de la
Se cita como característica del existencialismo de existencia y con u n conocimiento meramente aproxi-
Sartre esta frase suya: «El ateísmo tranquilo (de los mativo, historicista, de la realidad. Tampoco ahora
filósofos racionalistas) suprimió muy pocas cosas de se rinde: no renuncia a su ideal de emancipación, al
Dios: solamente su existencia; le queda al hombre imperativo moderno de «bastarse a sí mismo», y, en
de hoy suprimir lo demás para hacerse incinerar consecuencia, profesa la pura mundaneidad, esto es,
después de una vida de alegría.» Con estas sugeren- la vinculación del ser—del único ser posible—a esta
cias, y con un tono sexual muy acusado a lo largo realidad contingente y finita—efímera—en que esta­
de su obra (El Ser y la Nada), en que desarrolla la mos insertos.
idea de Camus «las verdades únicas de la carne», Ei hombre existencialista procura consolarse pen­
no es extraño que Sartre fuese vislumbrado por la sando que este realismo, atento sólo a lo práctico y
juventud de la última posguerra, ávida de experien­ eficáz y desentendido de todo género de normas e
cias y entregada forzosamente al momento presente, ideologías previas, es la actitud congruente con el
como el filósofo de su época y de su estado espi­ humanismo de la época presente, y la más conveniente
ritual.
para librarlo de trabas e impulsarlo. Pero se olvida
que la acción se ordena siempre a algo, es decir, que
sólo se da cuando existe un fin distinto de ella
En la primera mitad de nuestro siglo la mentali­ misma. Dentro de una concepción monista (que ad­
dad existencialista pareció penetrar todas las mani­ mite un solo ser) no se explica la acción, porque ca­
festaciones de la vida y de la cultura, como en la recería de término, de objetivo. Por eso los pueblos
época de Kierkegaard ocurría con el racionalismo. orientales eran esencialmente contemplativos, quie-
La «vida» y la «realidad» fueron estos años causa tistas. Por eso también en el monismo idealista de
inapelable: tpda teoría o normatividad para someter un Hegel no se explica ese proceso activo del espí­
a las conductas parecía anticuada; la biografía o vida ritu absoluto, porque si es absoluto no tiene motivo
de un hombre concreto ante situaciones reales inva­ ni fin para ese movimiento. Por eso también, el mo­
dió el campo de la novela o de la narración de te­ nismo de los existencialistas, que no admite más
sis, etc., etc.
280 RAFAEL GAMBRA
EL RENACER DE LA METAFISICA
realidad que esta concreta y material en que nos EN NUESTRO SIGLO
movemos, anula por sí mismo el dinamismo de la
acción al matar todo género de ideales, tensiones y
normas que sirvan de objetivo final a la acción. Pue­
de concebirse una actividad utilitaria en orden al
mero mantenfiniento vital, pero la vida sólo importa
mantenerla cuando tiene un sentido y una finalidad;
en caso contrario sobran los dos términos del proce­
so que se ordenan mutuamente: mantenimiento
y vida.

Paradójicamente, a través de estos caminos del


existencialismo y del marxismo tecnocrático, nues­
tra época—el siglo xx—ha venido a desembocar en
un pensamiento profundamente metafísico, en un
auténtico renacimiento de la filosofía. Este siglo—ha
escrito un pensador contemporáneo—será celebrado
porque en él, tras un largo eclipse, ha reverdecido
la metafísica.
Para llegar a término de este caminar histórico y
desembocar conscientemente en la actualidad inte­
lectual parece necesario una recapitulación sobre las
corrientes de pensamiento que en ella han actuado
y a los reflujos, a veces insospechados, por donde
esas corrientes han venido a plasmar en los gran­
des sistemas de hoy y en las actitudes que en el
presente se enfrentan con el porvenir.
El vitalismo y la fenomenología de principios de
siglo, penetrándose o completándose entre sí, dieron
lugar, en primer término, al existencialismo (Heideg-
ger, Sartre), al que ya hemos aludido, resaltando su
HISTORIA SENCILLA ÓE LA FILOSOFÍA "’ Sl
282 RAFAEL GAMBRA
La meditación ae Maree! comienza con el tema de
carácter de crisis o transición, y, a través de él, a la encarnación (el espíritu encarnado que somos
la nueva filosofía del ser (Scheler, Hartmann), que cada uno de los hombres). Las relaciones que guardo
es seguramente el fruto más maduro y prometedor yo con mi cuerpo no son las de ser ni las de tener:
de nuestro tiempo. Este retomo pleno a la metafí­ yo soy mi cuerpo, pero éste no se identifica con mi
sica enlaza con un renacimiento de la escolástica yo, tampoco puedo decir que tengo o poseo un cuer­
católica {neoescolasticismo), que es otra de las escuelas po. Esta misteriosa relación lleva a Marcel a plan­
filosóficas más señaladas de nuestros días. tearse la distinción entre problema y misterio. Pro­
El tema de la intencionalidad en Brentano, de ori­ blema es lo que mi inteligencia o mi conocimiento
gen aristotélico, y el método fenomenológico van a en general abarca, tiene o puede tener ante sí; mis­
ejercer una influencia decisiva en esa restauración terio es, en cambio, algo en lo que se está inserto, que
de la metafísica en nuestra época. Tampoco dejarán nos envuelve y compromete, y resulta imposible de
de contribuir a ella, cada una a su modo, por acción abarcar o tener ante sí. La aceptación del misterio
o por reacción, las otras corrientes examinadas: la es el principio de toda filosofía, y en ella se nos
noción de vida como temporalidad y conexión de revela la existencia del ser, algo radical e ignoto
sentido, de Bergson y de Dilthey; la concepción del que no puede comprenderse por reducción a eviden­
valor de la escuela de Badén; la misma situación-lí­ cias simples y racionales, como pretendía el carte­
mite de inhumanidad que ofrece el marxismo con su sianismo. La realidad que soy se me revela como ser
realización de un mundo guiado sólo por la razón in fieri, en tránsito (homo viator). En las relaciones
científica y la organización tecnocrática... que ese yo guarda con el tú en el diálogo, exterior e
La primera manifestación de esta que hemos lla­ interior—relaciones que son creadoras y autocreado-
mado nueva actitud filosófica del siglo xx la consti­ ras—, descubre Marcel la existencia de un Tú últi­
mo, inobjetivable y absoluto, que es Dios. La fide­
tuyó, como hemos visto, el existencialismo. Nos es ya
lidad personal y la esperanza que alimenta toda vida
conocida esta corriente desde sus precursores (Kier- humana me revelan el triunfo final del hombre en
kegaard) hasta sus últimos realizadores (Sartre), y Dios con la superación de la muerte.
apreciado en ella su significado de reacción antirra- La segunda manifestación de esta nueva actitud
cionalista, más útil como apertura a nuevos hori­ filosófica nos instala ya y nos adentra en una filoso­
zontes (religiosos o metafísicos) que como contenido fía metafísica del ser. Dos grandes nombres, alema­
de un sistema propiamente tal. Dentro de ella debe­ nes ambos, hay que destacar en esta posición: el de
mos aludir, sin embargo, a un pensador contemporáneo Max Scheler y el de Nieolai Hartmann.
cuya significación religiosa, católica, le ha llevado a Max Scheler (1874-1928) enlaza en su pensamiento
un punto filosófico intermedio entre el existencialis­ con la fenomenología de Husserl, de quien puede
mo de que partió y la nueva corriente metafísica a considerarle continuador, aunque reciba también in­
que luego nos referiremos. Se trata del francés Ga­ fluencias de Nietzsche y de Bergson. Escritor suges­
briel Marcel (1889-1973), cuyo pensamiento, un tanto tivo y apasionado, toca constantemente temas huma­
asistemático y disperso, ha llegado a contarse entre nos—morales, religiosos, políticos—al hilo de su pen-
los más influyentes de la época contemporánea.
284 RAFAEL CAMBRA HISTORIA SENCILLA DE L A FILOSOFÍA 285

sámieíito. Espíritu profundamente religioso— y aun de que un sujeto que conoce y comprende un ob­
católico convencido en su época de plenitud creado­ jeto, un ser, puede, sin embargo, permanecer ciego a
ra— , supo desmostrar el fondo de resentimiento y ne- su valor; valor que resulta, en cambio, patente para
gatividad que encierran los sistemas racionalistas y otro sujeto que no conoce el objeto ni lo comprende
laicistas (filantrópicos) de los dos siglos anteriores. más que aquél. Puede un hombre ver una catedral
Distingue Scheler tres clases de saberes en el hom gótica, por ejemplo, comprender perfectamente cuán­
bre. el sabeiLinduc/ivo. propio’ cfc las ciencias positi­ tos problemas arquitectónicos incluye el gótico, pero
vas, que se mueve por el instituto de dominación y no percibir, en cambio, la belleza de la obra o no
utilidad; el-sab»»!? Hp pcpftripc- que surge del espíritu experimentar ante ella los sentimientos de devoción
.deurontemplación. desinteresado, cuyo objetosonTas' o de exaltación religiosa que provoca en un creyente.
~reabda3es a priori, v elsaber metafísico o de salva- Otro hombre a su lado, quizá con una menor com­
ción, que surge de la coniuncTóñ de los otros dos sa- prensión de la realidad del templo en cuestión, vive
^iSercs y se pregunta por el ser y destino deTTiQinbre en cambio dentro de sí los valores religiosos o los
así como por el sentido de cuanto es. "MaFScHeterdla- valores estéticos para los que el primero era ciego.
ma a priori (objeto del saber de esencias) a todas Los valores, en el caso del primer contemplador, no
aquellas unidades significativas (esencias, proposicio­ podrán serle explicados, porque no se trata de una
nes, estructuras) que se dan con independencia de comprensión intelectual, sino de una intuición o
toda existencia o «posición» por parte del sujeto que contacto directo, emocional, que nada tiene que ver
las piensa. Y no existe, según él, sólo un a priori cog­ con el conocimiento sensible ni con la intelección del
noscitivo, sino también un a priori emocional, un objeto.
orden del preferir o del amor, inaccesible al puro Una vez determinada la realidad del valor y el ca­
conocimiento, pero que un análisis fenomenológico rácter intuitivo y emocional del acto por el que se
nos descubre a través de una peculiar referencia capta, intenta- Scheler clasificar jerárquicamente
intencional. el complejo mundo de los valores, esa mitad de la
Esto lleva a Scheler a admitir en la realidad, jun­ realidad que la axiología supone haber descubierto.
to al ser que se capta por el conocimiento sensible Los valores se intuyen en su propio rango o jerar­
o intelectual, el valor, realidad ideal sui generis que quía, y tal jerarquía llega a determinarse mediante
se capta por una intuición emocional, cuyo acto es varios criterios para la estimación de los mismos
la estimación. Las cosas, además de ser, valen; y el (su estabilidad, su difusibilidad, su fundamentación
valor (utilitario, estético, moral, religioso, etc.) es teleológica, la profundidad de su satisfacción...). El
aquello que les hace valer, esto es, poseer la calidad grado inferior de los valores es el del sentir sensi­
de bienes. Bien es, en el lenguaje de Scheler, el ser ble: valor de lo agradable y contravalor de lo des­
que posee un valor, el ser valioso. Por este camino agradable. Le siguen en dignidad los valores vitales
se constituye este autor en el principal teórico de la o biológicos: valores de la salud, de la fortaleza, de
doctrina de los valores o axiología, corriente muy la agilidad; contravalores de la enfermedad, de la
característica de la filosofía actual. La existencia del debilidad, de la torpeza. Por encima de éstos, los
valor se demuestra, para los axiólogos, por el hecho valores espirituales, no vinculados a la materia: va-
'«Sfí RAFAEL GAMERA
HISTORIA SENCILLA DÉ LA FILOSOFÍA 287
jor lógico de ia vera.au, con coa iravalor ae la fal­
sedad; valor estético de la belleza, con su contrava­ el ser, como una relación real de ordenación de
lor de la fealdad, y, por encima de todos, el va­ unos seres hacia otros, en virtud de la ley general
lor religioso■de lo santo, al que se opone el de lo de armonía que preside al Cosmos y hace a unos
impío. Desde el punto de vista del sujeto que los seres perfeccionadores de otros y valiosos, por lo
posee, los valores se dividen en valores de persona mismo para ellos.
y valores de cosa. El valor moral es eminentemente Pero la figura en quien culmina esta línea de pen­
valor de persona: la bondad se dice primariamente samiento metafísico es la de Nicolai Hartmann (1882-
de la persona que lo es, y secundariamente de los 1950), cuya construcción filosófica, de un sobrio cla­
actos que realiza: es buena moralmenté la persona sicismo, procura apoyarse siempre en evidencias con­
cuyo preferir se acomoda a la jerarquía de los va­ cretas y en análisis penetrantes. Influye en él, sobre
lores. Incluso los valores de cosa (la utilidad de un todo, Aristóteles, pero su pensamiento recoge y pro­
objeto, la belleza de un paisaje) son realizados por longa la fenomenología de Husserl y la teoría de los
la persona. De aquí que la persona se defina por los valores.
axiólogos como el sujeto portador y íealizador de Según Hartmann, el conocimiento y la ciencia se
valores. enfrentan desde su origen con el ser: todo pensa­
La axiología tiene también—como el existencialis- miento, por ser intencional, es pensamiento de algo,
mo-—un cierto carácter de reacción. Casi desde el y ese algo supone el ser trascendente, extrasubjetivo.
origen del racionalismo moderno había aparecido la La vida misma, esa actividad original que no se
tendencia de separar netamente los juicios de ser de explica mecánica ni finalísticamente, supone la me­
los juicios de valor. Los juicios de valor se conside­ tafísica. El positivismo y el idealismo han negado
raron extracientíficos y se interpretaron como meras esa raíz metafísica que persigue todo conocimiento
reacciones subjetivas, ajenas a la realidad misma que mediante argumentos falaces y prejuicios que muti­
es el ser’ indiferente, objeto de la ciencia físico-mate­ lan tanto la realidad como el conocimiento. Entre
mática. (Recuérdese Locke, pág. 207.) La realidad ellos, el llamado «principio de conciencia» (el ob­
toda, según el cientificismo racionalista, podría re­ jeto del conocimiento está en la conciencia—en mí—
ducirse a un sistema de átomos regido por leyes y no puede ser en sí); o el principio mecanicista,
matemáticas: la cualidad y el valor serían modos según el cual el sentido y el valor de las cosas se
subjetivos de reaccionar ante lo real. La filosofía ac­ comprenden sólo en y a través de una subjetividad y
tual vuelve por la objetividad del valor, y vuelve por la existencia de ésta. Sin embargo, aun admi­
de un modo tan radical que llega a constituirlo en tiendo la trascendencia del fenómeno (su «ir más
algo independiente del ser, especie de realidad ideal allá» del conocimiento) cabe aún la duda de que
(de tipo platónico) que vale por sí misma: tal es el exista algo realmente en sí que justifique la metafí­
sentido de la teoría de los valores o axiología en sica. Y son lo que Hartmann llama actos emotivo-
nuestro tiempo. La filosofía áristotélico-escolástica trascendentes los que, según él, nos ponen en con­
no veía necesidad de esta disección de la realidad tacto inmediato con el ser real en su resistencia re­
en ser y valor, sino que fundaba el valor (el bien) en veladora de su sustancialidad, de su carácter en-sí.
En estos actos distingue Hartmann los emotivo-re-
288 RAFAEL CAMBRA HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 289

ceptivos, como vivir, padecer, e tc ; los emotivo-pros- real, dedica Hartmann un detallado análisis en ra­
pectivos, como la ansiedad, la curiosidad, etc.; los zón de que es el que directa y constitutivamente in­
emotivo-espontáneos, como desear, actuar, etc. En teresa al hombre. Distingue en el ser espiritual tres
todos ellos el sujeto «choca» con la realidad como formas o modos de ser: el espíritu personal, el es­
tal ser-en-sí. Especialmente en mi relación con los píritu objetivo y el espíritu objetivado. Los dos pri­
demás, la carga entitativa de la persona me aparece meros son los que llama Hartmann espíritu vivo.
como el contacto de dos absolutos. Estos actos, aún Son sus características el ser real, individual (o in­
más que los de puro conocimiento, nos enfrentan dividualizado), existente y temporal. El ser espiri­
con una conexión total de vida, y nos sitúan dentro tual vivo (seres espirituales singulares o realizacio­
de ella. De aquí que, frente a Descartes, proclame nes objetivas vivas, como el espíritu de un pueblo)
Hartmann que la vivencia de una realidad exterior es proceso, es decir, ser temporal acumulativo e irre­
tiene el mismo carácter inmediato que la experiencia versible. Es inespacial aunque vinculado a un espa­
interna del Yo. cio, es decir, depende del ser corporal (espacial) al
La ontología de Hartmann distingue cuatro esfe­ que maneja, con la misma- relación e independencia
ras dentro del ser, y diversos niveles dentro de cada del que domina respecto a las realidades dominadas.
una de ellas. Dos de estas esferas son primarias u Es también actual, vertido hacia un instante siem­
originales: el ser real y el ser ideal (esencias, valo­ pre presente. Es, en fin, persona, modo de ser del
res, entes matemáticos). Contra Platón opina que el individuo espiritual (racional y libre) que, como todo
ser ideal es inferior al real, ya que éste es el ámbito concreto modo de ser, no puede definirse conceptual­
de lo esenciable. Las otras dos esferas son deriva­ mente, sino sólo describirse.
das o secundarias: la esfera del conocimiento y la Característica del espíritu es su difusibilidad: los
esfera lógica. Cada una de estas esferas del ser se productos del espíritu personal se objetivan en ex­
da en diversos niveles de profundidad y complica­ presiones que se desvinculan así del sujeto que los
ción. Así, en el ser real encontramos: la materia, la creó y se transmiten de unos a otros espíritus for­
vida, la conciencia y el espíritu; en el conocimiento: mando una realidad espiritual objetiva (el espíritu
la percepción, la intuición, el mero conocer y el sa­ de un pueblo, de una civilización, etc.) que tiene las
ber-; en el lógico: el concepto, el juicio y el racioci­ mismas características del espíritu vivo de las per­
nio. Cada nivel incluye-virtualmente las perfecciones sonas singulares. Este espíritu objetivo no es, sin
de sus inferiores. Completa Hartmann esta división embargo, sustancia ni totalidad prevalente frente a
del ser con lo que titula Esquema de categorías que las personas concretas (en oposición a Hegel y los
rigen el mundo real. Dentro del mundo enuncia dos totalitarios). En fin, llama Hartmann espíritu obje­
leyes, muy reales y luminosas, a las que responde el tivado a los productos del espíritu vivo en cuanto
ser en sus diversos niveles y esferas: la ley-de fuerza perdurables y materia posible de conocimiento exte­
(lo inferior es más fuerte que lo superior) y la ley rior y de ciencia.
de libertad (lo superior es más libre o autónomo que Merecen también destacarse dentro de esta co­
lo inferior), rriente metafísica, con sus variantes de personalis­
Al ser espiritual, ese más alto nivel dentro del ser mo y axiología, al inglés A. N. Whitehead (1861-1947),
FILOSOFIA CIENTIFICISTA
RAFAEL CAMBRA
290 Y ESTRUCTURALISMO
que inició sus pasos en el cientificismo de Russell,
pero llegó más tarde a una metafísica de fondo a la
vez dinámico en cuanto al ser de este mundo y pla­
tonizante en cuanto al deber-ser de las esencias idea­
les; y también a los autores de la corriente espiri­
tualista francesa, particularmente a Louis Lavelle
(1883-1951) y René Le Senne (1882-1954). En España
debe citarse, como influido por la teoría de los va­
lores, a Manuel García Morenie (1888-1942), y a los pro­
fesores Javier Zubiri (1898-1983) y Leopoldo-Euíogio Pa­
lacios (1912-1982), autores independientes de inspiración
aristotélico-escolástica, no ajeno el primero a la influen­
cia de Heidegger y de la fenomenología, ni el segundo a
la de Schopenhauer.
Paralelamente con la restauración de la metafísi­
ca, cuya inspiración aristotélica se hace patente des­
de Brentano hasta Hartmann, recobra nuevo vigor Hemos dicho que la ciencia físico-matemática y
en nuestra época la filosofía escolástica, particular­ la concepción positivista han seguido ejerciendo una
mente el tomismo. Bajo su inspiración surgen figu profunda sugestión sobre la filosofía contemporá­
ras de expositores y continuadores que aportan pun­ nea. Ello va a dar -lugar a una corriente paralela a
tos de vista luminosos a la actual problemática filo­ esta renacida filosofía metafísica que podríamos ti­
sófica, hasta ser hoy considerados como una de las tular filosofía cientificista. En esta línea, que inspiró
grandes escuelas de la filosofía contemporánea. Ci­ años atrás el neokantismo, aparecen ahora dos es­
temos los nombre del cardenal Mercier (1851-1926), gran cuelas de amplias pretensiones sistemáticas: el neo­
impulsor de la neoescolástica a través de la Universidad rrealismo y el neo positivismo.
católica de Lovaina; a Sertillanges (1863-1948), a Garri- La gran figura del neorrealismo es el inglés Ber-
gou-Lagrange (1877-1970), a Gilson (1884-1978), a Grab- trand Russell (1873-1970). Espíritu de incisiva agudeza
mann,(t 875-1949) y Maritain (1882-1974). En España, des­ intelectual, ha sido uno de los pensadores más po­
pués de la extensa y luminosa recopilación del pensa­ pulares y leídos en los últimos tiempos. Aunque es­
miento hispánico—ortodoxo y heterodoxo—que realizó trictamente naturalista y racionalista, sus teorías
Menénáez Pelayo (1856-1912), han de destacarse Gómez encierran una aportación al nuevo pensar metafísi-
Izquierdo (1870-1930), Angel Amor Ruibal (1869-1930) y co: la refutación del idealismo de los empiristas in­
el dominico P. Ramírez Dúlanio (1891-1966), por no citar gleses. Esta concepción superadora la recibe de
a otras figuras universitarias o eclesiásticas, cuya obra G. E. Moore, cuya obra principal lleva precisamente
está todavía en pleno desarrollo. ese título (Refutction of idealism), y determinó el
título mismo de su sistema (neorrealismo). Según
292
RAFAEL CAMBRA HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 293

ambos autores, el idealismo afirma que no conoce­ La otra escuela naturalista—-el neopositivismo—
mos más que hechos de conciencia (ideas), y que no nació hacia 1929 del llamado «Círculo de Viena»,
podemos salir de esa experiencia; pero esto se debe qüe agrupaba a diversos pensadores y científicos, en­
a la confusión entre los dos sentidos que tiene la tre los que destacan R. Carnap (1891-1970) y H. Rei~
palabra idea: hecho psíquico y realidad conocida chenbach (1891-1953). Se ha dicho de él que consti­
(en su forma universal). Pero el acto de conocimien­ tuye el eco último—y también la exacerbación—dél
to consiste precisamente en una captación inmedia­ espíritu cartesiano de rigor y de confianza en la ra­
ta de la realidad exterior. zón a través de la experiencia y la demostración
B. Russell cultivó en su primera época las mate­ científicas. Los neopositivistas hacen suyo el atomis­
máticas (Principia mathematica) que le aparecían, mo gnoseólógico de Russell, que ve la experiencia
como a todo racionalista, el ideal cognoscitivo y el como un conjunto de datos objetivos, meras relacio­
fondo regulador de la naturaleza. En su segunda nes externas sin conexión en verdaderas sustancias.
época evoluciona en un sentido estrictamente empi- No existe para ellos más origen de conocimiento que
rista o sensista. La filosofía, para él, no debe ser más la sensación, que no es interpretada en el sentido
que una teoría de la ciencia y le están vedados otros subjetivo o inmanente de los primeros emp'iristas,
datos o accesos a la realidad que los suministrados sino como apertura a la realidad exterior. El único
por el conocimiento científico. La filosofía sólo sirve saber legítimo y progresivo es, por eso mismo, el de
para relacionar los conocimientos científicos y ayu­ la ciencia físico-matemática (tesis renovadora del
dar a su progreso al orientar así sus temas de inves­ positivismo), cuya característica es la verificabiíidad
tigación; Si bien el conocimiento nos pone en rela­ o posibilidad de ser comprobada experimentalmen­
ción con el mundo exterior, no conocemos la mate­ te. El sentido o verdad de las proposiciones radica
ria internamente (la sustancia), sino sólo los sensi­ en su verificabiíidad, y ésta ha de ser-Ínter subjetiva
bles por los que se nos manifiesta y sus relaciones (tesis de los behavioristas). La filosofía no puede ser
exteriores. El mundo no es para Russell más que un otra cosa para los neopositivistas que una reflexión
conjunto de datos sensibles que enlazamos lógica y sobre el lenguaje científico, concebido éste como ex­
matemáticamente. Esta concepción antisustancialis- presión lógica de las conexiones físico-naturales. La
ta o sensista recuerda al fenomenismo de Hume (pá­ lógica no es para esta escuela una mera elaboración
gina 210), pero se diferencia de él como el realismo relacionante postérior a la experiencia, como era
del idealismo: no se trata aquí de fenómenos psíqui­ para los empiristas, sino que las leyes y estructuras
cos, sino de datos sensibles reales. La moral de Rus­ lógicas poseen para ella un carácter absoluto y a
sell, en fin, puede recordar a la de Lucrecio en la priori respecto a la experiencia, aunque en sí mis­
Antigüedad: si no somos más que una partícula de mas son vacías y tautológicas (incapaces de produ­
un Universo material—o, más bien, de un inmenso cir ciencia alguna). Su sentido es elaborar un len­
sistema relacionante de datos sensibles—r el ideal guaje que sirva ai análisis científico como estructura
de vida se cifrará en un grato y suave vivir atem­ y vehículo de sus investigaciones. Con este fin re­
perado por una cierta filantropía favorable al des­ claman los neopositivistas la elaboración de una
arrollo de la democracia. lógica científica y de un metalenguuje universal.
294 RAFAFl OAWtRA.
HISTORÍA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 295
Reichenbach, en una elaboración posterior de la
doctrina, somete a crítica la identificación de la ve- da estriba en una reacción común contra el espí­
rificabilidad intersubjetiva con el estado de certeza ritu analítico y disociador que compartían las cien­
absoluta. Tal certeza es para él inasequible, y el cien­ cias y la filosofía de los siglos precedentes —inicia­
tífico ha de conformarse con una suficiente proba­ do por Descartes y el empirismo— , que culminó en
bilidad. El sentido de una afirmación estriba enton­ la psicología asociacionista de un Condillac con su
ces en que resulte posible verificar su probabilidad. pretensión de explicar la vida psíquica por una me­
Esto permite a Reichenbach superar el idealismo, cánica de sensaciones o «ideas simples» concebidas
no sólo hasta la admisión del conocimiento de datos a imagen del átomo en las ciencias físicas. En este
sensibles objetivos (como Carnap y los otros neopo- sentido la teoría de Bergson, la gestaltpsichologie
sitivistas), sino hasta la admisión de sustancias o (psicología de la forma), la sociología formalista
cosas, tesis que reconoce meramente probable, pero (Von Wiesse), etc., serían precedentes del estructu-
más admisible y eficaz que cualquier otra ralismo o se situarían dentro de su línea.
Las corrientes cientificistas que hemos examina­ La figura culminante de esta corriente es el fran­
do, aun contando con estas aportaciones para un re­ cés Claude Lévi-Strauss (n. 1908), cuyas obras Estructu­
torno al realismo, continúan representando—-al igual res elementales del parentesco (1949), Antropología es­
que el marxismo—una prolongación del racionalis­ tructural (1958) y El pensamiento salvaje (1962) son
mo antimetafísico del siglo pasado, y se mantiene hoy universalmente conocidas. Aunque de alcance
en oposición, más o menos terminante, con la rena­ incierto e intención evasiva, la obra de Lévi-Strauss
cida filosofía metafísica de nuestros días. pretende la amplitud de un verdadero sistema filo­
Con base también en las ciencias particulares es sófico. La primera inspiración para su obra le ad­
preciso referirse a un movimiento filosófico que vino de los estudios lingüísticos, concretamente de
quizá haya llegado a ser el más característico de la llamada fonología de Jakobson y Trubetzkoy, que
los últimos veinticinco años. Se trata del estructu- culminarían en el Curso de Lingüística General de
ralismo. Fernando Saussure.
Es opinión frecuente que no se. trata de un siste­ Este método intenta reducir cada idioma a un
ma, sino sólo de un método general de investiga­ número lo más reducido posible de fonemas (uni­
ción —al modo de la fenomenología—, y que su dades del sistema fonológico de un lenguaje, dis­
repercusión en la filosofía es meramente como fac­ tintos de los meros sonidos, que son sus realiza­
tor coordinador o relacionante. ciones fonéticas varias) que observan entre sí una
Cabe señalar un aspecto común en el origen en interdependencia funcional o estructural a través
las diversas investigaciones estructurales, cuya ín­ de oposiciones significativas. Por modo tal que el
dole y objetivos son por lo demás bien diferentes sonido que no guarde una relación con su opuesto
(investigaciones lingüísticas de Jakobson o cte Saus- sale fuera del sistema fónico de una lengua. En
sure; histórico-culturales de Foucault; de exégesis esta estructura oposicionál se encuentra la clave
marxista de Althuser; psicoanalíticas del Dr. Lacan; significativa de un idioma. Su estudio profundó no
etnológicas de Lévi-Strauss). Este punto de parti- es así diacrónico (temporal o etimológico), sino sin­
crónico, estructural. Cada lenguaje determina en
296 RAFAEL GAMBRA HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 297

su estructura profunda el ámbito de úna cultura temáticas. En este sentido ha. dicho Lévi-Strauss
—incomunicable para las demás—, que es toda una que Wagner fue el padre del análisis estructural
interpretación de lo real, y se concreta en las hablas de los mitos.
particulares y evolutivas de cada grupo y cada hom­ El análisis estructural de Lévi-Strauss pretende
bre. El análisis estructural de los mitos y de los interpretar el pensamiento primitivo o de los pue­
cuentos, reductible a un sistema de nociones muy blos salvajes como un intento coherente y original
corto, revela el esquema estructural y significativo de explicar el mundo. Los mitos no simbolizan he­
de una lengua y una cultura. chos históricos remotos como siempre se ha pre­
Aquí es donde el sistema de Lévi-Strauss rebasa tendido, sino que revelan la lógica natural que rige
el análisis del lenguaje para —a través de otras el pensamiento inconsciente de los pueblos primi­
fuentes e influencias— elevar un descubrimiento o tivos. El salvaje se plantea, como el filósofo, el
una idea de ámbito reducido a toda una clave cul­ problema de recomponer sistemáticamente el mun­
tural y filosófica. Tendencia ésta que hemos obser­ do tras descomponer en elementos el caos de cua­
vado reiteradamente en el pensamiento moderno lidades en que éste se nos ofrece. Uno y otro bus­
y contemporáneo. can un orden en la naturaleza y en la sociedad,
La escuela sociológica de Durkheim (Lévy-Bruhl pero mientras el espíritu cultivado del occidental
y Mauss especialmente) proporciona a Lévi-Strauss posee un pensamiento consciente y reflexivo que
la idea de una «conciencia colectiva» determinada elimina las contradicciones, el pensamiento salvaje
por un lenguaje — estructura lingüística— que im­ implica una lógica natural, «expresión directa de la
pone representaciones y nexos lógicos a los miem­ estructura del espíritu».
bros del grupo. Para conferir el carácter de nece­ En sus estudios sobre los indios Bororo encontró
sidad científica a universalización de sus descubri­ Lévi-Strauss ocultas significaciones en las costum­
mientos recurre Lévi-Strauss a la obra de Freud, bres, coloración de casas, símbolos familiares, etc.
de la que extrae el concepto de inconsciente psí­ La estructura del grupo es una realidad omnipre­
quico. En él situará ese «invariante colectivo» sin­ sente entre ellos que sirve para introducir un or­
crónico (no histórico) que es la estructura,. Cabe den — inconsciente y arbitrario— en su sociedad.
citar también las teorías de Marx entre los recursos Así, también, en las Estructuras elementales del
integrados por Lévi-Strauss. Situará la estructura parentesco, Lévi-Strauss pretende que las diversas
cultural entre la infraestructura económica y la su­ normas represivas del incesto tienen el sentido de
perestructura ideal como mediadora entre la mate­ ordenar o encajar en una estructura el hecho na­
ria y el espíritu, entre naturaleza y cultura. La mú­ tural de la consangüineidad y a la vez diferenciar
sica, por fin, que cultivó en su infancia, deja una el grupo respecto del exterior.
huella en su obra. El mito, como las composicio­ ¿Qué es, pues, la estructura? Algunos autores no
nes musicales, adquiere su sentido, no por la «des­ le reconocen más que una significación metodoló­
codificación» de sus sonidos y símbolos, sino por gica de diversa aplicación. Otros la interpretan al
las minuciosas estructuras que los entrelazan. Mú­ modo de las formas a prior i kantianas. Los hay, en
sica y mitos son expresables en proporciones ma­ fin, que les confieren un carácter ontológico: serían
?QS RAFAEL CAMBRA
EL PRESENTE Y EL FUTURO
un tipo de realidad invisible presente en todas las
relaciones sociales. En cualquier caso ha de verse
en ellas una especie de rejilla ordenadora que se
intercala entre naturaleza y cultura, permitiendo su
unificación y creando un margen de independencia
mutua entre la infraestructura (condiciones geográ­
ficas, medio ambiente...) y la superestructura (mi­
tos, ideologías).
El proyecto más ambicioso del estructuralismo
estriba en la unificación de las ciencias a través
de su visión del espíritu. Mediante la noción de
estructura, producto del trabajo inconsciente del
espíritu, pretende Lévi-Strauss reorganizar en un
sistema las ciencias del espíritu: la lógica natural
del hombre, descubierta en las estructuras mate­
máticas de su espíritu, nos depara la clave más efi­
caz para conocer el hombre y la sociedad. Más allá
de estos límites pretende la unificación de todas
las ciencias en. razón de su ecuación pensamiento/ La reacción vitalista y existencia! con que se ini­
estructuras (el pensamiento es parte del cosmos): ció nuestro siglo constituyó, sin duda, un impor­
todas las ciencias pueden sistematizarse a partir tante paso hacia una visión realista del Universo.
de las matemáticas; entre ellas las diferencias son El espiritualismo y el pensar metafisico que durante
de orden natural o material. los últimos siglos se mantuvieron a la defensiva frente
El estructuralismo, como tantos otros sistemas a los ataques del materialismo, del determinismo —de
modernos, conlleva la extralimitación de un hallaz­ la orgullosa concepción racionalista en suma— , pare­
go metodológico apto para el estudio de determi­ cieron durante la primera mitad de este siglo tomar
nadas realidades humanas (lenguaje, culturas pri­ la ofensiva y penetrar resueltamente en el propio campo
mitivas) hasta universalizarlo en toda una cosmo- de las ciencias físico-matemáticas. Si. a principios de
visión. Entraña, además, una contradicción análo­ siglo los filósofos se disculpaban de serlo y procuraban
ga a la del historicismo de Spengler: si cada «Kul- aparecer como científicos experimentales, a mediados
tur» nace y muere cuasi biológicamente, incomuni­ del mismo los científicos tenían que ser filósofos y
cable para las demás (Foucault), ¿cómo podrá nin­ hacían culminar sus obras en un capítulo filosófico,
gún autor penetrar hasta el fondo estructural que a menudo espiritualista. La crisis del racionalismo
las explica y enlaza? positivista supuso la remoción de un gran obstáculo
que se oponía a la búsqueda abierta y sincera de la
verdad. Era como un cristalino colocado ante las inte­
ligencias, que orientaba su acción en un sentido cuya
radical inadecuación se puso de manifiesto.
300 RAFAEL GAMBRA HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 301

Hemos asistido, ya en la plenitud de nuestro si* Volvamos por un momento, a nuestro ejemplo del
glo, a un renacimiento de la metafísica en sistemas lago: si al observador que otea el fondo oscuro de
de profunda penetración intelectual. Sin embargo, las aguas se le impone un esquema o prejuicio falso
estos sistemas permanecen hoy un tanto desconecta­ de lo que allí ha de ver, cuanto descubra lo encajará
dos en el contexto de nuestra cultura, como aislados como manifestación de ello, invalidándose así su
o colgados de sí mismos como fruto de una mera obra. La destrucción de este prejuicio le liberará de
labor de especialistas. Si se comparan en su papel ese fracaso forzoso, y a ello corresponde la destruc­
e influencia con las grandes construcciones teológi- ción de la concepción racionalista, que hacía las ve­
co-filosóficas de la Edad Media salta a la vista su ces de ese esquema previo. Sin embargo, en nuestro
falta de relación viva con un sistema cultural de lago había un principio de orientación y de guía—la
ideas y de creencias. idea de la ciudad sepultada en su fondo— principio
La raíz de esta incapacidad actual de la filosofía .que no era fruto de un capricho casual o de una idea
para coronar y. coordinar el sentido de la cultura dominante en una época, como aconteció con el ra­
está seguramente en la pérdida, en los albores de la cionalismo, sino producto de una iluminación supe­
Edad Moderna, de algo que era como el germen para rior, de una fe que era de común aceptación en aquel
la fecundación y desarrollo de nuestra civilización* medio cultural y germen de su civilización. La fe no
Podemos observar ahora, en una mirada retros­ predeterminará el contenido de la filosofía, pero será
pectiva, cómo las grandes figuras de la filosofía no hito de orientación para que las miradas no se pier­
han surgido aisladamente en cualquier pueblo o am­ dan en estériles y desesperantes sondeos. De hecho,
biente, sino que se han sucedido en el seno de la cul­ nunca se ha dado una tradición filosófica constructi­
tura grecolatina, primero, y de la cristiana, después* va sin este ambiente previo, y de él, precisamente,
fuentes ambas de una tradición filosófica de muchos está necesitada la filosofía en su coyuntura actual.
siglos de desarrollo. Ello se explica porque ese me­ Pero, en el conjunto de la cultura, las circunstan­
dio cultural se asentaba en un esquema básico de cias han variado hoy de frente. La secularización y el
la realidad que constituía una comunidad de ideas abandono de la unidad religiosa, qúe en un tiempo
y de creencias. Para la cultura clásica este esquema se estimaron como el medio de acabar con las luchas
se reducía a la dualidad y la tensión entre el mundo religiosas, aparecen hoy como los grandes males qué
imperfecto y móvil de las cosas concretas y el togos abocan al mundo a situaciones sin salida. En el te­
o esfera superior inteligible. Este dualismo fue con­ rreno de la ciencia, la hipertrofia (por «monoculti­
firmado, en su raíz última, por la concepción cristia­ vo») de su desarrollo ha convertido en problemáti­
na del mundo que daba así una prueba de su ver­ cos todos los aspectos del existir humano y ha plan­
dad fundamental, aunque concretando y ampliando teado la posibilidad ^de una destrucción de la vida
aquel esquema con las determinaciones positivas de humana global, víctima de su propia técnica. En el
un orden sobrenatural. La época cristiana es, así, he­ campo de la política, al paso que decae la fe en el
redera y continuadora en el plano cultural de la gre­ Estado liberal y democrático, media Europa y casi
colatina, y ambas forman la columna vertebral de la toda Asia se han visto sometidos al más feroz de los diri-
cultura humana y la patria de la filosofía. gismos.
HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA 303
302 RAFAEL GAMBRA

Ja antigua unidad de creencias, y sólo de la fe reli­


La década de los años sesenta se ha caracterizado giosa brotan los impulsos interiores, de pura hon­
junto a la difusión de nuevas formas de raciona­ radez, que llevan a la cooperación y al sacrificio que
lismo, al modo del neopositivismo, por una rápida requiere la verdadera sociabilidad. Tampoco poseen
escalada del marxismo y de la masificación tecnifi- ya esa pseudo-fe en un orden de valores morales y
cada. Incluso reductos otrora inasequibles al racio­ jurídicos (de estilo kantiano o similares) que man­
nalismo moderno y a sus consecuencias, como la
Iglesia Católica, se han visto invadidos, en la llama­ tuvieron el orden en las últimas centurias. Como re­
da «época postconciliar», por tendencias proclives conoce Sartre, suprimida la existencia de Dios, des­
a esa actitud mental, como el «progresismo religio­ aparecen esos valores previos que se mantuvieron
so». Pseudo-teólogos como el jesuita Teilhard de artificialmente como colgados de sí mismos. Si sólo se
Chardin han servido de inspiración a tendencias cree en la vida, en sus impulsos inmediatos y en su
eclesiásticas que reniegan de la tradición histórica constante evolución, puede caer la humanidad bajo
de la Iglesia y abogan por una «desmitificación» el dominio de estados puramente técnicos en los que
cientificista de la fe y por una adaptación de la mis­ la vida del hombre, la filosofía y el mismo concep­
ma al «mundo moderno», con claras tendencias, en ca­ to de verdad queden sometidos a una organización
sos, al socialismo y aun al marxismo. Paralelamente a dirigida, a una creación circunstancial. Tal modo de
este fenómeno, otros signos de disolución amenazan vivir y de gobernar puede llegar a ser inevitable, pero
súbitamente a la civilización occidental y, con ella, a ello determinaría un trágico eclipse del espíritu hu­
su tradición filosófica. La década de los setenta se ini­ mano y, con él, de la filosofía.
ció bajo el signo de las «revoluciones culturales». Al Sin embargo, cabe también confiar en ese. rena­
igual que la Revolución política de 1789 consumó la di­
solución de la estructura institucional corporativa de cer de la metafísica que nos ha ofrecido este siglo
la sociedad cristiana, esta nueva revolución intenta di­ nuestro como fruto de una aguda crisis del orgullo­
solver la estructura de las mentes, en sus convicciones so racionalismo moderno. En que da percepción del
básicas y en la noción de una verdad objetiva e inmu­ ser y de la contingencia del existir abran para el
table. Como consecuencia de ello, una juventud estu­ hombre de hoy una actitud de humildad en la cual
diantil masificada y desarraigada de todo mundo de fe reviva en nuestra cultura la luz de la fe y el espíri­
y de valores, hastiada de una sociedad tecnocrática de tu de gratitud. Sólo asi, en una renacida comunidad
mero «consumo», irrumpe con su protesta violenta ha­ de creencias y voluntades, podría levantarse la filo­
cia cauces de anarquismo y de nihilismo. El filósofo sofía del actual marasmo de dispersión e infecundi
Marcuse y el marxismo «culturizado» de Gramsd —o el dad para reencontrar, como escribiera Menéndez
islamizado de Garaudy— parecen ser los ídolos más Pelayo, los serenos templos de la antigua sabiduría.
señalados de esta sorda manera en que culminan dos si­
glos de espíritu revolucionario. Los años noventa han
conocido la ruina de la Unión Soviética, pero no la des­
aparición de estas mentalidades.
¿Cuál será el futuro próximo de la filosofía? Ca­
ben dos posibilidades: hoy los hombres carecen de
INDICE ONOMASTICO*

A Brentano, 263.
Buenaventura, San, 160.
Abelardo, 139, Buridán, 162.
Agustín, San, 122.
Alberto Magno, San, 150.
Alembert, J. d’, 217.
Alfarabi, 145.
C
Alfonso X el Sabio, 147.
Alkendi, 145. Camus, 274.
Althusser, 294.
Carnap, 293.
Amor Ruibal, 290.
Anaxágoras, 49. Casiodoro, 129.
Cicerón, 99.
Anaximandro, 48. ■Cleantes, 87.
Anaxímenes, 48.
Cohpn, 268.
Anselmo, San, 134. Comte, 217.
Antístemes, 63. Condillac, 209.
Aristipo, 63.
Aristóteles, 72.
Averroes, 145.
Avicena, 145.
D

B Dante Alighieri, 173.


Demócrito, 49..
Balmes, 243. Descartes, 186.
Berdiaeff, 274. Deussen, 45.
Bergson, 260. Dewey, J., 263.
Berkeley, 211. Diderot, 217.
Bernardo, San, 141. Dilthey, 263.
Boecio, 129. Durkheim, 296.

* Se indica sólo la página en que es tratado el autor en cuestión o en la que se


hace de él la cita más importante.
306 RAFAEL GAM BRA
In d i c e o n o m á s t i c o 307
E J
N Schiller, C. S., 263
Eiñstein, 260. Jakobson, 294. Schopenhauer, 242.
Empédocles, 49. James, W., 263. Natorp, 268. Séneca, 100.
Epicuro, 91. Jaspers, 274. Nietzsche, 262 Seitülanges, 290.
Escoto, J. Dtms, 162. Jenofonte, 60, Sócrates, 60.
Escoto Eriúgena, 133. Juan de Santo Tomás, 177 Spengler, O., 263.
Espinosa, B., 198. Justino, San, 118. O Spranger, 263.
Occam, 165. Suárez, 177.
F
K Ortega y Gasset, 263.
Fichte, 239. T
Filón, 106. Kant, 223.
Kierkegaard, 271. P
Foriseca.P., 177. Tales, 48.
Foucault, 294. Krause, 243. Teilhard de Chardin, 302.
Pablo, San, 101.
Francisco, San, 159. Palacios, L.-E., 290. Tertuliano, 119.
Freud, S., 279. L Panecio, 87. Tomás de Aquino, Sto., 149.
Parménides, 54. Tovnbee, 263.
G Lacan, 294. Pavlov, 269. Trubetzkoy, 295.
Laplace, 183. Petrarca, 173. Turgot, 246.
Ganivet, 102. Lavelle, L., 290. Pitágoras, 50.
Garaudy, 300. Le Senne, R., 290 Platón, 65.
García Morente, 290. Leibniz, 200. U
Plotino, 106.
Garrigou-Lagrange, 290. Lévi-Strauss, 295. Porfirio, 131.
Gilson, 290. Lévy-Brübl, 296. Unamuno, 273.
Posidonio, 87.
Gómez Izquierdo, 290. Locke, 207. Protágoras„59.
González, Domingo, 147. Lucrecio, 99. Proudhon, 250. V
Grabmann, 290. Luis de León, Fr., 51.
Gramsci, 255. Lutero, 176. Vitoria, Francisco de, 177.
Gundisalvo, 147. R
Vives, 177.
M Voltaire, 217.
H Raimundo, arzobispo D., 147.
Maimónides, 146. Ramírez Dclanto, 290.
Hales, Alejandro de, 159. Malebranche, 198. Reichenbach, 293.
Ricardo, 246. W
Hartmann, 287. Maní, 123.
Hegel, 240. Maree], 282. Rickert, 269.
Roscelino, 137. Watson, J., 269.
Heidegger, 274. Marcuse, 302. Wiesse, Von, 295.
Heisenberg, 260. Maritain, 290. Rousseau, 219.
RusseÚ, B., 291. Windelband, 269.
Heráclito, 53. Marx, 244. Whitehead, 289.
Hesíodo, 48. Mauss, 296. Wclff, 205.
Hume, 212. Melanchton, 176. _ S
Husserl, 264. Menéndez Pelayo, 290.
Merder, 290. Sartre, 277. Z
I Moerbeka, 150. Sanz del Río, 243.
Molina, Luis de, 177. Saussure, 294. Zenón de Citium, 87.
Isidoro, San, 129. Moore.G. E., 291. Scheler, Max, 283. Zenón de Elea, 55.
Schelling, 239. Zubiri, 290.
j Rafael Gambra nació en 1920.
Es doctor en Filosofía por la Uni­
versidad de Madrid, donde cursó
sus estudios, y catedrático de
esta misma disciplina desde i 943.
I^a ejercido la docencia durante
"Ónce años en los Institutos de
jNavarra, su patria de origen, y
?ípás tarde en Madrid, en la Facul­
tad de Filosofía y Letras, en el Ins­
tituto Lope de Vega y en el Centro
— de del que es actualmente
profesor.
Su obra se distribuye entre la Filosofía (principalmente
en su historia) y el pensamiento político. Es autor, entre
otros, de los siguientes libros: «La interpretación materia­
lista de la historia» (1946), «La primera guerra civil de
España» (1950, 2.a ed. 1973), «La monarquía social y re­
presentativa» (1952, 2.aed. 1973), «El existencialismo mo­
ral».(1956), «Eso que llaman Estado» (1958), «Curso ele­
mental de Filosofía» (18 ed. 1976), «La unidad religiosa
y el derrotismo católico» (1965), «El silencio de Dios»
(3.a ed. 1970), «Tradición o mimetismo» (1976), «El len­
guaje y los mitos» (1983). Ha mantenido asimismo cons­
tante colaboración en diversas revistas culturales, princi­
palmente españolas e hispanoamericanas.
Su doble condición de prolesor y de tratadista de Filo­
sofía y de Política explican otra de las vertientes más se­
ñaladas de su actividad: la de expositor y divulgador de
los grandes temas de interés contemporáneo. En este
sentido ha desarrollado una extensa labor como conferen­
ciante en Colegios Mayores y Ateneos de toda España.
A esta línea de dedicación corresponde el presente libro,
que se propone hacer fácil y gratacpeffte comprensible la
evolución del pensamiento filosófico sin hacerle perder su
rigor y profundidad.
U M

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