Ha pasado el tiempo, y a pesar de que el mundo es tan grande, siempre uno
termina topándose con quien menos espera. Han pasado el verano y el otoño y yo sigo sin moverme un centímetro de mi zona, ya se secaron las flores del jardín y el pasto se quemó en verano. No creo que la mente humana sea tan grande como la describen, o como me aconsejan mis viejos amigos, pero es que no dejo de pensar lo real que fue y lo feliz que pude ser. He vivido solo desde los 17, pues a causa de un terrible accidente mis padres han fallecido… una curva cerrada en la oscura noche les ha transportado por un recto túnel de luz sin fin y sin regreso a los dos. Siempre fuimos muy unidos como familia, y a pesar que nuestra situación no fue muy cómoda siempre fuimos felices. De ellos solo me queda esta casa a las afueras de la ciudad y también me quedaron un par de deudas que sólo pude hacer frente. Trabajaba todo el día y cansado en la noche regresaba a terminar las labores hogareñas, regar las flores de mi madre y alimentar a pacho, el gato. Cierto día y luego de una gran tormenta, tocaron a la puerta, era una linda señora congelada y entumecida a causa del frío. Sin pensarlo la invité a seguir aun sin el consentimiento de mi gato que maullaba como loco, tal vez también tenía frío. -Soy Mandy, me dijo luego de permanecer un rato frente a la fogata y después de una caliente taza de té. -Soy Fredy, le dije. Le ofrecí también comida, hablamos y no la dejé partir hasta el otro día, sin antes hacerle una invitación formal a cenar. Regresó al siguiente día, y al siguiente y la siguiente semana, hasta que ya no se fue más. Regaba el jardín, podaba el prado y, el gato, ese no lo volví a ver más. Supongo que se fue tras una de sus tantas gatas que muy orondo invitaba al tejado sin mi consentimiento, supongo que se fue apenado por las múltiples goteras ocasionadas. Mandy me hacía reír y hablábamos mucho, cosa que hace rato no hacía y que llegue a pensar que me volvería loco de solo hablar con pacho el gato. Muy contento les contaba a mis compañeros de como era ella y como me estaba cambiando, y ellos se alegraban por mi porque sabían que mis últimos años no habían sido para nada alegres. Todo era luz en mis días, aroma de flores en mi casa que todo el tiempo parecía primavera. Eran días de lluvias recurrentes, y un día decidí invitar a dos de mis compañeros a comer a la casa y que pudieran conocer a aquella de quien tanto les hablaba. Pero no sé qué pasó, pues preparé la cena, llegaron mis amigos, pero ella no a apareció. Es como si no hubiera estado en casa o quizá salió un rato o fue de visita donde una amiga. Fue un rato incómodo pues sentía que mis amigos me miraban extrañados y viéndolo desde ese punto parecía que nunca hubiera estado allí, como si hubiese sido una invención mía y que el jardín se mantenía verde a causa de las lluvias. Pero no fue así, el día siguiente y el otro día y le siguiente semana, y no la vi más, no supe más de ella, y me cuestionaba mi propia cordura, pero era tan real y todo lo que hablamos, que no sabia si lo que tenia era dolor de su ausencia o temor que apareciera de nuevo. Pasaron dos, tres veranos y yo continúe con mi rutinaria vida, soportando además del cansancio las burlas de mis compañeros. Me sentía solo, triste intensamente. Tantas ilusiones a su lado, y esperé por tanto tiempo, poco a poco se iban desvaneciendo. Sin rumbo, desvariado y confundido y con el peso de la soledad y los días solo solo continuaba, intentaba a veces buscarla, ¿pero a dónde?, nadie me daba razón. Ciertamente una noche que a mi casa caminaba, falto de esperanza, roto y deshecho y por mucho esperaba que irradiase el día, allá en la oscuridad del cementerio pronto a la luz de unas cuantas velas y que por su vieja reja la claridad de afuera entraba, en un momento de distracción mis ojos contemplaron el gran campo sin salida, oscuro como mis días y al igual falto de alegría, algo concentro mi atención de repente y no podía creer lo que mis ojos veían, -¡te engañas! Me dije. ¡No lo creas!, ya la duda me echó a delante y paso a paso me fui acercando, ya la fe de otros tiempos no me guía y, como dicen que la curiosidad mató al gato. -De repente una voz en mi interior grita ¡nunca!, no lo creas, da la vuelta. Quedó de pronto mi ilusión desnuda y no lo podía creer. Mi fe burlada, y mi amor anclado en el pasado de pronto lo negó… pero no fue así, ahí estaba ella. Sentada sobre una tumba, tal cual como si acabara de salir de casa. ¿A qué has venido? ¿Para qué volviste? ¿Qué buscas?... Le grite sin ser consiente del lugar que pisaba. ¡Nadie habrá de responderte! Dijo al fin con voz trémula. No ha sido mi culpa el que tu en mi camino te hayas cruzado, pero vives fuera del pueblo, y en una noche oscura de tormenta no es fácil siquiera para un alma encontrar el camino. Era un alma solitaria y triste, inmensamente triste desde la muerte. No es posible, me dije todavía sin creer. Hasta pensé en correr, pero hasta el miedo se ausento, y ya experimenté el mayor temor cansado de no verte. ¿Pero como es que estas aquí? Le pregunté. Pues quería saber su historia y poder sacar esa tristeza que en su voz se sentía. -Todo es distinto paso a paso, y sola voy por el mundo desierto cual nave sin rumbo, - es mi destino- desde aquel fatídico día. -Vivo siempre alimentada por las tristezas del ocaso y llevo a cuestas la tristeza de las almas solas. -Vivía como cualquier mujer de mis tiempos, en casa con mis padres y mesclado con estudio, eran días bellos que nada me afanaba, hasta que un viernes por la tarde al salir de la escuela, la perdición encontrara en el camino. Era un lindo joven, de ojos verdes y cabello rizado, y en ese momento se incendio la dulce llama, que me llevo a quererlo tanto hasta el punto de abandonar a mis padres, la escuela y partir a lo desconocido de un hogar ajeno. Fueron lindos días al inicio, pero con el tiempo el amor levanta el odio, y fue su propia madre quien empezó a colorear de oscuro mis días. En su ausencia duros trabajos me esperaban, poca comida, y soportal el sol o el inclemente frío. Ella muy drástica decía que, si algo contaba, tendría contados mis días. Anhelos de amor, castaños, risueños y dulces otoños fueron desapareciendo para convertirse en duros inviernos, que ya nunca volverán, se van…de mi se escondieron, ya los cubre el sudario de mis sueños. Pasó el tiempo y se fue la dulce primavera, llego el invierno fúnebre y sobrio. Decidí entonces que nada tenia ya sentido, Pues pronto estaba embarazada, pero corto fue el tiempo ya que cerca del estanque y con los cantaros llenos bajo la inclemente mirada de aquella que multiplicaba por dos mis largos días… perdí a mi bebé y con el las fuerzas de vivir. Ave fue nuestro amor, ave viajera ¡y las aves se van cuando hace frío!... Decidí terminar con mi existencia y al fondo de aquel poso aventé mis ilusiones y junto a ellas mi débil cuerpo. Vago desde entonces, sin encontrar luz ni calma, y sobre esta lápida está mi existencia, es mi destino por arrebatar lo mas bello que se nos ha regalado y no saber entender la voluntad divina. -Parecía que no era la misma, y mis ojos no dejaban de llorar al oír la triste historia. Pero algo me reconfortó porque, así como por amor se sufre, por el mismo se llega a la vida. Recordé que no todo fue tristeza para esta desdichada pues desde la noche de la tormenta que se perdió y dio a mi casa hasta el día que fueron mis amigos, fue feliz, la vi feliz. Y no me importa ser un loco, seré un loco, porque la felicidad no se le niega a nadie. Así fue como la invite a venir de nuevo a mi casa, y no se ha ido, aunque tampoco no he invitado a nadie y que mas da. Sigo sin moverme un centímetro de mi zona y me hace feliz que algún día seré su luz que la guíe a la eternidad… donde seremos felices por siempre.