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CELEBRACIÓN FAMILIAR

“Tu retorno ha sido muy silencioso, prima” dijo, entre risas, una voz
algodonada. Yo, aún estaba afuera de la casa, pero escuchaba a través de la
ventana del comedor. Mi último día de trabajo.
Pulsé el timbre. Dediqué un segundo al repaso de la denuncia:
los vecinos acusaban unos gritos espeluznantes provenientes de esa casa,
y alguien—según ellos—rogaba que “no lo hicieran”.
Abrió la puerta una mujer hermosa, con una copa de vino tinto en la
mano. Desvié la mirada para no perderme en su acaramelada belleza.
Entré. Estaban sentados a la mesa y celebraban en familia, así que no podía
estar sucediendo nada raro. Otra denuncia sin fundamento, me dije. Sin embargo,
continué avanzando hasta el comedor.
“¿Sucede algo, agente?” preguntó el hombre sentado a la cabecera.
Antes de que pudiera responder, la mujer hermosa me tomó por el brazo,
rozó sus labios tibios contra mi cara, soltó una carcajada violenta- que como una
víbora penetró veloz hasta mi tímpano-, y me dijo en tono de confidencia:
“La familia acordó que la cena de hoy sería lengua trufada, así que desde
esta noche la insoportable prima Socorro no dirá nada más”.
He tratado con toda clase de horrores, pero este caso aún me desconcierta.
Todavía lo pienso y escucho la carcajada dentro de mi cabeza.

Natalia Sánchez

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