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Radiografía de tórax en un paciente con edema pulmonar de grandes altitudes, que muestra
opacidad en las zonas medias inferiores derechas que simulan consolidación neumónica. La
opacidad desapareció casi por completo en dos días con el descenso y con la administración de
oxígeno complementario.
Fisiopatología
Como muchos pacientes con HAPE tienen fiebre, leucocitosis periférica incremento de la tasa
de eritrosedimentación, la inflamación se ha considerado como el factor causal en el HAPE. Sin
embargo, evidencia fuerte sugiere que la inflamación en el HAPE es un epifenómeno más que la
causa primaria. No obstante, el proceso inflamatorio (p. ej., el desencadenado por infecciones
virales de vías respiratorias) predispone a las personas a HAPE, incluso aquellas que son
constitucionalmente resistentes a su desarrollo.
Otro mecanismo propuesto para HAPE es la alteración de la eliminación casi epitelial de sodio y
agua del alvéolo. Los agonistas adrenérgicos β producen regulación ascendente de la
eliminación de líquido alveolar en modelos animales. En un estudio clínico doble ciego, con
asignación al azar con grupo testigo que recibió placebo, con montañistas susceptibles a HAPE,
el inicio profiláctico de salmeterol, un agonistas adrenérgicos β redujo la incidencia de HAPE en
50%. Otros efectos de los agonistasβ pueden también contribuir a la prevención de HAPE, pero
estos datos sostienen el concepto de que la eliminación de líquido alveolar puede participar en
la patogenia de esta enfermedad.
Prevención y tratamiento
(cuadro 476e-1) La mejor forma de prevenir el HAPE es permitir tiempo suficiente para la
aclimatación mediante el ascenso gradual (como se comentó antes para el AMS y el HACE). El
nifedipino de liberación sostenida (30 mg) c/12 o c/24 h, evita el desarrollo de HAPE en personas
que ascienden con rapidez o que tienen antecedente de HAPE. Otros fármacos para la
prevención de HAPE se mencionan en el cuadro 476e-1 (pie de nota e). Aunque la
dexametasona se ha mencionado para la prevención, sus efectos secundarios requieren
vigilancia estrecha. Se ha demostrado que la acetazolamida reduce la vasoconstricción pulmonar
hipóxica en modelos en animales y esta observación es indicación para estudios adicionales en
la prevención de HAPE. Sin embargo, un estudio grande no demostró disminución en la
vasoconstricción pulmonar, en particular en individuos aclimatados que reciben acetazolamida.
En AMS, si disminuyen los síntomas (con o sin acetazolamida), los pacientes pueden ascender
gradualmente a mayores altitudes. A diferencia del síndrome de insuficiencia respiratoria aguda
(por causas diferentes a edema pulmonar no cardiógeno), la estructura de los pulmones en HAPE
suele conservarse bien, con corrección rápida de las anomalías (fig. 476e-2). Este hecho ha
permitido que algunas personas con HAPE asciendan nuevamente con lentitud después de unos
cuantos días de descenso y de reposo. En el HACE, podría no ser recomendable un nuevo
ascenso unos cuantos días después durante el mismo viaje.
EDEMA PULMONAR
El volumen de líquido que se acumula en el plano intersticial de los pulmones depende del
equilibrio entre fuerzas hidrostáticas y oncóticas dentro de los capilares pulmonares y en el
tejido circundante. La presión hidrostática facilita el desplazamiento de líquidos desde los
capilares al intersticio pulmonar. La presión oncótica, que depende de la concentración de
proteínas en la sangre, facilita el desplazamiento de líquido al interior de los vasos. Las
concentraciones de la albúmina, que es la proteína principal en el plasma, puede disminuir en
situaciones como la cirrosis y el síndrome nefrótico. La hipoalbuminemia facilita la penetración
de líquido a los tejidos, con cualquier presión hidrostática particular dentro del capilar, pero por
lo común no basta por sí misma para originar edema intersticial. En la persona sana, las uniones
intercelulares herméticas del endotelio capilar no son permeables a las proteínas, y los vasos
linfáticos en los tejidos eliminan las pequeñas cantidades de proteína que pudieran fugarse; en
conjunto, estos factores causan una fuerza oncótica que conserva al líquido dentro del capilar.
Sin embargo, la pérdida de continuidad de la barrera mencionada permite la salida de proteínas
desde el lecho capilar y facilita la penetración de líquido en el tejido pulmonar.
Los signos tempranos de edema pulmonar comprenden disnea con el ejercicio y ortopnea. En
las radiografías de tórax se observa engrosamiento peribronquial, intensificación de la trama
vascular en la mitad superior de los pulmones y líneas B de Kerley. Al empeorar el edema, los
alvéolos se llenan de líquido; en la radiografía se advierte llenado alveolar irregular, típicamente
en la distribución perihiliar, que evoluciona hasta la aparición de infiltrados alveolares difusos.
El mayor edema de las vías respiratorias se acompaña de estertores gruesos y sibilancias.
En este trastorno, el agua pulmonar aumenta por daño del endotelio capilar pulmonar con fuga
de proteínas y otras macromoléculas y su paso a tejidos; el líquido se desplaza con la proteína
conforme cambian las fuerzas oncóticas desde el vaso hasta el tejido pulmonar vecino. El cuadro
anterior se acompaña de disfunción de la capa de sustancia tensioactiva que reviste los alvéolos,
con incremento de las fuerzas de superficie y una propensión de los alvéolos al colapso en
volúmenes pulmonares bajos. Desde el punto de vista fisiológico, el edema pulmonar no
cardiógeno se caracteriza por cortocircuitos intrapulmonares, con hipoxemia y menor
distensibilidad pulmonar, lo cual culmina en disminución de la capacidad residual funcional. En
la histopatología se advierten en los alvéolos membranas hialinas e inflamación que culmina en
fibrosis pulmonar. En el cuadro clínico, cabe observar desde disnea leve hasta insuficiencia
respiratoria. Los datos de la auscultación en los pulmones pueden ser relativamente normales a
pesar de que en las radiografías de tórax se identifiquen infiltrados alveolares difusos. En la CT
se observa que la distribución del edema alveolar es más heterogénea de lo que se pensaba.
Aunque muchos consideran que las presiones intracardiacas normales son parte de la definición
del edema pulmonar no cardiógeno, la patología del proceso, como se describe antes es muy
distinta y en algunos pacientes es posible observar una combinación de edema pulmonar
cardiógeno y no cardiógeno.
Es útil dividir las causas de edema pulmonar no cardiógeno al tomar en consideración si el daño
de los pulmones puede ser consecuencia de causas vasculares directas, indirectas o pulmonares
(cuadro 47e-3). Las lesiones directas son mediadas por las vías respiratorias (como la
broncoaspiración) o son consecuencia de un traumatismo torácico no penetrante. La lesión
indirecta es la consecuencia de mediadores que llegan al pulmón por la corriente sanguínea. La
tercera categoría incluye entidades que posiblemente son consecuencia de cambios agudos en
las tensiones de vasos pulmonares, tal vez por la descarga autónoma repentina (en el caso de
edema pulmonar neurógeno, y el que surge a grandes alturas), u oscilaciones repentinas de la
tensión pleural, así como daño pasajero a los capilares pulmonares (en el caso de edema
pulmonar por reexpansión).
Los datos del interrogatorio son esenciales para valorar la posibilidad de alguna cardiopatía
primaria e identificar algunos de los cuadros que se acompañan de edema pulmonar no
cardiógeno. En la exploración física en casos de edema pulmonar cardiógeno se advierten signos
de mayores presiones intracardiacas (tercer ruido [S3] o galope; aceleración del pulso venoso
yugular y edema periférico) y estertores, sibilancias o ambos al auscultar el tórax. A diferencia
de ello, en la exploración física en casos de edema pulmonar no cardiógeno predominan signos
del cuadro desencadenante; los signos en los pulmones pueden ser relativamente normales en
las fases incipientes del problema. En la radiografía de tórax, en caso de edema pulmonar
cardiógeno se advierte típicamente ensanchamiento de la silueta cardiaca, redistribución
vascular, engrosamiento intersticial e infiltrados alveolares perihiliares; es frecuente observar
derrame pleural. En el edema no cardiógeno el tamaño del corazón es normal, los infiltrados
alveolares están distribuidos con mayor uniformidad en los pulmones y pocas veces hay
derrames pleurales. Por último, la hipoxemia del edema pulmonar cardiógeno depende en gran
medida de la desigualdad entre ventilación y perfusión, que mejora con la administración de
oxígeno complementario. A diferencia de lo mencionado, la hipoxemia en el edema no
cardiógeno proviene más bien de cortocircuito intrapulmonar y persiste típicamente a pesar de
la administración de elevadas concentraciones de oxígeno por inhalación.