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Abolición de la esclavitud en El Salvador y América Latina

“En El Salvador no hay gente de piel negra, porque prohibimos su ingreso


en el siglo XIX, para evitar la esclavitud”. (Muy erróneo pero muy repetido
mito popular).
Todos los países latinoamericanos, algunos más otros menos, permitieron el
ingreso y tráfico de esclavos desde siempre, a nuestra Centroamérica, habrían
venido con la expedición de Jorge de Alvarado en 1526, según se muestra en el
Lienzo de Quauquechollan, africanos, esclavos, encabezaban la expedición a la
porción salvadoreña de Centroamérica para que fueran los primeros mordidos
por serpientes y culebras y advertir de su presencia.

El tema que nos interesa aquí, es la


abolición de la esclavitud, la ex
presidenta Cristina de Kirchner se llenó
la boca, hace años en foro internacional,
diciendo que Argentina había sido el
primer país latinoamericano en abolir la
esclavitud en 1813, nada más falso … lo
que Argentina prohibió en ese año fue la
práctica de la libertad de vientres.
La libertad de vientres es una de las
medidas más vergonzosas que han podido
pensarse: señores probos y elocuentes
peroraban contra la esclavitud pero no querían atentar contra la sacrosanta
propiedad privada para no perjudicar a los dueños de esclavos –ellos mismos.
Comienza la abolición ?
El primer país que sí abolió la esclavitud en
América fue, antes que todo esto pasara fue
Haití en 1803. Después lo hizo Chile en 1823.
Entre fines de 1840 y principios de 1850 la
prohibieron México, Colombia, Ecuador,
Uruguay. Solo Brasil, Perú y Venezuela seguían
siendo esclavistas, Argentina dejó de serlo, el
1 de mayo de 1853, con la promulgación de la
nueva Constitución.
Juan Manuel Rodríguez, se constituyó en Jefe
de Estado de El Salvador en 1824, Durante su gobierno, fue decretada la
primera Constitución del Estado de El Salvador y en ella quedó abolida la
esclavitud en nuestro territorio (al menos en papel).

En nuestro país, tal como mostramos en un inicio, la intensa


riqueza cacaotera de los Izalcos hizo que fuera una de las
primeras regiones en tener apreciable cantidad de africanos
esclavos, la explotación del caco per sé requería mano de obra
gratis. Se conoce un documento de 1576, donde se menciona un
enclave afroamericano a orillas del lago de Coatepeque.
Fray Alonso Ponce de León, en 1585-1586, dijo haber
visto apreciable cantidad de esclavos negros en una hacienda
en las goteras de la villa de La Trinidad de Sonsonate, en las
riberas del río Cenzúnat. Los negros en las haciendas eran
usualmente personas de confianza de sus amos y podían cumplir
una función intimidatoria con los indígenas, como capataces y
personas de trato enérgico, tal los llamados “gañanes” (de ahí el término que
pinta tan bien a nuestros diputados).
En San Salvador y San Miguel, muchos vecinos poseían esclavos negros, algunos
para ser enviados a lavar oro a los ríos hondureños, lo que fue una verdadera
industria en el siglo XVI. Para 1545, se señaló
una suma de unos 1,500 esclavos en busca de
arenas con oro en tierras de Honduras.
En los obrajes añileros, ya que varias reales
cédulas habían prohibido el uso de mano de
obra indígena en los obrajes, hubo
considerable demanda de mano de obra negra,
la cual era proporcionada con el comercio
esclavista que llegaba en barcos a la costa
norte, en un tráfico autorizado usualmente
para portugueses, que tenían licencia de
asentistas y con permiso de introducción.
La proliferación de mulatos, tanto
libres como todavía en esclavitud,
fueron poco a poco diseñando el
panorama étnico rural en las provincias
hispano-salvadoreñas, donde se
conocieron como pardos libres. Muchos
mulatos se volvieron propietarios de
tierras y se incorporaron a un
estamento medio de propietarios, a
menudo en detrimento de los indígenas,
como fue una denuncia hecha en el pueblo de San Bartolomé Arcatao por el
cura del lugar, en 1655. Varios lugares se fueron poblando con familias de
origen mulato, así como se instalaron en barrios de las ciudades, como el barrio
del Ángel, en La Trinidad de Sonsonate y barrios de San Vicente, San Miguel y
San Salvador. Al igual como se integraron en barrios de pueblos indígenas y en
núcleos de población en haciendas y tierras realengas, los que se convertirán
más adelante en pueblos ladinos.

Fascismo a la latinoamericana y Hernández Martínez.


Desde siempre, ha corrido la afirmación de que no hay afroamericanos en El
Salvador porque el presidente Hernández Martínez los prohibió, y esto último
es totalmente cierto, lo que proclamamos al principio del post es un disparate
de la “vox populi”. En cuanto a lo primero, sí, efectivamente la Ley de Migración
de 1933, con sus normas etnofóbicas, estableció en su artículo 25 que estaba
prohibido el ingreso de negros, chinos, árabes, gitanos y un buen etcétera, que
abarcaba todo tipo de color de piel extraño.

Lo de Hernández Martínez fue pasajero, lo definitivo


es que africanos llegaron aquí desde el inicio español
y su sangre corre en las venas de salvadoreños, con un
creciente interés actual por el legado cultural y por
los resabios étnicos que se observan difuminados en
el paisaje mestizo y ladino. No puede pensarse en un
país solamente con dos etnias fundamentales, porque
está la tercera, somos afrodescendientes, y todavía
presente en la conjunción étnica de nuestro genotipo
salvadoreño.

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