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“¿Con que Dios os ha dicho?

” (PARTE 1)

Por Jonathan Jerez - 30 abril, 2019

Hace un poco más de 150 años, el inglés Charles Darwin publicó su obra El origen de las especies
donde expuso la teoría de la evolución. Según Darwin, el hombre no fue creado un ser humano
por Dios a su imagen y semejanza, sino que procede de organismos inferiores. Esto nunca ha
podido ser comprobado por la ciencia, sino que hasta el día de hoy sigue siendo simplemente una
teoría, y aun así es prácticamente considerada como hecho y ciencia por mucha gente, quizá la
mayoría de la opinión popular.

Así mismo durante los últimos años hemos venido observando en la cultura actual, una tendencia
hacia una clase de independencia intelectual y moral, caracterizada por la rebelión en contra de
cualquier tipo de autoridad y la negación y/o redefinición de toda verdad absoluta, de los valores
morales y de todo aquello que represente una amenaza para la cosmovisión de la mayoría y los
intereses populares. Un ejemplo de esto es la redefinición de la vida y la legalización del aborto
(asesinato infantil).

A pesar de toda la evidencia médica, biológica, moral y ética que demuestra lo absurdo de esto, la
gente prefiere ignorar y redefinir todo lo que le conviene engañando su propia conciencia para
hacer y conseguir lo que quiere. Otro ejemplo es la redefinición de los géneros biológicos y
consecuentemente la normalización y celebración de toda clase de trastorno de identidad sexual
como el transgenerismo y el homosexualismo (ya no sólo en los adultos sino también motivado a
temprana edad). Y como resultado tenemos hoy también la celebración y legalización del supuesto
matrimonio homosexual, entre otras cosas.

En los últimos años se ha observado una tendencia similar en círculos evangélicos en cuanto a la
manera que tratamos nuestras creencias y prácticas. Mucho de la iglesia contemporánea está
permeado del ADN de la cultura alrededor, que últimamente pareciera que quienes dictan cómo
va la vida y cuál es el mensaje de la iglesia son aquellos que no pertenecen a ella.

En su deseo de interactuar con la cultura y alcanzarla, la iglesia parece estar volviéndose más a esa
cultura que a la Palabra de Dios para encontrar respuestas a asuntos importantes de nuestras
creencias y prácticas. En este sentido, es evidente una tendencia peligrosa en algunos círculos
evangélicos, que dirige hacia esta supuesta independencia intelectual que reta y cuestiona, ignora
y redefine todo lo que la iglesia ha creído y practicado por miles de años. Esa será una de las
marcas principales de esta generación en los futuros libros de historia.
No es casualidad, por ejemplo, que es en medio de esta generación sumergida en una agresiva
revolución sexual y en una liberación femenina como nunca antes vistas, que algunos afirman
haber comenzado a descubrirla la verdad “sepultada” por la iglesia en cuanto al rol de la mujer en
el hogar, la iglesia y la sociedad. O como se publicó hace unos días en un medio de comunicación
de una denominación bautista liberal, también creemos estar descubriendo la verdad acerca de la
aceptación y ordenación de personas que se identifican a sí mismos o son miembros de la
comunidad homosexual (LGBTQ).

Ambos movimientos parecen creer y sugerir que la iglesia ha estado equivocada por miles de años.
Sin embargo, es evidente que lo que sostiene estos movimientos es esa redefinición y
reinterpretación de la verdad de manera que esta sea más compatible y relevante a la realidad de
nuestros tiempos. No sabemos con certeza si esto se hace a propósito en todos los casos. Pero esa
es la dirección en la que vamos.

Todo esto debe traer a nuestra mente una frase que permea toda la Biblia –una frase corta,
frecuentemente asumida y algunas veces ignorada. Dado el significado que tiene y su implicación
para nosotros en tiempos como estos, es una de las frases más importantes que encontramos en
la Biblia y que debemos resaltar hoy. Creo que como ha ocurrido antes en la historia de la iglesia,
esta pequeña frase pudiera llegar a ser pronto como un “marca-libros”, que marcará una
distinción clara y significativa entre aquellos que al leerla dicen, “bueno, pero…”, “¿estás seguro
que…?” y aquellos que en cambio responden, “¡Amén!”. Esa frase es: “Y dijo Dios”. Más de 550
veces aparece en la Biblia alguna forma de esta frase. Cuando esto no está en su lugar correcto, no
hay límites para dónde pudiéramos ir a parar. Quizás hoy más que nunca la iglesia debe ser
persuadida a leer, creer, amar, celebrar y proclamar todo lo que Dios ha dicho.

Dios Habló

Génesis 2:16-17 dice: “Y ordenó el SEÑOR Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto
podrás comer, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que
de él comas, ciertamente morirás”.

Lo primero que vemos en el pasaje es que Dios habló. Dios puso a Adán en el Jardín del Edén y le
dio instrucciones claras sobre lo que podía y no podía, lo que debía y no debía hacer. Dios habló.
Cuando Dios habla, nosotros hacemos una cosa: Oír y obedecer. Cuando Dios habla, nuestra
postura jamás debe ser una de cuestionar, retar, definir, redefinir, reinterpretar. Dios habla,
nosotros oímos y obedecemos. Cuando Dios habló, Adán no respondió: “Sí Señor, pero ¿por qué
moriré si como del árbol? ¿Puedo al menos acercarme o tocarlo? ¿Qué tanto me puedo acercar sin
morir? ¿Si el árbol me puede matar para qué lo pusiste ahí?” Adán no dijo absolutamente nada.
Dios habló, Adán escuchó. Así debemos hacer nosotros.
Lamentablemente, después de la caída de Adán y Eva, todo ser humano, al igual que ellos oye/lee
lo que Dios ha dicho y cuestiona a Dios, reta a Dios, niega a Dios, aun en contra de toda evidencia.
Romanos 1:18 dice precisamente eso: “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda
impiedad e injusticia de los hombres, que con injusticia restringen (suprimen) la verdad”.

Dios ha hablado, el hombre suprime la verdad. De toda su creación, nosotros somos los que
desobedecemos su voz. Pero en la Biblia, cuando Dios habla, esto sucede:

Isaías 6:4 “Y se estremecieron los cimientos de los umbrales a la voz del que clamaba, y la casa se
llenó de humo”.

Salmos 46:6 “Bramaron las naciones, se tambalearon los reinos; dio El su voz, y la tierra se
derritió”.

Salmos 33:4, 6, 9-11 “Porque la palabra del SEÑOR es recta; y toda su obra es hecha con fidelidad.
Por la palabra del SEÑOR fueron hechos los cielos, y todo su ejército por el aliento de su boca.
Porque El habló, y fue hecho; Él mandó, y todo se confirmó. El SEÑOR hace nulo el consejo de las
naciones; frustra los designios de los pueblos. El consejo del SEÑOR permanece para siempre, los
designios de su corazón de generación en generación”.

Habacuc 2:20 “Pero el SEÑOR está en su santo templo: calle delante de Él toda la tierra”.

Romanos 3:4 “Sea hallado Dios veraz, aunque todo hombre sea hallado mentiroso; como está
escrito: PARA QUE SEAS JUSTIFICADO EN TUS PALABRAS, Y VENZAS CUANDO SEAS JUZGADO”.

Hebreos 1:3 “Él es el resplandor de su gloria y la expresión exacta de su naturaleza, y sostiene


todas las cosas por la palabra de su poder”.

De hecho, una de las veces que un hombre habló después de Dios, mira lo que terminó diciendo:

Job 40:1-5 “Entonces continuó el SEÑOR y dijo a Job: ¿Podrá el que censura (juzga) contender con
el Todopoderoso? El que reprende a Dios, responda a esto. Entonces Job respondió al SEÑOR y
dijo: He aquí, yo soy insignificante; ¿qué puedo yo responderte? Mi mano pongo sobre la boca.
Una vez he hablado, y no responderé; aun dos veces, y no añadiré más”.

El mismo Dios que habló a Adán, Isaías, David, Habacuc, Zacarías, Pablo, a Job, es el mismo que
plasmó a la Biblia (Génesis a Apocalipsis) sus propias palabras para nosotros. Es el mismo que en el
Génesis dijo: “Sea la luz” y hubo luz, “sea la expansión” y fue; “sea tierra seca” y fue; “sea la
vegetación” y fue; “sea el Sol y la Luna y las estrellas” y fueron; “sea toda clase de seres viviente en
el mar” y fueron; “sea toda clase de seres vivientes en la tierra” y fueron; “sea el hombre a su
imagen y semejanza.” (Gen. 1:1-26) ¡Todo lo que Dios dijo, fue!
Ese mismo Dios vino encarnado y una noche en una barca le dijo a una tormenta violenta:
“¡Cállate! ¡Silencio! Y el viento cesó, y sobrevino una gran calma” (Mar. 4:39). A un muerto de
hacían cuatro días le dijo con voz fuerte: “¡Lázaro, ven fuera! Y el que había muerto salió…” (Jn.
11:44). Y el mismo Dios que según 2 Corintios 4:6 es: “Dios, que dijo que de las tinieblas
resplandeciera la luz, es el que ha resplandecido en nuestros corazones, para iluminación del
conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Cristo”. Él habla a corazones muertos y los hace vivir.
¡Cuando Dios habla el universo y sus fuerzas más poderosas se mueven en obediencia! Cuando su
Palabra habla Él nos dice: escucha y obedece. La Biblia no es solo un libro de sugerencias de auto-
ayuda para mejorar un poco tu calidad de vida. No es simplemente un buen libro de consejos para
tomar buenas decisiones. La Biblia dice ser la Palabra de Dios.

2 Timoteo 3:16 “Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para
corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado para toda
buena obra”.

Satanás en cambio, el padre de toda mentira, quería hacer a Eva dudar de lo que Dios había dicho.

Génesis 3:1 “Y la serpiente era más astuta que cualquiera de los animales del campo que el SEÑOR
Dios había hecho. Y dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: “No comeréis de ningún árbol del
huerto?”.

En contraste con el 2:16 donde dice: “Dios ordenó… diciendo”, encontramos el 3:1 donde dice: “la
serpiente dijo”, y lo que dijo fue cuestionar si Dios realmente había dicho lo que dijo. Él quería que
Eva pensara: “¿sabes qué? No lo sé. No recuerdo, no estoy segura de lo que Dios dijo. Fue algo
como eso, pero no estoy segura”. Si él lograba eso, lo demás vendría por sí solo. Es vital, es de
suma importancia que nosotros estemos bien familiarizados con la Biblia; empapados de ese libro.
Es nuestra única arma eficaz en contra de las mentiras del enemigo. Eso fue precisamente lo que
él trató de hacer con Jesús en el desierto. Pero la respuesta de Jesús fue una y otra vez: “Escrito
está” (Mat. 4:1-10). Esa debe ser siempre nuestra respuesta.

¿Sabías que una de las voces de Satanás para convencernos de sus mentiras es la cultura, la
opinión popular? Por eso Romanos 12:2 nos dice: “Y no os adaptéis a este mundo; sino
transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cual es la voluntad
de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto”.
Así como a Eva, el enemigo tratará de usar lo que Dios ha dicho y distorsionarlo lo suficiente para
que se parezca lo suficiente a la verdad y así hacernos desviarnos poco a poco. Por tanto, la
pregunta para nosotros es: “¿Habló Dios o no habló Dios? ¿Dijo Dios lo que dijo, sí o no? ¿Conoces
bien lo que Dios dijo?” Entonces si Dios lo dijo, no hay nada más que hablar.

“¿Con que Dios os ha dicho?” (PARTE 2)

Por Jonathan Jerez - 7 mayo, 2019

Todo lo Que Dios Dice es Bueno

El v.16 nos dice que Dios dijo: “De todo árbol del huerto podrás comer”. ¿No es esto una gran
bondad? Dios les dio absolutamente todas las cosas para su beneficio y placer. ¡Nuestro Padre es
un buen Padre! ¡Dios es bueno! Hoy despertaste. Tu corazón tiene latido. Tus pulmones respiran.
Muy posiblemente tuviste alimento para sostenerte. Dios provee. De todo lo que es bueno y
necesitamos, Dios es nuestro proveedor.

Salmos 23:1 “El SEÑOR es mi pastor, nada me faltará”.

Mateo 6:8b “Vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes que vosotros le pidáis”.

Hechos 17:25b “El da a todos vida y aliento y todas las cosas”.

1 Pedro 5:7 “Echando toda vuestra ansiedad sobre El, porque Él tiene cuidado de vosotros”.

Santiago 1:17 “Toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las
luces, con el cual no hay cambio ni sombra de variación”.

En nuestra humanidad, dudamos de la bondad de Dios. Es nuestra tendencia. Aun cuando Dios ha
mostrado y probado su fidelidad una y otra vez, en la próxima vez no estamos seguros si Él será
fiel. Dudamos de su bondad. Allí es donde debemos más que nunca aferrarnos a “Dios dijo”.

En cambio, Satanás irá detrás de la bondad de Dios una y otra vez. Él querrá hacernos dudar de la
bondad de Dios.

Génesis 3:1 “Y dijo [la serpiente] a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: “No comeréis de ningún
árbol del huerto?”.

¿Cómo que de ningún árbol? Si Dios dijo todo lo contrario. ¿Por qué Satanás dijo esto? Su meta
era hacerle creer a ellos que Dios era mezquino, que él no había sido bueno con ellos. “Que malo
es Dios que puso todos estos árboles aquí y no les deja comer de ninguno de ellos. Él los puso aquí
y ahora los abandonó, ahora los va a dejar morir de hambre. Él no proveerá para ustedes”. Esto es
un asalto a la bondad de Dios. Es una farsa. Pero al ver que Eva al menos sabía lo que Dios había
dicho (3:2-3), Satanás entonces entró por una puerta diferente, pero todavía apuntando a socavar
la bondad de Dios.

Génesis 3:4-5 “Y la serpiente dijo a la mujer: Ciertamente no moriréis. Pues Dios sabe que el día
que de él comáis, serán abiertos vuestros ojos y seréis como Dios, conociendo el bien y el mal”.

Nota sus palabras: “Dios sabe”, en otras palabras, “Dios sabe que hay algo bueno detrás de comer
de ese fruto y no quiere dártelo”. Satanás tratará de convencerte de que lo que Dios ha prohibido
es arbitrario, no es bueno para ti. Tratará de convencerte de que tú necesitas independencia de
Dios. Como Dios parece arbitrariamente no darte ciertas cosas que son deseables y buenas para ti,
tú debes hacerlo por ti mismo. Busca lo que tú entiendes que es bueno para ti, aún si Dios dijo:
“No hagas eso”.

Con frecuencia, por nuestra naturaleza pecaminosa tendremos la tendencia y tentación de seguir
el consejo del enemigo a través de una de sus voces en el mundo. Muchas veces trataremos de
justificar decisiones que estamos tomando que sabemos que son contrarias a la Palabra de Dios. Y
la pregunta que nos tenemos que hacer es: ¿Creo yo que soy más sabio que Dios? ¿En verdad es
mejor para mi vida, matrimonio, hijos, ministerio, trabajo, el que yo tome este curso de acción
sabiendo que no es lo que Dios me dice en su Palabra? ¿Ha hablado Dios o no? ¿Le creeré a Dios o
no? Si cedemos ante esa tentación, puede que nos vaya bien un tiempo, pero tarde o temprano
cosecharemos los malos frutos de nuestra soberbia contra lo que Dios ha hablado. Gálatas 6:7
dice: “No os dejéis engañar, de Dios nadie se burla; pues todo lo que el hombre siembre, eso
también segará”.

No seamos como los necios que toman sus malas decisiones sin el consejo o contrario al consejo
de la Palabra de Dios y creen que Dios les dará un chance y que les irá bien. Y cuando no les va
bien acusan a Dios de no ser bueno con ellos Proverbios 19:3 dice: “La insensatez del hombre
pervierte su camino, y su corazón se irrita contra el SEÑOR”.

¡Creámosle a Dios! Nuestra confianza en la bondad de la Palabra de Dios siempre será puesta a
prueba en este mundo.

Hace un par de semanas leí un tweet de una maestra bíblica muy popular, en el que prácticamente
acusaba a algunos de amar y gozar demasiado una porción de la Biblia en la que el apóstol Pablo
establece parámetros para el liderazgo de la iglesia y limitaciones para las mujeres en cuanto a su
rol en la iglesia. Su tweet me llevó a reflexionar y preguntarme, ¿Amo yo cada oración que se
encuentra en la Biblia o hay algunos versículos que si yo pudiera los sacaría de allí? Hay una
diferencia entre simplemente aceptar algunas cosas que Dios ha dicho y amar, celebrar
gozosamente todo lo que Dios ha dicho porque sabemos que es bueno. Creo que todos nosotros
debemos hacernos esta pregunta frecuentemente y tratar de responderla con sinceridad.
¿Amamos todo lo que Dios ha dicho?

Salmos 119:97 “¡Cuánto amo tu ley! Todo el día es ella mi meditación”.

Salmos 119:167 “Mi alma guarda tus testimonios, y en gran manera los amo”.

Satanás estará contento sabiendo que hay partes de la Palabra de Dios de las cuales quizás nos
avergonzamos o dudamos o que quisiéramos que no estuvieran allí. Porque a fin de cuentas eso
significa que no confiamos en la bondad de la Palabra de Dios. Esa mentira nos hará ir tras
independencia de Dios. Lealtad a cualquier ideología o movimiento por encima de tu compromiso
con la Palabra de Dios, tarde o temprano terminará socavando tu lealtad a la Palabra de Dios,
llevándote a redefinir y reinterpretar la Biblia a través de su propio lente para lograr satisfacer sus
demandas.

Jesús y la Palabra de Dios

Lamentablemente, en Génesis 3:8-24 vemos cómo Adán y Eva cayeron en la tentación de la


serpiente y desobedecieron la Palabra de Dios. Al hacerlo, el pecado y la muerte entraron al
mundo y se extendió a todos los hombres por causa de su desobediencia (Rom. 5); y luego de
ellos, nosotros también hemos pecado, hemos vivido en rebelión contra la Palabra de Dios y
tenemos la misma sentencia de muerte (Rom. 3:23; 6:23). No es un chiste rebelarse contra la
Palabra de Dios.

Pero gracias a Dios la historia no terminó allí. Aun en medio de aquel desastre, Dios prometió a
Uno que eventualmente vendría como nuestro libertador (Gén. 3:15). Ese es nuestro Rey Jesús. Así
como en el principio la muerte entró al mundo por la desobediencia de un hombre, esta vez por la
obediencia de un hombre los muchos serían hechos justos para siempre. Esto es lo que la Biblia
llama “el evangelio”. Jesús, el Hijo de Dios vino como nuestro segundo representante, y al
obedecer la Palabra de Dios, aquellos que creen en Él son absueltos de su condena y reconciliados
con Dios. Pero un resultado glorioso de ese evangelio que muchas veces no es mencionado, es lo
que profetizó Ezequiel acerca de aquellos que formarían parte de la comunidad del nuevo pacto.

Ezequiel 11:19-20 “Yo les daré un solo corazón y pondré un espíritu nuevo dentro de ellos. Y
quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne, para que anden en mis
estatutos, guarden mis ordenanzas y los cumplan. Entonces serán mi pueblo y yo seré su Dios”.
¡Gozosa obediencia a la Palabra de Dios lograda y garantizada por la obra redentora del Mesías y
la venida del Espíritu Santo es un hermoso fruto del evangelio! Ya no tenemos que ser esclavos de
nuestra desobediencia, no tenemos que escuchar lo que diga la serpiente, ni la cultura, ni nuestro
propio consejo. ¡Tenemos la Palabra de Dios y el evangelio nos capacita para andar en ella
gozosamente! ¿Tú deseas esto? ¡Cree el evangelio!

La Biblia y nosotros

Todos nosotros tenemos trasfondos diferentes. Todos tuvimos una formación diferente. Por
medio de nuestras familias, experiencias en la vida que nos han marcado, amistades que nos han
influenciado, la educación que recibimos, a todos nos fueron inculcados creencias, valores e
ideologías. Y ya sea intencionalmente o de manera intuitiva, estas son las cosas que
inevitablemente dan forma a lo que somos hoy –a lo que perseguimos en la vida, cómo vemos el
mundo, cómo tomamos decisiones, en qué relaciones nos metemos, qué trabajos aceptamos, lo
que aparentamos frente a otros, cómo usamos el dinero, etc. Nadie es una hoja en blanco. Todos
esos consejos han gobernado nuestras vidas hasta hoy. La pregunta es si todo ese consejo es digno
de escuchar y construir tu vida sobre Él.

He encontrado que esta es una de las luchas más grandes de todos nosotros, constantemente
tomar todo lo que hemos creído durante toda nuestra vida y someterlo al verdadero manual, a la
fuente de absoluta verdad, a la Palabra de Dios. De allí que el apóstol Pablo nos exhorta en 2
Corintios 10:5 diciendo: “destruyendo especulaciones y todo razonamiento altivo que se levanta
contra el conocimiento de Dios, y poniendo todo pensamiento en cautiverio a la obediencia de
Cristo”.

2 Samuel 22:31 “El camino de Dios es perfecto; la palabra del SEÑOR es intachable. Escudo es Dios
a los que en él se refugian”.

Salmos 119:160 “La suma de tu palabra es verdad, y cada una de tus justas ordenanzas es eterna”.

Salmos 119:11 “En mi corazón he atesorado tu palabra, para no pecar contra ti”.

Isaías 40:8 “Sécase la hierba, marchítase la flor, mas la palabra del Dios nuestro permanece para
siempre”.

Así que, si no eres hijo de Dios, lo primero que necesitas es lo que profetizó Ezequiel –un cambio
de corazón, un espíritu nuevo, un trasplante de corazón de piedra por un corazón de carne. La
Biblia llama a eso “nuevo nacimiento” –arrepentimiento de tus pecados y fe en Cristo. Debes creer
que eres pecador y por ende estás bajo la esclavitud y condenación del pecado, y que sólo Jesús te
puede salvar. Arrepiéntete y confiesa al Señor tus pecados y pon tu fe sólo en Jesús. Su Espíritu
morará en ti y comenzará a conformarte a la Palabra de Dios.
Si eres hijo de Dios, ¿hay áreas en tu vida en las que puedas ver que aún estás siguiendo tu propio
consejo, escuchando y creyendo la mentira? ¿Hay cosas en la Palabra de Dios que no te gustan,
que si podrías sacarías de allí y que has ignorado? Quiero animarte, exhortarte a construir cada
partícula de tu vida sobre la roca segura de la Palabra de Dios. Él nos hizo, nosotros no nos hicimos
a nosotros mismos. No somos un resultado de la evolución de los simios. Dios habló y nos hizo a su
imagen y semejanza. Pero él no nos ha abandonado para que nos inventemos cómo se vive aquí.
Dios ha sido tan bueno, que no sólo habló al universo, sino que nos ha hablado a nosotros. Abre y
ama todo lo que hay en tu Biblia.

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