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Integrantes:

Alejandro Almeyda
Elena Quilca
Imanol Díaz
Augusto Zimmermann

Las estrategias individuales procuran aumentar la influencia de los factores protectores


asociados con las aptitudes, actitudes y las creencias individuales lo que las convierte en un
método efectivo para combatir la violencia juvenil. Por un lado, se encuentran los programas de
refuerzo preescolar, ya que fomenta desde la niñez el desarrollo de las aptitudes necesarias para
mejorar el éxito escolar. De este modo, aumentan las probabilidades de obtener resultados
académicos exitosos en el futuro. Asimismo, fortalecen los lazos del niño con la escuela, tanto
como aumentar el aprovechamiento y la autoestima. De esta manera. Los jóvenes se plantean
metas propias a futuro, lo que los mantiene ocupados y alejados de la participación de actos
delincuenciales como la violencia juvenil. Según estudios de seguimiento a largo plazo estos
programas, se ha encontrado que son beneficiosos para la niñez y que reducen los
comportamientos delictivos. Por otro lado, los programas de desarrollo social se centran en las
aptitudes sociales y de competencia, como la reducción del comportamiento antisocial y agresivo
en los niños y adolescentes. Estos programas se concentran en los aspectos como controlar la
ira, modificar el comportamiento y solucionar conflictos. De este modo, se otorga orientación
individual, la cual brindaría adiestramiento vocacional para los jóvenes y los adultos jóvenes
menos privilegiados. Por ejemplo, según Youth Violence, un reporte de Washington D.C, los
índices de intimidación se redujeron a la mitad en dos años en los países como Alemania,
Inglaterra, EEUU. Estos programas incluyen promover comportamientos positivos, competitivos
y amistosos. Además, se pueden dirigir a todas las comunidades y suelen llevarse a cabo en el
ámbito escolar.

Las estrategias relacionales generan una reducción en los índices de violencia juvenil, lo cual lo
convierte en otro método eficaz para combatirla. Este tipo de estrategias provocan la reflexión
de problemas relacionales y sociales por parte de la comunidad. Por un lado, la ausencia de un
vínculo fuerte con un adulto que se preocupe por el joven sele ser un factor que puede llevarlos
a cometer actos delictivos. Al no tener la supervisión adecuada, el individuo comienza a realizar
actos clandestinos y empieza a tener amistades que pueden ser una mala influencia para su
comportamiento. Por otro lado, está el problema de presión social o grupal que el joven puede
enfrentar durante su adolescencia. Muchos actos violentos o delictivos son realizados debido a
esta forma de obligar a otros para que puedan ser aceptados por determinados grupos sociales.
De este modo, los jóvenes hacen lo que se les exija porque tienen miedo a ser rechazados o
excluidos por un grupo. Analizar estos tipos de problemas se convierte en una necesidad para la
comunidad, ya que produce la creación de programas para capacitar a los jóvenes y sus familias.
Entre estos programas existen dos que se han evaluado correctamente y han otorgado buenos
resultados. Uno de ellos es la visita domiciliaria para familias que esperan un hijo o han tenido
uno recientemente. Este programa sirve para prevenir que los niños sean víctimas de maltrato
familiar y para que puedan crecer en un ambiente seguro y adecuado. Este método también se
puede realizar con familias de bajos recursos y en aquellas donde los hijos puedan ser
maltratados por los mismos padres. El otro es la capacitación para la crianza, en la cual se busca
fortalecer los lazos afectivos entre padres e hijos. De este modo, mejora la preocupación del
adulto, además del interés por saber con quiénes se relaciona su hijo y las actividades que realiza.
Asimismo, se le enseña a los niños cómo enfrentar la presión grupal y a tener autocontrol. La
implementación de estos programas ocasiona una mejora en las técnicas de crianza y relaciones
familiares. Por ejemplo, en Australia, se llevó a cabo el programa “triple-P”, el cual consistía en
una campaña basada en la población para llegar a todos los padres y un componente de atención
primaria para mejorar las prácticas de crianza. Los resultados fueros positivos: muchos padres
fortalecieron vínculos con sus hijos y se redujeron los casos de maltrato familiar. Estas estrategias
de tipo relacional se pueden emplear en toda la región de América, sobre todo en países donde
la violencia juvenil es un problema serio. Algunos países ya usan algunos de estos programas
dentro de las comunidades para prevenir la problemática. Por ello, este es un método que genera
que los jóvenes no recurran a la violencia y fortalezcan los valores familiares.

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