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Jueves 01 de noviembre del 2018

“la sinceridad es una palabra rodeada, no existe por sí misma. Adviertan la cantidad de exigencias
que adornan su uso: generosidad, nobleza, franqueza, impudicia; pero vemos también la cantidad
de enemigas que tiene en su propio cerco: hipocresía, mentira, manipulación…” Cruz, J. (2000).
Contra la sinceridad. Pg. 39. España: Ediciones Martínez Roca.
La sinceridad tiene una hipocresía en su interior, una necesidad del hombre. No todos somos sinceros
de una manera transparente, detrás de la sinceridad, se esconden las más íntimas impurezas del
hombre. Pero, de una u otra manera, es necesario mantener la hipocresía escondida. Si cada uno de
nosotros fuéramos personas honestas, claras, verdaderas y generosas; no existiría el más mínimo lapso
de amistad o comunión con nuestro semejante. Esto alude, a que la cara de la mentira mantiene unido
al mundo; así, la vida “cree” y “confía” en su más íntimo allegado… Cuando hablamos sinceramente,
hablamos desde nuestros gustos y disgustos de las cosas, nuestro parecer. La sinceridad se ha vuelto
la palabra de la – verdad – creemos ser sinceros con todo el mundo, creemos decirles la verdad a
todos… no obstante, nuestra “sinceridad”, está ligada a un trueque: de amor, poder, sabiduría,
amistad, etcétera.
Debemos tener claro que el mundo donde habitamos, es un mundo de poder. Entre más fuerte seas de
cuerpo y alma, más alto llegaras… alto, lo tomo como: la jerarquización que el - mundo
contemporáneo - ha implementado en cada uno de nosotros. Cada hombre nace en un nivel de vida y
es juzgado según su nivel social. De ante mano, la sinceridad, pasa por encima de los débiles. La
sinceridad es utilizada como un arma de doble filo, un arma invisible que apuñala y mata la confianza.
En otras palabras, más coloquiales; nadie es sincero y verdadero, todos son cerdos que manipulan en
busca de su propio beneficio.
Ahora, pienso que el mundo hoy en día, lleva a cabo una guerra “invisible”. La necesidad de “ser
alguien en la vida” nos ha llevado a mentir, engañar y matar. Desgraciadamente, prevale la necesidad
de vivir, que ser sinceros de alma. En mi poco transcurso de vida, me he topado con muchas
circunstancias no muy agradables para mí. En un pasado, Momentos de decepción y manipulación,
se volvieron algo constante. Desde mi percepción, más que vivir en comunión, el mundo se entiende
como una - jaula de combate -, donde nuestra única arma es la – palabra – Tenemos una “voz” que
nos puede ayudar a engañar y “salir adelante”; porque la palabra del hombre, se considera también
como el arma más peligrosa de la vida. Con la palabra, decimos y expresamos nuestros más íntimos
deseos y sentimientos de la vida. Con la palabra, creamos y destruimos sueños y esperanzas. La voz
del hombre crea guerras…
Para concluir, está muy claro que la palabra sinceridad, es una acción no muy implementada por todos
nosotros. No somos “tan sinceros” como creemos. No somos “tan verdaderos” como aparentamos.
Esta carta, más que ser una reflexión de nosotros mismos, de saber si somos sinceros o no; Se dirige
más a la desconfianza. El hombre utiliza muchas armas invisibles para buscar su cometido. La vida,
es una selva de combate. En nuestro camino, asecha más el mal que el bien. La felicidad del hombre
es la desgracia de nosotros mismos. No obstante, no debemos confiar en quien dice ser sincero, en
quien dice tener la verdad o darnos la mano. Detrás de toda verdad, se oculta una mentira o una
necesidad. Tengamos claro, que no todos vivimos baje el mismo techo, nadie sabe las intenciones o
necesidades del otro. Todos somos y seremos diferentes, todos somos animales en peligro de
extinción…
“El buen amigo es aquel al que uno recurre para conocer una opinión que le haga seguir o cambiar
el rumbo; de la opinión de un amigo depende el porvenir de nuestra vida…, o al menos de nuestra
amistad. En realidad, lo que el amigo espera de tu consejo o de tu juicio es aprobación, ratificación
de su propia estima. Por ejemplo, un amigo llega a verte con un soneto. - He escrito este soneto. -
¿Quieres que lo lea? – Sí, pero quiero que opines sinceramente de él… - ¿Sinceramente? – Claro,
como el amigo que eres. – Déjame ver. Entonces uno toma el papel en la mano, lee y relee el soneto,
lo guarda en sus ojos como si fuera una lección a aprender, lo deletrea casi, y en algún instante
enfatiza algunos de sus renglones o versos, hasta que se ha dado en tiempo suficiente como para
tomar carrerilla y emitir una opinión… atrevida. Entonces el otro advierte que estamos a punto de
juzgar, se adelanta y dice: - Sinceramente, ¿eh? Quiero que seas sincero… - Sí, pues sinceramente
no me gusta. - ¿Qué no te gusta del soneto? – Me parece falso, como si hubieras querido decir algo
que no te atreves a decir. Es un soneto de amor… - Sí, claro… - Pues, en un soneto de amor uno
quisiera cierto riesgo, cierta aventura, atrevimiento, y esto más bien parece un ejercicio escolar…”
Cruz, J. (2000). Contra la sinceridad. Pg. 46. España: Ediciones Martínez Roca.

Atentamente:
Juan Daniel Pulido A.

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