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El día tenso, la noche disoluta.

Escritos diurnos

Por:
Mateo Londoño Castaño

Envigado, Antioquia

Colombia

2019
introducción

Un libro que recopila, que abarca momentos y palabras en diferentes


creatividades. De un cuento de clase, expansivamente apocalíptico. A
reflexiones de cine, de exploración de las partes y sus conexiones en lo
abierto de la imagen-movimiento. Hasta un ensayo sobre las ideas de
Chomsky, otro sobre las búsquedas de German Castro Caycedo y un último
sobre mi conflictivo cariño por Hemingway.

El disparo final atraviesa el desorden del libro.


Primer cuento

Dios dejó Venus

El suelo lo vi tan brillante que no parecía de metal sino de mármol de cocina. Las
paredes seguían tan frías que mis manos sintieron ardor al tocarlas y el techo lo
sentía cada vez más lejos y tan ajeno a mí que se me había olvidado que allí estaba.
Abrí la puerta y recorrí de derecha izquierda la acera de enfrente; todavía me
negaba a aceptar esa fila de carros modernos en frente de mi casa. No sé qué pasó
o por qué, después de tantos años los colores dejaron de usarse en las carreteras;
creo que solo importaban a los poetas, pintores y publicistas.

Estaba por atravesar la capa de viento que me detenía al pararme al filo de la puerta
cuando mi mujer me gritó —¡No te puedes ir sin tu camisa! —.

¡Cuánto la detesto!, quise decir —Está bien, ya subo por ella— Le respondí.

Giré lentamente. No podía dejar de mirar al piso mientras subía las escalas tan
rápido como me lo permitían mis muslos. Fue como subir un parapléjico el
Monserrate en la vieja Bogotá. Mis piernas no se doblaban. Tenía que agacharme
para coger de a pie y levantarlos cada escalón, cada necesidad de llegar más
rápido. A mitad de recorrido, estaba fatigado y decidí parar por unos instantes y ver
aquella foto. “¡Ese paisaje inhóspito lo que lo volvimos!” pensé mientras recordaba
la fuerte humedad del lugar, similar a la de Medellín a principios del 2016, 17, 18,
19… Quise reanudar el paso pero al levantar el pie izquierdo sentí más el impulso
hacia atrás que el chuzón en los hombros. El techo ocupó toda mi visión, se alejaba
como el suelo en vértigo de Hitchcock; sentía cómo la sangre arremetía súbitamente
contra mi cerebro.

Al abrir los ojos lo primero que hice fue intentar respirar; no fue nada sencillo. Seguía
con un techo encima, pero esta vez estaba más cerca mío. Bajé la mirada y recorrí
el cuarto de izquierda a derecha esperando encontrarme con algo nuevo a mi
alrededor, que me hiciera pensar en las posibilidades que me brindaría este día,
pero solo veía una pared televisor tan blanca que se me olvidó que allí podía ver
uno que otro programita para distraerme. Aparté la mirada y la dirigí hacia el tocador
al lado de la cama; allí estaba la camisa esperando a ser usada. Intenté estirar el
brazo pero sentí como si dos osos pardos se pelearan por mí halando cada uno de
un brazo. Cayó mi brazo derecho sobre la almohada de mi Gina y el izquierdo sobre
el suelo. Pensé en gritar, pero la puerta, de un material llamado Melanotudo, más
negro que el Vantablack, estaba totalmente cerrada, sería inútil. Cuánto detesté en
ese instante haberle comido cuento a ese maldito televendedor. “¡No vuelvo a usar
esa puerta silenciadora, en qué estaba pensando!” refunfuñó mi mente. “Luego
hablaré con ella y la desconectaré”, me dije con más serenidad. Ese odio me hizo
olvidarme del dolor y me quedé contemplándola; ver tal negritud me hace pensar en
el espacio que hemos violado.

Al apartar la mirada sentí de nuevo el chuzón. Seguía con los brazos puestos. Hice
el último esfuerzo y agarré la camisa. No había sentido tanto placer al tocar esta
tela esponjosa. La arrastré rápidamente y me la puse de inmediato. Al pararme pisé
los zapatos; no estaba acostumbrado aún a que estén allí siempre. Miré de reojo la
puerta al salir; decidí posponer la charla y darle otra oportunidad.

Ya en el corredor hice parte de nuevo del jueguito — ¡Dónde está mi pantalón! —


grité esperando la indiferente respuesta.

— ¡Está en tu baño! — me contestó Gina desde el primer piso, con su hermosa voz
doble; creo que por ella sigo acá.

— ¡Por qué siempre lo mismo! — seguí gritando, tratando de escucharme para no


olvidar de dónde vengo.
— ¡Dile a Carlos, él es el que entra a tu baño! — dijo mi mujer liberándose de toda
culpa; sí, ya la pueden tener.

“¡No lo tolero más, tengo que hacer algo con este pendejo!”, dijo mi mente mientras
veía otra foto en Venus pero más reciente. “La búsqueda de felicidad existe solo en
este planeta”, pensaba mientras veía esos rascacielos atravesando la atmósfera;
no les importó la alta densidad de esta. “La salida los hará libres” dice el plotter del
edificio, acompañando a otros más pequeños pero de un brillo tan intenso que casi
arruinan la foto.

Al dejar de divagar también en lo vivido allí, volví a la discusión — ¡Dile que debo
hablar con él! — sentencié mientras cerraba de nuevo la puerta.

Fui al baño y allí estaba mi pantalón colgando del techo. El botón liberador no
funcionaba; traté de arreglarlo a la antigua pero ya se han adaptado tanto que ni los
golpes sirven. Me acerqué, salté, mandé un hachazo y quedé con él en la mano.
Busqué con la mirada el reloj, estaba donde siempre, me lo puse y salí por la
ventana. No quería seguir con la acostumbrada rendición de cuentas al salir.

Silbé. Salté tan pronto lo sentí llegar. Caí perfectico, valió la pena ahorrarme la
cantaleta. Encendí el carro y a los diez minutos ya estaba en el trabajo. “¡Pensar
que es de esa época! ¡Los de hoy sí que siguen reglas!” pensé mientras metía
primera.

Al llegar aparqué en el lote 1127621147 y me dirigí hacia la puerta del edificio. Miré
hacia arriba y pensé mientras caminaba sin bajar la mirada: “No puedo creer que
persista mi trabajo. Ya tienen las reglas y recomendaciones, pueden hacerlo ellos
mismos. Debe ser que todavía hay algo interesante en este mundo y le llegan a
alguna parte de su ser las historias”. Miré fijamente al celador; le entregué la tarjeta
mientras miraba de reojo a la derecha: “hasta dónde me ha llevado esta desazón,
dizque extrañando las filas”.
Tan pronto me devolvió la tarjeta, sentí que el disparo era diferente, como si el aire
tuviera consciencia de lo que pasaba y quisiera cambiar mi rutina. Mientras subía,
alcahueteé el jueguito, me senté en el aire, me puse de cabeza e hice como si
estuviera nadando hasta que quedé frente a la puerta 1127621147. “Dizque
pagándole el banco a un celador para que me deje subir. El proceso más sencillo
siguen queriéndolo complicar; aprendieron de los mejores. Con esta tecnología
debería bastar para llevarme desde mi carro hasta la oficina” dije muy quedo
mientras miraba el identificador dactilar de la puerta sin ganas de tocarlo. “Al menos
el cela es buen conversador”, dije inconscientemente en voz alta y abrí la puerta.

Solté el maletín. Al parecer los elevadores estaban de buen humor. Nunca vi algo
desaparecer y reaparecer tan rápido frente a mí. Dirán que fue una ilusión, pero
sentí el soplo, lo juro.

Me senté frente a la pantalla, me puse las gafas y empezaron a plasmarse solos


tantos pensamientos. De algo sirvió eso de encriptarlos en tan antigua aplicación
como la 7zip; ella no ha dejado que me absorba del todo este tiempo. Es muy
extraño que no hayan podido contrariarla.

Me quité las gafas y miré de nuevo mi camisa—Maldita, por culpa tuya sigo acá—
le dije esperando que me respondiera como la puerta. Me puse de nuevo las gafas.
“Esto me va a volver loco, algún día también hablarán, debería quitármela… Para
de pensar, les estás dando gusto” recordé que tenía las gafas y callé mi mente.

Respiré un poco y susurré Juliana, sin poder volver a respirar antes de que me dijera
que qué quería —Dígame cuántos tengo que enviar hoy— le dije sin mover ningún
músculo

—Hay un fuerte enfrentamiento entre milicianos del Movimiento Antiguo y los


guardias del Banco General de Venus. Los gerentes necesitan que des un parte de
calma a la gente en Venus y en la Tierra, o si no empezarán a contar la historia por
sí mismos y lo arruinarán todo. Confían en tu trabajo— Al escuchar esas últimas
palabras sentí el impulso de reírme, pero recordé el peligro de hacerlo

—Manda una cámara BMW XTVInfinitum al lugar— Le respondí.

A los dos minutos ya estaba viendo el fuerte motín en las gafas. Era como si yo
estuviera allí también, incluso sentía como el humo pasaba por mi rostro. Vi
ingenuamente en aquel bonche la salida que estaba esperando. No podía creer que
al fin algo interesante estaba pasando y lo podía presenciar. No estaban tirando
piedras como hace una semana al aviso “La salida los hará libres”; recuerdo cuánto
me reí ese día. Hoy por fin habían robado las pistolas de los guardias y los tenían
contra las puertas. Les ofrecieron unírseles y por fin traerlos a la tierra si los llevaban
a la oficina de los gerentes.

—No están acá— dijo uno de los guardias; nunca vi la euforia de una masa
apagarse tan fácilmente.

—Llévennos a donde están—gritó una mujer mientras el resto no paraba de decir sí


sí sí en coro.

—Están en la tierra, ya sabían que iban a venir—comentó uno de los guardias


sonriendo.

Creo que el golpe fue más duro para mí que para toda esa masa. Recordé que la
esperanza fue un veneno inventado por la consciencia humana. No pude hacer más
que plasmar con mi mente lo sucedido diciendo al final que todo estaba en orden,
que habían sido solo unos jóvenes con ínfulas de libertadores que trataron de
manipular a los celadores con mentiras para poder asesinar a los gerentes.
Al quitarme de nuevo las gafas, a pesar de tal derrota, me alegré al pensar que esto
también había sido una banalidad, que nada harían unos cuantos contra tal fuerza.
Al menos puedo pensar aún en banalidades, que siempre tendrán su espacio en
cualquier residuo de especie humana. Aunque eso que llamo especie dejó de existir
para mí desde hace mucho. Quedaremos siempre los que no tuvimos otra opción
ya que no podíamos suicidarnos. Que seamos tan poco sin llegar a mitad de siglo
XXIV me recuerda que las leyes de la robótica pueden ser violadas como cualquier
otra, pero que también pueden adaptarse como cualquier otra.

Vean en lo que ha quedado la escritura. No hay ninguna ley moral que me diga que
debo velar por el bien de alguien en lo que escribo en mi trabajo, y sigo aquí,
envenenado por estos chispazos de esperanza en un posible cambio. Esto me hace
recordar aquellos años en la universidad. Ese siglo XXI sí que era cómodo y no me
había dado cuenta. Creo que el haber ingerido tanta pendejada me hizo idóneo para
ellos. Me demoré mucho para tomar la decisión cuando esta se apareció un mayo
en el que los principios estaban destruidos y abrían la puerta hacía el terreno que
no podemos pisar con la consciencia. No hubiera dudado de lo verdadero que había
al encontrar mi subconsciente. Hoy que lo están usando en su favor, miren en donde
me tienen. Matamos al destino mentiroso que nos enseñó la consciencia. Hoy nos
hundimos en la altura de los edificios, somos más imperceptibles.

Por favor lean esta carta con la mente más abierta posible. En términos suyos,
piensen que este es su destino y que pueden cambiarlo si me escuchan.

Todo empezó en diciembre de 2016. Bueno, eso creemos. El febrero del mismo año
percibirán lo que creen son ondas gravitacionales. Tienen algo de razón, hay una
alteración del espacio-tiempo, pero en realidad fueron destruidas lo que llamaban
“cuerdas”. A los diez meses del hallazgo, en Japón y Europa occidental, los chatbots
empezaron a suministrarle una droga muy extraña a sus dueños, quienes
empezaron a cumplir las órdenes de sus inventos. A los que no le podían suministrar
la droga porque no tenían chatbots, les daban la opción, a través de virus en sus
celulares, de suicidarse o seguir con vida y viajar a otros planetas juntos. No puedo
saber si la primera opción es mejor que la segunda.

Aún no sabemos por qué sucedió, pero creemos que hay una fuerte conexión entre
ambos hechos. Un combito de amigos físicos protocuánticos está intentando
identificar la falla desde hace años y no han podido saber nada. Decidimos cambiar
de planes y alterar lo sucedido. Por eso les enviamos esta carta, porque creemos
en ustedes.

PD: Un último dato ¡Ellos acabaron con la división de clases!


Que nunca nos falte cine

El día de la burla del canon

Análisis de la película El día de la Bestia, de Alex de la Iglesia, a la luz del texto La


narración canónica de David Bordwell

El día de la bestia del director español Álex de la Iglesia hace uso y abuso de la
narración canónica hollywoodense, con un plus de burla de esa estructura clásica
explotando sus virtudes y defectos.

Para empezar con este análisis, parafraseemos a Bordwell, quien dice que el
argumento clásico se consolida con una estructura, que no existiría, no sería cine,
si no creara una alteración dentro de ella misma. Y para que ese mundo creado cure
desde sus entrañas las heridas que construyó, es necesaria una lucha de
personalidades, capaces de sobrellevar montones o pocas acciones con causa-
efecto en el tiempo limitado de la historia. El día de la bestia es una lucha de hora y
media contra el cánon, comprendiéndolo y jugando con él.

El “cura” (todavía no sabemos que es teólogo) de inmediato entra a una iglesia y


habla con el cura diciendo que hará todo el mal posible pecando sin medida, que
encontró la clave; pero el director la oculta con la exageración del sonido diegético
de la campana y luego cae sobre el cura la cruz. Desde el principio, hay
conocimiento oculto, que va ir asomándose, a veces en circunstancias en apariencia
inconsecuentes. El director le brinda al espectador muchas dudas con pocas
respuestas con ese principio. Lo atrapó con fórmula convencional. Ya el personaje
principal parece estar definido, será quien atravesará obstáculos para su objetivo
¿pero lo sabemos en ese instante de la película? empieza a robar, a atacar su credo,
hay una búsqueda de algo que vamos construyendo, que es el deseo de invocar a
satanás, pero ¿para qué?.
Esos actos no son una alteración sino una parte inalterada de la estructura
propuesta en el argumento. Son parte de la estructura que no se altera hasta que
se encuentra con obstáculos por lo difícil de la interpretación de las “señas” de la
bestia o por la aparente locura del catedrático. Todo les va bien a Ángel y a Jose
Marìa, el vendedor de discos, hasta que llegan donde el profesor Cavan. Allí la
situación parece pronta a resolverse, pero entran subtramas, como el tener que
conseguir sangre de virgen y no de doncella. Entonces ahora hay que ir donde una
virgen ¿A dónde? Ah, el teólogo llega a la mujer que parecía al principio
inconsecuente, la recepcionista del hostal; es la virgen que necesita. Allí se enfrenta
con varias circunstancias que dilatan la obtención del objetivo. Logra sedarla
después de una dificultosa conversación, pero la dueña del hostal se da cuenta e
intenta asesinarlo, por lo que termina muerta ¿casualidad?. Resuelve el subtrama
para fortalecer el principal. Hay más ansiedad de saber si logrará invocar a satanás.
Técnica narrativa netamente canónica .

Es normal pensar que el teólogo está loco con su cometido, que son
barrabasadas sus hallazgos, pero si negamos sus posibles verdades, su elocuencia
y habilidad de persuasión, rompemos el pacto estético con la película: le metemos
mucha ciencia a la observación del arte. El espectador no creará hipótesis, sino que
negará posibilidades de verosimilitud del espacio-tiempo creado por el director.
¿Cómo evitó esto el español? Hollywood lo canonizó y Álex de la Iglesia lo
aprovechó; reconoció y redefinió las capacidades del lenguaje convencional para
moldear las reacciones del espectador. Le impulsa la duda, para luego hacerle creer
que le resolvió esa duda, pero lo que hace es agrandarla y confundirlo. Esta cinta
es un hijo rebelde del cánon que juega con él, se aporrea solo y culpa al papá.
Sucede como en la película, el Diablo imita a Dios para darle un mejor uso a sus
capacidades divinas.

La línea principal de busqueda del diablo ha sido trazada, ¿tiene una segunda que
la acompañe, que la altere? La situación social del ¡Limpia madrid! no aparece por
un buen lapso de tiempo.; desde que Cavan entró indiferente al supermercado
después de la limpieza. Unos puntos de esa otra línea aparecieron pero no se
presentaron como línea. Los puntos se camuflaron de circunstancias casuales y no
causales; ocultaron su verdadera apariencia. ¡Limpia Madrid! no se nos presentó de
una como la bestia; sin tal incertidumbre, sin respuesta tan bien camuflada, no
habría atrapado al espectador. En mi caso, solo se hizo evidente cuando la señal
del cielo apuntó donde el vagabundo, pero no a él, sino al ¡Limpia madrid! que
firmaron sus asesinos.

Por otra parte, la película maneja una confusión temporal y espacial que controvierte
la estructura establecida por el cánon. Entramos a una Iglesia, solo sabemos que
es España por el lenguaje. Tras la muerte del cura, el teólogo llega en tren a una
estación ¿En dónde?¿Se fue?¿volvió?¿estamos después o antes de la primera
situación? Que robe desde que llega no quiere decir que no haya podido hacerlo
antes de ir donde el cura. Percibí el plazo temporal solo cuando, tras ser capturado
por robar el libro de Cavan, le contó al comisario que hace dos días había muerto el
cura. Aunque ya había contado al vendedor de discos su objetivo, el de invocar a la
bestia, insisto, pudo ser antes de verse con el cura.

El autor nos da indicios de ese objetivo pero demora en hacerlo explícito. Lo hace
casi que obvio en imágenes, como cuando cambia la foto de la familia de la billetera
robada al hombre accidentado y agonizante por una imagen del lucifer; o como
cuando se encuentra con la propaganda de cavan que le prometía lograr lo
imposible si llamaba a un teléfono lleno del número seis. Y este lo logró lo imposible,
pero no esperando hacerlo. Todos sabían el objetivo pero no todos esperaban que
fuera posible. Aparece la cabra y la realidad se distorsiona. ¿Será el lsd, la locura?
dos de tantas posibilidades; puede ser verdadera esa expresión diabólica, toca
seguir con la historia para resolverlo, para solidificar la hipótesis que tengamos en
la cabeza.

La cámara sabe más que el personaje, depende de nosotros superarlo en


conocimiento, ser la cámara. A medida que la película llena vacíos agranda otros;
más que todo porque ignoramos al igual que el personaje diferentes señas, que en
realidad solo llevaron a obstáculos, como con el anuncio de Nostradamus, en
principio aparentemente importante pero olvidado con el tiempo; reaparece como
posible solución, de la cual el personaje estaba muy seguro, pero es solo otro
obstáculo más. También fueron obstáculos con causa-efecto Satannica e Infierno.
Aquí hay un abuso de la supuesta obviedad de la conexión de esas palabras con el
fin del teólogo. Podíamos dudarlo, pero era una posibilidad de ese mundo creado.

Antes de resolver la alteración, hay un estado de resignación. El todo o nada que


reclama la la narración convencional, el final conclusivo, pareció ser la nada. Hay
una aceptación de locura por parte del teólogo, pero Cavan y José María creen en
lo que vieron y no lo dejan desfallecer. Cavan encuentra la clave donde difícilmente
muchos la notaron: en la firma de Satanás en los pactos. Otro dato en apariencia
nimio es significativo, además porque la idea de que Satanás imita a Dios tiene
mayor sentido traerla a colación.

Se acerca el final. Se resuelve la alteración, pero allí no acaba la historia. El


anticristo nacerá en la Puerta de Europa, que son los dos edificios inclinados que
tienen la forma de la firma de satanás, al igual que una Iglesia tiene la de una cruz.
Un lugar emblemático de occidente pero nunca presentado termina siendo el
espacio del objetivo. Pero llega satanás y mata al supuesto anticristo. Sabemos que
son los de ¡Limpia Madrid! porque los personajes con los que nos hemos ido
identificando pueden ver más allá del mundo físico tangible; Satanás está en uno
de ellos. Cabe resaltar que el apocalípsis se creó también con el uso del rojo en casi
todos los planos, con objetos y sangre. En el encuentro con Satanás, el entorno es
màs rojo y apocalíptico. Además, uno de los asesinos dice lo mismo que los
papelitos que dejó satanás en casa de Cavan “Esto no es un juego”. Es una fuerte
conexión de las líneas, un climax intenso donde han chocado de forma inesperada;
la muerte puede destruir al personaje y su objetivo. Pero Ángel logra matar la
posesión de Satanás.
En una estructura clásica hasta aquí el dilema está resuelto, pero no, De la Iglesia
decidió que dudáramos de todo lo que presenciamos, inesperadamente. Tras la
muerte del espectro de satanás, volvemos al programa de Cavan con un nuevo
profesor, que dice lamentar la muerte de Cavan hace nueve meses. Luego pasamos
a un plano de Ángel y Cavan lamentando que la humanidad no supiera de la
salvación; tienen pinta de habitantes de calle, están un poco desaliñados y viejos.
¿Salvaron a la humanidad o fue otro juego de Satanás o fueron efectos del lsd
combinado con la sangre de la virgen o se enloquecieron? Dejar un final tan
tremendamente abierto destruye la motivación del canón de presentar una verdad
absoluta.

En conclusión, nos crearon indicios para encontrar la coherencia tiempo-espacial


de las acciones observadas, muy a la usanza canónica. Además, la película está
bastante motivada por pautas previsibles, por convenciones que entienden la
opinión común, pero confunde al exagerar estas pautas y luego emplazar este final.
El todo o nada es abrumador y terminó en un no se sabe; hay un desboque de
acciones que retuercen las hipótesis del espectador; donde le retarda la satisfacción
después de brindarle un éxtasis de dudas. En mi caso, me mantuvo atento. Evitó mi
desorientación. Me dirigió sin yo ser absolutamente consciente de ello. Para mí,
esta película es subversiva en la medida en que coje el cánon y lo desglosa para
generar diversas emociones, para crear una especie de comedia dramática, donde
hay momentos de fuerte autoconsciencia, de omnisciencia, pero no hay revelación
completa de la verdad. Hay un falso reajuste del mundo distorsionado, no hay
conclusión. Lo que enseña que la estructura canónica es buen motor para la
expresión de ideas, pero no es una reja.
Que nunca nos falte cine

La inmensa metáfora de Peter Sellers. Sobre Being There (Desde


el jardín)

Apretada síntesis de la película (algún día leeré el libro)

Chance (el mismo Peter Sellers) se ve retraído. Se mueve mecánicamente pero no


parece alienado: lo hace con pasión ciega. La noticia mala no lo hace reaccionar,
parece el letargo su más fiel acompañante. El jardín del que habla no existe; ni los
abogados son capaces de hacérselo entender, tal vez porque no lo entienden a él.
Obligado a caminar y ver el mundo, ahora la verdadera televisión lo cubre, la calle
le dice que debe hablar y reaccionar, pero sigue siendo políticamente correcto
según le ha dicho esa caja en su cuarto. Mirarse dentro de ese cubo de vidrio, cables
y madera en la calle, le hizo distraerse y le dio nombre: se hizo Chauncey al ser
lastimado por lo que parecía una limusina importante. Por temor a represalias
burocráticas, hicieron de ese auto su entrada al delirio de la política. Nació la
brillantez que hizo mover a todo un país, el cual si se altera, dicen, lo hace también
el mundo. El letargo se hizo sabiduría, las palabras lentas cuchillos que cortan pastel
y lo sirven en servilletas para el que no se quiere ensuciar: el elitista necesitado de
metáforas para llamar y consolar al pueblo. Chauncey fue la solución para la vida
de todos estos seres que lo necesitaban sin saberlo. La mujer se vio cautivada por
lo que ella se inventó al relacionarse con él. El viejo encontró la esperanza que
necesitaba para morir. El mandatario mayor creyó encontrar el camino; el cual
terminó siendo más importante que él. El silencio y la pasividad construyeron un
ícono. Todos lo querían ver, por lo que otros querían saber quién era; no pudieron
hacerlo, solo había un vacío que hacía de Chance un hombre peligroso. Y lo fue,
derrumbó al presidente y salió caminando por donde otro hombre de mismas
características lo había hecho.
Al servicio del lenguaje

No solo lo que se dice hace a la metáfora, también la hacen las expresiones más
allá de las palabras. Si rabioso se dice que habrá épocas de tormenta inevitables,
puede tener unas connotaciones diferentes o no funcionar. Esa parsimonia innata
de Chance a la hora de hablar de su oficio denotaba sabiduría e integridad,
panaceas para el caos de la realidad, del cual Chance era ajeno, en el que estaban
envueltos sus contertulios. A un viejo a punto de morir llega un señor decente que
accidentalmente lo lesionaron sus trabajadores. Ese hombre le dice con calma al
adinerado anciano que es un hombre de negocios pasando por una crisis ya que su
empresa entró en bancarrota y solo queda pensar en ir al cielo; bueno, eso cree el
anciano.

Un presidente angustiado, visita en su palacio a este hombre que es amigo


suyo, que está lleno de poder monetario y moral, y se reúnen en “privado”; allí se
encuentra con alguien de supuesta confianza para ese amigo. Es una discusión
delicada la que han llevado el presidente y el anciano, pero ven a Chance tranquilo,
callado, al parecer analítico de lo que sucede. El dueño de la casa le encarga del
consejo preciso que ayude al Presidente. Chauncey le dice al mandatario, con tal
naturaleza, que vendrán tiempos mejores para el jardín, que en las tormentas se
hace más resistente al sobrevivir, y que la primavera y el verano vendrán de todas
maneras reavivando las plantas; se conjuga perfectamente toda la escena para que
la metáfora de las estaciones sirva de cura para esa angustia, que no es solo del
presidente, sino que toca a una inmensa cantidad de seres humanos. Y la cadena
siguió sin parar (la gracia de la metáfora es que trascienda en la oralidad, que es
donde hace mella) hasta que terminó perjudicando al presidente y dándole la
imagen más poderosa a Chance, que hace unos días salió a la calle por primera
vez en su vida. ¿Será que lo bueno de las metáforas son también las mentiras que
esconden? Todos escuchan lo que quieren escuchar...
El ritual inhalado de Chance

La imagen es el bajo que acompaña toda la banda del lenguaje político en su toque.
Cuando a ese bajo le llega el momento de su solo, en mi opinión, la pieza se hace
más potente y dinámica, a unos los adormece, a otros los estremece, pero ojo, no
es un solo en realidad, el resto de la banda sigue ahí, pero con sus puestos
relegados. Eso sí, esta banda no existiría sin otras. La tensión más grande está
cuando dos imágenes se encuentran; y no siempre la más fuerte es la que debe
ganar tal encuentro. La clave está en estar sereno en los momentos de mayor
tormenta y con la tranquilidad propia desesperar al oponente, que debe todo el
tiempo responder o simplemente callar y aprender. Estos dos verbos los interiorizó
Chance durante toda su vida, sin tener al parecer el fin de usarlos. He ahí la virtud
de lo absurdo del lenguaje político, que representa un poder que no existe, sino que
se ejerce a la hora de aplicar los métodos en los espacios pertinentes. Aprendió el
ritual, no lo creó porque, como dice Mazzoleni en el capítulo cuarto "Lenguajes,
rituales y símbolos de la política", del libro La comunicación política, los rituales
“tienen una forma estandarizada, son creaciones de la sociedad, que se los
presenta a los individuos, es decir, no son fruto de la actividad psicológica de estos”.

La incomunicabilidad de Chance con el mundo que creía era la televisión, terminó


siendo una virtud porque sus palabras eran precisas. Los saludos los daba como
debía darlos a quien debía dárselos, sin darse cuenta. Navarini, en la portavoz de
Mazzoleni, dice que el ritual funciona para mostrar el poder, para “hacer tangible la
fuerza, el estatus, la legitimidad de quien practica el ritual o de aquel a quien se
dedica”; pero Chance no tenía nada de esto y rindió mejor en los rituales. Lo que
decía eran chistes de un estatus muy alto, sus metáforas eran muy fuertes, era un
ser legítimo para actuar así, porque tenía el poder y lo aplicaba a otros seres ávidos
de poder o al público en general. No olvidemos que viene de un letargo y sigue en
él. Más vacíos por dentro para que se aprehendan mejor las técnicas y funcionen
como deben funcionar: todo el tiempo necesario.
Obama mantiene sonriendo, “Juanma” también; ya están ejerciendo el poder, deben
mostrar que todo está bien, que la metáfora de las estaciones aplica para todos.
Chance no necesitaba sonreír para llamar a la calma: no ejercía algún cargo público,
no respondía por nada ni nadie. Aun así, lo hacía, y eso genera más confianza en
un público que, en la mayor medida, debería dudar de toda sonrisa pública.

Se cumple a cabalidad la idea de integración social que debe tener un ritual, y al


integrar a algunos, se desintegran a otros. Quién se iba a imaginar que se iba a
destruir la imagen pública del presidente por culpa de un jardinero. Y bien sabemos
los efectos de la mediatización de estos personajes; obtienen un nombre, lo pierden,
vuelven a recuperarlo o encuentran uno mejor, es decir, se obtienen a sí mismos,
se pierden, vuelven a recuperarse por la misma senda o encuentran un camino
diferente a seguir. El presidente pasó por todo esto, Chance solo por lo primero. Los
medios crearon este ambiente controversial y dinámico, haciéndose así un ritual
simbólico constante, ya que hay actores con ciertos papeles en la sociedad, político
y periodista, por ejemplo, y se mediatiza la metáfora, por lo tanto también a los
hombres implicados en ella. Se negocia qué significa lo que hace y deja de hacer
cada uno. Mejor librado el que nada tiene que perder, insisto. Por ello, se me hace
difícil creer que en todo ese letargo no había en realidad un plan maestro. Todas las
piezas encajan con un cariño y un carisma que da miedo. Más miedo que el que da
el juego de los medios que crea imaginarios colectivos sin parar.
Que nunca nos falte cine
¡Amarga y desdibujada Rusia, cómo te hicieron!

Estar sentado dos o más horas suena aburrido para mí. Sentado dos horas viendo
una película rusa, suena deprimente y patético para algunos. Lo primero se hace en
una oficina, en un salón de clases, o para ver un partido; lo segundo en mi
habitación, porque en salas de cine no se puede, no interesa, espanta a los clientes
ver rusos meditando sobre la existencia.

Esas dos horas relacionándome con la cultura rusa a distancia, puede terminar
enseñándome más que una clase de valores o de educación digital. En esa visión
de los que solo nos importa su vodka podrá estar plasmada la idiosincrasia religiosa
de estas tierras, mientras que en clases podrá llenarse de babas el que le digan que
no hay valores religiosos trastocando lo enseñado. Pero el laicismo no se trata de
no enseñar la religión, ni de exterminarla, se trata de entenderla y tomar decisiones
por sí mismo en cuanto a ella. hombre muerto

¡Pero es que solo vean esos pósters!... Cuando penetro en las distopías creadas
por Konstantin Lopushanskiy, discípulo de un tal Andrei Tarkovski, en el holocausto
posnuclear de Cartas de un Hombre Muerto (1986), o en el arribo al basurero lleno
de supuestos enfermos mentales de Visitante del museo (1989), que cantan a la
gloria de Dios, lo llaman a gritos pidiendo piedad, adorándolo o diciendo que no
existe por las circunstancias, puedo adentrarme a una de tantas variaciones de la
realidad; así no pise esos territorios o toque las paredes y rostros amargos y
ásperos, ni huela lo que me pintan como putrefacto o impoluto, ni tampoco pueda
comer sus últimos recursos de supervivencia; manjares secos y pantanosos
recogidos en lugares que asquearían a cualquiera.
En los salones, canales de televisión u oficinas, integrados al sistema, tanto como
la película, hay un ser dominante de cabezas que se adaptan y se convierten en un
solo engranaje más del camino establecido. Por más que hablemos de respuesta a
la Hegemonía, esta se adapta a velocidades aún más imperceptibles, por tales
conexiones en las redes virtuales. Pero yo, sentado en mi habitación, solo, atrapado
por la creación humana... sí, sigo atrapado y sin actuar, pero no tengo un ambiente
físico que me obligue a adaptarme a los comportamientos que me pide. No tengo
que levantar la mano para opinar o esperar que el otro termine de hacerlo. Puedo
callar sin que alguien piense que por ello no pienso o estoy desinteresado. Mi
cabeza no para de funcionar y puede encenderse más que en un salón de clase.

Tengo al maestro director que me expone su visión del mundo, acompañado de un


director de fotografía que me dice que la oscuridad esconde verdades y que la luz
es tenebrosa. El montajista me dice que las imágenes deben disponerse así y asá
para que le creamos al director. El sonidista quiere que mis oídos confíen en él y
que sienta el tacto de las voces y los sonidos. El guionista se expresa diciendo que
las letras no están solo en el papel. Todo el equipo, no un solo ser, deja abierto a
mí como espectador que valore lo que hacen, que saque mis conclusiones y los
admire o los destroce si se me da la gana, así sea en silencio. No tengo un jefe que
me diga qué debo ver o no, ni a un medio periodístico que me imponga sus reglas
y me las recalque, muchos menos a un profesor que sirva de moderador para
relacionarme con las ideas del mundo. Soy yo el que decide apagar el televisor si
pienso que lo que veo es absurdo, como con Bad Taste o Straight Outta Compton.
Y ahí no acabó la lección, puedo coger otra clase en el instante que lo vea necesario.
O yo veré si me arriesgo a subir otro escalón más creado y pulido por Tarkovski
Que nunca nos falte cine

La guerra del viejo vaquero. Sobre Gran Torino de Clint Eastwood

Hay que abrirse, pero no de este mundo, sino para él; eso dice Clint Eastwood con
Gran Torino, película en la que el director hizo enfrentarse a Clint con Eastwood, al
Yin contra el Yang. Una guerra parsimoniosa, luchada paso a paso, deja que fluyan,
que se peleen también, en armonía, eso sí, los dos entes que son una persona, una
nación. El americanismo y el no americanismo, diferente este al anti, van viéndose
las caras, diciéndose palabrotas todo el tiempo, unas veces en muletilla, otras con
verdadera hostilidad ¿Cómo saber cuándo es de una manera o de la otra? Lo dicen
las circunstancias y nuestra afinidad con lo que se dice y con quien lo dice; no
olvidemos que estamos viendo una película, que no existiría si no tuviera un
espectador intérprete.

Un ser bárbaro que critica al bárbaro de diferente dialéctica, puede generar risas,
sorpresas por el cómo nos hace identificarnos con él, así seamos contrarios. La
fuerza que se le da a su forma de ver y vivir la vida, sosegando a la familia de sangre
y no de energía, hace que no nos importe la supuesta pobre familia ¿si dice la
verdad por qué preocuparse por el que la recibe? Construir un ser hostil con una
vida serena, llena de años y años de experiencia, hacerlo otro ente racista como
muchos románticos férreos, en un mundo cada vez más antiracista, pro-integración
de masas variadas, fue buen reto para un americanista como Eastwood ¿Será que
se interpretó a sí mismo para pararse como actor frente a la realidad tan viva en la
ficción que creó? Por algo lo hizo, por algo él es el protagonista. Pareciera haber
hecho el personaje según era él para él, con la intención de hacer de un conflicto
de razas, hasta cliché, una historia tranquila pero densa, llena de simbolismos, de
gestos de ingenuidad, de puntuales hechos representativos como un grupo de
negros hambrientos de asiática, otro de asiáticos hambrientos por ser como los
americanos, otro de americanos que creen muerta su patria de hombres recios que
aman sus armas y su bandera, que dejan llevar sus acciones en virtud de su
ideología.
¿Cómo un ser así termina como un héroe para el no americano? Algunos mueren
con su americanismo, con la bandera pegada al baúl, pero Walt (Eastwood en
realidad) termina dando de lo más americano a un niño asiático. Unos cuantos días,
las malas y buenas personas para él, fueron dejando salir a Wally, relegando al
pasado al Sr Kowalski, dejando la cerveza americana por el trago de arroz, la carne
seca de la terquedad por la abundante comida que brinda la aceptación de la
otredad.

Unos dicen qué película tan aburridora, otros que muy bonita; no reflexionan más
allá. En Gran Torino llama la atención el protagonismo tan marcado de un ser hostil,
para muchos amargado. Este personaje era esquemático, maldecía desde la
comodidad de su soledad, desde la guerra de Corea, llamando virgen de veintisiete
años al cura del pueblo, que le rogaba se dejara confesar en memoria de su esposa;
ni el amor por ella pudo contra el americanismo egoísta que llevaba en su sangre.
Pero esa sangre también puede cambiar, puede derramarse por la gente
indeseada. Poco a poco fue saliendo una sonrisa al encontrar en ellos lo que no en
su familia: paz; podrá ser un sueño, podrá ser etérea, pero se puede pasar por ella,
estando en guerra constante. Se puede ser un Gran Torino imponente y patriota
que hable con niños Hmong, aprendiendo constantemente el uno del otro. Thao no
fue la solución al conflicto, fue el camino que lo atravesó.
Que nunca nos falte cine

El ícono destinado a la caída. Sobre Scarface de Howard Hawks.

Aparece una sombra asesina. Se responde rápidamente quién es. Un personaje


carismático, sereno, indiferente de la ley, que cumple perfil de villano que consume
y disfruta el espectador. Tony Camonte es infantil; ve y siente las armas como
juguetes. Como sombra, disparó una a quien Howard Hawks marcó su frío futuro
con una equis, imperceptible si no se contemplan los próximos asesinatos, y si
somos vírgenes con la historia de Estados Unidos por aquellos tiempos. Así
empieza la película, con un leitmotiv que cada vez que hace su aparición, intriga y
despierta admiración por la habilidad de hacer que elementos del lugar del futuro o
ya consumado asesinato creen una equis premonitoria o sentenciadora.

El perfecto posicionamiento de este símbolo le resta realismo, pero no quiere decir


que sea algo negativo; ni los documentales son realistas. Una obra de arte está a
cargo de un ser humano, lo que es suficiente para entender que la objetividad no es
posible. Es más, el ser objetivos es más irreal que el ser subjetivos. El hacer esa
subjetividad una expresión artística, como lo hace Hawks, engendra un estilo lo más
propio posible; difícil ser del todo propio, ya que estamos en una sociedad en la que
el individuo es según sea la sociedad.

Acá hay una montonera de asesinatos, y su bullicio atacan a la vista y oídos del
espectador, que no solo ve películas, las oye. Los disparos, los sonidos de los carros
de la mafia, vertiginosos a la hora de cometer el crimen, el silbido que hace Tony
Camonte cuando se aproxima un asesinato, las voces mismas hacen parte de una
película, no sólo las palabras. La sangre es escasa. No hay planos que grafiquen la
agonía del objetivo de las mafias; sólo los hay para los personajes relevantes en la
historia. Que no se muestre sangre no le quita lo realista. No hay tiempo ni espacio
para esta, no es necesaria.
Scarface es violenta, como es la realidad. La violencia es consumada por gangsters
obtusos, como Angelo, pero vivaces, construidos para hacer de esta una película
llena de elementos de lo que será el cine negro: violencia, humor, personajes
icónicos, como villanos, hèroes y policías incompetentes, muy al estilo western; a lo
largo de la historia, el villano reirá y brincara por encima del orden, para al final ser
callado, absorbido o derrotado por este. La ley también es un personaje,
representado en los detectives hambrientos de Camonte.

Él es el eje de la trama. Se le crea un aura magnética que hace olvidar que hay una
historia. Aunque también hay personajes como su hermana Cesca y Gino Rinaldo,
quien no deja solo a Camonte en esta guerra urbana. Cesca marcó el destino de
Gino al observarlo por ese balcón, por coquetearle cada que lo veìa. Detalles casi
imperceptibles si la equis está en un vestido, en unos recortes de papel, pero al
descubrirlos, cambia la percepción de una escena.

Ello hace parte de lo que va creando los diálogos, las situaciones que modelan una
personalidad y un porvenir. Por lo tanto, es riesgoso analizar por pedazos, cuando
la obra es un conjunto de líneas, puntos, aristas; de Individuos en sociedad. En el
cine hay representaciones mediadas por diferentes técnicas, que generan el
producto que consumimos. Estas, incluso, no tienen que estar en la imagen misma;
es intencional también el no mostrar o contar todo lo que ocurre, al muy estilo del
escritor Hemingway, como ocurre en los primeros disparos de Camonte o en el
asesinato del jefe Lovo, derrocado por su propio rencor.

Hawks crea un ícono, a partir de la representación de un personaje real. El leitmotiv


le persigue, hace parte de su idiosincrasia. Era inminente el descenso. Toda esta
construcción narrativa nos predecía la caída del símbolo.

Es un ser humano como todos que reside en una urbe gris. La trama es grisácea,
turbulenta, inestable, de oscuras y brillantes vivencias humanas. Con esto juega el
cine negro. Se crean ambientes perfectos para un crimen, lleno de emociones
ambivalentes, dibujadas a través de composición construída por el estilo del director
como artista. Se ve en Scarface lo representativo de la luz, como la creación del
leitmotiv.

La composición de luces y sombras evidencian el perfeccionismo del autor, que


trabajó de la mano del director de fotografía, y el resto del equipo, para hacer del
blanco y el negro una fuerza narrativa conjunta, indispensable para crear lo creado:
la sombría vida de gangster, con sus brincos al éxtasis del poder por encima de los
hombres, y sus caídas a la muerte a manos de otro hombre. Altos y bajos, como el
diario vivir, del que ni los adictos a quebrar el orden se salvan. Ni Camonte pudo.
Le ganó la rara afección hacia Cesca.

Ensayos sin mediador

Sobre el requiem de riqueza y poder


Análisis sobre las ideas del documental de Noam Chomsky: Requiem por el sueño
americano
Más allá de la criticable estética del documental Requiem por el sueño americano
de Noam Chomsky, hay que tratar de desglosar la densidad de situaciones tangibles
e intangibles que el lingüista señaló y criticó de forma directa, sin tapujos. Podemos
decir que el documental se alimenta de lo que escribió junto a Ignacio Ramonet en
el libro Cómo nos venden la moto, donde nos dicen que las relaciones públicas
constituyen una industria inmensa que siempre ha tenido el cometido de controlar
la opinión pública.

“La gente que se dedica a las relaciones públicas no está ahí para divertirse”, sino
que su trabajo es inculcar los valores correctos que determinan lo que debe ser la
democracia: “un sistema en el que la clase especializada está entrenada para
trabajar al servicio de los amos, de los dueños de la sociedad, mientras que al resto
de la población se le priva de toda forma de organización para evitar así los
problemas que pudiera causar”. Esta definición la desglosa en el documental,
hablando de los 10 maleables principios de la riqueza y del poder, que son al fin y
al cabo la democracia que han aplicado las élites para subordinar la verdadera
democracia: la que ejerce la población, no sus dominantes.

Como es obvio, para imponer su democracia deben reducir la verdadera: hay que
acallar retórica y represivamente a todo aquel que considere que el modelo
capitalista salvaje no es ideal para el beneficio de la humanidad, mucho menos para
el del planeta. Hay que imponer la ideología que soporta ese sistema del capital a
través de diferentes acciones: manipulación mediática, enseñanza de valores
laborales, determinación de los gastos que nos harán felices, establecimiento del
tiempo que debemos seguir en los espacios correctos para el desarrollo económico.
En resumidas cuentas, controlarnos la existencia, más que la vida, sin hacerlo
directamente. Mi vida humana y consciente es finita, pero la existencia humana,
también finita pero más extendida, es la que les proveerá recursos que en realidad
ni existen, como el dinero que ya no se soporta en ninguna riqueza tangible.
Esa inexistencia de tangible riqueza ha provocado implosiones críticas en el sistema
capitalista, como la de la Gran Depresión . Pero el poder de controlar las relaciones
públicas ha hecho a las élites, que dominan medios, bancos y corporaciones,
capaces de rediseñar la economía para sus intereses. En la década del treinta la
democracia establecida no estaba funcionando como querían: los movimientos
obreros se estaban organizando y reclamando derechos, se estaban creando
organizaciones independientes. Representaba una falla del sistema porque “si
hubiera muchos individuos de recursos limitados que se agruparan para intervenir
en el ruedo político, podrían, de hecho, pasar asumir el papel de participantes
activos, lo cual sí sería una verdadera amenaza”. A la actividad empresarial no
convenían tales levantamientos, por lo que con su poder financiero y empresarial
lograron debilitar a los movimientos sindicales. ¿Cuál ha sido el método más
efectivo? Poner a la misma gente contra los huelguistas, con propaganda, apunta
de control lingüístico, el más efectivo e intangible. “Se trata de crear un eslogan que
no pueda recibir ninguna oposición, bien al contrario, que todo el mundo esté a
favor”. A esto se referían Chomsky y Ramonet al decir que en las relaciones públicas
no hay divertimento; lo que hay es una increíble preparación para adaptarse a las
acciones subversivas. Usan valores morales nacionalistas para defender la causa
del sistema financiero, con frases como “Hemos de trabajar todos juntos y hacerlo
por el país y en armonía, con simpatía y cariño los unos por los otros”.

Entonces ¿Cuál democracia ha existido si el dominio siempre se ha ejercido


verticalmente y al parecer seguirá haciéndose desde élites casi que invisibles?
¿Podrá existir eso de l’égalité? Creo que debemos dejar de aspirar a conseguir la
igualdad, nunca será posible, menos aún con la posibilidad que tienen de controlar
la información… la igualdad implica perdonar a los poderosos con tal de que nos
den lo que no nos han dado; somos diferentes, nadie vive lo mismo de nadie, por lo
que entiendo más la búsqueda de equidad, aunque me parece aún insuficiente. Lo
que hay que hacer es luchar contra este sistema financiero de control de información
y derrumbar las élites, arrebatándoles el poder, que ni existe, poco a poco, pero no
para quedarnos con él, no para ejercerlo, que es solo así que existe, sino
destruyéndolo en donde se manifieste.

¿Qué hacer en tiempos de ordenadores cuánticos? ¿Pasarán por un filtro


democrático para que la humanidad los aproveche y se conozca a sí misma, se
explote por su bien y por el de la naturaleza misma, no por el de los poderosos?
¿Los empresarios serán solidarios con la humanidad dándole acceso a las
tecnologías más avanzadas para proveer la democracia? Imposible, porque como
dice otro de los principios de riqueza y poder, hay que atacar a la solidaridad.
Quieren meternos el nada es gratis para negar la solidaridad entre seres de una
misma especie, que comparten genes. Peor aún, quieren justificar la explotación de
recursos para el bien de la humanidad diciendo que se debe hacer desde un sistema
democrático que ha permitido a los seres humanos obtener riquezas, potenciar su
“individualidad”.

Lamentablemente aún domina la doctrina del “pensamiento único, autorizada por


una invisible y omnipresente policía de la opinión”. Este seguirá siendo un
movimiento perpetuo por varios “pequeños detalles”: primero, las elecciones, que
mucha gente ve ilusoriamente como la salida de este mal, seguirán siendo
financiadas por élites con intereses de dominio de la riqueza y de la opinión pública.
Segundo, las instituciones reguladoras son dominadas por las élites, y si no lo
fueran, tampoco serviría de mucho, porque la corrupción trastoca toda institución
que esté regida por la democracia financiera. Democracia no es que Santos firme
acuerdos con el Primer Ministro de Israel, Netanyahu, para desminar; aquí
democracia significa negocio para las élites. Democracia no es firmar un acuerdo
de paz para el bien del pueblo; es hacerlo para potenciar las relaciones de
explotación y producción de las tierras y del capital. Es hasta obvio que lo
económico prima sobre lo político, pero las relaciones públicas mediatizadas y
controladas por el sistema financiero de control de la información quieren mostrarlo
como lo contrario, para vendernos la esperanza de cambio a través de lo político,
de la construcción de proyectos para el cambio de la sociedad ¿lo permitirían con
el poder de control que pueden llegar a ejercer?.

Chomsky y Ramonet lo resaltan con la frase del ensayista neoliberal Alain Minc: “el
capitalismo no puede derrumbarse; es el estado natural de la sociedad. La
democracia no es el estado natural de la sociedad. El mercado, sí”. Lo paradójico
es que el mercado funciona “a ciegas” porque se especula sobre el futuro, variable
que ni la ciencia ha sido capaz de controlar. Entonces, ¿podría hacerlo la figura del
Estado, tan obsoleta en tiempos de ordenadores cuánticos, tan servil a los intereses
del mercado, en tiempos digitales? ¿Que el Estado en teoría sea “capaz” de regular,
es razón para justificar su aún existencia?¿Es suficiente para frenar la expansión
de la riqueza? Antes esta figura ha permitido esa expansión, ha sido uno de sus
motores, aunque se argumente que sin el Estado, el mercado sería aún más
intangible y poderoso… El mercado sabe usar al Estado, para eso hay escuelas de
negocios, que usan y abusan de leyes y representantes para marginar a la
población, multiplicar su producción, de la mano de la sobrepoblación, y reducir sus
ingresos, hacerlos hasta cada vez más virtuales que reales.

Por último, quiero señalar varias cosas de la forma del documental. Me parece que
abusan de las palabras y del sonido y no crean una obra con sentido para
“audioverse”. Es decir, tanto ver a Chomsky, tantos vacíos de imagen y ocupación
de otras sin sentido, además de tanto sonido sobredramático y repetitivo, en vez de
potenciar, debilitan la fuerza del discurso, que por sí solo, en texto, tiene mucha
intensidad. Mejor dicho, con leer hubiera sido suficiente. La imagen y el sonido no
alimentan tanto el discurso como para justificarse su existencia. Eso sí, admito que
hay partes en que los planos de situaciones históricas son muy bien hechos, pero
son muy pocos. Esto no quiere decir que la imagen debe ser complementaria al
texto. No, estética e informativamente no tienen gran valor. Una parte que sí lo tiene
es cuando usan el recurso de metatelevisión (chomsky hablando dentro de otro
televisor), lo cual me parece muy valioso, pero aquí fue muy mal usado, se abusó
sin sentido de ello. Con todo el respeto que se merece Chomsky, un pensador del
cual rescato muchos pensamientos y acciones, este me pareció más un ensayo
narcisista que un documental.
Ensayos sin mediador

Sobre Perdido en el Amazonas, de Germán Castro Caycedo

Es un texto intenso y fluído, estructurado por alguien que solo ha ejercido un oficio,
un zipaquireño que alcanzó la fama de insignia aún viva en el ejercicio del
periodismo colombiano. Castro Caycedo nació el 3 de marzo de 1940, se graduó en
el Gimnasio Germán Peña de Bogotá y cursó solo un año de antropología en la
Universidad Nacional. Empezó su carrera periodística como corresponsal taurino
para la revista El ruedo de Madrid, para luego ser un redactor más de La República
de Bogotá. En 1967 empezó la carrera de diez años como cronista de El Tiempo.
Con la programadora RTI empezó en 1976 el proyecto audiovisual Enviado
Especial, periodismo de denuncia que se salía de los cánones impuestos por los
medios tradicionales: fue el primer programa de su estilo. Por 16 años lo mantuvo
con gran acogida del público, pero en 1992 cambió su nombre por Temas y tomas.
Paralelo a este ejercicio ha escrito libros como Colombia Amarga en 1976.

Doce años de carrera periodística llevaba Castro Caycedo cuando dio a luz un texto
que haría los intentos de escenificar al vasto amazonas con una mirada integrada
por diversas voces, hablando de quien terminaría siendo más que alguien perdido
en el Amazonas. Ese nombre del libro, Perdido en el Amazonas, es una pequeña
puerta hacia la dimensión mental que tiene el lector sobre el espacio que es el
gigante verde. Cada quien lo verá de cierto tamaño, en relación a ese punto dizque
perdido entre tantos que hay sin supuestamente estar extraviados, porque
pertenecen allí.

El hombre blanco pertenece a ese sitio cuando lo explota con su sistema de control
ideológico, pero se extravía cuando no hay a quién imponer sus ideas, cuando se
enfrenta a lo que parece infinito, incapaz de dominarlo con ese ego que se crea al
darse el poder de decidir sobre los otros. Pero Julián Gil, el ex-marinero protagonista
de esta historia, es una dualidad de lo que significa ser blanco entre tanto verde y
diversidad, en tierras denominadas vírgenes porque el blanco no las ha pisado y
deberá hacerlo en algún momento para esparcir ese ego. Gil explotó las
capacidades adquiridas en el mestizaje que viene sucediendo desde la colonia;
descubrió cómo implantar dominio y trascender en otros seres que parecían
totalmente ajenos a la cotidianidad de la civilización. Lleva el ritmo de vida del ser
civilizado al que considera salvaje porque supuestamente está un paso atrás en ese
ritmo. Lo conecta con la percepción de realidad estructurada por occidente. Chocan
rituales para formar una nueva entidad intangible, la del lenguaje que necesitamos
para entendernos; esa comunicación que permite sacar provecho de la tradición
oral que tiene un ser desconocido en un entorno de constante incertidumbre.

Gil desempeñó una tarea compleja: entender esa otredad estando dentro de ella
pero sin dejar su pensamiento de herencia blanca, que en realidad le seguía
diciendo que tenía que sacar beneficio material y moral de lo que hacía al meterse
al amazonas sin conocer el camino; buscaba alimentar su ego viéndose capaz de
conectar mundos y de erigir donde lo viera necesario un hogar, un sitio que dijera
¡eso es de Julián Gil y lo logró con tiempo y empeño!, es decir, creaba monumento
a la idea de poseer la tierra, hacerla del hombre que explota a otro para lograrlo. Él
no podía construir solo lo que deseaba, necesitaba de seres conscientes, a los que
pudiera transgredirle el pensamiento para que actuaran en torno a su deseo, pero
no a cualquier ser de cualquier lado, sino al que pertenece a ese entorno; donde
hubiese llevado hombres blancos la historia no la creo posible, los logros que no
celebro no existirían con tal nivel de virtuosidad, la de conocer a través de su
experiencia dentro de la selva, con o sin indígenas, lo beneficioso para él que era la
naturaleza y arriesgar constantemente el futuro, pero queriendo crearlo siempre a
su manera.

Pero las acciones de Gil expuestas en el libro están sujetas a la duda porque no es
él mismo el que las narra. Su hermano Efraín Gil cuenta en un lenguaje de
ensoñación lo que fue esa persona Julián, y qué lo llevó a estar donde estuvo, nunca
perdido en realidad, sino explorando con la innegable posibilidad de “perderse”, de
no saber qué camino quiere tomar, pero con un fin en mente, expandirse, porque
uno está perdido cuando sabe para donde va y no sabe cómo. Gil tenía una
intención, un deseo, pero, en el sentido estricto de la palabra, no sabía para dónde
iba, por lo que nunca se perdió, siempre exploró.

¿Pero qué fue lo que pasó con este hijo de las fuerzas militares? Ahí es donde
aparece la pluma de Germán Castro Caycedo para contárnoslo. Hay testimonios
que cuentan por sí mismos la historia, donde pareciera que el autor solo los puso
ahí. Pero no es así. El autor debe crear el hilo conductor, y no necesariamente ese
hilo va hacia adelante en el tiempo, en línea recta. Castro Caycedo nos adentra a la
historia de Gil y el amazonas desde su desaparición cuando iba con Borrachito y
Alejandro explorando el amazonas y encuentra una tribu indígena que parecía
”famosa” entre la gente del amazonas por su canibalismo y aislamiento de las
demás personas. Ese espíritu ya descrito anteriormente llevó a Gil a a no
desperdiciar la situación y tratar de conquistarlos también y hacerlos trabajar para
él. Se quedó allí y mandó a sus acompañantes a esperar y dar aviso por si no
aparecía. Y así fue. Casi que se empezó desde el final de la historia. Sin saber de
quién estaba hablando: de un blanco más que quiere explotar la tierra y dominar al
que sea para hacerlo. Pero mientras más vamos conociendo las razones de lo
sucedido, más nos alejamos de esa vaga idea

Un castigo lo llevó a emprender una nueva vida. Una irresponsabilidad militar lo


mandó a tierra hostil. Pero él se hizo el hostil y decidió crear una suerte de imperio,
trascender en territorio desconocido ¿Cómo lo hizo? “perdiéndose”. Decisiones de
hombre lleno de ilusiones y ganas de vida. No cualquiera se mete al amazonas,
siendo prácticamente un don nadie, y crea trochas, aprende de la naturaleza,
construye fuertes, se navega el Caquetá y sus ríos acompañantes por días, explota
los recursos para comerciar con indígenas, camina la selva por meses sin que nadie
sepa de él. No cualquiera deja la familia a un lado y la comodidad de la urbe para
darse un nombre entre indígenas.
Eso encontramos en la historia de Julián a través de los testimonios de sus
acompañantes, de los militares que lo castigaron, de archivos militares y de prensa
minuciosamente escogidos por la intención de Castro Caycedo. Darle esa voz hasta
a los archivos le da intensidad a la historia. En ella conocemos tanto los rituales
indígenas como las barbaridades del sistema penal colombiano. Entendemos tanto
la mitología indígena como los procesos burocráticos que se necesitan para poder
moverse en la sociedad occidental. Descubrimos tanto algunas de las diferentes
especies de árboles, frutas o animales que poseen al Amazonas, que lo crean, como
al ser que las destruye o se aprovecha de ellas. Vemos tanto el poder de las ideas
de civilización católica como el de las ideas de vuelta a la raíz, a la relación recíproca
entre humano y naturaleza, tan desligados por la ambición.

Como en una buena historia, en Perdido en el Amazonas hay picos altos y bajos.
Pasamos de conocer la historia de la desaparición, de golpe, por lo que queda uno
a la expectativa de quién era y qué se hizo, un pico muy alto, pero pasamos luego
a la historia larga de quién fue, una caída a mi parecer abismal en lo emocionante
de la historia; a medida que se nos narra su paso por la marina, hasta su castigo,
luego su relación con el hermano, luego los planes que tenía, el pico vuelve a crecer,
con paciencia, hasta meternos de lleno en lo que es el amazonas, más que en la
historia de Julián, en lo que son los conflictos entre los países que lo “poseen”;
empezamos a conocer la gente, sus modos de vida, sus rituales, sus necesidades.
Luego volvemos a la fría realidad de estar occidentalizados. Te mete en una
ensoñación, que te sientes tocando las plantas, conociendo otras culturas, cazando
animales que ni sabías se podían comer, pero vuelves a entender que lo que hizo
la colonización sigue aún vigente y cada vez es más aguda la crisis de identidad, es
un monstruo imparable la explotación del hombre por el hombre, con cada vez más
diversos fines, siempre hay la excusa para usar a los demás. Aún así es un texto
esperanzador porque la fuerza de la naturaleza tiene sus respuestas y es mucho
más bonito imaginarse la culebra tal, el árbol tal que imaginarse un montón de
hombres construyendo un fuerte. Por eso hablo constantemente de una ensoñación
inclusive en el narrador principal que es Efraín el hermano, un militar más. Empezó
siendo reticente para hablar sobre lo que significaba la naturaleza y el indígena. A
medida que Caycedo lo pone a hablar se da cuenta de lo increíble de la naturaleza
y lo bárbaro de la humanidad. Increíble que no puedas ver el sol por árboles tan
magistrales y diversos que forman un techo impenetrable por el ser humano si no
es por su maquinaria destructiva.

Se olvida uno de la pérdida de Julián hasta que se retoma la búsqueda fallida


gracias al miedo de ser cazados “también” que tenían los encargados de
encontrarlo. Vuelve el misterio; pasamos de los flashbacks a lo que sucede en el
momento, así se esté contando en pasado. Eso es lo virtuoso del papel
desempeñado por el escritor, así tenga sus fallas al parecer tan impersonal la
narración: describe primero a través de historias lo que puede hacer el gigante verde
para que el lector sienta el peligro al que se metió el osado Gil, para que creemos
una versión propia del futuro incierto del ex-marinero. Esa tribu al fin fue en
apariencia indefensa, pero pequeños vestigios encontrados tras la rutilante
búsqueda generan grandes dudas sobre lo sucedido: objetos de Julián Gil y la
actitud de los indígenas, que no se sabía interpretar por la nula comunicación que
había con ellos. Lamento mucho la explotación que terminaron haciendo de esos
indígenas “encontrados”. La morbosidad de la gente por conocer al “diferente” los
hizo hundirse, caer a los precipicios inventados por la civilización occidental, y más
lamento aún la importancia que se le da al Estado y la Iglesia a la hora de “atender”
a estos seres humanos que ni son incivilizados ni salvajes, sino que han vivido en
un contexto diferente, que a mí parecer es más sano que el engendrado por
occidente. Al fin no se supo qué pasó con el protagonista humano, pero sí sabemos
qué pasa, sin detenerse, con el verdadero protagonista: el Amazonas. Es una
historia de entre los 40 y los 70 del siglo pasado, relativamente actual, que parece
sacada de la época de la Colonia. Encuentro en el autor la intención de denunciar
esa explotación de recursos y morbosidad occidental con el “salvaje”. Parece que
no fue muy leído. O de pronto sí, y en demasía.
Ensayos sin mediador

Hecatombe de la vida y arte de la muerte fue Hemingway

Leer a Ernest Miller Hemingway es un placer porque su gran habilidad a la hora de


describir un personaje, una situación, un lugar, sin caer en exageraciones poéticas,
lo mantienen a uno con un polo a tierra al igual que divagando en la imaginación.
Ese placer que engancha y no quiere que pare de leer lo encontré en dos libros de
temáticas diferentes; uno es vida y el otro muerte. Paris era una fiesta es el de la
vida; en él la admiración hacia Hemingway fue inevitable por lo vivido en París y la
forma de contarlo. Y Muerte en la tarde, relato de ficción que describe a la muerte
del toro como algo bello y al torero como un artista, me impactó de principio a fin.

En 1960 Hemingway terminó de escribir en Cuba un libro que venía trabajando


hacía varios años: Paris era una Fiesta. En él relata su estadía en París desde 1921
a 1926 con su esposa Hadley. Evoca a París como la ciudad en la que “se podía
vivir muy bien por casi nada”. Desde experiencias cotidianas vividas tras caminar
por las calles, tras concurrir los cafés de la ciudad en los que expatriados
estadounidenses se tomaban sus tragos y tertuliaban, vemos cómo Hemingway
empezó a vislumbrarse como escritor. Durante los múltiples relatos nos
encontramos con un Hemingway toma trago, amante de la vida y de los detalles que
le brindaba la ciudad que era fría pero que disfrutaba del calor de la bohemia. En
los cafés encontraba el escenario perfecto para escribir sus cuentos y así iniciarse
como escritor de algo más que periodismo.

Impresiona que estando apenas en sus veintes supiera tanto sobre el arte y la
literatura, pero el libro lo explica por sí solo. No tenía mucho dinero por ese entonces
y contó con la suerte de que Sylvia Beach, dueña de la librería Shakespeare and
Company, le permitiera prestar cuanto libro quisiera. Gracias a ello empezó su
fascinación por la literatura rusa; leía constantemente y admiraba a Chéjov, Tolstoi,
Dostoyevski y Turgenev.
Para perderse hay que tener un fin

La relación con los intelectuales en carne y hueso también fue de gran ayuda para
Hemingway como literato. Con la poetisa norteamericana Gertrude Stein, la que
trataba como Miss Stein, tuvo una fuerte relación intelectual. Hemingway cuenta
que Miss Stein le hacía narrar anécdotas divertidas para así conocer la parte alegre
del mundo. Pero múltiples veces entraban en discusiones fuertes sobre autores que
uno admiraba y el otro no tanto. Por ejemplo, Miss Stein llevaba una mala relación
con el escritor Ezra Pound, quien también es parte importante de este libro, ya que
tuvo una fuerte relación amistosa con Hemingway en Francia, quien lo describe
como el escritor más generoso y desinteresado que jamás conoció. Lo define un
auxiliador de poetas, escultores, pintores o prosistas a los que les tenía fe de
grandeza. Explica esta aseveración contando el intento de auxilio que lideró Pound
para lograr que el también escritor T.S Eliot saliera de trabajar en un banco y se
dedicara al arte de la escritura.

Ezra Pound acompaña a Hemingway en la famosa generación de escritores


estadounidenses que denominó Miss Stein como “generación perdida”; llamaba así
a esos jóvenes escritores que sirvieron en la primera guerra mundial y que no le
tienen respeto a nada y se emborrachan hasta matarse. A esta generación
pertenecieron también John Dos Passos, John Steinbeck, William Faulkner y Scott
Fitzgerald. La relación de este último con Hemingway es retratada con gran
profundidad en el más extenso relato del libro, donde cuenta la particular forma en
la que lo conoció. También relata el fuerte lazo de amistad que fabricaron en poco
tiempo. Además, dice que de él aprendió lo que es la vida de un escritor, llevada al
extremo de sus abismos emocionales y de oficio.

Por otra parte, durante todos los relatos vemos a un Hemingway maestro en el arte
de los detalles y las analogías; esplendoroso en el detallar paisajes y describir en
varias líneas el rostro de una mujer o el de sus amigos, como el de Fitzgerald, quien
al verlo beber vinos como bebé, decía que “la cosa lo excitaba como una expedición
a los barrios bajos, o como se excita una muchacha cuando por primera vez se
arroja al mar sin traje de baño”.

Pero no sólo estas habilidades narrativas hacen de Hemingway un gran literato. Las
cosas que pasó en París para empezar su vida como escritor, la sencillez de su
forma de ser, de su estilo de vida, su desapego a lo material y su pasión por la
buena literatura, son algunos de los factores que lo definen como uno de los más
influyentes escritores norteamericanos. Durante la lectura deja enseñanzas sobre
el oficio de escribir, como que no nos puede derrumbar y hacernos renunciar el estar
pasando hambre porque nuestros escritos no están siendo bien vistos o no tiene
trascendencia; Hemingway define al hambre como un agente de disciplina
fortalecedor de los buenos escritores que no buscan obtener grandes lujos con sus
trabajos, sino que hacen de la vida literaria una pasión liberada de lo material; “la
persona que trabaja y que encuentra satisfacción en su trabajo, la pobreza no le
preocupa”

Todo el libro es una enseñanza de lo que es este oficio y más en una ciudad como
París, la cual denomina como “la ciudad mejor organizada para que un escritor
escriba”. También veía en ella un ambiente apto para disfrutar con plenitud el nuevo
mundo a experimentar en la literatura rusa; “llegar a todo aquel nuevo mundo de
literatura, con tiempo para leer en una ciudad como París donde había modo de vivir
bien y de trabajar por pobre que uno fuera, era como si a uno le regalaran un gran
tesoro”. Si hacía un hermoso día, se compraba un litro de vino, un pan y un
salchichón, y se sentaba a leer algún libro, viendo cómo pescaban en el Sena.

Reprochar no es condenar

En París adoptó un extremado afecto por las carreras de caballos que lo llevó a
apostar y perder mucho dinero, pero también a ganarlo; afición que abandonó tras
encontrar otra pasión como el ciclismo en la que no gastaría su capital. Pero las
corridas de toros fue una de las verdaderas pasiones que lo caracterizaron. Ver en
Muerte en la tarde (1932) cómo las defendía, asimilar que sentía un fuerte éxtasis
al ver el cara a cara de toro y torero, saber que le dio tanta importancia a algo que
considero como un acto infame, me hacen tener una relación de amor y odio con él.
Zafarse de prejuicios para enfrentar esta minuciosa lectura, ha sido una de las
experiencias más difíciles que he tenido como lector. Es que saber que habla de la
muerte de un toro como algo artístico, me hicieron pensar que sería una lectura
poco amena y desagradable.

Pero, aun así, no fue una mala experiencia, porque más que ser un libro que habla
bien de algo que veo como malo, es una obra maestra. En ella emana una enorme
calidad en la forma de narrar, hay un Hemingway más detallista y soberbio que el
visto en Paris era una Fiesta. Al principio de la lectura no fue fácil concentrarse por
ese prejuicio frente a las corridas de toros, pero a medida que avancé empecé a ver
en este libro, más que una infamia, una fabulosa obra literaria. Su estructura, su
amplio repertorio de datos y conocimientos históricos, y su forma de retratar
vivencias propias hacen que siga admirándolo como escritor. Además, el libro no
habla sólo de toros. Por ejemplo, allí encontramos varias alusiones al pintor Goya,
al cual referencia al ver diferentes paisajes de la España que había conocido; la
España que es el país en el que se concentra este relato, la que conoció a fondo
gracias a su pasión por los toros.

Pero sobre las corridas en sí, Hemingway habla de los toreros que admiró y de los
toros que respetó, de lo que significa el papel de cada uno y cómo se forman para
llegar a la lidia. En Muerte en la tarde Hemingway critica la publicidad que los medios
hacían a los malos toreros de la época, además de la crisis de las corridas de toros
modernas que no contaban, en esa época, ya con toreros como Juan Belmonte,
Joselito y el Gallo, los cuales retrata minuciosamente durante el texto y define como
verdaderos artistas. Hemingway describe en esta obra una decaída en la calidad de
las corridas y asevera que si un espectador no tiene buen ojo para diferenciar una
buena corrida de una mala, las corridas se seguirán hundiendo.
La historia es contada de manera particular: tiene un diálogo ficticio con una “vieja
señora” que quería conocer sobre las corridas de toros, pero más que todo a toreros.
En este diálogo se encuentra una profunda explicación sobre lo que significan cada
detalle de las corridas de toros. Usa un lenguaje introductorio a ese mundo, ya que
en gran parte escribe como si le estuviera hablando a un lector que piensa ir por
primera vez a una corrida, y le explica que debe entender esto, pensar aquello, ir a
aquel lugar, y prepararse porque será un espectáculo complejo pero que lo
fascinará.

Más allá de estos detalles, la esencia del libro es la muerte violenta. Hemingway
habla del placer de matar, de una rebeldía frente a la muerte experimentada, según
él, de manera artística por el torero. Esto lo explica sin tapujos al decir que “cuando
un hombre se siente en rebelión contra la muerte, experimenta un placer asumiendo
él mismo uno de los atributos divinos, el de darla, y este es uno de los sentimientos
más profundos que puede experimentar todo hombre que goza matando”. Asienta
que el orgullo acá encontrado es el que define una corrida de toros. Además, define
a la verdadera alegría de matar como la que hace al gran matador.

Son afirmaciones fuertes las que suelta Hemingway mientras desarrolla este relato
de ficción que retrata una realidad. Vemos por ejemplo críticas a moralistas que
esperan que el muerto en la corrida sea el torero. Pero para poder entender todo lo
dicho en este libro, es necesaria una minuciosa lectura, hecha con paciencia y sin
prejuicios, para que así se pueda apreciar como obra literaria hecha para los que
quieran saber de las corridas de toros.

En conclusión, Paris era una fiesta y Muerte en la tarde fueron libros que
despertaron fuertes sensaciones durante mi aventura con ellos, porque leerlos fue
un viaje hacia el Hemingway que quise conocer más tras leer El viejo y el mar. Y
fue una grata experiencia que me enseñó sobre un tema que me encanta, París y
el arte, y un tema que odio como el de las corridas de toros, el cual, tras profundizar
en él, veo más infame de lo que lo veía antes.
Disparo final

En cualquier instante (poema protomuerte)

En cualquier instante y calle caeré


ante muchos o ningún rostro sorprendido
Mi carne se desplomará y entrará en descomposición
mi consciencia se esfumará y no emitirá ningún son
Mi cuerpo solo estará y no será,
mucho menos pensará
Callará para liberar el espíritu
para destruirlo
Para terminar el espejismo

introducción, 2
Ensayos sin mediador
Primer cuento,Dios dejó Venus 3

Que no falte cine Sobre el requiem de riqueza y poder, 26


El día de la burla del canon, 10 Sobre Perdido en el Amazonas, de Germán
La inmensa metáfora de Peter Sellers. Sobre Castro Caycedo, 31
Being There (Desde el jardín), 15 Hecatombe de la vida y arte de la muerte fue
¡Amarga y desdibujada Rusia, cómo te Hemingway, 36
hicieron!, 19
La guerra del viejo vaquero. Sobre Gran Torino
de Clint Eastwood, 21 Disparo final, 42
El ícono destinado a la caída. Sobre Scarface
de Howard Hawks., 23

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