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Desarrollo Perceptivo

Contenido
La percepción como capacidad para la adaptación..................................................................................2

La Visión.......................................................................................................................................................3
Metodología de investigación...................................................................................................................3
Preferencias visuales.................................................................................................................................4
La percepción de los objetos y las situaciones..........................................................................................7

La Audición................................................................................................................................................19
La atención temprana hacia los sonidos..................................................................................................19
Discriminación e identificación de sonidos del discurso y de la música................................................20

Relaciones e integración intersensorial....................................................................................................26


Estrategias de los bebés para fijar la atención........................................................................................26
Percepción el lenguaje en la infancia a través de gestos y sonidos.........................................................27
Localización intermodal de las fuentes del sonido.................................................................................28
Percepción intermodal: visión-sensación y visión-imitación de movimientos.......................................28

Percepción y Acción...................................................................................................................................31

Percepción y formación de categorías......................................................................................................32

Resumen.......................................................................................................................................................35

La percepción es un conjunto de procesos complejos del individuo que


implican la intervención de sistemas sensoriales diferentes que tienen una
finalidad común: recoger y procesar información de los fenómenos del
organismo y del medio para adaptarse al entorno de la manera más eficaz.

Desde esta definición general, que trata de combinar estructura y función,


presentamos este capítulo pero somos conscientes que nos encontramos
ante múltiples procesos perceptivos que a la luz de la investigación actual
requieren de un tratamiento diferenciado. Por lo tanto, nuestro interés
principal no va residir en discutir la definición de percepción, cada día más
difícil de establecer, sino la de abordar aspectos perceptivos concretos,
relacionados con el desarrollo evolutivo del niño y sus implicaciones
socioeducativas.

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El capítulo que se desarrolla a continuación mantiene unas líneas centrales.
La primera es que el funcionamiento perceptual alcanza los niveles de
adulto o casi de adulto rápidamente. Incluso los recién nacidos pueden ver,
escuchar e integrar información de diferentes sistemas sensoriales y estas
habilidades continúan desarrollándose rápidamente durante el primer año.
Segundo, la percepción y la acción están fuertemente vinculadas desde la
infancia. La percepción proporciona información al niño que usa para guiar
sus acciones, y las acciones generan información perceptiva que sirve al
desarrollo del niño.

La percepción como capacidad para la adaptación


El estudio del desarrollo perceptivo alcanza cuestiones fundamentales
sobre la naturaleza humana como son: ¿Cómo la herencia biológica
contribuye a la manera en que las personas perciben el mundo?, ¿Cómo
contribuye la experiencia?. ¿Cómo guían las percepciones las acciones del
individuo?.

Desde los tiempos en que era la filosofía la que se encargaba de los


fenómenos psicológicos, autores como Locke y Berkeley daban respesta a
estos interrogantes. En la actualidad autoras como Eleanor Gibson
hipotetizan que las habilidades perceptivas son esenciales para la
supervivencia. Por ejemplo, los niños en el entorno natural debían aprender
si el terreno era firme o inseguro para caminar. Por ejemplo, en el lago
Titicaca, viven todavía algunas comunidades indígenas en pequeñas islas
flotantes, construidas con totora, una planta parecida a los juncos. Algunas
de estas islas no tienen más de 1000 metros cuadrados. En consecuencia,
los niños deben aprender rápidamente a percibir los peligros y a caminar
por este terreno inestable sin acercarse a las orillas. La teoría de Gibson no
se focaliza sólo en los factores biológicos, sino que enfatiza también la
importancia del desarrollo perceptivo. En su opinión, el aprendizaje
perceptivo es un proceso de aprendizaje destinado a detectar e interpretar la
información disponible del medio, lo que implica a su vez cambios en las
acciones del niño. En definitiva, se produce un vínculo estrecho entre
herencia y aprendizaje, percepción y acción a través del desarrollo. Incluso
en los primeros meses, los niños parecen experimentar el mundo de los
objetos y de los eventos. Esto es similar, en cierta manera, al
experimentado por los adultos. Todas las teorías actuales reconocen que las
personas están biológicamente preparadas para percibir el mundo de una
determinada manera y que muchas e importantes capacidades perceptivas
están presentes desde el nacimiento. En consecuencia, la investigación ha
permitido fundamentar el principio de que la acción y la percepción están

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fuertemente vinculadas. Este vínculo es evidente tanto a nivel conductual
como a nivel neurofisiológico. El sistema visual incluye dos subsistemas
principales. Uno, el sistema ventral, que transporta información al cortex
temporal del cerebro y está especializado en el reconocimiento y
representación del mundo visual. De otro lado, el sistema dorsal que
transporta gran cantidad de información al cortex parietal y está
especializado en el empleo de información perceptual para guiar la acción.
Diferentes aspectos de ambos sistemas son funcionales en la primera mitad
del primer año de vida.

Los sistemas perceptivos

Nosotros percibimos el mundo a través de numerosos sistemas sensoriales:


visión, oído, gusto, olfato y otros. Estos sistemas necesitan completar tres
funciones: atender, identificar y localizar. Las tres funciones permiten
guiar eficazmente la acción, muy especialmente si tenemos que
preservarnos de posibles peligros, como sucede en el medio natural o en el
centro de las grandes urbes.

La Visión
El sistema visual del neonato es inmaduro. La calidad de nuestra visión
depende no sólo del funcionamiento de la retina y de los centros visuales
del cerebro sino también de diferentes mecanismos oculomotores que
sirven para traer imágenes a la retina. Por ejemplo, los movimientos de los
ojos, de varios tipos, son necesarios para situar un estímulo en el lugar
adecuado, explorar las partes de un campo visual y perseguir los objetos
que se mueven en el espacio. Si deseamos evitar la visión doble, debemos
ser capaces de fijar ambos ojos en el mismo objeto simultáneamente.
Nuestras pupilas deben ser capaces de dilatarse o contraerse a los cambios
de iluminación y nosotros debemos ser capaces de ajustar el cristalino, las
lentes de nuestros ojos, a los objetos que se acercan, teniendo en cuenta la
distancia del objeto al foco de la retina. Estos mecanismos de ajuste no
están bien formados en el recién nacido ni en el niño de las primeras
semanas, pero teniendo en cuenta estas limitaciones. ¿Cuáles son las
capacidades perceptivo visuales en el recién nacido y en el niño de los
primeros meses?

Metodología de investigación

La investigación de la percepción visual ha estado muy limitada por los


métodos. En la actualidad se utilizan principalmente dos métodos, que se

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fundamentan básicamente en que los niños giran sus cabezas hacia los
estímulos que les interesan: El paradigma de la mirada preferencial y el de
la habituación. En el paradigma de la mirada preferencial dos objetos o
eventos que difieren en un solo aspecto son expuestos uno junto a otro, y el
investigador constata si los niños miran consistentemente más a un lado o
al otro. Si hacen esto, ellos deben percibir la diferencia, por ejemplo en el
color del objeto.

El paradigma de la habituación se basa en la propensión de los niños a


mirar más los objetos nuevos que los objetos conocidos. El paradigma
incluye dos fases. En la primera, se produce la familiarización en la que un
objeto se presenta repetitivamente, Y en la segunda, cuando los niños ya no
miran mucho el objeto, porque se ha producido habituación al mismo, se
introduce un objeto nuevo. Si los niños demuestran un renovado interés en
el objeto nuevo, se interpreta que perciben diferencias entre los dos.

Preferencias visuales

A lo largo de las últimas décadas los investigadores se han planteado no


sólo lo que el bebé ve, sino también lo qué prefiere ver. Como señala
Flavell, (2002, p.35) se han realizado varias propuestas teóricas.

Los niños prefieren estímulos que mantienen un óptimo nivel de


complejidad, un nivel moderado de discrepancia con la experiencia
anterior, un número adecuado y limitado de elementos o un nivel alto de
densidad en su contorno. El problema fundamental, de este conjunto de
microteorías, reside en que ninguna es suficientemente exhaustiva,
proporcionándonos explicaciones parciales sobre el fenómeno de la
preferencia. A continuación pasamos a revisar algunas de las más
conocidas.

Cohen (1972) realiza una distinción importante entre attention-getting


(obtención de la atención) y attention-holding (mantenimiento de la
atención). La idea es que las características psicológicas más destacables de
los objetos atraen inicialmente la atención, pero va ser el significado de los
objetos el que determine la persistencia de la atención. Cohen sugirió que
las propiedades de la attention-getting (obtención) se mantienen a lo largo
de la vida pero las de la attention-holding (mantenimiento) cambian con la
edad y la experiencia, provocando importantes diferencias evolutivas. A
continuación vamos a hablar tanto de las propiedades de la attention-
getting como de las de la atenttion-holding.

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Preferencias iniciales: el reflejo de orientación

Un estímulo visual intenso provoca el reflejo de orientación. Este reflejo es


controlado por las regiones subcorticales en una primera instancia, y por las
corticales en segundo lugar. Incluso, la intervención de las regiones
corticales podría ser considerado un estorbo para ofrecer una respuesta
rápida, como se pone de manifiesto en las comparaciones entre los niños
normales y anencefálicos. Estas estructuras subcorticales, especialmente las
del cerebro medio, están más maduras en el momento del nacimiento que
las corticales y tienen un papel dominante frente a las corticales en la
dirección de la atención en los dos primeros meses. De este modo los niños
de los primeros meses tienen determinadas preferencias visuales hacia las
líneas que definen el contorno de los objetos, como la cara, o áreas muy
contrastadas, como los ojos.

La hipótesis de la discrepancia moderada

¿Qué cualidades de los objetos y eventos mantienen la atención?

Parece que algunas propiedades de los objetos favorecen más que otras el
mantenimiento de la atención, tras la orientación inicial. En los casos de
recién nacidos de uno o dos días, se produjo una preferencia por objetos
moderadamente brillantes frente a los objetos muy brillantes y de brillo
atenuado. Maurer (1988) plantea que los niños tratan de modular la
cantidad de información que perciben y que por ello prefieren estímulos de
moderada intensidad o una combinación de diferentes estímulos visuales,
táctiles y auditivos de moderada intensidad. A su vez, también prefieren,
según este autor, conjuntos de estímulos de moderada complejidad e
intensidad. No obstante, con la evolución, la apreciación de los estímulos
cambia, y lo que se percibía como muy complejo con dos meses pasa a ser
simple con 6 meses. Todas estas observaciones han llevado a formular la
hipótesis de la discrepancia moderada: Los niños están más interesados en
observar los objetos que presentan una moderada discrepancia con sus
capacidades de conocimiento (Greenberg & O´Donnel, 1972; McCall,
Kennedy & Applebaum, 1977) y su experiencia anterior. Es interesante
resaltar el vínculo evidente de este planteamiento con las hipótesis del
desequilibrio cognitivo de Piaget y la Zona de Desarrollo Próximo de
Vygotski. Algunos resultados parecen consistentes con la hipótesis de la
discrepancia moderada. En la medida que los niños evolucionan van
dirigiendo la mirada a estímulos más complejos. Por ejemplo, en estudios
sobre ajedrez, en la medida que los niños incrementaban su experiencia sus
preferencias se iban cambiando hacia modelos y situaciones más

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complejas. Otro de los argumentos, por los que resulta atractiva la hipótesis
de la discrepancia moderada es que permite sostener que con este
mecanismo evolutivo los niños autorregulan su propio desarrollo,
escogiendo espontáneamente las experiencias de aprendizaje más
adecuadas. Es interesante vincular estos resultados con algunas propuestas
metodológicas de la educación infantil, que ofrecen al niño oportunidades
para la actividad de libre elección y diferentes niveles de desafío. No
obstante, su estatus científico se ubica más como una hipótesis interesante
que como una ley científica.

Los bebés y sus expectativas

Desde que nacen, lo niños están orientados tanto hacia el momento


presente como hacia el futuro. A los 3 meses de edad, ya forman
expectativas sobre eventos de interés que ocurrirán y emplean las
expectativas para guiar su mirada. En diferentes experimentos en los que se
introducía una imagen interesante en una secuencia regular dcha-izqda-
dcha…, los niños de 3 meses eran capaces de predecir con la mirada dónde
iba a aparecer la imagen de interés. Incluso se ha descubierto que pueden
predecir modelos más complejos como IzqdaIDIID…. O IIIDIIID…; sin
embargo parece que el límite inferior para estas predicciones está en los 3
meses, ya que estos resultados no se han conseguido con bebés de dos
meses.

La teoría del sistema lineal de análisis

Una de las teorías más populares en la comunidad científica que da cuenta


de las preferencias de los bebés es la del sistema lineal de análisis,
propuesta por Banks y sus colegas (Banks y Salapatek, 1981; Banks y
Ginsburg, 1985). Este modelo subraya especialmente las limitaciones de las
capacidades visuales de los bebés. En particular hace referencia
especialmente a la relativamente pobre sensibilidad a los contrastes. Esta
limitada capacidad visual provoca que sólo algunos de los elementos de un
estímulo, que llegan a la retina, vayan a alcanzar los centros de decisión del
cerebro. De este modo, el planteamiento teórico es simple: las preferencias
visuales están gobernadas por la tendencia a mirar modelos altamente
visibles. De este modo los bebés tienden a mirar: ejes, ángulos, áreas muy
contrastadas, detalles exteriores de los objetos en lugar de interiores,
detalles grandes en lugar de pequeños.

¿Por qué los niños demuestran unas determinadas preferencias visuales?

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El punto de partida lo encontramos en que los niños desde el momento del
nacimiento manifiestan un intensísimo deseo por explorar el mundo y mirar
lo que hay en él. Desde este punto de partida, Banks plantea dos hipótesis.
En la primea sostiene que la información visual es necesaria para la
estimulación y el desarrollo normal del cortex visual, hipótesis que se ha
demostrado en los gatos. La segunda y no necesariamente contradictoria
con la primera es que los niños están preformados para atender aquel tipo
de información del contexto, como por ejemplo el rostro humano, que es
más importante para su aprendizaje y desarrollo. Como podemos constatar,
ambas hipótesis suponen el desarrollo de la capacidad de adaptación del
niño al entorno.

La teoría del sistema lineal, permite explicar las preferencias en las


primeras semanas de la vida. Sin embargo, las preferencias de los bebés
cambian con rapidez. De este modo, un niño de un mes, podría mirar los
ojos del rostro, porque destacan sobre el resto de la cara, pero a los 4 meses
cambiaría su motivación y miraría a los ojos porque le gustan o lo desea
hacer, dado que se trata, por ejemplo, de los rostros conocidos de sus
padres o hermanos.

La percepción de los objetos y las situaciones

La agudeza visual, el color y el movimiento de los objetos contribuyen


conjuntamente para que los bebés puedan identificar visualmente los
objetos y los sucesos que les rodean. Además, parecen estar especialmente
bien equipados, desde un punto de vista evolutivo, para identificar
determinados estímulos, como son el rostro y los movimientos humanos.

El incremento de la agudeza visual en el primer año

La capacidad visual más simple y a la vez la más crucial es la que sirve


para identificar objetos y eventos dentro del conjunto de la información
visual. Un componente muy importante de esta capacidad es la agudeza
visual. La agudeza visual capacita a las personas para ver las similitudes y
diferencias entre estímulos. El diagrama de Snellen es el método tradicional
que se utiliza con adultos. En éste, se toma como punto de referencia las
letras que son vistas a 20 pies de distancia. De este modo, si una persona
puede leer a 20 pies las letras que una persona con visión normal puede leer
a 200 pies, entonces su ratio es 20/200. Evidentemente, la agudeza visual
de los bebés no puede ser medida mediante preguntas, pero si se puede
evaluar su preferencia por mirar más un objeto que otro. De este modo, casi

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la mayoría de los bebés prefirieron mirar rayas blancas y negras que un
campo gris indiferenciado. A través de este procedimiento los
investigadores determinaron cuanto espacio entre líneas necesitan los niños
para ver la diferencia entre ellas. A partir de estos resultados y
comparándolos con los de un sujeto de visión normal obtuvieron los
resultados siguientes:

Recién nacido: 20/660


2 meses: 20/300
4 meses: 20/160
8 meses: 20/80 (similar a un adulto con lentes que no las lleva puestas)

Las diferencias entre bebés y adultos no residen sólo en la mayor


sensibilidad absoluta sino a qué estímulos son más sensibles y en dónde
son más sensibles. De este modo, los bebés de un mes son más sensibles a
las líneas cuando están más separadas entre sí (figura 1) y por lo tanto su
frecuencia espacial es menor. Pero a lo largo de los primeros meses su
sensibilidad mejora y pueden percibir las diferencias entre líneas cuando se
incrementa la frecuencia espacial entre las líneas y están más cerca unas de
otras. De este modo los bebés de un mes sólo son sensibles a líneas
exteriores muy vastas y poco definidas. Progresivamente su visión se va
agudizando y pueden fijarse en detalles.

Figura 1

La experiencia visual es fundamental para mejorar la agudeza visual. Esto


se puede constatar en los niños que nacen con cataratas y que son operados
durante los primeros 6 meses de la vida. Una vez que son operados se les
colocan unas lentes que les permiten una visión normal. En estas
condiciones, los niños recién operados tienen la misma agudeza visual
(poca) que el recién nacido. Sin embargo, esta se recupera muy
rápidamente, incluso en la primera hora después de la intervención y
continúa mejorando en el primer mes. Este es un ejemplo válido para
explicar tanto, la influencia, de la experiencia como del código genético, en
el desarrollo perceptivo.

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La discriminación de los colores. ¿Categorías conceptuales o
capacidades innatas?.

Los adultos pueden percibir la longitud de onda desde 400 hasta 700
nanometros. Entre 450 y 480 percibimos como azul, entre 510 y 540 el
verde, entre 570 y 590 el amarillo y entre 615 y 650 el rojo. Aunque vemos
algunas longitudes de onda como mezclas de colores (por ejemplo el verde
azulado se percibe en los 500 nm) la mayoría los vemos como un solo
color.

El color es un dominio en el que los humanos percibimos a través de una


categoría perceptiva. Las diferencias perceptivas entre categorías (tales
como el verde o el amarillo) parecen más grandes que las diferencias
dentro de una categoría (como las diferencias entre distintas formas del
color amarillo), incluso cuando no hay diferencias físicas y son idénticas,
como sucede en el caso del amarillo verdoso y el amarillo). La percepción
categórica ha sido demostrada en una amplia variedad de dominios,
incluyendo la percepción de los sonidos del discurso y la percepción de las
expresiones faciales de las emociones.

Debido a que los hablantes de diferentes lenguajes etiquetan los colores de


manera diferente, los antropólogos han defendido la hipótesis de que la
división de las longitudes de onda en categorías de color es culturalmente
relativa. Es decir, la gente en culturas diferentes percibiría las fronteras
entre colores en lugares diferentes. La investigación de la percepción
infantil ha demostrado que esta hipótesis es, al menos, parcialmente falsa.
Por ejemplo, Bornsein y sus colegas presentaron de manera repetitiva a
niños de 4 meses una longitud de onda específica hasta que dejaron de
prestar atención. A continuación presentaron otro color de una longitud de
onda muy distinta y el niño volvió a prestar atención. A través de este
procedimiento se ha descubierto que los recién nacidos son capaces de
discriminar algunos colores, por ejemplo el rojo del blanco (Flavell, Millar
& Miller, 2002, pp.34), y que los bebés de 1 mes pueden discriminan los
colores del espectro visual (Clavadetscher, Brown, Ankrum & Teller,
1988), o los de dos meses según Flavell (2002). Estos resultados, en la
clasificación de las longitudes de onda, se encuentran en los sujetos de
distintas partes del mundo. A estos resultados se suman las investigaciones
que determinan las células que responden de manera diferente a los
distintos colores. En definitiva, esta capacidad aparece mucho antes de que
los niños puedan categorizar los colores a través de palabras, lo que hace
desestimar, al menos parcialmente, la hipótesis de los antropólogos y da
prioridad a una hipótesis más biologicista.

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No obstante, como señala Flavell, los estudios de naturaleza biologicista
han tenido grandes dificultades metodológicas, dado que era difícil saber si
los niños diferenciaban los colores por la diferente longitud de onda o por
un brillo distinto. Aunque parece, según este autor que este problema ha
sido resuelto, el trabajo con recién nacidos es siempre una difícil tarea, lo
que nos lleva a pensar que posiblemente encontraremos algunas
matizaciones importantes en los estudios futuros.

Una sensibilidad especial hacia el movimiento

La atención de los bebés se dirige hacia los objetos en movimiento y su


sensibilidad hacia el movimiento se incrementa con la edad. Incluso los
recién nacidos tienen alguna habilidad para seguir el camino de los objetos
en movimiento, pero esta habilidad se limita a los objetos grandes y que se
mueven lentamente. Los bebés más jóvenes, en un primer momento, suelen
fijar la localización de un objeto en el primer lugar donde el objeto solía
estar, para un segundo o dos después trasladar su mirada hacia la posición
nueva. Poco a poco son capaces de utilizar la cabeza y el movimiento de
los ojos y reaccionan con mayor rapidez al movimiento de los objetos. A su
vez, la percepción del objeto en movimiento podría ayudar a percibir de
una manera más completa los objetos. En el medio natural resulta vital para
la supervivencia el poder identificar y seguir con rapidez el movimiento de
los objetos. Se ha descubierto, por ejemplo, que los bebés de 3 meses
perciben los objetos separadamente si se mueven de manera independiente
pero no si permanecen quietos. De este modo el movimiento no sólo atrae
la atención de los niños, sino que les ayuda a identificar lo que están
viendo.

Cambios en las preferencias de la percepción del rostro humano

Figura 2
Dentro del rostro, parece que el
bebé tiene preferencia por
determinados rasgos. De este
modo su simetría, alto contraste,
movimiento y sonido parecen ser
sus prioridades perceptivas. Nos
encontramos con dos experimentos
que ayudan a comprender este
fenómeno. En el primer

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experimento (Dannemiller y Stephens, 1988) se presentaban a los niños de
hasta doce semanas cuatro figuras. En las dos primeras, un rostro humano,
el primero como una diapositiva y el segundo como un negativo. En la
tercera y en la cuarta sólo se delimitaban límites exteriores e interiores (Ver
figura nº 2).

En el segundo experimento (Johnson y Morton, 1991) que se realizó con


recién nacidos se presentaron también 4 figuras. La primera con los rasgos
principales de la cara, la segunda con manchas cuadradas en los ojos y la
nariz; la tercera con manchas invertidas y la cuarta con los rasgos
cambiados de lugar (Ver figura 2).

Los niños recién nacidos (exp. 2) o más pequeños (exp 1), hasta 6
semanas, miraban por igual las figuras A y B, en positivo o en negativo,
con detalles o sin detalles, mientras los niños más mayores, (12
semanas) del experimento 1 preferían, como los adultos, la opción A en
la que se veía el positivo del rostro frente a la opción B en la que se veía
el negativo. En ningún caso preferían mirar las opciones C y D. En estas
últimas opciones las líneas dibujadas estaban presentes en el rostro, exp. 1
o bien se alteraba la colocación de los rasgos de la cara, exp. 2. En ambos
casos no se podía percibir un rostro humano sino sólo estímulos aislados.

Las dos investigaciones mencionadas plantean que la preferencia de los


recién nacidos por el rostro humano parece ser más una preferencia por
determinados rasgos básicos, mientras al cabo de doce semanas presentan
ya una clara predilección por un rostro mucho más definido. Todo ello
plantea dos conclusiones importantes. La primera es la predisposición del
niño recién nacido hacia la observación de rasgos básicos del rostro
humano, y la segunda que la primera observación se procesaría a niveles
subcorticales, siendo sustituida posteriormente por el procesamiento y la
integración cortical, lo que le facilitaría, en este segundo caso, el
procesamiento de detalles, la discriminación y diferenciación de las caras.

Durante el primer mes de la vida los bebés prefieren seguir con sus ojos el
movimiento de las caras más que el movimiento de otros objetos. Esta
observación proporciona a los niños una experiencia que facilita el
aprendizaje de los detalles de la cara, lo que, tal vez, explicaría el por qué
los niños del experimento 1, a las 12 semanas prefieren el rostro en positivo
al rostro en negativo.

Discriminación entre caras

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Los bebés tienen preferencias por determinados rostros. Entre 12 y 36
horas ya tienen preferencia por el rostro de la madre frente al rostro
extraño. Las preferencias son siempre las mismas, tanto en persona,
fotografía o vídeo. A los 6 meses los bebés son bastante buenos en su
capacidad para distinguir los rostros humanos, siendo comparable a la de
los adultos a los 9 meses de edad. En un experimento de Pasacalis, Haan y
Nelson (2002) se descubrió también que los bebés de 6 meses son capaces
de diferenciar entre rostros de monos, capacidad que declina
posteriormente, pero que ofrece un interesante vínculo con la filogenia de
nuestra especie.

Los niños no sólo son capaces de discriminar los rostros sino que también
presentan preferencias hacia los rostros más atractivos (Langlois, Ritter,
Roggman, Vaughn, 1991). Estas preferencias se producen desde el tercer
día y se extiende a diferentes razas, género y edad. Los investigadores se
plantean la causa de estas preferencias y ofrecen algunas explicaciones. El
argumento principal reside en plantear que las caras son percibidas como
atractivas por el grado en que se acercan a un prototipo promedio. Se ha
comprobado que los niños a través de observar las caras van construyendo
un prototipo de las características físicas. Por ejemplo, después de
familiarizarse con un grupo de 8 caras, los niños de 6 meses responden a un
rostro promedio, que no había sido visto antes, como si fuese familiar
(Rubenstein, Kalkanis & Langlois, 1999). Basado en estos resultados,
parece probable que los niños rápidamente abstraen un prototipo de cara, a
partir de sus experiencias con los rostros. De este modo, parece que la
representación inicial del rostro humano de los recién nacidos es
enriquecida a través de la experiencia individual, convirtiéndose la última
en una factor indispensable del desarrollo perceptivo, como se constató
anteriormente en las observaciones de los niños recién nacidos con
cataratas.

La influencia del conocimiento en la percepción

Como nos indica Siegler (2005) Los programas de ajedrez compiten con
los más grandes campeones pero ningún sistema de visión por ordenador
es capaz de reconocer objetos tan bien como un niño de un año. La razón
es que cuando estás viendo, incluso en situaciones relativamente simples,
se requiere una cantidad de conocimiento sorprendentemente grande.
Needham, Baillargeon y Kaufman (1997) encontraron que al menos 3 tipos

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de conocimiento infuyen en la percepción de los objetos por los bebés y
otros individuos de mayor edad:

Conocimiento configural. Permite percibir los objetos que permanecen


juntos como un todo, como por ejemplo las partes de un coche.

Conocimiento físico: Nos permite percibir a cada objeto como una entidad
independiente con características propias. De este modo aprendemos que
una rueda del coche tiene propiedades distintas al volante o al parabrisas.

Conocimiento experiencial: Proporcionado por la experiencia. Aunque


ruedas y parabrisas poseen cualidades muy distintas, nuestra experiencia
los vincula a los vehículos.

La influencia del conocimiento en la percepción del movimiento humano

A los 5 meses de edad, los niños usan tanto el


Figura 3 conocimiento configural como el experiencial
para determinar lo que están viendo. A los 8
meses, emplean también el conocimiento físico
(Needahm, Baillargeon y Kaufman, 1997). Por
ejemplo, en un estudio con niños de 4 meses y
medio, los niños visualizaron un display
estacionario que consistía en una caja alta y
azul y un cilindro amarillo pequeño, ver figura 3.

En esta situación una mano entró dentro del display y movió el cilindro
hacia un lado. Los niños miraron más tiempo cuando la caja azul se movió
a lo largo del cilindro que cuando lo hizo a la vez que la caja como si fuese
un solo objeto, sugiriendo que ellos veían el display como dos objetos y se
sorprendieron cuando este se movió como si fuera un solo objeto. En este
caso, los niños usaron el conocimiento configural para inferir que la caja
era distinta al cilindro. No obstante, en variaciones del experimento más
complejas, en las que era más difícil interpretar a simple vista de que
estábamos ante dos objetos, si se le proporcionaba alguna experiencia
complementaria al niño, como percibir el cilindro y la caja por separado
durantes 5 segundos, estos eran capaces de percibirlos también como
diferentes a partir de entonces.

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Estos resultados en torno a los 5 meses difieren de los anteriores cuando
cambian las condiciones de los dos objetos percibidos, por ejemplo, uno
oculta a otro, o bien no hay movimiento. En los estudios clásicos de Spelke
y otros autores (1983, 1985, 1987, 1988) se demuestra como a menudo los
niños fracasan en la identificación de dos objetos, cuando uno oculta
parcialmente la imagen de otro y el niño se ve obligado a componer como
un todo una imagen fragmentada. En el caso de la figura 4, Spelke trabajó
con bloques, uno pequeño, ubicado delante de uno grande y tapándolo
parcialmente, en donde ambos bloques presentaban el mismo color y
textura. En el segundo caso de la figura 5 un bloque tapaba un cilindro.

Experimento 1. Figura 4 Experimento 2. Figura 5

En el primer experimento, la mayoría de los niños de 5 meses, y en el


segundo la mayoría de los de 4 meses, los percibían de manera deformada.
Bien como un solo bloque, caso 1 con diferentes partes, bien como un
bloque y dos cilindros, caso 2. Sin embargo, si se introducían ayudas, muy
especialmente el movimiento de los objetos, los niños comenzaban a
percibirlos como distitintos. Como acertadamente señala la investigadora
Eleanor Gibson, al contrario que en el laboratorio, en situaciones naturales
muchos objetos se mueven y el movimiento se constituye en la ayuda
fundamental. En el experimento 2, gracias al indicio perceptivo del
movimiento, los niños de 4 meses e incluso los de 2 meses, con algunas
ayudas más, podían percibir los objetos como distintos y constituyendo una
unidad. Esto no sucedía con los recién nacidos. En definitiva, la capacidad
para emplear el movimiento como ayuda perceptiva aparece en los
primeros meses de la vida.

Tal como hemos visto anteriormente, los niños son atraídos por el
movimiento humano. A la edad de 4 meses los niños ya prefieren mirar un
dibujo animado de una persona que luces estáticas. La habilidad de los
niños para discriminar diferentes variedades de movimiento humano es
sorprendentemente sofisticada. A los 3 meses de edad, los niños
discriminan entre imágenes en movimiento como caminar o correr. A los 5
meses son sensibles a otras propiedades como a las variaciones en los
modelos simétricos de los miembros del cuerpo (Booth, Pinto &
Bertenthal, 2002). Parece probable que la percepción del movimiento
implica tanto representaciones iniciales que han sido formadas por las

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fuerzas evolutivas como conocimiento adquirido a través de la experiencia
del movimiento de las personas.

La orientación y localización de los objetos: utilización de indicios


visuales.

La identificación de los objetos por los niños, según Siegler (2005) requiere
determinar su localización en el espacio y si el objeto esta a su alcance o se
tienen que desplazar. Sin embargo, la percepción de la localización de los
objetos requiere percibir tanto la dirección como la distancia a la que se
encuentra un objeto con respecto a uno mismo. Cuando el objeto puede ser
visto, la percepción de la dirección no presenta un problema especial; sin
embargo determinar su distancia es mucho más complejo. La luz de un
display que llega a la retina nos permite especificar la altura y anchura pero
no la distancia a la que se encuentra. ¿Cómo puede entonces un mundo
tridimensional ser representado en dos dimensiones a través de la imagen
retiniana?. La respuesta está en los indicios monoculares y binoculares. En
el primer caso se corresponden a indicios obtenidos separadamente por
cada ojo, y en el segundo caso con la coordinación de ambos ojos.

Indicios monoculares para percibir la distancia

Los indicios empleados para la percepción de la distancia que pueden ser


percibidos a través de un solo ojo son de dos tipos: los relacionados con el
movimiento y los estacionarios.

Tal como los objetos se aproximan a nosotros van ocupando una mayor
proporción de nuestro campo visual. Este fenómeno es conocido como
expansión visual. A su vez, cuando una persona mueve su cabeza, las
imágenes retinianas de los objetos más cercanos percibidas con cada ojo se
mueven más rápido que las de los objetos lejanos. Esto es conocido como
paralaje del movimiento. Un tercer tipo de ayuda es la oclusión. Cuando
un objeto se mueve delante de otro, el objeto más cercano oculta partes del
más distante. Parece que los niños en el primer mes de la vida usan todo
tipo de indicios basados en el movimiento. En contraste, no es hasta los
6 o 7 meses que los niños son capaces de inferir la distancia a través de
indicios monoculares estacionarios que no impliquen movimiento. Estos
indicios son frecuentemente conocidos como ayudas pictóricas desde que
fueron descritos por Leonardo da Vinci. Entre ellas figuran las siguientes:

Desarrollo Pereceptivo. José Luis Prieto 15


El tamaño relativo de los objetos, los objetos más cercanos ocupan más
espacio en la retina que los lejanos.
La textura, los objetos más cercanos se perciben con superficies más
diferenciadas.
Una tercera, la interposición, que es como la oclusión excepto en que los
objetos son estacionarios.

Los niños de 5 meses no parecen percibir la profundidad con ninguno


de estos indicadores estacionarios, mientras cada uno de ellos es
efectivo en transmitir información sobre la profundidad a los 7 meses.
De este modo el empleo de ayudas pictóricas para inferir distancias
relativas parece desarrollarse entre los 5 y los 7 meses.

Indicios binoculares para percibir la distancia

La disparidad retiniana es útil para estimar la distancia relativa entre dos


objetos próximos, o las distancias entre partes de un objeto.

Visión estereoscópica. La habilidad para percibir la profundidad sólo a


través de ayudas binoculares aparece bruscamente alrededor de los 4
meses, en un periodo de transición individual que no supera las dos
semanas. La clave del cambio rápido parece ser la segregación de las vías
neuronales que van de cada ojo al cerebro. Antes de los 4 meses la
información de ambos ojos llega a las mismas células de la corteza visual.
Después de los cuatro meses, la corteza visual dispone de células
diferenciadas. Además hay otras neuronas binoculares de la corteza visual
que reciben a su vez información de ambos ojos. El cerebro detecta
disparidades entre los inputs de ambos ojos e infiere la profundidad
por el grado de disparidad (Fig.6). El hecho de que la visión
estereoscópica se desarrolle, de manera rápida y consistente sobre los 4
meses, podría ser interpretado como una consecuencia de la maduración
biológica. Sin embargo, parece que la experiencia también es crucial. Por
ejemplo, si se administran drogas que bloquean la actividad neuronal que
se produce por la experiencia visual, entonces la segregación cortical de las
vías nerviosas no se produce en el tiempo habitual. En definitiva, aún en
estos mecanismos iniciales, maduración y experiencia van siempre “de la
mano”.
Fig.6. La distancia diferente al objeto desde cada ojo permite inferir al cerebro la profundidad

Desarrollo Pereceptivo. José Luis Prieto 16


El experimento del abismo visual

Una forma particular de percepción de la profundidad es la que se pone de


manifiesto en los estudios con bebés sobre el abismo visual. Los adultos
ante un abismo visual tenemos en cuenta 3 consideraciones. Primero,
nuestra capacidad perceptiva nos permite identificar inmediatamente, que
nos encontramos ante un precipicio. Segundo, nuestra experiencia nos lleva
a alejarnos, tal vez por miedo, o a acercarnos, tal vez por interés u otra
circunstancia. Tercero, los adultos evitamos caminar hacia el abismo visual.
Nuestra pregunta es: ¿Responden los bebés de la misma manera que los
adultos?

Figura 7

Eleanor Gibson y Richard Walk (1960) inventaron un dispositivo


denominado abismo visual para experimentar este problema (figura 7). Este
consiste en un gran cristal situado encima de una mesa. La mitad del cristal
posee, debajo del mismo, un tablero cuadriculado y la otra mitad es
totalmente transparente, ubicándose el tablero cuadriculado a nivel del
suelo. El resultado perceptivo es que a la mitad de la mesa nos encontramos
ante un abismo visual. Gibson y Walk encontaron que los recién nacidos de
algunas especies como los monos rhesus, cabras o gallinas no cruzaban el
abismo visual. Sin embargo, otras especies, como gatos o conejos,
necesitaban de algunas semanas de experiencia para evitar el abismo. La
consecuencia teórica era evidente para los autores. Estos últimos animales
necesitaban de una maduración biológica postnatal, posiblemente
desarrollada por la estimulación ambiental.

En cuanto a los bebés humanos, el experimento no se podía realizar antes


de los 7 meses, debido a la inmadurez motriz de los niños. El método usado

Desarrollo Pereceptivo. José Luis Prieto 17


es el siguiente: el bebé es colocado en el centro de la plataforma frente a su
madre. Si quiere acceder a ésta tiene que cruzar hacia el abismo. La madre
llama al bebé para que cruce. Si el bebé no cruza en un periodo de dos
minutos, la madre le muestra un juguete del bebé y le trata de persuadir
durante otros dos minutos. Luego el experimento se repite colocándose la
madre en el lado opuesto. La conclusión es que los humanos demuestran
alguna tendencia a evitar el lado profundo en estas condiciones
experimentales. Sin embargo, todos los humanos rechazan traspasar la
línea del abismo. No obstante, hay una tendencia que se incrementa con la
edad. De este modo la habilidad para percibir el abismo y rechazar el
acceso al mismo parece ser parte de la competencia humana en el último
tercio del primer año.

¿Podría esta habilidad estar presente antes de la edad del gateo?. Según
Flavell (2002), es bastante posible, dado que hay muchos indicios
perceptivos que ayudan a percibir la profundidad, aunque la percepción no
tiene por qué implicar rechazo o miedo. Campos y sus colegas han
encontrado que los bebés prelocomotores de dos meses presentan un
decrecimiento en el ritmo cardiaco cuando se les coloca en el lado
profundo del abismo, con respecto a cuando están en el lado superficial,
sugiriendo que pueden discriminar entre ambos (Campos, Hiatt, Ramsay,
Henderson, y Svejda (1978). De esta manera, cuando los bebés son
trasladados lentamente al lado superficial (zona sin abismo) y se les vuelve
a depositar en el cristal, colocan sus manos delante, conducta que no se
produce en el lado profundo. Es decir, parece que perciben la diferencia.
Sin embargo a estas edades los bebés no tienen todavía miedo al abismo. Si
les colocamos encima del lado profundo sus rostros parecen calmados, no
gritan y demuestran un decrecimiento del ritmo cardiaco, lo que significa
más atención que miedo. En contrapartida, los bebés gateadores, de 7 u 8
meses, si les colocamos en la zona del abismo, incrementan el ritmo
cardiado, lo que podría interpretarse como una reacción de miedo. La
conclusión sería que el miedo a estas situaciones sería una reacción propia
de la segunda mitad del primer año, cuando comienza la locomoción, algo
por otra parte bastante adaptativo.

Sin embargo, como han demostrado Campos, Bertenthal y Kermoian


(1992) las reacciones del niño gateador dependen de su experiencia, dado
que no todos los gateadores responden por igual al abismo visual. En un
estudio de Campos, los niños prelocomotores que tenían un mínimo de 40
horas de experiencia en andadores, que usaban para desplazarse, tenían
ventajas sobre los que no tenían dicha experiencia. Los primeros tenían
más tendencia a evitar el abismo visual y a incrementar su ritmo cardiaco

Desarrollo Pereceptivo. José Luis Prieto 18


cuando se les colocaba en la zona profunda del abismo, en comparación
con el segundo grupo de niños.

La Audición
Para comprender el desarrollo de la percepción auditiva es imprescindible
la comprensión del sistema auditivo, aspecto sobre el que no nos vamos a
centrar pero que debe ser tenido en cuenta por el lector.

¿Qué métodos se han utilizado para estudiar la percepción auditiva de


los niños?

Al igual que en la visión los dos métodos principales son la mirada


preferencial y la habituación. En el primer método el niño gira la cabeza
hacia los sonidos que son presentados desde unos altavoces localizados a la
derecha y a la izquierda del niño. La atención de los niños hacia los
altavoces es dirigida por una luz parpadeante. El estímulo se presenta
cuando el niño se orienta hacia el altavoz. El estímulo continúa tanto
tiempo como el niño se orienta hacia el altavoz. Un observador que no es
consciente de la presentación del estímulo controla cuando el niño deja de
mirar. Por medio de la comparación del tiempo que permanece el niño
orientado hacia los diferentes sonidos, se puede establecer cuáles son sus
sonidos preferidos y qué cualidades del sonido llaman su atención. El
segundo método es la habituación. A menudo se emplea un
procedimiento de succión de un chupete que está conectado a un
transductor de presión. En este caso la presentación del estímulo coincide
con potentes succiones del niño que se asocian, por los investigadores, al
interés del niño por los sonidos. Con el paso del tiempo, el interés por el
estímulo declina y lo mismo les sucede a las succiones. Una vez que la tasa
de succión y de presión sobre el chupete desciende, hasta un umbral
prefijado, se introduce un estímulo nuevo. Si se vuelve a incrementar la
tasa o la presión se interpreta que el bebé discrimina el segundo estímulo
con respecto al primero.

La atención temprana hacia los sonidos

Los niños son sensibles a los sonidos, incluso antes de nacer. Cuando los
fetos de las últimas semanas son expuestos a sonidos fuertes se incrementa
el ritmo cardiaco. Una semana después del nacimiento los bebés escuchan

Desarrollo Pereceptivo. José Luis Prieto 19


y responden a un amplio rango de sonidos. Cuando se le presentan sonidos
fuertes, ellos comienzan a mirar, sacuden sus labios erráticamente y
parpadean sus ojos con rapidez si están abiertos o los aprietan si están
cerrados. Los sonidos más suaves no producen reacciones tan extremas.

Los bebés son más sensibles a unos sonidos que a otros. Para ellos es
especialmente atractivo el sonido del lenguaje oral. Ellos reaccionan de
manera más destacable a los sonidos que se encuentran entre 1000 y 3000
Hz, que es el rango en el que se producen la mayoría de las conversaciones.
También reaccionan más a los sonidos que, como los de la conversación,
incluyen un rango de frecuencias, que a los sonidos puros que están en la
misma frecuencia. Ellos detectan con precisión sonidos de alta frecuencia.
Esta predisposición del bebé hacia la voz humana sirve de apoyo a otro
mecanismo básico que es la predisposición a discriminar el rostro humano
y los movimientos de las personas. En los tres casos hay una predisposición
perceptiva a la relación con las personas. Un sonido que es especialmente
atractivo es el de su propio nombre. Alrededor de los 4 meses los niños
dirigen más su atención a un altavoz que emite su nombre que a otro que
produce uno distinto. A su vez desde una muy temprana edad los niños
prefieren escuchar más el lenguaje nativo que otros. Además son capaces
de discriminar entre fragmentos de lenguajes diferentes, incluso cuando
estos lenguajes no son familiares. No obstante, la distinción principal la
realizan entre diferentes familias de lenguajes. Por ejemplo, un niño francés
distingue entre inglés y japonés pero no entre inglés y alemán (Nazzi,
Bertoncini y Mehler, 1998).

Discriminación e identificación de sonidos del discurso y de la


música

Los niños presentan una gran habilidad para identificar y discriminar


sonidos que difieren muy ligeramente. Muchas de estas demostraciones se
corresponden con la habilidad e interés para la percepción del discurso. No
obstante, los niños también poseen habilidades para identificar y
discriminar entre otros sonidos, como los tonos musicales.

El discurso

Los niños de dos meses son capaces de discriminar entre sonidos similares
del discurso como ba, pa, ma, na, s y z. Su percepción de las diferencias
entre estos sonidos parece ser categórica, igual que su percepción de la
diferencia entre colores. Esto fue demostrado originalmente en

Desarrollo Pereceptivo. José Luis Prieto 20


experimentos con niños de dos meses, en la habilidad para discriminar los
sonidos ba y pa (Eimas, Siqueland, Jusczyk y Vigorito 1971). Los dos
sonidos difieren sólo en el momento de la voz de comienzo (VOT), el
momento cuando los hablantes comienzan a hacer vibrar sus cuerdas
vocales para hacer un sonido. Las diferencias entre ambos sonidos son sólo
físicas dentro de un continúo. Sin embargo tanto niños como adultos los
percibimos categóricamente sin posiciones intermedias donde exista
confusión entre ambos. Los niños han demostrado también habilidades
similares en la discriminación de sílabas que difieren sólo en la posición de
los labios de los hablantes (ba versus ga), sus lenguas (a versus i) y
numerosas otras características. ¿Se podría pensar qué esta diferencia es
debida a su forma particular de escucha?. Parece ser que no. Diversos
estudios demuestran que independientemente de la lengua materna se
mantiene la discriminación entre los sonidos ba y el pa.

Las predisposiciones lingüísticas iniciales no persisten para siempre.


Aunque los niños son inicialmente sensibles a muchos contrastes entre
sonidos, si no se utilizan en su lenguaje pierden la sensibilidad a los
mismos. Werker, Gilbert, Humphrey y Tees (1981) demostraron este
fenómeno con hablantes del inglés y del hindí que fueron llevados a
Cánada. El grupo estudiado constaba de adultos y bebés de 7 meses,. El
estímulo estudiado fueron dos sonidos que son diferentes en hindí pero no
en inglés. El investigador presentaba un sonido y bruscamente cambiaba a
otro. Para obtener una recompensa, los sujetos debían girar la cabeza hacia
el sonido nuevo. La mayoría de los niños de 7 meses y los adultos de la
india giraban la cabeza, lo que sucedía sólo con 1 de cada 10 adultos de
habla inglesa. Es decir, la mayoría de los hablantes adultos de habla inglesa
no eran capaces de discriminar dos sonidos distintos del indí. Este declinar
en la capacidad de discriminación de sonidos con la edad es similar al que
sucede con la capacidad de discriminación de los rostros de especies
diferentes, como los monos.

El comienzo del declive en la habilidad para percibir contrastes no usados


en el lenguaje nativo coincide en el tiempo con el comienzo de la habilidad
de los niños para hablar su lenguaje nativo. Ambos ocurren sobre los 10
meses. Este declive se ha estudiado comparando sonidos lingüísticos
(contrastes) usados en Zulú pero no en inglés (Best, 1995), en inglés pero
no en japonés (Kuhl, 1998) y contrastes en lenguaje nativo americano
Nthlakapmx y no en inglés (Werker y Tess, 1984). El declive continúa a lo
largo de los próximos 8 o 10 años, al final del cual, en torno a los 12 años,
la habilidad para discriminar sonidos ha disminuido hasta los niveles
adultos.

Desarrollo Pereceptivo. José Luis Prieto 21


¿Por qué sucede este declive en la habilidad para la discriminación
fonética?

Según Siegler, la explicación más probable es que en el curso de la


adquisición del lenguaje nativo, los niños aprenden a agrupar juntos
sonidos que difieren físicamente, pero estas diferencias no afectan al
significado, como por ejemplo los diferentes tipos del sonido ba. En acorde
con esta interpretación, los niños demuestran una alta sensibilidad, a los
modelos de sonidos del lenguaje nativo, en el periodo justo anterior al que
ellos pierden la sensibilidad a los sonidos diferentes que no son importantes
en su lenguaje. Por ejemplo, los niños de 9 meses, pero no los de 6 meses
prefieren escuchar las palabras que tienen secuencias de fonemas que son
comunes en su lenguaje, a estas que no son comunes; prefieren escuchar las
palabras que son un modelo común en su lenguaje a las que no lo son;
prefieren, a su vez, integrar nuevas secuencias de dos sílabas en una
unidad simple como una palabra, cuando las dos sílabas conforman un
modelo típico de su lenguaje; y por último son sensibles a las similitudes en
el comienzo de los sonidos de las sílabas (Jusczyk, Goodman & Baumann,
1999). De este modo, el incremento en la sensibilidad a los modelos de
sonidos del lenguaje nativo, precede y podría ser la causa, del
decrecimiento en la habilidad para discriminar entre los sonidos que no son
significativos en dicho lenguaje nativo. Tal como sucede a menudo, se
produce una paradoja, el desarrollo en una determinada capacidad
implica pérdida o limitaciones en otra.

La percepción del discurso implica mucho más que la habilidad para


discriminar entre sonidos. Entre otras habilidades, requiere la identificación
de voces de diferentes hablantes. Los bebés de 3 días pueden identificar y
preferir la voz de su madre en relación a otras voces. Esta preferencia
puede ser una predisposición genética o bien una manera de
reconocimiento de la voz familiar que han escuchado desde antes del
nacimiento. Diferentes experimentos donde los bebés modifican la succión
de un chupete, en intensidad y frecuencia sirven para defender esta última
hipótesis. (DeCasper & Fifter, 1980; DeCasper y Spence, 1986).

Además de la preferencia por la voz familiar, en especial la de la madre,


parece que también prefieren escuchar historias conocidas, de las que
han tenido experiencia durante el periodo fetal, aunque esta las relate una
voz de mujer extraña. Los bebés a los que les contaron una historia durante
las últimas 6 semanas de embarazo, cuando tuvieron dos días preferían
escuchar esta historia conocida a otra historia desconocida, aunque fuese
contada por una voz extraña, diferente a la de la madre, lo que determina
no sólo una preferencia sino también una capacidad de memoria de

Desarrollo Pereceptivo. José Luis Prieto 22


reconocimiento. Estos resultados nos sugieren que esta preferencia del bebé
de pocos días por sus experiencias fetales podría extenderse a otras
modalidades y experiencias perceptivas.

Otro elemento característico en la comunicación de los adultos hacia los


bebés es la utilización del lenguaje infantil directo. Este se caracteriza por
un tono alto y entonaciones exageradas. En un estudio con las madres
alemanas, Stern, Spieker and MacKain (1982) encontró que el 77% de los
enunciados de las madres dirigidos hacia los niños entre el nacimiento y los
6 meses de edad se encontraban dentro de esta categoría. Los estudios
posteriores han demostrado que una amplia variedad de culturas y
comunidades emplean el lenguaje infantil directo (Fernald y cols., 1989).

Según Siegler, los adultos tienen razón para utilizarlo, dado que los bebés,
de tan sólo dos días, lo prefieren más que el lenguaje adulto normal. En un
experimento se pone de manifiesto que los bebés miran más tiempo un
tablero cuando la recompensa por mirarlo es la escucha de una grabación
en el estilo de discurso infantil directo, frente al lenguaje normal adulto
(Cooper & Aslin, 1990). Además parece que el carácter reforzante, de la
escucha del discurso, es independiente de la comida o del confort que
pueda proporcionar la madre, lo que refuerza la hipótesis de su
independencia con respecto a la experiencia.

En resumen, los bebés de pocos días son capaces de discriminar entre


sonidos del habla, voces y modelos de entonación. Ellos prefieren la voz de
la madre, o una voz familiar a las de otras mujeres, historias y experiencias
anteriores conocidas frente a desconocidas, y el lenguaje infantil directo
frente al adulto. Además en poco tiempo van a preferir el lenguaje nativo
frente al extranjero.

La Música

Los bebés distinguen categóricamente entre algunos tipos de sonidos


musicales, así como perciben algunos colores o los sonidos del habla. En
las escalas musicales, como en el lenguaje, nos encontramos con diferentes
tipos de escalas según el entorno cultural. Por ejemplo en la escala javanesa
pelog se emplean intervalos diferentes a la occidental. Sin embargo, los
niños de 6 meses, de ambas culturas, presentan la misma capacidad
para discriminar las diferencias tonales en ambas escalas (Flavell,
2002, p. 52). Sin embargo, al igual que sucede en el lenguaje, del que
hemos hablado anteriormente, se va produciendo un declive en la
capacidad de discriminación de los tonos de la escala que no son

Desarrollo Pereceptivo. José Luis Prieto 23


familiares en su cultura. Lynch y Eilers (1992) presentaron a niños
comprendidos entre los 6 y los 12 meses una melodía breve en dos tipos de
escalas: una escala mayor habitual o una escala aumentada poco usual en la
música occidental. La melodía fue presentada repetitivamente a través de
dos altavoces estéreos hasta que fue familiar a los niños. A partir de este
momento, los niños empezaron a escuchar la melodía, bien en la escala más
conocida o en otra versión en la que se había quitado una nota. Los niños
de 6 meses discriminaron las desviaciones en ambos casos. Ellos se giraron
más hacia el altavoz cuando escucharon la melodía sin una nota, tanto en la
escala familiar como en la no familiar. Sin embargo la discriminación de
los niños de 12 meses y de los adultos fue más limitada. Ellos notaron las
desviaciones en la escala familiar, pero no en la no familiar, la aumentada.

No obstante, no todo son virtudes en el bebé. Por ejemplo, en la escucha de


sonidos del violín, los bebés de dos meses como los adultos perciben
algunos sonidos cortos y picados y otros largos y prolongados, pero a
diferencia de los adultos, no son capaces de distinguir entre diferentes
tipos de picados y sonidos cortos y entre sonidos prolongados.

En cuanto a la discriminación de tonos, pueden discriminar entre intervalos


consonantes y los que son disonantes y prefieren escuchar obras
consonantes a disonantes. De este modo los bebés son sensibles a los tonos
y a sus adyacentes. A su vez, afirma Siegler (2005) haciendo referencia a
un estudio de Saffran y Griepentrog (2001) que los bebés de 8 meses son
capaces de codificar un tono en términos absolutos, lo que en términos
musicales se conoce como oído absoluto.

Saffran y Griepentrog (2001) presentaron a bebés de 8 meses y a adultos


una secuencia de tonos durante 3 minutos. En esta secuencia aparecían
juntos algunos pares de tonos. Después de la exposición a la secuencia, los
participantes fueron evaluados para determinar si habían codificado
aspectos de la secuencia en términos de tonos relativos (por ejemplo,
intervalos formados por tonos adyacentes) o tonos absolutos (por ejemplo,
tonos exactos como do o re). El test de los bebés examinó si podían
discriminar entre pares de tonos que habían aparecido juntos en la
secuencia, y pares de tonos que tenían la misma distancia tonal pero que
aparecían en momentos distintos de la secuencia (es decir idénticos a los
anteriores, pero separados entre sí, lo que impedía que un tono se tomase
como referencia para el otro). De este modo, si los niños codificaban los
tonos exactos que habían escuchado en la exposición de la secuencia, ellos
demostrarían una preferencia sistemática por uno u otro tipo de pares. Sin
embargo, si los niños codificaban los tonos relativos en la forma expuesta
en la secuencia, ellos escogerían aleatoriamente ambos tipos de pares. El

Desarrollo Pereceptivo. José Luis Prieto 24


hecho fue que los bebés podían hacer la discriminación y prefiríeron los
pares nuevos (no presentados juntos en la secuencia). Esto indica que los
niños codifican los tonos exactos que escucharon en la secuencia tonal.

Los adultos fueron evaluados empleando los mismos ítems pero con una
tarea que forzaba la elección. En cada intento, los adultos fueron
preguntados para escoger el más familiar de los dos pares. Los adultos
codificaron en términos de tonos adyacentes más que en términos de tonos
absolutos. En conclusión nos encontramos en el desarrollo evolutivo con
un cambio muy importante en el foco de la atención. Mientras los niños
más pequeños se centran en los tonos en términos absolutos, los adultos
prefieren hacerlo en términos relativos (o tal vez, en muchos casos son
incapaces de hacerlo en términos absolutos).

A la vista de estas investigaciones Siegler (2005, p.170) se plantea si la


coincidencia en la evolución de la sensibilidad para discriminar sonidos
estructurados de todo tipo, bien del lenguaje o musicales, y el posterior
declive en la discriminación de las estructura sonoras no familiares frente a
las familiares, es pura coincidencia o más bien es el resultado de una
reorganización del sistema perceptivo auditivo, muy especialmente a partir
de los 6 meses.

Por último, señalar también, como sucede en el caso del discurso, que los
bebés prefieren escuchar composiciones musicales conocidas,
procedentes de su experiencia auditiva durante el periodo fetal. Este fue el
caso de mi hijo que escuchó frecuentemente durante el embarazo, a un coro
en el que cantaba su madre, el conocido Carmina Burana, de Carl Orff;
manifestando posteriormente, durante los primeros meses, una atención
especial hacia esta composición en comparación con otras obras musicales.
Hechos similares son recogidos por músicos conocidos en la crianza de los
bebés.

La localización de las fuentes del sonido

Wherteimer (1961) demostró por primera vez que los recién nacidos eran
capaces de mirar a la fuente de los sonidos. Un indicio que utilizan los
niños para localizar los sonidos es la diferencia de tiempo que los sonidos
emplean en llegar a los dos oídos. A este fenómeno se le denomina
diferencia inteaural temporal. A los 3 meses, los bebés en una sala
totalmente oscura son capaces de alcanzar los objetos que suenan. Sin
embargo y de manera sorprendente, este campo de investigación pone de
manifiesto como el desarrollo evolutivo, a veces, no es lineal, y ni tan

Desarrollo Pereceptivo. José Luis Prieto 25


siquiera progresivo. En un estudio de Muir, Abraham, Forbes y Harris
(1979) se demostró que podía tener forma de U, en un aspecto como la
capacidad de localización de sonidos. De esta manera, se descubrió que
los recién nacidos tenían una mayor capacidad de localización de
sonidos que los bebés de 2 o 3 meses, y que los de 4 meses la tenían
mejor que los recién nacidos. Además, se comprobó que el declive medio
no era debido a una falta de interés en los sonidos. Muir y otros
propusieron como explicación que la localización del auditorio en el primer
mes después del nacimiento refleja el funcionamiento de la región
subcortical. A partir del 2º y 3er mes se incrementa la actividad de las zonas
corticales que reemplazan funcionalmente a las subcorticales en la
localización de sonidos. No obstante, esta actividad cortical incipiente es
muy imprecisa, lo que lleva a una disminución temporal del rendimiento.
Posteriormente, alrededor del 4º mes, la actividad cortical ha mejorado y la
precisión en la localización de sonidos vuelve a ser tan precisa o más que
en el recién nacido.

Durante los primeros 5 meses se produce una mejora muy rápida en la


precisión para la localización de sonidos. A continuación, la mejora es más
lenta hasta cumplir un año y medio. Parece que no es casual que el mayor
avance de los primeros meses coincide con el periodo en el que los niños
aprenden a controlar los movimientos de la cabeza, aspecto este de gran
importancia para localizar los sonidos.

Relaciones e integración intersensorial

¿Cómo relacionan e integran los niños de manera coherente la información


que perciben de cada uno de los sentidos?.

Una explicación fue la utilizada por Piaget que planteaba que cada sistema
sensorial se desarrolla inicialmente por separado para interconectarse
posteriormente, cuando alcanza un determinado grado de madurez. Sin
embargo, las investigaciones más recientes sobre la integración
intersensorial sugieren que los sistemas visuales y auditivos están
integrados desde el nacimiento. Esta ultima postura es sostenida por los
seguidores de Gibson.

La integración intersensorial va a jugar un papel fundamental en los


procesos que se van a exponer a continuación: Atención, identificación y
localización.

Desarrollo Pereceptivo. José Luis Prieto 26


Estrategias de los bebés para fijar la atención

Los bebés siguen unas “reglas” que consisten básicamente en explorar


visualmente a las fuentes sonoras. Por este motivo, realizan una
exploración del rostro humano, al mismo tiempo que les hablamos,
coordinando progresivamente la audición con la visión. Esto les hace
fijarse en el movimiento de nuestros ojos y labios, atendiendo a nuestros
sonidos. Este mecanismo de exploración y coordinación que parece estar
presente desde el nacimiento, favorece su capacidad de aprendizaje y se
incrementa notablemente entre los 5 y los 7 meses. (Hait, Bergman, y
Moore, 1977). Algunos autores, como Bahrick (Bahrick 1992; Bahrick &
Lickliter, 2000) han planteado que los niños se sienten más atraídos por la
información que se les presenta por varios sentidos a la vez. De este modo,
los niños aprendían mejor un ritmo (producido por un martillo) que se les
presentaba por medio de imágenes y sonidos simultáneos que cuando se
empleaba sólo uno de los dos medios. Este fenómeno sucede
constantemente en las conversaciones con los niños pequeños, en los que
ellos están pendientes tanto de lo que decimos, como de nuestros gestos
faciales y otras expresiones corporales. De este modo, parece que el interés
audiovisual de los humanos está presente desde los primeros meses.

Percepción el lenguaje en la infancia a través de gestos y


sonidos

Las imágenes y los sonidos son usados también por los bebés para
identificar objetos y eventos. Entre los estudios más conocidos sobre esta
materia están los de Elizabeth Spelke (1976) sobre la percepción bimodal
del lenguaje en la infancia. Su investigación demostró que los niños de 4
meses miran más a menudo unas imágenes de un rostro parlante de
un adulto cuando son acompañadas del movimiento de los labios. En
otro estudio de Walker (1982), con niños entre 5 y 7 meses, presentó
fotograma a fotograma a dos adultos, uno de los cuales emitía un monólogo
agradable y otro desagradable o con muestras de enfado. Los niños miraron
más tiempo la película que se correspondía con el sonido emitido por los
adultos que se adecuaba a las emociones expresadas, demostrando la
habilidad de los niños para detectar la correspondencia entre la expresión
visual (a través de gestos) y sonora (voz) de las emociones. Otros estudios
han demostrado también que los niños de 4 meses pueden establecer la
correspondencia entre voz y sexo del rostro, (Walker-andrews et al, 1991) y
entre voz y adulto/niño (Bahrick y otros, 1998). En los experimentos de un
programa de investigación de Kuhl y Meltzoff (1982, 1984, 1988),
siguiendo la versión del paradigma de Spelke, los niños miraron a dos

Desarrollo Pereceptivo. José Luis Prieto 27


adultos que emitían dos sonidos vocálicos, por ejemplo, /a/ en pop y /i/ en
peep. A los 4 meses de edad, los niños miraron más tiempo al hablante que
se correspondía con el sonido emitido. En esta línea de estudio, Kuhl y
Meltzoff han encontrado que los niños de 4 meses parecen estar
capacitados en un tipo de lectura de los labios, reconociendo que el
sonido /a/ se corresponde con la imagen de la boca abierta, el sonido /i/ con
los labios retraídos y el sonido /u/ con los labios desplegados al exterior. En
esta línea, otros estudios más recientes (Aldridge y otros, 1999) están
tratando de probar la competencia de los recién nacidos en la lectura del
movimiento de los labios.

¿Para qué sirve esta especialización intermodal entre imagen y voz? (gestos
de la cara y movimientos de los labios).

La investigación nos sugiere que la habilidad para detectar estas


correspondencias permite precisar los sonidos del discurso y mejora la
percepción del discurso desde las primeras edades de la vida.

Localización intermodal de las fuentes del sonido

Los estudios que tratan sobre la localización del auditorio en niños, nos
indican que existe una coordinación entre audición y visión desde el
nacimiento. La primera medida que se toma es el giro de la cabeza hacia la
fuente del sonido, que viene acompañado de la mirada.

La habilidad de los niños para controlar la localización de su cuerpo en el


espacio requiere también de la integración de la información procedente de
múltiples sentidos. Parece obvio que la información vestibular está
implicada en el control y mantenimiento de la postura, aunque es menos
obvia la participación de la información visual. Para comprobar esto se han
realizado experimentos en los que se utiliza la habitación en movimiento.
En ellos, los participantes que han aprendido a permanecer de pie se
tambalearán cuando la habitación se mueva, modificando su postura, en
respuesta a la información visual. De este modo, tanto la información
visual como la vestibular están integradas en el control de la localización
del cuerpo en el espacio.

Percepción intermodal: visión-sensación y visión-imitación de


movimientos

Desarrollo Pereceptivo. José Luis Prieto 28


Algunos de los resultados más sobresalientes han sido obtenidos en otras
dos áreas de la percepción intermodal como son: visión-sensación y visión-
imitación de movimientos. Entre los estudios más destacables están los de
Meltzoff y Borton (1979). Estos autores encontraron en dos experimentos,
que los niños de un mes eran capaces de reconocer cuál de las dos
formas que percibían visualmente se correspondía con una forma
anterior que habían percibido a través de la boca, mediante el tacto,
pero sobre la que no tenían experiencia visual. El experimentador colocó
en la boca de los niños unos chupetes especiales durante 90 sg. A la mitad
de ellos, les puso un chupete redondo, suave y liso. A la otra mitad uno
redondo y duro con 8 nudos de goma. A continuación, se les presentó
visualmente a los niños dos esferas, durante 20 segundos, una parecida al
chupete suave y otra parecida al anudado y fuerte. Los resultados
mostraron que tendían a mirar más a la esfera que se parecía al
chupete que habían sentido antes dentro de su boca. De este modo,
parece que los niños transfieren y utilizan la información percibida
anteriormente por el medio táctil cuando emplean posteriormente la visión
para percibir un objeto. Estos resultados son objeto de controversia entre
distintos autores. Mientras Gibson y Walker (1988) y Pecheux y otros
(1988) sostienen las conclusiones anteriores; autores como Brown y
Gottfried, 1986; Maurer, Stager, Mondloch, 1999) plantean que no han sido
capaces de demostrar la transferencia táctil-visual en niños de un mes. En
este sentido, algunos autores, como Maurer y cols, plantean que la
demostración no es imposible pero que esta capacidad parece muy frágil a
esta edad y difícil de provocar.

Sin embargo, la mayoría de los autores si demuestran que en edades


superiores, como son entre 8 y 11 meses los niños son capaces de vincular
las experiencias táctiles, relativas generalmente a la textura de los objetos,
con las experiencias visuales. De esta manera los niños esperan encontrar
concordancia entre ambas experiencias en los objetos conocidos,
manifestando sorpresa cuando esto no sucede, por ejemplo ante una
manzana de plástico.

Visión e imitación de movimientos

Figura 8

Desarrollo Pereceptivo. José Luis Prieto 29


A continuación vamos a abordar el estudio de la imitación de los
movimientos corporales. El tipo de imitación, que ha sido considerado de
interés por los investigadores, es la habilidad para imitar acciones que su
realización no puede ser comprobada por uno mismo, como es el caso de
las imitaciones faciales. Para comenzar, debemos de tener en cuenta que la
habilidad para imitar un movimiento facial supone un alto grado de
desarrollo cognitivo, dado que exige una traducción precisa de un input
visual en comandos motóricos para producir la misma presentación visual.
Tal como comenta Flavell, (2002, pp.58), no es el tipo de realización que
cabría esperar de un niño de pocas semanas. De hecho, Piaget no pensaba
que fuese una capacidad muy temprana, ubicando esta forma de imitación
cerca del final del primer año, después de varios meses de experiencia
sensoriomotriz y de actos imitativos simples. Meltzoff and Moore (1977,
1983, 1994) nos informan de haber obtenido evidencias en sus estudios,
que les permiten sugerir que los recién nacidos son capaces de imitación
gestual, lo que, por tanto, supondría un alto nivel de coordinación
intermodal. Sobre este planteamiento no hay acuerdo entre los
investigadores y está abierto al debate (Anisfeld, 1991, Jones, 1996). La
cuestión que subyace a la polémica es: ¿Cómo podemos probar que los
neonatos son imitadores?.

Meltzoff y Moore emplearon el método siguiente (fig.8):

El test fue realizado en una sala oscura. La cara del experimentador fue
iluminada por un foco para que sobresaliera y el bebé la percibiera. El bebé
fue sentado con su rostro posicionado a 10 pulgadas del experimentador. El
experimentador abría y cerraba lentamente su boca durante un periodo de
20 sg. A continuación adoptaba un rostro pasivo durante los 20 segundos
siguientes. En tercer lugar, sacaba y metía la lengua durante otros 20 sg.
para volver a un periodo de pasividad durante otros 20 sg complementarios.
Esta secuencia en 4 fases la repetía 12 veces. El bebé fue grabado con un
dispositivo de infrarrojos. Las sesiones fueron puntuadas para los
movimientos de apertura y cierre de la boca y salida y entrada de la lengua.
Meltzoff y Moore encontraron que los neonatos abrían sus bocas
significativamente más a menudo en respuesta a la abertura de la boca que
a la salida de la lengua del experimentador. Además sacaron más sus

Desarrollo Pereceptivo. José Luis Prieto 30


lenguas, en respuesta a la salida de la lengua del experimentador que a la
abertura de la boca.
Para los autores la conclusión es que los recién nacidos tienen capacidad
imitativa y son selectivos en estos dos tipos de movimientos. Otros estudios
nos informan de que también se produce capacidad imitativa en otros
gestos, en la rotación de la cabeza, propulsión y ensachamiento de los
labios y (Reissland, 1988).

Las críticas a los planteamientos de Meltzoff y Moore son de dos tipos. La


primera se refiere a la replicabilidad. No todos los investigadores que han
trabajado con neonatos han sido capaces de encontrar los mismos
resultados. En dos revisiones críticas, de Anisfeld (1991, 1996) concluyó
que sólo en el movimiento de sacar la lengua había dado resultados sólidos
en los diferentes estudios, no así en otros gestos, donde se producen
resultados contradictorios. La segunda objeción, se refiere a la
interpretación de los resultados positivos. Desde la etología, se discute si
los movimientos de la lengua u otros gestos del niño son realmente un
mecanismo de imitación o simplemente, como sucede en algunas especies
de aves, son un mecanismo de respuesta a los estímulos del adulto,
genéticamente programado. En este caso el adulto no es un modelo a imitar
sino un estimulador que libera un tipo de mecanismo, genéticamente
programado.

Percepción y Acción
La percepción es una guía para la acción y a su vez, la acción modifica la
información perceptual. Por ejemplo, en los estudios sobre moving room la
información visual permite modificar la postura corporal, y en los estudios
sobre el alcance de los objetos en la oscuridad, a través del sonido, los
niños emplean la percepción del sonido de los objetos. Esta relación entre
percepción y acción se pone especialmente en evidencia en los niños que
presentan trastornos perceptivos, como es el caso de los ciegos, o niños con
trastornos visuales. En estos casos se presentan dificultades en el equilibrio
y control postural, así como retrasos significativos en las etapas del
desarrollo motor, como sentarse, gatear, ponerse de pie y caminar. Los
niños sordos también presentan retrasos en el desarrollo motor así como en
la velocidad de ejecución de los movimientos.

En contrapartida, entre niños “normales”, aquellos que tienen más


experiencia a través del movimiento corporal, poseen más y mejor
información perceptiva, lo que les coloca en posición de ventaja. De este

Desarrollo Pereceptivo. José Luis Prieto 31


modo, los bebés gateadores son más hábiles que los no gateadores en
diferentes experimentos, caso del abismo visual o la habitación en
movimiento. En esta última, son más capaces que los no gateadores, de
compensar con cambios posturales, los movimientos de la habitación.
Además, son más capaces de atender a objetos distantes. En definitiva, tal y
como señalan Campos y colaboradores (2000), los gateadores mejoran
considerablemente en diferentes dominios: social, cognitivo y perceptivo.
No obstante, pueden producirse objeciones, dado que el niño no gateador es
transportado por sus padres, y por lo tanto, nos encontramos que el
problema no es de movimiento, sino de quién genera el movimiento, el
niño o el adulto. Campos y colaboradores argumentan que cuando el
movimiento es autopropulsado se enriquece enormemente la percepción
con diferentes fuentes, que incluyen la visual, la vestibular, la auditiva, la
táctil, gustativa y somatosensorial en general, tanto exterior como interior.
Todas ellas deben ser congruentes y cuando esto no sucede, como en el
caso del abismo visual, donde se producen contradicciones entre la
información visual y vestibular, surgen conductas de miedo. Sin embargo,
cuando transporta el adulto al niño, la información de los diferentes
sentidos no está coordinada entre si para realizar una acción, dado que ésta
la realiza el adulto y no el niño.

Percepción y formación de categorías


Diferentes estudios de las tres últimas décadas han venido a demostrar, a
través, fundamentalmente, del paradigma de la habituación/deshabituación-
expectativas, que los niños más pequeños, desde los tres meses están
predispuestos a percibir el mundo organizándolo en categorías, en múltiples
ámbitos del conocimiento, como las categorías fonéticas, citadas
anteriormente, como las que permiten establecer las diferencias entre
figuras humanas-animales/no animales (Cohen y Strauss, 1979; Eimas y
Quinn, 1994). En estos experimentos, se suele introducir una categoría, por
ejemplo, león, a la que el niño se familiariza, y una vez habituado, se
introduce otra categoría nueva, por ejemplo gato (deshabituación), y se
comprueba si el niño manifiesta o no sorpresa, mirando más o menos
tiempo, distinguiendo o no entre ambas categorías. A continuación puede
continuarse con diferentes tipos de gatos. En este sentido, cobra especial
importancia, la percepción a través de prototipos, como puede ser por
ejemplo la categoría pájaros. Sin embargo, como demuestran los estudios
de Gotlieb (1988), la percepción a través de prototipos se va modificando a
lo largo del tiempo. En el primer año de vida, a los tres meses, los niños
identifican como un elemento del mismo prototipo sólo aquel estímulo muy

Desarrollo Pereceptivo. José Luis Prieto 32


parecido al prototipo; a los 5 meses la diferencia puede ser mayor y a los 7
meses aún más grande. A su vez, de este modo, es más fácil que un niño
pequeño asocie un petirrojo que una avestruz con la categoría pájaros.
Además se ha demostrado que es muy importante la experiencia que el
niño tenga sobre los objetos y la cercanía perceptiva de las imágenes. De
este modo en un estudio de Roberts y Horowitz (1988), los niños de 9
meses formaron categorías con gorriones, petirrojos y otros pajaritos
conocidos y no con avestruces, pavos y pollos. No obstante, aunque tanto
los niños más pequeños, como los más mayores tienen tendencia a usar
prototipos en la formación de categorías, estos no se construyen de la
misma manera. De este modo, la investigación con niños preescolares
demuestran que ellos forman categorías en niveles muy básicos, como
perros, gatos o caballos. Mientras tanto, los niños más mayores pueden
formar categorías más abstractas como mamíferos, o vehículos, operando
también con las más concretas. Sin embargo, a la hora de distinguir, los
niños más pequeños pueden discriminar antes entre grandes categorías,
como mamíferos o vehículos, que entre pequeñas y cercanas como perros o
gatos, (Mandler y McDonought), lo que tal vez sea producido simplemente
por las grandes diferencias perceptivas que implican. No obstante las
diferencias entre edades son algo más que una diferencia perceptiva y está
influenciada por otras dimensiones cognitivas y emocionales, así como por
la experiencia y la complejidad de la categoría.

De todas maneras, como plantea Rochat (2004, p.166) , la pregunta que


surge, a partir de estas investigaciones es la siguiente: ¿las categorías
formadas por los niños son de naturaleza conceptual o son estrictamente
perceptivas?. En el primer caso, nos encontramos con la misma lógica que
el adulto y en el segundo con una mera agrupación de algunos atributos
físicos del objeto percibido. A su vez, surgen otras preguntas de
investigación como, por ejemplo: ¿Todas las categorías tienen la misma
importancia en la organización perceptiva?. ¿Cómo se relacionan las
categorías de nivel inferior y superior en el proceso de desarrollo?. Para
tratar de dilucidar esta y otras preguntas relacionadas podemos acudir a
numerosos estudios.

En un estudio de Quin y Eimas (1998) con niños entre 3 y 4 meses, los


niños fueron familiarizados con imágenes de humanos y se encontró que en
la misma categoría los niños incluían tanto a la imágenes de los humanos
como de los animales, tipo caballo o pez, pero no incluían a categorías no
animales como los coches. Sin embargo, al revés no sucedía, si eran
familiarizados sólo con la categoría animal de caballo, no incluían dentro
de ésta a los humanos. Quin y Eimas sugerían que los niños ya tenían
experiencia con los humanos y que la categoría humano les sirve para

Desarrollo Pereceptivo. José Luis Prieto 33


interpretar a otros animales. A partir de estos resultados, parece que la
experiencia del niño es crucial en la formación de categorías y que no todas
las categorías tienen la misma importancia en la organización de la
percepción y del conocimiento del niño, cobrando especial importancia las
humanas sobre las no humanas, las vidas sobre las inertes, las animales
sobre las vegetales, las de animales familiares sobre las no familiares, en
especial en relación a prototipos.

Otra capacidad relevante del bebé de pocos meses, como señalábamos


anteriormente, reside en la categorización de los movimientos. Desde los
experimentos de Johansson (1973, 1977) con adultos, sabemos que una
persona es capaz de distinguir en la oscuridad a otra persona, siempre que
esté marcada con luces en diferentes partes de su cuerpo (codos, manos,
caderas etc) y que su cuerpo se desplace. En el caso de que permanezca en
reposo sólo percibiremos un conjunto de luces sin sentido. Ese experimento
fue adaptado por Berenthal y cols. para niños entre 3 y 5 meses, dentro del
paradigma de la habituación. Descubrieron que los niños de esta edad
distinguen entre 3 exposiciones de puntos luminosos de una persona; en
posición estática, en movimiento, y en posición espacial y temporalmente
desordenada. Además, encontraron que si bien los niños de 5 meses
discriminan entre las exposiciones inmutables y mutables de los puntos
luminosos de una persona en posición estática o en movimiento, no hacían
lo mismo ante la exposición de animales no conocidos para él, como es el
caso de la araña (Berenthal y Pinto, 1993). Estos autores explicaban estos
resultados, aludiendo a que hacia los 5 meses, es posible que los niños
hayan almacenado un conocimiento de la forma y el movimiento de las
personas.

¿Cómo organiza el bebé y el niño toda la información percibida?

Para algunos autores, como Rochat (2004, p.170), los bebés como los niños
mayores y los adultos presentan una temprana propensión a procesar la
información más allá de la inmediatez de la experiencia perceptiva,
relacionando sus experiencias con el mundo de los objetos. Sin embargo,
según Rochat, se produce una disociación entre la capacidad de
representarse los objetos, lo que les permite distinguir, categorizar y
conceptualizar objetos, y la falta de competencia motriz, que le impide la
realización de acciones sobre los objetos. Por ejemplo, sólo al final del
primer año, cuando el niño es capaz de desplazarse podemos comprobar
eficazmente que el niño utiliza los objetos como herramientas,
distinguiendo entre medios y fines. Sin embargo, sabemos que mucho antes
comprende causalidades físicas cuando observan exposiciones dinámicas.
Este desequilibrio entre acción y representación es explicado por Rochat

Desarrollo Pereceptivo. José Luis Prieto 34


proponiendo un modelo específico de construcción del conocimiento
infantil que se subdivide en dos sistemas de conocimiento que denomina:
el saber qué y el saber cómo. El primero se fundamenta en el contexto de
la observación, convirtiendo al bebé en un observador activo de la realidad,
que aprende mirando, lo que le permite representarse la realidad. El
segundo se basa en la capacidad de actuación del bebé sobre los objetos. En
este segundo, el bebé es un actor torpe, muy limitado por sus capacidades
motrices que no le facilitan aprender haciendo.

Resumen
La percepción es un conjunto de procesos complejos del individuo que
implican la intervención de sistemas sensoriales diferentes que tienen una
finalidad común: recoger y procesar información de los fenómenos del
organismo y del medio para adaptarse al entorno de la manera más eficaz.

El estudio del desarrollo perceptivo alcanza cuestiones fundamentales


sobre la naturaleza humana que están relacionadas con su capacidad de
adaptación.

En la actualidad autoras como Eleanor Gibson hipotetizan que las


habilidades perceptivas son esenciales para la supervivencia. Todas las
teorías actuales reconocen que las personas están biológicamente
preparadas para percibir el mundo de una determinada manera y que
muchas e importantes capacidades perceptivas están presentes desde el
nacimiento. En definitiva, se produce un vínculo estrecho entre herencia y
aprendizaje, percepción y acción a través del desarrollo.

Percibimos el mundo a través de numerosos sistemas sensoriales: visión,


oído, gusto, olfato y otros. Estos sistemas necesitan completar tres
funciones: atender, identificar y localizar.

La investigación de la percepción visual en bebés ha estado muy limitada


por los métodos. En la actualidad se utilizan principalmente dos métodos,
que se fundamentan básicamente en que los niños giran sus cabezas hacia
los estímulos que les interesan: El paradigma de la mirada preferencial y el
de la habituación.

A lo largo de las últimas décadas los investigadores se han planteado no


sólo lo que el bebé ve, sino también lo qué prefiere ver. Los niños prefieren
estímulos que mantienen un óptimo nivel de complejidad, un nivel
moderado de discrepancia con la experiencia anterior, un número adecuado

Desarrollo Pereceptivo. José Luis Prieto 35


y limitado de elementos o un nivel alto de densidad en su contorno. Por
ejemplo, los niños de los primeros meses tienen determinadas preferencias
visuales hacia las líneas que definen el contorno de los objetos, como la
cara, o áreas muy contrastadas, como los ojos. No obstante, con la
evolución, la apreciación de los estímulos cambia, y lo que se percibía
como muy complejo con dos meses, pasa a ser simple con 6 meses. Todas
estas observaciones han llevado a formular la hipótesis de la discrepancia
moderada: Los niños están más interesados en observar los objetos que
presentan una moderada discrepancia con sus capacidades de
conocimiento.

Desde que nacen, lo niños están orientados tanto hacia el momento


presente como hacia el futuro. A los 3 meses de edad, ya forman
expectativas sobre eventos de interés que ocurrirán y emplean las
expectativas para guiar su mirada.

Una de las teorías más populares en la comunidad científica que da cuenta


de las preferencias de los bebés es la del sistema lineal de análisis. Este
modelo subraya especialmente las limitaciones de las capacidades visuales
de los bebés. La teoría del sistema lineal, permite explicar las preferencias
en las primeras semanas de la vida. Sin embargo, las preferencias de los
bebés cambian con rapidez.

La agudeza visual, el color y el movimiento de los objetos contribuyen


conjuntamente para que los bebés puedan identificar visualmente los
objetos y los sucesos que les rodean. Además, parecen estar especialmente
bien equipados, desde un punto de vista evolutivo, para identificar
determinados estímulos, como son el rostro y los movimientos humanos.

La agudeza visual se desarrolla progresivamente, hasta alcanzar unos


valores cercanos al adulto, al final del primer año. La experiencia visual es
fundamental para mejorar la agudeza visual. La percepción del color parece
estar determinada por la percepción categórica, con una influencia
progresiva de la experiencia. A su vez, la atención de los bebés se dirige
hacia los objetos en movimiento y su sensibilidad hacia el movimiento se
incrementa con la edad. El movimiento no sólo atrae la atención de los
niños, sino que les ayuda a identificar lo que están viendo. Durante el
primer mes de la vida los bebés prefieren seguir con sus ojos el
movimiento de las caras más que el movimiento de otros objetos. La
preferencia de los recién nacidos por el rostro humano parece ser más una
preferencia por determinados rasgos básicos, mientras al cabo de doce
semanas presentan ya una clara predilección por un rostro mucho más
definido. Los bebés tienen preferencias por determinados rostros. Entre 12

Desarrollo Pereceptivo. José Luis Prieto 36


y 36 horas ya tienen preferencia por el rostro de la madre frente al rostro
extraño.

Needham, Baillargeon y Kaufman (1997) encontraron que al menos 3 tipos


de conocimiento infuyen en la percepción de los objetos por los bebés y
otros individuos de mayor edad: el conocimiento configural, el
conocimiento físico y el conocimiento experiencial. A los 5 meses de edad,
los niños usan tanto el conocimiento configural como el experiencial para
determinar lo que están viendo. A los 8 meses, emplean también el
conocimiento físico. La orientación y localización de los objetos implica la
utilización de indicios visuales, entre los que se encuentran tanto los
indicios monoculares como los binoculares.

Una forma particular de percepción de la profundidad es la que se pone de


manifiesto en los estudios con bebés sobre el abismo visual. La habilidad
para percibir el abismo y rechazar el acceso al mismo parece ser parte de la
competencia humana en el último tercio del primer año. Además parece
estar influida por la experiencia de gateo.

Los niños son sensibles a los sonidos, incluso antes de nacer. Cuando los
fetos de las últimas semanas son expuestos a sonidos fuertes se incrementa
el ritmo cardiaco. Una semana después del nacimiento los bebés escuchan
y responden a un amplio rango de sonidos. Cuando se les presentan sonidos
fuertes, ellos comienzan a mirar, sacuden sus labios erráticamente y
parpadean sus ojos con rapidez si están abiertos, o los aprietan si están
cerrados. Los sonidos más suaves no producen reacciones tan extremas.
Para ellos es especialmente atractivo el sonido del lenguaje oral. Un sonido
que es especialmente atractivo es el de su propio nombre. A su vez desde
una muy temprana edad los niños prefieren escuchar más el lenguaje nativo
que otros. Los niños de dos meses son capaces de discriminar entre
sonidos similares del discurso como ba, pa, ma, na, s y z. Su percepción de
las diferencias entre estos sonidos parece ser categórica, igual que su
percepción de la diferencia entre colores. Las predisposiciones lingüísticas
iniciales no persisten para siempre. Aunque los niños son inicialmente
sensitivos a muchos contrastes entre sonidos, si no se utilizan en su
lenguaje pierden la sensibilidad a los mismos. El comienzo del declive en
la habilidad para percibir sonidos no usados en el lenguaje nativo ocurre
sobre los 10 meses. La percepción del discurso implica mucho más que la
habilidad para discriminar entre sonidos. Entre otras habilidades, requiere
la identificación de voces de diferentes hablantes. Los bebés de 3 días
pueden identificar y preferir la voz de su madre en relación a otras voces.
Además de la preferencia por la voz familiar, en especial la de la madre,
parece que también prefieren escuchar historias conocidas. Un elemento

Desarrollo Pereceptivo. José Luis Prieto 37


característico en la comunicación de los adultos hacia los bebés es la
utilización del lenguaje infantil directo. Este se caracteriza por un tono alto
y entonaciones exageradas. Los bebés distinguen también categóricamente
entre algunos tipos de sonidos musicales, así como perciben algunos
colores o los sonidos del habla. Wherteimer (1961) demostró por primera
vez que los recién nacidos eran capaces de mirar a la fuente de los sonidos.
Un indicio que utilizan los niños para localizar los sonidos es la diferencia
de tiempo que los sonidos emplean en llegar a los dos oídos. A este
fenómeno se le denomina diferencia inteaural temporal. Durante los
primeros 5 meses se produce una mejora muy rápida en la precisión para la
localización de sonidos. A continuación, la mejora es más lenta hasta
cumplir un año y medio. Parece que no es casual que el mayor avance de
los primeros meses coincide con el periodo en el que los niños aprenden a
controlar los movimientos de la cabeza, aspecto este de gran importancia
para localizar los sonidos.

¿Cómo relacionan e integran los niños de manera coherente la información


que perciben de cada uno de los sentidos?.

Una explicación fue la utilizada por Piaget que planteaba que cada sistema
sensorial se desarrolla inicialmente por separado para interconectarse
posteriormente, cuando alcanza un determinado grado de madurez. Sin
embargo, las investigaciones más recientes sobre la integración
intersensorial sugieren que los sistemas visuales y auditivos están
integrados desde el nacimiento.

La integración intersensorial va a jugar un papel fundamental en los


procesos que de atención, identificación y localización.

Los bebés siguen unas “reglas” para fijar la atención que consisten
básicamente en explorar visualmente a las fuentes sonoras. Por este motivo,
realizan una exploración del rostro humano, al mismo tiempo que les
hablamos, coordinando progresivamente la audición con la visión. De este
modo, parece que el interés audiovisual de los humanos está presente desde
los primeros meses. Las imágenes y los sonidos son usados también por los
bebés para identificar objetos y eventos. Entre los estudios más conocidos
sobre esta materia están los de Elizabeth Spelke (1976) sobre la percepción
bimodal del lenguaje en la infancia. Su investigación demostró que los
niños de 4 meses miran más a menudo unas imágenes de un rostro parlante
de un adulto cuando son acompañadas del movimiento de los labios. Kuhl
y Meltzoff han encontrado que los niños de 4 meses parecen estar
capacitados en un tipo de lectura de los labios para algunos sonidos
básicos. Los estudios que tratan sobre la localización del auditorio en niños,

Desarrollo Pereceptivo. José Luis Prieto 38


nos indican que existe una coordinación entre audición y visión desde el
nacimiento. La primera medida que se toma es el giro de la cabeza hacia la
fuente del sonido, que viene acompañado de la mirada. La habilidad de los
niños para controlar la localización de su cuerpo en el espacio requiere
también de la integración de la información procedente de múltiples
sentidos. Algunos de los resultados más sobresalientes han sido obtenidos
en otras dos áreas de la percepción intermodal como son: visión-sensación
y visión-imitación de movimientos. Entre los estudios más destacables
están los de Meltzoff y Borton (1979). Estos autores encontraron en dos
experimentos, que los niños de un mes eran capaces de reconocer cuál de
las dos formas que percibían visualmente se correspondía con una forma
anterior que habían percibido a través de la boca, mediante el tacto, pero
sobre la que no tenían experiencia visual. Sin embargo, estos resultados son
objeto de controversia. La mayoría de los autores si demuestran que en
edades superiores, entre 8 y 11 meses, los niños son capaces de vincular
las experiencias táctiles, relativas generalmente a la textura de los objetos,
con las experiencias visuales.

Meltzoff and Moore (1977, 1983, 1994) nos informan de haber obtenido
evidencias en sus estudios, que les permiten sugerir que los recién nacidos
son capaces de imitación gestual, lo que, por tanto, supondría un alto nivel
de coordinación intermodal. Sobre este planteamiento no hay acuerdo entre
los investigadores y el debate está abierto.

La percepción es una guía para la acción y a su vez, la acción modifica la


información perceptual. Por ejemplo, en los estudios sobre moving room la
información visual permite modificar la postura corporal, y en los estudios
sobre el alcance de los objetos en la oscuridad, a través del sonido, los
niños emplean la percepción del sonido de los objetos. Esta relación entre
percepción y acción se pone especialmente en evidencia en los niños que
presentan trastornos perceptivos, como es el caso de los ciegos, o niños con
trastornos visuales. Diferentes estudios de las tres últimas décadas han
venido a demostrar, a través, fundamentalmente, del paradigma de la
habituación/deshabituación-expectativas, que los niños más pequeños,
desde los tres meses están predispuestos a percibir el mundo organizándolo
en categorías, en múltiples ámbitos del conocimiento, como las categorías
fonéticas, así como las que permiten establecer las diferencias entre figuras
humanas-animales/no animales. A partir de los resultados, parece que la
experiencia del niño es crucial en la formación de categorías y que no todas
las categorías tienen la misma importancia en la organización de la
percepción y del conocimiento del niño, cobrando especial importancia las
humanas sobre las no humanas, las vidas sobre las inertes, las animales

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sobre las vegetales, las de animales familiares sobre las no familiares, en
especial en relación a prototipos.

¿Cómo organiza el bebé y el niño toda la información percibida?

Para algunos autores, como Rochat, los bebés como los niños mayores y
los adultos presentan una temprana propensión a procesar la información
más allá de la inmediatez de la experiencia perceptiva, relacionando sus
experiencias con el mundo de los objetos. Sin embargo, según Rochat, se
produce una disociación entre la capacidad de representarse los objetos, lo
que les permite distinguir, categorizar y conceptualizar objetos, y la falta de
competencia motriz, que le impide la realización de acciones sobre los
objetos.

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