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La Formación Docente En Tiempos De Cambios

Alba García
Maestría en Educación Comparada
Caracas-Venezuela
Correo: alcegarci@gmail.com

Resumen

Desde el contexto de una perspectiva integradora de la educación en los


escenarios posibles de los pueblos Latinoamericanos, se debe asumir que la
educación intercultural, en el marco del respeto de la diversidad es uno de los
valores y derechos de las sociedades, muy especialmente en la formación
docente, como sujeto accionario en la difusión de los valores auspiciados por la
educación intercultural. Se intenta así referir, que la presencia de la formación
docente en tiempos de cambios en nuestros pueblos, debe estudiarse como un
proceso de cooperación universal, porque lo ecuménico de sus grandes
valores, refuerza y sustenta esta posición. Aportando en estas reflexiones, la
idea de la creación de una robusta conciencia crítica, a partir de los
señalamientos dados por profesores como; Mclaren 2013, en su conferencia en
línea a los cursantes de la maestría en Educación Comparada, “para ser
profesores en estos nuevos tiempos hay que hablar de Ecopedagogia”, lo que
sería de gran repercusión pedagógica y florecimiento global, para seguir y
escalar los grandes estamentos del desarrollo cultural en todas sus esferas.

Descriptores: Formación docente, interculturalidad


Este escrito – dirigido a educadores, estudiantes y demás personas
interesadas en el tema, tiene el fin de contribuir a la discusión y al análisis de la
formación docente en la educación del pueblo Latinoamericano, como paso
indispensable, previo, a la toma de acciones para mejorarlo. Por lo que, nos es
prioritario reflejar el señalamiento, en el siglo pasado y en este siglo con
suficiente claridad y marcado énfasis, del papel que debe desempeñar la
universidad en el desarrollo cualitativo y cuantitativo de todos sus factores. De
este modo, el modelo de formación docente, sus estilos de desarrollo y los
valores de humanización que los inspiran comienzan a ser cuestionados, si
bien hasta no hace mucho habían sido aceptados como naturales en sus metas
y en su funcionamiento, hoy el gran desafío, producto de una nueva visión
cosmogónica de los pueblos latinoamericanos desde el ALBA por nombrar solo
uno, es la construcción de una “utopía basada en la solidaridad de los
humanos”, palabras de Ander-Egg. Sobre este sueño o ideal del autor referido,
se han escrito cientos de libros, pero la organización, funcionamiento y formas
para alcanzarlo están todavía muy lejos de realizarlo, empezando por la vida
cotidiana de cada uno de nosotros mismos.
Desde esta perspectiva, bastaría darle una mirada a los documentos de
Mario Briceño Iragorry, en la necesidad de la formación educativa docente para
y de las masas. Al respecto, “Es preciso levantar para una nueva militancia del
espíritu las nociones de libertad, de justicia y de tolerancia. Sin mirar estos
puntos cardinales del horizonte moral, estamos condenados a perpetuar la
tragedia espantosa de la incomprensión”. Por consiguiente, desde la reflexión
de estas palabras, se asume que son los hombres y mujeres en si mismos,
cuando han nutrido su fortaleza interior por el desarrollo de su personalidad
moral quienes pueden coadyuvar el mejoramiento de sus pueblos, y para la
cristalización de esta trascedente obra le corresponde desempeñar a la
educación sistemática, en todos sus niveles y modalidades, un papel
insustituible, pues la enseñanza a las generaciones futuras de un claro y recto
sentido de la responsabilidad en el orden ético no puede ser producto del azar,
ni de ejemplos espasmódicos; sino del resultado de esfuerzos sostenidos
orientados en esta dirección, la cual pasa en forma clara por la formación
docente en estos tiempos de cambios.
De allí que, nunca la formación docente ha estado tan urgida de una
cruzada de proyecciones morales que conduzcan a dar sentido humano a los
actos mismos. La formación docente debiera propender a la formación de un
humus social que precipite la germinación de ese nuevo republicano, de esta
Venezuela y Latinoamérica, de lo anterior el punto central para una nueva
formación docente ajustada a estos nuevos tiempos.
Con lo anterior se quiere significar de forma dramática, la inadecuada
valoración de la dimensión moral-etico-cultural dentro del proceso de formación
del hombre y la mujer docente, lo que ha generado consecuencias deplorables
para la educación en el país. Entendiendo que, la conducción política envuelve
el ejercicio de un magisterio de vastas proyecciones y efectos sociales y
persuadido en el hecho de que quienes se consagren a esta causa deben
previamente asumir compromisos de superación esencialmente en el aspecto
moral para no incurrir en errores; ya que, el docente formado en estos nuevos
tiempos, debe comenzar por predicar a su estudiantado, el deber de ejercitar la
facultad de hacerse cada quien cada vez mejor. Y digo hacerse, no
considerarse, es decir ejercer la facultad de subir, en orden de dar objetividad
al principio de que la política no es la posibilidad de poner al servicio propio los
recursos sociales, digo de todos, sino por lo contrario, poner al servicio de
todos nuestros recursos morales.
En la formación docente, en algún nivel ético-cultural, tiene gran
responsabilidad la escuela y la universidad, una donde se reciben los ejemplos
y la otra donde se enseñan los ejemplos. Partiendo de la idea de que ese
docente en formación, va a dar el ejemplo a sus estudiantes en la escuela y de
que ese estudiante y docente van a la universidad a compartir la enseñanza-
aprendizaje de cómo enseñar con el ejemplo y/o desde el ejemplo, aplicable en
cualquier aspecto de la vida en formación.
Por lo que, en estos momentos de empuje social, es demanda
latinoamericana reflexionar en la misión que ineludiblemente deben asumir en
este contexto las escuelas y universidades como instituciones comprometidas
con la apertura de horizontes y alternativas que faciliten al individuo, de
nuestros pueblos, el encuentro de derroteros dignos y fecundos para su
existencia y desarrollo intelectual, camino único al desarrollo total de todas las
esferas de una nación, y es donde debe apuntar todo empeño de índole
cultural. Lo que nos lleva a una primera reflexión; mientras la escuela y
universidad, a través de sus docentes, no puedan ayudar al ciudadano en la
búsqueda y logro de su posición en la vida, no hay derecho a hablar en serio
del papel de estas instituciones, así en ella se explique la física cuantística de
Planck y todas las nuevas teorías de los intelectuales del mundo, que en su
mayoría se quedan detenidas en ese nombre, pero no las llevan a la práctica ni
en estos espacios de discusión, si no que se “enseñan” para “aprendérselas”
Por lo que, la valoración de las obras de la cultura universal como
instrumento de superación del hombre constituye uno de los principios
presentes, a considerar en la formación de los docentes, pues en la hora
presente los individuos y consecuencialmente los pueblos están colocados
frente a un mundo en incesante cambio que a veces se torna agresivo, y ante
un universo de instintos y de voliciones que está instalado en la interioridad de
cada sujeto. Lo anterior significa que en lo exterior del docente, en cualquier
etapa de formación, se debe proyectar las circunstancias que definen las
relaciones vitales y en lo interior la voluntad y inteligencia que se anida en
todos los hombres y mujeres. No obstante, debe la interculturalidad apuntar
hacia la afirmación de la identidad de los pueblos y de los individuos que lo
conforman.
La anterior formulación, permite reflexionar en el imperativo de aportar
en la creación y producción de mecanismos defensivos, destinados a la
preservación y profundización de la libertad de conciencia que constituye el
valor humano, por cuya vigencia se debe pugnar desde todos los ángulos
posibles, siendo el de la educación en todas sus expresiones, uno de los que
garantiza resultados más consistentes. Imaginen los espacios educativos en
una sola línea de discusión ideológica sea cual fuere el extremo, porque lo que
la hace rica, es la deliberación o discusión de las ideas, hecho resaltante de las
universidades en la actualidad. De tal apreciación, debemos extraer que la
libertad de enseñanza más que un concepto realista en lo que se dice a
facultad de ejercer la profesión del magisterio, concreta una idea de mayor
altitud; referida a una modalidad, si se quiere, de la libertad de conciencia, y la
cual se debe defender a todo ahogo de las asechanzas que contra ella surjan.
Y en este sentido, debe redimensionarse la formación docentes en estos
tiempos de cambio.
Por lo que resulta interesante, en estos tiempos, florecer en lo anterior,
reflexionando en adversar definitivamente el criterio de quienes le atribuyen
exclusivamente a la formación la misión de formar cuadros profesionales para
satisfacer requerimientos de mano de obra calificada que reclama el mercado
ocupacional. Es un desvarío insólito, no reconocer que tal función es
consustancial a la esencia de las instituciones educativas, consagrada en sus
origines. Visto que la educación latinoamericana tiene la indesviable
responsabilidad de proporcionar a sus pueblos luces que guíen su derrotero en
medio de la profunda oscuridad del momento terrible que atraviesa un mundo
arruinado y amenazado por la propia “inteligencia del hombre”. Para
contrarrestar tal situación, es conveniente estudiar la trayectoria vital de los
hombres heroicos de cada nación a objeto de identificar los principios de
justicia, dignidad, responsabilidad y tolerancia que cristalizaron en su obra, y
luego convertirlos en contenidos de los programas educativos y de formación,
para asegurarse, cada nación, el derecho a llamarse sin sonrojo dignos
sucesores de esa pléyade de compatriotas ejemplares.
Porque, lejos de figurar en plazas y placas, en razón de la audacia y de
la riqueza de las antiguas y nuevas tecnologías, debemos empeñarnos en
poblar los anaqueles de las librerías, internet, facebook y twister con
biografías, libros y comentarios cívicos de hombres, eventos, episodios
epócales y procesos formados al calor de la cultura e historia de cada nación,
que den testimonio fehaciente del progreso moral alcanzado por los pueblos
latinoamericanos, para caldear la fragua donde gane temple ese hombre
nuevo, pues es allí donde la formación docente está obligada a suministrar
contornos precisos a la conciencia del pueblo. Dentro de esta misma línea, sse
debe destacar un aporte hecho por Rodríguez (2007), en una ponencia en la
Ciudad de San Juan de los Morros, Guárico, en razón de las debilidades de la
formación docente, en la cual señaló “la necesidad de la construcción de una
teoría de la formación docente” y a la cual refirió, apoyado en Mario Briceño
Iragorry (1983), “la necesidad de valorizar en los mismos términos y con
análoga intensidad la formación científica y el cultivo de la condición humana”
(p. 18).
Pero todo esto no basta, se dice que se debe pensar el futuro para
actuar en el presente. Las universidades de hoy forman a los hombres y
mujeres que estarán al frente de las naciones entre los años 2020 y 2030.
Seria trágico, que ellos siguieran formando conforme a un modelo que pudo ser
válido a mediados del siglo XIX, aun de un modelo válido a principios del siglo
XX. Pero la necesidad de una perspectiva prospectiva, en la consideración de
los problemas del verdadero papel de la formación docente, es un desafío y
una exigencia insoslayable. Para lo cual, se deben considerar dos cosas: la
prospectiva social de formación en los pueblos por separados y de ellos en
conjunto y su prospectiva social.
En el caso de Venezuela se está desarrollando un proceso
revolucionario que busca transitar hacia el Socialismo Bolivariano del sigo XXI,
el cual el principal desafío es como ser originales en su construcción, contando
con estamentos sólidos (ALBA); esto implica una ruptura con lo que ha sido,
supone un salto cualitativo, que no se hace con un partir desde cero, como si el
mundo no existiera ante nosotros, ni se hace con imaginerías o delirios
ideológicos, sino con la capacidad de pensamiento utópico unido, que inventa
un futuro diferente a partir de las condiciones actuales. Valga pues, todo lo
anterior para poner de manifiesto la necesidad de vincular los pensamientos de
las universidades latinoamericanas, y sus prospectivas individuales hasta llegar
a una conjunta. Ya que esto es conveniente, en la esfera de la calidad del
conocimiento y por ende del desarrollo potencial como continente, lo mismo se
dijo en un documento de la UNESCO, (2012), de hace un cuarto de siglo y se
repitió en el semestre pasado, “habida cuenta que los efectos de la educación
son muy lentos”.
De allí el compromiso, que deben asumir quienes se desenvuelven en
este nivel, por transmitir valores y modelos de comportamientos contrarios al
desmedro de los pueblos. Y para tal fin, se debe empezar reconociendo la
vanidad, soberbia y falsa suficiencia, en esta profesión, para dar así una
contribución inestimable a la educación y su papel en el Estado. Y como dice
un proverbio chino “Dime y olvidaré, muéstrame y podría recordar,
involúcrame y entenderé” Vamos a involucrarnos entonces
Bibliografía Consultada

Iragorry, Mario Briceño (1983). Palabras de Humanismo. (Vol. 11) Biblioteca de


Temas y Autores Trujillanos. Servicio Gráfico. Editorial S.A.Caracas.

Rodríguez, J. ( 2007, febrero). Papel de la universidad en el socialismo del siglo


XXI. Ponencia presentada en San Juan de los Morros-Guárico.

UNESCO, (2012), Documento que acompaña las Recomendaciones del


Consejo a los Estados miembros en el marco del Semestre Europeo de 2012
(2012/C 219/29)

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