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La música rusa no posee los mismos fundamentos que la cultura del resto de Europa, pero se desarrolló tanto en el siglo XIX
que los filósofos rusos la llamaron “el último baluarte de la espiritualidad”.
Rusia no tuvo la herencia de Grecia ni de sus ciudades ideales. Tampoco formó su conciencia en las academias latinas de la
época medieval, ni pasó por los tiempos dorados del Renacimiento. Rusia, casi de la nada, de la completa oscuridad vio la luz
en el siglo XIX, con sus grandes maestros, que llevaron al mundo el triunfo del espíritu humano a través de su obra.
Mijaíl Glinka (1804 -1857), es el fundador de la escuela de música clásica rusa. Fue el primero que mezcló los principios de la
música popular rusa y los logros del arte europeo. Es conocido como “el sol de la música clásica rusa”.
En general, el siglo XVIII es el siglo del florecimiento de las óperas cómicas rusas y extranjeras, los teatros imperiales y de
campesinos. También es el tiempo de búsqueda y recopilación de canciones folclóricas, las canciones llevan la historia de los
pueblos eslavos y pertenecen a múltiples géneros temáticos.
La música rusa recibió la herencia de compositores del centro de Europa, como Christoph Gluck, Franz Joseph Haydn y
Wolfgang Amadeus Mozart y luego la mezcló con temas folclóricos rusos, para crear su propia identidad.
Desde el siglo XIX, la música clásica consigue alcanzar la cima de su desarrollo. Su nivel artístico igualó al europeo y después
se convirtió casi en su modelo.
Se considera el siglo XIX como el de la “nueva escuela musical rusa”, movimiento en torno a un conjunto de principios estéticos
que seguían los compositores de un grupo denominado "Los Cinco" o “El Gran Puñado” que unía a Mili Balákirev, Modest
Músorgsky, Tsézar Kjui, Alexandr Borodín y Nikolái Rimsky-Kórsakov. Todos eran compositores aficionados y basaban su
creación en el arte nacional y el folclor ruso. Su reto principal fue reflejar con toda precisión la imagen del pueblo de este país,
junto con sus ideales morales y espirituales.
La Historia del Ballet Ruso
Mientras que Francia jugó un papel decisivo en la instauración del ballet en la ópera con las composiciones de Jean Baptiste Lully
y el gran apoyo del Rey Luis XIV, otros países y culturas adoptaron pronto esta forma de arte, sobre todo Rusia.
Rusia tiene una gran tradición de ballet, y el ballet ruso ha tenido una gran importancia en su país a lo largo de la historia. Después
de 1850 , el ballet comenzó a disminuir su fervor en París, pero comenzó a tener más popularidad en Rusia, gracias a maestros
como Charles-Louis Didelot, Jules Perrot y Marius Petipa. En ese periodo se formó ya la escuela nacional de ballet, donde los
rasgos principales eran: sentido profundo de los espectáculos y técnica virtuosa de baile.
Marius Petipa, primero conquistó Rusia con su arte como bailarín para después crear más de 50 nuevos espectáculos. En sus
espectáculos se cristalizó el estilo clásico que dominaría después a finales del siglo XIX e inicios del siglo XX. Petipa es recordado
por sus colaboraciones con Tchaikovsky. Él realizó la coreografía de los Ballets “El Cascanueces" (1892) , "La Bella Durmiente"
(1890 ) y el "Lago de los Cisnes" (1895)
El florecimiento del ballet ruso en el inicio del siglo XX empezó a influir en Europa, EE. UU. y Asia gracias al legendario empresario
Sergéi Diághilev, a través del cual el mundo conoció los tesoros de la cultura rusa. En 1909 por primera vez llevó el ballet ruso
fuera de sus fronteras.
El triunfo de ballet ruso en Europa, junto con su pintura, música e iconos, empezó gracias a las “Temporadas Rusas” organizadas
por Diághilev, primero en París y después en muchas capitales europeas y americanas.
La frontera entre los dos siglos y el mismo siglo XX destacan por el fin de la época musical considerada “clásica” y el inicio de la
“moderna”. Fue gracias a Rusia, que la tradición de la música clásica continuó en el siglo XX.
Cronología de los compositores Rusos: