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Memoria

Deleuze tiene poco tiempo para la memoria concebida como un medio para evocar
percepciones antiguas. Tal modelo carece de potencial creativo e implica que un
objeto, por ejemplo, puede ser presentado y reconocido como el que se experimentó
en el pasado. Pero tal visión ignora el hecho de que el recuerdo de hoy es una
experiencia bastante diferente en el tiempo y en el contexto, ya sea de la experiencia
original o de los recuerdos anteriores. Quitar esas diferencias es descartar el potencial
productivo que Deleuze considera inherente a la operación de la memoria a favor de
vincularse con el pasado.

A pesar de proclamar su falta de entusiasmo por la memoria como tema,


Deleuze, sin embargo, reformuló su concepción varias veces. En el trabajo inicial
sobre David Hume, Deleuze abordó cómo los efectos reproductivos y representativos
de la memoria son críticos para la ficción de la identidad personal debido a su papel
en el establecimiento de relaciones de semejanza y causalidad. Sin embargo, en sus
escritos sobre Henri Bergson, y en sus propias filosofías de diferencia, Deleuze se
movió más allá de esa “memoria del hábito” para teorizar cómo los “bloques de
historia” podrían incorporarse en asociaciones productivas con el presente, de modo
que el pasado pudiera vivirse de nuevo y diferente.

Las teorías bergsonianas de la conciencia de Deleuze describen dos tipos de


operaciones. Una es la “línea de materialidad”, sobre la que teoriza las relaciones
entre la mente y el mundo material (incluido el cuerpo). Tal actividad siempre ocurre
en el presente, entendida como una demarcación puramente teórica entre el pasado
y el futuro. En esta línea, nuestra relación con la materia es totalmente material y no
está mediada: el mundo de la conciencia se reconcilia con el mundo de la materia
por medio de diferentes tipos de movimiento. Dicha actividad siempre está orientada
hacia la vida práctica de la acción en lugar del conocimiento puro. Como tal, la forma
de memoria que está funcionando es la “memoria del hábito”, la determinación
refleja de las respuestas corporales apropiadas condicionadas por lo que haya
demostrado ser útil en el pasado, pero sin el “recuerdo puro”.

Al ser distinto de la conciencia, la línea de materialidad no puede explicar la


temporalidad de la experiencia vivida. En consecuencia, Deleuze invoca la teoría de
Bergson de la memoria pura en una “línea de subjetividad pura”. Bergson cree que
la memoria pura almacena cada evento consciente en su particularidad y detalle. Las
percepciones de la existencia real se duplican en una existencia virtual como
imágenes con el potencial de volverse conscientes, actuales. Así, cada momento
vivido es tanto actual como virtual, con la percepción de un lado y la memoria del
otro; una masa cada vez mayor de recuerdos.

Al tomar su iniciativa de Bergson, Deleuze sostiene que lo virtual se define


por su potencial para volverse consciente. En lugar de limitarse a simular lo real
(como en los medios de “realidad virtual”), lo virtual podría hacerse actual y tener
un nuevo efecto. La forma en que este potencial podría realizarse se determinará por
las circunstancias precisas de su actualización.

Como una colección de imágenes puramente virtuales, la memoria no tiene


existencia psicológica, siendo en cambio un “pasado en general” puramente
ontológico que no se conserva ni en el tiempo ni en el espacio. (Como tal, la pérdida
de memoria no debe ser concebida como una pérdida de “contenidos” de la memoria
pura, sino simplemente como un desglose de los mecanismos de recuperación). Las
imágenes virtuales se organizan en varios patrones que podrían concebirse como
“planos” o “capas”, con cada plano que contiene la totalidad del pasado
experimentado distribuido en relación con alguna imagen virtual en particular, desde
la cual todos los demás en el plano derivan su significado e historia.

La memoria pura se revelará a la conciencia cuando se actualicen las


imágenes virtuales relevantes, un asunto que rara vez se menciona en los textos de
Bergson pero que es fundamental para Deleuze. Dicha actualización es el proceso de
recolección en el que lo virtual se diferencia al convertirse en algo nuevo, una imagen
de memoria recordada relevante para alguna acción o circunstancia, y así asumir una
significación psicológica. La enigmática descripción de Deleuze del proceso consta
de dos partes. Primero, se accede a la memoria por medio de un “salto al pasado”,
que permite ubicar el plano más relevante. En segundo lugar, la memoria se lleva a
la presencia y se le da una nueva “vida” o contexto en términos de las circunstancias
actuales. En este momento, la psicología interactúa con la ontología en la
constitución del presente vivido, un tipo especial de síntesis que Deleuze considera
esencial para el flujo del tiempo vivido.
Dos aspectos de la teoría bergsoniana de la memoria de Deleuze son críticos
para su antifundacionalismo. Primero, muestra que no es necesario concebir una
memoria “propietaria” de un sujeto trascendente para que se produzca el recuerdo.
De hecho, Deleuze argumenta lo contrario: la memoria ayuda a dar la impresión de
un yo consistente y unificador. En segundo lugar, muestra que la memoria, en lugar
de simplemente volver a dibujar el pasado, constituye el pasado como un nuevo
presente en relación con los intereses y circunstancias presentes. Así concebida, la
memoria es un poder creativo para producir lo nuevo en lugar de un mecanismo para
reproducirlo.

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