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ABORTO EN EL PERÚ

INTRODUCCION

El embarazo adolescente es un problema de salud pública relevante en América


Latina, no sólo por disminuir las posibilidades de desarrollo de la gestante y
aumentar el riesgo de pobreza, sino también por constituirse en elevado riesgo
para su salud física y psicológica.

Se estima que 13% de las adolescentes peruanas entre 15 a 19 años están


embarazadas y 58,2% de las que llegaron a ser madres manifestaron que su
embarazo fue no deseado5; esta situación va de la mano con un inicio precoz de
las relaciones sexuales además de la pobre información sobre salud sexual y
planificación familiar a la que tienen acceso, problema que es de mayor
envergadura en poblaciones de menor nivel socioeconómico.

Como consecuencia de este embarazo no deseado, se asoma la posibilidad de


realizarse un aborto inducido, que en el Perú durante el año 2001 ascendió 352
mil casos11; los efectos de esta práctica pueden llevar a la muerte de la
adolescente (es la cuarta causa de muerte materna en el Perú), así como a
problemas de infertilidad en el futuro.

Si bien la mortalidad e infecciones se han reducido con el uso del misoprostol;


los sentimientos de culpa, depresión, ansiedad, trastornos de estrés
postraumático, así como las dificultades para sus relaciones sociales,
interpersonales y ocupacionales en su vida adulta son un problema trascendente
por tener en cuenta; no obstante, es importante señalar que la continuación de
un embarazo no deseado y la experiencia de ser madre contra su voluntad
también suele tener consecuencias emocionales graves.

Las principales razones por las que optan por el aborto es que tener un hijo
dificultaría su educación o su trabajo, además de no sentirse preparadas para
ser madres en ese momento, no querer ser madre soltera o tener problemas de
pareja.

Se reconocen diversos factores asociados con la elección de la adolescente de


inducirse el aborto, entre ellos el ser menor edad, ser solteras, tener un menor
nivel educativo, tener menor nivel socioeconómico, deserción escolar, ser el
embarazo fruto de una relación sexual ocasional, por falta de apoyo de la pareja
o que este sea de menor edad o bajo nivel educativo.

También se plantea que la decisión de abortar en la adolescencia se encuentra


vinculada con las opiniones y el apoyo o no de los padres, principalmente de la
madre y también de la pareja; es así que la red social es la que determina, en la
mayoría de los casos, el resultado del embarazo en las adolescentes; sin
embargo son pocos los estudios que exploran las relaciones de las adolescentes
con los padres.

Es por ello que el objetivo del estudio fue conocer en qué medida las relaciones
familiares están relacionadas con el aborto provocado en adolescentes.
De manera esquemática, estas relaciones dan cuenta de una compleja trama de
variables e intereses sociales que incrementan el riesgo de que una adolescente
quede embarazada, en la mayoría de casos sin proponérselo. En acuerdo con
estas relaciones dinámicas, los marcos teóricos propuestos señalan que no se
debe dejar de considerar el efecto de algunos factores contextuales, más
vinculados al hogar y a las dinámicas familiares, de género y comunitarias,
incluyendo la cultura local (1). De los resultados de esta dinámica a escala
poblacional, y de algunos comportamientos que se generan en ella, da cuenta la
sección siguiente.

SITUACIÓN Y TENDENCIAS

Prácticamente estable en las últimas décadas entre el 12 y 13%, el embarazo en


adolescentes de 15 a 19 años oculta una persistente heterogeneidad, sobre todo
si no es planificado, que como veremos son la mayoría. Al compararlas con los
hombres, menos de 1% de ellos son padres a la misma edad (2).

En los estratos de mayor riqueza el embarazo en adolescentes representa la


décima parte de la observada en las zonas más pobres. Aunque las prevalencias
son menores en áreas urbanas, es aquí donde se registra una leve tendencia al
aumento, a diferencia de la tendencia al descenso registrada en las áreas
rurales, pero persistentemente sobre el 25% en áreas de la selva (superior al
30% en el 2012 en Loreto). La evolución de estas y otras características
sociodemográficas de interés en las últimas dos décadas puede ser apreciada
en la Tabla 1.
Según muestran las proyecciones de población derivadas del censo del 2007, el
país es cada vez más urbano, y la población rural se reduce en términos
absolutos, pasando de 8,3 a 7,2 millones. Esto, mientras a nivel nacional ha
venido creciendo el número total de las gestantes adolescentes, pues, en tanto
las prevalencias se mantenían relativamente estables, venía aumentando la
población de este grupo de edad, que alcanzó su pico histórico en el año 2011.
Según estas tendencias el área urbana, sobre todo la de menores ingresos,
seguirá concentrando el mayor número de gestaciones en este grupo de edad,
en un contexto en el que desde hace más de veinte años disminuye anualmente
la cantidad total de nacimientos, también por primera vez en la historia del
Perú (3).

Otro aspecto por considerar es el leve aumento del embarazo en adolescentes


con mayor educación, que, aunque de niveles menores al valor nacional, se
registra incluso en Lima Metropolitana. Haría falta saber, sin embargo, la
influencia que en estas cifras tiene el embarazo no planificado, o en cuánto son
atribuibles a decisiones libres e informadas (4).

A nivel de comportamientos individuales, o de determinantes próximos, algunas


probables explicaciones de esta persistente prevalencia provienen de la
dinámica en la exposición al embarazo, según se muestra en la Tabla 2. En él
se evidencia el aumento de la actividad sexual reciente (en las últimas 4
semanas) en aquellas adolescentes de 15 a 19 que ya se iniciaron sexualmente,
proporción que como vemos ha aumentado sostenidamente en los últimos 20
años. Lo mismo sucede en quienes registraron actividad sexual antes de los 15
años. A esta información habría que agregar, como probable explicación, los
cambios registrados a nivel mundial en el descenso en la edad de la
menarquia(5), aunque en el Perú la información sobre este importante marcador
siga siendo escasa (6,7). A su vez, también cabe considerar las mejores
condiciones nutricionales asociadas a cambios hormonales, así como los
cambios psicológicos vinculados con la educación y el creciente acceso a
medios.

En este punto debemos precisar que el análisis demográfico previo no se agota


en las estimaciones, sino que estas deben ser interpretadas en la medida que
afectan las decisiones personales y pueden truncar proyectos de vida de cientos
de miles de adolescentes en el Perú. Con mayor razón cuando el embarazo no
fue buscado por la propia adolescente ni alentado por su familia (8).

Según se aprecia en la Tabla 3, son cada vez más las adolescentes


embarazadas que hubieran querido ese embarazo más tarde, cifra que llega
cerca al 60% en el 2012, y que fuera casi la mitad de este valor hace dos
décadas. Mientras, quienes efectivamente buscaban quedar embarazadas
bajaron de 52,6 a 31,7%. Se trata de situaciones que responden a cambios en
la mentalidad, en los planes y expectativas de vida, y a una mayor educación y
acceso a información en múltiples medios (que por sí sola no es suficiente para
prevenir los embarazos no planificados).

A su vez, el efecto sobre las formaciones familiares también puede ser


identificado. Si una adolescente pobre resulta embarazada, será mayor la
probabilidad que pase a formar un nuevo hogar, generalmente precario e
inestable. Cerca de dos tercios del total de madres adolescentes (63,8%) es
conviviente. Pero si se trata de una adolescente de los estratos más altos (más
educada) no habrá intención de unirse, y es su propia familia quien la apoya con
la crianza y los cuidados del niño (9), mientras ella continua con su educación, y
accede, a la larga, a mejores empleos.

Otro aspecto que considerar radica en la violencia sexual contra las mujeres,
incluso en menores de 15 años. En nuestro país, según la ENDES 2012, el 6%
de adolescentes unidas han sido víctimas de alguna forma de violencia sexual
por parte de sus parejas. Las situaciones de violencia tendrán mayor relevancia
en poblaciones en las que hay alta movilidad poblacional, asociados a ciclos
expansivos de explotación de recursos naturales o comercio, como sucede en
muchas áreas de la selva y ceja de selva. En estas zonas se trata de un negocio
cuya rentabilidad forma parte del comercio de bebidas alcohólicas y alimentos, y
no obedece a una lógica criminal organizada, sino a un conjunto de redes
familiares (10).

Por otro lado, en cuanto al análisis global del rango de edad adolescente,
también se debe considerar el hecho que el grupo de 15 a 19 años es
heterogéneo, lo que tendría implicancias para la prevención. En los últimos
veinte años el grupo de 15 a 17, que en su mayoría está en la escuela
secundaria, presenta porcentajes de embarazo relativamente estables, por
debajo del 10%, mientras que el grupo de 18 a 19, generalmente fuera del
sistema educativo, muestra prevalencias superiores al 20%. Obviamente, y
tratándose de valores nacionales, lo que también debemos considerar es que
estos valores fluctúan hacia arriba o hacia abajo según analicemos estratos,
regiones naturales, etc.

IMPACTOS DEL EMBARAZO ADOLESCENTE

Tanto a nivel individual como colectivo, son múltiples los impactos del embarazo
adolescente, sobre todo si no fue resultado de una decisión libre e informada
que, como vimos, son la mayoría. Algunos de los impactos más estudiados en
nuestro país, someramente esbozados en secciones anteriores, tienen que ver
con la limitación al ejercicio de derechos y oportunidades, que afectan los planes
de vida y la transición a la vida adulta, perpetuando la transmisión
intergeneracional de la pobreza (11). Menos reconocidos, pero no por falta de
evidencias, son sus asociaciones de riesgo con la desnutrición infantil y la muerte
temprana (de la adolescente y de sus hijos). En conjunto o por sí solos,
configuran un potencial efecto negativo para los intentos de capitalizar la
oportunidad derivada del cambio poblacional y hacer realidad el bono
demográfico.

En relación con el primer grupo, directamente vinculado a la pobreza, está la


formación del llamado capital humano, fundamentado en una educación y salud
de calidad. La evidencia educativa va por doble vía. De un lado, el embarazo
lleva a la deserción escolar, mientras que una educación de mala calidad
desalienta la continuidad en la escuela. En nuestro país, la deserción escolar por
causa del embarazo, matrimonio o para cuidar niños varía, pues según los
departamentos del 10 al 20% de mujeres de 15 a 24 años dejaron la escuela por
alguno de esos motivos. Nueve de cada diez madres adolescentes no asisten a
algún centro educativo, y según estudios realizados en América Latina, las más
pobres al acceder mayoritariamente a una educación de muy mala calidad, no
consideraban que ese acceso vaya a alterar su futuro (12).

En cuanto a sus efectos sobre la continuidad en la escuela secundaria, los


estudios encuentran que en el área urbana el efecto de haber tenido algún parto
en los últimos tres años reduce en 33% las posibilidades de progresar en los
estudios. En el área rural esa probabilidad alcanza el 39% (13). Nuevamente, la
pobre calidad educativa no hace sino reforzar este circuito de exclusiones;
además del embarazo, la deserción escolar también puede resultar de uniones
formales tempranas, de la baja calidad de la educación que se ofrece y de
expectativas igualmente bajas que tienen las adolescentes para sus propias
vidas. Por lo tanto, las políticas que buscan reducir el embarazo adolescente
tendrían que considerar mucho más que solo brindar información sobre los
anticonceptivos y facilitar su acceso. Es decir que, sin educación sexual de
calidad o el fortalecimiento de las capacidades de asertividad adolescente, es
realmente poco lo que se pueda lograr (14).

En el caso del embarazo adolescente, estudios realizados por el Banco Mundial


han encontrado que el costo de oportunidad de por vida, medido por el ingreso
anual no percibido por la madre adolescente durante toda su vida, varía entre
1% (en países muy desarrollados, con baja fecundidad) hasta el 30% (países
muy pobres, con alta fecundidad) (15). Para el Perú, el costo que tiene la
deserción escolar (para ambos sexos), en términos de la producción no
materializada durante la vida de la cohorte actual de los jóvenes, ha sido
estimado como equivalente a 17,1% del PBI (16).

En las adolescentes más pobres el embarazo llevará a conseguir un empleo a


edades más tempranas, y bajo malas condiciones laborales (17). Justo en los
años en que inician la transición a la vida adulta, apresurada a causa del
embarazo, en los que se van asumiendo nuevos roles, dependiente de la
situación familiar, etnicidad, pobreza, y acceso a redes de apoyo social. Se trata
de transiciones que, según la distribución de oportunidades, hacen o no posible
la inclusión social. En tal sentido, se perpetúan las inequidades en las
transiciones a la vida adulta, limitando el ejercicio de sus derechos, con altos
costos sociales y económicos derivados de estos rezagos.

El impacto sanitario tampoco será menor, sobre todo si consideramos que casi
el 60% de los embarazos en adolescentes no fueron planificados. Entonces,
¿Cuántos de ellos terminan como aborto inducido? Según la Primera Encuesta
Nacional de la Juventud del 2011, cerca del 30% de adolescentes declaraba
“cercanía con algún conocido que se ha realizado un aborto” (18). A su vez,
estudios más especializados reportan datos por encima y por debajo a los
estimados realizados para el país en estudios internacionales (19,20). En todo
caso, prevenirlos habría costado bastante menos, tanto desde el punto de vista
sanitario, psicológico, social y familiar, como económico, el más invocado por
quienes optan por aborto (21). Según algunos estudios internacionales, en países
como el Perú, evitar cada embarazo no planificado en la adolescencia costaría
entre US$ 43 y US$ 63 (22).

Estrechamente vinculado con lo anterior están las muertes maternas evitables,


de no haberse producido estos embarazos o de no haberse producido su
deterioro. En las adolescentes de nuestro país las razones de mortalidad
maternas (RMM) son desproporcionadamente más altas que las registradas para
las mujeres en edad reproductiva, sobre todo en la sierra y selva, llegando en
esta última a valores de 453 muertes maternas por cien mil nacidos vivos en el
periodo 2007-2011, según lo muestra un reciente estudio de la Dirección General
de Epidemiología del Ministerio de Salud del Perú y el Fondo de Población de
las Naciones Unidas (UNFPA) (23). Estos valores demuestran claramente la
inequidad existente, lo que justifica no solo una atención en términos
geográficos. Adicionalmente, hay que considerar que, según registros de
vigilancia epidemiológica, algunas muertes maternas en este grupo de edad son
producidas por suicidios, situación sobre la cual la es escasa la información
acerca de su magnitud y contexto.

Luego del embarazo se pueden considerar los efectos vinculados con la nutrición
y desarrollo, no solo de la propia madre sino también la del recién nacido. En el
Perú es mayor la probabilidad de que los hijos de las adolescentes multíparas
(alrededor del 2% de las gestaciones entre las adolescentes) experimenten bajo
peso al nacer o que sean pequeños para la edad gestacional, comparadas con
quienes no son multíparas a esa edad (24). Resultados de otros estudios
evidencian una importante diferencia entre las madres adolescentes y las adultas
en términos de peso del recién nacido, más aun en la adolescencia temprana (25).
Los resultados nutricionales, sin embargo, pueden ser revertidos (26).

Un elemento adicional es que todos estos aspectos, a la larga, afectan el estado


nutricional del niño, en estrecha asociación con un intervalo intergenésico
corto (27), más aun si es menor a 18 meses (28). En el Perú, en madres
adolescentes de 15 a 19 años, dicho intervalo se mantiene alrededor de los 25
meses, mientras que en los otros grupos de edad es casi el doble.

Globalmente, las crecientes brechas de oportunidades entre las adolescentes


que, siendo pobres, resultan embarazadas sin haberlo planificado, son de tal
magnitud que en conjunto pudieran contrarrestar la posibilidad de capitalizar la
oportunidad derivada del cambio poblacional. De no revertirse estas tendencias,
el bono demográfico no pasará de haber sido una oportunidad más. Al no estar
aprovechando la oportunidad, no dejará de ser sino un pagaré.

EMBARAZO ADOLESCENTE E INCLUSIÓN SOCIAL: ALGUNAS


EXPERIENCIAS

Aprovechando el actual ciclo de crecimiento económico, los últimos gobiernos


han venido priorizando la atención a las poblaciones más vulnerables mediante
los programas sociales en programas de transferencias condicionadas. Sin
embargo, alcanzados algunos logros en los primeros años de la vida, tales como
el descenso en la mortalidad infantil y la menor desnutrición, ninguno de estos
programas sostiene intervenciones orientadas a consolidar dichos logros,
incluyendo la prevención de embarazos no planificados durante la pubertad o la
adolescencia, ni los hacen parte de algunas de sus condicionalidades, salvo que
estuvieran ya embarazadas o sean madres. Incluso, se ha llegado a decir, sobre
la base de presunciones y prejuicios, que el embarazo aumentaría como
condicionante para lograr la afiliación en estos programas (29), cuando ninguna
evidencia seria lo ha podido sostener (30).

Los programas de transferencias condicionadas (del tipo Juntos) operan de


modos diversos. Establecida como condicionalidad la permanencia en la escuela
secundaria puede modificar las percepciones de las adolescentes respecto de
las oportunidades que perderían, mejoraría su autoestima y agencia personales,
desincentivándolas del riesgo de un embarazo no planificado. También esta
mayor retención del sistema escolar puede incidir en el uso del tiempo por parte
de las adolescentes, abocándose más a sus actividades lectivas (31). Sin
programas sociales específicamente orientados a la población adolescente, en
el área rural del Perú la población de 12 a 19 años de ambos sexos dedica 29
horas semanales a actividades educativas, dos horas menos que en el área
urbana, mientras que en esta última se disponen de seis horas y media
adicionales de tiempo libre a la semana (21 h 47 min frente a 15 h 17 min) (32).

Algunas experiencias en América Latina han empezado a transitar por esos


caminos. En Colombia, el programa Subsidio Educativo ha contribuido a reducir
el embarazo adolescente, siendo la condición no solo asistir a la escuela
secundaria, sino también alcanzar un mínimo de rendimiento educativo, variable
que hizo la diferencia respecto de otros programas sociales (33). También en
Brasil algunos estudios encuentran que el programa Bolsa Familia ha logrado
impactar sobre el embarazo adolescente (34). De manera similar a lo registrado
en Chile, país en el que la extensión de la jornada escolar contribuyó a reducir la
fecundidad adolescente, explicando hasta en un tercio de la reducción
observada(35) .

Estas intervenciones no tuvieron lugar solo sectorialmente, dada la compleja


trama de situaciones en que se presenta el embarazo adolescente no
planificado. El Gobierno de México ha incorporado a su oferta de programas
sociales, en gestión con los gobiernos locales y organizaciones comunales y
ONG, un programa de becas para adolescentes madres y gestantes. De modo
que el sector educación es uno de los que ineludiblemente debe formar parte de
estas intervenciones. A la larga, para superar la pobreza, que no es solo
monetaria sino multidimensional, se debe excluir al embarazo como opción
principal para la movilidad social.

En otras regiones del mundo, aun más pobres, se han registrado logros
semejantes. Es el caso de una experiencia local en el marco del programa de
transferencias condicionadas en Malawi, en el que la probabilidad del embarazo
cayó en 30% en quienes en un principio no formaban parte de él, mientras que
la de unirse para formar alguna pareja descendió en 40%. A su vez, la iniciación
sexual resultó 38% menor que en quienes no formaban parte del programa (36).

PLAN NACIONAL PARA LA PREVENCIÓN DEL EMBARAZO


ADOLESCENTE

Para hacer frente a la situación descrita en secciones anteriores, este plan tiene
una sólida propuesta de intervención de política pública, aunque su aprobación
está pendiente desde hace dos años. Recoge lo más avanzado de la
investigación internacional y nacional, a partir del balance de las intervenciones
que tienen efecto probado para disminuir embarazo no planificado en
adolescentes (37), y reconoce que solo las intervenciones simultáneas y
multisectoriales, nunca aisladas, habrán de tener un efecto sostenible. Su
horizonte temporal alcanza el año 2021 (bicentenario), siendo su objetivo general
reducir en 20% la prevalencia del embarazo en las adolescentes. Sus objetivos
específicos son:

• Postergar el inicio de la actividad sexual en la adolescencia;


• Incrementar el porcentaje de adolescentes que concluyen la educación
secundaria;

• Asegurar la inclusión de la educación sexual integral (ESI) en el marco


curricular nacional y en los programas de capacitación del Ministerio de
Educación para que las regiones cuenten con condiciones institucionales para
implementar la ESI;

• Incrementar la prevalencia de uso actual de métodos anticonceptivos modernos


en los adolescentes sexualmente activos mayores de 18 años y en adolescentes
que ya son madres;

• Disminuir los diferentes tipos de violencia en los adolescentes poniéndose


énfasis en la violencia sexual.

Tratándose de un plan multisectorial requerirá de un sostenido liderazgo del


Ministerio de Educación y del Ministerio de Salud, y en menor medida (por el
volumen de las acciones) del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables,
y de los gobiernos regionales y locales. Aún no se formaba el Ministerio de
Desarrollo e Inclusión Social cuando este plan fue formulado. Sus principales
líneas de acción comprenden:

• Acceso a la educación básica;

• Educación sexual integral desde la infancia;

• Entorno familiar y comunitario favorable para el desarrollo integral del


adolescente;

• Espacios de recreación y buen uso del tiempo libre para el desarrollo integral
de los adolescentes;

• Acceso a servicios de atención integral en salud sexual y reproductiva.

• Orientación y consejería en salud sexual y reproductiva y anticoncepción para


los adolescentes sexualmente activos mayores de 18 años y en adolescentes
que ya son madres;

• Redes de protección y apoyo social con participación comunitaria;

• Empoderamiento y participación adolescente y joven;

• Comunicación social en la prevención del embarazo adolescente;

• Orientación vocacional y empleabilidad juvenil;

• Alianzas estratégicas multisectoriales;

• Monitoreo, supervisión, evaluación e investigación operativa.


Además, las políticas y programas en marcha, y por desarrollarse, deberían
poder medir su impacto en temas clave como el incremento en el porcentaje de
adolescentes que concluyen la educación secundaria; el incremento de la
prevalencia de uso actual de métodos anticonceptivos en adolescentes
sexualmente activas, y la disminución de la violencia sexual que afecta a los
adolescentes.

CONCLUSIONES

En el Perú, el porcentaje de mujeres adolescentes (15 a 19 años) que están o


han estado alguna vez embarazadas se mantiene a niveles estables (alrededor
del 13%) en las últimas dos décadas. Los porcentajes varían notablemente
según se trate de adolescentes pobres o no pobres, urbanas o rurales, y según
región natural (en la selva supera el doble del promedio nacional), lo que las
limita para aprovechar sus escasas oportunidades educativas, laborales y de
desarrollo personal y familiar en sus transiciones hacia la vida adulta. Aunque a
nivel rural se registra un leve descenso, a nivel nacional el valor se mantiene
estable, a causa de un leve aumento en las áreas urbanas, incluyendo Lima
Metropolitana, cuyas poblaciones crecen, a diferencia de las poblaciones rurales.

Por otro lado, se registra un notable aumento de adolescentes que hubieran


querido postergar el embarazo, de 35,2% (1991/92) a 57,8% (2012), a la par de
un notable descenso en quienes efectivamente lo esperaban cuando se presentó
(52,6 a 31,7%). En consecuencia, los riesgos sanitarios son mayores en ellas, al
presentar RMM superiores a todos los otros grupos de edad, y al tener sus hijos
mayor desnutrición. Según un estudio reciente del Ministerio de Salud y el
UNFPA, para el periodo 2007-2011, la RMM en este grupo fue 241 muertes
maternas por cien mil nacidos vivos, valor superior al doble del promedio
nacional global (106); y si la adolescente vivía en la selva, dicha razón llegaba a
453 muertes maternas adolescentes por cien mil nacidos vivos.

A la prácticamente ausencia de políticas de prevención, expresada en la falta de


educación sexual, en un contexto de precaria calidad educativa, también se
registra un incremento de la práctica sexual reciente (en los últimos 30 días) y
un leve aumento en el inicio sexual antes de los 15 años. En el terreno de las
políticas públicas, se revisan las experiencias de otros países en programas tipo
Juntos, que vinculan la retención en la secundaria con la prevención del
embarazo. Finalmente, se reseñan las principales medidas del Plan Nacional
para la Prevención del Embarazo Adolescente, destacando el trabajo
intersectorial, sobre todo entre el Ministerio de Educación, Ministerio de Salud y
el Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social.

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