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La violencia filio-parental en Chile.

Dra. Paola Ilabaca Baeza.

Centro Cielo. Universidad Santo Tomás. Chile.

Resumen:

El presente estudio presenta el primer análisis sobre la prevalencia de violencia de los hijos
adolescentes hacia sus progenitores realizado en Chile. Un total de 1861 adolescentes
participaron en esta investigación. De los adolescentes encuestados el 81% menciona haber
utilizado algún tipo de violencia hacia su madre y el 63% hacia su padre.

Palabras claves: violencia ascendente, violencia intrafamiliar, adolescents.

Introducción

La violencia intrafamiliar constituye uno de los problemas más grave que la sociedad debe
abordar debido a las consecuencias sociales, económicas y sanitarias, que no solo las familias
deben asumir, sino también el estado y la sociedad en su conjunto. Dentro de este tipo de
violencia existe una violencia oculta y poco explorada por la comunidad científica -al menos en
Chile- estamos hablando de la violencia filio-parental que se define como cualquier acto de los
hijos para obtener poder y control, que genera miedo en los padres y que tiene como objetivo
causar un daño a éstos, ya sea de forma física, psicológica y/o financiera (Cottrell, 2001).

La escasa atención que ha recibido este tipo de violencia en Chile se refleja en la falta de
legislación adecuada y políticas públicas para el apoyo a las víctimas y familias que viven este
tipo de violencia, así como la inexistencia de datos estadísticos oficiales que den cuenta de la
magnitud de este problema. La ausencia del reconocimiento oficial de la violencia filio-parental
se puede apreciar en las políticas gubernamentales sobre violencia intrafamiliar, más
específicamente en la ley N° 20.066. Por ejemplo, esta ley, si bien considera que todo acto que
afecta la integridad física y/o psíquica que se ejerce entre los miembros de una familia constituye
violencia intrafamiliar, las garantías de protección a las víctimas no considera la diada agresor-
hijo/victima-padres, puesto que, una de las garantías de esta ley es el abandono del hogar
familiar por parte del agresor y la prohibición de acercarse a la víctima. Estas garantías resultan
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paradójicas, toda vez que el agresor en este tipo de violencia -la mayoría de las veces- es un
menor de edad y en muchos casos aún depende económicamente de sus víctimas. Por tanto, la
víctima está obligada civilmente a vivir con su agresor, hasta que este obtenga su independencia
económica o la mayoría de edad. A este hecho se le suma otra dificultad, al no existir datos
oficiales por organismos del estado las políticas de asistencia, reparación y/o prevención no se
llevan a cabo. En este sentido, en una llamada de atención muy significativa Acuña y Fernández
(2007), dos investigadoras chilenas, comentan sobre el desamparo que sufren los padres y
madres víctimas de la violencia de sus hijos debido al escaso apoyo e intervenciones disponibles
para este tipo de violencia, en comparación con los otros tipos de violencia intrafamiliar.

En el marco internacional, las investigaciones desarrolladas pueden -al menos de forma inicial-
servirnos para trazar un panorama que nos permita entender el alcance y las implicaciones de
este problema.

El presente estudio se centra en conocer la prevalencia de la violencia de los adolescentes hacia


sus padres y madres, con especial interés en las diferencias de género entre los agresores y las
víctimas, considerando tres tipos de violencia filio-parental (física, psicológica y financiera). Los
resultados que a continuación se presentan corresponde a un estudio en curso financiado por la
Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (CONICYT) Chile.

Marco Teórico

Prevalencia de la violencia filio-parental

Investigaciones internacionales han intentado conocer la prevalencia de la violencia de los


adolescentes hacia sus padres como una forma de aproximarse a esta realidad y conocer la
magnitud del problema, la mayoría de estos estudios son de Australia, Canadá, Estados Unidos,
España y Reino Unido.

El primer estudio realizado fue el de Sears, Maccoby y Levin en 1957 quienes denominaron a
este tipo de violencia como el síndrome de los padres maltratados y donde encontraron que el
17% de los hijos manifestó haber agredido a sus padres. Posteriormente en la década del 70 se
incrementaron las investigaciones sobre esta área dando lugar a un mayor interés por conocer
este nuevo tipo de violencia intrafamiliar (Harbin y Madden, 1979), aunque la mayor producción
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científica se ha desarrollado en este siglo (Aroca, Lorenzo y Miró, 2014; Calvete, Orue y
Sampedro, 2011; Gámez-Guadix y Calvete, 2012).

Los datos de prevalencia encontrados en estas investigaciones no son del todo concluyentes,
puesto que las tasas reportadas son muy diferentes entre sí, ya que varían entre un 0,6% de
Dugas, Mouren y Halfon (1985) al 97% de Sears et al., (1957). Investigaciones más actuales
sitúan la prevalencia de este fenómeno entre un 9% y un 46% (Calvete, Orue y Sampedro, 2011;
Gallagher, 2008; Gámez-Guadix y Calvete, 2012; Ibabe y Jaureguizar, 2009; Kennair y Mellor
2007). Las diferencias de estos datos varían en función de las distintas variables estudiadas, tales
como: características de la familia, tipo de agresión sufrida, población estudiada, entre otros. Por
ejemplo, algunos estudios han analizado familias tradicionales (con ambos padres), mientras que
otros se han centrado en familias monoparentales o incluso han dejado fuera a uno de los
progenitores, centrándose particularmente en la madre. El estudio de Peek, Fischer y Kidwell
(1985), es uno de ellos y encontró que en familias tradicionales la prevalencia varía entre un 9%
y un 18%, datos que se elevan a un 29% en familias monoparentales.

Respecto al tipo de agresión sufrida, un número importante de investigaciones inicialmente se


centraban en agresiones físicas (Pagani, Larocque, Vitaro, y Tremblay, 2003; Ulman y Strauss,
2003; Peek et al., 1985), dejando de lado la agresión psicológica y más aún la financiera. La
prevalencia encontrada sobre la agresión física se sitúa entre un 4,5% hasta un 40% (Calvete,
Orue y Sampedro, 2011; Pagani et al., 2004; Ulman y Straus, 2003), en cambio, respecto a la
violencia psicológica los datos encontrados son aún mayores y van entre un 45% a 65% (Calvete,
Orue, y Sampedro, 2011; Pagani, L., Tremblay, R., Nagin, D., Zoccolillo, M., Vitaro, F., y
McDuff, P. 2004; 2009).

Si consideramos a la población objeto de estudio, las tasas de prevalencia varían en función del
tipo de muestra. Por ejemplo, Cuando las muestras son de corte clínico las tasas de prevalencia
encontradas van entre un 29% y un 32% (Charles, 1986; Mahoney y Donnelly, 2000), cuando se
obtienen datos de la población en general las tasas varían entre un 6.1% y un 54% (Agnew y
Huguley, 1989; Gelvan de Veinsten, 2004; Ibabe y Jaureguizar, 2011; Peek et al. 1985) y
finalmente si la población de estudio son en base a las denuncias de los padres, la prevalencia se
sitúa entre un 31.3% y un 56% (Kennedy, Edmonds, Dann y Burnett, 2010).
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Finalmente, no debemos olvidar la cifra negra (casos de violencia filio-parental no denunciados)


que existe respecto a la prevalencia de este tipo de violencia, especialmente en Chile que no
cuenta con datos oficiales respecto a este tipo de denuncias.

En definitiva, los datos de prevalencia de este fenómeno, si bien no son del todo concluyente, los
antecedentes reportados por las investigaciones realizadas, nos presenta un panorama
preocupante del cual debemos hacernos cargo si queremos tener una comprensión profunda
sobre la violencia de los adolescentes hacia sus progenitores reportada en los hogares chilenos.
Teniendo en cuenta lo anterior, el presente estudio es único en Chile ya que -tal como se indicó
anteriormente- no existen datos oficiales sobre la violencia filio-parental en nuestro país.

Por tanto, con este artículo esperamos contribuir al estudio de la violencia de los hijos hacia sus
progenitores en Chile y sentar las bases para surjan nuevas investigaciones que quieran abordar
este tipo de violencia intrafamiliar.

Método

Participantes

La muestra está compuesta por 1.861 adolescentes de los cuales un 48,1% son hombres (n = 898)
y un 51,9% mujeres (n = 963), con edades comprendidas entre los 13 y 20 años (X = 16,1 ; SD =
1,29) de 7 escuelas (públicas, particular subvencionado y particular pagado) de Santiago de
Chile. Un 36,9% (n = 687), corresponden a familias tradicionales, un 30,9% (n = 575),a familias
monoparentales, un 13,7% (n = 255), son familias extendidas, un 13,4% (n = 250), de familias
reconstituidas y un 5,1% (n = 94),corresponden a adolescentes que no viven con sus
progenitores.

Instrumentos

Violencia filio-parental: se construyó un cuestionario Ad-hoc que consta de 30 ítems paralelos,


15 referidos a la madre y 15 referidos al padre. En cada bloque de 15 ítems, 5 corresponden a
violencia física, 5 a violencia psicológica y 5 a violencia financiera. Los adolescentes debían
responder a cada ítems sobre la frecuencia en la que habían realizado las conductas de violencia
hacia su madre y padre durante los últimos 12 meses, en una escala de Likert de 8 puntos: 0
5

(nunca), 1 (casi nunca), 2 (de vez en cuando), 3 (a veces), 4 (a menudo), 5 (muchas veces), 6
(casi siempre) y 7 (siempre).

Procedimiento

Una vez obtenida la autorización de los centros educativos que participaron en esta
investigación, los adolescentes fueron informados sobre el objetivo del estudio y sobre el
carácter voluntario de su participación. Los cuestionarios fueron aplicados en los
establecimientos educacionales durante su horario lectivo y bajo la supervisión del investigador
responsable. La duración de aplicación no superó los 50 minutos. Una vez obtenidos los datos se
les realizó a los centros educativos un informe con los resultados más destacados. Además de
ofrecer una charla informativa sobre las características de la violencia filio-parental.

Análisis de datos

El primer análisis realizado fue chi-cuadrado para identificar y comprobar la relación entre el
género del agresor y los tres tipos de violencia filio-parental (física, psicológica y financiera).
Posteriormente se analizó la estructura familiar y los tres tipos de violencia filio-parental,
también mediante el análisis chi-cuadrado.

Resultados

Prevalencia de la violencia filio-parental

Un 86,1% (n = 1603) de los adolescentes mencionó haber utilizado algún tipo de violencia hacia
sus progenitores al menos una vez en los últimos 12 meses. Cuando verificamos el tipo de
violencia ejercida, encontramos que la violencia psicológica obtiene una mayor prevalencia con
un 82,2%, seguido de la violencia financiera con un 52,2% y finalmente solo un 20%
correspondió a violencia física.

Para analizar si existen diferencias significativas entre el sexo del agresor y la violencia filio-
parental utilizamos la prueba Chi-cuadrado. Tanto varones como mujeres no difieren en la
prevalencia de violencia hacia sus padres 2(1, N = 1861) = .004, ns. Sin embargo, cuando
matizamos estos resultados por el tipo de violencia ejercida, encontramos que las mujeres son
más propensas a ejercer la violencia psicológica hacia su padre y madre 2(1, N = 1861) = 4,14,
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p = 0,042, mientras que los varones ejercen en mayor medida la violencia financiera 2(1, N =
1861) = 9,08, p = 0,003. Respecto a la violencia física no encontramos diferencias entre varones
y mujeres.

Asimismo, utilizamos pruebas de Chi-cuadrado para analizar si existen diferencias significativas


entre la estructura familiar y la presencia de la violencia filio-parental. Encontramos que los
jóvenes que viven en familias monoparentales son quienes mencionan ejercer en mayor medida
la violencia financiera hacia sus progenitores 2(4, N = 1861) = 12,45, p = 0,014. Para los otros
tipos de violencia no encontramos diferencias significativas entre los diferentes tipos de familia.

Violencia ejercida hacia la madre

Un 81,5% (n = 1517) de los adolescentes mencionó haber ejercido algún tipo de violencia hacia
su madre, cuando verificamos el tipo de violencia ejercido, obtenemos que la mayor prevalencia
corresponde a la violencia psicológica (76,6%), seguida de la violencia financiera (47,3%) y en
menor medida la violencia física (12.9%).

A continuación, realizamos las pruebas de chi-cuadrado con el fin de comprobar si la proporción


de varones y mujeres que manifiestan ejercer violencia hacia su madre difiere significativamente.
No obtuvimos diferencias significativas en la proporción de varones y mujeres que ejercen
violencia hacia su madre. No obstante, cuando analizamos la proporción de varones y mujeres
que ejercen los diferentes tipos de violencia, obtenemos diferencias significativas para la
violencia financiera 2(1, N = 1861) = 6,95, p = 0,008, en este caso son los hombres aquellos que
mencionan ejercer más violencia financiera hacia sus madres. Para la violencia psicológica
también encontramos diferencias significativas 2(1, N = 1861) = 9,48, p = 0,002, y en ese caso
son las mujeres aquellas que mencionan ejercer más este tipo de violencia, en comparación con
los hombres. Respecto a la violencia física no se encontró diferencias significativas.

Cuando analizamos mediante la prueba chi-cuadrado si la estructura familiar se relaciona con la


presencia de violencia filio-parental hacia la madre, encontramos diferencias significativas para
la violencia física 2(4, N = 1861) = 10,19, p = 0,037 existe una proporción mayor de violencia
de este tipo hacia la madre en familias reconstituidas.
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Violencia ejercida hacia el padre

Un 63,2% de los jóvenes mencionó haber ejercido algún tipo de violencia hacia su padre durante
los últimos 12 meses. Respecto a los tipos de violencia, encontramos que la mayor prevalencia al
igual que en el apartado de la madre corresponde a la violencia emocional (58,4%), seguido de la
violencia financiera (36,1%) y finalmente la física (12,3%).

Cuando comprobamos si la proporción de varones y mujeres que han ejercido violencia hacia su
padre difieren significativamente a través del análisis de chi-cuadrado, encontramos que no
existen diferencias significativas en la proporción de varones y mujeres que ejercen violencia
hacia su padre. Sin embargo, cuando analizamos el tipo de violencia por separado encontramos
diferencias significativas para la violencia física 2(1, N = 1861) = 12,97, p = 0,000, y la
violencia financiera 2(1, N = 1861) = 5,70, p = 0,017, en ambos casos son los varones quienes
mencionan ejercer más este tipo de conductas hacia su padre. Para la violencia psicológica no
encontramos efectos significativos.

Al analizar si la proporción de los diferentes tipos de familia difieren significativamente en la


presencia de la violencia hacia el padre por parte de sus hijos adolescentes, encontramos
diferencias significativas para la violencia financiera 2(4, N = 1861) = 12,77, p = 0,012 y
psicológica 2(4, N = 1861) = 68,33, p = 0,000, en ambos casos existe una mayor probabilidad
de que la violencia que se ejerza hacia el padre se manifieste en familias tradicionales y
extendidas.

Discusión

El objetivo de este estudio fue conocer la prevalencia de la violencia de los adolescentes hacia
sus padres en Santiago de Chile. Al igual que estudios previos, encontramos altos niveles de
violencia hacia los progenitores (86%), siendo la violencia psicológica la más comúnmente
expresada. Datos alarmantes, no solo porque 8 de cada 10 jóvenes de esta muestra mencionó
haber agredido a sus progenitores, si no que también, porque dichos actos de violencia tiene
serias consecuencias sociales y sanitarias que como país debemos asumir.

Los hallazgos relacionados con la estructura familiar revelan que los adolescentes que viven en
familias monoparentales son quienes mencionan ejercen más la violencia hacia sus progenitores.
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Este resultado es congruente con investigaciones previas que destacan a este tipo de familia
como aquella con mayor riesgo de sufrir violencia filio-parental (Haw, 2010; Kennedy et al.,
2010; Ibabe et al., 2009; Routt y Anderson, 2011). Las razones de esta mayor vulnerabilidad se
podrían relacionar a un menor apoyo social y una sobrecarga laboral que tiene este tipo de
familias, puesto que, a diferencia de las otras estructuras familiares el peso de la manutención
familiar recae en un solo miembro, esta situación, siguiendo los planteamientos de otros autores,
podría contribuir a un deterioro en las pautas de crianza (Helin et al., 2004 Pagani et al., 2003) y
por tanto, presentar un mayor riesgo de violencia filio-parental.

Cuando matizamos estos resultados y analizamos si la proporción de los diferentes tipos de


familia difieren significativamente en la presencia de la violencia hacia la madre y/o padre,
nuestros resultados reflejan que cuando la violencia es dirigida hacia la madre, solo la violencia
física obtiene diferencias significativas en familias reconstituidas, resultados similares fueron
encontrados en investigaciones previas (Paganni 2003; Kennedy et al. 2010 y Rechea y Cuervo,
2010). Por otra parte, cuando la agresión es dirigida al padre obtuvimos que la prevalencia de la
violencia financiera y psicológica es significativa en familias tradicionales y extendidas. En
ambos casos, es difícil explicar tales diferencias, no obstante, parece más importante, siguiendo
los planteamientos de Loeber y Dishion, (1984), entender que las variables relacionadas con la
presencia de la violencia filio-parental podrían ser las pautas de crianza o la presencia de
conflictos familiares en estos tipos de familia, más que únicamente la configuración familiar.

Respecto a la prevalencia de conductas violentas de los adolescentes hacia la madre y/o el padre,
en esta investigación se encontró que la violencia hacia la madre por parte de sus hijos e hijas
adolescentes es mucho más frecuente, que la violencia reportada hacia el padre. Resultados
consistentes con investigaciones previas (Peek et al., 1985) que dan cuenta que el mayor número
de actos violentos de adolescentes son dirigidos hacia la madre. Sin embargo, debemos ser
cuidadosos en afirmar que la violencia filio-parental es un fenómeno cuya principal víctima es la
madre, puesto que, la violencia reportada por los adolescentes hacia su padre no es menor, ya
que alcanza un 63%, es decir, 6 de cada 10 adolescentes mencionó haber sido violento con su
padre al menos una vez en los últimos 12 meses. Ahora bien, que la madre sufra en mayor
medida algún tipo de violencia por parte de sus hijos e hijas, podría ser explicado debido al
mayor tiempo que ella destina al cuidado de los hijos, en comparación con el padre. Por ejemplo,
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en un estudio realizado en Chile sobre el uso del tiempo, se encontró que sólo un 9,2% de los
hombres dedica tiempo para el cuidado de los hijos, a diferencia del 35,9% de las mujeres
(Instituto Nacional de Estadística, 2009). En razón de lo cual no es de extrañar que sean las
madres quienes mencionen más episodios de violencia filio-parental.

Los hallazgos encontrados sobre los diferentes tipos de violencia ejercida hacia los progenitores,
dan cuenta que la prevalencia de las conductas violentas de las mujeres es significativamente
mayor para la violencia psicológica. Sin embargo, a excepción de la violencia psicológica
ejercida hacia la madre, que fue mayor en las mujeres, no se encontraron diferencias
significativas para la violencia psicológica ejercida hacia el padre. Resultados similares fueron
encontrados en la investigación de Calvete et al., 2013 e Ibabe et al. 2013, en estos estudio las
mujeres mencionaban ejercer en mayor medida la agresión psicológica hacia sus progenitores.
Del mismo modo, este resultado es congruente con otras formas de violencia que se despliegan
en otras relaciones interpersonales, como por ejemplo, una relación romántica, en este caso
también se ha encontrado que las mujeres utilizan más la violencia psicológica, en comparación
con los varones (Nicholls y Dutton, 2001; George, 2003).

Respecto a la violencia financiera, los hallazgos de nuestra investigación revelan que son los
varones quienes mencionan ejercer significativamente más este tipo de violencia tanto hacia su
madre como su padre. Muy pocos estudios han reportado las tasas de prevalencia de la violencia
financiera hacia los progenitores, puesto que la mayoría de los estudios sobre violencia filio-
parental, se centran en la violencia física y psicológica (Ibabe, Jaureguizar y Bentler, 2013; otros
poner). Sin embargo, de aquellos estudios que consideran la violencia financiera, la mayoría de
estos utilizan muestras clínicas y/o judiciales (Haw, 2010; Rechea y Cuervo, 2010; Sánchez,
2008) Por este motivo, no podemos aventurarnos a comparar nuestros resultados con los
hallazgos de estas investigaciones previas.

Cuando la violencia ejercida fue la física los resultados reflejan que la proporción de mujeres que
agreden a sus madres es mayor que los varones, aunque estas diferencias no son estadísticamente
significativas. No obstante, cuando la violencia física es ejercida por los hijos varones hacia su
padre, encontramos diferencias significativas en comparación con las mujeres. Estos resultados
son contradictorios a estudios previos que no encuentran diferencias de género significativas en
la violencia física hacia sus progenitores (Kethineni, 2004), incluso son contradictorios de
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aquellos estudios que demuestran que son las madres quienes sufren más episodios de violencia
física por sus hijos varones (Evans & Warren-Sohlberg, 1998).

Reflexiones Finales

Para finalizar y considerando que este constituye el primer estudio de prevalencia realizado en
Chile, nuestros resultados proporcionan una evidencia inicial sobre la naturaleza y magnitud de
la violencia de los adolescentes hacia sus padres. Sin embargo, una limitación de esta
investigación se refiere a que los datos encontrados se circunscriben sólo a Santiago, Región
Metropolitana de Chile y a pesar del gran tamaño de la muestra no puede ser representativa de
los casos de violencia filio-parental registrados en otras regiones del país.

A pesar de lo anterior, los principales resultados encontrados destacaron que el 81,3% de las
madres y el 63,2% de los padres han sufrido violencia por parte de sus hijos, este sólo hecho da
cuenta que la violencia de los hijos adolescentes hacia los progenitores debe formar parte de las
distintas políticas públicas del Gobierno de Chile como las otras formas de violencia
intrafamiliar, y esperamos que la presente investigación constituya una base empírica de la
presencia de violencia filio-parental en Chile y a partir de aquí nos hagamos responsable como
país para la inclusión de este tipo de violencia en la agenda pública de Chile.
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