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La tierra: raíces, justicia y derecho

Pontifica Universidad Javeriana

Profesora: Julia Peralta

Presentado por: Sofía Arbeláez Hoyos y Santiago Barrios

Ensayo II Parcial Historia del derecho- Jueves 3 de Mayo

La tierra, como hogar del hombre, no ha creado solo vínculos físicos como causa de

la supervivencia, si no que ha creado conexiones espirituales, e históricas que han arraigado

al hombre de todas las formas. Esto hace que cualquier situación en torno a la tierra

despierte ambición, fuerza y admiración, causando así, que su despojo sea no solo material

si no cultural y emocional, y por lo tanto, obligando al humano a mover todas sus

maquinarias bélicas, intelectuales y sobrenaturales para tener el dominio sobre ella. Por eso,

en este ensayo se sustentará que la grave problemática contemporánea en materia de tierras

tiene una raíz histórica, siendo esta la institucionalización jurídica y religiosa durante la

época colonial de la discriminación racial y cultural por medio de textos normativos que

justificaron la actuación de los colonizadores y que, a pesar de no existir formalmente en

los ordenamientos modernos dejan una línea de pensamiento y un patrón de

comportamientos vigentes hasta el día de hoy. En primer lugar, se abordará el problema

desde una perspectiva histórica a través de las diferentes doctrinas y textos que sustentaron

el comportamiento de la época. Seguidamente, por medio del análisis de la situación actual

en materia de tierras se establecerá la conexión de este fenómeno con su origen histórico,

encontrando continuidad y causalidad.

Al llegar los españoles a América se vieron en la necesidad de justificar de alguna

forma la obtención de la tierra y las riquezas que aquí encontraron y para eso se valieron no
solo de armas bélicas, si no también de armas intelectuales, como lo son las instituciones de

derecho y religión, que les proveían las razones para intervenir. Entre estas las que más se

destacaron fueron las Capitulaciones de Santa Fe y las doctrinas de Res Nullius, la

Teocracia Papal y finalmente, la teoría de los Justos Títulos de Francisco de Vitoria. En un

primer momento a partir de la Teocracia pontificia se alegaba el señorío universal del Papa,

por lo tanto este, designado por Dios, tenia jurisdicción terrenal y espiritual sobre todo el

mundo, justificando la intervención por la evangelización y la fe (Morales, 1979).

Asimismo, se usaba el concepto de res nullius estableciendo que las tierras indígenas era

vacuum domicilium, es decir que los españoles tenían un derecho natural a ocupar esas

tierras, en primer lugar por que los indígenas en un comienzo no eran considerados

personas y también argumentando que no tenían un terreno cerrado con habitación

establecida, métodos para mejorar la tierra y darwinismo social (Samson, 1989, p. 4-6).

Toda esta doctrina se concretó en Las Capitulaciones de Santa Fe, que fueron un grupo de

normas que rigieron la Nueva Granada, acordadas entre los Reyes Católicos y Cristóbal

Colón el 17 de abril de 1492 (Marrero-Fente, p. 13). Como lo recalca Marrero, un texto

jurídico debe leerse no solo de manera textual si no también retórica , hay que fijarse en la

forma en la que se refieren a las personas, y afirma, “esta idea es esencial en el caso de las

Capitulaciones de Santa Fe porque en este texto legal se omite toda referencia a los

habitantes de los territorios a los que se dirige Colón”. A partir de Las Capitulaciones se

nota como la posesión de la tierra era siempre a nombre de los Reyes Católicos y se

realizaba mediante la ocupatio, es decir la tierra era catalogada de res nullius, como se

explicó anteriormente. (Marrero-Fente, p. 94-96). Pero, ¿porqué según estas normas los

indígenas no eran sujetos de derecho? La respuesta tiene que ver con la religión, tal como

podemos ver en este pasaje del mencionado texto: “estos territorios se consideraban una
cosa nula y Colón los ocupa per adquisitionem, tomando posesión en nombre de los Reyes

Católicos para que ningún otro pueblo cristiano se aposentase en ellas” con la expresión

“pueblo cristiano” se infiere que se excluye del derecho a cualquier otra persona pagana.

(Marrero-Fente, p. 96).

Sin embargo, esto cambio con la llegada de Vitoria, este dominico refutó por

primera vez la teocracia pontifica y demás títulos teológico-jurídicos. Su doctrina, recogida

en las Reelecciones, en el apartado De Iurabelli, buscó mediante otros argumentos,

específicamente mediante otros títulos, encontrar las causas para avalar la guerra justa

contra los indígenas y así legitimar la propiedad de los españoles. Entre los justos títulos

determinados por el teórico se encontraban en primer lugar, el de sociedad y comunicación

natural (Morales, 1979, p. 406) , que establecía que los españoles tenían derecho como

visitantes a acceder y movilizarse por el territorio. Seguidamente el de Propagación

cristiana, y el derecho a luchar por los indígenas convertidos (p. 411). Asimismo, había

justo título por la tiranía de los gobernantes y las leyes indígenas (p. 414), por la verdadera

elección de los “salvajes” tener un gobierno español (p. 415), por título de alianza o

amistad (p. 415), y (aunque manifiesta sus reservas al respecto), el justo título por la

incapacidad en la administración de los nativos (p. 416). A partir de esto, Vitoria estipuló

que si bien los españoles no podían causar daño sin justificación, si los indígenas se

negaban a alguno de estos títulos o reaccionaban violentamente, los españoles tenían,

primero derecho a defenderse, y si no surtía efecto se hacían titulares de todas los derechos

de guerra justamente. A pesar de notarse el avance, como por ejemplo, reconocer la

propiedad de los indígenas y no abusar del concepto de res nullius, se evidencia que aún

bajo esta nueva teoría, y como lo estuvo a los largo de toda la época colonial, el dominio de
la tierra dependía íntimamente de factores culturales y raciales, como la religión, las clases

de castigos o las clases de gobierno tradicionales de muchos pueblos nativos.

En la actualidad el problema es el mismo: quién y cómo se poseen las tierras. A

pesar de que teóricamente, basados las leyes y las instituciones, ya no hay justos títulos

para despojar a determinada población del dominio de la tierra, en la práctica se siguen

evidenciado diariamente este conflicto, y ya nadie necesita encontrar ninguna justificación

moral ni legal. Los términos han cambiado pero los conceptos son los mismos, lo que la

Ley 387 DE l.997 define como víctima, “desplazado es toda persona que se ha visto

forzada a migrar dentro del territorio nacional, abandonando su residencia y actividades

económicas habituales, porque su vida, su integridad física, su seguridad o libertad

personales han sido vulneradas o se encuentran directamente amenazadas” es el mismo

indígena. O lo que la ley definió como Despojo de tierra, “privar arbitrariamente a una

persona de su propiedad, posesión u ocupación, ya sea de hecho, mediante negocio jurídico,

acto administrativo, sentencia, o mediante la comisión de delitos asociados a la situación de

violencia.” en precisamente el comportamiento que los españoles buscaban legitimar. El

hecho de este escrito en una ley no tiene sentido si no es vinculante.

Se argumentarán cinco fenómenos, (la clase política, los pueblos afectados y los

latifundios, los impactos ambientales y el Derecho Internacional), que desde la época

establecida en el párrafo anterior demuestran la continuidad del problema hoy en día.

Empezando por la razón política, en la colonia se buscaron justificaciones para que entre

los españoles pudieran luchar por quien obtendría más tierras, al darse la independencia el

mismo problema cambio de nombre, quien controlaba más territorio los, ¿los centralistas o

los federalistas?. Y sin un respiro el conflicto paso a liberales y conservadores, que debido

a sus políticas clasistas originaron en los años 50 los grupos armados al margen de la ley,
quienes luego desarrollaron la economía del narcotráfico (El Espectador, 2012). Estos

grupos establecieron en muchas regiones del país reglas de convivencia ante la ausencia del

Estado y provocaron un aumento alarmante de los casos de desplazamiento. Para 1997 se

estimaba que 4 millones de hectáreas se encontraban en propiedad de narcotraficantes,

quienes de acuerdo con sus intereses realizaban alianzas con grupos de autodefensas

ilegales, surgiendo así el paramilitarismo, para combatir a la guerrilla, mientras que, en

otras regiones, el sistema tributario que la guerrilla imponía a estas actividades le servía

para financiarse (Universidad Militar). Se evidencia como a través de los años el apelativo

cambia pero siempre es la clase política, ya sean españoles, conservadores o

narcotraficantes, quienes por cuidar sus intereses crean conflictos armados que llevan

inevitablemente al desplazamiento forzado y la pérdida de territorio de ciertas poblaciones.

Además, no solo hay continuidad en quienes tienen el poder, si no que se puede

establecer una línea étnica entre los pueblos afectados y los dominantes. Según Luis

Fernando Arias, consejero mayor de la Organización Nacional Indígena de Colombia

(ONIC) entre 1997 y 2011 (solo 14 de un siglo de desplazamiento), 106,562 indígenas

sufrieron despojo forzado de tierras, un número altísimo, teniendo en cuenta que este

número representa más del 10% de la población indígena del país. No solo son de las

poblaciones más afectadas por el despojo de tierras, si no que los que de este grupo pueden

poseerla se hayan en desventaja frente a otros propietarios. De las hectáreas de tierra rural

el 39.7% es de privados, teniendo en cuenta que el índice de concentración de tierras según

el Instituto Geográfico Agustín Codazzi, medida por el coeficiente Gini (en donde 0

significa total igualdad y 100 plena desigualdad), es en promedio del 89,7%, y el 27.6% es

de propiedad colectiva, que incluye no solo a indígenas, si no a todas las demás etnias del
país, partiendo también del hecho que una gran parte de estas tiene que ser asignada por el

Gobierno para ser respetada.

La prueba máxima de la continuidad del conflicto desde la época colonial es la

solución que se ha pretendido dar: el Derecho Internacional. Normalmente se concibe

históricamente que los no-europeos eran preocupaciones periféricas, en contraste, Antony

Anghie, establece el derecho internacional nace desde la misión civilizatoria de la

colonización europea, a si no hubiera estado desde sus comienzos ligado a la universalidad,

si no que se refería solo al mundo “civilizado” (según sus concepciones). Solo hasta el siglo

XIX se desarrollaron normas vigentes para todos los Estados. Así lo estipuló Anghie, “The

naturalist notion that a single, universally applicable law governed a naturally constituted

society of nations was completely repudiated by jurists of the mid-nineteenth century.

Instead, nineteenth-century writers such as Wheaton claimed that international law was the

exclusive province of civilized societies (Anghie, 2004, p. 53). Pero fue gracias a la

expansión de los imperios europeos, que se fue instituyendo globalmente un conjunto de

normas, órganos y sistemas que a partir de 1950 se fueron centrado en el traspaso del

colonialismo a la independencia de los Estados. Entonces se ve la clara evolución de el

Derecho Internacional de Francisco de Vitoria, uno de sus fundadores con el

reconocimiento restrictivo de los Justos Títulos (Morales, 1979, p. 395), pasando por el

proceso de descolonización, para llegar a las complejas relaciones de hoy en día, que crean

normas obligatorias para todos los países en materia de desarrollo, terrorismo, auto-defensa

y por supuesto protección de derechos humanos, entre ellos el derecho a la propiedad .

“La historia agraria en Colombia se ha desarrollado a ritmo de fusiles. La ocupación

del territorio ha sido, y sigue siendo, un método de control sobre las poblaciones (…)” (El

Espectador, 2012). Es lamentable pero cierto; que una de las maneras de determinar la
discriminación en un país sea a través de algo tan elemental e institucional como la

titularidad de la tierra. Lo que debería ser la base del ordenamiento jurídico, el derecho al

hombre a poseer un hogar, materializado en un terreno, se ha pervertido, ensuciado, y

degenerado a lo largo de toda la historia, y sin importar los medios, siempre ha atendido a

un mismo fin: la ambición e intolerancia humana. Sin embargo, al terminar esta

argumentación nos dimos cuenta de un hecho que, a pesar de la evolución legislativa, de los

derechos humanos, del Derecho de Gentes, nos deja más sin sabores que antes, y es el

hecho de que al menos antes se preocuparon enormemente por encontrar sentido y justicia a

sus acciones, y esto fue lo permitió la evolución de la situación, pero, hoy en día, aun

sabiendo que va en contra de toda justicia, contra toda moral, se decide seguir arrasando

violentamente con la tierra y la propiedad, y por ende, con los todos los pueblos que allí

“habitan”.
Referencias

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