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PALAFOXCIANO
Licenciatura en:
Ciencias Religiosas
Ensayo:
En cambio, el arte sacro es el religioso que además tiene un destino litúrgico, es decir que
tiene que servir para el culto divino. Por eso, existen obras de una profunda inspiración
religiosa y que, sin embargo, no pueden ser destinadas para el culto y, por lo tanto, no
pueden ser consideradas propiamente como arte sacro.
Así, la composición de las imágenes religiosas no se deja a la inspiración de los artistas, sino
que deben revelar los principios básicos expresados por la Iglesia y la tradición cristiana.
El hombre, por naturaleza, es un ser social, un ser que se expresa, que vive en
relación siempre con los otros. Desde todas las épocas se ha valido del lenguaje (oral o
escrito) para comunicarse con sus semejantes, expresar ideas, pensamientos, opiniones y
sentimientos que en lo profundo muestran una particularidad de su ser y de su trascender.
Todo lenguaje se vale de signos o símbolos que solos o en conjunto son inteligibles para el
hombre y remiten a diversas ideas, realidades o hechos para la comunicación.
A través del arte, la Iglesia hace accesible el mensaje de Cristo a todos los pueblos,
así nacieron las Biblias de piedra, en el Románico, cuyo objetivo era la docencia: enseñar a
la mayoría de los fieles no ilustrados cual era la historia de la Salvación.
El pueblo aprendía la doctrina de la Fe a través de los muros de las Iglesias mejor que un
libro abierto, gracias a su contenido simbólico.
El papa Benedicto XVI dice en este aspecto: “Si nuestra Fe sigue viva, toda esta
herencia tampoco muere, sino que sigue presente en las Catedrales, iconos, música,
pintura, literatura, todo es un destello del espíritu de Dios”.
La belleza de las cosas visibles, creadas, nos conduce a las invisibles y a través de los ojos se
puede llegar al alma.
Fue en el año de 1993 cuando San Juan Pablo II, con el Motu Proprio "Inde a
Pontificatus Nostri initio" nace la Pontificia Comisión para los Bienes Culturales de la Iglesia
en sustitución de la Pontificia Comisión para la Conservación del Patrimonio Artístico de la
Iglesia, creada cinco años antes en el ámbito de la Congregación para el Clero. La Comisión
para los Bienes Culturales pasó entonces a ser un organismo independiente con su propio
Presidente, manteniendo las mismas competencias: presidir la tutela del patrimonio
histórico y artístico de toda la Iglesia (obras de arte, documentos históricos, patrimonios
libreros y aquellos que se conservan en los museos, bibliotecas y archivos); colaborar en la
conservación de este patrimonio con las Iglesias particulares y los respectivos organismos
episcopales; promover una sensibilización cada vez mayor en la Iglesia sobre estos bienes,
de acuerdo con las Congregaciones para la Educación Católica y para el Culto Divino y la
Disciplina de los Sacramentos.
Estos bienes culturales responden a varios aspectos en la vida de la misma Iglesia. El primer
aspecto es:
Para concluir, los bienes culturales de la Iglesia, en su esencia más profunda en cuanto a su
misión y sentido, tiene la finalidad de evangelizar. ¿Cómo? Poniendo bajo la tutela de la
Iglesia su cuidado, para conservarlos y valorarlos.
CONCLUSIÓN
Para finalizar y responder la pregunta: ¿Hacia dónde van los bienes de origen
eclesiástico y cuál será su futuro? Pienso que esta pregunta no se puede contestar con cierta
objetividad, dado que los tiempos que nos tocó vivir, son tiempos con cierto grado de
incertidumbre, en cuanto al cristianismo. Es verdad que es Dios quien lleva la historia de la
humanidad, pero también es verdad que el hombre en su libertad puede abusar de la
misma, como se ha visto en tiempos pasados. Al mismo tiempo debemos admitir que, el
hombre en su libertad, puede también optar por cuidar, valorar, preservar y promover estos
mismos “bienes” que la Iglesia, con mucho amor, ha dado a la humanidad para ayudarla y
trascenderla. Sin duda, que, parte de esta opción me incluye a mí, dado que soy parte de
la misma Iglesia y de su futuro.