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Consejos sobre matrimonio y noviazgo

por José Belaunde M.


Con frecuencia las personas que se enfrentan a la decisión de
casarse o no con alguien por quien se sienten atraídos, dicen que
deben esperar en Dios para tomar una decisión definitiva. En
principio eso está muy bien, pero ¿qué quiere decir «esperar en
Dios»? ¿Que Dios mande a un ángel para que nos hable de su
parte? ¿O recibir una profecía de alguien lleno del espíritu?

Con frecuencia las personas que se enfrentan a la decisión de casarse o


no con alguien por quien se sienten atraídos, dicen que deben esperar
en Dios para tomar una decisión definitiva. En principio eso está muy bien, pero
¿qué quiere decir «esperar en Dios»? ¿Que Dios mande a un ángel para que
nos hable de su parte? ¿O recibir una profecía de alguien lleno del espíritu?
Puede ocurrir pero sería excepcional y Dios sólo usa medios excepcionales en
situaciones excepcionales. Dios nos habla generalmente de muchas maneras
más cotidianas, a través de las circunstancias, de los encuentros fortuitos que
tenemos en la vida diaria, de la lectura de su Palabra, de las inspiraciones
súbitas que podemos recibir cuando menos lo esperamos, de los pensamientos
que nos vienen cuando oramos, de los consejos que recibimos, etc. Nos habla
de una u otra manera cuando buscamos su rostro, pero nos habla también a
través de nuestra razón, que Él nos dio para que la usemos.

Es inevitable que una persona que está sola sienta que sus sentimientos se
despiertan en un momento dado hacia alguien que se interesa por él o ella. Lo
importante está en saber: ¿Es esa persona la voluntad de Dios para mi? ¿O es
alguien que no me conviene? Y ahí habrá una serie de factores que la razón y
el sentido común nos harán considerar con cuidado. Si se someten esas
preocupaciones a Dios en oración, él no tardará en hablamos.

Los seres humanos amamos porque tenemos necesidad de amar. Tenemos


dentro un caudal potencial de sentimientos que buscan un objeto para
expresarse. A la vez tenemos necesidad de ser amados. Por ese motivo
nuestros sentimientos surgen a veces más a causa de esa doble necesidad
que del valor de la persona que los suscita y que pudiera no merecerlos. De ahí
pueden surgir muchas decisiones erróneas que después lamentamos. De otro
lado está también el deseo físico insatisfecho que busca expresarse y que
puede disfrazarse de amor para conseguir su objeto.

Es bueno ser conscientes de nuestras motivaciones subjetivas para no


engañarnos a nosotros mismos y para no engañar al otro. Podemos decimos:
¡Cuánto la amo! o ¡Cuánto lo amo! cuando en realidad deberíamos decimos
¡Cuánto la (o lo) deseo! Lo cual en cierta medida es normal. Amor y deseo van
por lo general juntos. Pero conviene no olvidar que el deseo es ciego y puede
ser satisfecho con cualquier persona del sexo opuesto (especialmente en el
caso de los hombres). Pero al que ama realmente le repugna satisfacer su
deseo con cualquiera. Y si tiene una visión correcta de las cosas ?aunque no
sea creyente? sabrá esperar hasta la boda.
Naturalmente Dios tiene una voluntad particular para cada uno de nosotros y
nuestra felicidad en la vida depende de encontrarla y dejarnos guiar por ella.
Hay dos aspectos en la voluntad de Dios: De un lado, lo que él ha declarado en
su Palabra, y que se aplica a todas aquellas personas a quienes su Palabra (en
general o en particular) concierne (ver nota 1). De otro, está su voluntad
específica para cada uno de nosotros que no está escrita en ninguna parte
pero que podemos discernir de muchas maneras si nos tomamos el trabajo de
buscarla. Por lo demás, su voluntad específica está ligada a su voluntad
general y nunca la contradice.

En el caso concreto de una muchacha enamorada habría que preguntarse


¿qué clase de persona como ser humano es el hombre que la atrae? ¿Es
soltero, viudo, divorciado? ¿De una edad aparente para ella? Sobre todo
¿cómo es su carácter? Cuando contraemos matrimonio nos casamos con una
persona no sólo de carne y hueso. Es decir no sólo con su cuerpo, sino
también con su alma y con su espíritu, lo que incluye su carácter. Muchas
personas lo ignoran a pesar de que el segundo aspecto es mucho más
importante que el primero. En términos prácticos al cabo de cierto tiempo nos
damos cuenta de que nos hemos casado no con la belleza sino con el carácter
de nuestro cónyuge, y de que según sea su carácter será nuestra felicidad o
desdicha. Y viceversa, la felicidad o desdicha de la otra parte lo decide a su vez
nuestro carácter. Y también de cuan bien nos adaptemos el uno al otro. Pero
hay un límite a esa adaptación.

En resumidas cuentas, el amor humano, es decir, el enamoramiento, es como


un maquillaje que cubre nuestros defectos y nos embellece a los ojos del otro.
Pasado cierto tiempo el maquillaje desaparece y hombre y mujer están el uno
frente al otro tal cual son, sin maquillaje. Y tienen que convivir con eso. ¡Ay
Dios mío, cómo no me di cuenta! se lamentará el uno o la otra. Pero es tarde
para llorar si no trataron de mirar a tiempo debajo de la máscara con que el
amor cubría los defectos.

El hombre que ha despertado los sentimientos de la mujer puede ser simpático,


bueno, atractivo, guapo. Eso es lo que la atrae. Pero ¿cómo es su carácter?
¿Es honesto, serio, responsable, confiable, de un humor igual, paciente, o es
irascible, impaciente, desconsiderado...? O en el caso opuesto ¿es ella
ordenada, hacendosa, cariñosa, fiel o es frívola, irascible, vanidosa, egoísta,
coqueta...? Todo eso tiene que averiguarse, observando y sometiendo a la
persona quizá a algunas pruebas que revelen su manera de reaccionar (con
discreción y sin manipulación) ¿Cómo reacciona en determinadas situaciones?

Hay también otros aspectos de la vida en común sobre los cuales es


importante tener puntos de vista semejantes: los hijos, el manejo del dinero,
dónde vivir, cómo disponer del tiempo libre, la iglesia, etc., etc., cosas que
deben ser discutidas con sinceridad y franqueza.

A menos que sea la voluntad de Dios que una determinada persona se


santifique sufriendo (hay mujeres que se santificaron viviendo al lado de
hombres imposibles y viceversa) y que una persona por amor esté dispuesta a
todo, nadie debe casarse a ciegas respecto del carácter del otro. Que suframos
no es usualmente la voluntad de Dios para nosotros. Dios quiere que seamos
felices y que atendamos a nuestras responsabilidades llevando una vida
equilibrada. De todos modos sufriremos también aun siendo felices.

De otro lado, si son mayores, uno u otro pueden tener hijos de diversas
edades. Si ese es el caso, ¿está él en condiciones de ser un buen padre para
los hijos que no son suyos? ¿Está ella dispuesta a ser una buena madre para
los hijos que no dio a luz? ¿Se complementarían ambas familias, incluyendo a
los familiares cercanos? Eso a veces puede ser un obstáculo. ¿O podrían
surgir conflictos? Dios nos ha llamado a paz, dice Pablo (1 Co 7.15).

Además de ese bagaje de la vida pasada que todos llevamos con nosotros ?y
que ambos deben mutuamente revelarse? hay aspectos importantes a
considerar cuando dos personas adultas se unen en matrimonio. ¿Tiene él una
posición segura como para poder proporcionar todo lo que ella espera en
términos materiales?. ¿Tiene él una posición mejor que la de ella, si es que ella
trabaja? Es importante no sólo desde el punto de vista material sino también
del psicológico. De no ser el caso podrían surgir conflictos a causa de celos.

¿Cómo nos habla Dios? Si nosotros le presentamos a Dios en oración todas


las circunstancias que he mencionado y aquellas otras que cada uno conoce, él
nos irá iluminando poco a poco sobre cada pregunta específica que se le haga.
Lo hará normalmente a través de nuestros propios pensamientos. ¿Cómo
sabemos si los pensamientos y sentimientos que surgen en nuestra mente
vienen de Dios o no? Por la paz y tranquilidad que nos inspiran, por la
convicción, la confianza y la seguridad que los acompañan. Paz, seguridad,
confianza son signos de la respuesta de Dios. Lo contrario es señal de que
nuestros pensamientos no provienen de él. La urgencia por decidir, o el temor
de perder una oportunidad, si no se actúa rápido o en determinado sentido,
proceden del diablo.

Otro aspecto muy importante de esta búsqueda de la voluntad de Dios para


ambos es que el hombre y la mujer, cuando empiezan a verse solos ?y es
mejor que al comienzo se traten y se vean estando en grupo y que eviten los
lugares apartados y la oscuridad? se guarden de toda expresión de cariño que
provoque excitación. Eso los obliga a ser muy prudentes y a desconfiar de sí
mismos, porque somos falibles y fácilmente inflamables. Si se entra por ese
camino nos acechan muchos peligros, aparte del principal, que es ofender a
Dios. Las pasiones despertadas nos nublan la mente y no nos dejan escuchar
la voz de Dios. O los sentimientos de culpa nos impulsan a dejar algo que
pudiera haber tenido un buen fin si se hubiera actuado con prudencia. Lo que
Dios ha creado como una bendición para el matrimonio es una maldición antes
o fuera de él.

Es sabido que las heridas y las desilusiones se agravan cuando ha habido


excitación sexual compartida, porque eso compromete nuestros sentimientos,
nos liga mutuamente y nos hace más vulnerables. Entonces si quieren
guardarse de peligros y no ofender a Dios ¡dejen las manos tranquilas!

Conviene pues preguntar ¿cómo se comporta él o ella cuando están juntos a


solas? ¿Trata uno de seducir al otro? (Generalmente es el hombre el que toma
la iniciativa en ese aspecto). Si fuera así, eso es señal de que lo que lo mueve
a él (o lo que mueve a ella) no es cariño sino simple atracción física, o interés
encubierto, y es mejor cortar la relación. A veces es la mujer la que trata por
ese camino de conquistar al hombre. Puede llevarse una gran desilusión. Las
cosas que empiezan por ahí terminan siempre, o casi siempre, mal.

Pienso que ninguno debe dar un paso hacia el matrimonio o comprometerse en


algún sentido, sin estar seguro de que esa es la voluntad de Dios para ambos.
Que uno de los dos no tenga esa seguridad pudiera ser señal de que esa no es
la voluntad de Dios y convendría esperar hasta escuchar su voz con certeza.
Pero recuérdese, primero, que cuando Dios tiene algo que decimos ¡lo dice! Y
segundo, que casarse fuera de la voluntad de Dios trae desdicha a todo ser
humano y más a un cristiano (ver nota 2).

Entretanto, ambos deben ser sinceros y asegurar al otro de que su primera


prioridad, antes que seguir los propios sentimientos, es seguir la voluntad de
Dios, ya que solo ella es garantía de éxito y felicidad. El que ama a Dios sobre
todas las cosas lo ama más que a ningún ser humano. Si ambos están llenos
de ese espíritu y buscan juntos a Dios, él no dejará de manifestarse en sus
vidas y guiarlos. (22.02.04)

Quiero decir que hay palabra especifica para los padres, para los hijos, para los
esposos, etc. (2) Dios tiene una voluntad individual específica para todo ser
humano, sea o no creyente.

Notas:
 (1) Quiero decir que hay palabra especifica para los padres, para los hijos,
para los esposos, etc.
 (2) Dios tiene una voluntad individual específica para todo ser humano, sea
o no creyente.

Acerca del autor:


José Belaunde M. nació en los Estados Unidos pero creció y se educó en el
Perú donde ha vivido prácticamente toda su vida. Participa activamente en
programas evangelísticos radiales, es maestro de cursos bíblicos es su iglesia
en Perú y escribe en un semanario local abordando temas societarios desde un
punto de vista cristiano. Desde 1999 publica el boletín semanal "La Vida y la
Palabra", el cual es distribuido a miles de personas de forma gratuita en las
iglesias de su país. Para más información puede escribir al hno. José a
jbelaun@terra.com.pe

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