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LA IMPORTANCIA DE LA COMA
Recordemos el final de Los intereses creados de Benavente:
CRISPÍN.-Y ahora, Doctor, ese proceso, ¿habrá tierra bastante en la tierra para echarle encima?
DOCTOR.-Mi previsión se anticipa a todo. Bastará con puntuar debidamente algún concepto. . .
Ved aquí: donde dice. . . “Y resultando que si no declaró. . . “, basta una coma, y dice: “Y
resultando que si, no declaró. . . ” Y aquí: “Y resultando que no, debe condenársele”, fuera la
coma, y dice: ‘“Y resultando que no debe condenársele...”
CRISPÍN .-¡Oh, admirable coma! ¡Maravillosa coma! ¡Genio de la Justicia! ¡Oráculo de la Ley!
¡Monstruo de la Jurisprudencia!
DOCTOR.-Ahora confío en la grandeza de tu señor.
CRISPÍN.-Descuidad. Nadie mejor que vos sabe cómo el dinero puede cambiar a un hombre.
SECRETARIO -Yo fui el que puso y quitó esas comas. . .
CRISPÍN .-En espera de algo mejor.. Tomad esta cadena. Es de oro.
SECRETARIO.-¿De ley? CRISPÍN.-Vos lo sabréis, que entendéis de leyes.
Julio Cortázar escribía: 'La coma, esa puerta giratoria del pensamiento'.
Los signos de puntuación se usan en los textos escritos para intentar reproducir la entonación
del lenguaje oral (pausas, matices de voz, gestos, cambios de tono, etc.) con objeto de
interpretar y comprender correctamente el mensaje escrito. Los signos de puntuación, por lo
tanto, nos permiten expresarnos con claridad y evitar interpretaciones diferentes del mismo
texto.
Por ejemplo, el sentido de la siguiente frase: «No está mal eso», cambia si utilizamos otros
signos de puntuación: «No, está mal eso».
En el siguiente ejemplo una coma vale un euro:
Café, puro y copa a un euro cada uno son... tres euros.
Café puro y copa a un euro cada uno son... dos euros.
EL TESTAMENTO
Se cuenta que un señor, por ignorancia o malicia, dejó al morir el siguiente testamento sin
signos de puntuación: «Dejo mis bienes a mi sobrino Juan no a mi hermano Luis tampoco
jamás se pagará la cuenta al sastre nunca de ningún modo para los jesuitas todo lo dicho es
mi deseo». El juez encargado de resolver el testamento reunió a los posibles herederos, es
decir, al sobrino Juan, al hermano Luis, al sastre y a los jesuitas y les entregó una copia del
confuso testamento con objeto de que le ayudaran a resolver el dilema. Al día siguiente cada
heredero aportó al juez una copia del testamento con signos de puntuación.
- Juan, el sobrino:
«Dejo mis bienes a mi sobrino Juan. No a mi hermano Luis. Tampoco, jamás, se pagará la
cuenta al sastre. Nunca, de ningún modo, para los jesuitas. Todo lo dicho es mi deseo».
- Luis, el hermano:
«¿Dejo mis bienes a mi sobrino Juan? No. ¡A mi hermano Luis!. Tampoco, jamás, se pagará la
cuenta al sastre. Nunca, de ningún modo, para los jesuitas. Todo lo dicho es mi deseo».
- El sastre:
«¿Dejo mis bienes a mi sobrino Juan? No. ¿A mi hermano Luis? Tampoco, jamás. Se pagará la
cuenta al sastre. Nunca, de ningún modo, para los jesuitas. Todo lo dicho es mi deseo».
- Los jesuitas:
«¿Dejo mis bienes a mi sobrino Juan? No. ¿A mi hermano Luis? Tampoco, jamás. ¿Se pagará la
cuenta al sastre? Nunca, de ningún modo. Para los jesuitas todo. Lo dicho es mi deseo».
- El juez todavía pudo añadir otra interpretación:
«¿Dejo mis bienes a mi sobrino Juan? No. ¿A mi hermano Luis? Tampoco. Jamás se pagará la
cuenta al sastre. Nunca, de ningún modo, para los jesuitas. Todo lo dicho es mi deseo».
Así que el señor juez, ante la imposibilidad de nombrar heredero, tomó la siguiente decisión:
«... por lo que no resultando herederos para esta herencia, yo, el Juez me incauto de ella en
nombre del Estado y sin más que tratar queda terminado el asunto».
(Citado por Roberto Vilches Acuña en "Curiosidades literarias y malabarismos de la lengua". Editorial
Nascimiento. Santiago de Chile, 1955)
Tres hermanas casaderas, Soledad, Julia e Irene, conocieron a un joven y apuesto caballero, licenciado en
letras y las tres se enamoraron de él. Pero el caballero no se atrevía a decir de cuál de las tres hermanas
estaba enamorado. Como no se declaraba a ninguna, las tres hermanas le rogaron que dijera claramente a
cuál de las tres amaba. El joven caballero escribió en un poema sus sentimientos, aunque "olvidó" consignar
los signos de puntuación, y pidió a las tres hermanas que cada una de ellas añadiese los signos de
puntuación que considerase oportunos. La décima era la siguiente:
Conclusión:
Estos dos textos dan a entender la importancia de los signos de puntuación. Creo que es muy importante
enseñarles a los niños esto, pues si no se ponen correctamente se puede entender de otra forma totalmente
distinta a la que la persona que lo escriba quería. Si no se tiene una buena ortografía no se entenderá lo que
se quiere expresar, por lo que no solo es importante saber escribir con una letra legible, sino también saber
usar bien las mayúsculas, los guiones, los signos de puntuación, etc., es decir, todo lo que abarca la
ortografía.
Creo que estos dos textos son ejemplos que se podrían enseñar a los niños porque así ellos mismos verán
cómo se entienden los textos si se ponen los signos de puntuación en un lugar o en otro, además de ser dos
textos divertidos.
Publicado por Unknown en 6:26