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LA SANGRE
Sergi Belbel
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La sangre Sergi Belbel
La sangre
Sergi Belbel
Personajes:
MUJER: víctima del secuestro.
HOMBRE / HOMBRE TÍMIDO
NIÑA / NIÑA EXTRAVIADA
MUJER JOVEN / JOVEN MENSAJERA
CHICO
CHICA
HOMBRE POLICÍA
MUJER POLICÍA
MARIDO
AMANTE
Tiempo: Ahora.
Espacio: Un interior y tres exteriores, los cuales contrastan vivamente con el interior por
su amplitud, su luz, sus olores, el aire, el sol, el viento y la placidez.
Nota importante: Hombre y Hombre tímido, Niña y Niña extraviada, y Mujer joven y Joven
Mensajera tienen que ser interpretados por los mismos intérpretes (un actor y dos
actrices) para mantener, en los tres casos, la ambigüedad de si se trata de un solo
personaje que se disfraza o de dos personajes diferentes. Los actores que
interpreten a estos personajes (Hombre/Hombre tímido, Niña/Niña extraviada, y
Mujer joven/Joven mensajera) pueden tener un acento, o un color de piel, o un
aspecto común que los diferencie del resto. Aunque no es necesario.
El resto de personajes, excepto la Mujer, pueden ser interpretados, eventualmente,
por un solo actor y una sola actriz: Actor: Chico, Hombre Policía y Marido; actriz:
Chica, Mujer Policía y Amante.
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La sangre Sergi Belbel
ESCENA 1
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MUJER: ¿Eh? (Pausa.) ¿Se ha ido? (Pausa.) Perdone que siga haciendo preguntas,
pero... ¿se ha ido? (Pausa.) Mierda. (Pausa.) Me parece que me he roto una
pierna... que me han roto una pierna, sus hombres me han roto la pierna, ¿me oye?
¿Dónde está? ¡Eh, usted! ¡Vuelva! ¿No irá a dejarme aquí en este estado, no? ¡Eh!
VOZ DEL HOMBRE (después de una pausa): ¿Por qué ha dicho "sus hombres"?
MUJER: Ah, ¿está aquí?
HOMBRE: Siéntese.
HOMBRE: No llore.
MUJER: Me duele.
HOMBRE: No tiene nada roto.
MUJER: ¿Cómo lo sabe?
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MUJER (al teléfono): Soy yo. (Pausa.) Estoy bien... (Pausa.) No, no me han hecho nada.
Todavía. (Pausa.) ¿Lo sabe la policía? Ya. Sí. Claro. (Pausa.) Paga lo que te pidan,
por favor. (El hombre hace el gesto de quitarle el teléfono. Rápida:) Intenta que el
niño no se entere de nada.
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MUJER: ¿Tan sensata le parezco? Nadie puede predecir cómo reaccionan las personas
en situación de peligro. Las más indefensas se vuelven a veces las más crueles.
Aunque esa crueldad no lleve a ninguna parte, o precipite aún más su inevitable
final. Tengo caca.
HOMBRE: Allí.
MUJER: Qué detalle, en el rincón más oscuro.
HOMBRE: Soy más fuerte que usted. Cualquier agresión que intente contra mí no será
nada comparada con la que yo podría infligirle.
MUJER (apreciando irónicamente la terminología): Infligirme...
MUJER: Supongo que en estas situaciones, todo el mundo reacciona como yo.
Cagándose encima. (Pausa.) Qué peste. (Pausa.) No hay ventanas ni ventilación
alguna, cómo no. Quedará flotando un buen rato. La peste. Me alegro por usted.
Afortunadamente, a nadie le resulta del todo molesto el olor de su propia mierda.
Tan repugnante que suele ser para los demás, ¿verdad? (Pausa. Sonido de
ventosidad.) ¿Verdad? (Pausa.) Casi se me escapa la risa, ja, ja. (Pausa.) Si no
fuera por el miedo que tengo. (Pausa.) La risa es fruto de la ridiculización, denota
bajeza y va acompañada de insensibilidad y de distanciamiento. Bergson. Míreme a
mí: tengo miedo, luego cago. Cago y sin embargo me río. ¿Soy una insensible?
¿Me he distanciado de mí misma? A la mierda Bergson. (Pausa.) La mierda y la
risa. (Pausa.) El ser y la nada, ja ja ja. (Pausa.) Sartre. Otra buena mierda. La
náusea de la nada. Si hubiera estado aquí, la náusea se le habría convertido en
descomposición, pura diarrea cien por cien empírica, como la mía, se lo aseguro.
(Suelta una risita. Más ruido de excrementos.) Si mis alumnos pudieran verme así...
Una profesora tan distinguida. (Ventosidad.) Ya sé de qué le conozco. Usted fue
alumno mío en la Facultad. (Pausa.) ¿Verdad que sí? (Pausa.) Hace tres... no,
cuatro años. (Pausa.) Se sentaba siempre en la última fila. A la izquierda. Al lado de
la ventana. Aula 39. (Pausa.) Sí, es usted. (Pausa.) Un día me hizo una pregunta en
mitad de la clase. (Pausa.) Me acuerdo muy bien del hecho pero no de la
formulación exacta de la pregunta. Lo que sí recuerdo es que no se la contesté.
(Pausa.) Algo así como cuál era la naturaleza de los... "límites de una moral
comunitaria". Así lo dijo. (Pausa.) No sé por qué no le contesté. (Pausa.) O sí.
(Pausa.) No me caía nada bien. (Pausa.) Quizá por eso. No hay papel.
HOMBRE: No era yo.
MUJER: Papel, por favor.
HOMBRE: Si no lo ve, no hay.
MUJER: Lo cual quiere decir que tengo que ponerme las bragas sin limpiarme. (Pausa.)
¿No ha oído lo suelta que estoy? (Pausa.) Papel, por favor. (Pausa.) Vaya a buscar.
HOMBRE: En unos minutos llegará alguien. No puedo salir hasta que no esté aquí.
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MUJER: Supongo que "unos minutos" en esta situación pueden ser horas. (Pausa.) O
días.
HOMBRE: Unos minutos son unos minutos.
MUJER: Muy bien. Allá usted.
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MUJER: Quiero agua. (Pausa.) Tengo que beber agua, mucha agua. (Pausa.) Lo mejor
que se puede hacer para la diarrea es beber agua. (Pausa.) Antes me ha
preguntado si tenía sed. (Pausa.) Pues ahora sí, tengo sed. (Pausa.) ¿Dónde está el
agua?
HOMBRE: La traerán.
MUJER: En unos minutos, el "alguien" misterioso. (Pausa.) Llámele por el móvil y dígale
que sea puntual. (Pausa.) ¿No lo va a hacer?
Se abre la puerta. Haz de luz. Ella se gira y se levanta. Aparece una silueta
en la puerta, recortada por la luz que proviene del otro lado. Es alguien muy
bajo. Larga pausa.
La silueta avanza unos pasos. Es una niña de unos diez años. La mujer la
mira, sorprendida.
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NIÑA: Es una canción idiota. (Pausa.) Pero a mí me parece triste. (Pausa.) ¿A usted no
le parece triste esta canción?
MUJER: No lo sé.
NIÑA: ¿La conocía?
MUJER: No.
NIÑA: Claro que no. Me la inventé yo. (Pausa.) Yo me invento cosas. (Pausa.) ¿Usted no
se inventa nada?
MUJER: No (Pausa.) Me gustaría.
NIÑA: Lo más triste de la canción es cuando dice... "quiero dejar la tierra, tralará". La
chica de la canción es una desgraciada. (Pausa.) No se encuentra bien, en la tierra.
(Pausa.) Quizá tiene problemas. (Pausa.) Por eso dice que se quiere ir. (Pausa.) A
la luna, vaya sitio más tonto adonde ir, ¿no le parece?
MUJER: ¿Quién eres?
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NIÑA: Dice que se quiere ir a la luna por decir algo. (Pausa.) La luna es hermosa desde
la tierra. Pero nada más. No hay aire, ni agua, ni fuego. Sólo un desierto de piedras.
La luna es un sitio horrible. No podría vivir, la chica, en la luna. (Pausa.) Supongo
que al decir que quiere ir a la luna, lo que está diciendo en realidad es que tiene
ganas de morirse. (Pausa.) ¿No?
MUJER: ¿Cuántos años tienes?
NIÑA: Doce. (Pausa.) Mentira. (Pausa.) Diez. (Pausa.) Es que me gusta pensar que soy
mayor. (Pausa.) ¿Se ha creído que tenía doce?
MUJER: No lo sé. Sí.
NIÑA: Sé engañar. Me lo enseñó mi madre. Si quieres ser algo en la vida, tienes que
saber engañar, me dijo.
MUJER: ¿Quién es tu madre?
NIÑA: Está muerta.
MUJER: ¿Y tu padre?
NIÑA: También. (Pausa.) Los asesinaron. (Pausa.) El enemigo. (Pausa.) Delante de mí.
(Pausa.) Hace cuatro años. (Pausa.) Todavía tengo pesadillas.
MUJER: ¿El enemigo?
NIÑA: Yo he mamado el odio al enemigo desde que nací. (Pausa.) No es fácil
deshacerse del odio cuando lo has mamado. (Pausa.) Y crece con los años.
(Pausa.) Y con todo el dolor que día tras día nos va provocando el enemigo.
(Pausa.) Mi madre era muy lista. Me enseñaba cosas importantes. Engañar. Callar.
Sentir.
Se abre la puerta. Haz de luz. Aparece la silueta de una mujer joven. Lleva
algunas bolsas y una caja. Se dirige a la niña, desde el umbral de la puerta.
No le vemos la cara. La mujer se gira. La niña va hacia ella.
NIÑA: Ahora ya está más tranquila. ¿No le harás mucho daño, verdad?
MUJER JOVEN: Sólo el imprescindible. Será mejor que te vayas.
NIÑA: Me dijiste que podría quedarme.
La mujer se levanta.
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MUJER: Por favor... ¿qué... qué significa todo esto... ? ¿Quién es usted?
MUJER JOVEN (a la niña): No te quedarás, pero ayúdame a atarla. Luego te irás.
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NIÑA: No sé.
MUJER JOVEN: Porque te ha hecho daño. Por un burdo sentimiento de venganza. Mal.
Muy mal, de verdad. No te hemos educado para que tengas este sentimiento. La
venganza. Nada de lo que hacemos se debe a la venganza. Te lo hemos explicado
mil veces. Pero tú parece que sigas sin escucharnos...
NIÑA: No me riñas, por favor.
MUJER JOVEN: No puedes comportarte así. Me decepcionas. Me decepcionas a mí y
nos decepcionas a todos. Tú tienes que sobrevivirnos. Eres el futuro. En ti
depositamos todas nuestras esperanzas. Y tienes que estar limpia. Tienes que ser
blanca. Sin rencor, ningún rencor...
NIÑA: ¿Y el odio?
MUJER JOVEN: El odio contra el opresor. No contra las personas. Mírala. Es una pobre
mujer indefensa. ¿Qué te ha hecho? Te ha empujado. Nada más. Porque se
defendía. Tiene miedo y le da pánico el dolor. Es normal.
NIÑA: Pero ella forma parte del enemigo.
MUJER JOVEN: Ahora ya no. Ahora sólo es una mujer. Como tú y como yo.
MUJER JOVEN: Tantos años de lucha, de esperanzas inútiles... Y yo aquí, con esta
mujer histérica y tú... tú... con esa especie de sadismo que te sale de dentro y que
me asusta... No puedo más... Oh, ¿cómo acabará todo esto?...
NIÑA: Perdóname, no volveré a hacerlo.
MUJER JOVEN: ¿Qué sentido tiene todo esto, por dios? Oh... No debería haber consentido
que... Vete. Vete. ¿Cómo se me ha podido ocurrir que te quedaras? Todavía eres una
criatura inmadura que no entiende nada, un cerebro poco desarrollado. Has asimilado
tan mal todo lo que te hemos enseñado... Se me cae el alma a los pies cuando lo
pienso... Tengo tantas ganas de que crezcas y dejes de ser una insensata...
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NIÑA: No soy una insensata, te lo juro. Sí, lo reconozco, le quería hacer daño. Al principio
me caía bien, tienes razón, es una pobre mujer que seguramente no tiene la culpa
de ser como es, de pensar lo que piensa. Una víctima. Además, ya sabemos que el
cerdo es su marido y no ella. Eso os he oído decir, ¿no? Lo que pasa es que...
luego, cuando ha empezado a darme empujones y golpes... Sí, te he mentido,
primero no me ha hecho daño. He fingido que sí para ablandarte, para que me
dejaras asistir al... al... acto. Mi primera tortura. Es importante para mí. ¿No lo
entiendes? Pero luego sí que me ha hecho daño, y he notado dentro de mí una
especie de fuerza que quería salir, como un grito, sí, ganas de matarla... He visto el
cuchillo... El ruidito que hacía... Ella ahí, sin entender nada... Mirándonos con esa
mirada de desgraciada... Y... Sí, por unos momentos, me han entrado ganas de
despedazarla... Pero estoy contenta de que me lo hayas impedido. ¡¡Reconozco mi
error, pido perdón, impónme el castigo que merezco, por favor, castígame, necesito
ser castigada, te lo ruego, te lo suplico a gritos, con lágrimas en los ojos, por favor,
castíiiigameeeeee!!!!!
La mujer joven mira a la mujer. Va hacia ella. Ésta reacciona con terror. La
joven la incorpora. Le quita la mordaza y la bola de la boca. La mujer
respira agitadamente.
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MUJER JOVEN: Ah, pero ¿no se lo han contado? (Pausa.) El plazo. (Pausa.) Le
amputaremos una parte del cuerpo cada diez horas. Cuarenta horas, cuatro partes
del cuerpo. Ya las hemos decidido. La primera, un dedo. La segunda, una oreja. La
tercera, un pie. La cuarta, la cabeza. (Pausa.) Es fácil sobrevivir a las tres primeras.
La niña cierra la puerta. Penumbra. La mujer joven se acerca a la mujer. Se agacha. La mira.
Oscuro.
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ESCENA 2
Un parque público. Un banco. Un chico y una chica, sentados, a distancia.
Los dos están leyendo, libros o periódicos.
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CHICA: ¡Espera!
CHICO: No es mío.
CHICA: ¿Eh?
Ella se levanta.
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Pausa. Se miran.
Pausa.
Pausa.
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CHICA: Me voy.
NIÑA EXTRAVIADA: ¿Han visto a una mujer muy alta y vestida de negro?
CHICO: ¿Eh?
CHICA: No. ¿Por qué?
NIÑA EXTRAVIADA: Me he perdido.
CHICA: ¿Es tu madre?
NIÑA EXTRAVIADA: Mi tía. Hemos salido juntas de compras. Mamá no me dejaba ir.
Primero, porque en realidad no tenemos dinero para comprar nada. Nunca
compramos, sólo miramos. Pero mi tía siempre dice: ¡vamos de compras! y a mamá
eso la pone enferma. Segundo, porque la tiíta es muy despistada. No es la primera
vez que me pierdo cuando voy con ella. Yo vivo lejos de aquí. En un barrio de esos
horribles, donde la gente vive amontonada y encasillada. Y no sé qué debo hacer
para volver a casa.
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Silencio. Al chico le cuesta articular las palabras. Saca un papelito del interior del paquete.
Oscuro.
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ESCENA 3
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Pausa. Comen.
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Pausa. Comen. Aparece un hombre tímido, con una vieja bolsa de plástico
en la mano. No va bien vestido. Avanza unos pasos. Los policías lo miran
mientras comen.
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HOMBRE TÍMIDO: ¿Declaración? Imposible... Yo... no dispongo de tiempo... Oiga, yo... Mire, yo
tengo prisa, mucha prisa. Mi mujer está... embarazada... no tanto como usted.... bueno,
quiero decir como usted, pero de cuatro meses... Y he quedado con ella para ir al
ginecólogo... Uh, ya casi es la hora... es que hoy nos van a decir si es niño o niña...
¿Sabe?, es su tercer embarazo, pero los otros dos los perdimos... Abortó...
espontáneamente, quiero decir... Nos hace tanta ilusión esta criatura... Y yo... oh, voy a
llegar tarde... Si lo llego a saber, me llevo la bolsa al ginecólogo y se la traigo después de
la visita... Porque después sí que tengo tiempo, tengo toda la tarde libre... Quiero decir,
que si quiere, no la abra, y dentro de dos horitas vuelvo a estar aquí, abre usted la bolsa
delante de mí y me toman todas las declaraciones que deseen... Por favor... En realidad,
soy imbécil... Eso me pasa por ser tan buen ciudadano... He visto que ponía
"urgentemente" en la nota y por eso he venido primero aquí, incumpliendo mis deberes de
padre. Mi mujer debe de estar ya en la consulta, seguro. Y debe de estar preocupadísima.
La pobre se cree que ella tiene la culpa de los abortos y que yo ya estoy harto de todo este
asunto de los embarazos, y en este preciso instante debe de estar pensando: "no va a
venir, me deja sola, me odia porque ya le he matado a dos de sus hijos"... está tan
nerviosa, la pobre... No podemos perder a este tercer hijo... Y hoy nos tienen que decir si la
cosa va bien, y si es niño o niña. Yo... yo quiero niña y ella, niño. En realidad, nos da
exactamente lo mismo, pero si fuera niña, yo sería tan feliz... Le...le...le...le pondríamos
María. Es un nombre precioso, tan sencillo. María. Si es niño, todavía no lo hemos
decidido. Se lo ruego, no tengo tiempo, soy un buen ciudadano, ¿me dejan que me vaya?
Mire usted, devuélvame la bolsa, hagan ver que no he venido, olvídense de mí, y regreso
en un par de horitas, que ya estaré más relajado y sabré si el feto está bien implantado y si
es un macho o una María, y tendré para ustedes todo el tiempo que deseen, señores
policías, todo el tiempo del mundo, todo el del mundo, sí, todo, porque yo... yo... (Se pone
a llorar desconsoladamente.) Lo siento, lo siento mucho...
HOMBRE POLICÍA: ¿No se encuentra bien?
HOMBRE TÍMIDO: No, yo... yo... Es que hace ya un año y ocho meses que busco trabajo...
Estoy en el paro... Por eso digo que tengo todo el tiempo del mundo... Pero eso no es
todo... A mi mujer se le acaba el contrato con la empresa en la que trabaja dentro de
tres semanas, y ayer le dijeron que no se lo renovarían. Por el embarazo y la criatura. El
mes que viene no podremos pagar el alquiler, y nos echarán del piso. ¿Qué futuro creen
que le espera a mi hijita? (Vuelve a llorar.) O a mi hijito. Perdonen, oh, qué vergüenza...
MUJER POLICÍA: No se lo tome así, hombre... Hay que ser positivo...
HOMBRE TÍMIDO (deja de llorar de golpe y mira fijamente a la mujer policía): ¿Positivo? Para
usted debe de ser muy fácil. Un sueldo digno, un trabajo fijo, baja de maternidad,
seguridad social, vacaciones pagadas... Seguro que a estas alturas ya le ha comprado al
hijo que va a parir dentro de pocos días la ropita y la cunita, la bañerita y los juguetitos
más bonitos y más caros; seguro que usted es de las que pagan reglamentariamente su
hipoteca, y las facturas de la casa, y el seguro de vida y el plan de pensiones y eso la
hace feliz; seguro que incluso le sobra dinero para comprarse el coche de sus sueños...
Míreme a mí. No tengo nada. Nada. Sólo la ilusión de que un día, mi hija María, si
tenemos la suerte de que llegue a nacer, crezca en un mundo diferente, en el que la
felicidad no se mida por la cantidad de facturas que puedes pagar ni las condiciones del
contrato que acabas de firmar sino por los auténticos valores de tu personalidad, y así
ella pueda vengarme. Yo soy una buena persona, mínimamente inteligente, sensible,
educado, generoso y mire adónde he ido a parar. No me diga que tengo que ser positivo.
Yo ahora no puedo ser positivo. Ahora no me lo pida. No me lo pida, por favor. (Pausa.)
Perdonen, yo no quería...
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HOMBRE POLICÍA: Los encontraremos. (La mujer policía sonríe amargamente.) Los
encontrarán. (La mujer policía niega con la cabeza, débilmente.) Se me va la
cabeza.
La mujer policía sale. El hombre policía mira al vacío. Está lleno de sangre.
Pausa.
Oscuro.
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ESCENA 4
Jardín de una casa lujosa. Césped. Aire transparente. Sol. Muy cerca, una
piscina. Reflejos azules del agua. Una mujer en una tumbona, con gafas de
sol, la amante. Aparece sigilosamente una mujer vestida con un uniforme
rojo, la joven mensajera. Lleva un paquete en las manos. La mujer no la ve.
Parece dormida, o ausente. La mensajera entra boquiabierta,
contemplando la casa y el jardín. Se acerca a la amante, que sigue sin
reparar en ella. La mensajera se está un tiempo quieta, delante de la
amante. Tose. La amante se sobresalta y la mira.
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AMANTE: Adiós.
JOVEN MENSAJERA: Adiós.
AMANTE: ¿Diga? Ah, hola. Bien. ¿Cómo te encuentras? ¿Y el niño? Ya. ¿Dónde estás?
(Mira en dirección a la calle.) Sí, sí, te estoy viendo. No, no quiero salir. Aparca el
coche y entra. Te espero. Hasta ahora. Un beso.
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JOVEN MENSAJERA: ¿De dónde ha sacado esta casa si no tiene marido, ni es hija de
ricos, ni ha podido comprarla con el dinero que gana?
AMANTE: Ya están aquí los policías del siguiente turno.
JOVEN MENSAJERA: No creo que me detengan por hacer preguntas. ¿Quién es usted?
(Pausa.) Ya me voy. (Va a salir. Se detiene de nuevo y mira fijamente a la amante.)
Lo siento mucho. Yo sólo pretendía ayudarla.
AMANTE: ¿Por qué cree que necesito ayuda?
JOVEN MENSAJERA: Parece asustada.
AMANTE: ¿Y usted?, ¿quién es usted?
JOVEN MENSAJERA: ¿Perdón?
AMANTE (bajando la mirada): Exigiré que la interroguen.
JOVEN MENSAJERA: ¿A mí? ¿Qué me interroguen? ¿Por qué? Yo no he hecho nada.
Sólo traerle este paquete. Jamás he tenido ningún problema con la empresa. Me he
quedado... porque la veía... perdida, triste. Usted tiene un problema grave. Se le
nota en la mirada... Y tiene ganas de contárselo a alguien... De quitárselo de encima
para que desaparezca la angustia. Tiene ganas de hablar, de explotar, decir algo
que está callando desde hace algún tiempo, ya no puede más... Eso es lo que he
pensado al verla. Pero, claro... mírese usted y míreme a mí... Sus cabellos, su
peinado, su vestido, su piel, su casa... En cambio, yo... Bah, soy una ingenua...
Como si yo pudiera... servirle de... Discúlpeme.
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AMANTE: No es nada.
MARIDO: Ahora vuelvo.
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MARIDO: ¿Acaso crees que no reconocería el pie de mi mujer? Llevo quince años
viéndolo cada día.
AMANTE: ¿El mío también lo reconocerías? (Pausa.) ¿De dónde has sacado el dinero?
MARIDO: Ahora eso no importa.
AMANTE: Sí que importa.
MARIDO: No importa.
AMANTE: Quiero morir.
MARIDO: No es verdad.
AMANTE: No quiero que ella muera.
MARIDO: Nadie lo quiere.
AMANTE: ¿Nadie? (Lo mira fijamente.) ¿Nadie?
MARIDO: Nadie.
AMANTE (prácticamente sin respirar, histéricamente): Este pie tendría que ser el tuyo, no
el de tu mujer, tú eres el político, tú eres el personaje, tú eres quien debería ser
mutilado, ella no ha hecho nada, nada, sólo ser tu mujer y mi desgracia, tú eres el
corrupto y el hipócrita hijo de puta que nunca ha tenido problemas para pisotear a
cualquiera que se te pusiera por delante si eso te daba poder, poder y más poder...
la han secuestrado a ella porque no tenía escolta, ya le han cortado un dedo, una
oreja y ahora el pie, dentro de unas cuantas horas le cortarán la cabeza y ya se
habrán embolsado el dinero que has ido a mendigar a tus amigos mafiosos
empresarios de mierda, a saber qué te coño te van a pedir ahora éstos a cambio, se
te ha acabado la vida. (Pausa.) Se nos ha acabado la vida.
MARIDO: La vida seguirá igual le hagan lo que hagan a mi mujer.
AMANTE: El cielo se está tapando. Está a punto de llover.
MARIDO: Sabes muy bien que te necesito...
AMANTE: No me toques. (Pausa.) Ella es quien tiene ahora todo el poder, ¿no lo
entiendes? Incluso sobre nosotros.
MARIDO: Tienes que curarte esa herida, cada vez te sale más sangre.
AMANTE: Si a mí me sale sangre por un ridículo rasguño como éste, ¿cuánta debe haber
derramado ella?
MARIDO: Cállate, por favor.
AMANTE: ¿Cuánta y por qué? ¿Por qué? ¡¡¿Por qué por qué por qué por qué por qué
por qué por qué...POR QUÉ?!!
MARIDO : Ven conmigo, apóyate en mi hombro...
AMANTE: QUE NO ME TOQUES, ME DAS ASCO, ME DAS ASCO, TODA LA CULPA
ES TUYA, MACHISTA DE MIERDA, INSENSIBLE DE MIERDA, CREÍAS QUE LO
TENÍAS TODO, ¿EH?, TODO, UN CARGO IMPORTANTE, UNA POSICIÓN
PRIVILEGIADA Y SEGURA A PESAR DE LOS ATAQUES DE LA OPOSICIÓN,
CON UN BRILLANTÍSIMO FUTURO POR DELANTE, QUIÉN SABE SI DENTRO
DE POCOS AÑOS HASTA PRESIDENTE Y TODO DE TU QUERIDÍSIMO PAÍS
QUE EN EL FONDO DE TI MISMO TE LA SUDA, DINERO, DINERO, DINERO Y
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MÁS DINERO SALIDO DE VETE A SABER DÓNDE, UNA MUJER COMO DEBE
SER, CULTA, INTELIGENTE, UN HIJO PRECIOSO, NO SÉ CUÁNTAS CASAS, NO
SÉ CUÁNTOS COCHES, UNA AMANTE SECRETA, NI DEMASIADO JOVEN NI
DEMASIADO VIEJA, MÁS GUAPA QUE INTELIGENTE PARA COMPENSAR LO
QUE LA MUJER OFICIAL NO PUEDE OFRECERTE, UNA AMANTE A LA CUAL TE
PERMITES EL LUJO DE REGALAR A TRAVÉS DE NO SÉ QUÉ MIERDA DE
SOCIEDAD QUE TIENES CON CUATRO MAFIOSOS MÁS UNA PRECIOSA
MANSIÓN CON TODAS LAS COMODIDADES, QUE NO HACE PREGUNTAS,
PERO AHORA RESULTA QUE NO ES TAN SECRETA COMO PENSABAS,
PORQUE ACABA DE RECIBIR EL PIE DE LA MUJER LEGAL QUE UNOS
TERRORISTAS FANTASMAS LE ACABAN DE MUTILAR DESPUÉS DE HABER
HECHO LO MISMO CON UN DEDO SUYO Y UNA OREJA SUYA, UNA AMANTE
QUE JAMÁS HACE PREGUNTAS PERO QUE AHORA TIENE GANAS DE
HABLAR, DE EXPLOTAR, DE DECIR LO QUE HA ESTADO CALLANDO: TODA LA
CULPA ES TUYA, POR SER QUIEN ERES, POR HABER HECHO LO QUE HAS
HECHO, Y AHORA ME DAS ASCO, TU VIDA ES UNA MENTIRA, COMO ESA
MONSTRUOSA SERENIDAD TUYA, TU MUJER CORTADA A PEDAZOS
DISEMINADA POR TODA LA CIUDAD, Y YO, TU AMANTE, DESTROZADA PARA
SIEMPRE POR DENTRO, LA SANGRE DERRAMADA DE TU MUJER, QUE YA
DEBE DE ESTAR MUERTA, SANGRE QUE POR SUERTE SOBREVIVIRÁ EN LAS
VENAS DE TU HIJO, AUNQUE MEZCLADA CON LA TUYA, POR DESGRACIA, TU
SANGRE PODRIDA, SI ES QUE ALGUNA VEZ HA CORRIDO SANGRE POR TUS
VENAS, POLÍTICO DE MIERDA, A MÍ NO ME ENGAÑAS, NO HAY NINGÚN
TERRORISTA, NINGUNO, TODA LA CULPA ES TUYA.
MARIDO: Tienes razón, deberíamos entrar, está empezando a llover.
AMANTE: Todavía hay sangre suya en su pie. Aunque esté medio seca, es suya. (Pausa.
Señala el pie con la cabeza.) Cómetelo. A lo mejor su sangre te purifica. (Pausa.)
Hazme caso, aunque sólo sea una vez. La primera y última vez. (Pausa.) Cómetelo.
La amante sale. El marido mira el pie y se abraza a él con todas sus fuerzas.
El marido deja el pie, se lleva las manos a la cara y se clava fuertemente las
uñas en la parte superior de la mejilla. Se desgarra la cara con las uñas,
fuertemente, de arriba abajo. La piel se le salta y empieza a sangrar
abundantemente. Sus ojos ni siquiera parpadean. Mira el pie. Con las manos
ensangrentadas lo coge. Toca la uña del dedo gordo. La zarandea hasta que
se desprende de la carne. Mira al infinito. Abre la boca. Con un gesto lento, se
introduce la uña en la boca. Cierra los labios. Empieza a masticar.
Oscuro.
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ESCENA 5 y última.
Penumbra.
La mujer está sola, sentada en el centro, vestida sólo con una camisa
arremangada. Le falta el dedo índice de la mano derecha, la oreja izquierda
y el pie derecho. Tiene vendadas estas tres partes del cuerpo. Un vendaje
muy bien realizado, pulcro. Ni una gota de sangre traspasa las vendas. La
pierna del pie amputado reposa encima de una caja. Está descalza del otro
pie. Tiene los ojos cerrados.
De repente, abre los ojos y mira delante de ella. Su rostro no expresa nada.
Absolutamente nada. Se queda así, con la mirada fija, perdida en el infinito.
Sus ojos se llenan de lágrimas que no llegan a deslizarse por sus mejillas.
Permanece un tiempo completamente inmóvil, sin moverse ni pestañear.
Luego, con un hilo de voz apenas audible, empieza a tararear la melodía de
la canción que le cantó la niña. Se le entienden algunas palabras, hasta
que acaba cantándola entera.
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MUJER: Sí. Quiero dos cosas. (El hombre no responde. Aún está en el rincón oscuro.)
Deseo dos cosas. (Pausa.) Dos. (Pausa.) Si me quedan pocos minutos, pueden
concedérmelas. (Pausa.) Porque me quedan pocos minutos, ¿no es así? (Pausa.)
¿Cuántos, exactamente? (Pausa.) Deben de haber pasado dos horas desde el
último calmante que me inyectó su... compañera... ¿O no es su compañera? Por
cierto, ya se me ha pasado el efecto. Estos calmantes no sé de dónde los han
sacado, no valen nada.
MUJER: No haga tanto ruido, por favor, tengo el oído muy sensible. El de la oreja que
aún tengo. Y el otro, todavía más.
MUJER: Lo hace muy bien. Pero hay un pequeño problema. (Pausa.) No es éste el pie que me pica.
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mis ojos quizá verán mi cuerpo en otro sitio, pero yo todavía lo sentiré como parte
de mí. En mi cabeza. La realidad es otra, pero me da igual. En la cabeza, todo sigue
en su sitio. ¿Dónde deben de haber tirado mi pie? ¿Dónde debe de estar
pudriéndose? A mí me da exactamente lo mismo. Mi pie y mi dedo y mi oreja
todavía están en mí. Físicamente. Se lo juro. Los siento. Los muevo. Me pican. Me
cuesta incorporarme, pero voy a hacer un esfuerzo. Mire.
Silencio.
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La sangre Sergi Belbel
nadie mata en realidad. Mata el grupo. Usted sabe perfectamente que no es usted
quien me mata. Usted no es nadie. Sólo su grupo es alguien. Acaba de decir "yo soy
yo" y es mentira. No tiene yo. Usted no tiene yo. Sólo "nosotros". Nuestro territorio,
nuestra lucha, nuestra casa, nuestra lengua, nuestra cultura, nuestro aspecto,
nuestro carácter... Nuestro, nuestro, nuestro... Pero, ¿quién es, dónde está, qué es
"nosotros"? ¿Qué rostro tiene? ¿Cómo respira? ¿Cómo habla? ¿Cómo se mueve?
¿Qué piensa? ¿De qué color es su sangre? A mí esta palabra me resulta extraña.
Terrible. De otro lugar. De otro tiempo. (Pausa.) Sé que para entrar en este lugar,
me han hecho atravesar la máquina del tiempo. Lo que no sé es si la programaron
para ir a la prehistoria o si estoy en el siglo XXV. (Pausa.) ¿Por qué no dice nada?
HOMBRE: No entiendo lo que dice.
MUJER: Ahora el segundo deseo.
HOMBRE: ¿Qué?
MUJER: He dicho que quería dos cosas. La primera ya se la he dicho. La segunda...
HOMBRE: ¿Qué?
MUJER: Quiero ver a la niña.
HOMBRE: No puede ser.
MUJER: Tengo que verla.
HOMBRE: Está castigada.
MUJER: Es lo único que deseo.
HOMBRE: ¿Por qué quiere verla?
MUJER: No lo sé, quiero verla.
HOMBRE: ¿Por qué?
MUJER: Le acabo de decir que no lo sé. (Pausa.) O puede que sí. (Pausa.) Quiero
despedirme de ella.
HOMBRE: Ya lo haré yo por usted.
MUJER: No es lo mismo.
HOMBRE: ¿Por qué quiere despedirse de ella?
MUJER: Quiero verla y punto, necesito verla, necesito despedirme de ella.
HOMBRE: ¿Por qué?
MUJER: Deje de preguntarme "por qué", me pone histérica, mis motivos debo de tener, del
mismo modo que ustedes deben de tener los suyos para hacer lo que han hecho, y en
ningún momento les he preguntado "por qué"; puedo entender que me secuestren,
necesitan dinero, necesitan ocupar las primeras páginas de los periódicos, sentirse
poderosos, tienen sus motivos, es una guerra para ustedes; ahora ya tienen el dinero
que pedían y no van a cumplir su palabra, ya estoy muerta, lo sé, estoy muerta y no les
he preguntado por qué lo han hecho, estoy muerta desde el momento en que me
metieron en este agujero y no les he preguntado por qué antes de matarme han tenido
que cortarme a pedazos, no les he preguntado por qué no me pegaron un tiro en la sien
en el primer momento, habría sido más fácil, ni sedantes, ni torturas, ni nervios, ni
hemorragias, ni sufrimiento inútil, no les he preguntado por qué no cumplirán su palabra
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La mujer lo mira. Silencio. Se abre la puerta. Haz de luz muy débil. Aparece
la silueta de la mujer joven. El hombre la mira.
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MUJER (con una voz cada vez más débil, haciendo esfuerzos sobrehumanos para no
desfallecer y para seguir hablando:) ¿Usted no tiene hijos? (Mira al hombre.) ¿Y
usted? (Pausa. A la mujer joven:) Yo tengo uno. Un niño. Ya es un hombrecito, casi
tiene la misma edad que ella. (Pausa.) Me duermo. (Pausa.) No tienen hijos, pero ella
es como si fuera hija suya, ¿verdad? ¿Le dirán una cosa de mi parte? Por eso quería
verla. (Pausa.) Por favor. (Pausa.) No puedo... (Pausa.) Díganle que me gustaría...
que me gustaría mucho que... (Pausa.) Se me va la cabeza. (Pausa.) La misma
estatura... (Pausa.) La misma mirada. (Pausa.) El mismo... lenguaje. (Pausa.) Me
gustaría que supiera... que pudiera... (Pausa.) Líneas paralelas. (Pausa.) Quizás...
(Pausa.) Pero la sangre... (Pausa.) A lo mejor... (Pausa.) Antes de que se acabe
todo... (Pausa.) La sangre... (Pausa.) No veo nada... (Pausa.) Nada...
HOMBRE: Te quiero.
MUJER JOVEN: Yo también.
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Pausa. Se miran.
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HOMBRE: Al mar.
MUJER JOVEN: Está bien.
HOMBRE: ¿Y si saliéramos esta misma noche, después de la reunión?
MUJER JOVEN: ¿No es demasiado precipitado?
HOMBRE: Ya conduzco yo. Tú puedes dormir, si quieres. Iremos al sur. Con un poco de
suerte, llegaremos a la playa antes de que salga el sol. Te llevaré a un sitio bestial,
paradisíaco. Aparcaré el coche frente al mar y te despertaré. Cuando abras los ojos,
no te lo vas a creer. (Pausa.) Y no vas a poder resistirlo, y...
MUJER JOVEN: ¿En qué estás pensando?
HOMBRE: Ya lo sabes. El rumor de las olas... la salida del sol... el ruido de las gaviotas...
la humedad de la arena... Tú y yo solos...
MUJER JOVEN (sonriendo): Eres...
HOMBRE: ¿Qué?
MUJER JOVEN: Nada. No hace falta ir tan lejos para pegar un buen polvo.
HOMBRE: Me hace ilusión. ¿A ti no?
MUJER JOVEN: Sí... Después de estos días. Sí, puede que tengas razón. Un lugar
paradisíaco. Pero todavía te queda...
HOMBRE: No te preocupes. Es un momento. Va, ve a buscar a la niña. Puedo yo solo.
HOMBRE (gritando): ¿Has salido ya? (Pausa.) ¡Eh! (Pausa.) Sale mucha sangre,
necesito un par o tres de mantas, o trapos, o... (Pausa.) ¿Me oyes?
HOMBRE: Mierda.
Silencio.
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Del rincón oscuro del otro lado, aparece una silueta que avanza lentamente. Es la
niña, que ha estado escondida allí todo el tiempo.
Mira la sangre, muy impresionada. Hay ya un charco enorme, que, ahora sí, se detiene
bajo el círculo de luz. La niña se acerca. Se agacha. Habla dirigiéndose a la sangre.
NIÑA: No he ententido qué querías decirme. (Pausa.) Les he engañado. Se creen que estoy
en el parque, jugando con mis amigos. No me han visto entrar aquí. Tú tampoco.
Estabas durmiendo. (Pausa.) Me ha gustado mucho cómo has cantado mi canción. La
has cantado mejor que yo. (Pausa.) No me ha gustado nada el ruido de la sierra,
cuando te ha cortado la cabeza. He estado a punto de gritar. Me he mordido la mano,
mira, para no gritar. Pero no me he hecho sangre. (Pausa.) Bueno, sí, un poquito nada
más. (Pausa.) Qué rabia me da que no hayas sabido que te estaba escuchando, me
hubiera gustado mirarte y que me miraras, pero no podía salir de ahí, me habrían
castigado más todavía. Y no me gustan los castigos. Tú tampoco me gustabas al
principio, me hiciste daño, pero como te has aprendido mi canción... y tenías tantas
ganas de verme y de hablarme... ahora me gustas un poco. (Pausa.) Te pido disculpas
por lo del otro día. (Pausa.) Gracias. Sabía que me perdonarías. (Pausa. Con un dedo,
delicadamente, toca la sangre. Se mira el dedo.) El mismo color. Espesa y caliente
como la de mamá, cuando la mataron. Igual, igual. (Se lleva el dedo a los labios.) El
mismo sabor. (Pausa.) Me dejó empapada. Se murió encima de mí y me dejó
empapada. Las manos, el cuerpo, la cara, todo. Le dispararon directamente al
corazón, o un poco más abajo, ahora no me acuerdo, y tuvo tiempo de entrar en mi
habitación y echárseme encima para abrazarme. Decía cosas que no entendía. Yo
sólo veía su sangre. Me tragué un buen trago. Grité tanto que estuve un mes entero
sin poder hablar. (Pausa.) No temas, no estás muerta. Como mamá. Como papá. No
estás muerta. Estás aquí. Y aquí te quedarás para siempre. (Pausa.) Son tan tontos...
¿Cómo quieren que no salga la sangre? Tendrían que haberlo hecho fuera de aquí.
Muy lejos de aquí. (Pausa.) O no hacerlo. (Pausa.) Por cierto, ¿qué querías decirme?
(Pausa.) Decías algo de tu hijo, pero, ¿qué? (Pausa.) Oh, estás aquí, pero no puedes
hablar, qué rabia, te has llevado tu último pensamiento, que era para mí, y ya no me lo
podrás decir. (Pone una mano entera dentro del charco de sangre.) Qué calentita.
(Pausa. Se mira la mano.) Me ha encantado conocerte, de verdad. (Pausa.) Eres una
enemiga, pero eres una enemiga diferente. (Pausa.) Me ha encantado tu voz. (Pausa.)
Y las cosas que decías, que no sé si he acabado de entender. (Pausa.) Una enemiga
amiga, ji ji ji. (Pausa.) No tengas miedo, no se lo diré a nadie, será un secreto entre tú
y yo. Un pacto de sangre. (Se pone sangre de la mujer en la pequeña herida que tiene
en la mano.) Ya está. (Pausa.) ¿Sabes una cosa? Me parece que uno de estos días
que voy a estar en casa de la abuela, le pediré que salgamos a pasear. Ella es muy
inocente, siempre hace todo lo que le pido. Antes, me habré enterado de la dirección
de tu casa. Nos acercaremos a ella. Diré a la abuela que en esa casa vive un niño que
conozco. Llamaremos a la puerta. Preguntaremos por él a quien nos abra. Lo irán a
buscar. Él aparecerá, me mirará y dirá que no me conoce de nada. (Pausa.) Pero da
igual, él me habrá mirado y yo ya lo habré visto.
Silencio. La niña introduce las dos manos dentro de la sangre. Cierra los
ojos. Sonríe. Levanta la cabeza. Su rostro es el de una Virgen.
Fin.
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