Está en la página 1de 4

Cuidemos del ambiente

Hoy voy triste y sola caminando


Es que todo se esta contaminando

Veo flores sin colores y arboles caídos


Ya los pájaros no tienen ni para su nido

Por eso hoy te pido hermano mío


Cuidemos de los mares y los ríos

No casemos animales por diversión


No busquemos el mal si no la solución

Hagamos del planeta un mundo mejor


Donde solo habite paz y mucho amor

Ver destruido el ambiente es tan doloroso


Pues estamos matando lo mas hermoso

Nuestra tierra que nos brinda protección


y le hemos pagado con la contaminación

Patricia Gisselle
El sastre y el zapatero

Érase que se era un sastre que debía dinero a todos los


vecinos de su pueblo, y como ganaba tan poco porque
el pueblo era muy pobre y apenas se hacían trajes allí,
no lo podía pagar por más ahorros que hacía. Entonces
un día, cansado ya de cavilar, dijo:
-Como nunca podré pagar todas mis deudas, mejor es
morir; así me lo perdonarán todo.
Se hizo el muerto y mandó a su mujer a que saliera a la
puerta a llorar a grandes gritos. Acudieron todos los
vecinos y, creyendo el caso de verdad, consolaban a la
mujer diciéndole que le perdonaban todas las deudas
de su marido.
Pero un zapatero, muy pobre y con una pata de palo,
empezó a decir:
-A mí me debe un real, y no se lo perdono.
Por la noche llevaron al mentiroso sastre debajo de los
porches de la plaza, según era costumbre hacerlo, para
esperar que llegara la hora de la sepultura. Iba el sastre
metido en la caja sin moverse, riéndose por lo bien que
le había salido la trampa y porque pensaban en el susto
que se iban a llevar los vecinos del pueblo cuando en el
momento de ir a enterrarle saliera de la caja como que
había resucitado.
Dejaron la caja en la plaza y al poco tiempo se presentó
el zapatero que era medio tonto, a pedir su dinero al
sastre. Levantó la tapa de la caja y empezó a decir a
grandes voces:
-Dame el real, sastre de los demonios, dame el real.
En eso llegaron unos ladrones, y el zapatero muerto de
miedo, se escondió en el zaguán de una casa.
Comenzaron ellos a repartirse el dinero que habían
robado por todos los pueblos del contorno. Lo dividieron
entre siete montones, aunque ellos no eran más que
seis, y dijo el capitán:
-El montón de más lo dejaremos en esta caja para
viático del alma de este pobre diablo de sastre.
Pero no se decidían a hacerlo, hasta que el más
pequeño dijo:
-Dame el montón y yo le pondré pues veo que todos
tenéis miedo.
Llegóse a la caja y levantó la mano para cumplir lo
prometido, pero el sastre se incorporó de un salto
diciendo:
-Ayudadme aquí, todos los sastres.
Y dijo el zapatero desde el zaguán:
-Allí vamos todos juntos.

Los ladrones echaron a correr horrorizados y dejaron


allí el dinero, que se repartieron equitativamente el
zapatero y el sastre. Ya iban a macharse, cuando el
zapatero se acordó del real que le debía al sastre, y
empezó a decir:
-Dame el real, dame el real.
Los ladrones mientas tanto, habían dejado de correr y
el capitán dijo:
-Parece mentira que hayamos querido ser generosos,
nosotros a los que tanto nos gusta el dinero. Será
menester que vaya uno donde está el sastre para que
sepamos en que quedó aquello.
Fue uno y cuando llegó a la puerta oyó decir al zapatero:
-Dame el real, dame el real.
El ladrón dio la vuelta a todo correr y temblando de pies
a cabeza, dijo a sus compañeros:
-Vámonos, que aquello está lleno de pedigüeños. Son
tantos que en el reparto del dinero tocan a real.
Y echaron todos a correr como galgo tras la liebre y sin
atreverse a volver la cabeza atrás.
El zapatero y el sastre quedaron ricos para toda la vida
y el segundo pudo pagar sus deudas a los vecinos del
pueblo.
FIN

También podría gustarte