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El carácter de un pueblo queda reflejado invariablemente en su música.

Desde la función que esta


cumple, ya sea de festejo o de despedida, hasta los temas recurrentes que aborda en sus letras, la
música es un vehículo de autoconocimiento. Ningún pueblo es igual a otro, sin embargo, existen
similitudes en la manera de sentir y llevar a cabo la vida misma. Detrás de los símbolos del arte se
esconden los deseos y temores que llevamos dentro pues nuestro arte es una representación de
nosotros mismos, tanto individual como colectivamente.

El caso concreto de la música balcánica es una oportunidad sin precedente de explorarnos a través
del otro. Las similitudes son notables, el tipo de instrumentos y su configuración, el uso de la
música y la fiesta y sobre todo el sentimiento asociado a ella nos facilitan la comprensión del
interés por pueblos tan distantes en la cultura del otro. La historia de un pueblo desde el sentir de
su música nos invita a descubrir la evolución de un modelo de creación que aún hoy nos sorprende
por su frescura, naturalidad y cercanía a nuestro contexto social.

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