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EL NACIONALISMO ‘LIGHT’

MARÍA JOSÉ VILLAVERDE

L
a gran oposición entre particularismo y particularistas que, como todos sabemos, han rales que se piensan a sí mismos como nacio-
universalismo que, de una u otra forma, afectado también a algunas de las naciones nes dentro de un Estado8.
ha recorrido la historia occidental, repunta más antiguas de Europa, una de las alternati- Según Schnapper, la definición de la na-
en nuestros días. Aunque algunos politólogos la vas ha consistido en impulsar el patriotismo ción como una etnia consciente de sí misma o
consideran superada1, lo cierto es que el auge cívico y reforzar los vínculos entre los ciuda- la confusión entre ambos términos no son ino-
de la etnicidad y la explosión de reivindicacio- danos en torno a los principios constitucio- centes. Esta ambigüedad terminológica escon-
nes étnico-culturales que vivimos e incluso, co- nales. Iniciativas en este sentido han sido dería una legitimación más o menos implícita
mo dice Ralf Dahrendorf2, la invención de lo promovidas por diversos autores estadouni- de la voluntad de las etnias de convertirse en
“local” hoy tan de moda en el debate sobre las denses y europeos como Richard Rorty, Ben- entidades políticas, es decir, en naciones. Aun-
“regiones homogéneas”, chocan con el avance jamin R. Barber, Viroli, Dominique Schna- que ambas son comunidades históricas y cul-
imparable de la globalización3, con el proceso pper, etcétera. Schnapper, por ejemplo, ha turales, la nación moderna, surgida como una
de construcción de Europa y con la creación de interpretado este despertar del patriotismo comunidad de ciudadanos libres e iguales a
instancias supranacionales. Según Dominique cívico frente a los embates de los particularis- raíz de las revoluciones americana y francesa, se
Schnapper4, si hasta los años sesenta del pasado mos modernos como una resurrección del distinguiría de la etnia por la voluntad de los
siglo las formas sociales propias de la Gemeins- viejo antagonismo del siglo XIX entre nación ciudadanos de participar en la vida pública
chaft parecían abocadas a la desaparición, a par- cívica y nación étnica o cultural, como lo de- prescindiendo de sus arraigos particulares. Este
tir de los años setenta los conflictos étnicos se finía Meinecke en 1907. Pero Schnapper se contenido universalista de la ciudadanía con-
dispararon en Europa, espoleados más tarde niega a utilizar el término de nación étnica trastaría con los vínculos particulares que
por el rompimiento de Yugoslavia y de la que, en su opinión, aúna dos concepciones unen a los miembros de las etnias. En el mar-
Unión Soviética. Danilo Zolo5 calcula que so- opuestas, de forma que lisa y llanamente ha- co de la nación, ese “lugar vacío” donde reina
lamente en África existen hoy unos 500 grupos bla de contraposición entre etnia y nación, la pura representación, en palabras de Claude
étnico-culturales que reivindican su autonomía dos conceptos que un gran número de soció- Lefort, el ciudadano deja de estar determina-
política, mientras que los Estados africanos re- logos y politólogos actuales como Hugh Se- do por su pertenencia a un grupo concreto
conocidos por Naciones Unidas no pasan de ton-Watson, John Amstrong, Suzanne Ber- que lo encierra en una cultura y en un destino
50; y, a escala mundial, serían varios miles –Er- ger, Walker Connor o Anthony Smith con- impuestos por su nacimiento y queda vincula-
nest Gellner hablaba de 8.000– los que de for- funden. Por ejemplo, Walker Connor afirma do a sus conciudadanos por el respeto a un
ma más o menos explícita reclaman su recono- que la nación es la etnia consciente de sí mis- contrato político. Frente a la especificidad del
cimiento político, mientras que el número de ma y Seton-Watson, después de asegurar que hombre privado, el universalismo del ciudada-
Estados no sobrepasa los 200. no hay definición científica posible, acaba no consiste en “elevarnos (...) por encima de
por proponer la siguiente: “Una nación exis- las limitaciones inherentes a nuestra pertenen-
Patriotismo cívico, patriotismo te cuando un número considerable de perso- cia a un pueblo particular”, realizando la esen-
constitucional e identidad posnacional nas de una comunidad considera que forma cia universal del hombre. En palabras de Berg-
Ante esta proliferación de reivindicaciones una nación o se conduce como si la son, se trataría de “un esfuerzo en sentido in-
formase”6. Yael Tamir, por su parte, define a verso a la naturaleza”(Citado por Schnapper,
la nación como un grupo que comparte ras- 93). Esta concepción de la nación como un
1 Por ejemplo, en nuestro país sustenta esta tesis gos objetivos como la lengua, la historia o el medio de trascender los vínculos tribales no
Ferrán Requejo en ‘El federalismo liberal y la calidad de territorio y que tiene conciencia de su dife- pretende negar, sin embargo, las tensiones
las democracias plurinacionales. Déficits actuales y posi-
bles mejoras’, en Revista Española de Ciencia política,
rencia7. También Kymlicka se refiere a las permanentes que se producen entre la univer-
núm. 3, octubre 2000, pág. 40. minorías nacionales como grupos etnocultu- salidad de la esfera pública y las diversidades
2 Después de la democracia. Crítica, Barcelona,
reales, étnicas y sociales de la sociedad nacio-
2002, pág. 32.
3 La globalización ya fue anunciada en los años

veinte del siglo pasado por Marcel Mauss, como señala 6 Citado por Schnapper, pág. 31. También Ferrán
Schnapper. Requejo, entre los politólogos españoles, considera que
4 La comunidad de los ciudadanos. Acerca de la idea 8 Will Kymlicka, Christine Straele, ‘Cosmopolita-
la autoconciencia es uno de sus rasgos fundamentales.
moderna de nación. Alianza, Madrid, 2001, pág. 189. ‘El federalismo liberal...’, op. cit., pág. 32. nism, Nation-States and Minority Nationalism: A Criti-
5 Cosmópolis. Perspectiva y riesgos de un gobierno 7 Liberal Nationalism, Princeton University Press, cal Review of Recent Literature’, European Journey of
mundial. Paidós, Barcelona, 2000, págs. 208-209 Princeton, 1993, pág. 66. Philosophy, núm. 7, marzo 1999.

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dos exclusivamente a tales principios, con ex-
clusión de cualquier referencia a un territorio y
a una comunidad histórica y cultural concre-
tas. Siguiendo esta misma línea, y también a
comienzos de los años noventa, Jacqueline
Costa-Lascoux proponía impulsar, mediante la
armonización de las diferentes legislaciones na-
cionales, una ciudadanía europea que tendría
como ejes los derechos del individuo y un
“contrato de ciudadanía” que permitiría a las
distintas poblaciones seguir unidas a una cul-
tura particular, siempre y cuando las prácticas
sociales generadas por dicha cultura no resulta-
sen incompatibles con los principios suprana-
cionales de los derechos del hombre.

Cosmopolitismo
La creación de una ciudadanía y de un Estado
federal europeos podría ser el punto de parti-
da, según los eurofederalistas, para el estableci-
miento de un régimen político mundial basa-
do en tratados internacionales. Para ello sería
necesario impulsar las ONG y crear partidos
nal, ni tampoco la oposición entre el principio secuencia, la ciudadanía alemana, por ejemplo, europeos con intereses transnacionales con el
universal en el que se fundamenta la nación quedaba desligada de Alemania como nación, fin de fraguar una identidad colectiva que
democrática y las acciones y conductas de ca- con un pasado y unas tradiciones determina- trascendiese las fronteras estatales. La futura
da nación concreta a la hora de afirmar su es- das, para adherirse solamente a principios ra- Constitución europea podría ser un paso en
pecificidad frente a las demás. cionales. Esta iniciativa que, como es conoci- este sentido. El horizonte último de estas for-
Si con esta reflexión sobre la nación do, tenía como objetivo romper con una histo- mas de superación de la identidad nacional se-
Schnapper pretendía demostrar la validez de ria y una herencia de trágica memoria, fue ría el sueño imaginado por Kant, la integra-
esta forma política en un mundo cada vez más seguida por otros pensadores que, como el ción universal de la humanidad. Ésta es la
globalizado y sometido a las acometidas de los propio Habermas, están firmemente convenci- propuesta que encabeza, entre otros autores, la
particularismos, Habermas9 iba más lejos. Con dos de que el futuro de nuestras democracias norteamericana Martha Nussbaum 11 que
su noción de patriotismo constitucional trata- occidentales pasa por convertirse en sociedades abraza con entusiasmo la herencia estoica y
ba de trascender el marco del estado-nación posnacionales y de que no hay alternativa a la kantiana y aboga, sin complejos y sin tapujos,
vaciándole de sus componentes étnicos y diso- deriva universalista10. Así, por ejemplo, Jean- por la creación de una cosmópolis como alter-
ciando la colectividad histórico-cultural de la Marc Ferry desarrolló a comienzos de los años nativa al mundo de la globalización. Aunque
organización política. De este modo, los lazos noventa la idea de “identidad posnacional”, el ensayo de Nussbaum no provocó grandes
cívicos quedaban desvinculados de todo conte- basada en los principios de universalidad, au- entusiasmos en Estados Unidos y sí más bien
nido histórico, cultural, sentimental, para ha- tonomía y responsabilidad constitutivos de la algunas críticas aceradas, tuvo la virtud de
cer referencia exclusivamente a los principios democracia y del Estado de derecho. Según es- provocar un debate y algunas manifestaciones
abstractos del Estado de derecho. Como con- te pensador, los ciudadanos quedarían vincula-

11 Los límites del patriotismo. Identidad, pertenen-


9 Habermas, La constelación posnacional. Paidós, 10 Habermas, Identidades nacionales y postnaciona- cia y “ciudadanía mundial”. Paidós, Barcelona, 1999,
Barcelona, 2002, págs. 81 a 146. les. Tecnos, Madrid, 1989, pág. 117. pág.17 y sigs.

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de apoyo12. Nussbaum ataca tanto el chauvi- la protección de los derechos humanos. Este cosmopolitas o constitucionalistas globales
nismo13 y los nacionalismos estatales como los sería el significado de sus tesis. como se denomina a David Held20, Richard
particularismos pero, como otros cosmopolitas Pero los críticos del cosmopolitismo re- Falk, Norberto Bobbio, Antonio Cassese o
como Kwame Anthony Appiah o Amartya chazan la pretendida universalidad de los dere- Kenichi Ohmae, propone una serie de medi-
Sen, aboga por el respeto a las diferencias cultu- chos humanos y aducen que se inscriben siem- das concretas para la creación de un “gobier-
rales siempre que éstas, a su vez, sean respetuo- pre dentro de una tradición determinada y que no mundial” cuyo embrión serían las institu-
sas con los derechos humanos. no pueden ser ni generalizados ni “exporta- ciones de la Organización de Naciones Uni-
Las críticas que han suscitado el patrio- dos”. Tal es la tesis que sostienen con ligeras das convenientemente reformadas21. Este
tismo constitucional y el cosmopolitismo variantes Zolo, Requejo, Judith Butler14 e in- organismo internacional estaría legitimado
han procedido tanto de las filas del llamado cluso Gertrude Himmelfarb15. Butler conclu- para usar la fuerza con el fin de establecer una
nacionalismo de las minorías como de los ye que ello invalida las tesis cosmopolitas de paz estable y universal, la justicia distributiva,
partidarios del patriotismo cívico. Schna- Nussbaum; y Etienne Balibar llega aún más le- la definición y protección de los derechos hu-
pper, por ejemplo, se muestra escéptica ante jos al sostener que nuestras nociones actuales manos, la integridad ecológica del planeta y el
la posibilidad de que el concepto de identi- de universalidad están impregnadas de equilibrio entre los recursos disponibles y el
dad posnacional pueda cohesionar a los ciu- racismo16. Por el contrario, Amartya Sen17, en crecimiento demográfico, es decir, para crear
dadanos. Según esta socióloga y miembro su réplica a Himmelfarb, niega que se trate de un “orden político óptimo”. Según estos au-
del Tribunal Constitucional francés, ningún valores exclusivamente occidentales y alega co- tores, ésta sería la única alternativa no sólo
sentimiento de pertenencia puede forjarse mo prueba la abundante y desconocida litera- para hacer frente a la guerra y a la anarquía
sin una historia común, aunque ésta sea par- tura escrita en chino, árabe, sánscrito y pali so- internacionales sino, incluso, para detener la
cial o totalmente inventada, como suele ser bre estos temas, así como, por ejemplo, las ins- destrucción del planeta y la posible extinción
el caso. Por otra parte, ¿qué porvenir espera- cripciones indias del siglo IV a. de C. referidas de la especie.
ría a las naciones vinculadas en torno al pa- a la cuestión de la justicia. Pero tal proyecto no está exento de críti-
triotismo constitucional sin mitos ni tradi- Sin entrar en un debate de enorme actua- cas. Una de las más duras es la de Danilo Zo-
ciones ni lengua ni raza ni territorio sagrado lidad en la ciencia política actual en el que lo, que sólo ve riesgos en la instauración de lo
al que apelar? ¿Cómo podrían sobrevivir sin han participado Habermas18, Charles Taylor, que califica de “Leviatán despótico y totalita-
lazos afectivos y emocionales y basándose en Mc Carthy y otros autores, es indudable que rio” cuya autoridad sería “intensamente inva-
la pura racionalidad en un mundo domina- la percepción que todos tenemos de lo que siva e intervencionista”. Tal sistema político
do por el fervor y el furor de los sentimien- significa la justicia o la dignidad humana se sería “evolutivamente regresivo” en la medida
tos étnicos? ¿Y cómo construir un senti- enmarca dentro de nuestras respectivas tradi- en que reduciría “la complejidad y diferencia-
miento de pertenencia a la humanidad ciones culturales. Ello no debería ser un obstá- ción del sistema internacional” (pág. 206-
cuando, por definición, el “nosotros” se crea culo, sin embargo, para alcanzar una defini- 207). Otros autores, por el contrario, conside-
siempre en oposición a los demás? ción aceptable por todos y evitar así que las ran que tal amenaza es inexistente. Habermas,
Los defensores de los particularismos de críticas a la universalidad de los derechos hu- por ejemplo, afirma que ni la reforma más
raíz cultural, como Danilo Zolo o Ferrán Re- manos sirvan, como ocurrió en la Conferencia ambiciosa de las instituciones de la ONU y de
quejo en nuestro país, han coincidido con de Viena de 1993, para que algunos Estados sus funciones, que se limitan hoy a cuestiones
Benjamín R. Barber, por ejemplo, en criticar asiáticos justifiquen el incumplimiento de di- de seguridad (fundamentalmente a la “domes-
la “incomprensión” de los universalistas ante chos derechos en sus países19. En nombre del ticación” de la guerra y a la prevención de ca-
los lazos que los individuos forjan con los respeto a peculiaridades culturales o a dere- tástrofes humanitarias y riesgos globales), per-
grupos y las comunidades a las que pertene- chos colectivos no parece legítimo cerrar los mite augurar tal peligro. Es más, la organiza-
cen. Pero Nussbaum desmiente menospreciar ojos ante la penalización de la infidelidad con ción cosmopolita forjada en torno a los
los lazos familiares, vecinales, locales e incluso la pena de muerte o ante prácticas como la derechos humanos nunca alcanzaría el grado
nacionales; tan sólo trata de recordar, en línea ablación del clítoris que atentan contra los de- de cohesión y solidaridad de los Estados na-
con los estoicos, que, desde una sensibilidad rechos de la persona. En estos casos ¿no estaría cionales, ni siquiera en el caso hipotético de
cosmopolita, es una prioridad interesarnos justificado tratar de “exportar” el respeto a la lograr un consenso en torno a dichos princi-
por la humanidad y por el respeto a los dere- dignidad de las personas a aquellos países que pios, lo que no parece fácil en el mundo inter-
chos humanos más allá de nuestras fronteras. la ignoran de manera flagrante? cultural de hoy22. David Held también deses-
Esto significa que un cosmopolita de la época Otra corriente cosmopolita en la que se tima las implicaciones tiránicas que podría
nazi no cerraría los ojos ante las matanzas de podría englobar a los “globalistas”, pacifistas conllevar un Estado mundial centralizado. Tal
los judíos y que un cosmopolita de hoy no
miraría para otro lado cuando se cometen
atentados contra la dignidad humana dentro 14 ‘La universalidad de la cultura’, en Los límites del 20 Held se diferencia de los “hiperglobalizadores”,
o fuera de sus fronteras. La defensa de las pe- patriotismo, op. cit., pág. 60. como los llama, porque considera que el Estado-nación
15 ‘Las ilusiones del cosmopolitismo’, en Los límites
culiaridades nunca puede estar por encima de seguirá ejerciendo un papel como representante de los
del patriotismo, op. cit., pág. 94. ciudadanos, aunque tenga que compartir el espacio polí-
16 ‘La universalidad de la cultura’, op. cit., pág. 61. tico con otras instituciones como ONG, organizaciones
17 ‘Humanidad y ciudadanía’, en Los límites del pa- internacionales, etcétera. Democracy and the Global Or-
triotismo, op. cit., pág. 142-143. der. From the Modern State to Cosmopolitan Governance.
12 De las 29 réplicas, Paidós sólo reprodujo 11, en- 18 ‘Le débat interculturel sur les droits de l’hom- Polity Press, Cambridge, 1995, págs. 267 y sigs.
tre las cuales hay sólo dos de apoyo a Nussbaum, la de me’, en L’intégration républicaine. Essais de théorie politi- 21 Held, por ejemplo, propone la creación de una
un asiático, Amartya Sen, y la de un africano, el ghanés que. Fayard, 1998, págs. 245 y sigs. segunda cámara en la ONU integrada por ONG, orga-
Kwame Anthony Appiah. 19 Singapur, Malasia, Taiwán y China, en una de- nizaciones internacionales no gubernamentales, mino-
13 Según Michael Walzer, Nussbaum ha percibido
claración conjunta en Bangkok, invocaron los valores de rías etnoculturales, etcétera, de forma que, al ampliar el
“el potencial chauvinista del patriotismo de Richard las culturas de Extremo Oriente, marcadas por el confu- grupo que toma las decisiones, los ciudadanos pudieran
Rorty”, ‘Esferas de afecto’ en Los límites del patriotismo, cionismo, para justificar las infracciones cometidas con- estar mejor representados.
op. cit., pág. 154 tra los derechos humanos. 22 La constelación posnacional, op. cit.,págs. 138 y sigs.

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Estado presupondría la existencia de una cul- bos y racistas24. Pretende así conciliar el con- ante la posición adoptada por Stuart Mill en
tura homogénea, una ciudadanía global y un flicto histórico entre nacionalismo y liberalis- Consideraciones sobre el gobierno representativo.
universo discursivo común, lo que parece bas- mo o, como dice Gellner, entre pasión y razón. En una época en que las tesis nacionalistas
tante improbable en la actualidad. Según este Pero el nacionalismo liberal es una especie apelaban a la idea de libertad y despertaban
autor, para ser viable la comunidad cosmopo- de cajón de sastre donde cabe desde el sionis- las simpatías de los pensadores liberales, Ac-
lita tendría que dotarse de una forma política mo de Tamir, que ella define como respetuoso ton deslindó tajantemente los campos entre
mixta entre federación y confederación, pues con los derechos individuales y las aspiraciones ambas ideologías, afirmando que eran idea-
no sólo las comunidades locales y nacionales nacionales25, al nacionalismo de Estado o al rios opuestos y que el nacionalismo atentaba
serían reacias a ceder su soberanía sino que, nacionalismo de las minorías. Las diferencias contra la libertad28. En su opinión, el respeto
además, una única autoridad no podría gober- entre los nacionalistas liberales son, por lo tan- al hecho diferencial y el pluralismo eran prin-
nar todo el planeta e incluso sería inconve- to, notables e incluso algunos como David Mi- cipios liberales opuestos a la exigencia de ho-
niente que lo hiciera. El propio Kant así lo ller o Margaret Canovan son reacios a aceptar mogeneidad de los nacionalistas, que era pro-
percibió. (Held, pág. 229 y sigs.). tal denominación. Otros, como Kymlicka, fundamente antidemocrática y conducía al
Pero la crítica de Zolo no va acompañada Margalit y Raz, prefieren llamarse “culturalis- despotismo. Frente al patriotismo visceral ba-
de soluciones positivas. Su propuesta de “paci- tas” para subrayar la importancia de los dere- sado en aspectos raciales, la patria era para
fismo débil” consiste únicamente en renunciar chos nacionales a la hora de proteger las cultu- Acton sinónimo de leyes y de libertad. Por
a extirpar el conflicto en el seno de la sociedad ras minoritarias. Kymlicka distingue asimismo otra parte, consideraba que las tesis naciona-
mundial por ser consustancial con la naturale- entre los partidarios de un nacionalismo de la listas eran regresivas porque pretendían vol-
za del hombre. Y su objetivo de contener la mayoría y quienes defienden los derechos de ver a los tiempos en que las diferencias de re-
hegemonía cultural de Occidente, de reforzar las minorías nacionales. Las reflexiones de estos ligión, de lengua y de cultura constituían
las identidades étnico-culturales y de desarro- autores han producido una masa ingente de obstáculos insalvables para la convivencia en-
llar una cultura de la diversidad humana no artículos y libros sobre la teoría política del na- tre los pueblos. Pero las sociedades democrá-
conduciría, en mi opinión, más que a abrir cionalismo desde los años noventa*. ticas habían abolido dichas barreras y las dife-
nuevos focos de tensión en el mundo si, como En mi opinión, hablar de nacionalismo li- rentes razas y nacionalidades podían convivir
él mismo dice, existe una explosión de reivin- beral (y en este trabajo me refiero exclusiva- en paz bajo un mismo Estado sin perder sus
dicaciones étnicas “innegociables en la medida mente al nacionalismo de las minorías, según señas de identidad. Desde la aceptación de
en que están ancladas en el código de la perte- la expresión de Kymlicka) es contradictorio, a las diferencias étnicas y culturales era posible,
nencia y las identidades colectivas” (pág. 187) pesar de que Margaret Canovan26 sostenga según Acton, la unión de los ciudadanos en
¿Por qué, entonces, renunciar a la búsqueda que prácticamente todos los teóricos liberales torno a un valor ético que todos podían sus-
de la paz que persiguen los cosmopolitas, por han sido nacionalistas por las tesis implícitas cribir: la libertad. De ahí su oposición al de-
difícil que parezca, para internarnos en el ca- que contienen sus teorías. Afirmación que, co- recho de autodeterminación que los naciona-
llejón sin salida del conflicto al que nos enca- mo mínimo, puede calificarse de chocante. No listas exigían, no en nombre de los intereses
minan las tesis de los particularistas? creo que los autores a los que hace referencia reales de los ciudadanos, sino de entes abs-
–Kant, Acton y Rawls–, estuviesen de acuerdo tractos y ficticios como “el pueblo”.
Nacionalismo liberal con tan peregrina idea. Acton, como es sabido, Pero el nacionalismo liberal no compar-
Zolo coincide en buena medida con los parti- abordó el tema del nacionalismo en dos ensa- te estas tesis. Desde sus filas –Kymlicka29,
darios del pluralismo étnico y cultural. Éstos yos de 1861 y 1862, Cavour y Nacionalidad27, por ejemplo– se sigue haciendo hincapié en
ya no se reclaman del nacionalismo de Her- la importancia del “pueblo”, del “sujeto po-
der o Fichte, sino que su argumentación ha lítico colectivo”, del “nosotros”, del “espíri-
variado ostensiblemente en los últimos tiem- 24
tu común”, es decir, de la identidad colecti-
Trata de introducir los valores nacionalistas
pos; es más refinada y maneja argumentos –el énfasis en la pertenencia, la lealtad y la solidari- va, aún cuando, en teoría, dice perseguir la
más sofisticados. Éste es al menos el talante dad– en el discurso liberal, basado en la autonomía autonomía y la libertad individuales. Pero
de los pensadores que se agrupan en torno a personal. Ver pág. 6. los intereses colectivos y los intereses indivi-
25 Tamir define así al sionismo en la dedicatoria
lo que, conforme al título del libro de Yael del libro.
duales son difícilmente conciliables, como
Tamir, se ha llamado el nacionalismo * Por ejemplo, en 1993 Yael Tamir publicó Liberal ya puso de manifiesto Rousseau. El nacio-
liberal23. Es significativo que una de las im- Nationalism, en 1995 se editó On Nationality, de Miller, y nalismo no puede plantear sus reivindica-
Multicultural Citizenship: A Liberal Theory of Minority
pulsoras de esta corriente sea esta autora judía Rights, de Kymlicka; en 1996 Nationhood and Political
ciones desde instancias individuales (por
que tiene detrás de sí toda la tradición de la Theory, de Canovan; en 1997 The Morality of Nationalism, mucho que hablen del derecho individual a
Ilustración judía del XVIII y del XIX, así como de McMahan y Mc Kim; en 1998 apareció National Self- la cultura) sino como derechos de los gru-
la herencia cosmopolita de los judíos centro- Determination and Secession, de Moore, y Rethinking Natio- pos. Yael Tamir lo reconoce implícitamente
nalism, de Couture, Nielsen y Seymour, así como Philo-
europeos del XX, desde Stefan Zweig a Berta sophy of Nationalism de Gilbert y Theories of Secession, de al diferenciar la perspectiva “cultural” (es
Szeps. Esta profesora de Filosofía de la Uni- Lehning, en 1999 se publicó Theorizing Nationalism, de
versidad de Tel-Aviv y miembro fundador de Beiner, y desde entonces no han parado de salir nuevos títu-
los y de celebrarse simposios sobre el tema.
la organización israelí Paz Ahora trata de con- 26 ‘The Skeleton in the Cupboard: Nationhood, 28 “La nación está por encima de los derechos y
jugar el liberalismo con el sionismo y, en un Patriotism and Limited Loyalties’, en Caney, George, deseos de los habitantes, absorbiendo sus intereses diver-
sentido más amplio, con la tradición naciona- Jones, National Rights, International Obligations. Boul- gentes en una unidad ficticia, sacrifica sus inclinaciones
der, Westview, 1996. y deberes diversos a la exigencia prioritaria de la nacio-
lista, vaciándola de sus componentes xenófo- 27 ‘Nacionalidad’, en Ensayos sobre la libertad y el
nalidad, y aplasta todos los derechos naturales y todas
poder. Edición a cargo de Paloma de la Nuez, Unión las libertades establecidas con el fin de reivindicarse a sí
Editorial, Madrid, 1999, págs. 333 y sigs. Y ‘Cavour’ misma”. ‘Nacionalidad’, Ensayos sobre la libertad y el po-
(págs. 267 y sigs.), y ‘Nacionalidad’ (págs. 233 y sigs.), der, op. cit., pág. 350.
23 En realidad, según estos autores, el nacionalis- en Ensayos sobre la libertad, el poder y la religión. Edición 29 ‘Cosmopolitanism, Nation-States, and Minority

mo liberal se remontaría a John Stuart Mill. Ver Yael de Manuel Alvarez Tardio, Centro de Estudios políticos Nationalism: A Critical Review of Recent Literature’,
Tamir, Liberal Nationalism, op. cit., págs. 142. y constitucionales, Madrid, 1999. op. cit.

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decir, nacionalista) que concibe a la nación publicanismo y nacionalismo. Pero eso no es


como una comunidad que comparte una se- cierto. Como dice Jean-Marc Ferry, el republi-
rie de rasgos objetivos y entiende el derecho canismo francés fue siempre ambiguo y com-
de autodeterminación como el derecho co- portó elementos étnicos. La Francia jacobina,
lectivo de preservar la existencia del grupo y cuyo referente fue Rousseau, fue en efecto
de su vida comunal, de la versión “democrá- hostil al pluralismo, ignoró los intereses de las
tica”, según la cual la nación es un grupo de minorías (como lo prueba, por ejemplo, la fe-
individuos cuya autodeterminación consiste roz represión contra la revuelta de la Vendée)
en el derecho a autogobernarse, principio li- y continuó con la política de homogeneiza-
beral que recoge la Declaración Universal ción y de unificación lingüística que había co-
de Derechos Humanos de 1947 (Tamir, menzado en el siglo XVI, que prosiguió en la
pág. 69). Ambas perspectivas, como puede Tercera República y culminó con la práctica
observarse, son opuestas. Tamir se pregunta desaparición de las 14 lenguas que aun se ha-
por qué razón hay que conceder a las liber- blaban en Francia en 1914 (Schnapper, págs.
tades individuales más valor que a la perte- 175 y 134).
nencia a un grupo; dicho de otro modo, El modelo cívico por excelencia se en-
por qué la autonomía personal tiene que cuentra, por el contrario, en la tradición plu-
prevalecer sobre el sentimiento de pertenen- ralista británica, respetuosa con la diversidad
cia. Obviamente se trata de opciones perso- de orígenes y vínculos particulares y defenso-
nales, de elegir entre los valores de la demo- ra, no de la libertad con mayúsculas, sino de
cracia o los valores colectivistas. Pero hay las libertades concretas de los ciudadanos. Y,
que ser conscientes de adónde ha conduci- desde el punto de vista teórico, en el ideal
do históricamente cada opción. Los nazis, kantiano definido como un sistema republica-
por ejemplo (y no olvidemos que el término no, representativo, basado en la separación de
nazi procede de nacionalista), apelaban a la poderes y en el respeto a los derechos indivi-
libertad de la nación para justificar la falta duales. Si como dice Clifford Geertz, la na-
de libertad de los ciudadanos y no tenían ción (cívica) se caracteriza por concebir el in-
empacho en denominar Congreso del Parti- terés público como algo no necesariamente su-
do de la libertad a uno de sus congresos de perior, sino independiente y en ciertos
Núremberg30. El derecho de autodetermi- momentos en conflicto con los intereses priva-
nación por el que abogan los nacionalistas dos y los demás intereses colectivos, no parece
liberales no tiene nada que ver, como dice la que el concepto de voluntad general de Rous-
propia Yael Tamir (págs. 71 y sigs.), con los seau, ese ente abstracto que no es ni la volun-
derechos civiles ni con la participación polí- tad de la mayoría ni siquiera la voluntad de
tica porque no garantiza la libertad de aso- no puede decidir hasta que alguien decide todos, se ajuste a estos criterios. Si el lema
ciación ni la de reunión ni las restantes quién es el pueblo32. kantiano podría traducirse como “ten el valor
libertades ni tampoco el autogobierno. Es de servirte de tu razón para ser libre”, la máxi-
decir, no tiene nada que ver con la demo- Nación étnica y nación cívica ma del Contrato social podría resumirse como
cracia. Expresa simplemente el deseo de ser Louis Dumont ha definido de manera muy “sólo obedeciendo a la voluntad general serás
gobernados por gente con la que nos senti- gráfica estas dos ideas de nación a que se refie- libre”34. Mientras Kant concibe al individuo
mos más identificados o más cercanos por re Tamir –que Renan y Fichte simbolizaron como un fin, Rousseau le sacrifica al interés de
ser de la misma raza, cultura, religión o cla- en el siglo XIX33– como una “colección de in- la colectividad. Frente al mundo sin fronteras
se social, aún a costa de ver mermadas nues- dividuos” y como un “individuo colectivo”. que soñarán Kant y los cosmopolitas, e inclu-
tras libertades civiles o nuestros derechos Mientras la nación étnica incorporaría nume- so frente al proyecto europeísta de l’Abbé de
políticos. Según Berlin, se trataría de una rosos elementos holistas, la nación cívica esta- Saint Pierre, Rousseau sólo es capaz de imagi-
búsqueda de estatus o de reconocimiento, ría íntimamente ligada al individualismo co- nar una confederación de pequeñas repúblicas
no de igualdad de derechos. mo valor. El error en el que incurren los na- blindadas hacia el exterior y replegadas sobre
Por otra parte, los defensores del dere- cionalistas liberales al sostener que liberalismo sí mismas. No puede haber dos visiones más
cho de autodeterminación son partidarios y nacionalismo son compatibles es que se ba- opuestas del republicanismo; la de Kant libe-
de que todo grupo que se ve a sí mismo co- san en el modelo francés. En efecto, histórica- ral, democrática y cosmopolita; la de Rous-
mo una nación tenga su propio Estado31. mente se ha dado por hecho que Francia era el seau, precursora del totalitarismo35 y del na-
Pero las cosas no son tan sencillas. Como paradigma del modelo cívico que aunaba re- cionalismo naciente, como lo prueban sus dos
decía el constitucionalista británico sir W. últimas obras políticas, el Proyecto de Constitu-
Ivor Jennings, a primera vista parece razo- ción para Córcega y las Consideraciones sobre el
nable que el pueblo decida, pero el pueblo 32 Citado por Juan J. Linz, op. cit., pág. 255.
33 De manera un tanto maniquea, pues el Fichte
de El fundamento del derecho natural, de 1797, tenía una
idea de nación cercana a la nación cívica e, incluso en 34 La frase de Rousseau dice así: “Quien se niegue
30 Juan J. Linz, ‘Teoría de la democracia’, en Del 1806, mantuvo su posición de que la nación está abierta a obedecer a la voluntad general será obligado por todo
Águila, Vallespín, La democracia en sus textos, Alianza, a todos los que participan en los valores comunes. Por el cuerpo político, lo que significa que se le obligará a ser
Madrid, 1998, pág. 255. su parte Renan, que en sus primeros escritos apelaba a la libre”. Oeuvres complètes III, Gallimard, Paris, 1964,
31 Tamir es partidaria del más alto grado de auto-
raza, sólo se convirtió en defensor de la nación cívica a pág. 364. La traducción es mía.
determinación posible en cada circunstancia, incluida la raíz de la guerra de 1870 y de la anexión de Alsacia y 35 He desarrollado esta tesis en mi libro Rousseau y
secesión, op. cit., pág. 75. Lorena por el Reich alemán. el pensamiento de las Luces, Tecnos, Madrid, 1987.

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MARÍA JOSÉ VILLAVERDE

Gobierno de Polonia, auténticos catálogos de diversidad y que, en lugar de plantearse tras- do, la disyuntiva que plantean estos pensado-
medidas para fortalecer la identidad nacional cender los vínculos nacionales, se propusiera, res llevada a sus últimas consecuencias es: o
que harían las delicias de los políticos naciona- por el contrario, impulsar las identidades na- bien el nacionalismo de Estado aniquila las
listas de hoy. Medidas encaminadas a inculcar cionales. Dicho marco transnacional sería el demás identidades nacionales que compiten
el espíritu patriótico que “es un espíritu exclu- idóneo para ejercer los derechos nacionales38 con él, o bien el Estado multinacional se des-
sivo que nos hace mirar como extranjeros y (Tamir, págs. 165-166). compone en tantos Estados-nación como gru-
casi como enemigos a quienes no son nuestros pos nacionales existan, a través de la secesión y
compatriotas” 36. ¿Es éste el modelo de nación Autodeterminación de la redelimitación de fronteras, como sugie-
cívica forjada sobre valores universales o el Tampoco hay conciliación posible entre libe- re Michael Walzer. Una tercera posibilidad, la
prototipo de una república despótica y exclu- ralismo y nacionalismo en el tema de la auto- de que las minorías nacionales estuvieran dis-
yente? El patriotismo de Rousseau, al hacer determinación. Acton, como hemos visto, lo puestas a renunciar a su sentido de “pertenen-
hincapié en el “nosotros” frente al “ellos”, fo- rechazaba ya en el siglo XIX. Lo mismo hace cia nacional” e integrarse en la nación domi-
menta la intransigencia y la hostilidad entre hoy, por ejemplo, Habermas quien, en La nante a cambio de garantías de que su cultura
las naciones, conduce a la exclusión y a la xe- constelación posnacional, lo califica de “extrava- sería respetada, como plantea Miller, parece
nofobia y muestra el lado perverso de todo gancia”en referencia al País Vasco39. Los “cul- totalmente descartada dada la intensidad cada
nacionalismo. turalistas” Kymlicka y Straehle sugieren, por el vez mayor que están adquiriendo las exigen-
Pero, a pesar de lo que pudiera creerse, el contrario, que entra dentro de la lógica del na- cias nacionalistas.
cerrado modelo de Rousseau es compartido cionalismo liberal apoyar las reivindicaciones La solución que proponen se puede for-
hoy, en cierta medida, por algunos nacionalis- de las minorías para conseguir el autogobier- mular, pues, en los siguientes términos: puesto
tas liberales. Michael Walzer37, por ejemplo, no, sin descartar el derecho a la secesión. Ta- que las identidades minoritarias merecen res-
rechaza también el ideal de un mundo sin mir tampoco lo descarta. Kymlicka opone el peto y reconocimiento, los Estado multinacio-
fronteras y subraya la necesidad de establecer proceso de construcción nacional llevado a ca- nales tienen que renunciar a su pretensión de
barreras entre los pueblos. Si valoramos las di- bo en “los dos últimos siglos” en Occidente ser una nación y de compartir una lengua y
ferencias, dice, tenemos que aceptar las fronte- por los Estados-nación para forjar una identi- una identidad comunes, es decir, deben desis-
ras; y si las fronteras entre los Estados desapa- dad nacional, una cultura y un lenguaje co- tir de continuar su propia forma de construc-
reciesen, las comunidades locales se encargarí- munes (lo que denomina nacionalismo de Es- ción nacional y deben transformarse en una
an de establecer las suyas. En las ciudades tado), con el nacionalismo de las minorías que federación de pueblos autogobernados. Sólo
cosmopolitas de los imperios multinacionales han luchado para no ser asimiladas por las así las minorías se sentirán seguras dentro de
o en las ciudades con gran flujo de inmigran- mayorías y para formar sus propias comunida- los Estados y marginarán (¿durante cuánto
tes, añade, son los barrios los que se transfor- des, bien como Estados independientes o bien tiempo?) sus deseos de independencia. Pero
man en fronteras. También Tamir acepta im- como regiones autónomas dentro de los Esta- tales exigencias olvidan que en muchos casos
plícitamente el universo cerrado nacionalista, dos a los que pertenecen. Planteado en estos el proceso de construcción de los Estados-na-
al afirmar sin crítica alguna que los grupos na- términos, el conflicto entre el “nacionalismo ción europeos (que en algunos casos tiene
cionales o culturales que quieren preservar su de Estado” y el “nacionalismo de las minorías” mucho más de los dos siglos de antigüedad
identidad crean barreras invisibles de tipo reli- no tiene visos de solución aunque la actuación que le concede Kymlicka) ha ido tejiendo una
gioso, ideológico, lingüístico e incluso psicoló- estatal se enmarque dentro del más estricto red de lazos intelectuales, culturales, religiosos,
gico entre ellos y los extraños (pág. 166). respeto a los derechos individuales y aunque lingüísticos, económicos, sociales, etcétera, en-
Tamir reconoce asimismo que la identi- se garantice plenamente el derecho a la cultu- tre los distintos grupos étnicos que conforman
dad nacional se preserva mejor en un marco ra. Porque si la identidad de las personas, co- un Estado, lazos que habría que deshacer para
“homogéneo, pequeño y relativamente cerra- mo proclaman estos autores, está estrictamen- satisfacer el sentimiento de identidad de las
do” (pág. 142) y que actualmente hay dos op- te vinculada a su grupo etnocultural, si los in- minorías o de algunos miembros de dichas
ciones excluyentes; el mundo pacífico, integra- dividuos únicamente pueden “llevar vidas con minorías. Porque la amnesia de quienes nie-
do y posnacional de los cosmopolitas o el sentido” dentro de su propia cultura nacional gan tales vínculos no es inocente. Los nexos
mundo balcanizado de pequeños Estados en- y si lo que convierte a la libertad individual en de unión que una historia común de cientos
vueltos en una guerra incesante de los nacio- “significativa” es la participación en una cultu- de años ha trenzado no pueden ser aniquila-
nalistas. Pero ninguna de estas dos opciones le ra nacional, sólo cabe el reconocimiento de di- dos simplemente por la voluntad o los intere-
parece convincente a esta autora, a quien no le cha cultura para que la “dignidad y autorres- ses de unos cuantos individuos empeñados en
gusta que el nacionalismo liberal sea identifi- peto de sus miembros” no se vea amenazada y fomentar las peculiaridades de cada grupo.
cado con esas sociedades cerradas y aisladas, y éstos puedan sentirse “cómodos”. En definiti- ¿No puede el derecho a la cultura encontrar
que huye de los aspectos etnocéntricos y xenó- va, para que las minorías no se vean a sí mis- satisfacción más que a costa de romper lazos
fobos del nacionalismo. De modo que propo- mas como “naciones atrapadas”, los Estados- históricos centenarios? ¿Qué nuevo valor es
ne una tercera vía para superar estos rasgos: la nación tienen que renunciar a crear un senti- ese de la “comodidad” al que se refieren cons-
integración de las minorías nacionales (que miento común de pertenencia nacional que tantemente en sus reivindicaciones? ¿Se trata
tendrían grandes dificultades en ejercer de “socava” el nacionalismo de las minorías y que acaso de una nueva versión de los derechos
otro modo su derecho a la autodetermina- destruye cualquier “sentido preexistente” dife- humanos?
ción) en una Unión Europea respetuosa de la rente de dichas minorías. Dicho de otro mo- El derecho individual a la cultura que
tanto invocan no parece que pueda justificar
los costes de todo tipo, económicos, políticos,
36 Lettre à M. Vsteri (10 de abril de 1763), Corres- 38 Un ejemplo del respeto y el reconocimiento de sociales, incluso afectivos, que un proceso de
pondance Générale de Jean-Jacques Rousseau, IX, Librairie la Unión Europea hacia los sentimientos nacionalistas ruptura puede comportar. Más aún si la cultu-
Armand Colin, Paris, 1924, pág. 265. es, según Tamir, la existencia de una oficina para fo-
37 Spheres of Justice, Oxford University Press, Ox- mentar las lenguas étnicas (pág. 152). ra, que para ellos es el elemento definitorio de
ford, 1983, págs. 36 y sigs. 39 La constelación posnacional, op. cit., pág. 97. la “nación”, no es algo fijo e inmutable como

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EL NACIONALISMO “LIGHT”

pensaban los nacionalistas del siglo XIX, sino griegos, cuando conquistaron su independen- para. Visto así, no parece que se pueda consi-
que consiste en un continuo “hacerse y reha- cia en 1862, buscaron sin éxito inventar una derar la mayoría de las demandas del naciona-
cerse”; si es un “escenario de ámbitos super- lengua “pura” vaciada de todas las influencias lismo democrático no estatal (como el catalán,
puestos, de fronteras imprecisas, de fluc- turcas. Algo parecido ha sucedido con el eus- el escocés o el quebequés), como pretende Fe-
tuación” a la vez que de “adaptación”, “reela- kera, que en los dos siglos anteriores a 1880 rrán Requejo (pág. 41), como “una profundi-
boración” y “relectura”; si las identidades no no produjo más de media docena de títulos42. zación de las premisas del liberalismo político
son ni naturales ni dadas sino que responden Es cierto que el nacionalismo liberal se y, particularmente, de los valores de igualdad,
a la voluntad de los movimientos nacionalistas opone al nacionalismo “duro”, al que impone libertad y pluralismo”. Si hemos de creer a
que “mediante su organización, movilización la limpieza étnica, al que reclama que toda Ralf Dahrendorf, uno de los grandes valores
y discurso” fraguan la nación; si la etnicidad nación (o etnia, según la terminología de de la democracia consiste en que gente diversa
no es sino el “resultado de la producción de los Schnapper) tenga su propio Estado soberano, desde el punto de vista étnico, religioso o polí-
intelectuales a través de un proceso de filtrado un Estado “nacionalizador” que aplique al tico pueda convivir y compartir valores comu-
y selección de tradiciones, mitos y símbolos de conjunto de la población su cultura y su len- nes, sin necesidad de vivir recluida en nichos
entre el repertorio étnico disponible”, como gua mediante políticas de asimilación e inte- con sus iguales (pág. 32). Pero en este “federa-
afirma Ramón Máiz40. ¿Por qué entonces ha- gración. Los nacionalistas liberales se deslin- lismo multinacional sin soberano”, ¿qué valo-
bría de aceptar toda una población la volun- dan de esta vertiente nacionalista vaciando el res compartirían las distintas “naciones” si re-
tad de un grupo de individuos obstinados en concepto de “nación” de todos los elementos pudian la lengua, la historia y la cultura co-
acentuar las diferencias hasta convertirlas en étnicos inaceptables hoy por la democracia li- munes e incluso ponen en cuestión la
un foso que puede destruir una convivencia beral, como la raza (que reduce a la nación a preeminencia de los derechos individuales?
de siglos? ¿Por qué tendrían que ser conside- una dimensión biológica), el territorio y el es- ¿Qué espacio político común podría configu-
radas esas diferencias como un valor digno de píritu del pueblo o Volkgeist. Depurada así de rarse si dejan de compartir el mismo senti-
protección? ¿Qué bien proporcionan para los rasgos deterministas y antiliberales, de su miento de pertenencia?
que exijan ser preservadas como si fueran es- “núcleo duro”, la “nación” quedaría reducida Habermas cree que las demandas de se-
pecies en vías de extinción?, se pregunta a aspectos meramente culturales como la len- gregación e independencia son con frecuen-
Habermas41. gua, la historia y el sistema mítico-simbólico. cia fruto de problemas de insolidaridad entre
E incluso como la cultura puede tener un regiones ricas y regiones pobres, como ocurre
Universalismo y particularismo contenido demasiado “denso”, los nacionalis- en Italia con las reivindicaciones de la Liga
Por mucho que digan los nacionalistas libera- tas liberales son partidarios del “adelgaza- Norte45. Pero también cabe pensar, bajo una
les de hoy, no parece que pueda haber recon- miento del concepto de cultura”, que consis- óptica weberiana, que el nacionalismo es el
ciliación posible entre nacionalismo y libera- tiría en renunciar a imponer a los miembros resultado del ansia de grupos locales por con-
lismo como no la hay entre universalismo y de la “nación” valores comunes (Máiz, págs. quistar cada vez más poder recurriendo a to-
particularismo. La afirmación de la identidad 64-66). “Adelgazada” y depurada de esta gui- do tipo de legitimaciones histórica, ideológi-
que requiere todo particularismo conduce ine- sa, la idea de “nación” que defienden estos au- ca, etcétera, para lograrlo. El ensayo de Nuss-
vitablemente a subrayar las diferencias, aún tores exige, sin embargo, no sólo la autono- baum al que antes me he referido, en su
cuando ello no implique necesariamente, co- mía cultural sino el autogobierno, única vía sencillez, pone el dedo en la llaga al señalar
mo ocurre en el caso del nacionalismo “duro”, para que estas minorías no pierdan “autoesti- una de las perversiones del nacionalismo. Al
inculcar el odio al diferente, al “maketo” que ma y autorrespeto”43 y se sientan “cómo- citar en su artículo la sentencia de Plutarco
no comparte nuestra cultura o nuestra lengua. das”44 en términos de identidad (Requejo, “debemos de considerar a todos los seres hu-
Aún así no parece que ésa sea la mejor forma págs. 38-39). La forma política propuesta pa- manos como nuestros conciudadanos y con-
de reforzar los lazos de fraternidad que nos ra Estados con minorías “nacionales”, como vecinos” no pude por menos que recordar las
unen a nuestros semejantes. Los cosmopolitas el español es un federalismo multinacional palabras de Rousseau en Emilio: “El patriota
entienden que el lugar de nacimiento es un con un Estado sin soberano, es decir, con so- es duro con el extranjero que sólo es un
mero accidente y que no debemos permitir beranía compartida entre las distintas “nacio- hombre, que no es nada”. Tendríamos que
que las diferencias de nacionalidad, de clase, nes”, que garantice la pluralidad cultural y el ser conscientes de si estamos educando a
de pertenencia étnica o de género erijan fron- derecho a usar la propia lengua mediante el nuestros jóvenes para ser “hombres o patrio-
teras entre nosotros y nuestros semejantes. Ni acceso a la vida pública, a las instituciones tas”. Y aunque haya planteamientos naciona-
siquiera la lengua. Porque las diferencias se económicas, políticas y educativas. listas con los que estemos de acuerdo, la pie-
pueden ahondar o minimizar. Se puede decir, Esta nueva visión del nacionalismo, que dra de toque para adherirnos o no a ellos
como los obispos catalanes dijeron en su día, dice respetar los valores del liberalismo demo- consiste, a mi entender, en saber si su objeti-
que la lengua es la patria o, como afirmaba crático, termina, sin embargo, al igual que el vo es unir a los seres humanos o separarlos. n
Renan, que la lengua invita a unir pero que nacionalismo étnico, incidiendo en lo que se-
no fuerza a ello. Porque la lengua, como la
identidad, no es algo dado. Los dirigentes de
la República Democrática Alemana trataron 42 ‘A modo de introducción a la literatura vasca’.
de crear una lengua nueva para distanciarse de Prólogo de Ibon Sarasola a Obabakoak de Bernardo At-
la RFA y de la herencia nazi; y también los xaga, Ediciones B, Barcelona, 1989, pág. 13.
43 Es la tesis que sostienen Margalit y Raz en ‘Na-

tional Self-Determination’, Journal of Philosophy 87/9,


págs. 439 y sigs.
40 ‘‘El lugar de la nación en la teoría de la demo- 44 Kymlicka insiste mucho en que el ciudadano

cracia y el ‘nacionalismo liberal’ ’’ en Revista Española de medio sólo se siente “cómodo” debatiendo cuestiones
Ciencia Política, núm. 3, octubre 2000, págs. 66-68. políticas en su lengua vernácula, lengua que confiere al
41 Citado por Fernando Vallespín, El futuro de la ciudadano una “nueva dignidad”. María José Villaverde es profesora titular de Ciencia
política. Taurus, Madrid, 2000, pág. 86. 45 La constelación posnacional, op. cit., pág. 98. Política en la Universidad Complutense.

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