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Etica Aranguren
Etica Aranguren
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Prólogo 9
Pntltpne rARTE: Los principios d,e la lítica 5
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PR IME,RA PARTE,
Los princi¡tios de la Etica
CAPITULO PRIMERO
EL PUNTO DE PAR']|IDA
Se trata de aprehender el objeto de la Etica. Podríamos par-
tir, como es usual, de una definición sim¡rlemente recibida. Nos
parece más lilosófico conquistar esa definición. Pero <<defini-
.ción» significa, por de pronto, «<delimitac ión». Será, pues, rne-
nester «definir» o delimitar el objetode la Iitica, acotando el
t .área de esta investigación frente al de otlas investigaciones co-
lindantes 1. Esta labor será lenta
11
y habrá de ser cumplida paso
a paso, porque son varios y muy diferentes entre sí esos otros
saberes frente a los cuales la Etica tiene que ser delimitada.
¿Cómo y por dónde emp€zar esta tarea? lie plantea así la cues-
.ti6n del punto de partida o principio desde el que se parte.
La importancia de la cuestión del ¡rrincipio o punto de par-
tida es fundamental. Husserl ha dicho r¡ue el filósofo es ein
a¡irklicher Anliinger, un verdadero princilriante. ¿Por qué ((ver-
dadero principiante»? Principiantes en el sentido obvio de la
expresión lo somos muchos, lo somos casi todos. Pero el filósofo
es ¡rrincipiante porque se ocupa dela arkhr;, del principio mismo.
Y por eso, según el mismo Husserl 2, la {i),rsofí¿r podría llamarse
también arqueología o, mejor, arcología. tratado de la arkhé
o principio.
Evidentemente, la Etica nir es la arcología, no cs cl princi-
pio de la filosofía. Este papel incumbe, ccmo su nombre mismo
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lo proclama, a la ,,filosofía pritnera» o rnctafísica. Por tanto,
tendremos que estudiar . despacio este pi imer principio de la
Etica, su princípio metalísico. De aquí resrrltará la priniera defi-
nición de la Etica: su de{inición o deli'nitación con respecto
1 Cfr. esta «de-finición, con el diorismós arir.totélir:o y con la Abgren-
zung heideggeriana o Auseinattdergrenzcn.
2 Nacl¿u¡ort zu mcinen uJrJeenr, prig. 569. l/ii.e Lar¡bién r.:n cl pe-
queño volumen Problémes actuels dc la Phór.ontónol.ogie, crlitado por
Van Breda, el articulo de Pierre Thévenaz, esptt'ialmente págs. ll y 121..
a.
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a la metafísica; es decir, el tipo de relació¡r que mantielte o consideración prefilosófica de la moral es también primordial
con ella. y principal, hasta el punto de que Heidegger ha podiáo afirmar
Pero la metafísica no es el único principio, la única arklú que una tragedia de Sófocles nos dice más sobre la esencia cle la
de la Etica. Hay, por otra parte, la cuestión de La arkhé u ori- ética que un libro de Etica a.
gen de la moral en el hombre. ¿Cómo aparece la moral en el A través de toda esta primera parte de nuestra investigación
hombre? ¿Es algo que, por decirlo así y como quiere el socio' se tratará de alcanzar una de-finición que conduzca finai-rnente
logismo, le adviene «desde fuera»? ¿O más bien la moral es a una definición de la Etica; pues solamánte cuando aquella deli-
algo constitutivamente humano, enraizado en la psicología-sea mitación haya sido suficientemente realizada estaremos en con-
o no reducible a ella-o, si se prefiere este otro modo de diciones de contestar quíd si¿ Ia Etica. pero desde ahora pocle.
expresión, en la antropología? He aquí un segundo principio mos y debemos responder al quid nominis. surge de este modo
de Ia Etica : el principío psicológíco o' antro'pológíco. Y una rrutstro. quinto principio, el principío etímológíio. TJna indaga-
segunda de-finiCióñ de la Etica: la que ha de establecerse con ción sobre el sentido etimológico de las palabras «ética» y urño-
respecto a la psicología. ral» puede ser el comienzo de una adecuaia «definiciórr, porqr"
El principio que acabamos de mencionar se refiere al origen tal vez se nos anticipe en ella algo-o mucho-sobre el qi;a iit.
de la moral en cuanto tal. Junto a él puede y debe estudiarse el _ . ¿Cómo es posibl.- esa anticipación? Porque el mét.otlo de la
principio u origen-y el desarrollo en sus líneas esenciales- Etica-cuestión sobre la que ahóra sólo hernos de decir dos pa-
de la ciencia moral; es decir, de lg Etica como una parte de. la labras
-porque
será ampliamente tratada al final del libro-y, €ri
filosofía. Aparece así un tercer principio, el princip'io genético- general, el método de la filosofía, no es el método line'al, óo.no
hístórico de la constitución de la {ilosofía moral. También aquí pensaron Descartes al querer partir del cero de la ducla metó-
surgirán problemas de de-{inición. La Etica en Platón y Aris- dica y los escolásticos al empeiar desde la tabula raso, los hábi-
tóteles es concebida cqmo-. una .parte de la Política. Sócrates, tos de unos principios y la experiencia sensible, sino el métorJo
por el contrario, tuvo una comprensión más individualista de la circular de anticipación y re¡:erición (al que, dentro del utillaje
moral. Después, entre Kant y Hegel o, ys en nuestros días, entre escolástico, pertenecen los conceptos de loi «presupuestos» y lás
-ciencias
personalistas y doctrinarios del bien común, se repetirá la con' praecognita). La estructura metódica de las filosóficas
traposición. ¿Quién tiene razón? ¿Debe concebirse la Etica es siempre circular: Ias consideraciones principales--en nuestro
primariamente como individual (: Etica general) o como Etica casg?- muy especialmente, como veremos, la antropológica, Ia
Áocial? Otro problema de delimitación frente a la Política, enor' prefilosófica y la etimoló gica-antícípan la consideracióá temá-
memente interesante, aungue {uera ya, por su especialidad, del tica; y ésta, a su vez, rep,íte-en el sentido heideggeriano-,
marco del presente trabajo, sería el de la relación entre Ia ética esto es, asume y asimila, y también desde el nuevo nivel alcan-
y la política como actitudes reales. La tensión entre Ia <«actitud zado..revisa, amplía y confirma cuanto había aparecido ya en
ética» y la «actitud política», estudiada en el orden fáctico y aquéllas.
en el de los principios, merecería una monogra{ía aparte. Antes de- proseguir nuestra investigación iniciando el estudio,
Los priniipios a que nos hemos referido son principios a los por. separado, de cada uno de los mencionados principios o
que nos remontamos o, mejor dicho, a los que habremos de arkl¿ai de la Etica. debemos explicar, por vía de justificación,
remontarnos en el curso de la investigación. Pero hay un cuarto 'por qué renunciamos a tratar a fondo, por ahora,
Ia cuestión
principio, el p'r[¡1r¡r'io prefilo'sólico', en el que nos encontramos del método. Pues ¿no parece obligado Lmpezar con ella toda
Td, .desde el que realmente partimos. En efecto, el hombre, investigación? En efecto, si abrimos' cualquier libro usual de
antes de ponerse a hacer filosofía, tiene una concepción prefi- Etica, en seguida nos encontramos con las consabidas especula-
losófica de la realidad. Y antes de abrazar un sistema ético posee ciones metodológicas, a saber: si la Etica es ciencia especula-
unas convicciones morales, una actitud ética ante la vida. Debe, tiva o práctica (a lo que, como para no equivocarr", ,L suele
pues, distinguirse entre una ethica do'ce'ns o filosofía moral ela- contestar que es «especulativamente práctica»); si su método
borada y una ethica utens o «moral vivida» 3. Esta ethíco utenÍ de proceder ha de ser el análisis o la síntesis (a lo que por Ia
4 Platons Lehre uon der vahrhéit mit einem Bríel über den Humanís-
3 Zaragüeta, Filosolía y uída, t. III, prigs. 411-12. rnus, pág. 106.
IE os TI os
misma razó¡r attte¡ir.¡r Se ha llega,lu a cotttcst¿r, lluI i,t.¡L1i'lr'
que parezca, que la «sínlisis» y la «anátesis»); si la inducción
á h i"du"riO" (a lo que, natuialmente, se respon«le que el mé-
todo incluctivo-deductivo), etc. De esta suelte ha llegado a cons-
tituirse una metotlología separada que no es, en realidad, sino
una nachhinhen.de Lágik5, una especulación gue, caminando
renqueante detrás de Iá ciencia conireta y reai, pretende llacer
CAI'ITULO II
.r.", que va delante, simplemente porque ha converticlo er-r abs'
tracción el proceso metódico real.
Evidentemente, a la base de tales construcciones hay ¡¡¡ f,r)Il- Et PRINCIPIO ETIMOLOGICO 1
sófico de Ia investigación etimológica. Lu nos de- escribió Rilke. Y (Juevedo supo sacar e-*pléndido partido de
"ii-olugí"
vuelve la fuerza elemental, gastada con el largo uso, de las las «frases hechas». Se dirá que esto es literatura o poesía,
palabras originarias, a las que es menester regresar Parl r-e:tl- pero no filología. Sin embargo, Xavier Ztbiri está haciendo
ir".u. ,u r"niido auténtico, La arkhé, que es, como diría Zubiri, la suya, v cada vez más, apoyándola en locuciones del habla
no lo arcaico por el mero hecho de serlo, sino por lo que tiene cle castellana, cuyo sentido más hondo acierta a desentrañar: «ha-
árquico. ,
cer un poder», «no somos nada», «cada cual es cacia cuab)" etc.
La etimología nos da, pues, y por de pronto, la autenticidad Una filosofía plenamente lilológica tiene que cuidar no sólo de
de la palabra originaria; pero también, a través de ella, la autén- la palabra lejana, sino también de la cercarra; no sólo de la len-
tica realidad (lo cual no quiere decir, naturalmente, que nos gua muerta, sino también del habla viva. La una y la otra lo son
dé toda Ia realidad). Reparemos un momento en la etimología de la realidad.
de la palabra «etimología»: étuFog signif ica, como éteriC de Una investigación etirnológica sobre la ética parece desde
donde deriva, lo verdaclero, lo real, ,«lo que es en realidad»
a.
el principio mismo que, en cierto r¡oclo, Jruede ser más prove-
Pero como si {uese todavía poco descubrirnos la realidacl, la chosa aún que la llevada a cabo sobre la metafísica, por ejemplo.
etimología hace aún más. Según ha hecho ver Zubiri, con la La razón es que en nuestro caso disponcmos de dos vías de
conexión semántica se manifiesta la pertenencia a un mismo acceso al origen: la griega y la latina. Se ha hecho notar
ámbito de ser, y de este modo es puesto en nuestras manos un muchas veces, sobre todo por Heidegger, ), sin duda con razón,
valioso hilo conductor de Ia investigación y el razonamiento que las traducciones latinas de las palabras griegas filosófica-
(cfr., por ejemplo, la conexión entre r10oc / é00c, sobre la que mente más importantes, han oscurecido su genuino sentido. Los
habremos de hablar). romanos, privados probablemente de aptitud filosófica, y en
Es verdad que la orientación filológica de la filosofía encie- cualquier caso, vueltos a la cultura griega cuando Ia hora de la
rra, como todo, sus peligros. Hace algunos meses un distinguido filosofía creadora había pasado ya, mal podían aprehender a
profesor de Hispanoamérica, gxcesivamente precavido, tal vez, través de una transmisión escolar-estoicos, epicúreos, acadé-
contra ellos, me escribía esto: «. . . la nueva edición cle las micos, peripatéticos, neoplatónicos-, Qü€, para usar la expre-
Obras corapletas d,e Scheler viene apareciendo en medio de la sión de Heidegger, hubiera sido menester «destruir», lo que de
casi total indiferencia de los círculos filosó{icos alemanes. Créa- verdad pensaron los grandes filósofos griegos. Pero las cosas pre-
me que considero esto tremendamente injusto e hijo de un sentan un cariz algo distinto por |o que se refiere a la ética.
desvío de la filosofía hacia la filología, de que se abusa hoy En primer lugar, e-l hombre puede disperrsarse de hacer meta-
mucho en los círculos heideggerianos. Por ese camino pienso {ísica; pero quiera o no, y por muy <<inmoral» que llegue a
que la filosofía podría llegar a un nuevo alejandrinismo, así sea ser su comportamiento, es siempre, es corrstitutivamente moral.
de tipo rnás per{ecto.» Personalmente me inclino a pensar que el Por otra parte, tanto el pueblo romano conlo la época en que
riesgo estaría más bien en la atención exclusiva al habla lejana este vivió, estuvieron vertidos a la filosolía prácticá, a Ia {ilo-
(raíces griegas, germanas y sánscritas), con olvido o preterición sofía como modo de vida; es decir, a Ia ética. El pensamiento
d,el étymo'n actual, dei habla viva. La etimología nos devuelve postaristotélico, y concretamente ei pensamiento romano desde
las palabras a su plenitud original, y patentiza, en el canto el punto de vista ético, son importantes. En tercer lugar, el hom-
rodado, gastado, de hoy, la figura aristada, enérgica, expresiva bre romano, en la mejor hora dc su historia, se distinguió por
que poseyó. Pero lo malo de los cantos rodados no es que lo su firme carácter moral. Y,en la lengua ha quedado constancia de
sean, sino que no separlos que 1o son. Cuando acertamos a verlos ello.
tal y como a través de un largo proceso han llegado a ser, La disciplina filosólica de que tratamos se conoce con dos
humildes y batidos, cansados y limpios, ¿cómo rechazarlos? nombres: Etica y Moral (filosofía moral), ¡rrocedentes del grie-
go uno, del latín el otro. Analicemos la etimología griega, en
Díe armen Worten, die im Alltag darberu primer lugar, y la etimología latina, después.
die unsch.einbaren Worten, líeb ícÍt so, La palabra ética (r¡Otxr¡ éntotr¡¡rr¡: ta i0rxci) procede del vo-
cablo !0oc que posee dos sentidos fundamentales. Según el
a Cfr. Zubiri, Naturaleza, Hístoria, Dios, nota de las págs. 29-30- primero y más antiguo, significaba <<residencia», «rr¡orada», «lu-
IE ti7'l(: Al
gar donde se habita>¡. Se usaba, primeramente, sobre todo en rimodo o {orma de vid¿r>, en el sentido h,rnrlo ile la palabra,
poesía, con .referencia a los animales, para aludir a los lugares a diferencia de la simple «manera>> B.
donde se crían y encuentran, a los de sus pastos y guaridas. Retengamos esta palabra, «carácter¡r. Carírcter, pelo no en
Después, se ap[óó a los pueblos y a los hombres ., .l sentido el sentido biológico de «ternpcramento¡r drrdo con las estructuras
de su país. Esta acepoión de Ia palabra ft0oc se ha visto filosó- psicológicas, sino en el de modo de scr o lorm¿r dc vicla que
ficamente prestigiada en nuestro tiempo porque Heidegger ha se va adquiriendo, a1:ropiando, incorporirndo'a lo largo de la
apoyado en ella su corrcepción de la ética, expuesta en la Carta existencia. ¿Cómo acontece csta aplopiaci«in? I-s la etimología
sob,re el ltumanismo. Heidegger hace notar en este texto 5, estu- quien nos io dice, según hace notar Aristóli:lcs: I D'!i\,.xi., ¿Z
diado más adelante, que la Etica (que para él es Io mismo quel é0ouc tepr.liveta¡ 60ev zo.t -coúvo¡ra éa^y"r,r-e lttx,to» rct¡texxl.i.voy u.r,)
Ontología), es el pensar que afirma la morada del hombre toú á0oL¡c e. La etirnología nos guía: Ailrc.s tlcliva de étlrc,s, lo cual
en el ser, la verdad del ser como elemento originario del hom- quiere decir que el carácter se logra mcdiante el hábito, tlue el
bre. Helene Weiss, discípula de Heidegger, ha partido también éthos no es, como el púthos, dado por natrrr¿rleza, sino adrluirido
de este primer sentido'de la palabra éthos para interpretar en un por hábito (virtud o vicio). Pero no pol es{r licne nrcr}os rcalitlad,
bello libro 6 la ética aristotélica desde categorías heideggeria- y de ahí ia enérgica y usual exp,resión rr-st-'g¡¡¡¡l¿ n¿ltur¿rlcza».
nas. Según ella, esta significación fundamental nos abre la inte-. é0oq equivale así, en vocabulario no tócnicamente filcisírf ico, al
lección del concepto de éthos vigente en la época aristotélica, vocablo técnico é[tc. Acabarnos de decir qrrc cl Ailto.s sc aclquierc
que en seguida estudiaremos. Pero ahora va no se trataría del rnediante hábito, pero a su vcz los hábitr)s rr¿r.ccn ¡ror repetición
lugar exterior o país en que se vive, sino .del «lugar» que el de actos iguales, ix ti»v rj1t,rItov évep'¡erñ,'r ar éZe,.c, livov'co.L 10.
hombre porta en sí mismo, de su actírud interior, de su refe- Más recíprocamente, los hírl¡itos constitu,r,en el principio intrín-
rencia a sí mismo v al mundo (héxis, habitudo de los escolás- seco de los actos 11. Parece haber, pues, ur círcu1o étlt,o.s-hábitos-
ticos). EL éthos es el suelo firme, el fundamento de la ptrá"xís, actos. Así se comprende cómo es preciso resuniir l¿rs rios varian-
la raíz de la que brotan todos los actos humanos. tes de la acepción usual de 6tlt,os, ia que vc en éste el <,principio»
La interpretación del éthos como el d,esde del hombre es, de los actos, y ia que lo concibe como su ,,resultaclo». Eth.os es
según veremos en seguida, parcial, pero no arbitraria. [Iuy carácter, y.q?av.tiip, acuñado, impreso en el alm¿r por hábito. Pero
rastros de ella en Aristóteles, y Zen6n el estoico sostuvo, según de otra parte, el éthos es también, a tlai,és dcl habito, {ucnte,
el testimonio de Estobeo 7, eu€ el éthos es la fuente de la vida, rr¡1r1 de los actos. Esta tensión, sin contr;rdicción entre cl étlto,s
de la que manan los actos singulares: {0oe eoti n¡p¡ piou ilg'
como kharalct:ér y el étho's como peg,é, dcl'iniría cl árnbito con-
ljc ar xata ¡répoc npd(etc péovot. la idea central de la ética.
ceptual de L,n cl'ecto, de cuanto
Sin embargo, es la acepción más usual del vocablo áthos la Ilevamos dicho en este parágrafo parcce resultar tluc los trcs
que, según toda la tradición filosófica a partir de Aristóteles, conceptos éticos fundamentales son el clc 0t,lt.o,s, cl rle tit'ltos ct héxis
atañe directamente a la Etica. Según ella, signi{ica umodo de y el de enérgeia. Según la etimología, el f'unci¿rnrcntal, acluél del
s€r» o «carácter¡r. Xavier Zubiri ha precisado esta significación que deriva el nomhre ntismo de <<étir:a,," di:br: scr el 1¡irirnero.
con las siguientes palabras: «El vocablo éthos tiene un sentido Y, sin embargo, la ética clásica y moclelnrr se lla ocupario cous-
infinitamente más amplio que eI que damos hoy a la palabra tantemente de los actos moraics y rlc los háhitos (virtLrcles y
«ética». Lo ético comprende, ante todo, las disposiciones del vicios), pero ha prelerido e\ éthos. ¿Por rlrli:? ll'al vcz la erinrci-
hombre en la vida, su carácter, sus costumbres, y, natural- Iogía latina ayude a ex¡rlical este extr¿rño I'cnónrcno. Pclo ¿rntcs
mente, también lo moral. En realidad se podría traducir por de pasar a ella debemos esclarecer las nrrci¿'1,; dinrcnsiortcs ótir:¡s
í Platons Lehre uon der Vahrheit mít einem Briel über den Huma- que aporta la palabra héxis.
y ss.
nísm"us, págs. 104 La ¡ralabra héxis no es, ni rnuclro mcrios, sinónirrra dc ét.hos.
6 Kausaliüit und ZuÍall in der Philosophie d,es Aristoteles, págs. 101 y
siguientes. Al parentesco entre el sentido primario y el sentido usual de
é¿ños corresponde el que se da en alemán enúe wohnen y ge-wiihnen. 8 Ob. cit., pá,g.259.
(Cfr. Jan van der Meulen, Aristoteles. Die Mitte in seinem Denken, pá- s Eth. Nic., II, I, 1103 a, I7-8.
gina 238.) 10 lbidem, 1103 b, 21-2.
1 Eclogarum ph.ysícarutn et ethicarum Libri II,lf, 7. 11 Santo Tomás, S. Th.,I, II, q. 49 y q.5l a, 2.
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tEs TICOS
raimente, el hecho de que sólo exista una palabra no significa
En primer lugar, porque antes de su sentido ético posee otro
que desde el principio se perdiesen sus distintas acepciones, cla-
natural 12, según el cual signlfica «modo de ser» y, refiriéndose
ramente perceptibles en el latín clásico. Flemos visto ya que la
al cuerpo, «constitución». Modo de ser que uno posee (héxis
obra moral del hombre parece consistir, al hilo de la etimología
significa también posesión). Lo que nosotros hemos llamado
««talante», es decir, el modo de vivir anímicamente el «atempe-
griega, en la adquisición de un modo de ser. Pero este modo
de ser se logra y afirma gradualmente, por lo cual se dan clife-
ramiento» (tem.peramentum:,) sensitivo a la realidad, es también,
y aún primariamente, héxis, a di{erencia de lo que hemos lla- rentes niveles de apropiación, por así decirlo. El más bajo
sería el del pathos, el de los sentimienl'os, que son ciertamente
mado ((actitud» 13, y que se corr€spondería más bien con la
míos, pero tal vez pasajeros /: de cualquier modo, escasamente
diáthesis 14. El oroioc Í00' éxaotoq, eorr 15 es Ia definición misma
dependientes de mi voluntad. Las cost'umbres significan ya un
de la héxis, tomada en este primer sentido premoral t héxis grado mucho más alto cle la posesión. Por encima de ellas, el
como <<naturaleza», héxis como talante. No somos irrevocable' .carácter constituye una impresión de rasgos en la persona mis-
mente nuestro talante, porque podemos modificarlo-aun cuan-
do no c{e manera fácil-, y podem.os, sobre todo, encauzarlo; ma: el cflrácter es la personalidad que hemos conquistado a tra-
vés de la vida, lo que hemos hecho de nosotros mismos, vi-
pero somos, sí, según la bella expresión de Aristóteles, y en cierto
viendo. Pues bien, sin necesidad de recurrir a índices ni es.
modo, sus cómplices, tóv é[eo:v oovatrtot ÍcDq a'Jtot so¡r-ev 16.
peciales estudios de vocabulario, la simple lectura de un par
Sobre este primer sentido se levanta el sentido moral de la
de textos-entre muchísimos que podrían citarse-nos muestra
palabra: héxis oue adquirimos, hábito que llegamos a poseer, en seguida este escalonamiento de sentidos. Mores, con el signi-
modo de comportarnos y, sobre todo, Ia nueva dimensión de
ficado de «sentimientos», aparece en este pasaje de De legibus,
habitud, totalmente ausente de éthos. (El verbo éXr, del que
de Cicerón: «Natura... speciem ita formavit oris, ut in ea pe-
deriva é[tc construido con adverbio, significa, como se sabe, nitus reconditos mores ei{ingeret», y también, muy pocas líneas
.<se habele-bene, male, etc.-ad».) Esta dimensión, sumamente
.después, «vultus... indicat mores, 1?. La significación de mos
importante, es claramente visible, como mostraremos más ade-
o mores como «costumbre» o ((costumbres» no necesita ser do-
Iante, en el vocablo latjno habítus en el sentido de lmbitu,do,
cumentada porque es la rnás {recuente y la que acabó por pre-
sobre todo a través de los escolásticos. Pero, se encuentra ya
valecer. Mo,re's, con el sentido de <«carácter», ocurre reiteradas
inequívocamente en héxís.
veces en un escrito tan breve como el De amicitia, del mismo
Lo comunicación entre el sentido natural y el sentido moral
de la palabra héxís (la héxis moral es un modo de ser adqui- Cicerón: <rQuid dicam de moribus facillimis?» 18 («¿Qué diré
cle la dulzura de su carácter?») <,Mutari etiam mores hominum
rido) anticipa el carácter real de la moralidad (eI éthos v la
saepe dicebat» 1e («Decía que frecuentemente cambian los ca-
héxis, repitámoslo, como modo de ser y no, por ejemplo, como
meros ..deberes») sobre el cual, corno en realidad sobre todo lo racteres»): <«periclitatis moribus amicorum» 20 (<<tras haber pro-
descubierto etimológicamente en este capítulo, habremos de vol- bado el carácter de los amigos»); <<suavitas... sermonum atque
morum» 21.
ver una y otra vez a lo largo del libro.
En latín no hay una p'alabra ,para traducir ét'lrcs y otra para Mas, en su sentido p,lenior, signi{ica, pues, como éth,os, modo
traducir [tho,s, sino que ambas se expresan con la misma, mos. de ser o carácter. Pero el carácter se adquiere por hábito, se ad-
Esta indiferenciación verbal ha tenido, a mi parecer, gran in- quiere uiuiendo. Recuérdense los versos de Goethe:
fluencia en una concepción ulterior de la ética, la concepción
que ha prevalecido a lo largo de toda su historia. Pero, natu- 1? I, 26 y 27.
1B III. II.
12 Tampoco las palabras areté y uirtus tenían originariamente un 1e x, 33.
scntido moral. 20 XVII, 63.
13 Cfr. el libro Catolicismo y protestuntismo como lormas de exis- 2L XVIII, 66. Evidentemente, en las traducciones c{ue se dan no se
tencia, Introducción. fuerzan en absoluto los textos con el {in de probar una tesis. Tales ver-
14 En el F'ilebo platónico se encuentra Ia expresión á[iv t[,ur¡c xai siones están tomadas, respectivamente, de Alvaro d'Ors en su edición de
.bLci0¿otv ( 11 d). De Legibus (InstituLo de Estudios Políticos) y de L. Laurand en la de
15 Eth. llic., III, 5, 1114 b, 1. De amícitia (Colección Burlé).
16 Ob. cit., lll1. b,22.
tE s TI ('
Es biltlet ein I'cLcnt siclt in tler !tt,LLe. su sentido ¡tLenior para signilrcar en la lrlt-,soli¿r escol¿rstica /ra-
Sich ein Charakter ín dem Strom der Welt. bitus, que es más que consuetudo o étlrcs, pero menos que étlws,
aunque, por otra parte, contenga una nlreva dimensión, la de
Mos significa, pues, también, costumbre. Y, en fin, puede habitudo, que traduce el griego h.éxis.
significar ocasionalmente «<sentimientos», porque éstos consti- La etimología de tnos es desconocida. EI padrc Santiago Ita'
tuyen una primera inclinatio' que, perteneciend,o' tal vez en los mirez se ha ocupado de ella 24 con una cierta amplitud más bien
comienzos al genus natulae, puede ser asumida libremente y 1.ra' insólita entre los escolásticos, y cita un ,iabroso texto de Crli-
sar así al geruts moris. llermo de Auvernia que, por arbitrario cluc sca etirnológicamente,
Ya hemos dicho, sin embargo, que la diferencia de sentido eu- muestra cómo a su autor le quedaba toJaví¿r senticlo para el
tre mos : éthos y mos : él,ho's estaba amenazada desde el p¡in- tnos como usegunda naturaleza» del hombre, cotno realidad
cipio por la identidad del vocablo. Et verdad que Santo Tc,más conquistada. Helo aquí:
continúa señalando agudamente la distinción 22, pero la verdad
es que ya desde el mismo Aristóteles, |a reflexión ética había «Determinavimus tibi quae rliIicreriti¿r sit inter habitrrs ct n)orcs,
comenzado a deslizarse desde el plano del ét:hos al de los étl¿e et dicemus quia mores sunt habitus cx qrril.rus sinc irracrnerlit¡ticl-
(héxeis), desde el plano del carácter moral al de su desgaja- ne es[ frecuentia operum, ut ait Avirtetrrra ; et exemplunr cle hoc
est. in hominibus, qui non solum sit.ttl, lrrac:rrlt;rIitetiol're scrl cti¿r¡n
miento en los distintos hábitos (virtudes y vicios). De tal ma' sine mediatatione et corclis a¡rpositirinc l)crcurrunt psalrlos vel
nera que el concepto plenari o de ethos está presente en Aris- alias narrationes, quibus assueti sunt. ,4y'¿rs igitur dicitur vcl ab eo
tóteles, pero sólo de una manera latente y pol eso únicamente quod rnor, hoc est sine nrora ex eo est ttperatio; vel verissinrilius
un aristótelista, Sir W. David Ross, ha acertado a traducir ét:hos a mord,, hoc est longitucline assucfacLionis. Unde vulgata aceptio-
..---a v€C€s hasta cuando el texto griego no emplea exactamente ne pro eodem accipiuntur r¡ros e[ constLelttdr¡: unde irlem est c]icere
secundum vulgatam intentionem; iu.xta cttnsuettLdinem. I-labitus
esta palabra-por stotus of characterzs. Y tal vez no sea una ergo non statim ut est habitus est nlcs, s'ctl Ilr':r rnoranl transiI in
simp[e casualidad el hecho de que Teo{rasto, a ouien ha sido nloren ita vere dici possit quia mos est h«l¡iltLs morostts.»
atribuido recientemente por Zúrcher la redacción del corpus
aristote,lícwn,haya escrito un libro titulado precisamente Los ca- Naturalmente, el padre Ramírez recha;ra tal etirnología ¡rala
racteres éticos. La Stoa antigua tendió a contener aquel desliza' :aceptar la de modus y moderatio clad¿l cont() posible (nutrca (iolno
miento lnediante tres conceptos: el del étho's como raíz o fuente' .cicrta) por la filología antigua. Esta últimrL etituología, soltt'e n<l
de los actos, al que ya nos hemos relerido antes; el de que el ser ya admitida por la investigación actual" tiene cl inconvcniente
fin de la vida consiste en «vivir consecuentemente» (ltomologo'u' de que está {oljada, no desde la filologíir, sino d.esd,c' u,ntt irt'
ménos), es decir, en inalterable, en constante conformidad con- terpretacíón ya ética, y por cicrto rnuy alcjada dc la ¡rrinritiva
sigo mismo; y el dela unídad fundamental de la virtud. El estoi- moral griega, la moral homérica, por ejenrplo: la de r¡uc la nto'
ciimo antiguo funda su ética en el carácter, si bien tiene de ralidad consiste en la moderación de las ¡ritsiottcs por la l'¿tzón.
éste un conóepto puramente «racionalista»; el carácter colno af ir- Mo's sería el moclo de ser positiuanrcnt,t: rnoral, Ilero ¿no se
mación de la razón frente a los a{ectos, «<perturbaciones,) o Jra' toma así la parte buena por el todo, con]o 1,or Io clcnr¿is lra tcr-
siones. Pero el deslizamiento se acentúa después, dentro del minado ocurriendo tantas veces (ejemplot,: <rlortr¡nll>>, <<\,alctu-
área del latín, al prevalecer el sentido cle mos conlo hábi¡o. do»)? Pues la verdad es que tan car¿icter e,i cl malo corno el buc-
El mismo plural *,áres, tracluciendo anormalrnente un singtilar, no, cie la misma [raner& que Lan fortttnrr r:s la lnala cotu,; la
y no sólo gramatical sino, sobre todo, real, el si¡gular étlns, briena. El étthos se {olja no sirlo n-rcciiunic las ¿iccrionr:s ajusta-
ayudaba a la pérdida del concepto fundarnental de ia Etica, el das a la recta razón, sino tanibiéu, conro rtlicc Arj.lóteles, (j(rI]
que le había dado su nombre mismo. fu|os termina por percier las cumplidas xat« rov rf eúDov )...jirrv y l' inrismo hs ro.?ct r0,
ripOov ).o1ov.
22 S. Th.,I-II, 58, l. Ta¡nbién In Eth.. l'{ic., L. II, 1, nírm. 2'Ii
23 AsÍ en Eth. Nic.,II,6 y antes en II, 5, etc. En Platón se encuentra Al terminar de leer el par cle pírginirs,lrrc cl ¡retirc li¿rnrírt:z
la expresión np{ov xar ¡re1atrrí0u¡rov {0oq (Rep:, II, 3i5-c), que se tradu- ha dedicado a esta cuestión complendr:nios (lr¡c, erl el {tincl«r,
ce ordinariameilde por «carácter dulce y magnánimo». El mismo Ross, que' no le interesaba la «definitio etymologica ) y que sókr ha ¿rcce-
ha escrito también obras originales de ética, subraya, como a su ticm-
po vercmos, la importancia del concepto de carácte¡ moral. 24 De honúnís beatitudine, págs. 37-9.
/E ETICO,S AI
cliclo a ella por cumplir un requisito, la explicación del quid n.o- sino también por Hugo Grocio, Spinoza, Leibniz, Pufend<lrf,'fho-
minís. Por eso, casi no nos sorprende su pre'cipitada afirma- masius, etc., penetraion a través del latín. ¿Continuamos hoy
ción de que é[tq tiene la misma raí2, ole0, que iOoq é00s25. en la misma iituación? Evidentemente, no. Toda filosoiía que
Su métoclo de filoso{ar no tiene nada que ver con la lilología. aspile hoy a ser creadora-aunque lo sea, como la Escolástica,
Agreguemos ahora, a manera de inciso y crítica generaiiza- dentro de una tradición-tiene que volverse al lenguaje de la
dora, que uno de los problemas que tiene planteados Ia Escolás- realidad (.run manteniendo para sus conveniencias y como medio
tica de nuestro tiempo es justamente éste, el de su relación con auxiliar y meramente transmisor el latín). Creo que los esco'
la filología. La paradoja de que una {ilosofía que se titula aristo- iásticos más atentcs a la realidad vienen ya comprendiéndolo asi.
tólico-tomista esté contribuyendo tan escasamente al mejor cono-
cimiento de Aristóteles, se com.prende si reparamos en que hoy
una filoso{ía que tiene por modo de expresión y de pensamiento
el latín, di{ícilmente puede cumplir con ninguno de los requisi-
tos de una {ilosofía plenamente filológica: extrañarse de la len-
gua de ayer y entrañarse en el habla de hoy. Al pensar en latín
deja de mantenerse a la vista la distancia que nos separa del 2
.'
mundo antiguo y así perdemos la capacidad de sentir aquel asom-
bro del c1ue, según Aristóteles, surge la filosofía: asombro ante
las palabras que, por más que hayan dado origen a las nuestras,
no son Ias nuestras, son extrañas, pero están en el «origen» del
pensar. Y, por otra parte, se renuncia a enraizar el pensamiento
en el habla viva. Es verdad que, a cambio de eso, se gana una
precísión recibida y de validez universal.
Mas ¿acaso esta precisión no se salvaría igualmente, apelando
siempre que se crey€se conveniente a la expresión latina acuñada,
pero inserta en un texto y, lo que es más importante, en un pen-
samiento abierto a la palabra viva? El problema de la Escolás-
tica-de la Escolástica que, contra lo que creen algunos, está
m.uy lejos de haber perdido virtualidad-, está, pues, en su modo
de expresión, que es, a la par, su modo de pensamiento. La Es-
colástica medieval {ue creadora, primero, porque fue sintética,
y después, porque continuó exprimiendo el jugo filosófico de una
lengua que los romanos beneficiaron muy escasamente. La «se-
gunda Escolástica» prosiguió siendo creadora porque el latín
coñtinuaba siendo la lengua de cultura, permeable a las solici-
taciones de la realidad. Impulsos éticos tan importantes conlo
los dados, no sólo por los escolásticos de la Contrarreforma,
25 Véase eI artículo del paclre Ramírez (res¡:uesta al mío antes ci-
tado, del c{ue se extraen las presentes páginas), uFiloso{ía y Filología»
(Arbor, núm. 119, noviembre, 1955), en el que, aparte de hacer constar
que el e¡'ror etimológico señalado por mí se debe, en realidad, a una
errata, se esfuerza por probar, con buena copia t{e erudición tomista, el
anacronisnro de que Santo Tomás fue filólogo. Ciertamente el Aquinate
claba mucha importancia a las etimologías; pero carecía de los nccc-
sarios instrumentos de trabajo y, sobre todo, la filología propiamente di-
cha, la filología científica, estaba todavía muy lejos de ser inventarla.
t.. \/ ;l I
rnoral. La moralidad pertenece p,rirno et per se a la p,ólis; las para conseguir que el hombre ordinario" incapaz de dialéctica,
virtudes del individuo reproducen, a su escala, las de la ¡toliteia se comporte bien, casi se requiere, como cn ra
con su reducción conforme a un rigu¡6s6 *paralelisnro. Es ver- de Magne-
"irdud." ..q,rf"..
sia, inculcarle la virtud por encantación; es decir,
dad clue la concepción platónica no expresa directa, espontánea- ollerar sobre sus estados de ánimo y sus.itar, a falia de cánvic-
mente el viejo equilibrio comunitario, sino que representa, con ción, el entusiasmo de la virtud. con el r.orrer de los años, pla-
su intento de plena eticización del Estado, urla reacción extrema- tón fue desliz¿indose a posiciones más y nrás tr.ansp.rronáli.trc
da arrte la amenaza del fracaso del nómos de la p'ólis (muerte de (por emplear un vocablo moderno) haito llegar a la tremenda
Sírcrates, aparición del individualismo, interprefación del nómos ironía, subrayada por Gould, de que el mismo homb¡e que de-
como convención, desintegración social). Platón piensa, con ra- nunció con palabras inolvidables la condena a muerte te só-
zón, clue ]ra habido un individualismo reprobable, el de los so- crates, hace que en Las Leyes el consejo Nocturno condene a
fistas, y un individualismo bienintencionado y en cierto modo muerte al horyb¡e c1ue, sintiéndose fuera ie la rradición de la pó-
plausible, el de Sócrates. Pero él reacciona contra ambos, contra lis, rehuse.guardar para sí solo sus puntos de vista b. La políiica
el individualismo en general2, porque a su juicio es el indivi- termina así devo¡ando a la ética6.
dualismo-del que la sofística no representa sino una expresiíln- Es Aristóteles quien va a tem])lar el autoritario rigorismo pla-
el cJue lra conducido a lo que Jaeger llama una red,uctio ad, absrtr- tónico. Mas también para é1, ctmo nos clice explícitamente al
dum del Estado entero. He aquí por qué la ética de Platón es, 'comienzo de la Etica nicomaquea y de la Iitica euclemia, la Moral
ligurosamente, éúica social, ética política.Esla po'lís, y no e1 indi- ,oj"]r.O".te de la ciencia r"opt<r:tcitr¡ y ¡rci).r:ta cioXrtext,vtxl de la
viduo, el sujeto de la rrloral. El bien del individuo, en la medi- <<Política.», porque Ia vida individual sblo
d¿r en que importa 3, está incluido en el de la polís, y ambos l,uede'óumplirse áentro
dela pólis y.determinada por ella, de tal m,rdo que, como veremos
en el de la pútysís o cosm,os) presidido por la Idea del Agnthón. en seguida,
Precisamente por eso, la virtucl suprema es la virtud de la dlÉ¿ _hly también aquí una correspt)ndencia entre las for.-
mas éticas del bíos individual y las formas políticas de las polí-
o articulación, la diltaio'synea. Pero dikaio'synet y nómos no teiai. La Política prescribe como vo¡r.0eroóo¡ lo que se iebe
tienen simplemente un origen «<naturaLr, sino que por ser natural h¿cer y evitar y abraza los fines de las otras cienóiu. ...
es también divino. Véase, por ejemplo, el mito contado en el
e.l sylo y iro.
Protágo.ras sobre la téXvr¡ tó).rttxrl como don de los dioses. El .e.l riv0po:rtvov ri1aOrjv. el bien polírico es el rnás alto
de los bienes uhumanos», pues ur.rqr" tn rearidad sean uno
Platón viejo, el Platón «le Ias Leyes. es un hombre pesimista inismo el bien del individuo-y el bien cle la ciutlad, parece mejor
y, al revés que Sócrates, no confía en que los hombres puedan ( xct).).t ov) y más perfecto (Oetotepov
alcanzar la virtud como resultado del esfuerzo personal, sino )- más divino-pr.ocurar
y salvaguardar el de ésta q'e el de aquél ?. y santo Tomás,
que, según piensa, es necesaria la producción de un sistema lcgal
comentando este texto B, dice que en Aristótele s «oste'ntl,ít
y la instauración de un gobierno oligárquico que logre el estable- "t
cimiento de una sociedad directamente enderezada a la realiza- ?"o'q .politica _sit_principalissimá». En fin, para Aristóteles la
justicia depende de la Ley, de tal modo qr", árurdo ésta ha sido
ción de Jos fines morales. Solamente unos pocos hombres-los rectamente dictada, la just'ícía legal no e, ,.,no parte de la virtud,
mejores, los gobernantes-son capaces de practicar la virtud por
¿¿za virtud, sino l¿ virtud entera.
sí rnismos. Los demás tienen que ser conducidos a ella, no por Por ser éste un libro de ética general y no cle ética social no
la dialéctica, sino por Ia persuasión, por la retórica. Platón, como
habremos de tratar en él la doctriia del ,,l,i.n común» que,
casi todos los pensadores que piensan por reacci6n, rechaza derna- evi-
dentemente, tiene su- origen en estos textos aristotélicor^y orro,
siadcl tajantemettte una tesis y, en cambio, se deja contagiar por
rlfin9s. En general, las éxposiciones escol¿rsticas de la dtctrina
otras, en este caso por la tesis vitanda de la retórica. En efecto,
dei bien común adolecen de dos defectos {unclamentales. En
fri-
2 vtiase sol¡re esto el excclente libro de John Gould, The deuelopment 5
ol l'latds Ethics, Cambridge, i955. XII, 952 c, S, y ss.; Gould, ob. cít.. pág. 109.
L.eyes,
3 «A la ley no le interesa nada que haya en la ciudad una clase cle 6 véanse las ¡:ági,as dedicarlas a pl¿rón io^.rliru de'K. R. Popper,
particular felicidad, sino que se esfuerza para que ello le suceda a la extremada y unilateral, ¡rcro importante, La"nsociedart oiirrto y sus ene.
vtigos.
cir¡dad entera» (Rep., VII, 519 c). 7 Eth. Níc., I, 1094 b, 6.10.
4 Cfr. la función política del «tejedor realr, en El político. 8 ln Eth., I, II,2,núrm. 30.
{'
/L) 't' TI I) o.\ t)TICO.s
mer lugar se estudia eL bonunt, comm.une tomista sin tomarse cxteliorese. ]Jecíamos antes que, segrrn l'latón, existe rrn rigu-
la molestia de esclarecer sus supuestos aristotélicos, muchos de roso paralelismo entre las partes del Estarlo y las dcl alma, con
ellos ni siquiera claros para el propio Santo Tomás, por falta de sus respectivas virtudes. Aristóteles alirnrtr, ¿l su rnar)er¿1, un p¿l-
ser¡tido histórico. Los textos aristotélicos encielran graves pro- ralelismo semejante al distinguir en el alnra v en el Estado Jos
blemas. Por ejemplo, ¿cuál es el alcance de las expresiones <rbien partes, la que tiene por sí la razón y l,r que, no teniénd,.rla,
humano» y «vOpóntva pr.).ocogi.«, empleada esta última al final €s capaz de obedecer a la raz(>n. La crílir'¿r dc krs Iistados guc-
de la Etica nicomaquea, con referencia a la política? ¿Se refiere
rreros, como el de Lacedemonia, es heclra plecisamente <lesrie
este punto de vista. El fin de la paid,eia es educar a los ciudada-
a lo divino en el hombre 1voúc) y a la vida conforme a él (vida
nos, no primordialmente para el negoti.rtn (ac7o).ia), sino para
teorética, inmortalización) o solamente al av0pcí:ttvoc pioqr No
se puede responder negativamente demasiado de prisa porrlue su fin, que es el ocio (o7oLr¡), no ¡rarn ir gucrra, sino para srr
hemos visto que Aristóteles llama divino e incluso «más divi-
fin, que es la pazi y el adiestr'¿rn'ricntr¡ en cl traha.i,l y la qrrer'r'il
debe ser hecho supeditándolo a la consecrrción y ascguranriento
no» al bien de la pólis. En segundo lugar, la doctrina del L¡ien
común suele estudiarse en ahstracto, sin atención al kairós. a del fin, común en cierto modo al Estad,r y al honrbre 10: Ia
posibilitación de Ia forma suprema de Ia vi,la, cl bíos tlteoratil,:ó.s.
Ia oportunidad del tiempo histórico. En las épocas de integra.ción
----o de esperanza en la reintegración, como la de Aristóteles-del Cuando se traduce pólis por Estado v 4 ;r,,it-rtx\ o r,) ¡r,o).t'itx.á
individuo en el Estado-así, por ejemplo, en la plenitud medicval por la Política, se interpreta en scnticl,r político una rcali-
del siglo de Santo Tomás-se establece la supremacía relativa dacl helénica que se movía en la fronter'¿r indecis¿ dc lo so-
I
del bien común. Cuando Aristóteles afirma la subordinación de cial y lo político 11. Iisto es cvidente. Asi, ¡ior ejcnr¡rkr, cu¿rn-
i
la Etica a la «Política», Io que probablemente quiere afirmar es
do Aristóteles dice del hombre que es un zoon ¡tol.itikón,
lo
I
!
I
perfecta y autosuficiente. La sociabilirlad es una cscncial habitud
público. Pero en las épocas, como la postaristotélica y la ac- humana, envuelta en la de{inición aristotélic¿r rlel hornbrc, 7-G¿ov
tual, de Estados enormes y omniootentes, el interés ático se des- ).d1ov éy ov, definición en Ia que ft5gos ,¡uiere dcr;ir siempre,
plaza hacia la persona y se centra en la defensa de la <<libertad antes que razón, lenqr¡aje.
interior» (epicureísmo y estoicismo) o en la afirmación del «per- Frente a los epicúreos y pese a su fucrte tendencia, comrin
sonalismo» frente al totalitarismo. Esta función esencial de Ia con ellos, de salvaguardar la libertad interior, los estoicos, fie-
dialéctica histórica, con su juego de corrección y compensacirin, les a la tradición platónica, se sitúan en el extremo opuesto a la
es la que no suele ser tenida bastante en cuenta por los tnante' posición individualista. Los e¡ricúreos afirnraban qrrc la sociedad
nedores de tesis abstractas, ajenas a la realidad de cada situa- ha sido creada 0éoer, por convenció¡r. Lo-. cstoicos a{irman que
ción político-social. La idea aristotélica del l;airós es capital para es una comunidad natural, y no la única. [,n primer lugar, el
entender rectamente aquellas actividades en las que la categoría hombre es miembro del universo: el co-.mr:s forma una gran
de tiempo juega un papel decisivo. La doctriua aristotólica--y unidad, un gran cuerpo, regido por cl princi¡rio rlc Ia sirnpatía
por tanto también, por lo mellos en su origen y aunque Santo universal y por un comtnttne üts arúntantiu.¡¡¿ 12. I)ent¡'o dc, est¿r
Tomás no lo supiese, la tomista-es una doctrina antitética más unidad se da una comunidad racional y jr;rídica 13 cle toclos los
que tética, como, por lo demás, también la doctrina o¡ruesta del
personaiismo. Quien, sin plantearse toda una serie de proble- e Pol.,III, l2B0 b, 33-5 y VII, 1323 b, 26-'1. t 1324 a, l.
mas previos, absolutiza una u otra, comete un error princi¡ral. 10 Pol., YlI, 1333 a, 16 hasta 1334 b.
En la doctrina aristotélica el {in de la ética y el de la polí- 1l Cfr. Marías en el prólogo a su trarlucci,in dc l¡ Po[,í tir.«, 1'tirgi-
nas XLVIII-XLIX y LIV. I)n contra, F. J. (]onrlr., lil lnntht'c, rnitrrul. ¡to.
tica son idénticos: la felicidad, el vivir bien (a diferencia del Lítico.
simple vivir), la vida perfecta y suficiente, para la que se requie- 12 I, 82, 2.
Sénaca, De Clcntcntio.,
ren, lo mismo en el caso del Estado que en el del individuo, no 13 El texto clásico, una vcz <lcsaparer:irlas las obras dr:l csl<lit:isr¡<r
sólo la virtud, sino también, en la medida precisa, los bienes antiguo y medio, es Cicelón, De LegibtLs, I, 1[] y s.
I t1, 't' I) o I (' o ..\ / 4T
seres racionales, dioses y hombres. Ei honrbre es el único ar)r- nidades inleriores le son insuficientes llara ejercitar plenamente
mal que participa de la razón. La comunión superior de los dio- la «obra del hombre» y por eso necesita de la societas perfecta.
ses y los hombres es, pues, de razón («prima homini cum deo La sociabilidad es una esencial habitud 17 humana envuelta en
rationis societas»), pu€s, como dice Cleantes en su himno a Zeus, la definición del hombre como rationalís. La ética individual y
«somos de tu linaje y parecidos a ti por la raz6n y por la len- la ética social se constituyen así como dos rlimensiones igualmente
gua)). Pero entre quienes es común la ratio debe serlo también necesarias. La Etica no se subsume ya en la Política) pero se sos-
esa rect& ratio que es la ley. Por tanto, también en cuanto a ley tiene decididamente el sentido ético de ésta, Io mismo frente al
somos socios de los dioses. Pero al haber communio' legis ha sacrificio del individuo que {rente a la inüribición polítipa cínica,
de haber también commu,nio iurís y communi,o' cíuit:atís. En efec- epicúrea o liberal, o que frente a toda suerie de maquiavelismos
to, muncluftt, esse qtnsi com.mLLn.em urb,etn et' cíu'ít'atem ho,mín.unt que pretenden hacer a la política indepencliente de la moral.
et deorumla. En esa comunidad suprcma se inscribe la del gé- Naturalmente no se trata en este estutlio del principio histó-
nero humano. Ei hombre, para los estoicos, antes que ciudada.no rico, de presentar, ni mucho menos, una historia de la Etica. Lo
de esta o la otra pólis es kosma,poliles, ciudadano del cosnlos, único que pretendemos es dejar planteada la tensión entre una
y ha sido creado para la sociedad como lo muestra la posición moral orientada fundamentalmente hacia el individuo, y otra
erguida que pel'mite presentar el rostro, éste como expresión que propone, ante todo, exigencias transpersonales. Hernos visto
de los sentimientos, la disposición de las demás partes del cLrer- que la primera manifestación de esta tensión se personifica en
po, en especial de las manos, aptas para l,a indicación y la coope- Sócrates y Platón. Vamos a ver ahora qrre, cuando a {ines del
ración, y la palabra. Y hay, en fin, Ia comunidad política estt'ic- siglo xvttl vuelve a plantearse radicalmente el problema de la
tamente dioha. O, como escribe Séneca, existen duas res publicas, Etica, se repite esa tensión, personi{icada en Kant y Hegel.
una, la de los dioses y los hombres, magnan et''D'ere p'ub'lícam, Es innegable una cierta analogía de situación histórica entre
y otra, la ciudad 15. Puesto que el individuo no es sino una parte la época de Kant y la éloca de Sócrates. T'anto la Sofística como
de ella, ude ello se sigue por naturaleza que antepongamos la uti- Ia Ilustración son expresiones de un individualismo racionalista
lidad común (comntunem utilitatem) a la nuestra. Porque lo reacio a Ia metafísica. La crisis del pensamiento tradicional se
mismo que las leyes anteponen la salvación de todos a la del par- rnanifiesta en el siglo v antes de J. C. Y arnba-" expresiones filo-
ticular, así el varón bueno y sabio y ciudadano que no ignora el só{icas transcurren en el seno de una sociedad en descomposi-
cleber civil, cuida más de la salvación de todos que de la de ción. Sócrates tenía, sin duda, supuestos comunes con los sotis-
alguno determinado o que de la suya» 16. tas; también Kant ha sido considerado, corr raz6n, como un pen-
Se ve, pues, que el pensamiento estoico se propone conjugar sador de la Ilustración, aunque, por otra parte, acabe con ella.
la a{irmación y aun sublimación de Ia libertad interior del «,sa- La ética kantiana es de un individualisnro radical, individua-
bio» con un comunitarismo de corte platónico. Una moral in- Iismo que procede inmediatamente de la Ilustración, pero que trae
dividual a la defensiva, del hombre que se replieg¿ sobre sí mis- su origen .de la adscripción de Kant a un luteranismo no por
mo, porque, como vel'emos cuando tratemos de la virtud de la secularizado menos real en el plano de los estilos del pensar. La
magnanimidad, ha peldido la confianza en el mundo, se inserta en rnoral de Ia buena voluntad pura no se ocupa de las realizaciones
el rnás amplio m¿rrco de una ética social de acento comunita' exteriores, objetivas (las únicas que importan a los demás). El
rist¿r. imperativo categórico imnone mi d.eber y la rnetafísica de las
Sin demasiado recursos {ilológicos-más bien con demasiado costumbres se ocupa del deber de la propia perfección, pues
¡rocos--la Escolástica ha seguido a su manet''a el pensamieltto nunca puede ser un deber para mí cuidar de la perfección de Ios
tie Aristóteles, en cuanto a las relaciones entre Ja «Etica>r v la 17 El concepto de habitud al que alguna alrrsión hicinros ya al ha-
<rPolítica», al entender esta segunda como «Etica especial social»
blar de la héxis y eue, como se sabe, es fundanrental en la filosofía de
o <<Etica política». Debe apuntarse en su haber la concepción Xavier ZuL,ri, será trataclo más adelante. Baste por ahora decir que
del lrombre como a,nimal sociale, en el sentido de que las contu- significa una relación o respecf¿s. Este respectu.s puede serlo a sí mis-
no (inesse), ad aliud y ad alium. Esta últinra habitud es la que nos
14 Cicerón, De Finibus, III, 64. importa en este momento: versión o disposición natural del hombre a
15 De Otio, ÍY. los otros hombres, motlo cle ser que incluye en sí, constitutivamente, la
16 [)e l"inibus, Ioc. cit. referencia a los otrus.
I t) L1 o ETICO.S' t: (' AI ,1:i
otros. Esto no obsta, ciertamente, a que en Kant puedan rastlcai' Hegel piensa, contra Kant, que el tlel¡er no ¡ruede estar en luclr¿r
se principios de una ética social que, en cierto modo, anticipan permanente con el ser, puesto que el bien sc realiz¿r en el mundo
ideas de Hegel. Así, por ejemplo, en La Religión dentro de' los y por eso Ia virtud-que no es sino realiz¿rción del deber, encar-
límites de la mera razón distingue entre una rechtlich-bürger- nación del deber en la realidad-tiene un papel inportante en su
liche y una ethi,sche b'ürge'rlíche Ge'sellschaft a la cual llega a lla- sistema. Paralelamente cree que el fiat justi,tia no exige cor.r-ro
mar efl¿isclter Staa, 18. Su principio unitario no es Ia ley, sino consecuencia el peredt mundus20; antes ¿rl contrario, porcJue lo
Ia virtud libre de toda coacción y su realización plena, la fun- Gute es, en la realidad, inseparable de 1o IJToltl (reintegración,
dación dc un <<reino cie Dios sobre la tierra». Pero, a'pesar de de acuerdo con el pensamiento tradicionrrl, clel <<bonum mor¿rlo,,
estas y otras indicaciones semejantes a óstas, es innegahle que en el <<bonum communiter sumpturnr,). \' cn fin, IIcgcl sosticne
el tono general de la ética kantiana es individualista. por casualidad su sistema es contcrn ¡oriinco del utilit¡-
-no
rismo inglés-qLre la autérrtica eticidrtl es .'fi.*, ]r por t¡nto,
[ichte, con su idea de ]a dialéctica del yo y del tú, paralcla
a Ia dialéctica del yo y el no-yo, v con su afirmación de una ética debe triunfar. (He aquí pol qué el hr:gelilrr,r Croce lrrr«lo inr:or-
social en la cual cada hombre se sabe co-responsable del destino porar con facilidacl a su sistenia impoltarrics clcnrr:ntos pragrna-
ético de los demás hombres, y Schelling con la idea romántica tistas.) ÉIoy los existcncialistas ¡.riensan rprc el (:ngagun.er¿t tot¿il
del ,«organismo» frente al atomismo social de la Ilustración, se' exige optar entre la 1:ureza de un dehcr ahslr¿rr:lo y la.s ((nr¿rnos
ñalan la reacción antikantiana que alcanzará su apogeo en Hegel. sucias>>. Hegel, co)no hemos visto, l'ro tcní¿r I¿r nlcnor illt:linaciólr
Hegel quiere representar, frente a Kant, una vuelta a la por el deber abstracto, pero su o¡rtinrisnro h;rcírr conciliables I¿r
y por otra parte, de acuerdo con los grandes
realidad concreta, justicia y la salvación del mundo.
neohumanistas alemanes contemporáneos y amigos suyos, pre{e' La eticidad se realiza a su vt)z en trcs nrr-imentos: [amilia, so-
ría la armonía griega a Ia represiva escisión kantiana. Según su ciedad (ciuil soci,ety de l,rs economistas inglr:ses) con su .S,¡,,slerl.
sistema, el espíritu subjetivo, una vez en libertad de su vincula- der Bedilrlnisse y Estado. Este, que es el r'¡ue nos im¡torta ar¡rrí.
ción a la vida natural, se realiza como espíritu objetivo en tres es concebido como el nrctnento suprerno rlr.r la clit:irlrirl, r:olno cl
momentos, que son el Derecho, la moralidad y la eticidad (Sil' más alto grado ético de la hurnanidad. El l,,st¿rdo rlrarccc así
tlichkeít) le. En el Derecho, fundado en la utilidad (la infiuen- como la vida moral en su concreción {iual. Con cst¿r cticizlci<in
cia inglesa es visible en Hegel bajo la forma de posiciones in' del Estado, Hegel empalma, pues, con Pllt«in, frentc a l(ant. I)c
sertas en su sistcma total, así como en Kant era visible bajo la ética individualista hemos pasado otr¿l vce a srr cxlr'cr)ro olrries-
la forma de críticas negativas que obligaban a buscar soluciones to, la ética socialista. ¿Cabe hablar, en llcgcl, rle rrLr¿r tliviniz¿l-
nuevas) la libertad se realiza hacia afuera. La moralidad agrega ción del Estado? Sí y no. Ei Estado es ur)¿l fornra tcrrcnil 1,sól,i
a la exterioridad de la Ley la interioriclad de la conciencia mo' terrena de vida, pero representa el paso tlc Dios ¡ror la tierra, 1,r
ttli che n 2t
ral (Gewissen), el deber y el propósito o intención (Absícht). I r ti i.s c h -G ó .
La moralidad es constitutivamente abstracta (<<Absicht enthált ety. Nuestro tiempo ha replanteado esto llnr¿r dc ll tcnsión cntre
mologisch die Abstrakion», escribe Hegel), para ella das Cute la ética personal y la ética transper;onal. l\¡rrrtc ]¿rs ¡rosici«rncs
(es decir, el «bien moral» separado del bien ((communiter sump' unilaterales de personalistas y ¡larticlari,rs rlc Ia lrr irrrlcía rlel
tumr> o Wohl) es 1o absolutamente esencial y su lema podría bien común, tal vez Jaspers y Ileidcggcr sorl los ¡rr:nsarlores qrre
ser Fiaú justitía, pere'at mtmdus. EI rigorismo del pensatniento Io ha tratado más temáticarnente. En.fas¡)crs, conro en llcgcl, la
moralista procede de su carácter abstracto; eI Terror-escribe teoría del Estado se sitúa por encima dcl deber indivitlual y dcl
Hegel en otro lugar-es Kant puesto en marcha, y la Revolu- reino cconómico-social. La existcncit dcl l,sl¿rrlo colresponrle rr
ción del 93 es Terror porque es abstracta. Lo que Hegel llama la la realidad esencialmente dramática tlc Ia cristencia y a la rcali-
<ttentación de la conciencia» es sublime en el orclen individual, zación del destino común. El indivirluo r;¿rlticipa en la cultrrr¿r
pero no hace Ia historia, pues carece de efectividad. Por eso el y en la dignidad humana a trar,és del Ii,.latlo. Y. sin crnbargo,
nromento de la moralidad es superado en la síntesis de la eticidad.
ei Estado no es en último térmirro más que la Iorm¿r privileuiada
18 «Drittes Stück, Der Sieg guten Prinzips über das 20 Parógrafo 130.
bóse und die 2L Cfr. Iwan Iljin, Dre Plvilosophie lIegel,s als kontentplat.iue Goiles-
Gründung cines Reiches Gottes auf Erden.»
le Cfr. Grundlinien der Philosophíe iles Rechts. lehre. Berna, 194ó.
t1 ,s ti l) o I',t(: (' t\/
cle la «objetividad sociali¡. [-l hombre tiene que trascender toda sino una de sus partes constitutivas. Lo cual sigrrilica que las
,<fijación>r, toda «objetivación», incluso la de! Estado, siempre txpresiones «<Etica general» y .«Etica individual)) no son equi-
impersonal, para alcanzar la «<subjetividad» de la «existencia», valentes. La Etica general, por ser. Etica de la persona, ha de
I)orqLle, como pensaba Kierkegaard, últimarnentu estamos solos 22. abrirse, necesariamente, a la ética social. Por ejemplo, la crítica
La posición de Heidegger es, en cierto modo, homóloga a marxista del capitalismo y Ia complicidad c,rn la injusticia esta-
la de Jaspers, si bien en Fleidegger el aspecto comunitario está blecida de quien <,no elige», complicidad lruesta cle manifiesto
t¿rlvez nrás acusado {rente al «,liberalismo,, de Jaspers. EI Mitsein por Sartre, nos ha ayudado a formuiar.nos esta pregunta, que es,
es ei rnodo primero y coticliano de darse la existencia, cle tal en buena parte, el tema étíco de n.uestro' ti¿ntp,o': ¿Puecle ser
moc{o clue el Se/ós¿sein es una conquista y tarea, un logro. considerado como verdaderamente bueno el hombre que acepta,
La existencia es aceptación del peso del pasado, es her.encia, y cuanclo menos con su pasividad y con su silencio, una situación
ers <<clestino>r (ser para la muerte). Justamente por eso es aiec- social injusta?
taclzr por su destino y, funclamentalmente, puesto que estar en el
munclo cs estar con otros, es afectada por el destino histórico de la
comunidad, {el pueblo. El cual destino común es anterior al
clestino indiviclual, de la misma manera que el Mítsein es an-
terior al Seló.sfse in., La existencia de la comunidad consiste en
la <«repetición» de las posibilidades recibidas, en la asunción de la
lrerenci¿r con vist¿rs al futuro. En virtud de esta <<repetición¡» rJas
Da.sein .seínen Ilelden wiihlt, la existencia misma clige sus hé-
23.
t'oes
Posleriormente, en «El origen de la obra de arte» 24, Heideg-
ger ha r:«.rnsideraclo el acto de constituir el Estado (die Slaatgriln-
rlertrle'l'at,) cotno uno de los cinco modos de fundar la verdad: y
comentando la elegía de Hólclerlin <,Heimkunft» ha considerado
die IIeinm, como cercanía al origen y arraigamiento en el ser, en
contraste con la Heimat:,lo'sigkeít característica cle nuestro tiem-
po, corl Ia ,.alienación» de Marx, con el internacionalismo y tam-
hién con el nacionalismo.
El resultado obtenido a través de esta demasiado rápida con-
sideraciírn del principio genético-histórico de la Etica, puede tal
vez resumirse del modo siguiente:
1) En el origen et:hico utens primitiva, Platón y Aristó-
teles como reacción ante la so{ística y Sócrates-la tltica aparece
subordinada a la Política, esto es, Ia ética individual a la ét;ca
social. Flegel-como reacción frente a la ilustración y Kant-,
también. El con'runismo saca las consecuencias extremas de er;ta
lrosición: «Es morai toda acción que favorece al partiiio, in.
moral la que lo perjuclica» (Lenin).
2) Lo justo de esta exageración consiste en que la ética
social no es un apéndice o aditamento de la Etica en cuanto
tal, ni tampoco su rnera aplicación a una zona .de la realitlad,
22 Ck. Philosophie,II, págs. 364 y ss.
23 Sein und Zeit, pág.385 (pág. 443 de la traducción española).
24 Artículo incluido en el libro I{olzwege.
('
sustraerse. Es verdad que, si queremos, podemos saltar desde une mente expresiva, «la sociedad es la gran desalmada». Ortega
ventana, pero la consecuencia ineluctable será que nos estrella- c¿si está áe acuerdo con Durkheim-a quien considera el soció'
remos contra el suelo. De la misma manera poclemos, ciertamente, logo más iniportante e.--.-en la ideg de }a 1,resión social, exterior
infringir un uso social, pero seremos reprobados y, si el uso en u 1u p...onu. Pero rechaza la racionalidacl de lo social y su
cuestión es vivido por la sociedacl como necesario para su con- supuesto, la existencia de un ,,alma colectiva¡. Y, en cuanto a
servtrción, la infracción podrá llegar a ser pagada con la vida, lo-que aquí nos importa, la vida personal. y por ende la moral,
exactamente igual que el salto desde la ventana. «L'obligation son totalmente ajenas a esa prásión. En efecto, así como el
est á la necessité ce que l'habitucle est á la nature.» La obligación anirnal está siempre traído y ilevado ¡ror las cosas, enajenado,
Bergson-, como su nombre lo indica, nos liga a ,,alterado¡>, lo propio del hombre es su capacidad para retraerse
-continúa
los otros miembros de la sociedad, es una ligazón del mismo del mundo y ,é.og.rse en sí mismo o ensimismarse. Ahora bien:
género que la que une entre sí a las hormigas de un mismo hor- el ensimismamienio acontece con vistas a l¿t acción en el mundo;
miguero o a las células de un organismo. La obligación se nos el hombre se retira de éste para proyectarlo y deja de ser arras'
aparece, en {in, como la forma misma que adopta la necesidad. trado por él para elegir y decidir, para inventar su vida 9 Ra¡a
en el dominio de la vida, cuando exige, para realizar ciertos u.r"*"., es lo mismo-sér rnoral en un sentido ele-
fines, la inteligencia, la elección y, por consiguiente, la libertad 7. -..gú.,
*.niál de esta palabra. Pero junto aI comportamiento,personal
Bergson concede, por tanto, al sociologismo que la moral y moral existe otro comportamierrto. propio del hombre tam'
puecle no consistir sino en pura presión social. Pero en este caso bién, que no €s, sin embargo, «ensimismado»: el comporta'
se trata, a su juicio" de lo que él llama «moral cerrada», estática, miento social. Se ve, pues, en resumen, que. según Ortega,- primg'
pasiva, meramente recibida. Junto a ella, o mejor dicho, sobre ro, el «hecho moral» (pr., emplear la terminología de Durkheim),
ella, puede darse la «moral abierta». dinámica, activa, de aque- lejos de ser reduciblá al ..hécho social», casi es su contrario,
llos hombres-a los que él llama héroes-que reaccionan frente y segundo, que el «hecho social» es tarnhién exclusivamente
al medio social, se liberan de su presión y, llamados por una humano 10.
«aspiración», conquistan emociones nuevas-por ejemplo, la ca- ¿Cuál debe ser entonces la actitud del rnoralista con respecto
ridad cristiana-capaces de cristalizar luego en representaciones a la «ciencia de las costumbres» y en general con respecto a Ia
e incluso en doctrina 8. sociología de la moral? Aceptarla como acopio de materia] Para
La teoría de Bergson es inadmisible. En primer lugar, como' el estudio de las morales concretas, polque la Etica ha de ser,
ya hemos apuntado, porque concede demasiado al sociologismo. a su modó, ciencia positiva-no positivista--, es decir, ciencia
La obligación, aunque de lacto sea impuesta por la sociedad, de que parte de la expáriencia total humana (en este sentido obras
iure nunca puede traer su origen de ésta. Como hace notar Zu- las de Sumrner, Westermarck, Malinorvski, Benedict, etc.,
biri, la sociedad no podría nunca imponer deberes si el hombre "onró
tienen un gran interés ético); pero no aceptar de ningún modo
no {uese, previamente, una realidad «debitoria»; es imposible lo social como fuente de la moral; ni siquiera de la supuesta
prescribir deberes a una mesa. Y hablar de }as <<obligaciones» ,,moral cerrada», sino solamente como su posible vehículo. El
de una célula o de una hormiga es, realmente, sacar las palabras individuo ordinario, el que nada tiene de reformador moral,
de su quicio. puede, en efecto, limitarse a ordenar su vid¿t conforme a la moral
Pero no solamente el «hecho moral» es peculiarmente hu- iocialmente vigente, y de hecho tal vez sea esto lo que ocurre las
mano, sino también el «hecho social». Quizá Ortega ha hecho más de Ias veces. Pero entonces sulge una nueva cuestión: una
ver esto último con más claridad que nadie. El fenómeno social moral totalmente impuesta por parte de la sociedad, meramente
nacla tiene que ver con las llamadas «sociedaJes animalesr>. Su recibida por parte del individuo, ¿merece rcalmente el nombre
sujeto es impersonal, «nadie determinado», «la genter), pero no de moral? He aquí el problema que Heidegger ha tratado-sin
11, porque él
existe, de ningún modo, un ««alma colectiva» o «una conciencia hablar para nadá de ,imoral» ni de «sociología»
colectiva». Al contrario, como dice Ortega con frase poderosa-
e Cfr. ¡,á,gs. 26-7 y 216í de El hom,bre y la gente.
? Cfr. Les deux source.s de la morale et de la religion, págs. I ss., 24* 10 Ob. cit., pág. 23.
84, etc. 11 «Was in Sei,n und Zeít, §§ 27 und 35 über das uMan» gesagt isl
B Ob. clt., págs. 34 y ss. soll keineswegs nur einen Beiláufigen Beitrag zur Soziologie liefern.
i
I
lE,s (I s ETIC: OS
entiende la filosofía como una realidad unitaria-bajo las rú-
bricas de existencia impropia o inauténtic a, Durchschiilrlichkeit,
Man. y VerlallenLz.
A esta pregunta h1l que contestar en primer término {ue,
como_ veremos poco más adelante, el hombre es constitutivarncnte
moral, cualesquiela que sean el contenido de su moral concl.eta,
la observancia o la inobservancia («inmoralidad») de ésla y ei
posible-origen social de ciertas normas morales qr" u veces, sin
duda, el individuo acepta, simplemente porque ,, iu..,, las cosas CAPITUI.O VI
así dentro de su grupo sociai.
en segundo lugar, hay que mantener separados, frente Et PRINCIPIO PSICOLOGICO O ANTROPOLOGICO
a ,-Pglo,
Heidegger, el origen impersonal y social def contenido de
nuestras acciones y su carácter de impropiedad q inautentici- Hasta ahora, para nuestra comenzad¿r tarea dc de-finicií>n de
dad. Zubiri ha escrito que, admitiendo un, filo.o Íía ya her:ha. la Etica nos hemos remontado a su ol'igen histórico, y así hemos
pero apropiada mediante un esfuerzo personal, puede il.gurr" u empezado por de-finir el nombre gricgr) con que se la designa
tener una auténtica vida intelectual. y paralelamente ha dlcho y a continuación hemos pasado a delinritarla {re¡rte a la «Polí-
que el hombre de vida moral puede aceptar contenidos imper- tica», de la cual en un plincipio {ormaba partc. Pero «<política»
sonales^siemple que j.e los haya apropiato por razones perso- en sentido alistotélico es un término equír oco que, por lo menos
nales. Porque la «medianía» no .oniirtl en há"e, las cosas como, incoativamente, envolvía en sí la signi{iclción de <,sociología»;
se hacen, sino en hacerlas porgue, se h,acen así. he aquí por qué a continuación hemos prc,curado acotar nues-
, Vemos, pues, que no es menester ser un «héroe», como pen- tra disciplina del lado de Ia sociología. La nroLal, según el socio-
saba Berg_son, es decir, un reformador moral que rompe .o, lo" logismo, sería algo exterior al hombre, pucsto a él dcsde fuera.
usos recibidos o inventa una nueva emoción, para 'levantarse Conforme al principio antropológico, al revés. vicne dada en
a una alta vida moral. Existen, en efecto, gentes senciilas, que el hombre mismo, en cada hombre, en su psicología. Pero ¿sig-
plantean problemas éticos y son prolurdamente morales. nifica esto que Ia moral no sea mírs que lii ¡r-.icoloría, que quepa
19 .."
El hombre, aun cuando no sea ningún uge.rio, morar, es siem- reducirla a ella? Eso es lo que ha pretcnrlido el psicologismo
pre personalmente responsable de su vida y no puede transferir inglés. Por tanto, antes de pasar a analizar el sentido justo del
esta responsabilidad a la sociedad; éste es el iesultado cle las principio antropológico, conviene empezar por la consideración
consideraciones hechas-bajo el_ presente epígrafe. porque, p;; de aquél.
-el
fuerte que sea la presión iocial, hombré iu.,t. si-pre ,.b"- El psicologismo moral no dehe ser conltrndirlo r:on el suhje-
larse contra ella-funto al fenómeno dela urirímid,ad, sá registra tivisnro moral. Los hedonistas, por ejenrplo, son subjetivistas,
el fenómeno del confi.icto-, / aun cuando no ro haga, el ajusta- pero no son necesariamente psico)ogistas 1. Otlo cjernplo toda-
miento, la justilicación de sus actos, tiene que se, c"r-pii,la por vía nrás claro es el de Kant: su ética pucrlc -.er calificacla-con
él mismo y juzgada por su propia conciencia. razón o sin ella, ése es otro problenra- de srrliietivistai pero
La ética es, por tanto, irrLductible a la sociología y autóno- sería ahsurdo tacharla de psicologista. Ila sido la filosofí¿r in-
ma frente a ella. glesa-contra la que, justamente, reacci«rnó Kant-la quc, l)or
primera vez, ha pletendido convertir la rroral, conro por lo rlc-
más toda la filosofía y aun la rcligión" cn ¡rsicología. Ya en
Gle.ichwenig meint das ul\{an, nur cras ethisch-existenziell Gegenbilcl Locke se encuentran indicaciones cn e-ste sr:ntido (su idca de la
z:urn
Selbstsein der Person,» (Platons Lehre uon Wahrhr¡t iii-i¡,r"m «opinión pública» como origen rle normas morales se queda, in-
de.m.H.umaní_sm.us, pág. "unallriel iiber
59). «Die... Titcl u;.i;;- decisamcnte aún, cntre el psicologisrno v ,.1 sociologismo), y más
"rig..iiiliii..it
tlichkeit, ...bedeuten ...nicht einen morarirch-".*i.ián1-iJ.n,
«anthropologischen Unterscl¡Íed, (ob. cit., pág. 7B).
nichr cinen abundantemente, aunque presididas por r¡na visión estética dcl
tz sein und zeit,.p6gs.42 ss-, 126 ss. y tzs ... (págs.
y 202 ss. de la edición española).
4,9 ss., 146 ss. 1
El más profundo pensador del hedonisnro, Sidgwick, ha distinguido
agudamente el hedonismo ético del herlonisrno ¡rsicoltígico.
/r. I os ETICOS 1\. I
problema moral, en shaftesbury. El punto de partida de Ia mecli- en nuestra alma de ese «espectador desintert:sado» y, por tanto,
tación de shaftesbury es deóididamente inirospectivo. En A una especie de «desdoblamiento» psicológico.
letter concerníng enth,usíasm dice así al destinataiio de la carta: Por supuesto, es imposible que la existencia moral sea reduc-
<<Pienso, señor, qu_e sería bueno para nosot'os que antes de
as- tible a simpatía o antipatía aun cuando de hecho se produzcan
cender a las más altas regiones de la Teología (,,biuinity») debe- esos procesos que los psicólogos ingleses harr analizado sutil-
t'íamos clescender un poco al interior de nosotros mente. Al psicologismo pueden hacérsele todas las objeciones
-i.rrro., y
ded.icar algunos pensamientos a las sencillas y honestas cuestiones válidas frente al sociologismo moral, del cual no ha sido sino su
de la moral (ttp,ort p,laín honest Morals).,, úo, ideas de shaftes- estadio previo, puesto que el «se» del hipotético «espectador
bury, estrechamente enlazadas entre sí, nos interesan en espe- clesinteresauo» es tan impersonal como el usc» social y, en defi-
cial para la historia del psicologismo. La primera, desarrollada nitiva, viene a coincidir con é1. El psicologismo inglés, que ha
en e.l. soliloquy, e's.la de fos reltix alt'ections (rellex app,robati.on ejercido una gran influencia en el pensamiento ulterior, incluso
or dísap'p,robatí.o'n). En el soliloquio o diálogo del hombre con. en el aparentemente más alejado de é1, el alemán--en K4nt, en
sigo mismo es como si éste se mirase en un espejo: se produce Fichte, cuya idea del ius naturñe procede de Hobbes, en la con-
trn desclol¡iamiento dei alma. Este Aduise'r or'Guíde' que sul.ge cepción hegeliana del Derecho y de la Sociedad, en la «Ein{üh-
así en nosotros se p_ersonifica, en el terreno de la moral ieligioü, lung» de Lipps, en Scheler, etc.-está hoy sobrepasado y reem-
en el Daimon, el Genio o el Angel. Y por otra parte,.r.oní"- no ya plazado en la «intención» por el behaviorismo. Lo perdurable-
en el soliloquio, sino en las relaóiones interpersonales mente válido de él es, a rni juicio, el punto de partida positivo,
ce algo llálogg. En an lnquíry concerníng Itirtru o,r ll[erir empírico, y la incardinación en la psicología. Sin embargo, esto
muestra shaftesbury cómo cada hombre se cónstituye en <<spec- último es Io que-por una explicable reaccitin-los más impor-
tator ol Auditor ol o,thers minds>>, y surgen así lós afectos de tantes cultivadores ingleses de la Etica, a partir de G. E. Moore,
,,pity, kindness, sympathyr) o sus contrarios, es decir, afectos, tienden hoy a desdeñar. La ética anglosajona contemporánea, de
<ltra vez, de aprobación o desaprobación. Moore a Toulmin, se mueve en el plano lógico, como análisis de
Los verdaderos fundadores de la ética psicológica, es decir, los juicios éticos. Para Moore, que ha sido sin duda el Iilóso{o
los pensadores pa.a quienes el problema máral s" Ira.rsforma en moral más importante de habla inglesa en lo que va de siglo,
el del origen psicogenético de 1a moral, a saber: David Hurne la ««cuestién de cómo ha de definir lo bueno es la cuestión más
y Adam smith, han aprovechado estos precedentes. La idea de la fundamental de toda la Etica» 2. y «la pecuiiaridad de la Etica
«opinión pública, experimenta ahora un giro decididamente psi- no es la investigación de asertos sobre la conclucta, sino de esa
cológico. Es el ««espectador desinteresadL quien, moviclo propiedad de las cosas denotada por el término ubuenor> 3. Y, á
simpatía o antipatía, emite juicios inmediatos de gusto. porj su
|or propósito de Sidgwick, rechaza que el tema ético sea la felicidad,
parte, el «ractor¡¡ está «interesado» (por egoísmo y- utilidad, r;e- la bondad o la perfección de la existencia humana a, añadiendo,
gúrn- el pensamiento de Hobbes), rro iólo en el actá mismo, sino con no poca ingenuidad, que el tema de la buena conducta no
también en despertar con él la simpatía clel observador; .l ,,.- es problema, porque todos sabemos muy bien Io que es «con-
gundo interés corrige el primero (p.ro la idea de la urilidacl ducta» 5. En esta concepción, lo ético no es adecuadamente des-
es insuliciente porque racionalizaría con exceso la vida psíquica Iindado. Por las razones que más adelante veremos, Moore se
y po.que, a juicio de Hume, iunto al sentimiento de ." ve abocado a desconocer el carácter dinámico-existencial de la
cla originariamente el sentimiento de simpatía), y así "góí.nio
es conro moralidad. El tema de la ética no es lo bueno en cuant'o lal, sino
sulge la mor'¿rl. En nuestra alma se refiejan lá. impresiones eI hacerse bu,eno del único ser a quien este hacerse le compete,
que cAus¿lmos a los clem¿is y, consecuerltemente, vamos ajurs- el hombre; la bondad operativa y no la bondad entitativa (o el
tando nuest¡a conducta, en adelante, a producir en ellos seirti- análisis iógico del predicado «bueno» como quiere Moore), o,
mientos de aprobación. Es decir, que el movimiento de simpatía en suma, el comp,ortatnícr¿to humano (en culnto bueno o rnalo).
es recípr-oco: por la simpatía nos introducimos, afectivamente,
ett la vida de los otros hombres, y viceversa, aprendemos a juz- 2 Principia Ethica, pág. 5.
3 Ob. cit., pág. 36.
garnos desde el punto de vista de <«los otros», de tal mo,lo qre 4 Ob. clü., Bl y ss.
la «conciencia» no sería sino la instalación introafectiva y virtual 5 Ob. cit., Z.
54 IIT DIOS ET (' At
Justamente por eso la Escolástica habla de la ,,subalte¡naciónr¡ ent¡e el estímulo y ia rcspr.lcsta.
de tal nrti,lo (lue aqtrirl srtst:it¿t
de la Etica a la Psicología. Por tanto, lo que tenemos que indagar inmediatamente ésta. La rein,lo'rcernent th.cory de I'ltorndike )
ahora es el sentido profundo de esa «subalternaciónri. Hull completa la anlerior, mostrando que cl comporlattticnto ulte-
En ciertos pensadores católicos de hoy-por ejemplo, en rior se ve reforzado ¡lor Ia tendencia il Iepetir un comltot'[a-
Jacques Leclercq-es frecuente ver el punto de partida positivista miento que ha dado buen rcsultado. ]intt¡ncr:s la reducción de
y sociológico del «hecho moral». El uhecho moral», es decir, el lo moral a lo psíquico se presenta bajo el nornbre de,,mclio-
hecho de creer en una regla moral, es un hecho humano. <,Donde- rismo» y explicada por la «ley del efecto,> puetk': cxltros¿'tlsc en
quiera quo encontramos hombres, Ios encontramos en posesión los términos siguientes: <<La tendencia dcl lrombre a lo tluc c,ott-
de una moral, creyendo en una moral.» El gran servicio prestado cibe como <,bien» no es más que e\ «clccto» conscicnte de la
por el positivismo sería entonces el de haber llamqdo la aten- conexión fisiológica relorzada entre la sitttar;irin cn que se cll-
ción sobre este «hecho moral»; pero el quedarse en él sería su cuentra el sujeto y el buen resullado obtenirlo ¿rnl"criormcnte en
gran limitación. Porque, en efecto, el hecho moral plantea in. una situación análoga.» Evidentementc csta tcoría, ¡rositivista
mediatamente el «problema moral» que los positivistas rehusan más que ¡rositiva-advié¡tase el <rno es nuis c¡tior, es clccir'" el
considerar, pero cuya solución es preciso buscar. prejuicio de recortar, de disminuir la realidad--, cierra delibe'
Estos moralistas tienen raz6n, pero dan al positivismo una radamente el paso de la psicología a la motal, al reducir: óst¿r a
importancia que, desde el punto de vista filosófico, no merece aquélla. Miller y Dollard han dicho que rttocl¡ l¿r socicdatl es
en este punto concreto y, sobre todo, tampoco radicalizan la aprendizaje»; el meliorismo, contrayenclo cl ¡troblcma, ¡;retcttde
cuestión. Partiendo del hecho del comportanliento, es menester que <«toda la moral es aprendizaje». Es curioso qtte Tlrornciike
poner de manifiesto cómo emergen los actos morales en cuanto no,siempre pensó así. Su primera posicitin cra la clc que ia vicla
morales. Para ello empecemos por decir unas palabras sobre la menfal surge precisamente como una .,mctlia[ion» cntl'e el cstí-
psicología del comportamiento, en su forma de behaviorisr-no o mulo y Ia respuesta. Pero después ha querido prescinclir <le la
conductismo. La adopción de este punto de partida científico, mediación y explicar el comportamiento por la <<c«¡nexión direc'
en el sentido restringido de la palabra-estudio <,desde fuera» ta»; o sea a «<to say «no» to ideasr,.
antes que «desde dentro»-comporta la doble utilidad de conectar Ahora bien, el <,reinforcement» es uI)o tle los <'intervctting
la filosofía con la ciencia, salvaguardándola de la especulación, y variables» o variables intermedias. Desechatla la simplista tcoría
de batir al psicologismo conductista actual, partiendo de sus de la contigüidad, es forzoso admitir siem¡rre ulla mediación. Iil
mismos supuestos, y no por virtud de una crítica exterior, fác,il- <<rein{orcement», por otra parte, es varial,lc: puede (:onslitr¡ir
menie espiritualista. un hábito {irme o una mera tendenci¿r; prrcde presentrrse, I)or
EI conductismo 6 no es una teoría unívoca, sino más bien un el contrario, un hábito inhibitorio de {rustración, y un arralisis
método de observación y experimentación científica que admite escrupuloso descubre ciertamente otras v¿rri,rbles intcrmcdias. lin
diferentes interpretaciones de la realidad. La más sencilla y e.ttre- este punto es donde incide una tercera tcorí4, lt cognit,iue t,ltertry
mista de todas es la S¿imulus-respo'nse co,ntiguíly theory, según (G. W. Allport, Goldstein, Tolman, s1c.). r.lrrc, cn lí:rlrtinos sit:rl-
la cual el aprendizaje acontece siempre por conexión directa pre de oi:eracionismo y no de introspccciórl, dicc «tsí>r ¿t las idcas,
6 La bibliografía sobre el conductismo es, naturalmente, numr:rosí- es decir, amplía el concepto de <«intervcnins v¿ttiablcs,,, (lue ilonc
sinra. Pueden verse los Iibros de su fundador, J. B. watson, Irsychology en relación con la «creative instability,,, i¡rcstal.rilitl¿rd (ltrc. al
lrom the standpoint ol a belruuiorist y conductism; los de E. I-. Thorn-
dike, Human Learning y Fundamentals ol learning; C. L. Ilull, princi-
¡troducir Ia ruptura del equilibrio vital, I'ttc,rza a la cottsirtltlc
reestructuración y, mediante la aplicaci,irr tlc cotrccptos (ion1o
ples ol belwuior; E. R. Cuthrie, The psiclrclogy ol learníng; N. E. IVtiller
y J. Dollard, Social learnin,g and behauior; G.
'H.'Mead,
Pérsorua, es¡tírittr,
Ios de <«sign>r y ((Ixeaning», así colno con Il'tr:tlcnciit otrtts ¡ttrl-
y socied,arl, y C. Morris, Slngs, language and, behauior; K. Gold.stein, cedentes del gestaltismo, muestr¿r l¿r ¡ealitl.rcl tlc tttr (,1)urlr).i\ t'
Th,e organism, y Human nature; 'E. C. Tolman, Purposíue behauior in behavior».
animals and men, etc. Se encuentra un buen resl¡men de la situación ac- Perdónese esta rcl¿lción, sin ducl¿i tlcnrrsirrdo surlnriir, dc las
ttral de las posiciones conductisras en el llandbook o! Social Psychology,
eclitado por G. Linzey, vol. I, artículos titulados ustimulus-Response Cón- principales posiciones conductistas, que lro ticnt¡ olro olrjctr) qir{)
tiguity and Reinforcement Theory in Social Psychology,, y
uCognirive servir de introducción y de marco al capítrilo siguiente.
Theoryr, debidos respectivamente a W. W. Lambert y a M. Scheerer.
57
IE TI (' 5:)
tenerla para ser verdaderamente humanas; que han de ssr rcali- que ser <<justo>r, es decir, ajustado a la rcalitltrcl, coherente con
zadas por algo, con vistas a algo. Y esto lo mismo en sentido u.".pondiente, a ella. Pero, entiéndasc l;ien, se trata de una
positivo-como buenas-que en sentido negativo-como mal¿rs-.
"U",
priáera áimensión de la «justificaciónr>, iustilicoción co'rno ujus'
Pero que sean justificadas no quiere decir que lo sean totalmente iam,iento. A esta pritnera dimensión la llam¿rremos, con Zubiri,
.--ya dijimos antes que el hombre comparte, hasta cierto punto, moral coffto estructura.
la condición del animal-, porque los resortes que para la eje. 2, La justificación puede tener un segunclo sentido, al que
cución de los actos se ponen en juego penden de las estructuras, apenas ,. hu hecho más que aludir al {ina[ tle nuestra exposi-
y sólo dentro de los límites biológicos dados ha de hacerse justit'icación como'iu,st'icia. Consiste sn rlue el acto se ajtrste,
el trazado del ajustamiento, la justificación. "ión,
,ro yu a lá situación, no ya a la realidad, sino a la norma ética
Pero ¿en qué consiste, más estrictamente, esta justificación? (fin rittimo, ley natural, conciencia moral). t,Justorr ahora Ya no
Hasta ahora hemos visto que existe la justificación, que tiene significa simpÍemente «<ajustado», sino que significa «ltonesto»
que existir y que se encuentra en la línea de las posibilidades. (iecuérdes" qu. para Aristóteles y en cierto moclo tambión para
Empleemos ahora un rodeo verbal. Se dice «pedir cuentas de §anto Tomás la justicia no es una parte de la virtud, sino toda
un acto» (a otro o a sí mismo). ¿Qué es dar cuenta de un acto? la virtud. Es decir, que justicia puede tomrlrse como sinónimo
Dar razónr p€ro no meramente explicativa; dar raz6n de la de honestidad, com o'Ío,cere bonum). A esta 5trguncla climensión
«posibilidad» que he puesto en juego. La realidad no es, dentro la que todavía no hemos hablado porqtte nada tiene que
de cada situación, más que una. Por el contrario, las posibili- -de
ver con Ll principio psicológico, pero de 1a que. naturalmente
dades, como «irreales» que son, son muchas, y entre ellas hay tendremos que hutlur--lu llamaremos, con Zubiri, m,oral como
que pre-ferir. Por tanto, también entre las mismas posibilidades co'ntenído.
hay, a su vez, un ajustamiento propio, una pre'Ierencia. Consi- 3. Los actos del hombre y-lo que nos importa más, coin¡r
guientemente, el problema de la justificación no consiste única- a través del anáIisis de los principios etimológicos y prefilosó'
mente en dar cuenta de la posibilidad que ha entrado én juego, ficos hemos empezado ya a ver y }rabremos de. ver con más
sino también de la pre-ferencia. claridad-, el hombr" *ir*o, en el segundo st:ntido cle las pala-
Pero hay más. Hasta ahora hemos considerad.o las posibilir bras «justificación v «moraL>, ciertamente ltueden s€r justos o
dades como si estuviesen todas indiferentemente delante del hom- injustos, morales e irrmorales, y ltasta si se quiere tal vez amo-
bre. Si así fuese, la justificación pendería, sin más, de la libertad. rales también.
El «porque quiero» sería la última instancia y la única. No ha- 4. Pero en el primer sentido, el hombre en cada uno de
bría previamente «lo preferible». sus actos verdaderamente humanos y, desde luego, en el conjunto
Las cosas no ocurren de ese modo. El ámbito de «lo posible» de su vida no tiene más remedio que ser «jttsto» o ajustado a la
((con-
se abre por las tendencias (que en sí mismas no tienen <<justi. realidad. En el análisis prefilosó{ico vimos que e-l hombre
ficación») en tanto que inconclusas. La p're-ferencía pende, pues' duce» su vida y que a su modo de condr¡cirla lc llamamos ((con-
de las lerencías o tendencias previas. Las ferencias hacen, ittexo' ducta». Ahora'hemos visto que tiene que hacerlo ásí porque su
rablemente, preferir. vida no está predeterminada por sus estructt¡t'as psicobiolílgicas,
Pero ¿qué es lo que nos hace preferir? La bondad misma como en el áaso del animal. AI revés, í:stas ]e cxigen que sca
de la realidad. En tanto en cuanto el hombre prefiere la realidad libre. El hombre es necesariamente--con necesidad exigida por
buena, queda justi{icado. Así se abre un nuevo ámbito, el de la su natural eza, al precio de su viabilidad-libr,:. Por eso ha podido
realidad buena. escribir Ortega que somos «a Ia fuerza lilrres>r, 1 éste cs el
Antes de seguir adelante r,esumamos en unos pocos puntos sentido justoáe h conocida sentencia de Sartre: «Estamos con-
el resultado de nuestra investigación hasta el momento presente. denados a ser libres.» fin lo que se reliere a esta prirneril dimen-
1. Hemos analizado una estructura radical del comporta- sión de la moral, carecen por tanto de sentirio, referidas al hom-
miento humano, que es la del ajustamiento del acto a la situa- bre, las expresiones uinmóralidad» o «amorilliclad»: el hoinbre
6.
ción. Al animal este ajustamiento le viene dado. El hombre tiene es constitutivamente moral
que hacerlo por sí mismo: por eso en su caso lo hemos llamado o Recientemente se han produci«io en Francia dos relatos, literaria'
«justificación». Todo acto para ser verdaderamente humano tiene mente de valor, y que cito a 1ítulo de curiosidad, cn contra de esta con-
I l:) os ÉTrcos (: AI
cepción: L'-Etranger, de camus, y El mirón_ de Robbe-Grillet. Los pro- 7 De bonítate et malitia dct,uunl humaruorunr, s. 3, n. 20.
tagonistas de una-y otra se ven cond,ucidos a los actos que respectivalnen- B O dicho con más rigor, casi siempre. Hrry que exceptuar el caso
te ejecutan, en el primer- caso, por la conspiración de -las circunstancias de los filósofos que admiten la realitlad de actos moralmente indiferentes
y el temperamento; en el segundo, por el utirón, subconscienta d" ,rno" in indiuiduo.
cuantos objetos que parecen orgsnizarse, eilos solos, en una constelación s s. Th., I-II, 17, l, ad 2.
o «astructura» determinante del comportamiento. 10 Cfr. Filosolia della prattica: Economica ed Etíca.
IE os ÉTI os
un fin racional como universal. Pero quien ot¡ra moralmente mo término, las ideas de Nicolai Hartmann v de Ilcné Le Senne.
tiene que hacerlo también económicamente, pues ¿cómo querer EI primero distingue la r,fue rzall) y _la.,.alittrar,. I.,os principios
algo cómo universal si no lo quiere al propio tiempo como fin más elevados dependen de los más bajos y sacnn str {trerza de
particular? Pero, en cambio, la proposición recíproca no es ellos («principio-de la fuerzar>); pero al lrri:¡tno ticmpo los con-
verdadera, como lo prueban-continíra Croce-los ejemplos de forman-(«le¡ de la materia»), y, pese a -.u rlei;endencia, son
Ia.
un lvlaquiavelo, de un César Borgia, del Yago de Shakespeare. libres frente'a ellos (uprincipio de la libt'r't¿rd,r) Dc aqtrí la
Aun cuando bajo la influencia de la teoría utilitarista de la «doble {az» de la moral, negativa 1, ptisitiva. clc autti-tlominio
Etica se ve claramente que lo que Croce quiere decir aquí co- y de despliegue, de fuerza y de espiritualidld. Lo ¡rositivo de la
rresponde con lo arriba dicho. Esta distinción de Croce ha sido áportación de Hartmann consiste, descle ntrestrrl prtnlo tlc vista,
recogida posteriormente por W. G. De Burghr Que establece dos entrevisión de que la libertad no lcpos¿l sobrc ''í misura,
séntidos de ríght: I) lo que ha de hacerse, es decir, lo requerido
"n.u
sino que se levanta sobre las estructuras ¡rsit:oliolírgicas.
por un eficiente tratamiento de la situación, y 2) lo que debe Ráné Le Senne, prolongando esta línt:a de pcnsarniento y
ser hecho, esto es, lo exigido por la ley moral dentro de esa fundiendo la u{uerza)) con Ia antigua virtutl tle l¿r <rfortalezar>
misma situación. Es el doble sentido de laciendum' como must bajo el nombre de co'urage, encuentra cn t'rslc, uolt sp tlqble di-
y como ought. Ambos consisten €rI urr ajustamiento práctico mensión, puramente psíquica y, a la v9z ytl- ntoral, el ¡ruente_que
(adjustent'ent)-ajustamiento a la particular situación de {acto comunica la psicologíu .on la ética. El v¿rl,lr lnor¿tl o virturl no
o ajustamiento a un general pcitt,ern ot' beluvíour*, y el pri- sería sino /á courage du bien.. «c,'est la nrission du coul'age
mero es previo al segundo 11. Antes que De Burgh ha aplicado d'accoucher le bien.» La fortaleza o courug,e., al vctlcct el obs-
a la Etica el concepto de ajustamiento o, como él dice, de fit' tááulo, abre el ámbito de Ia vida mot'al. ,,C'cst un obstacle de
tingness, el filósofo también inglés C. D. Broad 12. I'existence {ui, en provoquant une réaction d'approbtrtio-n de
La vía de la estratificación-tan frecuentada hoy por psicó- l,un ou l,auire signé, change cle psycholo¡rique ctr moral le ca-
15. Esto aconttlcc porqtle favorecer
logos, caracterólogos y psicoanalistas-consiste, como su nombre ractére du facteurlconsideré,r
Io indica, en distinguir en el hombre distintos niveles o estra- o contrariar un dinamismo psíquico cualtluiera cquivaldría. a
tos, y procede, en definitiva, de Platón. El nivel inferior, de natu- Io menos implícitamente, a aprobarlo o desaprobarlo, es decir,
raleza biológica, es el de los impulsos o apetitos (la epít'hymín a calificarlo moralmente.
platónica) y reconoce por principio fundamental el piacer. Sobre Como Se ve, ei'r Le Senne hay un intr:nto de tr¿rscender Ia
él se extiende el estrato del thymos, el de la fuerza (andreía) y teoría de la estrati{icación abriendo, desdc la psicología, el ám-
la grandeza del alma (megalop'sykhíe),' y, en {in, por encima bito de la moral, sin caer, como los psict,logistas, en la con{u- 16:
de ambos se alza el nivel del es¡:íritu 13. El tercer estrato provee sión de ambas es{eras. Véase, por ejemplo, el siguiente ¡rasajc
de sentido a los dos primeros; pero a su vez, se alimenta de «La primera prueba de la irrecusabilid¿r,l de l¿r moral es su
ellos. Los estratos inferiores son, de este modo, sobre todo el irrdirp"rr.ubilidad vital. En el seno de una t;onl.radicción {ue Ir{r5
segundo, irnportantes factoles de la vida ética (sentido ético de desgárra o al pie de un obstáculo que nos _.clcticne, lo clue n<l
Ias «pasionesr>, etc.). Ei error de esta hipótesis es de princ;pio podemos no pieguntarnos es: ¿Q^ué hac,:r'/>r N,l «lbstantc, es
al hacer incomprensible la unidad radical del hombre. manifiesta Ia insuficiencia de su esfuerzo.
A la teoría de los estratos pueden también reducirse, en últi- Nlerleau-Ponty, igual que Zubiri, so ¿lpuya cotrstrttienrcnte
en la biología y en Ia psicología. Par¿r su iilosoiar pitrte, colllo
11 Cfr. From Morality to Religion, Londres, 1938, págs. 45-8, 6I-4 él mismo dlce, udc,scle abaio», ) se v¿rle rlc la idc¿r rlc <<estruc-
v 97.
tz tura», de una fecurrdidad apenas enlrevisla. Ilero su itlealisrno
Cfr. Fiue types of ethical theory, Londres, 1930, págs. 2lB-223 r?
y 764-5. También conviene hacer constar, aunque sea en nota, gue ¿lgu-
dialéctico y una idea totalmente insuficicntc dc i¿r «intcligencia,,
nos pensadores, como, por ejcmplo, el norteamericano Ch. L. §tevcnson, le impiclen desembocar, al estudiar la «esttt¡ctura dcl cotnltorta-
tienden a tomar como punto de partida para la investigación ética, un
amplio sentido de la palabra «moral, que abarque todo «serious question- 14 Eúík, 595 ss.
ning of aims or conduct» (cfr. Ethics and Language, Yale University 15 Traité de Morale Cénéral,e, 53I, 704, 708, 325 y 316'
Press, 1944, pág. 16). 10 Ob. cit., 24.
13 Cfr., por ejemplo, la Introd,ucción a la Etica, de Hermann Nohl. 1[ La structure du comporlement, págs. 126'I3t].
!
/E ,I' LI TI t: (l
miento>r, en una constatación de la forzosidad del comportamiento psicología y aun en la biología, lo que no significa' es clar-o,
20,
moral humano. En todo el libro apenas se encuentra una alusión qu" ,,toáu *or"l sea de esencialiológica», como -oBinó Bergson
a la conducta libre del hombre frente al encauzamiento del ,ri uun tomando este último término, como él lo hacía, en el
animal forzado por el a priorí de la especie. Todas las investiga- más amplio v contundente sentido. Sino que no se trata de nin'
ciones semejantes a Ia de Merleau-Ponty, bien sigan la orienta- gún ureino áe"lr, y que la ética constituye -un capítulo esencial
ción del beliaviorismo, bien la de la Gesta'lttheorie, y por más que áe la antropología o idea unitaria del honrbre.
intenten trascender los resultados de aquéllas, se muestran impo- Decíamós al principio que las especulaciones usuales en torno
tentes pala lograr, desde la psicología, el acceso a la es{era al método de la^ Etica sueien re{erirse a la cuestión de si es la
moral 18. Etica una ciencia especulativa o una ciencia práctica. Vamos
Llegarnos, en fin, para cerrar esta serie de confrontaciones, nosotros ahora a ehondar libremente en ella, a la manera como
a la rnás importante de todas. Corno se sabe, Ia vida humana lo acabamos de hacer en la usubalternación, de la Eqica 21.
consiste, para Ortega, fundamentalmente, en tarea o quehacer. La doctrina recibida y más comúnmente aceptada a{irma que
Dentro de este marco general se ha referido en diversas ocasiones la Etica no es, en rigor, ni una ciencia especulativa pura ni una
a lo moral, aun cuando nunca con el detenimiento que hubiéra- ciencia práctica pura, sino una ciencia especulativa, sí, pero
mos deseado. Creo que, en toda su obra, el pasaje más decisivo circa opérabilia, una ciencia late práctica o una ciencia «especu-
desde nuestro punto de vista es el siguiente: lativamente práctica». Práctica porque busca el cognoscere coma
fundamento del dirigere. Especulativamente, polque, a diferen'
uMe irrita este vocablor <trr.lor&l». Me irrita porque en su uso y cia de la dirección espiritual y de la prudcncia, no se propone
abuso traclicionales se entiende por moral no sé qué añadido de or-
n¿lnlento puesto a la vida y ser de un hombre o de un pueblo. Por inmediatamente dirigir, sino conocer. Es una ciencia directiva
eso yo prefiero que el lector lo entienda por lo que significa, del obrar humano, pero solamente en cuanto a los principios
no en la contraposición moral-inmoral, sino en el sentido que generales. No se propone decir a cada cual lo que ha de hacer
adquiere cuando de alguien se dice que está desmoralizado. Enton- u omitir.
ces se advierte que la moral no es una perlormance suplementaria
y lujosa que el hombre añade a su ser para obiener un premio, Esta es, expresada muy someramente, la doctrina tradicic'nal'
sino que es el ser mismo del hombre cuando está en propio qui- A los efectos que ahora nos importan, también la de Kant. Es
cio y vital eficacia. Un hombre desmoralizado es simplemente un verdad que la Etica formal kantiana no enuncia lo gue se_ ha
honlbre que no está en posesión de sí mismo, que está fuera de de hacer, sino cómo se ha de hacer. Pero, en definitiva, no deja
su radical autenticidad y por ello no vive su vida, y por ello por ello de ser ciencia directiva, directiva de nuestra intención.
no crea, ni fecunda, ni hinche su destino» 19.
Sin embargo, la afirmación de que la Etica es -especulativamento
EI hecho de que este texto no tome como punto de partida práctica, o sea que tiene una dimensión especulativa y otra Prác-
Ia psicología positiva no le priva de su valor capital, sobre el iica, prede entánderse en otro sentido, que es, justamente, eI
cual únicamente habría que hacer un par de ¡eservas. La pri- sentido en que la vamos a tomar aquí.
mela, porque en él no aparece claro que el concepto de udes- Tengamos presente, en efecto, la {undamental distinción entrg
moralización» no es sino un concepto límite: un hombre total- le maral como estructura (que el hombre ha de hacer) y la moratr
mente desmoralizado dejaría absolutamente de comportarse como conlo conftnido (lo que el hombre ha de hacer). La realidad
hombre. En segundo lugar, parece-pero antes de hacer una humana, decíamos, es constitutivamente mgral, el genus maris
afirmación rotuncla sería menester estudiar seriamente la ética comprende lo mismo los comportamientos Jtonestos que los lla-
orteguiana, tarea que está por cumplir-que el alumbramiento madbs impropiamente «inmorales». La mor¿rl es, pues, una es'
de la dimensión que hemos llamaclo <<moral como estructura» tructura o un conjunto de estructuras que pueden y deben ser
se hace a expens¿rs de la «moral como conteni{.o». En cuaiquier analizadas de modo puramente teorético. No se trata simp'lemente
caso, Ortega ha visto bien que la vida humana, antes de ser de que sea posible una psicología de la moralidad y ni siquiera
honesta o irrhonesta, es moral. La ética se halla anclada en la
20 Ob. cit., pág. 103.
18 Cfr. a guisa de ejemplo el libro de J. Nuttin, Táche, réussite et 2t Se refunáeñ ¿ continuación las primeras páginas del articulo ula
échec. I'lrcorie de la conduite humnine. enseñanza de Ia Etica», ¡:ublicado en Ia Reuista eLe Educación, n(tm- 26,
rs «Por qué he escrito El hombre ala defensiua», en O C., t.IV, i2. diciembre 1954.
I
,1,
IE U 7'ICO ('
de una fenomenología de la conciencia moral. No. Es que Ia se- tikós. La iilosolía actual ha ahondado en esta antigua idea, radi-
gunda dimensión, moral como contenido, moral norma.tiva, tiene calizándola al caer por su base el ideal de la arutárkeia. Iln primer
que montarse necesariamente sobre la primeru, según hemos lugar, el hombre filosofa para huir del no-s¿lbcr-Drd 'r.j areú-,e.v
visto ya. tr¡v cÍlvorav Égt).oorjg/¡oa'r22-. Por tzrnto, en el rnejor de los casos,
La Etica en esta primera dimensión, la Etica como antropo- alcanzaría la autosr¡ficiencia a través de la {ilosr[ía, ¡rero ésta
logía o, según la terminología escolástica, la Etica como sub- sería siempre práctica en su origen: naci,l¿r p¿lra s¿rc¿lr al honr-
alternada a la psicología, es puramente teorética, se limita a bre de la indigencia, para ayudarle a sobrellcvar su encadcn¿r-
estudiar unas estructuras humanas. Pero la Etica no puede ser miento a la naturaleza23. Así, pues, tambií:rr Arist<iteles habrÍa
sólo eso, so pena de quedarnos en un puro «formalismo», del podido hacer suya esta frase de Nicolai Hartrnann: <,l)er Mencsch
que, como veremos a su tiempo, la ética existencia'l está muy ist in erster Linie praktisch, in zweiter erst theor.etisch» 31.'I'oda
cerca. La «forma» ética está siempre demandando un «conte- teoría envuelve una toma de posición y estti sustcntada lror un
nido» con el que llenarse. ¿De dónde procede ese.contenido? éthos y, recíprocamente, a través de la ocupación teorétic:r se
De la «idea del hombre» vigente en cada época. Pero esta idea define y traza una personalidad. Como lr¿r escritcl José Gaos,
del hombre se nutre de elementos religiosos y de «inclinaciones» «también con el hacer teo¡Ía se hace el hornlrre a sí misnrr¡. Cuan-
¡st¡¡¿lss-]igación a la felicidad, ob-ligación a la ley moral na- to hacemos los hombres, sin exceptua¡ las teorías, cs ¡lriictica, es
tural, etc.-, así como de otros condicionamientos situacionales hacerse a sí mismo... ; err esto radica el famoso conrprometelse
e históricos. Esta es la «materia» moral. Ahora bien: esta ma- y la famosa responsabrlidad del filósofo, que so¡¿ Ia confecció¡r
teria, para ser tomada en consideración por la ciencia ética, ha existencial misma de la esencia de uno u .tro hombre-c«¡n{cc-
de ser justificada metafísicamente (subordinación de la Etica a ci6n ética porque la esencia en confección cs un eiltos» 2s. (Parar
la Ontolo gía y a la Teología natural) y además ha de esclare- poder aceptar estas expresiones en su sentido l'ecto es ntcnester
cerse con precisión la relación entre la moral y la religión. es tener presente la'distinción de Zubiri entre c¡usí.a o csenciu .,subs-
decir, la necesaria abertura de la moral a Ia religión. En esta tante» y or,tsía o esencia «supelstante».) Per, loda tlrcctría ademírs
doble y articulada dimensión de la moral es en la que nosotros de ser práais es_ a la vez poiesís, al menos irrcoactivame.te , ¡ror-
reparamos para asumir aquella doble caracterización de la Etica eue, como también ha hecho ver Zubiri, cl saber im¡rlici el
como especulativamente práctica. La Escolástica ha descuidado <«penetrar», «registrar» e «intervenir», y hay, I)ot tnnto, ul)a
a veces el aspecto estructural. El psicologismo y el sociologismo, unidad interna entre saber y modificar. ['or todo ello, podría
por el contrario, han querido hacer de ella una ciencia pura- tener tal vez razón Marx en su crítica a los Iillsofos-,,los {iló-
mente explicativa o descriptiva, tratando de «reducirla» a la psi- sofos no han hecho más que interpretar cl mundo, pero I¿r
cología o de rebajarla a mera «science des moeurs». De este modo cuestión es cambiarlo,r-, refericla a tales o cuales filósofós, pero
han desorbitado la «subalternación» (a la psicología y a la socio- no, de ningún rnodo, si pretcnde alcanz¿rr a la actitud {ilosófica
logía), dando de lado la «subordinación» (a la metafísica), lo en su ¡rleno sentido, {ilosofía c(}nro ética también--
-filosofía
en cuanto tal. La filoso{ía, en su vertiente ótica, rc;rliza la.-sí¡r-
que la ética tiene de rnomento activo de la metafísica, de hacer
que sea plenamente Io que es. En este sentido, la ética de Aris- tesis de conocimiento y existencia, r.iencle constitr¡l.ivarncnt<l ¿l
tóteles señala el equilibrio, no estático, sino dinámico, logrado la realización.
a través de tensiones internas, entre el punto de vista heredado Hasta ahora hemos consielerado la ¡rrcfurc.ci¿r conro cl acto
de Platón-«si de los jueces a la meta o al revés»-y el hallazgo de preferir que pone en juego el sujeto l)arir ¿rjustar. su coml)or-
propio de Aristóteles; el primado de la,,subordinaciónr¡ o el de tamiento a la situación en que se encucntr'¿1. I'ero la prclcrcircia
la «subalternación¡r. Lo nuevo de Aristóteles es la orientación puede ser considerada tarnbién err la olr¿r vcrtiente suv¿r corno
de la ética a la experiencia, la psicología y la caracterología, y realización de una posibilidacl. La posibilirlatl prcferirla rlueda,
el descubrimiento de un grado distinto y propio de akríbe'ia. en e{ecto, realizada. Pero realizada ¿dónclc'i Qrrerla realizar-la,
Por otra parte, la separación de theoría y práais es artifi- 22 IVIet., 982 b, 19 ss.
ciosa. En el pensamiento de. Aristóteles la theo'ría era la forma :: Irf^:Z!Il.1ap i¡ 1',tttc Doú),1 tLilr r).'/)gi;;:r, v é:r,, ( lllcL.,9t]2 b, 29).
suprema dela p,ráxis, y justamente por eso tiene sentido que para 24 Ethik,
25 En brno a la t. II, págs.42
él la forma suprema de éthos sea la alcanzada en el bíos theo're- liLosolía mexicana, ss.
.,{l
ri
por supuesto, en la realidad exterior a mí, en el mundo. (E* bierto etimológicamente y sobre el que habremos de volver una
lo que mi acción tiene de poíesis o lacere.) Si mato a un hom- y otra vez.
bre, por ejemplo, el resultado de mi acción es, en el mundo, la En este sentido, los libros más profundos de moral que se
sustitución de un ser humano por un cadáver. Pero el resultado han escrito, porque apuntan directamente al concepto central,
en mí mismo es que la posibilidad que yo tenía de ser homi. son los que, tal el de Teofrasto, han llevado el título de Los
cida me la he convertido en realidad, o lo que es igual, la he caracteres. Pero hay que tener presentes dos observaciones: en
incorporado a mi realidad: desde ese momento yo soy un homi- primer lugar, que debe distinguirse cuidadosamente el «carácter»
cida. Pero este «ajustamiento» y la consiguiente apropiación es en nuestro sentidor eu€ es una realidad moral, del «tempera-
claro que ocurre, no una vez, sino constantemente a lo largo de mento», que es una realidad biopsíquica. Y en segundo lugar,
la vida; y a este inexorable hacer la propia vida a través de que, como ha dicho muy bien Ortega 26, el libro de Teofrasto-y
cada uno cle sus actos y a la consiguiente inscripción de ese sus semejantes-nos dan «unos cuantos esquemas de estructuras
hacer, por medio de hábitos y carácter, en nuestra naturaleza, humanas, figuras típicas a cada una de las cuales pertenecen
es a lo que llamamos moral como estructura. muchos individuos humanos». En cambio, el éthos es estricta-
Si, según hemos visto a Io largo del presente capítulo, el mente individual.
hombre es constitutivamente moral por cuanto que tiene que
conclucir por sí mismo su vida, la moral, en un sentido primario,
consistirá en la manera cómo la conduzca, es decir, en las posi-
bilidades de sí mismo que haya preferido. La moral consiste no
sólo en el ir haciendo mi vida, sino también-y ésta es la ver'
tiente que ahora estamos examinando-en la vida tal como queda
hecha: en la incorporación o apropiación de las posibilidades
realizaclas. La tnorai resulta ser así algo lísicam.ertte real o, como
decía Aristóteles, una segtrnda na'turaleza. Tal es eI sentido fuerte,
el sentido pleno de los vocablos que clásicamente ha empleado
Ia Etica : éthos, mos, héxis, habítus y habituds', av€tét uirtus,
uitiutn (Zubiri suele aconsejar, para que se comprenda bien la
«realidad» del vicio, eüe se piense en la acepción de esta palabra
en expresiones tales como, por ejemplo, «el vicio que ha cogido
esta puerta»).
Ahora bien: esta apropiación real de posibilidades, buenas
o malas, va conformando en una «segunda naturaleza» mi perso-
nalidad. O, como decía Zubiri, al apropiarme mis posibilidades
constituyo con ello mi habitud en orden a mi autodefinición, a
la de{inición de mi personalidad. Sobre mi «realidad por natu-
raleza» se va montando una «realidad por apropiación», una
«realidad por segunda naturaleza» que, inseparablemente unida a
aquélla, la conforma y cualifica según un sentido moral. Mi rea-
lidad natural es mi propia realidad, en tanto que recibida; mi
realidad moral es mi propia realidad, en tanto que apropiada.
Porciue al realizar cada uno de mis actos voy realizando en mí
rnisrno mi étho's, carácter o personalidad moral. He aquí, pues,
cómo volvemos a encontrar un concepto, central para la Etica,
aunque pocas vec€s se haya visto así, que ya habíamos descu- 26 El hombre y la gente, págs. ltlS ó.
I
,1,
(' 7t
serrtido primario e intraducible de esta palabra. Esta separación Después, durante largos sigl<-rs, se pierde el interés, y, consi'
de la realidad se echa sobre todo de ver en los libros de historia guientemente, el sentido psicológico y caracterológico. Pero en
de Ia Etica. ¿Se puede estudiar la historia de la Etica prescin- L fa"a Moderna se produce toda una brillante serie de moralis-
diendo de la historia de la moral? Sin embargo, esto es lo que tas que nos van describiendo los caracteres, virtudes y vicios
se acostumbra a hacer. Y no sólo por lo que se re{iere a las (más éstos que aquéllas) de la época. Empieza Montaigng por
morales orientales. Dentro ya del cristianismo, ¿qué tratado de pintarnos, introspectivamente, su propio carácter.- Pascal nos
Etica considera su{icientemente la actitud de Lutero frente a la ira descrito de máno maestra el del hombre de la diversión. La
moral, la revolución moral a la que ha dado lugar el calvinismo, Bruyére, con su actitud det:achée, objetiva. que no se propone
la moral del hidalgo, la del honnéte ho'mme, la del gentle'man, directamente cómo se ha de vivir, nos ha dado, a su
".r..ñr.
manera, un anticipo de Io que, andando el tiempo, había de ser
la del citoyen, la del «caballero cristiano»? ¿Se estudian en los
libros de Etica, como debieran, las máximas y reflexiones sobre la moral como pura observación y descripción, la scíence des
moral viva de los escritores moralistas, un Quevedo, un Gracián, m,oeLlrs) y por otra parte, ha trazaáo muchos caracteres, a algu'
un La Bruyére, un La Rochefoucauld, etc.? René Le Senne ha no de los cuales, que parece consistir en no tener ninguno,
"f
querido trazar en su Traité de Morale générale, para dar plasti- el de quien se cansa de unos mismos vicios y virtudes y se diría
cidad a la ética: psrd presentar, junto a las doctrinas, los «mo- que hásta de ser él mismo, ya hemos hecho referencia. Gracián,
delos morales», una serie de Portraits moraux. Ahora bien: hry qu. r. de un enorme interés desde este punto-de vista, ha trazado
que decir que el laudable intento ha quedadoe en su realización, los caracteres del «héroe» y el «discreto, barrocos, y- nos ha
completamente {rustrado: ni es un estudio serio sobre modos presentado con sin igual vivacidad la deformación moderna de
Ce vida moral, ni tiene cualidades artísticas como para constituir ia virtud de ]a prudencia. Tras é1, y sin duda influido -por il, .L"
una «galería de retratos» de los distintos tipos de éthos. Nuestro Roche{oucauld,' con su desenmascaramientg sistemático de las
libro ^El pro'testanüsmo, y la manal, y en parte también Catoli virtudes como vicios disfrazados, el descubrimiento del vicio
cismo y protestantísmo conxo lormas de' exíst¿ncía', han sido ins- como ingrediente, cuando menos, en la composición de las virtu'
pirados por la conciencia de ese vacío, de esa distancia entre des y, fin, Ia descripción de un «arte de vivir» o moral mun'
la moral y la ética. En la parte final del primero de esos dos "ñ
dana. Rousseau nos pintó el carácter delicuescente, prerromántico,
libros y en el artículo «I"a actitud ética y Ia actitud religiosa», del hombre traído y ll"rado por sus sentimientos. En las obras
hemos subrayado la importancia que para la moral-y, por de Voltaire y Kant aparece el carácter, esencialmente moderno,
tanto, también para la ética-tienen los «filósofos» franceses del
clel «homo moralis» sin religión o con ésta reducida a mero
siglo xvttr; y a propósito de Mauriac, Simone Weil, Graham apéndice residual. La aporta.ión de Kier'
Greene y Albert Camus, hemos insistido en el mismo punto de klgaard con su descripción del "uru.terológico_-moral
hombre estético, del hombre ético
vista. El nombre de Voltaire, por ejemplo, es, para la his'toria de
la moral y de Ia ética, sumamente importante, pese a que no qri .. el hombre de la decisión y el comprometerse, del engage'
haya escrito nunca, ni mucho menos, un tratado de Etica. La
ilioiror^I, y del hombre religioso, ha sido capital. También la
tifologiu áJ.d de Nietzsch"iio. «ciegos», pára quienes todos
separación entre la moral vivida o etlúca' uterus y los tratados
de Etica que para casi nada la toman en cuenta, es incompren. .o-or"igrales, los «filisteos de la cultura», los «comediantes de
sible.
io gi"rrf.r, lo, resentidos, los que por pesimismo niegan la
Ahora bien: ¿dónde puede leerse esa ethica utens o moral
vidi y, frente a ellos, los del ,,p.ii*i.*o heroicr:» y la «volun'
tad de poder», etc.-es muy valiosa. Y, etr fin, citemos para
vivida? Precisamente en el tipo de obras a que se refiere este
capítulo. Por supuesto, hay excepciones, la más ilustre de las terminai, porque de otro modo la lista se haría inacabable, a
cuales es la Etíca nicomaq'ued, sumamente abierta a la moral los tres riltimás grandes moralistas {ranceses, el «inmoralista»
Gide, Mauriac y ir*r., que en La Chute reactualiza a La Roche-
vivicla por los griegos, en la que se describeir de mano maestra
{oucauld.
caracteres como el del magnánimo y las virtudes reales-no las
«librescas» o ideales-de los griegos. Teofrasto a continuación Junto a los moralistas hay que poner el testimonio de la
nos da la estampa opuesta: no los caracteres virtuosos, sino nouLlr, en especial la gran novela psicológicu d:l siglo- xlx .y
los viciosos, pero igualmente ricos, sin abstraer de su concreción. fri*.* parte det siglo-xx. Hoy Ia novela psicológica ha sido
i
t
sustituida por la novela de situación 3. .Ll cambio del interés religión y Ia moralidad, problerna occamista de la posibil;dad
novelístico ha sido resumido por Bergengrün a con estas pa- de poseer las virtudes teologales sin las virtudes morales, etc.
labras: Muy sumariamente, porque no es éste el lugar para tratar con la
«Hay algo que yo describiría como el ar[e abso]uto de la narra-
debida amplitud tal cuestión, a través dc cuanto llevamos dicho
ción y que veo en un cierto contraste con el de los modernos. se bosqueja una tipología cuyos tipos principales serían el hom-
Este arte absoluto de la narración se alcanza en los Primitivos y bre lábil, de contextura moral deficientc (cl hombre de quien
en los Anónimos. Se nranifiesta menos en la novela que en las suele decirse que no tiene carácter), quc ¡:ucde scr agitado por
historias cor[as, en las fábulas y, especialmente, en I<¡s cuentos. sus sensaciones (hombre pascaliano del tlit,<:rtissernent) o arras-
No conoce nuestra psicología analítica, ni la problemárica de los
casos singulares; en su lugar acontece la eterna y siempre recu- trado por sus sentimientos (hombre romántico); el hornbre del
n'ente problemática de Ia vida del hombre. El arte absoluto de deber y el engatgement que se va haciendo su vida a golpes de
Ia narración crea con los acontecimientos primordiales de Ia vida decisión; el homble ecuánime y bien asc¡rtado en su cluicio
del hombre y del mundo, con las situaciones y con los motivos ori- moral, hombre de carácter y virtudi ), en lin, c[ hombre sólcr
ginarios.»
religioso, inconsistente desde el punto de vista moral, zaran-
Es el hombre en cuanto tal, el hombre en su pura condición deado por fuerzas sobrenaturales opuestas. ]\{e es irnposible se-
humana, sin particulares especificaciones psicológicas, quien se guir desarrollando este terna, pero creo que con Io dicho b¡rsta
ve enfrentado con el dolor, la culpa, la muerte. La diferencia se para que se adviertan las virtualidades de--por decirlo con una
percibirá bien con un par de ejemplos tocantes al tema de la {rase de Marías-«la novela como métorlo dc conocitnicnto»
homosexualidad y al tema del sacerdocio. Al autor de novelas moral.
psicológicas le interesaba, como protagonista, el homosexual, Indicamos antes que la psicología ¡rut:dc colaborar con la
por su anormalidad psíquica, la complicada inversión de sus Etica mediante el descubrimiento empírico--actual e histórico--
sentimientos, etc. Al novelista actual le importa el hombre homo- de los {ines concretos que el hombre persigue en su vida. Es
s€xual por su soledad radical, por estar condenado a no poder Ortega quien ha reclamado un estudio de los di{erentes bienes
vivir la «vida normal», sentirse extrañado de la sociedad y empu- en que los hombres han ido poniendo, históricamente, su feli-
jado a Ia clandestinidad, etc. Cosa análoga ocurre con el sacer. cidad. De este modo se remediaría el carácter excesivamente
dote en la novela. Antes, solicitaba Ia atención del escritor por abstracto-«el placer», <<la riqueza», <<los lrcinoresr>-de la teo-
los modos corno en él se resolvía psicológicamente el encuentro ría ética del fin humano. Hace poco tiempo leía yo en un bicn
compuesto folleto 6, como comentario a la vista de una cola,
de la fe y la raz6n, etc. Hoy se ve el sacerdote como hombre
media«lor y dividido entre el cielo y la tierra, como el «lugar» en la calle, para presenciar una película crótica, eue las gen-
tes, en la carne y en. el placer, lo que realnrente buscan, esperan
donde se produce el desgarramiento de la gracia y el pecado, etc.
Perc, si las novelas actuales ya no se ocupan de «psicología»
y quieren, es amor. ¿No serían convenientes estudios de psico-
ni de caracteres, ¿continuarán teniendo interés desde el punto de logía positiva para probar experimentalmcnte este tipo de hipó-
tesis? Pienso en un libro como D'ie Fronmtigl,:eit, der Gegcnutart,
vista ético? Ciertamente que sí. Por ejemplo, en cuanto perso-
nifican'en Bernanos y Graham Greene-y antes en Dostoiewsky- de'Werner Gruehn, que ha tratado conformc a los métodos de la
psicología científica, el problema de la religiosidad actual. ¿No
al hombre religioso sin sustrato moral, o en el mismo Craham
sería muy útil tratar paralelamente los prohlcnras de la nroralidad
Greene y en Camus, al hombre moral e irreligioso. El «<creyente
contemporánea?
pecador» y el «justo sin Dios» se enfrentan así como dos posi.
bilidades extremas de lo humarto 5. Los problemas ético-religiosos
La Etica, en su aplicación concreta, neccsita tambión de la
psicología, más particularmente, para la clctcrmin¿rción de los
suscitados por tales planteamientos son capitales y, en cierto
verdaderos lines operantis. Como scñala [inamcntc Jacrlues
modo, clásicos: problema luterano de la se¡raración entre la
Leclercq, los casuistas reunieron, par¿r la ¡rrr'ictica del con{csio-
3 A la que tal vez está en trance de suceder la nnovela del objeto» nario, un inmenso caudal de obselvaciolres psicológicas Que,
de Robbe-Grillet y otros escritores actuales. desprovistas de carácter científico, conslituyen no obstante un
4 Das Geheimnis uerbleibt, pág. l0l.
5 Puede verse el capítulo último de mi libro .E/ protestantísmo y la 6 Editado por el Seminario Diocesano de Rar,:clona bajo el título de
moraI. Dialogo y espera, pág- 27.
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IE os TIC
importante precedente de la psicología de la moralidad, tan En resumen, los fenómenos morales, las v-irtudes, los vicios,
cultivada hoy, y un copioso material que debe ser utilizado por el carácter, etc., pueden y deben ser estudiados p-sicológica'
ésta. Se dice, en el lenguaje escolástico, como a su tiempo mente. De este *oáo Ia psícoiogía se convierte en colaboradora
veremos, que los especificativos de la moralidad son el objeto, de la moral teórica y en eficaz auxiliar de la moral práctica, en
las circunstancias y el f in ( linis operantis). Este último corres- desenmascaradora de ocultos lines operantís'
ponde a la vida moral en tanto que vida interior, v aquí justa-
mente es donde la agudeza psicológica, carac,ierológica e incluso
psicoanalítica ?, tiene un vasto campo de acción. Se trata, como
es bien sabido, de análisis practicados en la línea de la llanrada
psicología descriptiva y comprensiva, en oposición, o al menos
diferencia, de la psicología explicativa o causal; una psicología
que procura comprender los procesos psíquicos en función de la
totalidad de la vida y del sentido que ella delata. Quizá su logro
más per{ecto }, desde luego, el más conocido sea el libro de
Max Scheler, traducido al castellano bajo el título de El resen-
timiento de la m'oral, en el que, partiendo de la mencionada
obra de Nietzsche, se hace ver cómo un sentimiento a menudo
ni siquiera plenamente consciente, un sentimiento escondido en el
último repliegue del alma, puede alterar todo el sistema de valo-
ración o preferencia moral. Los tres pensadores del siglo xrx
más próximos, probablemente, por su sensibilidad, a nosotros,
a saber, Kierkegaard, Nietzsche y Dilthey, nos han dejado bellas
páginas sobre psicología de la moralidad. Antes que ellos, los
casuistas y: con belleza literaria, los grandes moralistas clásicos
franceses. Hoy cabe citar, entre otros muchos, los libros de
Vladimir Jankélévitch L'ironíe o,u la b'omne conscience y I-o
rnauuaise conscíence. El capítulo de L'étre et le néanf, de Sartre,
sobre la «mala fe» (entendida como enmascaramiento a uno
mismo de la verdad) es también, prescindiendo de la intención
meta{ísica con que es utilizado, una importante contribución a la
psicología de la moralidad. Naturalmente, la literatura, otra vez,
y en especial la novela-para no citar más que un ejemplo, en
Thc quiet Am¿rican, Ia última novela de Graham Greene, se con-
tiene un ejemplo interesante de ambigüedad en el linís o'perantis
de quien se hace cómplice de un homicidio 8-, son, en este sen-
tido, de una riqueza inagotable.
/E S os TI (: o.§r: ;
('
1 Cfr. Hans Reiner, Das Prinzip uon Gut und Biise, pág. 31.
2 Fundamentos de filosolía, pág. 373. En los economistas clásicos
6 H. Nohl, /nrr oduccíón a la Etica. Las etperiencias édcas funda_ ingleses se maneja constantemente el concepto de ualue. Recuérdese, por
mentales, pág. 226. otra parte, el Mehrwerr o plusvalís de Marx.
('
IE UD ETICOS
reserve la denominación de «valores», en contraste con la dc SaS, eS dcCir, de ul¡ietres>r. entre los t¡tte cucttlan no síllo los
((bienes))-a nadie se le ocurre llamar «valor» a una finca; materiales, sino también los espirituales; los valorcs llropiós
la finca tendrá un pero no «es» un valor-para designar y los valores extrañtos; Ios valores de actos, los valores de {un'
una- «participación»'alor,
(una «acción») puramente eóonómica, sin .ion y ios valores de reacción; Ios v¿rlolcs {c la disposición
gestión real, en una sociedad «anóni-ár, .. encuentran así en el de ánimo, los de la acción y los del éxito; los valores dc viven-
origen mismo del concepto de valor, quieran o no los que luego cias intencionales y los valores colectivos i )- cn Iin. los valorcs
'icr"arclrría aprio-
irán echando mano de é1. Después de Nietzsche, empier, por sí mismos y los valores por refercncia:]. [,a
c_oncepto los discípulos de Brentano, 'wundt, Rickert, Ltc., hasta
"j. iística de los valores com¡rrende estos cuatro órdcnes, de menor
fleglr a Max Scheler... y todos los posteriores. En su Einlühru,ng a mayor altitudr 1.o, la Áerie de lo agrarlahlc y desagradable;
in.die
_Metaphysl& observa Heidegger que, en una bibiiografíá 2.o, lás valores vitaiesi 3.o, la esfera de los valores espirituales,
sobre la filosofía de valo..r, up"iá.ida- en lg2g, figurabfn ya que comprende los estéticos, Ios de lo iuslo c injusl.o, y los valo'
661 títulos. ¿A qué cifra llegarán los libros pubhádos ,nbie ies filosóficos o del upuro conocimiento rle la verdad>r ; Y: €n
este tema hasta hoy? fin, 4.o, el reino de los valores religiosos a.
cr.eo pueden distinguirse tres etapas principales en la Se observa en esta tabla que no apal'ecen los valores mo-
-qu_e
historia de Ia ética de los válores: la anteiior u s.hll"r, la que rales (que, según Scheler, no coinciden con el orden, Puramente
-«impersonal»,
comienza con éste y continuada por Hartmann e Hildebrand «objetivor> e de io justo y lo injuslo). Esto se
Ilega hasta hoy mismo y: en fin, la que toma en cuenta las nue- debá a que los ,aioret morales-es decir, lo bueno y lo malo-
vas posiciones del existencialismo. no poseen una «materia» propia, Como los otros valores, sino
No nos detendremos en la primera etapa porque ninguno de que su realidad consiste en la realización ,le l6s demás valores,
sus cultivadores llega a afirmar inequívoCambnte la objátividad conlorme al orden justo de preferencia, segrin srt jerarquía. Pero
i.. lor valores (Brentano, formado en Aristóteles y ..r iu Esco- todavía ha de distinguirse entre la «pre[e retrcia» y la «resolu-
lástica, no puede ser considerado, sin más, .o*L ,, filósofo ción». Hay un acto de preferir o de posterqar cl valor mírs alto.
de los valores y_la_significación justa de su doctrina moral p,lan- Este acto no eS aún «bueno» ni <«malo>r, Itorque CS un acto de
tea problemas de los que no poáe*os tratar aquí) y: por tanto, conocimiento, y la bondad moral-:-lo mismo que la nlald¿ld-
no entran propiamente en esa «vía media» entre Ia subordina- residen en la voluntad. El bien v el mal <:tinsisten en dccidirse
ción a la metafísica y la ética inmanente. Scheler, sí. pero en por la realización del valor que.-aceltadrt rl cquivocadamente,
Scheler hay que distinguir dos problemas distintos: uno es el de a estos efectos es igual*ha sido reconoci«lo como preferible o
Ia critica del formalismo ético y la defensa cle una ética material, como postergable, r'espectivamente. Se ve, ¡rues, la dependencia
prob-lema verdaderamente fundamental-para mí el problema poi de Scheler respecto de Kant. Para éste, l,r ótico tenía que ser
excelencia de la étic_a, hoy-sobre todo si se tiene Jn cuenta que puramente formal. También, en cierto tnoclo, para Scllcler, pues-
el formalismo de Kant es sólo una, de las especies posibles de io qr. consiste en pura «dirección». <<I-Jnit:aluetltc sc hnllan en
{ormalismo, sustituida hoy por el formalismá existencial. Este conexión bueno y malo con bienes y tltaltrs---cscribc Scllclcr-
problema habrá de_ser tratado aquí, más adelante, bajo la rúbrica en las cualidades valiosas extratnoral,es^ lrcnr:tt'ítndo[fls,, [,sta
t'.
de «la ética formab> /, dependencia kantiana va todavía m¿is ltrjcis: iicgtln Sclrck:r, rini-
-c¡ando áxpongamos nuestro concepto de
la ética. El segundo problema de Stheler, el que nos concierne en ,
camente podemos realizar cl valor dcl bicrl nr,rl'¿tl---t:slr) cs, cn
este momento, y que de ningún modo debe ser confundido con definitiva, ser buenos--en tartto quc )lo iltlt:ttlcttt<-ls t:ottvr'ttir
el anterior, es el de la elaboración de una «ética de los valores». este bien moral en {in de nr¡cstr¿r acr:irin. rn lrttttt) (ltt(l llo l)re-
según scheler, los valores son cualidades enteramente obje- tendamos, directamente, ser buenos. l,¿1 ¡¿1¿,itr cs í:stir: ,¿tcl,,lll¿tltros
tivas, aprehendidas por los sentimientos intencionales, de aná- de ver que la «materia» de la volulltatl cs sr('rttl)l'ú tlrt [.,ictr cxt.t'a'
loga manera a como los actos intelectuales aprehenden las ver- moral; por tanto, si prctcndctnos realiz.rr inrnediatarltente el
dadel y _los actos- de la percepción sensorial alcanzan Ia expe- valor moral, entonces eS que ya no nos im1,ot'ta el valor ntaterial
riencia de los objetos procesos materiales. Scheler distingue 3
_y Etica, t. I, 1¿15 y sigs.
diferentes clases de valores: Ios valores de personas-que se 4 Ob. ci¿., 151 y sig.
refieren a la persona en sí misma*y los valores de cosas valio- 5 Ob. cit., 57 (el subrayado es mío).
(' AI
(t l) 'l' I (:
IE tlt
(' t/
9.! cir.,
:7 l,'it;. págs. 2B_-9,
!6 y sigs., il4 y sigs.
t,).pes ol thical ,hroirr, Rouhe;i;;' and
11 En ei prefacio de sus Principia Etlvica declara Moore que, des-
Kegal paul Ltd., pués de terminada su obra, ley6 El origen del conocimiento moral, de
¡rágina 2ti4.
Cfr. su lib¡o From, Morality to Religíon. Brontano, y a$ega que las opiniones de este autor están más cerca de
s! cfr' sus libros principia*ethica, cr-b.inJge
u;iversity press, 1903,
las suyas que las de ningún otro.
12 Ob. cit., 5.
y litlu.cs. Oxford University p...., Ígi2. 13 Ob. cit., tlO y sigs.
ro I'rincipia Ethica, pág. q. 14 Ob. cit., 38-9.
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(:
/E S DIOS TI .S'-
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At 101
102/ESTU os (: S
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pdra sí la coincidencia consigo mismo ha sido reemplazada por nos obliga a escogcr etltrc cl Misteritl o cl Absultlo. I:,sta cs la
la discordia y distancia de la libertad: ser lo que no se es y no Cot)secueltcia última qLlc-Como to<Javía ltitbrc'tuos tle volvcr a
ser lo que se es. Y la cerrazón sobre sí mismo es sustituida por ver en el prcscnte libro---so sac¿r sictnpt'c clt: stt let:tt¡t'rt.
Ia esencial abertura de la conciencia. Si dcscendemtts altora al nivcl del problullla nlol'¿ll, sc ittl-
Metafísica: pü€s, la de Sartre, de estos dos tipos de se¡: en vierte en seguida qL¡e la ótica existcllci¿llist¿r rto cs. lrroltiittncntc,
sí y para sí. ¿Habrá lugar en ella para ese otro tipo de ser que ética de los valorcs, pucsto quc nicgl la vllidr:z t,lc í:stos. ¿Qtrí:
llamamos Dios? A juicio de Sartre, la noción de Dios es una tnatrticnc, sin enlb¿tt'go, cle cttlnún cotr ollrr? l,a scpurtu:i.tin dcL
unión contradictoria del en sí y el p'ara sí. Pero un er¿ sí abso- str T el uulor. La itlca rlc l¿r dist¡rrtci¿t intct'it,r. dt: la tto-r;tiirtcirlclt-
luto no puede tener conciencia de sí y u\ parCI sí absoluto es una cia del Iornbre consigo rnismo, es uIlA adr¡uisit;i<in definitiv¿r tlc
contradíctio in termínls porqge el para sí es esencialmente con- Sartre, aullque, claro está, no complctanrc'ntc originnl, pot(l¡e
ciencia y la conciencia es siempre conciencia-de, es decir rela- ahí estaban antcs quc í:l l{eidegqer, Ortcgit Y cl nrisnro l3lonclcl,
tividad, y de ningún modo entidad absoluta. Es preciso rechazar tlue percibió claralncntc la rcalidad de Ia dcsllroporción tlLtc IIOS
la posibilidad siquiera de la existencia de Dios: es preciso sos- constituye y que se revela cn la acción, l)ues nt¡nca l«rgramtls
tener el ateísmo. Ateísmos ha habido-o parece haber habido- igualar nuestra afinnación. Aquí cs dondc sc encuclllra' crco yo7
muchos, pero ninguno ha sido consecuente. Se ha negado a oigó d" Io mucho válido de la {ilosolía cxistr:nr:ialista, perfect.-
Dios, pero en su lugar se han colocado entidades aL¡solutas de mánte separable de su sectarismo. Y 1io, aquí dcbc busc¿rrsc la
carácter meta{ísico («estadio metafísico» de Comte). Lo que -La de la moral existencialista- Ve¿im«rslo.
impronta
Sartre se propone-con gran rigor dialéctico-€s sacar, al fin, conciencia, conlo decía Hegel, es un,,,,rgujcro en el s,crr,.
todas las consecuencias del hecho de la «muerte» de Dios, de la Un agujero que per{ora el bloque compat:to dc l<¡ qtre Sttt'tre
inexistencia de Dios. Y «no hay Diosr>, quiere decir, entre otras llama ,i ...-"n'tí, haciendo al hombre quc sca lo (luc no cs y
cosas, que no hay val,ores, no hay un Bien y un Mal exteriores que no sea lo que es. Este agujero, visiblc ya cn cl ortlen rle la
a nosotros. El «espíritu de seriedad» se a{erla a la consideración conciencia psicológica-el hombre, al cr¡rlor:cr, es, clr cierto tnoclo,
de los valores como datos objetivos y trascendentes; busca en todas las coias; pero, claro está, no las es, r't:ahnentc-, es muc|6
ellos desesperadamente el sucedáneo de un Dios en el que ya no más patente en il orden de Ja conciencia mor¿rl. La conducl¿r-
cree, porque no se atreve a enfrentarse con la cruda verdail de conducción (recuérdese lo escrito arriba sol,t'e esto) sc sePara
que por encima del hombre ya no hay nada, ni personal (Dios), de lo que ya, es para volverse hacia el porvenir-la ,,¡rrovcrsiónr>
ni ideal (valores). Nc hay más que la libertad que nos exige de Le- Senne-y hacia la posibilidad. La cucstititr entotrces se
plantearía así: ¿La proversiónno consistirír míts (luc en cl
existir haciéndonos a nosotros mismos y tener el arrojo de in-
ventar nuestros propios valores. «La vida no tiene un sentido a ,,desarrollo», en el .<desltliegue» de Io quc cs? A csta allur¿r de
priorí. Es a nosotros a quienes corresponde darle un sentido y Ia meditación es donde, poco más o lTenos, tolna cl hil«.l ()corgcs
Bastide a, cuyo propósito p¿lrece scr el clc ittsc'rL¿tr cl ctlncc¡rttr
el valor no es otra cosa que el sentido que cada uno elija» (moral
de l'inue'noio,n et du choíx). de valor en el malco de la nucva mctafísir:a- m¿ls o lllorlos rc-
adaptada para ello. ¿Constituirá cl valor cl funrlartlr,.rrlo tlcl scr
No es éste el lugar procedente para hacer una crítica de la
metafísica sartriana y en especial de su ateísmo, del cual, como
y, por decirlo así, su «bien», su o¿rsí¿¡. c()ln() dir'ía. lrs g.icg,s7
hemos visto, pende todo lo demás. Pero no hay duda (como ha
Si ," contesta afirmativamente se atlntitc l¿t coitlcitkrltci¿t dc lo
real y lo posible-lo posible como ltl qrrc lr¡tlltvírt llo.s, Ir(-'I'o
visto Pedro Laín) de que el en sí originario e increado es un
inriefectiblémente, salvo contingcncias, llcgará a scr, lrot'r¡ttc r:stít
concepto de estilo precristiano. Mas Ia realidad de Dios, el Dios
ya en ((germen)) ahí-, Ia coincidencia etllrt: cl st,r y cl valor.
vivo, no puede reducirse a conceptos lógicos y es anterior a los
Entonces «nous devrjons pouvoir dirc ert lr¡tttc t;crtilutJe rlttc tortt
dos tipos de ser estudiados por Sartre. Por otra parte, deducir el
para'sí del en sí es-con{iesa Sartre-imposible. Lo inexplicable vaut de tout ce qui est et que clrarlue 6lrc ¿t I'0tlc t¡rr'il nlór'it1¡¡r.
permanece, pues, más allá de toda dialéctica. Pero Sartre nos Pero esto-continú¿r Bastide--no podrí¿ttntls atltnitir:lo mits qrte
suscribiendo con un enorrle e ilimilatlo amón ttldo lo qrrc octlrl'e
ha prestado un servicio muy estimable: al destruir las enga-
ñosas soluciones intermedias de lo que hemos llamado con Cornte
el «estadio metafísico))-las Ideas, los Valores, el Progreso, etc.-, a Métlitations pottr un. éthi,que tlc Ia pcrsonrt<t'
104 / F) TU os OS
en el mundo. Y acarrearía la muerte de la persona. cuya razón
de ser consiste en la iensión suscitada po. intervalol-diiícil,
doloroso, moral-entre el s€r- y "l
_ei valór. La concienciu s.,.gá
precisamente en la-.encrucijada donde el ser se rompe en li,
cuatro valores cardinales, los valores de prospección y los de
retrospección, los valores lógicos y los valores áxistenciáles. Una
fisura, un «abismo de inadecuaóiónr, separa un ser-nada clel
auténtico advenimiento del ser valor. Y justamente en esta r:er.e- CAPITULO XIII
grinación por los caminos de lo siemprl problemático es án Io
que consiste la vida moral. Así, prer, hay que concluir c¡ue el LA VINCULACION DE tA ETICA Y, LA
valor hace el ser de la persona; pero no como un abstracto en METAFISICA
sí, sino como una conciencia que sL abre a la alteridad y se eleva,
y ((en esta ascensión,- siempre precaria y amenazada», lleg;r ver- Hemos estudiado hasta aquí, en relación con el principio
claderamente a ser. El hombre és esta dijtancia que separa"el que metafísico, la desvinculación que de él han a{irnrado Kant y sus
es del que tiene que ser. La falta aumenta .ru áirtu*ia, proáu- discípulos, el pragmatismo y la filosofia influida por é1, la ética
ciendo una grieta por la que se infiltra la nada, es decir, ál de los valores y Moore, y, finalmente, hemos considerado la
-ul.
Por el_contrario, la confesión de la falta, la conversión, dismi- posición de Sartre. Veamos ahora las tres concepciones, a nues-
nuye el intervalo y ponen en camino de la «realización.,, de Ia tro juicio más importantes, de subordinación de la ética a la.
persona moral. metafísica, a saber: la de Heidegger, Ia de la Escolástica v la
He aquí, pues, una muestra de cómo, sobre el fundamento de Zubiri.
de la metafísica existencialista, iibremente interpretada, puede En Heidegger no se trata, en realidad, rle subordinación de
levantarse una ética que siga siendo en cierto mod. «étüa de la ética, sino de negativa a aceptar la parcelación de la {iloso-
Ios valores», pero con posibilidades de abertura a la metafísica y, fía en diferentes «ciencias». Aunque casi todas sus páginas están
cualquiera que sea la posición personai de Bastide, tambié, u i, penetradas de elementos éticos o, precisamente por eso mismo,
religión. no ha hablado directamente más que una vez, en la Carta sobre'
el Humanismo, acerca de su concepción de la ética.
Heidegger hace notar en este texto t qu. la «ética», igual
que la «lógica y la física», se desgajan por primera vez como
disciplinas independientes en la escuela de Platón. Es el tiempo
en que el pensar empieza a convertirse en «ciencia». Los grandes
presocráticos nada sabían de «ética». Y, sin embargo, una sen-
tencia de Heráclito, Ia sentencia r¡0oq dv0ptbnt'r Daí¡rc»v, nos des.
cubre, en tres palabras, la esencia misma del étltos.
Heidegger traduce Ia palabra ét:hos atencliendo a su signifi-
cación originaria-de la que ya se hizo mención al comienzo
de este libro-por el lugar donde se habita. Entonces la citada
frase significaría lo siguiente: «<El hombre habita, en tanto que
hombre, en la cercanía del dios.» A continuación interpreta esta
sentencia a la luz de aquello que cuenta Aristóteles 2 sobre He.
ráclito. Como llegasen a él unos extranjeros que querían cono-
cerle y se quedaran sorprendidos-en realidad defraudados-al.
encontrarle, como a cualquier otro, calentándose en la cocina,
1 Págs. 104 y sigs.
2 De pd,rt. aninl., A, 5, 645 a., ll .
r
('
t{)6 / E U l) ,s ÉTrcos
manera que cuanto estimamos bueno I<l cs por cierta scrncjanz¿r y
les hizo entrar diciéndolcs: «También aquí están los dioses.»
También aquí, es decir, en este lugar doméstico, dc,nde torlo es participación del sulno Bien; y así ¡luedt: tlecirse clttc en catlit
cotidiano y corriente, <<también aquí» están los dioses. Pero ti"n re apetece, en cierto modo, el sumo Iiicn. M¿is aún: incltls,r
las cosas que carecen de conocimiettto apt:tt:ccn al bicn, ¡ruestcr
entonces lo que de verdad quiere decir 10oc civ0ptírtcu baipt'r«,
que naturalmente tienden a él o son lnovirlas por Dios hacia ó1.
es que «su morada habitual es para el hombre lo abierto a Dios
(a lo inmenso e indecible)>> (,,Der [geheure] Aufenthalt ist dem a la manera Oomo la {lecha es movicla ir,,r'cl al(ltlclo hacia c}
lVlenschen das Offene fiir die Anwesung des Gottes [des Un- blanco a. EI bien se llama {in en cttattlo c.i 'rl tí'rnrino dcl anetito;
geheuren]».) Alcanzada esta significación profunda de la pala- la razón intrínseca del {in es la bonclail ,r perfección.
bra éthos, la Etica resulta ser el pensar de la verdad del ser, La ordenación del hombre a su {in es, Iltles, un c¿lso particu-
como el originario elemento del hombre en tanto que exislente. lar, aunque eminente, de la teleología gcner:al clel univetso:
Pero este pensar es precisamente la Ontología. He aquí, pues, ((omne ens agit propier finem». Unos. c()trto |os ttlirlcrales y Ias
por qué Heidegger no ha accedido a la petición que, a poco de plantas, exseattiae tan sólo; otros, conlo los anim¿rles, exseculirte
publicarse Sein un Zeit,le hiciera un joven amigo, de que escri- y aprehensiue. por virtud de Ia estimativa; cn fin, los hombres,
biera.'una ética: no hay una ética separada, ni aun distinte, de electiue, esto es, Iibremente. La causa final cs la prirncra de las
Ia ontología. La ética trata de Ia «morada» del hombre, pero la cuatro causas y todos los seres creaclos, l¿rcionalcs t: irracirlna-
morada del hombre es el ser, el hombre es D'asein, está en el les, animados e inanimados, están Sor¡cliclos a clla5. l'erg cl
ser, junto al ser, en su vecindad, como su guarda y pastor. Aquí hombre está sometido er am'ore. por an)('r fr¡ntlaclo cn c.nt¡r:i-
no procede habJar de subordinación de la ética a la metafísica, miento, ya que <<nihil volitum nisi praecoqtritttt.tlr. lll bien r-'r-'¡¡r-
sino de identificación de la ética en la metafísica. Pero ¿qué muniter sumptum es Ia conveniencia del scr al alletito en gcnlr-
quiere decir esto desde el punto de vista de la ética práctica? ral. El bien moral es la convenienci¿r ¿rl apctito racionill, a l¿
Que Ia moral, como mera doctrina y exigencia, de nada sirve voluntad. Esta conveniencia a la voluntatl sc dctcrmina ¡lor el
si no se coloca al hombre en otra relación con el ser: en una fin último de la naturaleza, que-como cl tle totlas l¿is cosas--
relación de auténtica abertura al ser 3. es Dios, y se mide por esa participación tle la ley c[tlt'tl¿l que s0
El sentido de la subordinación de la ética a la metafísica, denomina ley natural.
según la Escolástica, es bien conocido. La bondad es una pro- ¿Por qué el hombre apetece racionalmente el bien? Porque
piedad trascendental del ser, que, como tal, no Ie añade nada se pórfecciona con é1. Ahora bien, el homl,re se perlecciona lanr'
real, sino, simplemente, una relación de razón, la adaptación o bién con la verdad. ¿Cuál es la di{erencia existente erttre estos
conveniencia al apetito, la deseabilidad. Esto quiere decir que dos modos de perfección? 6. La verdad perft:cciona solamcntr:
«omne ens est bonum» y que «bonum convertitur cum ente)¡, ,«secundum ratiónem speciei>». EI entcnditrticltt«i rro a¡rrehende l¿r
que el bien y el ser son convertibles, de tal modo, que el grado realidad según su ((ser natttral», sintl sol¡tlrente Stl ((scr ittten-
de bondad se mide por el grado de ser. Los griegos entendían cional». Ercambio, el bien es perlectivo segÚrn cl set' mismo do
por agath.ón, bien,la aptitud, propiedad o perfección propja de la naturaleza de las cosas («secundum cssc tlrrod habet in reruln
cada cosa, es decir, su bien, su haber. Mas en Aristóteles aparece natura»), precisamente ¡:orque el Iien, a tli{crencia de la verdad,
otro sentido del agal,ltón: no lo que se posee, sino lo qLre se per prius está en la realidad y no en cl entendimicnto.
apetece poseer. La conexión entre uno y otro sentido estriba en En fin, el bien puede perfeccionar de clos mancras: cn cua.nto
que las cosas son apetecibles en tanto que son, en sí, bu,:nas. es rlirectamente perfectivo, por modo de {in, y, sccunclat'ianrcnle,
EI primer sentido, el sentido entitativo de la palabra a.gathón, es en cuanto es ductiuum. in tinern. En cste scgttndo caso tenemos
el que la Escolástica conocerá bajo el nornbre de bien metafísico.
El bien entitativo y metafísico es Io que, en el plano ollera. 4 Sant.o Tomtís, In Eth-, [,. I., núm. 9-l]'
tivo, todos (o, mejor dicho, todas las cosas, tcivta, ornnia) ape. 5 Obsérvese que Flart.nrann contraclicc csla lt:lcoltlgía rrnivcrsal pr<:-
tecen. También quienes apetecen el mal, puesto que lo apet.ecen cisamente por considerarla incompatible con la te«rlogía titica: ulVI¿rn hlt
sub ratíone boni, en cuanto que, como ser, es bueno. Dr: tal z.u wáhle¡r: entweder 1'eleologie rler Natur trntl rlcs Scicnrlcn iiberltaupt,
cder Teleologic des X{enschcn, (Etlik, 204).
6 Cfr. Sant¿ Tontás, de Veritate, q. 21, a' I y 6.
3 Was heisst Derulcen?, Jrág. 3'1.
r
t08/Es TI OS
el bien útil. Y he aquí. expuesta sucintamente, la serie
de con-
ceptos metafísicos en que se funda Ia ética toáista.
También para xavier Zubiri la ética .rbordinada a la
"rtá
metafísica o, como él prefiere decir, a ra filosofía
primera. pero
la filo.sofía. primera ná aquí, en primer término, ciencia del
ser', sino ciencia de "r
la realidad. No estamos en condiciones de
exponer Ia filosofía primera de Zubiri sino muy sucinta
y, sin
dtrda, i,suficientemeñte. Digamos solamente ."gnn eila, el
luJ,
ser es solamente Ia manera (humana) como'la'rea'iidad le es CAPITULO XIV
presente al hombre y {u-e, por tanto, remite a la
realidad; «lo
clue es» envía a «lo que hay». El hombre
tie¡re una intelig"n"iu SENTIDO ETICO DE LA FILOSOFIA
sentiente., cuya esencia consiste en estar en realidad.
Este"esrar
en .ealidad tiene c-arácter «noérgico», es decir, ,n estar real Hemos visto en las páginas últimas que la ética requiere un
", como dimen-
en realidad (reduptícatiue). De eie estar en realidad fundamento meta{ísico. Pero esto, que en el orden de la justifi-
sió. primaria de la inteligencia derivan la accián noética de cación filo"ófica es una verdad indubitable, r:ro siempre acon-
inteligir y.clesplfs, 11 r^{e^a,-que nos pone va, no siempre como tece así en el orden subjetivo y psicológico (lo que no debe
antes, en la realidad física, sino también'aáte l, .extrañarnos: recuérdese lo que se dijo sobre la concepción lineal
reaiidad ob.
jetu.al;,el.concepto, gtle.es la captación a" ."uiqui"r y la concepción circular de la Iilosofía). El hombre, cuando se
realidarl ar
captar la iclea, y. el.juicio: Que nos defier" lu ,"ot¡¿r¿ pone a investigar los magnos problemas meta{ísicos, está yet
esto es, que realiza la «prueba» de la realíd,ad, objetual "¡l"ti"r, en la vida. Y la vida humana, la vida concreta de óste o aquéI,
o iiri.r,
rnostrando la adae_guc,tio der concepto lu .euÍidrd.
" u probt"rrrí puede no preocuparse para nada de los problernas de la ontología,
cle Ia verdad queda inscrito así ei er primario de pero, en cambio, como veíamos al hablar de la relación entre
Ia ..uridud, y
no, como ,iene ocurriendo desde Descartes, a la inversa. y la psicología y la ética, es constitutivamente ma'ral. Antes de
tam-
el ser se inscribe en Ia realidad y surge al quedar las cosas hacer filoso{ía el filósofo ha elegido, } €,n buena parte hecho,
ante
mí Lrn respecto o habitud. s-in -rearidád y sin inteligencia moralmente su vida. ¿No influirá esta previa actitud moral en la
,«en».
no habría ser. Ei ser es s.iern-pre de «ro qr" háyr- y consiste orientación filosóficu? Irdrdablementg sí. Pero ha habido filó-
en
traer la realidad a presentidad, y esta entificación je sofos que, yendo más lejos, han llegado a invertir ios términos
es lo que hace posible la evidencia.
k realiclaá
de la subordinación. Según ellos, es la metafísica y la {ilosofía
Por tanto, viniendo a la ética, de ro qug rra de habrarse €n general lo que depende de la moral. «La clase de filosofía que
pri-
r¡ariamente,-según esta concepcjón, ,o del «ser fr.no,r, Jno se elige-afirmó Fichte-depende de la clase de hombre que se
cle la «realidad buena» ; ra realidad, en".tanro es.» De una manera más rotunda que «psicológica», es casi lo
la que nos hace preferir. Y, como veremos a su;;;tiempo,
.. br"áo.
er bien", mismo que vino a decir el agudt-r Nietzsche con estas palabras:
moral es, en una-de sus dimensiones, la realidad, misma en «Poco a poco he ido comprobando lo que ha sido siempre toda
tanto
que apropiable, y en la otra, la rearidad en tanto que gran f ilosofía: la confesión de su autor y una especie de in-
posibítidad,
apropiada o apropiación de posibilidades. r voluntarjas e inadvertidas mémoíres, de tal nranera que la inten-
La ética está, pues, suboráinada a la metafísica o, como ción moral (o inmoral) de cada filosofía constituye el germen de
pre_
ficre decir Zubiri,.a la filosofía nrimera. pero co.,riáne que ha brotado la planta enterar> 1.
que la-{ílo,sglj1 nrimera de zubiri, a cuya exposición ^grJg* Naturalmentg esto es una exageración. [.o que hay entre la
dedicó el
curso I952-1953, es, según creo, la más' ,,sobiia» y metafísica y la moral es una especie de «,círculo» objetivo-subje-
estructural
y la me,.s <<metafísica» de todás las metafíri.u, .tnocidas. tivo: objetivo, en cuanto a la primacía de la metafísica; sub-
jetivo, en cuanto a la in{luencia de la moral, del ét:hos del filósofo
sobre su {ilosoiía. El descubrimiento de la verdad está condi-
cionado por nuestra actitud moral como Io está asimismo, según
t lenseits uon Gut und B6se, Erstes Hauptstück, 6.
r
(' .\ / lll
110lES ÉTrcos
mocleste tractetur, invidiosum est.>> Ya el nonrbre mismo cle la
he mostrado en otro lugar 2, por nuestra disposición psicológica «intelectualrt--, ar:n llevaclo nroclesta-
y antropológica, por nuestro «talante». Por eso la {ilosofía exige,
iil".;ii;-como hoy el de
ocurrirá si encitrla rolnPen"los r:on los
como prelrequisito, la voluntad de no convertir a la «verdad» en -an,r, es mal visto'. ¿Qué
con la gents sn eI
,rá, ,o.l.l".l Vale irás que convengamo-s
servidora de nuestros designios, y ia instalación en el estado de y qu" .¿lo Ia iorma interior dc vi.la, qllc cs lo tluc real'
ánimo más adecuado para aprehenderla. Ahora bien: el rnan- ""r*1".
rnente importa, sea distinta 5'
tenimiento de esa voluntad y de ese talante constituye por sí Ahor.a bien: para practicar el génelo_lilosólico de
vicla es
mismo una tarea ética. Se ve, ,pues, Ia implicación de la ética menester poseer in Añot o caráctei moral ¿etcrminaclo, io clut:
en la metafísica, aun en la rnetafísica atenida objetivamente a platón llama ur,a unaturaleza {ilosófica», p/rysrs ¡ililósop.'lt'os'
las leyes de la investigación: la filosofía, como todo <<quehacer>,, iilosóiica,,? E[ mismo
es ya una tarea ética, una elección v una resolución mantenirJas lCref., son las notas de esta <<naturaleza
principio del,libro sexlo de Ia
Platón nos las t u al
a lo largo de Ia vida. Y no sólo la filosofía. El profesor Zara- "*1r,t,to
n't-piiti"r, al describirnos al joven de natur'¿rleza filosófica' No
güeta ha visto con toda claridad y ha subrayado con toda energía 3
debe habe, *n éi nada de bájo o servil
(anelcuth'ería), ni de
que la verdad en cuanto tal, que toda verdad es apetecible como (smikrolo¿aía). Por el contrario,
est.:eclrez o rn.rqrindad de alm'a
bien moral; que la tarea científica es, en sí misma, una ta.rea en cl sen-
ha de tener *rgotoprépeía, es decir, «<magtti[icettcia»'
ética. Y en este sentido, dos distinguidos tomistas dominicarros, tido de u*.gnuni*idá, (en Platón o.,rir., ircluí ntegalo¡trép'eía
el padre Roland-Gosselin y el padre Deman, han llegado a afir- es decir' capacidad para aco-
mar 4, llevando las cosas a una cierta exageración, que todo error
f"r f. ,ti.-toi¿li.o m,égal'opi»ikhía).,
nlnguna más grande tlue Ia con-
Ir*", grandes empresas, pues
cientifico es un pecado. De todos modos y justamente por eso, i"*pi"iiOn a" trr'ideas.'Ún hombir de natural cobarde o en
flojo
la filosofía, cuando no es enteramente objetiva, y en 1o que no (aneleútheros), no tienc nada que-hacer
larlrur) y vil, servil
-pu".,
es objetiva, puede estar determinada, y de hecho lo está muchas filosofía. S" u", q", según Platón' n«> bastatl los «lones
veces, por la deficiencia moral. el gennaíon
del espíritu para ,.. ilt¿tofo, iino que se t'eqtriere
Fste sentido ético de la filosofía, este pa,thos moral que sus- ;;i;;,'.1 ,oü1.;;..|, *o'ul y, cóncretamcnte' lo que en ia
cita siempre la aproximación a la verdad, es visible a lo largo sistematización Ñ;ri". de las íirtrd., se lr¿t llamado y se llama
de la historia de la filosofía, como lo es la mediatización «moral» virtud de {ortaleza.
de algunos sistemas. Es imposible aquí mostrar esto paso a paso p"ro, ud.-á, J" este modo de ser, el bíos theorét'i.kós requiere
menester considerar a esta luz la historia entera de la p* t" El orto mismo de Ia f ilosof ía
-sería una d,ecisi¿n filoso,lía.
filosofía-, p,ero sí pueden y deben hacerse algunas alusiones. ^orol
se debió a la decisión rnorul dL toma., {rcnte
al.camino de la
y aportarse algunos textos. i"ologíu, la cosmología, el mito y la doxa,la vía del noú.s. Esta es
Por de pronto, Ia filoso{ía no es algo que pueda hacerse «en la vía de la ,rrááJ'01., como iecidido path-os moral, em¡rrende
los ratos perdidos», «en los ratos libres». Aunque materialmente ,, divulgador' Jcnófancs' dirá
Parménides. Y cierto modo
no se viva de ella, no es nunca un Nebenberul: demanda, exige "" los tli.scs a los hombres,
la dedicación de la vida entera. Es, pues, una «forma de vidar>, ;;;l;;.;dad noltunu revelación cle
tle enr:onlrarla 6'
sino que éstos, buscándola lentamente' han
en el sentido ético de esta expresión; es el óíos the'orétilcós. Más tarde, tr^, la,«simulaciónr> de sabj,ltrt'ía ¡ror ¡rarte
cle los
Forma filosófica de vida que primero los cínicos y luego los sofistas, sabiduría entendicla col.llo t'ctírriclt, o sea con'lo
y la
estoicos-que, por otra parte, reducían la filosofía a un saber .ubrr úuútur de muchas cos¿rs y probirr illtlilcrclrtemetlte
urla
sobre la vida, es decir, a saber vivir-exteriorización-como hoy
i"*. y su antífesis, sin adhesión ética.i a l,r ttna ni a la.trr,
o ayer los jóvenes existencialistas-en atavío y costumbres, en el sentido ético tendrá que proponerse' al)lc trldo' clevolvcr.a
la
amaneramiento y pose. Contra esta exteriorizante trivialización Sr.g. así, con S'itrr¿ttcs, la t'sabid.ría
filosoiía su autenticidarl.
reacciona Séneca: «Satis ipsum nomen philosophiae, etiamsi cornr¡ exis'
;;;" ética, de que ha ¡abiado Zubiri, 1a lilo_solía vcrdad, ¿rttn ¿rl
qra conteni¿o, y la volu.t¿rrl dc
2 Cfr. Catolicismo y protestdnt'ismo com,o lormas de existencia, fn- tencia*a, "á*o
troducción.
3 FilosoÍía y Vida, t. II, págs. 478 y sigs., y passim. en la obra de 5 EP'5aI'ucílio'
Zaragüeta. o Iiicls, Ir. IB, Y tanrbién [r' 34'
a Apud, Dom Odon Lottin, Morale fondamentale, págs. 481 y sigs-
(: AI 113
II2 I E UD TI os
para sí solo' R-egre-sa a la caverna' y
y allí' dentro de
precio de la vida, tan admirablemente nos ha pintado Platón
Qu€ verdad
^utrru'po, Entonces'
en sus diálogos sobre el juicio y la muerte de Sócrates (Apología, áur, r, iiu"'t"J"y Ia verdad de los demás'
Critón y Fedón). Es la muerte ética. El destino de Sócrates ha ;;; 'o;;;i;;i'ü,'to, pot!9'í,. matan, -si pueden' a quien intenta
la luz; matan {uien les trae
sido, sin duda, el acontecimiento más importante de la historia 'desatarles y hr...i.. salir hacia | no quieren
de la verdad. Los hombres
de la vida filosófica, de la historia de la filoso{ía como exis- ta libertad ética, camino
porque la temen' porque
tencia. En la muerte de Sócrates trasparece toda la grandeza y la verdad porquo .,á q"i"'"' Ia.libertad' vivir
toda Ia limitación de la actitud ética pura. La muerte de Sócra- pesa demasiado .;b.;;;t hombros' Los'ho*bres -pre{ieren
tes fue el modelo de muerte ética. La muerte de Cristo fue la encadenado. d" al abrigo' bajo techado y 19 't*'
puestos
"orr',ri "tt"
u lu inte*]eñ' L* t'o*¡tti pt"fi""n
la seguridad a
rnuerte religiosa por excelencia. En este sentido, el reverso o ré-
plica de este capítulo sería el Cedicado a la abertura cle la moral la verdad.
requiere un modo
a la religión y la insu{iciencia de una actitud ética separada. Vimos primero que para ser. filósoÍo se bastan las
Hasta qué punto la «vida filosóIicari es, en sí misma, una tarea de ser determinado, con unas. vrrtudes morales-*no sexto de la Repú'
intelectual€s-: i*.'r;,*-po, it"tO" en el libro
ética, nadie lo ha mostrado tan enérgicamente, de obra, como
Sócrates, con su rnuerte; de palabra, como Platón, en el milo blica. A continu;ió. h.mo, visto, , t.uré..de una análisis clel
de la cüuerna?, tan leído y comentado en todo tiempo, v en ,<mito de Ia cave*u', que la ot'p"áión
filosó{ica es' en sí misma'
uegar a culminar' como en el
el que Platón hace un tan cuidadoso montaje escenográfico, que una tarea moral ürá'ritr"" p"tia"
ética»' Ahora nos
merecería la dedicación de una obra paralela a la que el gran ;;;;;t;digmátiáo de Sócrátes, en Lmuerte más íntima esa unión
filólogo Karl Reinhardt ha escrito sobre Esquilo, Esquilo como preguntamos: ¿Pue{e-hacerse todavia
bien: no Ine pt"gylto si de'be'
Régisseur. Heidegger ha dedicado una obra a este pasaje. Pero de ética y ,n"tufi.ica? Entiéndase 1) Ia exigen'
cómo:
lo que a él le importa I en él es el problema ontológico-histór'ico sino simpl"*.nü^li p;;d;. Se rrata de ver
del tránsito de la conce¡ción de la verdad como descubrirniento -.á*o
ciamoraldecidesobreelcontenidomismodelametafísica;
a la verdad como idea. Nosotros, en cambio, haremos de él una o bien, 2) de uJ, la ética se introduce en la meta{ísica
iectura puramente ética. Para ello dividimos el drama en que. misma, fundiéndose con ella'
consiste en cuatro actos. 1. f" pri*t'" ha acontecido hasta donde menos pudiera
'""j;;ü,-"1
I. Durante el primero, los hombres viven tranquilos atados pensarse; por ru, doctrina de Epicuro sobre los
pof una razón ética:
en la caverna, es decir, en la prisión de la seguridad de lo acos- dioses. Epicuro;i;iü;ipáá.rl" los dioses ciestruiría la libertad
tumbrado y recibido i prisión y ligaduras que ni siquiera se reco- porque, a su juicio, ,n" potencia irrfinita espiritual
*=.ituría en el mundo
nocen como tales. y el destin" *orri á.1 ho*br* y- al hombre Ia
2. Una prirnera y gran decisión moral es la de romper las io irracionrt, .ilt*i"do " los dio'e"' q19 sustrae
Iigaduras, para moverse Iibremente dentro de la caverna y mirar dt su existen"ia'^ Ht aquí cómo la ética
;;;-;;p",i.riiria^lá" r, teología natural. con esta determinación
de frente el fuego que la ilumina. decide el contenido
vendrán a conectar' a tra-
3. Una segunda decisión ética, más grave aún que Ia ante- ética de lu m"trií.ica del "' *p"*o
éticos de la época mo-
rior, es la del pasaje de la caverna al aire libre, a la luz del sol. ;;;1;. ,ist;;;;i d.ir*o-y ei ateísmo
trataremos'
Pero con salir afuera no está hecho todo. La iibertad-y con derna, de los que rnás adelante
ella la verdad-son dilíciles de soportar, hay que conquistarlas Este condi"i;;;i;". a. la meta{ísica.
p.r la ética tiene lugar
Así, en el de Kant, dondi¡
poco a poco; no se dan, sin más, con que Ie suelten a uno y le también .n ot-.-.irlu-r. {ilosóficos.
metafísicas de la
pongan ante la verdad; es menester acostumbrarse a la luz del Ia exigencia *";;i J";iJe sobre las teorías ya indicábamos
sol, es menester acostumbrarse también a la luz de la verdad y inmortalidr,l y^ l;;*i'ttntiu de Dios' o' como
por el rea'
aI principio, en'"f á" fl"hte' Para liichte' la
opción
a su presupuesto, la libertad. (Virtudes de fortaleza y sus partes, EI rea'
paciencia y perseverencia.) il; ; ior'"1 ii"Ji.*o meta{ísico de un mundoético'
es de carírcter
exterior con
4, Pero el filósofo que lo es plenamente no guarda iibertad lismo, Ia a{irmatiO^ ¿" la existencia
realidacl, según é1, materialis'
independencia áel espíritu, "r: ,.n
1 R"p., L. VII. mo, esto *., aJü'-inación iel espíril".qo',.I"
materia' Frente
B
Así como a Ballauf, por ejemplo--Die ldee der Paídeia-, que tam.- el idealismo-tertíum nan
bién lo ha analizado, el problema pedagógico. a él no h"y ;á; posibilidad que
n4 IE TU ETICOS ('
datur-, esto es, creación del mundo por el yo absoluto. Esta en trascender siempre hacia Ia subietividad..La Iibertacl.
Ia elec-
opción se hace éticamente: el <,materialista» elige el realismo y la decisió"i f" descripción de las situaciones-lírnite, de
il porque conviene a su bajeza moral; el hombre libre elige la "iO.
iu, ,.i.ion"r, drrgurramientos y contradicciotres de la existe^-
tl
'l filosofía de la libertad, el idealismo. .i", .á"riiiry"., .li"ma cle esta iiloso{ía sin conteniclo mcta{ísicro
También la {ilosofía de Nietzscire es, ya se sabe, casi pura- o con un contenido meta{ísico cifrado y' por tanto' tle
indecible'
Sartre es
mente ética. Pero aun las tesis que parecen alejadas de la moral En fin, la «intuición original» de la {ilosoiía
están determinadas éticamente. Por ejemplo, Ia del ««eterno re- también emirrentemente moraÍ, se t.ale aquI otra vez' de
torno». Jaspers ha hecho notar en su libro sobre Nietzsche que lnera estructura,
"'q""no pl()l)one nin¡¡ún «conte-
que
moral como
la teoría nietzscheana del «eterno retorno» nada tiene que ver, nido», ninguna .,pr.t.'iptión",'ninguná ayuda siquiera'
y deje
en su sentido, con el «etetno retorno» de los antiguos. En el ut t-,o-¡.e"abandfnado a sí rnismo. La cxigcncia i:tica, mons'
«eterno retorno» de Nietzsch. t. trata de expresar con Ia márxinia truosamente exacerbada, de que el hombre sca
desorclenadamente
fuerza la intensidad de aprop.iación del pasado. Hasta tal punto iib;;;"tfon=uu1" áL ti *it-o lleve a Sartre'laPor ttn lado' al
son éticamente nuestras, nuestras acciones, hasta tal punto somos ;;j;;", u'l* d.rtrucción de Dios' y corl él
.a
destrrrcción de
responsables de ellas, que no «pasan» nunca, sino que volverán de todas l¿rs
todos los valorei a. todos los órdencs espirituales,
una y otra vez, eternamente; lo que hemos hecho una vez lo normas morales, y, Oo' eI otro, a neg-ar la. <<natura.leza
humana»
hemos heoho para siempre, lo somos y seremos para siempre- v a afirmar gue'Ía'existencia precede a la esencia. Adviér'tase
Esto y no otra cosa significa el retorno nietzscheano. ür; t"^j;ti" á"1tra afirmación es precisameltt, 19 que tiene de
2. Pero antes dijimos que hay otro modo de más íntima éri.o; io d.r*.rrr^do, el levantai "u verdad ética al pla.o
unión, si cabe, entre la ética y la metafísica. Tiene lugar cuando falso }aya-una (']raturaleza humanar>'
á"iofbgi"". Pues es -qyq 'o
[o ético se transporta al plano de ]a metafísica y se funde y con- cs verclad que' si no
-.."r.iu,ontoiógica dáI hombre' Pero
una esencia
ética, del hombre, lo c{ue
funde en ella. Así, Heidegger puede suprimir tranquilamente la ioáu al m'enos la «esencia
Ia existencia' Sobre
;;;"1i"-"4" ,u et'h",sí se forja a través
ética como ciencia filosófica, porque previamente ha disuelto su de
naturaleza»' es decir' lo
sustancia en la metafísica. La estructura de la existencia consiste la <rnaturaleza» se levanta la uiegu"da
en proyecto de sus posibilidades, cuidado de su destino y angustia qu. d" aquélla hemos hecho, libre y é1icarne.n.te'..,
anto la muerte. La conciencia moral denuncia la deliciencia onto- Hemos ,""rirrl" en este capítuio el sentido
ético de la {ilo'
este sentido ético se ha
lógica del hombre en cuanto hombre. Ser hombre es morar en el :sofía. Pero lrernos podido obseivar que
ser..., y, sin embargo, el hombre, hoy, no puede hacerlo porque asudizado enorlnemente en nuestra Spntu' ¿Qué signiiica esto?
-escribe
en Aus der Erlahrung d,es Denkens-hemos llegado Ái ti"rt del libro propondrer¡65 flos resprrestas a esta prcgunta.
demasiado tarde para los dioses y demasiado pronto para el ser.
El hombre olvida el ser y cae en la existencia impropia, en el
«rse» de la medianía, y sustituye la alétheía por la habladuría sin
consistencia, por la «curiosidad» que se disipa en una fiebre de
novedades, ] por la «ambigüedad» del que, en yez de detenerso
en las cosas, prefiere manosearlas y darlo todo por sabido, lla-
mando luego a ese insensato mariposeo Aufsl,ieg y <«vida con-
creta». Casi en cada página heideggeriana encontramos un con-
cepto ético convertido en categoría ontológica.
La filosofía de Jaspers es todavía, si cabe, más inequír'oca-
mento ética-aunque sea una ética sin contenidos, sin nonnas,
puramente estructural*, es ya sólo un larguísimo y secularizado
sermón, puesto que se renuncia a toda pretensión de una onto-
IogÍa. «La {ilosofía no está ya en condiciones de exponer un
sistema de Ia totalidad del ser en fort,ra objetiva.» La objetiva-
ción es cosa de las ciencias. La misión de Ia filosofía consiste
AI
puede-hac er-potentio; absolufa-absolutamente todo. Es ver:dad, De todo Io cual concluye Maritain Ja necesaria «subalterna'
concede¡á: por ejemplo, Gabriel Biel, que Dios no puede obrar ción» de }a {ilosofía moral a la teología. Se trataría, pues, en
contra la recta razón. Pero-agregará-la recta razón, por lo esta ciencia nueva de una «filosofía» (filosofía y no teología)
llue se refiere a las obras exteriores, no es más que su Voluntad. moral, pero «cristiatra», o, dicho en otros términos, de una
Lo que Dios quiere y porque lo quiere, eso es lo justo y lo recto e. «filosolia moral adecuadamente tomada», expresión que vale tan'
Hasta aquí hemos hablado de la subordina"l¿" aá la ética a to como una filoso{ía moral que constituya una ciencia real y
la teologí a st'ricto sensu, es decir, a Ia teología revelada. A con- verdaderamente adecuada a su objeto 14.
tinuación vamos a hablar de los sistemas éticos, gue, siendo ¿Qré pensar de semejante posición? A mi juicio, y en primer
independientes de la teología revelada, se subordinan- a la teolo- lugar,-qrá trl subalternación arranca de cuajo a la ética su ca-
gía natural. Pero _antes digamos dos palabras sobre la concep- rácter fllosófico. La filosofía tiene que proceder exclusivamente
ción de Jacques lVraritain, que es intermedia entre unos y otros, a la luz de la razón; ésta y la fe son heterogéneas, y, po-r tanto,
pues, sin aceptar la «subordinaciónr> a la teología revelaáa, pro- la llamada por Maritain .isubalternación» sería en verdad una
pugna su usubalternación». subordinación. En segundo lugar, esa ciencia híbrida de Maritain
es contraria al espíriiu, si no a la letra, de su maestro, de §anto
. Maritain opina que la ética natural «no es más que un
Tomás. Ya lo hemos estudiado nosotros mismos en otro lugar
15,
esbozo o una incoación de ciencia, o un conjunto de materia-
les filosóficos preparados para la ciencia» ,0, péro no una ciencia en e1 punto concreto de las relaciones entre la virtud de la jus'
propiamente dicha. Y esto porque, una de dós: o permanece en ticia, Ía virtud de la religión y la gracia. Y en tercer lugar, hay
eI plano abstracto de la destinación a un homo,fossíbilis que .que áecir que la actitud de Maritain procede del supu_esto, total-
tiene poco que ver con la condición real y del hombre mente falso-pero no infundado, si echamos una ojeada a tantos
caído y redimido o, lo que es más frecuente, "or.."fa
se destina al hom- y tantos manúales escolásticos y no escolásticos de la ética-, de
bre real, y entonces deja de_ ser, a su juicio) una «ética pura. que toda «ética natural» tiene que ser, necesariamente, por su
mente natural»; nadie desde confucio a Nietzsche, paündo esencia rnisma, abstracta. Suposición a la que agrega la de que
-pues
p_or los griegos, ha trabajado nunca sobre la pura natuüleza rr. tal estado de abstracción no puede sacarse a la filosofía moral
Y, páginau Aá9 adelante 12, precisa su pensamiento en el siguiente más que mediante la teología. El aspecto positivo y valioso de tal
párraIo: «Si de la ética de Aristóteles hago una filosofía"moral crítica es obvio: los filósófos católicos empiezan a comprender
independiente, con Ia cual me guiaré e, ml vida y espero de ella que es quehacer urgente la elaboración de una «ética concreta»,
que me diga-en el plano de la ciencia, que pr.pura de lejos o, .omo-Maritain dice, uexistencial». Pero esta concreción puede
^acciónl-cómo
la regulación concreta y prudencial de la débo y debe conseguirse por medios «naturales»; el recurso a la
hacer wrd. ser un hombre bueno y para dirigir perfectamente Í,istoria y a la psicológía y, sobre todo, Ia reforma de la menta.
mi vida, seré inducido al error por las omisio.rei que padece lidad y ei método, pueden darnos lo que Maritain busca por -vías
respecto al orden sobrenatural y a la verdad existencial ^de mi ultra{ílosóficas. La presencia del mal en el mundo, la servidum'
vicla.r> Una ética verdadera no puede prescindir de considerar bre del hombre a lá imperfección, la caducidad del ser, la au-
la vida del hombre en su situaciór, ,"*i, en el estado de hecho reola de inseguridad y temor, también de esperanza y amor, q-u9
en que ha sido colocada. Ahora bien: este estado de hecho no circundan a li existencia, son otros tantos <<datos» que están ahí,
¡ruecle ser concebido sino a la luz de la fe, puesto que depende delante del,{ilósofo que tenga ojos para la realidad concreta, y
de ciertas verdades reveladas, como son la creación, Ll estaáo de aunque en cuanto tal filósofo no pueda alcanzar su explicación
justicia original,.la caída y la Redención, verdadés que única- teológica revelada.
mente pueden serle proporcionadas a la ética por la üología 13. El defecto de la ética está, pues, en que sea abstracta, nunca
9 en su carácter estrictamente filosó{ico. ¿O es que quiere edifi'
Contm.entarii in qu,.tor Sententíarum Libros,I, Dist. l?, 2, l, arr. 3, carse, para reemplazar a la ciencia abierta a todos los hombres,
dub. 4.
10 Ciencia y sabiduría. pág. 160.
una especie de saber esotérico, una nueva gnosis cristiana (gnosis
11 Ob. cít., pág. 16l.
12 Pág. 211. 7+ Pág. 1i3.
13 Págs. 112-3. 15 Cf;. Et protestantismo y la moral, capítulo sobre _nGracia y religión
en Santo Tomásr, de donde se han extraído estos párrafos.
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l; ,5 ti'tt ( o ,
ramente religiosa, de Jesús en el iitonte de los Olivos y a lo largo será precisamente nuestro tema en la_s páginas siguientes-
de toda su Pasión). En Aristóteles se dibuja conceptualmente el -éste
's" h"n dado, se dan, situaciones desordenadai, que pronto exami'
perfil de esta actitud ética frente a otras posibles {ormas de bíos. nur.-or, en las cuales pugnan entre sí una y otra actitud' Pero
El estoicismo, mucho más que por su «contenido» moral se toda existencia bien compuesta y templada tiene
que ser' al par,
cumplido' se abre
caracteriza por ser una actitud envaradamente, engalladamente ,.ffgfá., y *or"l. El es{uerzo ético, rectamente
moral (incluso en lo que ella, cuando se presenta aislada, suele termina por desembocar en ella,
necesariamente a fu ,.iigio.idad,
fácilmente tene¡ de ligera degeneración, de pose, de «quedar como veremos al final de estas Ieflexiones. Y, por- su parte' Ia
(' ;\ I t.)t
t:j0 I E 87',tCO.S
tlecir en el supuesto:'inadmisible- 2 de que se aceptase la inter- Nlas esta imposibilidad no anula, en ningún tnotnento, Ia
pretación voluntarista de la religión de Yahvé, interpretación obligatoriedad: Non itnplesñ nec potes e.t tüntcn debe.s. De ahí
según la cual el Dios de los judíos se contradiría a Sí mismo y la contradicción y el desgarramiento, la .rconciencia desgra-
ordenaría el sacrificio de vidas humanas, Ia fornicación, el hurto, ciada», como diría Hegel, a que está conden¿rdo a vivir el hom-
el incesto y la poligamia. Tampoco aquí habría oposición de la bre sobre Ia tierra. Simplifican la cuestirin los comcntat'istas
actitud religiosa a Ia actitud ética, sino desarrollo exclusivo de del luteranismo que pasan por alto esta tensión entre Ia Lev v el
la primera. Evangelio, y hacen la vivencia de esta religión mírs iácil y iaxa
La concepción de Martín Lutero y de los auténticos lutera- de 1o que, vivida en toda su profundidarl, debe ser. Pues es
nos es la única que, a{incándose en una actitud cerradamente verdad que, según ella, la justificación se obtiene ¡ror la {e sola,
religiosa, rechaza consciente y deliberadamente la moral, en pero después de Wsar por la agonía de itrtentar observar una
cuanto a su valor ante Dios. Lutero plantea la cuestión en torno Ley cuyo cumplimiento está más allá de la capacidad clel hom-
al problema de la justificación' y parte de la situación de con- bre caído. Y ni siquiera lo que acabamos cle escribir es su{i-
fusión teológica sembrada por el voluntarismo, por causa de Ia cientemente exacto. Pues tampoco se trata de un primer estadio
cual, y de su propia propensión personal, la verdadera concep- que se haya de atravesar {orzosamente, pero c¡ue despuós se deja
ción católica se le presenta como pelagiana. Según la doctrina atrás, sino de sentirse siempre obligado a lo irnposible. Esta obli-
de Lutero, el hombre es, después del primer pecado, irremedia- gación, la vigencia del imperativo del f)ec¿ilogo, es pct'manenle
blemente incapaz de cumplir la Ley de Dios, y al decir Ley y, así, también es permanente el desgarramiento del cristiano,
nostrae uitae lrago'edía.
de Dios debe entenderse no sólo la revelada, sino también la
natural, porque ésta, por efecto del pecado, se halla borrada y Decimos que Lutero niega el valor religíoso,de la moral. Y
apenas es posible advertir su huella, por lo que requiere también, por eso el sentido de la Ley no es otro que t:l de poner de relieve
para ser conocida, el mandamiento positivo de. Dios. nuestra pecaminosidad radical. ¿Significa eslo c¡ue la cl«tctrina
La condición pecadora del hombre es? pues, insubsanable. El luterana sea «inmoralista», como se inclinarían a pensar los
hombre no puede ser moralmente bueno ante Dios. Pero con ser intérpretes superficiales del Wcca lortiter scd crede lortius?
esto muy grave, no es lo más grave. Esto es lo que Lutero deno- Ciertamente, no. La moral es asunto importante, pero ¡rettettece
mina iuslitia acüiaa t opinio iustítiae. EI fariseísmo, la preten' exclusivamente al orden terreno. Lo absurclo, según l-utero, no
es pretender ordenar moralmente la propia virla y la vida común,
sión de conquistar con el propio esfuerzo la justicia y la bon-
dad, es ei único pecado que Dios no perdona. Por tanto, lo sino querer hacer valer esta <<moralidadr> ante I)ios. Hasta aquí
primero que se ha de hacer, según Lutero, es destruir esa pre' hemos considerado únicamente el usus san('fus o tlteologícus de
tensión moral, «destruir ese monstruo de la justicia propia», re- la Ley, que consiste en vivir, en primer lugar, su carácter «utó-
conocer la imposibilidad de cumplir la Ley y confesarse cortsti- pico», la imposibilidad de su observancia (si en la Biblia se nos
tutivamente pecador. Entonces, al alcanzar este estado de accusa' describen morosamente los pecados de Ios ¡ratriarcas y los varo-
tio suí y de desesperación de salvarse-la fe sólo puede venir nes justos es precisamente para que cobrem,rs concienci¿t de que
a través de la desesperación-, cessant omnes leges y es operada nadio, ni aún los más santos, han podido curnplir la Ley i ), en
en el alma la iustitia passíua, la iustitía Dei, es decir, la ju-"ti' segundo lugar, en que, desde la Ley y a travós de la deses¡rera-
ficación. Pero ésta no nos hace mejores en nada-salvo que ción, demos el «salto» a la fe. Pero de lejas abajo, en Io que
destruye el fariseísrlo-, nos deja como antes, sumidos en el atañe a la vida intramundana, es menestcr tener en cttenta su
pecado y en la indigencia moral. Simplemente, por un gratuitus uso civil y moral. La Ley en cuanto tal es insoportablc. La ar-
ticulacíón de la Ley se halla ya a medio c¿rntino erttre el cielo
lauor et indulgenda, Dios deja de tomar en cuenta nuestros pe'
cados, no nos losimputa y somos reputados justos sin serlo nunca y la tierra. Su {unció. no es ya sólo l¿r de lruniillar nucstra cer-
verdaderamente, porque es imposible. viz, revelándonos el pecado er) que consistinros. sino que reclatna
una obsert,ancia, por insuficiente que-vistas I¿rs cosas con I¡on-
2 Cfr. el Cap. IV de la sección primera de mi libro El protestantismo dura religiosa-ella lia de ser. El usus politic¿r.s de la ley ticnde
y la ntoral. a demand¿rr a los hombres que sean justos, no para con Dios,
3 Sobre esto cfr. la sección segunda del libro citado, del cual son lo que es imposible, pero sí ante los hombres, haciendo así po-
un extracto las páginas que siguen.
t;t2 I F) TI T)
TICO
sible la convivencia y la_comunidad política.
«La jusricia morar
y civil no justifica,ante Dlos, .rnqu.", por
justo ante los hombres.r, Lríero ella, ,r.., tenido por
insiste
ración de estos dos ¿s¿s de la.Ley, pero,-o.orá.n.n,* .,, la sepa-
a la vez, en Ia vigencia
de ambos. La separación el frnáamento d":; áoctrina a. La
del «uso civir,"rr" p.oilge frenre a toda acusación
'1111-"'in
(rnmo.arrsmo)). La pasión por de
ra justicia es un
que no la esgrimamos ante bio* Ii,¡rtir"io,-;";;; deber .i*r1r."
nornian et ecclesiam diligenrer seruancla irfuio*, oeco-
est. L, *orrl es válida, CAPITULO XVII
I)ero para el mundo,
,".to "1. separada de Ja ,.iigian, privada
de todo vator trascendent..
hace.r su vida
Et h;;t;; ;; ;;"il'1, .*u.ru. u PRIMACIA DE LA MORAL SOBRE tA RELIGION
.personal .onfo.*e a era. r.rt"rrtu.to es, precisa-
mente, su máximo pecado, su perdición y
.ana"nr.i¿n. Como ya hemos dicho antes, esta primacía puede revestir dos
formas: la que admite la religión: pero como una parte de la
moral rnisma-eticismo religioso-, y el eticismo irreligioso e
incluso ateo, que rechaza aquélla. Veamos en el presente capítulo
la primera de estas formas, dejando la segunda para el siguiente.
La primacía de la moral sobre la religión es característica de
la religio filosófica romana) que es considerada como una parte
de la justicia 1. Pero este punto de vista fue ya anticipado por
los griegos.
Las palabras griegas que exlresan la relación religiosa son
principalmente eusébeía y eulábeia (también otras, por ejemplo:
hosíotés'y threskeíal. Tanto la primera, que ál habla viva
s-igni{icaba 1o mismo «religión» que «piedad "n filial» y procedo
del verbo sébesthai,, que encierra la idea de terror sacro, óomo la
segunda, que signi{ica asimismo temor a ]os dioses, con el pecu-
liar matiz de «guardarse o precaverse de ellos», experimentán en
la lengua de los {ilósofos un proceso de racionalización y mora-
lización. La definición griega de la religión que ha llegado a
nosotros procede de Sócrates (Memo'rab,ilia,LV,6,9 y sigs.) y de
Platón,(diálogo Eutifrón). En el texto jenofóntico se dice que
es piadoso o religioso el que sabe (y por tanto cumple también,
ya que c"ónforme al extremado intelectualismo ético de Sócrates
el no obrar debidamente procede siempre, sin más, de ignoran-
cia) lo legal respecto de los dioses. Esie texto es un preóedente
capital de la religio romana, con su fuerte carácter juridico, más
aún que ético. El diálogo Eut'ifrón es una meditación mucho más
jugosa y
lrlu, aunque, en de{initiva, nada concluyente, pues,
como en él hace notar Sócrates, parece una obra de Dédalo; Iu.
afirmaciones de Sócrates y Eutifrón giran en torno de los inter-
locutores y huyen apenas formuladas. Su objeto es averiguar en
a Sobre el as¿s la Ley desde el punro de vista de una ética
-de
rana pucde verse Dierrich Bánhoe,Ífei,- bthik, págs. 237 y sigs.
lute, 1 cfr. el capítulo «Religión como justicia», en er ribro El protes-
tantismo y La moral, del que se extraen también estas páginas.
134 tE S T U IO ETICOS (' t.l5
qué consisre lo religioso (hósío'n o e'usébes/ y lo irreligioso o interesa aquí, de una primitiva «religión de los mucrtos>r. La p1'
,yqío. I.a primera definición propuesta es la de «lo agradable Iabra religio {ue una g.ur, .t.u"ión rlomana, si bien tal vcz débil'
de los dioses». Dos dificultades surgen en seguida. Dadá la dis- mente coásciente, pu.. es muy discutible su etimología pro[un-
cordia que reina entre los dioses, ¿c6mo agradar a todos ellos? da-según la cual derivaría de reli.gatlo y r¡tre ha dado pie al
Más importante es la segunda dificultad: ¿Lo quericlo de los importánte artículo de Zubiri «Eu torno al liroblema de Dios>>-
dioses- es tal porque es piadoso, o al revés, eÁ piadoso en cuanto y prro muchos es más probable la señalacla.por cir:er[rn en el
querido por los dioses? La mentalida.l griega, nada voluntarista, siguiente conocido pu.uf": «A los que trataban con diligencia
inclina a la primera hipótesis, y así se ilega (12, a) a Ia consi. toáo lo que pertenece al culto de los dioses y, Por decirlo así,
deración de lo piadoso como lo justo (tó dika'ion h,ósion). La lo reiteratun, ." les llamó religio'sos, de relegendo, como ele¡¡an'-
religión se1ía entonces Ia parte de la justicia que concierne al tes de eligendo,, diligentes de diligendo', i,ntclig,entes de ínte'ligen'
cuidado (therapeía) de los dioses (12, c). sin embargo, los inter. d,ot;2. P"io, como ,gr.gu Cicerón en ei misnro lugar- «no sólo
locutores no se adhieren definitivamente a ella. ¿Este cuidado los filósoios, también nuestros mayores», distinguí¿rn la religión
es útil a los dioses? ¿Es semejante a los servicior que presta el de la superstición, que consiste en el exceso y uitii notnen de
esclavo a su dueño? ¿Necesitan, por tanto, los dioses-de ios hom. súplicas L inmolaciones, en pasarse todo el día y todos ios días
bres? ¿Se trata de una técnica comercial (emporiké tékhne). de lraciéndolas. El hombre relí.gios¿¿s o religen.s, puesto en el justo
un intercambio de servicios entre hombres y dioses (14, c)? El medio entre el neglígenr y e[ superlitios¡¿s, es, pt¡es, el cuicladoso,
diálogo queda inconcluso porque el mediocre Eutifrón huye del puntual y solícito en el óulto divino, o sea cl {iel cum¡rlidor de
implacable interrogatorio socrático, pero la definición de la la oblígación para con los dioses.
religión como justicia ha aparecido ya, por primera vez, en la Poiqre, efectivamente, se trata de una «lbligación, y de una
historia del pensamiento. Pero hay más. En eite diálogo, platón obligaci-ón estrictamente jurídica, cuya infraestructura consiste,
apunta también la concepción de la religión como gracia. En como acontece siempre en este tipo de relaciones, en la uti'
efecto, y como ya hemos visto, se plantea la pregunia esencial liclad. La «justicia» socrático-platónica se ha converticlo en un
desde 9l punto de vista cristiano: ¿Qué es lo primero, ser pia- rígido conclpto jurídico que se tiende a rar:ionaiizar hasta el
doso (ser justo para con los dioses) o ser querido por elLs? máximo, y ásí ilega a escribir el mismo Cicerón que el- jura-
'allirmatlo
(Se plantea, es verdad, en forma neutra, no en la forma existen- mento o religiosa no concierne a la <,ir¿r de los
cial de la elección, la gracia y la predestinación.) Y yu hacia el dioses», qua,e rutlla esf, sino a la justicia y a la {e. Los romanos,
final se insinúa la posibilidad de que ser piadoso consista, pura llevados d. ., genio para el derecho, transforlrlsn su relación
y simplemente, en ser amado por los dioses (tó hosion, tó tots con los dioses en juríáica y procesal. La rcligiírn cs subsumida
theois phíJon). Y tal vez, como dice el padre Prümm, si Platón bajo la categoría de la justicia y cle{inida por Oiccrírn como
no dio el paso a su franca afirmación, ello se debiera a la des- iuititía adueisus deos. Se tiene el sentimicnlo cle trna obligación
confianza griega de una philía de los dioses a los hombres; el Ilara con ellos, de una deuda qle debe ser p:rgatla
cscrupLrlosa'
amor griego era de movimiento ascensional, tendía en dirección mente, ««religiosamente». Los dioses estarían, pues, itsí, frente,
única, hacia lo superior; no era, corno el cristiano, caritativo. o nosotros-estamos a mil leguas del panttlísmo, pero también
Todavía es importante hacer constar como balance final del de un pro{undo, .de un envolvente sentirnicnto autí:nticamente
«Eutifrón¡> y del pensamiento griego clásico que, según hace religiosá-igual que los otros hombres, sólo que más-potlerosos
notar el citado padre Prümm, ni Platón ni Aristóteles llegaron, que-ellos. Lá justlcia consiste en r,us sruum r:ui.qu,e. trilnre're; por
en su clasificación de las virtudes, a pone r la eusébeia como par. tanto, y Cotl mayot' razon, tambií:n a los tiioses; «l)ilz cotr los
te de la justicia, al modo que hizo Santo Tomás y, según parece, dioses,, (pax deerum), do ut de.s, cumplimiento dc los supremos
empezó a hacer el estoico Crisipo. La transformación de la reli- contratos. Incluso la rigidez del ritual, paralela a la rigidez cle
gión en asunto jurídico estaba reservada a Roma. .las fórmulas judiciales, procede de rrn cntcntlimienlo loren.se
Los rornanos usaron dos palabras pala mentar la actitud de la religión.
religiosa : pietas y religío. Pero la primera-igual que eu,sé- Este eirtendimiento jurídico-moral de la religión, ¡rro¡rio de
beia-es equívoca, pues significa tanto ptetas erga de'os como
pietas erga Wrentes, y plantea el difícil problema, que no nos 2 De natura deorunt, lI, 28, 72,
r
I
t.l6 /E DIOS TT I
AI 137
samente la llustración, conforme a su recto sentido, la religión natural» 14. Y apenas hace falt¿r agregar que, par¿l
demancla
que el servicio a Dios sea libre y moral B. No se rechaza
la reve- Kant, la verdadera y más profunda religitin es l¿r <treligión na-
lación, pero tampoco se aiirma: desde el punto de vista turabr comprendida en el sentido cle <<religiírn moral,>. uLa ley
de la
mera raz6n, no puede entrarse en ese problema e. po. tunto, moral-llegó a et.r'ibir en su Opas poslum,tttr¿-€s Dios'»
Kant no toma la Revelación como punto áe partida de El idealismo alemán heredó de Kant la idea de una <<teología
su inves-
ügación: y_ no ya la Revelación, sino ni .iqrie.u lu religión. racional» eu€, sin embargo, en Schclling y IIegcl pierde su
_
Su punto de partida es ético: va a fundar la religión ; i; característica moralista para tornarse mtrtaf ísica. L¿r rcligión
moral y no a la inversa 10. revelada eS Comprendida Como una fase o nlortcnto en l¿r evo-
..
L.1
T:l:l*piensa Kant-conduce indispensablem ente (unum- lución del Espíiitu hacia sí mismo. Por t:ncirna de la religión
giinglich) 11 a Is religión. ¿cómo acontece esta conducción? 12. represéntada-está la filosoiía o idca conccbida-
Los contenidos fundamentiles de la religión .on para Kant -idea
Sin embargo, en el joven Hegel se erlcucntran todavía elc-
-:copo_para la concepción de la «religión'natural»-la existen- mentos de una comprensión <.moral» de lrr religiírn. Vóase, por
cia de Dios y la inmórtalidad o existJncia de una vida futura. ejemplo, ei análisis que ha hecho Asveld's de diversos pasajes
Alola bien: 1.o, el cumplimiento der deber-progreso a ra san- de Iahegeliana Vida de le'sús16, €D la que Cristo «aparece como
tidad-es una tarea infinita; Ia coincidencia .oí lu t"y ,norut ,nu p..Jonificación del ideal de la virtud. conro un predicad.or
exige, pues, la existencia de otra vida, la inmortalidad, y Z.;,lu de la religión de la raz6n, en lucha con la religiosidad jrrdía
virtud, po¡ sí sola-piensa Kant frente al rigorismo estoico-, {undada .óbt" la obediencia a una legislación exterior recibicla
no es el bien sup-re_mo i para convertirse eri el bien .rp..*o por revelación» 1r.
demanda la felicidad, puei la felicidad y Ia Hemos examinado en este capítulo las formas llrincipales del
-o.ulidrd son los
dos elementos, enteramente diferentes Lntre sí, que integran eticismo religioso o trascendental que en realitlad dcsconoce la
aquéI. Pero esta felicidad exigida como complemerrto cl" la virtud esencia misma de Io religioso, la caída, el llccado, la redención,
sólo puede ser alcanzada ,ien otro mundt, y dist¡ibuida en la gracia, los misterios, los sacramentos; qrle, cn stlma, es cieÍIo
proporción a la moralidad. para la insulíciencia de'l ho,m.bre, la nccesidad en quc se halla
El libro La religión dentro d,e ro.s rímítes d,e ro mero. razón de ser salvado, la imposibilidad de salvarse por sí mismo, aun-
es en realidad !o contrario de lo que suele llamarse «{ilosofía que tenga que cooperar a esta salvación «n:cibidar>, a esta gracia
de la religión»; es decir, lo contrario de una reflexión sobre de la redención.
una realidad a la que no se accede racionarmente. No, este libro
es xn& teo'logía. No teología positiva, es craro, pero tampoco
teo'logía natural, declarada-imposible por Ia cri;ia de
la, razón
pura, sino una éticote'ología (Er,h.ico,tieologíe) Ls; es
decir, una
teo.logía que-pro_cura una convicción *o.uiy'no iagi.a ni
meta-
física. Por lo demás, Kant mantiene el .o.rcepro'd" <<religión
natural». «Religión-escribe-es el conocimiento de todos nues-
tros deberes como mandamientos divinos; aquella en la cual
yo debo saber, primero, que argo es un mandamiento divino
para reconocerlo como mi deber, es la religión revelacla;
po.
contrario, aquella otra en ia que yo sé qre algo es mi áeber,
"1
antes que pueda reconocerlo como un mandamfento divino,
es
B Ibídem.
e Pág. 172. r4 Die Religion..., Prigs. 170-I.
lo Pág. 3. 15 Paul Asveld, La pensée religieuse du jcune llcgcl,, ¡rágs. 50 y-:i!I:'
lr Pág. 6. 16 Hegels Theotogiiche Jugendsch'riften, editttlos por Hertnan¡r Nohl.
12 Cfr. la Crítíca de la razón prdctíca. Vie de lésus está publicada en francés, l'arís,
La"1? 1928'
13 La palabra se encuenrra en ra crítica der juicio, Asveld, ob. cit., pág. 5I.
apud. Noack, XLIL
(; A/ 141
5 Pág. Bs,l..
? Cir. mi artículo «La actitud ética y la actitr¡d religiosa» (Cuacler-
nos I:lispanoamericanos, núm. 54), y el capítrrlo ulil eticismo modern<;r,
a la Etica. Las experiencias éücas
lund,amentales, pá- en mi libro Ei protestantismo y la moral, de los que const.ituycn un extrac-
rr^'^, li:;:ducción .to las páginas siguientes.
AI 145
t44lE os TI
{alseadas en su
ticia en el mundo? EI cristianismo primitivo y medieval, implan- rnetidas a la iusticía, a la !*'!L {r en realidad'
instaurar el primado
verdader.o ,... Er"ü'puro to dio úant aI
tados en una concepción religiosa de la vida, partían de una moral, montado categórica'
afirmación primera: la del pecado original que había intro- de la raz6n pra.ti.l i J i*p.*tivo
de Dios, a{irma, debe ser
ducido el desorden, es decir, la injusticia, en el mundo. Pero mente sobre si mi.má. La existencia
por -la moralidad' Dios
el hombre moderno, ya lo hemos dicho, prescinde de esos datos admitida, ,o pi'' ü mor^lidad' sino
que el de garantizador de la
religiosos y sólo toma del orden sobrenatural lo que cree posible no tiene otro papel' en su {iloso{ía' inlíníta,
moral en el Más Allá, el del garantirudo, de q.ue la tarea
conocer natural, racionalmente; esto es, la existencia de Dios. un sen'
impuesta desde fáusticamente" al hombre' tendrá
Así, pues, si en el mundo reina la injusticia, hay que pedir "hotá, relígión dentro de los límites
cuentas de ella al Creador del mundo, a Dios. Hace un instante tido. Es lo qr"'il"* ftu*¿ ula
vimos el tránsito de la exigencia de justificación del hombre de la simPle razón»'
El deísmo, l""*g*"ión de la providencia, con su antecedente,
ante Dios, a la exigencia de justificación del hombre ante sí la exclusiva
mismo. Ahora ernpieza una tercera fase: la discusión en torno la relegación ética áe Dios, y, con su consecuencia'
atención a este *"'i", y á ttt"uido
y la preterición del Otro'
a la iusli licación de' Dio's ante el hom,bre. Pero Ia impla'
El primero en plantear abiertamente la cuestión fue Leibniz constituían Ya, de hecho, un «ateísmo'práclico»' más Iejos'
cable exigencia lógico-moral tenía q'¿ ir todavía
en su Teodicea, palabra que significa precisamente «justicia a,arece gobernado
(justificación moral) de Dios,r. Y lo de menos es que el Creador Un Dios ou" *or""?;;;i **¿" tai como
to. i"írt".-tttía injusto' Sí; pero ¿sería'*"19'
salga por el mornento, como e{ectivamente sale, justificado. Lo -razonab"n
grave es Ia nueva actitud que este planteamiento revela: la épo' injustounDiosquesedesentendiesedelaclamanteinjusticia
del mundo, inju.Till"; ü;td Et *it'no
dio lugar ::":l:^'
ca «<pide cuentas a Dios», demanda a juicio a Dios para que para
"t raclo'
un pensar
demuestre su bondad. Justamente por eso ha sentido la perti- §i .r t.í.*o ., i*posible, no lo es menos,
más
nalista y .orrii.,',, el áeísmo' No quedi
pues' solución
nencia, más aún, la necesidad de de{enderle.
que el ateísmo.
En la segunda instancia de este pleito, que tuvo lugar den-
AlanegacióndelaexistenciadeDioshapodidollegarse'
tro del siglo xvttt, iba a recaer una sentencia muy di{erente. La por razones estric'
Ilustración y, muy concretamente, Voltaire, se vuelven a plantear
y de hecho ," ñ"'ü;;"; por distintas vías por razones «inmo'
tamente t"óri.ur*y;l;;; i' má' frecuente'
el problema de la época, el problema de la justificación moral a su pasión' encenegado en el vicio'
rales». El p".uáJt, atado que suele
de Dios. El mét,rdo es empirista-observación de las injusticias
termina po, ,ro ,á' n"d' más aila de ellos; "t "to destluYe
del mundo, «escándaio» del terremoto de Lisboa, con sus nume- más activamente'
llamarse,,materialismo». Otras,veces, un testimonio
rosas víctimas, algunas, muchas si se quiere, culpables, pero sin
duda otras muchas inocentes-y racionalista, sin ningún sentido
en sí mismo, .""*i*'" "
subconscientemente'
oír' ««No hay '
acusatorio, y sofoca una voz que no le conviene
para el misterio. El razonamiento, esquemáticamente expuesto,. Dios»' Estas razones
es éste: Dios tiene que ser, por definición, justo, y sin embargo,
;i.r,, ,igriii"" entonces «que no haya
tlescalificadas' Las
«inmorale» q*¿'n, "t A^'"' intrínsecámente B'
en el mundo, creación suya, reina la injusticia. ¿Cómo se re- razones «morales»
que a nosotros nos importat' "qui '9"".1".:
suelve esta contradicción? Con la idea de la Providencia parece' por respeto . f"-iá.u á" Diosjser in{initamente bueno' in{ini'
imposible: Dios procedería como un «loco» o como un mal. su realidad; por respeto a §u
vado. Hay, pues, que renunciar a ella, y así, en virtud de una tamente jrrto-, e, pre"i'o negar t:1t"
No.
exigencia moralista, surge el deísmo. Dios creó el mundo, pero esencia,es preciso négat stt-exist'encía' :: o "ql-T^,1":":
escepttcrsmo;
en agnosticismo
tamente de un ui.i.*á fundado
no lo gobierna; éste es como un aparato de relojería que desde sino precisamente de
el principio recibió toda su cuerda y ha quedado así, literalrnente, no se trata de*una iri, ,.gución te,Zrica,
de El
«dcjado de la rnano de Dios». Para la Ilustración, Que ha recha. una udenuncia,, .on,r* Diás, que. empieza .blas{emando una exculpación'
zado toda Ia dogmática, lo único clue p€rmanece del cristianismo para termin"r-.r,"ontrando .n .., inexistencia
es su moral. Jesús fue, simplemente, ull gran maestro de moral, 8 para el ateísmo»' «ateísmo
Sobre las expresiones «razones morales
un hombre que enseñó a sus hermanos a ser justos y benéficos. y antes ético»' etc'' deben tenerse en cuenta las reservas
ético, que más adelante
Es ya el pleno moralismo. Pero todavía faltaba dar un paso rocanres ro "¿"it-o
i*"1; iü;;'"i .,'p."-"¿o filosófico»,
más para que la gracía, la religión, quedasen expresamente so-
"
estudiaremos.
146lES ET ('
To«los los grandes ateos de nuestro tiemoo, desde los personajes puede subsistir la dimensión estructural de l¿r moral, Ia- moral
ateos de Dostoiewsky y desde Nietzsche hasta Sartre, son lo ior*ul del existencialismo, por ejemplo, pero no Ia mor¡l como
cr¡ntrario de unos escépticos: son enemigos de Dios. Ei ateísmo contenido. Este problema áe la posibilidad de que subsistiese
ético ha sido una tremenda lucha contra Dios desencadenada el orden moral * tu hipótesis de la inexistcncia de Dios no es,
en nombre y defensa de una moral separada de la religión. Por- ni mucho menos, de planteamiento reciente. Ya lo ltemos visto
que ya desde el siglo xvIII corlsideraban los «filósofos» que los .rráii Áes arriba,'d"
a propósitg 49 Hugo
Grocio' Ya en Ia Edad
justos son los que ajustan su vida a principios exclusivamente M.áiu, Gregorio Rimini había admitido que Ia obligación
morales, en tanto que los «religionarios», como llamaba Bayle moral contiiuaría vigente aun cuando no existiese f)ios. Ahora
a los creyentes, eran los mantenedores de una inmortal supers. bien, esto es imposibie. Ningún «contenido» puede tener validez
tición. Y mucho antes, la doctrina de Epicuro sobre los dioses universal si no está susterrtudo en Dios y por l)ios- I1l funcla'
tenía, probablemente, un sentido también moral, como ya insi- mento de la moralidad concreta es Dios, n(.), es vct'rlad, el l)i6s
nuamos en el apartado sobre el sentido ético de la filosofía. Legislador, sino, como veíamos más arriba, el l)ios Creacior'
Los dioses son para él seres naturales, que ocupan su Iugar en el poiqu" lu'.r.uriór, de la naturaleza humana quü racional es
mundo, como cualquier otro ente, y que actúan con acciones lnterior, ontológicamente, a la Ley precelltiva, y.brtsta ¡lara la
puramente naturales y, por tanto, limitadas, po'rque,una poten- especificación rioral, en virtud de la convcnierlcia o discortvc'
cia infinita destruiría, a juicio de este moralista, Ia libertad y el nilncia a la razón. Santo Tomás, en Ia quoc:.sl,io I, altíctrlo 5,
destino moral del hombre y suscitaría en el mundo espiritual de D'e Verifarc, afirma, frente a toda stlcttc cle ltlatrlnisnlos,
lo irracional, el «miedo a los dioses». Si Dios fuese todopotleroso antiguos y ,noá"rrros, que ninguna vet'd¿rd es etcl'rla rnás qrle
y omnipotente, la vida moral quedaría destruida. La confron- ,rrrinrlu* quo'd, está en la mente divina; por analogía podemos'
tación entre este eticismo y el moderno es muy instructiva por- p,r.r, ,on"frir que tampoco ningírn t<valor» nlíts qrre st ctt'ndutn
Sa, Agustín,
que revela la diferencia de mentalidad, finitista de la Antigüe- irroá está en Dior, Y a ta objeción de que,- st:grinque dos y tres
dad, desmesurada e irreductible en la época moderna. Epicuro nada más eterno que el concepto del círculo o
se conformaba con limitar el poder de Ios dioses. Los moralistas son cinco, verdadei evidentemente creaclas, eI Aqui,nat,e contesta
modernos han exigido su destrucción. Algunos, sin embargo con la aliernativa de aquella remisión a l)ios, o con que aquí
((como
Sade, abiertamente Proudhon-, lo identifican se tome Ia palabra «eterno» en la acepción de ««perpetuo»,
-ambiguamente
con el mal. Para Proudhon, Dios es el diablo, el enemigo del se dice que las cosas naturales son perpetuas»'
Es u".dud que no pocos filósofos- se oponen a la famosa
hombre, anti-ciuilisctteur, anti-liberal, anti-humain. Es menester, fra-
pues, negarle. Y para poder hacerlo con conocimiento de causa, se cle Dostoiewsky ,,ri no existe Dios, toclo cstá permitido»,
justarnente el sentido moral
para poder estudiar la BibUa, Proudhon aprendió hebreo. Como f uigrno. a{irmai al revés, que- es
vio Donoso Cortés, la polémica del revolucionarismo proudho- áf qi. nos hace acatar los Mándamientos dr: Dios y el que.nos
niano era esencialmente teológica. llevaría a rechazar los de un demonio creador; así' por ejem'
Mas también esta solución, que pretendía deshacerse de Dios ;i;, Hr". Reiner e. Pero aquí se confunde.' Iror ttna parte' la
reteniendo la moral recibicla, se iba a revelar muy pronto como '.rÁti¿r, de que, psicológicamente, este sentido moral prrctla pre-
,arr,orra, en e{ecto, antes, separadamcntr}, tl contra llt crccltcia
cle
impracticable. En realidad ya Nietzsche había sacado todas sus
consecuencias al hecho trágico de Ia «muerte de Dios». Dios fue Dior, la cuestión del fundamento ontológitro dc la_ lrorrll Y,,por
muerto, según hemos visto, por una inexorable-y, por su¡ruesto, otra parte, Qu€ este {undamento de Ia especilicaciíin erttre el bien
desquiciada-exigencia moral («<la única excusa de Dios es que , *¿ áor.ul.. no es Ia «ley,,, silro la con,erticncia c inatlecua-
"i u la naturaleza racionrl, tal como ha sid'r crc¿rda llor I)ios'
no existerr). Pero si Dios ha muerto, si no existe ya, entonces la tió.,
moral carece de fundamento y <<todo está permitido». La idea EI <<ateísmo ético,r se reduce, por tanlo. rl sí misntrl rrl ¿rb-tt¡r-
de justicia, como todos los presuntos «valores» eternos, es el do y, si es consecuente, tiene que clcscrnl,,rr:itl".crl r:l tlctl'rrc¿t-
reducto abstracto, la huella despersonalizada y «filosófica»-es- *i.íio nietzscheano de ia rnor,ri. en el inmriralismo tle Antlré
tadio metafísico de Comte con todo su sentido peyorativo- Ci,il; la {ilosofía del absurdo de Camus, cn cl trcmendo des-
que ha dejado, tras su paso por la historia, Dios. Pero si des- ""
aparece l)ios, todo se torna relativo y puramente histórico y sólo 9 Das Prinzíp von Gu't un'd B6se, págs' 33-4'
AI 149
t48lE os ETI
El
orden moral de la fiiosofía de Sartre, en el nihilismo que de. La «sinceridad» no agota Ia realidad .anímica'
pliiicador. 13. Por
y- contradicc.iones
nuncia Heidegger como signo de nuestro tiempo. Y sólo se alma humana tiene"m;;;. replielues
constitutiva. Pue-
trata entonces, en un terrible círculo ín demostrando, por un debajo dela d,obt, á"i*"r"duiu/ una'd,oblee
Señor'- ayuda mi incre'
lado, de reiterar que la «muerte de Dios» acarrea Ia disolución de salirse de e]Ia con la gracia-«creo'
partido contra l)ios, buscando en
de todo r<contenido» moral firme y válido i pero, por el otro, árriJ"ár_i tu*ui¿n tomándo Es lo que hacen
la embriagu", f".,á'i* f" saliáa de la duda'
de suministrar una prueba existencial de la inexistencia tle Dios,
mediante la mostración de que todo, todos los crímenes, todas los ateos.
las aberraciones le están permitidas al hombre 10. Este y no otro
es el sentido de la apología filosófica del sadismo y de la toma
en consideración de toda suerte de aberraciones morales. El
ateísmo actual ya no es ético, eticista, salvo, en cierto modo,
en Camus 11, p€ro sigue siendo, y más que nunca, activo, volun-
tarista, militante. Persigue la destrucción de Dios. Ese es, como
veremos, el «contenido» único de su paradójica moral.
La actitud ética separada termina, pues, como vemos, en el
absurdo, pasando previamente por el ateísmo ético. Pero su raíz
se encuentra en el racionalismo. El ateísmo es un producto
racionaiista, una simpli{icación racionalista de la realidad. No
es ninguna casualidati que sean los existencialistas franceses los
ateos y que los grandes filósofos alemanes-Fichte, Schelling,
Hegel y hoy Jaspers y Heidegger-rechacen el ateísmo. El ateís.
mo es un producto racionalista porque está separado de la vida
real. El psicólogo de la religión Werner Gruehn-cultivador de
una psicología de la religión concebida como ciencia positiva-
ha mostrado experimentalmente en su libro Die Fromntigkeit
der GegenutartT2 que el ateísmo es un Sch.reibtíschprodukt, un
producto de lucubraciones racionalistas llevadas a cabo en la
mesa del cuarto de trabajo. Pero por lo mismo, digamos nos-
otros, difícilmente refutable. Se refutaría con facilidad mediante
una argumentación ad absurdum; pero ésta sólo vale para quie-
nes rechazan el absurdo, no para quienes hacen de él-o dicen
hacer de él.-..- la cifra de su concepción de la existencia.
El hombre puede tener fe o no tenerla. Pero quien no la
tiene, ¿es por eso ateo? Más bien no sabe a qué atenerse, está
en la duda. La actitud ética separada se revuelvá contra la exhor-
tación de Pascal, «toma agua bendita y terminarás creyendor,,
y dice que tal manera de procecler equivale a <<hacer como si...r,
a representar la comedia de lo sagrado, a ser hipócrita. pero
¿es
verdad? Otra vez se mezcla el ateísmo como ricionalisnro .ir-
3 Parte final del libro Catolícismo y protestantism.o como t'ormas d,e 5.Seríainteresanteco¡rfrorrtarestadisti¡rciólrco¡rludeDilthcy,azar'
hombrc corno agente, autor y
exístencia. caráctery a"r,i"á,-;"; t; de Zubiri, el
a Cfr. N. Hartmann, Ethik, págs. 378-9, y H. Reiner, Das Prinzip actor de su vida'
uon Gut und Bóse, i4-5 y 34-5.
6 Ob. cit., Pág' 6II'
t56tE ros E?ICOS
tarán dos fórmuras de sarvación-salvación
gnosis y: para los gnósticos der destino-, la
cristianos, el bautismo. En cual-
quiera de estor
dedeterm,,;;i#',T;Hf ,XTJ.ili"-T,:? j:rr1trj:
otro tanto acontece con er problemu
j:;i,;;
tratamiento en Aristóteies *. a" ir-t"ti.iaud, cuyo
-ry
gue tres conce¡fgs.:- e_upraxía
i".i.r.,i*. irrstóteles distin-
euda'imonía o
o buena .orr]r.ir, bien obrar;
fericidr-d,'y markario'ré.,
o bi".rru"rturanza, beati-
tud' En realidad, sóro Ía p.i*"r" d.p"nd" CAPITULO XX
siquiera enteramente, porque está J*i ro-br., / ni
noo' éxaor,q, eor¿'7, po.'n,,"fr.,
.ordi.ionrdu po. er ó:rotoq RECAPITUTACION DE LOS RESUTTADOS
.o,,,pt.*iór, nrt*al, por n,estra OBTENIDOS
élxprirera o dxp«cla; Ia i"ri.iar¿,
eud,aimonía, como su nrismo
nombre denoi,
rn en os
"., ou.,?,
escapa por
"ff ':::' i rff tj'::
J,t':' i],
completo a Ias posibilidades *o.ui". i":,i:!:;, ;!,
.
Toda esta primera parte ha tenido un carácter de introrluc'
ción a la teoría ética propiamente dicha, que se desarrollará
Aquí irrumpen la ehlrc;";-;;. dos del hombre e. en la segunda parte. En ella hemos perseguidrl una de'finición
dystykhía ro. modoi, la eutykltía v Ia o delimitación de lo ético, para lo cual hemos buscado el punto
La qr llu-u.á.',,-u'ru., son, como
el destino, poderes "toítrnár"l^r.
.rp."*á.ares. EI t or¡..-".tá* in."rto
de partida en los que nos han parecido principios fundamen'
tales de Ia ética, a saber: el principio etimológico, el principio
d'd; entrever' sóro ra rerigión en un
;::il*':ü:':Hlf:i" "' ;;.;; prefilosófico, el principio genético-histórico, el principio antro'
pológico o psicológico y el principio meta{isico y de teología
fin,,igual que ra fericidad, también
*,^E: solamente
mrentos, la erevación de senti- natural. Ahora, deteniéndonos un momento en nuestro camino
en parre depende d" ,;;o;; No podemos .--.-método-y volviendo la vista atrás, vamos a intentar obtener
«esperar», «creer» o uumar,
en el plano puramente narurar.
a nuestro arbitrio, y esto aún de él una visión recapituladora. He aquí el resumen, los pasos
tudes infusas' se revanta ;";;.
La teoría ;;;;;", de ias «vir_ principales de nuestra investigación:
una experiencia
-.i.*pr"
estrictamente 1. .Los dos primeros principios, el etimológico y el prefilo'
natural: la de que no todas ras virtud.r'
tro alcance. De nuevo se manifiesta ..,in a nues- sófico, han poseído una significación meramenle anticipatoria.
aquí Ia necesaria abertura El {iloso{ar no consiste en partir de cero, pues, cuando menos,
de la moral a la religiO, ,i. --^-^"
se parte del <,nombre» de aquello que se intenta conocer y de la
idea más o menos vaga que, previamente a todo filoso{ar, tene'
:
e.^
3{: ,!:,, i,,J', ',
1114 b, I rnos de ello. EI resultado principal de la indagación etimoiógica,
es decir, el descubrimiento anticipatorio del éthos como objeto
Ob. cit.. [, ]0, ltOt a., 15.
de la ética, comenzará a sel' plenamente asimilado desde el co-
," ;i, l'';;,,:2f;';,""";!, "),1::::""L'".," weiss Kausatitát und, zutau mienzo de la segunda parte. Y en cuanto al princiltio prefilo'
r'. Ia scs'nda parte-tr-..ügün.
de esre Iibro.ir.emos sófico, algunas de cuyas anticipaciones se han visto ya corro-
de al¡crru.at" r'' mo.rl o viendo nuevos puntos
(cap. III). Ia conrenrp.l;";;-tL"nl'Vi a.;, L rrú.qr.du ,e Ia fericidad boradas, puede decirse otro tanto.
concreciones de aquéilr. 1,, t, perfe"li¿,i-«cap. v[) conro
-í",r,"r'y--1r,,";;"t"1X,r,,{c"r.
.y 2. El estudio del principio genético'histórico nos Iia mos'
1",
dotor (cap. xlll. '1" VII), el trado, negativamente, corno la ética no puede ser reducida a la
justicia (cap. ¡y1rl,. ".r"r"r.l ¿¿";. Íuil
acro "1..ír,"..,"tcrn. xtv). la política ni a la sociología. Pero, desde un punto de vista posi-
rnidad (Cap. XVIll, l*"r-"n,^lr';;"';,{; cre to.ruf"rr'y Ja nragnani_
¡rrnii;ü; ;il curiosidad (Cap. XIX), tivo, nos ha hecho ver que posee una constitutiva dimensión
et
Ifif *"i,irl:epentimiento v
Ia .nnuJ..iin rc.,.'Iirii
,i'i"'muerte (carrí.
sacri-
social:
Aunque desde nresupuestos y por a) En cuanto que lo que hagamos de nosotros mismos,
Iibro ya citado a"' yr., b. "6;'d"i;i;, modo "r,r*- cornpretanrente diferentes, el tenemos que hacerlo, no en abstracto, sino dentro de una situa-
st¡ títtrlo' t't" n,i..ño'p.o[,l"muM';;;¡;;;,;; hetigion, tr*a-
,?T;,,fiT]aII)a del pasaje de ra nro¡ai a ción concreta, que es, ante todo, situación sociat. Nuestros actos
se dan en un mundo; es decir, en una conexión real de sentido.
f
.{
vuelve, en cierto modo, á ella, en cuanto uno de los especifica- pre{erencia, lf posibilidad elegirla es clevarlil I l¿r calcgoría de
realid,ad,. Esn realidad s¿¿l generis es n¿i rcrtli'ltul,l¿r rcalidad
nro-
tivós del acto moral-.I linis operantis, dicho con mayoi ampli-
tud, la «buena voluntad»-se áet.rmina y esclarece psicológi"a- y consiste en la apropiación de las posibili'ladcs qr:e rcalizo'
ral,'rábo,
Si nre hago tr.l.¿n; si mato, hon¡icirl¡; si prcpal'o las
mente,
-y_en cuanto, frente a todo a¡triorismo. es {undamental lecciones .or, .uidodo y compefencia, me ltrrgo l.luerl ¡lrofesol';
el papel de Ia experiencia en Ia vida'moral. (Lo cual denianda
que- esta «psicología de la moralidad» sea desarrollada
y si realizo mi destinatión, me hago slrn¡ licitcr buctr,r. Y así,
en f.nción
de la totalidad o el sentido de la vida y tenga una orienración mediante las sucesivas apropiaciotles, voy {oljalldo, a itl largcr
caracterológica, como la tiene la buená porlión de psicología de la vida, mi éth,os, caúctér o personalidatl mor¿rl (principios
que se contiene en la ética aristotélica.) La virtud, las virtud'ás, etimológico, prefilosó{ico y antropológit:o)'
¿Colnforme a qué se va adquiriendo estc 6thos, carácter o
T
I
¡
,
i
160/Es i
TI os i
i
lodg lo
cabe
rlue el h:g"; fuesto que todo cuanto hace
hombre.
lo lrace sLtb rc¿tione boni. fT úoi"¡.e está puesto, pues, en la
condición de decidir cuár va * SEGUI.{DA PARTE
,., su bien,
mundo y de apropiárselo p...onri.*n,". "V de realizarro en el
rectamente es en Io que consiste ; h;;.. todo esro El ob¡eto áe la Etica
la moral.
CAPITULO PRIMERO
I
t64tES IO TICO,S At 165
éstos son los .,principios intrínsecos
de los actos» s, pero, recí- gamiento o élxpcttet« uo constituye virtud, sino solamente se-
Procanlente, los,hábitos se_engendran por repetición á. náto,
el y rnivirtutl. Le falta aquietamiento de la parte racional del alma,
modo ético de ser se udqrlr" po, üábito. Ertrdi"mos,
pues, le falta Ia armonía interior o otllgpocóv7j.
a contirru¿rción, y en general, los u.tor,
los hábitos v el carácter,
consic{cr¿rdos como olr;.to rnaterial Para el cristianisrno, el problema era más difícil, porque te-
de'la Etica.
E,r¡:eztindo por los actos, ro primero que nía que contar con el t'omes ¡teccalí., secuela del pecado original,
debemos preguntar
es cuák:s. entre los actos que er'hombre rescoldo de movimientos desordenaclos que, sin embargo, en sí
tan a la Etica. La Escorá-stica estabrece i,r"a. .l.cutar, impor- mismos, no constituyen pecado. Y, por otra pilrte, tenía que con-
dos divisio'nes. I)istingue,
por una parte, los ac/¿t,s hominis que el hombre tar también con las tentaciones. A pesar de todo, el gran sen-
no realiz¿r en tido ascético y el gran sentido de la uniclad humana inclinaban
c-uanto tai, si,o naktra qrnrio*, y to, oriu, hunta,ni o re_
.¿¿t .est
duplicttt'iue, es decir, actos del hombr" a juzgar que el hombre asistido de la gracia puede, mediante
sólo éstos constituyen propir..nt, ob;.io i .o ;;;"*" tar rrombre. una vigilancia elevada a hábito, prevenir un movirniento des-
de-la Etica, I)orque ordenado antes de que nazca.
sólo éstos son perfáctamenü libres y deiibe.ador.
patte, parece que también cie¡tos actos
Mu., por otr.a Los estudios actuales a que nos hemos relerido en el capítu-
no bien delib".ádo, .on
inrputables al Ilombre. Entonces se establece lo VIII de la primera parte, el psicoanálisis, la psicología de la
una segunda dis-
tinció, ent.e actos primo- primí, provocado. po, moralidad, nos han mostrado, en primer lugar, que la vida espi-
causas natura, ritual no siempre, ni mucho menos, se desarrolla en Iorma de
tanto a la Eticá;. acros secund,o prirní, imputa-
oles, .i]I,i"^.-!:,
L",i", Jro. lo menos a veces? o parciarmente, en los tuares <<debate» discursivo, como acontece en los ¿rutos sacramentales;
bre es mcvido inmediatary..ni" por representaciones hn*- pero que esto no empece a la libertad y la imputabilidad. El
"l
sensibies;
y los actos secundo' sec-uncri, qu. ,o, Iás úricos-pr.nu*., te r¿u- hombre sabe manejar con gran destreza su suhconsciente, remitir
mani en el sentido de la divislón anterior 10. allí lo que no quiere «ver», no preguntarse demasiado, no co-
I\aturalmente, sólo un análisis casuístico y brar conciencia de 1o que no Ie conviene, producir previamente
a ra vez intros- una oscuridad en el alma para no poder advertir luego lo que
¡rectivo podr'ía establecer la imputabilidad d. lurl, uno de esos
actos que se mueven en la {rontera indecisa allí ocurre, etc. Por otro lado, los movimientos desordenados no
v la incleliberación. Lo que en una teoría dedelala.Etica
deliberación
nos im-
surgen aisladamcnte, sino que se van preparando, mediante mí-
¡torta señ¿rlar es el contraste, a este respecto, entre ra época mo- nimas claudicaciones, una atmósfera de clisipación en la que con-
cierna sentimos entrar, una lenidad interiormente tolerada, etc. Los
.rro. un lado y Aristóteles, el cristiurri.*o y ra Escorásti- actos, por pequeños que sean? no nacen ])or generación espon-
ca antiguos v Ia psicología actuai d"
lu moralidad por el otro. tánea, ni existen por sí mismos, sino que pertenecen a su autor,
En Ia E'aad úo.lein", épcica del racionurir-o y
geo de la teología *o.á1, se tencría a limitar
t*bién del apo- el cual tiene una personalidad, unos hábitos, una historia que
ia imputabilidad a gravitan sobre cada uno de estos actos. El gran error de la psi-
queproceden de
Í"lo.t _la ¡rura raz6n, Dorque descle' Descartes se
tlaf)r¿r alrrmado en realidad una mera cología clásica ha consistido en la atomización de la vida espiri-
unián a.ccidental del alma
y el.cueLpl y se pensaba que el alma y ra razón son tual. Los actos de voluntad se tomaban aisladamente, como si se
términos si-
nóninros. Por tanto, sólo ros actos uracionares,, (no
ya deribe- ¡rudieran separar de los otros actos, ltrecedenles y concomitantes,
rados, sino discursiuamente deriberado.) ;;i;n como si se pudieran separar de la vida psicobiológica entera y de
prfpiu*ente hu- Ia personalidad unitaria. La vida espiritual {orma un conjunto or-
manos.
Aristóteles,
por el contrario, pensaba gánico.
-tos que s.rgen en.el.alma que ros maros movimien-
constifuyen ya una cierta imperfección, Pero la psicología clásica no sólo ha atomizado la vida en
aunque sean reprimidos por ella: justamente actos, sino también cada acto. El análisis del acto cle voluntad,
por esto, tal sojur_
llevado a cabo por Santo Tomás 11, está justificado .Distingue
I l-ll, q. 49, comienzo.
10 La l'lsr:olástica
esLablece otras clistinciones. por ejemplo,
11 I-II, q. B-17, y De Veritate, q. 22. Puede verse un an¿ílisis del
puedcn ser ¡tartialiter. humani, bien en-cuanto los actos acto de voluntad que, ¡tartiendo de Aristt'rteles, nad¿r tiene que ver con
a Ia
intellectio y prima aolitio), b;"n ., .r"nto al n.,oao sustancia sólo (prima la Escolástica, en Ross, Io¿ndations ol Ethics, IX, uThe psychology of
por el libre imperio de lá volunrad). .álo"¡;;;" andar, etc., moral action,,. Para nuestro propósito lo más interesante es la distinción
e¡rtre clos morlos clominantes de proceder : el nlanning type y el suggestibLe
(' ,\ I l6i
166 lE.S os
del acto de voluntad será válido en el rnejor de los
c¿lsos y con
en él diferentes momentos o actos, unos respecto al Íin, uelle', lrui
re{lexi'
e intend,ere, y otros con respecto a los medios, la electio, el con- todas las reservas señalarlas ctlanclo la voltlrrt¿rrl Jrrocetle
siluím, eL consensus, el usus y el imperium. Entiende por uelle vamente. Ahora bien: ¿procede siempre así? l'a txllerir:ncia in-
<tn.es es indtrcla}le que
o anl,ore la tendencia al fin en cuanto tal y sin más, y por lruí tr.ospeetiva nos muestro"q,," no.. Pcro ettf
(;otL., clc un acto urtita'
la consecución del fin. Intendere no es una mera inclinación n.,ráho más que to a.*o*posición a¡trés
rio nos impárta curil es la esen«:i¿t tle cse acto ulrl-
al fin como u'elle, sino en cuanto que ella envuelve ios medios clescubrirl
turip ,1. voluntad o, dicho con otras p^litIras. averigttar
c1ué
necesarios para alcanzarlo. La electío es la decisión-siempre
de los medios-; el consilium, el acto de tomar consejo o deli- es quere'r.
Esta esencia no puede consistir en el nlero y volublc
uelle'
berar; el consensuso «applicatio appetitivae virtutis ad rem», qre no cs ttlda'
es decir, la complacencia o delectación (<<si se ha consentido o en lo que los escolásiicos llaman p'rima uo'lit¡o )¡
udes.o,,,,,nu «,veleicladri. 1',.rr',1ro"c¡ en la
no», como nos suelen preguntar en el confesonario); y el íntpe- vía más que un puro
rium o praeceptunl,, que) como se sabe, discuten los escolásticos intención, que es sólo una vertiente del acttl--su vertiente inte-
si es acto de la raz6n, como piensan Santo Tomás y los tomis- rior-frentá a la plena reaiización. Ni tanrpoco, colno qtriere
el voluntarista deciiionismo mo<lerno, enla elec'clrín, porque siem'
tas, o de la vóluntad. Quienes se han dedicado a la «explotación»
Tomás' t'ex aliquio amore»'
de estas indicaciones de Santo Tomás, que han sido principalmen- *" ;; resuelve, como dice Santo
querer? lleparemos-en
te Gonet y Billuart, y posteriormente Gardeil, han ordenado cro- i'reguntémonos, pues,-de- 19e1o, á19é es
españ'rla ((cJuerer» srgnl-
nológicamente estos actos, añadiendo de su cosecha algunas nara qu"l.o*o hace-notar Zubiri, la palabra
fica a la vez «apetecerr) y ((amar» o deleitarse en Io tluerido;
completar la serie, como la aprehensión o prima. intell.ectio, el
último juicio práctico, el juicio discrecional de los medios o dic- á..ir, qr. funá" "r, unu sola palabra, uelle y lrui'' hace consis'
tamen práctico, distinguiendo entre uso activo y uso posesivo
",
;ir; uá,ttl por. disfru-
¡r"i. f" palabra frui suele traducirseSan Agustín,
de los medios y hasta entre adeptío linis y fruitio, señalando, i"r, plrá "n
unt", J" airt.",ar significa, corno cscribió
con
entre todos ellos, los que son actos del entendimiento y los que uuÁot" alicui rei inhaerere propter se ipsanlr>' en r:ontraste
aliam, 12. En está sentido prirnario se {rrrye m,-
son actos de la voluntad y haciendo que unos y otros se alternen
"ii,',,p."pter
,itt.J de disfrutar, se fruye desde que se empieza a qtrerer
rigurosar4ente (esto último es la razón de que haya sido menester (el día más
arbitrar actos nuevos). Decía antes que el análisis de Santo Tomás p;;q;" hay una {rri.i¿,t aníici¡'nda o proyectiva una
"ná
feliz es siempre, .o*o suele decirse, la víspcra) y fruición
es legítimo. Pero ¿quiere decir que pueden aislarse cada uno Lu f ruición en el
;; i" .on."guiaá y por"í,Io, que es el clisfr,it".
de estos momentos? ¿No se pierde así la esencia unitaria del como
acto de voluntad, paralelamente a como aislando cada acto unita- orden de laljecu áiin (¡n exsicutione) esti -ya al principio,
entelo. (Dorn Lottin ha visto
rio se perdía cle vista, según veíamos antes, la esencia unitaria motor del acto r.n el proceso
de la vida espiritual? Es lícito analizar teoréticamente los mo- bi"n t' que el mámento i"\ no puccle aisl¡rse cntre el
"ons,n'§¿¿s cstá pe'
mentos que constituyen o pueden constituir un acto, pero siem- ,""tA¡"Á y el dictamen práctico, porqug j,stalne,tc :" re¿rlidadporqlre,el
netrado el proceso entero; pero está es así
pre que no se pierda de vista que todos esos momentos están
conserlsus representa la'lruitfo en la clisier.sión
te,riroral .del
embebidos los unos en los otros, que se interpenetran y {orman sic,t
una unidad en la realidad de cada acto in concreto'. acto.) La {ruición, como "l {i.t, «<se habct i* o,crahilihtrs
in spáculativis». De todo lo c,¿rl se c.ncluyc que,
Por consiguiente, frente al abuso del anterior análisis, hay frináip;ur"
'dice o acto de voluntad es
que decir por de pronto que la serie cronológica-no estableci- Io*o Zubir'i, t. esencia de la volición
verdad acon'
da por Santo Tomás-es completamente abstracta v convencional, la fruición y todos los {emás momentos' cuando tlc
i; y pr"á"n ai.ti.gri.se o discernise, acorttcccn cn {unciírn cle
propia de una psicología asociacionista (el asociacionismo no es no cs sitto
la {ruición. De la niisma lTlanera q,e el ¡azo¡¿trnicttlo
exclusivo de la teoría que se conoce con tal nombre). Por otra ¿r l¿r rca'
.l l"rpti"gue de Ia inteligencia como pttro atcnirnie.to
parte, y como tendremos ocasión de ver más adelante, la distin-
ción de fines y medios es mucho más cambiante y problenráti-
12 De doctrina cltrisl.iana, I, 4. Véase tarnbitirl csle ol'ro plslrjc cn <.)l
ca de lo que tal psicología supone. Finalmente, ese análisis qrr"o*áiu y lrui se recttbren: uNemo tamcn est' rlrri eo quod omat non
type. También deben verse los análisis fenonrenológicos de la voluntad fiuitu., (De'Cittitute Dei, 1, VIII, Cap' B)'
/E os TI os
lidad, la voluntad reflexiva y propositiva no es más que la mo-
dulación o distensión-el deletreo, por así decirlo-de la fruición.
Esta modulación o distensión no siempre entra en juego. por
eje.mplo-sigo uno del propio Zubiri-, si estoy hamÉriento, sin
haberme dado cuenta de ello, y veo de pronto un plato apetitoso,
inmediatamente se produce en mí una fruición-que se manifies-
ta b.iológicamente en ia secreción de jugos salivaies, en que «se
me hace la boca agua))-que culminará en la realización del acto CAPITULO II
de comer, en el saborear, paladear y deglutir el alimento. Pero
si-para continuar con el mismo ejemplo-, estando hambriento CARACTER, HABITOS, ACTOS
no te-ngo- alimento a mi alcarce, Lntonces sí puede ponerse en
marcha el complicado proceso al principio descrito, aunque nunca
gracias a nuestras indagaciones antro-
Realidad moral que,'pi.{ilosó{ica,
o casi nunca con todas sus etapas discernibl€s y, desde luego, ya conocelo.tt son los há'
si se trata cle un acto plenario de voluntad, de un auténtico qire- p"lá;i; .ri-otagi.J y
rer, sin que quepa separar los {ines de los medios. por ejemplo, [ia.-i, í .obi. toáo, carácter moral' La ética escolástica
".,
en definitiva tambié.,
"l los hábitos con'Io objeto material
cuando nos casamos, el matrimonio no es un fin para tenár hijos "á*it"
de la Etica, en cuanto que los considera conlo «tprincipio
inirin;
ni para ninguna otra cosa, sino que el amor lo pánetra y unifica la,ealidad moral del
tg9o. La complicada teoría de los fines primrrio. y seóundarios seco de los f".i ¿r" concibe que
""tor,,.
hombre consista en un *.io conglomerado cle hábitos, virtudes y
sólo entra en juego realmente para quienes no quieren plena-
vicios, sin radical unidad? La única manera de superar este
«aso-
mente el matrimonio, para quienes se casan por conveniencia, hábitos se ¿rnclan y uni{ican en
para los ucalculadores». (La teología moral de la época moderna ciacionismo» es admitir que esos
una realidad éti;; *ár'profunda, el érlrcs o- carácter moral.
ha sido pensada, si no co' vistas al pecado, sí por lo menos
contando con la imperfección y la fragilidad: la teología mcral Ya hemos dicho repetidas veces que éste, <:l éthos o carácter
moderna ha sido Grenzmoral, moral de delimitación moral, consiste en todo aquello que }iemos rctcnido y.no: hemos
lo que upropiudo en cuanto a nuestro modo de ser toca, viviendo' Pero
es y lo que no es pecado.) "nire
Ahora bien, al descubrir que la fruición, como acción .i .i"¡r"to, ¿forma realmente una f,igrra? Evidentemente,¡ay sí.
de
i§i ¡i"i, tu un]dud puede ser mayor o *.not y ciertamente
fruir, constituye laesencia del acto de voluntad, no hemos pues- y ((con'
to de manifiesto más que una de las dimensiones de éste, lo qu" personalidades que áonsisten en discordia, escisión interna
nos están mos'
tiene de aclo, es decir, de transeúnte. Pero ya sabemo. qu" ár- ii.r.iu desgraciada,,. Teología y filoso{ía moral
trando lu uiidrd del carácteI moral. ¿Y no es ése el mismo sen'
ciendo esto o lo otro llegaremos a ser esto o lo otro; ,áb**o,
que al realizar un acto realizamos y nos apropiamos una posibi- 1 La psicología actual-después de James, Dcwey .y- el conductismo
lidad de ser: si amamos, nos hacemos amántei; si hacemis jus- hábito-tiende
en su fase watsoniana, que fueron g.undás defensores' del («attitude»)'
ticias, nos hacemos justos. A través de los actos que pasan va de- a sustiruir áe habito po-r el concepto de actit.ud
cantándose en nosotros algo que permanece. Y eso que perma- L" "lentendida
"on""ftocomo nstare of readins55r, uprcparedness, o «dispct'
rrece,el sistema unitario de cuanto, por apropiación, liega a ""ii*a
,i,i"", po.a lu .".p;;; e incluso «anticipatory iesponse" recoge 1o
q." ,igriiiiJ, n O¿riái,l*tr.r en lo conce.ri".tt" a la protección natural
tener el hombre es, precisamente, su más prófunda realidad rle las actitudes, que hacen no «ver» más que lo que las {avorece
(cfr. con
moral. i; rc;;;;t;; á;' i;';;;iil;¡, según Santo romás' en el casto v en el
irjurio.o), y pr...n," ,lSrn"r'uenfajus sohre el concepto- deqye hábito' como
son las de constiru; ;;;;r""pto Áá. upositivo, y la. de,(adquirible .eL ella el
elemento intelectuai o- "*"nüti¿"4' t la tenclenc.ia
por
-i."i"i"grl ,p"."""r, más Íntima y putántenrente urtidos. Quecle intacto
;;;i-;i-;r;blánia a"^irt*trl lerantar'los concepto-s de virtudque
v vicio.sobr'e
probable'
el concepro a. ,"rii.iii'.. iug"r clel concepto á". hábito,..lo
-dificultadés,
,r"n,. pi"rentaría sobre todo por las im¡rlicaciones concer-
;;;;;;r; lá. ri.t"a"r infusas. Éero si., ducla-se trata de un telna sugestivo
que, más pronto ;-;;; tarde, alguien probablemente abordará'
t
(' t7t
170/E o (l ^/
tido unitario del concepto de carácter que manejan psicopatólo. télico, está oculto, presente, pero latentc ya' ¿Por quá ha ocu-
gos y caracterólogos 2, prescindiendo aquí, naturalmente, c{e su rrido así? Aparte ei hecho, ya señalado a stt tiempo, tle que Ia
problematicidad? Incluso algunos escolásticos han vislurnbrado lengua latiná careciese de una palabra que sig.nilicase l]ura y
algo de esto 3. En fin, hoy dos filosofías verdaderamente im- exiusivam eúe éfho.s y que la con{usión sonl¿irttica de rrro's }raya
portantes, la de Ileidegger y la de Zubiri, levantan la ética, como facilitado, sin duda, la confusión filosrlfica, a rni entender, Iay
parece lógico y, desde luego, conto es etimológico, sobre el con- dos razones que explica¡ esta pérdida del co¡cepto de étlt'os'
cepto de Ailtos,' y Ortega, sin em¡rlear esta palabra-como tam. La primera es la de que el étho's o caráctct', por constituir la raíz
poco Zubiri-, había afirmado ya, criticando el utilitarismo y unit'aria de los hábitás, es menos visible q¡e éslas, nranifcstacio-
apelando expresamente a la moral cristiana, que la bondad es nes suyas, f , a priori, menos visible aí:n c¡ue los actos' La segrtn-
«primariamente cierto modo de ser de la persona» a. Heidegger .1, rarór,'íetiau sobre toclo dentro dcl orbe intclectrtal escolás-
parte, como hemos visto, de la acepción primaria de esta pala- tico, es la de que el éthos no es un collcepto p¡tigtico (¡i se rn¿1-
bra: éthos como ((rnorada», «estancia». Zubiri, de la acepción nifiásta ni prld. modilicarse directamenlc, sino stilo ¡ travós
más usual, de la acepción viva en la época de Aristóteles, funda- de los actos y los hábitos), en tanto quc la- Etica se constituyó
dor de la ciencia ética: éthos como carácter. (Debo aclarar, sin como una ciencia práctico y lu ética cscolástica en ¡larticular
embargo, que yo no le he oído referencia a esta palabra, sino como mela reducción o disminución de Ia teología morai (orga-
a la latina mos.) Es verdad que también algún otro sistema filo- nizada fundamentalmente para el uso práctico dcl confcsonaritl y
sófico ha centrado la ética en el concepto de carácter. AI prin- la dirección espiritual), cómo una teólogía nroral amputada del
cipio de este libro hemos aludido en este sentido a los estoicos. elemento
-- sobrenatural 6.
El nombre de Schopenhauer debe ser mencionado también. Pero Esta pérclida dpl concepto del étltos en ctr¿tnto pérdida del
para Schopenhauer el carácter moral es congénito, la experiencia sentido unitario de Ia realidad moral, se tradujo histriricanrcnte
sólo nos sirve para conocerlo, de ninguna manera para modifi- en una creciente atomización de la vida ¡:síquica, sobre Ia que y¿
carlo, y lo que suele llamarse «carácter adquirido» no es, según hemos hablado (aislamiento de los actos enttc sí y tlcsr:otttp«'rsi-
é1, sino conocimiento de nuestro «carácter inteligible» 5. Se rom- ción de cada acto en los doce o catorce a que antcs nc-,s }lenlos
pe así la conexión eqtre el carácter y los hábitos y procediendo referido) y de Ia vida moral (ética centrada cn los ar:tos con su
al revés que Ia ética usual, el objeto material propiamente dicho .onr."u.ntia lógica, la admisión de actos moralcs indilcrcntcs)'
de la filoso{ía moral no lo constituyen ya, según Schopenhauer, Estos dos proceios-pérdida de la conciencia de la realid¿rd dct
ni los actos ni los hábitos, sino solamente el carácter. étlro, y atámización psíquicomoral-se han desat'rollado de con-
Ahora bien: es preciso reconocer que la t'radición lítosólica suno: Santo Tomás, cuyo análisis del acto de volur-rtad .o tiene
explícíta perdió pronto de vista el étho's como objeto de la Etica. ,"á."ir, como he*á, ui.to, sentido atomizante, no atlnlitc lt.is
Tan pronto, que en el origen mismo de la Etica, que es aristo- actos iídiferentes in indi.ui.duo y hace srrya la s.cntencia tr¿rdu-
cida de Arisióteles, qualis est unu.squ,i.'squt:, ct tolis uiiel'us linis
2 Ach, Lindworsky y otros han mostrado que todo acto deja huella ei?, que supone una cier.ta conciencia dc la unicl¿rd molal. sus
en el carácter. disáípulos, áspecialmente los de la é¡:oca_tnotlerna. lran ido ¡rer'
ái.náo progrÉsiramente esta conciencia. l'cro ltoy )ra sur gido
3 Por ejemplo, Bourke, que titula un capítulo de su libro E¿áícs ya,
«The virtues and moral character» y escribe en él: uTodos los seres hu- rl ,áno"d" la Escolástica, una {uerte rcacción .ontra l¿r élica
nlanos nacen con las cuatro potencias (entendimiento, voluntad y apetitos "n
atomizante, reacción de la cual van)os a cx¿rminar ahora nrism<r
concupiscible e irascible) que entran en el .cto moral, ¡rero cacla hombre
adquiere en el curso de su vida una estructura, clif.erente en algún modo
una muestra a mi parecer exagerada y simplificatoria.
e individual, de los hábitos morales. St personaLidad, moral o carácter EI objeto matel'ial de Ja Etica p¿lrecc, l)ucs, conslitrrido por
es constituida por la adición de un equipo ( set) de hábitos a sus poten- el caráctár (éthos), los ¡ábitos v los ¿rclrs lrrtnl¿lrtos. l'ero co.
cias ingénitas, (los subrayados son míos). En este texto se advierte el esto, ¿está dicho to-lo? cabe objetar clue lo <¡uc impot't¿t no son
esfuerzo, no enteramente eficaz, por superar el asociacionisnro esco-
lástico.
4 Ob. cít., lÍ1, 341-2. 6 «Nos manuels classiqtrcs dc ¡lhilosophic ¡rloralc sont tlop s()r¡vent
6 El mundo como uoluntad y representación, cuarlo libro. Se han le décaique,l.r,runr.ls classiqu.t,l. thóologic nloralc fo¡ttlanrcntalc,'
(Dom Lottin, ob. cit').
refundido aquí un par de páginas del final del artículo, arriba citado, '- i-- t-il, q, z; 10,2,2, y possim en la obra dc Santo Tomás'
«La Etica y su etimologÍa».
t72/Es?u TICOS
At 173
('
174/E UD os ET CO
de tal nrodo, tlue
menos, que así sea. También, en otros casos, bajo la Iorma de y en cada uno de los sucesivos «}ric et nuncil;ct:r1;t:rtctrecerse sin
resultan
«rapto», «serenidad», «plenitud», «paz» 15. el «illic et tunc» y.t ttt'i" et nunc>t
cs dcr:ir' de tal modo
EI acto de la «repetición» cons.rste en la asunción, también confusión, pero támbién sin se¡:aración;
por tod¿rs>r de la Reden-
en un instante, de la totalidad de la vida. Esta es, por decirlo, que aquel "ri.-prá", "q'4 -«de una vez
n'eva, lu I-ra cristianr. El scgun-
así, tomada en peso y aceptada en su grandeza y en slr miseria.. ;;;, fund" u, tie*po ae Bau¿ tcrtían que
do texto dice que io, .n.",dotes de la Ley 1n!ig1a
Dicen que quien va a morir recorre en un momento todo su a sí mis-
decurso temporal y ((ve» su sentido. En esta concentrada actua* saórificar cotidianam;t;;t pero Cristo' sacrificándose
*á, 1" lrizo «de una vez por todas»' pal? siempre'
lización de Ia totalidad del pasado consiste precisamente la ((r'epe-"
tición»: el hombre «repite», vuelve a vivir en un <<instante». Estaestructrradeltiempoteológico-dc-lalteclenciírrlesco'
l)'eo Creantc'), es d'e'
junta y apretada, su vida, La «repite», no como espectador', sino mún al riempo **Ji.i." (y teológio, De
isiemple" como <téxtasisr> del
como su autor responsable. Desde el punto de vista del «conte-. cir, ai tiempo cn .,""to tuÍt del
.,d. vez por todas))',surge la,suc¡sión tempo-
nido» este acto puede consistir en «arrepentimiento». Mejcr di- ffi;;;;or,lro una
equivale
ral. y la realizaci¿.r.n actá int,itivo de ssln s5tructura
cho, y por «aceptante» que sea, aunque suscriba la vida con vida hasta su fun'
un gran «sí», es también, necesariamente, «arrepentimientor>- a remontars" a.rá" tu itr.n.ia «le nuestra
así' cottto en su {un-
porque ¿quién no tiene de qué arrepentirse? Como se ve, así damento o ".i"*pit't "" él up"h*ndemos
,errtiáo unitario y tot"l del tiernpo vital' de nues-
como el «inslante» ahonda en el presente-frente al vivir en el damento, de tal es-
tra vida. "i
p"ro yu hemos dichó que esta ¿rctu¿rlización
superficial, disipado y atomizante 11¿[6¡¿¡-abriendo desde él el, (lr'lc I'ar¿l vcz reali'
porvenir, la «repetición», vuelve la vista atrás, asume y retiene' tructura es un r"t" pti"llegiaclo y prufu,do'
dei .,siempre»,
lo sido, frente al «olvido» del pasado. ,u*or. y por eso, clundo-rro ,. tiene el scntido
s.ocia't:'lltil:'
Xavier Zubiri ve Ia esencial formal del tiempo y su unidad," vivimos ei tiempo como algo pegado al queltacer
olvidánáonoi y alien¿i,clonos dc n(tst¡tros mls-
no en el «instante» y la «repetición», como Kierkegaard, tam- nesado a las cosas,
cn un r«tienrPo cerra'
poco en la «memoria», como Bergson, sino en el «siempre». EL i"X, ,r*á a. nuestros haceres, vivie,do comcr' vol'
^
do,,, de <tetetno ,aro"to": Ievantarse' ir al trabaio'
«siempre», el «de una vez por todas», es el fundamento de la. y Io el día siguiente
mutación temporal, y el ahondamiento, la intensión en él otorga.
ir-ui
ver al trabajo, -o,ro, ti'",, dolmir' misrno
la posesión de sí mismo. EI hombre está ante el decurso y su i"f"",,:q-í áf o bien nt'i.P"td"*ut tl :l lltrir cle Ia
tiempo consiste en estar ante su propia decurrencia, autopresente. íiao, .., ái'uru.u"u',,iento, Ia ttdisiliació.»,y el diucrlisserrte,t;
sietn¡rle innli-
a ella, incurso en ella, sí, pelo también sobre ella (sobre la o bien, finul-"r]",-"i"i*"t un tiempo .ín'calzan'te' no dejírnclonos
nente, que cae uot." nosotros, ugoüiánd,)nos
y
«{luencia» de Leclercq) y sobre sí mismo. Y justamente en la
«realización» de esta estructura fundamental-«siempre>r como «tiempo,, («siemPre») Para nadl'
nrejor-*el
estructura de Ia realidad del hombre-es en lo que consiste el Pero estos actos-actualizaciones de estt ucttttits,
lu ,,rlf.tición,, el «<s.icm¡lre))'.sotl privilcgiados y aun
acto de «siempre». En él se reasume por modo sobre-temporal, «instanter,,
,to rleli'nitittrts'
es decir, en el fundamento mismo del tiempo, esa vida fh¡enre a."irári"r', d,elini'rorios, como <lice Zubiri, ,ct'o sittt) ltt:to ¡,r.'
.le que hablaba Leclercq. Ei-u.to definiiivo-'no actuaiización tle estrtrctttra,
ái"ho, que, si Io es de verdad, scr¿i larlrbir:. <<instatrte>>,
A mi parecer, esta estructura fundamental, descubierta por lir*.rr. pero en Ia
Zubiri, posee un fundamento teológico, cristológico y soterioló. «repetición, y *ia*pre))-es la ,,ltora de Ia lrlrtcrt,r'
parecer' dos
,rhora de Ia mueri." i'uy que distinguir' a nti
aspec-
gico. Pensemos que la palabra «siemprer)) se'mper, procede, coi.no.
tos: lo que ,i.1.-á" .í.É.o*."1 morir-y Io que
tiene cle acto
semel, de (mal Ahora bien: la palabra ára[ (o éganafi de irL úr.al»
humano, de última instancia conceclitla
al hc¡nllrrc ¡lara la obra
es empleada dos veces por San Pablo, en Rom,., 6, 10, y en estos clos as¡reclos'
I{ebr.,7,27, ambas con su significación de «de una vez para to- moral de sí mismo. Es importante distingtrir
suelen-,rcsentarse disocia-
dasr, en sentido cristológico y soteriológico. En el primer texto O"ñ"- 1lu"a"n-y -probaÉlemcnte según mucstra la expe-
dice qué lo que ocurrió «illic et tunc» allí y entonces ha ocurrido dos. EI instante af r'" ¡¡Lrert€ biológica, taf muy precaria
«de una vez para siempre», y: por tanto, también <«hic et nunc», riencia cle la muerte ajena-experiencia, como
«rctrasado»' cuando ya
y ««exteriotr-;;;;'iln" to" {''tt'encia no es sino un resirluo
15 Cfr. O. F. Bollnow, Das Wesen der Stimmungen. el liombr.e no ,á-fá..e y lo que queda de él
AI
t76/E os TI
inconsciente y comatoso. EI padre Karl Rahner ha llamado al úl- escribeNialrauxl?'l'eroparaelcr-istianismoeste^destinonoes
é fla-,¡ s in o
l i bremen.
im p uesto- atutn, h,e'im,ar m
nexo rab}emente
timo acto en que todavía disponemos de nosotros mismos la i |
Hoy se tiende a pensar gue la «creación instantánea)) es utra abs' i-,rodigio» también el <<niito crnpollónrr: que soloca al niiro
y
tracción. El universo real le, €tr expansión y devenir, supone una autént-ico, [ue tendría qu9 haber iido para,, a
su tiempo' t:t
moral para cada una de
«creatio continua» a través de las causas segundas, concebidas verdaderÁmente hombre. Hay una tarea
totáI, el tiene también su tiempo
por un evolucionismo no materialista como ««coadiutores Dei». ,,r.rr.o. horas y la tarea éthos,
«días contados»' En esto decía Séneca
Si esto es verdad para la auténtica Creación, lo es mucho bien determinado, sus
llos ha dado
qr" ,ro. di{erencilmos de los dioses: en que se
menos controvertiblemente para Ia creación o cuasicreación his'
lo más pt'ecioso' tenemos que
tórica, como ha mostrado Xavier Zubiri 20.La Historia no es un un tiempo finito. Por mismo es
ciclo cerrado, un «eterno retorno», sino una realización «abier- aprovecharlo.
ta». Pero tampoco, como tiende a pensar Teilhard de Chardin
y el mismo Tresmontant, nivelándola con la biología, una madu-
ración. El tiempo histórico es mucho más cualitativo y abierto
de lo que ellos piensan porque no conocen el concepto esencial-
mente histórico de posibilidad. Y esto mismo acontece en el ám-
bito que ahora nos importa, el de la creación o cuasicreación
moral.
La perfección ética ha de hacerse en el tiempo y con el tiernpo-
Nuestros proyectos se forjan en el tiempo, la perfección es cua-
litativamente diferente a lo largo de los años, la «experiencia de
Ia vida» es experiencia del tiempo vivido. El concepto de kairós,
u oportunidad, la eukaírío o momento propio, es esencial para
la tarea moral. Hay que dar tiempo al tiempo, saber espelar,
aprovechar el cumplimiento de todas las condiciones, la realiza-
ción de todas.las posibilidades previamente necesarias, aprove-
char el «iahora!» Y junto al concepto helénico del kairós, el
concepto bíblico del pléroma. Cristo llegó a «su hora>¡ en la
«plenitud de los tiempos» 2r. Pero también, más modestamente,,
cada uno de nosotros tiene «su hora» y su «plenitud» para cada
una de las partes de su tarea moral. El éthos se va forjando a
través de los sucesivos kaíroi, realizando «<cada cosa a su tiem-
po», sin que se pueda saltar por encima de é1. De tal rnodo que
la per{ección es cualitativamente distinta no sólo para cada per-
sona, sino también en cada kaírós. Por eso la perfección del
niño-abertura a la realidad, ojos abiertos ante el munclo, doci-
lidad para lo superior-es cualitativamente diferente de la per-
fección del joven-entusiasmo, aspiraciones infinitas-de la per*
fección del hombre maduro-sentido oe lo posible y de clue ,,.pa-
ciencia es todo»-y de Ia perfección del viejo-bendición univer-
sal, decir un gran sí de arrepentimiento, aceptación y {idelidad
a cuanto se ha sido-. La perfección ha de lograrse al hilo del
tiempo, sin «adelantarse», y por eso son insatisfactolios el <«niño
mejor»'
valores quedan enredados en el concepto platónico del bien. EI fin, es decir, considerándolo como en catla caso «tltr
primero, por lo que se refiere a ia univocidad: no hay más
sin duda, hasta el final del proceso' maf in intentione está vo-
bien que el moral, interpretado éste como ««buena voluntad¡¡. La ya
segunda, que se libera de la caída en la uniuocotio, al concebir á..a" el principio mismo y moviendo toda nuestl'a actividad
Ios valores corlo idealidades separadas 6. He aquí por qué de- ;;G iráu¿rair. lo yu dícho sobre la volición como fruición),
cíamos que la crítica llevada a cabo por Aristóteles en el capí- en tanto que ProYeclo-
tulo VI del libro I de la Etica nícomaquea no ha perdido nada Los {ines-y lo mismo los medios-enrpiez'an-por ser provec-
tos, son proyectos en tanto que no t* ttnii"n' Sln clnbargo'
.de su actualidad, la
irttet'rcional de aqué'
Repito que no se trata ahora de reproducir la letra de la ar- prlub.u .,próyecto,) expresa bien Ia vertientc
ilor, inclrso acentuándola, pero no cla, en cambio' su
qumentación aristotélica, sino de reinstalarnos en el sentido filo- ((¿lpoyo))
sófico desde el que fue producida. El bien no puede ser un ."uí. En efecto, preguntémonos: ¿ De dílndc salen esos proyec--
pero ¡,sólo del proyectante?
yrrlptotoy, una idealidad separada, porque entonces no podría tos? se dirá que dII proyectante.'
ser operado (tpaz,tov) ni poseído (xtr¡tov), cuando la mo¡al No. El proyectt es insiado'por la realidad-y montado sobre ella'
es precisamente, según hemos visto y hemos de ver, cuestión 'ZuLiri ¡a analizado el proyecto dcntro de su i.serción
iruie.
natural en la situación. El hombie está siem¡)re en una
.de «apropiación». El bien no puede consistir en un napáDet1¡ra situación,
humana'
situado por encima de la realidad. El deber no está escindido del el estar en situación es una estructura constitutivamente
el tiern¡ro cluetJaría absor'
ser y en contradicción con é1. Las ideas, los pensamientos, los si las situaciones fueran sostenibles,
bienes, los valores y los deberes son ideas, pensamientos, bienes, úia", el hombre-..""p".i" a él y entraría .n ,n sfal¿¿s comple-
valores y deberes del seri parten de él y vuelven a é1. tamente distinto. Pero no es así. El <,mí, es corlstittttivamente
inquieto, las cosas vienen y se van, Ias sittraciones, por
estables
Veamos, pues, entonces, qué es en realida¿f-pero, repito, por
ahora solamente desde el punto de vista de su estructura-el bien. que parez.urr, ,ro pueden p'olotg"tse (he aquí utra di[erencia
se ve {t'rza-
Aristóteles y Santo Tomás afirman, ya lo hemos visto, que el radical entre esta vida y la otra)' EI hombre' [)ues)
para crcarsc otra
bien es lo que todas las cosas apetecen. Pero prescindiendo en dá a salir de la situación en que Se encuelrtra
esta afirmación de la teleología general del universo que ella nu"ur. ¿Cómo efectúa esa creáción? En el a.irnal ya vi*ros que
implica' y qrr" trasciende del plano puramente ético, aquí de- los estado. ,.ut* ," empalmaban directamente los unos con los
bemos reducir el aserto de este modo: el bien es lo que todos otros. En el ho*br", no. En eI hombre, el tránsito de una situa'
(c1uítese a
los hombres apetecen. Pero aun así limitado, no se refiere, es * otra se hace siernpre a través cle un r<¡rroyccto>>
claro, al bonum honestum, sino al bonu.m in genere. Lo cual "ion
;;; ;"i"tra todo sentido discursivo), el paso- dc realidad a rea-
qué con'
no obsta a que estemos situados ya, sin duda, en la dimensión lidad se hace siempre a través de una <<irrealid¿rtlr>. ¿En
moral-tomada esta palabra en su más amplia acepción-: pu€'s- .1r,. esa irrealidaá? Del lado del yo qucda rle la anterior situa'
to que la realidad total del hombre en cuanto hombre es, según .u idea y lo que arluélla valía, ¿rsí c,nr,r l¿r cle lrii mismo
.idc¿r
vimos, moral; el área de la moral es coextensiva a la de los á..r* de e[á. Hr'á..opulecic]o la relliclatl iísioa tlc l¿r situaci(rn
"iOn
pasada, p".o qr.áu Io qr"- Zubiri llama su
t<r'calitlad objetualrr,
ackrs humani (con las implicaciones señaladas en e1 capítulo I
respecto de los actus homínís) y a la de libertad, pues no hay que no es, colno cree.l¿t Iclt,lttenolo-
es decir, .u intencionaliáad,
reducto rlc i¿r
entre ellas más que una distinción de razón. Todo cuanto hace. gio, ur'f"nórreno primario, .ino la r.educr;ión, cl
mos-conocimiento, ciencia, técnica o cualquier actividad coti- realidad física arrui"da. P«rr no verlo asi la 1ettomcnologia tlt:s-
diana, tomar una decisión, preferir esto o lo otro, incluso en el ;il;", quiéralo o no, e. idealismo. I'-l lt.tnltrc, tnictttrtrs ¡trt.r-
orden de loaparentemente indiferente-, |o hacemos desde un yecta, ." *u"r.-libremente. Las ideers, abstraícl¿rs tle la realid¡ct
aga,úhón, desde un proyecto, con vistas-dice Aristóteles-a un ií.i.;, ,"purudu, del mundo, .o o{rcce. rc.;islcncia cn y pcrr.itcn
io¿u tto.L de juegos (ensueños, fantasías, ,,r:.still,s cl aire",
6 Creo que esta crítica vale también para G. E. Moore, si bien en deseos, ideales y ?r*üiO" idealismo 1ilosóf
ico). Pero I¡ reaiidad
su caso más que de un platonismo metafísico se trata de un platonismo in-'tando' Es menester'
.ro .íp"turrdo t, mejor dicho, urgiendo'
lógico. Pero su concepción de la «falacia naturalista» separa tan taiante-
mente como la filosofía de los valores y como Kant lo bueno del ser. pu"r, uolr", u É'oyt't" "s pr"" lo que se va a hacer'
7 In Eth., L. I, l, l, núm. 11. Pero «pensare»
"Íu.
significa «pesar»' EI pensanriento' cl itroyecto
/§.1 I E DI o.\ (: AI Id;¡
pesan, glavitan, tienden a Ia realidad. Y en su realización, en dios» y «{ines» 11. El proyecto, como ya ltemos dicho antes, lo
el uponerse a ello», tienen que plegarse a la realidad, apoyarse es siempre de'ntro de una situación concreta y para ella. De ante'
en las cosas, contar con ellas I y recurrir a ellas. Lo cra[ quiere mano no es aún casi nada: en tanto que se va articulando a tra'
clecir que, si del lado del yo el rodeo de la irrealidad consjite en vés del proceso y resistiendo la prueba de la realidad-es decir,
<«¡rroyecto», este proyecto está sometido a las cosas mismas (ajus- para ernplear la terminología tradicional,-conct'etándose en «me'
t¿rmiento a la realidad, «justificación» de que hablábamos al áiorr.-.i como va cobrando entidad, realidad.
estudiar el. principio antropológico) o, lo que es igual, tiene que Por todo esto conviene levantarse, con Zubiri, desde la espe'
ser «<posible». El concepto de posibilidod comprende totalmente .cificación medios-fines a la dimensión previa rle las po'sibítidades,
que comprende a unos y a otros y ofrece además la ventaja de
lo qr: e.el concepto de proyecto rinde sólo por modo parcial, uni-
lateral áescubriinos, como hemos visto, esa doble vertiente de irreali'
Aristóteles distingue los fines de los medios, pero él mismo se dad y plegamiento a la realidad que posee todo acto humano. Esta
da cuenta del carácter relativo y cambiante da esta distinción. sustituiión de conceptos presenta, por añadidura, una ventaja
En efecto, según é1, hay tres clases de bienes: de un lado los accidental. Los términos «fin» y «medio», un tanto excesiva-
qlre se buscan siempre por causa de otro ( Dt' á),.).0 ); de otro, mente intelectualistas ya en Aristóteles, se }tan cargado con el
el bien que se busca siempre por sí mi-"mo ( xal' aixó) v nunca uso y con el «finalismo» característico del pensamiento moderno,
por causa de otro. Pero entre uno y otro extremo, ciertos bienes de un sentido calculado, calculador y pragmático, que estorba a
ógd.v,, ilDovai y tpar.-que aun cuando se buscan Dl' la experiencia directa de la realidad moral.
-cpooveiy,
á),).0 tt, son también buenos xa0' aütdto. Las posibilidades nos vienen, como hemos visto, de la rea-
Los bienes, to-dos los bienes, excepto uno-en seguida vere. lidad, y después vuelven a ella. Esta vuelta a la realidad, desde
mos cuál-, pueden ser tomados, pues. según los casos, como el punto de vista de Ia tioilotC. puede y debe llamarse <trealiza-
medios o como fines (no últimos). Incluso Dios mismo, conce- ción». Pero desde el punto de vista de la x¡t(tltc, que es el punto
bido como «bien particular». En efecto, ¿qué otra cosa hace de vista moral, debe ser llamado mejor «apropiación»; es decir,
quien le rinde culto para que le conceda lo que le pide? Y, realización en nosotros mismos. En efecto, piénsese en las vir'
por elevarnos a más altos ejemplos, en la concepción de Kant tudes y los vicios. Cuando «contraemos» un vicio o una virtud,
y en la de unamuno, ¿no aparece Dios mera y ráspectivamente nos lo <<incorporamos», pasa a ser «nuestro»; es decir, nos lo
gomo el m,edio garantizador del deber, el medio garantizador de
la inmoratalidad? 1ll La rígida separación de «medios» y ofines» ha sido combatida
Por lo demás, ya hemos visto que el fin, considerado como modernamenú desde todos o casi todos los frent.es: «heterogonia de los
¡rroyecto y fruición, no sobreviene a la manera de resultado, al fines» de Wundt, teoría de G. W. Allport sobre la «autonomía funcional
terminarse la acción, sino que es inmanente a ella. pero si el de los motivos» («lo que al principio fue una técnica instrumental llega
a ser un motivo central»), pragmatismo, filosofia de la existencia. Léanse
llamado «fin, está en cada uno de los «pasos» de nuestra ac- estes palabras de Dewey: nsolamente cuando el firl «:s convertido en medio
ción, tampoco éstos pueden ser considerados como «medios», llega a ser definitivamente concebido e intelectualmente concebido y, ni
puesto que tanrbién ellos están penetrados por aquél y son inse- qué decir tiene, ejecutado. Como mero fin es v{lgo, vaporoso, impresio-
parables de é1. Solamente bajo el dominiá de una concepción nístico. No s¿óemos realnrente tras lo que vanlos ltasta que el curso de
Ia acción ha sido mentalmente acabado.,, Pucde vcrse una bucna crítica
-y propositiva puede descomponerse una acció n^, rl,es- actual, muy matter-of-fact, de la psicología de los medios y los fines,
raci<¡nalista
pués de realizada, en esas abstracciones que se denominan ((me- en Ch. L. Stevenson, Etlúcs and Language, de doncle tomo la precedente
cita.
B Y confiar en ellas: la realidad es ucredendar. Esta dimensión cle Más adelante, cuando tratemos cle la vocación, veremos que tampoco
nfianza, o «creencia, ha sido muy puesta de manifiesto por pedro Laín ésta se revela e priori y en abstracto, como un «{in» perlectamente aisla-
en La espera y la esperanza. ble, sino al hilo de las situaciones concretas y en el curso real de la vida.
lln fin, otro tanto, y aun más, acontece en esa actividad nada «idea-
(Fichte) o por lo menos acomodando el caos de la realidad'(Kant), con- lista» (los políticos «idealistas» o son ntuy malos políticos o son unos
forme a nuestra menre. De ahí el resabio idealisra-del que el áismo farsantes), iino uimpura», que es la política, y qqe no sin razón ha sido
lleidegger no está completamente libre-que suele acompañár al concepro llamada «arte de lo posibler. La política verdatlera es siempre polÍtica
filosófico de proyecto. en situación, eü€, como ha escrito Merleau-Ponty con alguna exageración,
10 Eth. Nic., I, 7 hasta 1097 a., 84 y I, 6 i09(í b., 16-9. «no elige fines, sino que Se orienta sobre fuerzas que están actuando».
/Es7'u os (:o (' ,\ I /,\;
«apropiamos» por modo difícilmente removible. y
la moral en. nuestra posibiliclad «mejor»; es decir, la «obra del lrombre»
tera no consiste sino en «apropiación».
Ahora bien: toda posiblüd;d que el hombre se apropia-o, cn sí mismo, la práxís de mi propia realidad.
dicho en la terminología aristotélica, todo {in-es bu"nr. In. Pero entonces, ¿cuál es Ia vía para alcanzar la {elicid¿rd, ese
(4toó¡revo» úyulóv? Aristóteles visualiza la vicla entcr'¿r como una
cluso en sentido moral-(pero recuérdese una vez má.s y siempre
la distinción fundamentál entre !a moral como estructura y Ia piriimide de medios fines. En la base de la pirámicle pone todos
moral como contenido)r puesto c{ue, como crice Santo To,rer,'.,1á, aquellos bienes que nunca se buscan por sí rnismos, sino siem-
que apetecen el mal no lo apetecen sino bajo razón de bien, es pre por otros. Sobre ellos monta los que, puclicndo buscarse por
decir, en cuanto lo estiman Éu".,o, y así la intención de ellos va sí mismos, regularmente están ordenatlos a otros; en lo alto
pe'r se al bien, aunq,e per accídens caiga sobre el mal 12. aquellos que, como la vista y eI n.oits, v el placcr y cl honor, se
buscan por sí mismos, pero porque creenlos quc en cllos podrá
La realidad entera es buena. El bíei moral-moral como es-
tructura-es, por consiguiente, .lo rear (ra bondad es una rle las encontrarse el cizpotatov a'¡a\b. Este suprcmo bien, .simplicit'er
propiedades trascendentales del ser, dice la escolástica), en tanlo perfecto, que sienrpre se busca ¡ror sí mistno y nunca por otro,
que fuente de posibilida:des apropíad,as. y en vista del cual hemos buscado todos los dent¿is, cs ¡rrecisa-
Pero si todo es bueno, como no rnente felicidad
9s posibre apropiársero todc, Esta comprensión «finalística» de la felicidad rci)osa sobre
hry..qy."- pleÍg'rl, ha_y que elegir. Mas^
-elecciói ¿se eligá entre todas las ulra concepción primariamente propositiva, discursiva y delibc-
posibilidades? No. La es sólJ ,,.orí- quae sunr ad
finem» 13. El último fin de ningún modo puede elegi.se, «ultimus radora, de i, voluntad, sobre la que ya henros hablarlo. Pero
finis nullo modo sub electioná cadit». c explcsa bien ese carácter de único bonu¡¡t. ab.sohúun¿, es,a inexo-
r¿rblc inclinación del hombre a ella qllc cs irer:uliar de la {eli-
.¿Qy: quie-re decir esro? Que hay una posibilidad-una sora cidad. Aristóteles se da cuenta tambión de t¡uc Ia felicidad con-
posibilidad-frente a la que no ,omo, lilres, una posibilidad siste en mi realid,ad, y no en otra cosa alguna. E. efecto, dice cle
a la que tendemos necesariámente porque, en cuanto posibilidad,
ella que es el tpaxtrjv rila0dv y el te).oq tirrv rpaxtñiv !ti. ¿Qué sig-
está ya siempre incorporada, siempre ápropiada. Esta'posibilidaá
que «la voluntad.quiere po, nr.áridad, cfn necesidad de nifica esto? Que la {elicidad es del orden de la npri[tc y no del
incli-
nación natural» 1{, €s la -felicidad. poáem * ponr, la felicidacl orden de la toilorg. Pues el fin de ésta es una obra exterior al
ez esto o en aquello, pero ella mismu.r hombre. Pero la felicidarl no puede ser extcrior al hombre por
tal («beatitudo dos razones: en primero y principal lugar, porque entonces no
in "rrnto La estructura
communi») está siempre puesta en. no,sotros.
humana es constitutivamánte «felicitante»; el homb." se claría ,p.opiación íntima y n"..."iio .ju" es característica
p.;),.;,; ".urelación con la felicidad, a la que, segírn decíamos,
tle nuestra
necesaria, alnqu-e- problemáticame-nte, su propia {eliciáad; ';;,
como dice zubiri, estArllos,<ligados». En segundo lugar, agrega Aristóteles, por
,«ligado» a ella. Esto dábe entendrrá. po.
niendo a un lado dos-.gl:gq.i9ne-s_igrlalmente moio mucho más explícito 17, ¡rorque el ,,bien perfcclo» tiene
unilat";;1..'';, ql¡e ser riorapxr7c autosuficiente, esto es, n() neccsitar de nada.
por tanto, erróneas de la felicidad; fericidad como una ,,fortuna,,
exterior, como una suerte o destino (eutuxía) o, ui Pero si consistiese en unA noi4oLq necesitarí¿r de Ia matcria y de
revés, como la obra fabricada. El último fin de la vid¡ d¡:l hornhte consiste,
.:"..t?gg_, pu.lTente «subjetivo» (sentímienrá psicolOgico
:,1. r5. de pues, no en un e'rgón, sino en una enérgei.a. F)l bien supremo
felicidad) La felicidad en sentido ¿tico no J.t"."n.iulnrenre
ni Io uno ni lo otro. La fericidad es lu upropr*ión última cs la prú^xis, y, como veremos, r¡n detertninado nrocJo rle ésta,
de lt eu-praxía.
Sin embargo, la palabra «felicidad», y rnucho más en iatín,
Lz In Eth.,I, l, núm. 10. «rbe.ltitudo)), con su inevitable contaminación cle «contenirlo», es
11 I-II, 13, e In Eth., VI, 2, núm. ll33. decir, con el sentido religioso de que va r:argacla, hace pensar
li De
15
Yeritate, 22, É.
El state of leeling de Spencer. De este casi automáticamente en algo <<beatí{ico», ajeno a la vida terrclra,
modo la concibe
en su pooo riguroso.riblo, va citado, págs. 2sI, 2s3,2ii:'ri8, J. Leclercq que tal vez ni siquiera todos los hombr.es, on todos los actos de
se dice que «la felicidad,. en.sí,-
30r, dontre
á:i,ri l" ;;;;i,i'r'01," «roda ¡noral
basada sob¡e Ia búsqueda de 'ra ",feÍicidad
" esrá ,i"iadá Éi punro de 16 I, 7, 1097 a., 23, y 1097 b., 2I.
partida». "" .,
Cfr. también N. Hartmann, Ethik,-geS-2.----- r? l, 7, L097 b., 7 y sigs.
AI i89
/.98 I E
,1,
TICO
yanecesariamenteapro'pi'ad'as'comola{elicidad'sinosimple-
la vida, persiguen. Porque, por ejemplo, ¿puede decirse que el aigunos
P"to entre estos bienes apropiables es una
'*";;;";;;;;;rál',.
desesperado que se suicida busca a través de ese su acto moral los deberes' Deber
la felicidad? Antes de contestar derechamente a esta objeción son vividos como apropiandos: son en general' sino ade'
bien
conviene recordar que Aristóteles distinguía, muy discreta- posibilidad no sólo-ifrápiable.como el
más apropianda. il;;i ton{it'" a las posibiliáades su carácter
mente, la eÜbatpovia (: felicidad) de ]a ¡raz"aptotYlc ( t'' o'd"t' a la {e}iciclad;
- beatitud más o menos apropiando es ?u p;¡;; a Ia ielicidad'
o bienaventuranza). Esta última, como ya vimos más arriba, tras- rnás conducentes
ciende del orbe moral. Si la escolástica renunció a esta distin- los deberes son las'posibilidades y ei
Es maniiiesro, *;|"il;'^;g-h;fán,t" la
realidad
ción de término y no empleó la palabra «laica» felicitas, ello
1*:l
laseparaciónafi'mudu'po'Kant'Elestardebidamente-o'segun le j os
se debió a que, por su orientación fundamentalmente teológica,
tendía a pasar demasiado de prisa al punto de vista del «.con-
a"'ir¡ i. i,',.d"b I tor iamente ¡ nrs la realidad,
i: :,',.!}Ji.' -¿ en ella'
inscribe
de contrapor",."Tl^'reulid"d' 9"
teniclo» de la felicidad. Pero, claro, de esta manera se oscurece por ser ra felicidad una posibilidad ya apropiada, el hombre
esa verdad de que el hombre tiende necesariamente a la felicidad.
está, como dice^Z"¡iti, tigido'.1 "fi';
án iio' a las demás
Y es que nos forjamos un concepto demasiado elevado de ésta, «ob "1'f
{elicitatem»'
ob'lisado'
su concepto plenario, pero no siempre el concreto y real hic ñütliá;át.-a"utt"t-"tia
penden: por tanñ' aá.f1 ielicidad' EI hombre
Los deberes
et nunc.
se encuentra debitoriamente ante ia realidad en orden a su feli'
Para entender con mayor precisión y generalidad en qué
cidad. Lo
ser
caractl.lrii* a" r"s deberes no es tantoimponer
imperanl'es
consiste estructuralmente la felicidad, volvamos a nuestro ante- deberes
rior punto de partida, al «estar en situación». Veíamos que toda como ser aprop;;á;;' Ái no*t""t" 1" Pu.tq".n
ya una realidad debitoria'
iustamente porque él es
situación es pasajera, cambiante, insostenible, y que el hombre
con lo .ríti.u de Ia -ética del deber.
," hecha i^ porque
tiene que salir de ella y entrar en otra. Pued bien: la tendencia "rul'[irÁ
EI deber no pr"áL-iundu' Iu *o'"i
subordinado'
de 'h'lu
-t"
constitutiva del hombre a la {elicidad, considerada así, en con- i'á"t á" Iu t'boJii'"ibn Ia Etica a Ia Meta'
como virnos
creto, consiste nada más que en la aspiración a salir de cada "r se halla subordinado tam-
situación de la mejor manera posible; es decir, a la «per-fección»
física, al ser; pero, por otra parte'
de cada situación. Naturalmente, si la situación es sumanrente bién,comou"áb"*osdeverahora'ul"{elicidad'Ahorabien:
aquí alguna nalabra más'
sohre esto último es menester decir
desgraciada y todas las salidas están obturadas-las salidas hu-
porque la ética kantiana tonti'n""i;
;;;;g;tu t'ítit' del «eude'
manas, porque se trate de «una situación sin salida>r; Ias salidas
monismo»>. Para Kant la «ética il i; Ielicidad» no es aceptable'
religiosas, porque se carezca de fe-, entonces puede ocurrir que f', en cuanto estado que §e
en primer lrg;;;;tgti" feiicidad'
un hombre ejecute el acto, en sí mismo malo, del suicidio, suó completamente natur al y unuer'
desea y busca, lá á' "i hombre
ratione boni, y aun del mejor bien posible, dentro de su deses- un deber le' sino*agre'
meíd,lich,po, to'ltiJ "" p"9" constiiuir
peracltr situación concreta. En la muerte creerá encontrar la eva- contrario del deber' es
ga en segundo lugar-''precisamente lo
sión al sufrimiento o al deshonor y, €n suma, la paz. Se ve, pues,
decir,la«inclinación»,quepertenecealordendelser'EIin'
que la necesaria aspiración a la felicidad no siempre puede ser,
aceptable ,rpr"'to *ét"ii'ito de
tal crítica' la tajante sepa'
no siempre es, la búsqueda concreta de la beatitudo o ¡raxapr.otr¡c,
raciónentreelordendelseryelordendeldeber,yalohemos
sino, en ocasiones, algo mucho más modesto: el mayor bien o
rebatido detenidamente más árriba.
El estrechamiento que con
el menor mal concretamente posibles. sufre la ética es bien
La felicidad, repitámoslo, es siempre una posibilidad ya apro- Ia reducció" á;-i;-*orul ,l puro deber
por- amor' ouedaría {uera
visible: lo que se hace por inclinación'
piada. Pero, como se desprende de todo lo dicho y habremos
de ella, y no digamos Io qu"' ""*""i"
Lpitu"ió' " Ia felicidad'
de ver todavía más despacio, es también constitutivamente inde-
terminada: hay posibilidades múltiples y totalmente diversas de nonomnes,hominesconveniuntinultimofine,ls.Th.,|-|I,2,7.Cfr.tam.
ser feliz 18. Esas posibilidades son Los bienes. Posibilidades no biénn5, in seinem. Zustande, sofern,
,3it"t."tigkeit, d. i., Zu{riedenheit
und zu suchen'
lB oDe ultimo fine possumus loqui dupliciter-uno modo secundum mam der r".t¿l|áii""Jri""' ;;l';
ü;:;h zu wünschenaber
ist der menschlichen Natur urr".*"iajit[-;
;b;, darum auch nicht
rationern ultimi finis-; alio modo secundum id in quo finis ultima ratio ptti"t" i"'"-ii'¡" pág' 387
ruetaph'vs'ik der Silten'
invenitur. Quantum igitur ad rationem ultimi finis, omnes conveniut ein Zweck' at''"ei"i"r'
del t. VI ¿" ro"b?"; ;';"i;;-i';';1"''
Ak'*edic-Aussabe)'
in appetitu finis ultimi. Sed quantum ad id in quo ista ratio invenirur,
r90 /E s os (: (l 19 I
se hace ¡ror amor a sí mismo. Schel:r ha refutado ampliamente aparece ya, asimismo, entre los estoicos, y Ito- llor c¿lsualidad'
toda
esta tesis, raíz del <ialtruismo» moderno, señalando que, en sí En efectó, una moral a la defensiva, que por haber perdido
mismos, los Fremdwerte y los Eigenwerte son iguales en altura confianza en el mundo y la fortuna rlenunciat,a al cumlilimjento
moral. Y mucho antes que é1, Aristóteles llevó a cabo un fino de grandes empresas y se replegaba sobre el interior del hom'
análisis y un elogio del amor a sí mismo (ro «ri)r«otov), desde el [."J,.r,iu qr" ár.rrbrir los dlb",'.r, tenía qrtc descubrir el hacer
punto de vista moral20. que sólo dápende de nuestra buena voluntad'
Kant rechaza no solamente el primado de la idea de felicidad, La antinatural discordia interior propia dr: Ia ética pura del
sino en general el de Ia idea del bien (según la concepción ciásica d.b* .rá i"r".,enible y reclamaba unu iuperación para aunque la cual
Ia felicidad era un bien, el bien supremo), y haciendo también frr, ,, elementos ., ti mismo Kant' En primer.lugar'
a.áaé un punto de vista estrictamente moral sea indilercnie
que
en el terreno ético una «revolución copernicana», reemplaza la
al rlel dcsde un
tradicional ética del bien por la ética del deber. Hasta él se había la inclinación acompañe o no sentido deber,
esta conco'
dicho «bonum est faciendum»; él va a decir: «el bien consiste trunto de vista pragmático es aitamente cleseable
clel ¡om-
en lo que se debe hacer». «No es el concepto de bien ei que ili;;"i- t e incluso Tl.g, decir Kant que -la
"
conduct¿r
de
determina la ley moral y la hace posible, sino, al contrario, es bre virtuoso que, como"en la concepci¿n det «corazón alegre»-
la ley moral la que determina el concepto de bien y 1o hace fpi.rro, ue.áud"rrmente goza erl- el cumplimiento del deber
posible.» Pero ¿realmente la doctrina de Kant es tan revolu- pu"de ser «moralisch,'n; pero este goce, cuando verdadera-
inente se da, que es pocas veces, consiste en una consecuencia
o
cionaria como a primera vista parece? En el plano teónomo el
voluntarismo había sostenido ya, frente a Santo Tomás, que el resultado del ientimilnto de respeto a la iey ntoral. E¡ segundo
bien es tal porque Dios lo quiere. La ética voluntarista era, pues, lugar, Kant abre, mediante la idea de la «voluntad santarr po-
una ética del Mandamiento y no una ética del bien: hemos de ,.ídu'd, hambre y red de justicia, otra vía cle salida de su rigo-
pcr-
amar a Dios porque así nos lo manda El. Pero Santo Tomás risrno, si bien para él--.omo buen protestante-la santiclad
había dicho: «Toda Ia razón de amar a Dios' reposa sobre el tenece u ,r, oid"n en la práctica
-en inalcanzable'
hecho de que Dios es el bien del hombre» 21. La revolución kan- Schiller es el primero buscar esta salida 25. Schiller con-
tiana consistió, pues, no tanto en inventar una moral del deber sidera éticamente'deseable-ética y no sólo pragmáticamente,
como en secularizar y hacer autónoma una preexistente moral como Kant-que en el hombre dé una «inclinación al deberr¡
."
teológica. ¡ñi*gu"g ,u d,r, Pltícht). En el-vocabulario y Ia co,cepcióIr de
Esto, por una parte. Por otra, el proceder de Kant consiste, Kant"la Inclinación al deber podía ser, a lo sumo, efecto, nunca
como ha sido usual en la filosofía moderna-otro tanto ocurrió causa, de la conducta rnoral. Por el contrario. a Schiller le palece
con la «conciencia» y la uverdadr-, en abstraer, hipostasiar y insuficiente la determinación por el deber pul o' y por cso pos-
magnificar la idea del deber, cuyos remotos orígenes habían sido tula una armonía previa y esencial, Ia pronia del. .,alrna bella»,
más bien modestos. En efecto, la idea del deber surge, con ca- merced a la cuai ios i-pulsos naturales se asocien a la razón
rácter filosófico-tras el prececlente Cei Critón socrático-pla- y presten así su .or,.urro a la obra de ésta. Para Schillcr, repi-
tónico-, entre los estoicos. Antes, en su sentido primario, íá*orlo, esta armónica perfección es una per{ección étictt' Iltica,
debitum, era lo que se debe, lo que hay que
ri'raet).d¡revov, como sí, pero no perteneciente al orden m,o'ral. schiiler, para no rom-
pagar, sentido que ha conservado esta palabra en las Ienguas pá.' .on Kant,cuyo prestigio filosóf ico gravitaba tant, más
-
Iatinas y que ha poseído el alemán S.ollen nada menos que hasta sobre él cuanto qrá et no .ñ un ¡rrofesional dc Ia iilosofía, dis-
Goethe 22. Pero incluso en el estoicismo los kathékonta u ollicia iingr. entre el ird,en. moral y el orr)en. éticcl, aun cu¿tndo rto
son los deberes concretos, circunstanciales y siempre plurales B f,^í" a rieslinde con esta preciÁión terminológica, tltte serii Hegel
"primero
que hasta pueden ser cumplidos sin la plena posesión de la virtud. el en iograr. O.ác,-, moral es cl orde¡r tlcl clebcr plllo;
Otra nota característica del deber, su sentido negativo, restrictivo, h..ir, .l o.der," de Ia morali¿ad kanti¿rna. orden ético es e[ de
",
20 Eth. Nic.,IX, 4. 24Akademic-Ausgtrbe, V[, 484.
2t II-II, 26, 13 ad. 3. zt (Jeber Anmttt"u.ntl'll'iirde, nrucho rniis inrportanlc, clcsrlt: CSlc I)r.ltlto
22 Apud, J. Pieper, Ueber die Gereclrtiglceit, págs. 35-6. de vista, que las pástcrio..r y rnircho más c.nocitl¿rs (,'¿rfa.s sobre la edu-
23 Cfr. el título y el contenido del libro de Cicerón De Ot'fícíis. iáríóo áriét¿rr. Cir. sobre esto ll. Reiner, l'lLicht untl Neig,urtg.
I
I
It 1.: cos i
clante-«bonum sub quo comprehenduntur omnes fines» 4-sg lcs proyectos; a través de Ia inscguridad I la exposición al
en lo que consiste su trascendentalidad. Con lenguaje moderno erl'or moral.
puede decirse que el bien es el ámbito indeiinidamente abierto Y justamente en esto consiste el pasaje de Ia inclelerrnina-
en que se mueve la voluntad, y también su inalcanzable hori- ción o sobredeterminación a la determinacitin, el tránsito del
zonte, y de otro lado, es el <,en» o el «en el cual» de todo bien querer el bien al querer' éste o el otro bien. ¿,Cómo acontece est¿r
concrelo. El bien todo lo penetra, y por eso mismo, en cuanto libre particularizaci(rn del bicn? Pc¡r un larlo, nrcrliantc la inte-
tal, es inaprehensible. El bien está soóre toda determinación. ligencia: <<Radix libertatis est v<¡luntas sicut subiectLrm ; sed
De ahí que Zubiri prefiera |a expresión «sobredeterminación» sicut causa est ratio; ex hoc enim voluntas Iibere potest h¿rl-,ct'e
a la palabra <«indeterminación». ¿De dónde procede esta sobre- diversas conceptiones boni» 6. Pcro la volición y Ia intcligerrcia
determinación? El animal está siempre determinado por el en- son las dos vertientes del ((poseerse)r, el cual se monta soble Ia
granaje de los estímulos y de sus estructuras biológicas. El hom- <<luerza de uo'luntad»; es decir, sobre las tenclencias, sobre los
bre, por el contrario, es una realidad inconclusa en orden a sus movimientos sensitivos, sobre las pasi«rnes y tarnbién sobre los
actos, que no está ajust;ada a la realidad y por eso es libre. In- hábitos. La inteligencia entiende y Ia voluntad prefierc so[¡re
conclusión quiere decir indeterminación. Mas esta indetermi- Ias tendencias sensitivas, inclinándolas, r'efrenándolas, sofocán-
nación es propiamente sobredeterminación, porque el hombre dolas, o al revés, dándoles rienda suelta.
es una «esencia abierta» que está sobre sí, so'brepuesto a su natu- Ahora bien: esta determinación del contenido dc la lclici-
raleza, a sus tendencias, proyectando sus posibilidades y defi- dad, este poner el bien sullremo e¿ esto o e¿ lo otro, .,se hace
niendo el contenido de su felicidad y Ia figura de su personali- por elección? La elección es de «eorum <¡rrae srrnt arl fincmr>.
dad. Y por otra parte, es también sobredeterminación, porque Elegimos esta acción buena o la otra n1ala, llerc-r ¿se clige ser
el hombre, por naturaleza, quiere siempre más, quiere por en- bueno o malo? Dice Santo l'omás en un texto precioso y dif ícil:
cima de lo que en concreto está queriendo cada vez; quiere, «Quod hoc vel illud su[¡ ratione beatitudinis et ultirni finis desi-
por necesidad, no éste o el otro bien, sino, a través de ellos, el deret, ex aliqua dispositione naturae contineit: unde Philosophus
bien general (ningún bien concreto puede agotar lo apetecible). dicit quod «qualis unusquisque es[ taiis et linis vicletur cii>... ?.
Y por eso toda contracción del bien envueive la sobredetermina- A través de las acciones que a lo largo de nuestr¿r vida vanros
realizando, nos vamos haciendo buenos o rnalos. Pero este ha-
ción; es decir, rebosa de sí misma: al querer esla realidad, se
cerse, ¿de qué depende últimamente? Santo 'I'timás dice en cste
está conqueriendo l¿ realidad.
texto, con palabras de Aristóteles, que del <<rlualis unusrluisc¡ue
Hemos dicho que el hombre se mueve siempre dentro del
est», del modo como es cada cual, que puede ser daclc¡-t¿rlante-
ámbito del bien y le es imposible salir de é1. Pero en esta afir-
o adquirido, al que, para seguir la tladucción hoy usual y rrues-
mación hay que subrayar dos palabras a la vez: «dentro)) y ((se
lra propia termilrología, llamaremos <<carár:tc¡r¡. ]ll car¿rcter, ya
mueve». El hombre está en el bien y, sin embargo, no reposa lo sabemos, lo vamos forjando nosotros mismos a travós de los
en él y ni siquiera consigue alcanzarlo plenariamente. Hay, como actos realizados y los hábitos contlaídos. ¿De¡rencle cntonces,
se ha dicho 5, una esencial ambigüedad en la relación del hombre sin más, de nosotros? Pero si así fucse, ¿¡ror c1ué em¡rlea S¿lnto
al bien. Lo busca estando siempre :n él y, al mismo tiempo, Tomás esa enigmática expresión <,ex alitlua sireciali dispusitione
paradójicamente, sin encontrarlo nunca. Y advirtamos que esto naturae»? ¿Qué significa acluí <<natur¿r>r? ¿,Naturalez¿r psico-
acontece no sólo en el caso de Ia defección moral, sino también biológica, tal vez <ttalantc>r? Parece que rro. Ilor(lue entonces
en la vía de la perfección, porque, como hemos visto, la inde- desaparecería la libertad y, con ella, el o¡dcn nroral. <<Nat¡¡¿¡¡,
terminación está inscrita en la esencia misma del hombre. El a rii juicio, quiere decir algo que, sin negar el libre albedrío,
hombre tiene que definir la figura de sí mismo a través de la acontece en un plano más profundo. Eticanrente soy, en princi-
búsqueda incesante, el tanteo de posibilidades, la alteración de pio, mi vocación, el yo radical que no elijo, pelo al que pueclo
ser fiel o infiel. La querencia del bien sLrl)r«:mo acontece al
a De Malo, 6, l. nivel en que la moral se al¡re a la religiírn, err el plano natural
5 Bernhard Welte, Der philosophische Glaube bei Karl Jaspers und,
d,i,e Móglichkeit seiner Deutun,g durch die thomistische PhiLosophíe, pá- 6 I-II, 17, l, ad. 2.
gina I75. ? §. c. G., IY, c. 95.
('
t!)6lEs os OS
mismos buenos' aI
del modo de ser o carácter, sí, pero también en el plano de Ia buscan el honor lo hacen para creerse a sí
salvación o Ia condenación. Natura es aquí, vista por un lado, la ser honrados por los phronimo,í -a causa
de la virtud, én' ap.et{;
fin dei bío,s pol,itilcós (que
naturaleza ética (segunda naturaleza); pero vista por el otro con 1o cual result;;r:;i r"rJud.ro
ethikósl es 1a. virtud' Estu'
lado es la gracia. Cuando el hombre adhiere al bien supremo en este sentido ¿"É.ii^ Ilamarse híos
estas tres determinaciones abstrac-
ejercita el acto supremo de libertad: Qüe es el de no querer más diemos, pues, a continuación
Pero
por el placer.
que el bien. o.-il'.if"ráa"rl;; i;l;1i"iaua, ia empezando
lt'um:ana tendrá
Mas cuando no acontece así, el hombre, movido por sus adelantemos que, en cualquier cas.o, t'eli-cid'ad
en t«'0pd:ttvov fiaurjv' en el bien
hu'
tendencias sensitivas-que son las que ullevan» al espíritu-, que estar, como ;-;;i;,
puecle pre-ferir, en esa búsqueda incesante de la felicidad, Ios rnano, y éste, .n 1,fu obia del hbmbre'' en \\a prá'ecis suya
Aristóteles ¡
Por consiguiente, si, como l,emos visto, cl place.r: es ittse¡la'
" h .:,,llffif ;:i"ríj.ü-:i f;1";T1?,1;r*'i';
tamente,
rable de la ,Idu y de iodo acto, no puede consistir en é1, en
bueno y lo deleitable no deben separarse (oü D,ípiot«r 22, sino que
como en
Ia inscripción- de Delos rs. La viáa de qui.n.. irrr.., ),el bien cuanto tal, el bien sumo, ni todo placer es elegible
placentera 1rpúc) en sí mismarn y no .o.o un añaciido 15;
es hay que distinguir entre los placer€s, Y la ctrestió¡ está ett ver
nadie es verdaderamente bueno si no goru .on ias buenas
y a¿"aá ponemos-nuestro placei. <<Importa no- poco en.las acciones
23. Los placeres diiieren entre
ciones 16.
ac- <leleitaise y apenarse bián o mal»
sí y son br.no, o malos según la operación a que correspondan.
. El placer no es, por tanto, una entidad separada. c. D. IJroad Y por otra parte, cada espJcie de sires tienc su propio placer' y
ha, escrito tr, qu", en rigor, ntás que de upü.eres»
o «dolores» así vemos qu., dice Heráclito, el asno elige la paja-mejor
deberÍa hablarse de una cualidad o tono hedónico positi'o "o*o está, pues, en averiguar ahora cuál es el
negativ-o, que acompaña lo mismo a los actbs de
o qu. oroln. Todo
conocimiento "l
,ifLu"", del hombtc)>2b, a'diferencia del placer del perro,.dcl
que a los sentimientos o las voliciones. Esta cualidad hedónica
puede ser determinada y del asno. Naturaimente, a partir de aquí la medita-
26,
_For Jas otras cualidades no-hedónicas, e "ábullo
ción de Aristóteles trasciende el prt to de vista del placer
incluso-continúa Br6u¿--r, posible qr" .onri.tu-*.ru.,ente
una «propiedad relacional» de Ia experiencia fáctica conlo con-
en pcrque el problema del «placer def hombre)) nos remite al pro-
junto. Y, naturalmente, si el placer no es una entidaa tl"rn, de ia uobra del hombre». Es, pues, esta última Ia que
menos puede ser un «movimiento» violento, ccmo
,"pu.uá*, importa determinar, pues en e,lla estiibarír la {elicidad. Pero
doi;r: ;;: sin olvidar nunca, resultado cie esta rcflexión sobre el p'la'
I.:i4: I il y casi igualmenre alejado que él de la "l verdadera "o*oimplica el placer» 2?' Y puesto que una,y
tellcldad. No; la prueba es que hay actos como el 0eo-rpeiv y cer, que «la felicidad
el otro son inseparables, puede afir^marse que cierto placer es lo
¡rav0dverv que constilu¡e1 u.rplacei sin dolor ni pasión're. mejor (ttq ilbovl to üoio'cov) 28; a saber: el placer que corona
¿quó
es ento.nces évép1sr«v t{c x«ta goc,_,t éieac re, el acti u efecto, de esta práxis dirá Aristóteles
-el- f-lager? la ,ractividad,i melor. Y,
operació, del hábito conforme a la natu.alez". Es decir, .i "n 2e'
placer es el carácter mismo con que es vivido naturalmente que proporciona 0au¡raorric riDováq' admirables placcres
=_'
ejercicio de nuestras
el Epiriro depende enteramente de Aristíiteles en su doctrina
_cipet«i
(tomada esta palabra en su más
amplio- sentido), la «delectatio in operatione virtutis», p.r a.f piu."r. p.- hay que distinguir en él el arranqrte teorótico,
muc¡o más
Io cual en cierto
lo ;r";; maierialista, y ta práxis moral, de orientac.ión
Todl p"uede decirse {ue es la «perfección»
misma deJa operación. Pues, como comenta santo To*a. ro, ;;;;
ascética que Ia clocirina aristotélica. EI placer perseguitlo por
el epicureismo se siente tan frágil, tan amen¿rzado, tan fácilmente
Ilega a haber delectación
:T operación ni tampoco perfecra'op"-
ración sin delectación». Mas convertible en su contrario, quá ". menester hacer difíciles cálcu-
Ia vida misma es toábi¿" ol,.iu- Ios y tomar toda suerte cle precauciones pal¿r q-ue no se desva-
ción y no otra cosa. De ahí-que todos apetezcan el placer,
ñ;l;
todos apetecen, por natu, aliza, vivir. Éero enton"á, o.ur.re
n"riu. y además contentarse con un míniñrr¡nr de placer. Zubiri
p.r:g:nla: ¿Elegimos Ia vida por el esta ha hecho notar, como característica de l¿ ¡:rlstura epicúrea, la
_placer, o el place; I,., i; minimizacióp de la relación con la natur¿ilci¿1. I'or lo dcrrlás, el
vida? Aristóteles, {iel u..u ."prlsa dll
vida y placer van «uncidos y rio perrnit.n Trupto¡rdc, conresta que bien supremo tambión se pone aquí, e¡ cc[irtitiva, en ]a razón
ru iepáraciónr2r"
22 1174 a., 13-4.
l1 Eth. Nic., I, B, l0g9 a., 2Z-8. 23 ll05 a., 6-7.
t4 1099 a., 7. 24
l5 1099 a., 16. 2s
1176 a., 6-7.
'églrv dyo.lóc é.¡rr¡.Xaiprov rarq xq).«i( rpd[:vtv (1099 1176 a., 2415.
i: 110 a., t7-B). 26 Corno Íra visto claramente G. E. Moore frcntc a Stuart N{ill, tan
. .,,. Ltr. liue types.ol ethical_theory,.pegs.2Zg'y sigs. El pensamienro pronto se introduce una cliferencia cualitativa crr ,:l placcr, sc ccs¿l .<le
hedonístico inglés-sobrl a" §iái*I"k-;;í j"-ii.*a, qr;
"t en serio el heclonismo-es mucho;,;n¡ás
tocro ;; ser he,lonista en sentido estricto. uIf one pleitsttre can tliffcr from anotlrcr
propiamente hedonista, pero toma
imp.ortante- de Io que piensan los uespiritualistasr,. in-q,irlity, that means, that a plcas¡re ii sonrcthi¡g complex, cot¡¡rosetl,
18 ll53 a. in io"r, ái pleu.u." íi additioi to that which prodttces pleasttre, (['rirt'
le ll53 a., 14. cipia Ethica, pág. 79).
27 ll53 b., 14-5.
20 L. X, 6, núm. 20J8.
21 X, 4, I175 a., lB-20. 28 1153 b., l2-3.
2e ll77 a., 25.
"il1
T
IE os Al 201
E
(<«esmejor ser desgraciado, pero plovisto de razón, que {eliz, sidera la ttn accitlente prc-'pio ti-e'la {elicidad
<,delecratiorr como
pero irracional»): en el lo.gismós, en la raz6n calculadora que y solamente puede decirse que se
"q"it'" ;"1 la, felicidad en eI
ésta' Aristóteles
mide y pesa las necesidades y modera todas las apetencias. sentido de que es concomitánte o 'on"quá'.de más mati-
pero
Santo Tomás estudia por separado la «delectación» y la también se incrina hacia ra segunda sáten.ia, 1a pri-
<<fruición». El concepto de fruición, sumamente importante, ha- zada,más indeci.u*"ntt. Sut' Ág"tín y Suárez adoptan
para
mera sentencia. También, en nuestro' áí^''
bía sido introducido por San Agustín, re{erido inmediata v ex- Xavier
,!ubiri'
clusivamente al orden espiritual. Por el contrario, Ia «delecta- quienlacomplacenciaof¡uiciónesunanotaesencialdela{eli.
del hombre es hedó'
tio» era la versión escolástica de la antigua r¡Dovii, sobre la que cidad, ya que, en primer lugar, la realidad 35' Y en
pesaban la desconfianza de Platón, la repulsa de los estoicos 30 nica por ser éste íntutig'nti 'í,áu' también sentiente
y la mala reputación en que se tenía a sus mantenedores, los ^p"ro para Zubiri la esencia
segundo lugar, .";;;; "i*ot Pot9le
á" í"i *áao que_todos los demás
epicúreos. La «delectatio>r es considerada por Santo Tomás como de la volición ..^^irri.t¿;;
el movimiento del apetito sensitivo que se produce con Ia con- actosdelavoluntadseejecutanenluncióndelafruición;e
secución del bien deseado, y estudiada por tanto entre las pasio- intelección y frui^."i?l-r .onJti,ry"n las dos
ptimarias dimensiones
nes. La «fruitio» es considerada, junto con la simple volición y santo Tomás se {unda para negar que
;;ih;ú;"' quo ho^bre. en un acto de
con la intención (uelle, f ruí, intendere), como acto de la voluntad la {elicidad puede consistir, ni aun parcialmente' último; pero
con respecto al iin. Pero Santo Tomás se da cuenta del íntimo consecución del in
voluntad en que ulu f.li"idad es
f
acto de volun'
parentesco entre una y otra: «<Fruitio pertinere videtur ad amo- la consecución del fin no consiste en el mismo la fruición
considera
rem vel delectationem.» Y agrega que en ia delectación deben dis- tad» 3?. Pero no Á,t.h" páginas después.
bien: según su etimo'
tinguirse la percepción de lo conveniente, que pertenece a la po- como un acto d" ,áluntad. Áho.u fruitio,
ex'
tencia aprehensivá,, y la complacencia en ello, que corresponde il;; .on.ia*rrd";;; §^nto la declaración
.Tomási v is^eg-ln
uu'h"' pues' en }a doc'
a la potencia apetitiva 31. La fruición propiamente dicha 1o es presa rJe éste, ultimi {init"
"r'ttJa'ptio de que no llega
sólo del último fin, y la fruición perfecta lo es sólo del bien con- trina tomista una ;;;ü contradicción' procedcnte y la de'
seguido. Y por otra parte, al tratar de la delectación reconoce, a desarrollu, ,"*iii.o*."t. la relacibn entre la lruitio a que se trata
insinuado,
siguiendo a Aristóteles, que «beatitudo non est sine delectatione» lriái;". E.to ob.J."", .o*o ya hemos distinto. La teo.
y que «alguna delectación del hombre puede decirse que es lo de teorías que tienen,un origen completamente
la palabra uoluptas
óptimo entre los bienes humanos», puesto que el úitimo fin del ría de 1a dete,ci;;; il. a ü sustit*i¿n de
hombre es Dios y la fruición de 8132. Y, siguiendo la doct¡ina ntut'ul, procede del paganit*o' La teoría
ñ ;;r; *or"l."riJ tont'u'io,
d,ela lrtdtr, po.,i üa surgido dántro.del cristianismo
1;latónica, distingue los placeres que siguen a la ,,generatio» y Ii, .on .pción escindida del
el «<rnotus» y los ««placeres intelectuales» qlre siguen a las «ope- v con vistas ^ i^"ii"¡'íi"- beatiliica.
Ír#;;;j;,ir-i"á" Ias pasiones, det otro la voluntad-v la gra'
raciones per{ectas».
iilosófica (en este punlg concreto' como
En resumen, puede afirmarse que no hay felicidad sin placer. ,ii..iO" de la tradición
Pero, aun admitido esto, caben, como resume muy bien Santo en tantos otros ¿" tu ética tomista, más la tradición pl.atónica 'y
^p.ápi"
'f omás, dos sentencias: la de quienes ponen Ja feiicidad en la csroica que Ia JJ Aristótéles), impidieron ei desarrollo
virtud con el placer (fruición), entrando ambos, por decirlo así, de una teoría completa de la {ruición'
ex üequo, y la de aquellos para los cuales la felicidad es la virtud
con el placer, pelo considerando a éste usecundario se habente
ad felicitatem» 33. Santo Tomás 3a y todo el tornismo acentan
decididamente esta segunda sentencia i y así, Sarrto Tomás con- 35 La doctrina de la «inteligencia sentiente» es' como se sabe' capital
?? Ob. cit.,I, I, L
,^t.
no es igual a la suma de los valores de sus partes. I.a felicidad debe ser
De beata lI, Il, final. concebida no como un «agregado», sino como un «conjunto orgánico»
24 Ob. cit..IV,uita,
84. (ob. cit.,92 y sigs.).
25 En Vor*aer:_:d
Aulsaetze, 2 Naturalmente, una cosa es que el hombre esté ligado a la ufelicidad
frcntc a Ia etimoíogía usuai ¿" págs. 52_6, Heidegger ha presenrado, en comúnr, y otra, completamente distinta y adcnrás falsa, que busque
procede de ,ea visión "frt.mplación, theoría, según la cual esa mera sombra en sí misma; la busca necesariarnente en bienes con-
lo qu.;;;;;.. y.0.d,
se manifiesá a,go, y 6pcÍot
ver, orra conforme a ia"n que piocedería cretos. EI padre Augusto Andrés Ortega ha escrito esto: «La voluntad
dado' Enronces theorír, ."g,ii .r';;iid; .de ;il;;;';";-p«, cura o cui- no ama el «bien en común, ni la ubienaventuranza en comúnr, ni libre
veneració., curro o cuidadá ;.t;#; ;¿;lu a".i, ho¡rra,
-áirirraJJ. ni necesariamente. Estos son puras abstracciones a veces peligrosas...
a" r" ü.i"1,*,,r,iilll, «teorérico,i
usual habría que remontarse a un
sentido puramenle religioso. La voluntad ama sólo bienes concretos y reales» (Dios y el problema d,el
mal, pág. l7).
IE U l) o E'I'ICOS (l AI
que el
de Dios en virtud de una experiencia religiosa, ese Dios incog. aquél se alcanza a través de éste' Pero ya hetnos .visto
noscible, ese Bien en Sí que, como dice Plotino, estaría «<más Oiá, ar la filoso{ía no es el bien supremo, sino un 6ien particu'
allá de lo pensablei), no puede constituir el {in último de la de ia
iar; y por otra pur*, no se debe pasar ,demasiado aprisa.Ircrma'
(tritrarnundana)'
feti'cííai (intramundaáa) a la beati.tudo
ética en cuanto tal. Entonces, desde el punto de vista filosófico, el
«bien supremo» sería una idea-límite o un concepto vacío. Lo necienclo, pues, por uhoru, en el punto de vista intramttnclano'
que realmente habría, y de lo que Ia ética tendría que ocuparse, Ia {elicidad ." ,o, uprr..á como ia problemática realiz¿rción
cle
es de una pluralidad de bienes, y a lo más que podría aspirar nuestrosp.oy..ro, fieferidos, conlo ia ap.o¡ri,rción c{e la posibi'
lidad {undamentul,'romo el cumplimiento dc nuestro Atho's'
es a establecer entre ellos una jerarquía de valor. Platón intentó o'
abrazar todos los <«bienes»-todas las <<ideas))-€n la klea del *d" dice Aristá,Lt"., como la uobra del honrb¡s,r, Ia acru¿rJi-
Suá-
Bien, pero no consiguió resolver el problema de esta koinonía de zación de sus porencias propias, específica-s y.más elevadas'
las ideas. La filosofía de los valores en algunos de sus lepre. de{ine el bi.n moral conro la
..r, fi"l ,l ".pírir, ,ri.totálico,
sentantes ha reanudado el intento de Platón. Pero en su {orma ccnveniencia con la naturaleza racional. Pero esia cle[inición,
esa ((co]lve-
más sistemática y madura, la de Nicolai Hartmann, considera siendo verdadera, no explicita suficientemente que
vano este esfuerzo y se inclina resueltamente a un pluralismo niencia» no está--desde' el pttnto de vista ótico-'enteramente
irreductible de valores 3. tlad,a,sino qtte, ,port* ciertas eviclencias moralcs
mrly gcnerales'
ia vida dc cadn urro,
Pero, aun admitida racionalmente y por tanto de una manera en cuanto ," d"..i"r,de al plano concrcto cle
válida para la filosofía moral la existencia de Dios, sin em- ;; ;;;;"-probl.-ática y tiene que ser log,rttrld' pcro' al propio
s", *olograda'-Ei sienr,re está por-hacer'
bargo, él,ica'mente no es todavía verdadera la ecuación felicjdad ii.*po,'prád*
en concreto : Dios. El dios de la filosofía no es el bien infinito ''ien etr sentido amplio' es'
;;;q;; Ia obra del honibre,, Io creaciora
racional
adecuadamente propuesto y adecuadamente aprehendido, sino so- en el plano concreto, una tarea y abicrta 5' Lo que el
fr"*¡i" ha de hacer en cada una de las sittracio,es no es casi
lamente un «bien particuiar». El hombre 'desea, apetece y per- no con-
nunca perfectamente aprehensibie-de-antemano' porque
sigue la felicidad; esto es, el bien absoluto. Pero el dios de Ia
siste solamente en el mero cumplimiento tle un deber pree'sta-
filosofía no aparece ante la inteligencia como el bien absoluto,
blecido. Mas arrlba poníamos afgún re,-aro * la palabra <<fin,,
sino como el resultado de un razonamiento, como una idea, como oscuro'
que no expresa ,i.á"'"r indeierminádo' con{uso' de
un bien particular. Solamente una aprehensión adecuada y en "l un «scntido»' pero
lf qr. se bus.a. Nuestra prá^tcís-tiene siempre
esta vida imposible ), ertre tanto, la aprehensión por la le cari- ojos,-colno el
t'ate lormafa, pueden ver en Dios el bien total. Pero aun así el no siempre, ni mucho *Lno., lo tettetnos atltc 165 ((dal
tenemos que csperar,
r./eces tiem-
problema moral subsiste. Por consiguiente, desde el punto de corredor la meta. Muchas
po al tietnpo», y saber escuchar, a su horrt y tlo anles' lo que
vista de la ética, responder inmediatamente que la felicidad está al hablar
I"t 1i.*po',diráí. La perfección, ya lo dijimos del
en Dios es dar por resuelto el problema moral concreto, subsu- de la vida'
miéndolo en el religioso. Veamos de recorrer el camino un poco éthos y it ti.rnfo, ," fo,jo al hilo cle óste' a traví:s
que es tiempo, contando óon edades y o¡ltlrtttniclades y some-
más despacio.
a las ündiciones lácticas"t de la existcncia, pttest. qtre per-
La unidad concrela del bien supremo tiene dos as¡rectos: ei tida
bien o perfección en si y nli perfección. EI bien suprenlo, en i.".i¿rr, perfectío, de p'er'ficere o perf.ace'1'e' es rrn hacer tern-
sentido absoluto, es Dios ; quoad no,s es nuestra perfección a. Y ,o*1. El' hombr"' .. tit*p", tn''o ¿ijo Sa^ i\g,stín' tln pro-
tia* p"." ,i mismo y ,<está sobre sí», p'oyectanrlo siempre
20
l
diatos, como raüo ut natur6, es es, «sine inquisitione)), por una La posición opuesta al intelectualismo es el intuicionismo
intuición ( : t,isión o evidencia) que nada tiene que vel. con moral. Los filósofos de la llamada escuela oscocesa habiaban
la emocional, sino que es igual a la que en el orden especula- vaga e imprecisamente de un ((sentido>r moral. Aqtrellos contr¿r
tivo tenemos del principio de contradicción. Como se ve, este quienes lucharon, los asociacionistas, ponían el origen-psico-
planteamiento tomista nos retrotrae a la cuestión del origen del
logista-de la moral en los sentimientos. I)e esta concepción,
conocimiento moral.
prolongada por Jacohi y Herbart, se ha apoderatlo rntldr:rna-
El problema del origen del conocimiento moral suele presen-
tarse bajo esta alternativa: intelectualismo o intuicionismo, cada
mente Max Scheler, que considera conlo órganon del conoci'
uno de cuyos términos admite diversas gradaciones. El punto miento moral el sentimiento, pero no ya el sentimiento pur¿1'
extremo, en cuanto a intelectualismo ético, está representado mente psicológico, sino el <<sentimiento intr:ncional>r. H^y L¡na
por la posición socrática. Para Sócrates, la virtud se enseña fur-rción cognoscitiva del valor a calgo del sentilniento, como
y se aprende exactamente igual que la ciencia; el que obra hay una función cognoscitiva del ente a cargo dc la inteligencia.
mal lo hace involuntariamente, por ignorancia (iu expresión Ambas discurren separadamente, ¡:or lo cual la étic¿r de ningún
paradójica de esta afirmación es la conclusión del Hipints me- modo está subordinada a la metafísica.
nor); el fin supremo del hombre es conocer la virtud, pues Este ltopro¡rdc de la vida moral-inteligencia ¡rráctica, por
conocerla implica y equivale a practicarla: y no ha lugar a la un lado j' sentimientos intencionales, por otro-es inadmisible.
distinción entre virtudes dianoéticas y éticas: todas las virtudes La inteligencia humana eS, como ha hecho ver Zubiri, consti-
son intelectuales o, como transcribe Santo Tomás, «omnes vir- tutivamente sentiente, Y, por tanto, los sentimientos intencio-
tutes esse prudentias», y así, por ejemp.lo, el valor consiste nales, cuando verdaderamente lo son, son una modulación de la
sencillamente en ciencia práctica, en saber lo que hay que hacer inteligencia. De la inteligencia, no de la razón. tlt error del
en caso de peligro. intele-ctualismo es suponer que cuando se obra moralmente se
Aristóteles corrige esta desmesura racionalista, y Santo To- opera siempre y necesariamente «lógicamente». Pcro inteligen-
más resume acertadamente su doctrina al decir que para que y lógos o razón no son sinónimos z el lógos es un uso de la
el hombre obre bien se requiere no sólo que la razón esté bien "i"
inteligencia; su uso propositivo, rellexivo y delibertrdor. Es evi-
dispuesta por el hábito de la virtud intelectual, sino también dentJque el hombré, en muchos casos, p¿:lra p,oceder moral-
que la ais appetitiua est6 bien dispuesta por el hábito de la mente bien, neceSita razonar. Pero en otros casos no, lo cual
virtud moral. Y no sólo porque el apetito puede sublevarse contra no quiere decir, de ningún modo, que se clispense entonces de
los dictados de la prudencia (akrasía), sino porque puede arras-
inteligir. Sin duda existen muchas gentes incapaces tlc «vel)),
trar a Ia razón a juzgar en particular contra la ciencia per{ecta-
€n aÉstracto, los principios generales, !, I)or tanto, nrucho
mente poseída en cuanto a lo general.
más de aplicarlos silogísticamente a la sittración concreta. que
Mas, a pesar de las correcciones aristotélicas, persistió eI
inteligen áirecta e inseparablemente en. ésla cl principio de r1ue,
intelectualismo en la moral griega, que desconoce Ia realidad clel
«pecado» y la necesidad de la metá.noia. Calcando la urazón en cada caso, Se trate. Es claro que ¿¡ posteriori ¡rucde reclucirse
práctica» sobre la «razón especulativa» y «lógica», se ordena siempre la determinación moral a un juicio ¡lráctico, pcro esto
la conducta moral, según silogismos prácticos (in" operabilibus) no pasa de ser una «construcción» o ((recot'lstrtlccirin» ltigica
o de la acción. La habitud de las acciones con respecto a los opr'á, coup, También el «cogito, ergo srrrn,, puedc revestil la
principios prácticos se corresponden exactamente a la de las con- forma de un silogismo i pero en su rcalidarl vivirla ¡¿o es ull
clusiones con respecto. a las premisas. Naturalmente, no puede silogismo. La prráencia no siempre, ni mucllo trenos, procctle
menos de reconocerse que no todo el que obra bien plocede syllogistico, sino que, como escribe el ¡radre l)ícz.-Alcgría,
ajustándose a los modos y los pasos prescriptos por la lógica,
^oio
,,la recta decisión de ttna situación concrcta se nos da a vcces
y entonces llegó a hablarse del «silogismo instantáneo». Con intuitivamente en presencia de la sittración misnta, sitt c¡ue nos
todo lo cual una importante dimensión de la prudencia, lo que sea siempre dable ieducir reflejamertte y de una m¿lnera plenaria
ella tiene de «tacto» y de «esprit de finesse», solía quedar oscu- esta intuición a una construcción lógicamente detlucida de los
recidn. principios abstractos. Es a aquel conocimient<¡ Por «connatu'
'T ..rri
!2.1 / ¡.),
't' TICOS At 225
luntad se mueve n.atural y no libremente. O sea, que Ia ley se Dios campea imprevisible absoluta. Cabrá objetar que J)ios
y
llarna y es «natural» en cuanto que se funda sobre la inclinación no pr",l" fbrr. ucontra la rácta razón). Es verdad,-concede Biel;
natural a la felicidad. Dicho en la terminología de Zubiri: el p"rá tu recta razón, por lo- q1e se refiere a las obras ad extro'
hombre está ob-ligado al deber porque está ligado a la {elicidad. no más que su váluntad. Pues-continúa Biel-nadie puede
La «ligación» es natural; la «ob-ligación», en cierto modo, ",
enfrentars* óon Dios y decirle: [Por qué obras así? 21'
preta hoy, según la exégesis católica, de manera simplista y de l,o's jesuitas, obr¿r violcntamente antijesuita y anticatólica,
extremadamente literal). reprocha a Suárez el voluntarism<¡. Uno de los tópic«rs más repe-
3."
Pero las anteriores explicaciones no valen para el caso tidos y más discutibles es este del voluntarismo de Suítrez. Sin
verdaderamente aporético: Ia legislación divino.mosáica del ma- embargo, en este punto creo que puede alegarse con alguna
trimonio, con permisión de poliginia y divorcio o repudio. Aquí raz6n.
ya no se trata de casos particulares, sino de una /ey positiva en EI problelna en la actualitlacl se plarttea ya en sus términos
contradicción con la ley natural, ambas procedentes del mismo exactos; esto es, como el problema dela conjugaciitn de Ia itrntu-
Dios. tabilidad con la historicidad de la ley natural. El historicismo
Santo Tomás 25, como hace ver bien el citado padre Diez- no ha pasado-como nada en {ilosofía-en vano.
Alegría, vacila entre dos explicaciones. Por una parte, Rufino, Esta conjugación se intenta por múlliples vías. Yo voy a se-
comentador del Decreto de Graciano, había distinguido entre los guir la de Stadtmüller, Petraschek 28 y el padre Díez-Alegría,
mandatas y prohíbitiones y los que él llama demotnstrat'iones, que admiten un despliegue histórico de los preceptos.
es clecir, simples ¡:ecomendaciones. Esta doctrina {ue recogida Hemos visto, a través del resumen anterior, qLIe el caso
por Guillermo de Auxerre, que, como ha mostrado Schubert 26, verdaderamente aporético, el único que queda sin resolver satis-
influyó mucho sobre Santo Tomás en toda su doctrina, tan agus- factoriamente, es el de la legislación mosaica del matt'imonio.
tiniana, de la ley eterna y la ley natural. Guillermo de Auxerre, Recurrir al dominio absoluto de Dios y a la mutación de m¿rteria
modificando la terminología de Rufino, distingue entre los pre- no basta si se quiere extirpar todo voluntarjsmo. Por eso los
ceptos de primera y de segunda necesidad. Santo Tomás aplica citados autores ponen en relación ese dominio absoluto de Dios
esta doctrina, y así dice qu'e la poliandría impide el fin principal con la ley de doble a{ecto y con el nivel ético-histórico. El resul-
clel matrimonio, en tanto que la poligimia solamente impide el fin tado, si se considera a esta luz la institución tnosaica del rnatri-
secundario. Y por otra parte, Santo Tomás recoge también una monio, es que con ella acaecía:
seguncla posible explicación, que venía ya rodada d,e tiempos ante' 1.o Una asequibilidad mavor de ciertos bicnes, fundame¡r-
riores, y es la distinción entre los preceptos de la primera y talmente el de la multiplicación del pueblo elegido.
la segunda Tabla, que, como hemos visto, hizo suya después 2.o Una inasequibilidad existencial cottcreta-¿l c¿lusa del
Escoto. bajo nivel ético-cultural reai del pueblo en aquella é1:oca--de los
No podemos perseguir aquí la evolución de este problema, bienes conyugales a que se opone la poliginia, a saber: la amis-
por ejemplo, en Lutero ni, sobre todo, en los tratadistas espa- tad de los cónyuges (pues de todos modos la conclición cle la
ñoles. El padre Díez-Alegría lo ha estudiado particularmente en mujer era de sierva) y la mejor educación cle'los hijos.
Molina. Digamos una palabra sobre Suárez 2?, aunque la verdad 3.o La inasequibilidad existencial concreta de los princi-
es que en este punto y por una vez nos decepciona un poco. pales males que se siguen de la poliginia, a silber: la tcntación
Sigue en líneas generales las doctrina de Santo Tomas, rechaza a no concebir hijos y a la disminución de Ia rratalidad, pues ya se
Ia de Escoto y, por supuesto, la de Ockam y su última palabra, sabe que la fecundidad era para estos ¡lueblos antigrtos cl mayor
demasiado tajante, es: Dios, stlprv¿'¡nut legíslator, supremu,s bien e incluso señal de elección.
dominus, supreüLus index, r4uda, no la ley, sino la materia de No sé si estas explicaciones--.que, como ya se ha dicho, no
Ia ley, y esto, agrega, aun en el caso de la legislación mosaica son mías-se estimarán completamente satiqf;rcl"orias. l:,n cu¿rl-
del matrimonio, donde lo que hace es conceder el dominio sobre quier caso para mí, y aparte el ploblema de la resolución de las
otras mujeres, además de la propia. aporías bíblicas que, evidentemente, no cs un problema sol¿r'
El italiano Giuseppe Saitta, hegeliano, discípulo y amig<i de mente ni aun primariamente filosófico, la cuestión funilamental
Gentille, en su libro La Esco!ástíca del siglo XVI y la política y más general está en otro lugar. Estír en quc la ley natural es
25 In IV Sent. Lib., d. 33, q. 1, a. l, y S. Tb., 94, 4 y 5, y 100, B. 28 Cfr. obras eitadas sutr)ra. Dcscle otro pr¡nto de vista dcbe verse
26 Augustins Lex-Aeterna-Lel¿re nach. Inhalt und Quellen. apud. la conferencia reciente de Arthur Kaufntann, Naturrecht. und Oescli-
Díez-Alegría, ob. cít., I12. Cfr. también Dom Odon l.ottin, Le tlroit natu- chtlichkeit. El problenra de la lcy natural se suclc estudiar concrctaclo
rel ch.ez Saint Thoma.s e¿ ses prédécesseurs. en el derecho natural aun cua¡rtlo cl conccpto <le Ia primcra es nrás
27 De Legibu,s, lI, 7 y sigs. amplio y comprende dentro de sÍ eI segundo.
.S DIOS TI(, ¡t (: At 229
IF:,STU os ÉTrc
en definitiva, en una cuestión de verdad rnoral: que ia idea de
perfección de que se trate sea universalizable, que sea adecuada
o inadecuada a la realidad.
Tanto Ia pluralidad de ideas de la perfección como el des-
arrollo dentro de una misma idea, responden a una incertidum-
bre en el plano de lo concreto que es verdadera «<indetermina-
ción». El hombre ha sido puesto en la condición histórica de
tener que tantear y buscar lenta y trabajosamente su propia CAPITULO VIII
perfección. Y por eso, aun sin salir del plano moral, rtecesita
de la Revelación y de su histórica explicación, que va patenti-
EL FORMALISMO ETTCO
zando más y más el «contenido» de la moral.
Enloscapítulosírltimoshenrostratadoclelaral¿osuprema la raz6n
o stffnntu* brnuii, V Arf sentido moral (sindéresis),
la prudencia como
la
;r;;;i;; ("rtrt"i.r" íu'iá"ul), conciencia v
de la moral'
Ios modos a" .rái"ni" "o"ór"ción del
cooi'e,riio-
Pero¿esquelamoraldebeteneruncontenido?Evitarelca-
el desideratum
«dado» a.-"r. contenido es precisamente
rácter
cle los sistemas de ética {ormal'
Cuandotratamosdelprincipioantropológico'hicimosver'
también a Ia Escolástica v a
--igr;;á; , Zr¡i.i";,;; Jl fo"do' moral
Aiistóteles, que I, í"did^d humana es constitutivamente
de t«in-moral»
humana
y {ue, por tanto, calificar u.na. co.nducta
esincurrirrr,unu-contrad'í'ctíoí'n'ad'iecto'Unactopuedeser
inhonestu-,p".o-nun"^in*oral'(Laexpresiónsolamenteten-
que considerase Ia
dría sentido pr.á '"-l""i"nalismo extremo <<sup€restrut::::
*iálg"""i; ; Ia voluntad como engañosas
se destruiría a si mrsma
I ;; l;xtd, i*putri"". pero esta {ilosofía pues tl"lpo-"-: sus conciu-
en virtud de sus propios supuestos'
I
sionesseríanmásqtre«tsuperestructuras»singarantíaalguna.
I
/E TI At 233
(mé'
Ortega en <«quehacer». Este «hacernos» nuestra propia vida, en la de cualidad, la virtud; en la de cantidad, lo medio
prefiriencio unas posibilidades y postergando otras, poniendo trión); en la de relación, Io útil; en la de tiempo ', el kairós'
nuestra {elicidad en este o en el otro bien y definiendo así, en la oportunidad; en la de lugar, la diaíta, etc' l
cada uno de nuestros actos, según hace notar Zubiri, la {igura bl bi., es, pues, 'por de"pronto, un conc-epto indeterminado'
de nuestra personalidad que un día quedará {ijacla para siempre inconcreto, ufoimrl,,--todo puede ser tomado como tal porque,
según dirán los escolásticos, «omne ens est bonum»-; eI
en Io que de{initivamente hemos querido ser; esto y no otra bien
cosa es Ia moral como estructura. esi simplemente, aquello que se busca, el iin ¿e nuestras accio'
Todas las filoso{ías suponen, aun cuando no expliciten. esta n.r, .l objeto áe nuestra llre{erencia, cualqttierra que éste sea;
primera dimensión «formal» de la moral. Veamos, como botón aquello con vistas a lo cual se hace algo'
de muestra, una entre ellas, una típicamente ((material», Ia de Ahora bien, aquello con vistas a lo cual hacemos' no algo'
Aristóteles. Naturalmente, sería inútil buscar en Arisióteles una aquello qr" ." busca xafl' qóto y nunca en vista cle otro
sino todo,'r^u
limpia distinción entre el genus m,o'ris y su especi{icación, entre bi"r, .. palutra, el bien supremo, el {in último del hom'
la moral como estructura y la moral como contenido, tal como ha bre, es la {elicidad.
sido llevada a cabo, ésta por Zubiri, aquélla por la Escolástica, Pero todo cuanio ." ha dicho, todo cuant,l dice Aristóteles
sobre todo la gran Escolástica española. Pero, al menos, implí- en la Etica nícomaquea sobre el bien y la ielicidad en los seis
citamente, está ya allí.
I *.a¡ capítulos hasta L0g7, b 22, sacando las alusiones arriba
Para Aristóteles, la teleología ética está subsumida dentro íranscritas,^a Dios, el noits, la virtud, etc', pcrtenecen estricta-
lu
4: teleología general del universo: xa).óc úr.e,oi¡vavro t,i-1a00'r mente al plano ufármal, de ia ética porqué, efectivamente, eI
oó tavt' ergietat, «<bonum est quod omnia appetunt» 1. Pero rro hay bien, .o*o hemos clicho, puede ponerse en cualquier cosa'
un bien al que, en realidad, tienda todo, por lo cual no se y la'felicidad consiste purr,to. en el placcr, para otros en la
refiere este texto, todavía, a un bien determinado, sino al actividad política y para alguno_s en la contcmplación de la ver'
«bonum communiter sumptum». dad. Sólo ahora, árr.,do pa-ra decirnos concreta, <<materialnren-
Sobre esta teieología universal se montan la tékhne y el i.,r, qué es de verdad. la jelicidad-esa felicidad en la que,-en
m.éthctdo's,la práais y la proaíresís humanas. Todo acto humano p.in"ipio, «{ormalmettte», cabe todo-, indague-cuál es la <tobra
se lleva a cabo con vistas a algún <<bien motal», en el senticlo de hel h"mbre» y desarrolle la teoría de las vit'tudes, entrará en el
los versos de Hesíodo que cita Aristóteles: «El mejor de todos estudio del «contenido» de la moral'
es el que todo lo intelige»; la dimensión primera de la moral Son, pues, dos demandas distintas las que constituyen
Ia
como realidad constitutivamente humana está apuntada aquí; moral,'qL" hrgr*n. por nosotros mismos nuestra vida y, por
ei hombre es moral porque se conduce a sí mismo, bien direc- encima de nuestü personaliJad; y que la hagamos con-
tamente, por su inmediato inteligir, bien porque su inteligencia "llal
forme a esta o la otra «idea del hombre>,, conforme a esta
(versión a la realidad y, por tanto, a los otros), le induzca a o a la otta regula mo,runt, conforme a tal o cual «escala de
seguir los consejos ajenos. Y de este modo es ya moral, inde- valores>,. Una c-osa es afirmar que, queramos o no' somos
sujetos
perrdientemente de adonde se conduzca (al bien o al mal moral). morales, y otra precisar cómo-_d.ebé ... nr..tra realidad moral'
Es verdad que, a causa del intelectualismo ético griego, en esta pro.ád" el «contenido» de la moral? Para eI tomismo,
¿De dónd"
primera dimensión de lo moral viene inde{ectiblemente dada la pur¿ tocla ética áe la lex naturae' este contenido es
;;";";;ri
segunda. Pero esto no obsta a que la distinción esté ya insi- constitutivo también, en sus principios generales, ,le Ia natu'
nu¿rcla. raleza humana, qr" por". un habítu.s princípiorltm practícorum
L¿r impugnación de la Idea del Bien como universal nos o sindéresis. Ahora bi.n, este segundo momento-moral como
con{i¡rna en ello. Aristóteles sostiene, frente a Platón, un con- contenido-: á diferencia del primero-moral colno estructura-,
-En
cepto análogo, no un concepto unívoco del bien (si es que real- dista de ser incontrovertible. primer lugar, porque se funda,
mente llegó al concepto cle analogía en el sentido escolás;tico). clesde el punto de vista {ilosó{ico, á., un supuesto.procedente
de la
El bien se da en Ia categoría de la sustancia, así Dios y el nofis; Providencia, etc. (Ya
;*l"gf, iratural, la existencia de Dios, la
hemo"s visto que en la época moderna, tras algún precedente
t Eth. Nic., f, t, 1094 a, 2-3. medieval, se intenta hacei independiente la obligación natural
T
objetivadas y aun cosificadas. La experiencia de las <<situaciones- de una manera "o,'fundtnt*, y después lleidegger' Jaspers y
de a1bi1, Ut::,::
límite»-la muerte, el sufrimiento, la lucha, la culpa-nos saca Sartre, se mlreven únicamente en la pt'imera
que es asl-qLlle-
del Dasein y nos pone ante el Existieren, ante el no-saber ya, ante .ion.r. Y Justamente por eso, en la medida en
quc, subrepti-
ro decir, prescindiendo de la <<matelia>r r¡oral
la Unheímlichkeit, ante Ia «nada», ante la Trascendencia. «Exis- ellcls-, es una m<¡r¿rl insu-
tir» es lo mismo que estar ante la Trascendencia, y que pasar, .i"_".,_ d'eslizada, se encuentra en
cle verdad, por una «situación-límite» 1r. La filosofía habla de Jíciente (aparte,'íriu"ut*ente, de Io que tiene de falsa). una
'Jri.u ,.ui y concreta no puede contentarsc con reflexioncs mer¿l-
«existencia», de las «situaciones-límite», de la uTrascendencia» aunque no
y de sus «cifras». Pero directamente nada puede decir sobre ,rr"rrt" formales, sino que necesita ser <<material»' valores"'
.,or ello tenga que ser, necesartamente' «tótica de Ios
ellas. E.s una experiencia de vida profunda que cada cual ha de el pasaje antes
hacer por sí mismo y que «objetivamente» no le enseñará nada. :;;;^';^;".8-aá, por supuesto- Heidegger_ enque el kantismo
transcrito. A la prigtlntu'de cómo es posible.
Huy una «verdad dogmática» y una uverdad comunicativa». unu moral sin «contenido>r,
La primera pretende suministrar «objektive Festlegbarkeit», yl" iif"r"fía existenlial pr-opugn"., que' e{ectivamente' esa
pero de nada sirve ya a esta profundidad. La {ilosofía es sólo hav que contestar qut, "t' la- medida en
ilii;;; d" cánte^ido, es insuficienre. I-o mismo la mora'
«comunicación», contacto de existencia, exhortación, llamada a 'iiirr^'ri"i;;;;;;; tu
-'*o*"rto, en bie. v mal moral son
la libertad interior, al ser sí mismo, a la trascendencia del mundo. "'p"lticacion
de toda ótica qr:e aspire, verdade-
Pero esta trascendencia del mundo, ¿significa un abandono del imprescindibles
mundo? De ninguna manera. EI movimiento envuelve necesa- ramente, a ser tal.
riamente el tér¡nino a quo como su punto de partida. La ,<exis- Hastauq,ih"*oshabladodeformalismoenclsentidode 1o que'
tencia» se hace d,esde el mundo; necesita de su peso2 de su qr";-;;gút h f."liismo y la -{iloso{ía de la cxistenci¿r'
éticamenre, i*portu no L, eI contenido tle
nuestras acciones,
resistencia, de la acción en é1. Ni la indiferencia, ni la aventura, ctittto lo hacemos'
ni la huida, ni la «mística» amundana o Ia pura contemplación, sino su ,,for*o,,; no io gue hacemos' sitto
pero la ética puede ser fórmal en otro sentido: en tanto que'
nos abren la vía de la trascendencia. Sólo a través de la tensión, buenas
sean
del desgarramiento y de la contradicción podemos llegar a ella, como ciencia, no puede ocuparse cle qué acciones d.e l¿r
ái lo, .o.o., será compcrcrcia
en un llegar que es siempre «buscar». Y este buscar y no otra o malas_..o, .i áñ"; 12, sino de la naturaleza, signi-
cosa es precisamente la filosofía. casuística o de 1u ética iráctica-
;t.*i¿ñ p".iliii;;'d;i;, predicados y tos juicios éticos. Est¿r
Filosofía que, como se ve, tiene el puro carácter de una anglosajona: Ia. Iilostl[ía cn .gc-
meditación ético-existencial. Es una incitación y, en cierto modo, es nrecisamente la orientación
;;;i se concibe como r«análisis del lengrrajc" " y, conslgrucl]-
una «ayuda» a «existir» i pero que no nos dice absoiutamente en ct¡anto cieitcia, conrr¡ <<an¿ilisis
temente, la ética se constituye,
nada sobre lo que hemos de hacer. Ni es el conteniclo de nues- razír. de
tras acciones, las «obrasr>, Io que es «bueno» o «malo», sino la
o sea ióglro .e la ét,c,.
del lenguaj" eti.or,'"ono."*oí.
I.,¿r esta
lógico: su objeto es el ethical meaning o meaníng ol the eth"ical trario, no {ueso cierta Ia citada suposición, es iyUosible toda
2a'
terms desde |a perspectiva de la «semántica». solución por el razonamiento rlel problema ático
El juicio ético se caracteriza, frente al juicio científico, por El cuarto y último momento es ei representado P-ol . St::
su naturaleza dual: envuelve no sólo acuerdo o desacuerdo en pU.n n. io,rl*in,-J" .ryu obra T.he pl'ace ál .'*t'n in Ethies2s
convicciones o creencias (beliels), sino también en actitudes, .* ha dicho, a mi juició .o, raz6n', que es el libro más impor-
Las teorías tradicionales no veían la dimensión de ««actitud>r. iuri" ,1" eti"u publilado en Inglaterra-desde lc¡s Pri,n'cipia Ethica
Hoy se ha de procurar no caer en el error opuesto, pensando .de Moore.
que la ética nada tiene que ver con el razonamiento 22. El intento cle Toulmin pertenece rigurosamente a la iógica,
La ética tiene por finalidad, es claro, modificar las actitudes. y d.nt.o de ella a la «lógi.l_d"J, evaluaciírn», cuestiótr que fue
Pero esto puede hacerlo por dos vías: por la de su modifica- bu.on eI primero en traiar 26. Toulmin, a tliferencia de Moore,
ción directa mediante la persuasión, Ia propaganda, la suges. renuncia tr. pr"guntas clásicas, qué es lo bueno' lo justo' el
tión, etc., o por el cambio de actitudes «via changes in belief», d"b"r, etc." [,a *lti¿n de Ia raz6n no es, a su juicio, determinar
alegando «supporting reasons» para modificar la convicción o ái...t^*..,te qué es buenoo sinor. trabajar, como todas Jas demás
creencia sobre la que se monta o puede montarse la actitud. ciencias, sobrá dam recibidos EI pensamiento estrictarnente
El correlato semántico de estas dos dimensiones en el «método» iOgiro áe Toulmin es más consciente y riguro-sam_cnte antifilo'
o modo de proceder de los moralistas es la doble dimensión del ,;?i;, (y sólo antimetafísico) que el cle todos,-los anteriores
lenguaje, que posee un descriptiue y un emo,tiue meoning. "o
iratadisiás de filtsofía moral, y sL sitúa en la Iínea de
Witt-
Sobre estos supuestos, ¿cuál es la posición de Stevenson genstein
o y John Wisdom.
con resp€cto a la ética? Por de pronto es menester reconocer El práblema cientí{ico de la ética es, pa'a Toulmin, el del
ethical reasoning (asi como para Stevenson lo era el ethícal
el «sentido emotivo» representa un papel suma- mean'
-piensa-que
mente importante en la vida humana y es tan digno de atenta ing) y .su preiunta ésta: ¿qué es un buen razonamiento ell
-¿i?í^?'¿Qré
consideración como el sentido «cognitivo» o inteligible. El len- clíse de razones son válidas para {undar una deci-
guaje persuasivo puede usarse legítimamente y no debe darse sión m"oial? Naturalmente, la invcstigación sobre el razona-
de lado, como hacen los positivistas lógicos, bajo pretexto de miento ético exige plantear la cuestión previa clel razonamiento
que carece de la «verificabilidad» de los juicios empíricos. Pero ,a., g.rr".ul, puesú qrt realidad <tse dan razones)) en contextos
".t matemáticos y fácticos
s' Y io
además, y puesto que en los juicios éticos hay también, segírn *r! dif.r"r,t., de los lógicos,
hemos dicho, elementos tlescriptivos que no pueden ser cornple- primero que se nos pone de manifiesto en [al investigación -pre-
de la
tamente separados del sentido emotivo, tampoco puede decirse via es la <<versatilidad de la razón», Ia variedacl en los usos
de ellos, sin más, que no son ni verdaderos ni falsos 23. razón, frente a los intentos dognráticos-como el de I'Iume.-
A pesar de esto, Ios juicios éticos carecen, al parecer de prrl hJl"ir el «reasoning» u.ívocamente. lloy se tiende a no
Stevenson, de validez científica, ouesto que el «sentido descrip- admitir más que el uso áentí{ico (en cl sentido de la ciencia
tivo» se refiere primariamente a «actitudes, del moralista; y p"*iii""i de lá ,^rón,, pero ¡ay otros usos igual,rente válidos'
el «sentido emotivo» nada tiene que ver con la verdad o con la
'El
,uronumiento u.onté." siempre clentro cle una situación
y en
falsedad i 1l en cuanto al «razonamiento» ético, es utilizado con ,un contexto verbal y vital concrctos y sc us¿r con una {tlnción
un fin extracientífico, el de modificar una «actitud». 24 Págs. 136-8. No es éste el ltrgar rl«: cslrrrliar, Jl.lt '"t'"t'-d^t) l,?:
Esta es la situación de la ética hasta hoy. Sin embargo, si se Citemos, por vIa
recientes investigaciones norteamerican¡s sobre <iticr'
concede la suposición de que todo desacuerdo en Ia actitucl está lu de Rob..t S. Ilartmann, pllra el t:ttal rtn¿l ólicrl cicntífir:a
de ejemplo,
montado sobre un desacuerdo en la convicción o creencia, puede sino meta-ótica, clc,nominad. p,r cl autor
v" .li .Jri" propi"*"nte ética,'.uyu
axiología, pu.urn*i" for,ral, ."1""iírn ciin le ética corrr:spondería
esperarse que, lentamente, el acuerdo ético se obtenga sencilla-
mente por razones y que el aumento del conocimiento cientí- a]adelamatenráticaConrespectoalasciclrciasnaturalcs(cfr.Stt
prrblicado ct I)ianoia'
ur¡16ufs «La de una érica cientí{it:a"'
fico conduzca a un mundo de ilustración moral. Si, por el con- anuario de "r"u"it;n
filosofía, México, 1955)'
- 25
Cambridge University Press' 1950'
26 Ob. cit., párg. 7.
22 Ob. cít., pág. 23. 2't páe. 225,'l?ir"a" palabras de Galdsworthy Lowes Dickinson.
&¡ Ob. cit., pás. 267. 28 Pág' 56'
() Al 245
2,t4 / li TU os
declara expresamente
y un propósito que, dentro de las distintas situaciones, pueden c{el ámbito de la ética. Y así Toulmin la «persecu-
§er muy diferentes 2s.
'á; a las «relaciones personales»'
oue lo concerniente
las acciones que
:ió;';.i;i"" ,no', la uelecóión de
¿Cuál es entonces la función del razonamiento ético? ¿La ".d" la armonía,34, Ias «human
misma que la del ¡azonamiento cientí{ico? Ciertamente no. La se refieren a la felicidad más que a
ss y lo tocante al uvuior de las características persona'
función del juicio científico consiste en modificar nuestras «ex- ,áfrii."., caracteres morales de
pectations» o previsiones, con el fin de lograr predicción, cohe- les, la convenienli" d" los motivos' los 3?.o modo de vida;
36 y ü elección de u*uj áf lii"'
rencia y economía mental30. En cambio, la {unción del juicio Ios hombres» es 1o más
ético consiste en modificar los sentimientos y el comportamien- todo esto-concluye Toulmin-es *'y importante' hablar en
to 31 para armonizar de este modo las acciones de las gentes que important" d" tu*'uid;-;;;; 9".:llo no corresponde 38'
un «libro de lógicar', sino má' bien "n un' "áutobiografía»
viven en comunidad.
Decíamos .";;';;;;-t"gti" la concepción de Toulmin' eI
Obsérvese que la radical renuncia a la {ilosofía obliga a de
Toulmin a restringir el ámbito propio de la ética hasta el extre- «contenido» de f, ¿ti'"" conJistiría meramente en una suerte
ya qYe
habla,
neoutilitarismo. p"ro a" tal «contenido»
apenas
mo de que su función no consiste más que en lograr la armo-
niosa satis{acción de los deseos e intereses de los miembros de Ia
p.* concluir-lo que realmente ^1: t*Ootta' lo
de la
-repitámorto la uio'*u" o especie lógica
comunidad, de tal modo que su ideal sería el de una sociedad que se propone ;;;.i"t*inar de Moore
ética. Veíamos e| objeto de la invesiigaoión
de la que hubieran sido abolidos todo conflicto, toda miseria "rriü"-qr"to' proiegómenos para. una {utura ética
y toda frustración 32. Es decir, restringe la ética al ámbito de consistió en est;;úttJ
"üñ
A Io óulminando en la res'
i"-'i"aio"siglo ¿
una <<ética social» concebida de modo un tanto extrínseco y cientí{ica.
rneramente organizatorio; es decir, al de una suerte de ,,polí- puesta de Toulmif',odo, lo. inurítigudor., anglosajones-sal'
casuistica del deber
tica sociab> o neoutilitarismo. vo ciertas incursiones por el campo i" lucada uno a su modo'
o de Io justo-ha' toi'i"iaido en áfi'*ut,
Toulmin piensa-con raz6n, naturalmente-que, contra lo
quo Ia ¿ti.u tr posible' tenárá que serlo como ló'
que creía el ciencismo, a la ciencia no le compete responcler a "i"niiilt', "s
las preguntas úitimas. Y análogamente sostiene que tampoco la gica de la ética.
ética puede elevarse hasta ellas. La «justi{icación» de la ética,
como la «justi{icaciónr> de la ciencia, están más allá de ellas
mismas. Pero este ««más allá» debe tomarsé en el sentido en
el que dice Wittgenstein que sus propias proposiciones son c-s-
clarecedoras en cuanto Que, quien las comprende, acaba por
reconocer que no tienen sentido y procede como quien tira la
escalera desp.ués de haher subido por ella 33.
De este modo, todo lo que para nosotros constituye objeto
de la filoso{ía moral, la re{erencia de nuestros comportamientos
al bien supremo y la persecución del propio bien, los actos con-
siderados en sí mismos y con referencia a su autor, las virtudes
y vicios, la vida moral en sus diferentes modos, el éthos o carác-
ter y la abertura de la moral a la religión, todo esto es eliminado
2e Págs. 85, 89-102, I14, 117, etc.
30 91 y sigs.
31 I29, 130 y 136-7.
32 137, 145, 166, 223. 34
33 Wittgenstein, ob. cit., 191. Toulmin cira otras palabras cle
'!litt- 158,9.
genstein, según las cuales aquelios filósofos que preguntan por una jrrsti-
35 185.
36 185.
ficaci<in de la ciencia-y lo mismo podría decirse de la ética-se parecen 3? 220.
a los antiguos que sentían la necesidad de que hubiese un Atlas para 38 221.
sostener la tierra sobre sus hornbros (pág. 206, nota).
r
C Al 217
de la ética a la metafísica y la convertibilidad del bien y el bondad intrínseca; las circunstancias qtle erl cl acto conctrrrcn
ser (o la realidad) y puesto que el opera'rí sigue al ser y es tro.dad. Y el
nueden modificar,' ü-bién intrínsecaniente, esta
éi mismo ser, realidad, es patente que los actos tendrán de bon- iJir*Ui¿n du o quita bondad, pero por modo.extrínscco'
dad lo que tengan de realidad, y serán malos en la medida Esto último sigrriflca que si ál li";' o¡rcrantis es
rn*lo' con'
en que no alcancen la plenitud de ésta. Esto si se consideran vierte al acto en ñ,alo, aunque por su ohjct, fucsc ¡ueno, con'
los actos en sí mismos, aisladamente, como es usual. Si se conside. forme a la ,i"¡, ,"it"nti' bi'u* ex irttcgra causü') malum
ran con referencia a su autor, dentro de la secuencia temporal de ," ,¡"S"lrríbus h,electibus. Si, por el cotttt'.t'io, el linis cn
operantis
bueno
la vida, serán buenos en cuanto contribuyan a la perfección de su ;; ;;";;, puede cánvertir un ácto malo ,or st¡ g¡jeto
realidad p,ersonal, a la plenificación de su é¿ltos o carácter mo- :;;; táti ,r[¡.tiva y extrínsecament" j"'"nn' Es el c¿rso de la
ral. El hombre es una esencia entitativamente abierta que debe ratio e*an, o ,o^cíincia erronea, el cual, c.nforme a lo que
.* u.u¡u de decir, se diversifica en dos: I.u, voluntad discor.
I acto bueno por
dante de la conciácia errónea que convierte al
S¿i¿ und Zeit, § 66.
,rf
AI 249
248 TI
que siga al -quantu¡¿ de Ia
su objeto en simplifica'r malo, conforme a l.a sentencia general. medios, en cuyo caso no es verdad
F-n este caso se dice que la conciencia errónea liga) y 2.o, volun-
i;;;;;iá". rn Lt ,.gu,ao
Tl 'TlTl,.'"::l;.lllT,
regla si, Por ejemPlo,.le qurel'e
ml l?"'[l:"i::
no querer
tad concordante con la conciencia errónea, en cuyo caso el acto querer sanar' pero
continúa siendo objetivamente malo, pero subjetivamente se con. medios o ,i..r.rJu' (Se pued-" los medicamentos; o
querer con ;;;";i'¿nsidad--tomar
^"Utái"""ia' los medicamentos
vielte en bueno si no ha habido negligencia. Es el caso de la -o en tomar
y en el que poner más interü;;;
<«buena voluntad» se dice que la conciencia errónea que deseur curarse') agrega
excusd.
En fin, t."t' problema es el de si el acto exteriorser con'
Pero la <.buena voluntad» no basta. Basta para excusar, pero "I Esta.cuestión,y¡ede
bondad o malicii ut'utto interior-' por Io que
no puede volver bueno lo que es objetivamente malo, ni tampoco clel finis op'erantis'o
siderada desde "i;;';;;;^;ittt
en el orden personal nos conduce a la perfección un camino equi-
vocado. La moral no es cosa de la ubuena voluntad» solamente,
s.lrefierealactoob¡"tiuomenteconsiderado.Enelnrimercaso
del acto la voluntad
no hay aumento, a no ser q'.t:' "i;;;;;;;rso extensivamente' En
ni de meras «obligaciones de conciencia», sino del hombre en- se haga mejor o peor numértca'
intensiva o
tero y, por tanto, de su inteligencia, de su conocimiento moral, indiferentes' cuya mora'
de su prudencia. Huy que «saber» acertar, hry que, por ejemplo, el segundo caso'"i tt trata,de actos no' Pero si eI acto per-
Iidad de¡rende ,'it"*"t á" lu in-tención'
es' por
realizar nuestla auténtica vocación.
tenece ,* ou¡"i);i^;;il motul sí' porque la realidad
Naturalmente, lo que acaba de decirse no significa, de nin-
gtrn modo, desvalorizar el linis o'p,erantis, e incluso el proceso his- si, per{ección.
tórico que desde la primitiva moral como derecho que mide Porloqueserefierealas-consecuenciasdelacto2'esme'
querido (oulitus, in-
la responsabilidad por los hechos exteriores se levanta a la in- nester distinguiJ.i "l"r*," ., al...io*.nt" (itoluntariu's) o sim'
teriorización, estoica primero y después, desde Abelardo a Kant, tentus) indirecta o negativa*"nt"-quericlo la bondad o ma'
representa un progreso ético, aun cuando no unívoco: la pura plemente previsto' En Éste caso' fut'u ¡u'g^tpor
* una parte, deter'
exterioridad era def iciente; la extremada interiorización vuelve licia del acto por su efecto, es menester, rlt in pluribus»
minar si este e{ecto es «per U""i '*"""u'io'otra
^p"tioti["";
'9' pai'te' si eI
a serlo. y por
Pero la bondad o malicia de los actos no se mide solamente
o «per accidens, ut in bu""o uno-I oLro malo' Pudién'
efecto previsto podía ser doble' aspectos de la
por su objeto inmediato. El acto exterior tiene un antecedente,
el acto interior, y una serie de consecuencias o dose presentar casos que '-bot
""*;lil;;^
efectos. Debe-
de los
mos, pues, preguntarnos, de r¡na parte, cómo se articulan el acto ""1?Í.',; a'ora hemos habrado de ra especificación morallos
interior y el acto exterior, y de otra, los problemas referentes y maios' ¿Existenjuntó u. y otros actos
actos en buenos -u'ot
a lo uoluntario in canlso.
indiferent..? Ei'.;;;;"qr. lu orientación general de la vida
La primera cuestión, en el proceso del acto total, desde Ia el hieñ' sino que ha de
intención a la realizaciín, plantea algunos problemas. En pri- no puede ser indi{erente, 'e't*l unte antes' buscamos nuestro
tender po, ru."J -"¿i' fáa"s' clecíamos y cada
mer lugar el de si la bondad y la malicia se dan per príri,s en ll"ra"*os a.él en toclos
bien. pero Ia cuestión es ésta,
el acto de voluntad o en el acto exterior, a Io que debe contestarse
uno de nuestros actos? ¿No se
¿r"" ."rlr moralmente indiferentes?
que, genética o cronológicamente, en la voluntad de la cual de. típicarn"rri" escolástica, {ue tiene dos ver'
riva, en el proceso, el acto exterior. Pero {undamental y radi. Es ésta una cuestión 3'
calmente bondad y malicia penden de la recta ratio, esto es, de ;;ti;t; ambas muY imPortantes
la consideración objetiva del acto en su realidad plenaria. (heclonista o no) es que' para Ia
I El segundo problema es el de si la quantito.s o quantum. de 2 Lo característico clel utilitarismo cxclurivilrnenre a su teleología
uilencle
:
bondad o malicia en la voluntad sigue al quantum de la intención esnecificación moral clc los "ctns, que sc sigan de ellos'
o, dicho de olro modo, si es verdadero el antiguo axioma «tan- o ufecundidatl'; es tlecir' o. lut tontecuencius
,,,"n"to't'p'i-i" iát bien"s""hJ'i:;::: t*:f:f : ,::
para.no retcner mrs q\rc á 1:; ii,tt;ro;
i De esta
I
tunr intendis, tantum facis». EI quantum puede ser nombre, o ;;tj;J o malicia iirtrínseca)
i qtte conducen a él'
sea, significar un bien mayor, o adverbio, es decir, bien más in- bienes útiles en cuanto de los actos, fueron
3 Las Iíneas que siguen,_ ."b;"j; ii-,¿ii..-.""i,
i.
i
tensamente querido. En rl primer caso, la voluntad en el curso f., ii".". ilf"rentes a Abelardo-' for'
publicadas
t
de su ejercicio puede ser insuficiente, por ejemplo, por falta de "r,lii"]i"r"r;-rr'fü
2l
I
i
I
I
T
t\l 251
IE ETICOS
t.:l-:l-de las estruc-
Por de pronto, no hay duda de que ciertos actos, considera- de entonces es claro que Ia cualilicació"
é1,
de rep-ercutir' Por fuerza'
dos en sí mismos, ) abstrayéndolos de la situación en que se dan, turas superiores, ;t;; ; q',';' \'in"'ton' Para los santos todo
se
pueden carecer de sentido moral. Por ejemplo, el hecho de que en Ia de los actos oü "i ellas porque' si amas rectamente'
el lector, ai terminar de leer estas páginas o antes de terminarlas, es santo. «Ama tt"l"""q*J 'it''
se vaya a la calle, a dar un paseo, o permanezca en su cuarto, cuanto hagas será recto' psicomoral' esta
tomado así, en abstracto o, como dicen los escolásticos, «in spe- Pero, verdaderamente'.loi ¿es esta atomización
actos' ia única raíz de Ia teoría de
cie», prescindiendo de su modo concreto de ser, de los vicios, consideraci¿n aislada de o, mejor dicho, otras dos'
aficiones o manías del lector, es moralmente indiferente. Abe- la indiferencia? ñ",-r,"v todavía-otru -b;t;utto= indiferentes procede
il'
lardo, el primer pensador medieval que se propone cuestiones pu- Recordem"' o]'? ," á";;;;;;
el único auténtico -era Ia virtud'
ramente éticas, había ido mucho más lejos, afirmando que todos clel estoicir*o' ÉJá'Zti"' punto -de vista ético'
desde eI
los actos humanos son, en sí mismos, moralmente indiferentes, Todas las demás ;;"Fan' Ias que
y que la moralidad depende exclusivamente de la intención con adiáphora, i"dif;';;;;' Pero hav entre éllat alg"nas'
salud' Ios placeres' la {or'
que el acto se haya ejecutado. Esto es, sin duda, inadmisible, el vulgo "or,rid"iu como biene'jla a sus contrarios comm*
pues la ética perdería así todo fundamento objetivo, meta{ísico. tuna-, que son ;'Z*;"o' preferibles '
Pt'o el acto de procurarlas no
Pero no ha¡r duda de que, si no todos, por lo menos algunos da. Es lícito, nt:t,;";;;;;ti;t' desde el punto de vista
actos humanos son moralmente indiferentes si se consideran ob- ,i,i"]i i;Ñ;;;', in¿it"r*nte
es virtuoso, r antínatural del estoi-
jetivamente, o, como dicen los escolásticos, secundutn suanl. spe- moral. R"páre.á ;-;;; i;; el carácte
las cosas como son' le obli-
ciem, Pero estos mismos actos, tomados en su ilación concreta cismo el que, d-i;;"áitle.reconocer excluyén-
de io' ufon"t humanos'
y real, tal como se presentan «in individuo», nunca son in- só a neutralizar una porcion
diferentes, contesta Santo Tomás, porque las circunstancias y, áolo. del orbe moral' semejante den-
en todo caso, el fin con que se ha ejecutado el acto, le darán Pues bien , ;;;;''; mutand'ís ha ocurrido algo
cristianismo {unda, no un or'
especificación moral, buena o mala. tro del cristiani'#1""L.áil"rr. El pero sí un orden sobrenatu'
Adviértase que ha sido esa atomización de la vida moral, den antinatu'ot ÁiÁo el estoicismo' dt*asiado deprisa a él
contra la que tanto combatimos a lo largo de este libro, lo que ral, por .r,.i*""á"i""^i'*r'
Si
';'ri*u él' multitud de actos hu-
ha podido llevar a la admisión de actos indiferentes. En efecto, y no se piensa;; q; en él y J"Ja"en el sentido de meritorios
si el objeto de la ética se hace consistir, como es usual en la *"r,o, ,uiat"t"'1lfitJ; ;;;i';os gracia Y de
q'" '"- p'ot"dc" de la«splendida
escolástica, sólo en los actos, tomados uno a uno, aisladamente" de la vida eterna, puesto ''lii*urr*o. enlonces vi-
entonces se comprende muy bien que -lgunos y aun muchos de Ias virtud", irir.l.:";il;r pareció a todas luces
ellos se califiquen de indiferentes. El acto de coger una paja del tia»? Llumu'lo';j;t: U^*"'lot f""udos' hombre muy -t-lie]'l'
suelo, si se toma desconectado del modo de ser de quien lo excesivo. Entoncls 51" Butno'"itutu' dado a no reconocer nrn-
ejecute, por ejemplo, solícito y cuidadoso y hasta maniático o, ;Ü";;; "il"'¡t'itmente religioso'
la religiosa' desarrollando
al revés, perezoso y negligente, es evidente que carece de signili- guna otra in'tfi;i;; '"lqt -ñi;'de para esttx actos y para las
cación moral. Pero si se advierte, como en páginas anteriores indicacion"' ;;;;;"t "
¿f' habilitó
me he esforzado por mostrar, que el verdadero objeto de la virtudes ¿" q*" l'á"ta*" "'
á*bito i"r.r-t]ol', L¿s <<virtudes» na'
por eiemplo' o los actos'
ética lo constituyen, además de los actos y los hábitos y, en cierto turales, tu, ¿*"rJ' Ili;t;i; lntigt'o''
iniiEles,'sáríat' actos y hábitos
sim-
sentido, por encima de ellas, la vida €n su totalidad unitaria y. lo con{ormes ú;á;,-á. lo,
que es más importante, el étlt,o,s o carácter moral; o, dicho en "
indiferentes
a'
.olemente de esta tendencia pos.teriores
a santo Tomás,
otras palabras, si se advierte que lo decisivo éticamente no son E, los Iilósofos
existáncia de actos indi{erentes'
sólo las acciones aisladas, sino el sentido virtuoso o vicioso de la asi en Ur"",", p"r"-ádr*ar Ia y al criterio sobrena-
áe vista-atomizante
vida y, sobre todo, el ser bueno o malo; si se advierte que el
ser está por encima del hacer, aun cuando se manifieste a través
se agrega'á
"i ;;;;o
turalista l, pr'.J;;;.ñ p", r"
ri¡erra«I, es decir, ei voluntaris-
citada del libro de
a Cfr' sobre esto págs' 18?'B--y bibliografía 'allí
eine katholische Besin.
mando parte del artículo «Cuatro actitudes del hombre ante su bien,' Hans Küng, Rechtlerri.gun!. D¡"
x,o,l.Bi,ítu ""¿
(Papeles de Son Armadans, núm. 4, julio 1956). nun8.
LI
1t .S
A/ 253
mo. se quiere salvaguardar a toda costa la obligación moral objetiva, los casos de dudu. Y entonces, a.dmi'
indeterminación de la
voluntad: el hombie es libre, incruso f..ni" Dior. tiendo el supuesto-típicamente idealista-de que objetiuamente
punto es así que Dios, queriendo respetar Hasta tar
esa libertad, haacotrdo, no es posib[e salir de-esa duda, se pretende crear una conciencia
para que el hombre: para que todoiombre, subjetiuament'e cierta, es decir, una conciencia relleia, adquirida
no, pueda
explayarse libremente en ér, un ámbito firáoro o no frente a la reaiidad, sino con arreglo a un «principio»; es
La voluntad del hombre es distinta de Dio,
á" .o.u. indiferentes.
la y, por ranto, nun- decir, se pretende resolver un problema real, no investigando
ca puede coincidir enteramente con elra. Basta'.o'r, la realidad, sino, en el recinto de Ia conciencia y mediante pu'
qu" coincicra
en aquello que Dios Ie manda. ras ideas, en un juego reflejo de juicios. Y así, según ios sis'
Frente al sobrenaturalismo unilateral, el harazgo temas, se recurre al principio aio t'utior est eligenda, al de «no
Tomás consiste en atender, a ra vez, ar
de santo
orden naturar y es lícito exponerse al peligro del pecado», al de lex dubia non
natural. La escala entera de las actividades humanas ar sobre- obligat, ai áe ,.ley objeiivamente dudosa es subjetivamente nula»,
tido moral. Ningún acto humano, es decir, ;ir.ñ, posee sen- etcéiera. Naturalmente, no es que estos «<casos de conciencia»
acto delibe-
rado y libre es nunca indiferente para lu'.rori no puedan y aun deban ser estudiados. Lo que nos importa aquí
gracia no sea meritorio de vida éte.na. Frente aunque sin ra es él valor lndicativo, signi{icativo, de que sean precisa y sola'
sobrenaturalistas, la {ilosofía de sant" T;;
a los excesos
se afi.ma como mente ellos los que pasan al primer plano. (El casuismo tiene
un auténtico «humanismo cristiano». En otro ...rriáo, dos vertientes, que interesa distinguir para lo que luego se dirá:
se ha di"h;
que san Agustín ha,sido. el primer hombre estudio de ucasos de conciencia» y estudio de «casos reales».)
moderno. En éste,
debe decirse que lo ha sido banto Tomás. Mediante esta primacía d,e la conciencta tn.oral sobre la realid,ad
En el curso de este capíturo rr..-o= ."guido, hasta moral, se ha atierto, queriéndolo o sin quererlo, el camino del
doctrina tomista 5. Esta dáctrina ha sido ";.;"d; aq,í, la
por quienes, subjetivismo. La conciencia, psicológica o moral, es siempre con'
al.negar el principio metafísico de. ru etr.u,*poril ciencia de la realidad. Por tanto, si no pelmanece siempre abier'
r'" .rpl.ili."i
ción moral exclusivamente en el fin. y ,.írunnrrte, ta a ella, prepara el idealismo y el subjetivismo. La sustanti-
ra ila,rada
«ética concreta» o «ética de ra situación» también vación metáfísica de la conciencia y la sustantivación ética de la
se encuent.a,
desde. otro.punto de,vista, en discrepancia con ella. conciencia moral son {enómenos rigurosamente colresp'ondientes
El subjetivismo G morar
kantiano no surgió de la nada, sino y característicos de la llamada época moderna 1. Por eso no es
q.r". preparánd,o.." 1o largo de Ia épocailr;d*r".
Ir"- : Realmente ,,ingrn" casualidad que tras Descartes y tras la teología moral
al ídealisnlo en el ámbito de- la meta{ísica i" q;. corresponde de la conciencia viniese Kant.
en. el plano ético es er co,nciencísmo,:
uno y otro estabrecen la Kant rompe la vinculación de Ja ética con la ciencia de la rea-
primacía de la conciencia, er hailazgo
verdad que éste no fue un idearista puro
;; Descartes. Es lidad y consiguientemente pone la especificación moral en el fin.
""p;rár
puesto que terminaba Pero es menester precisar lo que ha de entenderse por la pa'
por salir a la realidad. Anárogamente, la te;ro;ía labra «fin». Kant ve la moralidad, como ya se hizo notar an'
__que es, en el plano ético, ,iorur moderna
ra manifestación cor."rpordi.nte a teriormente, en la «buena voluntod». Es la disposición del bien
la metafísica caitesiana-tampoco puede ser carificada por puro respeto al deber (imperativo categórico) y no paro,
jetivista. Lo mismo Descartes que'la de sub-
teología moral modern" ningún fin, por elevado que sea (imperativo hipotético) lo que
parten de la duda:,no estoy_.*grro
tampoco agregará ra otra, de Ia rearidad {e la,"rii;r;; 'sólo
dirá el uno; determina la moralidad. Pero evidentemente este modo de espe'
morar. estot ,"- cificación cae dentro de Io que los escolásticos, siguiendo a
guro de mi concie,ncía de la realid,ad, y, Aristóteles, llamaban, más ampiiamente, <<finrr, con una pa'
tr.;i;iáerte,
obligación maral^en conciencia, d" uqr.lÍo'u q;;;.toy de mi
obligado labra que, como ya hemos visto un par de veces en el curso
su'bjetiuamente. Prec.isamente por esta pérdida
de contacto de este libro, no es h.oy enteramente adecuada, por la carga prag'
la.realidad plena-época esencialme.t. .;r;;J.ta_pasan con matista que, querámoslo o no, Ileva, y por las otras razones a su
primer plano, en teología moral, ro. .u.o, ai
..;;; no consta ra tiempo expuestas.
I 9t.. S. Th., I-II, iB y sigs., y también Z. ? He aquí una de las varias I'azones que hemos tenido para no fun'
6 No enrro aqui áifiñ pári..n" de si Ia ética kantiana puedo
", rigor,
ser calificada, con todo "r dar nuestra concepción de la ética en el lactum de la conciencia, como
ae su¡jetlrista. hacen hoy tantos tratadistas, incluso escolásticos eclécticos.
tE s TI (:
f)igamos, pues, que Kant pone la especilicación moral en situación, incanjeable con las sit¡aciones de otros y, _adcnrás,
la «razón práctica», es decir, en la «conciencia». (Es el propio irrepetible .i tiempo. La conciencia tiene qtre decidir, pero
Santo Tomás quien cumple esta ecuación: «cum conscientia "r, generalei de la «moral abstracta» y la ley
los princip.ios -natural
sit quadammodo dictamen rationis» 8.) «La cuestión-escribe son" demaiiado vagos frente a las circunstancias y condiciones
Kant-no es: cómo debe ser conducida la conciencia moral cambiantes, únicas, irreduciibles a nolmas L¡niversales. La <,Ein'
(pues no requiere ningún conductor; bastante es tenerla), sino maligkeit>r tiene que suscitar sus propias dccisiones, adecttarlas
-unicidad
cómo ella misma puede servir de hilo conductor en las decisio- a la de cada situación e imprevisibles antes dc que ella
nes morales importantes.» «La conciencia moral es una concien- se presente.
'El discurso del Papa de 18 de abril de 1952 ha hecho ver
cia que es para sí misma deber», deber incondicionado e inde-
pendiente del juicio objetivo sobre Ia cuestión, porque «si una el error de esta ética que consiste, para decir'lo con palabras de
acción es, en cuanto tal, justa o injusta, sobre esto juzga el Santo Tomás, en poner en lugar de la ««suhstancia>¡ del acto su
entendimiento, no la conciencia». Naturalmente, también Santo «circunstancia»; i ul propio tiempo ha señalado que una ade-
Tomás reconoció que ula conciencia, aun la conciencia errante, cuada com¡rrensión de lu ,irtrrd de la prudencia contiene todo Io
obliga siempre», pero la volición correspondiente, aunque sub- que hay de justo y de positivo de esta concepción. Tan verdad
jetivamente sea buena, constituye un acto objetivamente malo. es esto'qr" Llgunár p.ñsadores católicos se han deslizado a la
Por el contrario, según Kant, los actos dejan de ser buenos o ma- moral dá Ia situación plecisamente clesde un llrudencialismo ex-
los en sí mismos: serán buenos cuando procedan de la buena tremado.
voluntad. La moral de la buena voluntad es la moral de la Para mostrar la superioridad de la moral de la situación--o,
conciencia pura y rigurosa. como él dice, du, choii et de l'inuention-sobre las morales de
Hans Reiner, según vimos también en la primera parte, quie- los principios generales o priori, Sartre cita el caso de un dis-
re mantener a la vez los dos órdenes morales: el del bien y el cíp,rio ,ryo qr" le pidió consejo durante lg grerra mundial so-
del mal según la conciencia y el de la rectitud o no rectitud de bre si deÉia en Inglaterra en las Fuerzas Francesas Li-
la acción. Pero, invirtiendo los términos de la ética clásica, consi- bres o quedarse"lirtur.L
en Francia junto a su madre para asegural
dera que Ia moral primo et per se se refiere a aquel primer su subsistencia. r<No tengo más que una respuesta que darle-le
oiden. A su tiempo hicimos notar que, tanto la concepción de contestó Sartre-: usted es libre, elija, es decir, invente. Nin-
Kant como la de Reiner, proceden de la afirmación de la autono- guna moral general puede dictarle Io que ha de hacer.» Alhert
mía de la ética frente a la metafísica. Ccmo ya hemos estudiadc Óondeyne 1o,1omentándo esta respuesta, hace notar que el mo-
esa cuestión, nos remitimos a lo arriba dicho. ralista católico habría aconsejado prácticamenle lo mismo. si
El absolutismo de la conciencia y el deber es en Kant tan bien apelando a Ia virtud de la prudencia. Porque la moral es
extremado que desatiende por completo la objetividad, las cir- siem¡:re moral de elección aun cuando no arbitraria'
cunstancias y hasta las consecuencias malas, inmediatament¿ p¡¿- De hecho, la moral, y no sólo la moral getteral, sino tam-
visibles, del inflexible cumplimiento del deber abstracto, como bién la ética cristiana, tiencle a hacerse cada vez más concl'eta
se puso de manifiesto en su discusión con Benjamín Constant en el sentido de dotar de contenido propio, sin merma, clato es,
sobre la mentira, ilícita, según é1, aun para salvar Ia vida de del esquerna general de los preceptos a qrle todos sin excepción
un inocente e. estalnoi sonretidos, a la lterfecci«in de r:acllt cual. No hay ull¿l
Así como, según acabamos de ver, la ética kantiana consiste perfección abstracta, sino que cada hollrbrt: ticne clelatttc, lrcrrr
en la unilateral especificación moral por el linis operantis, la no pre{ijacia, sino 1:ruclencialmente deternrinable a tt'aví-'s de
actual «ética concreta» o «ética de la situaciónr) pone la es:eci- tantáos y talvez de equivocaciones, su ¡rropia posibilidad de per'
ficación moral, fundamentalmente, en Ias circunstancias, elr lo fección. Los caminos hacia ])ios son tantos colno los viaclol'es. I-¿l
que ahora se denomina la sítuación. Cada cual vive su propia ascética cristiana, a partir so}¡re toclo de San Francisco dc S¿r-
les, viene es{orzándose por mostrar la nrultiplicidad de módulos
B I.II, 19, 5. de perfección en los distintos «estados» (también perfección lai-
I Empleo la palabra «rr¡entira» en su significación usual. La teo. cal, perfección conyugal, etc.). La proliferación de Ordenes re-
logía moral entiende que, en el caso citado, no habría mentira, sino
restricción mental latamente entendida. 10 En foi chrétienne et pensée conternporaürc.
/ES IOS TI os Al 257
ligiosas, Institutos seculares, etc., es expresión de esta inagotable resolución de «casos reales», no de «casos cle conciencia»), aI re'
variedad de ser bueno religiosa y también moralmente. vés, pretende prever todas las situaciones posibles y predeterminar
La ética de la situación arranca, igual que la filosofía de la lo que en c;da una de ellas ha de hacerse u omitirse. Para
existencia, de Kierkegaard, para el cual tanto la meta{ísica como la ética de la situación ]a conciencia tiene que <<inventaL» en
la ética se ocupan de io general y dejan fuera la existencia indi- cada caso la decisión; el casuismo quisiera teuer «dictadas» a
vidual y Ia situación singular, respectivamente 11. Por eso entre la conciencia, de antemano, todas las decisiones que ésta ha de
la filosofía de la existencia y la ética de la situación hay un tomar. Para ia ética de Ia situación la ,,regla)) Ilo sirve de nada
evidente paralelismo: el existencialismo rechaza una esencia an-
terior a Ia existencia; no hay más esencia que la esencia con- o casi nada; el casuismo, por el contrario, pretende uregular»
la vida entera. Su ideal..--por .rpr.sto, inaicanzable porque la
cre'ta conquistada por cada libertad existencial, existiendo. Aná-
realidad desborda todo plan y es infinitamente más rica que nues-
logamente, la ética de la situación rechaza una norma anterior
tras previsiones-consiste en la particularización, en la concre-
a la situación; no hay más norma que la norma concreta hallada
desde dentro de cada situación única viviéndola.
ción total de Ia regla moral; el hombre sabría así siernpre lo
que tiene que hacer 12.
A Ia ética de la situación hay que hacerle, por tanto, obje-
ciones análogas a las que deben formularse a la filosofía de la ¿Qué debemos pensar del casuismo? Creo que en él cieben
existencia. EI hombre no es nuda existencia, sino <<esencia abier- distinguirse aspectos difelentes: su <<utopía,,, su {uncionamiento
ta». Viviendo conquista un modo de ser, es decir, desde el punto histórico y el principio de «objetividad» a {u9 responde. De
tie vista moral, un étluo,s personal, incanjeable con ningún otro, hecho es meneitel reconocel que la casuística ha servido con
único. Es a po,sterio,rí, no a priori, donde ha de buscarse la in- frecuencia para «descalgal'» la conciencia, pat'a dispensar ¿rl hom-
dividualidad concreta. Cada cual cumple unas mismas normas, bre de su realidad inexorablemente mol'al-.lrtoral conto estruc'
válidas para todos, pero las cump,le siempre con su peculiaridad tura-y, pese a que la res¡ronsabilidad es jntrans{erible, pal'a Ie-
y modo propios. cibir ,,heóha» de. los demás-y en ciertos casos no sólo ,.hecha»,
Por_otra parte, junto al bien necesarie, que es el prescrito sino también facilitada mediante la demanda de un umínitnum»-
por la ley natural, hay el bien libre, cuyo campo es amplísimo [a propia vida. Ahora bien, este uso de la casuística es ilegíti-
v a través del cual cada hombre define su propio carácter mo- mo y además, en el {ondo, ilusorio. Pensar clue nuestra vida,
ral. Y, cn fin, como ya vimos, ni la ley natural ni el derecho na- en todas sus situaciones concretas, con el peso de nuestra in.
tural, parte suya, están dados de una vez para siempre, de an- dividual historia gravitando sobre ellas, pueda estar descrita y
temano y en su integridad (lo único dado es la sindéresis): es resuelta en un libro y que, por [anto, no ]ray más que abrirlo
menester e'nco'ntra'rlos. La vida y la historia no son simplemente para encontrar allí esc¡ito lo quc tenemos que hacer, es quimérico
el escenario sobre el que representamos nuestra moralidád (posi- y sólo pudo pensarse en la é¡toca del raciorrulísmo: época apro'
tiva «r negativa), sino que ésta se constituye y adquiere a tiavés piada para hacer de la moral una especie de «cálculo infinite'
cle Ia vida y a través de la historia. simal» de las acciones. La virtud de la prudencia no puede sus^
La ética de la situación considera absolutamente indetermina- tituirse con un «aprendizaje». Se objetará que la prudencia es
ble de antemano lo que ha de hacerse en la singularidad de cada una virtud intelectual y, por tan[o, no accesible o, al tnenos,
circunstancia concreta. El casuismo (considerado ahora como una no plenamente accesible a todos, porque de nuestro esfuerzo de-
pende Ia apropiación de las virtudes éticas, pero no así ia
11 Ta¡nbién en el pragmarismo y en los pensadores por él influidos áe las dianoéticas; y siempre habrá gentes que no selian deter^
se encuentlan rotundos precedentes de la Situatíonsethik.Yéase, por ejem-
plo, el siguiente texro de Benederto croce: n...Ma il Decalogo, ir coái"", minar por sí mismos lo que deben hacer en cada caso concreto.
il corpus iuris, ampi e particulari e minuti che si facciano, non sono o, al menos, en casos particularmente arduos, Esto es verdad,
nrai in grado cle esauriré l'infinitá delle azioni che le infinitamenre varie pero a tal menesterosidad subviene mucho más e{icazmente la.
situazione di fatto condizionano. L'uomo pratico sa o sente bene che le
leggi sono semplice aiuto... che non danno l'azione; e sa o sante bene
che egli deve, caso per caso, a{frontare las situazione de fatto, percepirla rz C{r. el cap. IX del libro de Jacques Leclercq, La enseñanza d,e'
nella sua originalitá e originalrnente produrre l'azione sua prápia, (La la moral cristiana, mezcla, como casi todos ios escritos del autor, de
natura economica delle leggi, 1909). sentido crítico, espiritualidad moderna y falta de rigor-
t
IE os ETICOS (l AI
«dirección espirituab) que por su mayor flexibilidad y por no de- recho del casuismo, no con respecto al par de conceplos de lo
jarse fuera, como el casuismo, el hombre concreto, está en ,,bueno, y lo <,malo» (cuya determinación correspondería exclu-
condiciones de adaptarse, hasta donde sea posible a la situa- sivamente a la conciencia), pero sí con respecto a Ia disti¡rción
ción individual del sujeto moral. entre Io «recto» y lo <«falso» moralmente, y con respecto a la
Pero después de dicho esto, después de reafirmar enérgica- individualización del deber moral en sí mismo ra.
rnente que la «casuística» no debe pretender subrogarse en el
lugar de la «conciencia» y la «prudencia», es menester añadir
que las críticas contra el casuismo en sí, y no simplemente contra
su utilización o sus exageraciones, implican un contagio, mayor
o menor, de subjetivismo moral o de lexnaturalismo excesivo.
Poner Ia esencia de la moralidad en la ley natural y en su apli-
cación prudencial contradice el principio de la moralidad intrín-
seca de los actos, tan acertadamente defendido por Suárez: la
bondad es «ante praeceptum» y «ante prudentiam». No se trata,
pues, de que cada acto resulte bueno o malo, una vez que se le
aplica extrínsecantente una norma¡ yd sea ésta general o concretí-
sima, sino que es yq bueno o malo, lo sepamos o no, que ésa
es otra cuestión. El lexnaturalismo y el prudencialismo excesi-
vos y la ética de la situación, al op.onerse, sin distinguir, al ca-
suismo, incid,en, como alguna vez ha hecho notar Zubiri, en
una suerte de «positivismo moral» (en el sentido en que se ha-
bla de positivismo jurídico, es decir, positivismo de la «ley».
ya sea ésta general o individual). Si, como afirma la ética que
acata Ia subordinación a la metafísica, los actos son buenos o
malos, ante todo, objetivamente, tiene pleno sentido el esclare-
cimiento y la discusión de «situaciones», ((casos», ««conflictos
de deberes», etc., .particularmente intrincados 13. En definitiva,
ésta y no otra es la razón de ser de la moral en cuanto práctica-
mente práctica. Y sería absurdo renunciar a esta fuente de orien-
tación moral que es asimismo un modo de formación de con-
ciencia y de desarrollo de la prudencia.
Después de una época de desprestigio para el casuismo, hoy
comienza a hacérsele j usticia. Y así un pensador tan alejado
de lo que el casuismo ha representado históricamente, tan alejado
asimismo de la Escolástica como Hans Reiner, antiguo discípulo
de Heidegger y uno de los pensadores sobre filosofía moral más
importantes en la Alemania de hoy, levanta su voz para excla-
mar: «Kasuistik? Ja ! » Según é1, es menester defender el de-
13 Ppr ejemplo, el de la histerectomía o ablación del útero cance-
roso durante el embarazo, lo que acarrea inevitablemente la muerte del l4 Das Princip üon Gut und Bose, págs. 13 y 20. Tanrbién los inves-
feto, y sobre la que han discutido Gemelli, Vermeersch, Jansen y Mer- tigadores sobre cuestiones morales hacen casuística para la quc, como
kelbach. vimos, Moore encuentra un lugar en el sistema de l.r ética.
.,,ill
't' (: Al 261
ID TI os (: t\ I 263
Desde esta perspectiva se comprende bien el profundo error jo.'. Si seguimos leyendo y vemos que el o*?1, la esperanza,
del estoicismo, que pretendía suprimir las pasiones 1 sin darse ia delectaf,iá, el gaudiurn. son estudiados entre ellas, comprende-
cuenta de que, si de verdad hubiese llevado a cabo esta preten- mos aquellas palabras: EI Doctor Angélico se da cuenta de
sión, en vez de conseguir la felicidad-que negativamente cifra- que el un o., lá esperanza,la alegría y el ¡lla,:er no son de suyo
fasiores, pero la tradición pesa sobre él -y -no se decide
ba en ello y positivamente en la virtud, pero entendida ésta como a
mera negación de las pasiones, d¡d.0era y 1pe¡ria, según dijo ya abandonaria. La psicología tomista, aceptando Ia concepción es-
Aristóteles-lo que habría hecho es suprimir la fuerza, el im- toica-sin perjuilio do reaccionar contra e1la, p-ero no en Ia
pulso de la vida, extinguiéndola. Santo Tomás se da cuenta de disposición- arquitectónica-no distingue adecu.adamente entre
ello, como se pone de relieve en el siguiente pasaje: upásiones,, y u"f..tos» 4 o, mejor dicho, sentimientos. Esta dis-
tinción no implica, por otra parte, la exigencia de que se esta'
«Virtus est homini naturalis secundum quamdan inchoationen.r: blezca una clase especial de fenómenos psíquicos, Ia de los sen-
secundum vero naturam individui, in quantum ex corporis dispo- timientos, a lo que .rr opon"n la Escolástica, Ilrentano y Zubiri;
sitione aliqui sunt dispositi vel melius vel peius ad quasdam
virtutes, prout scilicet vires quaedam sensitivae actus sunt qr¡a- sino que se limita a hácer ver que los sentimientos no_ pueden
rundam partium corporis, ex quarum dispositione adiuvantur vel *, .uiifi"ados y clasificados, sin más, como <<pasiones» 5, de no
impediuntur huiusmodi vires in suis actibus, et per consequens sustentar una concepción psicológico-moral estoica'
vires rationales, guibus huiusmodi sensitivae vires deserviunt» 2. Repito que Santo Tomás, aunque-acepte el esq.uema lormal,
rechazá la áesvalorización moral de la vida «sentiente» en que
La virtud es, en cierto modo, incoativamente natural al ]lom-
incurre el estoicismo. El artículo 3 de la Quaestitt 24 pone las
bre. ¿En qué consiste ese cierto modo? Le es natural como dis-
bases de una valoración moral de Ia sensibilidad, al¡solutamente
posición, pero no meram.ente pasiva, sino como fuerza, im-
diferente de la estoica. Dice en él Santo Tomás que los estoicos
pulso, ferencia.
consideraban que toda pasión del alma es mala; y esto, cierta-
En un error semejante al del estoicismo incide Kant cuando
mente, ., uerdud si llamamos pasiones del alma solamente a los
opone el deber a la inclinación. Pero si el deber, como hemos
movimi,entos desordenados del apetito sensitivo, en cuanto son
dicho, es un bien apropiado y por tanto apropiable, no hay po-
perturbaciones o en{ermedades. Pero si denominamos pasiones a
sibilidad psíquica de apropiación como no sea utilizando Ia ener-
iodos los movimientos del apetito sensitivo, entonces ya no pue-
gía de las inclinaciones, aunque sea para derivarlas, conducién-
de decirse simplemente que sean malas. Al contrario: a la_ per-
dolas por otros derroteros. Incluso para Iuchar contra deterini-
fección del bián moral compete que el hombre sea movido al
nadas inclinaciones, es menester siempre movilizar y fomentar
bien no sólo según la voluntud, sino también scqún _el apetito
otras, existentes ya en el alma, al menos incoativamente. Por
sensitivo, de acuerdo con las palabras del Salnlo: «,Cor metrm
ejemplo, para contrarrestar una tendencia desordenada al pla-
cer sexual es preciso apoyarse en la inclinación, igualmente na-
et caro mea exultaverunt in Deum vivum'tr
Las pasiones no son, pues, malas, segírn Santo T.más' Es
tural, a otro género de goces no pecaminosos, etc.
más, puéden ser buenas siempre que sean moderadas y regu-
La teoría clásica de las pasiones lra quedado indeleblemente 6
ladas por la razón. Y por eso hay una serie de virturles «circa
marcada por el unilateral influjo del estoicismo. El nombre mis-
passiones».
ffio, «pasiones» o «perturbaciones», lo está diciendo así. Por '
si la valoración de las pasiones no quedase suficientemente de.
ta ética moderna, a partir de los psicólogos ingleses cle los
siglos Xvu y XVIII y Pascal, y culminanclo en Max Schcler, es,
clarada con su nombre mismo, Santo Tomás precisa que la tras
al"revés que la ética estoica en particular y la antigua en general,
mutación en que ellas consisten «magis proprie habet rationem
passionis» cuando se hace a peor que cuando se hace a me.
3 I-II, 22, l. Cfr. también Cicerón, De li'nibrts, II[' 35'
a Sobre la ecuación Passiones : aÍlecttts, cfr' 1'll, 22, 2'
I Véase, sin embargo, el siguiente texto de Séneca, en el que sc 5 Por otra parte, una compt'ensión más aclecr¡arla dc la virla erno-
percibe bien que la ufuerza, de la virtud procede del psiquismo inferior. cional en un estiato más hondo y unitario qrre el dc l¿rs «pasiones' tietre
«Sostén y afirma el impulso de tu alma a fin de que lo que cs ímpetu que en{rentarse con cl utalanre, conto mo«[o r.le uencontrarse» afcctiva'
llegue a ser hábito» («Carta XVI a Lucilior). üente abierto a la realidad. Sohre esto, véase el capítulo siguicnte.
3 I-[I, 63, l. 6 I-lI, 60, 5.
q
T
((moral del sentimiento» ?. Según Scheler, la percepción de los ap1:etitu,et ternlinum in ratione, in cuius conformitatem appe'
valores es de carácter emocional. Son los sentimientos intencio. tit,., tenclit. Motum autenl virtutis est c converso, principitrm
quod a
nales los que nos descubren Io valioso de Ia realidad. Scheler habens in ratione, et terminum in appetitu, secundum
ratione movetur» 10.
distingue cuatro órdenes de sentimientos: los sensibles, los cor-
porales, los puramente anímicos y los espirituales. El sentimien-
to, intencional éticamente más elevado es el amor 8. Casi totlos La virtud está anciada en la realidad en cuanto buena, con{orme
los partidarios de Ia ética de los valores consideran los senti- ul" int"tigencia. EI sentimiento, en el mejor 4g 1o: casos' accede
a ella. La"di{erencia en el grado de apropiación del bien es evi'
mientos como el modo de aprehensión de aquéllos, si bien dis-
rlente. Los sentimientos nos son dados, no dependen de nosotlos;
crepan en su jerarquización. Así, por ejemplo, para Reiner, la
las virtudes son adquiridas, sostenibles y apropiables'
esencia de la actitud éticamente buena no consiste tanto en el
amor como en la «donación» («Hingabe»).
¿Qué pensar de esta posición? Que la separación de senti-
miento e inteligencia que ella implica reincide en un lopro¡rrJ;
del hombre mismo. Los sentimientos, si son intencionales, son
e'o ipso inteligentes, están vertidos sentientemente a la realidad.
La inteligencia humana es, como ha hecho ver Zubiri, consti-
tutivamente sentiente, vuelta per se a la sensación. Y no sólo
«vidente», sino también <<posidente», y justamente por eso el
acto moral, la volición, es radicalmente fruición. Lo que los fi-
lóso{os de los valores llaman sentimientos intencionales no son
sino actos de Ia inteligencia práctica posidente que constituye el
sentido moral (que consigue una aprehensión moral más certera
que ios «razonamientos» morales).
Ahora bien, una ética de los sentimientos, por intencionales
que sean, y aunque se borre la injustificada escisión scheleriana
entre sentimientos e inteligencia, no puede reemplazar a una
ótica de las virtudes. Esos sentimientos, cuando son indomeña-
bles-«passione stante»-, absolutamente fuera de control, no
lrertenecen, como dice Santo Tomás, al genus moris, sino al genus
naturde e, son constitutivamente inestables y no pueden ser apro-
p'iados, como las virtudes, esto es, convertidos en ét:hos. El len-
guaje usual distingue finamente entre el que es «hombre virtuo-
so» de un,rnodo cabal y ei que solamente es «de buenos senti-
mientos». Santo Tomás esclareció ya esta diferencia entre los
«,buenos sentimientos» y las virtudes:
/Es7'U os 7' C
dad y Edad Media), bien en Ia pluralidad de los sentimientos trata de dos conceptos-límite que no -llretenden reproducir. -Ia
(¡rsicología moderna). El hombre, desde el punto de vista emo- ,"utiau¿ tal cual er, sino esquematizarli para- su comprensión'
cional, es concebido como un haz de pasiones, como un haz de r.prtrra, ld.ul*.rte lo que en se cla junto' No hay
-realidad pues'
sentimientos, sin advertir la unidad profunda de la que éstos bro- .riudos puramente sentimentales sin mezcia de inteiigencia,
t¡rn (adviértase el paralelismo con la concepción atomizada de to que inteligencia es «estar en realidad», y este ¿slar e'¿ es an-
los actos y de los hábitos). Pero la vida emocional no es un amon- terior (lógiclmentef al estar cónto (triste, alegre, desesperatlo,
con{iado). El hombre es «inteligencia sentienter>, y nunca
tonarniento, urr agregado o una sucesión de sentimientos. De iguai pue'
manera que hay un ordo uirtutunr, en virtud del cual y contra den presentars" ..pu.Jas estas- dos vertientes de su realidad.
lo que creía el occamisrno, no pueden darse determinadas virtu- El hombre constituye una unidad radical que..el'uelve en sí
sentimientos de intéligencia, natural e7'a y moralidad'
cles sin otras, hay también un ordo alfectuutn¡ determinado por talante y
la disposición connatural a cada individuo. A la psicobiolc,gía, algunos moralistas predicaron una mo-
carácter. Por eso .uorrdo
a la psicología, a la caracterología y a la antropología iilosrifica ral clel carácter (d;;i;-pio, lot estoicos, Culvino' Kant' Nietz'
corresponde en primer término estudiar este concepto. Pero des- ejemplo el
sche en parte), y otros una- moral del talante--(por '
pués, también a la ética. La ética clásica presenta pasiones v vir- C^ti.t". ,i" ptái¿i, Lutero, Nietzsche en parte, Klages), si en vez
el domi'
de conformarse con pedir que predomine uno u otro'
tudes como los dos modos, en cierto sentido opuestos-<<dado» el
uno, «.adquirido» el otro-de que disponemos para perseguir na- o, ul'r"uét, iu ttpot'taneidad' el entusiasmo y la
nio de sí mismo
tu¡almente el fin último. Pero de ia misma manera que las vir- suprimido todo
vida apasionada, d.-"rrdu., un caráctel que haya
tncles (y los vicios) se articulan en un unitario carácter, éthos
ilÑiJ; natural'o, al contrario, un talante puro' lo que en rea'
o p€rsonalidad moral, también los sentimientos se articulan en un
lid;d piden .. .l ábrrrdo de luchar sin {uerzas contra Ia {uerza
unitario talante, páthos o naturaleza premoral. (La antro¡rología á"1 ut*, prr* logrrr un moclo de ser inaninrado o el
del regl'eso
tiende hoy, en todos los terrenos, a las concepciones unitarias: raleza Inimal (en la que ya ni siquiera cabría hablar
así, por ejernplo, la Cestelt'theoríe, {rente a la psicología de las
a la natu
de talante, pu".to qr" ¿.i. he** dilho qu" Lt la apertura inteli'
sensaciones; y asimismo Zubiri ha mostrado la prioridad del
<«sentido» unitario de la realidacl, por desgajamiento del cual
gible al tono vital).
A esta altura ¿" n¡estrs investigación se comprende
bien la
ocurren los distintos y especí{icos r«sentidos»). el es Ia materia
importancia del tutuntl para la étiáa: talante
PtítlLos y éthos, talante y carácter, son, pues, conceptos co- o {ueiza que poseemos Ia. forja del ca'
rrclativos. Si pathos o talante es el modo de enfrentarse, por na- fri-u, el thymós Para
partiendo'
rácter. Ei hombrá tiene que hu.rri., se hu"e en Ia vida,
turaleza, con la realidad, éthos o carácter es el. mocJo de enfren- es' Tiene' Pttes' que con'
quiera o no, de lo qrr" po. naturaleza
talse, por hábito, con esa misma realidad. Si el páthos es, en de-
tar ineludibtemente'.on^ ., talante v opelar sobre él' Algunos
finitiva, «naturaleza» (entiéndase esta a{irmación con todas las hombres encontrarán en éste su -i¡oi colab.rador (según Ia
reservás que supone lo arriba dicho), el €thos es «segunda na- corpo.ris díspositíone'
naturaieza-escribe Santo Tomás '-y '*
turaleza», modo de ser no emocionalmente dado, sino racional virtudes);
unos están mejor dispuestos que otros para ciertas
y voluntariamente lograclo. Quintiliano escribió que p'a.thos es para otros, en cambio, lu tarea ética consistirá en luchar, a lo
<<affectio concitata et vehemens)), en tanto que éthos es <<af{ectio ¡a sido dado. Pero
mocleratar,. Y erunque esta concepción no está forjada sobre la i*" i; .; vida, con ei umul talante» que les
también estos úitimos para luchar contra eI talante tendrán, en
realidacl, sino tomada de la filosofía, advierte bien la diferencia
cierto modo, que adapiarse a é1. A veces Ia lucha {rontalmente
entre una reacción espontánea y otra encauzada (bien o mal
ética será demasiado'dura y convendrá acurlir a otros meclios
encauzada); diferencia clue también percibe Kant cuando, en
la Grund.legung y en la Crítica de Ia razón práctíca, distingue á" op.ru. sobre el talante pár, "orregirlo e incluso para-Ia.sus-
citació,r del más adecuado. istos medios pueden ser psicológic9:,
entre eI Zt¿stand y lo que llama Besch{fenhe'it o compiexión de
médicos (terapéutica endocrinológica, psicote¡apia, etc.), ontoló'
la personalidad. prácticos, de
Talante y carácter son, pues, los dos polos de la vida ética, ;1.;, (descubrimiento de la ,eráorlera realiclad),
premoral el uno, auténticamente moral el otro. Pero impor'ta
mucho hacer notar que sólo por abstracción son separables. Se 2 I-II, 63, 1.
I
i
/E UDIOS ÉTtcos
persuasión retórica, religiosos, etc.) 3.
Natu¡armente, er desid,era-
tum consiste en rograr una sensibiiiaaa
nada a la razón prlctica, gu" ..,riituya
*;r;ü';; decir, coorde*
ra i;*;;ra rucha v aun
la escisión del aima por'lá ur-o"i"'y
no siempre es hacedero y
l^ pir;;;;;. p;.i ;J;
personalidad moral ," mbdirá-en ciertos casos Ia grandeza de una
por Ia J; ;"'l..?hl irt.rior. Lo
mismo en uno que en otro caso sigmpr"
que al hom-
";;;;;;; como
bre moral se Ie conoce, según dijo Aristóteles,
ar buen
zapatero, por el partido quelabe rá.r. CAPITULO XII
del cuero, Lu.no o malo,
que Ie ha sido dado.
Los modos de talante s.on muy varios,
y argunos de eilos serán
LA TEORIA DE LOS SENTIMTENTOS Y LA TABLA
examinados en lo.s capítulos siguientes,
plrolro *rr".ponde ha- ESCOTASTICA DE tAS PASIONES
cer su esrudio sistemárico ,i libro áe ¿iir". iiir"mbre_-cada
hombre-posee siempre ,n"ntulunt" furrdu*"rirrT"i No podemos realizar aquí un estudio clasificatorio de los
cambiantes estados dá ánimo. Todos nuestros
qre emergen
actos acontecen des_ impulsos, tendencias y sentimientos, porque esta tarea compete
de un talante fundamental
v tamb ié; ;;;;;;;";"
santo Tomás se planteó .rí" úili*a cuestión de ánimo. a la antropología y la psicología. Pero tampoco ¡rodemos aceptar,
ar preguntarse si sin más, una clasificación establecida ya por ésta, ¡rues las mírs
Ia virtud moral conocidas adolecen de la atomización que hemos combatido y
"y.q", darse :"1 n.ria1l"r.li;r*5'.in pasión a.
A Io primero contestó que sí disiinguiendo entre <«ex passicne, las investigaciones llevadas a cabo desde el punto de vista cl,,
y «cum passione», con distinción qü h d" K;;; las Stimmungen o sentimientos {undamentales dc la existencia
gung y mit Nei.gung repite. A lo slguldo aus Nei-
"nrr"
,"rpáraiá qr. Ia jus. son aún inmaturas y están necesitadas de revisión. Por Io cual
ticia puede darse sin pasión. Sin pisión,
por lo demás todas las virtud..; p..o sin *;i;;ue sí, como este capítulo es, inevitablemente, provisional.
sentimiáto, sin ten- Es sabido que la tabla escolástica de las pasioncs divide éstas
dencia o impulso,, no. Lo qu. €n concupiscibles e irascibles. Las primeras son el ¿lmor v el o,-lio,
-o.i.re es que en este caso se trata
de sentimientos d:. gu*" fría-com
h o la lclttu,ns la concupiscencia o deseo y el horror o fuga, el guurliurrt o delec-
y, por tanto, más fácilmente inadvertibles. o de Kant_ talío y la trístitia o dolor. Las irascibles son la esperan za v la
desesperación, Ia audacia y el temor y la ira. Sin entrar a dis-
cutir su problematicidad, varnos a retener, entre ellas, las que
más nos importan, por constituir una torralidad anímica, un
temple fundamental o talante.
El ga'udiu¡n indudablemente puede serlo cuanclo consiste en
alegría vital, confianza y tranquila seguridad dc la existencia.
Pero del gaudium, al menos en cuanto tle'let:ttttio, ya hcmos ha-
blado en conexión con la fruitilt. Hay sin duda otros modos de
enfrentarse emocionalmente con el mundo, ]a ,,calma» o el <rso-
siego» 1, por ejemplo, el temple inquisitivanrente teorótico (tlrco-
ría y otium)rla apntlrcia y la ataraxía2 <t acqunni,ntita.s, (lue por
presentar características opuestas a la c<¡nntoción o srrbitaneiclad
de las pasiones quedaron fuera del cuadro de éstas. I)entro de él
vamos a considerar, por vía de muestra provisional y casi sin
IE I U (' ()
/E UD ETICO§
Por eso tenemos que prepararnos a rearizar nuestra
persorraridad
moral a pesar de la angustia, a través d" mejor diciro,
contando con la posibilidad de ella. "ri;-;,
Santo Tomás menciona otros medios de aplacar
la
a.tes de citar el de_la conremplación de la u..'áua. La tristiria
relar;ión
es, en su ingenuidad, profunda. Dice-l? que la tristitio se mitiga
per delecta'tionent, p'er-lletum, es decir,. po. el lr;;;;
sionent om.ico'rurn y per som,nutn ut_'bárnea, p"; ;i
p* co,mpüs-
sueño y ros
baños. I-o que decíamos en er capíturo anterio, ,o¡.* CAPITULO XIIi
los metrios
psicobioló.gicos y de operar sob¡e el talante, aparece
,médicos
aquí previsto de alguna manera por el santo a. Áqui.ro. LA ESPERANZA
Sobre Ia esperanza hay, como se sabe, un libro español re-
cientey admirable, el de Pedro Laín 1. Uno de sus tnuchos y
grandes méritos es el de haber descubierto-por clebajo de la
pasión o sentimiento de la esperanza, liue puede preseniarse
constituyendo un talanie esperanzado, el talante del hombre que
{ía o confía en la realidad, o bien en form¿r cleficiente, en cuyo
caso hablamos de talante desesperado-una estructura ontoló'
gica, fundamental de la existencia humana, el hábito entitativo 2
(hábito de la primera naturaleza) de la espera. La espera hu-
mana supone el estado puramentc biológico de la <<espera ani-
mal», tendencia o impulso real del animal a su {uturo, mani-
fiesto en estructuras puestas de relieve nor los biólogos, tales las
del estado vigil o de alerta, estado de alarma y t<estar a la es['s¡¿¡
o espera predatoria.
En el animal el ajustamiento de este impulso a la realidad
iutura vi'ene dado. El hombre tiene que hacer su ajustamiento:
surge así ese orden de las posibilidades y preferencias, de las
que hablábamos en la primera parte, al estudiar el principio
antropológico; la espera humana es la pre-tensión3 o versión
del hombre a su futuro, la necesidad vital de desear, proyectar y
conquistar el {uturo. Esta proyección al futr¡ro se articula bajo
{orma de proyecto a (Heidegger) o, como dice Ortega, de «in-
vención del futuro». Pero a la base de todas las formulaciones
proyectadas o imaginadas del {uturo hay esta estructura, tejida
de fianza o creencia en la realidad y de proversión o pre-tensión
que Pedro Laín ha llamado «espera». Espera que en su traduc-
ción al plano del hábito a{ectivo o talante continúa condicio-
nada biológicamente y depende del «tono vitalr>, de tal modo que,
(:
os ETICOS
como ha dicho Laín, es el cuerpo misnio el que unas veces nos «movimientodelaparteapetitiva.consiguienleaia'aprelrelrsiíln
«pide» y otras nos «im'pide» esperar. Y esta dependencia es de un bien futur;,
"#;" 'y posible de i.. alcarrzador¡ B. Dcntro
sobre ei scntido de la pala'
la razón de la fina observación de Santo Tomás*procedente de de Ia Escuela ," fri ái..*iá"'mucho ,,elevado»? santo
la Retórica aristotélica-de que en los jóvenes y en los embria- bra «,arduo». ¿si;;ii;;-,,¿iti"it, o significa
farduum vel dif f icilem»,
gados abunda la esperanza 5. Los embriagados, por una altera- Tomás emplea "'t;;;;; lu- "*p.".ió" el sentido de
«arduus»
ción pasajera; los jóvenes, porque su pre-tensión es muy grande pero otra, en cambio, da a ta. palabra
((magnus» o ,,"r.uoi""' La diirepancia n.
es' sin cmbat'go'
enim multo habent de futuro et parum de proete- s' 1o grande y
de mucha *o.,,,i'1'á^;ñ;, t"*"
-«iuvenes ái"e Santo Tonrírs
rito»-; unos y otros viven en la esperanza, tal vez sería mejor
decir en la ilusión y en la esperanza. lo ciifícil van juntos' pode-
por encim. a"'i"'p"sión de Ia esperanza-que.también
Justamente el carácter estrictamente biológico y «dado» de darse un sentimiento espirit,al
Ia espera animal es lo que le da a ésta aquella «seguridad» can- mos llama, u.r,,..,"'i"l'iá"-p"de
es un }¡ien racional y
tada por Rilke, en tanto que el carácter «conquistado», siempre de esperarr", .,unáo el oil¡eto de ésta
nunca merezca el nom-
problemático e incierto, de la «creencia» o «fiducia» concretas moral. ¿Quiere ;;;át;it que tal estado imper{ecto-,
por natur¿rltlza
en que se basa la esperan za hace que el hombre oscile siempre bre de virtud-siendo Como eS po""'?10' Enton*:'1':ll
en su talante-más o menos-entre el extremo de la confiada pues sólo se espera lo que oú1 1.o""
este ,ttnto trataremos mas
seguridad: por un lado, y el de la angustia y la desesperación, 5. t""ili; á; lu m"gn"'imidad? De sobre'
"i de quá ciertos bienes
por el otro. Pero esa «seguridad» de la espera animal tiene, en adelante. De lo ;';;?';;y á'au es
pasan, por su utir*, a las'fuerzut-á'
l" pasión y aun a la virtucl
cambio, su reverso: que el animal no espera sino aquello a que el hombre as¡.lira y tiende
se siente estimulado por su medio y su apetito instintivo, en tanto natural del hombre' Y, sin emhargo'
Pedro Laín, elesperan'
que la espera humana es «suprainstintiva, suprasituacional e a esos inasequibl", bián".. como"di.e en cada caso espera' 1o
«algo" que
indefinida» 6. zado, a trau'és del^ni"fiál "on"'"to como término
espera «todo»
ri. Ug" el hombre espora
Hay, pues, que distinguir tres realidades: en primer lugar, las csPcl'anzas concretas
realmente contenido en cada una
de
la «espera» o pre-tensión de un ser futuro: QUe es un acto entita- to fclicidad terrcna'
es eI bien .rpr"*I, l' t"iitia'9' sólo como
tivo, algor por tanto, que en rigor somos; en segundo lugar, la ya vimos cuando traramos de
«esperanza», hábito afectivo o sentimiento al que por naturaleza sino como uroii,irá'r'.-Ahora bien, o l¡eatitttdc" no de'
niakariotes
tiende la espera, y en tercer lugar, el «aguardo» o acto de espe- la ielicidad quo ésta, en cuanto más allár de nucstro
pende de nuestio;;ñ;;" ético',porque cslá
rar, acto que implica siempre espera y aun esperanza, por tenue
y desesperanzada que ésta sea ?, por lo que el equívoco de la len- pod".. ¿Qué acontece entoncesl pueclc esperar securulutn
gua española, en la que una misma palabra2 «espera)) o ((espe- Hace .,otur* sunto Tomás que se 12'
to*Uié"' um t'iriutcrn altcritts
rar», confunde el «aguardo» con la «esperanza», es, más allá propriarn,i"*''Ji' p",.o "t"d p<tr vilttltl propia
de su limitación, un acierto que revela una conexión estructural. La primeru *un"" de espe]ar' la espel'arlza Sarrto l'6¡¡1¿!'s Ia
u-to'.eq,,n,1,,.
es la spes Orüt"*qlie cl'icha,
espe,'a,,2.,r tle ttrl ¡icn
La esperanza es, ante todo, como acabamos de ver, un «hábito (ftre
afectivo» montado sobre el «hábito entitativo)r de la espera. Este ilama exsp,ect;liJ."Ánor" bien: la inscns¡lo ¡roncrla clr la
sobrepasa tu. htlmana sería
hábito afectivo es el temple vital o talante de la esperanza. Pero "uiu'oleza
nadie, por esperanzado que sea, vive constantemente en estado 'viri'rcl teol<igal' tlc 1a cspcranz'a 13'
uirtusr)roprltt.TaIbiennoprredeC0ItSCt.:llit.setrrírs(lIlc{r§fl¿I'.
anímico de esperanza, ni nadie, por propenso a la desesperanza xilio uirtut¡r'otieno''- "' la este ca¡'ítul'r ]1o llt'ctcnclc scr
que sea, carece de rachas de esperanza. La esperanza: p'u€s, N[uy sumariameute' porque 'liirrn clc I',r,,llti I-,aítt, a.alr^nlo-' dc
además de ser un modo afectivo de ser, cs también un cambiante sino una ,"r"'q,r"'r.nrl*' nl
estado de ánimo; es lo que los estoicos llamaban, y los esco-
lásticos llaman, una pasión. Pasión que Santo Tomás define como 8 I-II, 4'0, 2.
e II-II, 129, 2.
10 I'Il, 62, 3, ad 2'
6 S. Th., I-II, 40, 6. 11 Oá' ci¿', 553'
5' 3'
6 Laín, ob. cit., 4ó9. rz I'll, 40" i,"-ua l' v. II--U'
'17'
a«l 3'
l'' L.ítr' oÜ' cit'' 510'')'
? Cfr., por ejemplo, En attendant Godot, de Samuel Becker. 13 santo r"Í;,at, s'' /n'' íl'll"iliz"v
*1
AI 281
tEs os ETICO.S
trascienda y desborde: Ia
ver la línea de despliegue que, sobre la base de la estructura v a nuestra tarea en el mundo' lo a Dios' No es' pues'
ontológica de la espera y pasando por el hábito o talante espe- ¿r;r;;;;"a" o"l*";;A *,,n¿o'encuentra porciue a algunos hombres
ranzado, por la pasión de la esperanza y por el «aguardo» o el camino mejor, pero es " tu*'no' ultraterrena
abre Ia perspectiva de una esperanza
solamente se les
acto de esperar, se levanta, con la gracia, a la virtud teológica tias-el abándono de todas las
de la esperanza. Y se comprende muy bien que esta línea de tras el desengaño y la desilusión,
€speranzas terrenas'
uulo' positivo a Ia desesperación en
despliegue posea un sentido moral, esto es, que se encauce según otro
una virtud-virtud natural, virtud moral-de la esperanza, sobre Lutero quiso fu'
ji' i;á;, ieprobable: la desesperación como
la que hablaremos más adelante. sentido, que es,
como, por decirlo así, }a
Mas la espera puede orientarse no sólo hacia la esperanza, inseparabl" d" l, {*, la dásesp"r.ián
'C"!" distinguir uYn" en el pensa'
sino también, deficientemente, hacia la des-esperanza. EI «no otra cara de la i" ;';¿';tu' áe "saludable desespe'
saber a qué atenerse», cuando trasciende el ámbito rnerarnente miento luterano, ;;; {;t;as diferentes
ración» que en éi;p;i;; ñtunaiaur r la de
desesperación
intelectual y se apodera de ia persona entera en sus proyectos y del creyente oscilaría
¡rretensiones, en sus invenciones y esperanzas, conduce a la
la salvación, en "i "'itido de que J talantesalvarse' y en segundo
entre la con{ian za y la dt"'pt'utiOn
dt
desesperación.
;;;;Ji"-i",^"r-á."it, Ia duá' existencial
Nos importa ahora, porque incumbe directamente a nuestro lugar, tu d.r..pái"itá.
tt-i'' llamado Ia fe «escondida»'
cometido, preguntarnos por el aspecto moral de la desesperación, sobre si se tiene o no {e, 1o que
pasión ésta en el sentido más propio de la palabra, puesto que Estad.r"rp.'u"iónluteranae§expresiónextremadaY'Por
tener valor
la transmutación de ánimo en que ella consiste es peyorativa y tanto, inadmisible, de una desesptt"ibn 1'" P.'*u cómodo
dit"i*do de
no meliorativa, como las pasiones impropiamente llamadas así, positivo: Ia d";;"*'";iái 9'r
Ios fariseos y oe iantos cristianos
al uso' mero garantizad:: -9,"
";ñi;;;
la es¡reranza,la alegría o el amor; esto es, conduce a un estado en el mundo y de nuestra «segun'
psíquicamente peor que aquel en que se encontraba el sujeto nuestra «buena "onti""tia»
dad» de .^lu".iát ,tltna' tl *unáo;
o üi"tt la desesperación
antes de que se apoderase de él esta pasión. Repitamos la pre- en la airtus propria como
gunta con otras palabras: pese a la deficiencia constitutiva de que destrry" tu?"ii;;;; pelagiu"'
porque, ya hemos visto
como
la desesperación, ¿puede poseer este talante o esta pasión, en autosuficiente paia iu ..trá.ióri. solarnente
antes, solamente una §p€§ qYP abrl a eecspcctatio'
.t" y l* gt"ia puede convertirse
la vida concreta del hombre, algún sentido moral? Creo que sí. ;i"
A veces la esperanza tiene que pasar a traués de la desesperación una spes qr" .J J;; '!ligio"
y sobreponerse a ella. Y quizá para esperar de veras, para espe. en la virtud teologal de la esperanza'
rar profundamente, haya que haber desesperado de muchas co.
sas; la desesperación puede decantar y puri{icar, puede esen.
cializar nuestra esperanza.
Pero yendo ahora al plano religioso, ¿tiene o puede tener
algún sentido positivo en él la desesperación? Creo que también
debe contestarse afirmativamente esta nueva pregunta la. Por
de pronto hay hombres que para llegar a la esperanza ultrainun-
dana se ven obligados a pasar por una desesperación intra-
mundana. No es, probablemente, el mejor camino. EI mejor
camino consiste, a_ mi p,arecer, en renunciar a Io natural por
un sacrificio, cuando aún conservamos nuestras esperanzas pues-
tas en ello; es decir, renunciar a una esperanza por otra
ranza más alta. O bien esperar, a la vez, en el mundo y en-".p"-
el
más allá de é1, con ulla esperanza que, sirr renunciar al mundo
2u.l .\ UD CO At 285
Al 289
IE TUD os
como una transposición o humanización de
ciertas notas del
Tal la construcción de Nygren, como se ve en Ia más pura
es
línea luterana, aunque frente a ella, con un reconocimiento del amor divino, puro rebosar de una.plenitud sin «.aspiración»' sa'
arrojada a voleo'
<<catolicismo» de San Agustín. Durante los siglos XVII y xvtrr, el .riil.i" ,,i fín"Ua"á, ,*ittua inútil],, igualmente para
siempre
todos
protestantismo y las herejías inspiradas en él pretendían ampa- puro modo a. .., q,e, como el sol, brilla
rarse en San Agustín. Los protestantes actuales renuncian a ello. i;;;;tres, buenás o malos, y sobre todas las cosas'
La .construcción de Nygren presenta tres de{ectos muy visi-
bles. En primer lugar, el de ser, precisamente, una pura cons-
trucción; es decir, una proyección sobre los autores antiguos de
los supuestos interpretativos del propio Nygren. En segundo lu-
gar, su irracionalismo voluntarista, que concibe un Dios desde
el punto de vista humano uabsurclo>,. Finalmente, esta concep-
ción hace incomprensible el an:lor cristiano en el hombre. Pues,
Ilor una parte, el amor del hombre a Dios no puede ajustarse
al esquema de la agáp,e, puesto que no puede ser inmotivado,
y por otra parte, el amor cristiano al prójimo queda sin sufi-
ciente justificación teológica.
Ya que acabarnos de re{erirnos al amor cristiano al prójimo,
conviene ahora que, dejando a Nygren, procuremos caracterizar
este amor, no desde el punto de vista teológico, sino natural 11.
Frente al precristiano amor al prójimo como próximo (amor a
los familiares, amor al pueblo y la patria), el amor cristiano al
prójimo es uniüersal, y frente al amor a una persona por sí mis-
ma, por su modo concreto e individual de ser, el amor al prójimo
es general: <,homo quidam», dice la parábola del buen Sama-
ritano. Se ama al hombre, a cualquier hombre, a todo hornbre,
no por sí mismo, sino por Dios y con el amor de Dios, y se ve
en él al mismo Cristo Dios. Amor, pues, universal y general,
pero p'ersonal 12. En esta última nota se distingue del que
Nietzsche, y tras él llartmann 13, llaman «amor aI lejano», y
que puede ser amor a una idea o a un ideal, o amor transper-
sonal a la humanidad, al superhombre, al hombre del porvenir
(Liebe zum Fernsten und, Künltigen), etc. Amor siempre sin
reciprocidad posible, puesto que es amor a la idea o ideal del
hombre, no al hombre real.
Los mismos Nietzsche y Hartmann han hablado de otra suerte
de anror, la Schenkende Tugendra o virtud donante, que sería
que poseen la sapientia mino,r de las rerunT. humanarurz. Todavía metafísico, la supremacía del páros t hóros
(lo que es el bien,
en la Eüca eudemi.a 10, la virtud no era más que un instrumento a{irmaban- los pitagóricos) sobre el áwiron ( gu-" es el
IE os TI os (: AI
TU
ción a éstas, puesta de manifiesto por la orthótes de nuestro Ia elección n y, suma, a la prudencia, virtud intelectual qYe
mirar (mirar derechamente a las ideas en vez de mirar a sus *rrrir," la "r,
ápli"ación concreta de la recta razón
22. El segundo
It {t (;
realidad, y aquella
citiva» ynos proporciona el senticlo de la
guiCa, es Ia virtud del sentido de Ia realidad-corresponde a ia dei bien concrcto; pero
repulsa de la especilicación moral por el objeto, es decir, por
otra «secundum qlod sst praeceptiva» de la polémica sobre el
la realidad objetiva, ) gue una ética de la buena voluntad pura lo cierto es que iot 'o*itias' a tu"uen esta segunda que en la
imoerium, han p"t'"a" *"ho *át
no puede admitir otra especificación moral que la del línis o,pe-
rantis.
ori*.ru, infinitámente más importante'
n"'i;;;J;;t únicos campeolles
En realidad, la concepción justa de la ética es inseparable
;'e ni siquiera los tomistas'
h.n sabido ver toda la
del concepto de la prudencia, y por eso no es ninguna casu;rlidad
de la prudencia J" i""¿plü"*oaánr, opuesto a ello:
importancia de Dos obstácuÍos se
que Aristóteles delimitase a la uez el ámbito de la moral frente a "*-'i",j' J. lu 'an
ética (lós act'os) v la
la metafísica y a las otras ciencias, y el de Ia ph.rónesis frente su concepción atJmi;; del objeio como
i"ució, tle las virtudes
aplicación u tu. piu^á*;; J" h "llif lle'ado a ver en ella
a la sophíar por un lado, y la tekltne, por otro. En el alma racio- *.Oro,,,"i""q*-i"1u1*""1" ha
<<término
mediocre' .cuya función
una virtud *orig"*aá'u, alicorta y es «prudente,
nal cabe distinguir dos partes, ro éttote¡rovtxcív, que es la que se
ocupa de aquellas actividades cuyos principios son invariables, primaria .orrrirt"".i',;;;;;t"". lo qy" Y.rechazar
eso, cn
a saber, éttotl¡¡rr¡ y oogia, y to ).oltottxcív, a la que conciernen f"';ilffirü;;;;;¡ente, etc. pe.o la verrlatl es q,re todo
aquellas otras cuyos principios son variables, a saber, téXvr¡ la prudencia, apenas constituye
1o que no es unr'Lti].*l"ia"-a"
y gpdvr¡oiq. Por tanto, es claro que esta última no debe con- stlya' Si tenemos prc-
rnás que una tunción secundariamente
fundirse con la sophía, como tendía a hacer Platón. Pero ¿en sente que el de L *átul no 'Ln los actos tomados
qué se diferencia de la tekhne? La telchne consiste en itciiq,ot3 ,uno a uno, sino
'iftimo
"f¡ti"el étho's unitaria' y puesto
o ptt'o"ulidad moral
esto €s, en saber facere, en saber hacer cosas. La phrónesis que la ,idu *o'li ;";;t;'; quehacer
y realización de mi voca-
consiste en npci[tq, €sto es, en saber q,g,ere, en definitiva, en «sa- ,ción o «esencla ética>r, claro ""á qut
Io pli-"t: rlue ha de
ber vivirr». (Sapíenüa ín rebus humonis o ad fune u'iuere.) y áío t'*' día' al hilo de cada
hacerse es determinar en toncreto hacer (porcluc
Platón había confundido la pru'dencia con la sabiduría. Los situación, *i,";;i¿tt-á lo q'" tengo que
'lmcemo's
'u"u' ho"n v a través
epicúreos, al comprender aquélla como un logismós o cálculo :nuestro ,",."ruiii^;; ;;;ti''á 'i''' esto es Io que
juitanrente
razonado que <<mide» lo que se ha de hacer, y Ios estoicos, al de lo qué no'r'*Z')' "\g'." bien'
virtudes no consisten sin<r
reducirla a reglas, la confunden con la telchn,e o ors, y al tratar el incumbe u tu prrJ.í"ir. Í las demás y pol ello los esco'
agere como la'cere, pasan del régimen prudencial al racionalista en Ia ejecució, ;;^ü';"; "i".dtt"tmina' distinciones-señalan'
las
del ars uü¡endi. lásticos-tan afiñ';;"; a multiplicar para guiar a cada
Si recordamos el análisis llevado a cabo en el capítulo ter- *"-".p..ial
" r,
lunto p.ui",i.iu*grn.rut,
cero, comprenderemos bien el papel de la prudencia. Decíamos vl.ltud.
allí que el hombre, mientras proyecta por proyectar, se mueve sin santoTomás,siguiendoaAristóteles,ciceró.y-Macrobio,
e de Ia prudencia' la memoria
resistencia alguna i pero que el verdadero proyecto, el posible, ,distingue como;";;:;';'*gt"t"t
se hace con vistas a la realidad y tiene, por tanto, que plegarse enelsentidodelaexperiencra,.elintelectóenel-sentidodeinte.
o atenerse a ella, apoyarse en las cosas, contar con ellas, recurrir lecciónde Io d"ái'' visiór' clara,cic. Ia situació.)'
a ellas. Pues bien: este plegamiento a Ia realidad, este uso con- 'il;'i;i-[t'
Iadocilidadparaseguirelbuen,.on..jo,|asolertíaoprontitud
lo que llamamos ser
creto y primario de la inteligencia, que, frente a la rigider ^;!*ilá"
,en la eiecución y lá razó" 9!9 signi{ica
propensa a la repetición habitudinal T posee flexibilidad para ri e'":'!:'y:i^t¡ue i^cluve la
iuicioso o ,",*i¡i;' Ia circunspccción tlue es atenta
adaptarse a las nuevas situaciones, es precisamente la prudencia. «previsión» y Ia «provisiónrr ; y la. caución, prccau-
Joseph Pieper ha visto bien B que la prudencia es la virtud de considera.ia. á, tádus las circunstancias
la realidad y que lo prudente es lo conforme a la realidad. JJes- pult-": st'l'jetivas' de las cuales
ción o cautela' Of*'g" Lmbién I'roccde dircctamente
tacar esta dimensión es sumamente importante, porque la ¡rru- política.
la más importalt;i; prudencia
Sa.to 'Ionrás lla.ra partcs
dencia tiene dos vertientes: aquella «secundum quod est cognos- d"'Ar;rró;i", iil-.f lruaio de lo que
?Recuérdese lo dicho en el capítulo anterior sobre Ia inercia o
mecanización y sobre la «tiranía>, de Ia virtud. s S. Th., II-II, q. 49.
B Cfr. su Traktat über die Klugheit. Sobre la virtud de la prudencia to -
¡t¡.
-
Ni.., VI, 9, 10 Y 11'
debe verse también la obra de Th. Deman, O. P., La prudence.
/E TUD TI AI
potenciales 11 de la prudencia: ra aüpou).ia o buen consejo, la
¡lrepararon el camino rescatándola: el hombre «industrioso»
': buen jricio y
oüveotq
communes
ra pdr¡rr¡ o capacidad de obrar «rlraeter- ha precedido al «industrial». Y en tercer lugar, la providencia.
regula», conforme a prirrcillios más altos. t*poriu
señalar que esra. última .o.."rprn.ie, La «providentia» era para Santo Tomás, como hemos visto ya
dent.o d;i;;." de ra pru- también, simplemente una parte integral de Ja prudencia. Pero
dencia, a Ia epiq.ueya .n t" la justicia.-r*'nos con{irma
tl lo_ que ya sabemos: Que "l las virtudes están estrechamente la <<providentia» humana aparecía, claro está, enteramente subor-
vinculadas entre.sí-y-que esta vinculación dinada a la Providencia divina. Con la modernidacl se debilita
no es sino manifes- el sentido de lo trascenclente, y el hombre del Renacimiento,
tación de la unidad dei éthos y en
i la inevitable artificiosidad
de toda clasilicación sistemátiáa'de Ias virtudes: haciendo suyas las palabras de Epicuro, sustituye la providen-
la ethica ute,ns cia de Dios por la del hombre. El párhos de grandeza del hom-,
desborda los cuadros de la ethica d,ocens.
santo Tomás estudia también la imprudencia bre que afronta solitario su destino se contagia a veces hasta
en sus distin-
precipitación, inconsideració'n, in"on.,uncia y
a quienes están lejos de compartir su irreligiosidad. Veamos,
:T-j:^ti?
gencra, pero nos interesan más la prudencia imperfecta'"
negli- por ejemplo, estas palabras de Kierkegaard: <rBella es la pre-
algún especial negocio, que llama uindustria,,, ;;;; visión de una providencia que a todos atiende y cuida de todos;
dencias, a saber,-lu uprudencia de la ;.;;;,'{u"i-ir. pero más bella es la previsión de un hombre que es como su
{arsas pru-
aplica a un bien la que se propia providencia» 14. Si esto les ocurre a los hombres ¡eli-
tomado como fin último, ". y Ia astucia giosos, ¿qué no dirán los doiorosamente ateos, como Nieztsche,
"rr.rrl en el uso
y el dolo, que consisten de medios turrt., simurados o los que, como Hartmann, separan la ética de la religión?
o aparentes, y la solicitud y digo qr.- no. interesan
_superflua.
más. porque Ia época- modernr, El primero afirma que el hombre debe fiarse a su poco de raz6n
que pe.dló Jompletamente el porque corre a su perdición si se abandona a la Providencia.
sentido de la virtud de la prráer"ia, ha
retenido,
dolas, algunas de sus nartes y a. .ri *rf*"'pr.i*. desorbitán- Según Nicolai Hartmann, el mito de Prometeo es el símbolo
En primer lugar, ia sottiíindo. para santo Tomás más profundo de lo ético. Prometeo, «e! que piensa previa-
forme al senrido ascético de ra ra.a M"dt;;-]; y con- tnente», es el previsor, pro-vidente; pero lo es porque ha robado
cada a las cosas temporares rayaba. casi siempr€
soricitucr dedi_ a los dioses su Providencia, fundando con ello el éthos del
en Ia superflu,i- hombre. Esta previsión se conjuga con la so'llicitudo, que ad-
dad.y desde-luego.se oponía cási siempre
u rá urrira de la nrag- quiere así otra dimensión: preocupación, no ya por las cosas
nanimidad. La solicituá ha de ponerse
en r* espirituares, en ra terrenas, sino por el ser mismo del hombre, que, al no sentirse
que, por añadid*r, se nos darán aquéllas
:":f*lr:-de
._1..11
e¡r la ya amparado por la bienhechora Providencia, sino abando-
sea conveniente. El calvinismo opera aquí
i:"::ii
Ia gran : ,ros el buen negocio
revolución: nado a la «fortuna», suscita el «cuidado» barroco de un Que.
temporal es considerado vedo 15 y Ia «industria» y «prudencia» de un Gracián.
prenda y señal. de predestlnación.
_
o. é.t.--odo
"9m9
citud la soli- Efectivamente, junto a la sollicitudo, la industria, la proui-
por los' biener t"ápo.ur". cobra un ."niiao positivo, dentia y la cura que, como piezas arrancadas de Ia virtud de la
de.sde el,punto de vista religioso r2.
En *grra"lr*u.,
tría' rndustria era,-para santo Tomás, .J-o h"-É ra ind,us- prudencia, serían en sí mismas plausibles de n<¡ haberse desarro-
forma imperfecta dá prudencia; pero en general dicho, una llado unilateralmente, en detrimento de otras virtudes, en la
a toma¡ esta nalab.r. gn él se inclina época moderna surge una cuarta {orma de prudencia que, más
-rreor parte aún, haciéndora sinónilna que desordenada, debe ser cali{icada de {alsa prudencia. Aun
de malicia'e. bl cambio ¡r.t¿.il"o de signo
en la acepción de cuando con antecedentes en el plano de Ia moral política (Ma-
esta palabra, su transfiguración, e. verdJderamente
te' En ella se resum€ h-oy ra hazaña del hombru sorprenden_ cluiavelo y sus discípulos), su fundador en el de la moral per.
dominio y explotación de la naturar"ru. p"ro.;;;rl.
ác"id"ntal, su sonal fue Baltasar Gracián. Como se sabe, el tema constante de
ficación por el industriarismo, ., magni-
.ulrini.*;-r";i barroco ya
"l 14 Entweder/Od,er, lI, 243.
l1 I-[I, q. S1. 15 El «cuidado» quevedesco es, a la vez, existencial y literario, en
12 Puede verse sob,re esto cuanto procédente de la cura o mérimna de los estoicos. Como se sabe,
.ra gran bibrio gtafía prorrucida a partir
de Max Weber. Tamb_ién .u; lib-'Ei Heidegger ha recordado aquella sentencia de la .0p. 124 d,e Séneca, según
13 cfr. s. Th., r_rf, za, uá- ¡,rotestantismo y la nrcral.
t lr" íi1"," ií,"íi"'í {n.," la cual en tanto que el bien de Dios fue completado por la
el del hombre quedó a su propio cuidado.
naturaleza,
306/Es TICO
(:
Gracián es el del,«arte de prudencia» y su obra
[oda quiso ser
un man'ual para el «discretol,. pero h píu,i"n"il;" gulares que es la prudencia, y por su contagio de idealismo
Gracián es la
prudencia de la carne o, si se prefiere'ra-r,.prrrii", sustituye ésta por la conciencia. En los libros de teología moral
ra prudencia
mundana. Gracián, pese a su estado ,:ltgiJ.;,"ir"'f,"ri¡r. moclerna acontece, como ha escrito el padre Garrigou.Lagrange,
camente «moderno», para quien lo
iipi:
una «quasi-suppression du traité de la prudence» 11, y en la prác-
-celejial en lo qrc todríá
se cree, está abismarmente separado de ro i"rr".ro. tica moral cristiana ésta tiende a concebirse como una destreza
y, además, hombre éspañol y plrrii.r, Hombre minimalista para permanecer en el límite mismo de lo permi-
f^"-|::T Quevedo, eu€, como
sentía la dLcadenóiu'd" s,, pui. y Ia sen_ tido, sin caer en lo prohibido lB.
::rnHy
tra también, como Pero si aquellos que tenían a su cargo, por decirlo así. la
.«desengaño)), en su propio corázón.'El hom-
bre gracianesco vive en-soredad ; ;ñ;;i;;i, virar cruda, conservación del sentido de la prudencia habían llegado a esta
amarga, desilusionada. Vive en ,r, *rnio idea de ella, ¿podemos extrañarnos de quc los modernos no
hostil, ,od"udo Já
enemigos. Pero su reacción no es ra der ..hé;;;;, viesen en la prudencia sino la habilidad para conseguir el propio
titule así uno de sus tratados; va a defenderse
por más que
y luchar, no a bienestar mundano? Las palabras «prudencia» y «egoísmo» apa-
pecho descubierto, sino
"r-ráo
entendida como industria,
ú .;;;;"i"rur. prudencia
"",.rrt.ü,
recen en los escritos de los siglos XVII y xvIII constantemente
astucia, l*utr.i¿. ;- J;l;: juntas-'por ejemplo, en inglés, «selfish prudence»_.*, y aun
Y esto en un doble sentiáo, ,,.upr"."ntando», fingiendo-unas cuando Butler, partiendo de Aristóteles, afirmará t'¡ue también
veces más, otras vec-es menos, ságún el sell-loue es uno de los principios de la moral, es claro que la
realidad se es-y «descifrandá, ü -r;;;;;ár?"iiom
fo qr"-ro
"oruungr,--d"u prudencia, como la virtud del egoísmo racional, continíra apa-
En este mundo, ya
del rivat-
T sabido, ñ;; su juego: lo reciendo, en general, como virtud inferior comnarada con la
"rar-.uui rr¡i" Ios demás. pero
que imp-orta es que el nuestro prevarezca benevolencia. El concepto peyorativo que de la prudencia tiene
¿de verdad es esro, para Gracián, lo gy";;;.irl ñ",-;;;q;; La Rochefoucauld procede, por una parte, del racionalismo y,
nuestro triunfo forma también parte ail y por otra, de la reacción s6¡¡tra Gracián, de quien fue buen
¡u"go cuando Ia re-
presentación se acabr nada quedará sino "d"íengaño conocedor, según han mostrado Bouillier, Coster y otros. El
Gracián no es un hombre aÉt Renacimiento, siio
y ,ol.duJ.
der Barroco. racionalismo transparece en aquel pasaje en el que dice que,
Por eso, aurr cuando.
lra¡a rearizado ;, ri pi;;"-á. r, prt;;iü;
y de Ia moral individuál
por tener que trabajar en materia tan cambiante y desconocida
una obra paralela , l, d, ivtuqriurEi" como es el hombre, la prudencia no puede ejecutar con segu-
en el de Ia teo¡ía y Ia morar porítiü, no ti"n"lJ"r.,
-los propia ridad ningrrno de nuestros proyectos 1e. La influencia de Gra-
l¡Tr.Españo.l por cuatro costados, ,t ,nunao-no es morada cián en este otro: «Les vices entrent dans la composition des
Io bastante dilatada para su afán y su orbe,
por ro menos el de vertus comme les poisons entrent dans la composition des re-
sus obras se cierra rob." sí mismo,'sin feliciáud
.ri iru.cendencia. médes. La prudence les assemble et tempérc et elle s'en sert
Gracián está solo y por eso le amamos. pero utilement contre les maux de la vie» 20.
su «arte de pru-
dencia»-«arte». es Por supuesto, el gran reformador de la ética, Kant, parti-
.iecir, conjunto d" ..gir."ir.u maniprrrar
Ia reatidad y no senrido cipó, como se sabe, del concepto peyorativo tlc la prudcncia que,
;.rd;;irl, io,nri"i);;
porque et casuismo no ha- pasado í;" p.rcrencia,
como habilidad pragmática, para ejerccr inilujo sobre lr¡s otros
yo, la más eficaz conr¡afiguru á" ñ. ;i;;;;;Jjh, sirro, r:reo
hombres y utilizarlos con{orme a los propios dcsignios (Weltklug-
iu pruJ.n;ü'; para surgi-
miento, por reacción,. der-antip.ri.n;i^r;;;"*odlrnn elque heit), para la consecución del bienestar privaclo (Privalklugteit),
mos a estudiar a continuación. va_
nada tiene que ver con la moral. De este modo, como vcmos,
La primera forma de éste procede toda Ia ética moderna, lo mismo la concicnci¿rlista dc los si-
.también, como Gr.acián,
del seno de Ia Escorástic. y .r'.i-casuismo.
hemos visro más El'caluismo. y. ro yt Apud Pieper, pág.
15.
-arriba, "J ;;u-;" h. i;;-;; !lr" ,"u;.,"n er 18 Cfr. 'Werner Schólgen, Crenzntoral. Soziale Krisis u.nd neuer
racionalismo v er concienciarism" ;;;;. p;;'racionarisra, Aulbau.
el casuismo ná podíu ;p;;;;;ia 19 Réllexion ou et maxímes morales, LXV (cfr. este Iren-
ui.tud de las situaciones sin- sentences
sanriento, más ampliamente desarrollado, enla 1.o ed., bajo el nrim. LXXV,
v muv Ieído en Francia y y en las posteriores, hasta la penúltima inclusive, bajo los núms. LXVI
". ii-,?,3::i1,"T,:;;,,'iof'#",,11?j."ido y xxv).
20 Ob. cít., CLXXXU.
--.,!
1
I
,:]08 /E TU I
TI I
I
I
glos xvrr y
xvlrl que la fundada por Kant, se ha hecho
mente contra la prudencia o, nr";o, precisa- ;
defo_rmado de
-' --'- dichá, ;;;.; un concepro
la prudencia.
Hoy mismo y- pese a los es{uerzos
de
dencia no ha ..*biudo ;, ;i9j;^;;;r;üi", los tomistas, la pru.
,r.r'i,l".ur, su nom-
bre misrno constituye una aificultaa. prudencia,
una virtu,l utilitaria, y pequeña, se piensr, es
br.grerr, que busca «seguririad»
frente-al riesgo y r;.ir.;;rriára"constituriva CAPITULO XVII
tico. Esta crírica^es-in*.i..iáu del exisrir autén-
Ilev"a siempre consigo
porque la decislón prudencial
LA VIRTUD DE LA JUSTICIA
2r' su riesgo propio, riesgo vitar, desde
8o y además el iiesgo inte'leciual-con lue-
todas sus consecuen-
o" acerrar o .q,,Tuo""...,- i. I";;; ¿A qué se refiere la justicia como virturl? Sin duda, a Io
;i,T* " *rr"*rar la tarea justo. Nosotros no disponemos más que de un solo sustantivo,
Finalmente, la- prudencia es atacada
hoy en otros dos frentes: «justicia», para designar la realización de lo justo y lo justo
el de la ética de lá .itr.iár,,;;;" mismo. Los griegos, en cambio, distinguieron lingüísticamente
aparece' al revés-que desde Ll r" _..r1 prudencial
"l "rál.o*o-J"iasiado
.u.ui.*o, la Díx1 y Ia Drxatooóvr1. La segunda palabra deriva de la primera,
lectualista, v desde ro...iri.-ur"iu" inte-
(.o*" .r a. ñeiner), he¡e- del mismo modo que la justicia como virtud se funda lógica-
deros de Kant, continúan ."rr.r'ndo mente en la realidad de lo justo. Por tanto, la pregunta funda.
mente recror, Ia buena voluntad
Io «bueno» y ro «morar-
y .o.ro.l;;;rj moral. mental que debemos hacernos es ésta: ¿qué es lo justo? Pero
"t para prepararla podemos empezar por esta otra ¿qué enten.
dieron los griegos por Dixr¡?
El primer texto griego conocido, que hace réferencia a ella,
la pone en relación inmediata con su contraria, la «D¡xia. Es el
fragmento de Anaximandro que dice así: é[ óv bé r¡ 1éveotc éotr
toiq oüot xar triv g0opriv eis ra,ura. liveo0at xata rd Xpeóv. brb«jvat
i<ip aütct Díxr¡v xa¿ tiorv <i).).r¡).orc tic ribtxiac xata tiv Xoóvou td.[tv.
O sea: <«allí donde está la génesis de las cosas que existen, allí
mismo tienen éstas que corromperse por necesidad: pues ellas tie-
nen que cumplir la justicia y pena que recíprocamente se deben
por su injusticia conforme al orden del tiempo». ¿Qué significa
este texto? l.
El tiempo cósmico es, en su cos¡nos u orden mismo, instau-
ración-y restauración-de la justicia o dike, cerramiento de
todos los círculos que van abriendo las diversas injusticias o
adikías (restauración del equilibrio perturbado, anlapódosis pi-
tagórica, antídosis aristotélica). Dike es, pues, primariamente,
e! orden de la p/zysis que, como ésta misma 2, incluye en sí el de
la pólís y, €n general, el de las cosas humanas, y que se cumple
1 Heidegger ha dado de este fragmento, en trabajo a él dedicado,
e incluido en el libro Holzwege, una interpretación muy personal, con.
forme a su propia metafísica. Puede verse también la de Jaeger en La
teología de los primeros lilósolos griegos, probablemente demasiado «ju-
dicial».
2t Cfr. Santo Tonrás, l[_II, 2 Yide stlpra, cap. IV de la primera parte.
4,1, 9 ad 2.
\
('
310 IE c'os
por virtud de una concepción rítmico-religiosa del tiempo 3, conceptodelajusticiasiguesiendotambiénelaristotélico.En
porque, en efecto, el tiempo es dialéctico, de tal modo que hay efecto, para Arist;;h, lI
justicia f.e;f oü ¡répoc tipetr¡c d¡.tr'ó)'i1
un tiempo de la adíkia o perturbación de la justicia, pero tras él <ioarn éotlv no p""á de h 'i'"ua' sino -toda Ia virtud'
hay un tiempo de la remuneración, de la expiación, del sacri.
"."r"*
il'*,:,fir:'ir"plJuura justicia en este sentido plenario-el
que
como' aun cuando
tiene en Ju a*pr".ión uuu'ót justo»-'
que e^s
ficio... Realización cíclica que se cumple por una ley del des- ( «iusti'
tino, pues, como ya hemos dicho, se trata de una concepción .rüJi¿i,á"I" tuáüi¿n santo -Tomás que sus
vacilantemente, sig;,;
a- decirse
cósmica y no simplemente moral. tia est omnis.virius'), es como puede llegar a malo» B'
La primera forma, por tanto, bajo la que se ha concebido partes integrales'Jo'""iut"" Uo"u*' y Lao'tinare
histórico-etimoló'
Ia, digamos-aunque impropiamente-, d,ikaiosyne ha sido, pues, En resumen, a través d" "rtu inda[ación de Ia iusti'
las áos"dimensiones
no la de una virtud humana, sino la de una vindicación cósmica, gica hemo.r.pu"rtJa.-*r"iii.sto
cia: su drmensrá;;;"" t : ÑZ^"it) y su dirnensión ética
divina: es la Némesis. La palabra némesis, como la palabra con"
también que' en definitiva'
themís, expresa en su etimología misma (de nornos y vé¡rol y de |Z ailrriÁi"ii. rlemos visto Tomás e' en iustari o ajustar'
la raíz 0e, de donde tt0r¡¡rt, respectivamente) la idea de un ¡e. siste siempr", .o*o;i;" Santo
como hemos
¡rarto o distribución del destino que da a cada uno su parte, ya sea qu" urtJ'"¡"ti'ryrtf io tt lleven a cabo' con respecto
hombre
a Ia que hay que atenerse, respetándola, so pena de ser p€rse- i,ir"l- rj-i", aio;", á-ludestino; 2) el.
justicia propiamente dicha); 3) el
guido por la némesis. Es, pues, la hybris humana la suscitadora cd alterutn. ("i;;;l á" en.Platón' como buen
de Ia nétnesis divina. hombre .on ,rril.io t 'í mismo [¡"t'titiu'
aJ f'" p"tt"t del alma)' La primela de estas tres
De aquí que la primera virtud humana, la primera virtud aquí' Pero ¿y Ia ter'
moral concerniente a la dike, no sea, para los griegos, la dikaio- "i"tá*l.ri"
formas, evidentemente, no "ot-tá"tietne mismo' ¿es en
syne, sino la némesis humana, que no consiste sino en la confor- ;;;;? i" j,r.ticil qu" t"*plt el hombre
10,
consigo
sólo Io es
xata ¡retarTopá'r
midad con la némesís divina; es decir, en alegrarse del bien rigor justicia? sJs,i" Ar'istóteles methaphoryce dicta».
y el mal merecidos que, como hemos visto, tarde o temprano, o, como trudrc"t:"";; T;;;ii uiustitia
justificación,
teolósica
«según el orden del tiempo», habrán de ser, respectivamente, Esto es i*portJrü;;"td"ctrina 1:,Y 12'
n? seip'so
pues ésta *, jurtitá ad' seipsurn'
pero
recompensados y penados a. ''
ad alterum))' que es la
Hemos visto antes que la díke 5 se maniliesta en el orden Atengámonos, Ptle-s,. u 13 tti"iitiu es el hábitcr
cósmico. Pero ¿en qué consiste? En «juntura» o «encaje», en justicia propi"'i'-"'it aict'u' L" 'i'tud de Ia iusticia suvo' Lo suyo;
I;;;l**a de dar a cada uno 1o
«justeza» o «ajustamiento» 0 cósmico. El orden del universo re. consistent, Pero
sulta de que cada parte se ajusta bien, entitativa y operativa-
"^
estü es, su derecho, su «patte»' ;;; decían.los griegos'
de hecho o no-: su
mente a las demás. Pues bien, la virtud de la dikaiosyne, descu- si cada uno ti;;;-Lu a""tho-]o posea huy dike' orden
bierta por Platón, es como Ia vertiente ética de esta concepción
yl"
«parte», Io ";;;';- t'iá 'ig"ifit"'qu" jirsticia' O' dicho de
de
de la dike y consiste en la demanda de que este ajustamiento o derecho, pr"uio' a nuestra ""i"t'á««ideal» o el <<valor)) a que
operativo acontezca, así como en el cosmos, en el alma y en la otro modo, que la justicia no es el
ciudad, o sea que cada parte del alma y cada miembro de la ciu-
dad haga lo suyo, con lo cual se lograría la armonía anímica
't Eth. Nic., V, 3, 1130 a, 9'
y la política; en suma, la moralidad en cuanto tal. Este amplio I iirl,lrf i'l't11,;" Tr¡más.acierta yaqrrí' inttritivanrente' con la me-
ior ¡"'ii¡i
etimología de iu''-potuu'ut
;';;' Antcs se pensaba quc itrs
3 Cfr. Louis Gernet, Recherches sur Ie d,eaeloppement de la pensée üff"J .iin,ol,,gi,-'.lll:'* {""u'"cidas so¡t
p.oce.le ¿" ¡uuii",'in"I;;;:'ñ:i jtrtrtura o ajustanricnto;
iuridíque et morale en Gréce, págs. 46-52, 74-6, 146, 206,3i2 y sigs. ¡"'":it o Iigar'' v iisit¡andum'
ittngere v ¡us";,;1;;i;' juramento'. La prirtrera
y passlilL. v iurare, afirmar con i"-a'*¿"' su ori-
porair"o ;;i' ,ú.;;i,"; la seruntla,
a Sobre la némesís como virtud humana, cfr. Aristóteles, Eth. Nic., pone de manif iesto el aipecto. -
Gcreclttigkeit
II, 7, 1l0B b, I y sigs.; Retórica, l, I0, 1369 b (timoría); y Sanro gen religioso
"ri'"lt;';;;i;
-
.0".'¡.it'i";'^d;"v"'"' "R"trrt'
Tomás, II-II, q. 108, De uíndícatione. und Lieber', en- Hochland" -abril -1955)'
-"-Ll
5 Dike, según la raíz dik (o deik) sienifica primariamente mostra- iilr.'N¿c., v, 11, r13B b' 5 Y sigs'
I L';f;"tLt3 punto puede verse mi libro El protestantisnto v
ción; es decir, en sentido jurídico, «prueba, de un agravio recibido. la
6 Cfr. Heidegger, ob, cit,, especialmente págs. 326 y sigs., y Einfüh.-
rwng ín die Meuprysik, 122 y sigs. moral.
I
312 IE TU TI () .
At 313
(:
314tDS?U TI os :t 15
igualdad, por más que rechace el grosero antipeponláós re pita- Lesbos, venga a cambiar en cada caso, ajust¿indose a la {orma
górico y arcaico 20, es artificiosa violentación de la realidad mudable dela Piedra que mide 25'
de la vida y las relaciones humanas, que no se dejan reducir La epiqueya o equidad tiene todavía otro aspecto suma-
mente important., qrá es el de constituir Ia
de Ia liber-
a «matemática aplicada». 'irtuden tanto que
Harto más profundas son la doctrina de la epiqueya o erlui- ,u
ira fr"r,te a la iey o precepto. La libertad,
dad y la teoría de Ia restitutio. Empecemos por consider¿rr esta virtud, es, como veremos en el capítulo siguiente, lucha por la
la es' según visto'
última, tal como la ha interpretado agudamente Pieper 21. El iib;;"d, iaralelamente a como iusticia ^hemosal pre'
acto de la justicia commutativa-dice Santo Tomás-es la r¿rsri- lucha po, lu justicia. Pero la lucha por.la libertad .frente
o
tuo, ¿Qué quiere decir esto? La justicia no consiste meramente cepto y páa"r, para ser justa requiere que este precepto
en dar a cada uno; «de una vez para todas>r, Io suyo, sino en "l
pod., ,"un i.,jurtos y que.ella misma esté templada pol h equi-
«re-stituírselo», en establecerle íterato, de nueuo2 una y otra vez, nunca, ni siquiera
dacl. porque no d.bá*or luchar injustamente
en su dominio. Schopenhauer-continúa Pieper-a¡runtaba al contra la injusticia.
de la
centro del problema cuando decía: «si es lo suyo, no hace falta Santo Tomás estudia también las partcs potcnciales
dárselo.» Esa es preoisamente la cuestión: que es «lo suyo» ;urti.io á ,irrr,l". un.¡1. a. ella' Son lai quc realizan imper{ec'
yo sin embargo, no lo tiene ni lo tendrá plenamente nunca; tamente .l .on."pto áe' justicia, bien por fáltarles
la razi¡n de la
que la justicia ni fue establecida ni puede _establecerse de una igualdad, bien por faltárles la raz6n de débito.
En el primer
vez para siempre, que el reparto se desequilibra constantemente casoestán rarelígíoojusticiaparaconDios,lapíetasoi,..-
y que siempre volvemos a ser-irerat'o-acreeclores y deudores; justicia o
ii.i" puru .o' lor"pudtt, y lu pat'iu y la oóserua'ntía
que la «reductio ad aequalitatem» nunca termina; que no es con lai personas constit.idas en
posible-como quiere el marxismo-un estado «ideal» y «defi- ;;;; :;; los superiores, Irara
dignidad.
nitivo» en que la justicia quede implantada para siempre. La La religión, de la que no hablaré aquí por haber trataclotrcs'
de
justicia es, en realidad, lucha por la justicia, y la restitutío, una 2?, es la que- más nos imcorta cle las
ella en otio lugar
tarea infinita.
;;;qr" ul *o.tiu, la imposibilia"a de ser justos para con Dios'
Con lo cual se puntualiza y corrige la idea, anteriormente de-la ética sobre
nos hace ver la insuficiencia de una primacía
expuesta, de que la dike o Io justo consiste en orden, ajusta- de aquélla a ésta'
miento. Sí, es un orden, pero no estático, sino dinámico. en i" t"iigi¿, y la necesaria abertura
Las virtudes que constituyen débito moral y no legal son
función del tiempo. No hay un ««orden justo» establecido de una uind'ícitio,la verdad o veracidad' la amis'
vez para todas, sino que al derecho-al derecho natural-, como to grotío o gratituh ,la
tad o afabilidacl y ia liberalidad. Como ilustración
a la p-rimera
parte de la Iey natural (como vimos), le compete una constitu- Séneca: «qui festinat
tiva dimensión de historicidad. .cita Santo To*á.'uno palab.a profunda de
grati sed debitoris.>' El t'no
La epiqueya o equidad,_parte subjetiva lg jlsticia legal 22, reddere non animr* úrb.t hominis
-d9 quiero deber noJu u ése,, ef la actitud contrari¿r a la del agra-
nos es necesaria para suplir esa imposibilidad de alcanzar un
orden definitivo y estático de justicia. El hecho de que, corno decido,quegustadereconocersedeudornroral'f'auirulicatio
dice Platón en El políticoz\, nada humano esté en reposo, eslaantiguanémesí.s,delaque-yaht1lthirblatlo'Delaverclad
tiene utr aspecto
impide un absoluto que valga para todas las cosas y para todos o veracidád que, como Ia viitud'de la libertad,
que tlel'rernos Ia
los tiempos. Y por eso es menester esta 1vó¡rr¡2a o prudenr;ia de justicia para'con los otros hombres' a los
de Ia equidad que, como la regla de plomo de la arquitectura de verdad-lour.rdudclebida».-.-rp€Iotambiórrotrodeltrcltapor
i, ,.ra"a y la u"ro.i.lud, hablaiemos en .l capítulo siguie.te' y Santo
19 El Sobre Ia amistad o a{abiliclad han escrito Aristótelcs
Tomás sendas ,.nt.n.ios, bellas ambas y t:orlsoladc¡ras:
contrapassunT de Santo Tomás. «todo
20 Pero que perdura siempre como tentación de resolver la justicia
en «pesos y medidasr.
21 Ob. cit., págs. 70-4.
22 II-II, 2 y 80 a, unicus, ad 5.
25 V,
Aristóteles, Eth. Níc.,'La I0, 1i37 b, 30-2'
23 294 b. 2G Ctt. eusuátá Adu*, uirturl de lo libertad'
24 Cfr. el capítulo anterior. 2't En Et. proíiitonr¡rrro y la ntoral¿,244 y sigs. rle esre volumen.
AI
lE§ ÉTr os
cialesdel--justiciaY,sobretodo'lavirtuddelareligión'nos
hombre, para todo hombre, familiar y amigo» 28 y «sicut autem ser justos' en especial para
muestran nuestra'irJ;p;;;d--;1;"
non possit homo vivere in societate sine veritate, ita nec sine' lu j"titiu humana está la gratia
delectatione» 2e. Y, en fin, la liberalidad, virtud que consiste con Dios, y por "'ál'*U'"
en ,dar al otro, no como la justicia, lo suyo, sino lo nuestro. divina' a. , ^- r-^-' - agregul q":- Io mismo el
hay- 1u9
La justicia es una virtud sobria, ceñida y nada «románti- Pero una vez dicho esto arraigan en
derecho-aspecto i;;; d;i; "árid"a-['" "l "To''
ca» 30. Teniendo por objeto la ejecución de «exteriores acciones el ser del hombr"l;;;""¿" uno se vuelve hacia lo externo
et res», es decir, facere-y no agere-bonum, cobra su sentido hacia los actos inte'
moral último en la ayuda para el perfeccionamiento del hombre y su ejecución, í';;; ;l': ;i ot'o "'i'^ constituiría un
riores, anrbos son inseparables.
y' po' Io,nrisnro'
]"i""t", disolver'lo sobrio, ceñido y «
a quien se hace justicia y de aquel que Ia hace. Los hombres justo»
sravísimo error
--todos los hombres-necesitan una cierta cuantía de bienes, senrimientos aparentes o real'
materiales e inmateriales, para su per{ección morai. Por debajo ?,.::ffi";;)";" la jusricia de
.en
cada cual no promete' como
el
de ella, tratados como seres in{eriores, sin libertad social, se mente elevados. ni"-l'o*» según veíamos antes'
tá¿u¿ de oro»' P*'9''
comunismo, ninfun' '".;"i"I-a"
ven obligados para subsistir a abdicar de su humana dignidad.
es la única *r.ilffi
l"'.iignidad- personal. Mas no
Por encima de ella, adquieren una ilusión de sobrehumano po-
der que les conduce a la perdición. He aquí por qué el hombre ,áto aa lado «materialista» .orr"ffiil,iJrH.j;'i#i§;x;:
ritualistas» que farisaicamente in
-todo
hombre-debe disponer de aquella parte de los bienes
sarse de la justicia y-lo que
nos importa nlucl.ro más porque
que equitatiuamcnte («equitativamente», que no es sinónimo de
es una actitud ;;;¿ q"" i'"a"
*,,"i'o hoy 'entre los jóvenes
<<igualitariamente») le corresponda, ni demasiado ni demasiado riJrJ"" d;;i;;; el orden natural de Ia
poco. Los bienes que, como hombre, ser per{ectible, pero limi- sacerdotes-q,ri"^r""1^ "
tado, ser <«intermedio», pueda soportar. Decía Aristóteies 31 que, iusticiaenelo,d.osobrenaturaldelacariciad,unosYotros,p'opi1 de la
{e, dejan gt 'Juptut to esfera
áe *^lu o de buena"';;;';;'"ralismo
para los dioses, no hay exceso posible en cuanto a ellos y que u algunos de nos'
a los seres incurablemente malos ningún bien puede hacerles iusticia. FrenteT 'lt'an'u'
humanismo crístiano
e'to, segúl del
mejores. Sí, pero entre nosotros ni iray ningún dios ni tampoco llilt",1t."1;;i;t-;; 'ito' de partida para
de Santo To*á., pt¿"t*"
-los fi"lttit' co-mo ypunto
problemls sá"iales pu'" eI diálogo
lo que a{irme el maniqueísmo de turno-ningún ser con
-contra
incurablemente malo. Por eso todos necesitamos los bienes para en{rentarnos con
de las id"ar de iusticia y clig'
Ios oprimidor, iu "frrr'r"¡riedad
nuestro perfeccionamiento moral, pero con medida y límite. Este
nidad humana' Claro está q"' pá"it"do del árden natural'
lírnite debe ser establecido por ]a justicia. introduce su propio límite,
la iusticia, prr* ;;i;", el hialo ir.ie
Pero también la justicia, por su parte, tiene un límite, es
i:,idfi;; il;';;'" tude"u'idad' sí' p'1::.iil9l..a nuestra con'
limitada. Ya lo hemos visto antes; y no sólo porque necesita
cepción {undamental Ia ética' oCurrirá aquí' gomo en los
de la equidad (qr., en definitiva, es parte de la justicia), sino lo religioso como
porque, como hemos visto, su tarea es infinita. Aún más: no ::fr;"r'^;;ili", de ésra, que-d"encontraremos
nu"rt., investigación, sin haber
es el ord,o iustitiae, sino el s¡fl,6' 6morís, el primer fundamento la necesari" ¿r..*¡;á;r;
de ello'
de la realidad 32. Aquél encuentra en éste su principio funda- p"tifJ"- t"¡renaturalísticamente
mental, pues, como dice Santo Tomás, el «opus divinae iustitiae
semper praesupponit opus misericordiae» 33. Las partes poten-
;t 1:t
(' A / ;t2;l
IE S ? U ÉTrcos
s€r con el tiempo el canon de Ia moral burguesa, olvida pronto racional de esperal aquellos bienes naturales dc cuya consc'
(' At 326
i 'l ,\ I ;l}s
/E o§ (: os:
y quizá más, maestros de moral' ps¡s Jesucristo establece
una
ral y la aristotélica, que es una síntesis-empírica en alto grado la cual
nueva reiación entre el hombre y Dios, de surg(i
-una
y en el mejor sentido-de todo lo anterior. La ugápe.o caritas' de la
nueva actitud *"trf y un nuevo étho''
A grandes rasgos, la tercera {ase en la rnoral vivida de los t""iógita" in{orma Ia
griegos es la estoica (o, si se quiere, estoico-epicúrea). A través il; ;;h;-o, h"bl*áo, sie"do una virtud propone el
de la apología y el relato de la muerte de Sócrates por Platón,.se ética cristiana. Esta, POr obra de sus p-ensadores' .se esto no es
hace el descubrimiento tardío del concepto de to Deov y 'ra beovtq,
práif"*" de asimila, l" étit* grieua' Natur¿rlmente'
por ejemplo' no puede
el deber y los deberes. También, como ya hemos visto, aco¡rtcce posible más que *.diu'' La-jusiicia'
" ahora incapaz'
el tránsito de la mcgalo,psykía de los políticos guerreros a la ser va tod,a la virtud porque el hombre se sabe
plantea''l
de los «filósofos» (desprecio del nlundo ante la imposibilidad ;:':i ;ff*;, ;; .;"¡u'io' La magnanimidarl 1]l:
stt colr]ugaclon
de dominarlo: la lechuza de la «{ilosofíar¡ levanta su vuelo en ;tl'p;;bi;;u, ul qr" yu ,'ot hemos re{erido' de el seno del cris-
el crepúsculo). Una moral enteramente a la de{ensiva presenta con la humildad, ; .; frecuencia-prevalece'.en Lo
estoica al con.tem¡t'ttts mundi'
como su lema el «anekhou kai apekhou» (soporta y renuncia)" "¡r"rr"ito Ia incliíación
tianismo, '_u-',':
cristiana mal podía coincidir ya .:n la so'p'hro.syr¿e grle-
en tanto que la é1xpáteta o continentia es elevada por Pa-
ga, virtud propia d*
-p*p.,d" 6¡is¿ sstéti"u' por eso' en el ámhito
necio a 1á categoría de virtud fundamental. 'no Pero ya
La ética romanB lo es, por una parte, del honor y la dignidad tlel cristianismo a convertirse en ttsce,ismo.
Tomás, tanto en lo que concie'ne a l;-r
(La semnoúes griega), pero en ella el frescor germánico y helé- hemos que'surrto
'isto
nico se trueca por una solemnidad un tanto exterior; y por temp'erantjacomoenloqueatañealamagnirnimitla<l,consigtttl,
qlle es uno dc
otra parte, en su mejor época fue una moral de tipo tradicional, en definitiva, salvaguo"lut el senticlo humanista'I)t¡r'ante Ia Edad
del ¡nos maiorum,. Por influjo del estoicismo, de la antigua oáli- los grande, Ui.n.."t;;;;.; i" iu nntigiiedatl'
so.bre todo' como
gatio jurídica, se pasa a la concepción ética de los ollicia o tU"&u Ia justicia particular es .comprendida' cntientle q,e debe
deberes de estado. justicia ¿istributiv'a. p"ro la distribución se
necesiclades vitiiles' como en
La rnagnanimidad romana, tal como la pre'sentaron los pc;etas lracerse no tanto .orr{or*" a las
(Ennio, Plauto), era la del m-agntts homo por sus hazañas, con Ia lucha rrod".nu pn' lu social' sino corlf r)rnle a las ne-
iusticiu
a que se pcrtenece'
iudiferencia para el contenido moral. Son los delensores de la ,necesidad", ,.pr"réntativas dent: o clel slolu's
República-Catón, Cicerón-quienes descubren el magnus ani- En'la época *oát'"" pasan al primer plano la justicia conrnu'
tnus o la magnitudo anim,i. La República es presentada por ellos tativa y la honrud", to*trcial' EI nu"uo espíritu dc cmprcsa y
cl calvinismr:' Pro'
corno el régimen de la honestas, y Bruto como el paladín de la \a uo'catio irtrumu"dunos, fomentados por
virtud. (Compárese con la afinnación de Montesquieu: el prin- pugnan,{rente.u.tu.*on.kí,huírlues,lavirtuddeltrabajo,lir
cipio de la monarquía es el honor; el de Ia república, la virlud.) laboriosidua y iu*l;J" tu previsión,
la indu,stria y la cura o
Israel representa, por antonomasia, en el conjunto de la IIis- cuidado intramundanos'
por.desnaturalizarse'
toria, la subsunción del principio rnoral en el religioso. Por eso Como yu ui*o', la prudencia comienza
el bien es comprendido como la voluntad de Dios y las virtudes á"i"r¿dito. El amor cariitativo al prójimo se
para caer tu"go';r,-.1 que ert el
judías son siempre virtudes religiosas: así la fe-confianza o Ii- seculariza y ,;;;";J lu filunt.opia o be¡teuolcnce,
ducia, la esperanza-esperanza mesiánica-, que es siempre po- mientr¿rs que en Inglaterra
continent. ," trrlrda racionalmente,
sitiva y no en principio neutral, elpís, que lo mismo puede ser sobre el senrimiento de simpatía.
se monta
euelpis que dyselris, como la griega, la upo,móne, que es pa- "rry';i;;tu*".,t"
La antigu u pietÁ se convierte en la
moderna virtud del patrio-
ciencia (en el sentido de Job) que no coincide con la karteríct se Ie da un sentido rnucho
tismo, en tanto*f,'" o fu -o'bed'ienci¿
o paciencia griega ni tampoco exactanlente con nuestra «pa- ,n:ás riguroro qrá*unies. Lat ernperantía
medieval, tan equilibra-
ciencia». (Los apologetas, en su noble afán por presentar el mr¡n- ¿1 octlPar un lrtgar ¡;rc-
da, como ui*oi-"t' Santo Tomás'
pasa
do griego corno pecristiano, tienden a asimilar los conceptos y- cl en la
dominante pot'J'u att p-utituniJ*o iansenismo
hebraicos a los helénicos e inducen a sí a confusión.)
má,al burguesa' «La virtud en la ntujerr> o ((trna mu-
El cristianismo no es, evidcntemente, un nuevo sistema de toJ.rnu
jer honradu, .o' t*-p"'io"t' qut' to*o la' palalira y paralela'
<«honestidadr>'
moral vivida, ni Jesús puede ser puesto junto a Confucio o a Iá scxual;
Budha que, aun siendo reformadores religiosos, fueron también, comienzan u ,"i"riire exclusivuáente
1
(: Al s37
/li TICOS
meno§ casos de
mente, un «hombre honrado:> 5 empieza a signi{icar unilateral- cumnlimiento; es decir, que se dan en ella meno§
mente honrado en sus relaciones comerciales, de tipo conntutati- Hiffi';;i;h";"del vínculo conyugal, i:eroaei.en.carnbio
vínculo obtenida
vo. La moral moderna, estrechándose como jamás había ocu- fi;i;;tJ'r""*Tür-ly rirgun" di.oiu.i¿n
Se renuncia así a un
rrido, ha sido una moral económico-individualista y sexual. Las tal vez mediante á"rfár".i"l"es falsas, etc.).
unos preceptos
llamadas moral del <«honn6te homme» y moral del «gentleman)), il;ri, su juicio demasiado elevado y, medianre
obiene' una mayor moralirlad
no han constituido en esta evolución desde lo religioso y nobi- más {á.ciles de cumplir, se espera
'*olahdad patrón de la lealtad en
iiario-honor estamental-a io secular y económico, más que ,*¿ i;;;;;utá" r^ según-
-el esta compen'
peldaños intermedios. io, .t*p.omisos intramundanos). Naturalmente, emuíricamente, lo cual
EI resultado Ce esta evolución histórica-continuamos ha- sación real habría de ser comprobud"
6'
blando en líneas muy genelales-ha sido la existencia en el ám- ná a.¡u de presentar dificultades
el de
bito de la cultura occidental de dos morales .di{erentes, una pro- un peligr" d;-i;- *"rrr católico-latina es ciertamente la práctica
testante-secularizadu-y otra católico-latina. La segunda con- Ia. tentación a" I.tu"r--io.-p.inripios, aun -cuando pues, en el
real quede u un" áiriancia ,¡i.*it dá aquéllos.
Es,
tiníra teniendo una raíz religiosa y por eso tienen un valor cen- y el cSmpli'
tral dentro de ella la virginidad (cuyo sentido ha sido, en todas es{uerzo po, ub."ui;; l' distancia entre ti ptttt't'to
p'oblen*.'rát, grave' Por Io
ias civilizaciones, el de ofrenda a la clivinidad), la indisolubi- miento donde t" pr..""'; ñ;i el
posible
lidad conyugal (el hecho de que los tratadistas a{irnren, con ra- demás, cranto'. l" t'"'iión dá pr-incipio',si r{uese pro'
"r, razón Ia moral
zón, que ésta es de derecho natural, no obsta a que, como moral una ética ,.purJu a. f" religió-n, tendría
vivida, se apoye en un fundarnento religioso y en los pueblos, testante ,."rlu.iñi- p.r" y"" hótno. visto a lo largo de este
palte' que la ética se abre
incluso muy religiosos, como el judío, si no es religiosamente iil;;;; ;ÑialtrI;;1á J" 'u primera qul en ella po.r'
exigida, no se practica) y la procreación (carácter sagrado de la necesariam"n," , iu ieligión,^tie.te desembocar
ir,oIi"I"rrte e incluso termina en la negación
{uente de la vida). Por el contrario, Ia moral protestante secu- que separudu
larizada considera todas las relaciones humanas desde el punto de sí misma.
".
moral
cle vista de una ética de la lealtad y la palabra dada y desde el Otro aspecto, en realidad..más grave'. 9t 1l práctica individua'
punto de vista de la justicia. Si desaparece la injusticia para la ,católico-larina es .i a. ." unilateraf«'espiritualismo»
prole, la fornicación es una pura relación intersexual ajena al lista.sufundamentaciónenunareligiosidad-comolrasidola ha hecho que los
orbe de la moral. Análogamente, el matrimonio es un compro- religiosidad *"¡;;;-áe tipg.indiváualista'
vigencia se hallen, desde
miso libremente contraído, y, por tanto, transgresión-adulte- países a que ." .*,i.nae el ámbito de su
el nunro d. ,i.t" á" ia justicia social, *oñ1*.t
te más atrasados
rio-es moralmente censurable. Pero, en cambio, la voluntaria
en todo lo que
separación, el divorcio, que retira-por mutuo disenso o por ñ:T;;;;.I ." sóló en esto, sino en_sene,.al
falta de cumplimiento de una de las partes-la palabra dada, ;;;.j;;,l" *or"i .n ., ,elaáión con la economía' Una espi'
debe ser admitido según esta moral. Lo que no impide que subsis- ritualidad *""1,,',".".-.."biéndolo o sin saberlo-farisaica,
en su descuido del orden económico, a este
es.
ta o pueda subsistir la aspiración al matrimonio único, pero como hu
cl,esid,eratunr. (casi en el sentido de los consejos evangélicos). Es
"ond,.ido,
,in¿oli, no áiJ- q* Ja catolicismo' pero ti .gt
los católicos'
éticamente valioso el libre compromiso de Ia vida para siempre; Creo que ,o" problemas vivos' y también el de las vir'
"itot virtudes- para los
pero hay que contar con el posible {racaso que debe, en lo posi- tudes que más necesitá nuestro tiempo-las
ble, remediarse. Los adeptos a tal concepción confían en que. confiictos que ti;;;; pian'teados el hombre y la sociedad-' así
cambio de nombre si ne'
esta moral, de exigencias menos elevadas ciertamente que la, ;il la aciualir""i¿n, incluso con un y pocq acredita'
otra, fundada y aureolada religiosamente, compensa la menor ,..".io fuese, ¿".i.,tát virtudes,,muy nece§arias
que debe plan'
altura en cuanto a exigencia con una mayor altura en cuanto a. áu" (po, iu p"dtt"ia)1, lós problemas
"¡.*pio,
5 Sobre el honor en su sentido más ar4plio y en su sentido más 6 Véase, por ejemplo, los Intormes Kinsey' etc' con 1a cien-
profundo, sobre la diferencia entre el honor «interno» y el honor uex- -;;;r-, .Lov, en estiecha ¡e]1¡ianpor
7 La prrd".,"i"J"i,""láq.i.iaá lo que se
lerno», y sobre la necesaria rehabilitación de esta Vesenskern der .cia-econorni", .á.joiogi', la'máxima importancia
imposibles de resolver mediante solu'
Sittlichicei¿, puede verse el reciente libro de I{ans Rein er, Die Ehre- refiere to,
Kritische Sichtung einer abendliindisch",n Lebens und Sittlichkeitsform- "
;i;;; dictadas "oniii.a?-Éoci"les,
por la buena voluntad sin más'
{
IE TI (: t\ I Jl]9
tearse el m«:ralista, y no el de elaborar o reelaborar un más e! neutralismo del hombre «privado¡, ltace¡nos tlescender, más
perfecto cuadro de virtudes. Hay que reaccionar contra el siste- allá de nuestras máscaras y áutoengaños, a ast¡mir -toda nuestra
matismo y dar vida auténtica a las virtudes, sacándolas del ca- ,..ponruUilidad ética, directa o indirecta, individt¡a.l o solidaria,
sillero donde un tanto rutinariamente acostumbran ponerse, h"r'"dudu o actual; y cobrar conciencia de que-el fiecho de que
haciendo ver que en realidad trascienden todos los cuadros, pcr- [ava gentes menores de edad, desde el punto de vista ético, es
que, como manifestaciones que son de un élhos unitario, se solamente eso, un hecho, de ningunu *untto un ideai moral:
hallan, más allá de todas las clasificaciones, estrechamente vincu- el auténtico reconocimiento del prójimo como tal implic¿r Ilues-
ladas entre sí. En este sentido hemos procurado mcstrar que vir- tra voluntacl de respetarle y ayuáarle a asumirse y a realizarse a
tudes tan actuales como la de la veracidad, la de la autenticidacl
=í *i=*o, es decii, a la l.rcorporación perso.al de su propio
o la de la libertad, se salen del marco de la justicia en que se ,étltos.
tiende a ponerlas /, al entroncar con otras, comprometen en tea- En nuestro tiempo casi todo el mundo espera su bien, no
lidad al hombre entero, a su éthos o personalidad moral. sólo material, sino iambién moral, de un determinado régime-n
Por otra parte, como reacción frente al refugio burgués en la político, el comunismo, la democracia, etc' Y, sin .cmbargo'- la
airtud, priaada, es menester dar toda su importancia a la virttld' iibertad, por ejemplo, ningún régimen político nos. la pucrle dar
de contenido más social, la justicia. El hombre moral de nuestro porque antes qu*'unu u.Iitud políti.o es una actitud personal,
tiempo, y muy en particular el cristiano, deben tomar sobre sí ,'esto'es, una viitud. Es menestei clesplazar e-l centro de nuestras
como principal la tarea de la lucha por la justicia. Nadie ptrede ;;";;;r.iones desde lo -político a lo socia-1,. Por un lado' a lo
permanecer ya neutral ante su demanda. El que no milita en p"r.onul por otro. La salvación de los pueblo.s, corno la de los
pro de la justicia, en realidad ha elegido-inhibitoriamenle, que hombres, es antes personal y social que políti9i'
Y la educa'
es la peor manera de elegir-la injusticia. La conciencia y asun- que es tambiéni ,l"o ed"ación política--la
"i¿n -o.al, "'tá,
ción de todas nuestras responsabilidades es una de las virtudes auténtica eduóación, tan descuidada por nuestros educadores-es
más necesarias al hombre de hoy. Pero esa virtud tiene dos ca* una de las grandes tareas por cumplir'
ras: por una de ellas consiste en «aceptación»i por l¿r otra es
la virtud del «hereje», como dice Jaspers, del reaolté, como dice'
Camus: esto es, del que, cuando es menester, sabe decir ,,not,
al «sistema», al <«régimen>r, a la presión de la realiclad política
y social, cuando son injustos, y recluirse si la lucha por el mo-
rnento es imposible en el aislamiento y la soledad. Pero aisla-
miento y soledad presentes siempre, con su silencio, con su no-
complicidad, con su protesta, en el mundo del que no podemos,
ni queremos evadirnos.
Otro de los problemas más importantes hoy, y en íntirna co-
nexión con lo que acabamos de decir, es el del enfrentamiento
de nuestra moral con las dos más pujantes hoy, la marxista y la
existencialista. El comunismo tiene, probablemente, un plo{t,ndo
sentido ético, como realidad política existente frente al nrundo
burgués: el de forzarnos a luchar por |a justicia social (proba-
blemente un imperialismo mundial de tipo burgués se volvería
perezoso desde el punto de vista ético-social) y, por tanto, el
de un reproche viviente, el de una terrible acusación para nos-
otros. Por otra parte, la moral vivida del existencialismo, la
moral de la sit.uaiión, de la libertad, de la elección e invención
personal, o como quiera llamársela, €n rfledio de sus graves erro-
res, nos ha hecho dos grandes servicios: refutar existencialmente
q 5
ti Al 341
ver, a su parecer, los caracterólogol. «El placer de la venganza concupitum contra legem aeternamr¡. Visto en la segunda lrers-
en p_arte,puede explicarse po, ,n apetito il"esor- pectiva es «dictum. factum vel concupitum» contra la razón 11.
-escribe-sólo
denado de justicia. La aÉgría poi el mal'ajeno, la envidia sin Con lo cual desembocamos en la segunda cuesti<in: i Es el pe-
el menor provecho propio, ál plr.er de atormántaí a los anin,ales cada un concepto ético o un concepto religioso? Los susl.entado-
Y, con mayor razón, el de ver sufrir a los hombres, muestran res de una ética separada de la religión, naturalmente, rechazan
que, contra
-lo
que pensaba Aristóteles y Ia Escolástica, a veces, el concepto de pecado. Así, i:or ejenrplo, Hartnrann i2: «,1)ieserr
por d^esgracia, se busca el mal sub ratiáne malí>»s. Sündenbegriff kennt die Ethik nicht. Sie liat lür' ihn keinen
-¿Qué
debemos pensar de esta úrtima posición? se in- Raum.» NIas ya hemos visto, rnuy detenidamcnte, que la ética
troduce con ella.un prineipio maniqueo?'creo qu.¿No ,í. Xavier se distingue, sí, pero no puede separarse de la religión, que se
zubiri ha obviado rsi" peligro reconociendo, sin '.rnburgo, abre necesariamente a la religión. La diferencia está, como agre-
fr.-
namente, los fueros clel mal. Zubiri distingue los concelros'de ga Santo Tomás 13, €tr que el teólogo considera eI pecado ¡rrirr-
«potencia», «posibilidad» "mal cipalmente «secundum quod est offensa cont¡a l)cunr», y el f iló-
«poder». El
{ pósitiva es mera priva.
ción, no se da ra"ón formal de ér, por tanto no puede sofo moral «secundurn quod contrariatur rationi». Pero sin prcs-
ser. una potencia. Pero puede convertirse en'poder-po,l., cindir ninguno de ellos del punto de vista del otro, porquc arl1-
-u-
léfico-si se acepta la negación er quj consiste, ,i ,e. da poder bos se envueiven mutuamente.
a la-posibilidad-es,o.-.r,ii r" aptica r, ene.gíu'fsicofírrca a ra Por Io que aquí respecta, efectivamente la i:tic¿r no puede 1:res-
posibilidad de negación-, si sá naruraliza I cindir de la referencia del pecado a Dios, porque ya henros visto
así, psi-
",i."rru
c.ofísicamente, esa posibilidad. sólo de este rnoao, .o*o posibili- que el supremo bien, la felicidad, consiste en la contern¡rlación y
dad aceptada y aeci¿-ida-pecado, vicio-adqri"r. una fruición de Dios. Cayetano, en sus Comentarios a la Prüna Se-
enticrad
real, se apod,era del homble que empezi poi dart^e, pode, cundae, señala agudamente entre el concepto Ionnal de pecado,
hace «malo». De aquí Ios dos^aspectos que er mal presenta:
v ri privación o discon{ormidad, y el cor-rcepto de pccado como mero
er
aspecto. de «impotencia» y el aspecto de upoderosiá"dr. Ei p.- acto material correspondiente al genus nalurae, una rat'it¡ Jornta-
:'d9T siente que n9 puede hacer lo que debe (sentimiento de uáe. lis media, correspondiente ya, por tanto, al genus m,oris, pero
fección», de «caídar,-de «empecatamiento»); o bi..r, consistfrnte no en «aversión a Dios», sino en conversión a aque-
se siente
en posesión de u,'-poder maléÍico (sentimienio de umaliciar>,
de
llo que en él se apetece y busca, el bien conmutable. De este
preferencia decidida por el mal, aunque siempre bajo rarón
d" modo habría un concepto no religioso, merarnente {ilosófico
poder-para guien Io ctmete). ñ; hry, pr.., una del pecado. Pero esta ratio formalis media, es inadmisible. E¡r
|'1en-f,uer1a,,
búsqueda del mal por e] mal. pero efecto, Santo Tomás distingue el pecado mortal del venial se-
_hay algo bastante pió*i*o u
ella: es el sentimiento del poder maléfíco."Po, ..o'ia soberbia es gún que la razón formal sea la aversión de Dios o, sim,plemcnte,
el primero y rnás grave de todos los pecados. una conversión actual al bien conmutable, secundutn qukl y
Hablemos, pu€s, de los pecados-'y los vicios y empe{ernos «citra aversionem a Deo» 14, sin remoción del hhbito de conver-
preguntándose dos cosas respecto der'pecado: l.","Quít:;;, -¿"; sión a Dios 15. Y análogamente distingue el pccado c¿rrnal del
qué consiste?; 2.i l,_9s, en rigor, un concepto ético pecado espiritual y considera más grave este últirno, entrc otras
o sólo un
Loncepto razones porque el carnal tiene más de convelsjtin al bien c«rrpo-
.religioso? «Peccatum proprie nominat actum inordina-
tum1.r,. ?ero- ¿desordenado con respecto a qué? ya vimcs ral y el espiritual tiene más de aversión del Lrit:n cspiritual e in-
al
estudiar la subordinación de la ética a la teoiogía que conmutable 16.
Ia regla
de Ia voluntad humana, la regura m',u,L es
doble": una próxima, Así, pues, el concepto de pecado es comrin a la rnor¿rl y a Ia
tde,yin humana; otra ,.irnña. Ia ley ut"rr", uqr" como razón
Dios»' visto desde
religión, y en él se patentiza una vez m¿is i¿r nccesaria dcsenr-
".
.el primer respecto, el pecado es, como 11 I-II, 71, 6.
dice san Agusrín y reitera santo Támás,' ,.ái,irrrr, factum ver 72 Ethik, BlB. Pero hay que añadir gue sr¡ con(r('l)to dcl pccado
es mucho más luterano que católico.
Das Prinzip ao! Gut und- Biise, r4-s. para Sartre, el mal no e, 13 I-I[, 71, 6, ad 5.
mas que una proyección de la ilusión del bien: es la «gente resperable» 14 L-rr, 72, 5,
que necesita del delincuente para sentirse respetable. 15 Com. Sent., d. 42, l, a. 3 ad 5.
l0 Í-rf, 71, 2. 16 I-II, 73, 5.
",q
bocadura dela ética en la religión: el hombre, con sus solas {uer- se ha de contestar: 1.o, que de hecho no es posible una ignoran'
zas morales, no puede librarse de cometer pecados. Necesitamos cia o negación filosófica de Dios sin pecado personal previo,
de Dios hasta para poder volvernos a El. Nicolai Hartmann, pre- esto es, sin o{ensa voluntaria a Dios ín causa; pero además,
tendiendo exponer el concepto cristiano del pecado, ha expre. 2.o, si per impossibile se diese alguna vez un «ateísmo de buena
sado esto drástica, pero también exageradamente, porque su com- fer>, por ejemplo, tal ateísmo sería siempre pecaminoso porque el
prensión del pecado es luterana, con las siguientes palabras: homlre ,ia án el pecado original. Por otra parte, el mero plei-
tear filosófico sobie la existencia de I)ios es ya pecado actual,
«La Etica puede, en efecto, enseñarnos lo que debemos hacer,
la enseñanza es impotente: eI hombre no puede seguirla. La es, como veíamos al descubrir la génesis del <<deísmo ético»,
¡rero
Etica es normativa según la idea, pero no en la realidad. No tratar de erigirs e en iue'z de Dios. Hablábamos antes de la so'
deter¡nina ni conduce al hombre en la vida, no es práctica. No hay berbia, a propóstio del poder maléfico. Pues bien, la soberbia
filosofía práctica. Práctica es solamente la religión, 12.
cor.i.ie en el empeho de-antiguamente diciéndolo, hoy sin de'
cirlo-hacerse Díos. Esta pretensión revestía en otros tiempos
Después de nuestro análisis, cumplido en la primera parte,
formas grandiosas, titánicai. Hoy liene un arte sordo, casi_ sór'
de la relación entre la ética y la religión, es ocioso ya desentra-
dido. Uñ p"r.onaje de La Peste, de Albert Camus, lo ha dicho
ñar por menudo el presupuesto no-católico de esta «interpreta-
ción cristiana». La ética es realmente, y no sólo según la idea, bien: ulllgar a ser un santo sin Dios.» Pero si no se puede
ser santo, .] no se puede ser Dios, por lo menos-y éste es el
filosofía práctica. Pero no porque, separada de la religión, pueda
conducirnos a la felicidad como per{ección, sino porque, en pri-
grito del ateísmo contem'por áneo*que no hayo ?i2t'
Los vicios son los hábitos morales malos, los hábitos del pe-
mer lugar, nos conduce hasta el umbral de la religión; y des-
pués porque, junto con la religión, indivisiblemente-la religión cado. En ellos y por ellos el hombre se apropia la posibilidad
del mal y éste, como veíamos, en poder que se apo-
católica es religión esencial y constitutivamente moral-nos con- "otrui.ite
dera de át. O" ahí los dos aspectos que presenta: el aspecto de
duce a la perfección en Dios.
A propósito de esta relación, a que acabamos de aludir, impotencia» y el aspecto de ,,poderosidad». El vicioso siente que
entre la ética o {ilosofía moral y la religión, y de la que he- no pued,e h"clr Io que debe (sentimiento de «defecciónr>, de «caí'
mos tratado extensamente en la primera parte, se plantea un du,,, de «<empecatamiento»); o bien se siente en ¡rosesión de un
problema que concierne al pecado. Hablábamos allí de un deís- pod,'er malé{ico (sentimiento de «malicia» o r,industriar>, como
mo y un ateísmo ««éticos>) que habrían surgido para salvaguar- iice Santo Tomás, de preferencia deliberada por el mal-aun'
dar el sentido moral de la realidad. Pero si, en efecto, quienes que siempre, es .l^.o, iub ratíone boní para quien lo comete).
lo sostuvieron lo hicieron de buena {e con esa intención, parece É, lo qr" Ari.tóteles llamó, respectivamente, ahrasía y ,f:l:t-í:
que no habrían pecado en ello. Habrían cometido un error filo- (inconiinencía e intemperantia, segitn la traducc_i.ón escolásttca)
sófico, ,pero no un pecado contra Dios. Es el problema del lla- y estudia en el libro Vli d,e \a Etíca níco'm'aquea, Iibro que, como
mado ««pecado {ilosófico¡r. Alejandro VIII condenó, bajo le si- .e .ub", procede de la eudemia' El dxó)'áor0q-que procede
guiente sentencia, la suposición que estábamos haciendo. «Pecca. ,'o.u to" 9:Úbov )''01.'''r desencadena deliberatlamente el mal;
tum philosophicum quantumvis grave in illo, Qui Deum igno. cl A/-oa\\q'-----que procede raPa - t1'1 rip0ov )'o1ov*-se siente el
en-
rat vel de Deo actu non cogiat, est grave peccatum, sed non est cadenado'e inipotente {rente a é1. EI plim'._o es l)ervelso; se-
offensa Dei, neque peccatum mortale, dissolvens amicitia Dei, árrá", J¿bil. Santo Tomás enla quaistio 77 dela Prima Secun'
neque aeterna poena dignum 18. La pregunta primera que debe- 'nr,, ,¿produce la cloctrina del Estagirita. I,a pasiírn puede preva'
mos hacernos sobre este tema es la de si realmente es posible Iecer sobre la razón si se tiene ésta en hábilo, l)el'o
no en acto
un «pecado meramente filosófico», meramente ético, quiáro de- (si se tie¡e ¡rero no se usa rle ella, conto clice Aristó¡eies), o si
c_ir, una ignorancia filosóiica de Dios y de sus perfecciones {un- se la consiciera in' uniuersctli, pero no ((en particular» (si se
damentales que no suponga pecado reiigioso. Piegunta a la cual u.o, xa0cl)rou ¡lero no ru{)' 'év-aaftt\, porque. no es lo mismo
u¡rr.h.na.. s¡;'eculatiu.e q'e p'o'ii9"'Y,los pecados de pa'
.l ti.n
1? Ethík, pecados dá {ragilidad, como dicen los moralistas-son
23-5.
18 Cfr. Denzinger, núm. I.290.
"iá"-to.
menos graves que los procedentes de malicia'
r
IE ó¡
tt
CAI'ITULO XXII
tA VIDA MORAL
Cuando, al principio de esta segunda parte, estudiamos el
objeto material, r,os pr.grntábamos si no debía considerarse tairyt-
bién la uíd,a en" su untíáad como objeto de ia ética y respondía'
'mos que, en rigor, el objeto último es el ét'h's. Pero como éste
.. .o.rqrista prácisarnentá a lo largo de la vida, en cierto sentido
o, .o*i diría un escolástico, <«secundum quid', la vida, en tanto
que étáos haciéndose, puede y düe*para evitar una concep-
ción estática-considerarse objeto de la ética'
Desde que scheler echó de menos en la Etica de Hartmann
((un análisis de la vida moral de la personalidad», todos los tra'
tados de filosofía moral de factura moderna dedican un amplio
.capítulo, o toda una sección, a este tema. Ya vimos como Aris-
tóieles liamó la atención sobre él: el objeto material de la ética
no lo constituyen los actos tomados aisladamente, sino insertos
en la totalidad unitaria de la vida. Aristóteles, además de esta
clemanda, {ormula una teoría de las diversas formas de virla:
bío, opoloustikós, bíos po'lír'ikós y bío's tlt,,eareti,kós-attnque .la
verdad es que ya Platón las distinguió antes, vida.según "] Plu-
,cer, la phrbnetTt o el noú.s 1. La éiica postaristotélica se rledica
soúr" todo a determinar el éthos de la {ortna ideal de vida, la
del «sabio», que ya no es vida puramente lcorética, sino óíos
synthetos. El cristianismo, sobre las estampas híblicas tle Marta
y N{uriu y cle Lía y Raquel,-va a clistinguir |a uittt conternplatíaa
y lu ,,íto' a'ctíua, dando-pre{erencia a la .primera, de acuerdo, a
í^ u"r, con el Evangelio y con Platón y Aristritt:les. Pero la ética
cristiana ya no uu" u ..iur señore¿icla, conlo la antigua, ¡tor ei
ideal del sabio, sino por el ideal del santo'
Si la clasi{icación más acreditada de ]as lormas del étlt'os,
entre las de la Antigüedad, es la de Aristótcles, y cntt'e las me-
dievales la de Santo-Tomás, en los tiempos nrodernos es la divi-
sión de Kierkegaard-estadio estético, estadio ótico y estadio re-
1 Véase, por ejernPlo, Filebo. 21'2.
At 349
'J-1,\ (/ (: ()
ligioso de la vida-la que, si bien desde hac; relativamente po- siones. dotes a cada uno dadas' En este seu'
Y también por las
cos años, ha ejercido y está ejerciendo mayor influencia. tido es menester rectificar lo que hace un momento decíamos:
el hombre siempre está limitado, aun en sus añm primeros'
antes
Xavier Zubiri ha hecho ver, en primer lugar, que el problerna
de las fortnas de vida es filosó{icamente secundario, porque se de que liaya tomarlo decisiones y haya empezado a dar {orma a
trata de una preferente <«dedicacióri»; y no de una estructura ra- ,u ui¿u; iirritudo entonces po' su constitución psicobiológica'
dical de la vida rnisma; pero, en segundo lugar, esas di{ert:ntes El condicionamiento de i" li$ertad por la vida es, pues, tt'i'
formas no se excluyen ni ,pueden excluirse; no hay una vida ple: condicionamiento psicobiolóFitol «'naluralizació'll-1"-.li
-naturaleza, slno que
puramcnte activa ni puramente conternlilativa 2. Sobre Aristó- iibe.tud, pues ésta no es la desped-ida de la
emerge'pr*.i.urr.* a" la naturaleza; condicionamiento por
el
tcles pesa en este punto, como en otros, la idea platónica del
mi mano dar a mi
XruotcPoq, (yo hemos visto que su misma teoría de las fol'mas ,Jrrr,"p". la situación: ahora ya no está en
de vida procede, en definitiva, de Platón). Pero la vida no es vida una orientación per{ectamente posible [ace veinte añ.s;
nunca 1«lpto¡roC y ni siquiera la vida eterna debe ser imaginada qr-i."-rla fundado una familia ya no ,p.uede uoluerse atrás y- de'
como pura theoría. En el caso de Kierkegaard este lroptoppq ii.r.r" a Ia vida monástica. Lá situa"ión .on,,reta nos arrebata
es rnás patente aún, puesto que cada uno de los estadios estár se- p"r"ión de posibilidailes -y nos impone en cambio deberes
parado por un ««salto» y son incompatibles entre sí.
"""
in.ir¿i¡t.s. Cada't á*Ur" puio habe^ ido *uy di{erente Y' cle lo
gue es, pero pasó ya la oportunidad, el kairó-s.para ello' en
Ya dijimos antes que quizá s.ea Jacques Leclercq quien más Los
ha insistido sobre Ia consideración de la vida moral como el ob- á;, ;;' i-.*Lr'iugui, condicionamiento por el
.ltabit'us.
há-
jeto formal .de la ética. La vida del hombre forma un <<todo», bitos que hemor"cortruído restringen ¡uestra libertad, nos eln'
de tal modo que cada uno de nuestros actos lleva en sí el ¡leso pujan a esto§ o io. otros actos' Vlrtudes y vicios son cualidades
de la vida entera. En los primeros años todas las perspectivas )rálur, impresas" en nosotros' Al cixpati c de , toda la vida lea
hecho
estaban abiertas y el número de posibilidades era prácticamente es ya' ."ri i*posible dominarse; pero pudo haberlo
ilimitado. A medida que, después, vamos prefiriendo posibilida. tieápo. Los hábitos fueron voluntarios en cuanto a su genela'
des y dándonos realidad, vamos también conformando nuestra oá^'rrn cuando ahora no Io sean 3. Por eso la responsab.ilidad
vida según una orientación, y dejando atrás, obturadas o al me- principal recae'no ."¡." el acto cometido h9y' sino sobre el
háb'íto contraído ayer, que nos inclina a él' La vida
moral es
nos abandonadas, otras posibilidades. Por otra parte, nuestras vir-
tudes y nuestros vicios nos automstizan, nos inclinan a unos ac- una totalidad indivisible a.
tos o a otros: el virtuoso se protege del pecado con sus virtudes La naturaleza, el hábito y Ia situación, cercan, triplemente
y, por el contrario, el vicioso es inclinado hacia é1. De este modo nuestra libertad actual. ¿Puedln [egar a anularla? No. La liber'
el campo de la acción plenamente libre se va estrechando a medi- tad está inscrita en la naturaleza: '!€ro en mayor o menor me'
da que pasa la vida. Nuestra libertad actual está condicionada dida-no todos los hombres disponerr de igull luerza de liber'
por la historia de nuestra libertad, anterior a esta decisión que irj, a. igrut tu..r, áe voluntad-*, la trasr,iintle'siempre.. Y jus'
querríamos tomar ahora y que tal vez no podemos tomar. El 'tamente en este ser «transnatural» es en lo que consiste ser
hor¡bre se va así enredando en su propia maraña, en la red que hombre. EI hábito es verdad que quita libertad actual, pelo
él mismo ha tejido. La libertad está hic et nunc comprometida también la da: gracias a la {ijación mecánica de una parte de
siempre, como ha visto bien la filosofía de ]a existencia; no hay la vida, u lu de una serie de automatismos, puede eI
una libertad abstracta. ho.rr¡r"
".á.ión
ciuedar disponible y libre p-ar:a 1o re¿lmente importante.
Comprometida por sus decisiones anteriores: pero tamt,ién por otra parte, en un nivel más ólevado, cl problema práctico
cn ten'
¡ror las tendencias profundasr ,por las ,,felencias», por las pa- de la éticá normativa consiste en convertir las tlccisioncs
2 listo ya lo vio claranlente Séneca en el siguiente pasaje: uTria 3 lith. Nic., III, 5.
genera sunt vitae, inter quae quod sit optinrun quaeri solet: unuln vo- 4 Co,ro ¡. r.;iltu,lo
"J. ocasión, el drama cle los perso'
en alguna otra
ionsiste que clesprenclerse
Iuptati vacüt, altcrum contemplationi, tertium actioni... Nec ille qui najes novelescos Ñlno.ioc en-
-no lrueclen
volu¡ltatern probat sine contemplatione est, nec ille qui contemplationi i"'a. su vicio; pero la gracia, otorgándoles a.la vez el arrepentimiento
«le'un iáposible-humanarnente imposible-
inservit sine voluptate est, nec ille cuius vita actionibus destinata est
sine corrtemplatione est» (De Otio, YII).
i-r""*u.ri., Í".'';i.p;,r;
esfuerzo.
-r IE TI os
dencias, es decir, en virtudes. Es verdad, y de eso se trata ahora,
quo también hay un problema negativo, el de los vicios. pues
bien, a esto hay que contestar, c&r Santo Tomásr I.o, que el
Al
.I' ('
acto vicioso es peor que el vicio, de tal modo que somos casti- und, uez pr todas,lo que ha de hacer. EI porvenir es constituti-
gados por el p.imero-y no por ei segrndo, vamente opaco y por tanto impenetrable: nadic puede preuerlo
tJnto que éste no
pase al acto 6 i y 2.", que aún cuando el"n hábito inclina casi como no sea profeta. Nadie puede ver su destino, contemplán
como la naturaleza, siempre 'hay un remedio contra é1, porque dolo en una idea-arquetipo. Por eso decía antes que la palabra
ningún hábito corromp,e todas las potencias der arma y uii, po, «vocación», tomada al pie de la letra, es engañosa. En el plano
Io que queda de r-ectitud en las poteñcias no corrompidas, natural no hay ««llamada» a priori, quietamente oída. La voca-
í,á*.
ser inducido a proyectar y hacer Io contrario "l ción se va forjando en la realidad, en la prá"xis con ella. La ma-
!1" qu"_d* del há-
nera concreta como esto ocurre ya la hemos estudiado en el ca-
bito o. Y en fin, por muy intrin."á" que sea Ia situación, y
aun cuando el hombre se haya cerrado á sí r4ismo, .on 1", ie- pítulo III, al analizar los proyectos y la realización cle las lrosi-
cisiones de la vida pasada, todas las salidas humanas, siempro bilidades. Naturalmente, ahora no se trata de un proyecto ctral-
Ie quedará la salida por elevación, la salida a Dios. Salida difí- euiera, sino del proyecto fundamental de la existencia. Pelo éste,
cil, que tal vez acarree necesariamente el deshonor, la pérdida forjado a priorí, es muy poca cosa; necesita ser articulatlo, a
de todos los bienes humanos y la muerte. Pero salida siemp.e po- través de la vida, en el modo concreto, personal, intlans[crible,
sible. nuestro, de ser artista, intelectual o religioso. Y esto sólo acon-
Hasta ahora,. en este compromi.so de la libertad por la vida, tece en Ia realidad, frente a la realidad, con la realidad carnbiante
no hemos considerado má¡ que su lado negativo o lirnitrtiro, lo de cada dia.
que tiene de com,protnís. Pero el comproñro .s también enga- He aquí por qué las vocaciones prematu¡as o abstractas, for-
gement. Debe pues considerarse también er otro lado de la jadas a espaldas de la realidad, son vanas, no son tales vocacio-
cuestión: el comprometer libremente la vida. La vocación y el nes. Lo que el hombre ha de hacer y ser se va determinando en
sacrificio son formas de este compromiso concreto, a través de cada una de sus situaciones; nuestra prrÍ-
¡rositivo de la prápia rís hr de tener siempre un sentido, p€ro a veces la dimensión
vida.
[,a palabra «vocación» ? es prest-igiosa, pero ambigua, porque más profunda de éste sólo se revela a través del tiempo; por eso
contiene demasiadas resonancias plátónicás. Según -el mito 'de hay que saber escuchar, a su hora: poro no antes, lo que «el
Er, al final de la República, cada ul*u durante íu prr"*irtencia tiempo dirá».
qodrjg elegir, sí, pero- solamente entre los paradigmas o patrones Precisamente este don de saber: a) 'preguntar a la realidad,
de vida previamente dados. De este modo nuestro"destino, p".t".- ó/ escuchar su respuesta, y c,/ seguir lo que nos ha res¡rondido,
tamente trazado antes de venir a la existencia, sería el cópo de nos lo otorga la virtud de la prudencia. Su nombre está hoy,
lana hilado y.tejido por_las Parcas. Después, Á ,n, concepción por desgracia, desacreditado i pero su realidad es sumamente
ya más espiritualizada, los dioses, en uá, de movernos como a actual. Ante una situación dramática caben dos p«rsturas: la
marionetas, nos «vocan)) o llaman. Pero, tanto en uno como en del que, mientras contesta «lo pensaré» o «es menester reflexio-
otro caso, el sentido de nuestra vida nos vendría dado y nuestra nar», lo que está buscando es una escapatoria porque, incapaz
tare', en el de los casos, se limitaría a escuchui o no, a de tomar una decisión por sí, espera el «giro de l,¡s acontecirnien-
-meJ:r tos» y que la decisión le sea dictada <«por las cosas mismas,r, es
seguir o no la llamada. Ahora bien, ¿es verdad que la ,o.u.íón
consiste en esto? No. decir, por los otros; y a este modo de comporlamiento es a Io
que se llama hoy «ser prudente». Pero frcrrte a esa misma
6 situación dramática cahe otra manera de com¡r«lrtarse: la del clue
I-II, ?1, 3. «ve» lo que se ha de hacer v lo llace i ] en c[a consiste Ia ver-
6 De Veritate, 24, 70.
? sobre la vocación deben verse la obra de ortega y la de D'ors; dadera prudencia. La prudettcia no radica en la decisión ¡ror la
el libro de E. Nicol, La uocación humana, que no conozco; el bcllá decisión, pero tampoco es rctroceder ante lo (lue ((nos ponc en un
trabajo de Luis Rosales, «La vocaciónr, pubiicado en el núm. 4J d; compromiso». La prudencia no es, sin má,", engoge¡nenl, pero
cuad.ernos Híspanoamcriconos, y las págs. iz+ y sigs. de La espera y la
esperanza, de Pedro Laín. es también engagement.
Tras Io dicho creo que estamos en condicioncs dc dar alguna
352 t t: TI TI AI 35t
contracción a la antigua palabra «vocación». La vocación se vista, frente a las cuatro características anteriores, es menester
deternrina según las características siguientes: poner estas otras cuatro:
1.n Nunca se dao configurada, de antemano: sólo «en situa- I.n La vocación religiosa, sin dejar de «mirar» y de ((con-
ción», al hilo de la vida concreta de cada cual y de las elecciones siderar», oye una llamada.
que la van comprometiendo, va cobrando figura propia. 2.^ Sin de;ar de advertir toda la <,problemática» de la voca'
2." Siempre es problemática, esto €s, plantea problemas. ción, la penetrá de un saber cierto porque es- de fe'
Iin primer lugar, el problema intelectual de la adecuada deter. 3., Más allá de los «riesgos de errorr, cle no saber si ]re-
minación de nuestro proyecto fundamental, que no depende sólo mos acertado o tro, descansa en la esperan,za de Ser acepto
de nuestra <<buena intención» o nuestra «buena voluntad», sino de Dios.
tanrbién de ese peculiar saber preguntar y escuchar que es la pru- 4." La vocación ética es una «búsqueda» tan larga como
la vida. Pero en lo más íntimo de esa búsqueda, cuando se es
dencia.
3." Problemática también porque la tarea ética no consiste religioso, reina una gran quietud: quietud de entrega y «en'
simplemente en proyectar adecuada'ntente, sino también en reali- cuentro», de confianza Y de amor.
zar cuntplida,mente el proyecto (ambos momentos son distirrgui- Sabemos que estamos puestos en las manos de Dios.
I-rles, pero no separables, porque, como hemos dicho, el pro-
yecto sólo Io es de verdad, en situación y al hilo de su ejecución).
*
Nuestra tarea ética tiene que ser lograda, pero puede ser malo-
grada, por {allo en el acep'tar Io que debíamos hacer o por haber Partiendo del compromiso de la vida hemos examinado sus
retrocedido ante sus dificultades, '¡or falta de ánimo, por fallo dos aspectos; en primer lugar, el compromiso pasivo o com.pro-
moral ulterior, etc. Y también aquí se da, o puede dalse, una mir; de.pués, el compromiso activo o engd.gement, la elección
opacidad a posleri,ori, porque no siempre nos es dado saber si de nuestia vida conforme a nuestra vocación. La vocación es,
hemos hecho lo que teníamos que hacer, si hemos sido lo que pues, eleccíón (o fidelidad en la elección ¿ri ser que sontos y
teníamos que ser. A algunos, a Ios ¡rersonajes importantes, les que tenemos que ser). Pero por sel elección es también renuncía
juzga la historia o la posteridad, pero a todos será Dios quien (lu ,.nrn.ia ás la orra cara de la elección). Al elegir la ,posibi-
ho; juzgue. lidad demandada por nuestra vocación, eo ipso, de golpe, re-
4.o El quehacer ético no se perfecciona en el hacer mismo, nunciamos a otras posibilidades. Es verdad que cabe no renun'
sino en el ser. Su meta es el llegar a ser, el hacerse a sí nrismo. ciar a nada: er la actitud del dilettante que pica en todo sin
Pero sólo es posible hacerse a sí mismo a través del hacer cosos. abrazarse definitivamente a nada. Por el contrario, el envés de
<«Agere» y <,facere», «práxis» y <«poíesis» son aspectos de una la vida del hombre de vocación está tejido de renunciaciones'
nrisnra realidad. Plecisamente por eso todas las profesiones tie- Ahora bien, la culrninación de la renunciación es el saÜílício.
nen, o pueden tener, sentido ético; cumpliéndolas a la perfec- Renunciamos a los bienes exteriores, renunciamos sobre todo a
ción n«.¡s perfeccionamos. La vocación interna o personal pasa una parte de nosotros mismos («Sortijas y otras joyas, ha escrito
necesarianrente por la vocación externa o social. Cuidar tan sólo Emeiron, no son donaciones, sino apariencias de donación. EI
de mi propia perfección sería fariseísmo o esteiicismo. Es en la único regalo que de verdad puedes Éu""r*" es una parte d,e ti
r:ntregtr a un quehacer, siempre social, como puede el hombre al- mismor,) po. ulgo más alto: sacrificio por la per{ección moral
canzar su perfección. (ascetismó), 1:or amor al prójimo, a la patria, a Dios'
Fl¿rsta aquí hemos hablado rinicamente de la vocación en el El sac'ificio no siempre es genuino. Puede producirse poT
sentido ético, que es el que nos incumbe tlatar aquí. Pero nu ilo- huida de Ia realidad,,por: pobreza o incapacidad de ser: es el
demcs olvidtrr, y menos después de haher mostrado Ia necesaria p'ortc étroite, de André
-A se presentu, po, eiemplo, en La
caso que
abertura de la ética a la religión, Que la vocación tiene una ver- Gide. vecás e} sacrif icio puede ser también una solución sim'
tiente religiosa y sobrenatural. Ahora bien, lo soblenatural no plisla, prenratura y; en definitiva, frente a Ia coniirlicació¡.de
destruye el orden natural ni tampoco, en rigor, se superpone a é1, ia vicla-y de,la realidad. En el mundo sc dan muchos sacrificios
sino que lo penetra. Desde este supuesto y desde este punto de inauténiiccls. Sí, es verdad, pero tarnbién se producen muchos
/E TIC E (l AI
verdaderos sacrificios. Y, por regla general, el mayor de todos
Nietzsche se mezcla a veces, extrañarnente, con un cierto pla-
es el martirio. tonismo). Naturalmente, con¡o la verdad no depende de Ia pa-
El martirio ya fue estudiado anteriormente como acto de las sión ni de la voiuntad, se ven obligados a rechazarlo. Pero si
virtudes de justicia-en cuanto testimonio de la verdad debida-
se reconoce que, como diio San Agustín, «no es el sufrimiento,
y de fortaleza. Ahora toca considerarlo
desde el punto de vista es la verdad la que hace al mártir»; y si además no se olvida
de la vida moral 8. Desde luego, e.tre las actitudás reacias a ó1, que el martirio es un sacrificio, es decir, la renunci¿-ss¡¡ f¡s'
la primera sería la del intelectual <,puro». Esta confesión tle cuencia dolorosa-a un bienr I err suma, un deber aunque a
Montesquieu la represent_a muy bien: <«Quisiera de buen graclo veces cumplido con entusiasmo, se reconocerá la injusticia ra-
ser el confesor de l.a ve_rdad, pero no su mártir.» Semejani" ,.-
dical de su repulsa. Si los críticos del maltirio empezasen por
titud _hoy es desestimada. Entiéndase bien io que quiero decir: tener de él la idea serena y deliberadamente ,<etr{riadarr que afir-
no, claro está, que todo el mundo esté dispu".to ser mártir, ma Santo Tomás, carecerían de razón ,para sus críticas. Iil mar-
pero sí que "
,pensador es considerado hoy responsabJe
-el de sus tirio, y en general el sacrificio, es una muestra rnás del tránsito,
ideas, no sólo en el orden del pensamiento, sinó también en el cumplido existencialmente con humildad, de la esfera ética al
de Ia realidad.
reino de la religión.
Cabe también una desconfianza de la autenticidad del mar.
tirio: del martirio en cuanto tal y no sólo de éste o del otro *
martirio concreto. Es Nietzsche e quien ha creído desenmasca-
rar,al mártir, pre.sentándole como un hombre inseguro, que tra-
ta de sobreponerse a su duda mediante el voluntarlsmo y la em- Estamos tratando en este capítulo de la vida moral. Pero
briaguez de la e,trega al padecimiento-pasión. La ,erdu,l debe la verdad es que, como escribió Séneca, <<máxima pars vitae
bastarse a sí misma; pero en el martirio recurre a una fuerza elabitur male agentibus. Magno nihil agentibus. Tota vita aliud
.-rio por paciente y padeciente menos fuerza-que la consolide agentibus» 12. Toda la vida, casi toda la vida, se nos ¡rasa hacien-
y afiance desde fuera. Este «psicoanálisis» efectivamente es vá- do, no el bien, tampoco el mal, sino ni lo uno ni lo otro, otrü
lido, pero no, para el martirio genuino, sino para la deforma- cosa, ¿Cuál es esa otra cosa? Diue'rtirnos, cn el sentido más am-
ción suya: el falso martirio del fanático. Algunos psicoanalis- plio de esta expresión, es decir, andar de un lado parra otro,
agitarnos sin tregua, o sea, por !o menos al parecer, ,<perder el
tas han visto esto bien.
tiempo».
Desde una actitud luterana, de falta de estimación de las
Es curioso que, contra lo que parece, el ,,no tener tiempo»
obras, Kierkegaard l0 ha puesto en cuestión .,el derecho de mo-
rir nor la verdad¡¡. El martirio sería entonces una abusiva garan- y el uperder el tiempo» vayan íntimamente unidos. Heidegger
tía de estar en la verdad, una «gloria» que a sí mismo ,á .or- lo ha hecho notar en uno de sus últimos libros, en Was lt.eísst
Denken?, enraizándolo en su historia de la meta{ísica como me-
cede el mártir. Solamente Cristo, porque era Dios,
'podía afron. tafísica del ser en cuanto descubierto históricanrente:
tar el martirio sin impurificarlo. Y, sin embargo, óabe objetar
que el propio Kierkegaard murió en una especie de martirio. sí,
«El hecho de que hoy en los deportes se crrenten cltici¡nas de
pero en un martirio menguado, ridículo, un martirio, en su es. segundo y, en la moderna fÍsica, millonésinras de segundo, no
tilo, tan pocg <«brillanter) como el del sacerdote de Et poiler quiere decir que nosotros aprehendamos el Iienrpo nrás aguda-
y la gloria, de Graham Greene 1r, €l único martirio legítimo a mente y, por tanto, lo ganemos, sino que este c¡rlcular es el camino
juicio de Kierkegaard. más seguro para perder el tiempo esencial; es de<:ir, par¿r «tcner»
cada vez menos tiempo. Dicho con más rigor: la crecier"rte pér-
Advirtanros que las críticas expuestas, no por casualidad, dida de tiempo no es ocasionada por este calcrrlar el tienrpo, sino
proceden de los dos adelantados del existencialismo (qr. en que justamente la fiebre de ¡nedir el tiem¡ro co¡nenzó en el mo
mento en que el hombre cayó en la in-quictu«l dc qrre ya no
8 véase sobre esto,_ Gusdorf, L'experience hurnaine du sacrilice. tenía tiempo. Este rnomcnto es el comienzo de la época moderna.u
s Apud Gusdorf, ob. cit., Z3B.
10 Véase Gusdorf, ob. cit., 239 y sigs. Lz
1l Puede verse sobre esto el Séneca, Carta printera a Lucilio. (El subraya«lo cs, rtaturalrncnte,
final de rni libro catolicismo mío.) Lo que sigue es refundición de páginas clcl artículo «Cu¿rtro acti-
y protestantismo como tormas de "upit,Ju
exístencia. tudes del hombre ante su bienr, ya citado antcrior¡rlentr-'.
.,idryl
/E TICO (: /\ I 357
Desde esta perspectiva del «tiem,po perdido» se compren- La diversión reclama su puesto, la vida del hombre tiene quo
de bien el sumo acierto estirístico de séneca ren ser tambíé¿ diversión. Ortega, QUe, por otra parte, ha insistido
verbo que usa en la frase citada: elabitur.
la elección del
El tiempo es consti- una y otra vez, quizá antes que naclie, en que la vida consiste
tutivamente lábil, <,se desriza», resbala d" nr.rtrrs en «preocupación» y «quehacer», no por eso ha preterido su
manos y tre
nuest.a vida, se nos escapa precisamente, paraáJji.u*.rte,'por- necesaria dimensión de r«diversión». Aparte el texto de su con'
que corremos tr'as éi. siempre, casi siemprl, hry ferencia er^ el Ateneo sobre el teatro, es su prólogo al tratado
ii.rrpo pá.u ro
verdaderamente-importante. sorno. nosotios' de montería del conde de Yebes el que más nos interesa a este
ves, cor,o ha dicho_Marías, cuando decimos
lor'qu", muchas ve-
qu" uro tenemos respecto. Ortega sigue en él concibiendo la vida como «quehacerr>
tiempo para nada», la verdad es que, en el y «ocupación». Pero junto a la «ocupación trabajosa» hav la
fondo, ((no tenemos
nada para el tiempor. Es nuestra' incapacidad pr.u ,,ocupación felicitaria». Así, pues, la ocu,pación humana es doble:
unu autén-
tica conversión Ia que nos ileva , h""e. d; l; i-id" «existir» y «descansar de existir». Esta segunda ocupación, la
.r,t"ra una
incesante diversión, diversión de .diuersión, es, por tanto, «una dimensión radical de la vida del
lo verdaderamente importante.
A veces la situación se hace, en sí misma, independientemen- hombre». Por eso toda cultura tiene que ser tambiin cultura
te de nuestra intención, por encima d_e- nosotoo.,-*a, de evasión. Y la excelencia de las bellas artes consiste en que
grave aún,
! esto es lo que tiende a ocurrir hoy. ya no es .álo qr. nosotros, son <«los modos de más perfecta evasión; la cima de esta cultura
por nuest.a cuenta, retrocedamos ante lo esencial y no que es broma, farsa y juego y que colma la máxima aspiración
queramos
enfrentarnos con ello. Es que la estructura, lu o.gu.rización de los seres humanos: ser felices».
mis-
ma de la vida social, tal cámo objetivam.ít" Aristóteles se planteó ya este problema en la Etica nícoma-
hoy nlon-
,,rdi, ..: incompatible con el "f"?cecomo suele
sosiágo. Se da uh-o.u, quea. Las diversiones-DtaToTy¡, rcatDta, rivcitaootg-son busca.
oecrr ¿ubrrr, una grave disyunción--entre ro que es das, efectivamente, por sí mismas. Pero Ia felicidad no consiste
«im¡ror-
lolt"]l que es «urgente» hacer. No es sóro nuestra per.sonar en diversión, oüx év tatDtg ¿ipo ú eüDat¡rov[a 13. «Jugar y diver-
-y ]o
frivolidad, es la frivolidad de nuestro tiempo, es una tirse para poder trabajar luego, como dice Anácarsis, parece
suerte de
«pecado histórico» lo que nos impid€-o,
pii r" menos, nos di- ¡azonable. Pues el juego descansa y no es posible trabajar con-
ficulta-vivir al ritmo,áel tiempo iurgo y ;;;;r¡;-, lugar de tinuamente, sino que se requiere descanso. Pero el descanso no
hacerlo al entrecortado e uincanzuñt",,, ", sieinpre
echándosenos es el fin de la vida (la <ivd,naootq; sí Io es, para Aristóteies, la
encima, de nuestros inquietos relojes. oXo).r¡, pero la oXo).¡ no consiste en «juego», sino en thnoría),
Naturalmente, frente a este *odo de vivir que, nos guste La vida feliz es la vida con{orme a la virtud; y esta vida es
o
no, es el de nuestro tiempo, es el nuestro, cabe la
i".iuiliari-;"; seria (pera oTrouDlc) y no cosa de juego» 1a. Como que en ella
lo,demás completamente
.inoperante-á" r.n"gá..-podemos, cre se de{ine y decide el destino eterno.
palabra, r'echazar la- inquietuá moder.u,
"Áo'pod"*or,
labra, rechazar la técniáa o Ia energía átómica
de pa- ¿Qué pensar, pue3, en suma, de la diversión en la vida del
y p.opugnar un hombre? Realmente ocurre aquí lo que con respecto a la indi.
¡omá,tico retorno a la simplicidad y el ocio uiri'guo.
vano. Será nada más que ,o c será en ferencia. Veíamos antes que nunca se dan actos indiferentes:
siempre son buenos o malos. Desde el'punto de vista ético, nünca
Podemos también demandar "rru.roni.-o.
al hombre que se preocup€, y que estamos nihil agentibus. Ese no hacer nada será, cuando menos,
preocupe obsesivam_ente, pero de lo impórtante, cle consentir el mal del mundo o resistir pasivamente a él; es decir,
:e lo'ese.rcial.
cuando Pascal se indignáu" a" que er hombre'a quien hacernos sus cómplices o negarnos a ello. Nuest¡o silencio anté
se le
ha ¡nuerto.su hijo, i., de estai
"n jugando incesantemente pensando en la injusticia, nuestra indi{erencia, no es éticamente indiferente.
su desgracia, se distraiga a la pelota, o de que los honr- Análogamente, la diversión siempre merece una calificación mo.
bres vean sin congoju que .I r.. acerca lentamente ral. Si es «descanso» para continuar luego, con renovados afa.
la hora
TY",.t.,
lo que prop_rgnaba era raer toda diyersión cle la de la
vjda nes, nuestra tarea, es buena. Si es afabilidad y juego para hacer
ciel hombre, com.o Quevedo, en su política de l),ios,
pretendía
raer toda diversión de la vida de su rey.
13 X, 6, 1176 b,27.8.
esra concepción, extremada por el 14 X,6, 1176 b,33 a, ll7i a,3. Cfr. también Política, VIII, B, 13BZ b,
,^rltl'-.:i!-r.*:,,tampoco
lado opuesto al de «perder el tiem,pol,, puesta en raz6n. 35 y sigs. Y, asimismo, Eth. fiic., IV, B.
".iá
/E TIC() (: ,\ Li,ll/
L
/L) l/ 't' I A/ 361
estamos satisfechos y rechazar por «infectas»r por «no hechas». esencialmente, por lo que está siempre a tiem¡ro de sacudírselos,
aquellas otras de las que nos urLrgorra*or. liberándose de ellos. Imagina la 'persona flotando por encima
¿Hubríamos ganado
mucho con ello? No. Las acciories ya pasaron, tal vez no las de las acciones y de la vida, sin «comprometerse» con ellas. La
recuerde ya nadie, casi ni yo mismo.'peio yo, después vida y el yo serían entidades totalmente independientes, perfec-
de come-
terlas, y por el hecho de-haberlas conretiáo,' ,oy'dilerente tamente despegables el uno de la otra.
del
que era antes. Mientras no se borrase esa diierer,.iu u, Advirtamos que con esta concepción hemos pasado al extre-
mí mismo
y ng simplemente en los he,chos, poco habría ganado. mo opuesto de la de Nietzsche. Nietzsche hacía coincidir tan
A esto se contesta,rá quizá que sí, qr. incorpo- exactamente a mi ser con mi vida y con la sucesión de las
rado y hecho,carne lo llevamor .ór, nosotios, ".""pasado
*r.ho más intrínse- acciones en que ésta ha consistido, gu€ mi ser, escatológicamente
camente unido a nos-otros que las acciones aisladas. porque futuro, no contendría ya otra cosa que la <<repetición», el «eterno
lo
:lue yo creí hace¡ incluso es posible que en realidad no lo retorno» de esa serie de acciones. Por el contrario, este hombre
hiciesei y, sin embargo, no por'elro- me ir" d...r.gado del pesá cómodamente espiritado de quien hablamos ahora piensa que el
de mi puesto que tuvá la mala intención de'hacerlo. por pasado pasó y no cuenta ya; que el espíritu nace cada día y
-cu_lpa,
eso scheler dice que el arrepentimiento no es ,nu ,i*piá que puede ser, sin compromisos previos, lo que en cada ins-
,lrrlr-
ción de las accio,es, sino, según su expresión, una «intervención tante decida.
operatoria» en el pasado, en mi vida pasada. pero
[es esto real-
mente así? Mas con ello pasamos a.lá_segu.rtla cues"tió ¿Cuál de estas dos concepciones es la justa? Ninguna de las
n, el quid, dos. Frente a Nietzsche y todos los vitalistas-acepten o no este
si¿ del arrepentinriento. El arrepentimienlo no es una interven-
nombre, pasado ya de moda-hay que decir que el hombre no
ción que extirpa y
-quirúrgica
pasada, -losuprime virtualmente la vida es su vida. Si lo fuese quedaría adherido a ella, coincidiría con
como no es váíamos antes, una supresión ella. La vida es Ilujo, corriente, decurso. Pero la,persona, el
-tampoco,
l,"r acciones pasadas. Frente a esa ligera, ,oiu¡t. concepción
{" Irombre, está ante ese decurso. Tampoco es que esté fuera del
de la e4istencia, Icuánto más- profundá la'«aceptación» de lo decurso, sino, como dice Zubiri, incurso'en é1. Antepuesto a su
bueno y Io malo que hemos hácho, ro que ivi.[r.n. llama propia presencia y, por tanto, sobre sí. Por eso puede volverse
ei
((eterno retolno», ese volver a repeti*la
y otra vez, siempre, hacia su vida y hacia sí mismo, distanciándose de su vida y
mi vida entera, con sus luces y ru. sombrrá, ..u, .o*o ai.e ¿t, juzgándose a sí mismo. Y por eso puede arrepentirse. El pasado
<,mnemotécnica al rojo» ! es ciertamente irrevocable e irreversible, como dice Jankelevitch,
Pero es Heidegge_r quien ha hecho notar que, junto al «eterno pero sólo en cuanto a su acontecimiento y contenido, no en
retorno» en el sentido nietzscheano, el arrepentimiento cristiano cuanto a su senddo. Cuando un cristiano se arrepiente y es per-
es otra manera-paradójica manera-, no -de borrar el pasado, donado, el pecado desaparece, pero no el «haber pecado». Ll
como quería scheler, sino precisamente al revés, de válver arrepentido acepta su pecado bajo la forma de «haber sido»'
querer lo que fue. Pero, ahora, de quererlo como <,perdonado»,
;
pecador. Nadie recobra la inocencia perdida. Pero lo que sí hace
es decir, puesto en relación con los conceptos puramente reli- quien se convierte es rehacer el pasado «formalizándolo» de
giosos de la Redenció¡ y el perdón de los p""ra'o.. Ei cristiano otro modo: la adhesión antigua a aquel pasado, su conformidad
no «olvida-» sus ,pecados, tiene tan buena memoria como Nietz- última con é1, pasa a ser carga y cruz que se ha de llevar.
sche. Prueba de ello, Ias llamadas «confesiones generales». Después del arrepentirniento, todo el pasado sigue igual, y,
En
ellas volvemos a acusarnos, una y otra vez, de picados qr" sin embargo, todo él es diferente ya, porque, exactamente con
no.s fuerof rerdgngdos. ¿En qué_ consiste entonce, l"
.t ,..áp..,ii los mismos elementos, «compone» ya otra {igura. Pero lo im-
miento cristiano? En una actiiud nueva frente a las accion", portante no es que haya carnbiado en su sentido la aída pasada;
y
a la, vida pasada, en una nueva manera de <<estar¡r ante ellas y lo verdaderamente importante es que también ha cambiado el
de llevarlas sobre nosotros, de asumirlas. se'r del arrepentido, su carácter moral, su étltos, Porque el arre-
_He aquí la diferencia profunda entre el cristiano verdadero pentimiento profundo-y aquí tiene plena razón Scheler-no es
y el {rívol.. El {rívolo cree que siempre está a tiempo para volver arrepentimiento de <<actos», ni tan siquiera de «<vida», sino del
a empezar. Interpreta su vida como una sucesión áiscontinua, <,modo de ser» o, dicho con todo rigor, del étho's.
puntual, de actos aislados, ninguno de los cuales l. p.rtur."á Por eso si la vida pasada no ha su{rido, después del arre-
/E I',t
pentimiento, la menor alteración en cuanto a su acontecimiento
y contenido, la vida de aquí en adelante será completamente dife-
rente, y eso es lo que significa en el uso común la palabra
«conversión». Pero decíamos antes que hay una esencial ambi-
güedad en la relación del hombre a su bien. Lo busca estando
siempre en él y, paradójicamente, sin encontrarlo nunca del
todo. Incluso ahora, cuando, convertido, oriente su vida a la
perfeccién en el bien. éticamente nunca puede encontrarle del CAPITULO XXIII
todo. Por eso la ética es por sí sola insuficiente y necesita abrirse
a la religión. Y por eso toda verdadera conversión es siempro EL «ETHOS»», CARACTER O PERSONALIDAD
religiosa.
Mas no debemos creer que con la eonversión, por muy reli. MORAL
giosa que sea, todos los problemas éticos queden, de golpe, re-
sueltos. Porque la bondad de nuestros actos no depende sólo Sin embargo, la vida en cuanto tal, por seria c¡ue sea, no es
de nuestra buena intención, sino que es objetiva y real, y porque la decisiva instancia ética. Ya Io hemos visto a propósito de la
en buena parte el resultado y alcance de nuestros actos escapa conversión: la vida pasa y hasta podemos h¿rcerla cambiar de
a nuestro control, éstos constituyen, por lo general, un tejido sentido. Pero lo verdaderamente importante no es lo que pasa,
entremezclado de logros y malogros. Pero lo más grave es que sino /o que queda; no la vida, sino lo que con ella hemos hecho.
más allá de los logros y los malogros particulares, el hombre no «Puede decirs,e-ha escrito Gaos'-qr" el ir viviendo o exis-
,puede saber si ha logrado o malogrado su vida, si, para decirlo tiendo consiste en ir haciendo cosas no sólo materiales, sino in-
en términos religiosos, ha hecho lo que esperaba Dios de é1. La materiales, y al ir haciendo las unas y las otras, ir haciéndose
vida es constitutivamente problemática, oscura, opaca, impene- cada cual a sí mismo; y lo que cada cual va haciéndose es lo
trable en cuanto a su fin. Por eso nunca acabamos de saber, en que va siendo; o que cada cual va confeccionado con su indi-
esta vida, si somos o no los buenos arqueros de que habla Aris- vidual existencia su esencia individual hasta perfeccionarla en
tóteles, que han alcanzado el blanco. Mejor dicho, no es que la muerte.» El objeto formal de la ética es, en riltima instancia,
no sepamos si hemos alcanzado el blanco, es que no lo hemos no la vida, sino el carácter adquirido en ella. A la vida venimos
alcanzado aún. Todo está, todavía, en cuestión. Y por eso, aun con una «naturaleza», con un «,habe» dado. A Io largo de la vida
para los elegidos, es éticamente necesario el luicio, línal. Pues conquistamos un carácter, un «haber» por apropiación, y éste
todos necesitaremos un día que se nos diga 1o que más allá de es el que importa éticamente. Lo que se ha llegado a ser con
lo que hayamos hecho, más allá de lo que hayamos sido, habría- lo que se era por naturaleza, lo que en ella y sobre ella hemcs
mos tenido que ser. Ortega ha dicho que «nuestra v.ida tiene impreso: el «carácter».
uua condición trágica, puesto que, a lo mejor, no podemos en El carácter, éticamente considerado, es la personalidad moral;
e[a ser el que inexorablemente somos». Pues bien, justamente lo que al hombre le va quedando suyo, a medida que la
«.de
eso, lo que habríamos tenido que ser y no hemos podido ser, es vida pasa: hábitos, costumbres, virtudes, vicios, modo de ser ;
lo que--.creo yo-eternamente seremos. en suma, éthos. La tarea moral consiste en llegar a ser Io que
se puede ser con lo que se es. Porque, como dice Zubiri, somos,
ala vez,, agentes, autores y actores de nuestros actos. Agentcs, en
cuanto que emergen de nuestra naturaleza; autores, en cuanto
que son libres, dependen, no de aquélla, sino de nuestra voli'
ción; actores, en cuanto que definimos nuestra propia figura
aun en aquello-naturaleza-de que no somos dueños, y trans'
formamos en «destinación» lo que, dejado a sí mismo, sería
«destino». La personalid¿ld no descansa sobre sí misma, sino
t En torno a lu filoso!íu mexicana, II, 4l-2.
. it;J l) o () (: t\/
que tiene que ser montada sobre la naturaleza psicobiológica, l'er.r adenr¿rs el pro¡lio Santo Tomás nos da ejemplos concretos
precisamente para determinarla y refaccionarla. de ello; así, cuando nos dice-según vimos-que el vicio de
El éthos, carácter o personalidad moral, va ¡iendo definido la intemperancia hace perder Ia prudencia y la fortaleza y que,
a través de cada uno de los actos humanos. La apelación a ula bajo la {orma de fornicación y adulterio, constituye esencial'
vida en su totalidad» suele no ver con clariclad esto. Con cada mente una injusticia. He aquí los cuatro vicios cardinales estre'
nueva posibilidad quc nos apropiamos, con cada actr-ralización chamente vinculados. Y es evidente que) como éste, podrían po-
de un vicio o una virtud, describimos, corregimos o subrayamos nerse otros muchos ejemplos de conexión 3.
los rasgos de nuestro carácter. En cada acto hay dos dimensio- La conexión de las virtudes suele admitirse por todos, salvo
nes: lo que tiene en sí de acto concreto y aislable y la figura por los occamistas. Cuando la teología mor¿rl ¿rfirma que no es
de felicidad que con él se deiine o se contribuye a definir. Evi- posible que se dé la caridad sin que se infundan también todas
dentemente, esta figura a'propiada excede enormemente del acto las virtudes morales, y cuando la filosofía moral hace ver que
concreto. Y, sin embargo, el hombre ve con más relieve el acto y las virtudes morales per{ectas tienen conexión entre sí, de tal
se siente más responsable de él que de aquella {igura que se va modo que no puede tenerse ninguna sin la prudencia y a la vez
modificando paulatinarnente a través de los sucesivos actos, o ésta supone las virtudes morales, y que ciertas virtudes corres-
que cambia bruscamente en un «instante», que es, <«de una vez», ponden a otras, como la discreción a Ia prudencia, la rectitud a
siempre. En el primer caso el pasado se conserva y reafirma la justicia, teología y filoso{ía moral están afirmando la unidad
bajo forma habitudinal. El segundo es el caso de la conversión, ,del carácter moral. EI sentido profundo de Ia mesótes aristoté-
del que ya hemos hablado. lica es también éste: no que cada virtud, tomada aisladamente,
Hemos dicho que el carácter consiste en todo aquello-bueno consista en un «término medio», sino que las virtudes, si lc
o malo-que hemos retenido y nos hemos apropiado. De que son de veras, no se dan aisladamente, sino que consisten en una
realmente forma una figura ya nos cercioramos al estudiarlo .cohesión, en una armonía, en una ou¡rntroxr7: las unas se exigen
como objeto material cle la ética. Ahora podemos agregar que a las otras y no acaban de serlo sin las otras. La personaliclad
esta conexión se advierte más claramente que entre los hábitos bien lograda es unitaria.
tomados ¡.n genere, en su especificación moral: las virtudes y Esta f igura unitaria, mientras dura la vida, permanece siem-
los vicios son «coherentes». EI padre Ramírez ha rechazado esta pre abierta y modificable. No sólo eso, sino también «provisio'
afirmación mía, por lo que se refiere a los vicios, y le opone nal», «indeterminada». Como decíamos antes, por ser la bondad
esta orta: <<No son conexos o coherentes, disgregan la natu. objetiva, real y no pendiente simplemente de nuestra recta in'
raleza y con frecuencia se oponen y neutralizan mutuamente tención, nunca acabamos de saber, en esta vida, cuál ha sido,
entre sí, como un clavo que saca otro clavo» 2. Creo que en esta a punto fijo, nuestro logro y nuestro malogro.
afirmación, más fiel a la letra que al espíritu de Santo Tomás. Pero este logro y malogro de que somos responsables no es
huy alguna confusión. Por supuesto, los vicios no se exigen únicamente el nuestro, quiero decir el de cada uno de nosotros.
necesariamente, cada uno a todos los demás, como ocurre con X,a responsabilidad es siempre solidaria, de tal modo que, en
las virtudes, aunque solamente cuando alguna de ellas se posee mayor o menor grado, según los casos, soy éticamente corres-
per{ectamente. Fero es claro que esto no obsta a que haya cohe- ponsable de la perfección y la imper{ección de los demás. Lo
rencia ent're ellos. Si Ia personalidad d,el malvado {uese tan des- .cual no quiere decir que sea un quehacer ético mío--*como mu-
organizada y contradictoria como supone en este texto el padre
Ramirez (que viene a identi{icar a todo malvado con un «clisolu. 3 No ya en el texto, sino simplemente al pie de página, para no
to» y además toma esta palabra demasiado literalmente), ¿cómo dar a esta observación demasiada importancia, cabe hacer notar que
se comprende el poder del malo? ¿Y cómo no ha triun{ado ya si al texto del padre Ramírez se le aplicasen los procedimientos exegé-
definitivamente el bien sobre el mal, a la manera como un ticos de que yo he sido víct.ima tantas veces, y aun sin llegar a extrernos
tan violentos, podría sacarse de é1, como consecuencia, una sorprendente
ejército organizado derrota siempr,e a otro desorganizado? Es el ascética. En efecto, si .,los vicios se ollonen y neutralizan mutuamente
simple buen sentido quien nos ratifica de esta «coherencia». entre sí» (si es mutuamente, será sin duda errtre sí), «si un vicio saca
a otro vicio, como un clavo a otro clavor, iqué tal estaría aconsejar
2 Artículo ya citado.
al vicioso que contraiga un nuevo vicio con el fin de que éste y el
viejo se opongan y neutralicen mutuamente?
IE DI (' o t,' (' I
(;',
chas gentes piensan-el conseguir que el prójimo realice uefis , Lu sociología: por muy atenida a la re¿rliciatl humatta clue
nolis lo que yo me imagino que es su perfección. Es ante todo quiera estar, y justamente por cso, por estar ¿tenida a la realidad
mediante el respeto a su personalidad moral y después-aunque liumuna, no puede dejar de ser, explícita o implícitamente, ética
cronológicamente, si cabe la expresión, antes-proporcionándo- (aunque como ciencia descriptiva-si es que de verdad es ciep'
le los medios a mi alcance, para que, salvándole de la aliena- cia meramente descriptiva--no se decida por url co'ntenido deter-
ción, realice esa personalidad, como yo puedo y debo ayudarle. minado). En efecto, ya hemos visto que Ia realidad humana es
Es pensando en nuestras imperfecciones más que en nues- .constitutivamente rnoral. Pero la realidad social, ¿no es acaso
tras perfecciones, y en la realización de nuestra tarea y la co- tan realidad humana como la realidad individual? Estudiar los
laboración en la de los demás, como nos encaminamos a nuestra ])rocesos sociales es, en fin de cttetttas, estudiar acciones huma-
realización. EL éthos es el objeto último de la ética, pero no i',as y, en tanto que humanas, moralr:s (moral como estructura).
puede ser el objeto inmediato de nuestro propósito, porque el Según se mostró, «lo nroral» recubre y pcnetra enteramente «lo
éthos sólo puede configurarse a través de los actos y los hábitos, hr¡manor. Puede alegarse además otra razírn más específica-
Por eso la vía más directa para «lograrse,, es la entrega, la mente «sociológica» para hacer ver este aspecto constitutiva-
acción social, la renunciación, el sacrificio, el «darse». El éthos mente ético de la ciencia social. Alfredo Weber y también NIax
no puede perseguirse como el corredor la meta. El mundo no. Weber han puesto tle relieve que la dirección moderna de la
es, como dijo Bernard Shaw, una especie de gimnasio moral historia es de intensificación del proceso civilizatorio'racionali'
para hacer mejor nuestro carácter. El perfe.cionismo, el fariseís- zador, en virtud .del cual hay una invencible tendencia a .,ajus-
mo y el esteticismo que quisiera hacer de nosotros mismos una tar» y «reajustar», es decir, a justilícar (por más que esta <<jus-
obra de arte porfecta, una bella estatua, nos alejan de la autén- tificaciónr) nos parezca éticamente discutible) modos de convi'
tica perfección. Lo más alto no puede convertirse en «fin». Pero- vencia adoptados antes simplemente por tradición. Y la sociología
-ci nosotros nos «damos», también la perfecrción nos será «dadar¡- ((replte» en el plano del conocimiento esta dirección de Ia rea-
El é¡hos, carácter o personalidad moral, es siempre, por lidad. Pero con ello es evidente que crece, tanlo en Ia realidad
supuesto, estrictamente porsonal. Entonces, iqué sentido tiene social como en la ciencia de la realidad social, Ia carga de etici-
esta expresión cuando la usan Scheler y otros filósofos referida dad, y por otra parte, atendemos el <,fin» de la sociedad. EI
a todo un pueblo o cultura, a todo un estamento o clase social, hombre s,e asocia no simplemente «por naturaleza», sino, se-
y qué relación puede descubrirse entre tal concepción y Ia .gún decía Aristóteles, para «vivir l¡ien» (.1 ((por naturaleza»
nuestra? v el «vivir bien» son inse¡rarables, son indisociables); esto es,
Eth.os, en el sentido de Scheler, es el «sistema de preferen- con un fin moral. Y justamente porque el hombre es, por nece-
cias» de un grupo social. La perfección personal de quienes sidad, moral (moral como estructura, m.oralitas in genere ), en
constituyen ese grupo se realiza conforme a'ese sistema de pre- el sentido de que tiene que <<hacer» su vida y no le es bioló-
ferencias vigente, pero no consiste en é1, no se agota en é1. Es gicamente «dada» como al animal, es por fo que es social. Ir¡
como el cauce por el que ha de discurrir nuestro quehacer moral, sociolo'gía se fundo, pues, en la ética (como la realidad social
pero no es nuestro quehacer moral, rigurosamente concreto, per- en la realidad moral) y reuierte a ella. La comunidad es comu'
sona'I, incanjeable, único. F) éthos de Scheler está, pues, más nicación de bienes reales y, lo que es más importante, comuni'
cerca de lo que hemos llamado «idea de la perfección» que de cación de posibilidades. Pues ya vimos a su tiempo que la moral,
la perfección o éthos propiamente dicho, que es el modo de ser €n su dimensión estructural, es pura y sim¡,,lt'mente apropiación
moral, apropiado a través de la vida. de posibilidades. Ahora bien: las posibilidades supremas-la
Sin embargo, bien entendido, el concepto de éthos socíal es plenitud moral, la felicidad-sólo pueden cortseguirse-normal-
legítimo y además importante. Este libro se proponía ser un mente-viviendo en sociedad. Una sociología com¡rleta tiene qtre
tratado de lo que suele o solía llamarse «ética general», /, por desembocar en ética social. Y si se cierra a sí misma esta puerta,
tanto, no corresponde tratar en él temas de ética social. Sin es unilateral e insuficiente. Paralelamente, se tla una unilatera-
embargo, no será, creo yo, inoportuno ni ocioso que a esta altura lidad e insu{iciencia en la ética social clirsir;a. La á'tica social
de la invdstigación mostremos la comunicación de la ciencia se ha orientado casi exclusivamente por modo jurídico-político.
social con Ia ética y su necesaria abertura a una ética social. Era, por una parte, derecho natural; por ott'a, cicn<:itt polín<:a.
lh- ,1,
o§ (l At 369
La afirmación rnoderna de la sociedad {rente al l,stado es el tlucción-introducción necesaria--¿t Ia politita: sin ¡;/rili¿ entle
acontecimento que ha hecho surgir la sociología. Los términos los ciudadanos? sin las virtudes de socialidad, no puede existir
«sociedad» y «Estado» no se identifican ya como en el pasado; una buena politeia. No es éste el lugar de desarrollar la teoría
la ciencia social no puede ocuparse solamente de la sociedad, de las virtuies-y los vicios-sociales. Por otra parte, ¿se tiene
civil (y la sociedad doméstica). Esta primera unilateralidad ha suficientemente presente que es de eso y no de otra cosq I ud9:
sido, por tanto, vencida. Pero la ética social, ¿debe seguir orien- más estudiado ni en abstiacto, con re{erencia a la sociedad civil
tada, como hasta ahora es usual, exclusivamente en el derecho €n general, sino con referencia a la nuestra, a España, de lo
natural? ¿Es exacta la ecuación «ética social : derecho natural qr"irun tratado en buena parte de su obra los pensadores espa-
social»? Creo que no. El derecho natural no es sino la párte: ñoles preocupados por España, y entre ellos, por citar_algunos
de la ley natural que atañe a las obligaciones interindividuales y .,ombies, Unrmunq Ortega, D'Ors, Américo Castro, Sánchez'
sociales dc justicia. Ahora bien: ¿Io primario en Ia ética son Albornoz y Pedro Laín?
las obligaciones, los deberes? Ya sabemos que no. Lo primario, TambiSn podríamos «repetir» aquí, refiriéndonos ahora al
en un sentido-punto de vista «formal»-es el «bien» (bien su- áthos social (iocialidad, solidaridad), cuanto hemos dicho sobre
premo, {elicidad). Y y" hemos visto también que el objeto ple- ,el éthos personal. El hombre en su vida, el español en.su historia,
nario de la ética son las «virtudes» y es el éthos. Pero ya vimos. se han ápropiado, se siguen apropiando, un determina do éthos
el carácter segundo y no primero que tiene en Suárez Ia ley. social, ,n -tdo bueno y malo, virtuoso y vicioso, de colvivir.
natural, y por tanto también el derecho natural, que no es más Y este éthos social ha dá ser tarnbién el objeto {ormal último de
que una parte de ella. La ley natural, impositiva de obligaciones, la ética social.
tiene un sentido de suplencia. El hombre es constitutivamente
moral y ha de determinar por sí mismo su conducta; y lo moral-
mente bueno es 1o que la inteligencia determina como adecuado a
la naturaleza humana; pero justamente porque Ia naturaleza,
abandonada a sí misma, podria equivocarse, nos ha sido otor-
gada supletoriamente la ley natural. La idea dei derecho natural
debe ser manejada en los tratados de ética t'ilosólica y no espe-
cíficamente cristiana (aunque ya sabemos que la ética separada
es insostenible y que la moral tiene que desembocar en la reli-
gión) con una cierta cautela. El apresurado reculso a ampalar
un orden social, político o económico en el derecho natural,
produce con frecuencia en el no cristian«¡ una sensación de
dogmatismo, sobre todo en los manuales, donde no se dispone
de espacio ni a veces del rigor necesario para las debidas preci-
siones. La moral no es, ante todo, cosa de deberes y obligaciones,
sino que éstos tienen un carácter derivado. El punto de ryrtido.
para la ética social es la determinación del bien moral social;
el punto de llegada, la perfección moral, consistente en la apro-
piación de las virtudes sociales y del éthos social.
De lo primero no podemos decir nada aquí porque nos apar-
taría conrpletamente de nuestro tema. Pero afirmamos también
que la ética social tiene que ser teoría de ias virtudes sociales y
del éthos social. Vano será buscar nada de esto en los manuales
de ética social al uso, donde no se habla más que de «derecho
naüuralr>. Y, sin embargo, ahí está la larga teoría aristotélica de
la philía, cuyo sentido es evidentemente el de servir de intro-
(' ,\ Li/'l
especiainrente durante Ia jtruentud. Los jóvenes, normalr,ente, aún puede echarse mano de otro ex¡'rediente que Max Scheler ha
no piensan en la muerte, sin duda porqu", como dijeron Aristó- visto bien.
teles y santo Tomás, tienen *u.Éo futuro por dllu.rte y por La existencia humana cada vez se distancia más-en todos
ende mucha esperanza. los órdenes-de la natural eza) para moverse en el plano de Io
Por consiguienle, la supresión de la enfermedad y cI dolrir,
,la conservación artificial. El mundo se concibe, For ejemplo, en Heidegger-al
de la salud y la abertura de posibilida,le. ,itule., menos en el primer Heidegger, de sein und, zeit,-como una
en todos los órdenes y para rodos los hombres, cualquiera quá y lu "l
Óitución, como una grandiosa {ahri'
giguuter.u {actoría,
ErZlO.,. Arti{icialiduá qr", ciertamente, no elimina el fallo,
sea su edad, ¿,o podrían procurar una prolongación de Iu ju- la
ven[ud y, con ella, un alejamiento de la -idea J. l, muerte? si ;;;iir;";cia, el ,rrr. Ál contrario, no sólo no los elimina' sino
logramos sentirnos jóvenes es como si {uésemos jóvenes. Ahora que los supone.
bien: para_sentirse joven no basta con gozar de plena salud y Pues bien: a esta creciente arti{icialidad de la vida corles'
bienestar. Hay que eliminar esos signos ixteriores'-costumbres ponde el creciente sentir moderno de toda rnuerte como muerte
propias de cada edad-que iban señalando antss, inequívoca- artilicial.
Efectivamente, por una parte, ¡ocurren hoy tantas muertes
-
mente, el paso del tiempo y, con é1, el acercamiento de la muerte.
joven implica hacer lo mismo que los jóvenes: bailar, prac- por iccid,enre,! EÍ accidente y e-¡1 otra muerte arti{icial que es
!".
ticar deportes o, por lo menos, llevai un atuendo deportivo, vestir Ia occisión constituyen en realidad los esquemas de muertes
juvenilmente, etc. áracterísticos de nuestro tiempo. Y por otra par'te, el hecho de
De este modo conservamos la ilusión de permanente juventud, qut i""o"table gente haya -u"lido muriendo, hasta hace unos
)'r con ella, mantenemos a raya el pensamiento de la muerte. ;;;r,- prrqu, ioa'rría no'se habían inventado las sul{amidas, la
nos impulsa a considerar
Porque si bien es verdad que la preocupación acerca lo lejano, f""iáiii"", lu t".rrmicina, etc., ¿no
producidas por accidente, por
iambién todas esas muertes como
acerca la muerte, también lo es....-y con ello afinca una natural De este modo se
el accidente de que «no se llegó a tiempor?
propensión humana--que la juveniiización aleja lo cercano, aleja
la muerte. La acercan y la alejan, respectivamente, como pen- ,i.ná" a consideiar toda mueit" "omo muerte artificial. Hoy
samiento, es claro. el cáncer produce muchas víctimas. Pero mañana, en cuanto se
3) Pero una cosa es alejar la muerte como pensamiento y hoy. d.r.ub.ierto eI medicamento oficaz, Ya.nadie más morirá de
otra muy distinta es alejarla como realidad. Ahora bien: jpuede ,iá.r., de ia rnisma manera que una m'ás perfecta regulación
alejarse la realidad, el acontecimiento biológico de la muerte?
del tráfico evitará muchos atropellos. Es claro que siempre
quedará un margen para el azar. Sí, las gentes seguirán mu'
Evidentemente, no sólo puede alejarse, sino que de hecho se está
,ierrdo; pero todás, de ,r" manera u otra, por accidente'
alejando. Hace un momento veíámos que lá medicina y la hi-
Hrrtu aquí hemos visto que la naturaleza misma inclina a
giene modernas están prolongando la juventud. La verdad es reprimir la idea de la muertá, que nosotros ayudamos y forza'
que también están prolongando lu vida. Pero nuestro tiempo, con
mos esa represtón, que Ia prolongación de la.juventud y-la pro'
su ciencia y con su pseudociencia, hace todavía más: fomenta la
longación áe l, vidá contribry"n al mismo efecto Y, €n {in,- que
esperanza p'seudocíentífica de, en algún modo, no rnorir, de .t .lqr.*a, cada vez más vigente, de Ia «muerte artiiicial» {avo'
alejar, tal vez indefinidamenre, la müerte. Esta era una temá- rece este proceso de elusión.
tica espelanza. del progresismo, esperanza expresada abiertamente S) Si pero para derribar este muro que tan cuidadosa-
por Condorcet y que, inconfesada, difusamente, sigue operando mente habíamos lávantado con el {in de que nos ocultase lo que
h.oy, porqug, pese a ciertas anariencias, queda mucho progre- no queríamos ver, ahí está e) es¡tectúculo de lu' nuuertc. Es ver'
sism<¡ aún disuelto en nuestro tiempo. dad que no podemos imaginar, que- no- podemos ver nuestra
Merced a esta vaga esperanza se fomenta un deslizamient' muerte; pero, en cambio, vemos cada día la mue'rte del o¿ro'.
del plano del pensamiento al plano de la realidad; es decir, se ¿cómt se las entiende la oscura voluntad de -represión
con
fomenta el equívoco de que al alejamiento de la idea tle la muerte esta inesquivable realidad de Ia muerte del otro? Por de pront_o,
corresponde un alejamiento de la realidad de la muerte. se puede evitar el encuentro con los muertos. En este sentido
4) Naturalmente, esto es sólo una esper anza. Entre tanto, ha escrito Heidegger: «En el morir de los otros llega a ver§e
374t8 tl (' .\ I ;i75
tíl'» Yo y mi rnuerte somos incompatibres; .runá, t' rio existes un teatro: si la representación nos aburre, no tenemos más que
eila venga salir de é1, pues, agrega Séneca, patet exitus, la puerta de salida
estaré yo para experimentarla. serán los orros quier,"es
itend¡án
lrg q-ue entenderse
con mi muerte, quienes tendrán que
está franca. Pasar por la muerte sería, pues, según esta concep-
por tanto, ción, como pasar por una puerta.
_ocuparse de ella y_con ella.
Io que nunca tendré que ocuryrme? ¡ ¡
¿a qué pre-ocuwrm¿ de Importa mucho hacer referencia a est¿r actitud porque es
tal vez a la que más propensos estamos los cristianos, sobre todo,
6) sí, esto es verdád. Pero'aun cuando la muerte, mi rnuerte, es claro, cuando nos encontramos, a la vez, {ervorosos, exultarttes
nunca llegará a hacérseme presente-como ocurre en
los cuen- y oon buena salud. Con frecuencia, cuando se habla de <<muerte
tos macabros-, sí-puedo sinrí,rla acerccffse. A veces, es
vercrad, cristiana», un entusiasmo espiritado tiende a dar poca impor-
la muerte ocurre dó repente, bruscamente, repentinamente, sin
tancia en la dialéctica vida-muerte-supervivencia, al momento in-
tiempo para nada. Peró otras se r,a u" ,riír.'¿cá-o
eludir ra termedio, al momento o, como suelá decirse, a la «hora de la
muer,te en estos casos? Antes sóro se disponía-iparte
de la obra muerte».
de la-naturaleza, que, a veces, sume al mo¡ibunáo
an ra incons- Fingir demasiado {ácilrnente la continuidad de ésta y la otr¿r
ciencia-, sólo se disponía, diqo, de esas n*"ntir* piadosas»
vida, llevar a cabo. en idea, un pasaje r:órnodo y rápido a la
con las que *e ,procuraba haceire cr'er que pronto se pondría
nmortalidad, es otra sutil manera de eludir la gravedad existen-
l) () () 't' (' .\ / :177
cia! de ia muerte. I)entro de esta línea suele decirse que la muerte ce¡rción, Ia mucrte tlueda tot¿rlnletlte incorporada a Ia vida, di-
es el encuentro con el amor y otras cosas semejantes, bellas, pro. suelta en todos y cada uno de sus momentos-
fundas y verdaderas. Pero no debemos olvidar que esa lriiuo En nuestro tiempo ha habido dos grandes intentos de apro-
tiene su ,precio, que es, por una parte, una vida piadosa, pero, piación de la muerte: el de Rilke y el de Heidegger. Examiné-
por otra, un trago amargo, el de la muerte. moslos separadamente:
No niego, ciertamente, que quepa una actitud «natural» ante 1) Lá muerte es el término, el {in de la vida i por tanto,
la muerte, según la cual se muerá casi como se nace, en con- pertenece a ella. EI residuo comatoso que prolonga el acto propio
formidad y sosiego, de acue¡do con una religiosidad que acepta de morir es, ,para usar el lenguaje de los matemáticos, un residuo
las cosas como son. Todavía se ve morir así a algunas gentes en enteramente despreciable. Por consiguiente, lo que verdadera'
el campo. Pero temo que para nosotros, tan lejos de la náturaleza mente importa ei, la muerte, lo que tiene de acto final,- se puede
y d" la naturalidad, sea ésta una actitud en realidad inadopta- y se debe incorporar a la vida. Tengo que hacer- de la muerte
ble. Pe¡o entonces no tenemos der,echo a fingir que la adopta- --di." Rilke-mi muerte propia, preparada y con{ormada, «tra'
mos. No tenemos derecho a negar la muerte cuando 1o que nos bajadar> (arbeiten) y .,dada a luz» ( gebiihren/ po, mí mismo.
pasa es, sencillamente, que la sentimos lejos. Es-el primer estadio-el más conocido también, el de los Cua-
No niego tampoco que haya cristianos que, aun sin esa dispo- d,ernoi de Maltz Inu.rids Brigge y el Líbro de Horas, y que más
sición, en cie¡to modo «naturabr, a la que acabamos de aluáir, nos importa aquí-en la concepción rilkiana de la muerte.
se hallen tan acendrados ya que reciban la gracia de no ver Su riesgo es, evidentemente, aparte el de querer «dominar»
más que la rotura de «la tela de este dulce encuentro». Pero la muerte, el de caer en una espeóie de esteticísmo ¡ágico. El
no olvidemos que fue el mismo San Juan de ia Cruz quien habló de que el muriente, no queriendo morir ((como los demás», sino
también de «los aprietos de la muerte» y quien llamó al morir de una manera «elegida» y «artísticar), se cotrlponga para la
<«subir por el desierto de la muerte». muerte como quien se compone para una grande y dramática
La verdad es que las más de las veces nos cuesta trabajo dejar fiesta. Frente á esta desmedida pretensión de apropiación total
el mundo y que hasta nueva orden-o nuevo orden-la- *u.ite del sentido de la muerte, hay que afirmar, desde el punto de
será siempre triste. No neguemos, pues, la realidad. En otras vista cristiano, que la muerte no es sólo un acno del muriente,
ocasiones hemos visto cómo una frecuente deformación del cris- sino también, y sobre todo, un destino suyo' algo que se hace
tiano «pío» consiste en no dar toda su importancia a las empre- con é1, que no hace é1. Es verdad que también hay una- apro'
sas mundanas. Pues bien: otra posible deformación consistiría piación cristiana-ascótica-de la muerte, y por eso a tal ascé'
en no advertir toda la tremenda gravedad de la muerte. Yo en tica se la denomina r«mortificación». Pero el cristianismo nllnca
definitiva-salvo los casos, repito, en que sea así concedido por ha pretendido reducir la realidad de la muerte a mera morti'
la gracia divina-, sería otra manera de eludir el cuidado de ta ficación.
muerte. Las posteriores actitudes de Rilke nos interesan menos, den'
tro de ¡¡sstro actual contexto. En el segundo estadio de su pen'
LA MUERTE APROPIADA samiento, al que corresponden las obras más importantes, la
atención se proyecta, no tanto en el lado humano de la muerte
Las actitudes hasta aquí consideradas rechazan la muerte como en el uhtrahumono. La «despedida» es considerada como
porque la consideran contraria a la vida. Contraria y, por tanto, situación fundarnental de la existencia humana, y la muerte es
ajena, extrínseca. Pero ¿esto es verdad? designada con una serie de verbos-überschreiten, übersteigen,
Los estoicos consideraron ya a Ia muerte comé el constitutivo übergehen-compuestos todos con el prefijo über. Lo que im-
mismo de la vida, si se Ia mira por el envés; quiero decir que porta ahora, sobre todo, es lo que la muerte tiene de un tras'
hacían la muerte coextensiva a la vida, extendiáa a lo largo de cender a un «más allá» misterioso, místico y transpersonal. La
ella, recubrióndola totalmente. Quotidie mo,rior, decía Séneca. La muerte es alabada ( preisen) , cantada ( singe'n) y glorificada
muelle no está «delante» de nosotros, sino también «detr.ás», ( rühmen) .
puesto que desde que nacimos estamos muriendo; la «cuna)) Bollnow, en su libro sobre Rilke, ha señalado un posible
y Ia «sepultura» se hallan juntas, dijo Quevedo. según esta con. tercer estadio que estaría representado rprincipalmente por Ias
378t8 't' DI TI o E
,1,
(: .1\ Ll7!)
po-esías últimas en francesa. ljentro de él parece con- lista, que está montacla sobre si nlisrllir y no sobre la realidad,
-lenquq
cebirse una nueva felicidad de la existencia, toda rn.iiodíu y ve- perscinde de lo que se le resiste; pero eso de que prescinde si-
rano: una «presencia pura» que sería salvación de la mueri. gue ahi.
el sobrenatural ser pleno y presente. ".,
2) Heidegger, en ciertó Eodo, y por paradójico que pa- LA MUEIiTE BUSCADA
rezca, no está lejos de la famosa sentencii de Epicurá uni*,
citada. En efecto, Heidegger distingue tajante..ri. la muerte Fue Freud quien a{irmó la existenci¿r «le un impulso tanático,
gonto heclw, el hecho de terminar fírica, iealmente, la vida, y de una tendencia a la clisolución o inilrulso de retorno al estado
la muerte corno cuidad,o o pre-ocupación, el pensar anticipatoria- inorgánico. Cuando este impulso se convierte en actitud, lo que
mente rni propia r¡nuerte.
sin duda ocurre a veces, puesto que hry genles que quieren y
La muerte corno «hecho bruto» es absolutamente inapropia- buscan la muerte, ¿cuál es el presulluesto de tal actitud? Evi-
ble. En efecto, con la muerte se cornlpleta la existencia justa- dentemente, la creencia en la nada tras la muerte. Pero la nada
mente cuando ésta se acaba; la .ganancia se vuelve simultánea- puede entenderse de dos maneras distintas: bien creyendo que
mente pérdida total, Entre la mueite en este sentido y la vida no
tras la muerte no hay nada o bien crcyendo que lo que hay tras
hay, pues,-conexión real; a lo sumo, rnera tangencia. se trata la muerte es la nada. Es decir, ponienclo el acento, bien en el
he-g|ro que-como pensaba Epicuro-of icto a los otros ((no»" bien en la unada». En el primer caso esta actitud implica
9".rn-
(mis farniliares, mis por lo cual Heideg.
3misos), p"ro ,o a mí. la pretensión de apro¡riación total cle la nlucrte. Lo positivo de
ger se desentiende absolutamente de él-y ahí estriba pre"isf- ésta, que depende absolutamente de nuestra volrrntad tanática,
rnente, corno veremos luego, la insuficiencia de su ráflexión suicida, sería el «morir», una cosa más que se ipuede hacer:
sobre la rnuerte. trabajar, divertirse, ciormir, morir. Es la muerte-utensilio, como
con la muerte camo hecho se completa-sólo para los otros- se ha dicho, tras la cual no habría narla ¡n¿is. Pero en la nada
mi ser, realm^ente. Con La m,uerte 6o,mo
We-o,cu,Wf¿óz se com- clue habría tras la muerte puede verse también algo en cierto
pleta-.para mí-rni ser, existenciolmente. '
-
-"uboldinarlas a la ccrnsecución de at¡uélla y el desiizanrierrto t.le Ias virtudes, distinguc el conocimiento de la verdad ex doctrina
Ia virtud de la prudencia, del reino de lo puramente intelectual y ex inuenlione, aprendiéndola de otros o encontrándola uno
a ser una vi¡tud al par intelectual y moral, son otros tantos pasos mismo 2. Es el tan debatido problema de si se enseña filoso{ía
decisivos para la conceptualización fundamental de la filásofía o se enseña a filoso{ar. Filosofía y {ilosofar o, como decíamos
moral. Mediante sucesivas distinciones articuladas en el seno del antes, ciencia y método, son inseparables. Si se pretende enseñar
objeto se va desplegando progresivamente el sistema; mediante solamente a filosofar, no se enseñará mucho más que a divagar
sucesivas revisiones de los conceptos fundamentales se ensancha en torno a la filoso{ía, sin conseguir entrar en ella. Si se pre-
y afirma la ciencia. Deslinde y desgajamiento, conceptualiza- tende enseñar solamente filoso{ía, se suministrarán, a modo de
ción o tematizació. y sistematízacióñ-luego hrblrr.*os tam- recetas, unas respuestas que no responden a ninguna pregunta,
bi:l de Ia <«repeticiór))-r han sido las eta=pas metódicas reco- puesto que nadie puede preguntarse nada decisivo más que
rri das. filosofando.
. Estas etapas, mutatís rnyfanflis-.que no es poco-, son las
de constitución de toda ciencia. Pero la ética es, en un determi-
Ahora bien, el profesor de ética posee, mejor o peor, su filo-
sofía, la filosofía moral. La ha recorrido completamente una
na.do sentido, ejemplar. En efecto, toda ciencia es un corr¡porta- y otra vez. ¿C6mo librarse de caer en mera transmisión de lo
miento; per-o la moral es el comportamiento por antonomasia. que «sabe»? Se diría que andando una vez más con sus discí-
De ahí que el método de la ética-;l «camino, dL la vida moral- pulos el camino que se abrió ante é1, hace ya tiempo, cuando
rros prerente vívida, dramáticamente, lo que el método de las adquirió su ciencia. Pero ¿cómo podrá desvanecer en sus dis-
cienciaq_ puramente especulativas nos re-presenla sólo teórica- cípulos la impresión de que no está haciendo más que transitar
mente. Veamos esto. monótona y rutinariamente una vía que carece ya para él de
La tematización se hace siempre desde un principio o prius tcdo interés de investigación, porque sabe muy bien adónde
hacia el cual se hace converger, co.ro razón de ser,'lu ."aiidrd conduce? Recordemos lo que antes decíamos de la «ternatiza-
entera; ción» y de su última etapa, revisión o «repetición» de las pre-
.es lo
que Platón llama agathón y Aristóteles télos o agd,
thón. Ahora bien: este télos, esle agathón, lo son en la ética-en guntas fundamentales. Ninguna ciencia está nunca completa y
sentido eminente: el {in último de la vida, el agathón que ade- definitivamente constituida, ninguna ciencia se encuentra nunca
más de serlo «en común» lo es en sentido moial. Esa interna in statu perfecu. Cada paso hacia adelante no es propiamente
articulación de las cosas, ese carácter «respectivo» de la realidad, tal mientras el avance no sea incorporado hacia atrás, modi{i.
:i .h- que todas las estructuras .on u.ongéneres», es lo que Zu- cando en el retruque la {igura de la ciencia tal como estaba
biri llama su sintaxis. Zubiri hace ver qu" .on las cosas *i.*ur, constituida hasta entonces. Un tratado de ética, como de cual'
qui es la realidad misma la que está constituida así, y que en quier otra ciencia filosófica, tiene que desembocar en un jrggo
ese carácter sintáctico se funda el carácter coligente o siitético de uanticipaciones» y «repeticiones». Nosotros, en el desalrollo de
de la inteligencia y el carácter sistentá.tico de la ciencia. pero este libro, hemos hecho uso, un par de veces por lo menos,
esta sintaxis de la realidad y este sistema de la ciencia, en nin- de la «repetición». En las primeras páginas adelantábamos un
guna región de realidad y en ninguna ciencia son más visibles concepto etimológico y un concepto pre{ilosófico de Ia ética,
que en la vida moral y en la {ilosofía moral, respectivamente. que luego hemos ido «repitiendo», ensanchando, revisando y
Si Aristóteles pudo concebir la realidad moral entera como una afirmando progresivamente. Por otro lado, en la parte dedicada
pirámide de medios y fines, {ue precisamente por esto. y si los al «Objeto de la ética», aprehendimos, primero, el objeto ma-
términos télos y agath6n, que prlmuriamente mentaban esa sin- terial; después, la «formalidad», y ya en posesión de ésta, «refle-
taxis general de la realidad, pudieron en seguida ser «morali- timos» desde el nuevo nivel r«formal» de la investigación el aná.
zados», esto ocurrió por la evidente sintaxis-de I'a vida moral, lisis del objeto material. La «repetición» es un momento es€n-
por esta «vida como sistema», para decirlo imitando el título de cial del método, que impide el anquilosamiento de la ciencia.
Ortega, «historia corno sistema». Y he aquí la raz6n profunda por la cual, en la enseñanzá supe.
Pero dentro ya del ámbito de la sistematización moral, de rior, la tarea docente no alcanza toda la altura apetecible si no
la ciencia ética, sL-plantea un nuevo problemar
-JcJ*o
debe ser
expuesta, cómo debe ser enseñada? santo Tomás, a propósito de 2 In Eth, nttm.21$,
/E UDIO TI
('
va unida a la tarea investigadora: sólo puede enseñar de una
m&nera viva quien en cada «repaso» está «repitiendo» las pre- mente entendida, sea ajcna a la juventud. AI contrario. Pues
guntas y los análisis. Y también, a propósito de la «repetición», si bien es verdad que los jóvenes, arrastrados por la pasión,
se nos confirma este carácter antonomástico del método de la dejan muchas veces de comportarse éticamente, en un cierto
ética con respecto al método de las ciencias, esa capacidad de sentido la juventud es la edad de la actitud ética; por de pronto
darnos tota)ite'r, existencialmente, lo que las demás ciencias nos lo es, sin duda, como acabamos de indicar, en cuanto que es la
dan sólo portialíter, especulativa, especularmente. En efecto, la edad del entusiasmo, de la valentía, del l'reroísmo, de las aspi-
palabra «repetición» está siendo tomada aquí como «repetición» raciones infinitas, del «querer ser», de la gallarda no acepta-
de la ciencia. Pero en el capítulo sobre el «objeto material de la ción de «compromisos», a los que el adulto, con el correr del
ética», cuando hablábamos de los actos morales privilegiaclos, tiempo, muchas veces se va acomodando. Y no solamente eso:
empleábamos ese mismo término en otro sentido, como ((repe- nadie como el joven tiene tan hipertenso sentido de la justicia
tición» de la vida. Ahora bien, este último sentido es estricta y de la injusticia, tan acuciante búsqueda de umodelosr», tan
y exclusivamente ético. Por eso podemos decir que en la ética la fuerte exigencia de perfección. Nadie es tan riguroso juez como
<«repetición» aparece como un acto que envuelve método y ob- él para las faltas éticas (por lo menos ptrra las de los dr:más).
jeto, existencia y ciencia, en tanto gue la «repetición» en las Tan es así, que no pocas veces les crisis de le se producen en
demás investigaciones constituye un concepto puramente metó- los jóvenes al descubiir las {allas moral:s de sus ((rnaestros»
dico y un comportamiento estrictamente científico 3. religiosos, y por erigir como ideal de conducta, dejándose llevar
Tras haber hablado primero del método de investigación y del páthos étíco, una moral separada de Ia religión, en el sentido
últimamente de la inseparabilidad de investigación y enseñanza, de que hemos hablado en el capítulo cor"responcliente.
tratemos ahora de lo que atañe más propiamente al método de No, la moral no es aburrida, sino todo lo contrario. La
ésta.
moral, es decir, el sentido de la vida, es lo más apasionante
Nietzsche ha escrito Que Ia moral es aburrida a. Lo es, sin en que el hombre puede pensar. Pel'o la í:tica sí suele ser abu-
duda, Ia moial concebida como un código de obligaciones; lo rrida. Jacques Leclercq? y otros moralislas cristianos ]ran tra-
es, doblementeo la filosofía moral que deduzca cuasi matemática-
tado de poner remedio a esto, casi sienrprc con más pérdida
cie precisión ciue ganancia de atractivo. NIc p¿lrcce que la solrr-
mente esa tabla de deberes. Aristóteies se daba va cuenta, en
cierto modo, de esto, cuando decía que la política (léase, la ética) ción está en Ia atención a la realid¿rd, es clecir, a la experiencia,
no €s estudio adecuado a los jóvenes (jóvenes no l¿¡16 xara a la vida, a la historia, a la religión y, cn fin, a la litcratu¡a
como expresión de todo esto. Lo cual de ninguna m¿lnera es una
ypovov como xataTd0oq pues lo que importa es el {floqve«pog) 5,
<<concesión», pues, como hernos visto a lo largo de estc libro,
ya que, como su objeto es más la prirís que el conocimiento (la
de todo ello y no de abslraccioncs tiene tlue alirnentarse l¿r ética.
ética es propter operati.o'nem, \o proplEr contempl,a.tío,nem;), de
Creo, por tanto, que al bucn profesor de ótica le es irnples-
nada sirve al seguidor de sus pasiones. Al decir esto, Aristóteles
cindible un hondo coliocirniento dc la historial cle l¿r mc,ral v cle
reaccionaba contra el extremado intelectualismo socrático: la
Ias actitudes morales vivas. Ahora bicn, ésta,. donde se revelan
virtud no se aprende, al incontinente de nada le sirve estudiar es en la literatura. El leculso a la meior literatura, a rn¿is de
la ética. Sí, pero diciéndolo, olvida aquello otro, dicho también
ponel al discípulo en cotrtacto crln l¿rs Iortnas reales y vigentcs
por Nietzsche 6, que él mismo había visto ya en la Etica eude-
de vida moral, presta a la enseiranza una fuerza plástica incom-
mia: la virtud es entusiasmo. Ahora bien, la juventud y la
que
parable y, consiguientemente, una captaciirn del interés del alurn-
pasión son, respectivamente, la edad y el estado de ánimo del no. Naturalmente, y como antes he dicho, este método de e¡rse-
entusiasmo. Por tanto, no es verclad que Ia actitud ética, plena-
ñanza no debe sacrificar el rigor a la anrenidad, por lo cual
las «figuras» literarias sólo cuando puedan ser fuente de autén-
3 Podrá objetarse, con razón, que en Ia metafísica heitleggeriana tico conocimiento moral deben ser incor¡roradas a las lecciones.
ocurre lo que en la ética. Sí, pero precisamente, como ya vimos, es una
metafísica constitutiva¡nente ética. Pero, en cambio, por vía de ilustración, como ejercicios y en
4 Jenseits aon Gut und Biise, núm. 228. trabajos de seminario, deben ser ampliamcnte utilizadas. A guisa
5 Eth. Nrc., I, 3, 1094 b, 28 y sigs, hasta el final del capítulo.
I Ob. cl¿., núm. 2BB.
? Véase su libro La enseñat;za de la moral cristiana.
At 389
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de ejemplo-de ejemplo y tro, por supuesto, de modelo-de io por buscado contraste, se levistctt tle Iumildes metáforas. Aris'
que quiero decir y aparte las muchas indicaciones que, en este iót"I.. dijo bien, poreso, que el Itonlbre vel'daderamente moral
sentido, se han hecho en el curso del presente libro, puede verse es como el buen za¡atero, que acierta a sacar el mayor partido
el capítulo final de cada uno de mis libros Catolicism,o' y pra\ posible del cuero que le ha sido dado. También nosotros, todos
testantism.o conlo t'o'rmns de existencia y El prot'estantismo y ta y cada uno de nosotros, tenemos que es{orzarnos por sacar -el
ntoral. No se crea, sin embargo, que este medio airxiliar de ense- mayor partido posible de este cucro individual y colectivo, de
ñanza de la ética sea de fácil empleo. Hay que conocer profun- nuestra-naturaleza propia y dei ser español que hemos recibido...
damente la literatura, sobre todo la literatura contemporártea Hacernos mejores a nosotros mismosn hacer, en la medida de
tiene mayor capacidad de solicitación del interés de los nuestras posibilidades, una España más justa, un mundo mejor,
-que
jóvenes-, y hay que ser un buen crítico literario. Cualidades es la gran tarea ética que, mientras vivamos, nos es-tá espe'
que, ciertamente, no suelen darse con {recuencia entre los pro- rando, porque, como dijo Antonio Machado, con palabra tem'
fesores de ética. poral y, sin embargo, inmortal, «<ltoy es siempre todavía».
*
Hemos recorrido a lo largo del libro, paso a paso? el ámbito
total de la ética y ahora, para terminar, hemos echado una
ojeada al camino andado. Podría poner aquí punto final. Voy
a permitirme agregar unas pocas palabras. Los manuales anti'
guos, de cualquier ciencia que fuesen, no dejaban nunca de
incluir algunas páginas, o líneas, sobre la «importancia de la
asignatura». Su conclusión, de creer al autor, era que aquella
ciencia, y, por tanto, cada una de las ciencias, resultaba ser,
incongruentemente, la más importante de todas. No quisiera yo
caer aquí en aquella vieja ingenuidad, lo que sin duda no evi'
tará que caiga o haya caído en otras. (Cada época tiene sus
propias ingenuidades.) Pero sí quisiera hacer notar que la ética
ha ádquirido hoy una trascendencia tal que se funde y confunde
con la metafísica. Ya lo vimos a su tiempo: en Heidegger, desde
luego, temática y deliberadamente, pues «ética» no sería sino
otro nombre para designar lo mismo a que apunta la palabra
<«ontología»; y también viene a acontecer lo mismo en los
otros sistemas de filoso{ía de la existencia. Librémonos nosotros
de incurrir en tamaña exageración. Basta con reconocer las cosas
tal corno en realidad son para que la ética cobre ante nosotros
toda la importancia que merece. Pues, según hemos vistc, no se
ocupa simplemente, como suele decirse, de las acciones buenas
y malas del h<lmbre, ni aun con el añadido de las costumbres.
El sentido de la vida y lo que, a través de la existencia hemos
hecho y estamos haciendo de nosotros mismos, y no sólo cada
uno en sí, sino también de los 6tros, porque somos correspon-
sables del ser moral y el destino de los demás: he aquí el tema
verdadero, unitario y total de la ética. Solamente las pequeñas
realidades necesitan ser enfatizadas para que reparemos en
ellas. Las grandes parece que se engrandecen aún más cuando,
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146,284.
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118,202,293,
185,316
: 73.
: 3Í14, Illl4
80, 94, 96 ss.,
184,211, 193, 1gg, 209,
30, 350, 369, 259,293.
SS''
1r4,
18 1,
258,
295,
cn,
1:']9, 142.
Rof Carballo, J.: 27l. 185, 240 ss. Yázquez, G.', 124,222.
Roland-Gosselin, M. D.: 110. Ven, J. J. van der: 311.
179,224, 226, Rosales, Luis: 351, 859. 11,60,78, Vermeersch, A.: 259.
Ross,Sir W D.: 26,1G5,196,247. s., 222, 226, Voltaire, IL M.: 72 s.,144.
177, 300. Rousseau, J. J.: 23, 101. Vorlánder:137.
Rufino: 226. Watson, J. B.: 54.
Rusell, B.: 23P. 241. Waugh, E.:374.
Sade, Marqués de: 14G. Weber, Alfredo: 367.
Saint-Exupéry, A. de: 154. Weber, Marx: 304,367.
Saitta, G.:374. Weil, Simone: 72, 156.
Sánchez Albornoz, C.: 869. Weiss, H.: 49, 205.
Sánchez y Ortiz de Urbina, R.: 1g6. Wellek: 71.
152, 173,381. Sartre, Jean-Paul: 44, 57,76, gB, Welte, B.: 194.
191 .., 1.05, 115 s., 148, Llt,177, Westerrnarck: 49, 332.
148, 263, 223,236, 239, 255, 274 s., 842, Whiteheal, A. N.: 239.
379 ss. Wisdom, ,L:243.
Scheerer, M.: 54. Wittgenstein, L.: 99, 239 ss., 243,
Scheler, Max: 20, 58,76,86 s., g0, ,26, 284.
307, \!!, 154, 190, 205, 219, 263, 107, Wundt, M.: 330.
272,286 s.,297 ,94?, 960 s., 866, L54, Wundt, W.:86, 186.
lnc
t82, Zaragoeta, J.: 16, 110, 240.
Schelling, F. W.: 42, BL,1Sg, 14g. 198, Zaratustra: 228.
4t, Scherer, R.: 117. Zenón de Citio: 22.
105, Schiller, F.: 94, 191, 291. Zubiri, X.: 11 s., 19 ss., 35, 4L,48,
181, Schilling, H.:294. 50, 56, 59, 63, 67 s., 105, 108,
232, Schilpp, P. A.: 240. 111, 135, 154 s., 159, 167 s., L70,
Schmitt, L.: 330. 173 ss., 183, 185 s., 189, 194,
Schólgen, W.: 307. 199, 201 s., 206 ss., 219, 224,
Scholz, H.: 286. 229, 231 s., 258, 261 ss., 268,
t92,291. Schopenhauer, A.: l5B, l7O, 278, 275, 291, 293, 342, 348, 353,
314. 361, 36tJ, l]81, 384.
Schubert, A:226. Zucker 217.
Sé¡r_e_ca: 39 s., 110, 208, 2OS, 262, Zürcher, J.: 26.
273, 305,315, 848, B5b s., 35g,
376.
B. Le: 63, 72, 100 s., 108,
Se_n_n-e,
155,I92,274,297.
Shaftesbury, Conde de: 52, 212,
284.
Shakespeare: 62, 95.
Shaw, B.: 366.
Sidgwick, H.: 47,51, 53, 96, 1gg,
284.
Siger de Brabante: 828 s.
Smith, Adam: 52.
Só_crates: 16, 36, 4L, 44, 47, lJ.I s.,
^ l?7, I33,2O2, 277, 3OO, 326, 334'.
Sófocles: 17.
Soler, M.'de los Ángeles: 76.
Sorley, W. R.: 96.
Spencer, H.: 187.
Spinoza, B.: 29, 47,78,240,266.
Stadtmüller, J.: 224, 227.