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4. Pobreza
Las deficiencias económicas y educativas del ambiente guardan íntima relación con la
frecuencia de los actos delictivos. El hacinamiento, la falta de oportunidades para la
recreación estimulante y saludable son también condiciones favorables en el adiestramiento
moral. Hay pruebas que indican que a medida que aumenta la distancia respecto a los barrios
bajos, disminuye gradualmente la frecuencia de la delincuencia juvenil.
Cuando los habitantes de un vecindario insalubre y pobre se mudan a otro sitio más adecuado,
la frecuencia de los actos delictivos disminuye significativamente.
5. Estructura familiar: hogares disfuncionales. No hay supervisión de un adulto quien
oriente a los adolescentes.
Muchos de los niños y adolescentes que hoy están recluidos en los centros de
cumplimiento y de custodia, que luego pasan al sistema penitenciario de adultos, son
producto de hogares disfuncionales. Parte de su vida ha transcurrido en entornos
violentos. ‘La violencia viene generada muchas veces por factores económicos', concluye
Álvarez.
La calidad de las relaciones humanas en el hogar es un factor fundamental en el desarrollo
del individuo. La frecuencia de las rencillas y discordia entre los miembros de la familia
se refleja en las actitudes y los ajustes emocionales de los hijos. El delincuente juvenil es
por regla general un individuo que ha fracasado en el desarrollo de lazos emocionales
deseables en la familia y que demuestra poco cariño hacia sus padres.
Culturales:
1. Juegavivo y costumbres sociales:
El criminólogo Marco Aurelio Álvarez explicó previamente que la mayoría de los jóvenes
que cometen infracciones crecen en entornos familiares marcados por la delincuencia.
Para estos chicos, los actos delictivos constituyen un fenómeno que ven en su vida como
hechos normales o con un alto grado de tolerancia.
No debe pasar inadvertida la influencia de los amigos y compañeros. En muchas ocasiones
el factor desencadenante de la conducta delictiva es el deseo de lograr la aprobación de los
compañeros. Así, el temor a ser considerado cobarde por los demás empuja a muchos
adolescentes a ejecutar actos reprobables.