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Alabanza por la naturaleza de Dios

En los salmos encontramos muchas referencias a la naturaleza de Dios. A


continuación citamos algunos pocos ejemplos en relación con los pasajes que
mencionan la adoración:

a) santo (Salmo 5:4-6; 29:2; 96:9; 99:3, 5, 9),


b) abundante en gracia (Salmo 5:7),
c) soberano (Salmo 22:27-29; 97:5),
d) nombre glorioso (Salmo 29:2; 66:2; 138:5),
e) justo (Salmo 45:6, 7; 97:6; 99:4, 8),
f) bueno (Salmo 86:5);
g) perdonador (Salmo 86:5; 99:8),
h) grande en misericordia (Salmo 86:5, 13; 138:2),
i) incomparable (Salmo 86:8),
j) grande (Salmo 86:10; 96:4; 99:2, 3),
k) hacedor de maravillas (Salmo 86:10),
l) salvador (Salmo 96:2),
m) digno de suprema alabanza (Salmo 96:4),
n) glorioso (Salmo 96:6; 97:6),
o) responde a la oración (Salmo 99:8; 138:3),
p) el Fuerte de Jacob (Salmo 132:2, 5).

En un solo salmo Dios se presenta como:


 creador (Salmo 96:5),
 rey (Salmo 96:10; cf. 97:1; 99:1, 4) y
 juez (Salmo 96:10, 13).

Isaías tuvo una visión de la grandeza, majestad y santidad de Dios cuando entró en el templo a
adorar después de la muerte del rey Uzías (Isaías 6:1-3).

Cuando el leproso se acercó a Jesús deseando la sanidad de su cuerpo, le llamó


“Señor” y al decir “¡si quieres, puedes limpiarme!” estaba reconociendo que Jesús era
más que hombre, era el enviado de Dios, era el Mesías, pues sólo él podría realizar tal
milagro (Mateo 8:2). Cuando la mujer cananea se acercó a Jesús, le llamó “¡Señor,
Hijo de David...!”, término claramente mesiánico, reconociendo que era el enviado
de Dios.

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