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CARACAS, 7 mayo (Reuters) - La oposición venezolana dijo el

domingo que no participará en la Asamblea Nacional Constituyente


convocada por el presidente Nicolás Maduro con la que busca
modificar la carta magna, por considerar que se trata de un
"fraude".

La autoridad electoral venezolana dio esta semana su aval a Maduro


para activar una asamblea constituyente, cuando el país petrolero
enfrenta una ola de protestas opositoras en medio de las cuales han
muerto 37 personas.

El dirigente opositor y ex candidato presidencial Henrique Capriles


dijo que, de continuar la convocatoria de Maduro, Venezuela sería
"ingobernable" porque habría dos constituciones.

"Cómo quiere que se lo expliquemos", dijo el también gobernador


del central estado Miranda. "Eso no es una Constituyente, mal
podríamos nosotros ir a un proceso absolutamente fraudulento".

El Gobierno socialista insiste en que la Constituyente buscará crear


"condiciones" de normalidad que permitan realizar los procesos
comiciales que están en camino, incluidas las elecciones
presidenciales del 2018.

Pero la oposición sostiene que la intención del proceso es dilatar dos


elecciones regionales previstas para este año y las presidenciales, en
lo que han catalogado como un auto golpe de Estado de Maduro para
perpetuarse en el poder.

El presidente de la comisión creada por Maduro para la activación


de la Constituyente, el ministro Elías Jaua, dijo el domingo que
invitaron a consultas a distintos sectores de la sociedad civil,
incluida la oposición, para explicar los alcances de la propuesta.
El Gobierno adelantó que la elección de los representantes
constituyentes que integrarán la asamblea para reformar la carta
magna serán elegidos por sectores de la sociedad.

"Estos personajes que no quieren someterse al escrutinio popular se


inventaron un proceso que no está en la Constitución, porque
elecciones sectoriales no existen", sostuvo Capriles tras anunciar
que la oposición conformará un frente por la Constitución.

SIGUEN LAS PROTESTAS


Mientras tanto, miles de músicos y artistas marcharon el domingo
en el este de Caracas tocando sus instrumentos para recordar a los
fallecidos, especialmente a un joven violista que murió durante una
manifestación el miércoles.

El lunes, la oposición planea marchar hasta el centro de Caracas


para entregar una respuesta jurídica al Gobierno.

El Gobierno socialista de Maduro dice que está siendo víctima de un


golpe de Estado desde que la oposición inició la ola de protestas
reclamando elecciones adelantadas, la liberación de un centenar de
"presos políticos" y la separación de los poderes públicos, entre
otras demandas.

Sus adversarios sostienen que Maduro se ha convertido en un


"dictador" que encarcela a los disidentes y que sólo quiere
eternizarse en el poder al eludir las urnas. Uno de los líderes
opositores que enfrenta casi 14 años de prisión es Leopoldo López.

La semana pasada se desataron rumores de que su estado de salud


era delicado y el Gobierno difundió un video mostrando que se
encontraba en buen estado. Después de 35 días sin que le
permitieran verlo, su esposa Lilian Tintori confirmó que pudo
encontrarse con su marido y que le dijo que se encontraba bien y se
sentía fuerte. a oposición venezolana considera que el llamado a una
Asamblea Nacional Constituyente realizado este lunes por el
presidente Nicolás Maduro es un “fraude constitucional” y convocó a
la población a salir a las calles para “desobedecer semejante locura”.

Esos fueron los términos usados por Henrique Capriles, uno de los
representantes de la Mesa de la Unidad Democrática y gobernador
del estado de Miranda.

Venezuela: el presidente Nicolás Maduro convoca a una Asamblea


Nacional Constituyente
Qué es y qué significa la Asamblea Nacional Constituyente que
convocó el presidente Nicolás Maduro en Venezuela
“Frente al fraude constitucional del constituyente que acaba de
anunciar el dictador, ¡Pueblo a la calle y a desobedecer semejante
locura!”, señaló el líder opositor.

En la concentración chavista en conmemoración del Día


Internacional de los Trabajadores, en Caracas, el presidente Maduro
anunció que convoca a una Asamblea Nacional Constituyente “con el
objeto de transformar el Estado, crear un nuevo ordenamiento
jurídico y redactar una nueva Constitución “.

Horas más tarde, en el palacio de Miraflores, firmó el decreto para


convocar a la Constituyente.

Sin dar muchos detalles, Maduro anticipó que la Constituyente


“chavista” que convocará no tendrá la participación de partidos
políticos y tendrá fuerte presencia “comunal” y de la clase obrera.

En Venezuela hay 45.000 consejos comunales y alrededor de 1.500


comunas que son reconocidas por la legislación de ese país.

“Consuma el golpe de Estado“


El presidente de la Asamblea Nacional (AN), el opositor Julio
Borges, afirmó que la iniciativa oficialista busca “huir del voto
universal, directo y secreto del pueblo que en las calles exige respeto
a la Constitución”.

Borges añadió que el anuncio del mandatario venezolano significa la


“consumación del golpe de Estado continuo de Maduro a la
Constitución”.
“Maduro acaba de matar y asesinar el legado de Hugo Chávez a
Venezuela que era la Constitución”, indicó Borges.

“Elecciones libres y democráticas, no hay otra”, dice Henrique


Capriles sobre la salida a la crisis en Venezuela en una entrevista con
BBC Mundo
Delcy Rodríguez, canciller de Venezuela, en exclusiva con BBC
Mundo: “No reconozco un gran descontento”
Henry Ramos Allup, también asambleísta y expresidente de la AN,
afirmó que la Constituyente convocada por Maduro es una
“prostituyente” .

“Sigue golpe Estado continuado. Lo que convocó Maduro no es una


constituyente sino una prostituyente. ¿Por qué no hacen elecciones
vencidas?”, manifestó.

Para el primer presidente de la AN, Freddy Guevara, la decisión del


gobierno es un “engaño al pueblo”.

“Es una movida de una persona acorralada que quiere huir hacia
adelante. Ellos están planteando secuestrar al Estado (…) Este es el
último error del gobierno “, señaló.

Por su parte, el diputado opositor Luis Florido también aseguró que


“con esta fraudulenta Constituyente, (Maduro) pretende desconocer
aún más al Parlamento”.

Según Florido, el mandatario venezolano “quiere derogar la


Constitución para hacer una nueva a través de comunas”.

La oposición realizó un “cacerolazo” en la noche de este lunes y


anunció bloqueos de calles durante la mañana del martes y sesión de
la Asamblea Nacional durante la tarde.

El miércoles 3 de mayo está prevista una nueva marcha de los


detractores de Nicolás Maduro.

“La muerte del proyecto chavista”


Para el politólogo Nicmer Evans, miembro de la organización
disidente venezolana Marea Socialista, la iniciativa oficialista “se
suspende todo el estado de derecho”.

” Es un golpe contra la Constitución promovida por Chávez, la


muerte del proyecto chavista desde el gobierno “, afirmó el analista
en su cuenta de Twitter.

Evans indicó que Maduro busca ganar tiempo “a cuesta de todo,


incluso pisando la carta de navegación del mismo Chávez”.

“Está constituyente madurista es una traición clara a Chávez y al


pueblo”, señaló.

La Fiscal General de la República, Luisa Ortega Díaz, informó en


nombre del Ministerio Público, su rechazo a la convocatoria de una
Asamblea Nacional Constituyente realizada por el presidente Nicolás
Maduro.

Por medio de una carta dirigida a Elías Jaua presidente de la


Comisión Presidencial Constituyente, Ortega Díaz respondió a una
invitación oficial a una reunión para el Jueves 18 de mayo en la que
se tratarían temas relacionados con la convocatoria a una
Constituyente.

La carta fue difundida este viernes por el portal de noticias El


Estímulo, en la que la fiscal expresó al respecto que "lejos de
coadyuvar a la ansiada reconciliación nacional- una Constituyente-
generaría un alto grado de incertidumbre, habida cuenta del riesgo y
la desconfianza que se produciría en los ciudadanos ante la eventual
pérdida de las conquistas logradas con la Constitución de 1999".

Ortega Diaz recordó como fue el proceso de Asamblea Nacional


Constituyente realizado en 1999 por el ex presidente Hugo Chávez,
documento que a su juicio es "inmejorable".

El gobernador de Miranda, Henrique Capriles escribió en su cuenta


de twitter (@hcapriles) : "Hoy la Fiscal en nombre Ministerio
Público da un paso al fte que merece apoyo,defender la
CRBV!Proteger la CRBV es obligación de todos!"

A continuación la carta:

Me dirijo a usted, en la oportunidad de referirme a su comunicado


S/N, de fecha 15 de mayo del corriente año, mediante la cual-en su
condición de Presidente de la Comisión Presidencial para la
elaboración de una propuesta para las bases comiciales territoriales
y sectoriales, así como para los principales aspectos que servirán de
fundamento a la conformación y funcionamiento de la Asamblea
Nacional Constituyente de la Republica Bolivariana de Venezuela-,
me invita a una reunión que se efectuará el 18 del presente mes y
año, a las nueve de la mañana (9:00 a.m), en el Salón Boyacá del
Palacio de Miraflores y que tendrá por objeto explicar las
motivaciones, líneas programáticas y los métodos de elección
directa, universal y secretas. Asimismo, me informa que como parte
de los objetivos de la actividad esta al recibir aportes; observaciones
y recomendaciones.

Al respecto, le pido extienda mi agradecimiento al Presidente de la


Republica por la invitación realizada, sin embargo, es para mi
imperativo manifestarle las razones por las cuales he resuelto no
participar de la referida actividad.

Tal como señale públicamente hace unos días, en opinión de quien


me suscribe, la Constitución de 1999 es inmejorable, además de ser
el mayo legado del Presidente Hugo Chávez. Fue elaborada por una
Asamblea Nacional Constituyente convocada a través de un
referéndum consultivo y ratificada mediante referéndum
constitucional el 15 de diciembre de 1999. Esta Constitución surgió
con el objeto de transformar el sistema político y apuntalar cambios
ante lo que en su momento se percibió como el agotamiento del
modelo político iniciado en 1958.

Ese proceso constituyente contó con un amplio proceso de consultas


y participación de variados sectores de la sociedad, algo inédito en la
historia constitucional venezolana, lo que permitió que el proyecto
de Constitución que en su momento le presentó para su
consideración del presidente Chávez, fuera valorado conjuntamente
con una gran cantidad de propuestas analizadas y debatidas por las
veinte comisiones temáticas en que distribuyo su trabajo la
Asamblea Nacional Constituyente. Casi todas las organizaciones
políticas, sociales y económicas del país hicieron valer sus puntos de
vistas a la Asamblea Nacional Constituyente.

Producto de ellos fue la aprobación mediante referéndum, del texto


constitucional que constituye una de los más adelantados del mundo
en diversas materias, entre otras, en derechos humanos, democracia
y participación popular, asegurando entre otros el derecho a la vida,
al trabajo, la cultura, la educación, la justicia social y la igualdad sin
discriminación ni subordinación alguna.

Así las cosas, de acuerdo a lo dispuesto en el artículo 347 de nuestra


Constitución, el propósito de una Asamblea Nacional Constituyente
es “…transformar el Estado, crear un nuevo ordenamiento jurídico y
redactar una nueva Constitución”. En este sentido, en opinión de
quien suscribe, para resolver la crisis indudable y sin precedentes
que atraviesa el país, no es necesario, pertinente, ni conveniente,
llevar a cabo una transformación del Estado en los términos que
podría suponer una nueva Constitución.

Lo expuesto, en lugar de propiciar equilibrios o generar un clima de


paz, estimo que aceleraría la crisis, visto además de el carácter
sectorial o corporativo –de representación indirecta- que asoma el
Decreto dictado por el Ejecutivo y que funge de líneas matrices para
la elaboración de las bases comiciales del proceso de convocatoria

Debo reiterarle por tanto mi opinión, en cuanto a que la propuesta


de una Asamblea Nacional Constituyente, lejos de coadyuvar a la
ansiada reconciliación nacional, generaría un alto grado de
incertidumbre, había cuenta del riesgo y la desconfianza que se
produciría en los ciudadanos ante la eventual pérdida de las
conquistas logradas con la Constitución de 1999, aunado al tiempo y
recursos humanos que exigiría convocar de nuevo el Poder
Constituyente.

En atención a las consideraciones realizadas, y con la convicción de


su receptividad a los planteamientos formulados, quedo a su
disposición para coadyuvar en la búsqueda de mecanismo que nos
permitan garantizar los valores superiores de nuestro ordenamiento
jurídico, en una patria libre, soberana e independiente, donde
priven la libertad, la igualdad y la paz.

Sin más a que hacer referencia, me despido de usted, no sin antes


reiterarle la voluntad de quien suscribe de contribuir a la
consolidación de nuestro Estado Social, Democrático, de Derecho y
de Justicia

Atentamente:

Luisa Ortega Díaz

Fiscal General de la República

La fiscal general de Venezuela, Luisa Ortega Díaz, ha hecho un


llamamiento este jueves a "todos los venezolanos" para que rechacen
la Asamblea Constituyente convocada por el presidente, Nicolás
Maduro, por considerar que destruirá el legado de su antecesor, el
fallecido Hugo Chávez, en un paso más de su escalada contra el
Palacio de Miraflores.

Ortega Díaz ha acudido a la sede del Tribunal Supremo de Justicia


(TSJ) para pedir a la Sala Electoral que anule las decisiones del
Consejo Nacional Electoral (CNE) relacionadas con la convocatoria
de la Asamblea Constituyente porque, según ha sostenido, se basan
en premisas "inconstitucionales".

La jefa del Ministerio Público ha explicado que el decreto de Maduro


por el que llama a reemplazar la Carta Magna "no cumple con los
extremos legales porque es el pueblo quien tiene la potestad de
convocar la Asamblea Constituyente", no el Gobierno. "Una
Constituyente a espaldas del pueblo no puede ser Constituyente", ha
afirmado.

Además, ha advertido de que, de persistir en esta convocatoria, los


poderes Electoral y Judicial incurrirán "en una violación de los
principios de los Derechos Humanos", señalando en concreto "los
derechos al sufragio y a la participación política", así como del
"principio de la soberanía constitucional progresiva".

En este sentido, ha reprochado al TSJ que se negara a dar marcha


atrás en la sentencia con la que respalda la iniciativa de Maduro,
"pues prácticamente deroga la democracia participativa, la
supremacía constitucional y el principio de la soberanía que reside
en el pueblo y también la progresividad de los Derechos Humanos".

En este contexto, ha instado a "todos los venezolanos" a mantenerse


firmes en la defensa de la actual Norma Fundamental. "La
Constitución no perderá su vigencia si dejare de observarse por acto
de fuerza o por cualquier medio distinto a lo previsto en ella. En tal
eventualidad, todo ciudadano investido o no de autoridad tiene que
colaborar en el restablecimiento de la Constitución", ha indicado.

Por otro lado, ha criticado "los llamado violentos" que han hecho
algunos miembros del Gobierno contra quienes consideran
innecesario elaborar una nueva Carta Magna. "Son frases agresivas y
amenazantes", ha lamentado y ha subrayado que "la paz no la puede
imponer un solo bando". "No podemos vivir así", ha remachado,
según informa la prensa venezolana.

No es la primera vez que Ortega Díaz se desmarca del 'chavismo', al


que ha permanecido fiel durante años. En los últimos meses ha
criticado la brutal represión de las manifestaciones opositoras, los
juicios militares contra civiles y la injerencia del Gobierno en el
Poder Judicial.

CRISIS VENEZOLANA

La tensión política en Venezuela alcanzó un nuevo pico el pasado


marzo, cuando el Tribunal Supremo de Justicia despojó de sus
poderes a la Asamblea Nacional --controlada por la oposición desde
2016-- y dejó sin inmunidad parlamentaria a los diputados.

El Gobierno de Maduro ordenó dar marcha atrás en ambas


decisiones, algo que el TSJ cumplió, pero la oposición y la
Organización de Estados Americanos (OEA) consideran que se ha
producido una "ruptura del orden constitucional" que requiere
elecciones anticipadas.

Desde entonces, la Mesa de Unidad Democrática (MUD) no ha


dejado de convocar manifestaciones multitudinarias que han
acabado en duros enfrentamientos con las fuerzas de seguridad.
Hasta ahora, más de 60 personas han muerto, incluidos
adolescentes, y miles han sido detenidas.
Maduro ha convocado una Asamblea Constituyente por considerar
que es la única forma de devolver la paz a Venezuela. La MUD, por su
parte, ha denunciado que de esta manera el 'chavismo' pretende
consumar el "autogolpe" que comenzó con las polémicas sentencias
del TSJ.

La Asamblea Constituyente estará formada por 500 "ciudadanos"


que serán elegidos el próximo 30 de julio "a través del voto
universal, directo y secreto", de los cuales la mitad, 250, saldrán de
sectores de marcado corte oficialista, según ha detallado Maduro

5 razones por las cuales no apoyo la convocatoria a una Asamblea


Nacional Constituyente
Por: Moisés A. Durán | Jueves, 04/05/2017 09:27 PM | Versión para
imprimir
Échala!! Tu palabra contra quien sea, de una vez…

Así sepas que rompe el cielo, échala!!

La palabra por dentro quema y te lacera.

Y es mejor perder el habla… que temer a hablar.

Échala.. Tu palabra contra quien sea… Pero dila ya!

Alí Primera

En Venezuela, resulta difícil salir del asombro. Los acontecimientos


se precipitan en cascada generando casi un vértigo en la vida
cotidiana de quienes acá vivimos y padecemos. Buena parte de ese
vértigo se lo debemos a esa manía fascista de un sector de la
oposición venezolana de pretender que este país deba comportarse y
dirigirse a su gusto y placer, y si no ocurre así, entonces hay que
quemarlo, destruirlo y matar a quien se oponga. De tal suerte que un
puñado de individuos, con el apoyo tácito de una dirigencia política
irresponsable trastorna decididamente la vida cotidiana de la gente,
ya bastante vapuleada por la crisis económica, el desabastecimiento
y la inseguridad. Pero la respuesta que desde el Estado se le da a la
compleja situación que atravesamos, incluida la irrupción fascista,
no es menos generadora de turbulencias, confusiones y angustias.

Apenas estábamos procesando la situación generada a partir de la


Sentencias Nro. 152 y 153 de la Sala Constitucional del TSJ y todo lo
que de allí derivó, cuando un nuevo acontecimiento irrumpió en la
escena con la decisión del gobierno nacional de promover la salida
de Venezuela de la OEA, en una decisión a nuestro juicio
políticamente equivocada, precipitada, improvisada y hasta con
visos de inconstitucionalidad. Y no hemos terminado de digerir las
implicaciones que una decisión como esa tiene cuando el Presidente
Maduro sorprende al mundo, y especialmente a los Venezolanos
proponiendo, -cual mago que se saca un as oculto bajo la manga-,
nada más y nada menos que la convocatoria a una Asamblea
Nacional Constituyente (ANC).

La reacción inicial de la oposición agrupada en la MUD ha sido la de


rechazar la propuesta calificándola de Golpe contra la Constitución y
llamando a “rebelión” contra la misma. Del lado del chavismo, con
importantes excepciones, la reacción mayoritaria parece ser la de
aplaudir la propuesta y desde ya montarse en el carro de la
constituyente.

Sin lugar a dudas se trata de una decisión audaz, valiente y


habilidosa. Tal como señalara por allí el periodista Manuel Isidro
Molina, la propuesta desestabilizó de inmediato a la oposición
agrupada en la MUD y probablemente contribuirá a profundizar las
divisiones internas dentro de las corrientes de la derecha
venezolana. Y a lo interno del chavismo, pareciera que la propuesta
permitiría un reagrupamiento de las distintas tendencias y en
general, promoverían un reencauzamiento del conflicto político por
cauces democráticos y pacíficos, lo cual en sí mismo vendría a ser un
fin muy loable. El proponer una alternativa de fondo para la
superación conflictividad política y social que hoy vive Venezuela, no
puede ser menos que apreciada y agradecida por todos aquellos que
amamos la paz y la justicia. Y en principio, nada mejor que apelar a
la expresión máxima de la soberanía popular para dirimir ese
conflicto. Quién, en su sano (y buen) juicio, podría oponerse a
semejante propósito?? El Presidente Maduro calificó su propuesta
como “Inobjetable.”. Querían elecciones? Ahí tendrán elecciones
pues. Querían cambio? Ahí tendrán cambios.
No obstante, lo anterior, hay que decir que lo que a simple vista
parece ser una propuesta irrefutable, lógica, razonable y hasta
deseable, en realidad está preñada de elementos que generan
demasiadas dudas, de ambigüedades, o basada en inexactitudes, y de
distorsiones que, en nuestra perspectiva, hacen inviable apoyar la
iniciativa presidencial en los términos en que ha sido presentada, y
que puede terminar generando más problemas que los que pretende
resolver. No se trata de una propuesta lanzada con el ánimo de abrir
un debate nacional acerca de la necesidad, conveniencia o
pertinencia que pudiera tener la activación de un proceso
constituyente para la superación del momento actual. Se trata de
una convocatoria efectiva, con toda la formalidad del caso incluida la
promulgación de dicha convocatoria a través de un Decreto
Presidencial (Gaceta Oficial Extraordinaria Nro 6.295 de fecha 01-
05-2017).

Varias son las voces que desde distintos ángulos han levantado las
alertas frente a la propuesta presidencial que parecieran indicar que
el remedio parece que en verdad es peor que la enfermedad. Este
conjunto de razones que exponemos a continuación, no son de la
autoría propia exclusiva en su conjunto. Las mismas han sido
esbozadas por distintos actores aunque con matices, énfasis o
contextos distintos a los aquí presentados, no obstante los cuales,
evidentemente, que en el contexto de este escrito, el único
responsable de los mismos es quien suscribe.

Cuales son entonces las razones por las que considero que no es
posible, ni deseable ni razonable apoyar la convocatoria a constituir
una ANC que ha hecho el Presidente Maduro??

Constituye una usurpación al poder constituyente originario:


Una lectura detenida del artículo 347 de la actual Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela (CRBV) permite evidenciar sin
lugar a dudas que el Presidente Nicolás Maduro carece de la facultad
o de la potestad para convocar una ANC. En efecto, dicho artículo
reza textualmente:

ART. 347-CRBV: “El pueblo de Venezuela es el depositario del poder


constituyente originario. En ejercicio de dicho poder, puede
convocar una Asamblea Nacional Constituyente con el objeto de
transformar el Estado, crear un nuevo ordenamiento jurídico y
redactar una nueva Constitución.”.
Como puede verse, no dice allí ni puede inferirse en forma alguna,
que otra entidad distinta a “el pueblo de Venezuela” tenga la
potestad para convocar una ANC, ello pesar de que el régimen
político venezolano es de carácter presidencialista. Más aún, y
respecto de este tema, el artículo 348 es meridianamente claro
cuando establece con precisión inequívoca los límites del Presidente
en materia de convocatoria de una ANC. Al respecto, se señala:

ART. 348-CRBV: “La iniciativa de convocatoria a la Asamblea


Nacional Constituyente podrán tomarla el Presidente o Presidenta
de la República en Consejo de Ministros; la Asamblea Nacional,
mediante acuerdo de las dos terceras partes de sus integrantes; los
Concejos Municipales en cabildo, mediante el voto de las dos
terceras partes de los mismos; o el quince por ciento de los electores
inscritos y electoras inscritas en el Registro Civil y Electoral.”

No debería haber dudas acerca de la diferencia existente entre los


Artículos 347 y 348 de la CRBV de 1999. No es posible confundir la
“iniciativa de la convocatoria”, (para a cual si tiene facultades el
Presidente), con la convocatoria misma, pues esta última solo le
corresponde al pueblo de Venezuela. Y uno supone que una
propuesta realizada por el Presidente, ha debido contar con la
asesoría de Constitucionalistas expertos y hasta de
exconstituyentistas, quienes han debido advertirle que “convocar”
una ANC iba más allá de sus atribuciones, y que en consecuencia,
hacerlo violentaría lo establecido en la CRBV y viciaría de nulidad tal
convocatoria. Sobre este aspecto habría que esperar por una opinión
de la Sala Constitucional quien debería aclarar (para quien tenga
dudas) este aspecto. En dicho caso, y visto lo que ha sido el
comportamiento de dicha instancia, solo esperaría uno que esa
interpretación lo sea realmente ajustada a derecho y no un simple
ejercicio de complacencia al Ejecutivo Nacional.

El abogado Juan Luis Soda ha expresado correctamente que:

“… debe consultarse ‘al pueblo’. (…) ‘Solo el pueblo puede convocar


una ANC, en su condición de depositario del poder constituyente
originario’ (art. 347 de la CRBV). Luego, ¿cómo se instrumenta eso?:
Debe convocarse a un Referendo Popular donde el pueblo exprese su
voluntad de ir a una ANC para redactar una nueva constitución y
reformar el Estado. En este mismo referendo deben consultarse las
Bases Comiciales. Repito, es ‘el pueblo de Venezuela’ el depositario
del poder constituyente originario, y quien en ejercicio de dicho
poder, puede convocar una ANC. En ese sentido, lo que señala el art.
348 constitucional es enunciar quienes tienen la iniciativa para
convocar el referendo popular que activaría una ANC (iniciativa de
convocatoria). Pero ni el Presidente es el pueblo, ni la Asamblea
Nacional es el pueblo, ni los concejos municipales en cabildo son el
pueblo, ni siquiera el 15% de los electores son el pueblo. El ‘pueblo de
Venezuela’ se expresa a través de un referendo. Para cuya consulta
se dará una votación que debe ser "universal, directa y secreta’. Solo
así, puede convocarse una ANC".

Distintos voceros del Gobierno han dicho que el Presidente Maduro


si puede (A diferencia de Hugo Chávez en el 99) convocar por sí
mismo la ANC, porque en la Constitución de 1961 no estaba
contemplada esa figura. Precisamente hay que decir lo contrario:
Justamente para que no sucediera lo que en 1999, el Constituyente
estableció en los artículos 347 y 348, no solo la figura de la Asamblea
Nacional Constituyente, sino además, su razón de ser, el objeto, la
forma y el procedimiento para su convocatoria, que es a todas luces,
algo distinto de lo que se pretende aplicar en esta ocasión.

No se trata de un detalle leguleyo sin mayor importancia. Tampoco


es el empeño de hacerle el juego al formalismo jurídico ni siquiera a
la “mentalidad liberal-burguesa”. Todo lo contrario. En este aspecto
se juega resueltamente la aplicación más trascendental del principio
de la democracia participativa y protagónica, y más allá, del propio
ejercicio de la soberanía popular, pues resulta inconcebible que el
que sea un actor del Poder Constituido quien convoque y además
delimite y prescriba el accionar del Poder Constituyente.

Si el Presidente Maduro puede convocar él mismo una ANC, habrá


sucumbido el principio de la Democracia Participativa y Protagónica
y al hacerlo habrá sustituido al pueblo de Venezuela todo, sin previo
aviso, en el ejercicio de la Soberanía Popular, además del evidente
fraude constitucional en que se estaría incurriendo. Este solo
argumento bastaría para rechazar de facto la propuesta del
presidente Maduro, y haciendo gala de la indiscutible celeridad que
en otros casos menos importantes han demostrado, tanto la Fiscalía
General de la República como la propia Sala Constitucional del TSJ
deberían pronunciarse, amparando al pueblo de Venezuela frente a
la posibilidad de una violación flagrante de su soberanía. Hasta
tanto ello no ocurra, es mi opinión que ambas instituciones están en
deuda con el pueblo venezolano y con la historia. Definitivamente es
inadmisible que se violente la Constitución y se usurpe la soberanía
popular bajo el pretexto de que otros la quieren violentar y tanto la
Fiscalía General de la República como el Tribunal Supremo de
Justicia deberían ya intervenir para evitar que ello ocurriera.
Máxime cuando existen múltiples mecanismos constitucionales y
legales que perfectamente pueden ser utilizados para enfrentar la
situación y evitar un desbordamiento mayor de la violencia.

Por si todo ello fuera poco, valdría la pena pasearse por las
consecuencias que ello traería a nivel internacional, pues el Estado
venezolano, y concretamente el gobierno nacional podrían verse
exigidos ante reclamos por “violación de la Constitución” tal como ya
se está señalando.

No hay tal agotamiento del modelo derivado de la Constitución de


1999:
Infinidad de actores se han pronunciado ya sobre este aspecto.
Efectivamente, quien viva en este país, y le siga el pulso a la
cotidianidad política, económica, institucional, etc., puede advertir
que en Venezuela la vigencia de la propuesta de Contrato Social y de
proyecto país recogida en la actual CRBV es total, y si algo anda mal
es precisamente por su continua violación, cuando no de su
inaplicación por parte de los actores fundamentales del proceso
político. Ya quisieran buena parte de las naciones del mundo contar
con un instrumento normativo de la envergadura, amplitud,
pluralidad y sobretodo, legitimidad con la que cuenta Venezuela en
su CRBV. Evidentemente, como todo instrumento jurídico, la CRVB
es perfectible y mejorable, pero para ello no se requeriría una ANC.
La propia CRBV ofrece alternativas como la Reforma Constitucional
y los mismos referenda, como alternativas que, pudieran utilizarse
para tal fin. En cualquier caso, si lo que se requiere es “transformar
el Estado o crear un nuevo ordenamiento jurídico y redactar una
nueva Constitución”, ello debería resultar de una evaluación
profunda y extensa que, al menos públicamente, no parece haberse
realizado. Y pretender cambiar la Constitución como respuesta a
una coyuntura política específica, es simplemente ignorar los
alcances de la misma, la flexibilidad y la amplitud de políticas

Una correlación de fuerzas completamente desfavorable.


La enorme responsabilidad que pesa sobre los hombros de quien
dirige un país debería ser el principal consejero a la hora de la toma
de decisiones. La situación por la que atraviesa Venezuela está lejos
de ser sencilla de resolver, y lo menos que se puede aspirar de quien
dirige sus destinos es que promueva saltos al vacío. Si bien la
audacia, la astucia y la habilidad son valores fundamentales para
hacer política en una coyuntura dinámica como la nuestra, ellos
deben ir acompañados de una gran responsabilidad y sobre todo de
gran serenidad. La propuesta de avanzar precipitada e
improvisadamente hacia la convocatoria de una ANC nos coloca a los
venezolanos innecesariamente ante un riesgo extremadamente alto,
pues no existe garantía alguna de que una mayoría de hombres y
mujeres proclives a garantizar los avances alcanzados y a
profundizarlos, y a corregir drásticamente los errores y omisiones
cometidos en estos 18 años pasados realmente, obtengan una
mayoría en una ACN que garanticen así dichos cambios en una
nueva o en una corregida Constitución. Pareciera sensato un estudio
detallado del comportamiento electoral de los venezolanos los
últimos 10 años para constatar el enorme riesgo que
innecesariamente se quiere correr. Sobre todo, no habiendo agotado
otras alternativas que, como válvulas de escape al conflicto social y
político pudieran ensayarse, como por ejemplo, un Referéndum
Revocatorio o la propia Elección de Gobernadores, Alcaldes y
Concejales. Pareciera entonces que la propuesta de avanzar hacia
una ANC es equivalente a que un jugador de ajedrez decida exponer
al Rey y a la Dama y hasta el tablero de juego, por negarse a
arriesgarse a perder los alfiles, que dicho sea de paso, están ya en
muy mala posición.

Una propuesta confusa


La propuesta realizada parte estableciendo que se elegirán 500
constituyentitas, 250 de los cuales se elegirán territorialmente y 250
“sectorialmente”, es decir, en representación de sectores específicos
de la población (campesinos, estudiantes, comunas, etc.) Por qué
500? Por qué no 750? O 400? O por qué no 131, como en la
Constituyente de 1999? Nadie lo sabe, y quien podría determinarlo,
es el pueblo al aprobar las Bases Comiciales, cosa que no ha
ocurrido. Sin embargo, ya se da por hecho. Por otro lado, qué
sectores gozarían de la legitimidad suficiente para tener una
representación específica en esta nueva ANC?. En 1999 solo los
indígenas contaron con esa prerrogativa pero, y en esta ocasión? Los
Ingenieros podrían aspirar tener una representación en ella? Y los
médicos? Y los mecánicos? Y los poetas? Y los alcohólicos?? Y que tal
los motorizados? Y las secretarias?? En fin, qué argumento, qué
premisa, qué criterio, qué fundamento se utilizará para establecer
dichos grupos?. De nuevo, no se sabe. De esta problemática deriva
un sinfín de inquietudes, dudas y sobretodo, sospechas que tienden
un manto de dudas sobre la transparencia que debe tener un proceso
constituyente para que goce de plena legitimidad.

Otro elemento que genera confusión viene a ser el fin mismo que se
persigue. No obstante que el artículo 347 de la CRBV señala que una
ANC tiene por objeto “…transformar el Estado, crear un nuevo
ordenamiento jurídico y redactar una nueva Constitución.”,
distintos voceros han señalado que no se trataría de una nueva
constitución sino de promover algunas reformas a la actual.

Sobre los puntos de la agenda propuesta por el presidente Maduro a


ser incorporados en los debates de una ANC habría que decir que
cada uno de ellos pueden ser perfectamente trabajados en el marco
de la actual constitución y en algunos casos, no tienen la urgencia
que implicaría una tal convocatoria por lo que no nos resulta una
justificación válida para la convocatoria de una ANC y consideramos
que deja mucho margen a la especulación acerca de las verdaderas
razones por las cuales se pretende convocar la misma.

Autoblindaje de la CRBV:
Distintos voceros del gobierno nacional, incluido el propio
presidente Maduro, han indicado que una de las razones por las que
es preciso someter a revisión la actual CRBV es porque, según ellos,
la misma no cuenta con mecanismos de autopreservación frente a
golpes de Estado, o a violaciones flagrantes de la misma Nada más
lejos de la realidad. La CRBV no solo cuenta con un articulado
ampliamente garantista que ata la existencia del Estado Venezolano,
de su andamiaje jurídico institucional y su arquitectura funcional a
lo más avanzado de la normativa internacional en materia de
derechos humanos de primera, segunda, tercera y hasta cuarta
generación, lo cual le permite abarcar un sinnúmero de áreas y
ámbitos y desarrollar legislación al respecto cosa que avanzó
significativamente durante los años en que se mantuvo una mayoría
en la Asamblea Nacional, y que obviamente se frenó luego de la
derrota electoral del 6 de diciembre de 2015. Pero no solo eso:
habría que ser ciegos para no considerar el peso específico que
tienen los artículos 333 y 350 como poderosos blindajes inmanentes
de esta constitución frente conmociones o contingencias que pongan
en riesgo la existencia de la República, que inclusive, fueron puestos
a prueba cuando el 13 de abril de 2012, en ejercicio de la soberanía
popular, fue restaurado en su puesto de mando el Presidente Hugo
Chávez después de haber sido depuesto por obra del Golpe de Estado
encabezado Carmona Estanga. Fue justamente enmarcado en la
conciencia política y el amparo jurídico que ofreció (y sigue
ofreciendo) la CRBV de 1999 que el pueblo venezolano pudo realizar
la más grande proeza de este tiempo, hecho inédito en nuestra
historia y probablemente de la humanidad. Carece de sentido y de
principio de realidad la afirmación según la cual la CRBV deba ser
modificada o cambiada por ser vulnerable a los golpes de estado, a
las conspiraciones o a los ataques de los enemigos.
Basta ya de Instrumentalizar al pueblo

Para quienes hoy dirigen el destino de la nación y para quienes


aspiran dirigirlo desde una perspectiva que se reclame del carácter
revolucionario, debería ser norma de una nueva “poli-ética”, el
evitar la instrumentalización del pueblo y la pretensión de
convertirlo solo en un sujeto pasivo, el objeto inerme de algunas
políticas de carácter clientelar o el simple soporte de las
aspiraciones de perpetuación en el ejercicio del poder político por
parte de algún grupo o sector.

El gobierno nacional, y las fuerzas políticas que le acompañan tienen


en sus manos no solo buena pate de la responsabilidad en los
acontecimientos de la Venezuela actual, sino además, que tienen a su
disposición una enorme variedad de instrumentos y mecanismos
político-institucionales y de otra índole, perfectamente utilizables si
realmente se quiere superar la crisis, aislar a los violentos y
construir bases sólidas que permitan enrumbar a la nación hacia un
futuro mejor. La Convocatoria a una ANC, y cualquier apelación o
convocatoria al ejercicio de la soberanía popular son y serán
siempre las mayores y mejores garantías de legitimidad la
conducción del país, pero ello no puede hacerse dejando márgenes a
la improvisación, al desespero, incurriendo en riesgos innecesarios
y mucho menos hacerse como mecanismo para la autopreservación
en el ejercicio del poder político de facciones, grupos o castas
dirigentes. El pueblo no puede ser sometido al chantaje de tener que
lavarle la cara a quien se empeñe en ensuciársela a cambio de la
permanencia de una política social de cualquier índole.

Tampoco es posible hacerlo desde la soberbia, el chantaje, la


intimidación o la coacción de los factores que por algunas razones
han venido tomando distancia del gobierno desde hace ya un buen
rato. El Gran Polo Patriótico debe dejar de ser considerado el jarrón
chino de la conducción del proceso político venezolano. El PCV,
REDES, UPV, Tupamaros, etc., así como innumerables factores,
organizaciones sociales y políticas y hasta individualidades, están en
condiciones de aportar soluciones y propuestas a la situación del
país, mucho más allá de ser el silente soporte que aplaude las
iniciativas oficiales y que las defiende en la calle.

Por otro lado, es preciso bajar el tono contra las disidencias y asumir
las críticas con mayor amplitud, con espíritu democrático y
autocrítico, y sobre todo con madurez y responsabilidad de
estadista: Ver al presidente Maduro, en cadena nacional
acompañado de la alta dirección del proceso convocando al país a
una Asamblea Nacional Constituyente e invitando a la unidad de
todos los venezolanos alrededor de ese objetivo, y al mismo tiempo
acusando de Infiltrados de la CIA, o de “Izquierda Cobarde” a
quienes simplemente manifiestan opiniones o caminos distintos
para alcanzar objetivos similares o a quienes señalan las
indiscutibles e inocultables desviaciones, distorsiones, errores y
omisiones que se vienen cometiendo desde la dirección del proceso
es no solo altamente contradictorio, sino un factor que genera
desconfianza, amplía las brechas entre ex-aliados y fragmenta aún
más al movimiento revolucionario. Si el Jefe del Estado posee las
pruebas de que algún venezolano es un agente a sueldo de un
organismo de inteligencia como la CIA o cualquier otro, lo que
procede es aplicar la justicia. No se trata de que seamos ingenuos.
No cabe la menor duda de que en Venezuela, sentados como estamos
todos encima de la mayor reserva de petróleo del mundo
evidentemente que los intereses del imperialismo están puestos
sobre nosotros, y su accionar contra nosotros discurre por muchas
vías, una de ellas mediante la infiltración de sus organismos de
inteligencia. Pero de allí a generalizar y suponer que cada crítica que
se formule al gobierno se realiza teledirigida por la CIA, es no solo
paranoia sino sobretodo soberbia e incomprensión del momento
actual.

Para concluir, con seguridad existen muchas otras razones por las
cuales objetar la convocatoria, en los términos en que ha sido
realizada. Un gran propósito como “la paz” es en verdad tan
genérico y tan interdependiente de muchas otras variables que
resulta impensable que una ANC o una nueva constitución puedan
permitir alcanzarlo. Cada uno de los 9 temas que propuso el
Presidente Maduro como parámetros a ser discutidos dentro de la
ANC, son perfectamente discutibles y desarrollables fuera de una
entidad como esa, por lo que no vemos la necesidad de exponer tanto
para intentar alcanzar propósitos que perfectamente pueden ser
trabajados en otros ámbitos, incluso, con el amparo de la actual
constitución.

Por otro lado y en general se puede decir que hay bastantes


contradicciones entre lo que dice Germán Escarrá, con lo que ha
dicho Aristóbulo Istúriz o el propio presidente por ejemplo. La
misma composición de la Comisión Presidencial es de por si casi una
afrenta al Poder Constituyente Originario y sobretodo evidencia de
cómo algunos de los que más decididamente han contribuido al
desmadre en que nos encontramos, son quienes ahora pretenden
indicarnos la forma de salvarnos. En realidad habrían muchas más
razones para rechazar la propuesta del Señor Presidente, pero
creemos que acá se resumen el conjunto de las más importantes que
han sido señaladas y por lo que nos resulta imposible acompañar
dicha propuesta.

Trayectoria de la Asamblea
Constituyente de
Venezuela
Descripción y análisis de los antecedentes, desarrollo, actores,
estructura y significados de la Asamblea Constituyente venezolana
para la teoría y la práctica de la Gobernanza
Por Ricardo Jimenez
enero 2008
PROGRAMA Legitimidad y arraigo del poder
CUADERNO La asamblea constituyente de venezuela como expresión de específicas tensiones
latinoamericanas en el debate y la práctica de la gobernanza
Palabras clave : Estado Debate público ; Democracia participativa ; Democracia y cambio social ; Espacio público de
deliberación; Exclusión social ; Reforma de las instituciones ; Democrácia Venezuela ; América del Sur

U n análisis de los impactos e interacciones mutuas entre los procesos de Gobernanza y la Asamblea
Constituyente de Venezuela, motivo central del cuaderno que desarrollamos, requiere previamente de la
descripción y reflexión de ambos términos: la Gobernanza y la Constituyente, distinguiendo aquellos
elementos particulares que la contextualizan y especifican de aquellos que comparte con procesos más
amplios y universales. Distinción útil en la medida que, justamente, la tensión entre ambas dimensiones,
universal y propia, se revela como uno de los factores relevantes que explican la dificultad persistente
para construir una Gobernanza auténticamente democrática, es decir, útil a las mayorías, en la región. A
ello, avanza esencialmente esta ficha.

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CONTENIDO

 1. LA TENSIÓN ORIGINARIA Y SUBYACENTE

 2. LA CRISIS TERMINAL

 3. LA ASAMBLEA CONSTITUYENTE
 4. LA TENSIÓN ENTRE LA FUNCIÓN DE LIDERAZGO Y LA PARTICIPACIÓN PROTAGÓNICA DE LA

SOCIEDAD CIVIL

1. La tensión originaria y subyacente


Nacida del desgarramiento de la “Gran Colombia” -el prototipo de proyecto federativo que
Bolívar había planificado para Sudamérica, y que sólo logró transitoriamente con las actuales
Colombia (Panamá), Venezuela y Ecuador- Venezuela muy pronto también dejó atrás la
obstinada búsqueda de Bolívar de un modelo institucional (Gobernanza) que tuviera como
eje, no la institucionalidad democrática consagrada como clásica en los países potencia del
norte, sino una nueva institucionalidad, inédita en la medida que fuera fruto de las
particulares condiciones del continente.1

El objetivo de esta nueva y necesariamente inédita institucionalidad era lo que Bolívar,


Sucre, Sáenz y otros llamaban la igualdad y la justicia;2 la incorporación de la mayoría de la
población, compuesta por innumerables sectores excluidos por una estructura social basada
en una original mezcla de clase y etnia: negros, indígenas, mulatos, campesinos pobres, etc.
Esencialmente, ello requería un Estado fuerte, “afirmativo”, que impusiera, al mismo tiempo,
la defensa de estos sectores frente a los poderes fácticos de la aristocracia criolla que se
beneficiaba de hecho de su exclusión, y también su “ciudadanización”, supuesta por la teoría
democrática clásica, nacida en el norte europeo, pero muy lejos de ser una realidad en el
continente.

Caído en el descrédito como “autoritario” y “antidemocrático” ese esfuerzo,3 se construyó


una Gobernanza que cumplía en lo formal con los lineamientos de esa teoría democrática, y
que mantuvo la exclusión de esos vastos sectores. Cruentas luchas y conflictos, que tuvieron
a su base esta causal de fondo, fueron la lógica consecuencia. Inestabilidad permanente
hasta 1848, guerra federal entre 1859 y 1863, etc. A los períodos en que se restablecía, re
fundado, el orden formal democrático “clásico” se les denominó “repúblicas”. Tomando como
la “primera” aquella de Bolívar. Venezuela, al separarse de la Gran Colombia en 1830, entra
en la “Cuarta República”, la cual había de prolongarse, justamente, hasta el proceso
Constituyente de 1999.

En el siglo XX, tras una aguda crisis que terminó con la caída de la dictadura militar de
Marcos Pérez Jiménez en 1958, los nuevos partidos “modernos”, nacidos una década antes:
COPEI (social cristiano centro derechista), URD (nacionalista liberal centroderechista) y
Acción Democrática (social demócrata), y que recogían las aspiraciones de las viejas y
nuevas clases y sectores sociales oligárquicos y excluidos, respectivamente, elaboran un
nuevo sistema de Gobernanza (proceso integral, que incluye al gobierno, las instituciones y
su relación e interacción con la sociedad civil), cuya estructura institucional fundamental es
el llamado “Pacto de punto Fijo” (llamada así por la residencia donde se firmó el acuerdo). 4

Con él se buscó por encima de toda otra consideración la estabilidad del orden democrático
formal institucional, la “Gobernabilidad” (Habilidad de gobernar, énfasis en el orden y la
estabilidad), a través de gobiernos consensuados por las tres fuerzas políticas, tanto en lo
programático, como en el reparto de cargos de gobierno. Sobre la base de la nueva
Constitución de 1961. En la práctica, significó la alternancia de hecho de estos partidos en el
gobierno, mediante la vía electoral, hasta la crisis terminal del sistema a fines de la década
de 1990. Por explícita intervención del poder fáctico norteamericano (ocurre en el contexto
de la llamada “guerra fría”) se excluyó e incluso por períodos se ilegalizó al Partido
Comunista y otras fuerzas menores, las cuales llegaron a la lucha armada contra este orden.

Este andamiaje de Gobernanza, respondió a las condiciones de actualización del histórico


déficit ciudadano, y permitió efectivamente la gobernabilidad (capacidad de gobernar con
estabilidad y orden). Se adaptó primero a las políticas desarrollistas, que, con el crucial
ingreso del petróleo, permitieron ciertos avances de infraestructura y emergencia de una
clase media; y más tarde, a las políticas neoliberales, que desestructuraron y pauperizaron a
amplios sectores de la población. Ambas políticas, a su turno, atravesaron (en diversas
formas y grados) todos los países de la región.

El colosal ingreso petrolero generó una economía y cultura “rentista”, caracterizada por una
clase política en proceso de corrupción, alta ingerencia de los poderes fácticos 5 empresariales
extranjeros y nacionales, y, en conjunción a la aguda concentración de la riqueza generada
por las políticas neoliberales, una injusticia social estructural, donde por ejemplo, los Estados
petroleros (Anzoátegui y Zulia, por ejemplo), de donde se extraía la inmensa riqueza,
presentaban los más altos índices de pobreza, analfabetismo, carencia de médicos, etc.

Paradojalmente, esta “cuarta república” era considerada un loable modelo democrático, en


medio de un continente con varios países con inestabilidad política o dictaduras militares,
pero percibida con creciente descrédito y finalmente ira en el plano interno.

2. La crisis terminal
En febrero de 1989, una mezcla explosiva de crisis económica y agotamiento terminal de la
legitimidad del sistema político, produjo un colosal estallido callejero, saqueos y violencia
contra la clase política: el “Caracazo”.6 Hito visible de una crisis terminal, tanto de las
políticas neoliberales, como de las instituciones surgidas del “puntofijismo”.

Cuatro años más tarde, jóvenes militares intentan deponer el gobierno, elegido
democráticamente, pero en total descrédito como corrupto y anti popular. Frustrado el
alzamiento, el país entero conoce a través de la televisión al carismático líder: Hugo Chávez,
quien, en contraposición a la costumbre de las elites políticas, asume personalmente toda la
responsabilidad y declara que mantiene sus objetivos de “refundación” del país, los que solo
son frustrados “por ahora”.

El joven oficial venía desde hace años, anónimamente, estudiando sistemáticamente a Simón
Bolívar (y otros luchadores y pensadores latinoamericanos, incluidos indígenas) y formando
oficiales en la academia militar. Había agrupado, con persecución interna del ejército, un
pequeño núcleo inicial de oficiales que con los años incorporó a civiles (venidos de corrientes
de izquierda bolivariana) y llegó a ser el “Movimiento Bolivariano Revolucionario”,
protagonista del malogrado alzamiento.

Aunque los rebeldes sufren dos años de prisión, el destituido oficial se transforma en un líder
político de mayorías. Su movimiento y su ideario aparecen como una opción política viable,
diferente y distinguible del gastado sistema: la “revolución bolivariana”.

Claramente, se trata de la expresión de amplias mayorías excluidas y cansadas de un


modelo de Gobernanza que refleja la originaria y permanente tensión latinoamericana:
formalmente democrática (en el sentido clásico de la palabra), pero sin justicia (social,
económica, política, ambiental y cultural). Chávez representa, justamente, “lo de afuera” del
sistema, es un militar ajeno a la política. Conjuntamente, su ideario es lo “propio”: el
Bolivarianismo, ajeno también a la tradicional ideología de la izquierda: marxista o
socialdemócrata, ambas concepciones nacidas en Europa. Y no es causal que esa izquierda
fuera tan sorprendida por su emergencia como lo fue la derecha oligárquica y tradicional,
rechazándolo incluso inicialmente por “golpista” o “fascista”.

Liberados, Chávez y su movimiento utilizan la vía electoral, formando una amplia coalición
con fuerzas políticas de izquierda y centroizquierda, el “Polo Patriótico”, ganando las
elecciones presidenciales en 1998, con el 56% de los votos y una abstención del 36,48%. El
principal eje programático de su campaña fue la convocatoria a Asamblea Constituyente para
refundar el país, abriendo el período de la “Quinta República”.

3. La Asamblea Constituyente
No existía un mecanismo pre fijado para avanzar a la constituyente y ello originó un intenso
debate sobre la conveniencia de hacerla o las posibles formas de hacerlo (reforma
constitucional, plebiscito, con o sin el Congreso, etc.).

Muy prontamente, el mismo día en que asumió el cargo de Presidente, 2 de febrero de 1999,
emitió el Decreto Presidencial N° 3, convocando a referéndum consultivo popular para
preguntar si se estaba o no de acuerdo con la realización de Asamblea Constituyente.

Los partidos tradicionales, sorprendidos y sin captar todavía la profundidad de la crisis del
viejo sistema de Gobernanza (las encuestas mostraban alrededor de un 70% de apoyo a la
medida, y cerca del 80% al Presidente), impugnaron la medida ante la Corte Suprema de
Justicia. Aunque la impugnación fue rechazada, esto vino a profundizar aún más el
descrédito de estos actores políticos que fueron percibidos como enemigos del ejercicio de la
soberanía popular.

En medio de un nuevo intenso debate, esta vez sobre las formas y mecanismos para
implementar la constituyente, el presidente elaboró unas bases para ello (publicadas en la
Gaceta Oficial el 25 de marzo de 1990), y avanzó a la consulta popular. En ella se hicieron
dos preguntas: si había o no acuerdo en convocar la constituyente, y si se estaba o no de
acuerdo con las bases propuestas para ello.
La redacción de la primera de las preguntas es del todo reveladora de la búsqueda de un
nuevo modelo institucional de regulación para el país, una nueva Gobernanza: “Convoca
usted una Asamblea Nacional Constituyente con el propósito de transformar el Estado y crear
un nuevo Ordenamiento Jurídico que permita el funcionamiento efectivo de una democracia
social y participativa? Sí o No”.

Los términos “social y participativa”, agregados a “democracia” muestran por oposición


implícita que se contaba hasta entonces con una democracia formal pero excluyente de
amplias mayorías. Del mismo modo, era reveladora la denominación asumida por los
partidos políticos tradicionales para la campaña por el No: “Venezuela civil”. En ella se
buscaba la identificación de la sociedad civil para enfrentarla al Estado, ahora, por primera
vez en décadas, en otras manos, sin entender que, justamente, Chávez era la expresión de
esa sociedad civil excluida. Así lo demostraron los resultados de la consulta realizada el 25
de abril de 1999, con un triunfo del Sí del 90% de los votos, con un 60, 9% de abstención.

Con esta plena legitimidad, el proceso para elegir a los asambleístas, sobre las bases
aprobadas en la consulta, fue una explosión mayor aún de debate y participación. Liberando
todas las fuerzas de participación excluidas en el anterior sistema.

Ciudadanizando (desarrollando los conocimientos y destrezas necesarios para ejercer la


ciudadanía), muy rápidamente, sobre la marcha, en la práctica del ejercicio electoral, a
inmensos sectores, el “Polo Patriótico” del presidente Chávez, operó con un mecanismo
interno muy participativo y abierto (conocido popularmente como “kinos” o “llaves”), a
través de la recolección de un número de firmas para ser candidato a constituyente. Ello
permitió que innumerables ciudadanos independientes, de los más variados estratos sociales,
profesionales y políticos, así como todas las formas de asociaciones y gremios, debatieran,
realizaran consultas y construyeran consensos sobre las formas de regulación y los objetivos
del orden social y político nacional. Postularon 1167 ciudadanos para los 128 cupos
constituyentes.

Como nunca antes, se abrieron los cauces de participación y reflexión a amplios sectores, los
cuales percibieron de manera concreta la realidad de los cambios propuestos. Ello redundó
en el acrecentamiento de la tendencia de apoyo al Presidente, como lo reveló el resultado de
las elecciones de constituyentes, realizadas el 25 de julio de 1999, y en las cuales el Polo
Patriótico obtuvo 100 de los 128 constituyentes. Más aún, casi la totalidad de los 28
constituyentes restantes se mostraba también de acuerdo con el profundo proceso de
cambios. Apenas hubo cuatro (4) constituyentes explícitamente opuestos al mismo proceso
de refundación.

El 15 de agosto de 1999 se instaló la Asamblea Constituyente, teniendo como principal


misión elaborar una nueva Constitución que sirviera de base a una profunda y radical
reforma de la Gobernanza. La cual fue aprobada en nuevo acto de consulta popular en
diciembre de ese mismo año.

El resultado fue un andamiaje jurídico sobre el cual se ha venido desarrollando desde


entonces un colosal proceso de reformas en todos los planos de la vida nacional. Su núcleo
programático esencial es antioligárquico, antiimperialista, de modernización y redistribución
de la riqueza (Ver Ficha N° 3, sobre Constitución venezolana, en este mismo cuaderno).

A través de innumerables medidas e iniciativas, se ha buscado continuar ampliando la


inclusión de sectores tradicionalmente excluidos (campesinos, pobres urbanos, pueblos
indígenas, mujeres, etc.).

El proceso ha encontrado también formidables obstáculos, tales como la endémica cultura


“rentista” y de “corrupción”, el burocratismo excluyente de los sectores y funcionarios
públicos, entre otros, que se han enquistado en el interior de las fuerzas “chavistas” y han
conspirado solapadamente contra el proceso. Se suman a ello, las propuestas ideológicas
ligadas a pensamientos tradicionales de la izquierda, tales como el “Partido Único Chavista”,
que generan desconcierto, incertidumbre o descontento, en fuerzas que apoyan el proceso
de cambios pero ven estas propuestas como supervivencias de un modelo de Gobernanza
“revolucionaria” (al estilo soviético) ya fracasado y en descrédito, además de ajeno a la
propia realidad del continente. Mucho de ello está presente en la reciente derrota
plebiscitaria por estrecho margen de la propuesta de reforma constitucional del Presidente,
debida al abstencionismo de buena parte del voto “chavista”.

Se trata de los principales debates que cruzaron la Asamblea Constituyente y que se


extienden aún hoy, casi diez años después, mostrando el carácter de transformación
histórica, de época, de los mismos. La ampliación de la democracia, buscando salir de la
agotada y en descrédito concepción democrática representativa, de énfasis formal electoral,
a una protagónica y participativa, lo cual requiere, en un circulo virtuoso, superar las
condicionantes históricas de injusticia social que negaron el desarrollo de las capacidades y
conocimientos necesarios para la formación de una auténtica y extendida ciudadanía.
Llevando al otro gran debate asociado, el de la inclusión y reconocimiento de igualdad a
vastos sectores históricamente excluidos, tales como la mujer y los pueblos indígenas, por
ejemplo (ambos con un inédito reconocimiento constitucional).

También fue decisivo el debate sobre la soberanía nacional, tanto ideológica cultural (fuerte
presencia del pensamiento de Bolívar), como política (prohibición plena de bases militares
extranjeras, por ejemplo), y económica (recuperación de la soberanía sobre los principales
recursos naturales, especialmente energéticos, prohibición de patentes sobre la
biodiversidad, especialmente en territorios indígenas).

Y, finalmente, y no por casualidad de manera transversal, la presencia del debate sobre


autoritarismo y democracia, que se alimenta de todas las condicionantes históricas antes
comentadas y que mostró su acuciante vigencia en el seno de la Asamblea Constituyente.

Institucionalmente, los cambios emanados a partir del proceso constituyente son


innumerables, profundos y extendidos; de ahí que su desafío sea más bien de ejercicio real
práctico de su aplicación. Baste mostrar como ejemplo el caso de la participación ciudadana,
donde el país muestra, tras los cambios constituyentes, la más avanzada institucionalidad en
entregar a la ciudadanía instrumentos de autonomía, participación, fiscalización, dirección y
decisión.7
4. La tensión entre la función de
liderazgo y la participación protagónica
de la sociedad civil
El proceso constituyente venezolano muestra una paradoja sorprendente. Mientras es un
caso notable de búsqueda de participación ciudadana y de ciudadanización (desarrollo de
conocimientos y destrezas para ejercer la ciudadanía), amplio y extendido, que ha generado
un orden jurídico de avanzada universal en este tema (ver ficha N° 3, sobre Constitución
venezolana, en este mismo cuaderno), es simultáneamente un proceso marcado por la
influencia crucial, decisiva de una sola persona: el presidente Hugo Chávez.

Y en esta paradoja se juega buena parte de la tensión dramática entre democracia


(clásicamente entendida) y justicia social.

Ciertamente, Chávez es la expresión de una necesidad, encarna una función: la del


liderazgo. Necesidad y función que se muestra insoslayable y permanente en América Latina.
En parte, por razones estructurales, la intensa, extendida y creciente diversidad interna de
las sociedades latinoamericanas (étnica, de clase, socio profesional, urbano rural,
generacional, de identidad, etc.), la “multitud” como la llaman algunos investigadores. El
liderazgo es el eje visible y articulador de esa diversidad, para hacerla operante en la
práctica, en torno a un programa e ideario que el liderazgo encarna.

En parte también -y aquí se expresa la tensión dramática- la paradoja obedece a que el


liderazgo es una necesidad para avanzar a la construcción de una nueva Gobernanza, justa,
incluyente, a pesar y, justamente, “supliendo” el déficit ciudadano. Se trata de hecho de la
necesidad de amplios sectores de un urgente proceso de inclusión, de justicia, pero para el
cual no cuentan con una ciudadanía desarrollada, histórica, largamente formada, que les de
los conocimientos y destrezas necesarias para hacer ejercicio real, pleno de la participación
protagónica que les entrega la institucionalidad por ejemplo (ver Ficha N°1, sobre Déficit
ciudadano, en este mismo cuaderno).

En el cruce entre la urgencia de grandes mayorías de acceder a niveles superiores de calidad


de vida, de justicia social, y de la carencia todavía de desarrollo de sus propias capacidades y
conocimientos ciudadanos para protagonizar plenamente este cambio, buena parte de la
sociedad civil, de hecho, “deposita su confianza” en el liderazgo para conducir y esclarecer el
tránsito por las transformaciones.

De ahí proviene la doble insistencia de Chávez, tanto en la re elección indefinida, para


continuar cumpliendo todavía la función articuladora y supletoria del déficit ciudadano (los
altos índices de abstención en todos los eventos electorales, por ejemplo), como en impulsar
a toda marcha la ciudadanización de las mayorías, por medio de la multiplicación por tres de
las matrículas escolares y universitaria (ocupando incluso toda infraestructura pública),
eliminando técnicamente el analfabetismo (según certificación de las naciones Unidas),
elevando la calidad de vida por medio de una intensa redistribución (misiones barrio adentro
en salud, mercal en alimentos, por ejemplo), y, más directamente, a través de la
implementación de la avanzada legislación participativa (Constitución venezolana).

En el desarrollo de estas dinámicas, cuyos debates atravesaron emblemáticamente la


Asamblea Constituyente venezolana de 1999, se juega el éxito de este intento por construir
una nueva Gobernanza que supere la tensión dramática en América Latina, entre justicia y
democracia, déficit ciudadano y liderazgo.

Perspectivas
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De 1811 a 2017: Asambleas


constituyentes y constituciones
en la historia de Venezuela; por
Carlos García Soto
Por Carlos García S. | 26 de junio, 2017
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Manifestantes opositores realizan una concentración nocturna para rendir
homenaje a los caídos en contexto de protesta. 17 de mayo de 2017. Fotografía de
Verónica Aponte. Haga click en la imagen para ver la fotogalería completa
La historia institucional de Venezuela ha presenciado varios “procesos
constituyentes” y reformas constitucionales así como otras tantas constituciones
producto de esos procesos: hemos tenido cierta debilidad para convocar procesos
de este tipo o al menos para reformar la Constitución. Algunas veces, como en
1811 o en 1947, la nueva Constitución implicó una ampliación de los derechos de
los ciudadanos. Otras veces, como entre 1908 y 1935, las reformas a la
Constitución sirvieron para aumentar los poderes del presidente. Como ocurrió,
precisamente, también en el proceso constituyente de 1999.
Como ha advertido el profesor Allan R. Brewer-Carías, hasta 1999 los “procesos
constituyentes” que dieron lugar a constituciones siempre fueron el resultado de
una ruptura del hilo constitucional, generalmente a partir de las distintas
revoluciones que han marcado nuestro calendario político. El proceso
constituyente de 1999 no fue la excepción debido al carácter fraudulento de su
convocatoria.
Pero, en realidad, a los únicos procesos constituyentes a los que genuinamente
puede dárseles ese calificativo son al de 1811 cuando comienza el tránsito de la
monarquía a la república, y al proceso constituyente en 1830 cuando se produce la
separación de Venezuela de la Gran Colombia. Propiamente, el Estado
venezolano se constituyó en 1811, con lo que no hace ni ha hecho falta en realidad
ni “reconstituirlo” ni “refundarlo” de nuevo.
Por esto, los términos “Asamblea Nacional Constituyente” o “proceso
constituyente” han sido utilizados en varias oportunidades como una excusa para
la obtención del poder, o para la ampliación de las competencias presidenciales.
En otras ocasiones, como en el período entre 1908 y 1935 no se convocaron
“procesos constituyentes”, sino que se procedió a realizar enmiendas puntuales a
la Constitución para ajustar así las constituciones a las necesidades políticas que
se querían atender en el momento.
Por supuesto, en el contexto de las distintas crisis políticas que conforman la
historia de Venezuela, alrededor de estas constituciones se dictaron muchos actos
que intentaron regular alguna situación de hecho. Y así, junto a las constituciones,
se dictaron actos de contenido político: desde el que confirió al Libertador poderes
extraordinarios en 1813 y 1814 hasta el Acta Constitutiva de la Junta
Revolucionaria de 1945, pasando por el Decreto del General Castro mediante el
cual asume la jefatura del Poder Ejecutivo en su carácter de Jefe de la Revolución
Liberal Restauradora el 23 de octubre de 1899.
El primer Congreso constituyente:
el Supremo Congreso de Venezuela y la Constitución de 1811
Como hemos explicado aquí en Prodavinci, el 2 de marzo de 1811 se instaló el
primer Parlamento en el país: el Supremo Congreso de Venezuela, también
conocido como el Congreso Constituyente de 1811. Aquel Parlamento se convocó
según lo dispuesto en el Reglamento de Elecciones redactado por Juan Germán
Roscio, el cual dictó el 11 de junio de 1810 la Junta Suprema de Venezuela
Conservadora de los Derechos de Fernando VII.
Ese Supremo Congreso de Venezuela daría lugar al Acta de Independencia del 5
de julio de 1811 y, también, a la tercera Constitución del mundo moderno: luego de
la Constitución estadounidense (1787) y la francesa (1791) se firmó el 21 de
diciembre de 1811 la Constitución Federal para los Estados de Venezuela, justo
antes de terminar las sesiones por ese año y será aprobada por 37 diputados,
representantes de las 7 provincias confederadas para el momento: Barcelona,
Barinas, Caracas, Cumaná, Margarita, Mérida y Trujillo. Francisco de Miranda la
firmaría realizando observaciones al texto aprobado, advirtiendo que en su opinión
carecía de “un justo equilibrio” y que la Constitución no sería conforme “con la
población, usos y costumbres de estos países”.
La vigencia de la Constitución de 1811 fue efímera. Diversas razones dieron lugar
a la llamada “caída de la Primera República”. De hecho, al sistema institucional
creado por la Constitución de 1811, según el cual el Poder Ejecutivo no era fuerte,
se atribuye, entre otras razones, la caída de la Primera República. El mismo
Bolívar criticaría amargamente el esquema de la Constitución de 1811 en su
Manifiesto de Cartagena de 1812 y luego en el Discurso de Angostura de 1819.
Las Constituciones del siglo XIX
A la Constitución de 1811 le seguiría las Constituciones de 1819, llamada como
“Constitución de Angostura”, e influenciada por algunas de las ideas de Simón
Bolívar. La Constitución de 1819 sería sustituida por la Constitución de 1821, la
cual promulgada por Bolívar luego de la Batalla de Carabobo. Poco antes de morir
Bolívar, el Congreso de Valencia dictaría la Constitución de 1830, promulgada por
José Antonio Páez, que sellaría nuestra separación de la Gran Colombia.
Esta Constitución de 1830 sería una de las constituciones con mayor tiempo de
vigencia: sólo será sustituida por la Constitución de 1857. Sin embargo, esta
Constitución de 1857, que fue impulsada por Monagas para asegurar su
reelección, sería a su vez sustituida por la Constitución de 1858, producto de la
Gran Convención Nacional convocada por Julián Castro quien lideraba la
Revolución de Marzo.
Luego de las Guerras Federales, la Constitución de 1858 sería objeto de reforma
por la Constitución de 1864 y va a recoger la repartición del poder de los caudillos
regionales. La Constitución de 1864 tendría una vigencia de 10 años, siendo objeto
de reforma constitucional para dar lugar a la Constitución de 1874 luego de la
Revolución Azul y de la Revolución de 1870. La Constitución de 1874, a su vez,
sería objeto de reforma constitucional, para dar lugar a la Constitución de 1881,
luego de la Revolución Reivindicadora de 1879.
La Constitución de 1881, muy influenciada por Antonio Guzmán Blanco, y conocida
en nuestra historia constitucional como la “Constitución Suiza”, también tendría
una vigencia de 10 años, siendo sustituida por la Constitución de 1891.
Luego de la Revolución Legalista, la Constitución de 1893 será la última del siglo
XIX.
Las constituciones del siglo XX
El siglo XX vería su primera Constitución en 1901, con la llegada de los andinos al
Poder, a partir de la Revolución Liberal Restauradora. A partir de esta Constitución
se irá desmontando progresivamente la estructura federal que se había instaurado
a través de las constituciones del siglo XIX.
La Constitución de 1901 será reformada por la Constitución de 1904.
Luego de asumir el poder, el General Gómez promoverá hasta siete reformas
puntuales a la Constitución, siempre para apalancarse en el poder. Y así, se
dictarán las constituciones de 1909, 1914 —previo Estatuto Constitucional
Provisorio de los Estados Unidos de Venezuela de 1914—, 1922, 1925, 1928,
1929 y 1931.
Con la muerte del General Gómez y los sucesos que comienzan a darse a partir de
la asunción de la presidencia del General López Contreras, se dictará la
Constitución de 1936. Tras la muerte de Gómez, esta Constitución empieza a
recoger las exigencias de libertades políticas, sociales y económicas que el país
planteaba con mayor énfasis. La Constitución de 1936 será sustituida por la
Constitución de 1945; sin embargo sólo tuvo una vigencia de meses debido a la
Revolución de Octubre.
La Asamblea Constituyente de 1947, presidida por Andrés Eloy Blanco, dará lugar
a la Constitución de 1947 que incluyó importantes avances en el reconocimiento
de los derechos de los venezolanos y en la regulación orgánica del Estado
venezolano. La vigencia de la Constitución de 1947 sería breve debido al golpe
que derrocó al gobierno de Rómulo Gallegos. La Junta Militar de Gobierno, en una
acción que constituía un retroceso en los derechos conquistados, declaró que se
aplicaría la Constitución de 1945 si bien reconocía que podía aplicar las
disposiciones más progresivas previstas en la Constitución de 1947.
En 1953 una Asamblea Constituyente, bajo la dictadura militar, dictaría una nueva
Constitución que implicaba la disminución de los derechos y garantías previstas en
las constituciones de 1945 y 1947.
Con el inicio del período democrático, tendrá lugar la Constitución de 1961 —la de
más larga vigencia en la historia de Venezuela— que será sustituida por la vigente
de 1999. La Constitución de 1961 fue producto de la Revolución de 1958 y es un
reflejo del Pacto de Punto Fijo (también de 1958). Con la Constitución de 1961 se
estableció el cauce institucional para que por primera vez en nuestra historia
republicana, partidos políticos de distintas ideologías pudieran sucederse de modo
pacífico en el ejercicio del poder.
El proceso constituyente de 1999: el último “proceso constituyente”
En 1999 fue la última experiencia de tipo “constituyente” en el país. En 1998, la
principal oferta electoral del entonces candidato Hugo Chávez fue la convocatoria
a una Asamblea Nacional Constituyente (ANC). Ese proceso dio lugar a la
Constitución de 1999, hoy vigente.
A pesar de lo atropellado, arbitrario y fraudulento que resultó el proceso
constituyente de 1999, o quizá precisamente por ello, el entonces Presidente
Chávez alabó en diversas oportunidades el texto de la Constitución de 1999. Para
el oficialismo, esa Constitución se convirtió en un verdadero “documento
fundacional”. Desde el año 2000, la justificación de la actuación estatal se encontró
siempre en la Constitución de 1999, aun cuando en muchas ocasiones esa
actuación suponía, irónicamente, una violación de la propia Constitución.
De la Constitución de 1999
a la Asamblea Nacional Constituyente de 2017
Luego de la victoria electoral que dio inicio a un segundo período presidencial, el
entonces presidente Chávez planteó la necesidad de ir a un proceso de reforma
constitucional. La propuesta formulada, se recordará, suponía una ampliación de
los poderes presidenciales, la reducción del ámbito de libertades políticas y
económicas y la instauración de lo que en el momento se denominó como el
“Estado comunal”, sobre la base del llamado “Poder Popular”.

El 2 de diciembre de 2007, el pueblo rechazó la propuesta de reforma


constitucional en un referendo. Prevaleció la idea en el electorado que se trataba
de una propuesta fraudulenta que en el fondo pretendía aumentar los poderes del
Estado y restringir las libertades de los ciudadanos. Uno de los argumentos que
utilizaron quienes se oponían a la reforma constitucional, era que los cambios que
se pretendían realizar a la Constitución de 1999 eran de tal magnitud que en
realidad para proponer tales cambios era preciso convocar una Asamblea Nacional
Constituyente. Es sabido cómo a pesar de que el electorado rechazó la propuesta
de reforma constitucional de 2007, luego se intentó implementar varios de los
aspectos de su contenido como ocurrió con las “Leyes del Poder Popular” en
diciembre de 2010.
Otro de los aspectos que se incluían en la propuesta de reforma constitucional era
establecer la reelección indefinida del Presidente de la República. A pesar de que
esa propuesta particular había sido rechazada por el pueblo al votar en contra de
todo el proyecto de Constitución, al año siguiente el presidente Chávez propondría
una enmienda constitucional que permitiera la reelección indefinida del presidente,
de gobernadores, de diputados a las Asambleas Legislativas, de alcaldes y
diputados a la Asamblea Nacional. A diferencia de lo ocurrido en el año 2007, en
esta ocasión el pueblo votaría mayoritariamente a favor de la propuesta de
enmienda, de manera que la reelección indefinida comenzó a formar parte de la
Constitución. Uno de los argumentos de quienes se oponían a la enmienda, era
que resultaba fraudulenta puesto que la propuesta, en concreto, ya había sido
rechazada por el pueblo en la reforma de 2007.

Luego de la aprobación de la enmienda no se había cuestionado la pertinencia y


vigencia de la Constitución de 1999 hasta que el 1 de mayo el presidente Maduro
anunció que se llevaría a cabo un proceso constituyente. Convocar una Asamblea
Constituyente viola la Constitución de 1999, ya que es el pueblo el que debe
convocar y no el presidente tal y como señalan los artículos 347 y 348 de la
Constitución. A saber, el artículo 348 señala que el presidente, en consejo de
ministros, puede tomar la iniciativa de convocar un proceso constituyente, pero el
artículo 347 especifica que es el pueblo el verdadero convocante de este proceso.
Los riesgos que supone un proceso constituyente para Venezuela han sido
ampliamente discutidos en las últimas semanas.

La historia en tiempos de la Asamblea


ConstituyentePublicado el 04/May 2017 a las: 11:14 am Por: Eleonora Moreno
Férgusson

Por Alí Ramón Rojas Olaya


Para Simón Rodríguez un verdadero congreso revolucionario tiene que ser una
Asamblea Constituyente. Sobre esto escribió varias páginas con las que formó
políticamente al pueblo a través de la educación popular. Él sabía que muchos con
quienes luchó Bolívar no querían eliminar al enemigo sino sustituirlo.
Para Rodríguez liberarnos de España no significaba independencia porque la lucha es de
clases. Su obra la escribe en la postguerra americana, en pleno parto de las nuevas
repúblicas. Con éstas nacen los congresos donde las oligarquías criollas protegen sus
privilegios y enfrentan al presidente Simón Bolívar. Les molesta que el Libertador del
mediodía de América promulgue leyes del pueblo.
En el pródromo de Sociedades Americanas en 1828 es categórico: “El Poder de los
Congresos, está en razón del Saber de los pueblos. Por muy bien que desempeñen sus
funciones los Representantes de una Nación de poco o nada sirve lo que hacen si la
Nación no los entiende. En la América del Sur las Repúblicas están Establecidas pero
no Fundadas. Es un deber de todo ciudadano instruido el contribuir con sus luces a
fundar el Estado, como con su persona y bienes a sostenerlo”.
El presidente Nicolás Maduro, ante esta guerra terrorista, mediática, psicológica,
fronteriza, económica, cultural y mediática tenía dos opciones para la defensa integral
de la Patria: Suspender las garantías constitucionales o “convocar una Asamblea
Nacional Constituyente con el objeto de transformar el Estado”, tal como reza el
artículo 347° de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
La primera opción significaba una respuesta inmediata a los crímenes, asesinatos y
hechos vandálicos propinados por mercenarios que tienen la orden de incendiar el país.
Era una respuesta a una problemática interna. Pero la guerra es dirigida desde
Washington y la actual Colombia es su reducto al cual Estados Unidos ha sembrado de
paramilitarismo y de bases militares. La Revolución Bolivariana significa una amenaza
al Estado Liberal Burgués que domina al mundo desde la Revolución Industrial. Las
riquezas de nuestro subsuelo son para la mayor suma de felicidad posible. La tabla
periódica de los elementos está en esta tierra de gracia. Tenemos petróleo, gas, oro,
diamantes y coltán en cantidades apetecibles para el imperialismo.
La espada que desenvaina Nicolás Maduro es la Carta Magna de 1999 la cual en su
artículo 348° lo faculta a tomar “la iniciativa de convocatoria a la Asamblea Nacional
Constituyente”. También la pudieron haber tomado “la Asamblea Nacional, mediante
acuerdo de las dos terceras partes de sus integrantes; los Consejos Municipales en
cabildo, mediante el voto de las dos terceras partes de los mismos o el 15 por ciento de
los electores inscritos y electoras inscritas en el registro civil y electoral”, pero no lo
hicieron.
Vivimos un momento en el que el pueblo asume su papel más significativo, protagónico
y participativo. Es hora de recordar al máximo constituyente venezolano, como llamara
Adolfo Rodríguez a Juan Germán Roscio. Razones sobran: fue, además del principal
propagandista de la revolución americana, el redactor protagónico del Acta de la
Independencia en julio de 1811 y la Constitución de Venezuela del 21 de diciembre del
mismo año; fue el Secretario de Relaciones Exteriores de la Junta de Gobierno de
Caracas en la primera República; participa junto a Simón Bolívar en la reconstitución de
la República de Venezuela y la inmediata creación de la República de Colombia,
germen de la integración latinoamericana y caribeña; combatió todas las formas de
corrupción; promovió la eficiencia y la virtud entre los funcionarios públicos; propuso
un plan revolucionario de lectura con la creación de bibliotecas republicanas, la edición
de catecismos difusores de las ideas de libertad e independencia y de cancioneros
patriotas; fue un promotor cultural porque entendía que una revolución para que sea
irreversible debe ser cultural, por lo cual crea los “instrumentos de persuasión”, es decir,
el montaje de obras de teatro, la organización de tertulias literarias y de círculos de
estudio revolucionarios.
José Rafael Revenga (1786-1852) le escribió una carta al Libertador en 1820 en la que
dice: “El Sr. Roscio se adhiere a la ley, y parece no tener ni parientes ni amigos.
Disgusta por consiguiente a todos los empleados, a quienes de continuo predica el
cumplimiento de su obligación. En consecuencia, se resienten los que estaban
acostumbrados al despilfarro de los recursos del gobierno”. Roscio muere el 10 de
marzo de 1821, el mismo día que nace su hija Carmen Roscio Cuevas. El presidente
Libertador Simón Bolívar decretó veinte días de luto. Su admiración la refleja en el
Correo del Orinoco del 21 de abril de 1821: “El más acerbo dolor nos recuerda la
pérdida de un sabio ilustre, de un magistrado íntegro, de un patriota eminente y de un
virtuoso ciudadano” a quien “mil graves y difíciles empleos ocuparon de tal suerte su
vida, que puede decirse con verdad que ni un momento respiró sino al servicio de la
patria. Su constancia en la adversidad excede a todo encarecimiento: ni las cadenas y
mazmorras, ni las miserias y trabajos llegaron a abatir jamás su impávida firmeza o a
desviarle un punto de la senda del honor; y aún los déspotas mismos que le oprimían, se
vieron obligados a admirar la grandeza de su alma, y la superioridad de su virtud.
Aunque ya no existe entre nosotros, su memoria vivirá eternamente; y sus escritos
elocuentes, en que confundió e hizo temblar a los tiranos, defendió la causa de la
libertad y sostuvo los derechos de la humanidad, serán siempre leídos con placer y
entusiasmo por nuestras más distantes generaciones”.
Este año se celebra el bicentenario del nacimiento de Ezequiel Zamora, sinónimo de
unidad cívico militar. Se celebra igualmente el bicentenario de la Ley de Repartición de
Bienes Nacionales decretada por Bolívar el 10 de octubre de 1817, pionera de la
organización comunal, en la que dice en su artículo 7°: “el Gobierno cuidará de que las
particiones se hagan del modo más conforme a los intereses de todos, para lo cual
podrán acomunarse o acompañarse muchos”. También se celebra el bicentenario de la
publicación en Filadelfia del libro El Triunfo de la libertad sobre el despotismo, escrito
dos años antes en prisión por Juan Germán Roscio. En esta obra el guariqueño inmortal
hace de la dignidad y libertad armas fundamentales para la independencia del pueblo.
La oligarquía le teme al artículo 184° de la Carta Magna porque crea “mecanismos
abiertos y flexibles para que los estados y los municipios descentralicen y transfieran a
las comunidades y grupos vecinales organizados los servicios que éstos gestionen previa
demostración de su capacidad para prestarlos, promoviendo” en particular “la creación
de organizaciones, cooperativas y empresas comunales de servicios, como fuentes
generadoras de empleo y de bienestar social, propendiendo a su permanencia mediante
el diseño de políticas en las cuales aquellas tengan participación”.
También le teme al artículo 5°: “La soberanía reside intransferiblemente en el pueblo” y
esto significa la organización de las y los constituyentes, no sólo territorialmente o en
las toparquías de las que hablaba Rodríguez, sino sectorialmente, entiéndase, en
colectivos comunales, estudiantiles, campesinos, docentes, obreros, originarios,
artesanales, intelectuales, pescadores, feministas, afrodescendientes, diversosexuales,
empresariales, etc. porque como señala José Gregorio Linares: “el Poder Popular
constituyente integra todos los poderes y los dinamiza. Ejerce funciones legislativas,
ejecutivas, judiciales, electorales, militares, educativas y culturales. En la praxis del
Poder Popular nada permanece intacto, salvo lo que beneficia al pueblo. Todo cambia,
menos la conciencia del enorme poder que resulta de unir nuestras manos y acercar
nuestros corazones”.
En este año 2017, nuestra constitución celebra sus 18 años, edad de desarrollo, de
crecimiento, de ampliación. La Asamblea Nacional Constituyente implica la ordenación
jurídica de las misiones sociales y la inclusión de la juventud en diálogo suprapartidista
que garantice vivir en paz. El pueblo, consciente del peso político de Simón Rodríguez,
conoce a quienes adversan el poder constituyente: son “los realistas en entera libertad
disfrutando de sus caudales, injiriéndose en los negocios públicos, optando a la
representación nacional y muchos ocupando puestos importantes en la administración o
sillas en los congresos”. ¡Comuna o nada! ¡Vivan los poderes creadores del pueblo!
¡Adelante Asamblea Constituyente!
ASAMBLEA CONSTITUYENTE: LA EXPERIENCIA
LATINOAMERICANA Y EL ACTUAL DEBATE EN CHILE

Constituent Assembly: The Latin American experience and the


current debate in Chile

Francisco Soto Barrientos*

Universidad de Chile, Chile fsoto@derecho.uchile.cl

Resumen:

La figura de la Asamblea Constituyente surge junto con el constitucionalismo y la


democracia moderna en occidente. La generación de constituciones como
consecuencia de un particular procedimiento de debate deliberativo hizo que la
doctrina caracterizara de manera precisa dicha institución. La secuencia de
procesos constituyentes generados en las últimas décadas en Latinoamérica es
también expresión de la importancia que se atribuye a las Asambleas
Constituyentes. Dichos procesos aspiran a conformar una suerte de nuevo
constitucionalismo latinoamericano, que permita saldar una deuda histórica con los
pueblos originarios y con los demás actores postergados de la reflexión
constitucional. El impacto legitimador de estos procesos constituyentes y el
empoderamiento constitucional de los movimientos sociales latinoamericanos
influye también en otros Estados de la región. Uno de ellos es el caso de Chile
donde, en los últimos años, se debate intensamente acerca de la Asamblea
Constituyente como mecanismo para elaborar una nueva Carta Fundamental.

Palabras clave: Asamblea Constituyente, Ciudadanía y participación.

Abstract:

Thefigure ofthe constituent assembly emerges along with constitutionalism and


modern democracy in the West. The doctrine has thoroughly developed such
institution since a whole generation ofconstitutions was the product ofa particular
process ofdeliberative debate. The sequence ofconstituent processes taking place in
Latin America during the last decades evidences the importance ofConstituent
Assemblies. Such processes aimed to form what has been called new Latin
American constitutionalism, which would put an end to the historical debt towards
the indigenous communities and other postponed agents from the constitutional
debate. The legitimizing effect of those constituent processes and the constitutional
empowerment ofthe Latin American social movements have influenced other States
in the region. One of those is the Chilean case, where in the last years, there has
been an intense debate about the Constitution Assembly as a mechanism for the
creation ofa new Constitutional Charter.

Keywords: Constituent Assembly, Citizenship and participation.


La opción latinoamericana por el modelo clásico de Asamblea
Constituyente

Un debate recurrente en los Estados latinoamericanos ha sido la generación de


nuevas constituciones a través de la figura de la Asamblea Constituyente (en
adelante AC). El común denominador por esta opción se encuentra en la búsqueda
de refiindar sistemas institucionales fuertemente deslegitimados a través del
cambio constitucional. Nos encontramos frente a procesos que se extienden, en la
mayoría de los casos, por varios años y que suponen la conformación de una
asamblea elegida con el fin único de redactar una nueva constitución. Dichas
fórmulas adicionan mecanismos para que las organizaciones sociales participen del
proceso deliberativo y cuyo resultado final, deba ser ratificado por la ciudadanía a
través de referéndum constitucional 1.

Visto desde esta perspectiva, el modelo de AC en Latinoamérica se asemeja a la


fórmula que ha atraído a clásicos como Tocqueville, Paine, Condorcet y Sieyès.
ºComo analizaremos en detalle a continuación, para estos autores la AC es la única
alternativa que garantizaría la generación de un orden constitucional como
resultado de un debate deliberativo nacional. Por tanto, no sorprendería que una de
las consecuencias analizada por la doctrina fuera el surgimiento de un
constitucionalismo latinoamericano, que se estructura sobre la base de una serie de
principios novedosos desde la perspectiva comparada, al igual que lo fueron en su
momento las experiencias norteamericana y francesa. Basta ver las definiciones
que se hacen a nivel de forma de Estado en Bolivia, Ecuador y Venezuela en cuanto
a su carácter participativo, plurinacional o intercultural 2.

En consecuencia, conviene detenernos brevemente en el debate original que llevó a


conformar la figura de la AC. La distinción entre poder que determina el orden
constitucional y aquel que, en cambio, se ejerce al amparo de las potestades
políticas ordinarias, nace en la Inglaterra del siglo XVII. Ya Locke, en su concepto
de régimen legítimo y derecho a la resistencia, los diferencia claramente3.

No obstante, los primeros diseños institucionales que apelan al ejercicio del Poder
Constituyente surgen recién en las colonias inglesas de América, a través de la
práctica de las asambleas ciudadanas (corporation) donde operó
mediante representación de intereses (trust). Tocqueville, al describir la idea de
libertad que inspiró las primeras asambleas representativas elegidas por sufragio
universal (como la liderada por colonos de Virginia en 1618), llega a plantear que
nos encontramos ante una experiencia singular, donde primero se asegura la
libertad política para luego dar paso al Estado4. Estas prácticas participativas
evolucionaron rápidamente, obligando a la corona inglesa en 1639 a reconocerles el
derecho a dictar leyes, mientras el gobernador sólo conservaba el derecho a veto
en nombre del Rey. Dichas instituciones, iniciado el proceso de independencia, se
transformaron en el espacio donde se elaboraron las constituciones de estados
como Connecticut, New Haven, Rhode Island, Pennsylvania, entre otros. En
consecuencia, la figura de la Asamblea Constituyente se configura como el principal
mecanismo para establecer un sistema institucional singular y propio para cada
Estado libre5.

Para Tocqueville, el ejemplo norteamericano demuestra que un Estado débil, en


construcción, ofrece diversas oportunidades para la acción colectiva de las
organizaciones sociales. Por contrapartida, para este autor, los Estados
estructurados y fuertes, como los europeos, se caracterizarían por restringir la
articulación e iniciativa política de la sociedad civil. En ese sentido la conformación
AC tiene una directa relación con la legitimidad del poder político y sus
instituciones6.

Los procesos constituyentes descritos en el párrafo precedente permitieron a la


ciudadanía norteamericana configurar un nuevo modelo institucional. Desde ese
momento, la figura de la AC pasa a constituirse como la fórmula que atraería a la
doctrina europea y que permitiría desentrañar de un pueblo libre las directrices
constitucionales básicas para fundar un nuevo orden político7. Incluso Hayek llega a
plantear que en el caso norteamericano la legitimidad democrática no deriva de la
periódica elección de representantes, sino más bien del hecho que es el pueblo
organizado en AC fue en su origen el depositario exclusivo que determina los
poderes de los órganos constituidos8.

En cambio, para Thomas Paine la revolución americana pone en evidencia un


vínculo ineludible entre la constitución y pueblo. Concluye que aquélla no puede ser
considerada un acto de gobierno, sino el resultado de la deliberación de sus
ciudadanos. El electorado conformaría una suerte de órgano constitucional, el cual,
frente a un eventual incumplimiento de sus representantes, puede recobrar su
poder originario y gobernarse de manera directa mediante asambleas. No obstante,
Paine no llega a proponer un mecanismo concreto para articular este vínculo entre
pueblo y constitución9.

En Francia, en pleno desarrollo de la revolución, destacan las reflexiones de


Condorcet y Sieyès, quienes defienden la tesis de instalar una constitución escrita
para romper con los equilibrios políticos garantizados por los viejos Estados
Generales. Bajo la influencia de Rousseau, estos autores sostienen que ninguna
autoridad puede ser investida de una función pública sin la confianza del pueblo
soberano. En este contexto, la Constitución es el conducto por el cual la potestad
soberana del pueblo se transfiere, en cuanto a su ejercicio, a los diversos órganos
estatales. El problema central que se plantean estos autores es: ¿a quién
corresponde elaborar la Constitución?10.

Para Sieyès el Poder Constituyente puede diferenciarse de otros órganos


(constituidos) que cumplen funciones de interés común y que se encuentran
descritas en el ordenamiento constitucional. El pueblo mantiene el Poder
Constituyente y no queda obligado por la Constitución. Por tanto, la generación de
una constitución es un problema de hecho y no jurídico. Esto no quiere decir que la
manera en que se exprese el Poder Constituyente no pueda ser prevista
constitucionalmente y que incluso dicho mecanismo se conforme de manera
representativa. Sieyès es un entusiasta partidario de la existencia de
representantes que ejerzan funciones constituyentes, a los que califica como
"extraordinarios", y los diferencia de los representantes "ordinarios" que cumplen
funciones propias del poder constituido. Con esto establece un principio que inspiró
al constitucionalismo francés: los creadores de la constitución no pueden ser a la
vez creados por ella. Según el autor, la idea misma de constitución supone que
existan representantes que asuman un rango superior al legislador. Lo más que se
puede exigir a los legisladores es poner en acción la voluntad constituyente 11.

Condorcet también reflexiona sobre el mecanismo de expresión del Poder


Constituyente, encargado de definir las reformas al orden constitucional,
estableciendo el derecho a censurar representantes y de iniciativa popular para
reformar la Constitución. Este autor francés vincula por primera vez la idea de
cambio constitucional con un procedimiento previsto que debería ser activado a
través de iniciativa del pueblo ciudadano. En ocasiones, según este autor, las
iniciativas de reforma tenían que ver más con conflictos entre facciones políticas
que con auténticas necesidades ciudadanas. Así, mediante el procedimiento de
iniciativa popular se aseguraba al menos una articulación de los grupos políticos
que aspiraban a iniciar procesos de reforma constitucional con la ciudadanía. La
iniciativa popular de reforma constitucional sería, en opinión de Condorcet, una
especie de control ciudadano del proceso constituyente derivado 12.

Aunque la idea de iniciativa popular para la reforma constitucional no fue recogida


en el constitucionalismo francés (salvo en la Constitución de 1793), sí la
encontramos en Suiza en las constituciones de los cantones de St. Gallen, Ginebra
y Vaud y, finalmente, en la propia Constitución de 1848, que establece la exigencia
de iniciativa popular para su reforma13.

Condorcet y Sieyès, siguiendo el modelo norteamericano, identifican la idea de


Poder Constituyente de origen con la noción de una asamblea elegida con el fin
único de redactar una Carta Fundamental. No obstante, en la práctica constitucional
francesa, a excepción de las constituciones de 1791, 1848 y 1875 (que fueron
elaboradas por esta fórmula de AC) las restantes (1793, 1795 y 1946) han sido
ratificadas mediante un referéndum con fundamento en el principio de soberanía
popular14.

Vemos, en consecuencia, cómo a partir de la idea de autogobierno y de resistencia


civil el constitucionalismo articula modelos institucionales que buscan la
participación de la ciudadanía como mecanismo eficaz para el control político y la
creación de un nuevo orden constitucional. Así la idea de la AC se relaciona con la
legitimidad que se desprende del hecho que sea el propio Derecho el que reconozca
su falibilidad. Bõckenfõrde, reflexionando sobre estas mismas ideas, da un paso
más, concluyendo en la necesidad de regular constitucionalmente la figura de la AC.
La presencia de la AC como mecanismo de reforma total de un orden constitucional
genera un efecto permanente, dice este autor, esto es, el de incluir a la democracia
y a la participación en la forma de Estado, estableciendo un mandato claro a los
poderes constituidos en orden a mantener un vínculo con el pueblo en el
cumplimiento de la Constitución15.

Con todo, existen detractores de esta tesis. Ross considera complejo la sola
posibilidad lógica que una Constitución establezca reglas para su propia reforma
(como sería el caso de regular constitucionalmente la AC). Las normas de
competencias (que constituyen a la autoridad) son las que prescriben las
condiciones necesarias y suficientes para que un acto de creación o sanción
(decisión humana) sea válido, tenga fuerza de ley. La tarea esencial, según Ross,
de toda Constitución es establecer autoridades legítimas mediante reglas de
competencia, así como la conformación de proceso de elaboración de nuevas
normas (proceso legislativo). Si se contempla en una Constitución, adicionalmente
a las normas de competencias, normas que permitan su reforma, lo que se hace es
reconocer un nuevo procedimiento de creación del Derecho que, en consecuencia,
se sitúa en una jerarquía superior al procedimiento legislativo. El problema,
entonces, surge para Ross, porque la norma superior de un ordenamiento jurídico
se caracteriza por ser inmodificable, ya al ubicarse en la cúspide del ordenamiento
jurídico, sólo le cabe sustentarse en elementos fácticos, políticos o sociológicos. Al
ser la AC la norma superior y además un procedimiento de reforma, se cae en la
contradicción que se apelaría a un procedimiento que sólo tiene apariencia de
jurídico, ya que no tiene ninguna norma superior que le dé competencia. En
consecuencia, las constituciones que regulan la figura de la AC para reformar la
Constitución establecen un procedimiento que nunca sería jurídico ni
constitucional16.

Zagrebelsky es más explícito en señalar que la regulación constitucional de


procedimientos para reformas constitucionales (como la AC), lo que hace es crear
en el propio ordenamiento lo que llama "órganos enemigos del orden
constitucional". En definitiva, según este autor, no pueden ser considerados
órganos constitucionales aquellos que, en definitiva, están llamados a destruir o
modificar de manera sustancialmente el orden constitucional 17. Por su parte,
Guastini relativiza esta conclusión. Esta especie de paradoja sólo se puede sostener
si sustentemos una visión sustancial (sustancialista) de la Constitución y no una
formal (formalista). En el primer caso no se podrían alterar la identidad material o
axiológica, de ser así operaría la tesis de Zagrebelsky. Más que una reforma,
estaríamos ante una sustitución constitucional. Mientras que frente a una
concepción formal de Constitución, la magnitud de la reforma carece de sentido18.

Desde otra perspectiva, Schmitt no cree que el Poder Constituyente deba regularse
mediante un procedimiento, ni menos que pueda modificar de manera total la
Constitución. Su argumentación, a diferencia de Ross, Zagrebelsky y Guastini, no
se articula desde la lógica del orden constitucional, sino desde su particular idea de
Poder Constituyente. Para este autor resulta fundamental distinguir entre
Constitución y ley fundamental. La Constitución se conforma a partir de una
decisión política, concreta del pueblo, como una unidad preexistente y, por tanto, la
idea de Constitución y el Poder Constituyente son asimilables. Por tanto, si la
Constitución se pretende cambiar, también se modificaría la propia idea de pueblo.
Lo reformable serían, entonces -para Schmitt- las leyes fundamentales, que dan
cuenta de una dimensión subordinada a lo propiamente constitucional19.

Como suele ocurrir muchas veces, el debate doctrinario es superado por la práctica
constitucional. Nos detendremos a continuación en el análisis de los procesos
constituyentes latinoamericanos, donde de manera sistemática la figura de la AC
pasa a ser regulada constitucionalmente.

La experiencia latinoamericana

De los dieciocho países de América Latina, nos encontramos con once


constituciones que han implementado una AC o la han regulado como mecanismo
de reforma constitucional. La mayoría de las experiencias surgen como
mecanismo no previsto en el proceso de reforma constitucional. Bolivia es la única
excepción, donde el proceso constituyente se articuló mediante la utilización del
referéndum reconocido en el artículo 4° de la Constitución de 1967.

El carácter inconstitucional de estos procesos se ve matizado por el papel central


que asumen los tribunales superiores de justicia para validar iniciativas de los
presidentes de la República de llevar a cabo las AC: Corte Suprema (Colombia y
Venezuela) y Tribunal Supremo Electoral (Guatemala y Ecuador). El papel de estos
altos tribunales resulta ser determinante en el éxito de los procesos constituyentes
que transitan por fórmulas de reformas no previstas. La experiencia comparada
demuestra numerosos casos de reformas inconstitucionales impulsadas por
gobiernos que fracasaron por no contar con este apoyo. Es el caso de India (1975),
República Checa (2006), Nicaragua (2009), entre otros casos relevantes20.

Están los que piensan que este tipo de fórmulas no son del todo inconstitucionales,
ya que se sustentan en la idea que finalmente es el pueblo el titular del Poder
Constituyente originario. En esta lógica, bastaría que los tribunales superiores (por
acción u omisión) validaren algún procedimiento para que éste sea considerado
legítimo y se apruebe el nuevo orden constitucional 21.

Otro argumento esgrimido se refiere a la existencia de una praxis constituyente en


algunos Estados, que permitiría apelar a ciertos mecanismos de reforma que, a
pesar de no ser reconocidos constitucionalmente, han servido para encausar
anteriores procesos de cambios estructurales22. En consecuencia, en Latinoamérica
se apelaría a la decisión presidencial sometida a referéndum decisorio, por dar un
ejemplo recurrente, como una suerte de costumbre para generar nuevas
constituciones.

Muñoz relaciona esta práctica con la propia elaboración de la Constitución de


Estados Unidos de América. En esto último cita a Ackerman y Katyal, quienes
considerarían que dicho proceso no se habría sometido estrictamente al texto
conocido como "Artículos de Federación" de 1777, que establecía que para su
reforma es necesario el acuerdo del Congreso de Estados Unidos y de las
legislaturas de todos y cada uno de los Estados23.

No obstante, tal como antes lo he expresado, para Ackerman, la validación de un


mecanismo de cambio constitucional no previsto en su texto supone condiciones
adicionales, estrictas y materiales que se deben adicionar para que el proceso
constituyente sea considerado legítimo: (i) convencer a un número extraordinario
de sus conciudadanos (superior al que se requiere para aprobar la legislación
ordinaria); (ii) permitir a sus opositores una justa oportunidad para organizar su
propia fuerza, y (iii) articular un foro deliberativo donde las propuestas puedan ser
debatidas ampliamente24.

Por otra parte, Massal ve en la alta fragmentación social y política un factor que ha
impedido consolidar crecientes niveles de democratización a través de los procesos
constituyentes25. En este sentido, el caso venezolano es paradigmático. La
oposición se restó de cada una de las etapas de la discusión generando una
abstención importante en el referéndum que aprobó el procedimiento de AC y
su ratificación. La falta de pluralidad del debate venezolano queda en evidencia en
la conformación de la A.C., ya que sólo seis representantes (de un total de 128) no
fueron de la coalición de Presidente Chávez. Durante su operatoria dicha AC
concentró poderes de otros órganos, disolvió el congreso legislativo, intervino en el
Poder Judicial, convirtiéndose en una asamblea omnipotente que trascendió su
específico mandato orientado a la elaboración de una nueva Constitución.

Distinta es la situación de Colombia y Bolivia, por dar un par de ejemplos, donde se


pueden identificar fuertes pugnas durante el proceso deliberativo. En estos dos
Estados se logró, a través de procesos participativos, incorporar no sólo el amplio
espectro de partidos políticos existentes sino también se contó con demandas de
los movimientos sociales, enriqueciendo el carácter plural del debate deliberativo
desarrollado al interior de las AC. Sin embargo, la consecuencia negativa que se
advierte en estos procesos participativos tiene que ver con la incapacidad de llegar
a una propuesta de consenso debido a una fuerte fragmentación y a las excesivas
expectativas generadas durante el debate constituyente. El caso más extremo es el
boliviano, porque el texto aprobado por la AC no fue el que finalmente terminó
siendo aprobado mediante referéndum constitucional. Esto obedeció a la fuerte
pugna que existía entre el gobierno y la oposición, por lo que se tuvo que acordar
cambios sustanciales al documento original. En este sentido Gamboa señala que el
proceso constituyente boliviano careció de concertación y de una estrategia de
legitimidad nacional, lo que generó una adhesión a la nueva Constitución que no
fue más que de los partidarios del Presidente Evo Morales 26.

Con el objeto realizar un análisis pormenorizado de las experiencias


latinoamericanas, conviene distinguir los distintos tipos de AC. Carré de Malberg
distingue dos modalidades: las omnipotentes, que tienden a concentrar en sí las
funciones de los órganos constituidos (en particular las legislativas), y aquellas que
sólo ejercen el poder de fundar autoridades constituidas quedando excluidas de
potestades legislativas. Son estas últimas, según este autor, las que operarían
como una suerte de control político en el sentido expuesto en el apartado
anterior27.

Al revisar una a una las experiencias latinoamericanas, nos encontramos en la


mayoría de los casos con AC que se establecen en base al principio de
representación y su objetivo fue específico (elaborar cartas fundamentales). No
obstante, identificamos experiencias puntuales y con fundamentos diferentes,
donde la función constituyente se confunde con la legislativa, tales como fueron los
casos de Brasil, Venezuela, Guatemala y Nicaragua.

El factor que nos permite agrupar las experiencias no tiene que ver con sólo
variantes formales sino con el objetivo que motiva su instalación. En este sentido
es clave la reflexión que Schmitt hace en relación a los sujetos del Poder
Constituyente (distingue el monarca del pueblo). La diferencia sustancial es que
Schmitt hace el pueblo en la mayoría de los casos no puede ejercer directamente
dicho poder como sí lo hace el monarca28. De ahí que para Schmitt se validaría la
figura de AC no como un procedimiento de reforma del ordenamiento jurídico, sino
como una fórmula fáctica, política, capaz de generar una voluntad mayoritaria que
respalde la configuración del pueblo. Así, podemos evidenciar un nuevo objetivo de
la A.C., ya no como control de los otros poderes constituidos, sino como un
mecanismo para canalizar la voluntad popular disgregada.

En general, Schmitt es crítico de la capacidad que tendrían los partidos políticos, los
parlamentos y particularmente los sistemas parlamentarios de representación para
canalizar y expresar de manera integradora la voluntad popular. El óptimo
articulador de esta voluntad sería el presidente de la República29. Este énfasis
puesto por Schmitt, donde se prioriza la integración por sobre la deliberación,
resulta clave a la hora de ponderar las experiencias latinoamericanas, ya que nos
encontraremos en varios casos con fórmulas en apariencia representativas y
democráticas, pero que en su articulación no buscan fundamentalmente instalar un
debate plural y diverso, sino más bien la hegemonía de una posición política.

Así identificamos un tipo de AC que, pese a no formar parte del proceso de reforma
constitucional ordinario, sí cumple las condiciones que propone Ackerman. Vale
decir, surge de un acuerdo político amplio, que compromete a sectores mayoritarios
de la ciudadanía. Se somete a controles constitucionales. Cuenta con la voluntad
constituyente de varios órganos constitucionales y da garantías a los opositores
para que su participación sea tomada en cuenta, transformando la AC en un
espacio deliberativo y representativo. Mientras que, por otra parte, nos
encontramos con otras experiencias que en apariencias cumplen todas estas
condiciones, pero que en la práctica una sola mirada se va imponiendo de manera
sistemática durante este proceso constituyente.

Las AC como control político

Aquí nos encontramos con seis experiencias a considerar: Uruguay, Costa Rica,
Guatemala, Brasil, Colombia y Bolivia.

En el primer caso nos encontramos con Uruguay, un Estado que regula la figura de
la AC (Convención Nacional Constituyente) frente a reformas totales o parciales de
la Constitución, aunque en la práctica nunca la ha utilizado. Estas fórmulas tienen
su origen en reformas que se vienen sucediendo desde 1912 y cuyo referente
directo es la experiencia suiza antes aludida30. Así, el artículo 331 de la Constitución
de Uruguay establece cuatro alternativas para realizar una reforma parcial o total:
(a) por iniciativa popular que supone el respaldo del 10% de los ciudadanos
inscritos en el Registro Cívico Nacional; (b) por iniciativa parlamentaria que cuente
con 2/5 del total de componentes de la Asamblea General; (c) por proyectos de ley
presentados por senadores, los representantes (diputados) o por el Poder Ejecutivo
aprobados por mayoría absoluta de la Asamblea General; y (d) mediante leyes
constitucionales que requieren para su sanción del voto conforme de los 2/3 de
componentes de cada una de las Cámaras dentro de una misma legislatura.

Sólo en el caso de la letra c) del artículo 331, vale decir, cuando la iniciativa
legislativa provenga de senadores, representantes (diputados) o Poder Ejecutivo
(presidente de la República) se establece como exigencia adicional el llamado a una
Convención Nacional Constituyente. Este mecanismo de reforma, como ya hemos
advertido, nunca se ha utilizado. De los 23 proyectos de reforma constitucional, 9
fueron promovidos mediante iniciativa popular (art. 331 letra a), 10 fueron
surgieron por iniciativa parlamentario (art. 331 letra b), y cuatro mediante leyes
constitucionales (art. 331 letra d)31.

El segundo caso de AC surge en Costa Rica como consecuencia de la Revolución de


1948. La Junta de Gobierno asume el mando de esta nación y se compromete a
instaurar un nuevo orden institucional que se elabore en base a un gran acuerdo
nacional. Este acuerdo marca un antes y un después en la historia de este país
centroamericano, el cual se distancia de las opciones populistas y militaristas y ha
tenido una estabilidad constitucional singular en la región 32. El llamado a la AC no
se sigue de los procedimientos de reforma previstos en la Carta de 1917, sino es la
propia Junta de Gobierno la que dicta el Decreto N° 151 que convoca a elecciones
constituyentes para el 3 de septiembre de 1948. En ella se establecieron 45
representantes que aprobaron el nuevo texto constitucional, promulgado el 7 de
noviembre de 1949. El artículo 196 de dicha Carta reconoce la posibilidad de
reforma total, estableciendo que sólo podrá hacerse por una AC convocada al
efecto33.

La tercera experiencia de AC surge en Guatemala. Dicho Estado ha utilizado esta


figura para aprobar las Constituciones de 1965 y de 1985. Ambos procesos se
inician con golpes de Estado, mediante procedimientos no previstos por la
Constitución vigente en esos momentos y ambos motivados por grandes protestas
populares debido a fraudes electorales perpetrados por los gobiernos de turno. La
diferencia está dada en que en el segundo proceso se establece un Tribunal
Supremo Electoral independiente, que logra conformar un proceso incuestionable y
respetado por todos los sectores políticos. Así se elige la AC que decreta la actual
Constitución Política de Guatemala, promulgada el 31 de mayo de 1985. Dicha
Carta en los artículos 278, 279 y 280 regula la Asamblea Nacional Constituyente. 34

La cuarta experiencia la encontramos en Brasil. La instalación de una AC suponía


superar el orden impuesto por una seguidilla de dictaduras militares que se
prolongaban por más de 20 años en ese país. La Constitución de 1969, en su
artículo 48 exigía el voto conforme de los dos tercios de ambas Cámaras del
Congreso para su reforma. No obstante, en 1985 el Congreso aprobó la enmienda
constitucional 26/85 que establecía un mecanismo distinto. En dicha enmienda el
presidente de la República encomendaba al Congreso para citar una Asamblea
Nacional Constituyente para el 1 de febrero de 1987, la cual debería ser presidida
por el presidente del Tribunal Supremo Federal. En consecuencia, la reunión de la
Cámara de Diputados y del Senado supuso la conformación de dicha Asamblea. Las
elecciones del Congreso realizadas el 15 de noviembre de 1986 tuvieron, entonces,
una connotación constituyente. La Asamblea se conformó con 559 representantes,
dentro de los cuales 23 senadores fueron electos el 1982 durante la dictadura, lo
que posibilitó un espacio de participación militar dentro del debate constitucional 35.
En Brasil, la idea de formar una comisión que elaborara una propuesta para ser
debatida en el pleno se rechazó desde el comienzo. Así nos encontramos ante
un proceso deliberativo bastante complejo al que se suma la yuxtaposición de
tareas legislativas y constitucionales. Se crearon en definitiva ocho comisiones
temáticas, cuyos resultados fueron armonizados por una comisión sistematizadora
encargada de redactar la versión que se votó finalmente por el pleno. En esta
última instancia, se concentraron muchas demandas corporativas que habían sido
rechazadas en las comisiones, así como propuestas provenientes de procesos
participativos complementarios realizados por organizaciones de la sociedad civil.
Esto explica que en Brasil la propuesta de Constitución finalmente aprobada
contenga 245 artículos, muchos de los cuales responden a demandas coyunturales
sin verdadero rango constitucional. Finalmente, la nueva Constitución fue
promulgada el 8 de octubre de 198836.

Por otra parte, aunque la figura de la AC no es tratada sistemáticamente en la


Constitución de Brasil de 1988, sí es mencionada en el preámbulo y en el artículo
11 que hace referencia a la posibilidad de establecerla en las constituciones de los
estados federados. También se menciona en varias disposiciones transitorias: el
artículo 13 (en lo que se refiere a la fecha de instalación de la constituyente de los
estados federados para elaborar la Constitución de los estados; el artículo 18
(consagra prohibiciones de estabilidad a funcionarios públicos a partir de la
constituyente de 1988), y el artículo 22 (fija como fecha de inicio la constituyente
para que los defensores públicos pueden optar por la carrera).

La quinta experiencia es la de Colombia, donde el proceso constituyente se inicia en


1990, durante la elección de representantes al Congreso, departamentos y
municipios. En total cada ciudadano debía elegir 6 autoridades. El "movimiento de
la séptima papeleta", constituido preferentemente por estudiantes universitarios,
propuso incluir un séptimo voto en que se solicitaría una reforma constitucional
mediante la convocatoria a una AC. Dichos voto y papeleta no fueron reconocidos
por el Consejo Electoral. El gobierno decidió, mediante decreto, convocar a una
Asamblea Constituyente, y esta medida finalmente resultó refrendada por la Corte
Suprema de Justicia, órgano responsable del control de la constitucionalidad en
esos momentos. El proyecto de nueva Constitución fue elaborado por una AC
ampliamente representativa de todos los sectores políticos, y su conformación llevó
incluso a la legalidad al movimiento insurgente M-19. En definitiva, se aprobó un
texto consensuado que permitió una estabilidad política que se prolonga hasta la
fecha37.

A partir de entonces, la Constitución colombiana de 1991 regula la institución de la


AC en los artículos 374 y 376. En el primero de ellos se establece que la
Constitución Política podrá ser reformada por el Congreso, por una AC o por el
pueblo mediante referéndum. La convocatoria a la AC está contemplada en el
artículo 376 y se realiza mediante ley aprobada por la mayoría de los miembros de
ambas cámaras38.

Finalmente, en el caso de Bolivia nos encontramos con un proceso que supuso


varias etapas, cada una de las cuales se sometió a la aprobación de la ciudadanía a
través de referéndum. En el año 2000 surge la iniciativa de convocar este
mecanismo por parte de los principales movimientos sociales e indigenistas. Así se
propuso, a través del proceso de A.C., establecer un sistema institucional
"originario" que modificara toda la legislación básica elaborada a partir de la
independencia (1825). Sobre esta base, y de acuerdo con una concepción
indigenista de la historia que supone una relación especial con la tierra, la
importancia de la comunidad y el retorno al pasado, se buscó estructurar una
nueva carta fundamental39.
Se fueron sucediendo una serie de referendos (2006) que permitieron la
convocatoria a la A.C., mediante la aprobación de leyes especiales que formaban
parte de la consulta. Es el caso de la Ley N° 3.365/2006, de 6 de marzo, destinada
a la convocatoria a "Referendo Nacional Vinculante a la Asamblea Constituyente
para las Autonomías Departamentales"; la Ley N° 3.835/2008, de 29 de febrero,
mediante la cual se establece que los referendos departamentales serán
convocados única y exclusivamente por el Congreso Nacional; la Ley N°
3.836/2008, también de 29 de febrero, que estableció el referendo para aprobar la
nueva Constitución Política del Estado y, finalmente, la Ley N° 3.942/2008, de 21
de octubre, que convoca al definitivo "Referendo dirimidor y de Aprobación al texto
íntegro del Proyecto de Constitución", efectuado el 25 de enero de 2009 40.

El artículo de la nueva Constitución de 2009 hace referencia a la figura de la A.C.,


desarrollando posteriormente esta institución en el artículo 411. Ella es considerada
para la reforma total de la Constitución o para el caso que la reforma afecte a sus
bases fundamentales, a los derechos, deberes y garantías o a la primacía y reforma
de la Constitución41.

La AC como hegemonía política

En este caso nos encontramos con cinco experiencias: Perú, Nicaragua, Paraguay,
Venezuela y Ecuador. En todas ellas, como veremos, el proceso constituyente va de
la mano de un gobierno que actúa en los márgenes de la institucionalidad y que
básicamente su impulso posibilita el desarrollo y concreción de la AC.

El caso del Perú es particular. Todas sus constituciones, desde 1823, y con la sola
excepción de la Carta de 1826, han sido elaboradas mediante AC. Hablamos en
general de procesos ad hoc, conformados para dar salida institucional a crisis
políticas. La mayoría de estas experiencias constitucionales no ha tenido, en
consecuencia, la estabilidad institucional mínima para conformar procesos
deliberativos y representativos de la sociedad peruana. A pesar de la legitimidad
constitucional que tiene la AC en Perú, esta figura no ha sido incorporada como
mecanismo de reforma en ninguna de sus constituciones. Sí encontramos su
presencia en disposiciones transitorias de las Cartas de 1933, 1979 y 1993. El
proceso constituyente más valorado fue el que llevó a la Carta de 1979, debido a
que comprometió la participaron de la mayoría de las fuerzas políticas. El debate
nacional duró un año, de julio de 1978 a julio de 1979, momento en el cual quedó
sancionada dicha Constitución. Se vivió entonces un período de estabilidad
institucional, sucediéndose las elecciones generales de 1980, 1985 y 1990. Fue en
este último proceso en que resultó electo Alberto Fujimori, quien con el apoyo de
las Fuerzas Armadas dio un autogolpe en 1992. La presión internacional llevó al
gobierno a convocar un nuevo Congreso Constituyente que se instaló en 1993, y
tras pocos meses de trabajo, puso en vigencia una nueva Constitución, la de 1993,
la cual fue aprobada por un estrecho margen el 31 de julio de 1993 (52% a favor y
48% en contra) y que permanece vigente hasta la fecha42.

El proceso constituyente nicaragüense surge al fragor de la victoria electoral


sandinista de Daniel Ortega y de los compromisos asumidos en dicha campaña. En
abril de 1985, el Presidente Ortega designa una comisión integrada por
22 miembros y de manera paralela se inicia un proceso participativo que
consideraba cabildos abiertos en todo el país y debates en televisión. Finalmente el
texto definitivo fue consultado a la ciudadanía y aprobado el 9 de enero de 1987. La
Constitución nicaragüense establece el procedimiento de reforma total a través de
la figura de la AC en los artículos 193 y siguientes43.
El tercer proceso constituyente que reúne estas características ocurre en 1989 en
Paraguay. La dictadura más antigua de Latinoamérica es depuesta mediante un
golpe de Estado, definiéndose un cronograma electoral que suponía la elección de
un nuevo Congreso en mayo de ese año. La conformación de este órgano legislativo
debió abocarse durante 1990 a la elaboración de la normativa que diera condiciones
democráticas para las elecciones de nuevas autoridades políticas en todos los
niveles de la Administración. Así, en 1991 se realizaron las elecciones municipales.
Concluido este proceso, se llamó a una Convención Nacional Constituyente para
una reforma total de la Constitución de 1967. En las elecciones del 1 de diciembre
de 1991, el Partido Colorado, que dio sustento a la dictadura de Stroessner, obtuvo
55,1% votos, logrando 122 (de los 198) escaños y, por lo tanto, una mayoría
absoluta de la AC44.

La nueva Carta Fundamental fue aprobada el 20 de junio de 1992 y en su artículo


289 regula la A.C., limitándola específicamente a la formación de un eventual
nuevo texto constitucional.

Por otra parte, la AC venezolana surge como propuesta política en la década de los
ochenta, pero fue la candidatura presidencial de Hugo Chávez la que permitió
concretar dicha aspiración. En 1998 Chávez es electo Presidente de la República
bajo la promesa de que su primer acto de gobierno sería convocar a una AC. Dicho
mecanismo no estaba previsto en la Constitución de 1961, que sólo contemplaba la
posibilidad de reforma general, condicionada a la sanción del Congreso y a un
referéndum aprobatorio (artículo 246 de la Constitución de 1961). Chávez sostuvo
una tesis distinta valiéndose de la posibilidad de llamar a referéndum consultivo
sobre asuntos de especial trascendencia nacional, fundado en el artículo 181 de la
Ley Orgánica del Sufragio y Participación Política45.

Este conflicto constitucional fue llevado a la Corte Suprema de Justicia, como


trámite previo a la convocatoria a referéndum que validaría el procedimiento
propuesto por el Presidente Chávez. En definitiva, fue la sala político-
administrativa de este Máximo Tribunal la que dictó dos sentencias (N° 17 y N°
19), ambas de enero de 1999, las que declararon la constitucionalidad del Decreto
N° 3 de fecha 2 de febrero, mediante el cual se convocaba a referéndum para
aprobar la posibilidad de reforma constitucional a través de la figura de la Asamblea
Constituyente46.

El 25 de abril de 1999 y con un 62% de abstención, 87,9% de los votantes respaldó


la consulta, convocándose a elecciones de 128 delegados. El 25 de julio de 1999 se
estableció la Asamblea Nacional Constituyente con un 95,41% de representantes
pertenecientes a la coalición gobernante, la cual asumió poderes plenos. La
Asamblea intervino los otros poderes públicos, realizando una serie de actos, entre
los que se cuentan la reorganización del Poder Judicial y la suspensión de las
actividades del Congreso legislativo y de las elecciones municipales 47.

Todo este proceso se ratificó mediante un referéndum constitucional el 15 de


diciembre de 1999, con un 71,78% de aprobación y un 56% de abstención.
Finalmente, el nuevo texto constitucional se publicó el 24 de marzo de 2000. Los
artículos 347, 348 y 349 regulan la Asamblea Nacional Constituyente con el objeto
de transformar el Estado, crear un nuevo ordenamiento jurídico y redactar una
nueva Constitución.

En Ecuador, la regulación de este mecanismo también surge a partir de una


iniciativa del Presidente de la República, Rafael Correa, quien sometió su propuesta
de cambiar la Constitución de 1998 a un referéndum que finalmente fue celebrado
el 15 de abril de 2007, con la aprobación de un 81,72% del electorado para
instaurar una AC ese mismo año. Pese a que esta consulta contó con un insistente
rechazo del Congreso, el Tribunal Supremo Electoral validó este proceso y llamó a
elecciones el 30 de septiembre de 2007. En dicha votación, la Alianza País, coalición
oficialista, obtuvo 80 de los 130 cupos.

Durante el trabajo de la AC se formaron diez comisiones encargadas de elaborar


distintas temáticas (Civil, Penal, Laboral, Seguridad Social, Tributario Fiscal y
Financiero, de Producción y Desarrollo Económico, de Organización Territorial y
Gobiernos Autónomos, de Reforma del Estado y Gestión Pública, de Participación
Social, de Salud, Ambiente, de Contratación Pública y Transparencia) de la nueva
Carta. Cabe mencionar que, además de la distribución en comisiones, la AC
también fue foco de la participación de más de mil delegaciones de organizaciones
sociales de todo tipo de institución. Asimismo, a través de diversos mecanismos
(foros, talleres, mesas itinerantes, recepción de propuestas, Internet) se
abrieron canales de interlocución entre la AC y más de cien mil personas; es decir,
fue un proceso con amplia participación social 48.

Tras un largo trabajo, con fecha 24 de julio de 2008, se dio fin a la labor de la AC.
El 25 de julio de 2008, el Tribunal Supremo Electoral ratificaría la convocatoria a
referéndum con el objeto de que la ciudadanía aprobara o rechazara el proyecto
final. Así, tras presiones de la misma AC, se adelantó la fecha del referéndum,
teniendo lugar el 28 de septiembre de 2008. Este día se aprobó el texto
constitucional con un 63,93% a favor, y la Carta Fundamental comenzó a regir
desde su publicación en el Registro Oficial, el 20 de octubre de 2008, dando lugar a
un régimen de transición en que el gobierno mantendría sus cargos hasta que se
realizaran las modificaciones pertinentes requeridas por la nueva Constitución.
Dicha transición tuvo fin tras la convocatoria a elecciones generales con fecha 26 de
abril de 200949.

El artículo 444 de esta última Carta regula la figura de la AC y señala que sólo
podrá ser convocada a través de consulta popular que podrá ser solicitada por el
presidente de la República, por las dos terceras partes de la Asamblea Nacional o
por el 12% de las personas inscritas en el Registro Electoral.

Características de la regulación constitucional en


Latinoamérica

De las once experiencias de AC en Latinoamérica, diez regulan dicha figura y la


incluyen en la Constitución. Como hemos señalado, Perú es el único caso en que, a
pesar de contar con varios procesos constituyentes, no llegó a establecer una
norma en este sentido.

En consecuencia, un común denominador de quienes han pasado por una


experiencia constituyente fue justamente buscar su regulación. Los propios actores
que establecieron de facto una AC concluyen, del proceso vivido, que en futuras
experiencias no se debería dejar en manos de la improvisación procesos tan
complejos como los descritos. Uruguay, en ese sentido ha sido el primer Estado en
anticiparse a la experiencia.

En cuanto al tratamiento de la figura de la A.C., la regulación constitucional es


desigual. Van desde simples referencias (Brasil), a regulaciones pormenorizadas
(Colombia y Uruguay).

En cuanto a las materias reguladas, la generalidad de las constituciones relaciona la


AC con la reforma total de Constitución; en algunos es la única alternativa (Costa
Rica, Paraguay, Bolivia, Nicaragua, Venezuela); en otros se permite indistintamente
para reforma parcial o total (Uruguay, Costa Rica, Colombia y Ecuador). También
se relaciona la AC con la reforma a derechos fundamentales (Bolivia, Guatemala y
Ecuador) y el procedimiento de reforma de la Constitución (Bolivia, Guatemala y
Ecuador).

La iniciativa se asocia generalmente a un proyecto de ley de convocatoria aprobado


por mayoría absoluta (Bolivia, Nicaragua y Uruguay) o dos tercios del Congreso
(Costa Rica, Ecuador, Guatemala, Paraguay y Venezuela). También encontramos en
varias cartas que se condiciona su convocatoria a un referéndum aprobado por la
mayoría del Congreso (Colombia) o un porcentaje de padrón electoral (Bolivia,
Ecuador y Venezuela). En algunos casos se permite convocarla al jefe de Estado o
presidente de la República (Bolivia, Ecuador y Venezuela) y, como caso anecdótico,
Venezuela da iniciativa a las dos terceras partes de los concejos municipales
reunidos en cabildo.

En cuanto al funcionamiento de la AC, la mayoría de las constituciones se limita a


indicar que será la propia asamblea la que deberá auto-regularse (Bolivia, Ecuador
y Uruguay), o bien entregan dichas definiciones a la ley de convocatoria (Costa
Rica, Colombia, Paraguay). También hay cartas que asimilan a la AC con los
procedimientos del Congreso (Guatemala).

No obstante lo anterior, varias constituciones consagran ciertas definiciones que las


AC deberán tomar en cuenta. Por ejemplo, se establece quórum de aprobación:
mayoría absoluta (Uruguay) o dos tercios de sus miembros presentes (Bolivia). Se
establece límite al número de los integrantes (Paraguay y Uruguay) o al plazo para
la aprobación de su informe final (Uruguay).

También se hace referencia al trabajo simultáneo y no interferencia entre la AC y el


Congreso legislativo (Bolivia, Paraguay y Guatemala). Algunas señalan que con la
elección de la AC quedará en suspenso la facultad ordinaria del Congreso para
reformar la Constitución (Colombia).

Con todo, algunas constituciones subordinan el resultado deliberativo de la AC a un


referéndum de ratificación (Colombia, Uruguay y Ecuador).

Como vemos, la regulación constitucional de la AC configura un límite a la práctica


recurrente en algunos gobernantes latinoamericanos, que han querido ver en esta
figura la posibilidad de acrecentar su poder político. En este sentido, la AC configura
una suerte de control político, en el sentido dado por Bõckenfõrde (de carácter
permanente, configurando a la democracia como forma de Estado). Se podría
pensar que la radicación de la reforma total y otras materias relevantes en la AC
significa una suerte de delegación de los poderes del Legislativo, una especie de
mala evaluación en el ejercicio de estas tareas. Como hemos señalado en el primer
apartado, la radicación de cambios estructurales de un sistema constitucional en
una AC es un tema que surge asociado a los orígenes del constitucionalismo y en
una manera de entender el ejercicio de la soberanía. Particularmente, en el caso
latinoamericano, no se puede dejar de reconocer que hay una situación de crítica y
de deslegitimación de la política y de los políticos que ha dado nueva fuerza a la
idea de conformar bajo fórmulas diversas la institución de la AC en varios países de
la región.

El debate actual en Chile

Históricamente Chile se ha caracterizado por contar con una estabilidad


constitucional sin precedentes en Latinoamérica50. Esta tendencia a la estabilidad
política se prolonga durante al período post Pinochet y al sistema institucional
impuesto por la Constitución de 1980 vigente hasta la fecha51. Esto a pesar de
haberse aprobado más de treinta enmiendas en 242 artículos, lo que la hace la
Constitución más reformada en la historia constitucional chilena. No obstante,
buena parte de la doctrina concuerda en que dichas modificaciones han sido
cosméticas y no alteran sustancialmente el modelo institucional instaurado por la
dictadura. En este sentido, Ruiz-Tagle señala que estamos ante una "Constitución
Gatopardo", que mientras más se reforma, más retiene sus rasgos originarios 52.

Desde la década de los noventa se evidencia, sin embargo, una crisis de legitimidad
del sistema institucional chileno, que se manifiesta primero en una actitud
desafectada de los jóvenes por participar políticamente, para dar paso a una serie
de movilizaciones sociales aisladas53. Un punto de inflexión se da el año 2006, con
el movimiento de los estudiantes secundarios que desencadena sucesivas
manifestaciones vinculadas a temas medioambientales, locales y estudiantiles que
tienen su mayor fuerza el año 2011. Hoy en Chile se puede identificar un
movimiento social y político mucho más masivo y extenso que se une en una crítica
al sistema institucional, demandando su cambio estructural 54.

En Chile el debate, antes que orientarse a las características que debería tener una
eventual A.C., se ha detenido fundamentalmente en la elaboración de alternativas
que legitimen mecanismos diferentes a los previstos en el capítulo XV de la actual
Constitución. Dichos procedimientos exigen contar con "súper mayorías" que son
necesarias para aprobar la reforma constitucional que en algunos casos se elevan
por sobre el 60 o 66 por ciento de diputados y senadores en ejercicio, haciendo
imposible los cambios constitucionales que no cuenten con el consenso del
Congreso y, por ende, con el beneplácito de la derecha chilena.

Para escapar de dicho procedimiento, algunos autores se han manifestado por la


alternativa de que sea el presidente de la República, en el ejercicio de su potestad
reglamentaria, el que llame a un referéndum constitucional para consultar sobre la
pertinencia de convocar a una AC. Aunque esta alternativa no se encuentra prevista
en la actual Constitución, se ha argumentado sobre la legitimidad de esta opción.
Muñoz considera que la praxis constitucional en Chile se ha caracterizado por
cambios "desde fuera" de los procedimientos instituidos (menciona como ejemplo la
propia declaración de Independencia y las Constituciones de 1833, 1925 y 1980),
por tanto, esta práctica estaría dotada de una legitimidad que tendría fundamento
en una costumbre constitucional 55.

Por otra parte, Atria considera que si bien la fórmula del referéndum constitucional
no se encuentra explícitamente establecida en nuestra Carta, podría implementarse
si el Tribunal Constitucional no fuese requerido para resolver su inconstitucionalidad
por el presidente de la República o algunas de las Cámaras del Congreso (según lo
establece el artículo 93 N° 5 de la Constitución). Desde este punto de vista,
bastaría un acuerdo entre las máximas autoridades representativas para permitir la
convocatoria de una AC mediante referéndum constitucional 56.

La alternativa propuesta por Atria no se sustenta en un análisis sistemático de los


órganos que ejercen el control constitucional en Chile. El Tribunal Constitucional, de
acuerdo al artículo 93 N° 16, puede de oficio resolver sobre la constitucionalidad de
decretos supremos, cuando se vean afectadas las materias reservadas a la ley,
según lo establecido en el artículo 63, lo que le otorga un amplio margen de
intervención. Y aunque admitiéramos la hipótesis de concierto del presidente de la
República con los presidentes de ambas Cámaras, de todas maneras subsisten
otros órganos que ejercen control sobre los actos del Ejecutivo. Por ejemplo, la
Contraloría General de la República podría determinar la inconstitucionalidad del
decreto supremo que llamare a referéndum constitucional y, en esta eventualidad,
el presidente de la República no podría ni siquiera insistir, por lo que sólo contaría
con la alternativa de recurrir al Tribunal Constitucional (según lo establece el
artículo 99 inciso 3° de la Constitución)57.

Atria adicionalmente hace extensivo de manera laxa el concepto de AC a todo


proceso de reforma que no sea el previsto en el comentado capítulo XV de la Carta
de 1980. Un proceso constituyente, dice este autor, para ser tal, no debe estar
atado a las decisiones constitucionales anteriores. En el caso particular de Chile, la
necesidad de optar por una fórmula alternativa se acrecentaría por las que
denomina "trampas de la Constitución pinochetista". Vale decir, dispositivos
establecidos en la Constitución de 1980 para neutralizar una eventual mayoría
reformista (por ejemplo, el sistema binominal de elección en Chile, las leyes
orgánicas constitucionales, sus quórum de aprobación y el control preventivo del
Tribunal Constitucional). Lo tramposo, según Atria, estaría en que dichas fórmulas
constitucionales harían de las elecciones algo irrelevante en cuanto al objetivo de
reformar sustancialmente la Constitución. Por tanto, la búsqueda de mecanismos
de cambios de naturaleza constituyente se circunscribiría a dos alternativas:
eliminar las "trampas" que impiden la reforma por la vía institucional o explorar
otras alternativas institucionales. En definitiva, esos dos caminos serían una forma
de entender la AC58.

Aunque Atria propone varias alternativas para avanzar en una nueva Constitución,
ya revisamos su propuesta sobre referéndum constitucional, en lo referido a su
mirada sobre la figura de la A.C., que considera que es posible recrear esta
institución dotando de contenido constituyente a una elección de autoridades
representativas. Aquí identifica la elección de concejales que, junto con los alcaldes,
conforman la administración municipal en Chile. Su opción parece sustentarse en
que los concejales son las únicas autoridades electas mediante una fórmula
proporcional. Pues bien, este autor considera que se pasaría de facto a un proceso
constituyente si el presidente de la República realizara un llamado a la ciudadanía
para que, junto con elegir concejales municipales, posteriormente considerasen que
ellos serán requeridos para elaborar un nuevo texto constitucional 59.

Palma plantea otro camino para convocar a una AC utilizando la figura de un


referéndum constitucional. Esta alternativa supone que el Congreso apruebe
una normativa transitoria para establecer un procedimiento constituyente que,
según este autor, debería ser aprobado mediante plebiscito60. Aquí sí nos
encontramos con una fórmula utilizada en nuestra tradición constitucional. Todas
las consultas realizadas en los últimos treinta años surgen en el período en que rige
la normativa transitoria prevista en la Constitución de 1980 y no por las normas
que regulan el plebiscito nacional. Así se aprobó la actual Carta Fundamental
(septiembre de 1980); se definió la continuidad del gobierno del general Augusto
Pinochet (octubre de 1988) y se establecieron las reformas que permitieron dar
inicio a la transición democrática (junio de 1989).

Algunos autores chilenos también se han animado a reflexionar sobre las


características que debiera reunir una AC en el Chile actual, como es el caso de
Gabriel Salazar, quien opta por dicho modelo institucional a partir de una reflexión
histórica, que se remonta a la sociedad colonial chilena del siglo XVII, amparada en
el "Derecho de los Pueblos"61. Desde esta perspectiva, la "Asamblea Nacional-
Constituyente", se conformaría como una alternativa institucional al modelo liberal
dominador, que habría enajenado el ejercicio de la soberanía popular a través del
sistema representativo sustentado en los partidos políticos, de origen y carácter
netamente oligárquicos.62 En este contexto identifica al "Estado Neoliberal de 1980"
como la máxima expresión de crisis del modelo liberal en Chile: " (...) nació
ilegítimo, no ha sido socialmente eficiente y carece de credibilidad y
representatividad". Por su parte, la Asamblea Nacional-Constituyente, que
integraría también a los grupos medios y a la elite empresarial, se sustenta en
procesos deliberativos y mayoritarios y en dicha institución la ciudadanía se
expresaría regularmente a través de "comicios" (asambleas locales) o en "las sedes
de los actores sociales de presencia nacional (el caso de los trabajadores, los
profesores, los empleados públicos y los estudiantes, sobre todo) 63.

Al mismo tiempo, es importante reconocer que el debate recién expuesto sobre la


pertinencia de la AC ha generado un profundo rechazo por los defensores de la
actual Constitución. Éstos se fundamentan básicamente en temores a que esta
figura no se estructure bajo los principios de representación, que se transforme en
órgano omnipotente que termine concentrando todo el poder en desmedro de los
otros órganos constituidos64. Sumando a críticas al debate los procedimientos antes
expuestos.

Por otra parte, intelectuales y políticos en Chile hoy toman distancia de la figura de
la A.C., concediéndosela a tesis suigeneris como las de Salazar y Atria65. Se
configura, entonces, una suerte de efecto satanizador de la AC que impacta a la
esfera política. Aunque paulatinamente en los últimos años los partidos opositores
han asumido oficialmente este mecanismo como fórmula para el cambio
constitucional, existe escasa proactividad por su implementación. El Programa de
Michelle Bachelet es ambiguo en una opción por la A.C., comprometiendo una
nueva Constitución cuyo proceso de elaboración deberá reunir tres características:
democrática, institucional y participativa. Esto supone consensuar un mecanismo
que suponga el acuerdo de la Presidencia de la República y el Congreso Nacional 66.

Varios académicos y dirigentes de movimientos sociales partidarios de la AC en


Chile se han comprometido por promover y debatir la opción de "marcar el voto" en
las elecciones de representantes, en señal de adherencia a la idea de la AC. Esta
alternativa, de alguna manera, asume el marasmo en que están sumidos los
acuerdos políticos que sustentan reformas institucionales. El marcar el voto con las
letras "AC" se sustenta en una suerte de presión de los movimientos sociales que
en algún momento se trasformará en incontrarrestable para la clase política. El
punto es que este camino tiene algo del mito griego de Sísifo, ya que hasta la fecha
en ninguna de las elecciones se ha podido contabilizar a quienes han manifestado
esta opción. No obstante, elección tras elección se vuelve a la carga con la
esperanza que se articulen fórmulas que finalmente visibilicen a los partidarios de
este camino, tal como ocurrió en Colombia en la década de los noventa 67.

Ajeno al debate expuesto, Nogueira realiza un análisis sistemático de las fórmulas


en que las constituciones han buscado regular el Poder Constituyente, relevando la
figura de la AC como fórmula prevista en las cartas latinoamericanas. Es a partir de
la evaluación positiva que este autor realiza del tratamiento constitucional de la AC
en la región que llega a proponer la incorporación de esta figura en el sistema
institucional chileno68.

Desde nuestra perspectiva, la Constitución de 1980, en el artículo 127 distingue el


quórum a partir de la reforma de determinados capítulos y no se refiere
expresamente a la hipótesis de una reforma total. Por tanto, queda abierta la
posibilidad de regular un nuevo capítulo donde se establezca la AC. Como no
modifica en concreto ningún artículo de la actual Constitución, queda abierta la
interpretación respecto del quórum que requeriría su aprobación y sería resorte del
Congreso determinarlo.

No obstante, el acuerdo concreto de un eventual proyecto de reforma constitucional


debe suponer un consenso que entregue garantías de inclusión a todos los sectores
políticos. Es, en consecuencia, un debate político el que definirá el destino de la
viabilidad de esta figura. En este sentido, el excesivo protagonismo académico en
esta discusión ha servido para enturbiar un debate que se encuentra despejado por
décadas en la mejor experiencia del Derecho constitucional comparado.

Pensamos que la confusión sobre la figura de la AC proviene fundamentalmente de


su caracterización por algunos académicos chilenos como un procedimiento ideal.
Atria es el más explícito en este sentido69. Como aclara Ross, lo ideal difícilmente
representa algo practicable, constituye algo imaginario, una construcción
intelectual70. Entender a la AC de esta manera permite, en consecuencia, fórmulas
aproximativas como las argumentadas por Salazar o Atria.

De este trabajo se desprende la tesis contraria: cómo la AC se ha convertido en una


práctica habitual en Latinoamérica para reformar sustancialmente una Constitución.
Su implementación supone exigencias formales y sobre todo materiales. Estas
últimas condiciones de exigibilidad, caracterizadas por Ackerman, le otorgan un
fuerte componente deliberativo, factor que permite no sólo la legitimación del
sistema institucional en su conjunto, sino la capacidad de generar empatía y
compromiso de la ciudadanía.

Había indicado que habría anuncios "históricos" en la marcha del 1º de mayo. Y cumplió su
palabra.
Tras un mes de protestas de la oposición contra su gestión, el presidente de Venezuela, Nicolás
Maduro, firmó este lunes en la noche en el palacio de Miraflores el decreto de convocatoria a una
Asamblea Nacional Constituyente "para reformar el Estado y redactar una nueva
Constitución".
Aunque no detalló cómo será la elección de los constituyentes, esto es por el momento lo que se sabe
del proceso, que fue descrito por la oposición como la"consumación del golpe de Estado continuo
de Maduro a la Constitución".
 Venezuela: el presidente Nicolás Maduro convoca a una Asamblea Nacional Constituyente
 La oposición de Venezuela llama a desobedecer el llamado a Asamblea Nacional
Constituyente de Nicolás Maduro y denuncia "fraude constitucional"

¿Qué es la Asamblea Nacional Constituyente?


Maduro invocó el artículo 347 de la Constitución venezolana, que dice lo siguiente:

"El pueblo de Venezuela es el depositario del poder constituyente originario. En ejercicio de dicho
poder, puede convocar una Asamblea Nacional Constituyente con el objeto de transformar el Estado,
crear un nuevo ordenamiento jurídico y redactar una nueva Constitución".
Image captionLas protestas contra el gobierno en Venezuela llevan produciéndose desde hace un
mes.
El presidente tiene potestad para ello, de acuerdo al artículo 348, aunque no podrá objetar la
Constitución que resulte de ella y que podría poner fin a la aprobada en 1999 tras la llegada al
poder de Hugo Chávez.
 Venezuela: oficialistas celebran el 1° de mayo en apoyo a Maduro y opositores vuelven a
marchar contra el gobierno
¿Quiénes forman la Asamblea y cómo se eligen?
El presidente explicó que la Constituyente estará formada por 500 miembros y que será elegida por
"voto del pueblo".
De los 500, "aproximadamente unos 200 o 250 serán electos por la base de la clase obrera". No
dio más detalles sobre cómo será la elección.
Image captionMaduro firmó el decreto de convocatoria este lunes por la noche.

Por otra parte, explicó que los pensionados van a tener "por primera vez en la historia" sus
constituyentes elegidos directamente por ellos. También los indígenas, los estudiantes y la juventud,
así como las comunas.

Los otros 250 se elegirán "en un sistema territorializado, con carácter municipal, en las
comunidades, con voto directo, secreto", añadió.

Según el experto constitucionalista José Ignacio Hernández, "la Asamblea debe estar conformada
por los ciudadanos que, mediante el sufragio directo, secreto y universal, son elegidos
constituyentes, más allá de la clase a la cual pertenecen".
Poco antes de la firma del decreto, Maduro habló de "elección directa y secreta", pero no
mencionó la palabra "universal".
 "Cuando se entrelacen la oposición y los barrios, habrá una explosión general en
Venezuela"
De momento no hay fechas para la elección, pero Maduro anunció la creación de una comisión
presidencial, dirigida por Elías Jaua, actual ministro de Educación, ex vicepresidente, exministro de
Comunas y uno de los gestores principales del sistema de asistencia, autogestión y poder local del
chavismo.
Image captionLas protestas del último mes dejaron como saldo una treintena de muertos.
El presidente pidió buscar a los mejores candidatos para tener "una mayoría arrasadora del
pueblo chavista".

Maduro señaló que en las próximas horas entregará al Consejo Nacional Electoral (CNE) las bases
de esta convocatoria.

"Será una Constituyente ciudadana, popular, obrera. Una constituyente chavista (...) Convoco una
Constituyente ciudadana, no una Constituyente de partidos ni élites", agregó.

El constitucionalista Hermann Escarrá, miembro de la comisión presidencial, dijo en una entrevista


de radio que la nueva Carta Magna debería ser sometida a referendo, pero Maduro no dio detalles.

¿Qué dice la oposición?


Un día antes del anuncio de Maduro, el dirigente opositor y presidente de la Asamblea Nacional,
Julio Borges, adelantó que una medida así estaba en camino.
"Cualquier forma que quiera avanzar sin el acuerdo el pueblo venezolano es un golpe", dijo
Borges.

Y este lunes, tras el anuncio oficial, reiteró: "Es la consumación del golpe de Estado continuo de
Maduro a la Constitución".

"Maduro acaba de matar y asesinar el legado de Hugo Chávez a Venezuela que era la Constitución",
indicó Borges.
Image captionLas marchas en Venezuela también son para apoyar al gobierno de Maduro.

Borges opinó que una constituyente comunal no sería "electa por el pueblo" y por lo tanto no tendría
"los poderes que son del pueblo".
"Van a querer materializar un golpe de Estado con una constituyente comunal para dar un salto tipo
Cuba", había dicho Borges el domingo.
El presidente de la Asamblea Nacional afirmó que la iniciativa oficialista busca "huir del voto
universal, directo y secreto del pueblo que en las calles exige respeto a la Constitución".
 Delcy Rodríguez, canciller de Venezuela, en exclusiva con BBC Mundo: “No reconozco un
gran descontento”
Al poco de conocerse la noticia, el líder opositor Henrique Capriles escribió en Twitter: "Frente al
fraude constitucional de constituyente que acaba de anunciar el dictador, ¡Pueblo a la calle y a
desobedecer semejante locura!".

La oposición convocó a nuevas acciones de calle para el martes y miércoles, además de la


cacerolada de protesta de este lunes por la noche.

¿Qué cambia en la práctica?


El anuncio de Maduro deja claro algo que el chavismo ya había adelantado con la aprobación de un
Parlamento Comunal en 2015, justo después de las legislativas que ganó la oposición pero antes de
que se inaugurara el nuevo Parlamento.
 Venezuela: ¿qué es el Parlamento Comunal que instaló el chavismo luego de perder la
mayoría legislativa?
Dicha organización, según anunció el gobierno en su momento, buscaba crear "un poder que le
permita al pueblo disponer de recursos, jefaturas, toma de decisiones, leyes, forma de vida".
Image captionLa oposición califica la medida del gobierno como un fraude.

Aunque las organizaciones comunitarias en Venezuela ya tienen un gran alcance a través de al


menos 45.000 consejos comunales, la Constituyente le puede dar más prominencia y legitimidad
constitucional.

Varios partidarios del chavismo han celebrado esta medida como una forma de reducir el poder y el
espacio al sector privado y a la "burguesía".

En el escenario también emerge ahora la celebración de unas elecciones, pero habrá que ver quiénes
son exactamente los que pueden participar en ellas.
 6 preguntas para entender qué está pasando en Venezuela y qué salidas tiene la crisis
Por otra parte, la oposición, sin poder institucional, ha llamado a más protestas y a desconocer la
Asamblea Constituyente. Así que es probable que continúe la tensión en la calle.
Al menos un tercio de los venezolanos pertenece a los sistemas de beneficios comunales del
gobierno y puede, si se gestiona exitosamente, beneficiarse de estos mecanismos de asistencia
estatales.

Sin embargo, es poco probable que la crisis económica -generada por el estancamiento de la
producción nacional, la baja de los precios del petróleo y la merma del sector privado- se solucione a
corto plazo, así como la inseguridad, que hace de Venezuela uno de los países mas violentos del
mundo.

¿Qué pasa con la Constitución actual?


Image captionLas protestas en la calle podrían prolongarse.
La actual Carta Magna, promulgada en 1999 tras la llegada al poder de Hugo Chávez, será
sustituida por la nueva.
Pero Maduro no quiere que se vea como una traición al que fue su antecesor y padre político, sino
un "perfeccionamiento" del plan revolucionario y socialista del presidente fallecido en 2013.

Por ello propuso que las grandes misiones y los derechos de la juventud venezolana formen parte de
la nueva Constitución, como una manera de proteger a largo plazo las políticas sociales de la
revolución bolivariana.
Con ello quedaría estampado en la Carta Magna una concepción socialista del Estado que en la
última década tanto los gobiernos de Chávez como de Maduro han ido reflejando en la práctica.

"Este es el viejo sueño de Hugo Chávez, pero en 1998 las condiciones no estaban dadas", dijo
Maduro este lunes, apelando a los muchos simpatizantes del que fuera presidente.
 "Elecciones libres y democráticas, no hay otra", dice Henrique Capriles sobre la salida a la
crisis en Venezuela en una entrevista con BBC Mundo

¿Cuáles son las incógnitas?


Se desconoce qué papel tendrá la actual Asamblea Nacional, de mayoría opositora desde las
elecciones legislativas de diciembre de 2015, y que de facto casi no tiene poder porque el Tribunal
Supremo de Justicia (TSJ) la considera en desacato y tumba sus principales iniciativas legislativas.
Image caption"No dejaron más alternativa", dijo Maduro al anunciar la convocatoria a una Asamblea
Constituyente en Venezuela.

La apropiación temporal por parte del TSJ de poderes del Parlamento generó la actual ola de
protestas que dura ya un mes y que continuó con una gran marcha opositora este 1º de mayo.
Otro dato a definir es cuándo, cómo y quiénes elegirán a los 500 constituyentes. En teoría, en una
Constituyente debe estar representado el "pueblo de Venezuela", según la Constitución, pero Maduro
no dijo qué papel jugará la parte del pueblo próxima a la oposición, mayoritaria de acuerdo a las
últimas elecciones: las legislativas de diciembre de 2015.

Maduro habló de voto secreto y directo, pero no dijo si será universal. ¿Y se aprobará por referendo?
Una duda más.
 ¿Qué gana y qué pierde Venezuela con retirarse de la OEA?

Otra incógnita, de hecho, es cómo responde la gente a los llamados de desobediencia y de lucha en la
calle de los líderes opositores y si eso puede generar más violencia en un clima de tensión que ha
provocado ya casi 30 muertos en el último mes.

Este martes se registró una paralización en varias vías y para el miércoles está prevista una gran
actividad.

Y habrá que ver si la oposición acude a una elección en la que parte en desventaja por no tener
cobertura comunal. Es posible que haya opiniones discrepantes.
Además, se desconoce qué pasará con el cronograma electoral, lo que permite al gobierno ganar
tiempo.

Siguen en el aire las elecciones regionales, que estaban previstas para finales de 2016, y las
municipales, que deberían ser este año. Las presidenciales, en principio, serán a final de 2018, pero
si se refunda el Estado, es posible que no se celebren y Maduro continúe o se celebren más tarde.
Tras el anuncio de este lunes, se abre una nueva era en Venezuela que deja de momento más dudas
que certezas.

Temas relacionados
Qué son
En la historia de Colombia, a lo largo de los últimos dos siglos, se han llevado a cabo varias Asambleas
Constituyentes, sin embargo, las que dieron origen tanto a la Constitución de 1886 como a la que nos rige
en la actualidad son las que reciben mayor atención en la historia reciente de Colombia.
La Constitución nacida de la Asamblea Constituyente de 1886 se mantuvo vigente por más de 100 años,
hasta 1991, año en el que se aprobó la nueva Constitución (debemos entender por Constitución las normas
y leyes que regirán a una nación a lo largo de un período de tiempo indefinido).

Para elaborar y consagrar la Constitución actual, se debió seguir un proceso, el cual se resumirá en las
siguientes líneas.

La idea de realizar una Asamblea para reformar la Constitución de 1886 surgió de una propuesta que el ex
presidente Virgilio Barco Vargas (1986-1990) hizo en el año 1988, la cual consistía en convocar a un
plebiscito para derogar el articulo 218 de la Constitución Política.

El cambio que se buscaba era el de lograr una transformación total de las leyes y normas que regían en el
país, ello debido, en especial, a la preocupante situación de orden público y al sentimiento generalizado
de los ciudadanos de que las instituciones estaban un paso atrás respecto de otros países para poder
afrontar el futuro inmediato que les esperaba.

En el año de 1990 se les preguntó a los colombianos sí deseaban implantar una nueva Constitución
(aquella pregunta se formuló por medio de una consulta popular). La respuesta fue resueltamente
afirmativa, de tal suerte que, de inmediato, se empezó a trabajar con miras a redactar una nueva
Constitución Política para Colombia.

Es así como, en marzo de 1991, se llevaron a cabo las elecciones para elegir a los delegados de los
partidos políticos y de los movimientos y sectores independientes que habrían de participar en la nueva
Asamblea Constitucional.

Vale la pena aclarar que, dentro de los constituyentes, (nombre que se les da a los delegados encargados
de reformar la Constitución), había una gran diversidad de personas (representantes de las negritudes,
políticos de partidos tradicionales, ex guerrilleros recientemente incorporados a la vida civil,
representantes indígenas y representantes de movimientos y sectores independientes) reunidas todas para
lograr el fin último y fundamental de hacer que las instituciones y normas fuesen más efectivas y dignas
de credibilidad.

Entre abril y junio de 1991 se dio inicio a las sesiones de la Asamblea Constitucional, periodo en el cual
se redactó y aprobó el primer borrador de la reforma, el cual se le entregó al Presidente en el mes de julio
para que éste, en un plazo de cinco meses, presentara sus observaciones y críticas al texto.

Ya en diciembre, el texto fue revisado por última vez por los Constituyentes, ello para poder hacer las
reformas necesarias que habían sido recomendadas tanto por el Ejecutivo como por la opinión pública.

Es así como, finalmente, y después de las revisiones pertinentes, fue aprobada la Constitución de 1991,
que es la que rige actualmente al Estado colombiano.

Caracas, 1 de mayo de 2017.- El Presidente de la República Bolivariana de


Venezuela, Nicolás Maduro, convocó el Poder Constituyente Originario para que la
clase obrera y el pueblo convoque a la Asamblea Nacional Constituyente que busca la
paz y el diálogo en el país.

La Constituyente reorganizará el Estado e integrará en la Constitución los logros


sociales que se han desarrollado en el país de la mano de la Revolución Bolivariana.

Este Poder está reflejado en los artículos 347, 348 y 349, que explican las formas a
través de las que se realizará esta Constituyente, que, según el artículo 342 de la Carta
Magna puede ser convocada por el Presidente de la República.
Por su parte, el abogado constitucionalista Hermann Escarrá explicó que la Asamblea
Nacional Constituyente es para “modificar el Estado, cambiar el ordenamiento
jurídico”, no para elaborar una nueva Constitución, luego de que sea aprobado este
Poder por el pueblo venezolano se procederá a elegir “500 constituyentes que irán de
acuerdo a sus sectores gremiales, que serán bajo un proceso mediante votos por lo que
es altamente democrático y electoral”, precisó.
Foto: Archivo

El texto constitucional dice lo siguiente:


“Artículo 347: El pueblo de Venezuela es el depositario del poder constituyente
originario. En ejercicio de dicho poder, puede convocar una Asamblea Nacional
Constituyente con el objeto de transformar el Estado, crear un nuevo ordenamiento
jurídico y redactar una nueva Constitución.
Artículo 348: La iniciativa de convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente
podrán tomarla el Presidente o Presidenta de la República en Consejo de Ministros; la
Asamblea Nacional, mediante acuerdo de las dos terceras partes de sus integrantes; los
Concejos Municipales en cabildo, mediante el voto de las dos terceras partes de los
mismos; o el quince por ciento de los electores inscritos y electoras inscritas en el
Registro Civil y Electoral.
Artículo 349: El Presidente o Presidenta de la República no podrá objetar la nueva
Constitución.
Los poderes constituidos no podrán en forma alguna impedir las decisiones de la
Asamblea Nacional Constituyente.
Una vez promulgada la nueva Constitución, ésta se publicará en la Gaceta Oficial de la
República Bolivariana de Venezuela o en la Gaceta de la Asamblea Nacional
Constituyente”.

¿Por qué la
Constituyente
convocada por Maduro
es considerada un
fraude?
31 de mayo de 2017 - 10:05

El mandatario venezolano pretende "reformar el Estado y redactar una nueva


Constitución" sin consultar previamente a los venezolanos.





CARACAS.- El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, convocó vía decreto
una Asamblea Nacional Constituyente que no estará conformada por partidos
políticos - como lo establece la actual Constitución - sino por la "clase obrera,
indígenas, comunas, misiones y otros representantes de gremios".

Es así como el mandatario venezolano pretende "reformar el Estado y redactar


una nueva Constitución".

De esta manera, según el abogado constitucionalista, José Ignacio Hernández,


queda en evidencia que el gobierno venezolano no pretende convocar una
legítima Asamblea Nacional Constituyente, ya que, su intención es acudir al
fraudulento mecanismo de una "Constituyente Ciudadana o Comunal" para
consolidar el golpe a la democracia.

Sin embargo, veamos los parámetros que establece la actual Carta Magna para
convocar una efectiva Asamblea Nacional Constituyente:

¿Qué es una Asamblea Nacional Constituyente?

Según el artículo 347 de la actual Carta Magna, se establece que: "El pueblo
depositario del poder constituyente originario. En ejercicio de dicho poder, puede
convocar una Asamblea Nacional Constituyente con el objeto de transformar el
Estado, crear un nuevo ordenamiento jurídico y redactar una nueva
Constitución".

¿Para qué se plantea una Constituyente?

Una Asamblea Nacional Constituyente es convocada cuando se requieren hacer


cambios profundos a la Constitución, que no podrían hacerse a través de una
enmienda o de una reforma. Este mecanismo es utilizado para "refundar" la
República.
Cabe destacar que la Asamblea Nacional Constituyente no existe para
solucionar problemas cotidianos (inflación, inseguridad, escasez), ni para
cambiar al gobierno o a los demás órganos del Poder Público.

¿Qué dice el artículo 137 de la Constitución venezolana?

El artículo 137 de la Carta Magna reza: "La Constitución y la ley definirán las
atribuciones de los órganos que ejercen el Poder Público, a las cuales deben
sujetarse las actividades que realicen".

¿La Constitución de 1999 contempla la figura de Asamblea Constituyente


Comunal?

No. Ni en la Constitución ni en la Ley Orgánica del Poder Popular —


normativa promulgada por el Gobierno en el año 2010 donde se contemplan los
concejos comunales y la organización en comunas— existe la figura de una
Constituyente “ciudadana” o “comunal”. Es decir, el proceso está fuera de la
Ley.

¿Cómo estaría representada la Asamblea Nacional Constituyente, según la


propuesta de Maduro?

El decreto de bases comiciales presentado por Maduro al Consejo Nacional


Electoral (CNE) ordena que la Asamblea Nacional Constituyente esté
integrada por 540 miembros, 364 de éstos electos en ámbitos territoriales.

Según el decreto de bases comiciales presentado por Maduro los sectores


sociales reconocidos por el gobierno nacional deben postular y elegir a 176
constituyentes

¿Qué plantea la Constitución actual sobre una Asamblea Constituyente?

El artículo 347 de la Constitución venezolana establece que "el pueblo de


Venezuela es el depositario del poder constituyente originario. En ejercicio de
dicho poder, puede convocar una Asamblea Nacional Constituyente con el objeto
de transformar el Estado, crear un nuevo ordenamiento jurídico y redactar una
nueva Constitución".
¿Cuándo sería convocada la Asamblea Constituyente que propone Maduro?

Según el Consejo Nacional Electoral, trabajan en un cronograma que culminará


en una elección para la Asamblea Nacional Constituyente para finales de julio.

¿Cuál es la diferencia entre el Parlamento Comunal que planteó el


oficialismo en 2015 y la propuesta de Asamblea Nacional Constituyente?

Aunque las organizaciones comunitarias en Venezuela ya tienen un gran alcance


a través de al menos 45.000 consejos comunales, la Constituyente le puede dar
más prominencia y legitimidad constitucional.

¿Por qué se dice que la convocatoria a Asamblea Nacional Constituyente es


fraudulenta?

En los términos planteados por Maduro, se está saltando la primera elección para
que el poder originario que reside en el pueblo, pueda expresarse a través de un
referendo consultivo, en el que debe aprobar o rechazar la convocatoria a una
Constituyente.

El hecho de que no se consulte al pueblo, tal como se hizo en 1999, ha hecho que
figuras como la Fiscal General señalen que se trata de un retroceso en los
derechos humanos consagrados en la Constitución venezolana.

¿Qué puede pasar si se aprueba la propuesta de la Constituyente?

De acuerdo con el profesor José Ignacio Hernández, una vez instalada, y según
anunció Maduro, esa “Asamblea Nacional Constituyente Popular”
concentraría todas las funciones, bajo una fraudulenta interpretación del artículo
349 del texto de 1999, según el cual, “los poderes constituidos no podrán en
forma alguna impedir las decisiones de la Asamblea Nacional Constituyente”.
Esto serviría de excusa, por ejemplo, para consolidar la usurpación de funciones
de la Asamblea Nacional.

Ante este panorama, la oposición venezolana ha calificado la convocatoria de una


nueva Constituyente como la "consumación del golpe de Estado continuo de
Maduro a la Constitución" y aseguró que mantendrán su agenda de lucha en las
calles para lograr restituir la democracia en el país caribeño.
A continuación, conoce las naciones que han invocado estas medidas para modificar las
reglas y normas de la convivencia democrática:
Asamblea Nacional Constituyente francesa de 1789:

La Revolución Francesa fue fruto de la profunda contradicción entre un régimen


absolutista desprestigiado, regido por una aristocracia ociosa, y el ascenso económico
de una nueva clase social —la burguesía—, la crisis que iba a engendrar la Revolución
de 1789 se venía incubando desde hacía decenios en Francia.

Una primera etapa de la Revolución Francesa comenzó con la Asamblea Nacional


Constituyente que duró de 1789 a 1792. En este periodo se redactaron una serie de
documentos políticos de gran Importancia. El primer documento importante que elaboró
la Asamblea Nacional en 1789, fue la Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano, en la que se establecían como derechos de todos los hombres: la igualdad
ante la ley; la libertad individual, de palabra y de pensamiento y la defensa de la
propiedad privada.

La obra más importante de la Asamblea fue la elaboración de la Constitución que


empezó a regir en 1791. En ella se estableció una monarquía constitucional como forma
de gobierno, sobre la base de la separación de los poderes.

Esta Constitución se basó en el concepto de la soberanía nacional. De acuerdo con este


principio, la soberanía no pertenecía al rey sino a la nación, es decir, a todos los
habitantes del país, llamados desde ese momento ciudadanos.
Congreso Constituyente de Santa Fe y la sanción de la Constitución de 1853
(Argentina):

El Cabildo de la ciudad argentina de Santa Fe sería sede del Congreso Constituyente. A


mediados de noviembre de 1852, ya se encontraban en la ciudad la mayor parte los
representantes de las provincias, quienes bajo la presidencia de Fray José Manuel Pérez
comenzaron a reunirse en sesiones preparatorias a la instalación del congreso.

La inauguración oficial se hizo el 20 de noviembre. Las sesiones del congreso se


desarrollaron hasta el 7 de marzo de 1854, y sus tareas se dividieron en legislativas y
constituyentes.

La Comisión encargada de redactar un proyecto de Carta Magna estuvo formada por los
diputados José Benjamín Gorostiaga (Santiago del Estero), Juan Del Campillo
(Córdoba), Juan María Gutiérrez (Entre Ríos), Salustiano Zavalía (Tucumán), Pedro
Días Colodrero (Corrientes), Martín Zapata (Mendoza) y Manuel Leiva (Santa Fe).

Una vez presentado por la Comisión, el articulado del proyecto pasó a debate en
sesiones que comenzaron el 20 de abril de 1853, y duró solo diez días, de modo que
puede afirmarse que no se hizo un examen minucioso de los artículos, sino que los
diputados confiaron en la labor realizada por los redactores del proyecto propuesto.

Inicialmente, el propio presidente del congreso, Facundo Zuviría, se había opuesto a que
se sancionara la Constitución por considerarlo impropio mientras Buenos Aires
continuara separada del resto de las provincias. Finalmente, la Constitución obtuvo
aprobación el primero de mayo de 1853.
Congreso Constituyente de México que aprobó la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos de 1917:

En el curso del 1916 Venustiano Carranza (político y militar) impulsó la idea de


convocar a un congreso constituyente que debía introducir algunas modificaciones en la
Carta Magna a de 1857. Con esto se trataba de dar por terminada la lucha armada y
regresar al orden legal.

La convocatoria se hizo en septiembre y las sesiones se llevaron a cabo de diciembre de


1916 a fines de enero de 1917. Hubo una gran diversidad en las opiniones de los
diputados, lo cual produjo la formación de dos grupos extremos: izquierdas exaltadas y
derechas moderadas que se alarmaban ante algunas medidas.

El grupo progresista se relacionaba con Álvaro Obregón (que participó en la Revolución


Mexicana) en tanto que los moderados con Carranza. Entre los primeros había muchos
que pelearon en los campos de batalla y querían destruir rápidamente el pasado para
entrar en el porvenir que habían soñado para México, entre ellos Francisco J. Múgica
Esteban Baca Calderón, Heriberto Jara, Cándido Aguilar, Juan de Dios Bojórquez,
Rafael Martínez de Escobar, Luis Espinosa y Froylán Manjarrez.

El ala moderada tuvo como núcleo fundamental a los ex diputados renovadores. La gran
masa del Congreso llegó libre de partidarismos y fue la que formó la mayoría
equilibradora de los extremos.

El grupo obregonista estaba respaldado por el recién creado Partido Liberal


Constitucionalista. La tendencia radical logró una mayoría que se demostró en la
composición de las comisiones. Del proyecto presentado por Carranza fueron aceptados
los cambios en cuanto a la organización política del país, que le reafirman su carácter
presidencialista. En una serie de artículos fundamentales impuso su criterio el ala
jacobina. De hecho en la Constitución quedaron incorporadas las propuestas y
demandas de las diversas corrientes revolucionarias.

Siguiendo lo dispuesto en los transitorios de la Constitución, Carranza convocó a


elecciones para presidente y para diputados y senadores al XXVII Congreso de la
Unión. El 1 de mayo de 1917 Carranza rindió protesta como presidente constitucional.

A pesar de que se había proclamado una nueva Constitución el orden constitucional no


se había restablecido en todo el país, muchos estados se demoraron meses y años en
adherirse al pacto federal, porque continuaban en ellos los movimientos armados.
Asamblea constituyente de la República italiana de 1946:

La Constitución de la República Italiana (en italiano, Costituzione della Repubblica


Italiana) es la ley suprema de la República de Italia, aprobada el 22 de diciembre de
1947, publicada el 27 de diciembre del mismo año y que entró en vigor el día 1 de enero
de 1948. Ésta declara que Italia es una República democrática fundada en el trabajo.
Antes de la proclamación de la Constitución en 1948, no existía ninguna otra. Tras la
unificación italiana la ley fundamental del país era el Estatuto albertino (1848), carta
otorgada por el monarca al pueblo italiano que establecía una monarquía constitucional
primero con sufragio censitario muy limitado hasta llegar al sufragio masculino en
1919.

Durante fascismo italiano, instaurado por Benito Mussolini tras la marcha sobre Roma,
el Estatuto Albertino se siguió utilizando, pero en la práctica sus principios no eran
respetados. El régimen fascista se derrumba en la Segunda Guerra Mundial, vuelve el
poder oficialmente a la Casa de Saboya y el Estatuto recupera su vigencia. Sin embargo,
la impopularidad de Víctor Manuel III, pues no en vano fue él quien entregó el poder a
Mussolini, le obliga a abdicar en 1946. El 9 de mayo toma el trono su hijo Humberto II.

El ascenso de Mussolini al poder había desprestigiado enormemente a la monarquía


italiana y el cambio de rey no acabó con la creciente oposición al sistema monárquico.
Apenas dos meses después de la coronación de Humberto II, el 2 de junio, los italianos
fueron llamados a las urnas para dos votaciones paralelas. Una la que elegiría una
Asamblea Constituyente encargada de redactar la primera constitución del país. Otra un
referéndum sobre el tipo de gobierno, monarquía o república.

En el referéndum el 54 por ciento de los votantes dieron sus votos en favor de la


república, dos millones más que los partidarios de la monarquía. Los resultados de todas
maneras son pocos claros y existen denuncias de fraude realizadas por el bando
monárquico que aún no han sido aclaradas. De cualquier modo, la Asamblea
Constituyente recibía el encargo de realizar una constitución republicana. La Asamblea
fue elegida mediante un sistema proporcional y estaba compuesta por 556 escaños
repartidos en 32 colegios electorales.

Se formó un gobierno de unidad nacional y los grandes partidos pactaron la mayoría de


los puntos constitucionales. Aunque estaba previsto que los trabajos de redacción
concluyeran el 24 de febrero de 1947 no terminaron hasta diciembre de ese año. En la
Asamblea 453 miembros votaron a favor mientras que 62 lo hicieron en contra.
Asamblea Nacional Constituyente de Costa Rica de 1949:

Fue el órgano constituyente que promulgó la actual Constitución Política de la


República de Costa Rica. La misma inició funciones el 15 de enero de 1949 y finalizó
sus labores el 7 de noviembre del mismo año. Sesionó en el Palacio Nacional de Costa
Rica.

Se eligió como presidente al diputado constituyente José María Vargas, pero no ejerció
el cargo, y este recayó en Marcial Rodríguez Conejo. La Asamblea aprobó por
unanimidad reconocer el triunfo de Otilio Ulate Blanco en las elecciones presidenciales
de 1948 y llamarlo a ejercer la presidencia de la República para el período comprendido
entre 1949 y 1953, como efectivamente lo hizo.

El 02 de febrero se integró una comisión conformada por Fernando Volio Sancho,


Fernando Baudrit Solera, Manuel Antonio González Herrán, Fernando Lara
Bustamante, Rafael Carrillo Echeverría, Fernando Fournier Acuña, Rodrigo Facio
Brenes, Eloy Morúa González y Abelardo Bonilla Balladares para redactar el borrador
de la nueva Constitución, creando una propuesta bastante vanguardista, sin embargo, el
Plenario no aceptó el borrador y finalmente optó por tomar como base la Constitución
de 1871 y realizarle algunas reformas.
Asamblea Constituyente de 1978 de Perú:

Habían transcurrido 10 años del gobierno institucional de las Fuerzas Armadas y las
protestas populares iban incrementado el caos social. Huelgas, represión y
manifestaciones callejeras, empezaban a desestabilizar al gobierno de Francisco
Morales Bermúdez. La izquierda peruana, aunque fraccionada, había copado las
principales organizaciones de base y sindicatos, por lo que el conflicto fue
radicalizándose. Presiones externas también obligaron al gobierno a diseñar un
cronograma negociado con las fuerzas políticas para el retorno a la institucionalidad
democrática. Dicho cronograma contemplaba la convocatoria a elecciones para elegir
Asamblea Constituyente y posteriormente elecciones generales para elegir Presidente y
Congreso.

En ese contexto es que se convoca a elecciones nacionales para redactar una nueva
Constitución política. La fecha se fijó para el 18 de junio de 1978.
Asamblea Constituyente de El Salvador de 1982 que aprobó la Constitución
Política de 1983:

Los diputados constituyentes dejaron sentado en la nueva Constitución de la República


que los partidos políticos serían el único vehículo para que un ciudadano pudiera aspirar
a un cargo de diputado o concejos. Al menos eso es lo que se desprende de los debates
que precedieron a la aprobación por 53 votos a la reforma del artículo 85 de la Carta
Magna, que habla precisamente de ese punto, que en días actuales es objeto de debate a
raíz del fallo de la Sala de lo Constitucional que quitó esa exclusiva facultad a los
institutos políticos y le da paso a los candidatos independientes.

Los debates se reconstruyen con base en el documento que registra las intervenciones de
los legisladores en aquella sesión plenaria. Fue el 28 de septiembre de 1983 cuando se
instaló la sesión plenaria en la que los diputados de las entonces fracciones de ARENA,
PCN, PDC, PAISA, AD y PPS dominaban el escenario político de la época.

Por esos días el país estaba inmerso en una guerra interna que se prolongaría hasta
1992. Los salvadoreños tenían que salir a sus trabajos, a sus centros de estudios y a sus
quehaceres cotidianos en medio de las balas y los muertos en plena calle.

Pero aun así, los salvadoreños se distraían de la guerra con la selección nacional de
fútbol que ya se preparaba para las eliminatorias para el próximo Mundial del 86.

Había transcurrido más de un año desde que se instaló oficialmente la Asamblea


Constituyente en abril de 1982 y la comisión respectiva ya había elaborado el proyecto
de reforma a la Constitución de la República en lo referente al sistema de gobierno y la
representación de los partidos políticos. En este tema, la base para la redacción final fue
la misma Constitución de 1962 que estaba a punto de ser eliminada.

El debate en aquella sesión plenaria se centró básicamente en dejar redactada lo más


claramente posible que el sistema político sería el pluralista, pero no así la forma de
gobierno, para garantizar en lo sucesivo la gobernabilidad al instituto político que
llegara al poder por medio del voto.
Aquella noche de septiembre de 1983, los diputados de la Constituyente se enfrascaron
en serios debates en torno al artículo 85 de la Carta Magna que habla de la forma de
Gobierno, pero de paso dejaron amarrado que los partidos políticos son el único
instrumento para optar a un cargo público. Ese fue el espíritu de la enmienda que
imprimieron en la Carta Magna.
Asamblea Constituyente de Colombia que aprobó la Constitución Política de
1991:

En la historia de Colombia, a lo largo de los últimos dos siglos, se han llevado a cabo
varias Asambleas Constituyentes, sin embargo, las que dieron origen tanto a la
Constitución de 1886 como a la que rige en la actualidad son las que reciben mayor
atención en la historia reciente de Colombia.

La Constitución nacida de la Asamblea Constituyente de 1886 se mantuvo vigente por


más de 100 años, hasta 1991, año en el que se aprobó la nueva Constitución (debemos
entender por Constitución las normas y leyes que regirán a una nación a lo largo de un
período de tiempo indefinido).

Para elaborar y consagrar la Constitución actual, se debió seguir un proceso, el cual se


resumirá en las siguientes líneas.

La idea de realizar una Asamblea para reformar la Constitución de 1886 surgió de una
propuesta que el ex presidente Virgilio Barco Vargas (1986-1990) hizo en el año 1988,
la cual consistía en convocar a un plebiscito para derogar el artículo 218 de la
Constitución Política.

El cambio que se buscaba era el de lograr una transformación total de las leyes y normas
que regían en el país, ello debido, en especial, a la preocupante situación de orden
público y al sentimiento generalizado de los ciudadanos de que las instituciones estaban
un paso atrás respecto de otros países para poder afrontar el futuro inmediato que les
esperaba.

En el año de 1990 se les preguntó a los colombianos si deseaban implantar una nueva
Constitución (aquella pregunta se formuló por medio de una consulta popular). La
respuesta fue resueltamente afirmativa, de tal suerte que, de inmediato, se empezó a
trabajar con miras a redactar una nueva Constitución Política para Colombia.

Es así como, en marzo de 1991, se llevaron a efecto las elecciones para elegir a los
delegados de los partidos políticos y de los movimientos y sectores independientes que
habrían de participar en la nueva Asamblea Constitucional.
Asamblea Nacional Venezuela 1999:
Hace 17 años, el 3 de agosto de 1999, en el Aula Magna de la Universidad Central de
Venezuela (UCV), en Caracas, se produjo un hecho histórico e inédito que daría inicio
al proceso de liberación nacional impulsado por el Comandante Hugo Chávez desde la
rebelión cívico-militar del 4 de febrero de 1992: se instaló la Asamblea Nacional
Constituyente (ANC), instancia que permitió dar los primeros pasos hacia la
conformación de una democracia social, protagónica y participativa.

Antes, el 25 de abril de 1999, 87,75 por ciento del electorado aprobó la realización de la
ANC con el objetivo de redactar una nueva Carta Magna para refundar la República
sobre los ideales del pensamiento bolivariano de independencia, soberanía y justicia
social con la participación protagónica del pueblo.

La convocatoria para su instalación fue el primer decreto que firmó el máximo líder de
la Revolución Bolivariana, Hugo Chávez, como Presidente de la República, tras ser
electo el 6 de diciembre de 1998.

La responsabilidad de esta titánica tarea recayó sobre los 131 constituyentes electos por
votación popular. En aquel momento, las fuerzas revolucionarias se alzaron con 125
representantes, obteniendo el 95 por ciento de los votos, y la oposición obtuvo 6, pese a
que de las 1.171 candidatas y candidatos que participaron en la elección dela asamblea
más de 900 eran antagonistas de Chávez. Pero el chavismo fue unido y obtuvo el
primero de numerosos triunfos electorales a lo largo de casi 20 años de Revolución
Bolivariana.

Los constituyentes estuvieron agrupados en 21 Comisiones Permanentes que se


encargaron de recoger las propuestas de los movimientos sociales y del pueblo
organizado para la nueva Constitución.

Una vez aprobado el texto de la nueva Carta Magna, revisado artículo por artículo, la
ANC entregó el proyecto de Constitución al Ejecutivo Nacional, que convocó mediante
decreto un referéndum constitucional para su aprobación. Ese referéndum tuvo lugar el
15 de diciembre de 1999 y nuevamente el proyecto socialista de Chávez logró una
aplastante victoria. El Sí obtuvo 3 millones 301 mil 475 (71,78%) y el No un millón 298
mil 105 (28,22%).
Asamblea Constituyente de Bolivia que aprobó la Constitución Política del Estado
de 2007:

El 6 de agosto de 2006, se instala la Asamblea Constituyente para redactar una nueva


Constitución y moldear un Estado más equitativo, defender los recursos naturales y
acabar con el modelo neoliberal. La Asamblea Constituyente tiene 255 asambleístas con
una importante representación de indígenas. La Paz tiene 52, Chuquisaca 23, y el
Movimiento al Socialismo (MAS) de Morales 142 asambleístas. El resto de las fuerzas
tiene 113 asambleístas.

Tras una serie de conflictos políticos que polarizan el país entre partidarios del
Gobierno y seguidores de las demandas de autonomía departamental y capitalía para
Sucre, afincados principalmente en el oriente boliviano, en 2008 con la presencia de 164
de los 255 asambleístas, se aprueba la Constitución Plurinacional que posteriormente es
modificada por el Congreso y refrendada por la población en un referéndum. El
referendo constitucional de Bolivia de 2009 se realizó el 25 de enero de ese año. La
nueva constitución fue aprobada con el 61,43 por ciento de los votos. La Constitución
política del Estado Plurinacional de Bolivia fue promulgada el 7 de febrero de 2009 por
el Presidente Evo Morales y publicada en la Gaceta Oficial de Bolivia el 9 de febrero de
2009, fecha en que entró en vigencia.
Asamblea Nacional Constituyente de Ecuador de 2007:

La Asamblea Constituyente de Ecuador fue una asamblea convocada para la redacción


de un nuevo texto constitucional, con la intención de sustituir la Constitución de 1998,
que tuvo su sede en el complejo denominado Ciudad Alfaro, en el cantón Montecristi en
la provincia de Manabí. La Asamblea inició las sesiones el 30 de noviembre de 2007 y
terminó oficialmente sus funciones el 25 de octubre de 2008.
Legislatura constituyente de España:

La legislatura constituyente de España comenzó el 13 de julio de 1977 cuando, tras la


celebración de las elecciones generales, se constituyeron las Cortes con arreglo a la Ley
para la Reforma Política, y terminó el 2 de enero de 1979, con la disolución de las
mismas.

La Unión de Centro Democrático obtuvo mayoría simple en el Congreso de los


Diputados. Adolfo Suárez fue confirmado como presidente del Gobierno por el rey Juan
Carlos I y formó su segundo Gobierno. Durante esta legislatura se culminó el proceso
de la Transición Española desarrollado en el país tras la muerte de Francisco Franco al
propiciar la redacción de la Constitución española de 1978. Tras la proclamación de la
misma, se disolvieron las Cortes y se convocaron elecciones generales.
República de Weimar (1919-1933):

La República de Weimar, o Weimarer Republik en alemán, fue el régimen político y,


por extensión, el período histórico que se llevó a cabo en Alemania, después de que ésta
fuera derrotada al final de la Primera Guerra Mundial, la cual se extendió entre los años
1919 y 1933.

El nombre de República de Weimar es un término que fue otorgado por la historiografía


posterior, ya que dicho país conservó su nombre de Deutsches Reich o “Imperio
alemán”. Dicha denominación procede de la ciudad homónima, Weimar, donde se
reunió la Asamblea Nacional constituyente y se proclamó la nueva constitución, que fue
aprobada el 31 de julio y entró en vigor el 11 de agosto de 1919.
Asamblea constituyente de Panamá, 9 octubre 1941:

Desde los inicios de nuestra República, la Asamblea Nacional ha sido la expresión de


todas las corrientes políticas, económicas y sociales que conforman la nación panameña.

Declarada la Independencia, el 3 de noviembre de 1903, se convocó a una Asamblea


Constituyente, que se reunió en 1904. Su presidente fue Don Pablo Arosemena. En esta
histórica reunión, se elaboró la primera Constitución Política, la cual se aprobó en
febrero de 1904 y que eligió al primer presidente de la República, Manuel Amador
Guerrero.

La primera Asamblea Nacional se reunió oficialmente el 1 de septiembre de 1906 en la


ciudad de Panamá, conforme lo establecía la Constitución Política de 1904. La sesión
duró aproximadamente dos horas y asistieron 19 diputados principales y 2 diputados
suplentes.

A lo largo de su historia como el Órgano del Estado popular por excelencia, la


Asamblea Nacional ha sufrido cambios en su estructura y funcionamiento, que han sido
determinados por las Constituciones de 1904, 1941, 1946 y 1972, con sus respectivas
reformas. En 1941, la nueva Constitución se dio bajo el mandato del Dr. Arnulfo Arias
Madrid, la de 1946 fue el resultado de una Asamblea Nacional Constituyente de la cual
salieron las dos primeras mujeres diputadas electas del país, Esther Neira de Calvo y
Gumercinda Páez.
La Constitución de 1972 tuvo como precedente político el golpe de Estado de 1968. En
esta se crea la Asamblea Nacional de Representantes de Corregimientos, integrada por
505 miembros elegidos en votación popular directa por un periodo de seis años.
Igualmente, se crea un Consejo Nacional de Legislación integrado entre otros por el
Presidente de la República, su Vicepresidente, el Presidente de la Asamblea Nacional de
Representantes de Corregimientos, Ministros de Estado y Comisionados. /
Asamblea Constituyente rusa de 1917

La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (abreviado: URSS, o Unión Soviética)


fue una federación constitucional de estados socialistas que existió en Eurasia a partir de
1922 hasta su disolución en 1991.

La URSS nació como una unión de cuatro repúblicas socialistas soviéticas, formadas
luego de la Revolución de Octubre de 1917, y creció a 15 hacia 1956.

La Unión Soviética fue establecida en diciembre de 1922 como la Unión de las


Repúblicas Soviéticas de Rusia (conocida como Rusia Bolchevique), Ucrania,
Bielorrusia y Transcaucasia gobernadas, las tres primeras, por partidos bolcheviques y
la última por el Menchevique.

La Revolución y la fundación del estado soviético

La Gran Revolución de Octubre fue uno de los hechos más relevantes y trascendentales
del Siglo XX; fue una verdadera revolución que estremeció al mundo, donde sobresalió
el genial papel dirigente de Lenin y su concepción marxista que dio origen al Partido
Bolchevique.

Vladimir Ilich Ulianov Lenin

El levantamiento popular en Petrogrado culminó con el derrocamiento del gobierno


imperial en marzo de 1917.

Para asegurar los derechos de la clase obrera, las asambleas de trabajadores, conocidas
como Soviets, nacen a lo largo de todo el país. Los bolcheviques, dirigidos por Vladimir
Ilich Lenin, presionaron a favor de una revolución socialista tanto en dichas asambleas
como en las calles, derrocándose al Gobierno Provisional el 7 de noviembre, 25 de
octubre según el Calendario juliano, de 1917 y entregándose el poder a los soviets de
obreros, soldados y campesinos.

Solamente tras la larga y sangrienta Guerra civil rusa de 1918–1921, durante la que se
aprobó la primera Constitución soviética de 1918, se afianzó el nuevo poder soviético.

Fuentes: historiaybiografias.com / argentinahistorica.com.ar / diputados.gob.mx /


Wikipedia / politikaperu.org / banrepcultural.org / embajadadealemania.org /
laconstituyente.org / asamblea.gob.pa / Correo del Orinoco / ecured.cu

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