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“La pobreza es la forma más eficaz para asfixiar el potencial humano”. La pobreza va
más allá de la falta de ingresos para garantizar unos medios de vida sostenibles.
Bajo la perspectiva de capacidad y desarrollo humano, la pobreza implica limitaciones
en la capacidad para definir, elegir, construir y disfrutar vidas valiosas. Esta capacidad
se ve restringida por múltiples causas, sociales, políticas, culturales y ambientales, es
decir, multidimensionales. Además de ser multidimensional, la pobreza causa impactos
diferenciados a personas con distintas identidades y condiciones.
Entre sus manifestaciones se incluyen el hambre y la malnutrición, el acceso limitado a
la educación y a otros servicios básicos, la discriminación y la exclusión sociales y la
falta de participación en la adopción de decisiones. El crecimiento económico debe ser
inclusivo con el fin de crear empleos sostenibles y promover la igualdad.
DATOS DESTACABLES
Para 2030, erradicar la pobreza extrema para todas las personas en el mundo,
actualmente medida por un ingreso por persona inferior a 1,25 dólares de los Estados
Unidos al día.
Para 2030, reducir al menos a la mitad la proporción de hombres, mujeres y
niños de todas las edades que viven en la pobreza en todas sus dimensiones con
arreglo a las definiciones nacionales.
Poner en práctica a nivel nacional sistemas y medidas apropiadas de
protección social para todos, incluidos niveles mínimos, y, para 2030, lograr una
amplia cobertura de los pobres y los vulnerables.
Para 2030, garantizar que todos los hombres y mujeres, en particular los
pobres y los vulnerables, tengan los mismos derechos a los recursos económicos, así
como acceso a los servicios básicos, la propiedad y el control de las tierras y otros
bienes, la herencia, los recursos naturales, las nuevas tecnologías apropiadas y los
servicios financieros, incluida la microfinanciación.
Para 2030, fomentar la resiliencia de los pobres y las personas que se
encuentran en situaciones vulnerables y reducir su exposición y vulnerabilidad a los
fenómenos extremos relacionados con el clima y otras crisis y desastres económicos,
sociales y ambientales.
Garantizar una movilización importante de recursos procedentes de diversas
fuentes, incluso mediante la mejora de la cooperación para el desarrollo, a fin de
proporcionar medios suficientes y previsibles a los países en desarrollo, en particular
los países menos adelantados, para poner en práctica programas y políticas
encaminados a poner fin a la pobreza en todas sus dimensiones.
Crear marcos normativos sólidos en los planos nacional, regional e
internacional, sobre la base de estrategias de desarrollo en favor de los pobres que
tengan en cuenta las cuestiones de género, a fin de apoyar la inversión acelerada en
medidas para erradicar la pobreza
La pobreza va más allá de la falta de ingresos y recursos para garantizar unos medios
de vida sostenibles. La pobreza es un problema de derechos humanos. Entre las
distintas manifestaciones de la pobreza figuran el hambre, la malnutrición, la falta de
una vivienda digna y el acceso limitado a otros servicios básicos como la educación o
la salud. También se encuentran la discriminación y la exclusión social, que incluye la
ausencia de la participación de los pobres en la adopción de decisiones,
especialmente de aquellas que les afectan.
Para lograr este Objetivo de acabar con la pobreza, el crecimiento económico debe ser
inclusivo, con el fin de crear empleos sostenibles y de promover la igualdad. Los
sistemas de protección social deben aplicarse para mitigar los riesgos de los países
propensos a sufrir desastres y brindar apoyo para enfrentarse a las dificultades
económicas. Estos sistemas ayudarán a fortalecer las respuestas de las poblaciones
afectadas ante pérdidas económicas inesperadas durante los desastres y, finalmente,
ayudarán a erradicar la pobreza extrema en las zonas más empobrecidas.
Unos 783 millones de personas vive por debajo del umbral de pobreza
internacional, con 1,90 dólares diarios.
En 2016, menos del 10% de los trabajadores de todo el mundo vivían con sus
familias con menos de 1,90 dólares diarios por persona.
La mayoría de las personas que viven por debajo del umbral de pobreza viven
en dos regiones: Asia meridional y África subsahariana.
Uno de cada cuatro niños menores de cinco años, en todo el mundo, tiene una
estatura inadecuada para su edad.
ENLACES
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo
Banco Mundial
Pacto Mundial
UNESCO
– Sopa de vaso.
– No.
Con las pocas palabras en español que sabe usar, Hilda Rivera contesta preguntas
sobre el almuerzo de su familia. Su lengua materna es el Chortí, la del pueblo maya al
que pertenecen ella y toda su familia, formada por su esposo, Juan González, y sus 6
hijos –4 hombres y 2 mujeres–; la mayor se llama Glenda y tiene 15 años, el menor es
Nery, de 4.
Hilda no supera los 160 centímetros de altura. Uno de sus ojos no responde a sus
nervios, por lo que no logra fijar la mirada con los dos en un mismo punto. Viste
colorida y fresca, como suelen hacerlo las mujeres chortíes en esta aldea, y calza un
par de sandalias.
Todos en esta familia son delgados. Tienen la piel morena, los ojos negros y el pelo
café. El de los niños no es un café uniforme: en algunas partes la cabellera tiene un
color más claro, casi rojizo. Es lo que los profesionales de salud llaman “signo de
bandera”, una de las señales más obvias de deficiencia de ciertos nutrientes y
calorías, esa y la pérdida de masa muscular. Son señales fisiológicas de la pobreza.
Este martes, 12 de marzo, Hilda ha llevado a Nery, su hijo menor, a una medición de
talla y peso en la escuela pública del caserío Las Lajas de la aldea Oquén en Jocotán,
el municipio de Chiquimula en el que viven, a unas 4 horas y media en carro desde la
capital. Les acompaña Doris, otra de las hijas. Las tres sonrisas están llenas de caries.
La familia de Hilda es una de las 170 que viven en el caserío, algunas con 8, hasta 10
hijos. Hoy han venido a las escuelas algunas de las que tienen niños menores de 5
años, como Nery.
Hace calor. Los profesionales y voluntarios que hacen las mediciones se han instalado
en los pasillos de la pequeña escuela –que hoy ha suspendido clases– para intentar
protegerse de las altas temperaturas típicas de esta región, ubicada en el llamado
Corredor Seco del país.
En aldeas como esta viven las familias, como la de Hilda, y los niños cuyas tallas
engrosan las estadísticas que hablan del fracaso del Estado guatemalteco en combatir
la desnutrición infantil: Guatemala ocupa el primer lugar en América y el sexto en el
mundo en desnutrición infantil de acuerdo con el Fondo de las Naciones Unidas para
la Infancia (UNICEF). En la lista de países con mayor prevalencia de hambre en el
continente, Guatemala está justo por encima de Nicaragua y Bolivia, según un estudio
de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
El gobierno de Jimmy Morales matiza las cifras. Juan Carlos Carías, secretario de la
SESAN, dice que la cifra real es la de la encuesta oficial, la ENSMI, y que la única
forma de determinar si los datos han variado es hacer otra medición igual, como la de
2014. Hay expertos que objetan esto.
En el calor de aldea Oquén de Jocotán, todas esas cifras, así como las justificaciones
del Gobierno, suenan a poco: De Nery, el hijo menor de Hilda Rivera que comparte
sopas de vaso con su familia en los almuerzos, se reportó que mide 96 cm y pesa 15
kg (33 lbs). Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), estas tallas son el
promedio para un niño sin desnutrición de 3 años. El asunto es que Nery ya tiene 4.
La mentira del Gobierno
El puesto de salud más cercano a Las Lajas se encuentra en el caserío de Escobillal
dentro de la aldea de Oquén. Es una de las 32 clínicas que hay en Jocotán y funciona
dentro de un complejo destinado a la educación y a la salud, conocido como Nufed.
Ahí en un espacio que antes era un aula, es el consultorio.
La clínica –exsalón de clases– mide 2×5 metros y cuenta solo con lo básico: una
camilla, una cartelera con avisos y mensajes, una estantería para los insumos médicos
y los archivos, una refrigeradora para los medicamentos fríos y un escritorio. Hay una
banca en el pasillo afuera del consultorio a manera de sala de espera.
Todo esto suena muy bien, pero en la vida real todo es más difícil de lo que aparece
escrito en los protocolos oficiales: solo llegar hasta este puesto de salud, el de
Escobillal, es un camino largo y peligroso.
Llegar a Escobillal desde el caserío Las Lajas toma 10 minutos en carro de doble
tracción –que se convierten en 35 si hay que caminar bajo el sol– por caminos de
terracería. Estos trayectos, además de no estar asfaltados, son riesgosos y conocidos
por asaltos con armas de fuego a cualquier hora del día.
“Esos que vieron ahí en la orilla de la calle, son asaltantes y están armados, los pobres
maestros siempre tienen que ver cómo se les escapan”, cuenta una anciana de un
poblado cercano que no quería hacer ese recorrido sola ni a pie.
En 2012, el gobierno del Partido Patriota, presidido por Otto Pérez Molina, lanzó un
ambicioso plan para cumplir la promesa electoral de reducir en un 10 por ciento la
desnutrición crónica infantil y para prevenir y mitigar el hambre estacional (periodo de
escasez de alimentos, entre abril y agosto, en especial, en el Corredor Seco) con el fin
de evitar muertes por desnutrición aguda. Ese plan tenía un título que era una
promesa: Pacto Hambre Cero (PHC).
Para alcanzar la meta, el programa insignia fue llamado “Ventana de los Mil Días”,
destinado a niños menores de 2 años en 166 municipios priorizados. Al final, el
gobierno Patriota nunca presentó mediciones sobre el impacto de esta parte del plan,
por lo que fue imposible medir si la promesa electoral se había cumplido.
Un grupo ad-hoc evaluó las encuestas que el gobierno del PP diseñó para medir el
impacto del programa. Lo único que la SESAN presentó fue la proyección de una cifra
parcial de reducción de 1.7 por ciento en los dos primeros años del gobierno Patriota.
La administración de Pérez Molina lo atribuyó al impacto de Hambre Cero. Los
especialistas, sin embargo, dijeron que era un monitoreo “descriptivo” y no una
evaluación de impacto. Nunca hubo evidencia estadística de la mejoría presentada.
Cuando el gobierno del FCN y Jimmy Morales llegaron al poder, el nombre del plan
cambió, ahora se conoce como Estrategia Nacional para la Prevención de la
Desnutrición Crónica (ENPDC) 2016-2020.
Toda esta numerología contrasta con las mediciones más amplias, esas según las
cuales la desnutrición en 2018 creció casi 7 puntos porcentuales respecto a 2015. Y
todas las cifras, en general, chocan con metodologías de medición que son, por decir
lo menos, deficientes.
Juan Carlos Carías, de la SESAN, reconoció que los expertos que plantearon la
estrategia para la reducción de la desnutrición crónica no consideraron una medición a
mediano plazo. El único referente que hay, aceptó este funcionario, es el llamado
SIGSA, un sistema de información gerencial de la salud pública que es alimentado por
enfermeras en el campo con la información de los pacientes que atienden. El SIGSA
es solo eso, un compendio de cifras que ni siquiera son analizadas.
Por ejemplo, el 60 por ciento de los casos está en el grupo etario entre 36-48 meses,
al que pertenece Nery, el hijo menor de Hilda Rivera de Jocotán. El 19 por ciento de
ese grupo ya presenta retraso de crecimiento severo por mala nutrición.
Más grave: los casos de desnutrición aguda a nivel nacional, la que mata niños y
niñas, afectan al 2 por ciento de los menores guatemaltecos. Este porcentaje está casi
tres veces por encima del 0.7 por ciento que presentó la ENSMI 2014-15.
Solo en Oquén, la aldea en que viven Hilda Rivera y sus hijos, han encontrado una
prevalencia de más del 60 por ciento de desnutrición crónica durante los últimos años.
En la segunda semana de marzo pasado, cuando se hicieron las mediciones en
Jocotán, encontraron al menos dos casos de desnutrición aguda.
Los que no tienen familiares migrantes que les envíen dinero, como es el caso de la
familia de Hilda Rivera, deben buscar trabajo en lo que saben hacer: agricultura y
artesanías. El único que trabaja para mantener a esta familia de 8 es Juan González,
esposo y padre, que sale todos los días a las plantaciones de café cercanas para
sacar la cosecha. Si le va bien hace Q40 al día: unos US$5.20, esto es US$0.65
diarios por cabeza.
Aun así, todo eso suena a muy poco en Jocotán, sobre todo cuando hay sequía.
Hilda Rivera cuenta que está preocupada y ha empezado a hacer más petates para
vender en Jocotán por Q10 o Q15, si tiene suerte. Ninguno de los esposos González
Rivera cuenta con la escolaridad para dedicarse a otra cosa que no sean las
artesanías o la agricultura. Ella ni siquiera fue a la escuela y de sus 6 hijos solo 3
asisten a clases.
Juan Carlos García, el titular de la SESAN, enumera la lista de logros escrita por las
autoridades cuando se le cuestiona por situaciones como las de Jocotán.
Según Carías, la Ventana de los Mil Días ha sido mejorada. Asegura que Jocotán es
uno de los municipios que más asistencialismo ha recibido con apoyo nacional e
internacional en los últimos 10 años, y que el actual Alcalde ha implementado mejoras
en la seguridad alimentaria y supervisado la atención en el primer nivel de atención del
sistema de salud. Poco se reflejan en las cifras de desnutrición de los niños de Las
Lajas.
Las explicaciones de Hilda Rivera, la madre de 6 niños de la aldea Oquén, son más
urgentes. En su español básico, desde su timidez, describe su pobreza: ella hace la
comida diaria con los ingredientes baratos que va encontrando cada día. Casi siempre
tiene maíz y una planta rica en nutrientes conocida como quilete, una especie de
hierba mora que se prepara en caldos y guisados. “Cuando hay, frijol; cuando no hay
se come tortilla con sal o quilete”, explica como quien lee una sentencia.
Hilda no recuerda qué comieron el día anterior, sí se acuerda que hubo comida. Hoy,
después de un desayuno que había consistido en huevo con aceite, el almuerzo será 4
sopas de vaso para los ocho integrantes de la familia. La cena, frijoles si los
encuentra, y si no –y si no– sopa de quilete. Otra vez.
Ya no podemos seguir postergando la reforma del sector. Las necesidades de salud cada
vez más complejas y una población creciente han rebasado las capacidades de respuesta
nacionales. La mortalidad infantil y materna, la desnutrición y las enfermedades
infecciosas mantienen altas tasas, la atención de las lesiones causadas por accidentes y
violencia consume importantes recursos y las enfermedades crónicas como la diabetes, el
cáncer, los problemas cardíacos y circulatorios, entre otros, han crecido rápidamente, sin
que haya una estrategia de respuesta preventiva y sin que capacidad de atención sea
proporcional a la escala de las necesidades.
Mecanismos
De cara a esta situación, reconocemos que los mecanismos financieros no son
sostenibles. El presupuesto público de salud se ha mantenido estático o decreciente en la
última década. La cobertura de la seguridad social refleja grandes niveles de elusión y
evasión por los sectores público y privado. El acceso a servicios y productos de salud por
medio del gasto de bolsillo golpea la economía familiar de la mitad de la población en
situación de pobreza, impide el acceso para los más vulnerables y también puede llevar al
empobrecimiento a población con mejores ingresos, cuando los problemas de salud que
enfrentan requieren servicios de alto costo y atención prolongada.
Por estas razones, la reforma del sector salud persigue el objetivo de garantizar la
protección integral de la salud, la disponibilidad, el acceso y la cobertura de servicios de
atención, a fin de lograr el más alto nivel de salud posible para todos los habitantes,
tomando en cuenta de los determinantes estructurales de la salud, la diversidad cultural y
étnica, y la capacidad económica del país.
Los gobiernos locales de Guatemala son los que tienen la autoridad para regir todos los
servicios públicos...
La reforma se concibe como un proceso continuo, progresivo y por etapas de
transformación estratégica del sistema de salud. Las etapas tienen relación de
dependencia entre sí...
Este año se sirvieron más de 2 millones 230 mil raciones de alimentos a niñas
y niños de 8 meses a 12 años de edad que asistieron a los 41 Centros de
Atención Integral (CAI), a nivel nacional, donde se les atiende en apoyo a sus
padres trabajadores, explicó la SBS. Este aporte llegó gracias a la gestión de la
subsecretaría de Preservación Familiar.
Este año, los CAI lograron ser certificados por el Ministerio de Educación, dada
la enseñanza que facilitan a nivel nacional.
Además, se instruyó a 95 guatemaltecos dispuestos a recibir en sus hogares a
jóvenes separados de sus padres por ser víctimas de abuso, esto como parte
del Programa Familias Sustitutas.