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Pontificia Universidad Católica de Chile

Facultad de Teología
Luis Antonio Ortiz Jiménez
El Bien.
El presente informe muestra de manera sintética el aporte del manual de teología moral
fundamental de Augusto Sarmiento, Enrique Molina y Tomás Trigo sobre el tema del conocimiento
del bien. Tomás Trigo es el que presenta este tema en la obra e indica que, para poder hacer el bien,
antes hay que conocerlo. El conocimiento del bien es espontáneo y natural al hombre, pero requiere
y espera su progresivo perfeccionamiento mediante las virtudes intelectuales. El autor desarrolla tres
conceptos necesarios para el conocimiento del bien moral.
Primeramente, indica el papel que desempeña la sindéresis. Que parte de una función de la
razón práctica. Ya que la razón conoce la verdad y el bien gracias a dos hábitos intelectuales básicos:
el entendimiento y la sindéresis. Con el segundo, conoce las primeras verdades sobre el bien, es decir,
los principios morales evidentes. Como entendimiento no es propiamente una virtud ya que más bien
es un hábito innato, es la capacidad primera del hombre para percibir el bien que le es propio.
Para Santo Tomás la sindéresis equivale a la razón natural. Es un hábito natural cognoscitivo
y prescriptivo. La importancia de esto radica en que constituye el comienzo y a la vez la guía natural
de toda la vida moral de la persona. Ya que gracias a ella la persona conoce el bien y el mal. Y no
solo los conoce, sino que se siente llamada a amar el primero y evitar el segundo, lo cual interpela a
la persona exigiéndole una respuesta personal. La sindéresis es el origen del deber moral, que no es
otra cosa que el bien en cuanto mandado por la sindéresis. Esta noción del bien, es lo primero que se
alcanza por la aprehensión de la razón práctica, esta será la guía infalible y permanente para discernir
el bien y el mal. Ahora bien, la conciencia moral no es un hábito, sino un acto, un juicio de la razón
práctica sobre la bondad o maldad de una acción concreta. La sindéresis no basta por si sola para
dirigir la acción, puesto que es de un carácter universal y sus principios quedan lejos de la práctica.
Es por eso que la prudencia tiene como objetivo determinar, la maldad o la bondad de un acto, por
medio de un juicio práctico, en cada caso particular, según las circunstancias concretas y teniendo en
cuanta los principios de la sindéresis.
El bien supremo del hombre es Dios, el cual es causa última de todos los seres, y la dirección
y configuración de todos los saberes y de toda la vida. Este conocimiento no es dado por la sindéresis,
sino por la sabiduría, en virtud de la razón especulativa. La sabiduría es el deseo natural que toda
persona experimenta de saber cuál es la causa última de todo lo que conoce, y especialmente la verdad
sobre el sentido de la existencia. De igual modo la sabiduría es un deber; que todo hombre debe
realizar, que viene preceptuado por la sindéresis, es por eso que con la sabiduría el hombre puede
ordenar todos los demás conocimientos y acciones. Ya el hombre al actuar no solo lo hace desde la
sindéresis sino de la visión del mundo que se ha formado, que implica una determinada valoración de
las personas, una jerarquía de valores y es la sabiduría la que proporciona esta visión del mundo.
Finalmente, la prudencia es la virtud que dispone a la razón práctica a discernir en toda
circunstancia nuestro verdadero bien y elegir los medios para realizarlo. El objeto propio de la
prudencia es razonar y juzgar sobre las acciones concretas. Aunque la prudencia es una virtud
intelectual gracias a ella se conoce la vida moral.
El conocimiento del bien lleva implicado una respuesta de Fe, que a su vez implica vivir esa
fe.
La pregunta con la que invitamos a la reflexión sería. Si el bien parte de la idea de Dios, en una
sociedad secularizada. ¿es relevante la noción del bien como el principio y fin último de las personas,
ya que impera cada vez más, un materialismo y utilitarismo como única medida de valoración
relevante?

Fuente: A. Sarmiento, E. Molina, T. Trigo, Teología Moral Fundamental, Pamplona: EUNSA, 2013

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