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Lectura del libro del Deuteronomio 6, 3-9

Escucha, Israel, y pon por obra, para que te vaya bien y crezcas en
número. Ya te dijo el Señor, Dios de tus padres: «Es una tierra que
mana leche y miel».
Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es solamente uno. Amarás
al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las
fuerzas.
Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria, se las
repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de
camino, acostado y levantado; las atarás a tu muñeca como un signo,
serán en tu frente una señal; las escribirás en las jambas de tu casa y
en tus portales.
Palabra de Dios.
Salmo responsorial: Salmo 18, 8. 9. 10. 11 (R.: cf. Jn 6, 63c)

R. Tus palabras, Señor, son espíritu y vida.

La ley del Señor es perfecta


y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante. R.

Los mandatos del Señor son rectos


y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos. R.

La voluntad del Señor es pura


y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos. R.

Más preciosos que el oro,


más que el oro fino;
más dulces que la miel
de un panal que destila. R.
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 3, 14-17

Querido hermano:
Permanece en lo que has aprendido y se te ha confiado, sabiendo
de quién lo aprendiste y que desde niño conoces la sagrada
Escritura; ella puede darte la sabiduría que, por la fe en Cristo Jesús,
conduce a la salvación.
Toda Escritura inspirada por Dios es también útil para enseñar,
para reprender, para corregir, para educar en la virtud; así el hombre
de Dios estará perfectamente equipado para toda obra buena.
Palabra de Dios.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 4, 16-21

En aquel tiempo, fue Jesús a Nazaret, donde se había criado, entró


en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie
para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y,
desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
«El Espíritu del Señor está sobre
mi, porque él me ha ungido.
Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres,
para anunciar a los cautivos la libertad,
y a los ciegos la vista;
para dar libertad a los oprimidos,
para anunciar el año de gracia del Señor».
Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó.
Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles:
—«Hoy se cumple ésta Escritura que acabáis de oír».
Palabra del Señor.

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