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ANNIE LEONARD explica en LA HISTORIA DE LAS COSAS cómo el sistema capitalista y las

consecuencias que esto tiene para nuestro planeta y las personas que vivimos en él.

“Lo que nos dicen los libros es que las cosas se mueven a través de un sistema: EXTRACCIÓN,
PRODUCCIÓN, DISTRIBUCIÓN, CONSUMO, DISPOSICIÓN. Eso se llama ‘Economía de los materiales’”.

“Esta es la historia de un mundo obsesionado con cosas, es la historia de un sistema en crisis”.

El trabajo del gobierno es protegernos, cuidarnos. Ese es su trabajo. A medida que las empresas han
crecido en tamaño y poder, hemos visto algunos cambios en los gobiernos, que parecen estar un
poco más preocupados por el bienestar de las empresas que por nosotros.

Algo que muy poca gente sabe es que tan sólo el 1% de todas las cosas que poseemos sobrevive al
primer año de uso. El muy alarmante 99% restante se convierte en desechos que casi nunca son
reutilizados, y que van a parar, la gran mayoría de las veces, a inmensos botaderos de basura en
países en vías de desarrollo. “Porque los países desarrollados no quieren tener que convivir con toda
esta basura en su propio jardín”.

La primera etapa es LA EXTRACCIÓN, que también es una forma elegante de decir “la destrucción
del planeta”. Se presenta así: cortamos los árboles, volamos las montañas para extraer los metales
que hay adentro, agotamos toda el agua y eliminamos a los animales.

Aquí nos topamos con el primer lí-mite. Se nos están acabando los recursos. Usamos demasiadas
cosas.

Y nuestro problema no es sólo que usamos demasiadas cosas, sino que usamos más de lo que nos
corresponde. Tenemos el 5% de la población mundial, pero usamos el 30% de los recursos del
planeta y generamos el 30% de los desechos del mundo.

En el paso siguiente, los materiales entran en LA PRODUCCIÓN, y lo que sucede ahí- es que usamos
energí-a para mezclar quí-micos tóxicos con los recursos naturales para fabricar productos
contaminados con tóxicos.

Los tóxicos que entran, salen. Mientras sigamos utilizando quí-micos tóxicos en nuestro sistema de
producción, seguiremos teniendo sustancias tóxicas en las cosas que llevamos a nuestros hogares,
lugares de trabajo, y escuelas. Y claro, a nuestros cuerpos.

En todo el mundo, doscientas mil personas por dí-a se trasladan desde los lugares que les dieron
sustento por generaciones hacia las ciudades, muchos para vivir en barrios miserables, para buscar
empleo, sin importar qué tan tóxico sea el trabajo.

¿Qué pasa después de que todos estos recursos son convertidos en productos? Pasan a ser
distribuidos.

DISTRIBUCIÓN significa ‘vender toda esta basura contaminada lo más rápido posible’. El objetivo es
mantener los precios bajos, hacer que la gente siga comprando y que los inventarios se sigan
moviendo.

Nosotros no estamos pagando realmente por lo que compramos. ¿Pero quién paga?
Estas personas pagaron con la pérdida de sus recursos naturales. Estas personas pagaron con la
pérdida de su aire limpio, con una mayor incidencia de asma y cáncer. Los niños en el Congo pagaron
con su futuro: 30% de los niños en distintas partes del Congo ha abandonado la escuela para trabajar
en las minas de coltán, un metal que nosotros necesitamos para nuestros electrodomésticos baratos
y desechables. Estas personas pagaron incluso, al tener que pagar ellos su seguro médico.

Y esto nos lleva a la flecha dorada del CONSUMO. Este es el corazón del sistema, el motor que lo
mueve.

Nos hemos convertido en una nación de consumidores. Nuestra principal identidad se ha convertido
en ser consumidores, no madres, maestros o agricultores, sino consumidores. La principal forma en
que se mide y se demuestra nuestro valor es cuánto contribuimos a esta flecha, cuánto consumimos.

¿Cómo lograron que nos sumáramos tan entusiasmados a este programa? Pues, dos de sus
estrategias más efectivas son: la obsolescencia programada y la obsolescencia percibida.

Obsolescencia programada es una forma de decir ‘diseñado para ser desechado’. Significa que, de
hecho, se fabrican cosas que están diseñadas para volverse inútiles lo más pronto posible, para que
nosotros las desechemos y compremos cosas nuevas.

La obsolescencia percibida sirve para convencernos de desechar objetos que todavía son
perfectamente útiles. Simplemente cambiando la apariencia de las cosas, de modo que si compraste
tus cosas hace un par de años, cualquiera se da cuenta de que no has aportado a esta flecha
recientemente, y como la manera en que demostramos que valemos es contribuyendo a esta flecha,
puede resultar vergonzoso.

Creo saber por qué. Tenemos más cosas pero cada vez tenemos menos tiempo para lo que
realmente nos hace felices: los amigos, la familia, el esparcimiento. Estamos trabajando más duro
que nunca. Algunos analistas dicen que hoy dí-a tenemos menos tiempo libre que en el feudalismo.

Las dos actividades principales que realizamos en el escaso tiempo libre que tenemos son Ver
televisión y comprar.

Y ¿qué ocurre finalmente con todo lo que compramos? A este ritmo de consumo las cosas ya no
caben en nuestras casas, aún a pesar de que el tamaño promedio de las casas en Estados Unidos se
ha duplicado desde los años setenta. Todo se va a la basura.

Y esto nos lleva a LA DISPOSICIÓN.

Toda esa basura o bien se arroja a un relleno, que no es otra cosa que un gran agujero en el suelo,
o si realmente tienes mala suerte, primero se quema en un incinerador y luego se arroja a un relleno.
De cualquier forma, ambas contaminan el aire, el suelo, el agua y no olvidemos que contribuyen al
cambio climático.

La incineración es realmente dañina. Incinerar la basura libera todos esos tóxicos al aire. Lo que es
aún peor, genera nuevos súper-tóxicos. Como las dioxinas. Las dioxinas son las sustancias más
tóxicas conocidas por la Ciencia. Y los incineradores son la fuente número uno de emisión de
dioxinas.
Eso significa que podríamos detener la principal fuente de emisión de la sustancia más tóxica hecha
por el hombre simplemente dejando de quemar la basura.

Existe una nueva forma de pensar las cosas y está basada en la sustentabilidad y la equidad: Química
Verde, Basura Cero, Producción de Ciclo Cerrado, Energía Renovable, Economías Locales Vibrantes.

Aun así, no todo está perdido todavía. La misión de Leonard es hacer que cada vez más personas
puedan entender cómo funciona el sistema para poder replantear el esquema y evitar que esta
economía de consumo innecesario acabe con el planeta. Según ella, “podemos convertir todos estos
problemas en soluciones”.

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