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Boletín y Elegía de La Guita
Boletín y Elegía de La Guita
Viruela: terrible latina cocinando para los hijos del verdadero dios,
guapa y crujiente como su hija latina.
Así dijeron. Cuánto por aquí.
Y después: Rodd, Michael, Silverstone, Antonio, Mickey,
acciones, elipsis, cienciología, pescado, piedras, ceniza,
mujeres, hija, objeto-video personal
esposa-spoiled bratts, que en tres meses
comerán más dos mil dólares en hijas hermosas de otros.
Y a la mujer, que le den, que coma, que guarde la pietro beretta
cerca de su encéfalo o el cerebro reptil de su amante de Guyanas, ese africano
y su hijo idéntico a Bruno Mars, decía,
noche a noche. Día a día.
En la aduana también,
entre contadoras, abogadas y modelos
había una llamada La Gatita.
Un día se le cayó un smartphone de oro,
Ay, se le cayó en mil pedazos.
Y el auditor Jean Paul Chicaiza, tanto odio para nosotros,
por retorcido de cuentas alegres,
cogióle las nalgas y se la llevó al Tantra.
Ella, ni un gemido, ni una lágrima,
pero dijo una palabra tan suya y tan nuestra: ¡Pagas vos!
Y él, muy cobarde, puso una tarjeta sin fondos
en la bandeja, hasta que estuvo rechazada y luego la besó en los labios,
así, que ella se abrió como un ave decepcionada.
Cinco días le bloqueó,
yo la encontré muerta de iras, en la barra del bar sucio y limpio at the same time.
Y al Tony Balsas, el hijo imaginario del general Balsas, se le iba saliendo el terror
por la homosexualidad escondida,
le persiguieron: un chiquillo con tarjeta extendida y cupo ilimitado
con fuete le perseguía, iba a la cabeza.
Y él, corre que corre, como marica herido
por esas calles de bares, polvo y coca de cal,
hasta que cayó rendido a los pies de tantos efebos.
Amáronle. Amarráronle el pelo a un video porno que lo destruyó entre su familia,
y destrozáronle hasta mitad de enero, en la gran plaza de la moral de la virgen con
himen.
Allí le rellenaron la mariconada con sermones y whisky importado.
Él era todo piernas, todo trasero, todo boca:
"San Sebastián, sorry, hermanita, Santito de mis flechas mal puestas, perdóname el
gusto de la estrella".
Nadie le vio terminar.