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Si la religiosidad constituye una estructura intima de la conciencia que no depende de

las innumerables y efímeras oposiciones entre lo profano o lo sagrado a lo largo de la


historia, entonces la secularización de un valor religioso constituye simplemente un
fenómeno religioso, que ilustra a fin de cuentas, la ley de la transformación universal de
los valores humanos.
Si inevitablemente las religiones desaparecen, pero no la religiosidad
Entonces se ilustra a fin de cuentas la ley de la transformación universal de los valores
humanos.

Si el hombre religioso se esfuerza por mantenerse en un universo sagrado entonces la


alimentación, la sexualidad, el trabajo pueden llegar a ser un sacramento, una comunión
con lo sagrado.
Si el hombre no es religioso ni se esfuerza por mantenerse en lo sagrado
Entonces para el hombre arreligioso las funciones vitales no son más que procesos
orgánicos o simples actos fisiológicos.

Si una existencia radicalmente secularizada, sin Dios ni dioses es susceptible de


constituir el punto de partida de un nuevo tipo de religión, entonces, las nuevas
generaciones están frente a las consecuencias virtuales de lo que podrían llamarse, las
teologías contemporáneas de “la muerte de Dios”.
Si las teologías contemporáneas de la muerte de Dios están frente a las nuevas
generaciones, entonces se ha demostrado hasta la saciedad la inanidad de todos los
conceptos, los símbolos y los ritos de las Iglesias cristianas.
Por lo tanto si una existencia secularizada, es capaz de fundar un nuevo tipo de
experiencia religiosa, entonces se ha demostrado una toma de conciencia de carácter
opuesto al del monoteísmo judeo-cristiano.

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