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 Modulo 1. Derecho Privado.

 El Derecho Privado

Noción
El derecho, en su aspecto objetivo, es el conjunto de normas o reglas de conducta impuestas por el Estado con
carácter obligatorio, que prevén o describen comportamientos humanos, imponiendo deberes y reconociendo
facultades con miras a crear un orden social justo.
Ahora bien, el derecho objetivo positivo se clasifica, para su mejor conocimiento y aplicación, en dos grandes
ramas: el derecho público y el derecho privado.
Así, cuando la relación jurídica presenta caracteres de subordinación o supraordinación, por la intervención del
Estado en su carácter de poder público, es de derecho público.
En tanto, si los sujetos que participan en dicha relación se vinculan en un pie de igualdad, en un plano de
coordinación, como cuando en ella participan los particulares o aun el Estado como titular de un derecho
subjetivo privado, esta refiere al derecho privado.

Evolución histórica
Durante los últimos años, existió una fuerte tendencia a la unificación del derecho civil con el derecho comercial,
debido a que había problemáticas que caían bajo la regulación de ambos.
Lo que se pretendía era edificar las bases de un derecho privado patrimonial que englobara tanto al derecho
civil patrimonial como al derecho comercial sobre parámetros más amplios, propios de un derecho común. Es
decir, con anterioridad a la sanción del Código Civil y Comercial1, era nítida la separación entre ambas ramas
de derecho privado.

Contenido actual
Ahora bien, ese panorama se vio modificado sustancialmente con la sanción del Código Civil y Comercial, que
agrupa finalmente el derecho civil con el derecho comercial en un solo cuerpo normativo. Sin embargo, esta
unificación es parcial, pues muchos microsistemas legislativos subsisten, en particular en el área del derecho
comercial, como son los casos de la Ley de Sociedades2, la Ley de Seguros3 y la Ley de Concursos y Quiebras4,
entre otras.
El derecho privado se divide en dos partes: una parte general y otra especial. En la primera, se estudian los
elementos esenciales y comunes a toda clase de relaciones jurídicas: sujetos, objeto y causa. En la parte
especial, se examinará el derecho de familia, los derechos personales (es decir, el derecho de las obligaciones,
de los contratos y de la responsabilidad civil), los derechos reales y el derecho de las sucesiones.

Constitucionalización
El Código Civil y Comercial toma muy en cuenta los tratados en general y, en particular, los derechos humanos
y los derechos reconocidos en todo el bloque de constitucionalidad. Es decir, se produce la constitucionalización
del derecho privado y se establece una comunidad de principios entre la Constitución5, el derecho público y el
derecho privado.
Así se ve claramente, por ejemplo, en la protección de la persona a través de los derechos fundamentales, los
derechos de incidencia colectiva, la tutela del niño, de las personas con capacidades diferentes, entre otros
aspectos. En otras palabras, “puede afirmarse que existe una reconstrucción de la coherencia del sistema de
derechos humanos con el derecho privado” (Lorenzetti, Highton de Nolasco y Kemelmajer de Carlucci, 2011, p.
4).

Los códigos de Vélez: civil y comercial


Antecedentes
Tanto el Código Civil6 como el Código de Comercio7 –que regían con anterioridad al sancionado mediante la
Ley N.° 26994, Código Civil y Comercial de la Nación– fueron elaborados por Dalmacio Vélez Sarsfield La primera
iniciativa orgánica, orientada a promover la codificación de nuestro derecho, la constituye el decreto de Urquiza
con fecha el 24 de agosto de 1852. Por este, se disponía la constitución de una comisión general codificadora
dividida en cuatro secciones, cada una de las cuales estaba dedicada, respectivamente, al derecho civil, al
derecho comercial, al derecho penal y al derecho procesal.
Esta iniciativa se convierte en precepto constitucional: en la Constitución de 1853, el artículo 64, inciso 11 y en
la Constitución de 1860, el artículo 67, inciso 11, donde se confiere facultad al Congreso de la Nación para dictar
los códigos fundamentales.
De tal modo, Urquiza nombra a Vélez Sarsfield, en setiembre de 1854, como miembro redactor de la sección
encargada de preparar el proyecto del Código Civil (Buteler Cáceres, 2000).

Reseña histórica
Vélez Sarsfield prepara, junto con Eduardo de Acevedo, el proyecto de Código de Comercio para la provincia de
Buenos Aires, que entra en vigencia en 1859 y que, por sanción del Congreso de la Nación de 1862, vino a
convertirse en Código de Comercio de la República Argentina. Así, el primer código de derecho privado fue el
Código de Comercio.
Bartolomé Mitre, por un decreto con fecha el 20 de octubre de 1864, encomienda a Vélez Sarsfield la
preparación de un proyecto de Código Civil, quien se consagra enteramente a dicha tarea y da fin a la obra en
1869.
El Poder Ejecutivo remite el proyecto al Congreso de la Nación; este resuelve sancionarlo a libro cerrado, lo que
fue un acierto, porque nunca se habría logrado la sanción del Código si este hubiera sido sometido a una revisión
integral por las dos cámaras del Congreso.
La Ley N.° 340 es la que disponía la sanción del proyecto y, en su artículo primero, establecía que el Código Civil
entraría a regir como ley de la República a partir del 1 de enero de 1871; código que, con varias modificaciones,
estuvo en vigencia hasta la aprobación del Código Civil y Comercial sancionado por la Ley N.° 26994 (Buteler
Cáceres, 2000).
Código Civil y Comercial
La unificación legislativa. Contenido
Tal como se ha señalado anteriormente, la sanción del Código Civil y Comercial ha unificado el derecho civil y el
derecho comercial y ha renovado la legislación del derecho privado.
La renovación de la legislación de derecho privado era necesaria. El Código sancionado responde a criterios
generalmente aceptados por la doctrina y avalados muchas veces por la jurisprudencia ya imperante. La
adecuación del derecho civil y comercial al derecho supranacional de los derechos humanos y -por supuesto- a
la Constitución Nacional, como lo hace el Código nuevo es un avance indiscutible. (Rivera y Medina, 2014, p.
47).

Fuentes
Para la elaboración del Código Civil y Comercial, se han tenido en cuenta “los antecedentes más significativos
del derecho comparado, la doctrina de los autores nacionales y extranjeros con mayor prestigio académico, la
opinión de los congresos de juristas y los criterios de la jurisprudencia” (Lorenzetti et al., 2011, p. 6).
Se han utilizado los siguientes proyectos de reformas:
 El Anteproyecto de 1926 preparado por Juan Antonio Bibiloni.
 El Proyecto de 1936.
 El Anteproyecto de 1954, redactado bajo la dirección del Dr. Jorge Joaquín Llambías.
 El Proyecto de Unificación de la Legislación Civil y Comercial, proveniente de la Cámara de Diputados de
la Nación en 1987 (Proyecto 1987).
 El Proyecto de 1993 de Unificación de la Legislación Civil y Comercial, elaborado por la denominada
Comisión Federal de la Cámara de Diputados de la Nación (Proyecto 1993 CF).
 El Proyecto preparado por la Comisión creada por decreto del Poder Ejecutivo Nacional 468/92
(Proyecto 1993 PEN).
 El Proyecto de 1998, preparado por la Comisión creada por decreto del Poder Ejecutivo Nacional 685/95
(Proyecto 1998). (Lorenzetti et al., 2011, p. 6).

Todo ello “fue enriquecido por numerosos trabajos críticos de la doctrina y decisiones jurisprudenciales que
también se tuvieron en consideración” (Lorenzetti et al., 2011, p. 6) para la elaboración del Código Civil y
Comercial.
El método. Título preliminar
El Código Civil y Comercial “contiene un Título Preliminar y luego una Parte General para todo el Código, así
como partes generales para las diversas instituciones que regula” (Lorenzetti et al., 2011, p. 7).
Así, tenemos el “Título preliminar”, que incluye las definiciones sobre las fuentes del derecho y las reglas de
interpretación y establece pautas para el ejercicio de los derechos con cláusulas generales relativas a la buena
fe, al abuso del derecho y al fraude a la ley.
Luego, el “Libro primero” es la parte general para todo el Código, en el que se regulan los institutos de esta
asignatura, es decir, lo atinente a la persona, la capacidad e incapacidad, los derechos y los actos personalísimos,
los atributos de la persona, la persona jurídica, los bienes, los derechos de incidencia colectiva, la vivienda, los
hechos y actos jurídicos, los vicios de dichos actos, la ineficacia y la nulidad.
El “Libro segundo” reglamenta las relaciones de familia; el “Libro tercero”, los derechos personales; el cuarto,
los derechos reales; el quinto, la transmisión de derechos por causa de muerte; el sexto está integrado por las
disposiciones comunes a los derechos reales y personales.
Por otro lado, el Código no contiene notas y “se ha tratado de incluir sólo aquellas definiciones que tienen
efecto normativo y no meramente didáctico, en consonancia con la opinión de Vélez Sarsfield, primer
codificador, expresada en la nota al artículo 495 del Código Civil” (Lorenzetti et al., 2011, p. 8).
Título preliminar
El “Título preliminar” contiene las reglas generales de todo el sistema para que “los operadores jurídicos tengan
guías para decidir en un sistema de fuentes complejo” (Lorenzetti et al., 2011, p. 9) y, de esta manera, promover
“la seguridad jurídica y la apertura del sistema a soluciones más justas” (Lorenzetti et al., 2011, p. 10).
El Título Preliminar distingue entre el derecho como sistema y la ley como fuente principal, pero no única.
El primer capítulo del Código Civil y Comercial, denominado “Derecho”, fija reglas claras para la toma de
decisión. Así, en primer lugar, dispone que los casos deben ser resueltos conforme a un sistema de fuentes y
destaca primeramente que deben resolverse de acuerdo con la ley que resulte aplicable; de lo contrario,
aparecerían sentencias arbitrarias por no aplicar la ley o apartarse de ella sin declarar su inconstitucionalidad.
También alude a la Constitución Nacional y a aquellos tratados de los que el país forme parte, y regula el valor
de los usos, las prácticas y las costumbres, sobre los que refiere que “son vinculantes cuando las leyes o los
interesados se refieren a ellos o en situaciones no regladas legalmente, siempre que no sean contrarios a
derecho”8.
El artículo 2 establece pautas de interpretación y señala que “la ley debe ser interpretada teniendo en cuenta
sus palabras, sus finalidades, las leyes análogas, las disposiciones que surgen de los tratados sobre derechos
humanos, los principios y los valores jurídicos, de modo coherente con todo el ordenamiento”9.
Finalmente, el último artículo de este capítulo regula la obligación de los jueces de decidir razonablemente y de
manera fundada, “expresión que se ajusta a lo que surge de la doctrina de la arbitrariedad de sentencias. Esta
disposición se aplica extensivamente a todos los que deben decidir casos con obligación de fundarlos”
(Lorenzetti et al., 2011, p. 14).
El segundo capítulo, denominado “Ley”, comprende del artículo 4 al 8 inclusive y estatuye, en primer lugar, la
obligatoriedad de la ley y su vigencia. Luego, dispone el modo de contar los intervalos del derecho.
El artículo 7, por su parte, prevé que, “a partir de su entrada en vigencia, las leyes se aplican a las consecuencias
de las relaciones y de las situaciones jurídicas existentes”10.

Ahora bien, en relación con los contratos en curso de ejecución, ellos deben ser juzgados por la ley vieja, salvo
que se trate de una relación de consumo y la nueva sea más favorable para el consumidor, en cuyo caso se
aplicará esta, pues fue sancionada de acuerdo con lo que parece más razonable según los cambios sociales o
las prácticas de negocios.
Por último, se regula el principio de la inexcusabilidad de derecho, es decir, que no se puede alegar como excusa
de cumplimiento la ignorancia de las leyes, exceptuando los casos que determina el ordenamiento jurídico.
El capítulo tercero, “Ejercicio de los derechos”, tiene por destinatario principal a los ciudadanos. Las cláusulas
generales relativas a la buena fe, el abuso y el fraude son principios generales en todo el derecho privado, es
por ello que se incluyen en el “Título preliminar”.
Así, en este capítulo se instituye la regla de que los derechos deben ser ejercidos de acuerdo con el principio de
buena fe y los límites en su práctica son el abuso del derecho, el orden público, el fraude a la ley y los derechos
de incidencia colectiva (esto será desarrollado en el punto 1.6, a cuya lectura remitimos).
Asimismo, se consagra la prohibición a la renuncia general de las leyes, la que es plenamente justificable porque,
de lo contrario, se afectaría la obligatoriedad de la ley.
Por último, el capítulo 4, “Derechos y bienes”, contiene una serie de pautas generales que regulan la relación
del sujeto y su patrimonio. Así, por un lado, se dispone que la persona es titular de los derechos individuales
sobre los bienes susceptibles de valor económico que integran su patrimonio y, por otro, se reconocen: a) los
derechos sobre el cuerpo humano y sus partes; b) los derechos de propiedad comunitaria de los pueblos
originarios.

 Relación Jurídica Privada.

La relación jurídica privada: noción y elementos


La relación jurídica es la situación en la que se encuentran varias personas vinculadas entre sí, regulada por el
derecho. Ahora bien, no toda relación entre personas, aun cuando pueda producir efectos jurídicos, es una
relación jurídica. Así, la amistad, pese a que puede producir ciertos efectos jurídicos, como la obligación de los
jueces de excusarse cuando tienen amistad íntima con alguna de las partes litigantes, no es una relación de esa
clase.
En pocas palabras, es el vínculo entre dos o más personas que, tendiente a la satisfacción de intereses dignos
de tutela jurídica, es disciplinado y orgánicamente regulado por el ordenamiento jurídico.
La relación jurídica está conformada por:
a) Sujetos: titulares de las prerrogativas y de los deberes jurídicos que la conforman. Se denomina sujeto
activo a quien se le atribuyen derechos o facultades y sujeto pasivo a aquel sobre el que recaen deberes.
b) Objeto: es aquello sobre lo que se aplica cada uno de los derechos.
c) Causa: es la fuente de la que ella emana. Son los hechos o actos jurídicos que le dan origen. Así, por
ejemplo, el contrato de compraventa da nacimiento a una relación jurídica entre un comprador y un
vendedor.

Los derechos subjetivos


Definición. Teorías
Hemos señalado precedentemente que el derecho en sentido objetivo es el conjunto de normas jurídicas
sancionadas por el Estado que están vigentes en un determinado momento y que tienden a instaurar un orden
social justo.
Ahora bien, el fenómeno jurídico también puede ser aprehendido desde una esfera subjetiva; así, se nos
presenta como un conjunto de facultades o prerrogativas otorgadas por el derecho objetivo a los individuos –
derechos subjetivos– frente a los que aparecen, también en la esfera subjetiva del derecho, los deberes
jurídicos.
Los derechos subjetivos son los contenidos de las relaciones jurídicas. Para definirlos, existieron distintas
teorías. Siguiendo a Tagle (2002), se pueden citar las siguientes:
Doctrina de la voluntad: esta concepción considera que el derecho subjetivo es un poder atribuido a la
voluntad. Fue inicialmente atribuida a Savigny, quien entiende al derecho subjetivo como una esfera en la cual
reina soberana la voluntad de las personas, por cuanto es esta la que resulta determinante para hacer uso o no
de las facultades que la norma le confiere.
Doctrina del interés: Ihering ha criticado la doctrina de la voluntad, cuando señala que esta no alcanza para
explicar el derecho subjetivo, por cuanto hay sujetos carentes de voluntad que son titulares de derechos
subjetivos. Es decir: estos derechos pueden adquirirse independientemente de la voluntad del beneficiario. Así,
define al derecho subjetivo como el interés jurídicamente protegido.
Teorías intermedias: numerosos autores posteriores han descubierto que, en realidad, los elementos de la
voluntad y el interés no se contraponen ni se excluyen, sino que, por el contrario, se complementan. Por eso,
con algunos matices, se sostiene generalmente que el derecho subjetivo es la potestad de voluntad humana,
reconocida y protegida por el orden jurídico, que tiene por objeto un bien o un interés.
Actualmente, se definen como “un poder o facultad conferido a los sujetos por el ordenamiento jurídico, para
exigir de otros sujetos un comportamiento o conducta, tendiente a la satisfacción de intereses dignos de
protección” (Tagle, 2002, p. 68).
Elementos y clasificación
El análisis de la estructura del derecho subjetivo permite descubrir que posee tres elementos. Estos son: a) un
sujeto al que pertenece, que resulta ser titular; b) un objeto sobre el que recae; c) un contenido que encierra,
es decir, la causa.
a) El sujeto del derecho es quien resulta investido de la potestad que esta encierra; no siempre coincide
con el portador del interés (por ejemplo, los representantes de los incapaces de obrar son quienes
ejercen los derechos subjetivos que a aquellos corresponden).
b) El objeto es la entidad o la materia sobre la que recae el poder conferido al sujeto.
c) El contenido de los derechos subjetivos está conformado por el conjunto de poderes o facultades que
detenta su titular de acuerdo con la naturaleza del derecho que se trate.
En esta materia, se estudiarán cada uno de estos elementos, ya que constituyen los pilares de base para agrupar
sistemáticamente todo lo que comprende el contenido de la parte general de derecho privado.
A su vez, estos derechos se clasifican en diferentes categorías.
Se encuentran primero dos grandes grupos:
1) los derechos subjetivos extrapatrimoniales o que importan a la persona
2) los derechos subjetivos patrimoniales o que importan al patrimonio.

En el primer grupo se encuentran dos categorías: a) los denominados iura in persona ipsa o derechos sobre la
propia persona, que son los derechos humanos, también denominados personalísimos, que se consideran
innatos; y b) los denominados iura in persona aliena o derechos sobre la persona ajena, que son los
denominados derechos potestativos y que importan las relaciones de familia (responsabilidad parental, tutela
o curatela).
En el segundo grupo, se encuentran: a) los derechos personales o los derechos creditorios u obligaciones, que
implican la facultad de un sujeto acreedor de exigir a otro deudor el cumplimiento de una conducta o prestación
debida; b) los derechos reales que importan la relación de las personas con las cosas; c) los derechos
intelectuales que importan la protección del ingenio humano, entre estos se encuentran los derechos de autor,
las marcas y las patentes.
Gráficamente, estos derechos se pueden representar como se observa en la figura a continuación.

Límites en el ejercicio de los derechos


Ejercer un derecho es hacer uso de este. La práctica del derecho es, por lo tanto, la actuación de su contenido.
Comprende, en sentido amplio, tanto los actos de uso y disfrute del objeto del derecho como la utilización de
acciones y otros medios de defensa que pertenecen al titular para la protección de su derecho.
Ahora bien, este ejercicio tiene límites. Uno de ellos es el principio de buena fe.
Sin duda que el límite al ejercicio de los derechos está dado por el propio poder que lo confiere; fuera de dicho
poder, se obra de hecho y se carece de derecho. El artículo 9 del Código Civil y Comercial dispone “Principio de
buena fe. Los derechos deben ser ejercidos de buena fe”1, lo que implica la “recíproca lealtad” (Rivera y Medina,
2014, p. 83) de las partes en el curso de las relaciones contraídas. Esta debe apreciarse objetivamente, aplicando
a cada situación el criterio de lo que hubieran hecho dos personas honorables y razonables.
El abuso del derecho
El artículo 10 del Código Civil y Comercial dice:
Abuso del derecho. El ejercicio regular de un derecho propio o el cumplimiento de una obligación legal no puede
constituir como ilícito ningún acto.
La ley no ampara el ejercicio abusivo de los derechos. Se considera tal el que contraría los fines del
ordenamiento jurídico o el que excede los límites impuestos por la buena fe, la moral y las buenas costumbres.2
Nacida con el objeto de mitigar la concepción individualista del derecho, esta teoría entraña la admisión
aristotélica de que “las cosas se especifican por su fin”, es decir que cabe resguardar en su ejercicio el sentido,
ratio legis o finalidad que lo caracteriza. (Muñoz, 2016, https://goo.gl/88zhLY).
Lo que se protege es el ejercicio regular del derecho. Esto supone que, cuando el legislador nos confiere una
prerrogativa, no es para que hagamos cualquier uso de ella, sino aquel que ha tenido en vista un objetivo
determinado (Rivera y Medina, 2014).
El criterio de determinación es amplio, ya que habrá abuso de derecho cuando se contraríen los fines del
ordenamiento o se excedan los límites de la buena fe, la moral y las buenas costumbres. Es decir, los elementos
del acto abusivo son: a) la conducta del titular de un derecho subjetivo permitida por una expresa disposición
legal; b) el perjuicio a un tercero sin provecho o utilidad alguna para el titular; c) la conducta en contradicción
con los fines de la norma o con las reglas de la buena fe, la moral o las buenas costumbres.

Orden público. Fraude a la ley


Por su parte, el artículo 12 del Código Civil y Comercial dispone:
Orden público. Fraude a la ley. Las convenciones particulares no pueden dejar sin efecto las leyes en cuya
observancia está interesado el orden público.
El acto respecto del cual se invoque el amparo de un texto legal, que persiga un resultado sustancialmente
análogo al prohibido por una norma imperativa, se considera otorgado en fraude a la ley. En ese caso, el acto
debe someterse a la norma imperativa que se trata de eludir.3
En relación con el orden público, como límite de la autonomía de la voluntad privada, si bien se trata de un
concepto difícil de precisar por su generalidad y mutabilidad (por hallarse ligado a las ideas que predominan en
una sociedad y que, por tanto, son variables), se concluye que existen dos tipos o categorías de leyes: las que
pueden ser dejadas sin efecto por las partes –llamadas supletorias, interpretativas o permisivas– y las que no.
A estas últimas, el Código las denomina de orden público y son precisamente las imperativas, puesto que lo que
las caracteriza y configura es la circunstancia de que las partes no pueden dejarlas sin efecto. Así, la ley de orden
público prevalece sobre la voluntad individual contraria, por lo que los interesados no pueden eliminar u
obstaculizar los efectos de una disposición de tal carácter.
En otro orden de ideas, en cuanto al alcance del segundo párrafo, es decir, del fraude a la ley, lo que el legislador
busca es que prime la verdad real sobre la formal, esto es, la buena fe sobre la maniobra fraudulenta. Así, el
acto fraudulento debe someterse a la norma imperativa que se trata de eludir (Rivera y Medina, 2014).

Derechos de incidencia colectiva


El artículo 14 del Código Civil y Comercial dispone: Derechos individuales y de incidencia colectiva. En este
Código se reconocen: a) derechos individuales; b) derechos de incidencia colectiva.
La ley no ampara el ejercicio abusivo de los derechos individuales cuando pueda afectar al ambiente y a los
derechos de incidencia colectiva en general.4
Los derechos de incidencia colectiva [son los] que tienen por objeto bienes colectivos (art. 43 de la Constitución
Nacional) son ejercidos por el Defensor del Pueblo de la Nación las asociaciones que concentran el interés
colectivo y el afectado. Es decir, son los que tutelan un bien que pertenece a toda la comunidad.
Otro límite al ejercicio de los derechos es lo estatuido en el artículo 43 de la Constitución Nacional5, pues se
prohíbe el ejercicio abusivo de los derechos individuales en tanto pueden dañar el ambiente y a “los derechos
de incidencia colectiva en general”6 como, por ejemplo, los derechos del consumidor. Se trata de que los
derechos subjetivos tengan límites respecto de los bienes colectivos.
 Persona y Sujeto de Derecho

Sujetos de la relación jurídica


Esta unidad comienza con el análisis del primer elemento de la relación jurídica, esto es, la persona como sujeto
de derecho, como titular de las prerrogativas o facultades, y sus correlativos deberes que conforman el
contenido de la relación jurídica.

Persona humana
Persona y sujeto de derecho: nociones y distinciones
La noción de persona es muy importante para nuestro sistema jurídico, ya que posee una cantidad de
connotaciones necesarias para comprender su protección.
Nuestra ley no da una noción de lo que debe entenderse por persona; directamente empieza el Título I el cual
hace referencia al comienzo de su existencia. Matilde Zavala de González expresa:
Mientras que el hombre es una realidad ontológica (un "ente" biosíquico y espiritual); persona es, dentro
del derecho, una categoría jurídica (el ente, humano o no, que goza de capacidad de derecho) … El
hombre existe en la naturaleza, la persona solamente en el derecho. (1983, p. 4).
Por lo tanto, cuando hablamos de persona, hacemos alusión a una categoría jurídica, es decir, a una calidad que
contiene en sí misma la aptitud de ser portadora de derechos.
Así, se puede deducir que la palabra persona hace referencia a la personalidad jurídica –la investidura jurídica
de la que goza el sujeto–, a la aptitud o la disposición potencial para tener derechos, adquirirlos y ser sujeto
activo o pasivo de las relaciones jurídicas. Por su parte, hombre hace referencia al sustrato o soporte biológico
de las personas humanas, que, para estar protegido, necesita de esa personalidad jurídica.
Por último, la expresión sujeto de derecho alude a las personas cuando están interactuando en interferencia
intersubjetiva; por ejemplo, cuando están dando vida a un contrato. Gráficamente, es la persona en
movimiento.
Derechos y actos personalísimos
Definición. Naturaleza jurídica
Los derechos personalísimos son los que recaen sobre ciertos aspectos o manifestaciones de la personalidad
del hombre para proteger su libre desenvolvimiento: el derecho al honor, a la intimidad, a la libertad, a la
integridad física, etcétera.
Estos derechos subjetivos no solo tienen reconocimiento expreso en el Código Civil y Comercial1, sino también
el derecho supranacional de derechos humanos constitucionalizado (artículo 75, inciso 22 de la Constitución
Nacional2) establece las bases fundacionales del régimen de los derechos personalísimos, toda vez que la
dignidad personal como sus emanaciones (intimidad, imagen, identidad, honor y derechos sobre el propio
cuerpo) son reconocidos de manera explícita en la Convención Americana sobre Derechos Humanos3 y en otros
instrumentos supranacionales.
Caracteres
Estos derechos son absolutos, extrapatrimoniales, irrenunciables, relativamente disponibles por las partes y por
ende no transmisibles. Otra característica es que la vulneración de ellos da derecho a su titular a reclamar la
prevención y la reparación de los daños, conforme con lo estipulado en los artículos 1708 a 1780 inclusive del
Código Civil y Comercial.
Son absolutos porque se dan contra todos, erga omnes, ya que todos y cada uno de los miembros que
constituyen la comunidad jurídicamente organizada están obligados a respetar la persona de los demás.
Decimos que son relativamente disponibles por las partes, pues, de acuerdo con el artículo 55 del Código Civil
y Comercial, se puede disponer de los derechos personalísimos bajo ciertas condiciones: que medie
consentimiento por el titular de los derechos y que este no sea contrario a la ley, la moral o las buenas
costumbres.
Asimismo, prevé que el consentimiento no se presume, es decir, que debe otorgarse en forma clara, ya sea de
forma expresa, tácita o incluso por vía de silencio y “es de interpretación restrictiva, y libremente revocable”4.
La inviolabilidad de la persona humana
El hombre es el eje y centro de todo el sistema jurídico y, en tanto fin en sí mismo, su persona es inviolable.
El artículo 51 prevé: “Inviolabilidad de la persona humana. La persona humana es inviolable y en cualquier
circunstancia tiene derecho al reconocimiento y respeto de su dignidad”5.
De tal modo, el reconocimiento y el respeto de la dignidad personal, además de estar previsto expresamente
en el Código, encuentra amparo constitucional por vía del artículo 75, inciso 22 y adquiere rango constitucional
asignado al artículo 11 del Pacto de San José de Costa Rica
Este derecho implica que todo ser humano debe ser respetado como persona tanto en su existencia –vida,
cuerpo y salud– como en su propia dignidad –honor, intimidad e imagen–.
Así, la inviolabilidad de la persona humana extiende su tutela tanto a los derechos de la personalidad espiritual,
es decir, la imagen, la intimidad, la identidad, el honor y la reputación, como a cualquier otro que resulte de la
emanación de la dignidad personal. De igual forma, la inviolabilidad de la persona hace que esté protegida su
integridad física y, por ende, primordialmente, la vida y la salud.

Derechos de la personalidad espiritual tutelados: derechos a la intimidad personal y familiar, a la honra, a la


reputación, a la imagen y a la identidad
El artículo 52 del Código Civil y Comercial de la Nación dispone
Afectaciones a la dignidad. La persona humana lesionada en su intimidad personal o familiar, honra o
reputación, imagen o identidad, o que de cualquier modo resulte menoscabada en su dignidad personal, puede
reclamar la prevención y reparación de los daños sufridos, conforme lo dispuesto en el Libro Tercero, Título V,
Capítulo I.6
Derecho a la intimidad personal o familiar: la intimidad es el ámbito de reserva de la vida, de los sentimientos
y de las creencias de un individuo. Este es el bien jurídico protegido por este derecho, que garantiza al titular a
vivir en forma independiente, sin injerencias ni intromisiones que puedan provenir de una autoridad o de
terceros, en tanto su conducta no ofenda al orden público o a la moral, ni perjudique a otros (Tagle, 2002).
De la lectura del artículo 52 del Código, se advierte que no solo se protege la intimidad personal, sino también
la familiar, es decir, que “nadie puede ser objeto de injerencias arbitrarias o abusivas en su vida privada, en la
de su familia”7.
Ahora bien, este derecho tendrá más reducida su esfera de acuerdo con el grado de actuación o función pública
que posea, pues mientras más pública sea la imagen de la persona, más reducida será la esfera de protección,
aunque siempre la conservará. Por ello, algunas personas reconocidas o famosas han iniciado acciones para
proteger su derecho a la intimidad cuando la prensa ha invadido tal esfera.
Derecho a la honra o a la reputación: este derecho comprende dos aspectos. De un lado, el honor en sentido
objetivo, que es la valoración que otros hacen de la personalidad, el buen nombre o reputación, el aprecio de
terceros. En sentido subjetivo, es la autovaloración, el íntimo sentimiento que cada persona tiene de la propia
dignidad y la de su familia (Tagle, 2002).
La vulneración al honor da lugar a la posibilidad de interponer acciones penales, como la injuria y la calumnia.
La injuria procede cuando alguien afecta el honor de una persona con dichos que la degradan; la calumnia
consiste en la falsa imputación de un delito.
Derecho a la imagen: el artículo 53 del Código Civil y Comercial establece:
Derecho a la imagen. Para captar o reproducir la imagen o la voz de una persona, de cualquier modo que se
haga, es necesario su consentimiento, excepto en los siguientes casos:

a. que la persona participe en actos públicos;


b. que exista un interés científico, cultural o educacional prioritario, y se tomen las precauciones
suficientes para evitar un daño innecesario;
c. que se trate del ejercicio regular del derecho de informar sobre acontecimientos de interés general.
En caso de personas fallecidas pueden prestar el consentimiento sus herederos o el designado por el
causante en una disposición de última voluntad. Si hay desacuerdo entre herederos de un mismo grado,
resuelve el juez. Pasados veinte años desde la muerte, la reproducción no ofensiva es libre.8
El derecho a la propia imagen es el derecho personalísimo que protege la imagen -entendida esta en sentido
amplio- de una persona física, ya que permite a su titular oponerse a que su imagen o su voz sean reproducidas,
captadas o publicadas por cualquier medio, sin su consentimiento. Este derecho goza de amparo constitucional,
ya sea como un aspecto del derecho a la privacidad (artículo 19 de la Constitución Nacional) o bien como un
derecho autónomo implícito en el artículo 33 de la Constitución Nacional. A esto se le suma su recepción por
vía del artículo 75 inc. 22, que otorga rango constitucional a diversos instrumentos internacionales, entre los
que se encuentra el Pacto de San José de Costa Rica (artículo 11).
Este derecho se vulnera con la mera captación de la imagen o la voz sin el acuerdo del sujeto, aun cuando no se
infiera una lesión a la privacidad. Se señala que tiene un contenido positivo y uno negativo. Desde su faz
negativa o de exclusión, el derecho a la imagen confiere la facultad de oponerse y prohibir a terceros su
captación y divulgación; desde su faz positiva, permite a su titular ceder su uso y explotación incluso a título
oneroso (Rivera y Medina, 2014).
En relación con el alcance de lo que debe interpretarse por imagen, tal como hemos señalado, el concepto es
amplio y, por ende, la protección legal comprende distintas formas de reproducción de la imagen, como dibujos,
caricaturas, pinturas y cualquier otra vía de difusión, por ejemplo, las filmaciones y las reproducciones
televisivas, entre otras (Tagle, 2002).
La regla es la exigibilidad del consentimiento para obtener o difundir la imagen o la voz de una persona (carácter
disponible de este derecho). Dicha conformidad “no se presume, es de interpretación restrictiva, y libremente
revocable”9.
Sin embargo, el precepto precedente señala tres excepciones a la exigencia del consentimiento:
1) “Que la persona participe en actos públicos”10, es decir, en inauguraciones, desfiles, cortejos fúnebres
de hombres célebres, ceremoniales oficiales, etcétera.
2) “Que exista un interés científico, cultural o educacional prioritario”11, siempre que no resulte ofensiva
“y se tomen las precauciones suficientes para evitar un daño innecesario”12. Por ejemplo: evitar la
identificación de la persona en ilustraciones en revistas médicas.
3) “Que se trate… de informar sobre acontecimientos de interés general”13, es decir, que haya un afán
colectivo en la información, ya sea porque la imagen se vincula con la actividad profesional o pública del
sujeto o presenta cierta relevancia pública o cuando su difusión se hace para verificar o refutar aspectos
de
la vida privada que, voluntariamente, la persona involucrada ha expuesto al público.
Respecto de las personas fallecidas, la norma dispone que el consentimiento puede ser prestado por sus
herederos o por quien hubiera sido designado por el causante del efecto en una disposición de última voluntad.
En caso de desacuerdo entre los herederos, lo resolverá la autoridad judicial.
Ahora bien, pasados veinte años desde la muerte, la reproducción es libre en tanto no resulte ofensiva. De tal
modo, incluso antes de transcurrido tal lapso legal, si no existiese ninguna de las personas que por ley deben
prestar su consentimiento, la imagen podría ser reproducida.
Derecho a la identidad: este derecho implica que cada persona sea ella misma, que pueda distinguirse sobre la
base de sus atributos y sus propias cualidades personales que la hacen distinta de las otras. Este derecho
comprende tanto la identidad biológica como la identidad de género (regulada por Ley N.° 26743 de Identidad
de Género14).

Derechos de la personalidad física: derecho a la vida, a la integridad física, a disponer del propio cuerpo y a
disponer del propio cadáver
Estos derechos se corresponden con el derecho a la vida, a la integridad física, al propio cuerpo, a la salud y a
los despojos mortales.
Derecho a la vida: este se encuentra profusamente protegido y se refleja en el impedimento de obrar contra la
propia vida y sobre la de los demás. Este derecho actualmente se encuentra en grandes discusiones bioéticas
debido a que existen fallos que lo contraponen con el derecho a la dignidad, por ejemplo, cuando se permite a
la persona que (al ser capaz o al ser objetor de conciencia) se niegue a recibir tratamiento médico. Es
sumamente importante esta categoría porque, para el derecho, se adquiere (al igual que los demás derechos
humanos) desde que se comienza a ser persona.
Derecho a la integridad física: el artículo 54 del CCCN (Código Civil y Comercial de la Nación) dispone que no
resultan exigibles aquellas convenciones que tengan “por objeto la realización de un acto peligroso para la vida
o integridad física”15. En otras palabras, el contrato (mediante el cual una persona comprometa un acto que
traiga aparejado dicho peligro) carecerá, por tanto, de fuerza obligatoria para quien asumió dicho compromiso.
Por lo tanto, no es pasible de exigir su cumplimiento forzado o indirecto, salvo que el acto del que se trate se
corresponda “a su actividad habitual [por ejemplo, un boxeador o un corredor de autos] y que se adopten las
medidas de prevención y seguridad adecuadas a las circunstancias”16.
Este derecho se vincula también con el derecho a disponer sobre el propio cuerpo.
Derecho a disponer sobre el propio cuerpo: en primer lugar, es necesario señalar que el cuerpo humano no es
una cosa en sentido jurídico, en tanto no constituye un objeto material susceptible de apreciación pecuniaria.
Así, el artículo 17 del CCCN establece que:
Los derechos sobre el cuerpo humano o sobre sus partes no tiene un valor comercial, sino afectivo, terapéutico,
científico, humanitario o social y sólo pueden ser disponibles por su titular siempre que se respete alguno de
esos valores y según lo dispongan las leyes especiales.17
Este derecho de disponer del cuerpo humano se vincula con el anterior, es decir, con el derecho a la integridad
física, que procura determinar las atribuciones que se tienen sobre el propio cuerpo, sus límites y la tutela legal
que posibilita su efectivo ejercicio frente a la oposición, al atentado o a la amenaza de agresión, ya sea
proveniente de terceros o del Estado.
La regla es que no están autorizados aquellos actos que causen una disminución permanente en la integridad
del propio cuerpo o sean contrarios a la ley, a la moral o a las buenas costumbres18.
Sin embargo, el artículo 56 del CCCN prevé excepciones a tal principio, que tienen lugar cuando se trata de actos
vinculados al mejoramiento o a la preservación de la salud de la persona titular, como ser una intervención
quirúrgica o, excepcionalmente, para otra persona distinta a la titular, que tiene lugar cuando se dispone la
ablación de un órgano (que se rige por la Ley N.° 2419319, modificada por Ley N.° 2606620) a los fines de ser
trasplantado.
Asimismo, están prohibidas las prácticas destinadas a la modificación de la constitución genética de la
descendencia, salvo aquellas que tiendan a prevenir enfermedades hereditarias o la predisposición a ellas21.
Por otro lado, se prevé la regulación de las investigaciones biomédicas en seres humanos que procuran un
beneficio para el paciente sobre el cual se realizan, a la par que pueden aprovechar en general la ciencia médica.
Estas investigaciones deben cumplir con los recaudos legales que establece el artículo 58 del CCCN, teniendo
una especial trascendencia el previsto en el punto f, que menciona el ineludible acuerdo que debe prestar la
persona objeto de la intervención, quien siempre deberá estar debidamente informada en relación con los
riesgos para su vida22.
Derecho de disposición sobre el cadáver propio: la norma del artículo 61 del CCCN consagra el derecho que
posee toda persona capaz en orden a establecer el destino post mortem de su cuerpo. Es decir que la persona,
mientras viva, puede disponer de sus exequias o inhumación, como así también la entrega de todo o parte de
su cadáver con fines terapéuticos, científicos, pedagógicos o de índole similar23.
La manifestación de la voluntad puede ser expresada mediante cualquier forma, es decir, puede ser por
disposición testamentaria, escrita, por signos inequívocos o inducida por hechos o circunstancias que posibiliten
conocerla.
Ahora bien, siguiendo el artículo 61, en ausencia de instrucciones por parte del difunto, serán el cónyuge, el
conviviente o los parientes según el orden sucesorio quienes dispongan del cadáver de su familiar.

Atributos de las personas


Definición
La persona, en tanto tal, posee ciertos atributos que son sus cualidades esenciales. Estas son inherentes y
consideradas a priori de la persona, es decir, que comienzan con su existencia.
Estos atributos de la persona humana son: capacidad, nombre, estado y domicilio. A toda persona individual le
es inherente la capacidad, esto es, la cualidad que la distingue como sujeto potencial de derechos y deberes; el
nombre que la individualiza; el estado que la sitúa en el medio familiar en el que se desenvuelve; el domicilio
que la sitúa jurídicamente en un lugar determinado.

Naturaleza
Los atributos no son derechos ni deberes, sino cualidades inherentes a la calidad de la persona, que no se
adquieren luego, sino que son contemporáneos a la persona, a su existencia y la acompañan toda su vida
protegiéndola e identificándola.

Caracteres
Los atributos participan de los siguientes caracteres:
Son necesarios e inherentes a las personas: no se concibe que la persona física pueda carecer de alguno de
estos atributos, por cuanto, la determinan en su individualidad.
Son únicos: una misma persona no puede poseer más de un atributo de cada clase en un momento
determinado. Así, la persona humana no puede ser capaz e incapaz a la vez de adquirir un derecho o no puede
tener más estados civiles familiares del mismo orden, por ejemplo, soltero y casado.
Son indisponibles: no pueden ser transferidos, pues están fuera del comercio. Son inmutables: solo se
modifican cuando se verifica el supuesto normativo que así lo prevé.
Son imprescriptibles: por cuanto, no se adquieren ni se pierden por el transcurso del tiempo.

Nombre
Noción
El nombre es el atributo de la persona que la identifica y la individualiza del resto. Está compuesto por dos
elementos: el pronombre o nombre de pila (o apelativo) y el apellido (también llamado cognomen o
patronímico). Ambos cumplen funciones diferentes: el nombre de pila individualiza a la persona en su familia y
el apellido la particulariza en la sociedad.

Naturaleza jurídica
Respecto de su naturaleza jurídica, existen varias teorías. Siguiendo a María Victoria Tagle (2002), podemos
citar:
a) Tesis de la propiedad: sostenida fundamentalmente en Francia a mediados del siglo XIX. Consideraba que el
nombre era objeto de un derecho de propiedad análogo al que se tiene sobre las cosas. Esta tesis ha sido
abandonada.
b) Tesis del derecho de la personalidad: parte de la doctrina entiende que el nombre es un derecho o un bien
de la personalidad que permite distinguir al individuo de los demás. El nombre, al ser utilizado como forma de
diferencial al individuo, es un atributo esencial de la personalidad.
c) Institución de policía civil: Planiol concibe al nombre como una institución de policía civil, por cuanto es
impuesto por la ley en forma obligatoria para la identificación de los individuos. Tesis seguida en nuestro país
por Orgaz.
d) Institución compleja: consideran que el nombre es tanto un derecho de la personalidad como una institución
de policía civil, porque protege intereses individuales y también sociales. Esta posición es compartida por
autores como Salvat, Llambías, Borda y Rivera.
Así, el artículo 62 del CCCN establece: “Derecho y deber. La persona humana tiene el derecho y el deber de usar
el prenombre y el apellido que le corresponden”24.
De este artículo surge su naturaleza jurídica, en donde confluyen los dos criterios: que el nombre es un derecho
de la personalidad y que es una institución de policía civil.

Régimen legal
 El prenombre.
 Apellido de los hijos.
Es importante señalar que el apellido, nombre familiar o patronímico es la designación común a todos los
miembros de una misma genealogía, que, unido al prenombre, identifica a la persona física y conforma su
nombre propiamente dicho. Así, el apellido designa el grupo familiar, pues cada individuo lleva el que le
corresponde en razón de su parentesco.
El artículo 64 del CCCN prevé que el hijo matrimonial lleva el primer apellido de alguno de los cónyuges; en caso
de no haber acuerdo, se determina por sorteo realizado en el Registro del Estado Civil y Capacidad de las
Personas. A pedido de los padres, o del interesado con edad y madurez suficiente, se puede agregar el apellido
del otro.25
Asimismo, dispone que, en caso de que un mismo matrimonio tuviera más hijos, todos deberán llevar el que se
haya decidido para el primero.
Ahora bien, en el caso del “hijo extramatrimonial con un solo vínculo filial [este] lleva el apellido de ese
progenitor. Si la filiación de ambos padres se determina simultáneamente”26, se sigue la regla establecida para
los hijos matrimoniales en cuanto a que llevarán el primer apellido de alguno de los cónyuges.
Si la segunda filiación se determina después, los padres deberán acordar el orden de los apellidos. A falta de
acuerdo, este será determinado por el juez según el interés superior del niño.
Para el supuesto de la persona menor de edad sin filiación determinada, se establece que “debe ser anotada
por el oficial del Registro del Estado Civil y Capacidad de las Personas con el apellido que está usando, o en su
defecto, con un apellido común”27. O bien, si la persona tiene edad y grado de madurez suficiente, puede
solicitar la inscripción del apellido que esté usando28.

Apellido de los cónyuges. Por otro lado, en relación con el apellido de los cónyuges, el artículo 67 dispone:
Cualquiera de los cónyuges puede optar por usar el apellido del otro, con la preposición “de” o sin ella. La
persona divorciada o cuyo matrimonio ha sido declarado nulo no puede usar el apellido del otro cónyuge,
excepto que, por motivos razonables, el juez la autorice a conservarlo.
El cónyuge viudo puede seguir usando el apellido del otro cónyuge mientras no contraiga nuevas nupcias, ni
constituya unión convivencial.29
Como se advierte, en materia de apellido y matrimonio, el Código posibilita que cualquiera de sus integrantes
pueda utilizar el apellido del otro con o sin la preposición de.
Ahora bien, en el caso de una persona divorciada o de nulidad del matrimonio, la regla prohíbe de empleo del
apellido y, solo de mediar fundamentos sensatos, el juez puede acordar su conservación.
En cuanto al viudo, este puede seguir usando el apellido del otro cónyuge mientras no contraiga nuevas nupcias
ni constituya unión convivencial.

Cambio del prenombre y del apellido


Los artículos 69 y 70 del Código Civil y Comercial receptan la posibilidad del cambio del prenombre y del apellido
solo si se presentan razones legítimas, a criterio del juez. Al respecto, el artículo 69 formula una enunciación de
los motivos justos: a) cuando el seudónimo hubiese adquirido notoriedad; b) por “la raigambre cultural, étnica
o religiosa”30; c) por “la afectación de la personalidad de la persona interesada, cualquiera sea su causa,
siempre que se encuentre acreditada”31.
Así, para lograr el cambio del nombre o del prenombre, se precisa la intervención del Poder Judicial y esa es la
regla, con excepción de los dos supuestos contemplados en el último párrafo del artículo 69.
En tales casos, no se requiere la intervención judicial y se consideran justos motivos cuando se pretende “el
cambio del prenombre por razón de identidad de género y el cambio de prenombre y apellido por haber sido
víctima de desaparición forzada, apropiación ilegal o alteración o supresión del estado civil o de la identidad”32.
El cambio de nombre tramitará “por el proceso más abreviado que prevea la ley local, con intervención del
Ministerio Público... [y debe] publicarse en el diario oficial una vez por mes, en el lapso de dos meses”33, a fin
de que presenten las oposiciones y se soliciten informes respecto de las medidas precautorias que existieren
con relación al interesado.
Una vez inscrita en el Registro de Estado Civil y Capacidad de las Personas, será oponible a terceros.
Acciones de protección
Art. 71. Acciones de protección del nombre. Puede ejercer acciones en defensa de su nombre:
a) aquel a quien le es desconocido el uso de su nombre, para que le sea reconocido y se prohíba toda
futura impugnación por quien lo niega; se debe ordenar la publicación de la sentencia a costa del
demandado;
b) aquel cuyo nombre es indebidamente usado por otro, para que cese en ese uso;
c) aquel cuyo nombre es usado para la designación de cosas o personajes de fantasía, si ello le causa
perjuicio material o moral, para que cese el uso.
En todos los casos puede demandarse la reparación de los daños y el juez puede disponer la publicación de la
sentencia.
Las acciones pueden ser ejercidas exclusivamente por el interesado; si ha fallecido, por sus descendientes,
cónyuge o conviviente, y a falta de éstos, por los ascendientes o hermanos.34
Así, las acciones para proteger el nombre son tres:
 La acción de reclamación o de reconocimiento del nombre: se requiere que el demandado haya
desconocido el derecho de usar el nombre por parte del sujeto afectado, por lo que el juez debe ordenar
la publicación de sentencia a costa del demandado.
 La acción de impugnación o de usurpación del nombre: se requiere que el demandado use en forma
indebida el nombre de otra persona. El efecto propio de la sentencia es el cese de dicho uso indebido.
 La acción de supresión del nombre: debe mediar un uso inadecuado por parte del demandado del
nombre de otra persona para individualizar una cosa o un personaje de fantasía y dicho uso provoca un
perjuicio material o moral. La resolución de la sentencia es la suspensión de dicho empleo.
Por último, y en orden a quiénes pueden interponer estas acciones, se establece que el titular exclusivo es el
interesado y, si este ha fallecido, podrá ser ejercida por sus descendientes, por su cónyuge o conviviente o, a
falta de estos, por los ascendientes o hermanos.

Seudónimo
En cuanto al seudónimo, el artículo 72 contempla que “el seudónimo notorio goza de la tutela del nombre”35.
El seudónimo es la designación, diferente del nombre verdadero, que una persona voluntariamente se da a sí
misma, en el desarrollo de alguna actividad específica cultural, artística, comercial o profesional, sea con el
objeto de ocultar su verdadera identidad o para darle realce en el ejercicio de esa ocupación. Puede formarse
con un nombre y apellido, con un prenombre o con una designación de fantasía.
Como el seudónimo notorio goza de la tutela del nombre, el titular podrá interponer las acciones previstas para
proteger el nombre, es decir, las previstas en el artículo 71.
Asimismo, el artículo 69 admite el cambio de nombre cuando existan justos motivos, según el criterio del juez,
y el inciso dispone que se considera como tal al supuesto en que el seudónimo hubiese adquirido notoriedad.

Domicilio
Noción. Caracteres
El ordenamiento jurídico requiere situar a la persona en un determinado lugar, aun cuando no actúe
necesariamente allí. El domicilio, en sentido jurídico, es el lugar que la ley considera como centro o sede legal
de la persona. Como veremos seguidamente, existen distintas clases de domicilio, tales como el domicilio
general y el especial. El domicilio general es el atributo, cualidad o propiedad inherente a la persona que
representa su indispensable asiento o sede legal para el ejercicio de sus derechos y para cumplimiento de sus
obligaciones (Tagle, 2002).
Este domicilio general puede ser legal, es decir, instituido por la ley o real, que es la efectiva residencia de la
persona en un cierto lugar con ánimo de permanecer allí. El domicilio general sea legal o real es necesario, ya
que no puede faltar en ninguna persona, y es único, pues una persona no puede tener más de un domicilio
general.
Por último, decimos que el domicilio general es mutable, es decir, que es modificable, ya sea por cambio en la
capacidad de las personas (por ejemplo, un menor que cumple la mayoría de edad pasa de domicilio legal a
domicilio real) o por un cambio de su situación (por ejemplo, una persona que es designada en un puesto de
funcionario público y que requiere trasladarse, cambia de domicilio real a domicilio legal).

Clases de domicilio. Distinciones


El domicilio se clasifica de la siguiente manera: general u ordinario y especial. El domicilio general es el lugar en
el que la ley sitúa a la persona para la generalidad de sus relaciones jurídicas y se clasifica en: a) real o voluntario;
b) legal o forzoso. Por su parte, el domicilio especial solo produce efectos en relación con una o varias relaciones
jurídicas determinadas y puede ser convencional, procesal, conyugal y comercial, entre otros.
Gráficamente, es así:
El domicilio real, definido en el artículo 73 del CCCN, es donde “la persona humana tiene… su residencia
habitual. [Ahora bien] si ejerce actividad profesional o económica lo tiene en el lugar donde la desempeña para
el cumplimiento de las obligaciones emergentes de dicha actividad”36.
Como podemos ver, la ley contempla la residencia como un elemento del domicilio, dado que este se determina
en función de la residencia habitual, entendida como el lugar en el que se aloja una persona de forma cotidiana
y permanente.

También se considera domicilio real al lugar de desempeño de la actividad profesional o económica para las
obligaciones nacidas de estas. Este domicilio toma en cuenta la efectiva residencia de la persona, es voluntario,
pues solo depende de la voluntad del individuo y, además, es de libre elección e inviolable (artículo 18 de la
Constitución Nacional37).
Los elementos constitutivos del domicilio real son: el domicilio real, que es esencialmente voluntario y está
conformado por un elemento material o corpus y el elemento intencional o animus. El primero está constituido
por la residencia de la persona, que es efectiva y permanente, y por el animus, que es la intención o el propósito
de permanecer en un determinado lugar. Así, el domicilio real se constituye por la reunión de sus dos elementos.
El artículo 74 del CCCN define el domicilio legal como “el lugar donde la ley presume, sin admitir prueba en
contra, que una persona reside de manera permanente para el ejercicio de sus derechos y el cumplimiento de
sus obligaciones”38.
Así, prevé los casos de personas que tienen domicilio legal:
a) los funcionarios públicos tienen su domicilio en el lugar en que deben cumplir sus funciones, no siendo
éstas temporarias, periódicas, o de simple comisión;
b) los militares en servicio activo tienen su domicilio en el lugar que lo están prestando;
c) los transeúntes o las personas de ejercicio ambulante, como los que no tienen domicilio conocido, lo
tienen en el lugar de su residencia actual;
d) las personas incapaces lo tienen en el domicilio de sus representantes.39

Este domicilio es forzoso, en tanto la ley lo impone independientemente de la voluntad del interesado; es
ficticio, pues el sujeto puede no estar allí presente; es excepcional y de interpretación restrictiva, porque solo
funciona en los casos previstos por la ley; es único, ya que es una clase de domicilio general u ordinario.
Por último, en relación con el domicilio especial, cabe poner de relieve que este no es un atributo de la persona,
solo lo es el general en todas sus clasificaciones.
El domicilio especial es el que eligen las partes de un contrato para el ejercicio de los derechos y obligaciones
que de él emanan40.
Este domicilio produce sus efectos limitados a una o varias relaciones jurídicas determinadas, es decir, tiene
eficacia solo para aquellas relaciones jurídicas para las que ha sido instituido. Es elegido libremente por las
partes y el domicilio convenido tiene fuerza de ley para los contratantes, esto es, tiene efecto vinculante, salvo
que, por acuerdo común de las partes, sea modificado.
Este domicilio es temporario en principio y se termina cuando la situación finaliza. Por eso, no se puede decir
que este sea un atributo de las personas, sino que puede faltar. Un ejemplo de domicilio especial es el que se
constituye a los efectos de un determinado proceso, denominado domicilio procesal.
El domicilio especial participa de los siguientes caracteres:
a) no es necesario, pues la persona puede no tener constituido domicilio especial alguno;
b) puede ser múltiple, porque la persona puede tener varios domicilios especiales;
c) es voluntario, convencional y transmisible tanto a los sucesores universales como a los singulares.

Importancia y efectos
El domicilio produce importantes efectos jurídicos. Siguiendo el artículo 78 del CCCN41, debemos señalar, en
primer lugar, que este determina la competencia judicial. Así, por ejemplo, para el proceso donde se solicite la
declaración de incapacidad o de restricción de la capacidad, deberá tenerse en cuenta el domicilio de la persona
por cuyo interés se lleva a cabo dicho proceso (artículo 36); en la declaración de ausencia, es juez competente
el del domicilio del ausente (artículo 81); en el proceso sucesorio, le corresponde al juez del último domicilio
del causante, entre otros.
Asimismo, en conformidad con la última parte del artículo 78, en el caso de constitución de domicilio contractual
o de elección, se admite la prórroga de competencia, la que declara que deja de ser competente el juez que
normalmente hubiera correspondido por aplicación de los principios procesales en los códigos de rito, para dar
lugar a aquel del domicilio elegido.
Cabe aclarar que este último efecto será siempre en el caso de que la jurisdicción judicial resulte renunciable,
es decir, cuando la jurisdicción sea impuesta en razón del domicilio de las personas, pues la determinada según
la materia no puede alterarse, porque es de orden público (Rivera y Medina, 2014). La prórroga tampoco podrá
operar en los supuestos de fuero de atracción, que tienen virtualidad en los concursos y quiebras y en los
procesos sucesorios, pues el fuero de atracción es de orden público.

Cambio de domicilio
El domicilio real puede modificarse de un lugar a otro sin que dicha facultad pueda ser coartada por contrato ni
por disposición de última voluntad. Dicho cambio se verifica instantáneamente por el hecho de trasladar la
residencia de un lugar a otro con el ánimo de permanecer en ella42.
El domicilio real es mutable y, para ello, es necesario que concurran los dos elementos ya referidos: corpus, es
decir, el efectivo cambio de domicilio, y animus, la intención de establecerse en el nuevo lugar.

Capacidad
Noción
La capacidad es uno de los atributos más importantes de la persona. Como se expuso anteriormente, este
atributo forma parte del concepto mismo de persona: la capacidad de derecho siempre está presente.
Clases. Caracteres
La noción de capacidad no se agota en la capacidad de derecho –atributo de la persona–, puesto que comprende
también la capacidad de hecho o de obrar, que consiste en la aptitud de las personas físicas para ejercer por sí
mismas los actos de la vida civil.
La capacidad tiene los siguientes caracteres:
a) las reglas que gobiernan la capacidad son de orden público y no pueden ser modificadas por voluntad de los
particulares;
b) es principio general que tanto las incapacidades como las restricciones a la capacidad son la excepción;
c) las restricciones a la capacidad son de interpretación restrictiva.

Capacidad de derecho. Definición


El artículo 22 del CCCN declara: “Capacidad de derecho. Toda persona humana goza de la aptitud para ser titular
de derechos y deberes jurídicos. La ley puede privar o limitar esta capacidad respecto de hechos, simples actos,
o actos jurídicos determinados”43.
Así, la capacidad de derecho se define como la aptitud que goza toda persona humana para ser titular de
derechos y de deberes jurídicos. Esta aptitud se vincula muy directamente con los seres humanos; por ello,
todas las personas son capaces de derecho y no puede concebirse una incapacidad absoluta de este, es decir,
que comprenda todos los derechos y las obligaciones, porque sería contrario al orden natural.
Por el contrario, sí existen incapacidades de derecho relativas, es decir, referidas a ciertos derechos en
particular, como lo prevé el artículo 1002 del Código Civil y Comercial al referir, por ejemplo, que:
No pueden contratar en interés propio
a) los funcionarios públicos, respecto de bienes de cuya administración o enajenación están o han estado
encargados;
b) los jueces, funcionarios y auxiliares de la justicia, los árbitros y mediadores, y sus auxiliares, respecto de
bienes relacionados con procesos en los que intervienen o han intervenido;
c) los abogados y procuradores, respecto de bienes litigiosos en procesos en los que intervienen o han
intervenido;
d) los cónyuges, bajo el régimen de comunidad, entre sí.
Los albaceas que no son herederos no pueden celebrar contrato de compraventa sobre los bienes de las
testamentarias que estén a su cargo.44
Capacidad de ejercicio

Por su parte, el artículo 23 define la capacidad de ejercicio o de hecho y prevé: “Toda persona humana puede
ejercer por sí misma sus derechos, excepto las limitaciones expresamente previstas en este Código y en una
sentencia judicial”45.
La capacidad de ejercicio es la aptitud para ejercer derechos por sí mismo. Así, el principio general es la
capacidad, con las restricciones que prevé el Código en su artículo 24 al referir a las personas incapaces de la
práctica de derechos y las que determine una sentencia judicial, referencia que alude al supuesto de restricción
al ejercicio de la capacidad en relación con los mayores de edad, en las condiciones establecidas por la
legislación en el artículo 24, inciso c, el artículo 31 y los que se siguen del CCCN.
(Cuadro de comparación, pág. 22)

Estado civil
Definición
El estado es un atributo propio de las personas físicas y hace referencia a la posición o rol que ocupa en la
sociedad, por ejemplo, su estado civil o, en una familia, su estado de padre, de hijo, etcétera.

Caracteres
El estado participa de los siguientes caracteres:
a) las normas que regulan el estado de las personas son de orden público y no pueden ser modificadas por la
voluntad de los interesados;
b) es indivisible y oponible erga omnes;
c) generalmente, es recíproco o correlativo, porque a cada estado de una persona le corresponde el de otro
que resulta relativo;
d) es inalienable, es decir, intransmisible;
e) es necesario, indisponible y único, esto es, que no se pueden tener dos estados correlativos a la vez (por
ejemplo, no se puede ser casado y soltero al mismo tiempo o ser padre e hijo de una misma persona).

Efectos
El estado genera deberes jurídicos, como el de usar un apellido o suministrar alimentos. En el ámbito del
derecho procesal, es una causa de excusación o de recusación de los jueces o funcionarios, quienes no podrán
participar en aquellos pleitos en los que intervengan parientes que se hallen en los grados previstos en las leyes
rituales. En el ámbito penal, es agravante o eximente de penas. Asimismo, se relaciona con los otros atributos,
porque, por ejemplo, en el matrimonio (estado: casado), los esposos tienen limitaciones entre sí para ciertos
contratos o, por caso, los padres sometidos a responsabilidad parental no pueden contratar con sus hijos.
Además, si se logra el reconocimiento de un hijo extramatrimonial por parte el padre, este cambia el estado del
hijo reconocido y del padre que lo reconoce.
Por ello, se dice que los efectos de este atributo son importantes a la hora de los reclamos patrimoniales o de
los deberes correspondientes al estado que se posea, para lo cual la ley establece una serie de normas que lo
protegen. Por ejemplo, a las personas se les reconoce dos acciones:
 De reclamación de estado: son acciones que persiguen un reconocimiento (por ejemplo, las acciones
de filiación).
 De impugnación de estado: son acciones que persiguen el desconocimiento de un estado ostentado
hasta entonces (por ejemplo, la que le corresponde al padre con respecto al hijo nacido en matrimonio
y que no es suyo).
Prueba
Los datos concernientes a la existencia y el estado civil de las personas deben recogerse de modo fidedigno y
ser custodiados en archivos oficiales, en beneficio no solo del interesado, sino también del Estado y de los
terceros que puedan tener interés en obtener información útil.
El Código establece que el nacimiento, el matrimonio y la muerte de las personas físicas se prueban con las
partidas del Registro del Estado Civil y Capacidad de las Personas, conocido como Registro Civil (artículos 96 y
420 del CCCN).

 Comiendo y fin de la existencia de las personas.

Personas por nacer


Noción de persona y vida humana
En primer lugar, cabe distinguir entre persona y vida humana. Tal como señalamos anteriormente, la noción de
persona es una categoría jurídica, pues se trata de ser portador de derechos, mientras que la vida humana es
un suceso de la naturaleza, es su asiento natural.

Importancia jurídica de la concepción


El artículo 19 del Código Civil y Comercial1 prevé: “Comienzo de la existencia. La existencia de la persona
humana comienza con la concepción”2.
De conformidad con el mencionado artículo, la concepción determina el momento a partir del cual se es
persona, es decir, que el sujeto tiene personalidad jurídica y goza de la protección de la ley.
Así, el Código Civil y Comercial subsume el concepto de vida humana con el de persona en el sentido técnico
del término, porque reconoce su comienzo en el momento mismo de la concepción. De esta manera, se
considera que hay persona durante todo el proceso de gestación: desde su inicio hasta el nacimiento y, luego,
habrá persona física desde ese instante hasta la muerte. En igual línea, Vélez Sarsfield aclaraba en la nota al
artículo 63, que “las personas por nacer, no son personas futuras, pues ya existen en el vientre de la madre”3.
Ahora bien, esta solución no podría haber sido diferente a la adoptada por el artículo 4.1 del Pacto de San José
de Costa Rica que establece: “Toda persona tiene derecho a que se respete su vida. Este derecho estará
protegido por la ley y, en general, a partir del momento de la concepción…”4.
El dispositivo de jerarquía constitucional (artículo 75, inciso 22 de la Constitución Nacional5) asigna tutela
jurídica a la vida humana desde este momento de la concepción. Así, se visualiza con claridad que, bajo el
enfoque de la jerarquía normativa, de conformidad con la pauta del artículo 31 de la Constitución Nacional, la
asignación de personalidad al ente natural no puede ser ubicada por nuestra legislación común en momento
posterior a este.
Lo propio puede afirmarse sobre la Convención de los Derechos del Niño6, que, en su artículo 1, establece que
niño es todo ser humano menor de dieciocho años de edad. Con respecto al comienzo de la vida, la Convención
nada aclara, pero sí lo hace la Ley N.° 238497 –la que ratifica el Tratado– en su artículo 2, el cual declara que la
República Argentina entiende por niño a todo ser humano desde el momento de la concepción y hasta los 18
años. Repárese en que lo que goza de jerarquía constitucional es el texto de la Convención junto a la ley de
ratificación porque, como bien lo señala el artículo 75, inciso 22 de la carta magna, cada tratado adquiere
jerarquía constitucional “en las condiciones de su vigencia”, incluyendo así a la ratificación como una unidad
que debe ser considerada de ese modo a la hora de valorar las disposiciones con jerarquía constitucional.

Duración del embarazo


La determinación del tiempo de duración del embarazo tiene sentido a los fines de establecer la época en que
ha ocurrido, en cada caso, la concepción. Según sostuvimos anteriormente, esta definición resulta relevante
porque allí es donde comienza la existencia de la vida humana y, por tanto, desde entonces puede asignarse a
ella la calidad de persona, con la consecuente adquisición de derechos.
Nuestro Código Civil y Comercial proporciona las indicaciones en torno a los plazos del embarazo en el artículo
20. Así, dice:
Duración del embarazo. Época de la concepción. Época de la concepción es el lapso entre el máximo y el mínimo
fijados para la duración del embarazo.
Se presume, excepto prueba en contrario, que el máximo de tiempo del embarazo es de trescientos días y el
mínimo de ciento ochenta, excluyendo el día del nacimiento.8
De tal modo, un embarazo de 300 días significa una franja temporal de casi 43 semanas; uno de 180 posee una
gestación de más de 25 semanas. Sobre esta base y atendiendo a que, desde el punto de vista médico, la
duración del estado de gravidez alcanza 40 semanas de gestación, se advierte que la previsión resulta generosa,
tanto en máximo como en mínimo.
En definitiva, sin contar el día del parto, se cuentan 300 o 180 días hacia atrás. En el período de 120 días que
hay entre uno u otro término, la ley presume que se ha producido la concepción.
En pocas palabras, se estima, a menos que se demuestre lo opuesto, que la concepción se produjo en los
primeros 120 días de los 300 del embarazo, sin contar la fecha de parto.

Nuevas consideraciones jurídicas a partir de los avances científicos


El artículo 19, en su versión original del Proyecto de Código Civil de 2012, decía:
“La existencia de la persona humana comienza con la concepción en el seno materno. En el caso de técnicas de
reproducción humana asistida, comienza con la implantación del embrión en la mujer, sin perjuicio de lo que
prevea la ley especial para la protección del embrión no implantado”.
Este precepto dejaba de lado cualquier discusión con relación al nasciturus concebido en el vientre de la madre,
al que se lo seguía considerando persona y sujeto destinatario de la protección del derecho. Sin embargo, no
ocurría lo mismo con relación a los embriones no implantados, los que quedaban huérfanos de toda protección
legal hasta tanto no se produjese su implantación en el cuerpo de la madre, momento a partir del cual recién
eran considerados personas humanas…
La comisión de reformas suministró tres argumentos por los cuales los embriones no implantados no son
personas humanas:
El primero de ellos tiene que ver con el estado actual de las técnicas de reproducción humana asistida y de
acuerdo con ellas, no existe posibilidad de desarrollo de un embrión fuera del cuerpo de la mujer...
El segundo motivo alegado… radica en que la regulación de la persona humana tiene como finalidad establecer
los efectos jurídicos que tienen fuente en esa personalidad, tanto en el orden patrimonial como
extrapatrimonial, sin ingresar en otros ámbitos, como puede ser el derecho penal, conducido por otros
principios…
El tercer sustento argumental [decía]… que, tal como sucede en el derecho comparado, corresponde que esta
importantísima cuestión sea regulada en leyes especiales, que, incluso, prevén su revisión periódica, dado el
permanente avance científico en la materia.

De los múltiples proyectos que sobre el tema existen en el Congreso, solamente en dos de ellos se protege la
vida de los embriones desde la concepción extrauterina. En los restantes, no se los trata como vidas humanas,
sino como objetos descartables, tal como lo hace la actual Ley N.° 26862, de fertilización asistida9.
Ahora bien, tal como quedó el texto definitivo del artículo 19, no quedan dudas de que el Código Civil y
Comercial tutela la vida humana desde el momento mismo de la concepción. El tema es que dicho término ha
dado lugar a distintas teorías que conviven.
Así, por un lado, se sostiene que el ser humano comienza con la unión de los gametos masculino y femenino,
es decir, del óvulo y del espermatozoide, lo que se conoce como fecundación del cigoto. A partir de allí, se
configura una realidad genética distinta de las dos que le dieron origen, esto es, se produce una combinación
de cromosomas claramente diferenciable de las de sus progenitores. Así, para esta postura, el término
concepción supone fecundación.
Por otro lado, otra tesitura entiende que el cigoto necesito anidar en el útero de la mujer para que se produzca
el inicio de la vida humana. Los sostenedores de esta doctrina distinguen el embrión preimplantario del embrión
propiamente dicho. Tal distinción se funda en el momento en que tiene lugar la anidación en la pared del útero,
la que se produce en el día catorce, contando a partir de la entrada del gameto masculino en el femenino. En
consecuencia, la anidación resulta de trascendental importancia jurídica, pues antes de ella no hay vida
humana.
Otra postura más innovadora propugna un desarrollo superior en la maduración del embrión después de la
anidación para que estemos frente a un individuo.
La última ubica el comienzo de la persona humana en un tiempo posterior, en el que el feto adquiere su
viabilidad o en el nacimiento (Chiapero, 2012).
La divergencia entre una y otra posición se aprecia en los cambios que sufrió el dispositivo antes de la versión
definitiva, que son un reflejo de las discordancias en la comunidad jurídica argentina.
La mayoría de la doctrina se inscribe en la posición que considera persona a la vida humana a partir de la
fecundación, sin perjuicio de admitir que no ocurre lo mismo en la doctrina y la jurisprudencia internacional.
Para la postura mayoritaria, la fecundación del óvulo por el espermatozoide da inicio no solo a la vida humana,
sino también a la persona, ya sea que la fecundación se hubiese producido en el seno materno o en el
laboratorio.
Esto puede comprobarse al repasar lo ocurrido en las XIX Jornadas Nacionales de Derecho Civil en la Ciudad de
Rosario (2003), en donde la Comisión de Parte General abordó el tópico y la mayoría aprobó el despacho que
sostuvo que la existencia de la persona humana comienza con su concepción, entendida como fecundación. Lo
propio ocurrió diez años después en las XXIV Jornadas en la Universidad de Buenos Aires (2013).
Hemos señalado precedentemente que la jurisprudencia internacional no participa de la postura mayoritaria
de que la concepción debe entenderse como fecundación.
Así, en autos “Artavia Murillo y otros ("Fecundación in Vitro") vs. Costa Rica”, la Cámara Interamericana de
Derechos Humanos (CIDH), luego de repasar las dos interpretaciones del término concepción, señaló que “la
prueba científica concuerda en diferenciar dos momentos complementarios y esenciales en el desarrollo
embrionario: la fecundación y la implantación y que sólo al cumplirse el segundo momento se cierra el ciclo que
permite entender que existe concepción”10. El Alto Tribunal internacional admite que, si bien al ser fecundado
el óvulo se da paso a una célula diferente y con la información genética suficiente para el posible desarrollo de
un ser humano, lo cierto es que si dicho embrión no se implanta en el cuerpo de la mujer, sus posibilidades de
desarrollo son nulas.
La Corte razona que una prueba de ello
es que sólo es posible establecer si se ha producido o no un embarazo una vez que se ha implantado el óvulo
fecundado en el útero, al producirse la hormona denominada ‘Gonodatropina Coriónica’, que sólo es detectable
en la mujer que tiene un embrión unido a ella.11
Antes de esto, es imposible determinar si en el interior del cuerpo ocurrió la unión entre el óvulo y un
espermatozoide y si esta unión se perdió antes de la implantación, por lo que se concluye a partir de allí que
hay diferencia entre embrión implantado y embrión no implantado.

Por todo lo anterior, la Corte concluyó (por mayoría) que la interpretación histórica y ordenada de los
antecedentes existentes en el sistema interamericano confirma que no es procedente otorgar el estatus de
persona al embrión, con lo que queda claro en cuál de las dos posiciones se enrola el Tribunal internacional en
esta decisión.
Sin embargo, el Estado involucrado no fue Argentina, sino Costa Rica y, por ende, se viene sosteniendo que no
se desprende de la Convención Americana “que sus fallos tengan obligatoriedad erga omnes más allá del
expediente en el que fueron dictadas… [por lo] que no es vinculante para la República Argentina”.
Nacimiento con vida
Definición
El artículo 21 dispone: “Nacimiento con vida. Los derechos y obligaciones del concebido o implantado en la
mujer quedan irrevocablemente adquiridos si nace con vida. Si no nace con vida, se considera que la persona
nunca existió. El nacimiento con vida se presume”12.
Los derechos y las obligaciones adquiridos por el nasciturus en el momento mismo de la concepción (es allí
donde adquiere la calidad de persona) quedan sometidos a una suerte de condición suspensiva: el nacimiento
con vida.
Ocurrida ella, se produce la adquisición irrevocable de todos los derechos que le correspondan por filiación; por
el contrario, es decir, en caso de nacer muerto o sin vida, se extinguirán retroactivamente la totalidad de los
derechos que pudo haber adquirido desde la concepción.
En una palabra, si el niño nace con vida, mantiene o conserva esos derechos que obtuvo desde la concepción,
de manera tal que lo único que hace su nacimiento es perfeccionar o consolidar esa personalidad que ya poseía.

Medio de prueba
Los artículos 96, 97 y 98 del Código unificado regulan en materia de prueba del nacimiento y de la muerte.En
primer lugar, es necesario señalar que una prueba por excelencia del nacimiento, así como las circunstancias
de tiempo, lugar, sexo, nombre y filiación de una persona nacida, es la partida del Registro Civil.
Estas asumen el carácter de verdaderos instrumentos públicos, siempre que estén confeccionadas en la forma
debida, ya sea formuladas por oficiales públicos con competencia para tal fin o que, por las circunstancias en
las que se encuentren, estén autorizados a emitirlas13.
Asimismo, se dispone que
el nacimiento… ocurrido en el extranjero se prueba con los instrumentos otorgados según las leyes del lugar
donde se produce, legalizado o autenticado del modo que disponen las convenciones internacionales, y a falta
de convenciones, por las disposiciones consulares de la República.14
Ahora bien, para el supuesto en que no hubiera partida del Registro, porque no hay registro público, porque
falta o es nulo el asiento, y quisiera demostrarse el hecho del nacimiento, se podrá acreditar por cualquier otro
medio de prueba, ya sea mediante una información pericial o por testimonios de los médicos o expertos, entre
otros.

Presunción
El mencionado artículo 21 establece que “el nacimiento con vida se presume”15; suposición que funciona ante
la hipótesis de que existieran dudas al respecto.
Ahora bien, esta presunción admite una prueba en contrario, es decir, que, si alguien alegara que el niño nació
muerto, debe cargar con la prueba de tal extremo.
Ausencia de la persona
Definición
El Código Civil y Comercial contempla en seis artículos (del 79 al 84) las normas sustantivas correspondientes a
la simple ausencia y al procedimiento previsto a los fines de obtener tal declaración. El fin último de esta
regulación es la protección del patrimonio del ausente, pues lo que se pretende es la designación de un curador
especial de estos para que puedan ser administrados en debida forma mientras dure el estado de ausencia.

Presupuestos fácticos y jurídicos


Art. 79. Ausencia simple. Si una persona ha desaparecido de su domicilio, sin tenerse noticias de ella, y sin haber
dejado apoderado, puede designarse un curador a sus bienes si el cuidado de éstos lo exige. La misma regla se
debe aplicar si existe apoderado, pero sus poderes son insuficientes o no desempeña convenientemente el
mandato.16
De conformidad con dicho artículo,
para configurarse el presupuesto de la ausencia simple es preciso que: a) la persona haya desaparecido de su
domicilio, sin que se tenga noticias sobre su existencia; b) que haya dejado bienes que exijan protección; c) que
no haya dejado apoderado o que los poderes del apoderado del ausente resulten insuficientes o que éste haya
incurrido en un desempeño inconveniente de su mandato.
[Como se advierte] la ley no exige que haya transcurrido plazo alguno para peticionar ante el juez competente
la declaración de ausencia simple, ni que la desaparición se vincule con un hecho extremo del cual se presuma
la muerte del ausente, sólo se impone que existan bienes para cuidar, de manera tal que se adopten aquellas
medidas necesarias para proteger el patrimonio del ausente.

Procedimiento
Los artículos 80, 81, 82, 83 y 84 regulan el procedimiento para obtener la declaración de ausencia.
Así, el artículo 80 establece quiénes se encuentran legitimados para incoar el proceso de ausencia:
 El Ministerio Público.
 Toda persona que tenga interés legítimo respecto de los bienes del ausente.

La solicitud de la declaración deberá pedirse ante el juez del domicilio del ausente. Si este no lo tuvo en el país
o no es conocido, es competente el juez del lugar donde existen sus bienes y, si hubiera bienes en distintas
jurisdicciones, el que haya prevenido; todo ello conforme lo prevé el artículo 81.
“El art. 82 regula el procedimiento para la petición de la declaración de ausencia simple”. Dispone, en primer
lugar, que “el presunto ausente debe ser citado por edictos durante cinco días, y si vencido el plazo no
comparece, se debe dar intervención al defensor oficial o en su defecto, nombrarse defensor al ausente”17,
este debe ser un abogado con matrícula. Asimismo, se prevé que el Ministerio Público sea parte necesaria en
el juicio, por lo que su intervención resulta imprescindible.
“En caso de urgencia, el juez puede designar un administrador provisional o adoptar las medidas que las
circunstancias aconsejan”18 con el objetivo de la preservación del patrimonio.
Una vez oído el defensor y producida la prueba correspondiente que tendrá por fin acreditar la desaparición
del ausente y que podrá rendirse por cualquier medio, si concurren los extremos legales, el juez estará en
condiciones de dictar la sentencia de declaración de ausencia simple y designar al curador.

Efectos
Una vez dictada la sentencia de simple ausencia, se designará un curador para que realice los actos de
conservación y de administración ordinaria de los bienes. Para el supuesto en el que deba realizar un acto que
exceda la administración ordinaria, deberá requerir autorización a un juez, la que debe ser otorgada solo en
caso de necesidad evidente e impostergable.
La curatela del ausente termina si se presenta personalmente o un apoderado; por su muerte; por su
fallecimiento presunto declarado judicialmente (artículo 84).

Muerte presunta
Régimen legal. Casos y términos
La presunción de fallecimiento, al igual que la muerte, constituyen supuestos jurídicos extintivos de la persona
humana. Así, los efectos de la sentencia judicial que declara el fallecimiento presunto son idénticos a los de la
muerte. Sin embargo, la ley establece diferencias fundadas en la eventual reaparición del declarado muerto
presunto y en la necesidad de proteger sus intereses.
El Código prevé distintos supuestos, ya sea porque se han perdido totalmente la noción o los datos del paradero
de una persona durante un tiempo prolongado o porque la persona se haya encontrado en circunstancias en
las que se presume su muerte.
Así, el Código contempla, en el artículo 85, el caso ordinario y, en el artículo 86, los supuestos extraordinarios.
Caso ordinario. La ausencia de una persona de su domicilio sin que se tenga noticia de ella por el término de
tres años, causa la presunción de su fallecimiento, aunque haya dejado apoderado.
El plazo debe contarse desde la fecha de la última noticia del ausente.19
Casos extraordinarios. Se presume también el fallecimiento de un ausente:
a) si por última vez se encontró en el lugar de un incendio, terremoto, acción de guerra u otro suceso
semejante, susceptible de ocasionar la muerte, o participó de una actividad que implique el mismo
riesgo, y no se tiene noticia de él por el término de dos años, contados desde el día en que el suceso
ocurrió o pudo haber ocurrido;
b) si encontrándose en un buque o aeronave naufragados o perdidos, no se tuviese noticia de su
existencia por el término de seis meses desde el día en que el suceso ocurrió o pudo haber ocurrido.20

Conforme lo prescripto en el art. 85, para que nazca la presunción de fallecimiento es preciso que la persona se
ausente de su domicilio sin que se tenga noticias de ella por el término de tres años… no se requiere que la
ausencia de la persona haya ocurrido en virtud de una circunstancia que traiga aparejada la muerte (supuesto
de buque o aeronave naufragada, incendio, terremoto… etc.), como ocurre en los casos extraordinarios.
[Por último] el plazo de tres años debe contarse desde la fecha de la última noticia que se haya tenido del
ausente.
La disminución de los plazos en los casos extraordinarios en relación con el supuesto ordinario se debe a que se
trata de hipótesis que se sustentan en circunstancias particulares en las que las posibilidades de supervivencia
resultan ínfimas.

Procedimiento para su declaración

En primer lugar, debe señalarse que, de conformidad con lo establece el artículo 87, cualquier persona que
tenga “algún derecho subordinado a la muerte de la persona de que se trate, puede pedir la declaración de
fallecimiento presunto, justificando los extremos legales y la realización de diligencias tendientes a la
averiguación de la existencia del ausente”21 que arrojen resultado negativo.
La acción debe interponerse en el juez del domicilio de la persona ausente.
El artículo 88 prescribe el procedimiento que debe seguir el juez en orden al trámite del pedido de declaración
de fallecimiento presunto:
 Deberá nombrarse un defensor para el ausente, con el fin de garantizarle el derecho de defensa durante
la tramitación del juicio.
 Deberá citarse a la persona ausente a través de edictos que se publicarán una vez por mes durante seis
meses. Esta publicación deberá disponerse en el Boletín Oficial y en otro que resulte de importancia.
 En el supuesto de que existan bienes y no haya mandatario o si el que hubiera, ejerciera
incorrectamente el mandato, deberá nombrarse un curador a sus bienes a los fines de que los
administre y conserve.

Por último, el artículo 88 aclara que “la declaración de simple ausencia no constituye presupuesto necesario
para la declaración de fallecimiento presunto, ni suple la comprobación de las diligencias realizadas para
conocer la existencia del ausente”22.
Así, pasados los seis meses –tiempo en el que se publican los edictos–, recibida la prueba que acredite que la
búsqueda del ausente dio resultado negativo y oído el defensor, el juez debe declarar el fallecimiento presuntivo
si están acreditados los extremos legales, fijar el día presumible de fallecimiento y disponer la inscripción de la
sentencia en el Registro Civil.
Por su parte, el artículo 90 dispone cómo debe fijarse el día que se sospecha de fallecimiento.
Día presuntivo de fallecimiento. Deberá fijarse como día presuntivo del fallecimiento:

a) en el caso ordinario, el último día del primer año y medio;


b) en el primero de los casos extraordinarios, el día del suceso y si no está determinado, el día del término
medio de la época en que ocurrió o pudo haber ocurrido;
c) en el segundo caso extraordinario, el último día en que se tuvo noticia del buque o aeronave perdidos;
d) si es posible, la sentencia debe determinar también la hora presuntiva del fallecimiento; en caso
contrario, se tiene por sucedido a la expiración del día declarado como presuntivo del fallecimiento.23

Efectos de la declaración
En orden a los efectos patrimoniales, los artículos 90 y 91 regulan sobre este punto.
De esta manera, con la declaratoria dictada, el juez mandará a abrir, si existiese, el testamento que haya dejado
el desaparecido. Los herederos y los legatarios deberán recibir los bienes del declarado presuntamente
fallecido, con un inventario previo. El dominio se inscribirá en el registro correspondiente (el Registro de la
Propiedad o el Registro de la Propiedad del Automotor), con la prenotación del caso, a nombre de los herederos
o legatarios, quienes podrán hacer su partición, pero no enajenarlos ni gravarlos sin autorización judicial.
Ahora bien, si aparece el ausente luego de entregar sus bienes o se tiene noticia cierta de su existencia, queda
sin efecto la declaración de fallecimiento y se procede a la devolución de aquellos a petición del interesado.
La conclusión de la prenotación se encuentra regulada en el artículo 92. Este prevé que “la prenotación queda
sin efecto transcurridos cinco años desde la fecha presuntiva del fallecimiento u ochenta años desde el
nacimiento de la persona. Desde ese momento puede disponerse libremente de los bienes”24, es decir, los
herederos y legatarios pasan a tener el dominio pleno.
Efectos sobre el matrimonio: según el artículo 435, inciso b, la declaración de ausencia con presunción de
fallecimiento es una causa de disolución del matrimonio, por lo que el otro cónyuge podrá contraer nuevo
matrimonio

Reaparición del presunto muerto


Ahora bien, si el ausente reaparece, puede reclamar:
a) la entrega de los bienes que existen en el estado e que se encuentran;
b) los adquiridos con el valor de los que faltan;
c) el precio adeudado de los enajenados;
d) los frutos no consumidos.25

Muerte comprobada
Definición. Forma y prueba
El artículo 93 del Código Civil y Comercial sienta el principio general de que “la existencia de la persona humana
termina por su muerte”26, hecho que será comprobado, según el artículo 94, de acuerdo con “los estándares
médicos aceptados, aplicándose la legislación especial en el caso de ablación de órganos del cadáver”27.
Así, para la comprobación de la muerte, se tendrán en cuenta los conocimientos científicos, los avances de la
biotecnología, de las ciencias biológicas y de la medicina, entre otros.
Cuando la comprobación de la muerte se requiere a los fines de la ablación de órganos cadavéricos, el artículo
94 se remite en forma directa a lo prescripto en la legislación especial vigente.
De tal modo, la Ley N.° 2419328, de Trasplantes de Órganos, en sus artículos 23 y 24, prescribe las bases para
el diagnóstico bajo criterios neurológicos; a esta normativa especial se remite el artículo 94 del Código Civil y
Comercial.
El artículo 23 establece que se considerará que una persona ha fallecido cuando se verifiquen de modo
acumulativo los siguientes signos, que deberán persistir ininterrumpidamente seis (6) horas después de su
constatación conjunta.
a) ausencia irreversible de respuesta cerebral, con pérdida absoluta de conciencia;
b) ausencia de respiración espontánea;
c) ausencia de reflejos cefálicos y constatación de pupilas fijas no reactivas;
d) inactividad encefálica corroborada por medios técnicos y/o instrumentales adecuados a las diversas
situaciones clínicas, cuya nómina será periódicamente actualizada por el Ministerio de Salud y Amiente
con el asesoramiento del Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implante
(INCUCAI).29

El artículo 24 indica que el certificado del fallecimiento tiene que ser realizado “por dos (2) médicos, entre los
que figurará por lo menos un neurólogo o neurocirujano. [Y que] ninguno de ellos será el médico o integrará el
equipo que realice ablaciones o implantes de órganos del fallecido”30.
Al igual que el nacimiento, la muerte se prueba con la partida del Registro Civil, es decir, con el asiento extendido
en los libros respectivos, con arreglo a la ley y con sus copias auténticas.
El Código unificado prescribe en el artículo 289, inciso b, que revisten de carácter de instrumento público los
extendidos por funcionarios públicos con los requisitos que establecen las leyes. El artículo 296 prevé que hacen
plena fe y enuncia el alcance de su eficacia probatoria.
En el Registro Civil, se inscribirán:
a) todas las [defunciones] que ocurran en… la Nación;
b) todas aquellas cuyo registro sea ordenado por juez competente;
c) las sentencias sobre ausencia con presunción de fallecimiento;
d) las sentencias que declaren la desaparición forzada de personas;
e) las que ocurran a buques o aeronaves de bandera argentina, ante el oficial público del primer puerto
o aeropuerto argentino de arribo;
f) las que se ocurran en lugares bajo jurisdicción nacional.31
Según el artículo 97 del Código Civil y Comercial de la Nación, la muerte sucedida en el extranjero debe probarse
con los instrumentos otorgados según las leyes del lugar donde acaece; estos deberán legalizarse o autenticarse
según lo disponen las convenciones internacionales.
Por último, el artículo 98 prevé lo que sucede cuando no hay de registro o el asiento es nulo. En este caso, “el
nacimiento o la muerte pueden acreditarse por otros medios de prueba”32, que es lo que se llama la prueba
supletoria, es decir, “aquella que a falta de prueba directa, permita al juez arribar a la certera convicción de que
el hecho se ha producido”.
Para el supuesto que el cadáver de una persona no fuese hallado [o no pueda ser identificado], el juez podrá
tener por comprobada la muerte y disponer la pertinente inscripción en el registro, siempre que la desaparición
se hubiera producido en circunstancias tales que la muerte deba ser tenida como cierta.

Hipótesis de la conmoriencia
El artículo 95 del Código Civil y Comercial de la Nación establece: “Conmoriencia. Se presume que mueren al
mismo tiempo las personas que perecen en un desastre común o en cualquier otra circunstancia, si no puede
determinarse lo contrario”34.
Este artículo está destinado a solucionar la cuestión que plantea la muerte de dos o más personas entre las que
pudiera existir transmisión de derechos, sin que pueda determinarse cuál de ellas falleció primero. En tal caso,
debe considerarse que todas murieron al mismo tiempo.
Para el supuesto en el que se pretendiera la transmisión de derecho entre los fallecidos, tendrá que probarse
efectivamente que uno murió antes que el otro, pues, a falta de pruebas, se considerarán muertes simultáneas.

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