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GETSEMANÍ
“Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar llamado Getsemaní, y dijo a sus discípulos:
Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro.” [Mt. 26:36]
Los claros deseos del hombre son semillas que contienen el poder y los planes de auto-
expresión y, como las semillas dentro del hombre, éstas también están enterradas dentro
de una sustancia oleosa (una actitud de la mente alegre y agradecida). Cuando el hombre
se contempla siendo y poseyendo lo que él desea ser y poseer, él ha comenzado el
proceso de exprimir o el acto espiritual de creación. Estas semillas se exprimen y plantan
cuando el hombre se pierde en un estado salvaje y loco de alegría, sintiendo
conscientemente y afirmando para sí mismo ser lo que antes deseaba ser.
Los deseos expresados, o exprimidos, dan lugar a que suceda ese particular deseo. El
hombre no puede poseer una cosa y todavía desear poseerla al mismo tiempo. Por lo
tanto, cuando uno se apropia conscientemente la sensación de ser la cosa deseada, este
deseo de ser la cosa sucede – se realiza. La actitud receptiva de la mente, sintiendo y
recibiendo la impresión de ser la cosa deseada, es la tierra fértil o matriz que recibe la
semilla (el objetivo definido).
La semilla que se exprime de un hombre crece en la semejanza del hombre del que fue
exprimida. Del mismo modo, la semilla mística, tu afirmación consciente de que eres lo
que hasta ahora deseabas ser, crecerá en la semejanza de ti – de quien y en quien se
exprimió. Sí, Getsemaní es el jardín cultivado de romance a donde el hombre disciplinado
acude para prensar semillas de alegría (deseos definidos) por él mismo en esta actitud
receptiva de la mente, y allí cuidarlas y nutrirlas caminando conscientemente en la alegría
de ser todo lo que anteriormente él deseaba ser.
Siente con el Gran Jardinero la emoción secreta de saber que las cosas y cualidades que
ahora no se ven serán vistas tan pronto como estas impresiones conscientes crezcan y
alcancen la madurez. Tu conciencia es el Señor y Esposo [Isaías 54:5]; el estado de
conciencia en el que moras es la esposa o amada. Este estado hecho visible es tu hijo
dando testimonio de ti, su padre y madre, pues tu mundo visible está hecho a imagen y
semejanza [Genesis 2:26] del estado de conciencia en el que vives; tu mundo y su
plenitud son nada más y nada menos que tu conciencia definida objetivada.
Sabiendo que esto es cierto, asegúrate de que eliges bien a la madre de tus hijos – ese
estado de conciencia en el que vives, tu concepción de ti mismo. El hombre sabio elige a
su esposa con gran discreción. Se da cuenta de que sus hijos deben heredar las
cualidades de sus padres y por eso es que dedica mucho tiempo y atención a la selección
de su madre. El místico sabe que el estado de conciencia en el que vive es la elección
que ha hecho de una esposa, la madre de sus hijos, que ese estado con el tiempo debe
encarnarse en su mundo; por consiguiente él siempre es selecto en su elección y siempre
afirma ser su más alto ideal. Él conscientemente se define como lo que desea ser.
Cuando se logra esta fijación de modo que el místico sabe por su sentimiento de alegría
que él ha pasado de su estado de conciencia anterior a su conciencia actual, la Pascua o
Crucifixión se alcanza. Esta crucifixión o fijación de la nueva afirmación consciente es
seguida por el Sabbath, un tiempo de descanso. Siempre hay un intervalo de tiempo entre
la impresión y su expresión, entre la afirmación consciente y su encarnación. Este
intervalo se llama el Sabbath, el periodo de descanso o de no esfuerzo (el día de la
sepultura).
Del mismo modo que la Pascua está determinada por la luna llena en Aries, así, también,
la resurrección de tu afirmación consciente está determinada por la plena conciencia de tu
afirmación, por vivir realmente como este nuevo concepto. La mayoría de los hombres
fallan en resucitar sus objetivos porque fallan en permanecer fieles a su reciente estado
definido hasta que se alcanza esta plenitud. Si el hombre tuviera en cuenta el hecho de
que no puede haber Pascua o día de la resurrección hasta después de la luna llena, se
daría cuenta de que el estado al que conscientemente ha pasado solamente será
expresado o resucitado después de haber permanecido dentro del estado de ser su
objetivo definido. Hasta que todo su ser no se estremezca con la sensación de ser
realmente su afirmación consciente, al vivir conscientemente en este estado de serlo, y
sólo de esta manera, el hombre jamás podrá resucitar o realizar su deseo.
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