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26.

GETSEMANÍ

“Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar llamado Getsemaní, y dijo a sus discípulos:
Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro.” [Mt. 26:36]

Uno de los romances místicos más maravillosos se cuenta en la historia de Jesús en el


Jardín de Getsemaní, pero el hombre ha fallado en ver la luz de su simbología y ha
interpretado erróneamente esta unión mística como una experiencia agonizante en la que
Jesús suplicó en vano con Su Padre para cambiar Su destino.

Getsemaní es, para el místico, el Jardín de la Creación – el lugar en la conciencia donde


el hombre acude para realizar sus objetivos definidos. Getsemaní es una palabra
compuesta que significa exprimir una sustancia oleosa: Geth, exprimir, y Shemen, una
sustancia oleosa. La historia de Getsemaní le revela al místico, en simbología dramática,
el acto de creación. Así como el hombre contiene en su interior una sustancia oleosa, que
en el acto de creación, es exprimida en la semejanza de sí mismo, del mismo modo él
tiene dentro suyo un principio divino (su conciencia) que se condiciona como un estado de
conciencia y sin asistencia se exprime u objetiva a sí misma.

Un jardín es un trozo de tierra cultivada, un campo especialmente preparado, donde las


semillas de la propia elección del jardinero se plantan y cultivan. Getsemaní es tal jardín,
el lugar en la conciencia donde el místico acude con sus objetivos bien definidos.

Los claros deseos del hombre son semillas que contienen el poder y los planes de auto-
expresión y, como las semillas dentro del hombre, éstas también están enterradas dentro
de una sustancia oleosa (una actitud de la mente alegre y agradecida). Cuando el hombre
se contempla siendo y poseyendo lo que él desea ser y poseer, él ha comenzado el
proceso de exprimir o el acto espiritual de creación. Estas semillas se exprimen y plantan
cuando el hombre se pierde en un estado salvaje y loco de alegría, sintiendo
conscientemente y afirmando para sí mismo ser lo que antes deseaba ser.

Los deseos expresados, o exprimidos, dan lugar a que suceda ese particular deseo. El
hombre no puede poseer una cosa y todavía desear poseerla al mismo tiempo. Por lo
tanto, cuando uno se apropia conscientemente la sensación de ser la cosa deseada, este
deseo de ser la cosa sucede – se realiza. La actitud receptiva de la mente, sintiendo y
recibiendo la impresión de ser la cosa deseada, es la tierra fértil o matriz que recibe la
semilla (el objetivo definido).

La semilla que se exprime de un hombre crece en la semejanza del hombre del que fue
exprimida. Del mismo modo, la semilla mística, tu afirmación consciente de que eres lo
que hasta ahora deseabas ser, crecerá en la semejanza de ti – de quien y en quien se
exprimió. Sí, Getsemaní es el jardín cultivado de romance a donde el hombre disciplinado
acude para prensar semillas de alegría (deseos definidos) por él mismo en esta actitud
receptiva de la mente, y allí cuidarlas y nutrirlas caminando conscientemente en la alegría
de ser todo lo que anteriormente él deseaba ser.

Siente con el Gran Jardinero la emoción secreta de saber que las cosas y cualidades que
ahora no se ven serán vistas tan pronto como estas impresiones conscientes crezcan y
alcancen la madurez. Tu conciencia es el Señor y Esposo [Isaías 54:5]; el estado de
conciencia en el que moras es la esposa o amada. Este estado hecho visible es tu hijo
dando testimonio de ti, su padre y madre, pues tu mundo visible está hecho a imagen y
semejanza [Genesis 2:26] del estado de conciencia en el que vives; tu mundo y su
plenitud son nada más y nada menos que tu conciencia definida objetivada.

Sabiendo que esto es cierto, asegúrate de que eliges bien a la madre de tus hijos – ese
estado de conciencia en el que vives, tu concepción de ti mismo. El hombre sabio elige a
su esposa con gran discreción. Se da cuenta de que sus hijos deben heredar las
cualidades de sus padres y por eso es que dedica mucho tiempo y atención a la selección
de su madre. El místico sabe que el estado de conciencia en el que vive es la elección
que ha hecho de una esposa, la madre de sus hijos, que ese estado con el tiempo debe
encarnarse en su mundo; por consiguiente él siempre es selecto en su elección y siempre
afirma ser su más alto ideal. Él conscientemente se define como lo que desea ser.

Cuando el hombre se da cuenta de que el estado de conciencia en el que vive es la


elección que ha hecho de una compañera, será más cuidadoso de sus estados de ánimo
y sentimientos. No se permitirá reaccionar a las sugestiones de miedo, carencia o
cualquier impresión indeseable. Tales sugestiones de carencia nunca podrían superar la
vigilancia de la mente disciplinada del místico, porque él sabe que cada afirmación
consciente con el tiempo debe expresarse como una condición de su mundo – de su
entorno. Por lo tanto, permanece fiel a su amada, su objetivo definido, definiendo y
afirmando y sintiendo que es lo que desea expresar. Deja que un hombre se pregunte si
su objetivo definido sería una cosa de alegría y belleza si fuera realizado. Si su respuesta
es afirmativa, entonces él puede saber que su elección de una novia es una princesa de
Israel, una hija de Judá, porque cada objetivo definido que expresa alegría cuando se
realiza es una hija de Judá, el rey de la alabanza.

Jesús en su hora de oración tomó con Él a Sus discípulos, o atributos disciplinados de la


mente, y les ordenó vigilar mientras Él oraba, de modo que ningún pensamiento o
creencia que podría negar la realización de Su deseo pudiera entrar en su conciencia.
Sigue el ejemplo de Jesús, que, con Sus deseos claramente definidos, entró en el Jardín
de Getsemaní (el estado de alegría) acompañado de sus discípulos (Su mente
disciplinada) para perderse en una alegría desenfrenada de realización. La fijación de Su
atención en Su objetivo era Su orden a Su mente disciplinada de vigilar y permanecer fiel
a esa fijación. Contemplando la alegría que sería suya en el cumplimiento de Su deseo, Él
comenzó el acto espiritual de generación, el acto de exprimir la semilla mística – Su deseo
definido. En esta fijación permaneció, afirmando y sintiendo que era eso que (antes de
entrar en Getsemaní) Él deseaba ser, hasta que todo Su ser (la conciencia) fue bañado en
un sudor oleoso (la alegría) semejante a sangre (la vida), en fin, hasta que toda Su
conciencia estuvo impregnada de la alegría viva y constante de ser Su objetivo definido.

Cuando se logra esta fijación de modo que el místico sabe por su sentimiento de alegría
que él ha pasado de su estado de conciencia anterior a su conciencia actual, la Pascua o
Crucifixión se alcanza. Esta crucifixión o fijación de la nueva afirmación consciente es
seguida por el Sabbath, un tiempo de descanso. Siempre hay un intervalo de tiempo entre
la impresión y su expresión, entre la afirmación consciente y su encarnación. Este
intervalo se llama el Sabbath, el periodo de descanso o de no esfuerzo (el día de la
sepultura).

Caminar inmóvil en la conciencia de ser o poseer un cierto estado es guardar el Sabbath.


La historia de la crucifixión expresa bellamente este silencio místico o descanso. Se nos
dice que después de que Jesús gritó, “¡Consumado es!” [Juan 19:30], Él fue colocado en
una tumba. Allí permaneció durante todo el Sabbath. Cuando te apropias del nuevo
estado o conciencia de modo que te sientes, por esta apropiación, fijado y seguro en el
conocimiento de que está consumado, entonces, tú también gritarás, “¡Consumado es!” y
entrarás en la tumba o Sabbath, un intervalo de tiempo en el que caminarás inamovible en
la convicción de que tu nueva conciencia debe ser resucitada (hecha visible).

La Pascua, el día de la resurrección, se celebra el primer domingo después de la luna


llena en Aries. La razón mística de esto es simple. Un área definida no se precipitará en
forma de lluvia hasta que este área alcance el punto de saturación; precisamente de este
modo, el estado en el que moras no se expresará hasta que todo esté impregnado con la
conciencia de que es así – de que está consumado.

Tu objetivo definido es el estado imaginario, al igual que el ecuador es la línea imaginaria


a través de la cual el sol debe pasar para marcar el comienzo de la primavera. Este
estado, como la luna, no tiene luz o vida por sí mismo; pero reflejará la luz de la
conciencia o sol – “Yo soy la luz del mundo” [Mateo 5:14, Juan 8:12, Juan 9:5, Juan 12:46]
– “Yo soy la resurrección y la vida” [Juan 11:25].

Del mismo modo que la Pascua está determinada por la luna llena en Aries, así, también,
la resurrección de tu afirmación consciente está determinada por la plena conciencia de tu
afirmación, por vivir realmente como este nuevo concepto. La mayoría de los hombres
fallan en resucitar sus objetivos porque fallan en permanecer fieles a su reciente estado
definido hasta que se alcanza esta plenitud. Si el hombre tuviera en cuenta el hecho de
que no puede haber Pascua o día de la resurrección hasta después de la luna llena, se
daría cuenta de que el estado al que conscientemente ha pasado solamente será
expresado o resucitado después de haber permanecido dentro del estado de ser su
objetivo definido. Hasta que todo su ser no se estremezca con la sensación de ser
realmente su afirmación consciente, al vivir conscientemente en este estado de serlo, y
sólo de esta manera, el hombre jamás podrá resucitar o realizar su deseo.

Traducido por Manu LDA


Tomado del libro YOUR FAITH IS YOUR FORTUNE, capítulo 26 “Gethsemane”, Neville
Goddard (1941)
© Todos los derechos reservados

http://nevilleenespanol.blogspot.com/

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