Está en la página 1de 5

1

Universidad Nacional de Córdoba


Facultad de Filosofía y Humanidades
Escuela de Letras

Lengua y Cultura Latinas III – Francisco Mogrovejo (Ayudante Alumno) 2017-


2018

BARTOLOMÉ, J. (2006) “La narración de la batalla de Farsalia como derrota en


Lucano”, Emerita 74, 259-288.

De vencedores a vencidos

El período de guerras civiles en Roma desembocó en la desaparición total de la


República y conllevó la instauración de un nuevo modo de gobierno, el régimen
imperial. Esta transición de un modelo a otro fue sentida por los escritores romanos de
una forma particular: el derrotado, en este caso, es el mismo compatriota que luchó en
otro momento contra enemigos extranjeros. Este sentimiento favoreció la reflexión
sobre la crudeza de la guerra y estimuló no solo la comprensión de lo que es en sí
mismo la derrota, sino también el reconocimiento del bando perdedor. La coincidencia
entre romanos en el campo de batalla permitió que la figura del derrotado recuperara su
condición humana, perdida al haber sido colocado en la posición de enemigo.

En la Farsalia esta idea se eleva hasta lugares no explorados anteriormente: la


derrota y la causa vencida constituyen la perspectiva desde la que se narran los hechos
(QUINT 1993: 131-209). Al modificarse los parámetros propios del género épico, se
cuestiona la legitimidad de la victoria en una guerra civil así como la identidad ética del
derrotado, hasta el punto de transformar paradójicamente la derrota en el resultado
anhelado de la batalla y calificar al vencedor como uictor iniquus (VII, 40; IX, 139). En
la Farsalia se propone, pues, la reformulación del código épico y de la concepción
tradicional romana de la guerra.

El derrotado

Lucano identifica a los vencidos como defensores de la esencia de Roma y a los


vencedores como destructores de ese orden. El empleo reiterado del término clades en
las intervenciones del poeta1 para referirse al resultado de la batalla es un ejemplo claro

1
Cincuenta y cuatro veces en la obra, quince en el libro VII.
2

de la identificación de Lucano con el bando perdedor. Asimismo, la comparación con


las más famosas derrotas sufridas por Roma, como lo fueron la de Alia y la de Cannas
(VII 408-411)2, permite cuestionar el registro tradicional de la memoria romana y
cancelar toda posibilidad de lectura de los sucesos de Farsalia como una victoria.

Lucano elige la perspectiva del vencido para componer su obra, lo cual exige
una narración particular y diferente del relato épico e histórico tradicional. No prescinde
de esos modelos, sino que los utiliza en función de su propia estética: por un lado,
subvierte modelos y recursos propios del código épico (como deja al descubierto, por
ejemplo, la relación entre Turno, Aen. XII, 895, y Pompeyo, Luc. VII, 113-116); por el
otro, altera los relatos convencionales de derrotas, como aquellos que cuentan los
sucesos entre Aníbal y Roma (por ejemplo, las disensiones entre los cónsules Varrón y
Paulo, según transmite Liv. XXII, 42.7, 42.8-9, 44.7; 45.6).

La epopeya de la derrota

Esta narración particular presenta elementos destacables. En primer lugar, como


en sus modelos precedentes, los prodigios que anuncian desgracias (VII, 150-67). Éstos
deben ser entendidos como la manifestación de la ira de los dioses y, por ello,
generalmente funcionan como una justificación de las derrotas romanas3. En la
tradición, los dioses favorecen al héroe piadoso (pius) y privan del triunfo a quien se
coloque en la situación opuesta de impietas. Sin embargo, en Lucano no existe falta
alguna hacia los prodigios, ni tampoco una desatención hacia ellos; la imposibilidad
para alcanzar el favor divino es, más bien, el resultado del destino trágico de Roma que
los dioses consienten, como Lucano manifiesta en el inicio de la Farsalia (uictrix causa
deis placuit sed uicta Catoni. I, 128). El desenlace de la lucha no es, pues, producto de
la pietas de César, pero tampoco de la impietas de Pompeyo.

Otro factor relevante en el poema es la descripción de la formación de los


ejércitos. El poeta narra con sumo detalle la disposición táctica del ejército pompeyano
(VII, 214-34), mientras que hace hincapié en la falta de orden dentro del ejército
cesariano (VII, 332-3) en comparación con las organizadas acies de Pompeyo (VII, 216-
217). La falta de orden y la precipitación es, por un lado, uno de los tópicos
justificativos de las derrotas romanas (cf. Heródoto VIII, 86); por otro, es una

2
La derrota de Cannas frente a Aníbal fue en el 216 a.C.; la de Alia, frente a los galos, en el 390 a.C.
3
Se trata de un mecanismo habitual de exculpación (ROSENTEIN 1990: 54-91).
3

característica de la forma de actuar de los bárbaros frente a la firme disciplina romana.


Dicha tradición permite destacar el aspecto bárbaro, salvaje y brutal del accionar del
ejército cesariano y, aún más, subrayar la falta de razón de su triunfo, incluso en un
plano militar.

Por último, otro de los factores relevantes en la construcción de la epopeya de la


derrota es la presentación de discursos solemnes o arengas. En ellas, el último en hablar
es generalmente el vencedor de la disputa, para poder así contestar los argumentos de su
oponente. Quien tiene este lugar en Farsalia es Magno (Pompeyo), quien representa la
victoria moral de su ejército.

La caracterización de los oradores (VII, 248-249; 340-342) y las distintas


reacciones del auditorio frente a sus discursos (VII, 329-331; 382-384) dan sustento a
una lectura que otorgue la victoria moral al ejército pompeyano. Asimismo, el análisis
de cada discurso fomenta esta lectura: por un lado, la imagen de César se construye
desde la dualidad hombre virtuoso/ tirano destinado a la derrota; por otro, la de
Pompeyo es siempre la del general que desea avivar el espíritu de sus soldados
mediante la incitación de los sentimientos de amicitia y pietas respecto de la patria. El
poeta pretende mostrar los motivos profundos del accionar de César y subrayar que
recibe el apoyo divino pese a la falta de legitimidad de su causa. Las contradicciones
internas desvelan asimismo el carácter falaz de los argumentos de César: habla del
interés por sus soldados, no de Roma como Pompeyo, pero, aun así, desvela su interés
personal, habla de libertas, pero sólo para los suyos, de clemencia y se muestra cruel, y
pese a todo ello será el vencedor. Aunque se quiera borrar la culpa de su bando, Lucano
insiste en aplicarles el adjetivo nocens4.

Pueden observarse, además, elementos en común entre el discurso de César y el


discurso de Aníbal que precede al enfrentamiento del Tesino en Italia. Éstos son la idea
de crueldad del enemigo, del perdón de consecuencias nefastas y la invocación de los
dioses como garantía de su acción. No obstante, la identificación entre Aníbal y César
resulta problemática en algunos puntos, pues la figura del cartaginés no es unívoca,
dado que es un vencedor temporal destinado a la derrota definitiva, como lo expresa
Livio en el momento mismo de sus mayores victorias (XXII 46, 8-9, 54, 10-11). Nada
similar sucede en la Farsalia, pues, aunque se aceptasen las alusiones a la muerte de

4
Es empleado en diez ocasiones a lo largo del Libro VII.
4

César como una forma de compensación a su éxito, la consecuencia más grave de su


victoria, la pérdida de la libertad, permanece presente en la generación de Lucano
(prosternimur, v. 641). Así, la identificación en la actitud y el carácter de ambos
personajes busca, una vez más, subrayar la frustración de las expectativas que supone el
desenlace de esta batalla.

La batalla patética

El relato de la batalla misma en el libro VII es la muestra clara de cómo el poeta


lleva a sus términos más extremos, sobrepasando sus modelos, la desconfiguración del
relato tradicional. Este relato expone con detalles los aspectos más detestables de la
guerra e implica una nueva consideración de los vencidos. En palabras de KAEMPFER
(1998: 122), es un “relato patético”. La firme voluntad del poeta de no narrar las
atrocidades de la guerra (VII, 553-565; 618-619), pero que cede finalmente a la
necesidad imperiosa de contar los hechos, presenta al lector un escenario grotesco,
cruel, donde el anonimato y el olvido son el mejor premio en una guerra que no procura
gloria alguna. Sin embargo, el lector puede actuar de distintas maneras frente a este
escenario: puede maravillarse, como lo hace César (VII, 789-803); puede imaginárselo
y lamentarse, como lo hace Pompeyo (VII, 114-116); puede mostrarse indiferente, como
lo hace Júpiter (VII, 445-447). Sea cual fuere la postura a tomar, la tensión entre las
pretensiones de César y las protestas del narrador brindan un espacio de acción para el
lector y suscitan una respuesta.

Conclusión

Lucano presenta ante los ciudadanos romanos una reflexión sobre los conceptos
de ‘batalla’, ‘justicia’, ‘vencedores’ y ‘vencidos’. El poeta subraya la inadecuación entre
el desenlace final de la batalla en Farsalia y lo esperado de acuerdo con los principios
romanos tradicionales. La aproximación, por un lado, a los modelos épicos inadecuados,
y, por otro, a los paradigmas narrativos de derrotas romanas le resulta, por diversas
razones, de gran utilidad. En primer lugar, demuestra lo sorprendente e injusto de la
victoria de César al identificarlo, mediante una serie de relaciones intertextuales, con los
héroes épicos condenados a la derrota; establece, en segundo lugar, una equivalencia
nítida entre César y el enemigo de la patria, al representarlo con los tintes del enemigo
más temible de Roma, Aníbal, de ahí su calificación como uictor iniquus (VII, 40). Por
último, mediante las diferencias perceptibles entre esta derrota y las infligidas a Roma
5

en otros tiempos, libera al vencido de responsabilidad en el desenlace; y como


consecuencia de las identificaciones descritas, su propia condición de vencido le redime
en parte de la culpa contraída por la participación en la contienda civil y la colaboración
en la ruina de la esencia de Roma que el destino ha querido. Las contradicciones
resultantes de la comparación con los modelos evocados consiguen hacer más evidente
la crueldad de un destino implacable.

También podría gustarte