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anaida pascual morán

PRELUDIO: Ante la ganancia de violencias... no malversemos nuestra


esperanza.

 Cada pisada humana de hoy deja rastros de violencia vivida...

Se abren puertas que muestran la muerte a cada paso. Los pobres son
acosados, los jóvenes asesinados, la niñez maltratada, las mujeres vejadas
y excluidas y los ancianos no cuentan porque no producen. Innumerables
violencias se concentran y nos golpean... (Dimensión Educativa, 1997, 62).

Configuramos un espiral de violencias y contraviolencias sin precedente. Somos


parte de un escalada de actos de intolerancia, corrupción, marginación y
discriminación. Somos parte de la globalización de la violencia. Presenciamos
modelos y estilos violentos de convivir, gobernar y educar. Modelos y estilos que
se caracterizan por la vigilancia para el castigo y la intolerancia que lleva a la
confrontación. Modelos y estilos donde las decisiones se toman sin la participación
de aquellos sectores siempre-presos de la exclusión. Modelos y estilos cuyos
motivos son el individualismo, la competitividad y el lucro desmedido. Modelos y
estilos que, ciertamente, nos han legado una alta "ganancia de violencias".(2)

La globalización de la violencia es un fenómeno que presenciamos, en sociedades


ricas como en sociedades pobres, en sociedades con tradición antimilitarista como
en sociedades con tradición bélica, en las relaciones interpersonales como en las
relaciones con la naturaleza, en generaciones jóvenes y adultas como en
generaciones ancianas y niñas. Según Jorge Werthein (1997), representante de la
UNESCO en Brasil, la violencia en sus variadas manifestaciones se perfila como
un síndrome de nuestra nueva sociedad moderna excluyente. Un estudio realizado
por varios organismos adscritos a las Naciones Unidas, apunta a Latinoamérica y
el Caribe como una de las regiones mas violentas. En países occidentales
"civilizados" y "pacíficos", la creciente violencia es igualmente alarmante
(Werthein, 1997; Herra, 1991). En muchos países, la violencia ha llegado a niveles
insólitos e insospechados - como testimonian las trágicas experiencias de
balacera y muerte en varias escuelas en los Estados Unidos.

Irónicamente, en muchos países la violencia ocurre con mayor frecuencia en


contextos domésticos e intrafamiliares. Se observa también, una creciente y
preocupante tendencia de comportamiento agresivo en las mujeres, quiénes han
comenzado a emular - desde edad temprana - los modelos masculinos
patriarcales. Más aún, la alta incidencia y reincidencia de menores en la actividad
criminal es alarmante y lamentable.

Puerto Rico no es excepción. En nuestra sociedad se ha ido perdiendo el valor de


la vida, y se fomenta un culto a la violencia en una cultura de muerte. Gran parte
de nuestros periódicos y noticiarios han devenido en crónicas de sangre.
Estructuralmente, también somos recipientes de enormes violencias. Esta
carencia y abandono institucional se manifiesta en quebrantos de salud mental,
que con frecuencia devienen en experiencias de cárcel, o en la muerte trágica
callejera de un número significativo de nuestros jóvenes.

La violencia desgarra también los esfuerzos de renovación escolar. Nuestras


1,547 escuelas públicas han demostrado ser un espejo de la sociedad
puertorriqueña. Irónicamente, nuestra política pública educativa pareciera ser:
Cerremos escuelas no-rentables, encerremos cada escuela en una "ZELDA"(3) y
abramos más celdas en nuestras cárceles. Nuestras instituciones de educación
superior tampoco escapan a estas realidades.

Lamentablemente, para enfrentar las violencias, se escogen caminos de igual o


mayor violencia punitiva y represiva, que dinamiza aún más el ya ágil espiral de
violencias. Ciertamente, nos compete a todas y a todos, cerrar las puertas de
muerte y violencia que se abren a cada paso, y echar a andar por caminos que
puedan imaginar y esbozar culturas alternas. Ciertamente, también le compete a
las comunidades universitarias pues...

 Cabe subrayar que la educación superior no es un simple nivel educativo.


En este peculiar período signado por la presencia de una cultura de guerra,
debe ser la principal promotora en nuestras sociedades de la solidaridad
moral e intelectual de la humanidad y de una cultura de paz construida
sobre la base de un desarrollo humano sostenible, inspirado en la justicia,
la equidad, la libertad, la democracia y el respeto pleno de los derechos
humanos (UNESCO, 1997, 39).

No, no ha llegado aún el fin de la historia. Mucho menos el fin de la esperanza,


pues como bien ha afirmado Federico Mayor, Director General de la UNESCO...

 La apertura y el diálogo son los medios, la paz, la democracia y la


seguridad, los objetivos para lograr un futuro que refleje lo mejor de las
diversas culturas, las distintas regiones y la condición humana que
compartimos. Sólo nosotros - todos [y todas] juntos - podemos 'asomarnos'
y escribir la primera página de la historia del futuro. No, el año 2000 no es el
'fin de la historia'. Pero debería ser el fin de esta historia, de la historia de la
guerra (UNESCO, 1994, 1).

Sabio sería iniciar nuestra travesía, a partir de un aforismo ghandiano que pone el
acento en el quehacer que exige el valor al cual aspiramos y que afirma la
coherencia entre medios y fines: "No hay camino a la paz; la paz es el camino"
(Hicks, 1993, 30). Sabio sería también evocar la exhortación de Francisco Matos
Paoli, para que - bajo ninguna circunstancia - permitamos la proscripción, la
malversación o el suicidio de nuestra esperanza (1989, 57-58).

VIOLENCIA, PAZ Y CONFLICTO: LABERÍNTICOS TRENZADOS.


A través de la historia, los conceptos violencia, paz y conflicto, han estado
íntimamente entrelazados. Y es que se requiere una visión de la paz plena,
presente y en positivo, pues...

 La paz significa algo más que la ausencia de guerra y de conflicto; es un


concepto dinámico que debe considerarse en términos positivos: la
presencia de la justicia social y la armonía, la posibilidad de que los seres
humanos realicen plenamente sus posibilidades y gocen del derecho a una
supervivencia digna y sostenible (UNESCO, 1994, 4).

Más aún, se requiere un modelo holístico de la paz, una "paz integral", una paz
democratizada, de manera que podamos...

 Vivir la paz como un concepto, una meta y un proceso activo, dinámico,


creativo, con repercusiones directas en nuestra vida cotidiana.
Democratizar en definitiva este derecho fundamental (Jares, 1991, 7).

El conflicto es inherente a la paz. Una política y práctica educativa explícita de


"paz conflictual" es por ende esencial para contrarrestar nuestra heredad bélica. El
que las partes en un conflicto - sea éste de naturaleza política, cultural,
económica, social o interpersonal - puedan "sentarse a la misma mesa", requiere
la creación de relaciones de confianza y de procesos de mediación, consenso y
reconciliación. Estos procesos parten de la premisa de que la manera más eficaz
para resolver los conflictos entre "enemigos", "adversarios" o "antagonistas", es
promover su cooperación para el logro de una meta de mutuo beneficio. También
se fundamenta en el propiciar las posibilidades de poder que radican en la
sociedad civil y en las organizaciones no-gubernamentales (Ortega Pinto, 1996;
Padilla, 1996; UNESCO, 1994, 1995a).

Algunos teóricos hacen distinciones entre "establecer", "mantener" y "consolidar"


la paz, y "prevenir" el conflicto. La ONU, por ejemplo, cuenta con organismos
especializados en dichos ámbitos, y matiza las diferencias en términos de fines y
estrategias. Consideran el "establecimiento de la paz" (peacemaking) necesario
para "poner término" a los conflictos. Una vez lograda la paz, orientan sus
esfuerzos al "mantenimiento de la paz" (peacekeeping o peace enforcement).
Mediante la "consolidación de la paz" (peace-buiding), se proponen fortalecer y
afianzarla, con miras a evitar que se reanuden los conflictos. Y abordan la
"diplomacia preventiva", con la finalidad de anticipar los conflictos y solucionarlos -
antes de que irrumpa la violencia (UNESCO, 1994).

La forma más idónea de aproximarse a los confli

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