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Falta de correa y rejo

JUAN PABLO CALVÁS


Hace unos días, saliendo del aeropuerto, tomé un taxi y apenas me senté el conductor dijo: “Por favor, póngase el cinturón
de seguridad”. Extrañado, le pregunté por qué me daba esa indicación y, enseguida, el conductor me contestó: “Porque es la
norma”. Hice caso, me puse el cinturón y luego le pregunté qué tanto cuidado le ponía la gente a esa indicación. La respuesta
llegó llena de anécdotas sobre las distintas reacciones de los pasajeros cuando les ha pedido que hagan lo que dice el código
de tránsito: pasajeros ubicados en la silla trasera de un vehículo deben usar el cinturón de seguridad.
Las historias iban desde el caso de una señora que se rehusó a usar el cinturón porque el taxista, según ella, podría
aprovecharse de que estaba “amarrada” para robarla y violarla; hasta el pasajero que, pocas cuadras después de subirse al
carro y rechazar la imposición del cinturón, terminó recibiendo un comparendo de parte de un policía de Tránsito por
incumplir con la reglamentación.
Al final, el taxista remató con un simple: “A nadie le cuesta ponerse el cinturón de seguridad, pero lo insultan a uno por
invitarlos a cumplir la norma, que vela por su propia seguridad. Por eso muchos compañeros ya no recuerdan nada al
pasajero, sino que ponen un letrero colgado en el espaldar del conductor para recordar la obligación”.
¡Qué gran ejemplo de lo que somos! ¡Qué triste prueba de que el gran problema de los colombianos es que no nos gusta
cumplir normas!
Pero lo más sorprendente es que la norma del uso de los cinturones de seguridad traseros es del año 2004. Así las cosas, la
señora que rechazó el cinturón ante el posible robo/violación o el pasajero que recibió el comparendo no estaban
incumpliendo una regla de hace dos meses o dos años, sino una ley de hace más de doce años. ¿Qué nos pasa?
Viene a mi cabeza esta historia cuando ha tomado vuelo la crítica de muchos ante los elevados costos de cursos y trámites
para sacar la licencia de conducción en Colombia. Y es que sin duda cobrar 700.000 pesos para obtener el pase de conducir
un vehículo particular o 400.000 para manejar una moto puede parecer una exageración, pero, en mi opinión, no solo
deberían ser más costosos, sino más difíciles de obtener.
Hay que decir las cosas con franqueza, y son muchas las bestias al volante en Colombia y, con el respeto que merecen los
conductores de buses decentes, el millón trescientos mil pesos que les cuesta sacar el pase es barato ante el horror que nos
hacen padecer a peatones y conductores día tras día.
De nada sirve pagar una fortuna para aprender el Código de Tránsito y el funcionamiento de un vehículo si lo aprendido en
esos cursos poco o nada se va a aplicar una vez ya se ha obtenido la licencia de conducción.
Pero ese no es el caso de nuestras historias de los cinturones de seguridad. Lo de ellos, y la mayoría de nosotros que no se
pone el cinturón, es mera necedad o falta de comprensión de lectura, porque si usted se sube a un taxi y lee que es
OBLIGATORIO el uso del cinturón, ¿por qué no lo usa? ¿Será falta de correa y rejo, como decía mi papá?
Lo que pasa en Colombia no es un problema de unos pocos. No son solo los políticos los que nos joden. Todos tenemos un
problema: creemos estar por encima de las leyes. Y así es imposible construir un país por más procesos de paz que se firmen.

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