Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
EDAD CONTEMPORANEA
Edad Contemporánea es el nombre con el que se designa al periodo histórico comprendido
entre la Declaración de Independencia de los Estados Unidos o la Revolución francesa, y
la actualidad. Comprende, si partimos de la Revolución francesa, de un total de 229 años,
entre 1789 y el presente. En este período, la humanidad experimentó una transición
demográfica, concluida para las sociedades más avanzadas (el llamado primer mundo) y aún
en curso para la mayor parte (los países subdesarrollados y los países recientemente
industrializados), que ha llevado su crecimiento más allá de los límites que le imponía
históricamente la naturaleza, consiguiendo la generalización del consumo de todo tipo de
productos, servicios y recursos naturales que han elevado para una gran parte de los seres
humanos su nivel de vida de una forma antes insospechada, pero que han agudizado
las desigualdades sociales y espaciales y dejan planteadas para el futuro próximo graves
incertidumbres medioambientales.1
Los acontecimientos de esta época se han visto marcados por transformaciones aceleradas en
la economía, la sociedad y la tecnología que han merecido el nombre de Revolución
Industrial, al tiempo que se destruía la sociedad preindustrial y se construía una sociedad de
clases presidida por una burguesía que contempló el declive de sus antagonistas tradicionales
(los privilegiados) y el nacimiento y desarrollo de uno nuevo (el movimiento obrero), en
nombre del cual se plantearon distintas alternativas al capitalismo. Más espectaculares fueron
incluso las transformaciones políticas e ideológicas (Revolución
liberal, nacionalismo, totalitarismos); así como las mutaciones del mapa político mundial
y las mayores guerras conocidas por la humanidad.
En cada uno de los planos principales del devenir histórico (económico, social y político),3
puede cuestionarse si la Edad Contemporánea es una superación de las fuerzas rectoras de
2
la modernidad o más bien significa el periodo en que triunfan y alcanzan todo su potencial
de desarrollo las fuerzas económicas y sociales que durante la Edad Moderna se iban
gestando lentamente: el capitalismo y la burguesía; y las entidades políticas que lo hacían de
forma paralela: la nación y el Estado.
duramente combatido, aunque con éxito bastante limitado, por sus enemigos de clase,
enfrentados entre sí: el anarquismo y el socialismo (dividido a su vez entre el comunismo y
la socialdemocracia). En el campo de la ciencia económica, los presupuestos del liberalismo
clásico fueron superados (economía neoclásica, keynesianismo -incentivos al consumo e
inversiones públicas para frente a la incapacidad del mercado libre para responder a la crisis
de 1929- o teoría de juegos-estrategias de cooperación frente al individualismo de la mano
invisible-). La democracia liberal fue sometida durante el período de entreguerras al doble
desafío de los totalitarismos estalinista y fascista (sobre todo por el expansionismo de
la Alemania nazi, que llevó a la Segunda Guerra Mundial).6
En cuanto a los estados nacionales, tras la primavera de los pueblos (denominación que se
dio a la revolución de 1848) y el periodo presidido por la unificación
alemana e italiana (1848-1871), pasaron a ser el actor predominante en las relaciones
internacionales, en un proceso que se generalizó con la caída de los grandes imperios
multinacionales (español desde 1808 hasta 1976, portugués desde 1821 hasta
1975; ruso, alemán, austrohúngaro y turco en 1918, tras su hundimiento en la Primera
Guerra Mundial) y la de los imperios coloniales (británico, francés, neerlandés y belga tras
la Segunda). Si bien numerosas naciones accedieron a la independencia durante los siglos
XIX y XX, no siempre resultaron viables, y muchos se sumieron en terribles conflictos
civiles, religiosos o tribales, a veces provocados por la arbitraria fijación de las fronteras, que
reprodujeron las de los anteriores imperios coloniales. En cualquier caso, los estados
nacionales, después de la Segunda Guerra Mundial, devinieron en actores cada vez menos
relevantes en el mapa político, sustituidos por la política de bloques encabezados por
los Estados Unidos y la Unión Soviética. La integración supranacional de Europa (Unión
Europea) no se ha reproducido con éxito en otras zonas del mundo, mientras que
las organizaciones internacionales, especialmente la ONU, dependen para su funcionamiento
de la poco constante voluntad de sus componentes.
La desaparición del bloque comunista ha dado paso al mundo actual del siglo XXI, en que
las fuerzas rectoras tradicionales presencian el doble desafío que suponen tanto la tendencia
a la globalización como el surgimiento o resurgimiento de todo tipo de identidades,7
personales o individuales,8 colectivas o grupales,9 muchas veces competitivas entre sí
(religiosas, sexuales, de edad, nacionales, culturales, étnicas, estéticas,10
4
Sin embargo, fue la evidencia del triunfo de las fuerzas de la modernidad lo que hizo que
precisamente en la Edad Contemporánea se desarrollara un discurso paralelo de crítica a la
modernidad, que en su vertiente más radical desembocó en el nihilismo. Es posible seguir el
hilo de esta crítica a la modernidad en el romanticismo y su búsqueda de las raíces históricas
de los pueblos; en la filosofía de Arthur Schopenhauer, Friedrich Nietzsche y posteriores
movimientos (irracionalismo, vitalismo, existencialismo, Escuela de Frankfurt);13 en los
rasgos más experimentales del arte contemporáneo y la literatura contemporánea que, no
obstante, reivindican para sí la condición de literatura o arte
moderno (expresionismo, surrealismo, teatro del absurdo); en concepciones teóricas como
la postmodernidad; y en la violenta resistencia que, tanto desde el movimiento obrero como
desde posturas radicalmente conservadoras, se opuso a la la gran transformación14 de
economía y sociedad. Superar el ideal ilustrado de progreso y confianza optimista en las
capacidades del ser humano, implicaba una noción progresista y de confianza en la
capacidad del ser humano que efectúa esa crítica, por lo que esas "superaciones de la
modernidad" fueron de hecho nuevas variantes del discurso moderno.15
6
En los años finales del siglo XVIII y los primeros del siglo XIX se derrumba el Antiguo
Régimen de una forma que fue percibida por los contemporáneos como una aceleración
del ritmo temporal de la historia, que trajo cambios trascendentales conseguidos tras vencer
de forma violenta la oposición de las fuerzas interesadas en mantener el pasado: todos ellos
requisitos para poder hablar de una revolución, y de lo que para Eric Hobsbawm es La Era
de la Revolución.16 Suele hablarse de tres planos en el mismo proceso revolucionario: el
económico, caracterizado por el triunfo del capitalismo industrial que supera la
fase mercantilista y acaba con el predominio del sector primario (Revolución Industrial); el
social, caracterizado por el triunfo de la burguesía y su concepto de sociedad de clases basada
en el mérito y la ética del trabajo, frente a la sociedad estamental dominada por los
privilegiados desde el nacimiento (Revolución burguesa); y el político e ideológico, por el
que se sustituyen las monarquías absolutas por sistemas representativos, con constituciones,
parlamentos y división de poderes, justificados por la ideología liberal (Revolución liberal).
REVOLUCION INDUSTRIAL
sociedades más involucradas en las transformaciones del capitalismo comercial del moderno
sistema mundial,17 era necesario que la gran mayoría de la fuerza de trabajo produjera
alimentos, quedando una exigua minoría para la vida urbana y el escaso trabajo industrial, a
un nivel tecnológico artesanal, con altos costes de producción. A partir de entonces, empieza
a ser posible que los sustanciales excedentes agrícolas alimenten a una población creciente
(inicio de la transición demográfica, por la disminución de la mortalidad y el mantenimiento
de la natalidad en niveles altos) que está disponible para el trabajo industrial, primero en las
propias casas de los campesinos (domestic system, putting-out system) y enseguida en
grandes complejos fabriles (factory system) que permiten la división del trabajo que conduce
al imparable proceso de especialización, tecnificación y mecanización. La mano de obra
se proletariza al perder su sabiduría artesanal en beneficio de una máquina que realiza rápida
e incansablemente el trabajo descompuesto en movimientos sencillos y repetitivos, en un
proceso que llevará a la producción en serie y, más adelante (en el siglo XX, durante
la Segunda revolución industrial), al fordismo, el taylorismo y la cadena de montaje. Si el
producto es menos bello y deshumanizado (crítica de los partidarios del mundo preindustrial,
como John Ruskin y William Morris), no es menos útil y sobre todo, es mucho más
beneficioso para el empresario que lo consigue lanzar al mercado. Los costos de producción
disminuyeron ostensiblemente, en parte porque al fabricarse de manera más rápida se invertía
menos tiempo en su elaboración, y en parte porque las propias materias primas, al ser también
explotadas por medios industriales, bajaron su coste. La estandarización de la producción
reemplazó la exclusividad y escasez de los productos antiguos por la abundancia y el
anonimato de los productos nuevos, todos iguales unos a otros.
del mundo mucho antes de que se produjera la industrialización de cada uno de los países,
dado el decisivo impacto que tuvo la posibilidad de adquirir grandes cantidades de productos
industriales cada vez más baratos y diversificados. El mundo se dividió entre los que
producían bienes manufacturados y los que tenían que conformarse con intercambiarlos por
las materias primas, que no aportaban prácticamente valor añadido al lugar del que se
extraían: las colonias y neocolonias (África, Asia y América Latina, tanto antes como
después de los procesos de independencia de los siglos XIX y XX).
Como factores técnicos, era uno de los países con mayor disponibilidad de las materias
primas esenciales, sobre todo el carbón, mineral indispensable para alimentar la máquina de
vapor que fue el gran motor de la Revolución Industrial temprana, así como los altos
hornos de la siderurgia, sector principal desde mediados del siglo XIX. Su ventaja frente a
la madera, el combustible tradicional, no es tanto su poder calorífico como la mera
posibilidad en la continuidad de suministro (la madera, a pesar de ser fuente renovable, está
limitada por la deforestación; mientras que el carbón, combustible fósil y por tanto no
renovable, solo lo está por el agotamiento de las reservas, cuya extensión se amplía con el
precio y las posibilidades técnicas de extracción).
Como factor geoestratégico, durante el siglo XVIII Inglaterra (que tras las firmas del Acta de
Unión con Escocia en 1707 y del Acta de Unión con Irlanda en 1800, después de la derrota
de la rebelión irlandesa de 1798, consiguieron la unión con Escocia e Irlanda, formando
el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda) construyó una flota naval que la convirtió (desde
el tratado de Utrecht, 1714, y de forma indiscutible desde la batalla de Trafalgar, 1805) en
una verdadera talasocracia dueña de los mares y de un extensísimo imperio colonial. A pesar
de la pérdida de las Trece Colonias, emancipadas en la Guerra de Independencia de Estados
Unidos (1776-1781), controlaba, entre otros, los territorios del subcontinente indio, fuente
importante de materias primas para su industria, destacadamente el algodón que alimentaba
la industria textil, así como mercado cautivo para los productos de la metrópolis. La canción
patriótica Rule Britannia (1740) explícitamente indicaba: rule the waves (gobierna las olas).
La experimentación de la caldera de vapor era una práctica antigua (el griego Herón de
Alejandría) que se reanudó en el siglo XVI (los españoles Blasco de Garay y Jerónimo de
Ayanz) y que a finales del siglo XVII había producido resultados alentadores, aunque aún no
aprovechados tecnológicamente (Denis Papin y Thomas Savery). En 1705 Thomas
Newcomen había desarrollado una máquina de vapor suficientemente eficaz para extraer el
agua de las minas inundadas. Tras sucesivas mejoras, en 1782 James Watt incorporó un
sistema de retroalimentación que aumentaba decisivamente su eficiencia, lo que posibilitó su
aplicación a otros campos. Primero a la industria textil, que había ido desarrollando previamente
una revolución textil aplicada a los hilos y tejidos de algodón con la lanzadera volante (John
Kay, 1733) y la hiladora mecánica (spinning Jenny de James Hargreaves -1764-, water
frame de Richard Arkwright -1769, movida con energía hidráulica, aplicada en Cromford
Mill desde 1771- y spinning mule o mule jenny de Samuel Crompton, 1779); y que estaba
madura para la aplicación del vapor al telar mecánico (power loom de Edmund Cartwright,
1784) y otras innovaciones demandadas por los cuellos de botella a los que se forzaba a los
subsectores sucesivamente afectados, poniendo a la industria textil inglesa a la cabeza de la
producción mundial de telas. Luego a los transportes: el barco de vapor (Robert Fulton, 1807) y
posteriormente el ferrocarril (George Stephenson, 1829), cuyo desarrollo se vio obstaculizado
por los recelos sociales que suscitaba; pero que permitió extraer toda la potencialidad a las vías
férreas de uso minero y tracción animal y humana que se venían utilizando extensivamente con
el hierro de Coalbrookdale fundido con coque (Abraham Darby I, 1709; puente de Hierro, 1781).
10
Estas novedades no siempre fueron bien acogidas. La sustitución del trabajo humano por
máquinas condenaba a los trabajadores de la artesanía tradicional al desempleo si no se
adaptaban a las nuevas condiciones laborales o la pérdida del control del proceso productivo
si lo hacían. La resistencia contra ello condujo en algunos casos a la destrucción física de las
nuevas industrias mecanizadas (ludismo). Los nuevos empresarios, liberados de las
restricciones gremiales, consiguieron la ilegalización de cualquier forma de asociación de
defensa de los intereses laborales, dejando únicamente en el contrato individual y el mercado
libre la negociación de las condiciones de trabajo y salario. Simétricamente, tampoco se
consentía la asociación de empresarios, por atentar contra el principio de libre competencia,
fuente de toda prosperidad según el triunfante liberalismo económico de Adam Smith (La
riqueza de las naciones, 1776). El debate historiográfico sobre si la industrialización fue un
proceso más o menos perjudicial para las condiciones de vida de las clases bajas ha sido uno
de los más activos, y no está resuelto.18 No disminuyeron los puestos de trabajo, por el
contrario, aumentaron, haciendo necesaria la llegada a los masificados barrios obreros del
norte de Inglaterra (Mánchester, Liverpool) de masas de emigrantes del campo (de donde
eran expulsados por las poor laws -leyes de pobres- y las enclosures -cercamientos-). Por el
contrario, la liberalización del precio de los alimentos básicos tuvo que esperar a mediados
del siglo XIX para la abolición de las Corn Laws (leyes de granos, vigentes
entre 1815 y 1846) que defendían los intereses proteccionistas de los terratenientes
británicos, desproporcionadamente representados en el Parlamento y combatidos por
el grupo de presión del capitalismo manchesteriano. La rebaja en el nivel salarial (que David
Ricardo justificó como expresión de una necesidad económica, la ley de bronce), los horarios
prolongados en trabajos insalubres y la degradación social generalizada, condujeron
al pauperismo (las durísimas condiciones sociales fueron retratadas en las novelas de la
época, como Los miserables de Víctor Hugo, u Oliver Twist de Charles Dickens); al tiempo
que también creaban las condiciones (objetivas en terminología marxista) para el surgimiento
11
de una conciencia de clase y el inicio del movimiento obrero. También tuvieron expresión
política en las revoluciones de 1830 y 1848, burguesas en su calificación social, pero con un
fuerte protagonismo obrero, en particular en Francia; así como el cartismo inglés.
... ha creado fuerzas productivas más abundantes y más grandiosas que todas las generaciones
pasadas juntas. El sometimiento de las fuerzas de la naturaleza, el empleo de las máquinas,
la aplicación de la química a la industria y a la agricultura, la navegación de vapor, el
ferrocarril, el telégrafo eléctrico, la asimilación para el cultivo de continente enteros, la
apertura de ríos a la navegación, poblaciones enteras surgiendo por encanto, como si salieran
de la tierra. ¿Cuál de los siglos pasados pudo sospechar siquiera que semejantes fuerzas
productivas dormitasen en el seno del trabajo social?
... toda esta sociedad burguesa moderna, que ha hecho surgir como por encanto tan potentes
medios de producción y de cambio, se asemeja al mago que ya no es capaz de dominar las
potencias infernales que ha desencadenado con sus conjuros. (...)
12
Las armas de que se sirvió la burguesía para derribar el feudalismo se vuelven ahora contra
la propia burguesía.
Pero la burguesía no ha forjado solamente las armas que deben darle muerte; ha producido
también los hombres que empuñarán esas armas: los obreros modernos, los proletarios.
Revolución demográfica[editar]
Uno de los efectos de todos estos cambios, así como una válvula de escape de la presión
social, fue el incremento de la emigración, la llamada explosión blanca (por ser la fase de
la revolución demográficaprotagonizada por Europa y otras zonas de población
predominantemente europea). Campesinos arruinados y obreros sin nada que perder, se veían
incentivados a abandonar Europa y tentar suerte en las colonias de poblamiento (Canadá o
Australia para los ingleses, Argelia para los franceses) o en las naciones independientes
receptoras de inmigrantes (como Estados Unidos o Argentina); también miembros de las
clases altas se incorporaban como élite dirigente en colonias de explotación (como la India,
el sureste asiático o el África negra). Explícitamente los defensores
del imperialismo británico, como Cecil Rhodes, veían en la inmigración a las colonias la
solución a los problemas sociales y una forma de evitar la lucha de clases. De una forma
similar lo interpretaron los teóricos marxistas, como Lenin y Hobson.20 Una de las mayores
emigraciones nacionales se produjo después de la gran hambruna irlandesa de 1845-1849,
que despobló la isla, tanto por la mortalidad como por el masivo trasvase de población, que
13
convirtió ciudades enteras de la costa este de Estados Unidos en ghettos irlandeses (donde
sufrían la discriminación de los dominantes WASP). Otras oleadas posteriores fueron
protagonizados por inmigrantes nórdicos, alemanes, italianos y de Europa Oriental (sobre
todo las salidas masivas, a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, de los judíos
sometidos a los pogromos).
Revoluciones liberales[editar]
Artículos principales: Revolución liberal, Revoluciones burguesas y Revoluciones
atlánticas.
Antes incluso de que las transformaciones ligadas a la revolución industrial inglesa afectasen
de forma notable a otros países, el poder económico creciente de la burguesíachocaba en las
sociedades de Antiguo Régimen (casi todas las demás europeas, a excepción de los Países
Bajos) con los privilegios de los dos estamentos privilegiados que conservaban sus
prerrogativas medievales (clero y nobleza). La monarquía absoluta, como su precedente
la monarquía autoritaria, ya había empezado a prescindir de los aristócratas para el gobierno,
llamando como ministros a miembros de la baja nobleza, letrados e incluso gentes de la
burguesía, como por ejemplo Jean-Baptiste Colbert, el ministro de finanzas de Luis XIV.
La crisis del Antiguo Régimen que se gesta durante el siglo XVIII fue haciendo a los
burgueses cobrar conciencia de su propio poder, y encontraron expresión ideológica en los
ideales de la Ilustración, divulgados notablemente con L'Encyclopédie (1751-1772). Con
mayor o menor profundidad, varios monarcas absolutos adoptaron algunas ideas del
reformismo ilustrado (José II de Austria, Federico II de Prusia, Carlos III de España), los
llamados déspotas ilustrados a quienes se atribuyen distintas variantes de la expresión todo
por el pueblo, pero sin el pueblo.21 Lo insuficiente de estas tibias reformas quedaba
evidenciado cada vez que se mitigaban, postergaban o rechazaban las más radicales, que
afectaban a aspectos estructurales del sistema económico y social (desamortización,
desvinculación, libertad de mercado, supresión de fueros, privilegios, gremios, monopolios
y aduanas interiores, igualdad legal); mientras que las intocables cuestiones políticas, que
implicarían el cuestionamiento de la misma esencia del absolutismo, raramente se planteaban
más allá de ejercicios teóricos. La resistencia de las estructuras del Antiguo Régimen
14
solamente podía vencerse con movimientos revolucionarios de base popular, que en los
territorios coloniales se expresaron en guerras de independencia.
Estos derechos son "derechos naturales", se conciben como anteriores a la ley del Estado por
oposición a los "derechos positivos" consagrados por los distintos ordenamientos jurídicos.
Los "derechos del hombre" son recogidos en una Constitución ("derechos constitucionales")
pero no creados por ella. Las constituciones o las declaraciones de derechos explícitamente
declaran que tales derechos pertenecen al hombre con carácter universal, y no en virtud de
ningún hecho propio o ajeno, o por una condición particular (nacionalidad, lugar o familia
de nacimiento, religión, etc.).22
atendiera a las exigencias de la razón y que proporcionara más felicidad pública (o más bien
permitiera la búsqueda de la felicidad individual de cada individuo). Tal constitución, en su
interpretación más radical, debía ser generada por el pueblo y no por la monarquía o el
gobernante, ya que se trata de una expresión de la soberanía que reside en la nación y en
los ciudadanos (no en el monarca, como predicaban los defensores del absolutismo desde el
siglo XVII: Hobbes o Bossuet). Para garantizar el equilibrio de los poderes, el poder
judicial habría de ser independiente, y el legislativo ejercido por un parlamento que
represente a la nación y sea elegido por el pueblo, o al menos en su nombre, por un cuerpo
electoral cuya representatividad podía entenderse más o menos amplia o restringida. Estas
formulaciones, basadas en la práctica del parlamentarismo británico posterior a la Gloriosa
Revolución de 1688, se convirtieron en el cuerpo doctrinal del liberalismo político.
Fue trascendental la influencia que sobre los teóricos políticos de la Ilustración tuvo ese
ejemplo, reconocido en los escritos de Voltaire o Montesquieu. También la Constitución de
los Estados Unidos de América(1787), está fuertemente imbuida en la tradición
jurídica consuetudinaria británica. La opción por una constitución escrita en vez de
consuetudinaria se explica tanto por la influencia de la ideología de la Ilustración en los
constituyentes americanos como por el hecho de que el proceso jurídico británico se había
producido en el lapso de unos 600 años, mientras que su equivalente estadounidense se
produjo en apenas una década. El texto escrito se hizo indispensable para crear todo un nuevo
sistema político desde la nada, al contrario del caso británico, que había evolucionado con
sucesivas adiciones y decantado con en el paso de los siglos. Se plasmaba en el prestigio de
varios textos legales (algunos medievales, como la Carta Magna de 1215, otros modernos
como el Bill of Rights de 1689), la jurisprudencia de tribunales con jueces independientes
y jurados y los usos políticos, que implicaban un equilibrio de poderes entre Corona y
Parlamento (elegido por circunscripciones desiguales y sufragio restringido), frente al que
el Gobierno de su Majestad respondía. Las primeras constituciones escritas en Europa
fueron la polaca (3 de mayo de 1791)23 y la francesa (3 de septiembre de 1791). No obstante,
el primer documento legal moderno de su tipo (más bien un ejercicio teórico y utopista que
no se aplicó) fue el Proyecto de Constitución para Córcega que Jean Jacques
Rousseau redactó para la efímera República Corsa (1755-1769).24 Las primeras españolas
aparecieron como consecuencia de la Guerra Peninsular: la redactada en Bayona por
16
los afrancesados (8 de julio de 1808) y la elaborada por sus rivales del bando patriota en
las Cortes de Cádiz (12 de marzo de 1812 llamada popularmente Pepa), tomada como
modelo por otras en Europa. En Hispanoamérica las primeras constituciones fueron creadas
entre 1811 y 1812, como consecuencia del movimiento juntista, que fue la primera fase
del movimiento independentista hispanoamericano provocando las guerras coloniales.
El Congreso de Angostura, con la inspiración de Simón Bolívar, redactó la Constitución de
Cúcuta (o de la Gran Colombia que incluía las
actuales Colombia, Ecuador, Panamá y Venezuela) en 1819 y que el Congreso de
Cúcuta terminaría proclamando de forma oficial en 1821. Todos estos movimientos
formarían parte de lo que se conocería como revoluciones atlánticas o ciclo atlántico.
El árbol de la libertad debe ser regado de vez en cuando con sangre de patriotas y tiranos.
Los ingleses se habían instalado en las Trece Colonias de la costa noroccidental americana
desde el siglo XVII. Durante la gran guerra colonial entre Reino Unido y Francia(1756-
1763), y que fue correlato americano de la Guerra de los Siete Años europea, los colonos
estadounidenses cobraron conciencia de hasta qué punto sus intereses eran divergentes de los
de la metrópolis (imposibilidad de recibir un trato equilibrado, o de ascender en el ejército),
así como de los límites de la capacidad de esta y de su propio poder. En los años siguientes,
ante apremiantes necesidades fiscales, se intentó incrementar la extracción de recursos de las
colonias imponiendo tasas sin ningún tipo de control local ni representación en su discusión.
Tras el enfriamiento progresivo de relaciones, los colonos y los casacas rojas (las tropas
británicas, llamadas así por el color de su uniforme) tuvieron las primeras refriegas en
incidentes menores cuya importancia se magnificaba convirtiéndolos en simbólicos (masacre
de Boston, 1770; motín del té, 1773; batallas de Lexington y Concord, 1775). En 1776, en
un Congreso Continental reunido en la ciudad de Filadelfia, representantes enviados por los
parlamentos locales de las Trece Colonias proclamaron la independencia. La guerra, liderada
por George Washington en el lado colonial, que recibió el apoyo internacional de España y
Francia, terminó con la completa derrota de los británicos en la batalla de Yorktown (1781).
17
Durante los primeros años hubo dudas entre los padres fundadores sobre si las Trece
Colonias seguirían cada una su camino como otras tantas naciones independientes, o si
formarían una única nación. En un nuevo congreso celebrado otra vez en Filadelfia (1787),
acordaron finalmente una solución intermedia, conformando un estado federal con una
compleja repartición de funciones entre la Federación y los estados miembros, bajo el
mandato de una única carta fundamental: la Constitución de 1787. La Federación,
denominada Estados Unidos de América, se inspiró para su creación y para la redacción de
su carta magna (sobre todo de las numerosas enmiendas que hubo que añadir
progresivamente a los siete artículos iniciales) en los principios fundamentales promovidos
por la Ilustración, además de en la práctica política del autogobierno local experimentado
durante más de un siglo, e incluso en el ejemplo de un peculiar sistema político indígena
americano (la Confederación Iroquesa).26 El sistema político se basó en un
fuerte individualismo y en el respeto a los derechos humanos (aunque en su cultura política
se expresaron como derechos civiles), entre los que destacaban las mayores garantías nunca
existentes en ningún ordenamiento jurídico anterior a la neutralidad del estado en cuestiones
propias de la vida privada y al respeto a las libertades
públicas(conciencia, expresión, prensa, reunión y participación política, posesión de armas)
y concretamente a la propiedad privada como vehículo para la búsqueda de la felicidad(Life,
liberty and the pursuit of happiness).27 La construcción de la democracia, en muchas de sus
implicaciones, como el sufragio universal, no fue de rápida consecución, especialmente en
cuanto a los problemas de la esclavitud, que diferenciaba a los estados del norte y el sur; y la
relación con las naciones indígenas, por cuyos territorios se expandieron. Las nociones
de república e independencia pasaron a ser dos referentes simbólicos de la nueva nación, y
durante mucho tiempo, características casi exclusivas frente al resto del mundo.
FRANCIA.- había apoyado activamente a las Trece Colonias contra el Reino Unido, con
tropas comandadas por el Marqués de La Fayette; pero aunque la intervención fue exitosa
18
, Levée en masse -Leva en masa-29) y la defensa de lo conquistado por el pueblo, frente a los
desmotivados ejércitos mercenarios, cuyos oficiales no lo eran por mérito, sino por nobleza,
demostró ser suficiente para la victoria. En el interior, la revuelta del 10 de agosto de 1792,
protagonizada por los sans culottes (la plebe urbana de París) forzó a la Asamblea a sustituir
al rey por un Consejo provisional y convocar elecciones por sufragio universal a
una Convención Nacional, que dominaron los jacobinos. Su política de supresión de toda
oposición, el llamado Terror (1793-1795), eliminó físicamente a la oposición
contrarrevolucionaria (muy fuerte en algunas zonas, como la Vendée) así como a los
elementos revolucionarios más moderados (girondinos), mientras los que pudieron huir
(nobles y clérigos refractarios, que no habían aceptado jurar la constitución civil del clero)
salían al exilio. Se estableció un régimen político republicano, que transformó incluso el
calendario, establecía un sistema de precios y salarios máximos (ley del máximum general)
y controlaba todos los aspectos de la vida pública mediante el Comité de Salud
Pública dirigido por Robespierre. El número de ejecuciones, por el igualitario método de
la guillotina fue muy alto, e incluyó al rey y a la reina, así como a varios de los propios
jacobinos, como Danton, y a un gran científico, Lavoisier (en ocasión de su condena, se
dijo: la revolución no necesita sabios). Un golpe de estado (conocido como reacción
thermidoriana, por el nombre en el nuevo calendario del mes en que se produjo) acabó
físicamente con Robespierre y su régimen e instauró un sistema mucho más moderado, del
gusto de la burguesía: el Directorio (1795-1799).
Para Hannah Arendt, mientras que la Independencia de los Estados Unidos sería un modelo
de revolución política, y de ahí su continuidad, la Revolución francesa sería un modelo
de revolución social, y de ahí su fracaso, como el de las revoluciones que siguen su modelo
(especialmente la rusa); pues (como planteaba ya Alexis de Tocqueville) los logros políticos
de la libertad y la democracia solamente se consolidan cuando son el resultado de procesos
sociales y económicos anteriores, y no cuando se plantean como requisitos previos para
conseguir estos.31
Napoleón Bonaparte[editar]
Artículo principal: Napoleón Bonaparte
Con una represión cada vez mayor hacia los mulatos y negros en la colonia francesa de Saint-
Domingue, empezó a darse las primeras insurrecciones entre 1748 y 1790. El 14 de agosto
de 1791, se celebró la ceremonia de Bois Caïman, organizada por el sacerdote vudú Dutty
Boukman, que termina con la orden de levantarse de forma organizada. Esto provocó que
pocos días después comenzaran una sangrienta masacre en el norte de la isla. A la muerte de
Boukman en noviembre del mismo año, se da la abolición de la esclavitud en 1792 por Léger-
Félicité Sonthonax, en parte debido a la búsqueda de aliados para combatir contra las tropas
españolas y británicas.
Con la llegada del general Toussaint Louverture al mando de un puñado de soldados, logró
retener a las tropas británicas e invadir la parte española de la isla, consiguiendo el poder de
la colonia. Esto llevó a que Napoleón enviara a 20.000 efectivos encabezados por Charles
Leclerc a restablecer su dominio en la isla (1801). Toussaint respondió a la reconquista
francesa con la quema de tierra y empezando una guerra de guerrillas. En 1802, el
22
revolucionario le ofrece su capitulación con la condición de quedar libre y de que sus tropas
se integraran en el Ejército francés. Leclerc logra capturar a Toussaint y lo envía a Francia
para ser aprisionado. Pese a que este fue capturado, Jean-Jacques Dessalines dirigió la
rebelión, iniciando una ofensiva que termina con la decisiva batalla de Vertières (1803), cuya
victoria termina con la proclamación de la independencia del país (1804), proclamándose
como el Imperio de Haití y declarando a Dessalines como Jacques I de Haití.
Después del exilio de la Corte portuguesa por la invasión de las tropas francesas dirigidas
por Napoleón I (1807), estableciéndose en Río de Janeiro, Juan VI, en reemplazo de su
madre incapacita María I, decidió elevar a Brasil de colonia a reino (1808), formándose
el Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve (1815).
En 1820, cuando estalla la Revolución liberal en Portugal, las Cortes portuguesas obligan a
la familia real portuguesa a regresar a Lisboa. Sin embargo, antes de salir, el rey Juan VI
nombra a su hijo mayor, Pedro de Alcántara Bragança, conocido como Pedro IV, como
príncipe regente de Brasil (1821). Las Cortes portuguesas intentaron transformar a Brasil en
una colonia una vez más, privándolo de los derechos que poseía desde 1808, lo que hizo que
los brasileños se rehusaran a eso. El principal líder de la oficial portuguesa, el general Jorge
Avilés, obligó al príncipe a renunciar, por lo que se negó a hacerlo por su posición a favor de
la causa brasileña. Después de la decisión de Pedro a desafiar a las Cortes, cerca de dos mil
hombres dirigidos por el mismísimo Jorge Avilés se amotinaron antes de centrarse en
el Monte Castelo, que pronto fue rodeado por 10.000 brasileños armados, dirigidos por la
Guardia Real de la Policía. Los liberales radicales se mantuvieron activos: por iniciativa
de Joaquim Gonçalves Ledo, fue dirigida una representación a Pedro para exponerle la
conveniencia de convocar a una Asamblea Constituyente. El príncipe decretó su convocatoria
el 13 de junio de 1822. La presión popular llevaría la convocatoria adelante. José
Bonifácio resistió a la idea de convocar a la Constituyente, pero fue obligado a aceptarla.
Intentó desacreditarla, proponiendo elecciones directas, lo que acabó prevaleciendo contra
de la voluntad de los liberales radicales, que defendían la elección indirecta. Después de esto,
José Bonifácio fue nombrado Ministro de Asuntos Exteriores del Reino. Bonifácio estableció
23
una relación amistosa con Pedro, que comenzó a considerar al experimentado estadista como
su mayor aliado.
Pedro partió a São Paulo para asegurarse la lealtad de la provincia a la causa brasileña. Llegó
a su capital el 25 de agosto y permaneció allí hasta el 5 de septiembre. Cuando regresó a Río
de Janeiro el 7 de septiembre, recibió dos cartas, una de José Bonifácio, que aconsejaba a
Don Pedro a romper con la metrópoli, y otra de su esposa, María Leopoldina, que apoyaba
la proclamación de independencia. El príncipe se enteró de que las Cortes habían anulado
todos los actos del gabinete y retirado el poder restante que todavía tenía. Pedro se volvió
hacia sus compañeros y con la frase de «¡Independencia o muerte!» (evento conocido
como Grito de Ipiranga), rompió los lazos políticos con Portugal.
INDEPENDENCIA EN HISPANOANMERICA
La parte de América sometida desde el siglo XVI al dominio colonial español y que entre el
siglo XVII y comienzos del XVIII había pasado por una situación crítica de descontrol
externo (piratería, contrabando generalizado e intervención de otras potencias europeas,
24
A pesar de los ideales panamericanos de Simón Bolívar, que aspiraba a reunir a todas las
repúblicas a semejanza de las Trece Colonias, estas no solo no se reunieron, sino que
siguieron disgregándose. La Gran Colombia se disolvió en 1830 por separación
de Venezuela y Ecuador, quedando formado la República de la Nueva Granada. Por su
parte Uruguay, provincia oriental de las Provincias Unidas del Río de la Plata y provincia
Cisplatina durante la ocupación luso-brasileña, se independizó de su núcleo central,
Argentina y del Imperio del Brasil en 1828 (Convención Preliminar de Paz), quedando
consolidado en 1830. La independencia de Bolivia lo desvinculó tanto de Argentina, que
previamente había aceptado la no incorporación de Potosí, que estaba prevista, y de Perú
al declararse la República de Bolívar (1825). Años después, en un intento por crear
27
Revolución de 1820[editar]
Revolución de 1830[editar]
La revolución de 1830, iniciada con las tres gloriosas jornadas de París en que las barricadas
llevan al trono a Luis Felipe de Orleans, se extiende por el continente europeo con
la independencia de Bélgica y movimientos de menor éxito en Alemania, Italia y Polonia. En
Inglaterra, en cambio, el inicio del movimiento cartista opta por la estrategia reformista, que
con sucesivas ampliaciones de la base electoral consiguió aumentar lentamente la
representatividad del sistema político, aunque el sufragio universal masculino no se logró
hasta el siglo XX. El doctrinarismo fue la ideología que exprese esa moderación del
liberalismo.
La era de la revolución se cerrará con la revolución de 1848 o primavera de los pueblos. Fue
la más generalizada por todo el continente (iniciada también en París y difundida por Italia y
toda Europa Central con una velocidad pasmosa, solo explicable por la revolución de los
transportes y las comunicaciones), e inicialmente la más exitosa (en pocos meses cayeron la
mayor parte de los gobiernos afectados). Pero, en realidad, estos movimientos
revolucionarios no condujeron a la formación de regímenes de
carácter radical o democrático que lograran suficiente continuidad, y en la totalidad de los
casos la situación política se recondujo en poco tiempo hacia la moderación del gusto de la
29
A partir de este momento clave, localizado a mediados del siglo XIX y que Eric
Hobsbawm denomina la era del capital, las fuerzas históricas cambian de tendencia: la
burguesía pasa de revolucionaria a conservadora y el movimiento obrero comienza a
organizarse; aunque sin duda los más capaces de movilizar a las poblaciones serán los
movimientos nacionalistas.
a liberales y conservadores.37
30
El prerromanticismo había surgido en la segunda mitad del XVIII (Las desventuras del joven
Werther de Goethe, o la novela gótica de Horace Walpole), coincidiendo con el predominio
del neoclasicismo, de modo que aunque uno es reacción contra el otro, hay quien afirma que
son dos fases de un mismo movimiento intelectual.39 La revolución se identificó con las
virtudes heroicas de la Antigüedad clásica expresadas pictóricamente en el neoclasicismo
de Jacques-Louis David (Juramento de los Horacios, retratos de Napoleón).
La literatura del Romanticismo se llenó de tipos literarios atormentados por las pasiones, en
lucha constante contra una sociedad que se niega a dar libertad al individuo. Los
ingleses Lord Byron, Percy Shelley y Mary Shelley representaron el ideal romántico no solo
en la literatura, sino en su tempestuosa vida y temprana muerte. Otros autores románticos
fueron el francés Victor Hugo (que provocó en el estreno de Hernaniuna verdadera batalla
campal entre los románticos y los clásicos), el ruso Aleksandr Pushkin, el
italiano Alessandro Manzoni, el español Mariano José de Larra o el estadounidense Edgar
Allan Poe. La exploración de las antiguas tradiciones populares (el folklore), produjo
31
recopilaciones de cuentos como la de los Hermanos Grimm, o la versión definitiva del ciclo
mitológico de Finlandia en el moderno Kalevala copilado por Elias Lönnrot.
Equilibrio europeo[editar]
Artículos principales: Guerras Revolucionarias Francesas y Guerras Napoleónicas.
fue efectivo. En Europa Central, la rivalidad entre Austria y Prusia las neutralizó
mutuamente; mientras que el ascenso del Imperio ruso benefició a ambas en los
denominados repartos de Polonia. El Imperio otomano, tras el fracaso del segundo sitio de
Viena (1683), dejó de ser una amenaza para Europa Central y a lo largo del siglo XVIII pasó
a convertirse en una potencia declinante (el hombre enfermo de Europa), que perdía
paulatinamente el control efectivo sobre sus provincias periféricas.
Los conflictos más destacados que se produjeron en el continente europeo fueron la Guerra
de Sucesión Austriaca, la Guerra de Sucesión Polaca y la Guerra de los Siete Años (1756-
1763). En las colonias de ultramar, las guerras o las paces en Europa solo representaban un
lejano marco para una competencia constante, que solo en algunos casos encontró cauces
diplomáticos restringidos y temporales (acuerdos entre España y Portugal sobre el territorio
de Misiones).
La Revolución francesa fue vista por las monarquías (tanto absolutas como parlamentarias)
como un foco contagioso a extirpar, sobre todo tras el intento de fuga de Luis XVI (1791) y
la llegada de los emigrados que huían del Terror. El manifiesto de Brunswick (1792)
desencadenó las guerras revolucionarias: hasta 1815, siete coaliciones fueron sucesivamente
derrotadas por el ejército revolucionario francés, que impuso una nueva forma de hacer la
guerra: la guerra total, basada en la movilización nacional de ingentes masas de hombres
estimulados por el patriotismo que se desplazaban velozmente; y en la imposición de
bloqueos comerciales. Inicialmente Francia se limitó a defenderse, pero tras la batalla de
Valmy (1792) pasó decididamente a utilizar la guerra como un instrumento de expansión
ideológica revolucionaria frente a la reacción.
de los mares, necesario para la invasión a Inglaterra, que no pudo producirse. En 1807 se
llegó a un acuerdo con Rusia (Tratado de Tilsit) en lo que podía entenderse como un
precedente de reparto de Europa en dos esferas de influencia. Napoleón intentó destruir
económicamente a Inglaterra con el bloqueo continental, para impedir que los productos de
la Revolución industrial no accedieran al continente; pero los puntos débiles del proyecto
estaban uno en cada extremo de Europa: Portugal (opuesta desde el comienzo) y Rusia (que
reabrió sus puertos en 1810). La invasión de Portugal se convirtió en una prolongada
ocupación militar en España (Guerra de Independencia Española o Guerra Peninsular, 1808-
1814) con un alto coste. La campaña de Rusia de 1812 fue todavía más desastrosa pues,
aunque se ocupó Moscú, las imposibilidad de mantener las líneas de abastecimiento
obligaron a una retirada en penosísimas condiciones y jalonada de derrotas (batalla de
Leipzig, 1813) que condujeron a la abdicación del Emperador, que aceptó retirarse a la Isla
de Elba (1814) mientras el trono de Francia era ocupado por Luis XVIII, hermano del rey
guillotinado en 1793.
Congreso de Viena[editar]
Artículos principales: Congreso de Viena y Europa de la Restauración.
intereses de las potencias de la Santa Alianza (la católica Austria, la luterana Prusia y la
ortodoxa Rusia, que invocaban a la Santísima Trinidad en el inicio de su documento
fundacional), mantuvo el equilibrio continental hasta 1848, mediante la convocatoria de
congresos: Congreso de Aquisgrán (1818), de Troppau (1820), de Liubliana (1821) y de
Verona (1822); basados en el principio de intervención para sofocar y evitar la extensión de
cualquier brote revolucionario. Inglaterra, una monarquía parlamentaria, no se sumó a la
Santa Alianza, sino a una Cuádruple Alianza a la que posteriormente se adhirió Francia.
Aunque la era del imperialismo40 no llegó hasta el último cuarto del XIX (repartos de África
y de Asia), desde comienzos de siglo XIX se produjo una presión expansiva, cuyo origen es
la revolución demogáfica, sobre los espacios continentales vírgenes de la zona boreal
(el Canadá británico, el Oeste estadounidense, el Oriente ruso41) y austral (Colonia del Cabo,
neerlandés hasta la conquista británica en 1806; Australia, parte de la cual se convirtió en
una colonia penitenciaria; Nueva Zelanda, colonia británica desde la firma del Tratado de
Waitangi (1840); la Patagonia argentina y chilena, la Amazonia brasileña, colombiana y
peruana, etc.).
En otros contextos, sobre zonas muy pobladas cuya civilización no podía ignorarse, la
presión del Imperio austrohúngaro y del Ruso sobre los Balcanes otomanos y el inicio de
la colonización francesa de Argelia(1830) respondía a la misma lógica. La penetración
británica en la India venía ya del siglo XVIII.
un verdadero "derecho de intervención" sobre el resto del continente, que de forma más
explícita se expresó como la Big Stick Policy("Política del Gran Garrote") aplicada
decididamente por Theodore Roosevelt (presidente entre 1901 y 1908, con su política
de Corolario Roosevelt), especialmente en los procesos de independencia
cubana y filipina(Guerra hispano-americana, 1898) y en la Independencia de Panamá, como
consecuencia de la construcción del canal (1903).
La cultura estadounidense fue conjugando la tradición occidental con los valores autóctonos
del "país de frontera", entre la construcción de una épica de identidad nacional (James
Fenimore Cooper, El último mohicano; Walt Whitman, Hojas de hierba), y la influencia
europea (Edgar Allan Poe, Nathaniel Hawthorne).
problemas de la era industrial, creando también en Latinoamérica una cuestión social que en
su caso se agudizaba por la multietnicidad latinoamericana (indígena, europea y africana).
En la segunda mitad del siglo XIX, la literatura latinoamericana se ciñó a los experimentos
derivados del realismo europeo, y a inicios del XX, a los de las vanguardias. La
reivindicación indigenista llegaría más adelante, asociándose con la izquierda política. El
movimiento intelectual dominante fue el positivismo, la corriente filosófica con influencia
más trascendente en la región tras la escolástica luso-hispana colonial, y que en términos
políticos fue más decisiva que el propio liberalismo (Melchor Ocampo, Domingo Faustino
Sarmiento, Honório Carneiro Leão, etc.).43
Expansión de Rusia[editar]
Alejandro I de Rusia, tras la derrota de Napoleón, procuró evitar toda posible nueva
revolución en Europa, mientras que en su propio territorio tuvo que hacer frente a la Revuelta
Decembrista (1825), fácilmente reprimida. Tanto él como Nicolás I de Rusia (apodado el
gendarme de Europa) se esforzaron en asentar la autocracia zarista y evitar que la
modernización económica de Rusia trajera consigo cambios sociales o políticos. Alejandro
II de Rusia, por el contrario, emprendió una serie de reformas liberalizadoras, como
la emancipación de los siervos (1861). Su política reformista, similar a los planteamientos
del despotismo ilustrado del XVIII, no fue aceptada por los partidarios de transformaciones
radicales (nihilismo), que optaron por la violencia mediante varios intentos de magnicidio,
hasta el definitivo en 1881.
La búsqueda de salidas a mares libres de hielos (su gran debilidad geoestratégica) caracterizó
la política rusa de toda la época, y lo siguió haciendo tras la Revolución soviética de 1917.
En lo concerniente a los Balcanes, estos intereses territoriales se expresaron ideológicamente
39
La sociedad británica pasó de la era georgiana, que cubre el siglo XVIII y el primer tercio
del XIX, a la era victoriana (el reinado de excepcional duración de Victoria I, 1837-1901,
seguido sin solución de continuidad por la era eduardiana de su hijo, el eterno príncipe de
Gales, Eduardo IV, 1901-1910). Convertida por su protagonismo en la revolución industrial
en taller del mundo, la supremacía naval hacía del Reino Unido el gendarme de los mares.
Su dominio imperial era justificado con una ideología paternalista (abolición de la esclavitud,
libertad de actividades para los misioneros, extensión del progreso y el conocimiento
científico a través de la exploración geográfica y los beneficios del libre comercio, etc.). La
extraordinaria red de correos permitió que durante su viaje en el Beagle (1831-1836), el joven
naturalista Charles Darwin pudiera mantener un contacto regular bidireccional con sus
familiares y profesores.
LENIN.- definió al imperialismo como fase superior de desarrollo del capitalismo (1905);
y John A. Hobson (1902) estudió su relación con el crecimiento demográfico y el descenso
de la tasa de beneficio en los países europeos, fenómeno para el que la emigración y los
imperios coloniales servía como válvula de escape para reducir tensiones sociales, cuyo
estallido de otro modo hubiera sido difícilmente evitable.44 La segunda mitad del siglo XIX
fue sin duda la Era del Capital,45 no solo por eso, sino por la aparición de El Capital de Karl
Marx (1867, completado póstumamente en 1885 y 1894). Las tensiones, no obstante, no
dejaron de acumularse por más que las opiniones públicas de finales del siglo XIX,
optimistas y despreocupadas, confiaran en el progreso indefinido (al tiempo que mostraban
la proclividad de la naciente sociedad de masas a la manipulación de sus más bajas pasiones
y su violencia latente -resentimiento social, lucha de
clases, ultranacionalismo, antisemitismo, revanchismo, chauvinismo, jingoísmo, supremaci
smo blanco-). Tras el engañoso periodo de paz entre las grandes potencias que se prolongó
entre 1871 y 1914 (denominado Belle Époque), la inviabilidad de la continuidad de las
estructuras quedó violentamente puesta de manifiesto por el estallido de la Primera Guerra
Mundial y sus trascendentales consecuencias.
En la segunda mitad del siglo, la Cuestión de Oriente, las unificaciones italiana y alemana y
la competencia por los repartos coloniales fueron los principales motivos de conflicto
internacional, que encontraron su cauce en una nueva red de alianzas y congresos conocida
como sistema Bismarck.
el caso de que Rusia consiguiera abrirse paso hasta el Mediterráneo), Inglaterra se identificó
con los intereses turcos, organizando una coalición internacional en su apoyo en la Guerra de
Crimea (1853-1863). La situación no se estabilizó, y se repitieron periódicamente los
conflictos: Guerra ruso-turca (1877-1878) y Guerras de los Balcanes (1912-1913); y las
mediaciones internacionales (Congreso de Berlín de 1878, que recondujo el Tratado de San
Stefano, muy favorable a Rusia).
En 1859 se había iniciado un diseño unificador similar para Italia desde el Reino de
Piamonte-Cerdeña, en el que destacaron las iniciativas del Conde de Cavour, Víctor Manuel
II y el decisivo apoyo francés frente a Austria. Las románticas campañas de Giuseppe
Garibaldi plantearon una dimensión popular que fue neutralizada por las élites dirigentes (la
burguesía industrial y financiera del norte en la Segunda Guerra de la Independencia Italiana,
42
1859, y la aristocracia terrateniente del sur en la Expedición de los Mil, 1860). Para 1866,
tras la Tercera Guerra de la Independencia Italiana, solo quedaba la ciudad de Roma, último
reducto de los Estados Pontificios cuya continuidad quedaba garantizada por el compromiso
personal de Napoleón III de Francia. La caída de este en 1870 permitió la anexión final,
convirtiendo al Papa Pío IX en el prisionero del Vaticano. El papado, que había condenado
al liberalismo como pecado,47 mantuvo esa incómoda situación (Cuestión romana) con
el Reino de Italia y la Casa de Saboya (considerada la más liberal de las casas reinantes en
Europa) hasta el Tratado de Letrán, negociado con la Italia fascista de Benito
Mussolini en 1929.
EL REPARTO COLONIAL. -
poderes locales con gobernantes de facto, manteniendo el Raj Mogol una autoridad
puramente nominal, hasta su derrocamiento definitivo en 1857.
A estos vacíos geoestratégicos que las potencias coloniales se apresuraban a llenar fuera de
Europa, se correspondía en el continente la gestión de un delicado equilibrio de poderes, que
después del Congreso de Viena procuraba evitar la posibilidad de reconstruir la hegemonía
de ninguna potencia con capacidad de abatir a todas sus rivales. Los nuevos territorios de
ultramar significaban el acceso a nuevas fuentes de materias primas demandadas por el
proceso industrializador.
Beneficiados por los resultados de la Guerra de los Siete Años (1756-1763), que expulsó a
Francia de la India y Canadá (Guerra franco-india y Guerras carnáticas), los británicos
pudieron mantener la delantera en la carrera por un imperio mundial. A finales del siglo XIX,
el Imperio británico se extendía por aproximadamente una cuarta parte de todas las tierras
emergidas, incluyendo numerosas zonas
de África (Kenia, Nigeria, Ghana, Egipto, Sudáfrica, Rodesia, etc.), la
India, Australia, Nueva Zelanda, Canadá, Jamaica, Singapur y una fuerte influencia
en China. Francia le había seguido de cerca; tras la colonización de Argelia (1830) comenzó
la de Indochina y la consolidación de sus colonias ya adquiridas (Marruecos
francés, Madagascar, Costa de Marfil, África Ecuatorial Francesa, etc.). Los Países
Bajos asentaron su dominio sobre Indonesia, el Caribe y Surinam después de su pérdida de
influencia en África. España perdió gran parte de su imperio, conservando solo Cuba, Puerto
Rico, Guam y las Filipinas (perdidas ante los Estados Unidos en la guerra hispano-
americana, 1898), y solo consiguió acceder a una pequeña porción del reparto de África
(Guinea Ecuatorial, el Sahara español y el Marruecos español). Portugal logró
adquirir Angola y Mozambique, y retener la Guinea portuguesa, Macao y Timor después de
la pérdida de sus colonias en Sudamérica. Italia y Alemania, unificadas tardíamente, no
alcanzaron a generar grandes imperios coloniales, debiendo conformarse con el dominio de
algunas islas en la Polinesia y algunos territorios africanos (Libia y Somalia los
italianos; Camerún y Tanganika los alemanes).
África era un continente casi inexplorado por las potencias europeas, y la labor de
colonización fue precedida por acuciosas empresas de exploración; a finales del siglo XIX
44
solo subsistían Liberia, Orange, Transvaal y Abisinia como naciones independientes, cada
una por razones diversas. El gran beneficiado del reparto africano fue Leopoldo II de Bélgica,
que basándose en una reputación filantrópica (que en la práctica suponía las más atroces
técnicas de explotación) consiguió hacerse con un imperio de grandes dimensiones en
el Congo que legó al pueblo belga. Francia e Inglaterra compitieron por un imperio
continuo (de costa a costa) por el que chocaron en el incidente de Fachoda(Sudán, 1898),
correspondiendo a los británicos la posibilidad de construirlo tras la derrota alemana en la
Primera Guerra Mundial, teniendo éxito después de superar los intentos de los nativos de
pararlo en el sur de África (Guerra anglo-zulú y Guerras de los Bóeres).
Hacia finales del siglo XIX, el mundo entero era regido desde Europa o Estados Unidos. En
1885, la Conferencia de Berlín repartía el mundo entre las potencias europeas sin que los
repartidos tuvieran voz ni voto.
45
El racismo era una postura intelectual ampliamente defendida. Se llegó a afirmar que la
conquista del mundo habitado era la "sagrada misión del hombre blanco",48 de llevar la
civilización a los salvajes. Para el europeo del siglo XIX era natural pensar que las demás
razas, eran por naturaleza inferiores (supremacía blanca). Irónicamente, el darwinismo vino
a proporcionar nuevos argumentos para esta postura, ya que algunos consideraron muy
seriamente que el hombre blanco era la cumbre de la evolución humana. El epítome de esta
ideología fue la creencia en la superioridad intrínseca de la "raza nórdica", que terminará
teniendo crudas consecuencias en el siglo siguiente.
Desde mediados del siglo XIX, la vida intelectual basculó nuevamente, desde la postura
idealista propia del romanticismo, a una objetivista y vinculada al desarrollo científico. El
éxito de las potencias imperialistas europeas al extenderse sobre el planeta llevó a la
convicción de que la cultura europea era el epítome de la civilización. La ciencia y la
tecnología estaban alcanzando un nivel de desarrollo y retroalimentación que posteriormente
se ha definido como la interdependencia de ciencia, tecnología y sociedad. Se depositaba una
inmensa fe en la ciencia. Se pensaba que el progreso de la humanidad era imparable, y que
con tiempo, la ciencia resolvería todos los problemas económicos y sociales. A este dogma
filosófico se le llamó positivismo (Auguste Comte, Curso de filosofía positiva, 1830-1842).
institución de los Premios Nobel, que aún siguen siendo el referente mundial de la excelencia
científica.
En 1859, después de más de dos décadas de reflexión que solo se atrevió a interrumpir ante
el estímulo de ser adelantado por Alfred Russel Wallace, Charles Darwin publicó El origen
de las especies. Aunque las ideas evolucionistas ya estaban presentes en el debate científico
(Linneo, Buffon, Lamarck), la idea de selección natural como mecanismo fue la clave de su
potencia explicativa. El terremoto intelectual que generó aún no ha dejado de producir
consecuencias (nada tiene sentido en biología si no es a la luz de la evolución).50 El
llamado darwinismo social, que utilizaba una lectura sesgada del evolucionismo, veía en
conceptos tales como la lucha por la vida y la supervivencia del más fuerte la justificación
de prejuicios disfrazados de teorías científico-sociales (Herbert Spencer).
Las primeras novelas de Julio Verne, utilizando el trasfondo del relato de aventuras, son una
glorificación de la ciencia y la técnica (Viaje al centro de la Tierra, Veinte mil leguas de viaje
submarino, De la Tierra a la Luna, La vuelta al mundo en ochenta días). El Verne más tardío
escribió relatos mucho más sombríos, poniendo énfasis en los peligros de la ciencia
incontrolada (Los quinientos millones de la Begún, La misión Barsac), al tiempo que su
contemporáneo Herbert George Wells hacía algo similar (La guerra de los mundos, El
hombre invisible, La isla del Doctor Moureau o La máquina del tiempo). También en el
reverso del optimismo, el realismo literario y sobre todo el naturalismo reaccionaron contra
los excesos sentimentales del romanticismo tardío construyendo una literatura
pretendidamente científica y objetiva, que estudiaba los problemas sociales de la época
(Émile Zola y su denuncia de las injusticias de la industrialización: Naná, Germinal, etc.).
La industrialización y el desarrollo de nuevas técnicas entró en el último tercio del siglo XIX
en una segunda fase de la revolución industrial que abrió nuevos mercados para recursos que
hasta entonces carecían de toda utilidad, como el petróleo y el caucho. En determinados
casos, la extraordinaria demanda generó verdaderas fiebres (fiebre del salitre en el norte de
Chile, tras la Guerra del Pacífico, fiebre del caucho en la Amazonia brasileña y peruana). El
mundo entero se convirtió así en un enorme y vasto mercado global, creándose así por
primera vez una red de comercio internacional de escala literalmente mundial, no solo por su
alcance geográfico, sino también por la interconexión entre los distintos productos que se
comerciaban a lo largo y ancho del planeta, sirviendo unos como materias primas a otros y
alargando las cadenas de producción, haciéndolas más intrincadas e interdependientes.
La ideología individualista y los límites al poder político configuraron a los Estados Unidos,
en continua expansión territorial y demográfica, como el lugar más idóneo para el desarrollo
del capitalismo industrial y financiero, a pesar de su mayor recelo a la constitución de las
figuras jurídicas desarrolladas en Europa. A pesar de ello, las grandes fortunas surgidas en
la industria petrolífera y el acero (David Rockefeller y Andrew Carnegie) lograron constituir
verdaderos monopolios. Otros poderosos grupos empresarialessurgieron en el sector
terciario: el imperio periodístico de William Randolph Hearst o los primeros estudios de
Hollywood. La necesidad de innovación científico tecnológicademandaba la superación de
los inventos como una inspiración o genialidad individualista: Thomas Alva Edison fue
pionero en la idea de reunir a un grupo de científicos, ingenieros y trabajadores especializados
en un verdadero taller de invenciones en el que importaba el proyecto de investigación
común, no la figura del inventor. El temor a que los monopolios destruyeran el ideal de libre
empresa (empresarios privados de iniciativa individual en el marco de un mercado libre) era
ampliamente compartido. La idea de concentración de poder económico era tan amenazadora
como la de concentración de poder político, y el monopolio se asociaba a la tiranía. Se
dictaron leyes antimonopolios, e incluso Rockefeller fue llevado a juicio. Su firma,
la Standard Oil Company (Esso), fue condenada a disgregarse en 1911. Sin embargo, estas
acciones no impidieron que en el paso de los siglos XIX al XX se concentrara el capital en
manos de un selecto club de multimillonarios, y que se crearan las modernas transnacionales.
de trabajo, a los edificios elevarse en alturas insospechadas (los negocios y las viviendas de
los ricos ya no se limitaban al primer piso y los áticos, antes reservados a los pobres, pasaron
a ser los más cotizados) y a los barrios diversificarse socialmente. Chicago fue la primera
ciudad en experimentar el nuevo modelo, gracias a su reconstrucción tras el incendio de
1871. El Metro de Londres se electrificó desde 1890, y a partir de entonces se extendió ese
modelo de movilidad urbana por las mayores ciudades del mundo. La forma del suministro
del fluido eléctrico desató una guerra de las corrientes entre Westinghouse (Nikola Tesla)
y General Electric(Thomas Edison), uno de cuyos episodios más morbosos fue el patrocinio
de la silla eléctrica (1890) por Edison para demostrar los peligros de la corriente alterna
generada por su competidor.
Socialismo y anarquismo
Un grupo de estas respuestas fueron las identificables con el término anarquismo (del griego,
"sin jefes"). Los anarquistas predicaron que las reglas coactivas en sí eran nefastas, y que
debían ser abolidas por completo, en particular el Estado, que se sostendría por la coacción y
así logra imponer una economía monopólica burguesa, para derivar a una sociedad en donde
los seres humanos se regularan a sí mismos por la vía de contratos enteramente privados. Se
dividió en varias vertientes, básicamente las evolucionarias y las revolucionarias. Una de
ellas, de índole pacifista, encarnada entre otros por León Tolstói, sostenía que debía llegarse
a esa sociedad anarquista por medios no violentos (anarquismo pacifista), e intentaba crear
comunidades ejemplares de este modelo de sociedad. Otra vertiente, preconizada por Mijaíl
Bakunin o Piotr Kropotkin (anarcocomunismo), sostuvo que los gobiernos debían ser
derribados por la fuerza, haciendo de los métodos insurreccionales un método de lucha contra
la opresión de los gobiernos, teniendo mayor implantación en la Europa Meridional y
Oriental (destacadamente en España, Francia y Rusia) en la segunda mitad del siglo XIX y
primera mitad del XX. La utilización de la violencia por individuos o pequeños grupos
terroristas que se justificaban en la retórica de la acción directa y la propaganda por el
50
hecho dio lugar a numerosos magnicidios y atentados contra patronos, y sirvió a su vez para
justificar la durísima respuesta represiva contra todo tipo de organizaciones obreras
(violentas o no) por parte de los estados. La corriente mayoritaria del movimiento anarquista
se centró en la estrategia sindical (anarcosindicalismo).
Otras fueron las distintas modalidades del socialismo. A comienzos del siglo XIX, una serie
de pensadores o activistas políticos imaginaron utopías sociales para la redistribución de los
bienes o diferentes prácticas de producción comunitaria para evitar la diferenciación social
(Robert Owen, Charles Fourier, Louis Blanc, Louis Auguste Blanqui, Pierre-Joseph
Proudhon, etc.). Karl Marx los calificó despectivamente de socialistas utópicos, por sostener
que sus modelos no eran sostenibles en la realidad, en contraposición a sus propias ideas, a
las que calificó de socialismo científico. Marx también despreciaba la función intelectual del
filósofo (los filósofos han interpretado el mundo de diferentes maneras, pero de lo que se
trata es de transformarlo),52 y buscó el compromiso social con las organizaciones del
movimiento obrero, con el que se identificó. Su famoso lema ¡Trabajadores del mundo,
uníos!, dentro del Manifiesto comunista que redactó junto a Friedrich Engels, se publicó en
Londres el mismo día que estallaba la Revolución de 1848 en París.
A pesar del fracaso inicial del movimiento, continuó con las actividades de formación de
la Primera Internacional (1864) en colaboración con Bakunin, del cual finalmente terminaría
por separarse por sus profundas discrepancias ideológicas y políticas. Intelectualmente
trabajó de forma continuada en su obra clave, El capital, de la que publicó una primera parte
y dejó la segunda inacabada. El marxismo, desde un análisis intelectual crítico de
la economía política del liberalismo clásico e inspirado filosóficamente en el idealismo
alemán (dialéctica de Friedrich Hegel), y socialmente en la crítica social de los utópicos y en
la práctica de lucha del movimiento obrero; llegaba a una concepción de la historia
(materialismo histórico) que incluía un diseño estratégico de acción y un ambicioso plan de
futuro (simplificado en las vulgarizaciones difundidas por propagandistas como Paul
Lafargue y sistematizado posteriormente en el materialismo dialéctico soviético):
Comenzaría con la toma de conciencia por parte del proletariado (conciencia de clase) de que
únicamente él mismo podía ser el protagonista de su propia emancipación, y que esta solo
podía provenir de la lucha de clases contra los propietarios de los medios de producción (los
dueños del capital o capitalistas: la burguesía). Un determinismo histórico conduciría
51
La sociedad de masas[editar]
El siglo XIX,
inicialmente para el ejército napoleónico), permitieron que las nuevas clases sociales
accedieran a nuevas fuentes de alimentación.
A esto contribuyó la implantación, a lo largo del siglo XIX, del sistema de educación primaria
obligatoria, que tendió a reducir drásticamente las tasas de analfabetismo en Europa (si bien
no a erradicarlo). La mayor cantidad de público lector incentivó el desarrollo de la prensa
escrita, incluyendo fenómenos tales como la prensa amarilla. Los modernos métodos de
impresión, por su parte, permitieron aumentar la producción de libros. A inicios del siglo
XIX, el libro de poemas El corsario de Lord Byron se transformó en el primer libro en la
historia con un tiraje inicial superior a los 10.000 ejemplares. También se desarrolló una
nueva forma de literatura popular, el folletín, híbrido entre la prensa escrita y la
antigua novela, que se publicaba por entregas en los diarios. A través del folletín fueron dadas
a conocer obras como Los misterios de París de Eugène Sue, Los tres mosqueteros y El
Conde de Montecristo de Alejandro Dumas, Los miserables de Víctor Hugo o David
Copperfield y Oliver Twist de Charles Dickens. A finales del siglo, por iniciativa del
mencionado Víctor Hugo, surgieron los primeros convenios internacionales sobre derecho
de autor.
Todos estos nuevos sucesos, por supuesto, abarcaban tan solo a la sociedad europea, y en
medida más reducida a la de América. En el resto del mundo, sometido al dominio colonial
europeo, las nuevas condiciones de vida alcanzaban tan solo a la clase social europea,
mientras que los nativos proseguían viviendo el magro estilo de vida que habían heredado
desde antaño.
MORAL
La característica más notoria de las costumbres sociales de la época fue el puritanismo moral,
cuyo símbolo máximo se encarnó en la Reina Victoria (según Lytton Strachey, ese rasgo
solamente se acentuó después del fallecimiento de su esposo, el príncipe Alberto de Sajonia-
54
Cualquier desviación de conducta se calificaba como libertinaje, cuya presencia social era
también notoria: es el caso de Oscar Wilde, que pagó su desafío literario y personal a
las convenciones sociales con una condena a presidio. La pureza moral como ideal social
ocultaba una evidente hipocresía o doble moral, denunciada por el propio Strachey
(Victorianos eminentes) y por el fundador del psicoanálisis, el austríaco Sigmund Freud, que
interpretó las enfermedades mentales y neurosis como derivadas de la represión sexual. La
figura real de Jack el destripador muestra hasta qué punto la sordidez del mundo de la
prostitución en callejuelas portuarias no era ajena a los personajes de la alta sociedad
londinense. En el mundo de la ficción, la misma realidad dual es genialmente representada
con El retrato de Dorian Gray (Oscar Wilde, 1890), El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr.
Hyde (R. L. Stevenson, 1886) o Drácula (Bram Stoker, 1897).
Abolición de la esclavitud[editar]
Artículo principal: Abolicionismo
55
A inicios del siglo XIX, la esclavitud era una institución en retroceso en el mundo occidental,
como corolario lógico del principio ilustrado y revolucionario de la igualdad ante la ley de
todos los seres humanos sin excepción. Siguiendo la iniciativa del Reino Unido (1807-1834),
motivada por su interés de convertirse en guardián de los océanos, muchas naciones se
incorporaron a la campaña para abolir la esclavitud, a través de la prohibición del tráfico de
esclavos, el paso intermedio denominado libertad de vientre (los hijos de esclava nacerían ya
libres, con lo que la esclavitud se extinguiría con el paso de los años), o la abolición total
España fue el último de los países avanzados en abolir la esclavitud, parte fundamental de la
estructura económica y social de sus colonias de Cuba, Puerto Rico y las Filipinas, sometidas
a un proceso independentista en el último tercio del siglo XIX. La ley Moret o de vientres
libres es de 1870, y la supresión definitiva de la esclavitud se produjo en 1886.
En Rusia, donde no había esclavos, existía la institución de la servidumbre, que fue abolida
por la Reforma Emancipadora de 1861 (zar Alejandro II), no sin problemas y resistencias.
56
En Brasil al ser abolida la esclavitud mediante la Ley Áurea (1888), presentada por la hija
de Pedro II, Isabel I de Bragança, tuvo una fuerte oposición que contribuyó a que grupos
republicanos al mando de Deodoro da Fonseca decidieran derrocar a la monarquía,
terminando con la Proclamación de la República de Brasil (1889).
La emancipación de la mujer
Ya a finales del siglo XVIII hubo mujeres que propugnaban la emancipación femenina, como
la escritora inglesa Mary Wollstonecraft, o la revolucionaria francesa Olimpia de
Gougues (propuso una Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana como
complemento a la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano). Pero fueron
casos aislados y marginales, incluso intensamente combatidos: la hija de la Mary
Wollstonecraft, Mary Shelley (autora de Frankenstein) tuvo que escapar de Reino
Unido para poder vivir su romance con Percy Shelley. Las mujeres que quisieron publicar
(George Sand, Emily Brontë, Fernán Caballero) tuvieron que esconder su condición
femenina bajo pseudónimos masculinos; al igual que las primeras universitarias, que tuvieron
que travestirse.
A finales del siglo XIX, surgió un intenso movimiento social a favor de la equiparación de
derechos entre hombres y mujeres, que encontró su bandera en la conquista del derecho a
voto (sufragismo). A partir de 1902 se admitió el derecho a voto femenino en Nueva Zelanda,
y luego en otras naciones, sobre todo tras la Primera Guerra Mundial, cuando el movimiento
de emancipación femenina cobró verdadera fuerza, al haberse evidenciado su papel clave en
el mantenimiento del esfuerzo bélico sustituyendo la mano de obra masculina. No obstante,
la defensa de los derechos de la mujer, o su planteamiento literario, por intelectuales
57
progresistas como Bertrand Russell, Bernard Shaw o August Strindberg seguía siendo
ácidamente criticada desde la postura social mayoritaria (incluso entre la mayoría de las
mujeres). La época en que hombres y mujeres pudieran relacionarse en pie de igualdad
comenzaba a vislumbrarse solo entre muy reducidas minorías intelectuales (Virginia Woolf y
el Círculo de Bloomsbury).
Los nuevos descubrimientos científicos que parecían contradecir a las Sagradas Escrituras,
como la teoría darwinista (El origen de las especies, 1859; El origen del hombre, 1871),
tuvieron gran repercusión, y en este caso fueron mucho más combatidos en el ámbito
religioso anglicano y protestante que en el católico; donde no hubo pronunciamiento oficial
alguno, e incluso en algunos casos permitió explorar las perspectivas que abrían, aunque no
sin problemas (caso del jesuita Teilhard de Chardin). Otro caso de ambigua relación
entre ciencia y fe fue la polémica sobre la generación espontánea, paradigma biológico de lo
que científicos católicos como Pasteur consideraban como ciencia orientada a la justificación
del agnosticismo y cuestionaron con éxito.56
En los países católicos del sur de Europa, la desamortización (1836, en España) privó del
poder económico a la Iglesia. El movimiento nacionalista italiano finalmente consiguió que
los Estados Pontificiosdesaparecieran para formar parte de una Italia unificada (1870). En
Alemania, el Papa estimuló el duro enfrentamiento de los católicos del sur (organizados
58
Aunque el siglo XIX marcó uno de los momentos más débiles del papado, la causa de la
religión católica estaba muy lejos de haber sido derrotada, y lo mismo puede decirse de las
distintas confesiones protestantes, que también se enfrentaban a los desafíos
del materialismo dominante en la sociedad industrial. Más allá de una minoría intelectual de
entre los profesionales liberales o de los obreros con conciencia de clase, la gran mayoría de
la sociedad, desde las clases dirigentes hasta las clases bajas, pasando por las clases medias,
estaban muy lejos de considerarse ateas. Un ingrediente clave de la moral victoriana fue su
sustrato religioso, imprescindible para la cohesión social, extremo del que era consciente el
propio Marx, autor de la expresión opio del pueblo con la que motejaba a la religión. Incluso
se ha argumentado que la religión, como fuerza conservadora, cumplía un papel que vital en
la resistencia a la gran transformación que supuso la embestida del mercado contra las
instituciones tradicionales.57 No solo las tradicionales instituciones de caridad, sino la
organización del sindicalismo católico y la doctrina social de la Iglesia (Rerum novarum,
59
1891) se presentaron como una alternativa tanto al capitalismo liberal como al movimiento
obrero revolucionario.
El fin de la guerra franco-prusiana en 1871, inició una realineación de las fuerzas políticas
en Europa. Inglaterra y Francia, enemigos desde la época napoleónica y rivales en la carrera
colonial, habían unido fuerzas, en particular desde el final de la guerra de Crimea en 1856,
para sostener al Imperio otomano e impedir la salida de Rusia al mar Mediterráneo. Para
contrarrestar esto y evitar el revanchismo francés, Otto von Bismarck, el Canciller de
Alemania, tendió lazos con el Imperio austrohúngaro, al que había derrotado en 1866.
Cuando Italia se incluyó en el sistema en 1881, nació la llamada Triple Alianza. Bismarck
consiguió que el juego de alianzas basadas en la diplomacia secreta, junto con la frecuente
convocatoria de congresos internacionales y todo tipo de contactos, imposibilitara un
acercamiento de las potencias occidentales a Rusia, con el riesgo para Alemania de una
guerra en dos frentes. Este denominado sistema Bismark se rompió a finales de siglo, tras
perder el canciller la confianza del nuevo emperador, Guillermo II, partidario de acciones
más enérgicas en política exterior, incluso a riesgo de provocar el recelo del Reino Unido,
cuya superioridad naval comenzó a desafiar. La Triple Entente entre Francia, Reino Unido y
Rusia se estableció desde 1904 (Entente Cordiale) y 1907 (Entente Anglo-Ruso, tras llegar
60
Los imperios coloniales habían alcanzado su máxima expansión a falta de nuevas tierras por
conquistar. Cualquier intento por imponerse a las potencias rivales pasaba por aplastarlas en
una guerra total. Entre 1871 y 1914, con la excepción de las guerras de los Balcanes (1912-
1913), Europa vivió en una paz conocida como la paz armada. Una veloz carrera
armamentista no solo incrementó los efectivos humanos movilizados y en la reserva, el
número y tonelaje de los barcos de guerra o los arsenales de armas y equipamientos
tradicionales, sino que desarrolló nuevas aplicaciones tecnológicas (ametralladora, alambre
de espino, gases tóxicos), que hicieron a la próxima guerra bien diferente, y mucho más
demoledora, que las guerras de tipo napoleónico a las que los generales europeos estaban
acostumbrados a jugar en sus cuartos de estrategia. La Gran Guerra de 1914 a 1918 acabó
definitivamente, no solo con el sistema Bismarck, sino con el equilibrio europeo proveniente
del Congreso de Viena y con todas las demás pervivencias parciales del Antiguo Régimen.
(...) sucedió que al cúmulo de guerras de la séptima década del siglo XIX siguió, como a la
guerra general de 1792-1815, media centuria de paz también general solo interrumpida por
algunas guerras locales de carácter semicolonial: la guerra ruso-turca de 1877-1878,
la hispano-americana de 1898; la sudafricana de 1899-1902; la ruso-japonesa de 1904-1905.
Estas últimas guerras de fines del XIX y comienzos del XX no permitieron discernir
mayormente la tendencia general de la guerra en el mundo occidental de la época, porque
cada una de ellas se libró entre solo dos beligerantes y ninguna en regiones próximas al centro
del mundo occidental. De ahí que la terrible transformación del carácter de la guerra llevada
a cabo por la introducción de la nueva fuerza propulsora del industrialismo y la democracia,
tomase por sorpresa a nuestra generación en 1914. Arnold J. Toynbee, Estudio de la
historia59
tensiones sociales que llevaron a conflictos armados como las revoluciones mexicana, la
rusa y la llamada Revolución Española simultánea a la Guerra Civil, y guerras internas como
la guerra anglo-irlandesa, cuyo cese al fuego desencadenó una guerra
cívil en Irlanda después de haber obtenido la independencia; la crisis del sistema
capitalista manifiesta desde el Jueves Negro de 1929; y el surgimiento de los fascismos y
sistemas políticos autoritarios; al tiempo que se desarrollan los primeros Estados Sociales de
Derecho, como la República de Weimar, prácticas de pacto social como los Acuerdos
Matignon, y se aplican las teorías económicas de John Maynard Keynes (divergentes del
liberalismo clásico) en los programas intervencionistas del New Deal de Franklin Delano
Roosevelt. La correspondiente crisis intelectual se hizo manifiesta en los cambios
revolucionarios de paradigmas científicos y en la revolución estética de las vanguardias. Se
extendió la conciencia de haber entrado en un mundo radicalmente nuevo, en que el orden
social tradicional se había subvertido para siempre, y caracterizado por el protagonismo de
las masas ante el que las élites buscaban nuevas formas de control (concepto
de Manufacturing consent del periodista Walter Lippmann y Edward Bernays, sobrino
de Freud, que aplicó las técnicas del psicoanálisis a la publicidad y las relaciones públicas en
la dinámica sociedad estadounidense; obras de gran altura intelectual, como La decadencia
de Occidente de Oswald Spengler o La rebelión de las masasde José Ortega y Gasset).62
A pesar de lo autodestructivo que el episodio resultó para todos los agentes implicados, la
guerra, largamente preparada y en algunos casos deseada, fue ampliamente popular en su
62
El Imperio alemán se jugó la baza del Plan Schlieffen, que implicaba una maniobra de
tenazas que acorralara en el frente occidental a los franceses (como había ocurrido en
la batalla de Sedán de 1870), después de lo cual podrían volverse para repeler a los rusos en
el frente oriental. La invasión de la neutral Bélgica se cumplió con rapidez, pero la
penetración en territorio francés quedó frenada por la eficaz resistencia franco-británica (el
llamado milagro del Marne, septiembre de 1914). A pesar de que la artillería alemana llegó
a bombardear París (los Pariser Kanonen o Gran Berta) el frente quedó estacionario en una
desgastante guerra de trincheras cuya puntual intensificación careció siempre de resultados
decisivos (batalla de Verdún, diciembre de 1916).
La ventaja obtenida con la supresión del frente oriental no llegó a ser decisiva, porque desde
el mismo año 1917 Estados Unidos había entrado en el conflicto en apoyo de sus aliados
comerciales (Francia y sobre todo Inglaterra), con el argumento de responder a la guerra
submarina.63 Alemania no podía seguir con el esfuerzo bélico y, una vez roto el frente
occidental en Bélgica, decidió rendirse (11 de noviembre de 1918) antes de que la guerra
afectase a su propio territorio o triunfase una revolución similar a la soviética (el
fallido levantamiento espartaquista que finalizó la Revolución de Noviembre). Austria-
Hungría, cuya capacidad de resistencia era aún menor, quedó disuelta en entidades nacionales
independientes.
En otro escenario clave, la Gran Guerra supuso el hundimiento del Imperio otomano en
Próximo Oriente, consiguiendo los británicos la movilización del nacionalismo
árabe (Lawrence de Arabia), postura contradictoria con el apoyo simultáneo que se ofrecía a
los sionistas (Declaración Balfour), lo que planteará para un futuro uno de los puntos de
tensión internacional más importantes, sobre todo por su riqueza en petróleo.
El Tratado de Versalles (1919) y los demás negociados en la Conferencia de Paz de París tras
el armisticio, no lo fueron en pie de igualdad, sino desde la evidente derrota de los Imperios
Centrales (Segundo Reich Alemán, Imperio austrohúngaro e Imperio otomano), que de
hecho habían desaparecido como tales entidades políticas. La reducción al mínimo territorial
de las nuevas repúblicas de Austria y Turquía imposibilitaba que hicieran frente a la
exigencia de responsabilidades (incluyendo fuertes indemnizaciones) que caracterizaba la
postura de los vencedores (especialmente la de Francia), con lo que la atribución de la culpa y
por tanto de las indemnizaciones recayó principalmente en Alemania, que había sobrevivido
como estado, a pesar de la pérdida de las colonias, el recorte territorial (pérdidas de Alsacia
y Lorena y Polonia, incluyendo el corredor de Danzig, que dejaba aislada Prusia oriental) y
el estricto desarme que se la exigía. La imposición fue percibida como un diktat (dictado), y
sus durísimas condiciones contribuyeron al caos económico y político de la recientemente
creada República de Weimar.
64
Se pretendía haber hecho la guerra que acabaría con las guerras, creando un nuevo orden
internacional basado en el principio de nacionalidad (identificación de nación y estado),
cuestión que debería resolverse con plebiscitos allí donde esa identidad fuera cuestionable
(lo que ocurría en la práctica totalidad de Europa, aunque solo se aplicó en pequeño número
de casos fronterizos). Se pretendía que las nuevas naciones, al carecer de ambiciones
territoriales, renuncian a la guerra como método de resolución de conflictos (propósito
explícito que se reflejó incluso en constituciones nacionales como la Constitución de la
República Española de 1931). La paz se garantizaría por el principio de seguridad colectiva,
administrado por un organismo internacional: la Sociedad de Naciones, cuya sede se fijó
en Ginebra. La exclusión de Alemania y la Unión Soviética, más el rechazo del Congreso de
los Estados Unidos a su inclusión, limitó de forma grave su eficacia. Incluso entre sus propios
miembros, la nula capacidad de hacer cumplir sus decisiones a los estados que no lo hicieran
voluntariamente (casos del Japón en Manchuria o de Italia en Abisinia) demostró su práctica
inoperancia en cuestiones graves, aunque en otros campos sí desarrolló funciones más o
menos importantes (Organización Internacional del Trabajo y otras agencias).
REVOLUCION RUSA
de 1917 derrocó al gobierno zarista de Nicolás II, cuya gestión de la guerra era catastrófica,
y que había perdido el prestigio místico con que el zar se presentaba como padrecito del
pueblo. Un conjunto de partidos conservadores, liberales y socialdemócratas
(mencheviques, eseritas, etc.) liderados por Aleksandr Kérenskipretendieron construir un
estado democrático que mantuviera el esfuerzo bélico junto a los aliados occidentales
(Gobierno Provisional Ruso). La situación bélica, económica y social no hizo más que
empeorar en los siguientes meses. La rocambolesca llegada de Lenin inició la estrategia
insurreccional bolchevique que llegó al poder con la Revolución de Octubre(Asalto al
Palacio de Invierno, 25 de octubre según el calendario ortodoxo). El poder soviético ignoraba
la representación electoral (demostrado tras anular las elecciones de noviembre de 1917) y
las libertades, despreciadas por burguesas en beneficio de las asambleas de soldados y
obreros que tomaban las fábricas y las unidades militares.
La victoria del ejército rojo consiguió incluso la recuperación de buena parte del territorio
cedido en Brest-Litovsk (Guerra polaco-soviética, 1919-1921). Con el asentamiento de las
fronteras se inició una fase de moderación del proceso revolucionario dirigida por el propio
Lenin (Nueva Política Económica, NEP) en la que se consintió la reconstrucción de empresas
privadas y la recuperación de la figura del campesino enriquecido (kulak).
Tras la firma del Tratado de Creación de la URSS (1922), las luchas de poder entre León
Trotski e Iósif Stalin, partidario el primero de la extensión del proceso revolucionario a otros
países (revolución permanente) y el segundo de la construcción del socialismo en un solo
país, comenzaron durante la agonía de Lenin (1924) y terminaron cinco años después con la
victoria de Stalin, que inició una época de purgas (Gran Purga) con la eliminación de
los trotskistas (XV Congreso, 1927), en una intensificación de la represión política que acabó
con toda oposición o crítica a su poder personal (Nikolái Bujarin, oposición de derecha),
originando un verdadero culto a la personalidad dentro de un sistema totalitario:
el estalinismo. La colectivización recibió un impulso definitivo, sustituyendo la
liberalización de la NEP por los planes quinquenales a cargo de un Gosplán que centralizaba
la totalidad del proceso productivo sin intervención del mercado, decidiendo
burocráticamente qué debía producirse, dónde y por quién, y dónde y quién debía consumirlo.
Se estimuló el trabajo voluntario a través de la emulación (estajanovismo), aplazando
cualquier reivindicación de mejora de condiciones de vida o trabajo para los obreros en cuyo
nombre se decía estar construyendo la sociedad comunista, y relegando la producción de
bienes de consumo en beneficio de la industria pesada. La Tercera
Internacional (Komintern o internacional comunista, que se había creado en 1919) utilizó la
disciplinada labor de los partidos comunistas de todos los países del mundo en función de los
intereses del régimen soviético. Cualquier desviacionismo detectado, incluso el más
inverosímil e imaginario (desde el aburguesamiento a la traición), era advertido al propio
afectado, que se veía obligado a ejercer sobre sí mismo la autocrítica y a aceptar la sanción
de la justicia revolucionaria.
Fascismo[editar]
Artículo principal: Fascismo
67
Alemania y el nazismo[editar]
Artículos principales: Nazismo y Alemania nazi.
Tras un frustrado golpe de estado (Putsch de Múnich, 1923) y su paso por la cárcel, donde
desarrolló su programa en Mein Kampf, Adolf Hitler consiguió llegar al poder por vía
electoraltras el decreto del incendio del Reichstag (1933), al tiempo que el partido nazi o
nacionalsocialista, inicialmente un partido minoritario caracterizado por sus enfrentamientos
en la lucha callejera contra grupos izquierdistas, iba ocupando cada vez más espacios
públicos y privados, restringiendo las libertades y aniquilando toda oposición o
manifestación de individualismo (Gleichschaltung) y pluralismo (incluido el de sus propias
filas -noche de los cuchillos largos, 1934-). El objetivo de la propaganda nazi, eficazmente
utilizada por Joseph Goebbels (repite mil veces una mentira y acabará convirtiéndose en
verdad),67 se centró obsesivamente en responsabilizar a los judíos de todos los males de la
gente común (llegando a su máximo punto con sangrientos pogromos -noche de los cristales
rotos, 1938-), que acabó convenciéndose de pertenecer al grupo de verdaderos alemanes, los
de raza aria, cuyos intereses particulares debían supeditarse a la grandeza de Alemania. Tal
grandeza debía recuperarse con la expansión a través de un espacio vital que incluía no solo
las dispersas zonas habitadas por gentes de habla alemana, sino la Europa Oriental habitada
por los eslavos, presentados como otra raza inferior.
La política de apaciguamiento que Francia y el Reino Unido mantuvieron hasta los acuerdos
de Múnich permitieron a Hitler cumplir la parte inicial de su programa expansivo
y rearmar una Gran Alemania, convertida en el Tercer Reich.
Franquismo[editar]
Artículos principales: Guerra Civil Española y Franquismo.
69
Una multitud se aglomera ante la Bolsa de Nueva York el jueves negro, 23 de octubre de
1929.
Como una reacción a los cambios económicos y políticos en torno a la Primera Guerra
Mundial, se sentaron las bases del estado del bienestar. Durante el siglo XIX, el liberalismo
económico había concebido al Estado como un mero garante del orden público, sin
legitimidad para intervenir en la actividad económica de la nación (estado mínimo). Sin
embargo, de manera progresiva, el Estado había tenido que intervenir en la regulación de las
condiciones de trabajo, a través de las leyes sociales, creando el moderno Derecho del
Trabajo, como una manera de responder a los apremiantes problemas derivados del
industrialismo y desactivar la bomba de tiempo que representaban las aspiraciones del
movimiento obrero.
70
Sin embargo, fue después de la Primera Guerra Mundial cuando se produjo el cambio teórico
fundamental. El economista John Maynard Keynes observó que la ofertaeconómica es
reflejo de la demanda (no al revés, como planteaba clásicamente la ley de Say), y por ende,
la manera de levantar una economía deprimida (fase baja del ciclo económico cuya misma
existencia era discutida por los teóricos del libre mercado) era subsidiando la demanda a
través de una fuerte intervención estatal. Consciente de las consecuencias negativas de las
cláusulas económicas del Tratado de Versalles, había predicho que los pagos a que se
obligaba a Alemania, junto con el endeudamiento (tanto de esta como de las potencias
vencedoras) con Estados Unidos, provocaría un desorden financiero internacional con
consecuencias funestas. No obstante, los años veinte fueron los felices años veinte, propicios
a la especulación, la compra a crédito y el consumismo, al menos en Estados Unidos (un
pollo en cada cazuela y dos coches en cada garaje, era el slogan electoral de Herbert
Hoover), que solo parecía deslucirse por la ley seca y el gansterismo. La crisis de posguerra,
fruto de la desmovilización, no tuvo consecuencias muy graves en las economías, a excepción
de la alemana, sometida a una terrible hiperinflación. Los consejos de Keynes fueron
desoidos, y no se acogieron por parte de los gobiernos hasta después de que la Gran
Depresión posterior al crack de 1929 (momento en que estalló la burbuja de especulación
financiera) literalmente arrasó el mercado de valores, y tras él el sistema productivo y el
mercado laboral generando un pavoroso paro masivo. El recurso generalizado
al proteccionismo deprimió aún más el comercio internacional y acentuó la depresión
económica.
En la década de 1930, regímenes políticos muy diferentes entre sí emprendieron, como salida
a la Gran Depresión, políticas keynesianas, es decir, intervencionistas, de estímulo de la
demanda a través de las obras públicas, subsidios sociales y aumento extraordinario del gasto
público, con abundante recurso a la deuda pública. La llegada a la presidencia estadounidense
del demócrata Franklin Delano Roosevelt emprendió esas medidas con la denominación
de New Deal (Nuevo acuerdo o Nuevo reparto de cartas). La economía dirigida
del corporativismo fascista podía considerarse hasta cierto punto similar, y concretamente
el rearme alemán proporcionaba una solución tanto al ejército de parados como a la industria
pesada. La Unión Soviética de Stalin ya era una economía planificada desde el Estado, y su
71
sistema económico no capitalista, aislado del circuito financiero, la hacía inmune a los efectos
del Crack de 1929.
La adopción por parte del mundo extraeuropeo de ideas, tecnologías, sistemas políticos y
socioeconómicos originados en Europa, llevó a la paradoja de que la misma Europa se vio
reducida en tamaño e importancia en el concierto mundial. En adelante debió conformarse
con ser un actor más en un escenario geopolítico que se había hecho mucho más vasto.
Kemalismo en Turquía[editar]
La reacción nacionalista liderada por Mustafá Kemal (denominado Atatürk o padre de los
turcos) expandió militarmente las fronteras del estado residual en que se había convertido la
nueva república de Turquía (Guerra de Independencia Turca). El programa occidentalizador
que impulsó desde ese momento incluyó la sustitución del alfabeto árabe por el latino y la
del traje tradicional por una moda homologable a la que se veía en las calles de París o
Londres. Su sistema político (el kemalismo), que nunca dejó de ser autoritario, se construyó
explícitamente a imitación de los europeos en un eclecticismo que pretendía reunir elementos
de tan distintas y opuestas procedencias como la democracia liberal, el estado social y los
totalitarismos fascista y soviético.
Revolución china[editar]
Artículos principales: Revolución de Xinhai, Levantamiento de Wuchang y República de
China (1912-1949).
La dinastía Qing fue derrocada en 1911 después de un largo período de guerras civiles que
significaron el fin de un Imperio milenario. Sun Yat-Sen emprendió un proceso de
modernización occidentalizadora de la República de China, que se vio imposibilitado tanto
73
por la intervención externa (principalmente la japonesa) como por fuertes divisiones internas,
con zonas enteras independizadas en la práctica y gobernadas por señores de la
guerra locales, y la cada vez mayor presencia comunista entre las masas urbanas y
campesinas. La matanza de Shanghái contra opositores del gobierno dio comienzo a la guerra
civil china, que duró de 1927 hasta 1950. El conflicto bélico incluyó el periodo de la Segunda
Guerra Mundial y la mítica Larga Marcha protagonizada por el líder comunista Mao
Zedong, que terminó proclamando la República Popular China en 1949, mientras que
el nacionalista Chiang Kai-shek resistía en Taiwán protegido por la flota estadounidense.
Los dominios británicos de Canadá, Australia y Nueva Zelanda, cada vez más
independientes de hecho, incrementaron espectacularmente su economía y población.
Estados Unidos emergió como gran potencia mundial después de la Primera Guerra Mundial.
Sin embargo, cuando Woodrow Wilson remitió al Congreso la aprobación del ingreso en
la Sociedad de Naciones (una de sus propias ideas para la paz -catorce puntos de Wilson-),
fue ampliamente rechazada, prefiriendo la clase política estadounidense la tradicional
política de aislacionismo. No obstante, la íntima conexión del capitalismo industrial,
comercial y financiero estadounidense con el resto del mundo hizo imposible el
mantenimiento de esa postura en los años cuarenta.
Algunas naciones de América Latina, sobre todo las zonas con gran emigración europea
(Argentina y Brasil, y en menor medida Chile, Colombia, Cuba, Perú, Uruguay y Venezuela),
74
Revolución mexicana[editar]
Artículo principal: Revolución mexicana
En México, las fuertes tensiones entre una oligarquía positivista (Porfirio Díaz) y una amplia
base campesina desprotegida llevaron finalmente a la revolución mexicana (1910-1920), en
la que líderes campesinos como Emiliano Zapata y Pancho Villa se rebelaron y pusieron en
jaque al viejo orden. En medio de este proceso se promulgó la Constitución de 1917, que fue
pionera entre los documentos de su tipo en el mundo, por incorporar en su articulado diversas
garantías sociales para la población. De todos modos, el restablecimiento de la paz social fue
dificultoso, y la nueva institucionalidad solo puede considerarse establecida y consolidada
bajo la Presidencia de Lázaro Cárdenas (1934-1940).
En 1941 la necesidad estratégica de ocupar los campos petrolíferos del Cáucaso llevaron a la
invasión alemana de la Unión Soviética (operación Barbarroja), inicialmente exitosa, pero
que se estancó en la batalla de Moscú y los sitios de Leningrado y Stalingrado. Al mismo
tiempo, los japoneses en su campaña por conquistar Asia (comenzado con las hostilidades
con China que los llevó a la Segunda Guerra chino-japonesa, iniciado en 1937 y considerado
como preludio de la Segunda Guerra Mundial en Asia) y expandirse por el Pacífico atacaron
Pearl Harbor (7 de diciembre de 1941), provocando la entrada de Estados Unidos en la guerra
como respuesta al embargo económicoimpuesto por las políticas expansionistas que llevó a
cabo el Imperio del Japón (sobre todo tras la invasión japonesa de Indochina). En el norte de
África, la batalla de El Alamein (1942) frenó el avance de los Afrika Korps alemanes
desde Libia hacia Egipto después de la fallida invasión italiana al Canal de Suez.
El periodo final de la guerra se caracterizó por las complejas operaciones necesarias para los
desembarcos aliados en Europa (Sicilia; en julio de 1943, Anzio; en enero de
1944, Normandía, en junio de 1944) y el hundimiento del frente oriental en el que se dieron
las más masivas operaciones de tanques de la historia (Projorovka y Kursk, en julio de 1943),
mientras en el frente occidental los alemanes experimentaban armas tecnológicamente muy
desarrolladas (V-1, V-2), y soportaban bombardeos destructivos sobre sus ciudades a una
escala nunca antes vista (bombardeo de Dresde, en febrero de 1945) y la destrucción total de
su capital (batalla de Berlín, entre abril y mayo de 1945).
En el Frente del Pacífico los estadounidenses tuvieron que desalojar isla a isla a los
japoneses, tanto en el sur del Pacífico (Midway, en julio de 1942; Guadalcanal, en agosto de
1942) como en Filipinas (Manila, en febrero de 1945), dándose las mayores batallas navales
de la historia (batalla del Mar del Coral, en mayo de 1942; batalla del Golfo de Leyte, en
octubre de 1944), hasta llegar a tierras niponas (Iwo Jima, en febrero de 1945 y Okinawa, en
76
abril de 1945), culminando con los bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki en
agosto de 1945.
La primera mitad del siglo XX vio también una serie de revoluciones científicas sin
precedentes, que marcaron un cambio de paradigma fundamental en el pensamiento
científico.
Revolución relativista
En 1900, el físico Max Planck estableció que la luz no podía desplazarse en cualquier
cantidad, sino solo en "paquetes" de un tamaño pequeño, pero determinado e indivisible:
los quanta. Se inició el espectacular desarrollo posterior de la física cuántica, exigiendo
conceptos de imposible encaje en la forma tradicional de percibir y entender la naturaleza
(por ejemplo, la identidad dual del fotón, como onda y como partícula a la vez). La
concepción de la estructura íntima de la materia cambió con rapidez, con la proposición de
diversos modelos atómicos (Niels Bohr, Ernest Rutherford, etc.) que reproducían una
estructura íntima cada vez más compleja que se podía estudiar experimentalmente (desde la
producción del electrón en los rayos catódicos hasta el estudio de la radiactividad -esposos
Curie (Marie y Pierre Curie)- y los reactores atómicos-Enrico Fermi-). La enunciación
del principio de incertidumbre (Werner Heisenberg, 1927), junto con otras formulaciones
de indeterminación, indecidibilidad o indiferencia en campos científicos (teoremas de la
incompletitud de Gödel, 1930, paradoja de Schrödinger, 1935), que implicaban la renuncia a
entender la realidad de forma determinista, trascendieron de lo meramente científico, y se
convirtieron en una característica extensible a la producción intelectual, la visión del mundo
y la experiencia vital en el convulso siglo XX: la revolución relativista, que se había iniciado
con los cinco artículos que el joven físico Albert Einstein publicó en 1905. La física
mecanicista de Isaac Newton, con sus conceptos absolutos de espacio y tiempo, quedaba
restringida a un caso particular (si bien el más aplicable en la experiencia humana cotidiana)
de la física relativista que identificaba tiempo y espacio (relativos en función del observador),
materia y energía (con la popularizada fórmula E=mc²). La posición del hombre en un
78
La rebelión del arte independiente de la segunda mitad del XIX, que llevó a la revolución
pictórica del impresionismo, exaltaba la libertad individual del artista frente a las
convenciones academicistas. La voluntad constante de buscar la originalidad y la
provocación frente a un mundo también cambiante se plasmó en la rápida sucesión de
las vanguardias.69 Incluso la arquitectura, el arte más conservador por su propia naturaleza
estable y su dimensión económica y funcional, sufrió una transformación radical en el primer
tercio del siglo XX.
imposición del gusto kitsch del público al que se dirigía, las masas, mientras que la literatura
experimental se dirigía a una élite selecta e ilustrada.
Las diferentes etiquetas metodológicas para designar la historia del mundo actual, del tiempo
presente o inmediata, no han llegado a un consenso académico sobre su hito de origen,
aunque el final de la Segunda Guerra Mundial, con el espectacular inicio de la era atómica y
la política de bloques de la Guerra Fría, fue considerado, al menos hasta finales de siglo XX,
como matriz del tiempo presente.70
dotado a la medicina del arma definitiva contra las infecciones, demostraron ser solo un
remedio temporal cuyo abuso degeneró en resistencia bacteriana.
La rivalidad ideológica entre los bloques no fue tan irreconciliable como se desprendía de las
declaraciones retóricas, incluso durante la distensión (Nikita Jrushchov planteaba que la
misión del comunismo era esperar a ser el enterrador del capitalismo). Algunos teóricos,
como Maurice Duverger, detectaron incluso la convergencia de ambos en torno distintos
grados de desarrollo de un estado planificador y de la ampliación de los derechos
individuales; puntos que también eran los que marcaban el campo de discrepancia de los
paradigmas económicos en que se movían los socialdemócratas y los liberal-conservadores
dentro de Occidente, especialmente en los países integrados en la Unión Europea.75 La
pragmática evolución de China hacia la economía de mercado se suele interpretar en un
sentido similar, aunque sus gigantescas dimensiones y el mantenimiento de su sistema
político plantean incógnitas no resueltas. La interpretación más optimista es la que ve esta
evolución como un fin de la historia (Francis Fukuyama). La interpretación más pesimista
prevé un inevitable choque de civilizaciones (Samuel Huntington), sobre todo entre la
occidental y la islámica. El panorama mundial se completa con el ascenso de otros espacios
antes subdesarrollados: los tigres asiáticos y otros NIC (nuevos países industrializados)
entre los que destacan Brasil e India, además de la nueva Rusia postcomunista (los
denominados BRICS). La resistencia a la globalización (altermundialismo) denuncia el
ahondamiento de la brecha del desarrollo entre países ricos y pobres, especialmente evidente
81
Sobre las ruinas de la Segunda Guerra Mundial, se definió un nuevo orden mundial en que
las viejas potencias europeas, muy dañadas, incluso las victoriosas, tuvieron que renunciar al
mantenimiento de sus vastos imperios en los que se impuso la descolonización, lo que
aumentó el número de actores políticos mundiales desde una cincuentena hasta
aproximadamente doscientos, en menos de medio siglo.
Sin embargo, este proceso no significó que los nuevos países adquirieran una independencia
real, pudiéndose hablar de un neocolonialismo; y una alineación general en dos bloques
liderados cada uno por una superpotencia. Tanto los Estados Unidos como la Unión
Soviética habían superado la guerra en condiciones de disputarse la supremacía mundial;
carrera en la que los Estados Unidos partía con una clara ventaja.7677
Un Telón de Acero (metáfora debida a Winston Churchill) dividió Europa, y por extensión
el mundo, separándolo en dos bloques, entre los que se situaban de varias zonas de influencia
disputada y que se transformaron en puntos de fricción internacional. Ante el temor de
suscitar crisis que amenazaran con desencadenar un enfrentamiento directo, como podría
haber ocurrido durante el bloqueo de Berlín (1949) o la crisis de los misiles en Cuba (1962);
la lógica de la Guerra Fría planteaba conflictos en zonas periféricas, de gran violencia, pero
que no significaban un choque directo entre las dos superpotencias, como la Guerra de
Corea (1950-1953) y la Guerra de Vietnam (1958-1975). No obstante, las sucesivas
ampliaciones de la zona de influencia soviética (victoria del bando comunista en la Guerra
civil china, 1949, Revolución cubana, 1959, descolonización africana) fue vista con
preocupación desde el bloque occidental (teoría del dominó), que justificó la necesidad de
intervenir en todo tipo de conflictos donde se identificase la posibilidad de avance soviético
(doctrina Truman). De hecho, la obsesión por la infiltración comunista se aplicaba al interior
de los Estados Unidos, donde entre 1950 y 1956 se desató una caza de brujas (macarthismo)
entre políticos, científicos, artistas e intelectuales. La propaganda y contrapropaganda, la
intoxicación o desinformación, el espionajey contraespionaje (tanto de inteligencia
militar como político o industrial), las figuras del agente encubierto y del agente doble, fue
parte esencial de la diplomacia de la época (KGB, CIA, UKUSA, Echelon, NSA etc.).
Las novelas y películas de espías se convirtieron en un género popular (El tercer
hombre, Carol Reed, 1949; Ian Fleming y su personaje James Bond, etc.).
a rivalidad entre las superpotencias desató una carrera de armamentos centrada en la posesión
del arma nuclear, que los Estados Unidos desarrollaron en el último año de la Segunda Guerra
Mundial a través del Proyecto Manhattan (1945) y posteriormente compartieron con los
británicos (1952). El proyecto soviético de la bomba atómica culminó en 1949 (en parte
gracias al espionaje). Francia desarrolló su propia arma atómica en 1960 y China en 1964.
La firma del tratado de no proliferación nuclear en 1968 limitó la incorporación de nuevos
miembros al selecto club nuclear, al que solo se añadieron, con un esfuerzo del que se resintió
su desarrollo económico, India en 1974 y Pakistán en 1998 (a la tradicional cañones o
mantequilla, atribuida a Woodrow Wilson, se añadió en la época el comeremos hierba,
83
atribuida a Benazir Bhutto). Mientras que todos estos países declararon abiertamente su
condición de potencia nuclear, como parte esencial del efecto disuasivo estratégico que tal
arma tiene; otros países, en cambio, han optado por la ambigüedad en ese terreno,
como Israel y la República Sudafricana, que posiblemente obtuvieron armas nucleares en los
años setenta (Centro de Investigación Nuclear del Néguev, Incidente Vela).
La posesión de capacidad nuclear en ambos bloques así como de vectores eficaces para
alcanzar casi instantáneamente el corazón del territorio del enemigo (misil
balístico, superbombardero y submarino nuclear) hacían imposible que ni siquiera el agresor
pudiera sobrevivir al primer ataque, supuesta la represalia automática. Esta Destrucción
mutua asegurada recibió un acrónimo de humor negro: MAD (loco, por sus siglas en inglés),
originando un "equilibrio del terror" que suscitó el interés de los matemáticos que estaban
creando la teoría de juegos (John Forbes Nash, que planteaba las ventajas de la colaboración
incluso con el rival -dilema del prisionero-, y John von Neumann, partidario de una estrategia
radicalmente agresiva, representado como Dr. Strangelove en la película Dr. Strangelove or:
How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb, de Stanley Kubrick, 1964).78
Para ambas carreras (la militar y la espacial), fue imprescindible la inicial contribución de
los ingenieros alemanes responsables de la principal innovación balística de la época (la V2)
que fueron capturados al final de la Segunda Guerra Mundial: Wernher von Braun en Estados
Unidos (NASA) y Helmut Gröttrup en la Unión Soviética, aunque el programa espacial
soviético estuvo fundamentalmente a cargo de Serguéi Koroliov.
Los Estados Unidos lanzaron el Plan Marshall (1947-1951), un paquete económico de ayuda
a la reconstrucción europea que los países de la órbita soviética rechazaron, con el argumento
de que supondría caer en la dependencia. Como alternativa, fundaron
el COMECON (Consejo de Ayuda Mutua Económica), que reguló los intercambios bajo
criterios de economía planificada y el liderazgo soviético; de un modo similar a cómo
políticamente los partidos comunistas locales establecían regímenes
denominados democracias populares (repúblicas populares o repúblicas democráticas) que,
aunque nominalmente autorizaran algún partido no obrero (como los partidos campesinos)
eran de hecho regímenes de partido único. La resistencia popular a la dominación soviética,
ejercida directamente o a través de gobiernos títere, llegó a estallar en revueltas duramente
reprimidas (sublevación de 1953 en Alemania del Este, revolución húngara de
1956, protestas de Poznań de 1956, Primavera de Praga de 1968, Ley Marcial en Polonia de
1981); o alternativamente, encauzadas en periodos de mayor tolerancia (octubre
polaco, revolución de terciopelo, legalización del sindicato Solidarność) coincidentes con
ciertas señales emitidas por el propio Kremlin (desestalinización, distensión, y finalmente
la perestroika).
La Unión Europea había tenido ya en 1949 el exitoso precedente del Benelux (unión
comercial de Bélgica, los Países Bajos y Luxemburgo), modelo que se aplicó a
la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), el Euratom y la Comunidad
85
Económica Europea del tratado de Roma de 1957 (esos tres pequeños países más tres
grandes: Francia, Alemania e Italia), ampliada sucesivamente a nueve (Reino
Unido, Irlanda y Dinamarca, 1973), doce (Grecia, 1980, España y Portugal, 1982) y quince
países (Suecia, Austria y Finlandia, 1995). El espacio económico europeo se planteó como
librecambista e integrador hacia el interior, como la mejor manera de garantizar la
convergencia de niveles de vida y la comunidad de intereses que impidiera nuevas guerras
(especialmente entre Francia y Alemania, protagonistas de repetidos enfrentamientos desde
1870), mientras que hacia el exterior era fuertemente proteccionista, especialmente en una
agricultura generadora de excedentes que garantizaba la estabilidad de la población rural.
El principal reto económico del siglo XXI ha sido intensificar la integración, que incluyó la
adopción del euro como moneda común; a la que no todos los países se han sumado.
Destacadamente, entre los más reticentes se encuentra el Reino Unido, desde donde se ha
popularizado y extendido la expresión euroescéptico. El fracaso en la aprobación de
la Constitución Europea ha obligado a reformular en varias ocasiones los proyectos más
ambiciosos de aumentar la dimensión política de la Unión.
86
Además de mantener una destacada actuación política como foro mundial de las naciones, la
ONU desarrolló una serie de organismos paralelos que tendieron a mejorar las condiciones
de vida en todo el mundo. A la ya fundada Organización Internacional del Trabajo (OIT),
absorbida ahora por la ONU, se sumaron la Unesco, la FAO, la Organización Mundial de la
Salud (OMS), etcétera.
Descolonización[editar]
Artículo principal: Descolonización
Se generaron enormes problemas políticos. el principio del uti possidetis para delinear a los
nuevos estados no podía ocultar que las fronteras de los dominios coloniales habían sido
trazadas para conveniencia de los imperios europeos, separando o juntando etnias y naciones
de manera completamente arbitraria. Los nuevos estados cayeron pronto en la inestabilidad
política o en férreas dictaduras, lo que originó catástrofes sociales, el genocidio de etnias
minoritarias y desplazamientos masivos de refugiados. La pobreza empeoró sobre el ya
precario nivel del pasado colonial, y se desencadenaron hambrunas y epidemias.
88
Tercermundismo[editar]
Artículo principal: Tercermundismo
Tras una guerra de guerrillas contra la dictadura de Fulgencio Batista, en 1959 llegó al poder
en Cuba un grupo de revolucionarios de confusa ideología, liderados por Fidel Castro y el
internacionalista Che Guevara. La política hostil de Estados Unidos, vinculado económica y
políticamente al anterior régimen y refugio de un cada vez mayor número de exiliados
cubanos, así como la propia dinámica interna del nuevo régimen, llevó a este a un
acercamiento cada vez mayor a la Unión Soviética y a la definición de la revolución
como marxista leninista, dirigida por el Partido Comunista de Cuba.
La zona de conflicto más activa en todo el periodo fue el Medio Oriente. Las
inmensas reservas petrolíferas del Golfo Pérsico la hacían estratégicamente decisiva en
la geopolítica petrolera. La desintegración del Imperio otomano en la Primera Guerra
Mundial, la sometió a una atomización en zonas de colonización francesa (Siria y Líbano) y
británica (Jordania e Irak), que se independizaron tras la Segunda Guerra Mundial. Tanto las
nuevas naciones como Egipto, Arabia Saudí e Irán, eran presionados para su alineación
política y el mantenimiento de la presencia económica de las multinacionales petroleras.
Las imágenes idealizadas que transmitían los seriales televisivos y las comedias
cinematográficas de Hollywood no supusieron en realidad que la confianza en el futuro fuera
generalizada. Esa década tuvo su lado pesimista en la popularización del existencialismo y
del movimiento beatnik, críticas más estética que socialmente de izquierdas al capitalismo,
el imperialismo y el american way of life. Los miedos presentes en ese tiempo (la Era del
Miedo, según Albert Camus)80 se expresaban en el cine de serie B (con productos que iban
desde Godzilla -1954- hasta La noche de los muertos vivientes -1968-). Una selecta minoría,
cada vez más amplia, de jóvenes en busca de autoconocimiento (en muchas ocasiones
claramente autodestructivo) se lanzó al camino de los viajes que les proporcionaban la vida
91
en la carretera (moteros, mochileros, autostop), el amor libre y las drogas, imitando a Jack
Kerouac (On the Road, 1957) o inspirados por las obras de Aldous Huxley (Un mundo feliz,
1932; Las puertas de la percepción, 1954). La brecha generacional que se abrió entre ellos y
sus padres provocó de hecho una mayor represión y puritanismo frente a los años cuarenta,
como puso de manifiesto la cruzada emprendida contra el cómic desde la publicación de La
seducción de los inocentes de Fredric Wertham (1954). La rebeldía juvenil pretendía
rechazar el mundo conservador y tradicionalista de los adultos, y se identificaba en productos
que, paradójicamente, le ofrecía la propia industria del cine, como James Dean (Rebelde sin
causa, 1955). Los jóvenes de los cincuenta y los sesenta percibían como un desafío
generacional la lectura de libros como El guardián entre el centeno y acudir a proyecciones
de películas de arte y ensayo (Nouvelle vague francesa); o provocativo el escribir literatura
experimental o realizar happenings y otras manifestaciones de arte contemporáneo;
transgresiones que estaban al alcance de todos, independientemente de su sofisticación
intelectual, solo con leer los cómics de Marvel y DC o escuchar formas cada vez más
sofisticadas de rock and roll (de Bill Haley a Elvis Presley, Jimi Hendrix, The Beatles, The
Rolling Stones, The Doors o The Who).
X, John y Robert Kennedy, todos ellos asesinados entre 1963 y 1968). Las movilizaciones
estudiantiles de 1968, iniciadas en el mayo francés y extendidas por Europa Occidental
(Alemania Occidental, Gran Bretaña, España, Italia, Suecia, etc.) y América (Estados
Unidos, México, Jamaica, Brasil, etc.), tuvieron tan confuso carácter ideológico que podían
emparentarse tanto con la Primavera de Pragaen Checoslovaquia como con la Revolución
Cultural de la China maoísta, y popularizaron a pensadores tan opuestos como Martin
Heidegger y Herbert Marcuse.
entre ciencia y fe, que habían alejado al catolicismo de la modernidad desde tiempos
de Galileo, recibieron un impulso notable, que de hecho sobrepasó la posición más recelosa
de la mayor parte de las confesiones protestantes en un punto clave como el evolucionismo.
La sucesión de Pablo VI continuó con los mismos parámetros, pero limitó las expectativas
de los grupos más radicales al condenar el uso de los métodos anticonceptivos y no suavizar
la moral sexual católica ante el desafío que suponía la generalización social de las relaciones
prematrimoniales y el divorcio. Mientras una minoría de los clérigos
más tradicionalistas llegaba a amenazar con el cisma (Marcel Lefebvre), los
teólogos progresistas como Hans Küng, Hélder Câmara o Leonardo Boff profundizaron la
implicación del pensamiento cristiano en la realidad social desde un compromiso muy
distinto al que representaba la Democracia Cristiana, situada en el centro-derecha político.
En América Latina la denominada opción preferencial por los pobres de la Teología de la
Liberación acercó a muchos clérigos a los movimientos de izquierda, llegando a verse el caso
de curas guerrilleros.
La crisis de 1973, desencadenada por la utilización del petróleo como arma política por
la OPEP en el conflicto árabe-israelí, significó el comienzo de un ciclo de dificultades
económicas para los países occidentales (la denominada stagflación: inflación simultánea a
un estancamiento de la producción, con altas cifras de desempleo), que se agravaron en los
primeros años ochenta. El keynesianismo, paradigma económico dominante desde la Gran
Depresión, pasó a ser cuestionado por alternativas neoliberales (Milton Friedman y
la Escuela de Chicago), que planteaban como solución la reducción del papel del estado en
la economía y la recuperación del papel prioritario de la iniciativa privada y del mercado
libre sin interferencias ni planificación.
Las estructuras industriales más obsoletas, especialmente las más intensivas en mano de obra,
sufrían un proceso de deslocalización hacia lo que por entonces se llamaba países en vías de
desarrollo y a finales de siglo se llamarán nuevos países industriales, mientras que los
antiguos países industrializados avanzan en un proceso de terciarización, en el que cada vez
tenían más peso la aplicación de nuevas tecnologías basadas en las telecomunicaciones,
la informática, la robótica y la denominada economía del conocimiento.
El golpe de los coroneles griegos (1967) había sumado ese país a las dos dictaduras del sur
europeo que se prolongaban desde la época fascista: el Portugal de Oliveira Salazar y
la España de Francisco Franco. Durante los denominados años de plomo, parecía que incluso
la democracia italiana estaba en peligro de involución.
En cuanto a Turquía, involucrada bélicamente en la guerra civil de Chipre que estalló tras
el golpe militar contra el Gobierno de Makarios III (1974), el predominio de los militares en
la vida pública siguió siendo decisivo; teniendo un revés después de sufrir su tercer golpe de
estado (1980-1983). Los regímenes del Mediterráneo árabe (de Siria a Marruecos) tampoco
se vieron afectados por transformaciones políticas decisivas, variando su grado de alineación
o enemistad con Occidente o la retórica panarabista o árabe socialista, pero desde sistemas
esencialmente autoritarios.
En Estados Unidos, tras el escándalo Watergate que retiró a Richard Nixon de la presidencia
(1974), el mandato del demócrata Jimmy Carter (1977-1981) se caracterizó por sufrir los
efectos más penosos de la crisis iniciada en 1973, por un retroceso de la influencia en
América Latina (revolución sandinista en Nicaragua) y otras zonas del Tercer
Mundo (Camboya, Yemen del Sur, Etiopía, Angola, Mozambique, Somalia, Congo, etc.) y
por significativas humillaciones internacionales (crisis de los rehenes en Irán, 1979-1981).
Frente a lo que consideraban pérdida de valores tradicionales, excesos de permisividad y
anomia social, se organizó un poderoso grupo de presión visibilizado por
los telepredicadores religiosos y la denominada mayoría moral, que consiguió dos
presidencias republicanas consecutivas (tres mandatos: los de Ronald Reagan, 1981-1988,
y Bush padre, 1989-1992). Con una política abiertamente agresiva hacia la Unión Soviética,
a la que denominó "Imperio del mal", Reagan proponía un final victorioso a la Guerra Fría
mediante un enfriamiento de las relaciones bilaterales y el inicio de investigaciones para un
posible futuro establecimiento en el espacio exterior de un sistema de intercepción de misiles
balísticos, la llamada Iniciativa de Defensa Estratégica(bautizada por la prensa como "Star
Wars" en alusión a la contemporánea serie de películas de George Lucas) y un más concreto
despliegue de misiles nucleares de alcance intermedio en Europa (euromisiles, respuesta a
una iniciativa soviética similar -SS-20-), en una reactivación de la carrera nuclear que los
soviéticos no estuvieron en condiciones de seguir. En América Latina, tras el ciclo de golpes
de estado militares de los años setenta (Chile y Uruguay, 1973; Argentina 1976), desde la
época de Carter se pretendía oficialmente el sostenimiento de los regímenes nominalmente
democráticos, lo que en la época de Reagan se concretó en la intensificación del
sostenimiento de los gobiernos aliados frente a las guerrillas izquierdistas y el apoyo velado
a los movimientos hostiles a los gobiernos no propicios (como la contra nicaragüense),
llegando a la intervención directa (invasión de Granada -1983-, invasión de Panamá -1989-
).
Revolución islámica[editar]
Véanse también: Islamismo, Fundamentalismo islámico, Sharia, Yihadismo y Wahabismo.
A partir de la Revolución iraní (derrocamiento del proestadounidense sah Reza Pahlaví, por
un movimiento integrista liderado por el ayatolá Ruhollah Jomeini, 1979) se produjo en todo
el mundo islámico (tanto entre los chiítas como entre los mayoritarios sunnitas), y entre las
numerosas colonias de inmigrantes islámicos en Europa, el llamado despertar islámico o
revolución islámica, cerrando el ciclo que desde la descolonización identificaba la causa
árabe con el nacionalismo de izquierdas o tercermundista. Los gobiernos y clases dominantes
de los países musulmanes hubieron de optar por tres posibles estrategias: frenar el
movimiento (como en Argelia, que anuló las elecciones que iban a ganar los islamistas,
desencadenando una violentísima reacción armada en 1991); coexistir en un precario
equilibrio (los países denominados moderados, los más firmes aliados de Estados Unidos,
como las monarquías del Golfo -encabezadas por Arabia Saudí, que logró contener un
levantamiento armado en el Incidente de la Gran Mezquita-, Egipto, Marruecos o Turquía -
cuyo laicismo oficial convive desde 2003 con la presencia en el poder de Recep Tayyip
Erdoğan, un islamista moderado-, y los países más poblados y lejanos del ámbito
árabe: Pakistán e Indonesia); o unirse a él (Sudán, 1983).
islámico, la utilización del régimen iraquí de Saddam Hussein contra Irán (Guerra Irán-Irak,
1980-1988) también tuvo resultados totalmente contraproducentes para esa estrategia:
intensificó el integrismo iraní y propició la deriva antioccidental del dictador iraquí, lo que
originó también nuevas guerras en el periodo siguiente. La clave del enfrentamiento islamista
contra occidente continuó siendo la persistencia del conflicto árabe-israelí, y la identificación
de Estados Unidos como el principal apoyo del Estado judío.
Glasnost y Perestroika[editar]
En 1985 Mijaíl Gorbachov fue nombrado Secretario General del Partido Comunista de la
Unión Soviética, en una renovación generacional de la cúpula dirigente que llevó a la
liquidación de la Guerra Fría y a reformas liberalizadoras en el interior del régimen soviético,
que recibieron los nombres de perestroika (reestructuración) y glásnost (apertura o
transparencia). El tratado de desarme de 1987 significó el final de la carrera armamentista.
Entre tanto, aumentaba la agitación interna, desatada tanto por las resistencias de los
partidarios del mantenimiento intacto de las prácticas estalinistas
(nostálgicos o conservadores) como por la impaciencia de los antiguos disidentes y los
oportunistas que vieron llegado el momento de optar por cambios radicales (que para algunos
se limitarían al establecimiento de un socialismo democrático y para otros deberían significar
la transición a un sistema liberal-capitalista homologable con Occidente). Las tímidas
reformas económicas no solucionaron los tradicionales problemas de abastecimiento y
aumentaron el descontento de la población, que ya no se ocultaba como en épocas anteriores
de mayor penuria. En los países de la órbita comunista, la pérdida de confianza entre los
regímenes locales y los nuevos dirigentes soviéticos estimuló los movimientos cada vez más
atrevidos de la oposición clandestina.
Revoluciones de 1989[editar]
Artículo principal: Revoluciones de 1989
Wende). Los hechos más violentes tuvieron lugar en Rumania, donde la represión fue más
dura por la resistencia a abandonar el poder por parte de Nicolae Ceaușescu (el dirigente más
autónomo del bloque del este, que hasta entonces gozaba de una especial consideración
de mediador ante los occidentales) que fue fusilado sumariamente en lo que igualmente
fueron otras imágenes mundialmente difundidas.
Las relaciones entre los dos bloques evidenciaron el final de la Guerra fría por la victoria del
occidental, con hitos como la Cumbre de Malta (2 y 3 de diciembre de 1989) y la Carta de
París (19-21 de noviembre de 1990).88
La propia Unión Soviética se encaminaba hacia su disolución, quedando cada vez más claro
que los nuevos espacios de visualización de la disidencia soviética (simbolizada en Andréi
Sájarov) no funcionaban como un apoyo de la reforma del sistema, sino como una fuerza
disolvente, sobre todo los de las repúblicas soviéticas no rusas; mientras que los partidarios
de una vuelta a las prácticas estalinistas. Después del Referéndum de la Unión Soviética de
1991, y durante un intento de golpe de estado promovido contra Gorbachov para evitar la
firma del Nuevo Tratado de la Unión, un reformista radical, Borís Yeltsin, consiguió hacerse
con el poder y promovió un hondo proceso de reformas liberales, incluyendo la disolución
del Partido Comunista de la Unión Soviética. Las repúblicas bálticas ya habían conseguido
la independencia de hecho; las demás se apresuraron a declararse independientes, pasando
varias de ellas a constituirse en precarias superpotencias nucleares. El régimen comunista
terminó así de desplomarse en medio de un caos económico en que la gran mayoría de la
población caía en la pobreza y las propiedades y empresas socializadas o construidas desde
la Revolución se privatizaban (cada ciudadano recibió una especie de bono que podía vender
en el mercado libre), mientras los antiguos dirigentes de la nomenklatura y el KGB formaban
grupos económicos formales o informales (algunos incluso delictivos, la denominada mafia
rusa) que se afianzaron con el control económico y político de la nueva Rusia, cuyo nombre
institucional pasó a ser Federación de Rusia después de la firma del Tratado de Belavezha.
Muchos otros rasgos del pasado zarista que el comunismo se había jactado de eliminar, como
el nacionalismo y la religión ortodoxa, volvieron a desarrollarse.
101
La caída del bloque comunista o del Este provocó un reorganización del sistema
internacional. El más espectacular de los cambios ocurrió en Europa, donde se produjo el
estallido del statu quo mantenido desde Yalta, y que a muchos observadores, incluyendo a la
buena parte de los estadistas (destacadamente, Margaret Thatcher y François Mitterrand),
parecía inamovible o al menos de no conveniente vulneración. Dentro de su propio ámbito,
la rigidez del sistema político comunista y la interiorización de la represión había disimulado
la persistencia de problemas étnicos y religiosos, que a partir entonces se expresaron en toda
su dimensión.
Guerras yugoslavas[editar]
Artículos principales: Guerras yugoslavas y Disolución de Yugoslavia.
Paradójicamente, fueron los estados europeos menos vinculados a la Unión Soviética los que
más violentamente sufrieron la caída del muro. El sistema comunista más aislado del
mundo, Albania, se desintegró en medio de la anarquía, mientras que Yugoslavia, ignorando
las poco decididas peticiones de mantenimiento de la unidad por parte de la comunidad
internacional, se fragmentó en las repúblicas que componían su confederación (el derecho a
la secesión estaba reconocido en su constitución). Las más decididamente separatistas
fueron Eslovenia y Croacia, católicas y declaradamente pro-occidentales (explícitamente
buscando el decisivo apoyo alemán), mientras que Serbia(ortodoxa y pro-rusa) pretendía la
continuidad de una República Federal de Yugoslavia (desde 1992) bajo el liderazgo del
comunista Slobodan Milošević, con una postura cada vez más nacionalista serbia. Los
conflictos más graves surgieron en Bosnia-Herzegovina (de composición étnica muy
mezclada entre serbio-bosnios, bosnio-croatas y bosnio-musulmanes) y la provincia serbia
de Kosovo (mayoritariamente poblada por albaneses). La intervención internacional,
liderada por los Estados Unidos, sancionó la derrota serbia en ambos conflictos (guerra de
Bosnia y guerra de Kosovo).
102
El despertar de China[editar]
Se atribuye a Napoleón la frase dejad que China duerma, cuando China despierte... el mundo
temblará.89 Si el "despertar" de China se ha venido produciendo desde la Revolución, su
impacto en el mundo no se produjo decisivamente hasta finales del siglo XX, y bajo criterios
muy distintos a los del maoísmo. La República Popular venía transformándose desde el
proceso a la denominada banda de los cuatro que siguió a la muerte de Mao Tsé-
Tung (1976). Se produjo una apertura en el régimen comunista chino, que bajo el liderazgo
de Deng Xiaoping y su política de un país, dos sistemas, intentó generar una economía de
mercado sin sacrificar el régimen político comunista de partido único, cuyo carácter
totalitario quedó evidenciado con la represión de las protestas de la Plaza de Tian'anmen de
1989. El continuado crecimiento económico ha convertido a China en una potencia de cada
vez mayor importancia. Los productos chinos cada vez tienen mayor presencia en el
comercio internacional, así como sus inversiones, orientadas sobre todo a la búsqueda de
materias primas y recursos energéticos por todo el mundo; aunque su papel en el sistema
financiero y monetario internacional es mucho menor. La tecnología china ha permitido
colocar en órbita a su propio taikonauta (Yang Liwei en la misión Shenzhou 5, 2003). El
alcance de su creciente capacidad militar es una incógnita que aún no ha sido puesta a prueba,
103
La victoria en la Guerra Fría dejó a Estados Unidos como única superpotencia, no solo en lo
militar, sino en el denominado poder blando que se concreta en la difusión de sus productos
culturales y tecnológicos (destacadamente los ligados a la informática e internet) y la
universalización de la particular ideología, identificada con el American way of life que
considera indivisibles la libertad política y económica (capitalismo democrático). La
presidencia pasó de los republicanos (Ronald Reagan, 1981-89 y Bush padre, 1989-93) a los
demócratas durante los mandatos de Bill Clinton (1993-2001), para volver a los republicanos
con Bush hijo (2001-2009).
suscitadas por ello; las interpretación más común del sistema internacional suele hablar de
un declive de Estados Unidos,91 incluso de un fracaso en cuanto a la gestión de su liderazgo
frente los problemas mundiales: calentamiento global (negativa a firmar el protocolo de
Kioto), proliferación nuclear92 (problemática respuesta a los desafíos nucleares de Corea del
Norte e Irán, tras la utilización del argumento de las armas de destrucción masiva para
justificar la guerra de Irak), terrorismo, incapacidad para responder a las crecientes demandas
de resolución de conflictos en estados fallidos o crisis humanitarias (especialmente en
África, donde la fracasada intervención en Somalia -1993- llevó a la no intervención en
el Genocidio de Ruanda -1994- o en el Conflicto de Darfur -2003-); y un empeoramiento de
su imagen internacional (antiamericanismo). Su propia opinión pública interna se
caracterizaba (al menos hasta el 11-S) por una doble y contradictoria exigencia: la de
intervenir en el exterior para solucionar todo tipo de problemas mundiales, y la intolerancia
a asumir el riesgo de pérdida de vidas no solo propias, sino también del enemigo. Tales
exigencias llevaron a una extremada tecnologización de la guerra y a todo tipo de cautelas
mediáticas (la Guerra del Golfo -1991- fue retransmitida en directo por
la CNN prácticamente sin imágenes de heridos o cadáveres).
Los conflictos internos dentro de Estados Unidos, superada la fase más combativa de la lucha
por los derechos civiles, se expresaron en un aumento de la actividad de grupos
ultraconservadores y una preocupante difusión de la violencia grupal o individual (disturbios
de Los Ángeles en 1992, masacre de los davidianos de Waco y atentado del World Trade
Center -1993-, atentado de Oklahoma City -1995-, atentados antitecnológicos
de Unabomber -hasta 1996-, Masacre del instituto Columbine -1999-) denunciada por un
famoso documental de Michael Moore.
La desaparición de la Unión Soviética rompía toda posible vinculación entre los movimientos
izquierdistas locales de América Latina (las FARC, Sendero Luminoso, etc.) y cualquier
superpotencia hostil a Estados Unidos; lo que había sido la principal causa para su apoyo a
las dictaduras militares de los años setenta y ochenta. Las últimas intervenciones
estadounidenses, con utilización abierta de fuerza armada, fueron la invasión de Granada,
1983 y la de Panamá de 1989. Cuba estaba sometida a un riguroso aislamiento internacional
105
y una crisis económica (Período especial), acentuado por un embargo comercial por parte de
Estados Unidos que no consiguió debilitar en el interior al régimen de Fidel Castro pese a
las grandes manisfestaciones que se desataron contra el gobierno en 1994. En el Cono
Sur (Brasil, Argentina, Chile, Uruguay y Paraguay), se produjo la reconstrucción de los
regímenes democráticos a finales de los años ochenta, no sin dificultades, fundamentalmente
por sucesivas crisis financieras que tensionaron las denominadas transiciones a la
democracia (por ejemplo, el corralito durante la crisis argentina de 2001).
Globalización y antiglobalización
No existe una unidad de intereses ni de expresión en estos movimientos, que incluyen desde
la defensa del proteccionismo agrario (José Bové) hasta las más clásicas protestas sociales
antes expresadas en el movimiento obrero, el ecologismo y el pacifismo. Paradójicamente,
la respuesta a la globalización se ha organizado en torno a redes sociales dinámicas
permitidas por el propio proceso de globalización, con el denominado movimiento
antiglobalización o altermundialismo, iniciado de forma más o menos espontánea en
las manifestaciones de Seattle (1999) como respuesta a la reunión del FMI y en
la Contracumbre del G8 en Génova (2001) e institucionalizado en torno al Foro Social
Mundial de Porto Alegre (organizado de forma alternativa a los mismos y a los elitistas
encuentros del denominado Hombre de Davos). Han generado el lema otro mundo es
posible.93
Los atentados que llevó a cabo Al Qaeda (una enigmática red de terrorismo
islamista organizada por el millonario saudí Osama Bin Laden) contra las Torres Gemelas
de Nueva York y El Pentágono en Washington D. C. el 11 de septiembre de 2001, y la
reacción estadounidense posterior (guerra contra el terrorismo), liderada por el
presidente George W. Bush (guerra de Afganistán y guerra de Irak), evidenciaron la
existencia de un nuevo tipo de conflicto global que Samuel Huntington había previamente
denominado con el término choque de civilizaciones (teoría construida en polémica
con Francis Fukuyama, quien había proclamado, en los tiempos de la caída de la Unión
Soviética, que la historia tendía ineludiblemente hacia sistemas liberales, y que cuando estos
se conseguían, estábamos ante el Fin de la Historia). Los atentados evidenciaron la
vulnerabilidad del sistema occidental ante los grupos con voluntad de utilizar en su contra
las posibilidades que una sociedad abierta les permitía, y lo contradictorio de reaccionar con
la restricción de las libertades (Acta Patriótica) o la criminalización social de las minorías
islámicas, prácticas que de haberse llevado a un extremo habrían constituido el éxito más
claro de los agresores.94 La reacción exterior, más allá de su éxito o fracaso relativo, demostró
la gigantesca capacidad de respuesta de Estados Unidos y la solidez de su alianza con un gran
número de países (OTAN, Japón, Corea del Sur, Australia, México, Israel, gobiernos de los
países islámicos denominados moderados -monarquías del Golfo Pérsico, Marruecos,
Jordania, Pakistán-), al tiempo que Rusia y China evitan comprometerse y algunos países del
denominado eje del mal efectuaban acercamientos a Occidente (Libia, Siria).95
de José Luis Rodríguez Zapatero). Tampoco dentro de los mismos Estados Unidos las
posiciones eran unánimes, sobre todo tras no encontrarse las armas de destrucción masiva
que se había afirmado que poseía Saddam Husein (hecho que se había aducido como casus
belli para el ataque preventivo, algo característico de la Doctrina Bush) y otros escándalos
(torturas en la prisión de Abu Ghraib y detención sin plazo ni juicio de los
denominados combatientes ilegales en el centro de detención de Guantánamo, que Barack
Obama -primer presidente negro de los Estados Unidos, 2009- se había comprometido a
cerrar).
La crisis económica de 2008 (denominada como Gran Recesión), que surgió como
consecuencia del estallido de una burbuja financiera-inmobiliaria, ha puesto en cuestión las
bases del sistema financiero internacional y desatado el temor a una profunda recesión que
cuestione la continuidad del sistema capitalista y el propio sistema democrático, identificados
ambos en lo que se ha llegado a denominar capitalismo democrático;98 y no solo del concepto
de Estado nacional, cuestionado desde hacía tiempo, sino del de integración supranacional,
evidenciada la grave vulnerabilidad de la Eurozona a la crisis monetaria de 2010,99 agravada
en los meses siguientes con las sucesivas crisis de la deuda soberana de los países periféricos,
siendo los más países afectados Grecia, España, Portugal e Irlanda. Durante el año 2011, a
raíz de la revolución tunecina, se produjeron revueltas populares con características
innovadoras en los países árabes (Primavera Árabe), simultáneamente al surgimiento de
nuevos movimientos sociales en los países más desarrollados (indignados en España, occupy
Wall Street en Estados Unidos, etc.); todos ellos caracterizados por su impacto viral en
las redes sociales y medios de comunicación junto a la ocupación física de espacios públicos
emblemáticos.100
109